Jump to content

Helene Eloise Bellerose

Magos Expertos
  • Mensajes

    1.391
  • Ingresó

  • Última visita

  • Días ganados

    11

Todo lo publicado por Helene Eloise Bellerose

  1. Hélène Eloïse Bellerose La heredera caminaba con paso despreocupado por las calles del callejón Diagon, mientras malabareaba con varios paquetes en sus manos. Lo que había iniciado como un día tranquilo de compras (había salido realmente por algo en concreto) se había tornado en una actividad entretenida que la envolvió por horas en la más absoluta diversión. Hélène ni siquiera se había percatado, pero ya había recorrido la mitad de los negocios y no tenía deseos de parar. Es así como sin darse cuenta, ingresó a un bonito y atractivo local con detalles de mármol y cristal y no supo de lo que se trataba hasta que estuvo dentro y se vio rodeada de una cantidad inimaginable de juguetes. Sus ojos se abrieron con sorpresa y no pudo evitar sonreír con entusiasmo, al pensar que aquella era una oportunidad excelente para adquirir un detalle especial para su hermana, la pequeña Bellerose a quien no había visto en casi un año. La sonrisa sin embargo se empezó a desvanecer, al darse cuenta que Claudette estaba en una edad un poco difícil, y no era capaz de pensar por sí misma en una opción acorde a su edad. Haciendo un rápido mapeo mental, decidió que era importante asesorarse para evitar que su gesto se viese opacado por una mala elección. Parpadeó un par de veces y procedió a barrer el entorno con la mirada. Ahí estaba aquello que tanto buscaba, se dirigió hacia la zona de información tan rápido como sus varios paquetes le permitieron. —¿Bon jour? —Saludó, aunque más bien sonó a que preguntó, y eso mucho tenía que ver con el hecho de que el mostrador estaba en apariencia vacío. Suspiró, y aprovechó para reacomodarse los paquetes en las manos. Esperaba que pronto pudieran acudir en su auxilio. @
  2. Hélène Eloïse Bellerose No pudo evitar soltar una risita ante los intentos de Leonid de hablar francés. No lo hizo del todo mal, pero la semiveela creyó distinguir un pequeño atisbo de nervios en la por lo general muy segura voz del mago. Estiró la diestra que tenía libre y con suavidad tomó la mano del pelirrojo, propiciándole ligeras caricias en el dorso mientras le aseguraba con dulzura que lo había hecho bien. —Podemos empezar las lecciones privadas cuando desees. —Ofreció, regalándole una sonrisa cómplice. La información sobre la educación mágica del mago le tomó por sorpresa, quizás porque dada a su propia educación tradicional no concebía la posibilidad una preparación mágica tan atípica como aquella. Completamente fascinada, dedicó toda su atención a aquel pedazo de información, abriendo mucho los ojos claros cuando los detalles eran especialmente sorprendentes. Realmente no podía dejar de maravillarse por el resultado de aquel encuentro, sobre todo porque había acudido allí sin ninguna expectativa. A pesar de todo, Yaxley había demostrado ser un mago genuinamente especial, Hélène estaba completamente admirada. —Realmente suena encantador. Diferente, pero encantador. —Musitó, sin evitar soltar un suspiro de anhelo. Por años había estado encerrada en aquella jaula de oro que Auguste Bellerose había construido para sus dos hijas, siempre sobreprotegiéndolas y controlando todo pequeño aspecto de su formación mágica. No podía quejarse, sabía que el patriarca había hecho lo mejor que había podido y que sin duda era muy afortunada, pero no podía evitar sentirse a veces un tanto triste por lo que hubiese podido ser de haber tenido un padre un poco más presente. —Un castillo precioso sin duda alguna. ¿Sabías que es el único colegio de Europa que tiene un coro de ninfas que anima los almuerzos? Es bello, aunque en cierto punto llega a volverse un poquito aburrido. —Comentó la bruja con gesto pensativo. —En navidad solían variar un poco el repertorio, eso era bueno. —Bromeó, dirigiendo por un momento la vista hacia el lago que hace un momento habían navegado. Desde allí se veía mucho más oscuro e intimidante que en persona, aún así seguía siendo hermoso. —Una de las razones por las cuales empecé mi carrera es justamente ese deseo que tengo de viajar y conocer todo lo que aún no conozco, ¿sabes? Rusia está sin duda en mi lista, quizás precise un guía local cuando vaya. —Guiñó un ojo divertida y luego se sonrojó ligeramente. No sabía qué era aquello que tenía Leonid que le inspiraba a decir aquellas cosas, pero no se iba a quejar. Apartó la mirada de la del mago en el momento justo en el que la comida empezaba a materializarse en la mesa, emplatada en fina cubertería. Copas de cristal y una botella de vino blanco se hicieron presentes, y al final el mesero que se acercó apresurado a la mesa y se aseguró que todo fuera lo que pidieron. Sirvió un poco de vino en ambas copas y se retiró, no sin dejar de asegurarles que estaba disponible por si necesitaban algo. —Bueno, por la cita más divertida que he tenido. —La heredera dibujó una amplia sonrisa en el rostro, mientras alzaba la copa que sostenía con la diestra. Tenía la mirada fija en el profundo azul de los orbes del mago. @@Syrius McGonagall
  3. Hélène Eloïse Bellerose Los pálidos dedos de la castaña recorrían con aburrimiento las páginas de un viejo y polvoriento tomo que había tomado con mucho esfuerzo de lo más alto de vieja estantería de la gran biblioteca del castillo de Rune. Hundida como un ovillo en una de las viejas butacas, la joven bruja leyó por largo rato sobre culturas ancestrales, con especial afán en descubrir alguna información que pudiese aportar a la tesis que escribía para la escuela diplomática. Sin embargo luego de unas horas el cansancio estaba empezando a causar estragos en su cuerpo y sumiéndose lentamente en un sueño atrapante cerró los ojos... No supo cuánto tiempo estuvo dormida, o si realmente llegó a estarlo. Un patronus completamente desconocido irrumpió en la tranquilidad de la pieza y con una voz que no le resultaba familiar, transmitió un mensaje claro e inesperado. Bellerose se sentó en el borde del sillón, frotándose los ojos con desconcierto, dándose unos segundos para procesar la información que le estaban transmitiendo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, era la primera vez que la Orden del Fenix requería su presencia en una importante misión y desde que había llegado a Londres, era la segunda vez que acudiría a sus nuevos compañeros. Sin deseos de hacerlos esperar por mucho más tiempo, se levantó con apremio y acudió hacia el sitio señalado tras desaparecer de las afueras del castillo, dejando tras de sí una suave voluta de humo perlado. Llegó pronto aunque no fue la primera en hacerlo. Reconoció con cierto alivio a uno de los dos personajes, Melrose, de la Potter. Le dedicó una suave sonrisa y luego se dirigió en general a ambos magos. —Encantada, Hélène Bellerose. —Consideró importante presentarse, ya que en realidad era la primera vez que iba a participar en una misión de bando y el mago no se le hacía familiar. —He venido tan pronto como se me ha hecho posible, espero ser útil. — No añadió nada más, más bien aguardó expectante.
  4. Hélène Eloïse Bellerose La heredera debía reconocer que el pequeño le despertaba una profunda curiosidad y bastante desconcierto, ya que las respuestas que él le daba eran bastante simples en apariencia, pero a ella le generaban muchísimas interrogantes. Decidió que la mejor forma de llevar la situación era confiar en la palabra de Riuu, aunque no terminase de entender cómo funcionaba su relación con el gran dragón. —Vale. Te creo. —Asintió, dándose una oportunidad de confiar en sus invitados. —Déjame entonces... —Con la varita que aún llevaba en la diestra, realizó un movimiento suave y un hilo de plata emergió, tomando la forma de un caballo que galopó unos segundos en el aire antes de detenerse. —Pídele que venga. —Instruyó la heredera al patronus y lo vio desaparecer entre los árboles, iluminándolos con gran intensidad a medida que se transportaba. —No estamos tan lejos de las pesebreras y ya he alertado al guardabosques para que nos reciba. ¿Vamos? —Era difícil dejar de percibir la inseguridad que rodeaba al reptil, sobre todo considerando que temía por el niño, o al menos, eso era lo que ella creía. Armándose de valor, sus ojos se centraron en el dragón. Con voz suave pero firme, se dirigió a él, aún sin estar del todo segura que su mensaje fuera a comprenderse. —No le voy a hacer daño. Puedes estar tranquilo. No presionó pidiéndole a Riuu que montara con ella, más bien optó por desmontar con agilidad del equino, dándole una suave caricia entre los ojos una vez en el suelo. Guiándolo con suavidad a través de las riendas, empezó su caminata a través de los árboles, sin dejar de aprovechar el momento para conocer un poco mejor al niño. —Gracias—Respondió con una sonrisa ante los halagos del niño para con el entorno que los rodeaba. —Si te gusta el bosque ya verás el castillo. —Anunció, entusiasmada. —Has dicho que llevabas ya un tiempo volando... ¿viajas a alguna parte? —Preguntó, curiosa. @@Riuu
  5. Hélène Eloïse Bellerose La francesa se recargó un poco sobre la mesa, colocando la barbilla en la palma de la mano diestra. Los orbes claros los tenía fijos en Yaxley, a quien miraba con intensidad e interés, intentando descifrar su personalidad. Sus cejas se alzaron en sorpresa al escuchar lo que él le decía, no se esperaba que aquella información incluyera un mellizo. —Anastasia es un nombre precioso. —Reconoció, ladeando levemente la cabeza con gesto soñador. No pudo evitar que a su mente regresaran las historias de zares y zarinas, historias que le contaban antes de dormir y que hasta ahora le resultaban sumamente fascinantes. —Me gustan las familias grandes, creo que porque siempre fuimos pocos en casa. —Comentó antes de contestar la pregunta que él le formulaba. —Tengo una hermana, Claudette. Tiene apenas 14 años y aún la veo como una bebé. —Sonrió, no creía tener instinto maternal, aunque cada vez que recordaba a la adolescente algo parecido a eso se le despertaba. Después de todo, la madre había dejado a la familia cuando Claudette era tan solo una bebé. Suspiró. Leonid se había encargado de atraer la atención del mesero y de conseguirles la carta a ambos. Luego de recibir su menú, la castaña le regaló una semi sonrisa agradecida al mesero antes de enfocarse en analizar lo que se ofertaba. Le pareció una propuesta interesante que hicieran especiales distintos cada semana, y esa en específico se había enfocado en la comida mediterránea. Una expresión de reconocimiento se le dibujó en el rostro y una sonrisa amplia le siguió. Una nueva ola de entusiasmo le invadía al sentir de nuevo aquella sensación de familiaridad, de casa. —Debo reconocer que es un menú bastante completo, me sorprende. —Y así era. Repasó varias veces sus opciones, el ruso le había pedido una recomendación y aunque reconoció que la cocina mediterránea no era para todos los paladares, intentó sugerirle algo inofensivo. —La bouillabaisse es muy rica, es una sopa de marisco, nada del otro mundo. O un Ratatouille que es un guiso de verduras bastante sabroso… —Se detuvo un momento para elegirse algo ella misma, aficionándose por un pato a las aceitunas que también creyó necesario recomendar. —Yo voy a tomar el canard aux olives y si tomas alguna otra cosa, podemos compartir… —Le observó con mirada inquisitiva, esperando que el mago decidiera al respecto. Decidió que iba a acompañar su plato con una copa de vino blanco y con un asentimiento para si misma, cerró con suavidad el menú. Una vez su guapo acompañante hubo elegido su plato y ella hubo hecho la petición pertinente al camarero, lo vio tomar la orden y alejarse en dirección a las cocinas. Su atención se centró nuevamente en el pelirrojo, al que le dedicó una tierna sonrisa. —Dejaremos el escargot para la siguiente ocasión. El caracol de tierra no es para todo el mundo. —Rió, al recordar que a ella misma le parecían bastante desagradables antes de haber tenido edad suficiente para adquirirle gusto. @@Syrius McGonagall
  6. Hélène Eloïse Bellerose La castaña observaba al imponente dragón con el rabillo del ojo, no queriendo perderle de vista. Debió suponer que no era agresivo ya que hasta el momento no había hecho ningún ademan de atacar, pero pudo pasar porque aún se encontraba algo aturdido luego de aquel estrepitoso aterrizaje. La situación era de por sí tan atípica, que no podía evitar plantearse mil y un preguntas, intentando hacer sentido por sí misma sobre lo que estaba sucediendo. El joven invitado aceptó quedarse un rato y recuperar fuerzas, no sin antes sentirse un poco mal por el estado de los árboles que yacían en el piso de cualquier manera. Hélène barrió el entorno con los orbes claros y negó con la cabeza, restándole importancia. —Nada que una pequeña floritura de varita no pueda resolver... —Afirmó con confianza. Desenvainó la varita de caoba, sacándola con cuidado de la bota de montar que calzaba y con un delicado movimiento, empezó a restituirlo todo a su estado original. —Y aquí no ha pasado nada. —Uno a uno los árboles regresaron de nuevo a sus bases, como rebobinando la escena en cámara lenta. Vio al niño abrazar a la criatura y pudo percibir que el lazo que los unía era mucho más fuerte de lo que jamás podría llegar a entender. Los dejó tener su momento, por un breve instante inclusive el dragón le pareció menos intimidante, pero se recordó que no podía confiar ciegamente y prefería mantenerse en alerta. —Hélène Bellerose, y bueno, el bosque es de la familia. —Comentó con una sonrisa orgullosa. El haber reconstruido la propiedad con sus propias manos (y la de sus primos) le hacía valorar completamente cada detalle, hasta del último árbol. —Acabas de caer en la residencia de la familia de Rune. —Ehmmm... bueno, el castillo es grande pero no sé si lo suficientemente grande como para guarecer un dragón... —Comentó, dudando sinceramente que el gran reptil pudiera caber por la puerta. —No sé qué te parezca, puedo llamar al guardabosques para que adecúe un espacio para Frederick en las pesebreras y lo ponga lo más cómodo posible hasta que se recupere, eso sí, tendrá que prometer no comerse a ninguna de las criaturas... Se sintió un poco absurda pidiendo aquello, ya que era un poco irracional esperar que un dragón no se dejara guiar por sus instintos, pero al ver lo calmado que era con el niño quiso creer que en efecto la conexión del mítico animal con Riuu lo iba a hacer posible. @@Riuu
  7. Hélène Eloïse Bellerose La burbuja de felicidad que rodeaba a la pareja había detenido por completo el tiempo. Todo lo que se desarrollaba en ese momento era lo único que existía, aquella sensación de completa dicha acompañaba los pasos de los magos a través del sendero de gravilla, que iluminado por pequeños farolitos parecían estar más iluminados, más brillantes que hace un momento, o eso le parecía a Hélène. Leonid Yaxley era el nombre de aquel mago que hasta hace unas horas le había sido completamente ajeno y ahora la tenía sintiendo un centenar de mariposas en el estómago, que aleteaban alocadas y electrificaban su piel allí donde él se acercara. La conversación de ambos fluía con tanta naturalidad, que cualquiera que los hubiese visto en ese momento hubiese creído que ya se conocían de tiempo atrás. Había un aire de complicidad en ambos que hacía que todo fluyera de maravilla. Hélène lo miró a través de sus pestañas, riendo por el tentador ofrecimiento de aprender ruso de la fuente. Sabía que era una broma, pero aun así no pudo evitar imaginar un mejor maestro. Conversando y bromeando continuaron su viaje con calma. Ninguno de los dos parecía tener especial interés en apurar el paso, y cuando el mago anunció que quedaban apenas 30 minutos para la función, la castaña se entristeció un poco ante la perspectiva. Si bien era cierto, el plan había sido desde el principio acudir a la función de circo, luego de todo lo acontecido la bruja prefería aprovechar el tiempo charlando con el mago para conocerle mejor. Se mordió el labio, reprimiéndose aquella pequeña decepción. Lo importante era pasar tiempo juntos, y seguro después encontraba el momento de extender aquella plática tan interesante con un café. El pelirrojo detuvo el andar de ambos y le enfrentó, mirándole con esos intensos ojos azules que le hacían perder el norte. Ella entrelazó los dedos libres con los del mago, encantada, y le escuchó exteriorizar sus pensamientos. El rostro de la bruja se iluminó ante las palabras del ruso y no pudo evitar regalarle una dulce sonrisa. —A mí tampoco. —Coincidió entre risitas, aliviada al fin de que ambos estaban en la misma página. Se sentía como una adolescente y no deseaba por nada del mundo romper aquella burbuja que los envolvía. Cerró los ojos con suavidad, entregándose por completo al beso, disfrutando la sensación de calor que se concentró en la mejilla, justo ahí donde él había puesto la mano. —Mhhhmmmm… —Murmuró en asentimiento, sin evitar depositar un suave beso en los labios de Yaxley una vez más, sonriendo con picardía. —Está usted lleno de buenas ideas Monsieur. —Halagó, pero no se separó. En cambio, se hundió en el pecho del mago, en ese nuevo refugio apenas descubierto. Le gustaba esa sensación, se sentía cómoda y protegida y Leonid olía tan bien… Disfrutó cuanto pudo de ese abrazo y luego de unos segundos, levantó la mirada para encontrarse nuevamente con aquellos ojos que empezaban a ser los zafiros más bonitos del mundo. Suspiró con pesar y arrugó la nariz, divertida. —Si no nos movemos ahora, probablemente no voy a querer moverme nunca y corremos el riesgo de que alguna criatura del bosque quiera aparecer a cobrar venganza en tu nombre por el salpicón de hace un rato. —Bromeó, y deshizo el abrazo con suavidad, pero asegurándose de tomar el brazo de su alto acompañante para continuar con la caminata. Afortunadamente ninguna criatura emergió para asustarlos y la francesa lo agradeció. Al haber tomado aquella decisión de último minuto, ambos tuvieron que girar sobre sus pasos de vuelta al muelle, donde se erguía un imponente barco/restaurante que era bastante difícil de ignorar. Al cruzar el umbral, la semiveela se estremeció al apenas notar lo helado que estaba afuera pues el ambiente interno del barco era cálido y bastante agradable. Esperó a que les eligieran una mesa y una vez allí tomó asiento, apreciando que la pequeña mesita para dos estuviera colocada al lado de un gran ventanal. —Y entonces… —Dirigió su vista al mago, dedicándole su completa atención mientras esperaba que alguien les sirviera. —Cuéntame sobre ti, ¿tienes hermanos? Ese momento era ideal para conocer al mago y no estaba dispuesta a desperdiciar ni un solo segundo. @@Syrius McGonagall
  8. Hélène Eloïse Bellerose La francesa observó al niño sin dar crédito a lo que los ojos claros veían. El dragón parecía estar en perfectas condiciones y le miraba con recelo. Parecía que quería proteger al niño, que estaba aún bastante confundido. Sin desmontar del caballo y sin atreverse a acercarse más, la castaña decidió que lo mejor sería interrogar a sus visitantes desde lejos, no quería alterar a la bestia y darle un motivo para freírlos vivos. —Entonces...¿ ha sido un accidente que cayeras en esta propiedad? —Inquirió, aún impresionada de la facilidad con la que habían cedido las salvaguardas mágicas. Claro estaba que no se habían levantado pensando en que un dragón las iba a cruzar, ni mucho menos. Los inspeccionó con ojo crítico una vez más, decidiendo que quizás no eran una amenaza después de todo y que su presencia se trataba en efecto de un accidente. El niño había llamado Frederick al dragón y había mencionado que lo estaba montando como un jinete. Honestamente impresionada por la hazaña del muchacho, la curiosidad le llevó a preguntarse cómo había logrado domesticar una bestia de semejante tamaño, siendo que éstas estaban clasificadas como altamente peligrosas según el ministerio de magia. Su rostro alterado por la tensión inicial empezó a suavizarse de a poco al entender que el intruso era tan solo un niño perdido y que lo más temible de su intromisión era sin duda el gran dragón que le acompañaba. Aunque el sentido maternal de Bellerose no estaba para nada desarrollado, sintió una necesidad fraternal de ofrecerle protección. ¿Tendría familia? ¿Dónde estaban sus padres? —Supongo que estarás cansado, y seguro Frederick también... Si gustas un plato de comida caliente, puedes quedarte un rato. —Invitó, sin saber exactamente cómo proceder. Nadie le había preparado para una situación tan peculiar como aquella. @@Riuu
  9. Hélène Eloïse Bellerose La situación aunque había sido estresante en un principio se había convertido rápidamente en una situación tan divertida que ambos reían con ganas. El respingo había sido tal que la embarcación se bamboleaba peligrosamente y mientras Yaxley intentaba estabilizarla, la heredera intentaba recomponerse sin poder parar de reír. —Anotado: la siguiente vez que te quiera salpicar me voy a asegurar un ciento por ciento que no existan peligrosas sirenas a la redonda que se desquiten por ti. —Entre risas, ella intentaba sentarse lo más erguida posible mientras el pelirrojo remaba de vuelta hacia la bahía, comentando que sería una buena idea visitar el lago en verano y bucear en busca de su civilización. La idea de verle de nuevo y vivir una nueva aventura a su lado le atraía muchísimo y no pudo evitar contestarle con sinceridad. —Me encantaría. —Usualmente no soy tan torpe. —Comentó ella con una sonrisa de disculpa, excusándose por la reacción tan exagerada que había tenido. —Aunque claro, usualmente no veo sirenas, tampoco. —Añadió, riendo nuevamente. Le resultaba agradablemente curioso el hecho de que había salido de casa luego de meses de haberlo evitado, sin ningún tipo de expectativas, para pasar un rato ameno fuera con un desconocido que no solamente había resultado ser un hombre muy apuesto, sino que además era el dueño de una personalidad magnética que a ella le tenía completamente encantada. Se hizo una nota mental para agradecerle a Madame de corazón por haber concertado aquella cita. La pequeña embarcación tocó tierra y el primero en salir fue el mago, quien caballerosamente le tendió una mano que ella aceptó agradecida. Volvió a estremecerse ante el cálido contacto y trató de concentrarse con toda su alma en bajar de allí lo más dignamente posible sin cometer ningún tipo de torpeza, pero.... No supo ni cómo ni por qué, se encontró frente a frente con Yaxley, separada tan solo por unos centímetros. Esa inesperada cercanía despertó nuevamente aquella sensación de aleteo en el estómago que junto a los nervios que se acrecentaron disparados, crearon una especie de estupor en el que Héléne era completamente incapaz de pensar con coherencia. Creyó escucharle preguntar si se encontraba bien, pero no fue capaz de formular respuesta alguna. ¿Cómo explicarle que se encontraba más que bien? Intentó no olvidarse de cómo respirar y sin embargo... La francesa había besado antes, pero nunca había sentido nada parecido a lo que sintió en el momento en el que Leonid acortó finalmente esos centímetros que les separaban. Por una fracción de segundo no pudo reaccionar y luego su cuerpo tomó posesión de sus acciones. Correspondió dulcemente profundizando el beso, mientras la mano diestra se deslizaba delicadamente entre el rojo cabello del mago. No supo cuanto tiempo pasó hasta que se separaron, pero una suave sonrisa se le pintó en el rostro, mientras fijaba la mirada en aquellos intensos ojos azules. —Voy a tener que tropezarme más seguido... —Musitó con una risita. Sus dedos aún seguían peinando con suavidad los cabellos del ruso. Envalentonada por todo lo que estaba pasando, Bellerose entrelazó los dedos de la mano que tenía libre con los del mago y separándose suavemente, lo guio a través de la bahía. —Si todo sale bien, espero poder ser pronto la embajadora de Francia en Reino Unido. —Comentó, respondiendo a la pregunta formulada por el ruso hace tiempo. —Mi sueño es viajar por el mundo representando a mi país. Así que espero que todo salga bien, crucemos los dedos. Un breve silencio los acompañó los siguientes pasos, pero no fue incómodo. La semiveela disfrutaba mucho de la compañía del mago y la calidez de su contacto. Se sentía ligera y contenta, bastante afortunada de vivir aquel momento en grata compañía. —Creo que nos va a tocar caminar un poco, veo que nuestros amigos alados nos abandonaron. —Comentó luego de barrer el entorno con la mirada y comprobar que los equinos ya no se encontraban allí. No le importaba, en realidad le gustaba caminar y estaba segura que los caminos eran bastante seguros. Además, se sentía protegida junto al mago pelirrojo. @@Syrius McGonagall
  10. Hélène Eloïse Bellerose La disposición que tenía Leonid para aceptar y proponer todos esos planes que iban surgiendo solo aumentaba la atracción que la bruja castaña sentía hacia él. Le parecía completamente sorprendente el hecho de que llevaban apenas un par de horas conociéndose, pero aún así se complementaban de una forma tan natural que no sintió nunca ninguna incomodidad o timidez. Fuera de los nervios naturales que fluían descontrolados cada vez que él le miraba, Hélène se sentía bastante cómoda al lado del mago. Al escuchar que él estaba dispuesto a navegar junto a ella en la pequeña embarcación, el rostro se le iluminó con emoción y no esperó dos veces para seguirle y empezar esa nueva aventura. Tomó la mano que le ofrecían sintiendo una calidez electrificante ante el contacto cálido del mago, e intentando que esa sensación no le hiciera perder el equilibrio, se concentró en estabilizarse lo mejor que pudo en la pequeña estructura de madera, hasta que estuvo sentada. No pudo evitar soltar una risita ante la obviedad de la situación. Acostumbrada por tanto tiempo a hacer ciertas cosas "a mano" había olvidado que en Inglaterra podía de hecho usar la comodidad de la magia sin temer levantar sospechas de nadie. Negó para si misma, reprendiéndose por su falta de perspicacia y se dejó guiar, observando medio fascinada al mago remar con total naturalidad. Dejó caer una pálida mano al agua y se estremeció por un momento con el esperado contacto gélido, que con el pasar de los segundos se volvió más tolerable. Sus dedos realizaban trazos inexactos sobre el agua, emitiendo un suave murmullo que se perdía con el remar de su compañero. La pregunta que realizó si bien era simple en apariencia, tocó una fibra sensible en el ruso que se tensionó levemente ante algún pensamiento que le vino a la cabeza. Bellerose se cuestionó qué recuerdo detonó en el mago, pero lo dejó pasar sin querer perturbarle. Aguardó con paciencia a la respuesta y no se decepcionó cuando la obtuvo. —También. —Coincidió, aunque sabía que no era todo. —Mi familia, mi carrera, la moda, los caballos... —La respuesta era muy general y muy inexacta también, pero es que profundizar sobre una cosa u otra iba a tomar demasiado tiempo. —Quiero comerme el mundo algún día. —Añadió con una sonrisa tímida, por primera vez en toda la noche. Abrirse no era difícil, sin embargo no podía dejar de sentirse un poquito vulnerable al compartir detalles tan íntimos aunque fueran genéricos. Aún así, la mirada clara de Yaxley le transmitió calma y la timidez empezó a desvanecerse de a poco. Él tenía razón, eran muy afortunados, el clima parecía celebrar con ellos aquella velada. El comentario del pelirrojo revivió la nostalgia intermitente que había experimentado desde que llegó de París. Su relato breve le transportó a Taiga y casi sintió el olor a fogata. Suspiró. —Cuando éramos niñas papá nos llevaba todo el tiempo a Marseille. Recuerdo la playa y la salada brisa marina con demasiada claridad. Las quemaduras solares también las recuerdo bien. —Sonrió. —A medida que fuimos creciendo los destinos crecieron también, papá decía que esperaba que tuviésemos edad suficiente para recordar esas aventuras. —Comentó con cariño. —Lo veíamos muy poco por su trabajo, pero lo poco que le veíamos él lo hacía especial. Sintió que la nostalgia general de la pregunta había tocado también al ruso, por lo que intentó animarlos a ambos para no darle un giro tristón a la velada tan bonita que estaban disfrutando hasta el momento. De manera juguetona, salpicó unas gotas de agua hacia su compañero, intentando aligerar un poco la atmósfera y no pudo evitar reírse divertida al notar que le había tomado ciento por ciento desprevenido. —Lo siento monsieur, pero se veía usted muy serio. —Acotó con inocencia, para luego arrugarle la nariz divertida. Un sonido débil empezó a escucharse y la castaña puso especial atención a su proveniencia. Parecía venir del agua, aunque era muy suave, casi imperceptible. Sin embargo empezó a sonar cada vez con más fuerza y casi de inmediato decenas de sirenas empezaron a nadar y saltar a través del lago, rodeando la pequeña embarcación sin prestarle mayor atención. Bellerose dio un respingo ante la inesperada escena y casi se cae del pequeño bote del susto que se llevó. —¡Mon dieu! —Exclamó, llevándose una mano al pecho, donde el corazón latía completamente desbocado. Luego se echó a reír, sintiéndose ridícula pero divertida al mismo tiempo. —No vayas a decir que es karma.... @@Syrius McGonagall
  11. ID: 113123 Nick (con link a la ficha) Kassandra Weasley Link a la Bóveda Trastero: (en caso de poseerla) boveda Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: bóveda Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Nivel Mágico: 16 Fecha: 2021-02-28 Llave utilizada : link a la certificación del Concilio Objeto: Aletiómetro Puntos: 160 Precio: 8000 Llave utilizada: link a la certificación del Concilio Objeto: Tabullae Defixionum Puntos: 160 Precio: 8000 Total de puntos: 320 Total de Galeones: 16000
  12. ID: 113123 Nick (con link a la ficha) Kassandra Weasley Link a la Bóveda Trastero: (en caso de poseerla) boveda Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: bóveda Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Nivel Mágico: 15 Fecha: 2021-02-28 Llave utilizada (para criaturas baby y Nundu): link a la certificación del Concilio Criatura: Hipocampo Puntos: 40 Precio: 2000 Llave utilizada (para criaturas baby y Nundu): link a la certificación del Concilio Criatura: Hodag Puntos: 40 Precio: 2000 Total de puntos: 80 Total de Galeones: 4000
  13. Hélène Eloïse Bellerose El descenso representó todo un reto para la castaña, quien no estaba familiarizada con la sensación de montar a una criatura alada. El ángulo que el Aethonan tomó al realizar la caída le puso los pelos de punta y le hizo cerrar los ojos esperando que el aterrizaje no fuese muy brusco. Sin embargo, el animal aterrizó con calma y gentileza, cabalgando unos metros hasta que se detuvo por completo. Feliz y agradecida, Bellerose desmontó con rapidez, deseando sentir la seguridad y firmeza del suelo bajo sus pies y con cuidado propició suaves caricias a su nuevo amigo, recompensándolo por haber sido tan bueno y dócil. Giró los orbes claros al cielo y distinguió a Yaxley descendiendo al fin. La diferencia en segundos fue mínima, pero la sonrisa igual se le pintó con amplitud en el rostro. Lo vio aterrizar y acortó un poco los pasos hacia él, sintiendo la grava del suelo crujir bajo su peso. —No me hice más joven, eso sin duda. —Respondió divertida ante la pregunta formulada por el pelirrojo. ¿Aburrirse? Estaba tan encantada con la compañía del ruso, que genuinamente dudaba que eso fuera siquiera posible. Esperando que él desmontara de su aethonan, barrió el entorno con la mirada, maravillándose por el brillo de la luna en el firmamento y la claridad del agua a sus pies. Al fondo distinguió un muelle y junto a él pequeñas barcas que seguramente y en horas hábiles podían alquilarse para recorrer las aguas. Cerró los ojos tan solo unos segundos disfrutándolo todo, sintiendo el suave murmullo del agua al moverse tan mínimamente y apreciando el sonido de las ranas y grillos que ya empezaban a entonar sus canciones nocturnas. Todo era perfecto, sin duda. —No podrías ser un huevo podrido. —Anunció con una sonrisa. —Eres muy apuesto para serlo. —Rió, sintiendo que los nervios empezaban a acrecentarse en el fondo de su estómago. Acto seguido y presa de un acto de impulsividad, la semiveela depositó un suave beso en la mejilla de su compañero. —Gracias por esto. No recuerdo haberme divertido tanto en mi vida. Podía sonar a exageración, pero era completamente cierto. La vida de la francesa era bastante monótona y carecía por completo de la emoción provocada por experiencias como aquella. Sintió que la sangre empezaba a agolparse en las pálidas mejillas y solo esperó que no fuera tan evidente. Ambos emprendieron un camino lento hacia el muelle. Parecía que en ese momento el tiempo no corría con la normalidad habitual y al menos, Hélène no tenía ningún tipo de apuro. —Y bueno... ¿Qué es lo que apasiona a Leonid Yaxley? —Preguntó, deseando conocerlo mejor. Se detuvieron en el muelle y la castaña se maravilló ante el espectáculo que veían sus ojos. Desde allí, el lago actuaba como un espejo gigante en el que se reflejaba el manto estrellado del cielo. —¿Quieres romper las reglas una vez más? —Invitó, deseosa de navegar esas aguas tranquilas en una de las pequeñas barcas que estaban atadas en el muelle. —Tendrás que enseñarme a remar. —Añadió, expectante. @@Syrius McGonagall
  14. Hélène Eloïse Bellerose La heredera tenía una personalidad generalmente tranquila, no era mucho de tomar riesgos y tampoco se le podía tachar de impulsiva. Acostumbrada a respetar las normas y seguirlas al pie de la letra, la muchacha que estaba tomando las riendas aquella noche era otra. Algo en Yaxley hacía que una personalidad más aventurera influyera de ella con una naturalidad tal, que aunque se sorprendió un poco de las decisiones que estaba empezando a tomar no dudó ni un solo momento en ejecutar ninguna de ellas. Estaba viviendo el momento y en realidad disfrutándolo mucho. Algo en él le inspiraba mucha seguridad. Sentía que podía salirse del guión e improvisar, y eso era algo que no podía decir de cualquiera. La sugerencia de montar los Aethonans la meditó solo unos segundos, pero al final, ¿qué era lo peor que podía pasarles? ¿que les vetaran para siempre de aquel lugar? Rió nuevamente con emoción y asintió con vehemencia ante la idea. Eso sí que era algo que podía hacer bien y no tenía miedo de pasar vergüenza, aunque él había sido muy gentil al ayudarle con la barda. No estaba vestida para montar, eso era un hecho. Tomó un impulso inicial para alcanzar al alto animal, resbalándose un poco en el sedoso pelaje, aunque eso no le hizo amilanarse. Volvió a tomar impulso y con algo de esfuerzo se puso finalmente en posición para cabalgar apropiadamente. Era curioso, pero jamás había montado sin el equipo apropiado, es más, se sentía un poquito nerviosa al no tener montura ni estribos para guiarse. Se intentó animar a si misma pensando que tan difícil no podría ser, sentía mucha confianza de poder manejarse en la situación, aunque ya se vería si lo seguía sintiendo estando en el aire... Sujetó la crin del zaino con gentileza, dándole varias vueltas en las manos para agarrarse mejor. Lo hizo primero con la zurda y luego con la diestra. Se sentía un poco incómoda ya que definitivamente no estaba acostumbrada a lidiar con alas y menos de ese tamaño, pero se sentó lo mejor que pudo y una vez segura de que más sujeta no podría estar, sonrió con amplitud una última vez al pelirrojo. Espoleó al animal con la suela de las botas que calzaba esa noche y luego de un meneo, la bestia empezó a moverse tal y como un caballo lo hubiese hecho. Galopó con paso lento en un principio y la castaña lo guió con cuidado entre los demás ejemplares que ni siquiera se habían inmutado con el movimiento. Lo asió nuevamente para que apretase el paso, consiguiendo un andar mucho más rápido. Ya estaban sobre la marcha, pero... ¿Cómo iba a hacerlo despegar? haló gentilmente la crin hacia sí, al mismo tiempo que espoleó una última vez. Eso fue todo, el equino agitó las alas un par de veces y con una patada de impulso emprendió el vuelo. Experimentando por completo la nueva sensación de libertad, Bellerose empezó a reír extasiada. Bestia y jineta se empezaron a alejar cada vez más de la seguridad del suelo y lo que en un momento había sido ansiedad se empezó a convertir en calma y diversión. —¡El que llega al último es un huevo podrido! —Gritó para hacerse escuchar en medio de la corriente de aire creada por la velocidad que ensordecía por completo y le calaba los huesos. A ella no le importaba. Estaba llena de adrenalina y divirtiéndose como una niña pequeña. Ya había lanzado el reto, ¿pero a dónde habían de llegar? Guió al caballo alado para ganar un poco más de altura y luego miró hacia abajo, intentando encontrar un destino en el inmenso parque. No pudo distinguir mayor cosa en la negrura de la noche, pero el brillo del agua llamó su atención y hacia allí se dirigió sin dejar de reír. @@Syrius McGonagall
  15. Para cambio de Subtitulo: Subtitulo deseado: Quiero mis tildes Premio obtenido: Pack Subasta del Concilio gracias ♥
  16. Cambio de Nick: ID de usuario: 113123 Nick Actual: Kassandra Weasley Nick Nuevo: Helene Eloise Bellerose Premio obtenido: Subasta del Concilio Pasaré por el subnick cuando elija uno *-* Gracias ♥
  17. Hélène Eloïse Bellerose Bellerose estaba realmente disfrutando de la velada y sobre todo de la grata compañía. Leonid no solo era un mago bien parecido, sino también era un gran conversador. Le explicó un poco mejor a qué se dedicaba y eso aumentó el estima que la bruja le tenía hasta el momento ya que pudo deducir de inmediato la fuerza, dedicación y disciplina que esa rama en especial conllevaba. Lo miró con admiración y no pudo evitar preguntarle algo al respecto. —Me imagino que has visto y experimentado vivencias muy fuertes en tu trabajo, ¿no? —Estaba segura de que debía tener muchísimas historias que contar, sin duda. —Sí, de Francia. —Afirmó. —París, para ser exactos. —Sonrió con comodidad, se sentía libre de compartirle más detalles. —Trabajo en la cancillería francesa y de momento como secretaria del embajador aquí en Reino Unido. —Desde muy pequeña se había interesado mucho en la política y al poco tiempo de graduarse había decidido que iba a hacer carrera diplomática. Esa era su primera misión fuera de su país y se sentía emocionada aunque bastante ansiosa. —No tengo familia aquí y tampoco sé cuando podré visitarlos... —Comentó con algo de nostalgia. Avanzaron unos metros más por el camino que se iba iluminando de a poco con farolitos. Eso fue en realidad lo que le hizo darse cuenta que ya había caído la noche. Elevó los orbes claros al cielo, maravillándose momentáneamente por la calma que le transmitía la negrura del firmamento. Luego regresó su total atención hacia los animales del prado. Ya se encontraban en la cerca que separaba la zona transitable del parque de la zona de las criaturas y aunque no se encontraban tan lejos de los ejemplares, aún no le parecía suficiente. Colocó ambas manos en la cerca con suavidad, sintiendo la rugosidad del tablón rozarle las palmas. Recibió con entusiasmo el comentario de Leonid y se emocionó especialmente al éste mencionar lo mucho que amaba a los equinos. —¿De verdad? ¡Yo también! — Esa afición que ambos compartían le animó a hacerle una invitación especial. —Yo tengo dos, una parejita. Athiara y Magnus están conmigo desde que eran un par de potrillos, ya tienen 5 años. Vinieron conmigo a Inglaterra, cuando gustes podrías venir a cabalgar... No pudo evitar soltar una risita de complicidad al ver al mago barrer el espacio con la mirada en busca de gente. La idea que él propuso le pareció completamente loca y aún así, se sorprendió de verse a ella misma asintiendo como una niña pequeña, completamente fascinada con la idea de cometer una travesura. La adrenalina le invadió casi de inmediato mientras intentaba buscar la mejor forma de cruzar al otro lado. Debían ser rápidos y discretos si no querían llamar la atención, aunque...con todo el cuidado del mundo, la muchacha se dispuso a saltar la barda, intentando no cargarse el pantalón en el intento. Notó que la agilidad de su compañero era mayor pues él lo hizo en un abrir y cerrar de ojos, pero había que adjudicarle la agilidad de alguien que está acostumbrado al ejercicio físico. —¿Oops? —Susurró confundida al tocar el suelo al fin y desestabilizarse por una breve fracción de segundo. Esperaba que aquella pequeña torpeza no le causara tan mala impresión al pelirrojo. Se recompuso como pudo y se ajustó con cuidado la vestimenta, sacudiendo con una movimiento sutil de la mano cualquier partícula de polvo que pudiera haberse adherido a la tela. Una vez recompuesta recuperó por completo el entusiasmo que le causaba la idea y observando a su acompañante con complicidad empezó a dirigirse directamente hacia el prado, donde los ejemplares continuaban pastando despreocupados. —Ah... ahí estás. —Susurró guardando una distancia prudencial aunque corta con el ejemplar más cercano. El tamaño del animal era mucho mayor comparado con los caballos que Bellerose estaba familiarizada a tratar. Se acercó con seguridad, el equino levantó la vista del suelo con lentitud y ella lo miró fijamente a los ojos. Se acercó un poco más sin romper el contacto visual y extendió una pálida mano que depositó con suma suavidad en la cabeza de éste, justo a la altura de los ojos. Invadida por una nueva oleada de emoción, giró hacia su compañero sin despegar las manos del aethonan, a quien ella empezaba a acariciar con movimientos lentos, pero rítmicos. —¡Tuviste la mejor idea del mundo! —Le reconoció, completamente agradecida por la experiencia que esa idea le estaba brindando. —¿No te animas? —Invitó con mirada cómplice.
  18. Holis *-* vengo a dejarles una tareíta pequeñita y dice así: -Nombre de la Bóveda: Bóveda de Kassandra Weasley -Link a la Bóveda Personal: 93318 -Trámite a Realizar: Actualizar ambas familias ya que no pertenezco a ninguna de las que allí se registran, Familia de Rune Sanguinea, Matriarca Bóveda Familia de Rune Familia Karkarov Adoptiva Bóveda Familia Karkarov Gracias ♥
  19. ID: 113123 Nick: Kassandra Weasley Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Trastero Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Link a Tópic de la clase o a la prueba: -- Nivel Mágico: 15 Fecha: 2021-02-24 Nombre del producto: Libro del Equilibrio Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): 10 Precio: 10.000 G Precio total: 10.000 G
  20. Hélène Eloïse Bellerose Los paseos matutinos de la heredera se habían convertido en una costumbre necesaria. Alternaba entre Athiara o Magnus pues ambos equinos disfrutaban de la misma forma que la castaña el poder estirar las patas y galopar sin ningún tipo de presión para liberar la tensión mientras disfrutaban del aire puro que el bosque proporcionaba. Aquel día no fue la excepción, Bellerose se había alejado de la edificación principal y se encontraba ya bastante internada en el bosque que rodeaba el lago. Magnus caminaba con paso lento y la semiveela le daba gentiles palmadas en el lomo mientras barría el paisaje con la mirada sin enfocarse en ningún punto particular. Pensaba que ya pronto sería hora de regresar a casa, pero estaba disfrutando de un agradable momento que decidió prolongar por unos minutos más. De repente, un destello en el cielo le avisó que las protecciones mágicas del castillo habían sido violentadas. La ojiazul entrecerró los ojos intentando enfocar mejor la vista en aquello que caía con gran velocidad en los terrenos sin mayor éxito. Desconcertada y curiosa, arreó a Magnus para que avanzara con rapidez entre los árboles, dirigiéndole hacia donde creyó había caído el invasor. Tardó unos minutos en rodear la propiedad, pero al acercarse supo de inmediato que estaba en el lugar correcto. Algunos árboles habían sido arrancados de raíz y una criatura de enormes proporciones languidecía en el suelo, junto a un niño. Al darse cuenta de qué era la criatura, tanto bruja como caballo sufrieron un susto tal, que la castaña tuvo que agarrarse con todas sus fuerzas de la montura para no perder el equilibrio y caer a causa del coceo incesante del animal. —Calme mon amour, calme-toi— Canturreó la semiveela intentando infundir en el animal la tranquilidad que ella misma no tenía. ¿Qué demonios hacía un dragón en el medio de su bosque? Dirigió los orbes celestes al niño, comprobando de inmediato su estado físico. En apariencia se veía bien, aunque también lucía un poco desconcertado. —¿Estás.... bien? —Preguntó con suavidad, no quería alterar más a ninguno de sus inesperados visitantes. @Riuu
  21. ID: 113123 Habilidad (en caso de que se trate de la habilidad de Animagia, especificar preferencia de animal): Metamorfomagia Nº de conocimientos que se poseen: 7 Link a la Bóveda: boveda Link a la Ficha: ficha
  22. ID: 113123 Nick (con link a la ficha) Kassandra Weasley Link a la Bóveda Trastero: (en caso de poseerla) boveda Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: bóveda Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Nivel Mágico: 15 Fecha: 2021-02-24 Llave utilizada (para criaturas baby y Nundu): link a la certificación del Concilio Criatura: escarbato Puntos: 40 Precio: 2000 Llave utilizada (para criaturas baby y Nundu): link a la certificación del Concilio Criatura: kneazle Puntos: 40 Precio: 2000 Total de puntos: 80 Total de Galeones: 4000
  23. ID: 113123 Nick: Kassandra Weasley Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Trastero Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Link a Tópic de la clase o a la prueba: -- Nivel Mágico: 15 Fecha: 2021-02-24 Nombre del producto: Libro del Equilibrio Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): 10 Precio: 10.000 G Precio total: 20.000 G
  24. Hélène Eloïse Bellerose El camino que recorrían demostraba lo bien cuidado que estaba el recinto. A pesar del nombre tan oscuro, tal y como Leonid había mencionado, el lugar más bien se veía bonito y rodeado de vida. La francesa suspiró aliviada, por alguna razón pensó que Madame le estaba enviando a una casa del terror o algo así. El nerviosismo previo ahora se empezaba a transformar en curiosidad por conocer mejor al pelirrojo. Parecía a simple vista una persona muy interesante y de carácter agradable, lo que facilitaba el desarrollo de la charla. El comentario sobre la vida adulta le hizo reír y asentir para demostrar que estaba completamente de acuerdo. —¿Verdad que nadie te explica lo difícil que va a ser el ser un adulto? ¡Qué ingenuos fuimos de niños al desear crecer tan pronto! —Suspiró haciendo un leve puchero sin darse cuenta. —Desde hace unos tres meses, más o menos. Es mi primer intento de ser un adulto funcional y valerme por mí misma. —Comentó con solemnidad, aunque en realidad la sonrisa no se le había desvanecido del rostro. —Primer paso: aprender a calcular mis impuestos sola. —Bromeó. Pudo explayarse más y comentarle que le estaba costando bastante eso de ser un adulto independiente, aunque quizás eso lo dejaría para más adelante, cuando hubiera más confianza. —¡Moscú! —Exclamó, contenta de haberle dado en el clavo. —Dicen que es hermoso, aunque jamás he ido. Debe ser interesante eso de tener que viajar mucho, reconfortante al saber que puedes visitar a la familia de cuando en cuando ¿no? —Quizás asumió erróneamente que la familia del ojiazul se había quedado en Rusia, pero le pareció lo más lógico, quizás porque lo asoció con su caso personal. Esa idea le causó un poco de nostalgia, aunque pudo disimularla bastante bien. No tenía previsto volver a casa en mucho tiempo, tenía una misión y un objetivo que lograr para si misma. Sin darse cuenta el camino los llevó a la boletería y Yaxley se adelantó a invitar. Hélène le sonrió con agradecimiento, conmovida por un gesto que le pareció galante. —Merci, lo siguiente irá por cuenta mía. —Ofreció, esperando que en efecto pudiera darse la ocasión. No hubo fila para comprar y en realidad casi no hubo gente en espera para la función del circo. Sabía que estaban un par de horas anticipados, sin embargo, hasta ese momento apenas notó que casi no vio gente ni siquiera en el camino. Leonid volvió unos segundos después y le anunció que tenían dos horas para hacer alguna actividad. La castaña lo meditó unos segundos, aunque en el fondo sabía que lo más práctico era quedarse ahí mismo y disfrutar del parque. —Podemos quedarnos aquí, sé que hay un montón de criaturas mágicas que podemos ver. Entiendo que hay hasta un restaurante donde podemos ir a comer algo más tarde —Se animó. —¿Te gustan los animales? —Creyó importante preguntar, no fuera a ser que ese plan incomodase a Yaxley. —¡Ay mira! ¡Hay un Aethonan por allá! —Señaló al horizonte, donde un prado lejano albergaba varias criaturas entre ellas al precioso equino alado. El pelirrojo no sabía todavía, pero estaba por enterarse de la afición de la heredera por aquellos animales. Lo miró intentando contener toda la emoción que le embargaba, sin éxito obviamente. —¿Podemos ir a verlo? —Y agregó para sus adentros: ¿pooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooorfis? @@Syrius McGonagall
  25. Hélène Eloïse Bellerose Lo vio dirigirse hacia ella desde lo lejos, un hombre bastante alto y atlético empezó a acortar las distancias que les separaban. Dudó por una fracción de segundo sobre la identidad del mago, sintiéndose boba y ansiosa. ¿Y si no era? ¿Y si se acercaba a saludarle, pero se equivocaba? Aguardó unos segundos más jugueteando con el bolso en las manos, esperando una señal más concisa de que en efecto se traba de él. No tenía mayor pista, pero… la mirada fija del muchacho le confirmó que al igual que ella, él le había identificado y cuando estuvo segura de que se trataba de Yaxley, la semiveela le dedicó una sonrisa encantadora, aunque por dentro se moría de los nervios y el corazón le latía a cien por hora. Leonid se detuvo junto a ella y le tendió una mano amable, que Hélène tomó con suave gentileza. —Hélène Bellerose, enchantée. — La calidez de la sonrisa que le dedicaba aumentó, mientras un pensamiento curioso le cruzaba por la cabeza: ambos eran extranjeros y por lo que pudo percibir, ninguno de ellos estaba muy familiarizado con el entorno. Sintió la inseguridad del ojiazul a medida que trataba de expresarse en inglés. Le pareció adorable y hasta se identificó con los esfuerzos, a veces ella también sufría uno que otro faux pas. —Lo haces muy bien. —Le animó. No quería que él pensara que la situación le divertía en mal sentido. —El inglés n’est pas non plus mi lengua materna. —Rió suavemente, pensando que en algún momento algún error de comunicación habría, pero que sin duda sería una experiencia interesante. —Jamais. No he venido nunca aquí, pero estoy gratamente sorprendida. —Respondió a la pregunta. —No llevo mucho tiempo aquí y para serte honesta no he salido a turistear. Madame se desespera porque piensa que soy un ermitaño o algo así… —Rió nuevamente, negando con la cabeza al recordar el discurso que la mujer le había dado para convencerle. —Pero bueno, podemos empezar por conocer este lugar. ¿Te gusta el circo? Mientras conversaban, Hélène emprendió el camino hacia el interior del recinto. Aún tenían algo de tiempo hasta que la función del circo empezara, si es que se animaban a ir. Si no, podían quedarse entretenidos paseando en el gran jardín, que seguro tenía mucho que ofrecer. —¿Hace cuánto llegaste a Inglaterra? —Preguntó, esperando que la pregunta no hubiese sido muy impertinente. Supuso por el acento que vendría de alguna región de Europa Oriental, pero eso era algo que ya averiguaría en su momento. Por ahora, se encontraba muy a gusto en la compañía de Yaxley. @@Syrius McGonagall

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.