Paú Gryffindor

No pasó mucho tiempo que ella se acostó, cuando vio que Athena ingresaba presurosa en su celda, le devolvía la vida, la liberaba de las cuerdas y le entregaba una varita mágica. Como había imaginado, sus compañeros no la dejarían que se pudriese en la prisión mortífaga, así ella se los pidiera. La conocían y ella los conocía a ellos, entonces no le molestó en lo absoluto.

-Gracias, querida- murmuró, mientras jalaba el cabello rubio de la Ravenclaw en forma juguetona-. Tenemos que marcharnos de acá, ya te pagaré después este sacrificio que haces al rescatarme.

Giró sobre sus talones, desentumiéndose de las largas horas que pasó tirada en el asqueroso suelo. Salió de prisa de la celda y buscó a sus compañeros en la prisión, para después incorporarse a cinco metros de ellos. Se posicionó a ocho metros de los mortífagos, sin problema alguno.

No tenía nada más que hacer. Cerró los ojos, esperando caer en un profundo sueño, intentando quizá crear una historia en su mente para distraerse al menos un rato. Nada se le ocurría. Jamás había pasado una estadía en Nurmengard como la estaba pasando ese día. Muerta, sin vida, sin poder gritar, moverse o actuar como una persona viva lo hacía. ¿Qué peligro tendrían si ella se encontraba despierta en el lugar? Seguramente no confiaban en las defensas de su lugar y por eso la querían así.

- Vamos, que est.upidez es esta. ¿Para esto me capturan? Ciertamente van de mal en peor. Vergüenza debería de darles que su poco nivel, cayó todavía más.

Quería irse, de verdad quería irse y estaba segura de que lo haría.

Su mente corría de un lado a otro, mientras su fantasma se encontraba sentada con la espalda recargada en la pared. El ser miraba fijamente su cuerpo delgado, completamente destrozado y dañado por múltiples hechizos. Hacía demasiado que eso no ocurría, ciertamente eran meses sin haber fallado de tal manera, o al menos sin haberse tenido que exponer como lo había hecho la noche anterior. Era tarde para lamentarse y además no se arrepentía.

- Prima, ¿andas por ahí? - preguntó, esperando que la chica le respondiera. El silencio que llenaba la prisión era realmente aburrido, pero podía aprovechar para descansar. ¿Esos eran los tratos que los mortífagos le iban a dar? Est.úpido. Para nada la capturaban.

Estiró su cuerpo y se recostó sobre sus níveas extremidades. No sabía que más hacer, tan solo esperaba que el tiempo no fuese tan eterno como le estaba pareciendo en ese preciso momento.

- Id.iotas.

Para suerte de ella, se encontraba en una de las asquerosas celdas de la prisión mortífaga y no había sido revivida. Yacía sobre el suelo con heridas profundas y sangrantes, incluso quemaduras graves que de no ser porque estaba muerta, le habrían dolido hasta lo más profundo de su ser. En parte se alegraba de que la mortífaga que transportó su cuerpo hasta esa celda, no la hubiese revivido.

- Al menos para algo son buenos- murmuraba su fantasma, mientras traspasaba las paredes y visualizaba los cuerpos de sus compañeros. Ishaya se encontraba justo en su celda vecina-. Bonito paisaje, ¿no?

No tenía nada más que hacer, pero sabía que tarde o temprano saldría de ese lugar. No le gustaba que sus compañeros la rescataran, pues detestaba saber que se exponían por salvarla a ella y al resto de sus compañeros.

- ¿Cuánto más? .. El tiempo corre lento.

Sexta Planta ~

Había pasado mucho tiempo lejos de la planta por un merecido descanso que se tomó sin el permiso de dirección, pues hacía meses que no disfrutaba las cosas como debía y todo ello comenzaba a interferir en su vida personal. La castaña, después de haber vuelto, se veía de diferente manera, más descansada, de mejor humor e incluso mostraba mayor seguridad en sus movimientos a diferencia de la última vez que había pisado el hospital mágico.

Después de haberse deslizado por la puerta, caminó hasta el ascensor donde indicó la planta a la cual quería ir. En el interior comenzó a ponerse la bata blanca, intentando no pensar en las mil y un cosas pendientes que había en su escritorio. Finalmente llegó hasta su destino e ingresó, sin el temor de que alguien la siguiera, pues nadie que no fuese de la Orden del Fénix tenía acceso a esa zona.

— Gracias Aimé, ya estoy aquí, yo me encargo— pronunció al escuchar que su padre preguntaba por ella—. Por cierto, muchas gracias por mantener nuestra planta así, he sabido que tienen mucho trabajo estos días. Bienvenida seas nuevamente.— No pudo evitar sonreír al ver que el lugar estaba despejado. Sus compañeros habían llevado todo el trabajo los días que ella estuvo ausente, así que quizá por la tarde les daría el día libre.

Al ver que la Westrong se retiraba, ella se acercó hasta quedar frente a su padre. El Gryffindor tenía un aspecto terrible, como nunca antes lo había visto y entonces entendió que quizá se trataba por alguna clase de infección o enfermedad que hubiese adquirido a causa de estar con sus mil y un mujeres diarias que tanto le ocultaba a ella. En cierto modo esperaba que no fuese muy contagioso.

— ¿Qué has hecho ahora, papu?— preguntó preocupada, mirándolo de una manera un tanto extraña—. Luces realmente terrible, pero bueno. Espero que no sea contagioso. Ahora sí, ¿me necesitabas para algo? ¿Estás bién? ¿Te tengo que cortar el... algo? Puedes empezar a hablar..

No pudo evitar reír. Tomó a su padre por el brazo y lo llevó hasta su oficina, para de esa manera evitar que los pacientes, enfermeros y sanadores se portaran de manera rara con Kris y lo hicieran sentir —más— incómodo. Suficiente tenía con sentir el carácter que tenía el Gryffindor aquel día.

Siempre intentaba permanecer lo más lejos posible de la Academia cuando no llevaba una clase esos días, pero había tenido que entregar unos papeles a dirección y era por ello que se encontraba ahí. Habiendo cumplido con lo que debía, caminó de manera decidida por los pasillos, observando los rostros de aquellas personas que murmuraban cosas sin sentido y otras tantas que jugueteaban a su alrededor con el fin de divertirse en sus momentos libres.

Nada había llamado su atención, salvo una pequeña niña que se había detenido para verla a distancia. Horrorizada. No era la única que lo había hecho, pero quizá si la única que había captado del todo su atención. ¿Por qué la veía así? Era sabido que ella pertenecía a la Orden del Fénix, pero le resultaba casi imposible el creer que una criatura de esa edad estuviese enterada de los bandos o al menos de su vida. Optó por ignorarla y continuar su camino rumbo a ningún lado.

Finalmente, después de haber pasado por una serie de situaciones un tanto extrañas, ella consiguió llegar hasta los jardínes sumaes. Quizá no era uno de los mejores lugares en los cuales había estado, pero si lo suficientemente relajante como para poder permanecer ahí por unas largas horas, que era justamente lo que ella había buscado cuando pisó la Academia.

Dio vueltas alrededor del lugar, admirando los árboles frondosos que se hacían visibles ante sus ojos. Soltó su cabello castaño y puso el listón rojo en forma de diadema sobre su cabello, esperando que éste impidiera al menos un poco que las ráfagas de viento continuas la despeinaran. Buscó un lugar cerca del lago para sentarse y cuando lo hizo, se percató de que el césped aún estaba cubierto de unas pequeñas gotas cristalinas, producto de la humedad de la mañana.

- Maldita sea, ¿por qué no he visto que se encontraba mojado?- pronunció en voz alta, mientras observaba la mancha del agua en el vestido blanco que llevaba puesto-. Que asco, brillas por tu inteligencia, Gryffindor.

Estaba ligeramente mojado de la parte trasera e incluso se había ensuciado un poco por el café de la tierra donde se había sentado. Se mordió los labios, preocupada por su apariencia con el vestido hecho un completo desastre y sacó su varita, la cual encajó en el suelo, por si necesitaba blandirla contra alguien en algún momento.

- Y, ¿se supone que esto es lo divertido en un jardín?- preguntó hacia la nada, mientras inclinaba su cabeza hacia el cielo azul que era superior a ella-. Vaya atractivo..

En vista de que había llegado un tanto tarde, no iba a perder tiempo en ver a quién atacar, sino en ver a quién proteger y ayudar de sus compañeros. Unos habían caído, otros quizá se encontraban heridos, pero no le importó nada en ese momento. Solo fijó la mirada en la figura de su líder, Edmund, que al parecer era quién se encontraba en aprietos.

Episkey, pensó apuntándole a Browsler, para que de ese modo sus heridas por el un fuego negro recibido sanaran. No era suficiente, pero al menos le permitiría continuar con la protección de la prisión. De nueva cuenta, la Gryffindor pensó en un nuevo Episkey, esta vez por un nuevo fuego negro que cayó también en Edmund, y así curó ligeramente sus quemaduras. No sabía si era suificiente, pero esperaba que pudiese salir de esa él solo.

- Lo siento, he hecho lo que puedo.

- Como una herida en el corazón que no me duele- susurraba melodiosamente, mientras se vestía de prisa para atender al llamado de su compañera del bando-. Maldita sea.

A medio vestir, tomó su varita de álamo blanco y conforme bajaba las escaleras iba acomodando aquel vestido estrapless que en algún momento llegó a comprar. Quizá no era lo más comodo para una batalla, pero al menos era lo suficientemente rápido de vestir, como para no demorarse mucho en ello. Era mejor que salir en ropa interior.

Cuando por fin se encontró lista, salió de la Mansión Gryffindor para buscar en el jardín al elfo de su abuelo. Lo encontró y le pidió que la llevara hasta las instalaciones de la torre de Abaddon, iba tarde, pero esperaba que no demasiado.

Y finalmente llegó y se situó a ocho metros de todos los mortífagos, sin excepciones.

- Lamento la demora.

No iba a dejar que se salieran con la suya mientras ella estuviese ahí. Si, quizá era poco, pero al menos lo daría todo para defender su prisión, el lugar de su bando. Sin más, vio que una mortífaga, que resultaba ser de las de menor rango al parecer (por los hechizos que esta utilizaba), la atacaba y no podía quedarse sin hacer nada. No tenía problema alguno con ello.

—Aqueora— pronunció con claridad. Una esfera de agua la protegió del creceuñas de May y del desmaius de la misma chica. Eran hechizos realmente est.úpidos, pero que no podía dejar de pasar por alto. ¿Qué más? También el aqueora la protegió del expelliarmus de Vane y justo después de haberlo pronunciado sintió su garganta seca por el efecto silenciador. Al no saber que cosas realizar, pensó rápidamente en un Zancadilla que ató los tobillos de Ashley, para que la mortífaga no pudiera escapar. Al menos les daría un poco de batalla antes de que consiguieran salir. ¿Era suficiente? Esperaba que sí.

La castaña recibió el llamado donde sus compañeros le bando le informaban sobre el ataque que se estaba llevando en Abaddon.

Ingresó por la puerta de la prisión, haciendo resonar el filo de sus tacones negros en el concreto del suelo. Llevaba sobre su mano derecha un cigarrillo de vainilla encendido, que se consumía cada vez que ella se lo llevaba a los labios y sorbía de él. Saludó a cada una de las personas que se encontraba en su camino y subió las escaleras para cerciorarse de que todo estuviese bajo control. No era así, los mortífagos ya estaban haciendo de las suyas y sus compañeros ya estaban en el lugar.

- ¿A dónde creen que van? - murmuró, a sabiendas de que eran pocos en el lugar. No pasaría nada, lo peor era que salieran un par, porque claramente no habían liberado a todos. Tarde o temprano, se pudrirían en las celdas de ese lugar que estaban pisando.

Si bién, apenas había podido deshacerse del resto de sus labores para atender al llamado. Esperaba que no fuese demasiado tarde o de lo contrario se sentiría bastante mal al fallarle a sus compañeros en la defensa de la prisión.

La castaña llegó a los terrenos de Abaddon, acomodó su vestido esmeralda y desencajó su varita de álamo blanco de la coleta alta que llevaba puesta. Fue adentrándose cada vez más a la prisión cuando escuchó la variedad de hechizos y se situó aproximadamente a ocho metros de todos los mortífagos y a cinco metros de sus compañeros de bando. No podía permitir que uno más de los miembros de la Marca salieran de los terrenos de la cárcel, pues ahí era donde deberían estar.

- Lamento la demora, pero lo bueno tarda en llegar- pronunció divertida, mientras empuñaba por el Palisandro su varita-. Terminemos con esto de una buena vez.

Esa noche de primavera, la castaña había llegado a los terrenos de Abaddon con el fin de ayudar a sus compañeros guardianes con las tareas que se llevaban a cabo dentro de la prisión. El estar cuidando mortífagos realmente era una de las cosas más sencillas y a su vez más complicadas, pero lo diferente era que nunca se acababa la diversión con éstos, pues siempre caían cuando más superiores se sentían. Claramente eso lo demostraba.

Ingresó por la puerta de la prisión, haciendo resonar el filo de sus tacones negros en el concreto del suelo. Llevaba sobre su mano derecha un cigarrillo de vainilla encendido, que se consumía cada vez que ella se lo llevaba a los labios y sorbía de él. Saludó a cada una de las personas que se encontraba en su camino y subió las escaleras para cerciorarse de que todo estuviese bajo control.

— Esta gente debería dejar de tomarse esto como una broma y empezar a preocuparse— pensó en voz alta, mientras se adentraba a uno de los pasillos más complejos.

Las cosas siempre caían bajo su propio peso, era algo que ella pensaba todo el tiempo y que siempre terminaban por hacérselo ver. La Marca Tenebrosa se estaba yendo hacia abajo, pues al parecer los ideales que todos los presos seguían día tras día, estaban debilitándose. Ahora el rastro que quedaba de ellos no era más que cobardía y vergüenza. Quizá sus líderes estarían avergonzados, o quizá ellos también ya habrían caído y por eso todo se convertía en un asco. En realidad no le importaba, la plaga se estaba exterminando.

Por última vez volvió a llevarse el tabaco a sus labios y volvió a ingerir lo último que quedaba del sabor a vainilla. Tiró el filtro al suelo y acomodó las costuras de su vestido negro, amoldado a la perfección por su cuerpo, y mientras realizaba aquello, empezó a escuchar voces y risas ligeras de las celdas más cercanas a ella.

— Ustedes dos, se me callan o los callo— amenazó, mientras golpeaba con su varita de álamo las puertas de las celdas de Mía y Derek—. Si no les ha bastando lo que tuvieron horas antes, quizá podrá bastarles lo que tengo para ustedes el día de hoy.

Se recargó en una de las paredes frías y cruzó los brazos, soltándose el cabello y haciéndolo caer sobre sus hombros.

— De aquí no saldrán, no hasta que cumplan con su condena— aseguró, mientras se cruzaba de brazos—. Y cuando lo hagan, volverán a caer.. como lo han hecho todos estos días hasta el de hoy.

Olaaaa ke ase!

Vengo a actualizar esto de san mungo, ñiañiañia! Bastian ya no es Bastian, es ¿Bastian? (?) bueno, equiz eso.. Estem, ¿qué más? Katara se está curando en la quinta, pero la puse en aspirantes mortífagos ps , porque no tenía dónde xDDDD Y... Nada más, es todo*o* Me gusta poner códigos xDDDD

Orden del Fénix♥

Mazmorras Mortífagas

Quinta Planta

En rojo los que no se han pasado por San Mungo o les faltan roles para salir.

En verde los que ya salieron de San Mungo y pueden participar libremente en redadas, capturas, etc.

En azul los que aún no se pasaron por SM.

En naranja ... aquí no hay naranjas

Sexta Planta

Había tenido compromisos los últimos días y por ello el asistir a la planta le había sido imposible. No se preocupaba mucho, pues confiaba bastante en sus sanadores y a decir verdad, la nueva chica que había obtenido una de las vacantes de ahí, era su tía Aimé, quien ya había estado trabajando anteriormente en San Mungo siendo sanadora. Creía tener las cosas bajo control.

Subió las escaleras con delicadeza en cuanto ingresó al edificio. Llevaba puesta ya la bata blanca que por reglas debía portar siempre como uniforme y unas zapatillas de tacón bajo que combinaban a la perfección con esa prenda. No había mucha gente deambulando por los pasillos, así que esperaba que tampoco hubiese sido mucho la actividad y/o el trabajo de su planta.

Finalmente, después de haber subido cinco pisos, llegó al sexto. En el interior vio calma, lo que la mantuvo tranquila; pero de igual manera quería ver a alguno de sus chicos o al menos a Andrea, que a esas horas del día ya debería de encontrarse realizando sus labores en la planta. ¿Estaría por algún box quizá?

- ¿Hay alguien por aquí? - preguntó, dejando su bolso encima de uno de los escritorios libres que encontró.

Caminó lentamente, mientras amarraba su cabello en una coleta alta para evitar sentir tanto calor. Quizá el aire acondicionado no estaba encendido aún.

- ¡Gryffindor! - escuchó mientras estaba realizando una floritura para encender el aparato del acondicionado-. Me alegro que hubiese llegado ya. Hay demasiadas hojas sobre su escritorio y no he sabido como ordenarlas.

Se sobresaltó, pues no esperaba escuchar aquello. Al parecer si hubo muchos pacientes en los últimos días; una completa desgracia, pues odiaba tener gente sobre sus camillas o salas.

- Andrea, tenía la esperanza de escuchar lo contrario- se encogió de hombros-. ¿Y los chicos? ¿Todos están bién?

La sanadora apenada, ocultó su rostro con el cabello.

- He visto estos días a Athena y Aimé, pero no a Edmund. Las chicas han sacado a los pacientes de manera rápida, pero desde ayer no hay movimiento en la planta. No sé si es bueno.

Hizo una mueca de medio lado, hundiéndose en sus pensamientos. ¿Tenía que preocuparse? Esperaba que no. Agradeció a la enfermera y buscó las llaves de su oficina por entre sus bolsillos; cuando las encontró, caminó hasta el otro extremo del pasillo y llevó a la rendija la indicada. Con un suave movimiento el seguro de la puerta se abrió y giró la manija para entrar hacia su lugar. Dicho y hecho, su mesa estaba repleta de hojas y pergaminos diferentes.

«Maldición» pensó. Sin despegar la mirada de aquella fila de hojas, caminó hasta ellas para leer todos y cada uno de los casos de los últimos días. Lo vio de todo: quemaduras, cortes, muertes... Era realmente triste, pero al menos sabía que estaban a salvo y no había ningún desaparecido. Por lo que escuchó, solo una de sus compañeras se encontraba en prisión, cosa que acabaría en cuanto se organizara su rescate.

- Y.. ¿por dónde empezamos?- Se sentó en su sillón y recargó sus codos en la madera del escritorio. Había mucho por hacer.

Sexta Planta ~

Alta a Ishaya

- ¿Quiere decir que mis curaciones son buenas?- preguntó, mientras recibía dos pequeños frascos de la enfermera de la planta-. Y bueno, me alegro que te sientas mejor, pero espero no verte aquí pronto otra vez.

Agradeció a Andrea con una sonrisa y revolvió con una pequeña cuchara de metal ambas pociones para que de este modo se hiciera una. La reabastecedora de sangre y la revitalizante se encargarían de que en su interior todo se estabilizara para que Mirshka pudiese continuar realizando sus labores diarias. Giró su torso para buscarlo con la mirada y se percató de que estaba con una pequeña elfina. Paula odiaba a los elfos, por lo que esperó que ésta se retirara.

- Definitivamente te ves mucho mejor que cuando llegaste aquí.

Se encogió de hombros, acercándose hasta la camilla donde yacía su compañero. Estrechó su mano derecha y le entregó la poción, esperando que la bebiera antes de entregarle su alta. No despegó la mirada ni un minuto del joven hasta que terminó de ingerir la sustancia; anteriormente las plantas del pasillo principal se estaban muriendo y esto era porque sus pacientes echaban las pociones en la tierra cuando ella se distraía.

Finalmente, retiró el frasco vacío y sacó un pergamino, donde empezó a redactar el alta del hospital. Cuando terminó, firmó con un garabato en forma de P y una G cruzadas en el punto medio. Y de ese modo, le entregó la hoja a su compañero.

- Bién, si te sientes mejor, puedes marcharte de aquí.

Tomó el frasco de caramelos y lo abrió, esperando que él tomara uno para el mal sabor que dejaban los brebajes que les hacía tomar.

OFF:

Mis amores, hemos llegado al final de la clase y déjenme decirles que me ha encantado trabajar con ustedes *o* Espero que muchos de los que estuvieron participando aquí, lleguen a graduarse pronto... Y si no se gradúan, pues aplíquense para que sea pronto ññ jajajaa!

¡Los quiero mucho! *-* Mucha suerte en el juego y saben que me tienen aquí por cualquier cosa que necesiten.

Corte #3

Rose V. Walker – Extraordinario: 20 puntos

Rachel Brice – Supera las Expectativas: 17 puntos

Alia2 - Supera las Expectativas: 17 puntos.

Y ahora les dejo calificaciones FINAAAALEEEES, TANTANTAAAAAAN.

¡Felicidades a los 5 que aprobaron!

LOOOOS QUIERO

YAAAA, al fin se acabó mi vagancia, así que shh. ajajaja! Bodrik me ganaba últimamente esto, pero ya es mi turno para no ser tan inutil (? ah re xDDDD En fin, estoy medio enliada con codes, pero creo que así queda bién (? ñiacñiac! Es todo \o\

Orden del Fénix♥

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Quinta Planta

En rojo los que no se han pasado por San Mungo o les faltan roles para salir.

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En azul los que aún no se pasaron por SM.

En naranja ... aquí no hay naranjas

Sexta Planta ~

con Ishaya

No había pasado mucho tiempo desde que llegué al hospital para comenzar un día de trabajo. El lugar, como me había imaginado que sería, estaba completamente solo a esas horas de la mañana. Apenas podía ver que las personas subían por las escaleras e incluso otras más cómodas, que presurosamente tomaban el ascensor para ser llevados hasta el lugar donde tenían citas. En realidad a mi no me importaba mucho.

- Andrea, ¿estás por aquí?- pregunté en voz alta, mientras dejaba mi bolso encima del escritorio más cercano. Caminé al perchero sin prestar atención en los movimientos de la planta y cuando llegué, tomé una de las batas blancas que encontré limpias en el lugar-. Anoche me di cuenta de un par de cosas, pero ya te habías ido como para preguntarte algo de ello.

La enfermera llegó hasta el lugar donde estaba, y con un gesto que me llenó el rostro de preocupación, me señaló hasta la camilla donde yacía Mirshka. ¿Por qué diablos no me había dado cuenta de que teníamos heridos presentes?

- ¡Por Merlín! No sé que ha ocurrido, pero todo eso debe dolerte- murmuré, sacando del bolso delantero de la bata, mi varita mágica.

Sin pensarlo más, comencé a realizar Episkeys para sanar todos los cortes visibles que había sobre su piel. Repetí la operación mandando un Episkey más hacia Mirshka, esperando que los efectos fuesen mucho mejores.

- ¿Te sientes mejor? De alguna manera me alegro de saber que estás aquí ..

Le sonreí con timidez y giré sobre mis talones, para dirigirme en busca de la poción revitalizante. ¿Habría reabastecedora de sangre? Era muy temprano y no preparé absolutamente nada porque tenía que atender a mi compañero, que era más importante que crear pociones.

- Andrea, necesito un poco de poción reabastecedora- pedí.

Había escuchado hablar un par de veces, sobre un mago de ojos lila que trabajaba en la oficina de inquisidores del departamento. Ella, de escuchar hablar acerca de él, sentía el inmenso deseo de conocerlo por las maravillas que se decían e incluso sentía las ganas de conocerlo, así ella tuviese que hacer todo el trabajo difícil para cruzarse con Spectum. Finalmente, después de haberse enterado del departamento donde el Crouchs trabajaba, ella decidió visitarlo.

Oficina - Con Spectum Crouchs

Entró a la oficina de inquisidores, donde buscó entre los empleados al mago que tanto buscaba. Al ver que Spectum se encontraba ahí, ella se mordió los labios con picardía y caminó decididamente hacia él, desatando a su paso el cinturón de aquella gabardina negra que ocultaba el disfraz de policía que había decidido llevar para la ocasión.

— Tu vienes conmigo este día, cariño— le guiñó un ojo, al mismo tiempo que rozaba con su dedo índice el brazo de Spectum. Miró hacia su alrededor y cuando vio que no había nadie más en el lugar, lo tomó por la mano para llevarlo a una oficina vacía—. No te haré nada que no quieras, tranquilo.

Aseguró la puerta cuando pasaron por ella y después, de un empujón, sentó a Spectum en la silla de piel giratoria que estaba detrás del escritorio en esa misma habitación. Se quitó con sensuales movimientos la garbardina, dejando al descubierto el corto short de latex negro y el top que apenas alcanzaba a cubrir en su totalidad los pechos. Llevaba medias de red en las piernas y zapatillas de tacón de charol que hacían combinación perfecta con el atuendo.

—Deshazte del traje que llevo puesto, no creo que lo necesitemos— susurró en su oído, rozándolo con sus labios, al mismo tiempo en que estiraba la pierna y colocaba el tacón afilando cerca de su entrepierna—. Soy toda tuya por una hora... Tu eliges qué hacer conmigo. ¿Crees que será tiempo suficiente?

Se enderezó, plantando nuevamente los zapatos en el suelo y se sentó en sus piernas. Tomó las manos de Spectum y con ellas, lo ayudó a que comenzara a despojarla de su ropa, prenda por prenda, hasta que quedó únicamente en interiores. Aplaudió y cuando resonó el choque de sus palmas, la música se encendió. Comenzó a moverse al son de la música, rodeando su cuello con los brazos, dejándose llevar con las notas musicales que resonaban en el lugar.

Bailó a su alrededor, rozando su cuerpo con movimientos suaves, esperando que disfrutara de la sensación y del contacto que tenía a su vez, con su mismo cuerpo.

Sexta Planta

El lugar se había vaciado después de que dejó ir al resto de los enfermeros. Ella seguía paseándose con su taza de café amargo en la mano, esperando no encontrarse con sorpresitas en las camillas de la planta. Estaba sola, o al menos eso creía, y no quería descuidar ningún lugar. Quizá había sido un error haber dejado el día libre a los enfermeros, pero de igual forma eso ya estaba hecho y no tenía vuelta atrás.

—Me gusta ver la planta así— murmuró para sí misma, mientras se llevaba la porcelana fría de su taza a los labios; seguidamente dio un sorbo ligero de su bebida.

Continuó yendo y viniendo, de aquí para allá, hasta que se detuvo frente al armario de ingredientes. Hacía tiempo que nadie se dedicaba a realizar el inventario, y la última vez que había querido crear una poción multijugos, no había encontrado lo suficiente. Lo abrió y se vino abajo una pequeña bolsa de plumas de Jobberknoll, las cuales seguramente estaban desacomodadas. ¿Alguien había metido mano al lugar? Esperaba que no.

Polvo de bicornio, mandrágoras... ¿Cómo era que estaban las tiras de piel de serpiente? Cuando ella las había buscado por todas partes, por alguna razón no las encontró. Y desde entonces no se había hecho ningún inventario para ver lo que faltaba, por lo tanto no habían recibido nuevos ingredientes.

Todo resultaba un tanto extraño, pero no tenía nada en mente, siendo que los sanadores de la sexta planta era Browsler, su líder y Ravenclaw, una de sus mejores amigas del bando. Claramente no desconfiaba de ninguno de ellos. Y no comenzaría a hacerlo por algo así.

—¿Qué demonios? Lo último que se necesita aquí son cámaras.

Volvió a dejar el polvo en su lugar y cerró el armario sin pensarlo dos veces. Tenía que cerrar aquello con candado, así les tuviera que dar copia de la llave a sus sanadores; pero eso no podía quedar así. Giró sobre sus talones y caminó hasta las mesas, donde colocó su taza de porcelana antes de empezar a buscar algo para asegurar el lugar.

—¿Hay alguien aquí?— preguntó, esperando que le respondieran.

Había visto a Athena minutos antes, pero no sabía con exactitud si había abandonado el hospital después de haber curado a su hermana, o si se había quedado en el interior de un box.

Tranquilo, ellos pueden seguir roleando si lo hicieron la semana pasada sin un par de correcciones (?) xD Todo bien, Jojojorgec: tenemosh nuestros tiempos \o\ me caes bien y me gusta dar clase contigo porque no presionas *a ver si lee Bianka* (?) JAAJA okya, mentira xD

Los amo a los dos♥

\o/

OFF:

Hola amores de mis amores de mis amores (? okya! Ya estamos por llegar al final de la clasesita, así que échenle un poquito más de esfuerzo estos días para poder darle un desenlace bonito a la trama*-*

¿Qué más? No lo sé, espero que sean felices y que puedan graduarse prontito, roleen como negros (?) para completar sus 6 rolesitos y listo*-* No pedimos más♥

Aquí van sus calificaciones.

Corte #2

Adam Knight ~ Extraordinario: 20 puntos

Litah Black Lestrange ~ Extraordinario: 20 puntos

Alia2 ~ Supera las Expectativas: 15 puntos

Sexta Planta ~

Con Boss Elessar

- No creo que estés en mis sueños ... - .. aún, pensó y no pudo evitar reír al escuchar sus palabras.

Caminó hasta el armario de pociones en busca de la revitalizante y la reabastecedora de sangre, pero no había ninguna preparada aún. Para desgracia de ella, Andrea ya se había marchado desde mucho antes de que Elessar apareciera, así que no tenía a nadie a quién pedirle que volviera a preparar las sustancias. Tendría que hacerlo ella misma.

Sacó los ingredientes justos para crear la medida adecuada para dos personas y mezcló todo en un pequeño caldero que ardía sobre el fuego en una base de metal. Removió todo el interior, hasta que la consistencia se tornó un tanto viscosa y púrpura, lo que indicaba que ya estaba lista. Finalmente vertió todo en dos frascos de cristal pequeños.

- Te ves terrible, Boss- susurró, mientras retomaba el camino hasta la camilla donde se encontraba. Antes de llegar con él, alcanzó una bata blanca del perchero más cercano-. Quita la túnica que llevas puesta y colócate esta bata, o no te dejaré salir.

Se mordió los labios con picardía, mientras dejaba ambos frascos sobre el carro de curaciones.

-Tenemos que buscar la manera de quitar estas cicatrices.- Se acercó un poco más a él, rozando ligeramente su cuerpo con el suyo y con su dedo índice recorrió las marcas visibles sobre posibles heridas pasadas que tenía sobre su piel-. Espero que tengas más cuidado, no me gusta verte aquí.

Resopló y le entregó ambas pociones para que las bebiera. Boss ya sabía que hacer con ello.

- Puedes irte si lo deseas, tu hoja se encuentra justo ahí- señaló el escritorio.

Sexta Planta ~

con Boss Elessar

- Aquí están los reportes, Browsler y Ravenclaw los han entregado dentro del plazo, aunque fue de última hora- escuchó de Andrea, la enfermera que siempre realizaba a la perfección las indicaciones que ella le daba.

Se levantó y recibió las carpetas, para después archivarlas en el lugar debido. Tenía que entregarlas a dirección, pero eso podía esperar.

- Gracias querida, puedes ir a descansar, me quedaré en el hospital esta noche.

La enfermera se retiró, despidiéndose con un ademán de mano, y ella la siguió hasta las afueras de su oficina. En el pasillo principal no parecía haber nadie y justo cuando se dirigía a la sala de resurrecciones, escuchó un susurro que pareció más bién un suspiro. Giró sobre sus talones y caminó hasta la camilla ocupada, donde se encontraba Boss.

-Ennervate- murmuró al ver que Elessar yacía sin vida sobre las sábanas blancas. Después pensó en un par de Episkeys que sanaron las heridas de su piel, así también como las quemaduras. Ambos hechizos impactaron, solo era cuestión de que Boss se incorporara en el lugar, para poder proceder con las siguientes etapas de curación.

- Deja de quejarte, nada que no podamos solucionar aquí.- Se acercó a él y lo ayudó a sentarse-. ¿Mejor?

En menos de lo que habría esperado, las puertas de Nurmengard se abrieron para dejarlos pasar. Sus compañeras habían derribado a la perfección las defensas de la prisión mortífaga, así que ahora debía buscar la celda de su compañera Jessie para poder entregarle su varita y liberarla de una vez por todas, pues la situación en la cual se encontraba no era la mejor, a decir verdad.

Caminó por el interior de la prisión; buscó celda por celda hasta que dio con el lugar donde se encontraba Jessie. La puerta se abrió cuando ella realizó un alohomora y se adentró, hasta que llegó cerca de su compañera, la cual estaba atada a una mesa de tortura un tanto extraña. ¿Qué demonios pensaban los mortífagos cuando realizaban esa clase de cosas? Sinceramente era est.úpido, pero tenían problemas mentales, lo que explicaba todo.

-Vámonos de aquí, mujer- le dijo, mientras ayudaba a desatarla. Después de ello pensó en un Evanesco para eliminar toda la clase de ataduras que pudiese tener y finalmente la tomó por el brazo y la ayudó a bajar de aquella mesa, soltándola justo cuando se aseguró de que Jessie estuviese pisando con firmeza el suelo.

-Necesitarás esto.- Le entregó una varita que llevaba guardada y después salió de ahí, para protegerla hasta el final, para poder libertarla de una buena vez.

Recibió el llamado de Bínfeyd, mientras se encontraba en el marco de la ventana de su habitación, fumando uno de los cigarrillos de vainilla que recientemente había empezado a consumir. Apagó la colilla en el cenicero que tenía a su lado y se levantó, con su pijama –un bóxer a cuadros y una blusa de tirantes- para atender a sus obligaciones del bando. La necesitaban para un rescate en la prisión de Nurmengard.

A pesar del dolor de cabeza y el cansancio acumulado en su cuerpo, Paula tomó su varita de álamo blanco de su tocador y se puso sus sandalias oscuras para poder partir así, a la ubicación de Nurmengard: cerca de unas ruinas importantes de Grecia. Fue el elfo de su negocio, Battrek Fly, quien la transportó hasta las afueras de la prisión mortífaga.

Ahí ya se encontraban reunidos sus compañeros de bando, a quienes saludó con un ademán de mano de lo más flojo. Hacía días que no había salido a batallar, así que esperaba que eso no afectara mucho en su desempeño en el rescate. Sostuvo con firmeza su varita sobre su mano derecha.

-Vamos con esto, chicos.