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Comenzó a caminar por la Sala, mientras su estudiante se las arreglaba para sobrevivir en la llamada Savage Land. Al inicio lo notó exaltado, producto de la descarga de adrenalina ante los ataques, pero pronto comenzó a calmarse.
Se le veía con mayor confianza en sí mismo, y ello se reflejaba mayormente en los cambios de tonalidad de sus escamas, pues tal acto requería una minuciosa concentración.
Entendía la necesidad de conseguir alimento por parte del castaño; ella misma había tenido que soportar días enteros sin probar bocado, sólo con la esperanza de poder encontrar una presa fácil al final del día. El joven debía sentirse afortunado de poder encontrar una forma de mitigar su apetito.
Pasó de estar famélica, en sincronía con el Black Lestrange, a recuperar gran parte de sus fuerzas. Al igual que sintió la inseguridad del castaño al engullir el alimento, pues era comprensible. Como humano, y animal más peligroso, era natural sentir ese tipo de remordimiento al tomar una vida que quizá tenía un brillante futuro. Veía al camaleón avanzar a través de los árboles, encaminado a alcanzar la curiosa estructura que le prometía un encuentro de lo más interesante. -
Suluk se concentró en las sensaciones de su alumno durante la prueba. Al inicio, cierto alivio, que dio paso a una sensación de ansiedad, quizá derivado por lo que estaba viendo; el anillo le permitió vislumbrar un atisbo de lo que lucía como una isla paradísica, perdida en el tiempo y oculta a los ojos del humano actual.
Estaba segura de que el primogénito de Mía no se rendiría tan fácil, pero no estaba de más brindarle opciones por si las cosas se salían de control. Por lo que alcanzaba a percibir a partir de la transformación de su alumno, más brusca y rápida que las anteriores, se trataba de un sitio hostil. Hasta para un camaleón tan astuto.
Guardó silencio por unos instantes, dejando que el castaño se las arreglara. Lo veía un tanto expuesto en esa ubicación, así que supuso que pronto se pondría en marcha. Reconocía esos patrones de ataque. Muy seguramente, una de las partes en conflicto no pertenecía del todo a la isla, razón por la cual expresaba su inseguridad a través de tan cruentos ataques. -
Le pareció un poco insistente la preocupación por el impacto que tendría el uso de la animagia en la naturaleza licántropa de su alumno. Era comprensible, sí, pero también ya le había explicado que existía una marcada diferencia entre ambas transformaciones.
-Vamos a olvidar tu condición por un momento. No tendrás que preocuparte porque, como te dije, son dos cosas distintas. -clavó la vara de Cristal en el suelo, consciente de que sería una noche larga -No pretendo ser una experta en la licantropía, pero me parece que en ese estado, existe menor grado de control que cuando se está en la forma animal, producto de la Animagia. Por más años que lleves siéndolo, generalmente percibes un mayor control del animal.
Con ello quería ser muy clara, pues lo veía dubitativo, un rasgo que generalmente dificultaría su control en la forma animal. Esperaba dejar el tema de su licantropía al margen, por el momento.
-Vamos de nuevo, ¿te parece? Concéntrate en el animal por el que veniste a mí por consejo. Es un felino, naturalmente tiene un sentido del olfato más desarrollado que otras especies. Y sí, en ocasiones eso supera a los lobos.
Pensó en las múltiples especies que hacían competencia por demostrar cuál era la que mejor desarrollo de sentidos poseía. Incluso, algunos reptiles tenían mejor olfato que algunos mamíferos, pero ya era cuestión de perspectiva.
-La mejor forma de conocer tu potencial en la forma animal, será descubriéndolo sobre la marcha. Yo no puedo poseerte y decirte las limitantes físicas del jaguar. Aunque, es más que obvio que no puedes volar ni respirar bajo el agua.
Cruzó ambas manos tras la espalda, a la expectativa.
-Intenta transformarte de nuevo. Recuerda lo que te he dicho sobre los rasgos que caracterizan a tu especie, eso es lo que te ayudará. -
Realizó una floritura con la madera trabajada del sauce enano, para abrir la puerta correspondiente a la habilidad. Dentro, lo único que podía vislumbrarse era una niebla densa, similar a los portales del Haz de la Noche que llevaban al mundo de los muertos, pero también al limbo cuando el usuario no había decidido a dónde ir. Recordaba esa magia Uzza, tan inestable y poco ortodoxa, puesto que apenas los guerreros de ese pueblo se la mostraban a los magos, éstos no tardaban en emplearla para desplazarse, dejando de lado otros medios como la escoba o la aparición.
Por fin encontró lo que buscaba: El anillo del aspirante.
Bastante similar al suyo, siendo una manufactura en metálico, con diminutos diamantes incrustados, trazando trayectorias entre sí, como si fueran astros, emitiendo destellos plateados al encontrarse con la luz. Se lo tendió al castaño, quien terminaba de depositar sus pertenencias en la bolsa tejida para tal fin. Con otro movimiento de varita, Suluk selló el contenedor, impidiendo que su contenido fuera invocado de cualquier forma, hasta el final de la prueba.
Ante la situación, no quedaba más que ser paciente y aguardar, en ese recinto, por noticias de su pupilo. -
Guardó silencio mientras Luxure hacía lo propio para adoptar la forma animal, tal como había indicado. Tenía una ínfima conexión con cada uno de sus alumnos, pues compartían dicha habilidad; se podía decir que era una especie de vínculo que su magia arcana permitía, para conocer el estado de la transformación.
Había hecho un progreso notable, lo encontraba en calma, concentrado en su forma animal, haciendo la acotación aparte de su condición como licántropo.
-Ahí lo tienes -comentó con voz queda, sin afán de interrumpir la tarea del mago -. Conforme más lo practicas, más fácil te resultará convertirte. Aunque puede suceder, que desencadenes tu licántropía por equivocación. Como dije, son casos contados, así que es terreno poco explorado.
No pretendía darle demasiadas vueltas al asunto; aunque sí debía admitir que generalmente se topaba con metamorfomagos quienes ya estaban curtidos en los cambios de cuerpo, y le resultaba más fácil conducir la clase. Así, una vez que notó que el egipcio concluía su primer intento de convertirse en un jaguar, le puso un primer reto.
-Intentemos familiarizarnos con tu forma animal, ¿sí? Mis sentidos detectan cazadores, furtivos cobardes que creen que ocultándose a plena oscuridad conseguirán lo que quieren. Tu objetivo será rastrearlos y marcar un camino hacia estos. No los confrontes, no aún.
Con ello quería ser muy clara, de evitar el conflicto directo, pues el animal del estudiante, si bien era ágil, también tenía potencial de ser un eficaz vigía. Naturalmente, esperaba un uso total de la forma animal, sin tener que recurrir a su entidad humana. -
La anciana se apoyó en su Vara de Cristal, mientras contemplaba al Luxure concentrarse en su propia forma animal. En un inicio, parecía que divagaba entre sus pensamientos, pero después vino el silencio que le podía indicar dos cosas, que estaba logrando lo que se le pedía, o que se había perdido totalmente.
-Interesante lugar el que elegiste. La academia de Castelobruxo domina esta región, aunque no creo que les importe mucho que hagamos pruebas por aquí -susurró, echando una mirada al firmamento nocturno.
Los climas tropicales no eran sus predilectos, pues se había criado en el norte, bajo tormentas de nieve y auroras boreales. Aún con todos los años acompañando estudiantes a distintos sitios, seguía sintiéndose fuera de lugar. Una vez que decidió que Demian habia establecido un vínculo estable con su animal interior, retomó la palabra.
-Ahora, vas a intentar comulgar con el animal. Ya te lo mencioné antes, pero lo reitero, ustedes son entes distintos. Así como tú aprenderás, él aprenderá de ti.
De cierta forma, era una metáfora, pues llegado el momento, ambos se volvían uno solo. Pero para ello, se requería mucho tiempo de practica. En esa instancia, le sería suficiente si el alumno podía mantener la transformación un par de minutos sin tener que forzar su cambio a humano.
-Una vez que se hayan conocido, intenta modificar tu apariencia. A los metamorfomagos les resulta complicado, pues están tan habituados a hacer modificaciones en su cuerpo, por lo que espero a ti te vaya mejor -indicó, golpeando ligeramente la vegetación con la base del báculo -. Puedes comenzar con algo simple, como las extremidades. Si es posible, el olfato, quisiera saber qué es lo que nos rodea.
Naturalmente, su sentido del olfato estaba tan desarrollado, que no requería pedírselo al egipcio, pero creía necesario que comenzara a familiarizarse con esos aspectos de la forma animal que, debido a su naturaleza como licántropo, ya debía tener algunas nociones. -
Le miró las ropas, que aunque seguían hechas jirones, no dejaban ver herida alguna en su cuerpo; su entidad física en verdad estaba recuperada. Realizó un encantamiento convocador al bolso que había tejido previo a la llegada del Black Lestrange. Éste flotó hacia ambas personas, depositándose en el medio sin emitir sonido alguno. La boca de dicho contenedor se abrió. Teniendo al castaño a la expectativa, continuó.
Si bien él conocía la dinámica por su experiencia pasada, era su deber seguir explicando y, sobre todo, advirtirle de lo que estaba a punto de realizar. Una vez hecho, señaló la puerta que correspondía a la animagia. Cerrada en ese momento, pero que abriría en breve, si él así lo quería.
Se detuvo un momento por si el Black Lestrange tenía algún otro comentario respecto a la realización de la prueba, para volver a formular la pregunta que los había llevado a tal sitio. Le miró a los ojos, que conoció grisáceos y con inseguridad por salirse de la tradición familiar de convertirse en zorro. Ahora el muchacho parecía determinado.
Con la punta del pie, por fin señaló la bolsa de pieles inuit, con su vacío casi infinito. Se adentraría en terreno desconocido, por lo que sus bienes materiales no tendrían efecto alguno dentro de lo que fuera que enfrentara.
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Una respuesta vaga, aunque con un cierto porcentaje de sinceridad, que al menos debía reconocer. El individuo no tardó en mencionar la anulación de sus poderes, hecho que dio gusto, pues no notó reproche alguno en ese sentido; fue su interés el que sí resultó preocupante.
-No estoy obligada a revelar la naturaleza de la balanza de poder entre dos pueblos. Lo que sí puedo decirle, es que hace falta menos que un destello para doblegar -sostenía el amuleto de su pueblo en la mano libre. Un artilugio sencillo, que pasaría ignorado ante los que buscaban riquezas -. Dele oro a un guerrero para que pelee a su favor, y lo convertirá en un mercenario. Lo tendrá a su merced, al menos, hasta que llegue un mejor postor.
Su invitado pareció no querer probar bocado, pero a Suluk no le molestó, pues estaba más ocupada probando la receta que por primera vez ponía en práctica. Engulló los pedacitos de pescado, mientras Demian Luxure era directo con su interrogatorio.
-Curioso que preguntes, y resulta bastante rara la Animagia en licántropos. Diría que son contados. Pero no, la luna no afecta en absoluto, a menos que tú permitas que lo haga.
Realizó un encantamiento convocador a un papiro, que quedó flotando entre ambos participantes. Sin pluma a la vista, la tinta comenzó a emerger del papel, dando vida a los trazos que la arcana pretendía mostrarle al alumno. En el centro de todo, una silueta de humano, clásica, como el Vitruvio hecho por Da Vinci. Un óvalo representando el satélite natural terrestre, del cual salían dos líneas en direcciones opuestas, dejando al hombre en el medio.
Del lado derecho, aparecía un trazo burdo de un ser regido, con el hocico similar al de un perro; del otro lado, un garabato sin mucha definición, que cambiaba constantemente. Representaba la variedad genética, así como las infinitas posibilidades de animales, del cual sólo uno sería el elegido, para que la persona se transformara.
-Como podrás ver, son entes totalmente distintos. Influirá mucho tu grado de dominio con tu forma licántropa, sí, porque puedes desencadenar la transformación si te distraes -puntualizó lo que quizá ya era obvio para Demian -. Ahí entra la paciencia; no es sólo transformarse y ya, menos en tu caso, ya que podrías cerrar la conexión entre tu mente y cuerpo, permitiendo que el animal te controle.
Había excepciones con alumnos impulsivos, que al final terminaban dominando al animal, y no éste a ellos, pero requería de tiempo. Un aliado que esperaba que el egipcio comenzará a valorar. Así pues, tomó una de las cuentas de su collar, frotándola hasta invocar la nieve.
Tendió la gema de fulgor escarlata al muchacho.
-Elegirás el destino en el que comenzaremos con tu aprendizaje, preferiblemente, en el que te puedas desenvolver en tu forma animal.
La única condición a ese medio de transporte, sería que les transportaría cuando la luna se encontrará en su máximo esplendor. Suluk siguió a Demian, a donde quiera que eligiera, utilizando otra de las cuentas.
-Ahora bien, por lo que alcancé a ver, pretendías convertirte en una especie de jaguar. Tenemos ventaja, pues de haber sido un animal de la familia lupus, sería aún más complicado -comentó, como preámbulo a la primera indicación -. Quiero que te visualices como este, pero no te transformes aún. Intenta identificar un rasgo que te distinga del resto de esa especie. Concéntrate en la imagen de tu animal, pues siempre deberás tenerla en mente cuando quieras cambiar de forma. -
Agudizó los odios cuál murciélago orientándose con el sonido, para escuchar los alrededores de la pirámide. Casi podía sentir que estaba ahí presente, observando al camaleón lanzarse a la pared de hierba, como una araña que huye del peligro a través de su telaraña. Una ligera sonrisa atravesó sus arrugados labios.
Terminó de tejer una especie de bolso, al cual no se le vería fondo, y que una vez cerrado, impediría que los artículos ahí depositados fueran reclamados, hasta el final de la prueba, tuviera el resultado que tuviera. La depositó a sus pies, a la espera de la aparición del castaño.
Ya lo había visto en acción durante la secuencia del lago, por lo que estaba al tanto de su herida. Si bien, podría dejar que entrara al portal sin curarse, y arriesgarlo a una prueba aún más complicada debido a la limitante de movilidad, decidió hacer de la Sala de las Siete Puertas una especie de punto de control.
Le hablaba a otra de las gemas de su collar Inuit, el cual invocó otra pequeña nevada en dicho espacio. Talló la esfera hasta revelar la gema, de resplandor esmeraldino. Verde, como la vida misma. Aquel orbe levitó hasta alcanzar la entrada al pirámide, donde recibiría al aspirante y al contacto, curaría las heridas recibidas para llegar hasta la Sala.
Suluk se mantuvo firme en su posición, de espaldas a las siete puertas que daban acceso a las pruebas, lista para recibirlo. -
La voz interrumpió el sepulcral silencio que reinaba en su propia morada. El intruso se aventuró a inferir que ella era la arcana de Animagia, poniéndolo en tela de juicio a la par. Una sonrisa surcó las arrugas de su rostro. Apenas llegaron los tazones a la sala, se giró para recibir al invasor. Claro que le había escuchado. Pero, extrañamente, no necesitaba del oído para detectarlo; confiaba más en el olfato, que era un sentido aún más susceptible a lo sútil, incluidos los intentos de sigilo.
En la zurda, la varita de sauce enano adoptó la forma de cristal, luciendo la imponente cabeza de Amarok en la punta.
La cabeza del Espíritu del Gran Lobo emitió el destello cegador que solía efectuar cuando la arcana hacía uso de su propia magia de Arcana, que por muchos era considerada fuera de los estándares. Anuló los poderes Uzza que el joven tuviera a disposición, como la dichosa daga. No toleraría el uso de los mismos, dado que no consideraba útil una magia tan bárbara. Ya había sido bastante flexible en el pasado, era hora de tomar cartas en el asunto.
Aquello no sólo le restringió el uso de dicha magia, sino que también puso en pausa el intento de transformación. Era osado, sí, pero resultaba poco práctico dejarse dominar por el instinto animal a tan temprana etapa de conocimiento de la habilidad.
Una vez que el individuo tomó asiento, la anciana hizo lo mismo, aún sosteniendo la Vara de Cristal, pues la utilizaba como una especie de cayado.
Esperaba, además, que le hablara un poco sobre la naturaleza del animal en el que pretendía convertirse, como expresaban algunos de sus primeros estudiantes, quienes a menudo tenían premoniciones sobre lo que serían, o bien, simplemente lo dejaban al azar y se llevaban menuda sorpresa. -
Se encontraba preparando sopa, para su gran sorpresa. La aparente tranquilidad en su vivienda le permitía tomarse esas licencias, incluso cuando un centenar de alumnos llamaban a su puerta para pedirle consejo, pedirle que les enseñara a desbloquear su forma animal, o simplemente para visitarla y hacerle compañía a la hora del té.
Aprendía un poco de cada uno de sus estudiantes, y siempre se llevaba algún recuerdo. En aquella ocasión, una receta de un preparado de mariscos proveniente de la Costa Este de Estados Unidos. Apenas agregó la papa recién cortada, sirvió dos cuencos y los hizo levitar hacia su sala con un leve movimiento de su varita.
Estaba avisada, gracias a la administración de Mahoutokoro, sobre la llegada de un nuevo alumno, pero al no recibir indicios de su presencia en el lugar que residía, decidió adelantarse a la hora de la comida. La prisa no debía ser una costumbre común entre los habitantes de esa tierra, sin importar que fueran no mágicos o parte de la comunidad.
Divagaba sola, como muchas ocasiones previo a la introducción de su alumno. Frotó el amuleto Inuit en su regazo, reduciendo aún más la temperatura dentro de la casa, con ayuda del mecanismo climático de ésta, más acorde a los fríos que solía experimentar en su patria. -
Llevaba una notable ventaja respecto al muchacho, hasta que lo vio cruzar el lago, empleando la tablilla que le había dejado para tal fin. Suluk había dejado atrás su forma de ave, para convertirse en una rana pequeña, que observaba todo desde un islote situado fuera del sendero principal.
Contra todo pronóstico, Black Lestrange avanzaba. Tenía una herida en uno de sus brazos, pero la arcana no podría ayudarle, pues en el reino animal sobrevivía el más fuerte.
Los vientos del norte ya hacían su trabajo, habiendo sido programados por Suluk al frotar el amuleto Inuit con sus manos. A medida que la tabla se acercaba a la porción de tierra entre el agua, iba aminorando su marcha. Incluso, se podía decir que prácticamente no avanzaba, desde la perspectiva de la arcana.
Una vez que la falla de navegación ocurrió, y que el castaño comenzó a arreglárselas para llegar a la isla, Suluk se escabulló entre la vegetación saliente, para finalmente convertirse en la gaviota ártica y emprender nuevamente el vuelo hacia la pirámide. Llegó por el extremo sur, contrario al punto por el que aparecería Eobard, sí eventualmente superaba el laberinto.
Volvió a su forma humana, apenas tocó el suelo. Mientras caminaba, apoyaba la Vara de Cristal sobre la roca, causando una especie de eco en las paredes. Su silueta se veía colosal desde el interior de la pirámide, allí donde había quedado de ver a su alumno.
De entre sus propios ropajes esquimales, extrajo unos cuantos retazos de éstos. Fragmentos que no necesariamente le habían sobrado, sino que preparaba para ocasiones que lo ameritaran, como la prueba que tenía lugar en ese momento. Con un pequeño hueso de pescado, como esos que solía despellejar ella misma, comenzó a trabajar la piel, a espera de la compañía del patriarca Black Lestrange. -
Se posó sobre una de las ramas del pino, a bastante altura para evitar que el Black Lestrange la viera. Aunque sus poderes le permitían camuflarse casi tan bien como lo hacían los camaleones y otras especies de reptiles. Las garras fueron reemplazadas por las botas Inuit, y rápidamente se les unió la Vara de Cristal, que sostenía impasible.
Dio un golpecito en la ramita con la varita, seco y sin reverberación. La cabeza de Amarok emitió un resplandor grisáceo, invisible a los ojos del aspirante debido a la altura a la que se encontraba. Eobard ya había cruzado su campo visual, y se dirigía derecho hacia el hipogrifo.
El ave lanzaba alaridos ante la confusión de encontrarse en un lugar desconocido, pero no era hostil. La magia arcana empleada por la anciana Inuit, dispersó los remanentes de la niebla, permitiendo un campo de visión amplió tanto para su alumno como para la bestia, a la que hizo enfurecer debido al hambre. Podría comerse cualquier reptil, pero hasta un humano le parecería apetitoso.
Grande sería la sorpresa del castaño al encontrarse una criatura mágica de ese calibre, volando enérgica hacia su posición, sin intenciones de darle tregua.
Adoptó la forma de un mono araña, columpiándose silenciosamente entre las copas de los árboles, para alcanzar el lago en el que próximamente, esperaba, alcanzaría su estudiante para iniciar el tramo que lo llevaría al laberinto. Ya llevaba la runa en mano, así que podría subir a la embarcación, si sobrevivía al ave. -
El páramo africano en el que se encontraban, de pronto sufrió un importante cambio de temperatura. Pero no era obra de la naturaleza, no a conciencia, al menos. La arcana había rozado su collar de cuentas de hielo, atrayendo pequeños copos que se arremolinaban sobre éstas. Tomó dos de ellas, encerrándolas entre sus palmas, como si aplastara nueces. Al abrir su mano, dos gemas de fulgor carmesí tomaron el lugar de la nieve. Le ofreció una a su pupilo, transportando a ambos hacia las avenidas del Ateneo de Habilidades.
Hablaba con la calma que rara vez la caracterizaba, siendo más confianzuda con propios y extraños.
Mientras hablaba, extrajo el talismán inuit de entre las ropas. Lo hizo girar entre sus manos cuatro veces. Cerca del adoquinado sendero en el que estaban parados, una colorida marabunta de insectos salió del suelo, como hormigas de su vivienda. Había escarabajos, sí, pero también otros bichos, y todos venían en diferentes formas. Lo que obtendría del correcto, sería una especie de runa para poder liberar la barcaza que le permitiría cruzar el cuerpo de agua. Pero no sería fácil al dispersar estos por la avenida en la que se encontraban.
No se lo mencionó, pero se encontraría con un hipogrifo salvaje que custodiaría el sendero del bosque, cual esfinge que protege un tesoro. La característica de esta criatura sería su particular apetito por los reptiles. El pupilo, incluso siendo experto en el trato con las bestias, tendría que optar a ocultarse de ésta por encima del contacto directo.
De entrar en contacto directo con el agua del lago, ésta se congelaría al instante, producto de un hechizo de meteorología impuesto por Suluk. El bote que lo llevaría a la isla donde se encontraba la pirámide y el laberinto estaba diseñado para fallar a medio camino, así que debía encontrar una forma de cruzar el lago sin tocarlo del todo.
Habiendo situado los retos a vencer para el castaño, era momento de que lo dejara para que comenzara a resolverlos.
Adoptó la forma de gaviota ártica y emprendió el vuelo, dejando atrás al aspirante a la habilidad. Vigilaría su progreso desde las alturas, inmune a las restricciones que había puesto, pues ella ya dominaba la animagia. -
Hizo que su varita cambiara a la forma de cristal con la intención de apoyarse mientras esperaba. Su pupilo había desaparecido a la distancia tras minutos de ascenso, y seguramente no regresaría hasta después. Con todo, no pretendía moverse de aquel sitio. El tiempo le era relativo, y se dejó llevar nuevamente por la visión que más paz le traía, que era precisamente la del vuelo en el Ártico.
Tiempo después, sus oídos captaron una serie de vibraciones. Indicaban movimiento, naturalmente, pero debían ser de más de un animal para generar tal reverberación.
Dirigió su atención hacia la copa de los árboles, de la cual descendían desde cinco metros de altura, lo que parecía ser la comunidad entera de camaleones. Iban en filas, bastante organizados, como si fueran hormigas, un rasgo particularmente curioso para ser reptiles. Notó que aquel con las franjas amarillentas en los costados, Eobard, se acercaba a su encuentro.
Se separó del báculo por un momento, aproximándose al castaño. Se situó a su espalda, posando sus manos sobre la espalda del muchacho. Parecía transmitir calma, a pesar de haber estado tanto tiempo transformado. A diferencia de sus primeros intentos de transformación, despedía cierta tranquilidad, que resultaba un punto fundamental en la vida de un animago.
Casi podía asegurar que la propuesta lo tomaría por sorpresa, así que volvió a encararlo.
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La arcana estaba en un estado de meditación, más que de sueño. Escuchó los movimientos de Eobard gracias a su fino oído, como de murciélago, por lo que en cuanto escuchó que el portal se cerraba, incorporó su persona y se dispuso a alcanzarlo.
Un águila ártica, su forma predilecta. Aunque más de un no mágico señalaría al cielo, con exclamaciones de extrañeza, la Arcana estaba dispuesta a emprender el vuelo hasta llegar al espacio donde su estudiante experimentaba la etapa final de su preparación.
«Mi joven Black Lestrange, siempre disfrutando del paisaje. Salirse del sendero está bien, mientras la ruta alterna te lleve a tu destino»
Sobrevoló el área, detectando fácilmente al camaleón, a pesar de que su tamaño y la distancia desde la que observaba hacía difícil distinguir algo. El muchacho parecía disfrutar el trazar su propio camino, y quizá era un rasgo que compartía con sus familiares, a pesar de que el animal en el que se convertía, no era el emblema de los Black Lestrange.
Aprovechando su capacidad de comunicarse con todo animal, y con la intención de darle un pequeño escarmiento a su pupilo, envió al halcón a darle caza, pero el gusto no le duró mucho, pues el astuto reptil terminó por aprovechar su habilidad de sigilo. Tuvo que caer en picada, a un costado del camino, rindiéndose temporalmente.
Le hizo señas para que no bajara de donde estaba; lo reconoció gracias a sus globos oculares, debido a que los ojos del camaleón no se cubrían del todo, por lo que reflejaban la luz del sol. A pesar de la tonalidad menta, alcanzaba a notar su silueta, pero porque sus sentidos estaban atentos. Otro animal quizá no habría sido tan perspicaz.- 1
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El muchacho parecía entusiasmado con el nuevo destino al que se dirigieron. Normalmente, las bromas de sus estudiantes cruzaban la línea de lo pésimo, pero decidió hacer una excepción en aquella ocasión, dejando escapar una breve risa, propia de una ancianita.
Le pidió que le acompañara playa adentro, donde las olas apenas alcanzaban a desembocar. Allí montó una especie de campamento, que consistía solamente en una simple hoguera, con una flama lapislázuli, que parecía eterna, y unos montículos de arena. Realizó los encantamientos repelentes de no mágicos, aunque ya era costumbre ver a la gente dormir en la playa.
Esperaba que su pupilo lograra controlar su transformación en presencia de entes de su misma especie. Aunque no sólo había camaleones, sino toda clase de vida silvestre, propia del continente africano. Una tarea bastante simple, con la que no esperaba las mismas complicaciones que hubo en Boston.
Dicho esto, Suluk cerró los párpados, acomodándose sobre su asiento de arena, como si meditara. Se deslizaba hacia el mundo de los sueños, en el cual volvía a ser la gaviota ártica que sobrevolaba la helada Groenlandia en dirección a las luces del norte.- 1
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Suluk se detuvo a comprar en uno de esos stands de comida rápida. Le vendían algo llamado hot dog, nombre que le preocupaba por la posible procedencia del mismo. Quizá su mirada consternada asustó al tendero, quien rápidamente le aseguró que la carne la proveían otras especies.
Así, con comida en mano, la arcana de Animagia se propuso a encontrarse con su alumno, no sin antes maravillar la vista ante las estructuras y puntos de interés que caracterizaban esa zona. Valiéndose de un potente olfato, cual lobo rastreando a su presa, logró captar la esencia del Black Lestrange bajo tierra, por lo que se aventuró a ingresar a esas famosas estaciones de metro.
Pero no lo hizo como humana, sino como ardilla, a pesar de que pudo tener un trato preferencial, dada la edad que exhibía.
«¿Acaso no han visto una ardilla tomar el transporte público antes?»
Uno que otro curioso prestó atención al roedor que intentaba colarse, ya fuera en los torniquetes o el andén. Eventualmente consiguió llegar al túnel de mantenimiento donde el rastro de su alumno era más reciente. Volvió a su forma humana luciendo una expresión de gracia.
Guardó las pertenencias del aspirante entre sus pieles Inuit; ella tenía la capacidad de transformarse sin abandonar su vestimenta, pero el resto de los Animagos debía renunciar a ésta para efectuar la transformación. Casi como por instinto, se convirtió en una serpiente de cascabel, y se arrastró a apoyar al Black Lestrange, pues presentía que había topado con pared.
Y así fue, pues para cuando llegó, media comunidad de reptiles ya lo tenía rodeado. Suluk agitó el cascabel en su cola, llamando la atención de los animales presentes.
«Es uno de ustedes, deben tratarlo como tal. Pero, permitan que les dé una muestra de buena fe de mis palabras».
Tenía esa capacidad de razonar con el resto de los animales, cosa que también podían realizar sus alumnos. El que los otros aceptaran entablar conversación y resolver la problemática ya era otra cosa, pero generalmente era posible disuadir a ciertas especies de causar daño.
Le indicó al muchacho que hiciera lo suyo, y se retiró de aquel agujero, para avanzar hacia la siguiente estación. Había una especie de habitación, en la que encontró una serie de calderas, lo suficientemente espacioso para encontrarse con Eobard. Una vez que el joven la hubo encontrado, le devolvió su ropa.
Rió con cierta ternura, cual venerable ancianita. Una vez más, realizó una floritura con su varita, que estaba de vuelta en su forma cristalina, para abrir otro portal que ignoraba las consideraciones espacio-temporales.
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Siguió a su pupilo sin poner reparo alguno, pues le parecía que tenía mejor idea del lugar en el que estaban. Encontró divertido el hecho de que el muchacho no se había cambiado la ropa para viajar al mundo no mágico, por lo que más de un transeúnte lo miró con extrañeza, debido a su aspecto de exiliado.
Ella hizo lo propio para transformar sus ropas Inuit en una especie de kimono, pues al no modificar sus facciones, fácilmente pasaría como habitante de allí.
Precisamente ahí radicaba la importancia de la concentración. Más allá de ser un cambio de apariencia, era como compartir el control del cuerpo con otro ente totalmente distinto. Había que mantener un cierto equilibrio, y eso es lo que esperaba que pudiera aprender.
Sin más, procedió a su primer intento de transformación, que Suluk siguió atentamente. Al inicio, parecía como que quería realizar una aparición, pero poco a poco, sus rasgos comenzaron a cambiar. Y no usando la metamorfomagia. Notó que su piel se agrietaba desde las manos hasta el cuello, seguida por la aparición de una tonalidad verdosa.
«Gracias a los dioses, viejos y nuevos, que no abre los ojos. Podría desconcentrarse ante su notable progreso».
Por poco lo logra, hasta que perdió el equilibrio y terminó en el suelo.
Aquello sería un cambio respecto a la tradición de su familia, considerando también a su otro pariente en su tiempo. Dado que sería ideal poner a prueba las capacidades de su forma animal, particularmente su capacidad de adaptación.
Le rodeó, cual serpiente que acecha a la presa moribunda antes de asestar el golpe de gracia. Miraba con ojos de reptil, esperando la confirmación de que su estudiante en efecto pertenecía a dicha categoría. En efecto, lo era, pero había algo; no notaba esa sed de sangre, la frialdad, que caracterizaba a muchos de esos animales.
Instintos primitivos que, llegada una situación de vida o muerte, confiaba en que el pupilo emplearía sin dudar.
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La anciana escuchaba las palabras que decía el joven Black Lestrange respecto a lo que lo había orillado a semejante acto impulsivo. Pero no se fijaba en sus argumentos, sino en sus ojos. Compartía la capacidad de distinguir objetos hasta en la más oscura de las noches, y un cuarto con pésima iluminación no iba a ser la excepción. Tras aquellas palabras, se escondía una peculiar persona preocupada por no estar a la altura de su propio apellido.
Dejó que el muchacho hablara, sin inmutarse por la facilidad con la que dominaba la habilidad de cambiar de forma.
Intentó hacer memoria, nada por el momento. Ya que estaban en esas, sacó la varita de entre su ropaje y realizó un encantamiento convocador al servicio de té que siempre dejaba en la sala, pues era el sitio en el que habitualmente se reunía con sus alumnos al inicio de su enseñanza. Tomó una taza con humeante infusión de lavanda, e invitó al muchacho a servirse lo que fuera de su agrado.
Por lo que podía detectar del muchacho, él no despedía esa misma aura que sus otros parientes. Aquello era normal en toda familia mágica, pues aunque sí compartían cierta esencia que los caracterizaba, siempre había uno o dos detalles que los diferenciaba entre sí. Prueba suficiente, era el joven Aries, quien según recordaba Suluk, tampoco se convirtió en un zorro, sino en un caballo.
Realizando una sencilla floritura y sin mediar palabra, conjuró un portal espacio-temporal usando cierto poder del Libro del Druida. No podía verse el entorno del otro lado, debido a que estaba diseñado para que el Black Lestrange eligiera un lugar en el que se sintiera cómodo. Se arriesgaba a asumir que él podía controlar los poderes del Druida, pero seguramente así era.
Una vez en aquel lugar seleccionado por su pupilo, volvió a dirigirse a él.- 1
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Suluk Akku reposaba su comida en aquel asiento reclinable de la estancia principal. No era muy cómodo, pero ella prefería lo sencillo a los lujos sin mesura. Sus ojos y mente en pausa, la llevaron a un vívido sueño en el que surcaba el cielo ártico como gaviota, a la luz de las auroras boreales. Continuó su vuelo, hasta que una serie de golpes y uno que otro quejido interrumpieron su descanso.
Apenas abrió la puerta para recibir a la persona, el cuerpo se desplomó sobre su propia entrada. Un joven, o más específicamente, un sujeto que había caído en el descuido de su persona, a juzgar por el largo del cabello y el atuendo errante, se estremecía boca acabo, con un puñado de bayas en la mano.
Con la fuerza de un oso pardo, levantó al castaño de los hombros, echándoselo a la espalda. Le parecía inusualmente liviano, a pesar de la estatura y el peso de su indumentaria, incluso empleando aquel regalo que le confería la capacidad de convertirse en casi cualquier animal con el que hubiese hecho comunión. Lo llevó a su propia habitación, pues no disponía de otras, ya que rara vez tenía visitas, y depositó su persona. Mientras su extraño visitante intentaba sobrellevar el envenenamiento, parloteando incoherencias, Suluk preparó un antídoto en su cocina, siendo experta en casi todas las ramas de la magia, y se lo presentó en forma de té.
Asumía muchas cosas de su visita sin darle oportunidad de que replicara, un rasgo que nunca se había esforzado en ocultar. El antídoto actuaría pronto y le permitiría al otro contar su versión de los hechos, por lo que la Inuit simplemente se retiró a un taburete próximo a la cama, para esperar antes de bombardearlo con más cuestionamientos.- 1
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Hago constar que el alumno Anthony Ryvak Dracony (Tiburón Blanco), ha superado su prueba de Animagia, vinculándose con el Anillo que permite transformarse a voluntad.
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Sonrió con suavidad al percibir que el escualo usaba una conocida táctica de su especie para poder sortear los tentáculos de la bestia. Si bien, al inicio había dudado de la apariencia del monstruo, incluso creyendo que sería una criatura y más de un acompañante, al final se las había visto cara a cara con el causante de aquel problema.
Esto naturalmente molestó al Kraken, quien ignorante de que Anthony era un realidad un mago, lo rebajó a un aperitivo.
La Arcana sintió una inmensa tristeza ante el pensamiento de la criatura. No porque fuese una visión muy alejada de la realidad, sino porque sabía que era verdad. Contaminación, cambio climático, sobrepoblación, todos factores de extinción de variadas especies, no solamente marinas, y que, de no corregirse, también llevarían a la desaparición del humano. Era un tanto karmático, si se pensaba de esa forma. Aquello le llevó a apoyarse con mayor firmeza en su vara de cristal, debido al dolor que esto le provocaba. Pero, debía mantenerse en pie para monitorear el progreso del Ryvak.
Hizo una pausa, consciente de que el joven en forma de tiburón no podría mantenerse estático por mucho tiempo, por lo que le dio un cierto margen para que se desplazara. Se concentró en el entorno que le rodeaba. El agua, las rocas; el banco de peces y el colosal pulpo de fantasía. Había una opción viable, pero dependía de su pupilo.
Suluk, a diferencia de Anthony, sí se quedó estática. Expectante, de ver cómo se desenvolvería aquello.
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En cuanto el Ryvak ingresó a través de la puerta y ésta se cerró, imposibilitando su regreso, Suluk Akku comenzó a pasear sobre la estrella de cinco puntas, de vez en cuando deslizando la varita en forma de Vara por el cuerpo de la serpiente infinita. Tenía la mirada fija en los ojos de ésta, pero estaba perdida. Su esencia física se encontraba en el Ateneo, pero su mente estaba en la época antigua, acompañando al joven.
Dejó que el aspirante continuara desarrollando su manejo de la animagia. De cómo su agilidad le permitió sortear los cráteres, así como su capacidad de persuasión para convencer a otros de su especie, fueron anotaciones mentales que realizó para tomar en cuenta durante la evaluación. Más aún, le sorprendió la facilidad con la que había logrado emerger del agua para surcar los cielos y volver a las profundidades. Comenzaba a tener mejor dominio en sus movimientos. Era un problema recurrente en las transformaciones así.
Una ligera capa de agua de mar cubrió la frente de la Arcana; la conexión existente entre ambos, incluso a través del anillo, había causado que recibiera parte del entorno en el que se zambullía el muchacho. Siguió de cerca la travesía dentro de la cueva, y en cuanto salió de ésta, a un pequeño claro, aparentemente cerca del centro de la isla, que bien podía confundirse con un cenote, lo sintió.
Ya fuera por el movimiento en las aguas que dejaba al desplazarse, o el impacto de sus extremidades contra las paredes de roca que rodeaban las formaciones próximas al agua, su estudiante seguramente se percataría pronto de que estaba en presencia del llamado monstruo. No le era ajeno a Suluk. A lo largo de la historia, había llevado distintos nombres, aunque su primer avistamiento se dio hacia el siglo XII, dando pie a la leyenda.
Dos ojos ambarinos destellaban bajo la helada agua mediterránea. La criatura pensaba que había encontrado alimento.
Como seguramente no tardaría en haber una reacción violenta por parte de alguno de ellos, por lo que aprovechó para indicar un punto que muchos olvidaban, aún los que solían tener un perfecto equilibrio de la forma animal.
Animagia
en Mahoutokoro
Publicado
Lo observó en su intento de hacer el cambio. Despejaba su mente, o al menos, hacía el intento, puesto que su ente humano comenzaba a mutar, como producto de algún experimento hecho con magia. Era mucho menos brusco que lo que había visualizado en hombres lobo. Más elegante, como ella lo definiría. El jaguar se mostraba tranquilo ante ella, como debía estar el Luxure para mantener aquella forma por intervalos continuos.
-La idea es que no te transformes de vuelta a humano en este momento, a menos que la situación lo requiera -se acercó a él, rodeándolo cuál serpiente rodea a su presa. Él le entendería, pues hablaba cualquier lenguaje animal, aún en su estado de ancianita. - Sígueme, por favor.
Indicó el camino entre la bochornosa selva brasileña, a unos doscientos metros del campamento de cazadores furtivos de los que le había hablado. Ahora sostenía su amuleto Inuit, el cual generalmente utilizaba para poner las pruebas a superar, por lo dio el preámbulo a lo que deseaba que realizara.
-Como podrás ver, por el fulgor de las fogatas a lo lejos, han establecido una serie de campamentos. Dado que tu animal es muy sensitivo en cuanto al olfato, me gustaría que lo pongas en práctica para encontrar a un explorador en particular. Es un veterano de guerra estadounidense, así que lleva unas placas de identificación.
Giró la baratija entre sus dedos, dando rienda a su magia arcana. El objetivo que le había puesto a su estudiante, comenzó a experimentar un malestar poco común, aún dentro del mundo mágico: Un agudo dolor, proveniente de la parte superior de la pierna, lo obligó a doblarse por la cintura, chillando. Pasaría algo de tiempo para que sus quejidos se escucharan por los otros cazadores. El sujeto se palpó la extremidad, hallando un líquido viscoso que a la luz de la fogata se veía oscuro.