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La Arcana adoptó su forma humana apenas llegó al pequeño espacio que antecedía la entrada a la pirámide. Con la cabeza apenas girada en torno al hombro, miraba cada cierto tiempo, intentando evaluar el progreso de Ryvak. Se había ido por lo fácil, y más aún, había prolongado el momento de reunirse con ella. En cuanto escuchó una serie de ruidos, gracias a la percepción que le otorgaban animales como el murciélago, se giró completamente para recibir al aspirante.
Dio un golpe seco con la varita en forma de cristal.
Con pasos ágiles, más propios de una gacela, encabezó la marcha hacia la estancia circular. La estrella de cinco puntas que yacía bajo sus pies, quebradiza y con la serpiente casi desvanecida, los recibía como había recibido a Suluk Akku años atrás, cuando el Ateneo aún hospedaba a los Arcanos. Siete puertas, cada una correspondiente a una habilidad en particular. Se trataba de una magia antiquísima, que variaba según la persona que entrara ahí.
Paseó por la sala con tranquilidad, mientras el estudiante respondía a su interrogante. Sea como fuere, su persistencia lo había traído hasta ese punto, así como la suerte. No quedaba más que brindarle la última ayuda antes de que cruzara el portal. Hurgó entre sus ropas esquimales, para encontrar un anillo que contenía un pequeño fragmento de diamante, tal como el anillo que ella llevaba y que le permitía canalizar sus poderes.
En ese momento, la puerta correspondiente a la habilidad de Animagia fue abierta. Llegaba el momento, y no estaba de más hacerle una pequeña recomendación al hombrecillo, antes de que cruzara a través de la espesa neblina que salía del acceso, como si fuera un Fulgura Nox que podía llevarlo a dónde deseara. Suluk se apoyó en su varita, justo en el centro de la estancia.
Si bien, Suluk había presenciado infinidad de pruebas antes, no podía anticipar lo que podía encontrarse el Ryvak ahí dentro. Era casi como si la misma magia arcana forzara a sus aprendices a sobrevivir a base de su respuesta a situaciones variadas.
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Suluk extendió el brazo derecho para indicar al joven de cabello verde el lugar al que se dirigirían. La tela del espacio-tiempo fue fracturada, formando un portal tal y como los que había empleado cientos de veces para transportarse y a sus alumnos consigo. No le mencionó a dónde irían exactamente, y el Fulgura Nox sólo dejaba ver una niebla púrpura, como si se adentraran al vacío.
Dado que su pupilo había aceptado realizar la prueba, aguardó a que cruzara el portal, el cual se cerró tras de ella.
No ahí, literalmente, en esa pequeña porción de tierra rodeada por la pantanosa agua. Era tan densa, que casi no se podía distinguir lo que había en las profundidades, dejándose a los más aventurados, puesto que la mayoría llegaba a la isla a través de una barcaza o, si el arcano era benevolente, los traía directo al pie de la pirámide.
Con la punta del pie, rozó la superficie del agua, en aparente calma. Al contacto, la vibración se fue propagando, hasta impactar con otros montículos de tierra y regresar al origen. Sonrió de lado, dirigiéndose a Anthony para despedirse hasta que ingresaran a la etapa crucial.
Dicho esto, adoptó la forma de gaviota ártica y emprendió el vuelo hacia la pirámide dónde antaño acudía con los aspirantes a la habilidad. No le preocupaba lo que él pudiera encontrarse en el laberinto, sino lo que podía aparecerle en las misteriosas aguas del Ateno, que ni siquiera ella había explorado a conciencia.
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Aún a esa distancia, Suluk podía percibir el sufrimiento del muchacho, por el vínculo que poseía entre animagos. Dicha conexión, era aún más sensible con los que recientemente habían descubierto la habilidad, por lo que las emociones del Ryvak se colaban fácilmente a su mente. Al igual que muchos de sus alumnos en sus formas animales, parecía decidido a retar de alguna forma la Arcana, ya fuese a través de su actitud o su comportamiento.
No le molestó a Suluk, al menos, de momento. Estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones.
En su forma humana, podía tomar prestadas algunas de las cualidades de los variados animales en los que se transformaba. En este caso, considerando el peso del tiburón, empleó la fuerza del rinoceronte para poder empujarle con las manos. No tuvo problema alguno, y en cuestión de segundos, Dracony se encontraba de vuelta en su elemento más favorable para el escualo, que era el agua.
Extendió la mano para atrapar la vara de cristal al vuelo, que se había quedado unos pasos atrás. Volvió a apoyarla sobre la húmeda arena, sin importar que el oleaje ocasional mojara sus ropas. Aguardaría la respuesta de su pupilo, ya fuera en su forma de tiburón o humana.
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Tomó la decisión de su alumna más reciente de buena gana. Le agradaba ese tipo de iniciativa, aunque el problema venía después, siendo que la mayoría de sus estudiantes habían sido tímidos, e incluso escépticos respecto a lo que buscaban al acudir a ella. Con una floritura de su varita, convocó dos cuencas de sopa con cuchara, cada una del lado de la mesita que separaba los dos sillones en su estancia. De igual forma, dos tazas de té de frutos rojos, regalo del Ryvak cuando fue su alumno, se posaron a manera de complemento de la comida.Le dio un sorbo a la sopa, cuyo tazón sostenía con una mano. Había dejado la varita sobre el reposabrazos del sofá. Su vista estaba clavada en la pelirroja, pero no era de reproche. A veces, cuando los animagos experimentaban cierta emoción, en sus facciones podía verse un rasgo de su forma animal. Suluk era capaz de saber si la persona poseía la habilidad o no, y desde el momento en que su alumna había entrado, el aura de la animagia se había hecho presente. Su duda no yacía en si podía convertirse o no, sino en el uso que le daría.
Depositó el cuenco de sopa sobre la mesa, y se inclinó sobre el sillón, colocando sus codos sobre las rodillas, atenta a los comentarios de Ela.
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Aún en su forma de pulpo, Suluk sonrió de manera irónica. Si bien, los cefalópodos no lo hacían de forma directa, en sus ojos se podía notar cierta picardía por lo que estaba observando. Anthony les había dado una cátedra de lo que implicaba ser distinto a los demás. Era, en cierta forma, la esencia de un animago, el mostrar que puede pertenecer al reino animal, sin olvidarse que, por encima de todas las cosas, sigue siendo humano.@@Anthony Ryvak Dracony
Dicho esto, se dieron la vuelta y salieron disparados en otra dirección. La arcana creyó que ya había sido suficiente por el momento, por lo que se aproximó a su pupilo, para examinar sus reacciones. Le parecía un mago peculiar, único en su clase, como muchos otros. Compartía muchas cualidades con su entidad animal y, detestaba admitirlo, cierta rebeldía que no era propia de los escualos con los que habitualmente trataba.
Tras darle la indicación a Dracony, comenzó a tomar impulso con sus tentáculos, que gradualmente fueron contrayéndose hacia el interior de su torso, el cual comenzaba a alargarse. Fue sólo cuestión de tiempo, para que el delfín emergiera de dónde, momentos antes, había estado un pulpo. Con la velocidad de esos mamíferos, sería fácil alcanzar la orilla en un periquete. Incluso, podría que la velocidad de su alumno rivalizara con la propia.
Había una variedad de playas a lo largo de Veracruz, por lo que no sería problema encontrar dónde salir. Ya en la orilla, volvió a su forma humana, metiendo las manos arrugadas, debido a la presencia continua en el agua, dentro del ropaje que llevaba. Se giró para esperar al joven y, en cuanto éste salió de entre las olas, retomó la palabra.
De manera breve, recordó que uno de sus alumnos hacía años, se había transformado en un pez globo por la emoción de hacer su prueba. Lamentablemente, no había sobrevivido, debido a que aún le quedaban varios pasos para lanzarse al agua.
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El sonido de la puerta de su jardín, la hizo levantar la mirada. La sopa de verdura se cocía a fuego lento, emanando un calor que rara vez se veía dentro de la estancia de Suluk Akku, puesto que su sistema climático generalmente mantenía la temperatura por debajo de los cero grados centígrados. Desde la cocina, podía observar parte del terreno que Mahoutokoro le había brindado para continuar con sus enseñanzas.Pasó con toda tranquilidad por la sala en su camino hacia el recibidor. Ya ahí, al no escuchar un llamado a la puerta o que pidieran acceso, decidió salir a ver de quién se trataba. Al igual que muchos de los estudiantes más recientes, era una cara nueva para Suluk. Parecía un tanto ensimismada, pues miraba hacia arriba, al tejado.
Consciente de que la visitante tomaría aquello con extrañeza, le dedicó la sonrisa de entrañable abuelita.
Haciendo gala de una velocidad poco común para alguien de su edad, la arcana volvió al marco de la puerta, invitando con la mano a su alumna, para que la acompañara. Los años le habían pasado factura en apariencia, pero podía tener la misma agilidad que una gacela, y la resistencia de un rinoceronte.
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Dejo constancia que tanto Feyre Rhiannon Macnair (Hurón) como Roxanne W. (Mamba negra), han superado de manera exitosa la prueba de Animagia, vinculándose así con el anillo que le corresponde a dicha habilidad.
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Contuvo una risita típica de anciana ante la pregunta de Kaori. Eran pocos los estudiantes que llegaban hasta ese punto, así que le dio el beneficio de responderle la duda.
Desde su punto de vista, desde luego. Detrás de la puerta que correspondía a la habilidad, había un mundo de posibilidades, literalmente. A lo que ella se había enfrentado, prueba que jamás podría contar, ya no podrían enfrentarse otros estudiantes. Tomó el diamante que le ofrecía Cissy y se aproximó a la serpiente que adornaba la estancia, a la que le faltaba el ojo. Con algo de dificultad, logró incrustar el brillante objeto en el orificio del tuerto animal. De sus ojos se emitió un fulgor que dio paso un pequeño movimiento dentro de la pirámide.
Aquella breve explicación, sólo había sido para hacer algo de tiempo. A espaldas de Suluk Akku, el ingreso a la puerta de Animagia se había abierto. De esta puerta, emanaba una especie de neblina, impidiendo ver lo que había del otro lado de la puerta. Se apoyó en la vara, era momento de despedirse. Al menos, hasta que regresaran de su prueba.
Acto seguido, les indicó que pasaran una a una, para que cada quien pudiera enfrentarse a aquel reto personal, como ella solía llamarlo.
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El pulpo observó la escena sin intervenir, en gran parte debido a que deseaba ver cómo se desenvolvía el joven Dracony con su recién descubierta capacidad para transformarse en un escualo. Provisto con su depósito natural de tinta, se dedicó a oscurecer el campo de visión de los curiosos animales que comenzaban a acercarse por la conmoción. La sangre de la pierna del marinero, sin duda había atraído a más de un depredador. No obstante, Anthony se encontraba ya lejos, lo que dejaba a Suluk como responsable de poner a salvo a aquellos pobres diablos.
Utilizó sus ocho extremidades para alcanzar a su alumno, así como a su intrépida amiga tortuga. Los encontró un par de leguas más allá, nadando tranquilamente. Pero podía sentir que se acercaba el peligro.
Se acercaron como los depredadores de sangre fría que eran. Al menos, cuatro tiburones blancos relucían los filosos dientes delante del curioso trío que habían formado los animales acuáticos al agruparse. La razón que los traía ahí, era la sangre que había derramado el herido, la cual podían percibir a kilómetros. Acudían ahí, creyendo que Ryvak era uno de los suyos, y ya se había hecho un festín. Pero pronto se mostraron decepcionados; la presencia de sangre aún era notoria, indicando que el hombre vivía. Se giraron al entonces peliverde.
El barullo, a pesar de ser bajo el agua, comenzaba tensar la situación. Suluk vio la oportunidad perfecta para la segunda lección. Aprovechando su entendimiento con esos animales, que de momento la habían ignorado, al igual que a la tortuga, se situó frente a Dracony, colocándole dos tentáculos sobre las aletas a manera de calmarle.
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Bien conocida era su forma de gaviota ártica entre quienes habían tomado la habilidad antes, siendo fácilmente identificable. Para los que era la primera vez en aquella aventura, podría resultar un ave más. Sobrevoló el pequeño páramo que la escuela de Oriente le había legado, en compensación por sus servicios en el Ateneo en Inglaterra, mientras una esbelta figura se adentraba en su jardín sin premura alguna.¿Quién sería? Suluk no tenía la respuesta inmediata, ni era de su incumbencia. Como Arcana, solía cuestionar a sus estudiantes sobre quiénes eran, pero con el tiempo, se tornó más huraña.
Ingresó por una ventana abierta de la cocineta, donde aún humeaba el té tomado con Anthony Ryvak semanas atrás. Tomó una galleta con el pico, y la engulló a la par que volvía a su forma humana, cuidando de cubrirse con las pieles esquimales que había dejado colgadas del perchero. Buscó entre éstas, para encontrar la gastada varita de sauce enano, de la que provenía gran parte de los poderes que mantenían su casa con el ambiente helado.
Conforme se acercaba a la puerta, ésta iba adoptando la forma de Vara de Cristal, una especie de báculo que solía usar para apoyarse, más que para conjurar magia. Era un ser que no dependía mucho de la varita para realizar la magia, y menos aún, para convertirse en variados animales. Vivía una vida simple, incluso para una arcana; muchos le aplaudían, y otros se lo recriminaban. Simplemente, existía.
Estiró la zurda para permitir el acceso, estando a unos dos metros de distancia, justo en el recibidor. La luz del sol proyectó la silueta de la italiana, cuya piel brillaba casi con tanta intensidad como la del astro rey, a pesar de las tonalidades de su vestimenta. Se aventuró a pensar la razón de su presencia; eran muy pocas las visitas sociales que le eran hechas.
La descripción no excluía a la Arcana, que también era muy conocedora de los entresijos que rodeaban a los seres no mágicos. Los comprendía, naturalmente, menos complicados que los de los magos. Fijó la mirada en el reloj que yacía en una de las mesitas que antecedían a la estancia circular, la sala de estar dónde recibía a los alumnos. Debía ser la alumna de la que le había notificado. Estaba esperándola hacía tiempo.
Sin indicarle que pasara o que le siguiera, Suluk se deslizó, ciertamente confiada en que la aristócrata le siguiera el juego. Golpeando el piso cada tanto con la vara de cristal, se situó detrás de un mullido sillón, expectante. Como en las ocasiones anteriores, no solía pasar mucho tiempo en su hogar, más que el necesario. Una vez más, se arriesgó a formular una pregunta bajo suposiciones.
Un simple juego de palabras que tenía más sentido para ella. Le interesaba saber qué esperaba Lucrezia de ella; era enriquecedora la perspectiva de cada alumno nuevo que le visitaba, cada uno con sus propios intereses para el aprendizaje de la habilidad que transmitía desde que su amado había perecido, dejando vacante el lugar que ahora ocupaba.
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A dónde había ido la Arcana, era nada más y nada menos que el Ateneo de Habilidades, aquel antiguo recinto en el que se celebraron pruebas hasta el estallido de la fatídica guerra que obligó a su pueblo a replegarse de vuelta a Oriente. Caminaba apoyada sobre la vara de cristal, clavándola en la tierra como si quisiera buscar rastro de algo. En los meses que procedieron al abandono, el lugar era deplorable.
Estaba en el centro del laberinto, de pie frente a la imponente pirámide, cuyo interior albergaba una habitación que le recordaba a su pasado. Podía detectar qué tan bien le estaba yendo a sus alumnas, gracias a la presencia de los otros entes animales que les acompañaban, en el caso de Kaori, o de la sensación de regocijo ante el trato humano de Cissy.
Aquellos portales traerían a las dos aspirantes a dónde Suluk; mientras la oriental se deslizaba entre la maleza para evitar ser vista por los otros humanos, el portal se abrió unos metros más adelante, bastante más pequeño que el usado para cruzar en su forma humana, mientras que para la Macnair, aquel medio de transporte fue imprevisto, pues se materializó justo cuando reposó sobre la mesa, con el diamante en la boca.
Desvió la atención de la prueba por unos segundos, para dirigir una mirada tiernecita al hurón que había salido del laberinto que antes cruzaban los aspirantes a la habilidad. Era, en cierto modo, bastante similar a la forma que adoptaba Cissy, razón por la que no había tenido problema para infiltrarse. La mascota le chilló a la Arcana en señal de retribución, y dio grandes saltos para cruzar el portal del que había salido la alumna que lo había suplantado de manera temporal.
Pidió que le acompañaran al interior de la pirámide, cuya entrada se localizaba a un costado de donde estaban de pie. A lo lejos, parecería que la edificación estaba hueca, pero el aura mística aún persistía. La magia ahí conjurada tardaría siglos en desvanecerse. Mientras avanzaban, Suluk intentaba leer los pensamientos de sus alumnas, sin llegar a ser invasiva, para cerciorarse de que estaban en calma. Así debía estar una persona con su lado animal.
Finalmente, llegaron al Salón Circular. La serpiente que decoraba la estrella de cinco puntas se veía gastada, y parecía que le faltaba un ojo. Las puertas que rodeaban la estancia, estaban selladas de tal forma, que parecían fundidas a la piedra arcaica.
Como si estuviera en una aburrida exposición de algún museo, se sentó en el suelo sin más, colocando su vara de cristal sobre las rodillas. Entonces se dirigió a Cissy, a quien le había pedido recuperar cierta joya.
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La arcana aguardaba, expectante, a que sus alumnas llegaran a su encuentro. Tal como predijo, no tendrían dificultad alguna en sortear los obstáculos del laberinto. Si bien, para los cuatro campeones, habían resultado complicados, ellas parecían no haber tenido tanto problema. Lo había observado todo, en su forma de gaviota ártica, sobrevolando los setos, y gracias a su conexión con las criaturas criaturas que les habían atacado.
Sonrió con parsimonia, retornando al lugar en el que había estado de pie. Correspondía entonces, hacerles unas cuantas observaciones, más que críticas, eran comentarios respecto a su actuar para librarse del peligro. Comenzó con la esposa de Aries, que fue la primera en llegar.
Entonces, giró su mirada a Cissy.
Debían continuar. Si bien, los poderes de Suluk eran amplios, no podía mantener la ilusión del año 1995 para siempre. Abrió dos portales a sus espaldas, cada uno, las llevaría de vuelta a su futuro. Es decir, a la época presente. Antes de invitarlas a cruzar, les explicó en qué consistiría su siguiente tarea.
Señaló el que estaba a su izquierda, que correspondía a la Macnair. Del otro lado, podía vislumbrarse de un extenso jardín, sano, por la tonalidad del césped, flanqueado por una casona monumental. En apariencia, pertenecía a alguna familia mágica de Ottery, pero las apariencias podían engañar.
Acto seguido, le comentó a Kaori lo que consistía para su prueba, aunque ya estaba más que claro, que el otro portal le correspondería a ella. Lo que había del otro lado, le resultaría familiar, pues era un ecosistema africano.
Tendría que morderlo, pero aquello supondría una tentación a inyectarle más veneno, que sería interesante analizar. Suspiró, sacando la vara de cristal del pequeño hueco en el suelo en el que la había clavado. La ilusión a sus alrededores comenzaba a tornarse borrosa. Ella haría lo propio para salir de ahí, para poder seguirle la pista a las dos.
Una vez que ambas cruzaron sus portales, la arcana abrió otro portal para regresar a la época actual.- 1
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Se encontró ligeramente sorprendida ante la habilidad del joven de cabello verde para ejecutar clavado. Era evidente, que pocos miembros de la comunidad mágica mostraban interés por ese tipo de actividades que no implicaban el uso de la magia. Apoyándose en su propia varita, se sentó sobre el borde del canal, para poder observar mejor lo que acontecía allá abajo.
No sólo pretendía que su alumno entendiera sobre la transformación de mago a animal, sino de la importancia de esta forma. Muchos animagos en la praxis, solían considerarse superiores a los entes naturales, por el hecho de poder efectuar el cambio de apariencia, pero no era así. Aún en el reino animal, los que lo conformaban los consideraban sus iguales. Hecho, que quedó comprobado para Anthony, en cuanto los delfines acudieron a su rescate.
Aquello fue un comentario más para las notas de la arcana, que para su alumno. Con un movimiento de la vara de cristal, desvaneció aquella sustancia espesa que impedía que su alumno nadara con total normalidad. Los delfines se quedaron a medio camino, impactados por la repentina aparición de la cola de tiburón que salía de las extremidades inferiores del muchacho.
Suluk desvaneció su varita y se lanzó sin más al agua, brazos abiertos como si recibiera a una amiga. En cuanto tocó el agua, usó los ocho tentáculos para desplazarse a donde Anthony, quien estaba a mitad de la transformación. Era el primer intento de muchos, y era limitado el número de personas que se transformaban a la primera y lo mantenían por mucho tiempo.
Poseía el entendimiento con las criaturas, fueran mágicas o no, por lo que cuando el pulpo se giró para dirigirse a los delfines, les pidió que los guiaran hacia la siguiente etapa de la clase. Lo que Suluk tenía planeado, era examinar el grado de dominio de Anthony en su forma humana. Podría ser algo más propio de una prueba final, pero aquello le daría ideas en el camino. Los mamíferos, sin más, salieron disparados como chorros.
Esperando que su alumno le siguiera el paso, el cefalópodo contrajo sus extremidades para impulsarse, mientras le seguía el rastro a los delfines. El punto final del trayecto, sería una pequeña embarcación que comenzaba a hundirse, lo cual presentaba un riesgo para los tripulantes. Uno de ellos, ya flotando en la superficie, se había cortado, por lo que las gotas de sangre comenzaban a esparcirse en el agua.
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Suluk abandonó su lapsus. Por un momento, las memorias de cómo había aprendido a dominar la habilidad, afloraron como los peces en un estanque al notar la comida lanzada por los visitantes, cuando el Ryvak adoptó la posición de flecha que empleaban los deportistas no mágicos cuando se proponían zambullirse al agua.
La avenida, de nombre General Anaya, llegaba a su fin en lo que parecía ser la división del río Coatzacoalcos. El acceso, naturalmente, estaba obstruido por un enrejado que prohibía la entrada a toda persona ajena al tratamiento del cuerpo de agua. La anciana sonrió con ternura, simplemente invocando la Salvaguarda Mágica de forma no verbal, para traspasar el obstáculo como si fuese humano. Esperó a que Anthony le siguiera, o encontrara otra forma de acceder al borde del canal.
Era su perspectiva, desde luego. Había personas que la dominaban simplemente con desear convertirse en el animal, pero al inicio nunca era tan simple, por más versada que fuera la persona. Lo poco o mucho que le había contado su alumno acerca de su experiencia con el agua, le era de utilidad al plantear las pruebas que debía superar, de cara a que se transformara.
Mientras su alumno se preparaba, ella empleó su magia de forma no verbal, para hechizar el agua. Si de por sí, ésta estaba contaminada por las extracciones de hidrocarburos, en cuanto Anthony se sumergiera, se encontraría con una sustancia muy distinta del líquido vital. Más viscosa y espesa, que le impediría moverse mucho. Algo así como una gelatina.
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La situación con Kaori le pareció curiosa. Quizá se debía al hecho de que era la primer estudiante que acudía a su clase en condición de embarazo. Si bien, aquello serviría como punto de partida para clases futuras, notaba que la oriental no se veía muy convencida de lograrlo, a pesar de que Suluk pensaba lo contrario.
Después de todo, no era la prueba de Animagia para convertirse en Arcano, aquella que el amado de Suluk había realizado, y fracaso, lo cual le había conducido a una inevitable muerte. Al ver que no había más comentarios por el momento, decidió continuar con su planteamiento.
Abrió un portal a sus espaldas, indicándole a Kaori y Cissy que ingresaran con ella. Sonreía como una abuelita que ve crecer a sus nietos, por lo que no tenía duda de que se desenvolverían sin problemas en lo que tenía planeado para ellas. Le daba la oportunidad a la oriental de unirse a la prueba, pero tampoco la reprocharía si decidía alcanzarlas después. Dejaron atrás a la manada de lobos-humanos, para adentrarse en la oscuridad del Fulgura Nox.
Finalmente, la Arcana de Animagia presidió la salida de la brecha, extendiendo ambos brazos al percatarse de que habían llegado al destino que deseaba. Ese espacio, sin embargo, era reducido. Un jardín bastante cuidado, pero con la peculiaridad de que estaba rodeado por una serie de gradas de madera. El final del túnel, que era dónde se había materializado el portal, pasaba desapercibido debido a los tres postes de gran elevación, cada uno con un aro en la punta.
Ante la mirada de desconcierto de sus dos alumnas, pues los espectadores en sus asientos no parecían haberse inmutado ante la aparición de tres personas en medio del campo de quidditch, Suluk les pidió que acudieran a su encuentro, ahí en la entrada del fatídico laberinto que llevaba a la copa del Torneo.
Conservaba su varita en su forma cristalina, por lo que la sostuvo con ambas manos, lista para echar a andar. Ahí comenzaría la primera etapa de la prueba.
Les tendió un mapa a cada una, como acto de buena fe. No pretendía que llegaran a dónde la copa, sino a uno de los descansos del laberinto, en el que ella se encontraría para llevarlas a la siguiente prueba. A partir de la entrada, cada una debía seguir un camino recto, aparentemente despejado, de un kilómetro aproximadamente. Después de ello, los cuatro senderos se intersectarían en un solo camino de unos diez metros que desembocaba en el punto mencionado por la Arcana, marcado por una equis.
Comenzó a caminar con tranquilidad hacia el acceso en el centro del seto. Se giró para contemplar a sus alumnas una última vez, y se desapareció hacia el punto que les había indicado.- 1
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Suluk Akku observó la escena con suma tranquilidad, confiada en que sus alumnas lograrían el entendimiento con la manada. Así había sido; en vez de seguir corriendo o de sucumbir al más primitivo instinto animal, que era el de defenderse de lo desconocido, habían intentado razonar con los lobos. Estos habían rodeado el área que comprendía el árbol en el que la arcana y Kaori estaban trepadas, así como el espacio en el que el hurón en que se había convertido Cissy había hecho presencia.
<< La arcana de Animagia nos ha contado sobre ustedes. >> comentó el alfa, girando su hocico hacia la aludida, quien simplemente respondió con una risita de ternura. <<No éramos tan diferentes a ustedes en un principio. Muchas personas, antes de ustedes, han buscado el equilibrio entre lo animal y lo mundano. Es una creencia válida, aunque para alguien que ha estado viviendo como un animal, suele ser difícil recordarlo. >>
Casi como si estuvieran sincronizados, los lobos se colocaron a dos patas, gradualmente adoptando una forma humana. Mujeres y hombres que también eran animagos, cada uno provisto por una túnica de pieles esquimales, justo como las que Suluk vestía mientras no estaba dictando cátedra de Animagia. La anciana se plantó en el centro que rodeaba la manada.
En cuanto lo hicieron, decidió dar una vuelta en torno a sus aspirantes, con el solo objetivo de mirarlas bien antes de realizar su comentario. En cuanto volvió a la posición inicial, dio un gruñido de aceptación, y entrelazó sus manos sobre la espalda, encorvándose un poco para poder hablarle a sus alumnas. Cuando lo hizo, fue con una voz más pausada, seria, pero con ese toque familiar que tanto le caracterizaba.
Sacó su varita de entre los pliegues de la túnica, invocándola en su forma de vara de cristal, para así apoyarse sobre ésta.
Normalmente, era ella quien decidía quiénes podían presentarse a la prueba o no, pero en este caso, estaba en ellas el expresarle cómo se sentían al respecto. Desde su punto de vista, había suficiente progreso para determinar si podían ser afines de forma permanente a la Animagia, pero quería una respuesta de su parte, pues no deseaba presionarlas.
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Escuchó con atención la historia de Dracony. Parecía creíble. Normalmente los justificantes de por qué habían venido a buscar su consejo en cuanto al aprendizaje de Animagia, estaban basados en simplemente saber si podían ser tal o cual animal, sin mucho trasfondo. Anthony se sumaba a la lista de sus últimos estudiantes, que realmente tenían una verdadera intención de conocer todos los aspectos que englobaba la habilidad que ella enseñaba.
Extendió su mano hacia el jovencito de cabello verdoso, como si quisiera tocarle el rostro, pero no lo hizo. Intentaba descifrar el aura que emanaba de sus palabras, así como de su presencia. Tenía una especie de ¿don? que le permitía saber en qué ente se convertirían sus alumnos. No se les mencionaba, desde luego, aunque muchas veces, los que se presentaban ante ella, ya habían experimentado la transformación, aunque fuera de forma accidental.
Veía a un tiburón blanco rodeando la esencia de Anthony.
Aunque eso último había sido más para ella, que para su estudiante. Carraspeó, irguiendo la espalda, dejando de lado la apariencia de venerable ancianita. Le había llamado la atención el hecho de que estuviera ante ella, otro animago de la rama acuática. Según recordaba, no eran raros, pero en años recientes, pocos eran los que vagaban por el Reino Unido. Aún con su varita en mano, convocó un portal a través de los poderes del Druida, invitando al joven a que la siguiera.
Del otro lado, salieron al Malecón de Coatzacoalcos, en el estado de Veracruz. Desde donde estaban, podían apreciar el río que llevaba el mismo nombre que la población, aunque era un poco distinto de la realidad, pues estaba contaminado con las emisiones que realizaba una refinería no muy lejos de allí. Suluk Akku había empleado sus otros poderes para llevar al estudiante a un espacio alternativo a la realidad, donde podía practicar su transformación.
Si bien, eran preguntas en apariencia triviales, le ayudaban a la arcana a establecer un punto de partida, en un afán de entender la relación entre el animal de Anthony, y algunos aspectos de su persona.
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A la Arcana le sorprendió que el recién llegado conociera su nombre. Era demasiado joven, como para conocer de su raza, pero también recordó que, durante años, había atendido a un sinnúmero de estudiantes, por lo que quizá a Anthony Ryvak Dracony le habrían contado de lo que ella hacía en ese lugar. Dejó ir una risita tras sus arrugados labios.
Invocó la Vara de Cristal, logrando que apareciese la cabeza de Amarok en la punta, para poder levantarse, mientras su visitante depositaba lo que parecían ser obsequios para ella. No le gustaba que le endulzaran los oídos o los ojos, aquello le daba razones de sobra para desconfiar. Sin pronunciar palabra alguna, el set de té levitó desde la cocina y se posó sobre la mesa. Una considerable cantidad del té de frutos rojos se vertía dentro de la tetera, mientras ésta comenzaba a servir en las tazas.
Bajó los párpados y fijó la mirada en el suelo mientras comenzaba a rodear la estancia, como un depredador pasivo, pero no estaba decidida a atacar al mago, simplemente el caminar le facilitaba lidiar con la maraña de recuerdos que había evocado para poder darle respuesta a la peculiar interrogante que le habían hecho.
No se estaba pavoneando de su habilidad, trabajos así ya los efectuaban los Uzza. Vino a su mente la fatídica tormenta de nieve en la que la habían abandonado, de cómo había aprendido a cazar y a pasar la noche, para finalmente emerger victoriosa.
Se detuvo, al fin, de frente al muchacho de cabello verdoso, mientras el roce de sus pieles esquimales sobre el suelo, por fin cesó, emitiendo un suave sonido, como el de la seda al deslizarse sobre el mármol. Apoyada sobre su vara de cristal, como si fuese un cayado, Suluk Akku aguardó a que el joven emitiera alguna respuesta.
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Sobrevoló las copas de los árboles, con la tranquilidad de que sus dos pupilas lograrían cumplir con el propósito que las había traído a la tundra. Mientras la manada de lobos acechaba y comenzaba a rodear a Kaori y Cissy, la gaviota ártica se posó sobre una ramita, a varios metros de distancia de dónde se habían concentrado sus estudiantes y sus atacantes.
Si bien, graznaba mientras se encontraba en esa forma, su voz podría ser perfectamente entendida tanto por ellas, como por los lobos de la manada. Era un vínculo que había forjado con el tiempo: la comunión con cualquier criatura, así como la interpretación de sus emociones, aún sin requerir del uso de Legilimancia. Tomó impulso y saltó hacia otra rama, pero esta vez adoptó la forma de un mono araña, asiéndose con sus largos brazos para descender por el tronco.
Aprovechando la discreción de la sombra que proyectaba dicho árbol, se transformó en uno de los lobos que suponía debían dar persecución. Pero no cualquier lobo, sino que decidió adoptar la identidad del alfa, quien determinaba lo que la manada debía hacer. El alfa original, si bien estaba presente, había aceptado a cederle su forma, mientras durara el ejercicio.
Echó a correr, como cualquier otro miembro de la manada, uniéndose al ataque. Resultó ser aquel que estaba acechando a Kaori, intentando llegar hacia ella a través de mordidas al aire. Reposó un momento, para después apoyarse a cuatro patas sobre la madera. Incrustó las garras que hizo salir de sus patas, como si fueran apoyos, y finalmente logró subir hasta la rama donde la mamba negra se encontraba en posición de ataque.
Comenzó a olfatear a su alrededor, en busca del hurón en el que se había convertido Cissy. Era evidente que ni siquiera con sus sentidos mejorados, podía detectar a su escurridiza alumna, y era un gran avance, considerando que hacía unos momentos, estaba insegura en cuando a cómo activar su transformación. Esperaba que, de esa forma, lograra desenvolverse sin problema alguno.
A su memoria, vinieron imágenes de cuándo se había convertido en una hormiga y había vivido en una de esas colonias subterráneas, lejos de los ojos curiosos. Toda hormiga debía cumplir una función; era una jerarquía interesante, que no siempre funcionaba cuando se quería aplicar en el mundo exterior. Volvió la vista hacia la oriental, entornando los enormes ojos marrones, rodeados por una fina línea de pelaje plateado, que la distinguía como alfa.
En cuanto puso sus pies sobre el suelo, ya había vuelto a su forma humana, la de Suluk Akku. Los lobos en las proximidades no se inmutaron ante ello, es más, era casi como si la Arcana de Animagia fuera invisible ante sus ojos. Pero los lobos y ella tenían una conexión, que los hacía comprender que debían continuar con las indicaciones de ésta.
Sonrió como ancianita, satisfecha de que la Macnair hubiese logrado la transformación. Ahora quedaba encontrar otras formas de propiciarla, sin necesidad de que fuera bajo situaciones de estrés.
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Reposaba inerte sobre la mecedora de la sala de estar, con el crepitar la hoguera como única compañía. También Suluk Akku descansaba, comía y vivía, como cualquier otro ser humano en el planeta. Tras sus últimos viajes, había decidido regresar a su casita, con la elegante forma de iglú, para poder tomarse un respiro. Sus sueños, le llevaron a proyectar su consciencia en un plano astral, el mundo de los sueños, que era enteramente de su creador.
Corría por encima de la gruesa capa de hielo, en dirección a la luces que alcanzaban a distinguirse a varios kilómetros de distancia. La tormenta de nieve aumentó, y redujo la visibilidad, por lo que la arcana tuvo que transformarse en un oso polar, para poder lidiar con el frío invernal de Alaska. A cuatro patas, emprendió el recorrido, esperando llegar antes del alba.
Pero no fue así.
Un quiebre en el hielo, ocasionó que el oso polar descendiera hacia las heladas aguas que rodeaban Port Heiden. Si bien, esa especie estaba diseñada para resistir dichas temperaturas, el frío le caló los huesos, como si su transformación fuera un mero adorno físico. Intentó transformarse en un pez, o un pingüino, pero no lo logró. En su lugar, volvió a su forma humana, hundiéndose poco a poco en la penumbra del océano.
Suluk Akku despertó de golpe. Llamaban a la puerta.
Con varita en mano, realizó una floritura para que el acceso le fuera otorgado a quién le estaba buscando. Si era una visita social o académica, eso lo determinaría el visitante mismo. Se incorporó sobre la silla, para poder vislumbrar mejor al recién llegado, en cuando éste cruzara hacia la salita.
Y era una ironía que dijera eso, considerando que vivía en un iglú, cuyo material confería aún menos calor que muchas construcciones. En esos momentos, agradecía su conocimiento de la meteorología para regular la temperatura de su hogar.
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Suluk hablaba con cierta nostalgia, pero después de haber visto las consecuencias del cambio climático, propiciado por los no mágicos, en sus similares animales, creía firmemente en que debían ser conscientes del daño hecho. Y no sólo los muggles, hasta la comunidad mágica debía interesarse por el bienestar de los animales, fueran criaturas mágicas o no, pues todos formaban parte de una cadena de equilibrio. Tras de ella, el portal se cerró sin más; no tenía planeado volver a su vivienda pronto, al menos, hasta que acabara de dictar la clase actual.
Depositó el pescado que se había llevado como bocadillo cerca de su persona, extendiendo la mano libre hacia el reptil cuya lengua bífida aparecía cada cierto tiempo. Su dominio de la Animagia, le permitía serenar cualquier criatura, fuera un animago o no, por lo que aprovechó para transmitirle la misma tranquilidad a la oriental, evitando así una posible mordida. Así pues, deslizó sus dedos índice y medio, alrededor del vientre de la mamba negra, como si buscara un indicio del bebé.
Se incorporó, esbozando una sonrisa serena, como de una abuela que aguarda el momento en que le presenten a sus nietos.
Cerró los ojos, dejando que la gélida tundra inundara sus sentidos. Podía sentir la nieve alrededor de sus extremidades inferiores, así como la sentía en el monte más allá de donde se encontraban. La vegetación que encontraba la forma de florecer tras un periodo invernal, así como todas las formas de vida que invadían el lugar. Una parte fundamental de dominar la animagia, era estar en armonía mental, así la situación exigiera un continuo estrés.
Se giró en torno a Cissy, quien seguramente debía haber sentido que esperó una eternidad.
<<Comiencen ahora>>, susurró, encogiéndose poco a poco hasta adoptar la forma de la gaviota ártica que tanto gustaba de emplear. Recogió el pescado con el pico y echó a volar, esperando que sus alumnas no tuvieran problemas para llevar a cabo la actividad que tenía planeada para que ambas pudieran pulir sus transformaciones.
Si bien, no estaban en una prueba propiamente dicha, la Arcana podía comunicarse con sus alumnas de forma remota, a través de su esencia animal, por lo que estaría disponible para ellas si llegaban a surgirles más dudas acerca de lo que debían hacer. Aprovechando esa conexión, que no sólo se limitaba a los seres mágicos, ordenó a la manada de lobos árticos, merodeando cerca de ahí, que también se encargaran de perseguir a sus dos alumnas.
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Mientras Kaori relataba su experiencia con la comunidad de serpientes, Suluk miró a Cissy con el rabillo del ojo. El nerviosismo parecía transmitirse de su persona hacia los alrededores. No encontraba cómo, pero debía hacerle saber que no pasaba nada, y que estaba bien si la persona no se sentía segura de sí misma al inicio. Todos sus estudiantes, o al menos, los que recordaba, habían pasado por algo similar.
Escuchó con atención las experiencias que había tenido la Macnair respecto a la Animagia. Dejó ir una risita en cuanto hizo mención a otra habilidad que causaba modificaciones en el cuerpo; no por burla, sino porque era totalmente comprensible. Eran contados los casos de animagos que descubrían que lo eran a través de una situación que propiciara las transformaciones. Cruzó ambos brazos por delante de su cintura, reclinándose sobre su asiento.
No era una crítica ni mucho menos, pero le parecía curioso, puesto que creía firmemente en que cada ser tenía dos naturalezas que estaban en constante choque; una de ellas, justamente en forma de criatura. Se levantó de su asiento y comenzó a dar vueltas en torno a sus estudiantes, como serpiente que acecha a sus presas. Ante la posible mirada de extrañeza, se detuvo al fin, al pie de su asiento.
Sin previo aviso, y con un latigazo de su varita, resquebrajó la tela espacio-tiempo, formando un portal en medio de la estancia, lo suficientemente amplio para que las tres mujeres pudieran cruzar al mismo tiempo sin problema. Sonrió como dulce ancianilla que ha sido capturada con las manos en la masa, mientras que se aproximó a tomar el pescado que momentos antes se había propuesto a pelar.
Del otro lado del agujero espacio-temporal, si bien, la imagen era difusa, podía apreciarse de primera vista un páramo helado. Una tundra alpina, con pequeños arbustos y pastizales que coronaban el área, y un riachuelo que iba hasta donde alcanzaba la vista. En cuanto lo cruzaran, se darían una mejor idea del panorama helado.
Dicho esto, hizo lo propio para cruzar el medio de transporte y salir del otro lado.
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Estaba a punto de responderle a la Macnair, cuando un portal se materializó en la estancia que compartían Arcana y pupila. De éste, salió su otra estudiante, Kaori, a quién había enviado a familiarizarse con sus semejantes, y de quien casi se olvida por descuido. Dejó de pelar el salmón, dirigiendo su mirada hacia la oriental, con una risita característica de una anciana que ha pasado un buen rato con sus nietos.
Dejó el pescado sobre una bandejita cercana a la hoguera. Sacó de entre sus pieles la elástica varita de sauce enano, la cual empleó para convocar un servicio de té y galletas hacia la recién llegada, pues Cissy ya se había servido, haciendo hincapié en que debía seguir con sus hábitos de cuidado durante el embarazo. Así pues, retomó su atención con la muchacha Macnair.
Podía escrutar con la mirada a su alumna y obtener la respuesta a través de Legilimancia, pero no era fanática de invadir la privacidad de sus alumnos. Podía notar en sus ojos, que estaba un tanto insegura. Y podía entenderla; cuando ella hizo sus pruebas para convertirse en la Arcana de animagia, tampoco estaba muy segura de sobrevivir, y peor aún, de vivir, pues eso implicaba el fallar dicho reto.
Suluk tenía ante ella, a dos practicantes que ya habían tenido contacto de alguna manera con la habilidad, por lo que quizá no le sería tan difícil llevar a buen puerto su aprendizaje de dicha magia. Con una floritura de su varita, hizo que la antena que controlaba el clima dentro de su morada, deshiciera el frío invernal y diera paso a un templado más propio de los bosques en la Costa Este de Estados Unidos.
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La gaviota ártica sobrevolaba un estero que poco a poco comenzaba a deshielar el frío de la época anterior. No buscaba alimento, sino visualizar el paisaje cambiante.
La naturaleza era bella bajo ese concepto: Estaba en una transformación constante.
Pero Suluk, lamentablemente, debía interrumpir aquella vista, para retomar sus labores como Arcano. Así pues, el ave emprendió el vuelo de regreso a donde su entidad humana solía pasar sus días.
Apenas se encontró sobrevolando el lugar, descendió al jardín de su morada, ingresando sin mucha premura por un acceso desconocido para muchos; los muros se reacomodaron, formando un arco de entrada a la cocina. Escuchó ruido del otro lado, por la puerta y el espacio donde yacía la fogata.
-Adelante, adelante, señorita. - apremió a la joven a aproximarse, avanzando con tranquilidad, con el apoyo de sus pies descalzos sobre el helado suelo-. No vayas a congelarte ahí.
Tomó asiento a un costado de las llamas, reconfortándose por el calor que emitían, a pesar de llevar el abrigo de oso polar sobre las cálidas ropas de piel de venado. Se le daban bien los hechizos del clima, por eso se la estaba pasando de perlas.
-¡Pero hazme compañía aquí! Y, cuéntame, ¿cuál es el propósito de esta visita?
Entre las manos, Suluk Akku tenía un pescado, probablemente un pequeño salmón capturado en el Yukón. Deslizaba sus dedos por la cubierta escamosa, pero de repente comenzó a pelarlo con sus propias manos. Así había aprendido con su tribu en Groenlandia.
Su alimento no era una mera distracción de mas palabras de su pupila, ni mucho menos, simplemente tenía hambre. La memoria le fallaba en ese momento, por lo sus oídos estaban atentos por si resultaba que ya había tenido a la joven en su clase con anterioridad.
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Suluk miró a la bruja, no necesitaba usar la Legilimancia para saberlo. Desde que había aceptado enseñar sobre la Animagia toda visita que tenia eran de pupilos a la habilidad, ¿ningún ex alumno se acordaba de ella? La respuesta era clara, no.
-Bueno querida, no he tenido nunca una alumna embarazada- le explicó sirviéndose más té -pero el bebé está protegido con la magia que tiene al ser un niño mago por lo que creo que no tengas problemas en la transformación- le explicó.
-Los niños tienen magia que muchos magos adultos no entienden- siguio relatando -por lo que ellos protegen a su madre que los lleva dentro...el amor o vínculo qye los une solo ellos los entienden- en aquél momento Suluk parecía una abuela enseñando a su hija que una Arcana.
Sus mascotas de acercaron a ambas féminas pero más a Kaori, olisquearon el vientre de la bruja y se retiraron a ambos costados de Suluk quién con su vara de Cristal invocó dos cuencos con agua y comida para sus amigos.
-Dices que quieres perfeccionar tu animal interior ¿no?- le preguntó dejando a un lado su taza de té -porque no me nuestras lo que puedes hacer para ayudarte mejor- le pidio con su Vara de Cristal en alto creando un portal para la Delacour.
-Ve a tu habitad y enseñame como convives con tus pares- le pidió.
Mientras tanto Suluk se preparaba para hacer la prueba del joven pupilo que se había marchado a descansar, había demostrado al fin dominar su Leopardo pero ¿seria suficiente para lo que el portal de las cinco puntas le presentará? Solo el lo decidiría y eso a Suluk la tenia expectante.
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Dejo constancia que el alumno @@Edmund Browsler no ha logrado vincularse al Anillo de Animagia.
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- Sabía que lo lograrías aunque tenemos suerte que los cazadores no sean humanos reales - Suluk estaba complacida con lo realizado por Edmund y no podía evitar darle a conocer su opinión. Su personalidad era bastante conocida por todos y ella odiaba guardarse las cosas que otros no dirían pero que ella sí. La anciana hizo un pequeño movimiento con su mano para hacer aparecer su Vara de Cristal, necesaria para dar inicio a la prueba de la Animagia.
- Continuemos con la prueba entonces - Suluk no tenía mucho más que agregar. La arcana se acercó a la Estrella de las Cinco Puntas y tomó uno de los anillos del aspirante para luego entregarlo a su aprendiz - Este anillo siempre lo debes llevar contigo de ahora en adelante. Tiene muchas funciones pero por ahora lo utilizarás para comunicarte conmigo durante la prueba - Browsler debía ponerlo en su mano antes de ingresar al portal.
- La prueba será muy complicada así que si deseas abandonarla en algún momento, solo deberás tocar el anillo y yo te podré sacar - La mujer hizo una leve pausa - Solo debes tener en cuenta que el portal solo te permite ingresar una vez así que si abandonas la prueba, jamás podrás ingresar para completarla - El costo de abandonar era muy alto dado que nunca podría demostrar su habilidad y tendría que soportar el ser considerado como un aprendiz para toda la vida.
- Por último, será el anillo que te identifique como animago una vez hayas terminado la prueba. El mismo cambiará su forma y te permitirá demostrar que eres animago - La anciana movió su Vara de Cristal para activar la puerta de la Animagia. La puerta estaba lista para el ingreso de Edmund y para ponerle a prueba - Es hora de entrar. El portal te pondrá a prueba llevándote al pasado o jugando con tu forma física - Edmund tendría que tener mucho cuidado con sus acciones para no morir en el intento.
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-Joven Browsler vaya y descanse entonces- le dijo Suluk despachando así a su pupilo a descansar -necesitará toda su fuerza para la prueba-.
Una vez comenzada la prueba no habría marcha atrás, debía seguir y ver si lograba vincularse o prefería no correr riesgo y darse media vuelta y volver a su casa. Decidiera lo que decidiera Suluk estaría a su lado para saber la respuesta.
Suluk quedó sola cuando Edmund se marchó, la joven a la que llamó "Kaori" pasó y tomó asiento, la animaga observó el vientre abultado de la joven y se sorprendió que quisiera intentar la habilidad en ese estado, nunca entendería a los magos arriesgando asi el fruto de su vientre solo para controlar su animal interior.
-¿Té querida?- le preguntó sacando el agua del fuego para servir el té en dos tazas de boca grande.
Suluk bebió un par de sorbos para calentar su cuerpo, el té de hierbas le relajaba siempre que pasaba todo el día enseñando sobre la animagia y esa vez no sería la excepción.
-Dime querida, no me has dicho que te trae aquí- le volvió a preguntar bebiendo otro sorbo de su té humeante.
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Un nuevo alumno había logrado finalizar sus estudios sobre Animagia, pero aún no había obtenido su anillo. Edmund tendría que enfrentar la prueba dentro de la Gran Pirámide en cuyo interior se encontraba el Portal de las Siete Puertas, el cual se abriría y se mantendría estático tan pronto Suluk activara la magia del lugar y le entregara el anillo del aspirante - Todo está listo - Susurró, tendría que ubicar cada una de las pruebas en la isla para que su alumno pudiera atravesar todo y lograr llegar hasta la Gran Pirámide. Su collar también tenía preparadas algunas sorpresas que dejaría en el camino.
La arcana adoptó la forma de una gaviota ártica para atravesar desde su casa hasta la parte más externa de la Isla en donde ubicaría el primero de los obstáculos para el Browsler. Su vuelo era bastante natural y no parecía que fuera una bruja convertida en animal, era una de sus actividades favoritas y quizás por eso era su transformación más común - Ya tengo una idea - Su mente seguía pensando mucho en lo que pondría en la isla para que el Browsler pudiera demostrar sus conocimientos, el primer obstáculo debía ser el más complicado y lo había pensado muy bien.
Aterrizó con mucha gracia e inmediatamente invocó su Vara de Cristal de 2 metros de altura y que terminaba con la cabeza de Amarok, el Espíritu del Gran Lobo. Su color blanco azulado y brillante generaba destellos muy bellos, al igual que los que generaba su collar al capturar gemas - Espero que me ayudes - Pensó, el Gran Lobo era el encargado de producir los hechizos que generarían los obstáculos, así que necesitaba mucho de él para que todo quedara perfecto y tal como lo deseaba. Aunque siempre había estado a su lado par ayudarle.
-Hielo - Su Vara de Cristal comenzó a lanzar muchos destellos, poco a poco fue formando una barrera de hielo muy grande. Edmund tendría que buscar la manera más adecuada para lograr acceder al otro lado de la misma. No obstante, era tan gruesa que no bastaría con golpearla para romperla, tendría que pensar en algo mucho más creativo, dado que su forma animal le impedía volar. Satisfecha con su labor nuevamente adoptó la figura de una gaviota y comenzó a volar por encima de la Isla. Ella podía hacerlo dado que había demostrado sus conocimientos en la prueba para ser Arcana, solo los aspirantes tenían que pasar por los obstáculos y necesitaban una invitación para acceder al laberinto natural formado por árboles.
El primer obstáculo estaba listo y el momento de avanzar había llegado, la anciana se encontraba en el aire en busca del lugar más apropiado para el siguiente. Suluk había adoptado nuevamente su forma humana, estaba muy agradecida al no tener que caminar para atravesar el laberinto . Lo tenía muy bien planeado y deseaba que fuera tal como se lo había imaginado.
-Cazadores- su Vara de Cristal apareció nuevamente en su mano y destellos salieron de él para que una docena de figuras masculinas aparecieran dispersas por el laberinto que estaba del otro lado de la barrera de hielo.
El laberinto solo podría ser cruzado como Leopardo y tendría que recorrerse por completo para poder llegar a la Gran Pirámide, Edmund no podría utilizar su forma humana para crear huecos que le permitirían avanzar mucho más rápido.
- Eso es todo- Nuevamente tomó la forma de una gaviota ártica y comenzó a volar en busca del lugar en el que se encontraba el Portal de las Sietes Puertas, allí esperaría a Edmund.
La Gran Pirámide era muy vieja y guardaba una magia demasiado antigua y poderosa. Su puerta solo permitía acceso a los arcanos, sus anillos guardaban tanta magia que les permitía abrir la puerta con solo tocarlo. Suluk tocó el anillo con uno de sus dedos y observó atentamente el movimiento de la misma. En el interior se ubicaba la estrella de las cinco puntas. Había pasado el tiempo suficiente para que el Browsler pudiera pasar los obstáculos y así fue - Bienvenido -
- Sé que ya aceptaste la prueba, pero hay algo que debo preguntar de nuevo. ¿Estás preparado para realizar la prueba de la Animagia? Debes haber leído los siguientes documentos: El Portal de las Siete Puertas y Breves apuntes sobre las Pruebas de las Habilidades y sabes que la prueba no será fácil - La arcana hizo una leve pausa - Si tu respuesta es afirmativa, podré entregarte el anillo del aspirante y la Prueba se activará. Solo recuerda que una vez haya empezado la prueba, no puedes abandonar el portal hasta terminar la prueba - La arcana tenía que asegurar que el joven entendiera todos los peligros de la misma para que pudiera tomar la mejor decisión.
- De todas formas, si tienes dudas es mejor que las hagas ahora- La arcana dejó de hablar para escuchar la respuesta de su aprendiz, dependiendo de ella le entregaría el anillo del aspirante .
@@Edmund Browsler
Animagia
en Mahoutokoro
Publicado
Rememoró brevemente la etapa terminal de su amado, el anterior Arcano de Animagia. En los ojos de la esquimal, que parecían los de un felino si uno se fijaba mejor, podía observarse la melancolía. Ella había aprendido a transformarse a la fuerza, por así decirlo, un instinto de supervivencia que la había guiado gran parte de su vida, hasta que encontró la verdadera razón por la que se transformaba.
Aguardó a que su invitada terminara la sopa, así como su bebida, para invitarla a levantarse.
Una vez cruzado el portal y que éste se esfumara tras un estallido, se encontraron en un pequeño pedazo de hielo suspendido sobre el gélido mar de Groenlandia. Seguramente un fragmento de algún iceberg que se había desprendido, víctima del calentamiento global. La arcana guardó las manos entre el ropaje para mantener la temperatura, aunque no era del todo necesario, dado que podía modificar su grasa corporal a voluntad, para equipararla a la de un oso polar.
Dio un ligero pisotón a la estructura de hielo sobre la que se encontraban. Era gruesa, pero no resistiría el peso de ambas, por muy delgadas que pudieran ser. Debían abandonar pronto ese pedazo de hielo.
Sosteniendo su varita y extendiendo ambos brazos, se dejó ir de espaldas hacia el agua. No se escuchó el chapuzón; en su lugar, una elegante gaviota ártica emprendió el vuelo, aleteando a una altura razonable de donde la pelirroja se había quedado. La idea era llegar al pequeño puerto de Qaanaaq, dónde visitarían a un viejo conocido.
Aún en su forma animal, era capaz de comunicarse con sus alumnos, esto a través del vínculo que los unía: la habilidad misma.
@@Ela Karoline
~ ~ ~
Su varita volvió a la forma habitual que solía mostrar cuando salía a campo abierto. La modesta varita de sauce enano reposó entre sus falanges un par de segundos, los suficientes para invocar el servicio de té para su invitada, antes de guardarla entre su ropaje esquimal. La tabla de arce levitó desde la cocina hasta reposarse sobre la mesita que separaba a Lucrezia de Suluk, quien había pasado a sentarse sobre el reposabrazos del sofá.
Apreció lo directa que resultó la italiana en cuanto a la razón que la traía ahí. Pocos de sus estudiantes eran honestos al respecto; no le importaba que le mintieran, ella sólo podía interceder si lo veía necesario, pero lo que más le interesaba era que no se mintieran a ellos mismos. Mientras la rubia relataba el sueño, Suluk se dejó invadir por la esencia que su persona transmitía. Años de enseñar a canalizar aquella habilidad le habían otorgado, por decirlo así, una especie de precognición cuando se trataba de determinar si la persona en cuestión podía ser animaga o no. La Médici, naturalmente, no mentía.
Se inclinó para poder tomar una de las tazas que hacían el par, cuya agua se había mantenido caliente debido al sistema de calefacción de su propio hogar, así como unas cuantas hojitas de menta del cajón de infusiones que acompañaba el servicio. Mientras depositaba la esencia en el recipiente, giró su mirada de vuelta a Lucrezia.
Hizo una pausa para darle un sorbo al té de menta.
Suluk estaba lista para emprender un viaje al pasado, si era necesario para su estudiante. Su preludio a la transformación resultaba intrigante, sin duda, pero si querían salir de especulaciones, lo mejor era comenzar a analizar qué factores desencadenarían su cambio a la forma animal.
@@Lucrezia Di Medici