Pintaba para ser otro día austero de emociones, así que salí de las instalaciones del colegio para ir en busca de ellas. Decidí ir al famoso Callejón Diagón, esperando llenarme los bolsillos con bocadillos y algunas cosas mas que necesitaba comprar para mis tres madres, dado que planeaba ir a vistarles muy pronto.
Todo iba normal hasta que miré a un mago estacionar una increíble motocicleta frente a un local, al cual entró inmediatamente. Me acerqué, muy tentado a subirme para probar sus amortiguadores y sistema de suspensión, pero no quería causar ningún alboroto haciendo pensar a la gente que quería llevármela.
Tras un momento el dueño volvió a salir, pillándome en cuclillas y examinando el motor desde la acera.
—¿Qué? ¿Es en serio? —el mago me había saludado y quitado de la pena me había ofrecido un viaje en la motocicleta. Seguro estaba chiflado, pero no tenía intenciones de decírselo. Por otra parte ¿no demostraría yo una locura mas grande si aceptaba? —Si no es una broma, acepto!
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