Edna Moolier
Sentada en una de las secciones del entramado que conformaba la trastienda se encontraba Edna. Ya había limpiado cada área que ocupaban los animales y les había alimentado. Entre sus obligaciones contaba el de velar por el recinto, así como atender las ventas que se realizaban, durante su turno.
El tiempo parecía pasar sin prisa y ella ya lucía algo cansaba. Había tenido que cambiar su delantal varias veces por culpa de algunos animales. Los monos habían decidido hacer fiesta y volcar la comida que instantes antes les había servido Edna, salpicando la impoluta tela que le protegía. El uniforme que usaban en el concilio era una túnica azul, pero con tantos accidentes vividos, la chica había decidido protegerlo, usando en algunas ocasiones esos mandiles.
Dos nuevas clientes ya se encontraban llenando los formularios necesarios para validar las compras y Edna se acercó cuando vio que ya habían terminado. Se dirigió a la más próxima y tomó los pergaminos para revisar que todo estuviera en orden.
- Señorita Galedra, sólo puedo despacharle los cocodrilos, porque éste vale que presenta aún no es canjeable. Pronto abriremos un stand en el exterior para que pueda canjear su premio. Esté atenta, que será en un abrir y cerrar de ojos - le confirmó, devolviendo el vale.- Venta correcta, gracias por visitarnos. Le esperamos muy pronto de regreso.
Se desplazó hacia la otra compradora que esperaba y confirmó los datos que había llenado previamente.
- Muy bien, señorita Rambaldi. Su compra es correcta. Puede escoger cualquiera de los ejemplares que tenemos en la tienda- le dijo, mientras señalaba el camino al área dónde se ubicaban las águilas.
A Edna le encantaba atender la tienda, aunque a veces tuviera mucho trabajo. Miró el reloj nuevamente, esperando que acabara esa hora. Quería marchar y tomar un poco el aire.