Su última visita al Inframundo, le había dotado de nuevo conocimiento, corriendole por las venas el veneno que depositará en ellas, el Dios de la Muerte “Thanatos”. El precio que pago, le resultó demasiado bajo a cambio de poder ver más allá del mundo de los muertos y con un simple toque, causar en un ser viviente tanto dolor que lo volcaría a una existencia de locura interminable.
— Purgar no es tan malo, posiblemente sea la forma más certera de erradicar las manzanas podridas que han sumido a la sociedad en un retroceso innegable—detestando como nunca el letargo en que todo giraba actualmente dentro del mundo mágico. Esa pasividad de la Orden del Fénix por mantenerse escondidos dentro de sus mansiones o en el peor de los casos, sepultados debajo de montones de pergaminos que reflejaban el poco interés de salvar a los que aún continuaban apoyando a los defensores de la luz.
No le extrañaría que esas lucecitas, finalmente se fundieran de tanto iluminar un camino que jamás tuvo como meta acabar con la marca tenebrosa. Esos anhelos que siempre usaron como estandarte, para intentar desacreditar a los magos tenebrosos— La misma canción suele cansar, luego de bailarla un par de veces—rodeando con elegancia el mango de su oscura varita, no le quedo más que continuar con su satisfactoria tarea. Dando un estocada con la punta de su espada del invierno, congeló en el acto el cuerpo del mago transformándolo en un pedazo de hielo que se vio abrazado por las fauces ardientes de Vermithor.
— Al menos no debes comerlo, no estás acostumbrado a carne que ni a retazo llega—la sonrisa maquiavelica que se proyectará en sus labios, quedaba bajo el resguardo de su máscara. Volviendo a sentirse como hace unos meses, echando de menos salir a matar a destajo por la falta de tiempo debido a sus compromisos como Ministro de Holanda.
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