Mansión Gryffindor
Observó cómo Mael tardaba un tiempo en recuperarse, imaginaba que salir de un proceso como aquel no sería fácil ni para la persona más fuerte. De hecho, consideraba a aquel mago como un individuo muy fuerte, y le costaba verlo de ese modo, vulnerable. Pero lo conocía, sabía que él se molestaría si se inmiscuía más, o reaccionaría poniéndose a la defensiva de un modo que no podría favorecer a ninguno de los dos.
Cuando por fin se enderezó, no se veía muy bien. Era evidente, lo que él sostuvo con sus palabras, que había sido fuerte lo que acababa de hacer. Aceptó ir hacia la casa, pero pidió que sea caminando para tomar algo de aire.
-Claro que sí, vanos despacio -dijo, comprensiva, tomando la mano de él en un primer momento, pero pensándolo dos veces antes de empezar a avanzar -Mejor pasa tu brazo por encima de mi hombro, creo que estás un poco débil aún. -soltó la mano del ojinegro para deslizarla por su cintura, sin darle alternativas para protestar demasiado.
Caminó a su lado para salir del panteón, encontrándose con el fresco aire que recorría los jardines. Reinaba el silencio, como si todo estuviese expectante de lo que pasaba con ambos. Con paso tranquilo, pero constante, recorrieron el camino hacia la entrada trasera de la mansión, llegando a una cocina a oscuras.
-Vamos a tu cuarto, luego me encargo de llevarte lo que necesites ¿sí? -sugirió, antes de seguir el viaje hacia las escaleras y, a través de ellas, al piso superior. La habitación de Mael no estaba muy lejos de la suya, sin embargo, el tramo del pasillo que los separaba nunca había sido recorrido por la Gryffindor. Lo hizo con mucho cuidado, como esperando que el joven se sintiese invadido en cualquier momento.
@ Mael Blackfyre