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Edmund Browsler

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Mensajes publicados por Edmund Browsler

  1. « — ¿Tienes miedo, Edmund?


    No, Aldair.


    Bien, porque el triunfar es una dicha, pero fracasar no es más que el aplazamiento del triunfo.


    Edmund asintió. Aun así temblaba.


    ¿Tienes miedo, Edmund? —preguntó el anciano por segunda vez.


    El niño negó con la cabeza.


    Un Browsler jamás tiene miedo —afirmó con voz convincente, aunque en su interior se librara una batalla campal.


    ¿A qué le temes, Edmund?


    Browsler notó el cambio en la pregunta del insistente anciano. Ya no podía ocultar lo que sentía.


    Mi padre jamás perdió.


    Edmund, el hombre que teme a la derrota ya ha sido derrotado.»


    Los ojos de Edmund, unas décadas más adulto, observaban un punto fijo en la mazmorra. El duelo por el tercer y cuarto puesto del Torneo Anual de la Orden del Fénix se estaba llevando unos metros por encima del lugar en el que se encontraba. No entendía por qué las líderes les habían prohibido observar aquel encuentro. Él tenía tantas ganas de observar a Goderic luchar que estaba a punto de explotar la puerta de aquella mazmorra para subir corriendo hacia el Coliseo Romano. Goderic… Había deseado que la final de aquel torneo hubiese sido entre ambos. Sin embargo, su compañero no había podido ganarle a Zarco en la inusual semifinal que tuvieron.


    En aquella oportunidad se enfrentaría a Lisa. Browsler la había visto en batalla, sí, era muy buena con su varita. Y la conocía tan poco que no sabía qué estrategia utilizar en su contra. Su mente estaba en blanco por lo que optaría por seguir sus instintos como usualmente hacía.


    Una campana anunció el momento de la final del torneo. Edmund se levantó y salió de la mazmorra. Tan sólo vestía una túnica blanca que se arrastraba en el suelo. Sentía la arena encima de la plataforma de madera mientras caminaba descalzo hasta ubicarse frente a su rival. Ambos hicieron una breve referencia ante las líderes al tiempo que el público rompía el silencio con vítores y aplausos. Se escuchaba, además, el estruendoso ruido de los tambores que antecedían a los enfrentamientos en aquel magnánimo coliseo. El sol de mediodía iluminaba todo el lugar y el calor pronto hizo que la túnica blanca se pegara el torso musculoso de Edmund.


    El mago envainó a Ddraig Goch al tiempo que Lisa envainaba su varita mágica. Esperó. Las damas primero. La Weasley dijo una palabras al cielo que Browsler entendió perfectamente, pues era un erudito en lo que respectaba a los idiomas, pero él prefirió no decirlas. Luego la vista de la bruja se dirigió hacia su derecha pues unas estatuas del César llamaron su atención. Edmund desvió su mirada hacia su derecha también, allí se encontraba dos estatuas idénticas a las que Lisa había observado. El duelo inició cuando la bruja limitó el próximo movimiento de Edmund.


    Terreus —murmuró el mago sin necesidad de utilizar su varita. Un metro cúbico de tierra se materializó cerca de Lisa y formó a su alrededor un cono de un metro y medio de altura, y de un radio de medio metro. La bruja se vio inmovilizada en el acto en la tierra que la cubría hasta el cuello. Edmund sonrió con satisfacción y avanzó dando unas zancadas hasta reducir la distancia que los separaba a unos ocho metros y medio mientras la bruja musitaba una «Incendia din» que nunca surgió puesto que su varita no había logrado tocar el suelo. La forma cónica de aquel terreus se lo había impedido.


    Después que la bruja mencionara aquel hechizo frustrado, la tierra que Browsler había invocado se movió de allí casi en su totalidad, eliminando su forma cónica y arrastrándose sobre la plataforma de madera que también estaba cubierta de arena para dirigirse hacia su invocador.


    ¡Electroshock! —exclamó el mago.


    Una esfera de energía eléctrica se formó en la palma de la mano libre de Edmund y luego la expulsó para dirigirla hacia Lisa. Y así poder inmovilizarla durante un tiempo. La esfera no fallaría. Parte de la tierra que había invocado se quedó sobre los pies de la bruja, formando dos pequeñas cúpulas de tierra que le llegaban hasta los tobillos. «Te quedarás quieta» pensó Edmund mientras se agachaba. El resto de la arena ya había llegado a su posición justo después de que el mago expulsara aquella esfera eléctrica hacia la Weasley, esta formó una cúpula o especie de capullo mucho más grande que cubrió por completo al mago para defenderlo de cualquier ataque directo que Lisa quisiera hacerle. Las tres formas de tierra que Browsler controlaba no superaban el metro cúbico de volumen que había invocado.


    Edmund se sentó sobre la plataforma y rodeó con los brazos sus piernas flexionadas mientras colocaba su frente sobre las rodillas en medio de la oscuridad que le proporcionaba aquella defensa. La voz de Aldair retumbaba fuertemente en su interior.


    «— ¿A qué le temes, Edmund?»


  2. El imponente silencio reinaba en los terrenos de la Orden del Fénix. Cualquiera habría pensado que la magia había muerto en el claro de los susurros pues ni siquiera las hojas de los árboles ancestrales se movían durante aquella noche de verano, no habían criaturas en las zonas colindantes y no se divisaba nada en el camino. La oscuridad iba consumiendo todo a su paso y súbitamente cayó la noche. Edmund agitó su varita y una luz tenue salió de la punta de la misma. Cada paso que daba se escuchaba muy fuerte pues sus zapatos hacían crujir las hojarasca que se extendía en el suelo. Aun sí trató de avanzar lo más sigilosamente posible hacia el este.

     

    La luz de su varita le hacía avanzar con un ritmo sumamente lento pues sólo veía lo que tenía a un metro de distancia, todo su alrededor se encontraba en tinieblas y ni siquiera podía distinguirse a sí mismo pues iba ataviado con ropas de color negro hasta el cuello.

     

    Pasaron tres horas aproximadamente de caminata continua antes de que Edmund llegara a la Torre Este. Esta se alzaba imponentemente frente a sus ojos y era lo único que el joven mago podía divisar en la oscuridad. Al ingresar a la torre, murmuró un encantamiento que encendió las antorchas que iluminaron el lugar y el ascenso sobre la común escalera de caracol. La frente del mago estaba cubierta por una fina capa de sudor pero optó por no quitarse ninguna de las vestiduras que tenía encima, ni siquiera la capucha negra que cubría parte de su rostro.

     

    Ascender por la escalera fue bastante sencillo, Edmund había sido un atleta profesional del quidditch por lo que tenía la condición física necesaria para llegar a la parte más alta de la torre. Al llegar murmuró unas palabras a la puerta de madera y esta accedió fácilmente cuando él la empujó suavemente con su mano derecha. Ingresó a la estancia. El interior de la misma era bastante amplio y estaba abarrotado de pergaminos y libros importantes de la Orden del Fénix, además de mesas, sillas y estanterías. Él buscaba un libro ancestral escrito por uno de los antiguos líderes del bando, sabía que estaba allí en algún lugar, pero no lo encontraba. Pasaron dos horas más, casi medianoche.

     

    — Imperius.

     

    Aquella palabra fue lo último que Edmund recordó haber escuchado y no pudo reaccionar ante aquel hechizo. El mago tenebroso que lo había controlado desapareció en el acto, ocultándose en las tinieblas de la noche. Sí, los mortífagos se habían infiltrado en los terrenos de la Orden del Fénix. Justo en ese momento ingresó una de sus compañeras, pero al estar bajo la maldición imperius no la reconoció, para él era un peligro y debía asesinarla. Las órdenes del mortífago habían sido claras, tenía que atacar a cualquiera que se le acercara. Browsler sacó su varita de la túnica negra y apuntó a Irina Selene con la misma, sus ojos azules parecían estar nublados y desprendían cierto brillo en la oscuridad. La joven bruja no sabía lo que estaba pasando, pero debía envainar su varita mágica pronto si quería salir ilesa esa noche.

     

     

    @@irina selene

  3. @@irina selene ¡Hola!

     

    También estoy de ánimos de tener un duelo, avísame si te parece tenerlo conmigo y lo abro en el subforo Torre Este (puesto que veo que eres initie) y cualquier duda que tengas sobre hechizos, intercalaciones y demás, yo te podría ayudar.

     

    Mejor tenlo con Binny, ella te tratará mejor(???)

     

    Y bueno, estoy a la orden por si algún otro aspirante se anima también a tener un duelo.

  4. Un torbellino fugaz anunció la llegada del mago sin producir sonido alguno. Edmund apareció en medio de un bosque de Dinamarca a tempranas horas de una tarde de verano. La espesa y diversa vegetación impedía que los rayos del rol pudiesen tocarle pero a su alrededor se mantenía todo muy iluminado. Lo peor de todo era el calor. La camisa blanca que Browsler vestía bajo su túnica negra se adhirió a su espalda a causa del mismo. Edmund se quitó la túnica y la guardó en su monedero de piel de moke. Había sido un mal día para vestir elegantemente, sus zapatos italianos de color negro y su pantalón del mismo color no eran oportunos en aquella ocasión. ¿Es que acaso nunca tendría una clase tranquila en la universidad?


    Se encontraba nada más y nada menos que en Gribskov, el cuarto bosque más grande del país. Este albergaba una gran cantidad de especies de plantas todavía sin clasificar, miles de especies de aves, innumerables anfibios y millones de insectos. Los insectos… Edmund los recordó y decidió colocarse en sus dedos todos los anillos que había comprado junto a sus libros de hechizos. Una vez que se colocó en anillo de plagas en el dedo anular, este brilló unos instantes en señal de advertencia. Ddraig Goch se materializó en su mano derecha al tiempo que Browsler se habría paso con el encantamiento diffindo.


    ¡Doxys! Cómo lamentaba no haber comprado aquel doxycida en el Magic Mall cuando había tenido la oportunidad. Las bestias de alas gruesas, convexas y brillantes, muy parecidas a las de un escarabajo, avanzaban hacia él. Browsler sabía que estas mostraban predilección a morder y que eran altamente venenosas. Mejor evitarlas a toda costa. Accionó su anillo de amistad con bestias, ubicado en su dedo índice, al girarlo tres veces en el mismo. El poder del anillo le permitió entender perfectamente a aquellas hadas mordedoras y hasta controlarlas, deteniéndolas justo a tiempo. El grupo numeroso de doxys desapareció de su vista por orden suya.


    Edmund no entendía la razón por la cual las doxys estarían allí. Ellas preferían los ambientes fríos. Definitivamente alguien las había enviado. Mientras avanzaba, el mago se limpiaba la fina película de sudor que se formaba en su frente cada tres minutos. Era increíble el calor que hacía.


    Un grupo de monos se ubicaba en las lianas de lo alto de un árbol. Estos se movían alocadamente y articulaban palabras que Edmund no alcanzaba a escuchar, como si hubiesen perdido el habla. Tal vez el mago estaba siendo paranoico, pero aquella situación era atípica, alguien tenía que haber silenciado a aquellos primates para que estos no profirieran sonido alguno. El mago se encogió de hombros y continuó su camino. Todavía no había dado con su profesor o profesora ni con sus demás compañeros de clase. ¿Se habría equivocado de traslador? Decidió descansar, sentándose en las grandes ramas de un árbol que formaban un asiento, mientras sacaba una botellita de agua de su monedero sin pensar en otra cosa que no fuese el calor.


    En ese mismo momento una de las ramas de aquel árbol comenzaba a cobrar vida, sigilosamente, enroscándose en una de sus piernas sin que él se diera cuenta.
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  5. John Lestrange

    — ¿Logro? —cuestionó el Mago Oscuro arqueando una ceja bajo la máscara que le cubría el rostro—. Capturar a aquella inútil traidora de la sangre no fue ningún logro. Fue más sencillo que quitarle el dulce a un bebé.

     

    John dio un par de pasos hacia adelante para limitar la distancia que lo separaba de Elvis. Había decidido quedarse callado tiempo atrás, pero ya era el momento de hablar. Sí, tenía razón en algo, sus compañeros daban explicaciones que a él le parecían innecesarias. Pero era tan soberbio que no estaba dispuesto a reconocerlo.

     

    — ¡Una Demon Hunter! —espetó con sorna—. Si capturarla fue tan sencillo. Matarlos a ustedes lo será aún más.

     

    En ese preciso momento Lestrange no pudo continuar hablando ya que Elvis había lanzado una luz mágica con su varita para iniciar aquel enfrentamiento. Tanto Near, Krystian y él habían sido afectados. Sus ojos enrojecieron en el acto mostrando una irritación que les impedía ver con claridad. John podía observar la ubicación de los miembros de la Orden del Fénix pero no podría atacarlos directamente.

     

    Elvis aprovechó para lanzarle un encantamiento que lo desorientó un momento. Entre tanto, Krystian había logrado partir los huesos de uno de los antebrazos de Gryffindor y, además, silenciar su último encantamiento. Lestrange salió de la confusión y decidió devolverle el favor al mago.

     

    — Séneca.

     

    El hechizo que había pronunciado tenía una utilidad inigualable. Elvis sentiría una deshidratación tan grande que no podría pronunciar alguna. Tal vez alcanzara a mencionar un hechizo verbal de inmediato, pero después de ese momento no podría decir nada más.

  6. El último hechizo que había intentado realizar no había surtido efecto puesto que la bruja había sido más rápida que él por milésimas de segundos. Tiempo vital en los duelos. Edmund, nuevamente en aquel estado de trance, no pudo hacer mucho más que estar de pie con los ojos desorbitados, esperando a que pasara la confusión que le producía aquel encantamiento. En aquella oportunidad no había pensado nada, su mente estaba en blanco, tal vez tenía una cierta habilidad para la oclumancia y ni siquiera lo había descubierto. De seguro los poderosos magos arcanos le ayudarían a desarrollarla si se proponía a hacerlo.


    Una vez que Edmund salió de su ensimismamiento se vio colgado a unos dos metros del suelo por uno de sus tobillos. Browsler detestaba aquel hechizo, pero en aquella oportunidad no le importó. Estando a aquella altura sentía aún más el viento frío del Monte Saturno, las ráfagas eran suaves, parsimoniosas, al igual que la caída de la fina capa de lluvia sobre ellos. La esfera mágica de agua había desaparecido al fin por lo que Edmund pudo sentir aquel cambio climático. Los ojos de Edmund observaron que no había ningún objeto por lo menos en un radio de nueve metros de donde se encontraba Elizabeth, la bruja había hecho un buen trabajo apilándolos lejos de allí.


    ¡Expelliarmus! —exclamó Edmund apuntando a Elizabeth. El rayo de luz roja resplandeció un momento y golpeó con fuerza la mano con la que la bruja sostenía la varita, desarmándola en el acto. La varita de Elizabeth voló tres metros a su izquierda, cayendo sobre el suelo húmedo. Antes de que el rayo impactara pero después de que Edmund pronunciara aquel encantamiento de desarme, Elizabeth había lanzado un rayo contra él. Browsler no lo había escuchado al tratarse de un hechizo no verbal. Este afectó a sus uñas, las cuales fueron creciendo paulatinamente—. ¡Accio varita de Elizabeth!


    La varita de la Tonks voló la poca distancia que los separaba y Edmund la logró tomar con su mano libre. Tenía dos varitas, la de él empuñada en su mano derecha y la de su compañera en la izquierda. «Finite Incantatem» pensó cuanto antes. Aquel sencillo encantamiento que había aprendido en Hogwarts redujo considerablemente el tamaño de sus uñas, poniéndole punto final a aquel crecimiento excesivo, hasta que estas volvieron a su tamaño original. Edmund suspiró de alivio puesto que aquel encantamiento era engañoso, en primera instancia no era grave, tan sólo le impediría apuntar correctamente, pero luego de un tiempo no habría podido sostener tu varita.


    Espero no te atragantes —había escuchado decir a Elizabeth una vez que recuperó el habla.


    Edmund sonrió para luego cubrirse la nariz con uno de sus antebrazos. La lluvia no era ningún problema, ni siquiera para él, que estaba colgado en el aire. En cambio, él si era un problema para Elizabeth. Había logrado desarmarla.


  7. ¿Browsler? ¿Estás aquí?


    Edmund dudó si contestar o no a aquella pregunta. Se mantuvo de pie dentro de la habitación de Evarela sin hacer ningún ruido, ¿cómo podía tan siquiera sospechar que se encontraba allí? Tal vez si era cierto lo que decían del sexto sentido de las brujas. Al no recibir respuesta alguna, la banshee volvió a tumbarse en la cama para envolverse bajo aquellas sábanas de seda. El mago sabía que la bruja prefería dormir sin nada de ropa, pero se mantuvo un tiempo allí hasta que Evarela se quedara dormida, lo cual sucedió un cuarto de hora después.


    La capa de color negro que Edmund se había lanzado encima cayó al suelo sin hacer ningún ruido. El cuerpo de Browsler volvía a ser tangible, pero aún se confundía en medio de las sombras bajo el encantamiento desilusionador.


    Browsler avanzó, sus pies descalzos producían un ruido suave que Evarela no alcanzaba a escuchar pues estaba profundamente dormida. Edmund alzó las sábanas de seda y se fue adentrando en ellas. Lo primero que encontró fue uno de los pies de la bruja, el cual besó para ir ascendiendo por toda su pierna para detenerse a mitad de su cuerpo. Allí se detuvo, su respiración comenzaba a acelerarse, lo mismo con las palpitaciones de su corazón. Aspiró el olor que emanaba la bruja y abrió sus labios para probar su dulce néctar. Evarela suspiró y su cuerpo se encorvó hacia atrás para terminar por soltar un gemido que fue ahogado por el sonido de los truenos.


    Una tormenta se acercaba…


    Una de las manos de la banshee acarició los cabellos castaños de Edmund para luego sujetarlo con firmeza. La barba poblada de Edmund y su órgano móvil producían un cúmulo de sensaciones en Evarela que podían notarse por sus movimientos, respiración y palabras. ¿Estaría ya despierta? Sus siguientes palabras confirmaron su teoría, sí, estaba despierta. El encantamiento desilusionador de Browsler finalmente había culminado, la bruja no lo veía pues estaba bajo las sábanas de seda, pero sí podía recordar de quién se trataba. La temperatura del cuerpo de Evarela aumentó considerablemente al tiempo que sus pezones se endurecían. Ambas manos de Edmund sostuvieron la cintura de la bruja cuando esta se arqueaba nuevamente.
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  8. Me parece perfecto lo del ranking. Espero que los chicos se activen con los duelos :3 Btw, si alguien quiere uno que me avise, ¿a partir de cuando da inicio el conteo? ¿abril?

     

     

    HUNTERS!!!! Les traigo más rol. Resulta que nuestra querídisima Lucrezia nos quiere "traicionar" obviamente no dará info importante porque su memoria fue borrada al dejar el bando. Pero igual, podríamos armar algo bueno...

     

    Les dejo el link http://www.harrylatino.org/topic/106149-el-caldero-envenenado-mm-b-92561/page-65?do=findComment&comment=4946474

     

    ¿Nos vamos de caza? :rolleyes:

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  9. Bajo aquella fina capa de lluvia que caía sobre el Monte Saturno, el mago observaba cómo Elizabeth articulaba con su boca algunas palabras pero no alcanzaba a escucharla por el creciente sonido que emitían los truenos. Las ropas de Elizabeth se empaparon a causa de la lluvia, delineando aún más su figura, mientras que Browsler permanecía protegido bajo su esfera cristalina. En sus labios había leído una aceptación a las flores o eso creía. Tal vez también le aceptara una taza de café luego.


    La bruja invocó una segunda espada legendaria antes de que él realizara su último hechizo. No obstante, no la clavó en el suelo como había hecho con la anterior, sino que la mantenía sujeta firmemente en una de sus manos. Seguro pretendía defenderse con ella del próximo ataque de Edmund, pero este –la luz mágica- no podía ser detenido con la misma. Impactando de igual manera en los ojos de la Tonks provocando una infección, la cual curó poco tiempo después.


    Edmund enarboló su varita para realizar un encantamiento pero no pudo hacerlo. Sintió que se mareaba, así que cayó de rodillas al suelo. Al levantar su rostro observó la primera espada mágica legendaria de Elizabeth en el suelo, esta había minado su poder mágico, podía sentirlo. Afortunadamente, la segunda espada que la Tonks había invocado no tendría el mismo efecto sobre él ya que Elizabeth nunca la había clavado en el suelo. Sin esperar mucho más, el siguiente hechizo de la bruja dejó a Edmund desorientado durante unos segundos aun estando de rodillas, se había tratado de un confundus que le había hecho perder un poco más de tiempo.


    Encontrándose en aquel estado, Browsler recordó que las líderes siempre asistían antes que ellos para verificar que todo estuviese en orden. Las había visto una vez. Tal vez aquella cadena perteneciera a alguna de ellas. Una vez que recobró sus sentidos, Edmund se incorporó. «Confundus» pensó para producir una desorientación similar en Elizabeth. Hasta el momento ambos estaban a la defensiva, al parecer no querían causarse mucho daño mutuamente. Sin embargo, ambos en el fondo sabían que eso no sería eternamente de esa manera, las líderes habían sido claras, los duelos eran «a muerte».


  10. John Lestrange

     

    — ¡Crucio!
    La cueva se iluminó un momento en aquella oscura noche, en la cual sólo se escuchaban los gritos de la bruja que tenían de rodillas los tres encapuchados. John sonreía abiertamente bajo la máscara de plata que ocultaba su rostro. Los gritos que soltaban sus víctimas le producían un profundo placer. Sí, aquella bruja era fuerte. Pero todos al final terminaban gritando bajo aquella maldición imperdonable. El mortífago amaba la dinámica de la tortura. Cada momento de ella. Siempre caminaba en círculos alrededor de su presa imitando a un depredador, hablando poco, sólo lo necesario, hasta escuchar los gritos.
    Lestrange se hizo a un lado para dar paso a su líder. No confiaba en él. En realidad no confiaba en nadie, ni siquiera en su mismísima sombra. Pertenecía al bando mortífago sólo porque compartían sus ideales, pero no le tenía lealtad a ninguno de ellos, era capaz clavar un puñal en la espalda a quien titubeara. Sin embargo, aun así le tenía respeto a Near sólo porque era más poderoso que él y sabía que podía doblegarlo. Por ahora... Su ambición algún día lo llevaría lejos. Con cada año que pasaba se hacía más fuerte y conocía magia más compleja y oscura.
    Near cortó el dedo de la bruja para enviárselo a sus compañeros de la Orden del Fénix. John sabía que no tardarían en llegar. Había llegado el momento de ponerse en marcha.
    Al llegar al claro del bosque, uno a uno de los magos y brujas que se cubrían su rostro bajo aquella luz mágica fue apareciendo. John observó a su alrededor troncos muertos, rocas de distintos tamaños y árboles que alcanzaban los cinco metros de altura. El silencio sepulcral fue roto por la pregunta de quién parecía ser el líder de aquel grupo. ¿Se trataría de Edmund? Tenía cierto parecido con él, aunque no podía reconocerlo totalmente bajo aquella luz. Pero sí sabía que Browsler tenía una cicatriz en el pecho. Tal vez pudiese
    El mortífago se había irritado cuando Near se negó a la posibilidad de cambiar a Arya por Edmund. Sabía que su primo aceptaría si con eso lograba salvar a su compañera, pues era est****amente noble. Según su compañero mortífago, Arya era más poderosa por ser Demon Hunter, pero él no lo creía así. Había visto a Browsler invocar bestias poderosas, como los dragones, desde la punta de su varita. A pesar de alegar eso, Near no accedió. Y ahora se encontraban allí. Lestrange permaneció en silencio durante aquel intento de negociación. Pues claramente negociación no habría. John sonrió, el quintaped de la Mansión Lestrange se alegraría mucho cuando él le llevara los restos de los miembros de la Orden del Fénix para cenar.
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  11. Recopilando información :ninja:

     

    PODERES

    LIBRO DE LA SANGRE

    Daga del Sacrificio: Invocación. Verbal. Invocar la daga no consume acción.

    Dañar: El mago podrá utilizar la daga para hacerse daño a sí mismo, provocando exactamente los mismos daños en la persona objetivo. Por cada vez que se utilice requerirá una curación equivalente a un episkey.

    Proteger: También podrá utilizarla para proteger a un mago a su elección, sufriendo en su lugar el daño que haya recibido durante una única acción que acabe de suceder.

    Máximo tres veces en un duelo, sumando por igual acciones de daño y de protección. Utilizable 1 vez por turno.

    Al utilizar la daga el mago deberá decir en voz alta la palabra "Immolo oppugnare" (trad: me sacrifico para agredir) o "Immolo ad protegendum" (trad: me sacrifico para proteger) en función del efecto que quiera provocar. (Verbal)

     

    1. Dañar

    - Ambos necesitarán curarse (objetivo e invocador)

    - Episkey hasta el segundo turno

    - No se pueden atacar órganos vitales (corazón, cabeza, pulmones, etc)

     

    2. Proteger

    - Se deberán curar de los daños justo después de realizar la protección, contándose los turnos a partir de ese momento y dependiendo de la gravedad de la herida.

    Marca de Sangre: Si consigue tocar a su objetivo, o a alguno de los objetos que porte, le grabará esta marca que le permitirá controlarlo por completo durante una acción. Debe pronunciar la palabra "Obedire". El afectado no puede causarse a sí mismo ninguna herida sangrienta que requiera episkeys. El hechizo afecta también a criaturas e invocaciones con forma física siempre que se logre tocarlas a ellas, a su invocador o a los objetos que porte. No produce efecto en criaturas ofuscables hasta que el mago haya alcanzado el nivel 45. Una Marca de Sangre realizada por un mago de nivel 45 o superior sí tiene efecto sobre criaturas o seres "ofuscables" (Efecto. Verbal.)

    - El hechizo afecta al invocador ó a sus criaturas

    - Las invocaciones deben tener forma física (por lo que no funciona con katana, kiorke, gladius, etc)

    - Con tocar uno de los objetos que porte o haya portado el objetivo se logra dejar la marca.

    - Por ahora se puede obligar a los mortios a que se lancen a sí mismos la maldición asesina :rolleyes:

    Juramento de Sangre: Tomando como objetivo a una persona que haya cortado anteriormente con la daga (se contabilizan para esto aquellos que hayan sido objeto del efecto de dañar de la daga de sacrificio). Se lo ligará a una promesa durante tres turnos, que deberá consistir en una de estas cosas:

    - Prohibición de atacar.
    - Prohibición de de defender.
    - Prohibición de desaparecerse.
    - Prohibición de lanzar rayos.
    - Prohibición de lanzar invocaciones.
    - Prohibición de lanzar efectos.
    - Prohibición de lanzar hechizos verbales.
    - Prohibición de lanzar hechizos no verbales.

    Si el objetivo incumple esta promesa, recibirá un corte en su cuerpo hecho por la daga que requerirá un episkey para su curación. El invocador quedará sujeto exactamente a la misma promesa y deberá pronunciar la frase "Yo juro..." seguido de lo que decida. (Efecto. Verbal)

    En duelos 1v1 la duración de este hechizo será de 1 turno.

     

    - La promesa liga a ambos (invocador y objetivo)

    - Se puede a ligar a diferentes promesas a un sólo objetivo.

    - Episkey hasta el segundo turno por cada vez que se incumpla la promesa.

     

    Maldición: El siguiente hechizo/invocación del objetivo será mal pronunciado y derivará en una versión ridícula del original, sin ningún efecto real sobre nadie (Efecto. No Verbal)

     

    - Derivación del confundus que sólo aplica a hechizos verbales.

     

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    ¿Dudas?

    Que alguien traiga la puntualización del libro del equilibrio!

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  12. Estas margaritas son todas tuyas —respondió Edmund al observar las flores que habían salido de la punta de Ddraig Goch. Elizabeth había sido mucho más rápida, adelantándose a él para anular el hechizo que había querido efectuar. Edmund avanzó dando unas pocas zancadas, dejando atrás de sí mismo la columna de mármol encima de la cual había dejado las flores—. En cuanto terminemos te las doy.


    Edmund no pudo observar la reacción de Elizabeth ya que esta había invocado una luz brillante de la punta de su varita para el momento en el que la distancia que los separaba era de tan sólo siete metros. Una vez que la luz mágica le flasheó los ojos, Edmund sintió un gran ardor en los ojos que le impedía ver correctamente a causa de la infección. Afortunadamente, Elizabeth no se había movido de su posición.


    ¡Ardius Lusentium! —exclamó el mago enarbolando su varita mágica. Una onda mágica surgió como si el viento mismo la hubiese creado y recorrió los siete metros que lo separaban de Elizabeth, sin que ningún objeto pudiese impedírselo, ya que la misma bruja se había encargado de despejar el camino tiempo atrás. Aquel hechizo tenía el objetivo de afectar el sentido del gusto de la Tonks, para que acto seguido no pudiese pronunciar palabra alguna durante un largo rato.


    La bruja invocó una espada mágica legendaria con su mano libre y la clavó en el suelo. Justo después que esto sucedió la onda mágica impactó en la anatomía de Elizabeth.


    Aqueora —pronunció Edmund sin esperar mucho tiempo más. Un chorro de agua salió de la punta de su varita y comenzó a rodearlo hasta formar una esfera cristalina que era prácticamente impenetrable. Un aura mágica proveniente del hechizo que había invocado comenzó a curarle el ardor en los ojos hasta sanarlo por completo. Nuevamente podía ver. Y justo a tiempo ya que Elizabeth comenzaba a moverse hacia su izquierda—. ¿Esto es tuyo? —preguntó mostrándole la cadena de oro, ahora que podía verla con claridad.


    Para su sorpresa, Elizabeth negó con la cabeza. ¿Entonces de quién sería?


    ¡Strellatus! —bramó el mago, aunque sus palabras fueran ahogadas por el sonido de los truenos. El hechizo tuvo el mismo efecto que el que Elizabeth le había realizado. Sólo que ahora ella recibiría los daños, siendo sus ojos los afectados bajo aquella extraña infección.


    Edmund guardó la cadena dentro de su túnica. La lluvia comenzaba a caer…

  13. Edmund apareció en las inmediaciones de una colina amurallada. El mago no prestó atención a nada que no fuera aquella gran construcción de piedra que protegía el Monte Saturno. La palma de su mano derecha tocó la irregular superficie de la muralla, debía tener unos cuatro metros de altura. Sería fácil escalarla. La figura del mago comenzó a moverse hábilmente, manos y pies al mismo ritmo, hasta llegar a la cima. Una vez que logró su objetivo, abrió sus brazos ampliamente para que su cuerpo formara una cruz.


    El cielo estaba cubierto con unas nubes oscuras que amenazaban con lluvia. Sí, se acercaba el invierno. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer cuando el viento se tornó más violento, azotando la túnica negra que vestía y la capa de lluvia de color verde que portaba encima. Edmund, impertérrito, se preguntaba si aquello se convertiría en un problema para su próximo duelo. Y a juzgar por la dirección en la que se avecinaba la tormenta, infería que si lo sería.


    Al dar la espalda a la naturaleza, el mago decidió sentarse sobre la muralla para ver como una bruja utilizaba sus manos para mover piedras, ladrillos y sogas para apilarlas en un rincón. Exceptuando las columnas, pues su diminuta figura no podía con ellas. «¿Por qué no utiliza su varita?» se preguntó el mago al reconocer a la dama. Se trataba de Elizabeth Tonks.


    Browsler sonrió y saltó de la muralla para aterrizar sobre el suelo con un golpe seco, el cual anunció su llegada. Avanzó varios pasos antes de quitarse la capucha que ocultaba su rostro. La ropa que vestía Elizabeth no era apropiada para el clima existente, muchísimo menos para la lluvia que se acercaba. Edmund se quitó la capa verde y la acercó hasta la bruja con un sencillo encantamiento para ofrecérsela como protección para la tormenta y el frío. Sin observar si su contendora la había aceptado o no, el mago decidió caminar un par de pasos más pues había observado entre la vegetación un objeto que había desprendido un brillo tenue.


    Una vez que la Tonks lo reconoció, le dedicó un saludo breve.


    A un par de metros de aquel objeto se encontraba una columna de mármol nada esbelta de un poco más de un metro y medio de diámetro. Edmund se arrodilló para tomar el objeto, encorvando su espalda y cabeza para observar mejor el colgante de oro que había encontrado. Justo en ese momento perdió el hilo de lo que sucedía, sin siquiera sopesar que el duelo había dado inicio ya que no había observado la reverencia de Elizabeth, quién se encontraba a nueve metros de distancia en línea recta de Edmund, sin poder observarlo pues la columna de mármol de carrara ocultaba toda su anatomía al estar en casi posición fetal en el suelo.


    «¿Qué ha pasado?» pensó cuando recobró el conocimiento. El hechizo de Elizabeth había terminado y suponía que se había tratado de un confundus. Sí, la bruja había dado inicio el duelo. El mago observó la posición de la Tonks asomando sus ojos por encima del límite de la columna pensando en un «confundus» que desorientaría a Elizabeth por unos instantes al tener a Ddraig Goch, su varita, envainada en su mano derecha. Una vez que la bruja quedó bajo el efecto de aquel encantamiento, decidió incorporarse sujetando la cadena en su mano libre. ¿Sería de Elizabeth? Tan pronto ella como saliera de aquella confusión se lo preguntaría.


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  14. Está bien, prometo no lanzarte flechas —respondió Edmund soltando una carcajada al tiempo guarda de nuevo el carcaj y el arco en su monedero.


    Niko le agradeció e inició el duelo nuevamente. Uno de los árboles que estaba ubicado cerca de él se transformó en una animalización similar a la que su muralla viviente había destruido. La descomunal bestia se había ubicado frente a su invocador para defenderlo. Edmund sabía que si la suya se movía, desataría por segunda vez una batalla campal en medio de los duelistas. Prefirió evitarlo.


    ¡Silencius! —dijo Browsler para evitar que Uzumaki pudiese realizar su siguiente hechizo, interceptándolo justo cuando iniciaba la frase jurando algo.


    «Juramento de Sangre» pensó Edmund. Niko había intentado realizar la magia de sangre aprendida del libro.


    Floreus. —Edmund pronunció el hechizo en voz alta para que Niko pudiese escucharlo y así saber que su varita había sido afectada. Hasta ese momento ni el árbol animalizado de Niko, ni la muralla animalizada de Edmund habían realizado movimiento alguno. Cuando Edmund terminó de realizar aquel hechizo, su bestia desapareció sin dejar rastros de su existencia.



    Una niebla pasajera comenzó a dar lugar en el claro, nublándoles la visión y desorientándoles. Edmund no tenía idea de qué estaba pasando. Ni tampoco de la razón por la cual había invocado la daga del sacrificio. Pero sí lo había hecho. La daga de plata ahora se ubicaba en su mano libre. Los ojos azules del mago adquirieron un tono blanquecino que aterraba con tan sólo verlo. Browsler se llevó la daga hasta su pierna para clavarla con fuerza en su muslo izquierdo, provocando un grave corte que haría emanar sangre a borbotones de allí.


    Immolo oppugnare —dijo mientras clavaba la daga. Aquel mismo daño se vería reflejado en la pierna de Bastian Karkarov Malfoy.


    «¿Qué demonios?» pensó Edmund cuando la niebla desapareció. Tenía la daga en su mano izquierda y de un corte profundo en su pierna emanaba un arroyuelo de sangre que caía al suelo.
  15. Entonces Evarela estaba sorprendida.

     

    Edmund sonrió con satisfacción mientras dirigía sus manos para alcanzar un par de canapés. También acercó un plato que tenía una ensalada capresa que lucía sumamente apetitosa. Antes de dedicarse a la ensalada, se comió uno de los canapés de un sólo bocado y luego tomó la copa de vino con su otra mano para dar el primer sorbo. Ciertamente el vino estaba exquisito, tal cual lo había manifestado su acompañante. Tal vez a partir de ese momento empezaría a dar caza a quintapeds para fabricar más de aquel vino.

     

    — ¿Y quién dijo que íbamos a dormir? —respondió Edmund a la pregunta de Evarela al tiempo que le guiñaba un ojo.

     

    La comida pasó con una charla amena sobre los destinos que estaban promocionado en su negocio y sobre las cosas que podrían hacer en cada uno de ellos. Al finalizar, Sanguini apareció nuevamente de la nada para acercarse a ellos.

     

    — ¿Les gustó la comida? —preguntó el vampiro mientras su séquito de sirvientes retiraban los platos.

     

    Tanto Evarela como Edmund asintieron con la cabeza.

     

    — Mucho, Sanguini —respondió Browsler—. Por cierto, sé que organizaste una fiesta de vampiros para esta noche pero creo que pasaremos esta noche. Viajamos desde muy lejos y estamos un tanto cansados, ¿podrías mostrarnos las habitaciones en las que nos alojaremos esta noche?

     

    — Por supuesto, señor Browsler. Y no ha de preocuparse por el ruido pues la fiesta tendrá lugar al otro extremo del castillo.

     

    Edmund se encogió de hombros mientras ascendían por una escalinata de piedra para acceder a uno de los pisos superiores del castillo. No alcanzaba a escuchar nada más. Suponía que la fiesta ya habría empezado pero en aquella parte del castillo no llegaba ningún ruido. Sanguini se detuvo en seco cuando llegaron a una puerta de roble cuya altura era de dos veces la de los presentes. El vampiro indicó que aquella era la alcoba de la señorita Black. Edmund se despidió de la banshee con un beso en la mejilla y siguió a Sanguini en busca de su alcoba.

     

    Al llegar y cerrar las puertas de aquella inmensa estancia, Edmund se desnudó por completo para lanzarse sobre la cama. Sí, estaba cansado. Pero sus ojos estaban abiertos de par en par indicando que no podía conciliar el sueño. El mago se levantó una hora después y se envolvió en una capa de color negro que cubría su desudez. Tomó su varita mágica y salió de su habitación aplicándose un encantamiento desilusionador sobre sí mismo. Avanzó por los pasillos hasta llegar a la gran puerta de roble que había visitado poco tiempo atrás. «Salvaguarda mágica» pensó para lograr atravesar la puerta con sumo sigilo.

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  16. Apoyo la recomendación de Niko con respecto a "preguntas frecuentes". Excelente idea!

     

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    Tengo unas preguntas con respecto a los otros hechizos:

    Marca de Sangre: Si consigue tocar a su objetivo, o a alguno de los objetos que porte, le grabará esta marca que le permitirá controlarlo por completo durante una acción. Debe pronunciar la palabra "Obedire". El afectado no puede causarse a sí mismo ninguna herida sangrienta que requiera episkeys. El hechizo afecta también a criaturas e invocaciones con forma física siempre que se logre tocarlas a ellas, a su invocador o a los objetos que porte. No produce efecto en criaturas ofuscables hasta que el mago haya alcanzado el nivel 45. Una Marca de Sangre realizada por un mago de nivel 45 o superior sí tiene efecto sobre criaturas o seres "ofuscables" (Efecto. Verbal.)

     

     

    1. Si yo toco a X mago, lo controlo a él y a sus criaturas e invocaciones (siempre que estas existan)? O lo controlo a él o a sus criaturas?

    2. En el caso de invocaciones, esto incluye a TODAS las invocaciones existentes? (Kiorke, fuego negro, katana, gladius)

    3. Si algún usuario entra a la redada con una túnica, esta alguien la convierte en una araña, muere cuando alguien la aplasta y vuelve a ser una túnica, ¿podría yo dejar una marca de sangre a este usuario al tocar su túnica aunque ya no la esté vistiendo? ¿O debe ser con algo que el mago porte encima o consigo? Porque esa parte de la definición puede entenderse de muchas maneras xD

    4. Sugerencia: Entiendo por la definición que el único límite para este hechizo es pedirle al afectado que se cause alguna herida que requiera episkey. Pero, por ejemplo, el avada kedravra no requiere episkey. Debería prohibirse también la maldición asesina. Sino la Orden estará en ventaja :rolleyes: ¿Ven, mortis, cómo los defiendo? x)

     

    Juramento de Sangre: Tomando como objetivo a una persona que haya cortado anteriormente con la daga (se contabilizan para esto aquellos que hayan sido objeto del efecto de dañar de la daga de sacrificio). Se lo ligará a una promesa durante tres turnos, que deberá consistir en una de estas cosas:
    - Prohibición de atacar.
    - Prohibición de de defender.
    - Prohibición de desaparecerse.
    - Prohibición de lanzar rayos.
    - Prohibición de lanzar invocaciones.
    - Prohibición de lanzar efectos.
    - Prohibición de lanzar hechizos verbales.
    - Prohibición de lanzar hechizos no verbales.
    Si el objetivo incumple esta promesa, recibirá un corte en su cuerpo hecho por la daga que requerirá un episkey para su curación. El invocador quedará sujeto exactamente a la misma promesa y deberá pronunciar la frase "Yo juro..." seguido de lo que decida. (Efecto. Verbal)
    En duelos 1v1 la duración de este hechizo será de 1 turno.

     

     

    1. La promesa liga tanto al invocador como al rival? O sólo al rival?

    2. Un usuario puede ser afectado por más de un juramento de sangre a la vez? (de distintos o de un mismo atacante)

    3. Puedo ligar a un juramento de sangre a alguien a quien yo no haya cortado con la daga? Por ejemplo, Ishaya corta a Stephanus con la daga, ¿puedo yo hacerle un juramento de sangre a stephanus? (pues este fue afectado por la daga) o debo ser yo quien lo haga?

    4. Se puede atacar a alguien con la daga y luego hacer el juramento de sangre en el mismo turno? o se debe esperar y hacer en turnos distintos?

    5. Episkey de emergencia? Al segundo turno? Tercero?

     

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    PD: Recuerden que todavía está pendiente si se pueden atacar órganos vitales con la daga del sacrificio.

     

     

    Gracias a quien responda :P

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  17. Después de animalizar aquella muralla, Edmund alcanzó a ver como Niko levantaba nuevamente su varita para copiar el hechizo que él había utilizado. Este tuvo efecto sobre uno de los troncos de árboles que estaban tirados sobre el suelo, proporcionándole facciones animalescas. Las dos descomunales criaturas se enzarzaron en una batalla épica en medio de los dos magos que las habían invocado. Claramente que el vitae que él había utilizado era más poderoso que el Niko, esto se debía al material del que estaba hecho, acero, puesto que el de su compañero era de madera. Browsler alzó su varita para ayudar a su criatura a terminar aquella lucha.


    ¡Strellatus! —exclamó. La luz mágica proveniente de su varita flahseó el rostro de la bestia animalizada de Niko con el objetivo de detenerla. Su muralla animalizada aprovechó aquel momento para derribar al árbol animalizado contra el suelo y asestarle un golpe ensordecedor sobre lo que sería su pecho.


    Mientras aquello sucedía, un inferí atacaba a su compañero. Afortunadamente él había detenido al cadáver que había intentado atacarle al amordazarlo con tres gruesas cuerdas y este se encontraba ahora muy lejos de él. Niko había utilizado una estrategia diferente en aquella ocasión. El mago había esperado a que el cadáver se acercara lo suficiente como para poder tocarlo y dejar una marca de sangre, la cual tenía una forma que Browsler no había alcanzado a ver. Ahora el inferí se encontraba bajo su control, pero este no se movía de su posición. Edmund infirió que Uzumaki le había dado la orden al cadáver de que lo defendiera.


    Edmund supuso que Niko le había lanzado una maldición porque advertirle algo y sus palabras se vieron frustradas. «Episkey» pensó Browsler para cerrar la herida que la daga del sacrificio de Niko había provocado en él, cerrando la abertura y cesando el sangrado. Mientras se curaba a sí mismo, su muralla animalizada asestaba el golpe final contra la otra, la cual estaba aún aturdida, para acabarla con una fuerza descomunal similar a la de dos rayos destructivos.


    ¿Niko? —preguntó Edmund al observar cómo su compañero caía contra el suelo. Segundos atrás había intentado advertirle a su compañero que no se había curado de la herida que la daga del sacrificio le había dejado. Esta se había abierto de tal manera que la sangre brotaba de allí a borbotones.


    El mago se hizo nuevamente con el arco y el carcaj de flechas para clavar una sobre el inferí que cuidaba a su compañero al tiempo que corría en su ayuda. La flecha atravesó el pecho del cadáver para dejarlo clavado contra el árbol que se encontraba a sus espaldas. Al llegar al cuerpo de Niko, Edmund se colgó al cuello una cadena con forma de topacio amarillo e impuso sus manos sobre la herida de su compañero para que cesara el sangrado y esta cerrara poco tiempo después. Aquella sanación le había dejado sumamente cansado por lo que tuvo que tomar un poco de la poción herbovitalizante que llevaba siempre consigo dentro de su monedero de piel de moke. Edmund se incorporó cuando Niko recuperó sus fuerzas para alejarse de él unos diez metros.


    Te concedo la revancha —comentó. Su muralla animalizada, aún existente, se ubicó frente a él para defenderlo.



  18. Estoy de acuerdo contigo —concordó Edmund con el comentario de Sally. Elvis no estaba allí, tampoco Jay, quiénes supuestamente eran sus guías. Tal vez sí lo habían planificado todo.


    Goderic y Emily cayeron por un agujero mientras bajaban por las escaleras. Edmund respiró profundamente, sus compañeros habían sido muy despistados aún con las antorchas que él les había cedido poco tiempo atrás. Al acercarse a la orilla de la cual habían caído, sostuvo firmemente la antorcha para iluminar un poco pero no se veía nada, al parecer aquella trampa era más o menos profunda. El mago saltó de último para caer con gracia sobre el suelo gracias al amuleto volador que le colgaba del cuello.


    Aquel pasadizo estaba repleto de símbolos que Edmund no entendía pues estaban escritos en un idioma antiguo que nunca había estudiado, a pesar de ser un erudito en idiomas. No obstante, salió de su ensimismamiento al observar cómo Sean aumentaba tres veces el tamaño de una rata para luego controlarla con una maldición imperdonable. Browsler tomó a Spinetto con ambas manos, luego de dejar caer la antorcha y de guardar su varita mágica, para empujarlo contra la pared. Si bien Sean era de la misma altura que Edmund, este último era dos veces más corpulento.


    Es la última vez que utilizas una maldición imperdonable en mi presencia —advirtió Edmund con los ojos fijos en Sean—, pues Azkaban…


    Edmund no pudo culminar su frase pues Ishaya gritó para advertirles del peligro que se avecinaba. «¡Maldición!» pensó antes de soltar a Sean y lanzarse al suelo. Por poco aquella bola de fuego los calcinaba a todos. Afortunadamente ninguno había salido herido. Cuando se incorporó, Edmund no observó a Sean pues este se había escabullido con la rata por otro pasadizo. Sally, Niko e Ishaya lo siguieron y Browsler tomó a Goderic y a Emily justo a tiempo pues otra bola de fuego les había pasado a un lado, rozando sus ropas. Los tres cayeron en el suelo, primero Goderic, encima Emily y luego Edmund.


    Qué golosa eres, Emily —comentó Edmund con sorna al tiempo que se incorporaba nuevamente, ¿es que acaso estaba destinado a tener que lanzarse contra el suelo?


    Mientras continuaban con su avanzadilla, Edmund asentía a las palabras que decía Niko pues tenía la razón, no sabían a qué se enfrentaban. Luego Uzumaki comenzó a dar lugar a sus quejas para cuando llegaron al final del pasadizo. Una puerta se interponía en su camino. Sean había tocado la misma pero un corte se proyectó en el acto para impedirle pasar. Edmund negó con la cabeza ante el planteamiento de aquel mago, sabía que Ishaya, Niko y Sally cursarían con él ese libro próximamente y que Goderic y Emily apenas cursarían el de la fortaleza.


    Espera, creo que logro entender lo que dice aquí —dijo acercándose a la puerta, sin tocarla, para leer bien lo que decía aquella inscripción. Cuando lo entendió, saco nuevamente su varita para apuntar hacia la esquina del pasadizo—. ¡Verdimillius!


    El rayo iluminó brevemente el rincón para quitarle el conjuro a una daga de plata que se encontraba suspendida en el aire. Edmund la tomó y realizó un corte en la palma de su mano para luego colocarla sobre la puerta mientras murmuraba unas palabras ininteligibles. La puerta accedió moviéndose lentamente hacia un lado. Por un momento el polvo les impidió la visión, pero luego las pocas antorchas que sostenían algunos de sus compañeros iluminaron la estancia. Ahora se encontraban en la antecámara. Browsler avanzó y tosió tres veces, desconociendo que en el aire viciado de la tumba de Tutankamón había esporas de hongos microscópicos, conservadas durante varios milenios, las cuales infectaron a todos los magos al inhalarlas.


    Una gota de sangre salió de la nariz de Edmund y cayó al suelo.


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  19. Añadiendo un poco a lo que dice Elvis:

     

    @@Niko Uzumaki

     

    Si bien Zack, coloca lo de los inferis, Elvis añade en el segundo post:

    * Es importante que salteen las barreras. No consume acción evadir el obstácul0. Pueden saltearlo con los poderes de rol o con un hechizo, como más lo prefieran. De ésa manera no interfiere en el duelo.

     

    Es por ello que utilicé el incárcerus. Y yep, es válido xD Es sólo para "saltarme" la barrera.

     

    Otra cosa:

    - De todas formas, necesito una defensa adicional - Pensó, en ese momento aparecieron dos inferi con muchas ganas de atacarlos, sabía que podía - Esto está genial - El Tonks permitió que el inferi se acercara lo suficiente como para tocarlo, justo cuando estaba a punto de atacarlo, lo tocó con su mano en el brazo, inmediatamente una marca con forma de puma apareció en el brazo de su atacante - Seamos amigos - Pensó, sabía que la marca de sangre había sido efectiva y ahora había una conexión entre su mente y la del inferi - Deseo que me protejas y ataques a todo el que intente hacerme algo - Era una muy buena idea y sería una excelente defensa, los ataques directos no eran efectivos en dicha criatura.

     

     

    El poder que utilizó Niko es para rol, no es el poder para rol/asaltos/redadas/duelos puesto que no pronunció "Obedire". Por tanto no tiene ningún efecto en nuestro duelo.

     

    Aclarados los puntos anteriores, aviso que -tomándole la palabra a Elvis- decido ignorar lo de los inferis.

     

    ------------------

     

    Consulta:

    En el pimer post Niko utilizó la daga del sacrificio y se hizo un corte.

    Elvisme respondió lo siguiente con respecto a este hechizo: http://www.harrylatino.org/topic/107795-consultas-y-sugerencias/page-4?do=findComment&comment=4940659

     

    Según yo, Niko muere al finalizar el turno, ¿no? Pasaron dos y no se curó o.o No lo digo para terminar el duelo, tengo pensado utilizar el poder de curación en él, pero quisiera saber si estoy en lo cierto.

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  20. La puerta del vestíbulo se cerró automáticamente cuando ingresaron al vestíbulo del Castillo de Bran. La diferencia de temperatura dentro del castillo era notoria, siendo mucho más agradable que la de afuera. Evarela soltó una pregunta abruptamente, a la cual Edmund no pudo responder.


    Los estábamos esperando, señor Browsler y señorita Black —saludó una voz en apenas un susurro. Edmund giró sobre sus pies para observar al vampiro mayordomo acercarse—. Bienvenidos sean.


    Muchas gracias, Sanguini —respondió Edmund para estrechar la mano del susodicho.


    Si bien la piel de Edmund era pálida, la de Sanguini lo era diez veces más, observándose una gran diferencia en el color de ambos.


    La cena está servida. Acompáñenme.


    Siguieron al mayordomo a través del vestíbulo, en cual sólo había una chimenea con fuego crepitante. El vestíbulo daba acceso a un pasillo largo, de cuyas paredes colgaban retratos de vampiros famosos. Mientras caminaban, Edmund explicaba a Evarela que era necesario que visitaran los destinos que estaban promocionando para cerciorarse que el servicio fuera óptimo y que por ello ahora se encontraban en aquel castillo transilvano.


    Y no debes preocuparte, sólo pasaremos aquí la noche —añadió cuando llegaron hasta el comedor.


    Al pasar frente a un espejo notó cómo sólo se reflejaban él y la bruja, exceptuando a su mayordomo. Pero alejó aquel pensamiento al notar la magnitud de aquella estancia. Las paredes de piedra alcanzaban los cuatro metros de altura, una mesa de madera era el centro de la estancia y esta era más larga que unas diez saetas de fuego ubicadas en línea. Edmund se acercó a la cabecera de la mesa y se sentó, no sin antes retirar la silla de la Black para que tomara asiento primero.


    Buen provecho —dijo Edmund mientras servía dos copas vinotinto—. ¿Te cuento algo curioso? Según Sanguini, este vino contiene sangre de un quintaped. —Comentó alzando su copa—. Por lo menos no se trata de sangre de unicornio, de lo contrario estaríamos malditos para cuando nuestros labios tocasen este licor.
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  21. Ya veremos —respondió Edmund esbozando una sonrisa.


    Niko alzó su varita para conjurar unas doce flechas que se dirigían directamente hacia Edmund. No todas impactarían, claro está, pero tal vez la mitad de ellas si no se defendía.


    ¡Fortificum! —exclamó Browsler recordando cómo su primo John utilizaba aquel hechizo. Una muralla de acero inoxidable surgió de la nada frente a él para defenderlo. Esta medía unos tres metros de alto y unos seis metros de largo, siendo su ancho casi un metro. Las flechas que Niko le había lanzado fallaron pues fueron interceptadas por aquella descomunal barrera, mientras que las que él lanzaba siempre acertaban. Y como prueba de ello se mostraba al oso negro que aún se encontraba tirado cerca de él.


    «Aquí el cazador soy yo» pensó Edmund.


    Sin querer perder más tiempo, Uzumaki había invocado la daga del sacrificio. Edmund no lo había visto ya que la barrera se interponía entre ellos, pero supo que era así cuando un dolor intenso se comenzó a generar en su brazo izquierdo. Apretó sus dientes con fuerza para evitar soltar algún sonido de dolor, siendo que sólo lo reconfortaba saber que Niko había tenido que hacerse aquel corte antes y que también debía curarse. Un hilo de sangre comenzaba a caer de su brazo directo al suelo.


    Vitae —murmuró Browsler. La muralla mutó antes sus ojos para formar una bestia nunca antes vista. El rostro de aquella animalización parecía ser el de un tiburón blanco adulto, mientras que su cuerpo era similar de un gorila, salvo por las garras, estas eran definitivamente similares a las de un león. La bestia de acero inoxidable de tres metros de altura se dirigió hacia Niko con el objetivo que derribarlo contra el suelo, cerrar sus fauces en la mano con la que sostenía su varita para finalmente sepultarlo entero bajo su corpulencia.


    «Creo que tendré que llamar a San Mungo para pedirle una habitación a Niko» pensó Edmund. Se había excedido con aquel ataque pero era porque se disgustaba cuando alguien más utilizaba el disparo de flechas. Lo tenía como su marca personal.


    ¿Y ahora? —murmuró para girar sobre sus pues alguien había gritado pidiendo auxilio, unos cadáveres se acercaban hacia ellos caminando—. Incárcerus. —Conjuró el majo en voz alta para amordazar al inferí que se dirigía hacia su posición. Este cayó al suelo al instante, atado de pies, manos y boca. ¿Cómo estarían los demás? ¿Quién había gritado?


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