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Libro de las Auras. - Octubre.


Runihura
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Pequeño Hangleton.

Inglaterra. 2020



En aquel poblado, en la cima de la colina más grande se encontraba un gran edificio en el que se podía leer con exactitud, Orfanato Hangleton, el exterior de aquella edificación tenía toda la fachada de que alguna familia con recursos había vivido ahí, y la gente que creía eso no se equivocaba, en aquel lugar varios años atrás vivía una familia acaudalada que habían muerto de una manera poco común, ya que nunca encontraron las verdaderas causas de muerte, y es más años más tarde la persona que cuidaba aquella propiedad con recelo había muerto por las mismas causas desconocidas.


Por años se creyó que aquel lugar estaba maldito -aun se cree que lo esta-, no fue hasta que una joven pareja se encargó de remodelar aquel lugar en su interior, haciéndolo lucir más cálido y haciendo que las personas que lo visitaran olvidaran la desgracia que acompaño a la familia que ahí vivía, para darle el uso que actualmente se le da. Que no es otro que salvaguardar y proteger a niños que se han quedado sin padres, para brindarles de esa forma de educación, alimento y techo hasta que se pudieran hacer personas capaces de ganarse su propia comida.


Runihura, la guerrero Uzza, antes de partir a la escuela Uagadou, había visitado aquel lugar, había escuchado con mucha atención la historia que se narraba en aquel sitio. Poniendo demasiado interés sobre todo en el que no habían encontrado las causas de muerte de aquella familia, ella no necesitaba saber más para descubrir que aquellas muertes se debían a causa de un mago, así que se retiró del poblado para seguir con su viaje.


Un año después, de aquella visita y tras un largo tiempo relajada y meditando sin ser molestada por nadie, decidió que su siguiente clase del libro de las auras sería en aquel lugar, casualmente, el orfanato no iba a tener ninguna persona en su interior, por que un alma caritativa les había regalado entradas para la feria, lo que dejaría aquel edificio sin la presencia de algún muggle.


La Uzza, envió dos notas exactamente iguales, no era una mujer expresiva y si sus alumnos la vieran en persona, dirían que ni siquiera alcanzaba el título de mujer por que ante los ojos de cualquiera, Runihura tenía el cuerpo de una niña de 13 años, aun así su carácter era lo que la hacía distinta a los demás Uzzas. Su cabello negro como la noche, perfectamente trenzado reposaba sobre su hombro derecho mientras esperaba a sus alumnos.


En una posición de flor de loto, mientras cerraba los ojos visualizaba a su alrededor el aura de la inmunidad, sólo la visualizaba en su cabeza, ya que no había usado su varita para invocar alguna de las auras que presentaba el libro que ella trataba de transmitir. El canto de la sirena que aparecía al momento de invocar aquella aura, la hacía sentir con mucha paz, así que por esa razón había visualizado aquella Aura, solo trataba de tener su mente tranquila.

Editado por Runihura
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De alguna manera, sin saberlo aún cómo, me había logrado organizar con todas las responsabilidades que se me habían acumulado sin darme cuenta. Tenía muchas cosas pendientes pero la más importante en aquel momento, era el encuentro con la Uzza que me estaba citando en aquel momento mediante aquella carta. Tomaba el pergamino entre mis dedos mientras solamente rezaba unas pocas palabras: “Orfanato Hangleton” con el punto de encuentro.

Arrugué el papel y lo tiré a un lado, desapareciendo a un par de kilómetros, aprovechando que aún se encontraba en el mismo país.

La calle se encontraba tranquila, de momento. Mi aparición pasó totalmente desapercibida gracias a la sutileza que logré obtener en el transcurso de los años. Acomodé el cuello de mi túnica y pasé entre las sombras hasta llegar donde me habían indicado. Levanté la vista y leí el nombre del lugar, sonriendo al saber que allí dentro se encontraba la guía que me serviría para aprender todos los poderes de aquel libro. Cada día sentía que me quitaba un gramo de vida. Pero a su vez, me volvía más poderoso. ¿Tenía sentido?

Llegué rápidamente al interior. Al parecer el lugar estaba vacío, aunque tenía que admitir que no me importaba realmente. Busqué en algún rincón y me encontré con una niña de 13 años, de cabello tan oscuro como la noche que estábamos atravesando en aquel pequeño pueblo. Me hubiera sorprendido, de no haber conocido de antemano a Runihura. Aquella muchacha me hacía acordar a los vampiros, que no sabía cómo hacían para preservar su imagen.

Uzza Runihura —apoyé mi mano en el umbral de la entrada, avanzando unos pasos. Estaba cien por ciento seguro que me había sentido desde el primer momento que pisé allí. Las auras se leían magnificas dentro del Libro, asi que quería ver cómo se sentía poder usarlas y aprender a controlarlas. La saludé con un gesto de la cabeza y esperé a ver si podíamos empezar o si teníamos que esperar a alguien

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Estaba segura de que ésta sería la última vez. Por meses se había castigado a sí mismo sometiéndose al riguroso entrenamiento que los Uzza solían ofrecer a cambio de su personalidad desagradable y reacia a los magos británicos, y por meses había encontrado la suficiente justificación en el saber y la habilidad conseguida contra la humillación que pudiese sufrir de ellos. Sin embargo, algo le decía que ésta sería la última vez que vería un Uzza por un largo tiempo, o al menos eso esperaba: sus responsabilidades en Londres no paraban de crecer luego de la elección de la nueva Ministra, y con Gringotts en camino a ser lo que era antes Nathan apenas tenía tiempo para cualquier otra cosa. Por fortuna, había convencido a Ragnok de que le diera el día libre para asistir a aquella clase.

 

Pequeño Hangleton era un pueblo famoso por su historia, pero por demás despreciable. Con una población que no superaba los mil habitantes, y una economía local que se sustentaba a expensas del turismo en una ciudad turística aledaña, la gente que vivía allí lo hacía porque había sido la residencia en que su familia vivió, quienes en cambio lo hicieron por las mismas razones. De hecho, sólo había una cosa que había destinado a ese pueblo a la fama, una mansión al final de una calle que se alzaba en lo alto de la colina y que hoy en día servía como un orfanato para los niños del distrito. Allí es donde había sido citado para su clase, lo cual era curioso no sólo por la historia del lugar sino por lo extraño que era que los Uzza se inmiscuyeran voluntariamente en terreno muggle.

 

Quién sabe que circo montarán hoy. – susurró, irritable, tras aparecerse en medio de los jardines de la mansión. Estaba irritable, cansado por la falta de sueño y el estrés de las jornadas laborales de los días previos; y aún peor, ya estaba rendido: no esperaba otra cosa que el entrenamiento fuese exhaustivo y agotador... ¿qué chances tenía?

 

Echó a caminar en dirección a la puerta principal. Desde donde se encontraba, observó que la mansión estaba en su mayoría desocupada: las luces de las ventanas estaban todas apagadas, y el jardín estaba sumido en un silencio inquebrantable que a duras penas daba indicios de la música y el griterío que provenía del bar en el otro extremo de la cuadra. Con todo gusto se tomaría un tequila en aquel momento, pero tenía otras propiedades.

 

Se introdujo en la propiedad y caminó hasta llegar al lugar donde se encontraba su instructora y su compañero de clase, Elvis. Al Gryffindor ya lo conocía, era un viejo compañero de la Orden del Fénix, más era la imagen de la guerrera Uzza lo que le llamaba la atención: sentada en el suelo con las piernas contorneadas una sobre la otra, dormitaba en un estado de tranquilidad que al Weasley le causó cierta envidia: cuánto desearía poder estar así de calmo. Y sin embargo, aquello no era lo que le hizo reparar en ella más de unos segundos, era tan joven que estaba seguro no podía tener más de quince años.

 

Y sin embargo, jamás dudó de la legitimidad de su cargo. Y de alguna manera, aquello lo hacía peor: el resto de los Uzza solían estar amedrentados por la edad, y en cierta forma Nathan sospechaba que eso sopesaba sus exigencias, pero ésta vez...

 

Su última vez...

 

Sería la excepción.

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Las horas pasaron hasta que por fin pudo notar la presencia de las dos personas que le harían compañía en aquel lugar. Ambos habían llegado hasta ella con minutos de diferencia, el aura que transmitían parecía ser de personas con mucha luz interior, así que sonrío para sus adentros. La voz que se escuchó llamándola por su nombre antes de que abriera los ojos se le hacía conocida. ¿Donde es que había escuchado antes aquel color de voz? No la reconoció hasta que al abrir los ojos se encontró con la figura del Gryffindor.

Se puso de pie para dar inicio a la lección, una lección que bien podía iniciar preguntando ¿qué era el aura? para cada uno, pero la verdad es que aquella clase no se trataba de analizar los conocimientos teóricos que llegaran a tener sobre diferentes temas, más bien de poder practicar los poderes que venían en cada uno de los libros, en el caso de ellos, tendrían que empezar a practicar para invocar una o dos auras por cada uno.

¿Alguno le ha dado una pequeña leída al libro de las Auras? —preguntó mientras caminaba directo al interior del orfanato. —Como pudieron ver previamente, el libro de las Auras nos presenta seis auras diferentes, les hablaré de manera general de cada una y ustedes después invocaran una.

Se detuvo frente a la puerta de una habitación cerrada, puso su mano en el picaporte y la abrió siendo ella la primera en cruzar la puerta, al otro lado de aquella puerta ya no se encontraban en los terrenos del orfanato, pero sí muy cerca, se encontraban en el panteón donde se encontraba enterrada la familia Riddle y gran parte de los seres queridos de la gente del pueblo.

Aquí está enterrado el padre de uno de los magos más temidos en el mundo mágico. —soltó el dato como quien estaba de paseo y no dando una clase. —Como les venía diciendo, hay seis auras, las cuales son Aura de la llama del fénix, aura de la muerte, aura de poder, aura del escudo fantasmal, aura de confusión y mi favorita, el aura de inmunidad.

La guerrera a mitad del panteón movió su varita concentrándose en invocar el aura de la inmunidad, para invocar cada una de esas auras tenían que consumir parte de su poder interior, por lo que sólo podían invocar un aura por vez, pero en aquella ocasión y por estar en su clase les iba a dar un trozo del fruto que daba el árbol del fuego que les abastecería las energías para invocar una segunda Aura.

Aura de inmunidad.

Tras mencionar aquellas palabras, de su varita salieron filamentos de luz violeta que empezaron a formar una Sirena la cual al empezar a cantar creo un campo de protección que si en ese momento se encontraran en batalla sobre esta no habría cambio alguno, sin embargo no les dejaría invocar alguna otra aura.

El aura de inmunidad le impide invocar cualquier otra aura por 10 turnos en una batalla, es preferible que las auras sean usadas en batallas. —les dijo a sus alumnos antes de desaparecer el aura —¿Qué les parece si me muestran el aura de la llama del fénix y el aura de la muerte, señores Gryffindor y Weasley?
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Giré la cabeza, al ver que por el umbral de la puerta aparecía la figura de Nathan Weasley, justo a tiempo que la Uzza parecía haberse decidido en empezar con todo aquello. Le dirigí una reverencia con mi cabeza a modo de saludo y me dispuse a centrar toda mi atención en Runihura. Asentí a sus palabras al preguntarnos por sobre si habíamos podido leer las auras. Tenía que confesar que me llamaban la atención, pero no la había visto en muchas batallas y eso me llamaba aún más la atención.

¿Todas las auras requieren de varita, no? ¿Ocurre algo si se invocan con una Vara de Cristal? —logré preguntarlas luego de que la jovencita Uzza empezara con su explicación sobre las auras. Las nombró y podía recordar cada una de ellas, aunque me hubiera gustado ver cada una de éstas pero en medio de una batalla. No era demasiado complicado imaginar la situación, pero lo más emocionante era saber los efectos que ésta tenían.

Pude visualizar la que estaba invocando Runihura y asentí con la cabeza. Era un aura defensiva porque evitaba a otras. Pero estaba seguro que aquello era algo para transitar el momento porque seguramente en el fervor de la batalla se pasaría demasiado rápido. Me aferré a mi varita mientras ella nos pedíamos que ambos invocáramos alguna de las susodichas. Murmuré que estaba preparado y moví mi varita. Me provocó un escalofrío al ver el Aura de Muerte.

Aquella luz verdosa era igual que la luz que emitía la marca tenebrosa en el cielo. Y el ambiente se había vuelto tenso, como si estuviéramos justo debajo de ella. Me sentía poderoso, me sentía como si el mundo se estremeciera gracias a mi magia, como si todos se volvieran inferiores, como si pudiera pisotearlos. Respiré hondo, observando cada detalle iluminado de aquel verde asqueroso. Claramente que no sólo había necesitado casi toda mi energía, sino que estaba compuesta por mis pensamientos más oscuros, claramente

La herida en mi pecho vibró.

Miré a Nathan de reojo. Necesitaba que el joven invocara su aura. Sería la luz en el medio de la oscuridad. No había visto aquella aura pero sabía que serviría de aquella manera. Miré a Runihura.

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Cuando la Uzza se puso de pie, Nathan comprobó lo que ya había observado. La apariencia de una niña de quince años no solo se dejaba ver detrás de un rostro cuasi-infantil, sino también en una corta estatura que incluso él (que no era demasiado alto) podía superar. Acostumbrado a los tratos de aquel pueblo, no se sorprendió en cuanto la guerrera no les dedicó ni media palabra a modo de saludo, y en cambio se encaminó dentro de los terrenos del orfanato. Tanto él como Elvis la siguieron cercanamente, y Nathan apenas pudo devolverle el saludo al Gryffindor antes de que la mujer hablase por primera vez.

 

En efecto, sí, había leído el libro de las Auras antes de la clase, una vieja costumbre que tenía de sus tiempos en Hogwarts para llegar lo más preparado a sus encuentros con los profesores. Había hecho lo mismo con los anteriores libros, y sin embargo ésta vez no había salido de la lectura del libro actual con la misma claridad que las veces anteriores: las Auras parecían una forma de magia a la que él no había estado expuesto anteriormente, y a pesar de que comprendía el trasfondo teórico detrás de cada una y la utilidad práctica al momento de batirse en combate con sus enemigos, debía admitir que necesitaba de aquella clase y de todo lo que la Uzza le pudiera enseñar para poder dominarla.

 

Nathan escuchó la pregunta de su compañero, más optó por no llenar el silencio que le siguió con una propia. En cambio, aguardó pacientemente hasta que la guerrera le contestase dado que era algo que él también se preguntaba, y que también le interesaba saber. Mientras tanto, habían caminado hasta el panteón en donde descansaban los antiguos dueños de la casa donde ahora estaba instalada el Orfanato. Él, por supuesto, había escuchado la leyenda de los Riddle incontables veces, y sin embargo no dejaba de serle espeluznante la sola idea de lo que Lord Voldemort le hizo a sus propios padres... ¿acaso yo podría hacerle lo mismo a Felicity? le preguntó su inconsciente, de manera involuntaria, y haciendo caso de la inagotable sensación de angustia por la traición de su madre.

 

Su rostro se iluminó en medio de la oscuridad por la luz violácea del Aura de la Inmunidad que invocó la Uzza, un violeta que luego se tiñó de un entremedio más claro al combinarse con la luz verde musgo que surgió de la varita de Elvis, quien había convocado el Aura de la muerte. Nathan suspiró, y blandió su varita frente a sí, para hacer el movimiento correspondiente.

 

Aura de la Llama del Fénix – musitó, simultáneamente, y su propia varita expidió tiras iridiscentes que refractaron el aire a su alrededor hasta formar un fénix cubierto en llamas. Nathan lo evaluó por unos segundos, llegando a notar que en la boca del mismo había una bola de luz anaranjada que de a poco brotaba hacia afuera y revoloteaba alrededor del ave, agregando un segundo contraste a las luces violáceas del Aura de la inmunidad. – Wow. – agregó, involuntariamente, a continuación. La belleza del fenómeno que tenía delante era innegable y expedía una energía que neutralizaba casi por completo la sensación de penumbra que el Aura de la Muerte conjurada por su compañero había cargado sobre sus hombros.

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