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Libro de la Sangre – Enero 2021


Asenath
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Asenath estaba devorando un nuevo libro, adquirió que adhirió inmediatamente a su biblioteca. Gustaba de conocer más allá de lo que ya sabía sobre Historia de la Magia, jamás acaba de descubrir cosas nuevas sobre su tribu y las que acogieron a sus hermanos como un miembro más de la familia. Ahora su atención se posicionó en el cuenco que estaba sobre la mesita de madera, dentro de este goteaba sangre desde el techo. Elevando sus grisáceos ojos acariciaba con lentitud el pequeño hueco en la madera superior de su vivienda, tal vez alguna criatura se había lastimado intentando colarse en el hogar de la Guerrera Uzza.

Ella invitaba a todo aquel que deseará aprender, pero algo pedía a cambio de compartir parte del acervo cultural que resguardaba en su cabeza. Incontables vivencias habitaban dentro de sus memorias, piezas que encajaban a la perfección en el rompecabezas que armaba su vida. Poco a poco nuevas se anexaban en cada clase o viaje que la mujer realizaba alrededor del mundo, jamás tenía tiempo de descansar a sus anchas y disfrutar de su hogar dentro del pueblo Uzza.
Una nueva misión llamaba a su puerta, semejándose a una enredadera que ascendía buscando una rendija por donde colarse. La Nesedy respondió al llamado levantándose de la silla, estiraba con decisión toda su anatomía, calzándose su armadura se preparaba para la batalla. No les facilitaría las cosas a sus alumnos, el ligarse al libro de la sangre sería una ardua y demandante tarea para ambos. Entenderían el valor del poder que confería el libro que llevaba el nombre del liquido vital, el cuál mantenía con vida a los seres mágicos y no mágicos dentro del mundo que ella habitaba. La línea entre la vida y la muerte era demasiado fina y delgada, cercenar está con unas tijeras de plata no le llevaría más de unos segundos
— Alistaré todo lo necesario—la voz de Asenath retumbó dentro de la casita. Respondiendo a la petición de la Uzza, dándole las armas necesarias para ir al encuentro con sus nuevos pupilos. Las plantas que crecían fuera de su hogar, adornaban esté con una serenidad contagiosa, seductora y atrayente, posiblemente tendría la oportunidad de emplear sus conocimientos sobre el dominio de la mente y subyugar al par de magos. El sangrar era una de las opciones que daba la daga del sacrificio, no era descartable emplear ese hechizo en su beneficio. Los amuletos que contenía el tomo, ya reposaban dentro del cinto de su armadura, acompañados por su peculiar espada y una daga.
Reviviendo parte de su entrenamiento, retomaba la fuerza que esos fragmentos depositaban en ella. Era como si las abejas entrarán a la colmena, plagando la misma con sus ofrendas, desde animales muertos hasta la miel que producían y la cera que mantenía viva su esencia dentro de ese lugar. Cada ser viviente era capaz de devolverle sus favores a la tierra, siempre que estos le necesitarán ella estaría encantada de echarles una mano amiga. El viento golpeaba su exótico rostro, arañando con sus ráfagas las cicatrices que poblaban parte de su cuerpo, experiencias que retrataban su andar por diversos campos de batalla.
Encarnizadas luchas que sostuvo por mantenerse con vida, lastimando algo más que su cuerpo en el proceso. Ella sabía que el arma más poderosa que posee el ser humano es su mente, ahí donde radican todas sus virtudes, cualidades y habilidades. Además de sus defectos y el tan conocido talón de Aquiles, probaría si el par de magos contaban con el tesón necesario para usar de forma adecuada los hechizos del libro de la Sangre.
Era necesario sanar algo más que el cuerpo físico, esto una vez que ella iniciará con el primer ataque—Daga del Sacrificio—apareciendo en la palma de su mano un objeto afilado y punzante. Immolo Oppugnare se estaba sacrificando para agredir, proyectando un corte en el antebrazo de Martin. El dolor era penetrante arrancando de los labios del hombre un quejido ahogado, el sanar dicho daño era primordial a menos que se arriesgará a perder un poco más de sangre si se veía afectado por un otro corte en su cuerpo.
Ernest estaba en su mira, pero por el momento le dejaría meditar sobre lo que presenciaron sus ojos. Asenath comenzaba con el duro entrenamiento de no considerarlos aptos en determinado tiempo, acabaría por echarlos de sus dominios y castigarlos con varias heridas que sanarían tan fácilmente una vez que fueran provocadas.
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Ernest ya estaba preparando todo en su habitacion del Caldero Chorreante para dirigirse a una clase a la que ya se sentia preparado.

 

Habia checado varias veces que tanto el libro de la Sangre como la Daga ya estuvieran guardadas y para ese momento se estaba arrepintiendo de no haber comprado un monedero de moke en el Magic Mall ya que eso le facilitaria el llevar las cosas ademas que tambien llevaba sus anteriores libros, anillos y amuletos de los que ya habia aprendido con anterioridad.

 

Ahora le tocaba a Ernest aprender los secretos del libro de la Sangre y eso le causaba sentimientos encontrados. Por una parte el nombre del libro, le agradaba puesto que lo hacia sonar imponente, Sin embargo unos dias despues de comprarlo y haber leido un poco por encima, varios de esos hechizos y poderes se le hacian bastante dificiles de aplicar en la vida cotidiana.

 

No tenia porque juzgar el libro sin haber experimentado completamente su potencial, pero era algo que al mago tenebroso le habia llegado un poco a molestar.

 

Con una tunica de viaje y pantalones largos y los libros en mano, se fue rumbo a la clase....

 

------

En el momento en que Ernest habia llegado ya estaba el otro alumno enfrente del Uzza y la clase ya estaba por empezar.

 

Miro como el Uzza Asenath invocaba la daga y como con un sutil movimiento y palabras en latin, se hacia un pequeño corte en la mano para proyectarlo en el antebrazo de Martin.

 

Miraba el corte del antebrazo de Martin maravillado y un poco asustado. Sin embargo ese tipo de cosas le provocaban dudas que ansiaba fueran respondidas.

 

Esperaba que Martin se curara solo o si no el o el Uzza tendrian que intervenir para evitar que se desangrara.

 

-No seria mas efectivo y menos arriesgado usar un sectusempra en lugar de la Daga?- dijo como clara pregunta hacia el Uzza- Un mago experimentado en duelo podria usar el corte que se acaba de hacer en su contra...- dijo claramente esperando que su duda fuera resuelta...

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Black había esperado con ansias la llegada de aquel nuevo día. El conocimiento de la magia siempre era bien recibido por él y ansiaba saber más a diario. Los libros de hechizos, la tribu Uzza y Merlín lo habían llevado a dar un paso más en la profundización del conocimiento mágico. Los largos viajes durante su vida, alrededor del mundo, le habían permitido descubrir secretos maravillosos. El acceso al conocimiento de los libros era uno. Por eso se encontraba allí, deseoso del saber.

 

El libro de la sangre, junto a los demás que ya tenía aprendidos, se resguardaba en los bolsillos interiores de su capa de viaje negra. Allí, en uno de los innumerables bolsillos de espacios indetectables, había páginas y más páginas de antiguos textos.

 

El contacto con Asenath lo invadió de una electricidad interna, algo que apenas pudo contener. La expresión blanquecina y endurecida del mago persiguió a la Uzza hasta que llegó a apenas unos pasos de él. La clase iniciaría pronto y el otro compañero, que coincidía con él, acababa de hacer acto de presencia.

 

A continuación todo ocurrió muy rápido. Asenath utilizó uno de los poderes del libro, haciendo un corte mágico con su daga que hirió al mago nacido en Gales. En realidad él esperaba alguna palabra por parte de la encargada del curso previo a un ataque como él, por eso acababa de tomarlo por sorpresa. Manteniendo la calma e intentando soportar el dolor ocasionado por el corte de la daga, entornó su mirada perla, contemplando aquel sangrado.

 

Bastó con pensar un Episkey para que el corte cicatrizara de inmediato y el dolor se alejara de su cuerpo. Sin embargo, la mancha de sangre aún se mantenía en el antebrazo. El sitio casi exacto donde muchos años antes se había tatuado la marca tenebrosa. «Como si lo supiera», pensó.

 

Cuando Ernest realizó su pregunta, en la mente de Black se construyó una respuesta casi de inmediato. Sectusempra era un hechizo más dañino que aquella daga, pero el factor sorpresa era menor y existía cierto margen para defenderse a tiempo. Tiempo que no había tenido para intuir lo de la daga. De todos modos, contempló en silencio a su compañero primero y luego a la profesora Uzza, esperando su respuesta.

 

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Las palabras de Ernest captaron por un breve instante la atención de Asenath, observándolo con cierta incredulidad movía la cabeza en un gesto negativo. Detestaba que las personas se fueran por lo más sencillo y menos arriesgado, siempre la vía más accesible y las que les ahorraba tener que probar su verdadera valía. La Uzza se tomaría un largo instante para responder ante la duda de su aprendiz, acariciando las líneas que dejaron las cicatrices que adornaban su cuerpo, sintiéndose orgullosa de cada una de ellas.


—Es una buena opción, pero no creo que eso te ayude a la hora de intentar aprender lo que este libro tiene para enseñarte—su gris mirada se acentuaba clavándose en el pecho del mago. Ellos necesitaban la sangre para poder vivir, está corría por sus venas alimentando las mismas y dándoles la energía para transportar nutrientes y otras sustancias que el cuerpo humano necesitaba. La daga reposaba en su mano deseosa por realizar otro corte, pero en está ocasión su objetivo sería otro.


—Un mago experimentado sabría como evitar cualquier clase de daño anticipado, porque la experiencia que posee le daría las armas para lograrlo con éxito—la daga realizó un corte limpio en el costado de la mujer. Immolo ad protegendum se estaba sacrificando para proteger a Martín de un nuevo ataque, pero no pasaría lo mismo con Ernest. Tomando con la palma de su mano un poco de su sangre, no dudo en acercarse con sigilo hasta donde estaba su aprendiz tocando su pecho con su mano dejando la marca de sangre impresa en el.


—Obedire—de ese modo le impedía causarse alguna herida que requiera la asistencia de un Episkey. Además de eso ya tendría un lastre más que arrastrar y del cual librarse, la mala suerte estaba del lado de Martín sin duda alguna—Juramento de Sangre—la Uzza le prohibió defenderse de los ataques que vinieran en su contra. Ambos magos estaban en aprietos, quizás era momento de centrarse en aprender lo que debían y no dar palos de ciego. Uno de ellos estaba a nada de morir, sino se curaba de las heridas provocadas por la Nesedy.


—Deben demostrar que son dignos y hasta ahora, no han hecho un trabajo arduo para demostrarme que no estoy desperdiciando mi tiempo en ustedes—la dureza se hizo presente en su rostro. La belleza exótica por un breve instante se vio ensombrecida por la decepción quizás precipitada por parte de la Uzza, pero ver al primer hombre sangrar si que a este le importará en lo más mínimo, no despertó en ella las ganas por brindarle una mano amiga.


Estaba ahí para ayudar e instruir, no para ser protagonista de un acto fraguado por el destino y destrozado por el poco interés que mostraba su alumno.


Ernest era otro cantar, pero ya lo comprobaría más adelante. Jugar con la mente de sus aprendices se estaba volviendo un deporte ameno para Asenath, jugar hasta que se cansará de ello asestarles el golpe final. La muerte estaba rondando ese lugar, invitando a todo aquel que deseará abandonar el mundo de los vivos y perder la oportunidad de aprender que la sangre era mucho más que un liquido vital que les corría por las venas.

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Había llegado al lugar con mucho deseo de conocimiento y en este instante estaba más confundido que antes. Si en un principio tenía en claro cierta teoría de los nuevos hechizos que el Libro de la Sangre, ahora esa claridad se había ido evaporando segundo a segundo.

 

—… —Black quería decir algo pero no sabía qué. Asenath acababa de hacer una nueva demostración de los potenciales usos de la daga invocada pero esta vez no lo estaba atacando sino defendiendo. Las amenazas no habían llegado más que el corte de segundos antes y la posterior curación del mago de cabellos negros.

 

Creyó oportuno, sin embargo, intentar él mismo realizar la invocación que la profesora había realizado.

 

Daga del Sacrificio —cruzó la mente de Black. Como intuía que sucedería, una daga afilada acababa de materializarse en su mano izquierda. La contempló con detenimiento; desde lo resplandeciente de su hoja que podía cortar hasta el aire, y finalizando en la empuñadura, con unos detalles que parecían ser runas. Black desconocía aquellos símbolos pero reconocía el poder mágico en ellos.

 

No pensaba utilizarla de inmediato. En realidad, aún no tenía en claro si en realidad debería enfrentarse a su compañero de clase o a la propia Uzza.

 

Un segundo más tarde, Asenath utilizó “Juramento de Sangre” o eso fue lo que murmuró. Una vez más Black no supo qué hacer al respecto. Había entendido que aquel era el nombre del hechizo, pero no su forma de invocación. En tanto el invocador no hiciera la promesa que condicionaría a su oponente y a él mismo, no funcionaría…

 

—Lo siento, Ernest —se disculpó de antemano—. Immolo oppugnare —dijo a continuación y un corte nada pequeño apareció en el antebrazo del compañero y también en el propio. Para subsanar la herida que él mismo se provocó, Black pensó en “Curación”, aplicando parte de las enseñanzas aprendidas de los libros.

 

Era la clase más extraña que había vivido hasta el momento. Supongo que Asenath pretendía que ellos investigaran por su cuenta y también que fuera en parte prueba y error, el aprendizaje del curso. Sin embargo, eso no disminuía la contrariedad que le generaba.

 

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El Black actúo tal y como lo esperaba Asenath, atacando a su compañero de clase. Ella se mantuvo expectante en todo momento, jugando con las diversas posibilidades que el destino colocaba delante de los presentes. Ella simplemente se dejaba admirar por la destreza demostrada por Martín, tal tesón y decisión para atacar de forma certeza a Ernest, si lo deseaba podría contrarrestar el daño causado en el caído. Pero se atrevió a pasar por alto tal acción, posiblemente impulsada por la adrenalina que le provocaba estar dentro del campo de batalla.

—Te defiendes o mueres— su voz era como un tempano de hielo flotando en el océano. Aquellos ojos no reflejaban la más mínima compasión, volcándose a su pasado como aprendiz. Una a una sus cicatrices tomaban vida, susurrándole todo lo acontecido años atrás ahora ella tenía la sartén por el mango controlando a placer todo lo que acontecía dentro y fuera de sus memorias.

—Maldición— lo pensó afectando la siguiente acción de Martín, para su mala estrella no podría realizar con exactitud el ataque que le cruzará por la mente. Dejándolo simplemente resumido a un conjuro mal pronunciado que sería una versión bizarra del original y sin generar ninguna clase de efecto en ella o su compañero de clase Ernest. Era lo imperceptible que tenía la magia, porque nunca podía darse nada por sentado cuando se reaccionaba con dicho tema.

Las posibilidades de que Asenath, le salvará el pellejo al Wilfred se agotaban como lo hacían los granos de arena que caían dentro de un reloj de arena. Poco a poco todo se tornaría mucho más complicado para ambos duelistas, estaban a un pestañeo de presentarse a la prueba y demostrar que eran dignos de controlar los poderes que estaban plasmados dentro del libro de la sangre. Cerca de sus pies reptaba una serpiente, echándole una mirada cómplice a la misma levanto su vara de cristal mutó en una cubierta por escamas de serpiente, sangre de escorpión y la sangre de su padre, Babu. La lealtad de está estaba compuesta por varios jeroglíficos que enunciaban el nombre de la Uzza.

—Orbis Bestiarum— el efecto fue inmediato y no tuvo que emitir ningún sonido o palabra para que un anillo dorado envolviera el cuello del ofidio, dejándola bajo el control de la Nesedy. La orden emitida por la mujer fue que ascendiera por la pierna derecha de Martin, buscando con esa acción inyectar su ponzoña en el flujo sanguíneo del hombre y le impidiera atacar con claridad al ver sus sentidos mermados por el veneno. Confiaba en las habilidades de este, para librarse sin problemas de dicho ataque.

Aún quedaba demasiada tela de donde cortar, asintiendo le miraba con una mueca imperturbable. Quedaba en manos de el terminar con la vida de su compañero o sanarlo, aunque consideraba una perdida de tiempo tener un enfrentamiento donde solo una de las dos partes daba pelea y la otra optó por adoptar la postura de espectador. Le daría un par de minutos para reaccionar, si luego de eso continuaba ausente, no le quedaba más que lanzarle algún conjuro para despabilarlo o terminar de una buena vez con todo aquello.

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No podía saberse si era un mero instinto o la experiencia de tantos duelos y batallas durante su vida, pero Black estaba seguro que a continuación su profesora iba a atacarle. Tal vez fuera las palabras que acababa de decir o que centró su atención en él, mientras los perlas ojos del mago la miraban a medias a su lado. Pero Black lo imaginaba y por ello, girando unos noventa grados y quedando enfrente de Asenath, murmuró:

 

¡Avis! —De haber no haber ningún inconveniente, del extremo de la varita del mago debieron salir una docena de pájaros con la intención de defender a su invocador. Pero claramente no era el caso: los pájaros parecían vagas mutaciones, algunos con dos cabezas, otros con tres alas y otro incluso sin pico. Era una vaga imitación del hechizo original y entonces pensó en la “Maldición”, que seguramente Asenath le había dirigido en silencio.

 

Una leve sonrisa, fugaz como un rayo que ilumina la noche más oscura y luego se desvanece, se dibujó en aquel endurecido rostro de Black. Pero ya no había rastros de ella, sólo contemplaba con concentración a la profesora de la tribu Uzza.

 

Fue entonces cuando observó no muy lejos de allí la existencia de una serpiente. No podía decir que temía a aquellas criaturas, cuando aún mantenía un tatuaje en su antebrazo, aunque ya sin la fortaleza de antaño. Pero tampoco era que se encontraran entre sus criaturas favoritas.

 

Cuando divisó el inconfundible anillo dorado rodeando a la serpiente y luego que ésta se aproximaba hacia él de forma directa, supuso que una antigua magia del Libro del Aprendiz de Brujo acababa de ser utilizada. Aún tenía en su mano izquierda la daga invocada pero no pensó que le fuera a resultar útil en aquella situación. Para colmo, Ernest no parecía percatarse de la situación y aún no se había curado de la herida que Black le había hecho. Con todo aquello en mente, prefirió algo simple y concreto:

 

Sectusempra —fue lo que murmuró finalmente en dirección a la serpiente. Aquel libro le daba mucha importancia a la sangre; la sangre derramada, ya sea para herir o sacrificarse por un aliado; la sangre como debilitamiento propio y también del enemigo. ¿Qué mejor opción que deshacerse de ella con aquellos múltiples cortes? Un rayo había viajado del extremo de la varita blanca hacia la criatura para finiquitarla.

 

Pero antes de ver si ya estaba sin vida o no, Black volvió a fijarse en su compañero de clase y pensó: “Curación”. Con esto debería bastar por el momento para mantenerlo sin riesgo de perder la vida.

 

 

 

- - -

 

No sé si corresponda la aclaración pero por las dudas: sé que "Curación" sólo puede usarse una vez por duelo pero entiendo que esto no es uno como tal y con fines rolísticos de mantener a Ernest con vida (o esa es mi idea) lo utilicé por segunda ocasión.

 

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