Le resultaba interesante conocer esos pequeños detalles acerca de la que era su sobrina. Le serviría para entenderla mejor. Si bien su objetivo inicial para acercarse al Castillo Lestrange fue hacerse con el control de absolutamente todas las propiedades que perteneciesen a ese apellido, se había llevado una grata sorpresa con los familiares que hasta ahora había conocido. Por supuesto su hermana, con la que se sentía como si hubiese recibido una poción de amor, era su preferida. Pero su sobrina también le agradaba, no del mismo modo evidentemente, pero sí le molaba esa parte tan directa que a veces parecía mostrar.
Sonrió porque estaba consiguiendo lo que se había propuesto: conocerla mejor. Libros y cosas brillantes... Ya tenía la capacidad y la información necesaria para poder sorprenderla. Y lo haría. Más pronto de lo que ella mismo imaginaría.
—Yo siempre había pensado que tu nombre era porque allá donde fueses eras capaz de brillar y destacar por encima del resto... —confesó. Era algo que ya había pensado con anterioridad, puede incluso que lo hubiese dicho en algún momento pero no estaba de más repetir. Por mucho que lo intentase, pensase o probase, su propio nombre no tenía tantos juegos de palabras como el que tenía su acompañante. Sus padres no habían estado tan finos a la hora de nombrarlo como lo habían estado con la mujer.
El hombre se quedó a la espera de una respuesta mientras la miraba. Observaba sus ojos, sus labios y todo su rostro que tenía grabado en su mente. No le importaba que durante unos segundos se hiciese el silencio. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Recibir un no por respuesta? Era mejor eso que no haberlo intentado. Estaba tranquilo, pero su corazón empezó a latir con más fuerza cuando notó que la mujer se iba acercando. El corazón golpeaba su pecho con fuerza, un cosquilleo recorrió su estómago y cuando los labios ajenos se juntaron a los suyos pensó que nunca antes había probado nada tan delicioso.
Cerró los ojos disfrutando de su comisura, del tacto de su mano. Aprovechó para llevar su mano por detrás de la cintura de la fémina y acercarla levemente. Todo eso parecía estar pasando a cámara lenta, pero tan pronto como aquello empezó, se terminó. El ascensor había llegado. Se separó relamiendo sus labios donde aún podía notar el sabor de la Lestrange. Esbozó una sonrisa mirándola, satisfecho por lo sucedido pero con ganas de más.
—Lástima que el hotel no tenga un millón de plantas. —comentó, así hubieran tardado más en llegar y aquello se hubiera alargado. Aunque decían que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Lamentaba que todo hubiera terminado, pero algo le decía que podría repetir.
Tomó la iniciativa para, agarrando a la mano de la mujer, salir del ascensor para continuar el camino hasta el restaurante que ya estaba próximo a los dos magos.
—¿Sabes qué problema encuentro ahora? Aunque nos sirvan la mejor comida jamás hecha por el ser humano, no podré probar nada mejor que lo que he probado en el ascensor. Así que si al probar la comida que nos sirvan, no puedes apreciar en mi rostro ninguna emoción por lo que estoy degustando será culpa tuya. —bromeaba volviendo a mirarla. —Culpa tuya por tener los labios más deliciosos del Universo que nada puede igualar.
Miró a su alrededor, habían llegado al restaurante situado en una de las terrazas con hermosas vistas a los jardines.
—¿Dónde te gustaría que nos sentáramos? —dijo algo distraído, en su cabeza aún estaba pensando en ese primer beso.