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Prueba de Videncia #8


Sajag
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Sagitas estaba bien, aparte de mojada. Y Helike seguía de pie en la última carta que habíamos pisado, asi qeu no me precoupaba. Lo qeu si me asustaba era Fenrir, que se iba hundiendo irremediablemente en el agua, hasta el punto qeu dejé de verlo.

 

- Fenrir! - grité, levantándome para tirarme al agua...de no ser por mi madre.

 

Sagitas se me agarró como si se tratase de una lapa y empezó a tirar de mi, arrastrándome, alegando que las afirmaciones de la vampiro (decía tener visiones del lobo encerrado en el interior de la pirámide) eran ciertas y que debía confiar, pero yo solo quería librarme de ellas y tirarme tras la bola de pelo blanca...

 

Mi madre iba recitando las cartas: la emperatriz, los buenos augurios y un embarazo que casi me hizo dar un respingo; el hierofante y un futuro prometedor. La reina de copas, que le invitaba a confiar en la vampiro, y por último el Juicio...futuro incierto, decisiones...

 

Sentí que me tiraba a tierra firme. Me puse de rodillas, aun en shock, mirando hacia el agua y luego observando a mi pareja y a mi madre, que por cierto, besaba en suelo. Me puse en pie, enfurecido, dispuesto a...

 

Fenrir estaba en una jaula. Aullaba de forma lastimera, porque no entendía bien que hacía alli dentro. No le gustaba estar encerrado, y no le gustaba estar lejos de mi. POr eso nos llamaba, sabía que estábamos cerca y quería que le encontrásemos...

 

Parpadeé, confuso. No me esperaba una visión asi. Me di l vuelta, observando tres caminos de vegetación y tierra que se bifurcaban: izquierda, derecha y centro. Todo parecía en silencio, hasta que el aullido del lobo cortó el ambiente.

- Tendremos qeu separarnos aquí. - dije. - Qué camino queréis elegir?

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Puf, menuda paciencia tenía que tener con Sagitas. Pero claro, estábamos en un lugar en dónde fácilmente podíamos perder los nervios fácilmente, debía de tener calma antes de sacar mi genio. No era el momento. Suspiré...

 

- Puede haber muchas cartas malas, Sagitas, por ejemplo, la del diablo... Esa no es muy buena que digamos. Esa indica los peligros a los que nos enfrentaremos.

 

Pero claro, debía de hacer caso y bueno seguir los instintos de la pelivioleta. Al parecer, era bastante buena a la hora de interpretar las cartas del tarot...

 

- ¿Sabes? Mi abuela estaría orgullosa de ti, vas bien, a la hora de interpretar las dichosas cartas -le dije yo, para animarla. Aún así, su genio parecía subir a la mínima provocación. ¡Y eso que todavía no me había metido con ella!

 

- ¿Y qué quieres que haga? - le dije, riéndome - no he podido evitarlo, lo siento. Tampoco era mi intención que acabases en el agua mujer... - moví mi varita para secar sus ropajes- espero que ahora, no protestes tanto -le sonreí a la mujer.

 

Yo desde la carta en dónde estaba, me desplacé con cuidado hasta dónde estaban los otros dos. Parecíamos, no sé... varias piezas de ajedrez, tanteando el terreno y ver a qué pieza destrozar más adelante.

 

Abrí los ojos, sorprendida.

 

- ¡Vamos mujer! Si estuviese embarazada, serías la primera en saberlo. En mi caso, no lo estoy... soy vampiro, eso no está hecho para mí -no pude evitar ponerme triste, la verdad es que, al ser inmortal, el ser madre, no estaba hecho para mí. A no ser que buscase una solución. Negué con la cabeza, no era momento para pensar en esas cosas, más con lo que teníamos delante, teníamos más que suficiente.

 

Intentaba seguir sus pasos, me agarraba a Matt para que no se cayese, mientras seguía las instrucciones de mi tía. Iba bastante bien y por el momento, parecía que no teníamos problemas... Pero sabía que no debíamos fiarnos y mucho menos, de las buenas intenciones del arcano.

 

Alcé una ceja nuevamente al ver cómo parecía burlarse de mí. Negué otra vez con la cabeza.

 

- Vamos Sagitas... no te burles -le dije yo, achinando los ojos. No quería provocarla, pero vamos, su actitud no es que me ayudase mucho. Suspiré.

 

- Pues sí... eres bastante emotiva Sagitas. Muchas veces debes de actuar más con la cabeza que con el corazón -le dije, pero esperaba que al menos no se cabrease.

 

¡Y por fin llegamos hasta la orilla! Estallé con una carcajada grande al ver como la mujer besaba el suelo...

 

- No te alegres tanto, no te alegres tanto -sentí cómo mi mente se desvanecía. Tuve que sentarme. Una figura bastante conocida, vino en mi mente. Un cabello negro y una cara tan pálida como el color de la luna...

 

- Lázarus -susurré- otra vez no, por favor... -rogué yo- otra vez no -llevé mis manos a la cabeza porque sentía ciertos mareos. Era la segunda vez que el maldito vampiro se me cruzaba en mi camino y en más en una habilidad tan importante como la Videncia. Hice girar mi cabeza para centrarme...

 

Me puse de pie y guardé la varita en el bolsillo...

 

- Me temo que aquí, no podremos usar la magia... -aún estaba preocupada. ¿Sería ese ser el que, nos descubriría el futuro de Ithilion?

 

No quería preocupar a Sagitas con eso, debíamos de avanzar y agarré a Matt para que viniese conmigo...

 

- Vamos, vamos, sigamos avanzando... -susurré a mis familiares.

 

Y entonces fue, cuando nos atopamos con tres caminos de tierra y de hierba...

 

- ¿Tendremos que separarnos? -miré a los otros dos, con cara de espanto- ésto no es lo que me esperaba -les dije, mirándolos con estupor -entonces, me temo que nos veríamos al otro lado, ¿no?

 

Pregunté mirando a ambos... Aunque el arcano nos dijese que podíamos estar juntos, me daba la sensación de que tendríamos que estar un tiempo separados... No me hacía gracia, pero era lo que tocaba.

 

Sentí a Matt, parecía no estar bien pero enseguida volvió en sí, lo miré preocupada.

 

- Matt, cariño, ¿estás bien? -le pregunté un poco confundida, al ver su gesto.

 

- camino... sí, pues, el que sea más fácil, ¿no os parece? - pregunté, de nuevo, mirando a los dos.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Estaba muy cansada, demasiado, para contestar a lo que hablaban esos dos. Sólo respiraba y miraba al cielo, jadeando cada vez menos, recuperando las fuerzas.

 

Algo decía Matt de separarnos y negué con la cabeza. ¿Y si pasaba algo que le hacía peligrar su vida? Soy una madre muy protectora, lo reconozco; tal vez demasiado. Entonces sentí el nombre que susurraba mi sobrina. ¿Lázarus? ¿Es que ese tipo había vuelto...?

 

Me incorporé a medias y miré a mi alrededor, buscándolo, hasta que me di cuenta que había sido un murmullo de, posiblemente, una visión.

 

-- ¿Separarnos? ¿En serio? ¿Por qué...?

 

La Reina de Copas aún levitaba sobre el agua y la imagen me sonrió. Alcé una ceja. Debía dejar de beber whisky de fuego para desayunar.

 

-- Eres una mujer sensible y virtuosa, sabes escuchar y dar consejos. El éxito que buscas no está aquí, todavía, pero llegará en cuanto cruces las tres pruebas. Elige. Estás sola.

 

Parpadeé. Otra vez la carta estaba quieta y se disolvía en el agua. ¿Otra visión? ¿Seguro que no me estaba volviendo esquinofreida o como se llamara eso que decían los muggles?

 

-- Vale, vale, me voy por la izquierda. En diez minutos, los tres delante de la entrada del Laberinto. Si falla alguno, juro que doy media vuelta y os busco.

 

Adelanté el paso y avancé como cuatro o cinco zancadas y me detuve. Me di la vuelta y señalé a Heliké con el dedo.

 

-- Bueno, a ti tal vez no te busque, así que intenta llegar a la entrada del laberinto solita. Hale, nos vemos. No tardéis porque empiezo a contar el tiempo.

 

¿Y con qué reloj? Me negaba a llevar un artefacto de esos encima. Seguí el camino de la izquierda y me perdí de su vista.

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Mientras avanzábamos, cada uno tuvo su propia visión, seguramente muestra de que nos acercábamos poco a poco a aquella habilidad que nos disponíamos a dominar, a pesar de que tuviéramos nuestras propias reticencias al respecto.

 

- Si...si estoy bien. - contesté a Heliké. No me gustaba demasiado tener visiones por sorpresa. - Fenrir está encerrado en una jaula, supongo que al otro lado de este laberinto.

 

Ni Sagitas ni la vampiro querían atravesar el laberinto por separado. Lo entendía bien, a mi tampoco me agradaba la idea...pero éramos tres personas y ante nosotros se bifurcaban tres caminos, si el arcano no pretendía que hiciéramos aquel tramo del camino solos, que sentido tendría?

 

Mi madre fue la primera en adelantarse, amenazando con venir a buscarnos si tardábamos demasiado en aparecer. Ladeé ligeramente la cabeza, riendo al oir como amenazaba con buscarme solo a mi y dejar a la vampiro, justo antes de internarse por el camino de la izquierda. Apenas avanzó unos metros, el camino se cerró a su espalda, efectivamente, impidiéndonos el paso tras ella.

 

Observé los caminos que nos quedaban, derecha y centro, cuando un nuevo aullido de Fenrir llegó a nosotros. Guardé la varita en el bolsillo trasero del pantalón, ya que no nos serviría de nada.

 

- Te veo al otro lado. - dije a Heliké. - Yo si que iré a buscarte - bromeé, justo antes de internarme por el camino de la derecha.

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Bueno, al menos, me alegró que Matt estuviese bien y suspiré. La verdad es que no habíamos hecho más que empezar y me sentía agotada. La verdad, es que necesitaría una buena poción revitalizante si queríamos llegar hasta la pirámide, que se encontraba al otro lado. Sabía bien que el arcano no nos lo pondría fácil, nada que ver. La vinculación del anillo de Videncia iba a ser bastante dura de conseguir cómo lo había sido con el de animagia, estaba segura.

 

- ¿Tan segura estás de que, nos encontraremos en diez minutos? - conesté, mirando a Sagitas con una sonrisa burlona -la verdad es que confías demasiado en Sajag. No será tan sencillo como parece...

 

Suspiré para intentar tranquilizarme, ya que los nervios parecían aflorar a la mínima posibilidad. Estaba segura de que, un buen sorbo de whisky de fuego me calmaría, pero no era ni el momento ni el lugar para hacer eso. Debía tener todos los sentidos alerta y debía de estar sobria para llegar hasta dónde pretendía.

 

Casi me lleno de rabia al escuchar el comentario de Sagitas y le respondí.

 

- Tranquila, soy más mayorcita que tú y he estado en lugares más peligrosos que éste... Sé cuidarme yo solita, gracias -le dije, rechinando los dientes para no seguir picándola.

 

- sí que lo está Matt, lo he visto ésta mañana... No sé cómo se han atrevido, la verdad es que no lo sé -le dije, negando con la cabeza, preocupada.

 

- Gracias cariño, sé que puedo contar contigo -le dije con una tierna sonrisa y yo también guardé mi varita.

 

- Bien, entonces, si Sagitas va hacia la izquierda... -me contuve unos segundos, no sabía porqué pero sentía que el miedo me atenazaba y me paralizaba... "¡vamos mujer, tú puedes, cómo le has dicho a Sagitas, has estado en lugares más peligrosos, no te me vengas abajo ahora!" sonreí e intenté que la paz volviese a mí antes de iniciar nada, guardé la varita en el bolsillo, algo me decía que no nos sería de utilidad y tendríamos que usar la "visión" para salir de ese maldito laberinto. Ese que me traía tan malos recuerdos.

 

- Bueno, entonces yo me voy por la derecha, ¡hasta ahora! - le dije a Matt levantando la mano y encaminándome hacia ese lugar... Caminé durante no sé cuánto tiempo, hasta que me encontré con unas zarzas. "¡Será posible! ahora parece que tengo que desandar lo andado" protesté para mí, los aullidos del lobo parecían más cercanos. Eso debía darme fuerzas para seguir avanzando... Algo me decía que, además la magia estaría prohibida para usar ahí dentro...

 

- Pues nada, habrá que cruzar - dije en voz baja, maldiciéndome por mi mala suerte. Las hierbas parecían que eran bastante espesas pero había visto un hueco en el que, quizá pudiese colarme como una serpiente, por medio de ellas. Y así lo hice. Pero esa maraña de enredaderas o lo que fuese parecía que hacía jirones la ropa que llevaba, no podía evitar exclamar un ¡ay! por mi parte cada vez que tocaban mi piel. Sentía que perdía el sentido. Y en mi fuero interno tendría que avanzar para rescatar a Fenrir. El filo de ese tipo de pasto parecía que era bastante cortante, porque, cuando conseguí salir de ahí, tenía varias heridas en las manos y éstas sangraban un poco.

 

Sentía debilidad por todo mi cuerpo. Yo, que había sido profesora de pociones reconocí enseguida lo que me pasaba ¡eran puro veneno! pero claro, debía de encontrar un maldito antídoto. De rodillas y con las manos en el suelo fui avanzando lo más rápido que podía ya que notaba bastante pesadez en el cuerpo. Maldecía y juraba una y otra vez y hasta que vi tres especies de cuenco... ¿Cuál sería el adecuado para mí? Pero me fallaban las fuerzas y sentí cómo todo se volvía negro a mi alrededor.

 

<< abrí los ojos y parecía que me encontraba en la vieja cabaña de África en aquella, en dónde el viejo anciano me había dado las claves para conseguir mi habilidad el convertirme en animaga.

 

- Veo que está aquí de nuevo - me dijo con una sonrisa y enseñándome sus dientes desdentados.

 

Aún parecía que conservaba la pluma de buitre negro. Pero no entendía que estaba haciendo ahí.

 

- ¿Ésto es real? -pregunté, temerosa sin querer saber si era cierto o no... vi que chasqueaba la boca y con una sonrisa conciliadora me dijo.

 

- Bueno, puede ser tan real como tú quieras que sea... Veo que estás malherida -me dice, señalándome las manos de sangre y que parecían que, realmente, les hubiese pasado un cuchillo de doble hoja.

 

- vaya... pero siento un pesar en mi cuerpo, que me impide avanzar -él asintió con la cabeza.

 

- Tranquila, te ayudaré... ¿ves esos cuencos? -con dificultad y los ojos llorosos dirigí mi vista a dónde me indicaba. Cada uno de ellos tenían una forma definida. Eran bastante bonitos.

 

- Tendrás que escoger -sonríe el viejo. Y a mí en ese estado me fastidiaba tener que escoger... Es más recogería uno que me diese bastante igual sus efectos, necesitaba reponer mi energía y en el camastro en dónde estaba parecía que me llenaba de paz.

 

- vaya forma tuya la de ayudarme -protesté sin poder evitarlo, me estaba enfadando y lo sabía. Notaba como ciertos coloretes se me ponían en la cara cuando el genio brotaba como un volcán en erupción.

 

- No te enfades - me dice, ¡anda que me conoce bien! - estás aquí por algún motivo, te ayudé una vez y puedo volver a hacerlo de nuevo -dice, sonriéndome otra vez. ¡Estaba hasta la coronilla de escucharlo hablar con frases sin sentido!

 

- No todo lo que ves es lo que parece -me dice y yo asiento, sabiendo que es verdad- ¿Cuál escogerías tú?

 

Me pregunta y yo intento levantarme como puedo del camastro. Me apoyo, no sin cierta dificultad y veo como la ropa o bueno, los pantalones parecen que tienen algunos jirones.

 

- Pues, escogería el que fuese más humilde. El lujo no tiene que indicar que sea lo mejor -él asiente con la cabeza y me dice 'tienes toda la razón'.

 

- ¿entonces? - sabe que espera que le dé una respuesta pero yo no sé qué hacer, aunque veía el cuenco de madera y ese me llamaba bastante la atención y lo señalé.

 

- Ese, el de madera -asiente con la cabeza y me lo da.

 

- Has hecho una buena elección - me dice con otra sonrisa- tienes una gran alma -yo lo miro, con el ceño fruncido -sí, aunque a ti te parezca que no. Eres humilde ante las adversidades y bueno...

 

- Basta - le suelto, enfadada - no me conoces, no sabes las cosas que he hecho...

 

- Sí lo sé - asiente el viejo manteniendo esa fina curva en su cara- te conozco más de lo que te conoces a ti misma -me suelta y yo me quedo perpleja. ¿Sería una artimaña de Lázarus? - y él no tiene nada que ver en ésto -¡ni que me leyera el pensamiento! - si estás segura, adelante. Yo no puedo hacer mucho más, salvo que, aconsejarte pero eso lo has hecho tú solita... Tú tienes un gran poder, uno que, con la animagia has conseguido desarrollar, el poder de Visión, tu abuela también lo tiene, deberías de hablar con ella y yo también la ayudé en su momento...

 

Me pasa el cuenco de madera y bebiendo el líquido de su interior con algo de urgencia porque sentía que tenía una sed atroz. Y no era la precisamente de sangre. Notaba como me reconfortaba por completo. Las heridas se iban cerrando poco a poco pero sabía que me quedarían una bonita cicatriz en las manos y en dónde esas malas hierbas me hubiesen rozado. Caía de nuevo en un sueño profundo y no supe cómo, pero desperté...>>

 

Abrí los ojos de par en par y los cuencos que había visto al principio ya no estaban. Me sentía viva, llena de energía y dispuesta a continuar a dónde fuera que fuese. Ya no tenía temor y sabía que conseguiríamos llegar al portal para iniciar las pruebas que éste nos pondría. Pero también temía por Fenrir y esperaba encontrarlo bien o no sabía que iba a hacer con el Arcano, como lo viese delante, si tuviese alguna herida.

 

Conseguí salir del laberinto sin encontrarme con nada más y rogando que Lázarus no apareciese en ninguna visión más. Ya había tenido bastante y por fin, había conseguido, no sin cierto esfuerzo, llegar hasta el otro lado de esa maraña de hierbas y enredaderas que conformaban el lugar. Ahora, esperaba poder encontrarme con Sagitas y con Matt, para seguir avanzando.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Sajag meditaba, allá dentro de la Pirámide, sentado en el suelo ante el Portal de Todos los Anillos, con las rodillas flexionadas, en la posición de Loto. Nada lo perturbaba aunque ningún sonido llegaba hasta el lugar. Sólo el ruido de unas garras le molestaba. No era culpa del animal. Aquel lobo blanco había sido salvado de las aguas malignas. Era una gran mascota que había intentado salvar a su dueño.

 

El Arcano no podía intervenir para ayudar a ninguno de sus pupilos. No sería justo para ellos ni para los que ya habían hecho la prueba, además de los que la harían algún día. Sin embargo, el lobo no tenía culpa de su instinto protector; por eso le había salvado y ahora estaba a su lado, con la lengua fuera, enlazado a él con una cadena mágica para que no entorpeciera el resultado de la prueba.

 

El lobo aullaba de vez en cuanto. Sajag sonreía por dentro porque , en el fondo, sabía que eso era bueno. Ayudaba a los tres pupilos con su voz. El Arcano no perdía de vista a ninguno de ellos. Les vigilaba. No quería intervenir pues supondría que perderían el derecho a pasar la Prueba, aunque lo haría si era necesario, para evitar alguna muerte. Al revés que algunos de sus compañeros, no pretendía tener ninguna muerte más en su conciencia.

 

Ahora, sin embargo, se encontraba en una tribulación. Aquel muchacho había decidido seguir el camino de la derecha. Había entrado en él y, ahora, su novia se le había adelantado de algún modo, adentrándose sin remedio. Sajag se asustó un poco. No había visto la muerte del muchacho pero era lo que le esperaba si utilizaba un camino que ya estaba siendo usado.

 

- Las mujeres son todas muy imprecisas - murmuró al lobo, acariciándole la cabeza. Seguía sentado, dudando. No podía intervenir pero no podía dejar que el hombre muriera por culpa de la aceleración de la mujer vampiro. Además, en cuanto la otra mujer saliera de allá y supiera de la desaparición de su hijo, veía la posibilidad de un ataque hacia su nuera. - Difícil situación...

 

Para él, la solución era clara: avisarle de manera que no se notara para que él Portal le permitiera el paso. Fácil. Rascó la cabeza del lobo y le susurró al oído:

 

- Tu amo no debiera seguir por el camino de la derecha, ¿no crees? Debiera ir por el del centro.

 

Sajag había visto que ambos tenían una unión que iba más allá del meramente dueño-mascota. Era una conexión intima y lo que uno escuchara, el otro lo oiría. Seguro que el señor Blackner entendería lo que su lobo sabía. Seguro que Vería que no seguía el camino correcto.

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  • 2 semanas más tarde...

Comencé a internarme por el camino, pero de pronto un torbellino pasó por mi lado. O más que un torbellino, @ . La vampiro no se lo había pensado, y tal vez movida por el impulso, casi me pasó por encima. Me quedé mirando su espalda un momento, con las manos en los bolsillos y la ceja alzada.

 

- Bueno...pues creo qeu me tocará ir por el centro - dije, más para mi que para nadie más, pues en aquel instante me encontraba solo. Dejé aquella senda antes de que se cerrara.

 

Tras observar a izquierda y derecha, suspiré, adentrándome por el tercer camino, el del centro. Me llegaban los aullidos de Fenrir, lo cual me dolía. El lobo parecía pasarlo mal, y lo peor es que no podía hacer contacto con él, saber si verdad estaba bien...porque si estuviera malherido, lo sufriría en mi propio cuerpo. Asi qeu al menos podía estar más o menos tranquilo...de momento.

 

Al principio podía esquivar las pequeñas zarzas, pues no me encontré demasiadas. Pero poco a poco las ramitas se hicieron más presentes, más gruesas, hasta el punto de que me encontré cubierto de arañazos en las piernas y sobre todo en los brazos. A cada uno gruñía, porque además, escocían, cada vez más. Sentí el cuerpo pesado, comenzaba a costarme respirar. Y tenía demasiado calor.

 

- Que... - no me encontraba bien.

 

Acerqué el brazo a la nariz y solté un bufido. Olía a veneno! Tendría que encontrar un antídoto, algo...o estaba perdido.

 

Seguí avanzando, resignado ya, apartando las zarzas hasta que no pude evitar caer de rodillas. Cerré los ojos y tomé aire antes de volver a abrirlos. Tenía delante tres agujeros, como tres madrigueras, además de una vela. Ladeé la cabeza...seguramente aquello tendría algo que ver, tal vez tuviera que usar la vela para conseguir un antídoto de aquellos huecos en la tierra.

- Maldita sea... o logró esta habilidad o me quedo en el intento - murmuré, intentando coger la vela. Pero no podía, era intangible. Ladeé la cabeza, maldiciendo. Como se suponía que tenía que hacerlo?

 

"Videncia...casi se basa en el mundo onírico. Tal vez..."

 

Cerré los ojos, calmándome. Pensé en Fenrir, en mi lobo, y en esa conexión que nos unía. Para cuando abrí los ojos, mis ojos eran totalmente rojos, como lo serían los del lobo. Usé nuestra unión, pues cada vez que lo hacía, me movía entre ambos mundos, entre el físico y uno más espiritual. Me fijé en la vela, quise moverla, y en cierta forma, la moví. La desplacé sobre los huecos, dejando que su luz penetrara a través de ellos. No usaba las manos, pero tenía la sensación en ellas de que la sostuviera.

 

Esperé, no demasiado, aunque tampoco estaba demasiado seguro de cuanto había pasado, hasta que me llegó un sonido agudo y lo que creí, el sonido de unas garritas sobre la tierra. Una pequeña criatura surgió de la madriguera central y trs olisquear el aire me miró y se me acercó. Comenzó a lamer las heridas, y poco a poco, me sentí mejor, hasta el punto de que al parpadear, mis ojos volvían a ser azules.

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Pues no era tan difícil aquella prueba, el camino de la izquierda era facillillo... ¿Cómo le iría a mis hijos? Bueno, hijo e hijastra... ¿Pero qué estaba diciendo? Heliké no era mi hijastra, ni mi nuera... Era... Hum... ¡Sobrina y punto! Miraba hacia el suelo y mascullaba palabras en contra de ella cuando sentí el aullido de Fenrir. Levanté la cabeza a tiempo de ver unos globos atados en un árbol. Sonreí. ¿Serían mis globos parlanchines? Me acerqué a ellos, olvidando toda precaución.

 

-- Eh, tú, rojito. ¿Eres el Globo pinchado que arregló Eledhwen hace unos años?

 

Aquel comentario me dolió puesto que hacía mucho tiempo que no sabía nada de mi prima y, en cierta manera, eso me preocupaba mucho. Mis lechuzas nunca habían regresado de la misión de encontrarla y darle un mensaje mío. Me puse triste y, supongo que fue por eso que me arriesgué tanto, toqué el globo con las manos.

 

Se quedaron pegadas a ellas y mis manos ardieron. ¡Me quemaba! El fuego me rodeaba por todas partes y me daba la sensación de que un horrible ojo gigante y rojo me calcinaba con su mirada. Grité, asustada. Alguien había usado una triquiñuela amarga conmigo, usando la imagen de unos globos que me hacían sentir como en casa, cómoda y tranquila, para atraerme a un peligro inesperado. Volví a gritar y moví las manos en un burdo intento de deshacerme del globo.

 

Imposible, mis manos tenían ampollas que crecían y la piel se despegaba pero aquel maldito globo-ojo rojo seguía pegado a mí, burlándose de mí y haciendo una pregunta, una y otra vez.

 

-- ¡Dímelo! ¡Dímelo! ¡Dímelo!

 

Una oleada de calor, como si un volcán estuviera en erupción, me golpeaba y mi piel se volvía toda una ampolla latiente y dolorosa. Mis ojos perdían la visión, cocidos en el interior de un cuerpo que ardía pero yo seguía viendo aquel horrible ojo; mis orejas se derretían pero yo seguía oyendo aquella pregunta. El aire era tan caliente que, literalmente, me cocía por dentro. Caí de rodillas y, sin poder soltar mis manos calcinadas, grité con una lengua que no debería existir.

 

-- ¡No sé qué quieres que te diga!

 

...

...

...

 

Abrí los ojos porque algo se movía encima de mi cuerpo. La luz era demasiado fuerte y sentí mucha sed. Desde allá abajo, estirada en la hierba, la sensación del dolor y del miedo volvieron a mi cabeza antes incluso de que recordara aquella horrible visión que había sufrido. Lo que me rozaba un brazo, por cierto, de color piel natural, ninguna herida, era el hilo de un globo explotado. Curiosamente, el cordón parecía quemado y los jirones de plástico que aún ataba parecían ser un globo que hubiera ardido por dentro. Me estremecí al recordar todo de golpe y levanté una mano, para comprobar que yo seguía viva y no estaba quemada como aquel globo rojo que ya no existía.

 

-- ¿Pero qué demonios pasó...?

 

En la mano y en el antebrazo tenía algunos arañazos sin importancia, como si al caminar me hubiera rozado con alguna planta. Giré la vista y las vi. Hierbas... Venenosas... No me había dado cuenta de nada mientras caminaba antes y ahora estaba envenenada. Entendí que ahora tendría que conseguir una cura cuanto antes. ¿Qué hacer?

 

-- Un bezoar... Necesito un bezoar. ¿Dónde está mi varita? -- Noté un líquido que resbalaba de mi pecho y me asombré al ver sangre. Era una herida limpia, reconocible; un Sectumsempra. Temblé... Así que la prueba no era tan fácil, al fin y al cabo...

 

La vi, pequeña, en un árbol por encima del arbusto donde estaban los globos. No sabía cómo había llegado allá pero me levanté a buscarla. La necesitaba. El veneno de aquellas hierbas estaban haciendo su efecto y, seguro, lo que había visto antes no era una Visión sino un efecto psicotrópico de las mismas. No estaba para trepar por el árbol y lo moví, como si fuera capaz de provocar un terremoto que la hiciera caer. Por lo contrario, provoqué que los globos se movieran y aparté con rabia el azul.

 

No debiera haberlo hecho. El globo se quedó pegado pero esta vez no sentí el calor de antes sino frío. El dorso de la mano se estaba quedando azul del frío que sentía. Ahora estaba algo más preparada así que no grité. En el interior del Globo Azul, un ojo me miraba. Poco a poco caminó hacia atrás y pude ver como una cara se iba dibujando. Las cejas oscuras, el puente de la nariz, un atisbo de cabello pelirrojo, unos labios... Jadeé y retrocedí. Intenté arrancarme el globo y la otra mano se quedó pegada a él. Gemí al reconocer a aquel muchacho, un hombre ya, que me miraba con rabia. Se agachó hacia mí, como si yo estuviera sentada o a un nivel inferior.

 

-- ¡Dímelo! ¡Dímelo! ¡Dímelo!

 

Negué con la cabeza, muda. No podía entender la visión. Le veía dando órdenes a alguien que el globo me mostraba y vi una mano que levantaba una varita y un rayo verde que salía a un lateral. El rostro siguió la dirección del rayo y vi a Matt, a mi hijo primogénito, tendido en el suelo, con los ojos abiertos, muerto por un avada. Ahora sí que grité y noté que el hielo se apoderaba de mis brazos.

 

-- ¡Dímelo! ¡Dímelo! ¡Dímelo!

 

-- ¡¡Noooo!! ¡¡Asesino!!

 

El azul se extendió y ahora llegaba al cuerpo. Me levanté y corrí hacia el árbol, golpeando el globo con fuerza para desprenderme. Mala elección. El hielo estalló en trocitos y yo acabé desperdigada, helada, por el suelo.

 

...

...

...

 

-- Un bezoar -- supliqué al aire, abriendo los ojos. ¿Siempre sería así de agotador, tener Visiones? Ahora estaba segura que lo eran. Miré el techo de árboles y ramas que se entrecruzaban. El sol apenas se veía entre los resquicios de las hojas. Era cálido aunque yo aún sentía el frío en mi interior. Me levanté, despacio. Otra herida se había creado en mi pecho. Aquel maldito Arcano había puesto pruebas tan difíciles que un Sectusempra me alcanzaba cada vez que fallaba. Grité de rabia. -- ¿Fallar en qué, eh? ¿En qué fallo? ¿En qué maldita sea he fallado para que sucede eso que estoy viendo? ¿Por qué se ha convertido en un asesino?

 

De repente, me puse a llorar. Supongo que era el cansancio, la pérdida de sangre, el sopor del veneno que me llevaba hacia el desvanecimiento y la muerte. Apreté mis heridas sabiendo que era inútil. Estaba muerta. Sólo podría sanarse si conseguía llegar al claro de la entrada del laberinto. Allá estaría Matt y Heliké; les pediría ayuda.

 

Contemplé los globos que faltaban. ¿Cuál escoger...? ¿Cuántos me quedaban...? No lo sabía pero la lógica me decía que mi cuerpo no aguantaría un sectum más así que sería el último o la Muerte definitiva sería mi destino. Cerré los ojos, imploré a los dioses su ayuda y me relajé, nada fácil con lo mal que me encontraba. Alcé la mano y la moví, lentamente, en el aire. Mil imágenes de tortura se sucedían con aquel rostro, mil imágenes en los que me veía morir. Las lágrimas rodaban por mi rostro, no por dolor sino porque no entendía cómo aquel hombre podría haberse convertido en eso. Ni la intoxicación por el veneno ni la debilidad de mi cuerpo herido. Dolía él, verle ahí, matando. Una energía (o tal vez sólo una brisa de aire, ahora mismo ya no podía decirlo) hizo que un globo se moviera hacia mi mano. ¿Qué más daba? Sería ese, el globo violeta

 

Lo agarré con las dos manos.

 

Allá estaba yo, deshecha en llanto y con las heridas de varios sectusempras, medio tumbado en el suelo y con las manos engarfiadas entre cadenas. Era yo, llorando. Podría ser ahora mismo, pues la imagen era muy similar a como me veía en aquel momento pero los ropajes no lo eran. Era el futuro. Levanté la cabeza y le hablé. El hombre pelirrojo daba un golpe con el pie al cadáver de mi hijo muerto.

 

-- ¿Por qué?

 

-- Dímelo tú, madre.

 

Cerré los ojos y sollocé un poco. Me moría allá por dentro. Me moría aquí, por dentro y por fuera. Ithilion se acercó a mí y me miró con asco en su cara.

 

-- ¡Dímelo, madre! ¿Quién fue? ¡Dímelo! Te prometo que te daré el antídoto para ese veneno que te corroe por dentro -- llevaba en la mano un cuenco de madera cuyo líquido iba derramando por el suelo, siendo absorbido por la tierra.

 

Cedí. Lo necesitaba. Si me salvaba en el futuro, me salvaría en el presente y necesitaba seguir viva para llegar a ese futuro y cambiarlo de alguna manera. Los Dioses son algo macabros con sus ideas sobre el espacio-tiempo y, ahora estaba segura, aquella Visión era mi futuro. No me gustaba, tenía que cambiarlo. Así que necesitaba convencer a mi hijo de que me diera aquel cuenco.

 

-- Fue Phanser. Era un mago blanco pero me ayudó a traer a tu padre del mundo de los muertos. Uso una magia muy antigua y especial. Yacimos aquella noche en los jardines de la Potter Black, creando un bucle entre los mundos que permitió tu fecundación. Fuiste creado por amor, Ithilion. Recuerda eso.

 

-- ¿Por qué me permitiste nacer, madre, si la Profecía anunciaba el nacimiento de un ser que permitiría la entrada de los muertos en este mundo, convirtiéndose en el Rey de ellos?

 

-- ¡Por qué no eras tú, Ithilion! -- sollozaba, sí, intentando que él entendiera. -- ¡La Profecía decía que un Nigromante te poseería por tu poder de abrir las puertas entre los dos mundos cuando fueras mayor y yo prometí que cuidaría de ti, que te haría entender el Bien y el Mal y que nunca lo harías! ¡Prometí protegerte de ti mismo, Ithilion!

 

-- No lo conseguiste, madre... -- Se acercó a mí despacio, vertiendo casi la mitad de aquel líquido en el suelo. Después me dio el resto que bebí con ansiedad. Las fuerzas parecieron volver a mí y sentí como volvía a estar algo más viva. Le sonreí, agradecida. Él también lo hizo. -- Matarla. Que vaya al mundo de los Muertos y que nos sirva como una inferi.

 

Solté el globo con un grito de angustia, viendo como el rayo verde se acercaba a mí. El globo violeta fue subiendo y subiendo mientras la luz verde quedaba retenida dentro de él, perdiéndose en la lejanía de las alturas. Jadeé. Estaba sana y podía caminar, el veneno había desaparecido pero los dos sectusempras me estaban dejando seca. Me agarré las heridas con las manos, intentanto evitar el escape de la sangre y caminé hacia la salida.

 

Llegué a la entrada del laberinto y caí de rodillas, pidiendo ayuda. No sabía si Heliké y Matt estaban allá pero esperaba que lo hubieran conseguido o yo estaría muerta.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Me miré las manos, dándome cuenta que los cortes que los habían cubierto, dejando que el veneno entrara por el torrente sanguíneo, ahora eran poco menos que arañazos, marcas que no llegarían a verse el día siguiente. Decidí ponerme de pie, puesto que podía ver el final del sendero central que había iniciado, lo cual quería decir qeu vería a Sagitas y a Heliké.

 

Ellas también habrían sufrido alguna trampa?

 

Apoyó la mano sobre la rodilla para poder levantarme, sintiendo que me mareaba, o una sensación parecida...

 

"Tres senderos. Uno, que mostraba un lugar fantástico, un lugar de leyendas que debía albergar un momento tremendamente feliz. Otro, que mostraba las ruinas de un castillos, las ruinas de una Potter Black desaparecida.

 

Y un tercero totalmente incierto, entre nieblas.

 

Me miré las manos, cubiertas de sangre. Apreté la mandíbula, preocupado. Daba igual cual eligiera, al final, serían caminos complicados, caminos que implicaban sangre."

 

Me llevé las manos a la cabeza, sin poder ver nada a mi alrededor durante unos segundos. Demonios...las visiones serían siempre asi?

 

Tenía prisas por dejar el laberinto, el sendero...más que por llegar a casa, por saber que las chicas estarían a salvo. Asi que corrí hacia el final del sendero, hacia una pequeña explanada...

 

- Sagis! - exclamé, pues escuche un golpe sordo y al mirar, me vi a mi madre, que había caido de rodillas llevándose las manos al pecho. Cuando me tiré a su lado, me di cuenta de que las profundas heridas por las que sangraba eran obra de un sectumsempra. En seguida, saqué la varita y le apunté al pecho.

-Episkey - murmuré. - Que te ha pasado?

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Yo había salido y a pesar de tardar lo mío lo había conseguido. Por supuesto no iba a alardear de eso, nadie en su sano juicio lo haría, porque, básicamente esas eran unas pruebas que desgastaban física y mentalmente. Yo aún estaba reponiéndome de lo que me había pasado, bebiendo sorbitos de una petaca de plata que guardaba en el monedero de piel de moke, y que estaba relleno de whisky de fuego. Eso pensaba, que me daba energía. Quizá no es que fuese algo mejor, pero no tenía pensamientos para nada más...

 

Sagitas también había salido del laberinto después de mí, ¿o de Matt? porque mi pareja también había salido del maldito laberinto, en dónde nos habían impuesto unas pruebas bastante duras. Mi tía tenía mal aspecto, Matt, parecía intacto... Me levanté aún con la petaca en la mano y me dirigí hasta la pelivioleta. El pelirrojo se apresuró a curarle las heridas de su madre y sentí hasta cierto alivio. Tampoco me gustaba que lo pasara mal, si no lo merecía y ninguno, lo merecíamos.

 

- ¿Estás bien? -pregunté, preocupada, mirando a la mujer. Me daba la sensación de que estaba en estado de shock. El pelirrojo tampoco parecía tener mejor cara. ¿Qué es lo que les había pasado a los dos, en el maldito laberinto?

 

- Siento no tener agua -murmuré - pero, tengo whisky de fuego, quizás eso te ayude Sagitas -le dije con amabilidad. No sabía cómo ella se lo tomaría porque sabía que el alcohol no es que le sentara muy bien -bebe un par de sorbitos, si quieres, además yo siento como si me diese la energía que me ha arrebatado esos malditos setos -le dije, con una dulce sonrisa.

 

- cariño, ¿tú como estás? -le pregunté ahora, al pelirrojo- en cuánto os encontréis mejor, si queréis en cuánto os repongáis de energía, seguimos, ¿de acuerdo? -comenté a los dos, porque parecían que no tenían buenas caras- os juro que ese arcano, me va a oír... -susurré, rechinando los dientes.

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