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Prueba de Videncia #8


Sajag
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- ¿Acaso, la maldición imperius no puede hacer que te obligue a que se haga cosas que uno no quiere? -le dije, alzando una ceja, contrariada.

 

- ¡Qué poco conoces la magia oscura Ericen! -dije su segundo nombre, por supuesto con intención de picarla, pero cuando desechó mi ayuda, fruncí el ceño...

 

- Mira que eres desagradecida. No iba a matarte... Si es que... de verdad... porque eres la madre de mi novio sino hacía muchísimo tiempo que hubiese tomado represalias, te lo advierto -alcé el dedo índice, como aviso.

 

- Además, no dije que fuera a hacerlo. Al parecer, los tres tenemos la misma visión... Reconozco que me da miedo que mi propio pasado se vuelva contra mí. ¿Me vas a decir que a ti, nunca te ha pasado? -comenté, asqueada y negando.

 

Asentí fervientemente con la cabeza, mirando al arcano.

 

- Estoy con mi tía. Ya hemos pasado duras pruebas y no sólo físicas. Necesito reponerme de mis energías pero cuando acabe la prueba de la Pirámide. Quizá no sea tan buena Vidente como mi abuela, como usted dice, pero el agotamiento psíquico espero que sea pasajero...

 

- Así que, señor, antes de que formule la pregunta -suspiré -sí, queremos ir más allá, queremos hacer la prueba... Ya tendré tiempo después de descansar con un buen baño de sales... - y mirando a Matt con una sonrisa picarona le mandé un mensaje mental "tú también puedes cariño... baño de sales, sauna, lo que quieras". Sabía que si Sagitas se enteraba estaba segura que echaba el grito en el cielo. Agradecía a la naturaleza esos dones y esas conexiones que hacía que nuestras conversaciones fuesen lo más privada posible. Por supuesto, si no usaban legeremancia.

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Sagitas se curo los dedos en cuanto entramos en aquella sala de la pirámide. Fenrir había dejado de aullar, y moviendo la cola con alegría, se acercó primero a mi madre, echando las orejas hacia atrás y agachando ligeramente la cabeza, alzó la pata para darle en la pierna, justo antes de acercar el hocico a su mano para darle un lametón. Era su forma de saludarle.

 

Mientras tanto, Heliké parecía bastante nerviosa, gritando que ella no mataría a Ithilion. Fruncí el ceño, mirándola, escuchando la discusión que tenían ambas. Acaso estaban viendo lo que yo veía? Las dos se referían solo a la visión del niño muerto, asi qeu no...era la única que parecíamos compartir.

 

- Has visto lo mismo que yo - le dije. - Has visto lo que yo veía. Mis manos, no a mi mismo. - le dije, mientras que el lobo se aproximaba a la vampiro y se frotaba contra su pierna para saludar a Heliké.

 

Pero Sagitas volvía a hablar con el Arcano, esta vez pidiéndole, casi exigiendo, que la dejara cruzar y acabar con aquella prueba.

- Tranquila vampirito. Nadie te va a obligar a nada...tu no matarás a Ihilion. Deja de preocuparte. - le dije.

 

El lobo saltó sobre mi, poniéndose de pie. Lo sujeté en aquel extraño abrazo con el lobo, qeu gruñía con las orejas hacia atrás, moviendo la cola en círculos. Intentaba lamerme la cara y morderme las manos, feliz de verme.

 

- Que nadie diga de nosotros que no somos capaces de completar una prueba. Déjenos pasar al otro lado o acabaremos encontrando la forma de cruzar nosotros - bromeé. - acabemos con esto

 

Alcé las cejas, mordiéndome el labio mientras me llegaba aquel mensaje de Helike. Tuve que aguantar la risa, mirándola.

"Ya sabes que estas cosas, en compañía, siempre son más divertidas" pensé, sabiendo que me oiría.

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Habían tardado en conseguirlo. Aquellos tres seres que habían empezado aquella mañana a las orillas del lago, habían demorado bastante en conseguir el objetivo, que no había sido llegar a la Pirámide, sino el entender que tenían unos dones excepcionales que podían darles muchos conocimientos y que en sus manos tenían el poder del Futuro. La Videncia era una Habilidad menospreciada por muchos pero quienes estaban vinculados a ella tenían el poder de Ver el Pasado, el Presente o el Futuro y, además, de cambiarlo.

 

Eso es lo que habían conseguido entender los tres jóvenes que estaban ante él, en el interior de la Pirámide. El Arcano les contempló hablar y aceptar pasar la prueba. Era de naturaleza afable así que les invitó a que observaran la grandeza del lugar donde se encontraban, para contemplar la tranquilidad, la calma que allá reinaba, para que reflexionaran sobre lo que iban a hacer.

 

- Esa actitud tan altiva le dará problemas en el futuro - le dijo a la mujer pelivioleta. Su personalidad era fuerte y el amor hacia su familia llegaría a ser su perdición. - Será la causa de la destrucción de su mansión, en algún futuro.

 

El Arcano sabía que aquellas palabras le darían que pensar pero para eso estaba allá, para que sus pupilos reflexionaran sobre todo aquello que podían conseguir con la Habilidad, lo bueno y lo malo. Sus decisiones no podían ser tomadas sólo por un momento emocional. Después se giró hacia la mujer de pelo de color chocolate. Su corazón era oscuro y frío pero había ciertas características que le hacían ser valiosa para la familia. Era el contrapunto que Sagitas necesitaba.

 

- El Amor es poderoso en ti, muchacha - le dijo a la Rambaldi Vladimir. - La Oscuridad te rodea pero recuerda que para que exista tiene que haber una luz en algún sitio que origine sombras. Agárrate a ese sentimiento de Amor para realizar lo que tienes que hacer. Aunque la crueldad te parezca una parte de tu carácter, descubrirás que el Amor todo lo mueve. Agárrate a la persona que amas y estate con él en los momentos difíciles.

 

El Arcano conocía las batallas entre miembros de la Luz y de la Marca que ocurrían en el pueblo. Él era ajeno a todo ello, estaba por encima de todas aquellas tramas. Sin embargo, le parecía correcto avisar a su pupila que no todo era blanco o negro. Ella podría ser una Oscura en aquel Londres desconocido para él pero, sin embargo, había algo bueno en ella que acabaría saliendo cuando aquella situación estallara.

 

Ahora se giró hacia el muchacho. Estaba en su naturaleza proteger a las dos mujeres de aquella sala. No se daba cuenta que no era necesario. Ambas eran autosuficientes. Sin embargo, él sería el nexo de unión entre ambas personalidades dispares.

 

- Tú deberás hacer lo Correcto sobre lo Incómodo. Te parecerá imposible tomar ese tipo de decisiones pero sabrás encontrar el Motivo que todo lo mueve. Apóyate en ellas dos, aunque no las entiendas, Sr. Blackner. Ambas tienen razón. Ambas están equivocadas. Usted sabrá encontrar el Camino de regreso.

 

Les dio la espalda y elevó los dos brazos hacia el techo de la altísima pirámide. El Portal se abrió tan deprisa que bombardeó con un refulgor luminoso que hirió sus ojos. Cuanto todos pudieron mirar de nuevo, una bruma amarillenta salía de él y se diluía a escasos centímetros de la apertura. Tres anillos flotaban en el aire, de color rosado.

 

- Quiero que estéis seguros de lo que supone cruzar el umbral hacia lo desconocido. Habéis demostrado que querías pasar la Gran Prueba con vuestros riesgos superados antes y con vuestras palabras ahora. Pero... No hallaréis más que dolor tras esa apertura. El Portal os llevará a un presente, pasado o futuro que os obligará a cruzar la más peligrosa de las pruebas, a vosotros mismos. Puede ser real o imaginario, puede que estéis juntos o separados, puede que muráis ahí dentro. Me haré cargo de vuestros cuerpo y os procuraré un sepelio digno, si eso ocurriera.

 

El arcano se tomó un respiro. Nunca había sido necesario llegar tan lejos pero era su deber explicarles los hechos acaecidos, los que aún les quedaban por sufrir, antes de que entraran. Debían hacerlo por un deseo firme y no por una cabezonería o un mal sentimentalismo del que se arrepentirían cuando estuvieran allá dentro.

 

- Poneros los anillos. Yo desconozco lo que os pasará ahí dentro, mis visiones no atraviesan en Portal de las Habilidades. No podré ayudaros. Pero tocar el anillo rosado y llamarme y os sacaré, preferentemente vivos. Cruzar el Portal si os creéis capaces de soportar lo peor que os haya pasado nunca. Vincularse es un martirio porque descubriréis lo peor de vosotros mismos y tendréis que vivir con ellos.

 

Retrocedió unos pasos para dejarles paso libre.

 

- Entrar, siendo conocedores que nunca más volveréis a ser los mismos, cuando salgáis. Si es que lo conseguís. Namasté!

 

Se sentó en el suelo, en posición de loto, y se puso a meditar con los ojos cerrados. La suerte ya estaba echada.

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Ya no sentía dolor, al menos en la mano. Sí que sentía dolor en el cuerpo, como si algo dentro de mí se retorciera. Podrían ser parásitos, desde luego, aunque tiendo a creer que era otra cosa, el corazón o el lugar donde se guarden los sentimientos. No sé... Aquella Habilidad me estaba destrozando por dentro y estaba consiguiendo que el roce con la familia se estuviera acentuando, a la vez que hacía que nos cuidáramos entre nosotros. ¿Extraño, verdad? No me gustaba que me echaran broncas; Helike no había parado de dármelas durante todo el camino, aunque hubiéramos estado colaborando para sobrevivir. Estuve a punto de insultarla y decirle que se atreviera, a tomar represalias contra mí, que la estaba esperando...

 

Sin embargo, el Arcano nos habló y presté atención, a pesar de que, antes, le lancé un mirada de rabia a mi sobrina. Mientras él hablaba, no se me escapó las miradas de aquel par. Fruncí el ceño; siempre olvidada que mi hijo era capaz de leer sentimientos y pensamientos, algo que conmigo no podía, tal vez por ser una "neutra" en ese aspecto, o tal vez porque tenía la Habilidad de la Occlumancia y protegía el interior de mi cabezota, para el bien de muchos, para mi propio bien.

 

-- ¿Altiva? -- El Arcano acababa de insultarme. Y eso que yo había entrado allá con humildad. -- ¡Yo no soy altiva! ¡Ni una pizquita! ¡Y no causaré la destrucción de mi casa!, ¿sabe? Lo mataré antes de que eso suceda.

 

Frené la lengua, más rápida que mis pensamientos cuando me enfadaba. ¿Matar a quién? ¿A...? Apreté los labios y me mordí el superior hasta hacerme sangre. No quería pronunciar su nombre, no quería admitir que iba a matar a mi hijito. Sajag hablaba con Heliké y le decía que había Amor en ella. Gruñí. No podía decir eso,

 

-- Como se agarre más a la persona que "ama", le corto las manos.

 

No sabía porqué me encontraba tan enfadada. La luz del Portal era muy atractiva aunque yo la había visto tantas veces que seguro que no producía en mí el mismo efecto que al resto de mis acompañantes. Alargué la mano con los dedos extendidos y esperé a que uno de los anillos resbalara hacia ella. En cuanto lo noté en el dedo anular, zanqueé para entrar.

 

-- Yo no necesito esperar por nadie para que me ayude -- les dije, sin mirarles.

 

Airada, crucé el Portal. Llamarme a mi altiva... ¡Altiva! ¿De dónde habría sacado eso?

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El Arcano por fin había hablado. Por su parte, con voz calmada y tranquila algo que hizo que me sentara bien, a pesar de mis nervios anteriores que hacía que sacara mi genio lanzando tonterías por la boca. Al menos el Vidente no se había tomado demasiado a mal lo que le había dicho antes, también era cierto que, me había disculpado. Supongo que con su gran poder, lo había adivinado todo...

 

Suspiré cansada, pero al mismo tiempo que hablaba, no pude evitar esbozar una sonrisa burlona al ver como le decía a mi tía que era demasiado altiva... Bueno, algo de razón tenía. Era una bruja poderosa, para temerla, pero sabía que todo era pura fachada. Pero lo que más me sorprendió, fue cuando se dirigió a mí. ¿Acaso me había leído la mente?

 

No pude evitar ponerme colorada. Si a mi pareja ciertas situaciones comprometidas le hacían sonrojar en mi caso parecía un tomate. ¿Amor? ¿Qué sabía él del amor? Negué con la cabeza. Pero me daba la impresión de que, si lo decía era por algo. Y me daba la sensación de que, sabía algo más. Cómo si supiese que yo, era mortífaga. No, de momento, los demás, por su seguridad no podían saber nada...

 

Sonreí con cariño al pelirrojo asintiendo con la cabeza. Sabía que a mi tía le molestaba no saber mucho más de nuestras "conversaciones" pero era mejor. Entonces, era más que probable que hiciese todo lo posible, para no dejarnos de "molestarnos" para estar juntos. Ya lo había superado, o eso creía, así que, no iba a darle más excusas para oponerse.

 

El Vidente nos dio los anillos y yo esperaba no tener que usarlos, porque sabría lo que significaría. Aunque no podía evitar sentir cierto temor lo que el Portal nos mostraría. Me daba la sensación de que, alguien del pasado volvía para atormentarme. Ya había pasado en Animagia, así que imaginaba que no tendría que ser diferente en esa ocasión.

 

Pero bueno, ahí estaba la pelivioleta refunfuñando...

 

- ¿Quiéres dejar de gruñir y entrar de una vez? -le pregunté, casi gritando. Si es que, a veces le daba tanta caña a Sagitas que parecía que en algún momento, podía lanzarme una maldición imperdonable. Algo de lo que no cuestionaría. Las dos teníamos demasiado genio contenido y lo sacábamos a relucir, en el momento menos inoportuno, tal y cómo me demostró en esos momentos.

 

- Por dios, santa paciencia -gruñí por lo bajo, mientras veía a la bruja entrar por el portal, en mi caso, suspiré de nuevo y me dirigí a Matt.

 

- Cariño, te veo al terminar -le di un suave beso en la mejilla para no escandalizar más a su madre- parece mentira y está casada con un fantasma -lancé una sonrisilla le guiñé el ojo y entré al lugar. ¿Qué me mostraría ese Poder? La verdad tenía cierto temor por ello. Para cuando entré al lugar, todo era tan blanco que hizo que cerrase los ojos durante un segundo para acostumbrarme a la brillante luz...

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Me metí dentro del Portal, oyendo los gruñidos de Heliké quien decía que tener paciencia. ¡Yo era la que tenía que tener paciencia, con semejante nuera que me había tocado tener! Tan furiosa estaba que di tres o cuatro zancadas antes de comprobar el lugar donde me hallaba.

 

Era el vacío. No había nada. Era el Blanco de la Nada. Parpadeé, sorprendida. Creo que era la primera vez que el Portal no me llevaba a una prueba. ¿Cómo sería posible eso? Giré sobre mis pies, buscando algo a lo que poder aferrarme.

 

-- ¿Qué maldita prueba es esta, eh, Arcano? ¿Está roto el Portal? -- grité.

 

Tan pronto como el eco me devolvió mis propias palabras, el suelo cedió y caí. Al principio no veía dónde estaba pero después caí y rodé por el suelo duro de piedra oscura. Gemí al notar que me dolía el tobillo. Aquella maldita caída... El gemido se repitió y me sorprendí al ver que venía de más allá. No muy lejos, una chiquilla con la cabeza envuelta en un pañuelo rojo gemía, también con el tobillo entre las manos.

 

-- ¡Maldita seas! -- gritó. Curiosamente, su voz sonaba muy familiar. -- ¡Maldita seas tú y tus cabras! -- gritó hacia un lado y lanzó una piedra con la misma fuerza de su mirada. Impactó en alguien que se dolió al ser alcanzado. Unos pasos se alejaron de nosotras.

 

Era una situación curiosa y empecé a sonreír. Iba a saludarla cuando la muchacha se quitó aquel enorme pañuelo de gitanilla y se lo puso en el tobillo, envolviéndolo. No vi la cura de emergencia que se estaba haciendo sino que contemplé su pelo violeta que caía, alborotado, sobre sus hombros. Solté un sonido de sorpresa al descubrirme.

 

Recordaba aquello; había robado un poco de leche en una casa humilde de un pueblo semi-abandonado. Tenía hambre, llevaba muchos días sin nada más que llevarme a la boca que hierbajos malolientes de un bosque demasiado húmedo. Me perseguían y yo les había apedreado, utilizando la magia. Pero no recordaba haberme hecho daño en el tobillo. No... Eso no lo recordaba.

 

La muchacha me miró. Permanecí completamente quieta, temerosa, pero su mirada pasó por encima de mí, hacia el camino que se veía, allá a lo alto, lejano. Un carromato pasaba despacio; alguien tocaba un instrumento musical y la melodía, triste, acompañaba el lento avanzar de los caballos.

 

-- ¡Phanser! -- exclamé, con una alegría súbita. Casi no me acordaba de cómo había empezado mis andadurías en el mundo de la magia, la real, la que me llevaría, en el futuro a ser dueña de aquel Circo que empezaba a asomar por aquella vía perdida en un pueblucho de Asturias. -- Hey, tú. ¡Es Phanser!

 

La chiquilla, sin embargo, no se movió. Yo recordaba que había corrido hacia él, agitando las manos, gritando para que se parara. ¿Por qué no lo hacía? Si no cogía aquel carromato, mi vida sería totalmente diferente a la de ahora.

 

-- Tal vez no tendrías que matar a tu hijo si no subes...

 

Extrañamente, esa voz parecía la del Arcano. Tenía razón. Si no subía al Circo, no conocería a mi marido, ni tendría sus hijos, ni estaría en Ottery.

 

-- Ithilion no nacería...

 

Aquella voz era insidiosa. Me hacía ver lo que podía suceder... En mi Presente, conocía mi futuro; ¿podría cambiar mi pasado para evitarlo?

 

-- Sí, puedo...

 

Me levanté y me apoyé en el tobillo. Mi yo chiquilla estaba haciendo lo mismo. Se incorporaba y gemía al apoyarse en el tobillo. Se apoyó en un árbol. No podía correr. El carro estaba muy cerca. Si no me daba prisa, pasaría de largo.

 

-- Puedo cambiar mi futuro -- repetí al aire. Ella no parecía oírme, sólo se quejaba de su tobillo y lo masajeaba. Cerré los ojos y recibí de golpe la Visión de la vida de Sagitas, de aquella Sagitas.

 

"Una mujer de pelo violeta sujetaba un bebé en brazos y le hacía monerías. Vestía con ropas muy sencillas, aunque limpias; iba descalza. Se acercó a una mujer ojerosa y le devolvió el niño. Ella era la partera de otras mujeres; ella nunca había sido madre y malvivía en un pueblo, donde cultivaba hierbas y curaba pequeñas heridas y malestares con ellas. Recogía las sábanas ensangrentadas y las ponía en una pica para lavarlas. No podía permitirse el deshacerse de ellas y comprar unas nuevas. La mujer no le pagaría por sus servicios. Tal vez algún queso o lana de oveja pero poco más podía darle. Era tan pobre como ella. Sagitas se cruzó el chal con los brazos. Hacía frío en aquella humilde morada. Después, se lavó las manos y preparó un caldo en una cocina en el suelo. Según parecía, Sagitas nunca había salido de aquellos pueblos de Asturias, perdidos entre las montañas.

 

Abrí los ojos. ¿No tener hijos? ¿Nunca? La imagen de Matt bebé y la de una Perenela revoltosa jugueteando entre las cuerdas de las lonas del circo determinaron mi decisión. Estaba viendo mi pasado y no me gustaba. Prefería que mi pasado fuera el que había vivido. La interpelé.

 

-- ¡Eh, tú, muévete! Tienes que subir a ese carromato.

 

La chica miró de nuevo hacia lo alto. Con ese tobillo hinchado, no llegaría nunca a tiempo. Se soltó del árbol y dio un paso pero se cayó al suelo. La miré, desesperada. El Circo pasaba de largo y Phanser, el Gran Phanser, seguí tocando aquel instrumento musical. Sagitas lo volvió a intentar. He de reconocer que soy muy cabezona y que me viene desde pequeña. Sonreí un poco pero después me di cuenta que no llegaría. El carromato seguí su paso. Entonces... recordé... Mi sonrisa se hizo más amplia. Phanser me había dicho cómo me había encontrado. La rueda se había metido en un hoyo y les había obligado a parar, cuando les había alcanzado.

 

Moví la varita, que ni idea de cómo había aparecido en mi mano, y lancé un Defodio al suelo rocoso. Vi que Sagitas pudo aprovechar aquel respiro para llegar a lo alto del camino. Vi a Phanser que dejaba de tocar y miraba a aquella chiquilla andrajosa de pelo violeta, que se acercaba cojeando. Sentí curiosidad. No recordaba qué me había dicho el Mago. Pero no pude oírlo. Sentí un terrible tirón y volví a aparecer en el blanco impoluto de la Nada. Me quedé allá, encogida, mirando mi tobillo.

 

No tenía ninguna herida en él.

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Yo, una vampira acostumbrada a la oscuridad, tanta luz hacía que entrecerrase los ojos continuamente. No me gustaba, para nada, porque era como si me hubiesen lanzado la Arena del Hechicero, que tanto me cabreaba cuando practicaba duelos. Un nuevo parpadeo y la luz seguía ahí, no entendía nada... ¿qué pasaría? Quizás el Vidente estaba esperando alguna señal en mi cabeza para que "viajase al pasado" o al futuro... Y sinceramente, no me gustaba para nada el futuro, ¿para qué? Estábamos mejor como estábamos...

 

Algo debió cambiar, quizás fuesen mis propios temores nuevamente, parpadeé otra vez, y notaba algo raro en la boca. Abrí los ojos, pero no podía. Sentía cierto escozor en los ojos, además de eso, veía medio borroso. ¿Qué demonios estaba pasando, porqué no podía ver? ¡Era vampira, por todos los demonios! Tenía la vista muy agudizada, era una de las pocas cosas que agradecía... Notaba otra cosa diferente, en mi boca, un sabor metálico, escupí y por lo poco que pude ver, era sangre, sangre media coagulada. Se me revolvió el estómago.

 

Un momento, ¿los vampiros sentían náuseas? No entendía nada, pero estaba segura de que, en mi larga existencia, podía decirlo. ¡No! no sentíamos nada de eso, sólo algo parecido, para hacernos más llevadera la inmortalidad. ¿Entonces? Conseguí enfocar mi vista, porque además, sentía un dolor horroso por todo el cuerpo. Notaba en algunos lugares, cierto dolor punzante, era algo que molestaba y demasiado... Ojalá tuviese mi varita, porque podía hacerme algunas curas de urgencia, antes de ir a un sitio en dónde hubiesen medimagos.

 

Otro olor nauseabundo llegó a mis fosas nasales, algo que no pude evitar y eché la poca bilis que tenía en el estómago. Mi cabeza no dejaba nada más que de pensar... "¿soy humana, acaso? ¿Entonces, dónde demonios estoy?" Era el aroma de la sangre, heces, orín, y sabe el cielo qué cosas más. Conseguí enfocar mi mirada y me asombré (o lo que mis ojos podían permitírmelo) por lo que estaba pasando. Además, notaba un horroroso dolor de cabeza, como si me la hubiesen golpeado con fuerza...

 

¡Estaba en una cruz! Bueno, los pies los tenía colgando en el suelo, las ropas que llevaba si se podía decir así, estaban sucias, androjas y llena de jirones. Intenté mover mis manos, pero las articulaciones de mis brazos, estaban amarradas a lo que parecía argollas de hierro, fuertemente clavadas en la madera. Sentía también que estaba en vertical... Menuda era el Arcano, porque no recordaba para nada, haber vivido una cosa semejante. ¿O era que mi mente ante tanto sufrimiento, lo había olvidado para proteger mi psiquis? Todo podía ser...

 

Sentí que alguien me echaba algo por la cara, era agua. Agradecí ese contacto porque conseguía despejarme un poco más. Un hombre con capucha, aunque sus canas se podía entrever a causa de las entradas. Me miraba como ¿con cierta pena? En esos momentos, no sabría descifrar nada. Tenía los sentidos embotados. Pero además de todo eso, tenía unas horribles ganas de beber agua, me sentía deshidratada. El hombre, nuevamente pareció entender mi gesto, me pasó con una especie de esponja mojada, para beber, un momento... Esto me recordaba a algo...

 

- Veo que has despertado con mucha sed -una voz grave resonó por el lugar. Unos gritos de agonía se escuchaban a lo lejos. Parecía que estaba en una cárcel, para más, una de la Santa Inquisición. Una de las que estaban por muchos lugares, escondida a los ojos de los demás, en dónde el dolor y el sufrimiento estaba por doquier. Con mis oídos que aún parecían intactos, escuché las pisadas y éstas me indicaban que se acercaba del lado derecho (algo bueno conservaba, mi sentido de la orientación aún permanecía intacto).

 

- ¿Vas a decirme lo que tengo que saber? -me preguntó el hombre. Con lo poco que podía ver, supe enseguida quién era. Corvus, el vampiro que me había mordido en España, entonces, ¿estábamos en España? Por inercia o intuición, negué con la cabeza. Se escuchó por la habitación el zumbar de algo y que ese algo me daba en las costillas. No pude evitar soltar un alarido de dolor. Seguro que si me miraba esa zona, estaría con la piel abierta y sangrando bastante. O tal vez tuviese un enorme moratón. Sólo sentía pesadez en el cuerpo.

 

- Bueno, esa no era la respueta correcta... Soltadla, quiero charlar con ella...

 

Escuché varios ruidos cómo de algo que salía de su lugar y sentí como la gravedad hacía aparición. Caí de bruces al suelo, y me recogí las piernas o lo que el dolor me permitía y esperaba el siguiente envite de esas personas que estaban torturando mi maltrecho cuerpo. El vampiro se agachó y divisé una larga nariz bastante pronunciada y ojos negros. Su sonrisa era burlona... Negó con la cabeza. Levantó mi mentón cómo para mirarme bien...

 

- Aún le quedan unas horas de conversión, Maestro. No se puede hacer nada por ella... Es una lástima... Aunque su familia esté muerta...

 

Dijo una voz, yo, temblaba, no sabía si de dolor, miedo o qué... pero rogaba a alguien o a algo que me sacara de ese maldito infierno.

 

- Ésto cuando te recuperes, no lo recordarás por supuesto... Tu cabeza olvidará parte de los horrores sufridos...

 

Escuché varios alaridos en el exterior, el vampiro pareció tensarse mientras el otro que había hablado se ponía tenso.

 

- ¿Quién se atreve a entrar en éste lugar? -gritó Corvus enfurecido. Un rayo había impactado en su cabeza y se cayó desmayado al suelo, un zumbido más y el hombre de la chaqueta cayó muerto, con una daga clavada en el pecho. Todo ésto pasaba a mi alrededor sin percatarme de nada. Tenía los ojos cerrados, a causa del pánico producido por esa súbita aparición.

 

- Niña, por fin estás aquí. Vamos, yo te ayudaré a sacarte de ésta -notaba como unos brazos fuertes me agarraban con cierta delicadeza y tal y cómo estaba, apoyé mi cabeza en el lado izquierdo del corazón, el hombre que me estaba protegiendo me agarró con mucha más fuerza y no supe cómo pero, me dio la sensación de que hubiésemos hecho la desaparición conjunta... ¿Dónde estaría ahora?

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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El Arcano comenzó a hablar, lo cual me desvió la atención de Heliké. Se dirigí a nosotros, y a pesar de que no dudaba de su poder, aun me sorprendía la forma en que parecía conocernos. Me pregunté, si acaso, que durante nuestro curso en aquella habilidad hubiera tenido visiones sobre nosotros.

 

Abrí los ojos, bastante sorprendido. Sagaj se atrevía a llamar altiva a Sagitas...demonios! y ella se mordía la lengua, aunqeu no podía aguantarlo demasiado...pocos podrían atreverse a decirle algo asi y seguir tan tranquilos.

 

Tras esto, también se dirigió a Heliké, alegando que, a pesar de la oscuridad que parecía rodearle, en el fondo de ella seguía existiendo la luz, qeu debía aferrarse a quien quería para encontrarla. Agaché la cabeza, notanto calor en las mejillas, percibiendo como Heliké se enrojecía de la misma forma en que yo solía hacerlo cuando dba muestras cariñosas en público.

 

POr último se dirigió a mi, según él, yo era l aunión entre ambas, aquel que tendría que tomar la peor decisión en el momento adecuado, aquel que las iba a unir y encontrar. Aunqeu para eso tendría qeu confiar en ellas.

 

Nos dejó pensativos (o protestando, según el caso) mientras alzaba los brazos en dirección a la pirámde, abriendo de pronto el portal. El fulgor me cegó, por lo qeu tuve que hundir la cara en el pelo del lobo para cubrirme del resplandor. Para cuando pude mirar, el portal brillaba, abierto, dejando escapar una fina niebla amarillenta.

 

Sagitas, entre protestas, gruñidos y alguna que otra voz, ya había tomado uno de los anillos rosados y se había internado en el interior del portal, seguida de Heliké. Rasqué tras las orejas al lobo y miré al arcano, ya sentado para esperar nuestra marcha. Dejé ir al lobo, que se sentó junto a nuestro maestro, y alargué la mano en mi camino, poniéndome en el anillo en el anular izquierdo y traspasando el portal.

 

- Vamos mamá no te enf... - pasé diciendo, con tono distendido.

 

Pero sentí un escalofrío. No estaban. Ni mi madre ni la vampiro. Bajo mis pies habia nieve, firme, mientras caían algunos copos de nieve. Era noche cerrada en aquel bosque.

 

El aullido de un lobo.

 

- No...esto no.. - murmuré.

 

Iréis al presente, pasado o futuro....no hay forma de saberlo. Observé el anillo rosado, el que nos sacaría de ahí si lo necesitábamos.

 

Aquel era mi pasado. Era la Selva Negra alemana, lo profundo de aquel bosque.

 

Mis pies se movieron solos. Quería correr, debía correr.

 

Corría.

 

Jack acababa de morir. Y yo tenía que escapar del enemigo.

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-- Hola, bruja.

 

Aún me miraba el tobillo, muy extrañada de no verlo roto, hinchado o con una simple manchita de hierba; nada. Elevé la mirada hacia delante de mí con el estómago encogido. ¿Cuándo había vuelto a aquel lugar inhóspito en el que habíamos matado a aquella demonio? Temblé un poco con la mandíbula pero no le dije nada. Ella no podía estar muerta. Tenía que estar viendo... ¿Una Visión de la Mujer Demonio que me robó al marido y a mi bebé?

 

Ella caminaba alrededor de mí, como si siguiera la marca de un círculo. Su enorme vestido rojo rozaba el suelo, aquella roca antigua de la Potter Black por la que entramos a sus dominios. ¡Oh, sí, recordaba cómo había ido a buscar a Matt de aquel infierno!

 

-- Veo que sigues tan imprudente como siempre.

 

-- ¿Imprudente? -- No debiera haber roto el silencio. Los demonios se aferraban a cualquier cosa para entrar en tu mente y destrozarte por dentro. Elevé un poco la barbilla y recordé que Sajag, unos minutos antes, me había llamado Altiva. -- ¿Qué haces aquí, Samara? ¿No debieras estar muerta?

 

Mi tono pretendía ser burlesco pero ella sonrió y pareció no percatarse de mis palabras. Siguió avanzando en círculos y me obligaba a girar sobre mí misma para no perderla. La experiencia me había indicado que nunca había que darle la espalda a una demonio como esa.

 

-- Siempre tan... Agradable. Estoy aquí porque soy... La Némesis de tu pasado, querida. El Pasado siempre nos persigue, no lo podemos dejar atrás, ¿verdad, Sagitas?

 

No me gustaba aquel tono meloso. No iba con su carácter. Volví a girar sobre mis pies para no perderla y me di cuenta que me mareaba. ¿Así que era eso?

 

-- No serás tú quien me persiga. Acabamos contigo en el pasado y allá te quedarás. Esto es sólo una visión de tu persona recreada por mi cerebro.

 

-- ¡Ah, vaya...! Entonces... ¿No puedo hacerte daño? ¿Por qué no te acercas a mí? Tú misma has dicho que no puedo hacerte nada.

 

Sonreí. No. No podía hacerme daño. Estaba muerta. Así que avancé un paso hacia ella.

 

-- ¿Y qué pretendes con tu visita? ¿Hacerme sufrir con visiones como la tortura de Matt? -- No sé porqué lo dije, puesto que en cuanto lo mencioné, le vi allá, colgado de aquellas cadenas mientras le torturaba y le partía una pierna. Aún sentía aquel ruido del hueso al romperse. Fruncí un poco los labios y avancé otro paso hacia ella. -- Lo hemos superado. Aquello nos unió más como madre e hijo. Ahora somos una familia muy unida.

 

No esperaba la risotada maligna de aquella mujer. Había olvidado lo odiosa que era y lo peligrosa que se volvía. Supongo que yo también había sido arrogante al creerme inmune a ella. O tal vez altiva, como me había dicho el Arcano. Su mano entró en aquel círculo protector que yo no veía pero que sabía, de alguna manera, que era uno de los sellos que había preparado mi marido en torno a mí para que no me pillara. Su mano empezó a arder en cuanto atravesó aquel espacio pero se agarró con fuerza a mi pecho y tiró. Caí hacia delante y abandoné la protección.

 

Nos enzarzamos en una pelea cuerpo a cuerpo. Sabía que yo tenía las de perder, por supuesto. Sin varita ni amuletos protectores, la Demonio ya había casi conseguido matarme una vez. ¿Qué podía hacer yo?

 

-- ¿Nunca has pensado, mujerzuela, que si me hubieras dejado quedarme con tu hijo Matt, ahora tu hijo Ithilion no sería mío?

 

Me defendía como podía. Al fin y al cabo, no siempre había sido una hechicera en activo. Hubo una época de convivencia con los muggles que me habían enseñando a usar el cuerpo, los puños, hasta los mordiscos, para vencer a alguien.

 

-- ¡Ithilion nunca será tuyo, Demonio!

 

-- ¿Quién te crees que mueve al Nigromante que le posee? ¡Yo, yo, Samara...! Desde el mundo de los muertos domino al hijo que fue fecundado entre los dos mundos. ¡Es mío!

 

Me desesperé ante aquella idea. Había visto qué le sucedería a mi hijito en el futuro y yo... Consiguió golpearme contra una roca. Perdí levemente la visión y rodé para que no volviera a golpearme. Me apoyé contra una pared, semi incorporada. Ella se tiraba de nuevo hacia mi.

 

-- ¡Aún puedes salvar a tu benjamín, so estúp.enda! Decide... ¡O vuelves al pasado y me devuelves a tu hijo Matt o en el futuro me quedaré con tu hijo Ithilion y haré que os mate a todos!

 

Sentí un poco de calor en la mano, la sangre me salía a borbotones de una brecha en la frente. El Anillo de Videncia brillaba en un tono rosado. Si le pedía a Sajag que me sacara... No tendría la Videncia, pero estaría viva. Porque Samara era más fuerte que yo. Sin duda.

 

Toqué el anillo y sentí el calor que me infundaba. Abrí la boca para pronunciar el salvador nombre del Arcano. En ese momento, la Demonio ya me había alcanzado y me ahogaba. Sus dedos de uñas puntiagudas se clavaban en mi piel y me la rasgaban. El aire desaparecía de mis pulmones. Tenía que darme prisa, murmurar su nombre y que me sacara del Portal y... Cerré los ojos. Aquello era una Visión. Una Visión no daña. Lo había comprobado con el tobillo en la anterior. Solté sus manos y dejé que siguiera apretando.

 

-- No eres real. Sólo puedes hacerme daño porque yo dejo que me hagas daño. Sólo puedes matarme si yo creo en ti y en que puedes matarme. Pero... No puedes. Eres una Visión. Y ya estás muerta.

 

No sé como pude pronunciar tantas palabras seguidas. Ella se echó hacia atrás, gritó y estalló en mil partículas rojas que se esparcieron por el suelo blanco como si hubiera reventado un globo lleno de tinta roja. Me incorporé y me fregué el cuello dolorido. Después escupí al suelo.

 

-- Estoy acostumbrada a ganar, estúp...

 

No llegué a acabar el insulto. Algo me empujó y caí hacia delante. Pero ya no había suelo. El paisaje había cambiado y aquello era una enorme montaña con un precipicio. A duras penas conseguí evitarlo y rodé hacia unos hierbajos. Miré a los lados, aturdida por la velocidad en que cambiaban las Visiones en aquel lugar.

 

-- ¿Dónde demonios se supone que estoy ahora, Arcano? -- grité, enfadada.

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Sentía cómo había calor en el ambiente pero en mi caso, tiritaba. Quizás fuese por los efectos del veneno vampírico. De cuando me mordió en el ataque. No entendía porqué lo había hecho. Sí recordaba algo, claro que sí, pero no todo... Para cuando abrí los ojos, todo estaba en penumbra pero mi cuerpo estaba posado en un camastro. A pesar de tener un buen colchón y sábanas el dolor que sentía por todas las extremidades, hacía que sufriera bastante... ¿Cuándo se acabaría ese martirio? No lo sabía. Pero debía de agradecer al hombre que me había salvado.

 

Me levanté cómo pude y no supe porqué, pero me dio la sensación de que reconocía el lugar. Sí, era el mismo que de la otra vez. El nativo desdentado me miraba con una sonrisa y con sus ojos oscuros. Parecía que aún conservaba su piel oscura. Pero por lo poco que podía ver a causa de las heridas de mis ojos, me daba la sensación de que era más joven. Asintió varias veces y me indicó que me sentara de nuevo en cama... ¡Y una leche! Debía de saber dónde estaba y cómo salir de allí. Tenía aún la sensación de peligro, recorriendo por todo mi cuerpo.

 

- Aún no es el momento de salir, muchacha... ¿Me recuerdas? - me lo quedé mirando, pensativa. No, la verdad es que no y lo negué con la cabeza. Cuando me senté en esa cama improvisada y limpia, noté cierto dolor en el costado. Me levanté la camisa y había una larga y gruesa tira de piel arrancada que estaba tapada, por lo que parecía unos paños limpios. Me sorprendió, porque por lo que pude adivinar, en aquella época, no había tantos adelantos en medicina mágica... Aunque suponía que habían hecho progresos.

 

- Bien, te ayudaré en ello, no te preocupes, ah, Lázarus me dijo que vendría más tarde a recogerte. Él te ha curado -mi cara era todo un poema, el sonrió burlonamente...

 

- Quizás deberías de saber que las visiones que has tenido, bueno, ya sé que son de todo menos gratificantes. Deberás luchar contra el mal, bueno, un mal desconocido o conocido, eso, lo que tu Ojo Interior te permita ver. Sé una buena Vidente, como tu abuela y podrás ser muy grande -afirmó el orgulloso nativo. Lo miré con una ceja alzada. Parecía que conocía a toda mi familia y yo me cabreaba por momentos, aguanté cómo pude con el dolor de la zona herida, apoyándome en ella y me levanté...

 

- Quiero mi varita -solté gruñendo.

 

Él alzó su mano y la recogió de una especie de mesa de barro cocida. La tomé en las manos y pareció actuar. Salieron varias estrellas, cómo si se alegrara de tener nuevamente esa conexión de varita- bruja.

 

- Tiene suerte, su amigo, consiguió recogerla antes de que se la rompieran. Entonces, sí que no podría ser una bruja hecha y derecha -asintió con la cabeza y dio un sorbo a su vaso de madera. Lo miré más detenidamente, su cara se me hacía muy familiar, entonces, pregunté lo que me pareció una cuestión un poco boba. Pero debía de estar segura. Parecía tener todos los conocimientos y, yo, al mismo tiempo, no tener ni idea en dónde narices estaba metida...

 

- Oye, ¿no serás pariente de Babila? Porque te pareces un montón... Estamos en África, ¿verdad?

 

El nativo, afirmó un sí, a la segunda pregunta...

 

- Sobre lo primero, puedo serlo y no, ya sabes...

 

- No, no lo sé... - y entonces tuve que sentarme, por el fuerte mareo causado por el dolor incansable que sentía en mi costado y en mi magullado cuerpo...

 

Unas imágenes vinieron a mi mente en esos instantes. Veía una especie de oscuridad, las estrellas asomaban por el horizonte, mientras me veía blandiendo mi varita de álamo temblón. Lanzaba constantes hechizos variados. El sonido de mi voz estaba distorsionada. Llevé mi mano a la cara y podía notar cómo era una máscara mortífaga. En mi interior refulgía pasión, intensidad, odio, mucho odio...

Negué con la cabeza, para sacurdirme esas imagénes... Éstas volvieron a formarse en girones, se retorcían, hasta que volvieron a parar... Me producían náuseas...

Otra vez, las manos manchadas de sangre. Pero pude fijarme en que no eran las mías... entonces, ¿cómo podía ser? ¿cómo era posible tener esa conexión con esa persona? No tenía ni idea de quién era, pero de nuevo, el bulto en el suelo, con una sábana impregnada de sangre y una daga que reconocí como propia, tenía el filo completamente manchado, el líquido del cuerpo, había formado un gran charco... ¿Sería el tal Lázarus, causante de tanto dolor? ¿Por eso compartiríamos esa fuerte conexión, cómo si fuesen almas unidas?

Preguntas y más preguntas se agolpaban en mi cabeza...

Abrí los ojos y de nuevo, notaba que había llorado. El hombre negro pareció que había usado su magia para llevarme de nuevo a esa cama que de cómoda tenía poco, a pesar de que el colchón parecía reconfortante en un principio...

 

- Todo lo que he visto, ¿es real? -Él asintió con la cabeza.

 

- Lo es, todo está ahí -me dijo, señalándose a la sien- eso todo, pertenece al futuro y tu deber es cambiarlo, y más si quieres evitar la muerte de ese pequeño a lo que tanto adoras....

 

- ¡Ya basta de tanto desconocimiento, quiero que me lo cuentes ahora, y lo quiero ya! -le dije, gritando. El pobre, no sabía dónde meterse a causa de la furia que sentía en esos momentos...

 

Lázarus entró a la cabaña y parecía que llevaba hierbas medicinales en una poción, por el aroma que desprendían. Notaba además, cómo ciertos colmillos me iban creciendo poco a poco, causándome más malestar en la mandíbula, ya tenía bastante.

 

- Tranquila, tranquila... Te he preparado una pequeña crema para la herida. Por suerte, no te han dislocado los hombros en esa cruz, pero esa herida hay que curarla antes de que se infecte... ¿cómo estás?

 

- Cabreada, cansada, quiero largarme de aquí - y no supe cómo pero miré el dedo corazón. Ahí estaban insertados dos anillos. Uno lo reconocí pero, ¿y el otro?

 

- ¿No sabes lo que es? Parece mentira y más aún lo que has visto...

 

- Y tú, ¿cómo lo sabes? -le pregunto, no sin cierto temor. El vampiro sonríe y me pareció que era un esbozo de una sonrisa cínica.

 

- Tiempo al tiempo...

 

- Ya estoy harta de esa frasecita de los demonios -y tuve que apretar los dientes a causa del escozor producido por ese potingue, mientras el "hombre" había sacado mi camisa y había quitado el apósito para echarme esa cosa... Al menos, parecía que cicatrizaba bastante bien.

 

- Debes saber que, el don de la Videncia puede saltarse unas cuántas generaciones, en tu familia, se saltó a tu madre y llegó hasta a ti. Por eso querían retenerte a toda costa -me informa -el don de ver es fascinante y peligroso a la vez. Con una simple decisión puedes cambiar todo un futuro o simplemente negarlo y continuar como si nada. Todo está dentro de ti -se lleva su mano y la apoya en mi corazón - tu abuela lo sabía muy bien. Quería negarte todos los poderes porque no creía que estuvieses preparada para ello, pero estaba muy equivocada, era otra época, por supuesto y tu madre se negó. En tu familia, varias generaciones de magos, fueron videntes, nigromantes, animagos... Poco a poco los irás aprendiendo, están dentro de ti... lo tendrás más fáciles que otros alumnos, te lo aseguro...

 

- Entonces, ¿porqué compartimos la misma visión, los tres? -pregunté con cierto temor.

 

- Por tu conexión familiar, parece mentira que no lo sepas -dijo en un tono burlón y lancé un quejido mientras iba expandiendo la crema- debes aprender a controlar tus emociones y no dejarte llevar por ellas. Y para la Videncia, es fundamental. En animagia conseguiste tu anillo de la habilidad... ¿verdad? -asentí con la cabeza y otra duda... ¿cómo sabía tanto?

 

- Bueno, yo sé de todo -pareció entender mi cara de desconcierto- y de algunas cosas más -sonrió misteriosamente... Me dejé hacer mientras, de nuevo él con delicadeza, tapaba la zona malherida. Al menos, sentía cierto alivio y la crema parecía que refrescaba la zona afectada. Me eché en el camastro como pude, intentando concentrarme de nuevo, mientras agarraba fuertemente la varita.

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