•Juan Valdez Café ®• (MM B: 100831)

[Jeremy Triviani]

Jeremy no esperaba que la letra aceptara el trato y mucho menos que se abriera las venas de par en par, tan solo para provocarlo. ¿Todos los de su clase serian así? No le extrañaba por qué los tildaban de seres peligrosas e inestables. No eran normales. Para él desde luego no lo eran. Ya casi ni la soportaba y apenas la conocía. Los ojos le dolían como un infierno, pero nada lo preparó para lo que después vino.

 

Apenas la sangre de la mujer hizo contacto con sus labios, el vampiro enloqueció. Sus sentidos se agudizaron, tomó la mano de la mujer instintivamente para morder su muñeca del lado más vulnerable, y así continuar con el manjar que fluía libremente. No le importo nada. Podía sentir el corazón que se le aceleraba y la respiración que salía entrecortada con cada gota que absorbía. Erotizado completamente con su comida.

 

No se puso a pensar si era correcto lo que hacía o no. La moral estaba perdida en algún lado donde los deseos primitivos ganan en primera vuelta. No se podía confiar en un vampiro mientras hubiera sangre de por medio. No estaba en sus cabales para concentrarse. Dejó de beber tan sólo para buscar sus labios. Poseído por la lujuria, que no lo dejaba ver, tanto como el hechizo que aún tenía encima.

 

 

 

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[Tauro M.]

Sin reparos dejó que bebiera más de su sangre, en cierto sentido le parecía patético que tuviera que llegar a esa situación en la que sabía que si quisiera, podría hacer prácticamente lo que quisiera con el vampiro dándole más del líquido color carmesí. Sin embargo, no bajó nunca la guardia, cualquier descuido y podría dejarla debilitada por el resto del día o incluso por semanas. Estaba a punto de alejarse, de apartarlo de un empujón si se resistía, pero el fue más fuerte al permanecer más cerca todavía y no solo eso, sino que ahora había intentado besarla, lo que por supuesto desató la furia de la bruja.

 

—Un paso más y me olvidaré del trato que teníamos, ni el juramento que acabamos de hacer me impedirá que quiera hacerte daño —sus labios estaban peligrosamente cerca, sus propios instintos podrían traicionarla sino reaccionaba cuanto antes. Pensó en un curación para que la herida empezara a cerrarse y cicatrizar, todo con el vampiro allí todavía, respirándole de cerca mientras la varita de la bruja ahora presionaba con la punta directo al cuello.

 

—Tienes que aprender a controlarte. Existen pociones para ello, también tengo cafés con sabor a sangre, pero me temo que esos también los destruiste —. Era increíble la capacidad que tenía para permanecer serena incluso en las situaciones más peligrosas. Realmente no le importaba, no porque no apreciara su vida, sino porque para ella de eso se trataba el vivir —No eres mi tipo.

 

La herida se cerró con normalidad, el único olor a sangre provenía de la mancha que había quedado en la boca del sujeto y la que estaba en el suelo; si quería seguir bebiendo, que lamiera la madera como un perro.

[Jeremy Triviani]

Cuando la mujer le quitó su brazo, el vampiro se resistió, tomó su muñeca aún sin soltarla, pero dejó de beber para verla a los ojos. Estaban muy cerca. Las pupilas empezaron a cerrarse dejando que el iris azul volviera a notarse. La lujuria estaba a empezando a notarse, le apetecía seguir bebiendo de la Letra, y hacer cosas en otros contextos. No estaba pensando bien.

 

-No daré un paso más, porque no podría controlarme... -Le advirtió, soltándole la mano. Por fin y pasando la mirada por su figura, sin alejarse ni un centímetro- de ninguna forma.

 

Estaba muy excitado como para que le importara las amenazas de la mujer, ni sus recomendaciones sobre bebidas o pociones. ¿Realmente creía que iba a tomar algo que le sirviera? Ya tenía suficiente con sus juegos. Estaba al borde de provocar un estallido que no podría parar. Hacía rato que no tenía un ataque de vampiro tan brutal como en esos instantes. Pero el olor a sangre atentaba contra sus sentidos.

 

-¿No soy tu tipo? ¿Y tú crees que eres el mío? -Le preguntó mientras se acercaba un poco más a los labios de la mujer. Peligrosamente cerca. Ya podía respirar junto a ella. Poco le importaba la varita que presionaba su cuello- Tienes suerte, esta noche no tengo más compromisos que mi cita… y parece no va a venir.

 

Un ruido fuerte de la calle, lo hizo reaccionar de forma brusca, se giró poniéndose detrás de la mujer, pegado, para que ella quedara delante en cualquier ataque. Usándola de escudo o como rehén, cualquiera fuera el caso. Tiro del cabello azul, para levantar el mentón, exponiendo el delicado cuello a sus dientes. Todo fue en vano. No pasó nada, nada más que unos magos ruidosos pasando por la calle.

 

 

 

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[Tauro M.]

Lo que sucedió después ocurrió demasiado rápido, estaba tan entregada al peligroso juego de provocarlo, de jugar con sus instintos que la tomó desprevenida cuando bruscamente la tomó como su rehén y eso por supuesto, la enfureció. Podía sentir el cuerpo del vampiro más cerca de lo que le hubiese gustado y no solo eso, sino que se había atrevido a usarla como escudo para lo que sea que estuviera pasando por su cabeza. Ni siquiera se quejó cuando la jaló del cabello, tan solo un gruñido fue lo que salió de su garganta.

 

—¡Eres un cobarde! —. Tenía los nudillos blancos por la fuerza con la que sostenía su varita —Anda, muérdeme, es lo que quieres, ¿no? —dijo estirando su cuello, ofreciendo la vena palpitante que sobresalía debido a la rabia.

 

Le dio un pisotón en el pie seguido de un codazo, eso al menos le cortaría la respiración (a ambos) por unos segundos mientras se recomponía. Tauro había sido paciente, extremadamente comprensiva, pero su tiempo no valía que tuviera que seguir soportándolo. La maldición de sangre seguía latente allí, pero de no ser así las cosas no habrían terminado bien para él, de eso estaba segura.

 

De nuevo lo tenía frente a ella, agitado, con la misma varita volvió a hacerse un corte en la mano que ambos sentirían —¿Lo quieres? —inquirió provocándolo, manchando su mejilla de sangre —Responde algo, ¿de quién te escondes? —volvió a acercar su rostro peligrosamente hacia él, dejando la mejilla sucia expuesta para que la lamiera. No tenía problema en seguir alimentándolo, había llegado un punto en el que sus instintos también la reclamaban. El vampiro tenía la opción de perseguir a los transeúntes de hace un rato, pero la sangre de demonio era incluso más deliciosa que la de cualquier otro humano y eso era lo que lo tenía tan loco.

[Jeremy Triviani]

Jeremy sintió como empezaba a salivar cuando Tauro le mostró la vena de su cuello, estaba por morderla cuando volvió a sentir un dolor que resultó ser el pisotón y un golpe con el codo que se incrusto en sus costillas. ¿Porque siempre las mujeres se ponían violentas cuando uno buscaba solo su protección? ¿Dónde estaban los derechos de los hombres? ¿Era una cuestión de raza? ¿Que problema tenia aquella extraña y sádica mujer?

 

Intento volver a respirar con normalidad por las costillas magulladas, mirando de la forma más virulenta posible a la Letra. Se acarició el pecho para intentar distraerse de toda la sangre que había por todos lados. Pero ella no lo dejó, una herida que se formó en ambos en la mano, lleno de necesidad de sangre al vampiro. Otra vez. Ella estaba jugando con su deseo, y jamás iría tras esas personas. Ahora quería al demonio. Lamió la sangre de su mejilla, mientras tomaba su rostro entre las mano.

 

-Yo no me escondo, estoy esperando a un contacto que me abrirá una puerta para vender mis animales experimentales en el mercado negro -Le dijo poniendo su rostro en el cuello de la Letra para aspirar su aroma, podía sentir la vena principal pasando por ahí tan cerca de sus propios labios -Tengo un Runespoor que tiene cuatro cabezas… -Continuó mientras tocaba con la nariz y el mentón con barba, todo el perfil de la mujer.

 

 

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Editado 4 de Septiembre del 2019 por Jeremy Askar Triviani

[Tauro M.]

Los ojos de Tauro se abrieron por la sorpresa, pero la expresión de su rostro permaneció oculta al vampiro. ¿Sería él la persona que estaba buscando, la que le podría dar información? Aquello era demasiada coincidencia, pero sino era él, quizás era la otra persona con la cual se iba a encontrar. Dejó que el vampiro se deleitara más con su olor y con la vena que latía con violencia a raíz de la noticia.

 

— ¿Y estás seguro de poder controlar las cuatro cabeza? —preguntó sin pensar. Tenía que volver a enfocarse, pero le estaba costando de sobremanera. Estiró su mano hacia el cuello de aquel hombre y con sus delgados dedos lo acarició, acercándolo más hacia sí. Sus labios ahora estaban cerca de su oído y se encargó de que estos le rozaran la oreja cuando le hablaba.

 

— ¿Qué tipo de experimentos haces? Además de jugar con su genética. Y estos tipos... ¿qué hacen con las criaturas? —todo parecía indicar que se encontraba en una especie de trance y tenía que aprovecharse de ello. Tauro lo empujó suavemente en el pecho, llevándolo hasta la silla más cercana donde lo sentó. Caminó alrededor suyo, como danzando y se detuvo justo a sus espaldas, donde volvió a acercar su rostro, esta vez como si ella fuera la que buscara morder su cuello.

 

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[Jeremy Triviani]

Jeremy estaba completamente hipnotizado por las ansias de beber nuevamente de la mujer. Poco le importó el decoro, el impulso era demasiado fuerte para reprimirlo. No lo hizo. No quería hacerlo. Su respiración agitada estaba fuera de control como su apetito. Sintió la mano de la bruja en su pelo mientras más lo acercaba a ella. Estaba lejos de comprender el peligro en el que se estaba metiendo.

 

-Dos cabezas piensan y dos ejecutan, no hay cabeza tonta -Le susurro, mientras sus pensamientos estaban lejos de Runespoor. De hecho su mano estaba empezando a pasear por el costado de la bruja en una suave caricia, que subía hasta su cabello. Sintió el empujón que lo hizo sentarse en una silla cercana. De pronto ella estaba detrás de él.

 

-Si logran sobrevivir a la transformación, que pocos lo logran, los crio como una especie en extinción en pequeñas reservas-Respondió sintiéndola cerca. Cerró los ojos para que sus sentidos empezaran a actuar, inclinó la cabeza de forma sumisa, para que ella lo mordiera. Como si eso fuera posible en un demonio. ¿Lo era?

 

Estaba perdido. Entregado.

 

 

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[Tauro M.]

Tauro no estaba segura respecto a cómo sentirse con aquella información. ¿Las criaturas sufrían durante todo el proceso? Además del sacrificio, no todos los experimentos iban a ser exitosos y ya había confirmado que algunos morían en el camino. ¿Valdría la pena sacrificar algunos por el bien común? De cerca había visto como a veces ese lema había llevado a varios magos admirables a la ruina, cegados porque creían que en ellos estaba la posibilidad de salvar el mundo. Llegaba un punto en el que se volvían demasiado soberbios y su verdad era la única que valía la pena escuchar.

 

— ¿Y los tipos, qué papel juegan en todo esto? —volvió a insistir, ya que al vampiro se le dificultaba concentrarse en sus preguntas.

 

Lo vio cerrar los ojos e inclinar la cabeza, por fin lo tenía donde lo quería. Todo se trataba de sumisión, es lo que ella hacía, lo que le daba vitalidad. Acercó su boca al cuello de su presa y enseñó los colmillos que a simple vista no se veían; si bien no los utilizaban para alimentarse, los demonios también los poseían.

 

Antes de hacer cualquier otro movimiento, se le antojó el sabor de su piel, así que lo tomó por el cuello, con ambas manos, ejerciendo algo de presión, terminó de acercar los colmillos y lo mordió suavemente, hasta que pudo sentir el sabor de su sangre. Acto seguido pasó la lengua donde había perforado hasta la oreja, donde se relamió. «Después de todo los vampiros no tienen mal sabor» Pensó.

 

—¿Son malas personas los que te buscan?

 

Necesitaba información y la obtendría a como diera lugar.

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[Jeremy Triviani]

Jeremy sentía que su cuerpo empezaba a tener reacciones diferentes a las esperadas. La lujuria empezaba a dominar sus sentidos despertando hambre de carne. Estaba lejos de pensar con claridad. Su aire estaba impregnado de ella. El olor del demonio era muy fuerte y las consecuencias de su sangre también lo eran. La silla ya no le parecía tan cómoda, pero aun así se quedó rendido, mientras sentía los colmillos de ella perforando su piel.

 

La dejó beber, mientras pensaba qué respuesta darle, aunque era muy difícil que siguiera el hilo de la conversación. Lo estaba intentando. Se estaba esforzando por no sentir nada, y pensar con la mente despejada. Estaba fracasando en ambas cosas.

 

-Los tipos me traen animales extintos o las piezas que no se consiguen legalmente… -Respondió cerrando los ojos en una mueca para ahogar un gemido - Buscan galeones y el animal que les prometí modificar genéticamente para que sea invencible. Pero no está funcionando… algo en la cadena del ADN los está haciendo tener efectos secundarios muy peligrosos.

 

Abrió los ojos, agarrando a la mujer de la muñeca para intentar sentarla arriba suyo. Estaba al borde del desborde.

 

 

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[Tauro M.]

Escuchar aquella historia no le gustó. La idea de que estuvieran comercializando con animales en extinción le causaba repulsión y molestia y el sujeto de allí colaboraba. De nuevo al rabia se apoderó de ella y tuvo ganas de hacerle daño, pero acabar con él no solucionaría el problema, él solo era un oportunista que seguro se dedicaba a aquel oficio por las jugosas ganancias que el negocio le debía dejar. Sin embargo, lo que hacía también era peligroso. ¿Qué haría una sociedad con criaturas más peligrosas de lo que pudieran controlar? Lo siguiente que vendría sería la exterminación de ellas, tal como al principio.

 

Se distrajo con todos aquellos pensamientos que la tomó por sorpresa el movimiento del despreciable hombre, ¿qué pretendía? Adivinó rápido sus intenciones, estaba totalmente envuelto en el juego de lujuria que la demonio había empezado y que ahora debía terminar. Respiró profundo para reprimir, de momento, sus sentimientos y volver la atención en el juego. Ya después vería cómo confrontarlo o matarlo.

 

Suavemente Tauro se deshizo del amarre en su muñeca, mientras lo rodeaba hasta quedar frente a él, sonrió coqueta.

 

— ¿Y si te pidiera que me lleves donde ellos, lo harías? —usó su voz más seductora, colocó su pie sobre la silla, entre sus dos piernas y se acercó a él. Con el dedo índice acarició su mejilla, cortándolo con la fina uña, dejando apenas una delgada línea que no le dejaría cicatriz —¿Y si mejor trabajas para mí? —Manchó su dedo con la sangre, que llevó hasta su garganta donde lo limpió. Retiró el pie de la silla y con una sonrisa de medio lado se le sentó encima —Tengo con qué pagarte, lo único que quiero son sus cabezas —y probablemente la tuya, pensó —¿Qué dices? —de su respuesta dependería el rumbo de toda aquella conversación.

 

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