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Halloween Town


Hayame Snape Potter Black
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- ¿Correr peligro? – susurro siguiéndole la corriente a Xell. Dudaba mucho que su tía permitiera que aquel duelo llegase a lastimarlas, sin embargo se abstuvo de comprobar su teoría por lo que siguió con la vista puesta en el fascinante suceso.

 

La verdad es que era la primera vez que veía a su tía pelear un duelo por otro motivo ajeno a salvar a su familia, ya que por lo general y dadas las circunstancias en la mansión Potter Black, el salvar a alguien siempre era motivo de una aventura que tendía a las querellas.

 

Y mientras seguía prestando atención, la voz de Xell le advirtió de la presencia de un nuevo sujeto, un tal Sean que al parecer debía formar parte de la familia.

 

- ¿Apuestas eeh? – inquirió, casi riendo al escuchar la apuesta que su tía gritaba antes del hechizo que logró que Lily se agachase como acto reflejo. Sonrojada por su torpeza, volvió a erguirse antes de escuchar algo sobre unos pajaritos.

 

- Enserio, yo que pensé que lo que nos pasaba en la mansión era loco, pero esto está fuera de discusión – comentó. La situación le divertía sobremanera, en especial porque aunque la pelivioleta despedía una ira sorprendente, Lily sabía que no sería capaz de dañar, no al menos seriamente, a aquella chica pelirroja.

 

- Yo apuesto 50 galeones a que la tía Sagis gana – susurro de forma traviesa – Pero Hayame al menos si logrará herirla aunque la forma, queda en suspenso.

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Por mucho ruido que tuviera en mis oídos, el chillido de Hayame fue imposible que pasara desapercibido. Ella gritó algo de alemanes y yo me giré, hacia mis espaldas, esperando ver a un grupo de extranjeros haciendo fotos en grupo de todo lo que veían. ¿O esa fama la tenían los nipones? Bueno, es igual, que me giré y sólo vi a Xell, Lilian y Sean cuchicheando entre ellos, junto a la muchacha de trapo, quien permanecía callada, observando atentamente nuestro duelo.

 

-- ¿Qué alemanes ni qué ocho cuartos? -- le dije a Hayame.

 

Fue cuando me di cuenta que estaba corriendo en círculos, huyendo de las piedras de la fuente derruida.

 

-- ¡Anda, le di! -- exclamé, toda sorprendida de que mi varita aún funcionara, después de tanto tiempo sin usarla. Mis conocidos sabían que la varita era de uso ornamental para recogerme el pelo cuando tenía que trabajar en algo; me molestaba que me cayera por la cara y la varita tenía el tamaño apropiado para hacer un moñito que me daba un aire de recogido desmelenado muy chic. -- ¡Eh, tú, espera!

 

Mi grito supero el chillido de los estorninos, quienes revolotearon un poco al sentir que retrocedía un par de pasos. ¿Y quién no retrocedería viendo la cara de mal baba que acababa de poner Hayame? Jack el Esqueletón había desaparecido del lugar. Esperaba que sólo para ponerse a cubierto en algún otro sitio, no quería tener que recoger su osamenta desperdigada por el suelo. Hasta Zero, el perro fantasma, parecía asustado por la manera de actuar de Haya y había salido aullando hacia el pueblo.

 

Eso y que Xell gritaba por los pajaritos, hizo que me descentrara un poco. Volví a encararme con mi sobrina. ¿Por qué me daba la sensación que Sean pretendía

 

Primero: meter mano a alguna de las presentes, sin desdeñar a la mujercilla de trapo;

Segundo: ganar algún galeón con nuestro enfado fraternal.

 

-- ¿Serás una vil sobrina, Xell? Claro, preocúpate de los estorninos, pero no de tu tía quien, además, es la que te paga la nómina a final de mes. Yo tendría eso en cuenta, jovencita, antes de ir gritando piedad para las criaturillas oscuras que adornan mi pelo con algo más que sus plumas.

 

Pero una no puede distraerse ni un segundo. Lo poco que duró la reprimenda a mi sobrina permitió que una pedrada me diera por detrás, en la nuca, provocándome un dolor intenso. Y un aumento inmediato proporcional al idem de la mala leche.

 

-- ¿Espantarte? Si tú estás curada de espantos; te ves cada día en el espejo y no te has muerto del susto -- le grité.

 

Me froté la nuca y sentí algo pegajoso. ¡Ay, por los dioses, sangre! Y de ahí pasé pronto al mareo. Yo bailo con acromántulas, monto basiliscos y juego con pulgas amaestradas. Pero ver sangre... pal suelo que me voy. Así que no miré la mano y la froté en mi espalda, respirando con irregularidad. No me iba a desmayar delante de esa malvada que seguía tirando piedras.

 

-- ¡Y tienes la varita de adornoooo! -- Mira quien habla, quien la usa para recogerse el pelo. Apunté al suelo en cuanto noté que sus ansias asesinas no desaparecían y que seguía lanzando piedra. -- ¡Defodio!

 

Al instante, en el suelo apareció un hueco que, aunque no era muy profundo, era lo suficientemente amplio como para esconderme dentro y que las piedra pasaran de largo.

 

-- ¡Eh, los de detrás! Cuidado con esta mala bruja que tiene una puntería del demonio y seguro que os da con alguna piedra. ¡Ay, qué mala baba que te gastas, Haya!

 

Sí, claro, ahora quería que su serpiente me devorara la nariz, que era lo único que se veía desde dentro del burejillo excavado en el suelo. Pues no lo iba a permitir, claro que no, de eso nada, que nariz sólo tengo una... Y de orejas tengo dos, pero las quiero todas conmigo. La viborilla avanzaba a paso rápido. Demonios... ¿Y ahora qué hacía? Miércoles de pájaros, que no me dejaban pensar. Qué mala puntería tenía mi hermana que no le había dado a ninguno. Huy...

 

Cerca del burejo, al alcance de mi mano, estaba el hueso aquel de veteasaberquién esqueleto del pueblo que Zero, el perro fantasma, había dejado antes a mis pies. Sonreí. Saqué la mano, aún a riesgo de que me escalabrara algún hueso con las pedradas, y lo tomé. Un poco de polvo, nada serio. Me agaché para que no me alcanzara su rabia y su mala puntería (que digo yo, por estadística, aunque sólo fuera una cada cien debería darme, y con esa ya contaba la de la nuca, así que seguro que no volvía a darme, pero por si acaso, yo agachadita).

 

-- Morphos... A ver si recuerdo como se toca...

 

El hueso era de color ámbar sucio y la flauta que apareció en su lugar mantenía el mismo tono. La froté contra mi jersey y la puse en la boca, intentando pensar que no era un fémur, sino que era un instrumento musical capaz de amansar a cualquier bestia. Sólo esperaba que sólo se levantara la serpiente y nada por ahí cerca también fuera elevándose sin control.

 

Ejem...

 

Me puse a tocar ciertas notas iniciales que frenaron a la serpiente al principio y que la hicieron moverse de forma hipnótica, olvidando cualquier orden que le hubiera dado su ama. La música ganaba a la belicosidad de mi hermana. Pero... ¿Desde cuándo los estorninos también bailaban? ¿O es que se me daba tan bien tocar la flauta? Si lo sé... Hago carrera en el circo domando fieras con la flauta.

 

 

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La bruja que continuaba lanzando pedradas en dirección de su hermana, optó por ignorar a final de cuentas a la familia que recién llegaba puesto que su mayor interés en aquellos instantes era dar al traste con su hermana y ese gusto por hacerle estallar las cosas de una forma que la dejaba medio sorda solo por el estruendo y casi que medio tuerta por si le entraba una piedrecilla en el ojo

 

Y si luego tenían que sacarselo y en su lugar terminaba por colocarse una esfera de vidrio para siquiera tratar de fingir que veía algo???

O peor aún...

Si le colocaban un artilugio del demonio como ese que llevaba el viejo y gruñón ex auror, Ojo Loco Moody!?

No, no quería parecer un talladero de madera para gatos al que además, hubiesen atropellado todos los autobuses del Fenix Aventurero para luego ser comida de la babosa gigante que vivía en el sótano de los Adler

 

Y es que seguía sin parar para disgustos y no lograba quitarse de las babas tanto de la babosa como de las plantitas de la ropa, tirandolas por irreparables e imposibles; ni siquiera había pensado en venderlas ya que a la mas mínima sugerencia de hacerlo seguramente le caerían todos los inspectores del Ministerio de Magia para requisarlas... y probablemente a ella enterita también

 

Sin embargo regresando a aquellos momentos la pelirroja dió un suave salto al ver como su hermana se metía al suelo... antes de utilizar un...

-Morphos???

su voz subió algo de tono para hinchar el pecho y luego, sonreir

-Entonces vamos a usar los hechizos de nuestros días de juventud? haber avisado que yo estaba respetando a las gentes de este lugar para que no pasaran mayores sustos...

 

Sus ojos brillaron con nueva intensidad antes de sacar la varita y apuntar hacia un arbol-monstruo cercano del cuál colgaban esqueletos como si estuviesen ahorcados sobre este... y tomando en cuenta que también había fantasmas ahi, entonces lo mas seguro era que en efecto fuesen personas que alguna vez hubiesen querido terminar con su vida

 

O colgados de la epoca de la inquisición ya que eran varios unos a los lados de otros

 

-Seccionatus!!

 

Doce medias lunas salieron disparadas de golpe hacia aquel ser de madera que emitió un chillido aterrador antes de moverse torpemente a refugiar al lado del agujero de la bruja de cabellos violetas con expresión enojada

-Yo no soy parte del duelo!!

Dijo el arbol con voz tenebrosa escuchandose una serie de lamentos y quejidos por parte de las calaveras colgadas que movieron sus manitas con amenaza

-No sean nenazas, que te necesitaba ahi ¬¬

Gruñó la vampiro antes de reir con maldad y hacer un nuevo movimiento de varita en aquella dirección

-Avis!!

Doce gordas palomas salieron disparadas hacia el arbol que agitó algo las ramas y volvió a gruñir cuando las aves fueron directamente a posarse sobre él

-Hagan su trabajo queridas mias, haganlo!!

Rió con maldad la vampiro...

Antes de que las palomas levantaran sus colas y comenzasen a hacer lo que mejor saben hacer las palomas cuando se paran en los arboles, dirigiendo sus regalitos con jugos de mora azul hacia el interior de la trinchera donde estaba su hermana mayor

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Que demonios? por casualidad me había enterado de un duelo, en pleno halloween! solo a Sagitas y a Hayame se les podía ocurrir montar un duelo en aquellas fechas, y en aquel sitio tan extraño....aunqeu más aun me costaba imaginar a Sagitas en un duelo.

 

Si, la había visto pelear en todo tipo de situaciones, siempre juntos pero nunca en un duelo, en lo qeu era conocido como un duelo común, un mago frente a otro, varitas en mano en el lugar adecuado...

 

Por eso me picaba la curiosidad y acudí al lugar donde tenía entendido que todo ocurriría. Criaturas extrañas rondaban por alli, un sitio un tanto estrafalario, aunqeu aun asi divertido. Un tipo demasiado larguirucho, blanquito y un tanto...huesudo me señaló el lugar. Llegaban hasta mi las voces y el choque de hechizos.

 

Comencé a caminar hacia alli, animado por las ganas de ver aquella novedad. Aunque no era el único curioso. Lilian estaba alli con Xell, igual que....

 

- Espero qeu no estés intentando aprovecharte de mi prima o mi sobrina, Sean. - dije, situándome junto a ellos. - Como va el duelo?

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La sonrisa de Sean era bonita, supongo que intentaba darme ánimos porque la situación se ponía cada vez más violenta. Yo estaba enfadada con ambas, las tías eran tontas. ¿Por qué se metían con criaturas? La serpiente, pues bueno, no me importaba mucho, los seres que se arrastran no son de mi devoción, a pesar de ser una sacerdotisa. Pero los pajaritos, a pesar de ser negros y feos, eran inocentes, no deberían hacerles daño. Sí, claro que eran una invocación mágica insensible a todo daño, pero... Eran tan monos...

 

- ¿Diez galeones a que no le da? Hecho. Estoy segura que la tía no se dejará dar una pedrada de una forma tan muggle.

 

La tía Sagis me disgustó, porque recriminaba que me preocupara por los animalitos. Me levanté del lugar donde nos refugiábamos, con los brazos en las caderas.

 

- ¡Pues claro que intervengo a favor de los pajaritos! Tú eres adulta para defenderte porque tienes varita y porque... ¡Uyyyy!

 

Me agaché conrriendo. Diez galeones perdidos. Al menos la apuesta de Lilian había sido más práctica, aún podía ganar.

 

- ¡Ayyy, no vale! ¿Tengo que darle los galeones ahora o después, cuando las llevemos a la clínica? - le pregunté a Sean. Porque de algo estaba segura, estas dos acababan en Urgencias. -¿Sangra? Desde aquí no lo veo.

 

Menos mal que la tía uno volvía a meterse con la tía dos y se olvidaba de mí y el no-pago de la nómina. Volví a situarme entre Sean, Lillian y Sally, la pobre muñeca de trapo que temblaba. ¿Pero de amor o de miedo? No estaba segura. ¿Pero qué hacía? Le di un codo a Lillian.

 

- ¡Oh, la música encantadora de serpientes está haciendo que Sally se mueva y baile?

 

No sabía si reirme o ayudarla. Tiré de uno de sus brazos y sentí un desgarro.

 

- ¡Ay, perdón, que te rompí un poquito Sally? ¿Tienes aguja e hilo? - pero ella seguía bailando, con lágrimas en los ojos. Qué raro es ver llorar a un muñeco de trapo. - ¡Ayúdame, Sean, ayúdame a pararla!

 

No quise mirar a la tía y aquel Seccionatus que gritaba. Ay, ay, ay, aquí habría sangre. Pero no, parecía que no, aunque... Volví a levantarme, irritada.

 

- ¿Queréis dejar de usar a las pobres avecillas? ¡Tiraros del pelo y solucionarlo de una vez, que no uséis a criaturas inocentes!

 

La voz de Matt interrumpió la bronca que iba dirigida a mis dos tías, así que volví a agacharme y me abracé a él.

 

- ¡Oh, primo! ¡Se están peleando y...! ¡Tu madre necesitará un lavado especial dentro de la tintorería! - Y a señas, para que Matt no me oyera, ni me viera: - Cien galeones a que Sagitas pierde el color del pelo. Las cagarrutas de paloma son corrosivas.

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Puede que sea cierto eso de que la música amansa a las fieras, porque a mí me estaba pasando. Dentro del agujero que yo misma había cavado, me movía al son de la melodía que salía de aquella flauta falsa. Por un momento me imaginé a Jack Esqueleton, aunque sabía que el fémur usado no era el suyo, recuperando su pata y que de vez en cuando le saliera un "chiflido" debajo del smoking que usaba. Seguro que iba a ser el hazmerreír de todas las féminas esqueléticas de ese pueblo tan raro donde mi hermana nos había llevado para duelear.

 

Hasta quedé en paz conmigo misma mientras me balanceaba junto al Serpensortia de mi hermanita. Pero la paz no dura mucho cuando estás en un duelo, por ello me descentré cuando sentí aquel hechizo tan doloroso que lanzaba Hayame, aunque debía haberlo pensado antes de chillarlo, pues funcionaba mejor si se hacía en calladito. ¿Estaba loca? ¿Es que quería hacerme pupa, que la sangre corriera?

 

Me agaché instintivamente, a pesar de estar protegida por el hoyo excavado. Después asomé medio cuerpo y oteé el ambiente. Un árbol había sido la pobre víctima del hechizo de mi hermana; la pobre ni sabía coger la varita y le había dado a él. Su serpiente, sin embargo, seguía su camino siseante hacia mí, libre ahora del parálisis bailón de la música.

 

-- ¡Demonios! -- Lo que menos me apetecía era ser mordida por un ofidio. En el Circo tengo todo tipo de pociones y cremas habidas y por haber para contrarrestar el veneno del basilisco y otros animales, pero aquí no tenia nada de nada. Y, la verdad, un bezoar de alguna piedra o de algún hueso que rondaba por allá, como que no, antes me moría y me autoregeneraba con mi habilidad de la Nigromancia y el poder que me daba ser Suma Sacerdotisa de Avalon.

 

Piensa, piensa... Y rápido, que ese bicho se te tira encima...

 

El árbol se quejaba, no me extraña; no debe de ser nada agradable que te rajen la madera y que se te escape la savia por las heridas infligidas porque una bruja estaba loca. Tampoco me extrañaban las quejas de los ahorcados. Toda una vida allá estirados y va ahora la loca de mi hermana, los zarandea. Pero yo no tenía tiempo de aguantar quejas de nadie. Aquel bicho estaba demasiado cerca.

 

Me gustan los animales, incluso los serpientecillos que salen invocados con la varita, así que no quise hacerle mucho daño. Usé un rayo Mobiliarbus, expresándolo con cuidado en voz alta, pues no era la primera vez que me confundía con el corpus y no me servía de nada. Moví el árbol protestón hacia donde estaba la serpiente, pillándole por la cola al depositarlo en el suelo. Volvieron las protestas de todos, del árbol y de lo cuerpo. Hasta la serpiente protestaba, con el trasero atrapado por las raíces del árbol. Estiraba y estiraba y no llegaba hasta mí, sólo me sacaba la lengua y escupía veneno de rabia. Bah, no me importaba, esa invocación duraría ya poco y pronto me olvidaría de ella.

 

-- No sean nenazas, que os necesitaba ahí.

 

La frase sonó a dúo. Hayame y yo habíamos dicho lo mismo a la vez. ¿Ein? ¿Hasta me copiaba las frases? ¿Qué había querido decir con eso? Enseguida lo entendí y arrugué el morro. Menos mal que había movido a tiempo el árbol y las bicharracas de aves que había invocado ahora defecaban sobre la pobre serpiente y la inundaban de un pesticida digno de abonar los invernaderos de flores de la Floristería.

 

-- Ya podrías usar tus aptitudes para trabajar un poco en el negocio, mana, que en vez de Tres Hermanas debería llamarse "Las dos Hermanas trabajadoras y la vaga de la Tercera" . -- En realidad, la única que trabajaba allá era Amya, pero no era momento de confesarlo. -- Además, yo tengo a mis aves que me protegen y...

 

Miré pa'rriba y vi que los estorninos habian desaparecido. ¿Se habrían cansado de anidar en mi pelo y se habrían ido a otro lugar más atractivo y menos peligroso? ¿O era que las invocaciones duraban tan poquito. Leñe, hacía tiempo que no hacia duelos con varita (normalmente los hacía con el palo de amasar de la cocina y esos son más efectivos) y ya no recordaba los tiempos. Ahora sentía mi cabeza vacía. Vacía sin el ruido de los estorninos y de los huecos que me habían dejado de tanto tirar del pelo.

 

Y si algo me cabrea es tener el pelo alborotado, sucio, mal puesto.. Una es directora y tiene que moverse elegante por el Ministerio, sin calvas. Un gruñido surgió de mi garganta y a medida que creía, más mala leche me entraba. Encima oía a la pava de mi sobrina apostando en mi contra.

 

Agggg, cabreo.

 

Agggg, mala leche.

 

 

Agggg, te vas a enterar...

 

-- ¡Flagrate!

 

Una linea roja cruzó el aire y materializó un mensaje que se quedaría allá hasta que yo dijera basta:

 

Mi hermana Hayame es una vacaburra.

¡Oh, vaya! ¿Quién aplaudía? Pero si teníamos público entre los habitantes del pueblo Pesadilla...Se ve que le gustan los insultos tanto como a mí.

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Xell se giró en cuanto me escuchó hablar, se me abrazó y preocupada me dijo qeu Sagitas iba a necesitar un lavado de tintorería, todo aquello mientras los hechizos peligrosos volaban por el campo de duelo.

 

- Eh! haciendo apuestas? pues yo creo qeu gana Sagitas....y ojalá no pierda el color de pelo...no quiero pensar lo qeu haría entonces.

 

Eché un vistazo al terreno. Sagitas estaba dentro de un agujero (en serio, teníamos cierta obsesión qeu hacer boquetes?) y asomaba por alli, oteando el horizonte cual suricato en la sabana, buscando a sus depredadores en el horizonte mientras sus hermanos buscan comida o elementos para sus túneles. Era bastante curioso, además de qeu logró librarse de la serpiente.

 

Giré la cabeza...:Xell se había cargdo el brazo de Sally! la muñeca de trapo bailaba pero parecía triste por algo. Alcé mi varita sacándola del bolsillo trasero derecho de mi pantalón y apuntando al brazo descosido murmuré un reparo, dejando el roto listo al instante. Sonreí levemente, justo cuando escuchaba el último hechizo de Sagitas...

 

Y estallé en carcajadas. Menudo mensajito!

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-Vacaburra...

La pelirroja parpadeó varias veces antes de repetir aquella frase en el aire para luego, componer una expresión de evidente fastidio e irritación y gruñir

-La nueva especie animal hibrida a estudiar... acaso se pueden hacer ese tipo de cruces de animales?? hermana loca, te van a venir a llevar del MM por andar haciendo experimentos ilegales en animales O.Ó

La vampiro aún rumiando de lo de su hermana se acercó a una distancia prudente de 1.99 metros xD (?? hay que ser exactos!! LOL) y estiró la varita hacia el hueco donde estaba su hermana escondida y asomando las narices después de haber movido de lugar a sus pobres palomas que ahora solo desesperaban a la serpientilla que ya huía del lugar... o es que se había desvanecido?

No quería ni pensar por lo que dió un latigazo con la varita y apuntó hacia el hueco donde la otra estaba

-Aguamenti!!

Ahora si se iba a enlodar. Ya no podían usar una buena potencia estilo manguera de bomberos como antaño pero al menos podía arruinarle las ropas a la payasita aun mas de lo que ya había dejado su triste vestido por lo que sonrió y empezó a correr en circulos manteniendo la distancia alrededor del hueco para dejar bien mojada a la de cabellos violetas

 

-Bueno, pues podría comenzar a sembrarte a ti para venderte en la tienda, que ya necesitamos nuevos especímenes!!

Soltó sin dejar de moverse

Un poco mas alla, tres brujas que vivían en el pueblo se habían arrastrado varias mecedoras para quedar en una mejor posición y observar la batalla ridiculamente llevada por ambas Potter Black, mientras sacaban un tarro de escarabajos secos y crujientes y se los iban devorando como si fueran palomitas de maíz

 

-Bah! Yo hubiera utilizado un Avada Kedavra y terminaría con el asunto de una buena vez!

Exclamó una de las tres brujas mientras las otras dos asentían antes de ver a los otros magos y brujas que ya apostaban a favor de una de las dos jovenes y parecían entusiastas con ello

-Podríamos... comernos un dedito de alguno de ellos?- inquirió la bruja mas bajita con emoción a lo que las tres clavaron sus ojso en lo que parecían ser sus nuevas y prontas victimas para la cena

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- ¡No, tía, noooooo! - grité, al ver el insulto en el aire.


La tía Sagis era una suicida. Estaba segura que el insulto de "vacaburra" no iba a ser del agrado de la tía Hayame. ¿Por qué se pelaban? Había llegado con la batalla empezada, ¿lo sabrían mis otros compañeros? Matt había llegado el último, pero los otros tal vez supieran cual había sido el detonante de la agresividad entre las dos hermanas.


Aquel lugar era muy tétrico. No me gustaban los cadáveres que se balanceaban en el árbol. Yo creo que los muertos se merecen un respeto y las dos tías estaban haciendo un mal uso de sus cuerpos. Aunque ellos protestaron, pero creo que no lo hicieron muy a pecho, pues juraría que se reían.


Quienes sí reían eran los habitantes de aquel pueblo tan raro. ¿Es que les gustaba el duelo, que se habían traído cómodas sillas para relajarse y verlo en primera línea? Bien, nosotros hacíamos lo mismo, pero intentábamos pararlas, al menos yo. Creo que Sean y sus apuestas tal vez implicara que no le apetecía parar el duelo, que quería que prosiguiera y que alguna de las dos perdiera en el proceso.


Pero yo sentía miedo. ¿Cómo podía llamar "vacaburra" a su hermana?


- No te rías, Matt, que la tía seguro que la "pela" por eso.


Tenía razón, la tía Hayame reaccionó mal. Las conocía, ambas eran iguales, maravillosas y vengativas. Yo esperaba no fallarles nunca, a saber lo que podían hacer sólo para vengarse.


- ¡Señora! No puede pedir Avadas, es mi tía - gruñía contra aquellas mujeres que se habían sentado para ver el duelo. Me habían enfurecido, pero guardé las manos en los bolsillos, por si acaso querían en verdad modernos.

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Me quedaba la duda de si Sean estaba negociando con nuestro deseo de matanza. No. En realidad, esa no era la duda; la duda era por quién estarían votando como la que sobreviviría, si por Haya o por mi. De ese me lo creía todo, ¿pero de Xell o de Lillian? Vamos, seguro que estaban jugándose en galeones nuestra vida o nuestra muerte. Porque de Matt no me lo creía; seguro que él no había apostado (aunque esperaba que, si había caído en la tentación, que lo hubiera hecho a mi favor).

 

Intenté buscar la flauta porque, al fin y al cabo, era un hueso de alguien y al final de todo tendría que devolverlo. Por muy estimulante que les sentara el duelo a los habitantes del pueblo de "Pesadilla antes de la Navidad", seguro que no les gustaría que el dueño tuviera que ponerse una pata-palo para caminar. En cuanto nos fuéramos, se lo devolvería al Alcalde de la ciudad. Ya no lo necesitaba, pues la serpiente había desaparecido. El árbol pareció relajarse, tal vez el ofidio le hubiera estado haciendo cosquillas en su intento de escapar.

 

Me reí de Hayame. Todos los del grupo se reían, o al menos yo oí la voz de Matt entre las de otras personas; parecía que los del pueblo aquel tenían pocas posibilidades de divertirse.

 

-- ¡Já-Jaaaaaa! Creo que vas a ....

 

Me pilló con la boca abierta, riéndome de ella. ¡La maldita Haya! Me lanzó un aguamenti que me dio de lleno en la cara y sin posibilidad de contrarrestarlo. Si sólo hubiera movida la cabeza un poco hacia atrás del hoyo, en vez de acercarme tanto a la orilla más cercana a ella... Seguro que estábamos a 1'99 metros [aceptada la exactitud, mana] y me dio con tanta fuerza que me tiró para atrás. Caí de pompis en el fondo del agua mientras entraba el agua. Era demasiada (?) y enseguida el agua empezó a cubrirme. Me puse la varita entre los dientes y empecé a murmurar de forma bastante ininteligible lastimosos insultos y tendencias prohibidas de la antigua Santa Inquisición que prometía usar contra mi hermana. Pero el suelo estaba embarroso, tan lodado... Parecía que estaba lloviendo a mares. Dios, deberían poner una I.T.V., o una Inspección Técnica de Varitas, para comprobar las que los vecinos del pueblo usaban. Esta debía estar rota pues no dejaba de soltar agua a pesar que la tipa corría en círculos entorno al hoyo en el que estaba metida.

 

-- Mald... cofcof... dita... cof-aggg-cofff... herm...puaj...cofffcoffff...ana...

 

No podía articular bien, entre el agua que tragaba y la varita entre los dientes. Braceaba en el medio torrente que había ya allá dentro. Se había convertido en un pozo que, aunque bien no me cubría, las paredes eran tan resbaladizas que no llegaba a salir del lugar. Estaba allá metida y ya el agua salía del burejo, esparciéndose por los lados. Por mucho que lo intentaba, mis manos no podían agarrar nada sólido que me dejara salir del hoyo. Empecé a angustiarme. Morir ahogada no entraba en mis planes de hoy.

 

-- Miér... cofcof...coles... -- ¿Cómo se llamaba aquel hechizo desecador que...? Era igual, ni lo recordaba ni me había salido bien nunca, así que era inútil perder fuerzas intentando recordar un hechizo que seguramente no me ayudaría. Necesitaba algo más sencillo, ¡y rápido!

 

Entonces... Sentí a las mujeres que se reían del remojón y se disputaban los deditos de los presentes, seguramente los míos incluidos en cuanto falleciera, y sentí el ladrido de Zero. El perro se asomaba lo más cerca posible, con el palo (el hueso en realidad) en la boca, pidiéndome que le lanzara el hueso. ¡Ostras! Si se acercara aquí y me dejara agarrarme a su cola. Volví a bracear y eso provocó que me hundiera de nuevo. Saqué la cabeza del agua, muy enfadada porque ya no sólo tenía huecos en mi cabellera sino que la humedad le estaría dejando completamente inservible. Lo que me costaría arreglarla en el Spa del pueblo iba a ser una fortuna.

 

Eso si lograba salir del hueco.

 

-- Zero, chiqui-chiqui-chiqui... Ven, Zero... Déjame tu colita, ven, ven... Aquí, Zero...

 

El perro me miró, miró el agua, me miró de nuevo y dijo que tu tía, que él no se acercaba a aquel borde resbaladizo. Sucedió lo contrario. Se alejó, miró el árbol que estaba cerca del hoyo, el que yo había movido y del que colgaban varios esqueletos que nos señalaban y se reían (de mi porque me ahogaba, de Hayame porque parecía una india bailando alrededor del hoyo que hubiera conseguido convocar lluvia) y, ni corto ni perezoso, levantó una pata trasera y se puso a mear contra la corteza. Le entendía, el agua es lo que hace, te entran unas ganas enormes de hacer eso que...

 

-- ¡Bicho, fuera, fuera! -- gritó el árbol, levantando una raíz y sacudiéndose el líquido amarillento que resbalaba por la madera. Eso me dio una idea. Tomé la varita con la mano y solté un: -- ¡Incárcerus!

 

De mi varita mojada salieron unas lianas que se ataron en la rama de los ahorcados, dejando un tramo largo del que agarrarme. Gracias a Merlín que hacía este tipo de ejercicios cada día en el Circo, así que, cual grácil avecilla, me enrollé las manos y me icé, haciendo cabriolas y movimientos cirquenses por las que trepé por las cuerdas, hasta sentarme en la rama.

 

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-- ¡Quítese de encima, so gorda!

 

No hice caso al árbol; chorreaba agua y tenía la boca ocupada sujetando fuertemente la varita. Me pasé la mano por el pelo y me escurrí como pude un poco de agua. Lo suficiente como para quitar la que me caía por la cara y aumentar mi visibilidad.

 

-- ¿Quéreis un Avada? -- grité al público, como si estuviera en el Circo y esperara el aplauso de ellos. -- ¡¿Quéreis un Avadaaaaa?!

 

Lo hubiera hecho, las mujeres que comían algo que prefiero no saber, contestaban que sí, sí. Entre vítores y aplausos me animaban a usar la maldición imperdonable contra mi hermana. Y el ambiente y la mala leche era una presión muy fuerte. Estuve a punto. Pero después sentí a Xell.

 

¡Bendita Xell!

 

Siempre tan buena persona y sacerdotisa. Su aura era tan pura como siempre, de un color azul blanquinoso. Fue eso lo que impidió que le diera el hechizo de gracia a mi hermana. En lugar de eso, la señalé con la varita. No se había alejado casi nada, así que esperé que en sus giros de alegría me mirara y estuviera a mi lado, a 1'99 metros y le señalé con la varita.

 

-- Incendio. A ver qué tal te sabe que te estropeen los vestidos para la fiesta.

 

Los tres ahorcados que estaban a mi lado refunfuñaron, diciendo que no había tenido valor para finiquitarla como me habían pedido.

 

-- ¡Hombres de poca fe! Todo llegará, sólo dar tiempo al tiempo....

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