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Transformaciones V


Sherlyn Stark
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Las lagrimas seguían corriendo por las mejillas de la rubia, pero puki, su querido conejito y el abuelo Gilderoy parecían estar hechos de una bruma que poco a poco se disipaba hasta que ya no quedo nada, solo ella y el jardín , aunque no, había algo más, casi en el límite del jardín había una estatua que antes no estaba, la misma que sostenía el pensadero, pero en versión masculina, por lo que intuyo que el tiempo del recuerdo había perecido, estaba un poco abrumada, no sabía si había logrado el objetivo de aquella actividad, pues seguía sin regresar en el tiempo, pero al menos lo había intentado.

 

Miro a su alrededor y todo estaba en total quietud, solo la estatua parecía mirarle, tratando de percibirla, de escudriñarla, tal cual lo haría ella con otro ser vivo de intelecto superior al de los animales. Sus pasos le llevaron ante la imagen, ¿Por qué un hombre cual dios griego? ¿Por qué de piedra? ¿Qué significaba? La observo y la rodeo como un objeto sobre un pedestal al que se le calcula la edad y la valía y entonces lo supo, si sostenía el mismo pensadero y conservaba la apariencia humana aunque de diferente género, eso solo se lograba los metamorfómago.

 

- Eres un metamorfómago-dijo al tiempo que la punta de Belisama, su varita mágica, tocaba el pecho de la imagen de piedra. Y entonces por primera vez tuvo a un mago con aquel raro don frente a ella, sabía que estos seres podían cambiar de apariencia a su antojo si dominaban ese poder, no requerían de varitas, ni pociones multijugos y podían cambiar no solo la nariz, el cabello, la fisonomía sino también de sexo.

 

-¡Estaba en lo cierto! - grito al ver que aquella figura de piedra cobraba vida y empezaba a moverse alrededor de ella como apresándola en una cárcel de hombres, el mago parecía multiplicarse y cada vez que lo hacía algo cambiaba, pero era tan rápido de las orbes de Cye apenas lo percibían, hasta que aquella mandíbula recta, y ese par de ojos que jamás podría olvidar le miraron. Era Adriano Wallace, su esposo, pero él estaba en otro plano, la había dejado con Ishaya su yo más parecido y ahora volvía, la asechaba ¿acaso se burlaba de ella?

 

-¡Basta!- grito una y otra vez llevándose las manos al pecho, esa sonrisa irónica que pocas veces usaba le devolvió un poco de cordura y la hizo entender que estaba jugando con su mente que podía ser cualquiera con el conocimiento de lo Wallace significaba en su vida, y la única manera de detenerlo era identificando al metamorfómago de la ilusión y pedirle que revelara lo que quería. Examino con cuidado cada imagen, aquel mago no había tomado en cuenta que la elección que había hecho lo tiraría de cabeza, Cye conocía cada peca, cada hoyuelo o musculo de aquel cuerpo, sus poses y rictus, así que busco lo que no era de Adriano, ese, ese sería el verdadero intruso causante de su angustia.

 

-Incarcerus- grito con todas sus fuerzas apuntando con su varita hacia el costado aunque hubiera estado mirando al frente, las tres cuerdas apresaron al verdadero en los tobillos en los brazos y en la boca. De inmediato la proyección de todos los otros magos fue desvaneciéndose y solo quedo el atado.

 

-¿No te gusta? Pues a mí tampoco que juegues con mi psiques- dijo al tiempo que se agachaba pues el apresado había caído de bruces, Cye le quito la cuerda que le impedía hablar y exigió. -Tienes una misión dime ¿cuál es? - a lo que el mago respondió con una sonrisa sardónica

Cuantos magos vez, cuantos magos soy

Cuantas respuestas has de entregar hoy

Para justificar lo que de mi te gusto

Aquellas palabras la confundieron de nuevo haciendo que se pusiera de pie y se distanciara un par de pasos dándole la espalda, no veía sino a un solo mago, aunque… para llegar a parecerse al perfecto Wallace había necesitado cuatro transformaciones, ósea cuatro yo, era claro que el numero cuatro algo tenía que ver, regreso sobre sus paso y le desato las manos dejando que el mismo se liberara los tobillos y se incorporara frente a ella.

 

-Definitivamente tendría que estar loca para que algo me gustara de ti, eres engreído, engañoso, feo y… - y si le gustaría tener la habilidad de transformarse en lo que quisiera, le sería muy útil en su trabajo clandestino ante las fuerzas del mal. El metamorfómago pareció leer sus pensamiento y de inmediato estiro la mano para entregarle un pergamino con una pluma, cuando Cye los tomo el hombre volvió a su estado de piedra dejándola con una extraña sensación.

 

-Así que debo escribirlo- dijo en voz alta y al instante, usando el mismo pecho de la imagen de piedra de soporte y garabateando cuatro motivos, no los que el mundo mágico consideraba, sino sus motivos por los que le gustaría tener aquel don, regalo o habilidad:

 

※Diversidad de opciones

※Complejidad de acciones

※Desuso de varita, lo que significaba pocas limitaciones a la hora de actuar

※Uso de la habilidad para beneficio de su causa

 

-¿Ahora qué?- pregunto a la estatua luego de haber terminado su escritura, donde le respondiera con palabras seguro caía como si un petrificus le hubiera impactado a ella.

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Con la calma reflejada en su rostro, el último atisbo de sus recuerdos desapareció y la estancia comenzó a desdibujarse, quizás era el momento de volver al laberinto. Pero no, no volvería al laberinto, al menos no aún por lo que simplemente negó lentamente y escuchó al lograr enfocar el lugar en el que se encontraba visualizó algunas estatuas con una forma en particular, parecían humanas... pero eran como maniquíes o eso le parecía a ella.

 

Pero eso solo fue un par de segundos, por de inmediato estas comenzaron a cambiar de apariencia, ¿qué estaba ocurriendo? la pregunta vino a su mente y en menos de un segundo fue respondida, eran metamorfomagos, sí, personas que cambiaban su aspecto físico a su voluntad, una habilidad que ella misma manejaba a la perfección y que le había costado algunos años perfeccionar pero que al final había adquirido.

 

— ¿Qué es lo que debo hacer? —preguntó con cautela, mientras comenzaba a aburrirse de ver cambios y más cambios en las apariencias de las personas.

 

Esperó un par de minutos por la respuesta, pero cuando le llegó simplemente soltó una carcajada, ¿por qué le interesaba aprender el conocimiento? eso era lo más básico del mundo, cualquier persona que tomará la clase debería saberlo... por lo que sin dudarlo, pensó en escribir un pequeño ensayo, pero quizás lo mejor sería hacerlo de manera oral, total era lo más sencillo que podía hacer y de ese modo se ahorraría la cuestión de escribir.

 

—Eso es algo relativamente sencillo —comenzó con su explicación—, principalmente es por que ya no se depende de la varita o pociones para cambiar tu apariencia y eso es beneficioso a largo plazo, lo que me lleva a mi segunda alternativa porque me hace ser una persona con un amplio margen de cambios en tu vida, porque puedes adaptarte a cualquier situación, pasar inadvertido en caso de ser necesario y sobre todo, porque es algo que siempre te ayudará a salir de problemas. —terminó de explicar y espero que la respuesta fuese la que quería escuchar el hombre.

 

No daría ninguna respuesta más, estaba un poco cansada y la situación le aburría un poco porque no entendía el fin de esa labor.

Editado por Mia Black Lestrange
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Entrega de calificaciones.

Cuando sus alumnos habían terminado correctamente o no, la última actividad, fueron trasladados al aula de Transformaciones, donde estuvieron al principio de la jornada. Imaginaba que para ellos fue una experiencia cansina, por lo que lo único que deseaban hacer era ir a sus respectivos hogares o, mejor dicho, retirarse del Ateneo. Lo que ella recomendaría sería tomar un leve receso de actividades para recuperar las energías. Fue una situación fuerte haber estado en sus pensamientos más profundos y recordar algún suceso inoportuno, por lo que, la mejor solución era descansar.

El aula estaba siendo iluminada por tres antorchas sobre cada una de sus paredes, las cuales estaban decoradas con varios cuadros y objetos de importancia. Próximamente lo explicaría por si deseaban tomar apuntes y utilizarlo siempre que tuvieran esa duda. Aunque no lo creía, tratándose de magos con ciertas experiencias. Se atrevió a mirarlos a cada uno de ellos, y luego recogió los pergaminos donde reflejaba la dedicación que habían tenido durante todas las actividades.

Debía dar un énfasis al esfuerzo y la dedicación que mantuvieron durante toda la clase. Sus ganas de aprender un nuevo conocimiento fueron notorias. Jamás había tenido que conducir a un grupo tan numeroso y activo como aquel y, sin embargo, resultó le esplendido. A medida que pasaran los meses irían aprendiendo más acerca del tema, lo importante era resistirse a dejarlo.

— El retrato de la derecha refleja a Gamp —indicó, señalando al retrato el cual se encontraba a unos centímetros de la amplia ventana. Como podía ver más allá, la noche se avecinaba, por lo que debía avanzar más rápido para terminar a tiempo. — Como pueden ver, estas figuras de madera que están sobre el escritorio poseen un movimiento, corto, pero tan alucinante que les dejará sin palabras —dijo, esta vez refiriéndose a pequeñas estatuas de madera, de unos veinte centímetros, con forma de personas y criaturas—. Con un movimiento de sus varitas podrán ver como se mueven.

— Cada uno de ustedes podrá optar por una de ellas como regalo de mi parte —se predispuso a ponerse de pie para dar las últimas palabras de la jornada—, así tienen un lindo recuerdo de lo sucedido el día de hoy —finalizó esa parte para luego mirar al pergamino con la clasificación—. Es el momento clave donde les diré sus respectivas notas:

Juv Malfoy Croft
- Extraordinario.

Cye Lockhart
- Extraordinario.

Mía Black Lestrange
- Extraordinario.

Sam Clafin
- Supera las Expectativas.

Allen Romain
- Aceptable.

Le alegraba ver como todos sus alumnos habían aprobado la clase y, por muy poco, los últimos en la lista no alcanzaron para obtener la nota máxima. Deseaba volver a encontrarse con ellos en alguna ocasión fuera de la Universidad, sería excelente saber cómo sus conocimientos avanzaron y así. — Fue un placer para mí brindarles esta clase y deseo que, a pesar de las malas experiencias, hayan podido conocer cada uno de los conceptos de Transformaciones —prosiguió una vez que las notas ya estaban dichas—. Muchas gracias por su presencia y ya pueden retirarse.

 

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"Ahora que" habia preguntado a la inerte estatua de piedra y como si esta respondiera un destello brillantisimo empezó a cubrirla, fascinada tuvo que tocarla y entonces... Estaba de vuelta en el aula de clases, de donde no se arrepentia de haber salido y vivir aquellas experiencias trayendo recuerdos que por siempre la acompañarían.

 

Kirara les hablaba haciendo referencia a un cuadro, el creador de aquellos limites para el mundo mágico y el poder en cada ser. Luego hizo mención de las estatuillas en el escritorio, eran de madera, la que ella tomo era en tono natural dejando ver las vetas, con un acabado protector que bien podía ser barniz o aceite de vaselina, daba igual era hermosa y tendría un lugar en su colección de tesoros. La tomo y la guardo en su bolso, a tiempo para escuchar las calificaciones y lo que para Cye era la despedida de la clase.

 

-Muchas gracias por compartir tus conocimientos y darme la oportunidad de mejorar y sumarlo a mis destrezas- se acerco rápidamente y le abrazo susurrando apenas audible para Kirara

 

-Te has convertido en una excelente docente, ¡cuanto orgullo me producen tus logros!- haberla visto en sus inicios en la academia y verla ahora evidenciaban un largo camino de esfuerzo, trabajo, mérito y éxito, y daba gracias al cielo por permitir comprobarlo.

 

-Fue un placer, hasta pronto- dijo ahora en voz alta a sus compañeros y abandono el aula más que feliz.

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