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Transformaciones V


Sherlyn Stark
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Segunda Tarea.
El Gaunt se acomodó mejor en el asiento mientras escuchaba a Kirara pasar al segundo tema, notándola un tanto confundida por comentarios que había hecho otra de las estudiantes. Al mirar, Roman se encontró con que Juv, su amiga y antigua jefa del ministerio, se hallaba allí tomando la clase al igual que él y una leve sonrisa apareció en sus labios; regresó la mirada hacia el cuadro que aún se hallaba sobre el pupitre, distrayéndose un segundo al pensar en aquél conocido incidente.
Aunque sus transformaciones lupinas no contaba del todo como una prueba de sus aptitudes en la materia, las palabras de la Rosier hayaron camino en su mente hacia esas noches de luna llena en las que inevitablemente se convertía en algo muy diferente, y aunque no fuera un ejemplo en todos los sentidos, era cierto que cuando la transfiguración no le tomaba desprevenido, estando durante este en sus cinco sentidos y sin perder consciencia de quién era realmente y en qué se convertía, podía lograr un estado salvaje manipulable.
No obstante, si se dejaba llevar por el dolor y sus emociones, la transformación resultaba en un estado salvaje al cien por ciento. Y no era el único ejemplo en el que podía pensar, habiendo usado su varita tantas veces ya para hechizos de transformación con resultados muy variados, lograba coincidir con las palabras de la bruja. Teniendo solo las experiencias, de pronto se preguntó porque había pasado por alto la teoría (que en su momento le hubiese ayudado demasiado) cuando se la habían tratado de enseñar en el colegio.
Mientras pensaba en ello sintió un extraño tirón en el estómago, apareciendo de pronto en otro lugar, mostrándose desorientado durante unos segundos en los que no supo que había pasado. Habiendo perdido el equilibrio se levantó del suelo y sacudió sus ropas del polvo ¿Era aquélla una visión, un truco o realmente había sido transportado a otro lugar? El mago resopló, cabeceando en reprobación ---Por lo menos antes explicaban, ahora ni siquiera avisan... pero siempre el mismo truco --- murmuró, frunciendo el cejo y examinando su nuevo entorno.
Una ráfaga de aire caliente mezclado con arena revolvió los mechones de rubioscuro cabello sobre su cabeza, obligando al licántropo hacer los ojos como platos y hacerse sombra con la mano para poder mirar con detalle a su alrededor. Se hallaba en la mitad de un desierto árido, al pie de una gran duna de arena color del oro, rodeada por un sin fin de hermanas de menor y mayor tamaño; sobre él, el astro rey centelleaba estando en su cenit, apenas dibujando una diminuta sombra bajo los pies del Gaunt, inmersos en la suave arena.
---Y ahora qué se supone que debo hacer? --- renegó, pero en ese instante logró atisbar a unos doscientos metros hacia el este una figura extraña, en una postura rígida e inerte, parada sobre una duna mas grande que la que sus pies pisaban. A esa distancia podía percibir en ella unos ojos que le miraban directamente, aunque el rumano estaba seguro que aquéllo no era humano; tenía una figura felina, aunque sin fauces, y resolviendo acercársele reconoció pronto de lo que se trataba.
Jamás había estado frente a una esfinge, pero dadas las historias que había escuchado siempre de ellas, el Gaunt por primera vez desde hacia mucho tiempo se sintió realmente nervioso, aunque la curiosidad empujaba a sus pies un paso tras otro. Se colocó a unos prudentes cinco metros de la mitológica criatura, quien manteniendo aquél rostro inexpresivo abrió sus labios humanos para dejar salir una voz que resonó a su alrededor a pesar de que las ondas del sonido no tenían donde chocar para lograr aquél eco.
---Es agradable cuando los humanos se acercan tan voluntariamente hacia mi justo cuando se me antoja un aperitivo ---anunció, aún sin expresioón alguna. Roman materializó su varita en su diestra, y los ojos felinos de la esfinge se posaron en ella ---Eso no te será de ayuda
---Lo lamento, pero no tengo intenciones de ser devorado el día de hoy
---Tu destino ya se escribió, lobo humano
---Exijo la oportunidad de salvar mi vida --- exclamó el rumano, sabiendo suficientes historias como para saber el punto débil de aquéllas criaturas. Los ojos de la esfinge brillaron, y aunque sus labios no se inmutaron, al Gaunt le pareció que sonreía.
---Muy bien, te daré una oportunidad. Un acertijo. Si fallas, te devoraré. Si respondes correctamente, te dejaré ir y además te mostraré el camino de vuelta hacia los tuyos; solo tienes una oportunidad, y un solo minuto para responder --- hizo una pausa en la que Roman sintió el sudor frío resbalar por su nuca; se mostraba confiado a pesar de todo. La esfinge continuó ---Estés listo o no, a mis pies podrás ver que tengo tres manzanas, si logras identificar cuál de ellas antes no lo era y jamás fue nada, entonces te daré lo prometido.
El Gaunt miró hacia donde le indicó, encontrando que en efecto las tres manzanas se hallaban allí. Eran de buen tamaño, rojas y tan apetitosas que pensó en tomar una en ese momento y calmar la resequedad de sus labios y su garganta; el calor parecía ir en aumento, pero trató de concentrarse en identificar aquélla que no era realmente una fruta, pero las tres lucían y olían como tal. Treinta segundos, y se sentía aletargado por el calor; se atrevió a tomarlas entre sus manos y examinarlas mejor. Cuarenta y cinco segundos.
De pronto recordó algo que su abuela le había dicho alguna vez, y entonces supo la respuesta. Cincuenta y cuatro segundos, y los ojos de la esfinge aún estaban clavados en él, aguardando, casi regordeándose de haber conseguido un humano para el almuerzo, pero no sería él, pensó el Gaunt. ---Ninguna ---respondió, alejada su voz a toda duda ---Todas estas manzanas siempre han sido manzanas; es una de las excepciones de la Ley de transfiguración elemental.
---Tu respuesta es correcta. El camino está libre para ti, y si es que logras salir del laberinto, encontrarás en el corazón a tus amigos.
Conforme sus palabras Roman percibió que tras la criatura, formándose como un espejismo, se formaba un complejo con paredes de piedra caliza de una altura de tres metros que formaba un camino lleno de bifurcaciones, ramas y corredores sin salida. Sin pensarlo dos veces el mago se introdujo en él, usando su varita como brújula para no perderse demasiado; tras unos minutos, las paredes se llenaron de vegetación, hasta reemplazar la piedra en su totalidad. Incluso el clima mejoró.
---Aguamenti ---conjuró, creando un chorro de agua potable saliente de la punta de su varita que vertió dentro de una copa que segundos antes fuera una piedra, bebiéndola a toda prisa para recuperarse de la ser. Tras esto, siguió su camino, buscando el corazón del laberinto que en instantes encontró. Entonces respiró, satisfecho, al verse de nuevo entre sus compañeros y su profesora. Aquéllo había sido interesante en muchas formas ¿que seguiría ahora? Ahora estaba expectante.

 

 

 

... つづく

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Siguió caminando, cual niña balanceaba su calzado, de cuando en cuando miraba hacia atrás en la dirección que había tomado el Centauro, pero al no ver nada más que verdes siguió el camino curvilíneo que demarcaban los arboles, poco a poco el paisaje fue cambiando y el bosque encantado quedo atrás, lo que no varió fue el hecho de estar dentro de un laberinto, por fin vio a dos personas más, se trataba de la profesora Kirara y su compañera Mia, se acerco a ambas justo cuando la Rosier tomaba la palabra para felicitarlos.

 

La verdad es que lo que llevaban hasta ahora le gustaba y le había servido para recordar procedimientos que con el tiempo se olvidaban haciendo todo de forma mecánica. Ahora la profesora les ponía un nuevo desafío; los pensaderos eran algo a lo que le tenía mucho respeto y sobre todo después de haber trabajado en Accidentes con el equipo maravilloso de Sagitas, aunque no fue de reversiones sí que había presenciado cosas extrañas donde el punto central eran los recuerdos, y hablando de recuerdos este, con sus ex-compañeros le había sacado una gran sonrisa.

 

Dos minutos después, aquella sonrisa desaparecía totalmente y las instrucciones de su maestra le hacían retroceder varios pasos con el ceño fruncido. ¿Cortarse el cabello? ¡Ah claro que no! Eh que no podía meter la cabeza un dedo, una uña, hasta la lengua, pero mutilar uno de sus rizos era extremo. Así que aguardo en silencio esperando a ver si algún otro protestaba, mientras que una voz interior se burlaba “Ay si, es solo un rizo cobarde, el cabello crece ¿Qué no merece el conocimiento de transformaciones el sacrificio?” maldita voz, tenía razón, era una niñería negarse.

 

-Yo estoy clara, hagámoslo- dijo al tiempo que tomaba su gruesa coleta y ponía los risos sobre su hombro derecho acariciando los risos hasta encontrar al sacrificado, le daría unos segundos más de vida, lo que tardara en llegar hasta la escultura seleccionada, era de piedra rustica blanquecina, con el cuerpo y el rostro de una hermosa mujer con figura curvilínea atravesada por un trozo de tela que en vez de cubrirla parecía estar siendo movido por el viento, muy al estilo de Miguel Ángel, en una de sus manos sostenía un recipiente que en si era el pensadero lleno de un liquido espeso que poco le agradaba.

 

-Aquí vamos- dijo luego que el mechón de cabello había sido cortado y lo dejaba caer en el pensadero. Al instante sintió como si algo la succionara, y callera en un vacio hasta que al fin todo se fue aclarando. Allí estaba ante un par de esculturas, conocía ese lugar, claro que si, era… era el propio castillo Lockhart, allá estaba el almendro de las hadas, y el estanque de los lirios que ocultaba la entrada secreta a… a un lugar que pocos tenían el privilegio de conocer.

 

De pronto una risa llamo su atención, una chicuela de cabellera rubia y esbelta figura danzaba para un hombre tendido a la sombra de un milenario roble, que la veía con ojos vivaces tras los espejuelos con montura de oro. Era ella y él, su adorado abuelo Gilderoy Lockhart, cuando aún vivía. Uno de sus más hermosos y tristes recuerdos.

 

-Miralo, miralo abue- señalaba la muchacha hacia un conejo blanquísimo que saltaba hasta que se acerco a la orilla del estanque, de pronto el animalito había desaparecido en el agua, -Puki, Puki, camina, anda- ordenaba la ojiazul un rato después, con el cuerpo inerte del conejo, ante el silencio del anciano, la impotencia se apodero de ella y fue entonces la primera vez que descubrió que su magia no era tan todopoderosa como pensaba, era la primera vez que la muerte le arrebataba a un ser querido y desde luego no sería la última.

 

El trozo de madera en su mano no pudo por más concentración y esfuerzo que puso revivir al animal con todas sus características y sentimientos, sino que le devolvió una criatura que ya no era Puki sino algo falto de voluntad, para luego quedar inerte para siempre, fue entonces que su abuelo le hablo de Gamp y sus leyes, entonces lo odio pero hoy comprendía que eran necesarias para que el mundo mágico no fuera preso de los desequilibrios y abruptos a que posiblemente sería sometido si todos pudieran dar vida, generar amor, tener el dinero que quisieran o simplemente producir comida de la nada.

 

Como entonces las lagrimas rodaban libres por las mejillas de la no tan niña, ese mismo dolor se clavaba en su pecho y solo había una diferencia el conocimiento que estaba aprendiendo, no podía negar que ver a su abuelo con su conejito parecía tan real, pero en su interior sabía que no duraría.

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Solamente una de sus compañeras había logrado llegar hasta el centro del laberinto, quizás los demás demorarían algunos minutos más y eso fue lo que pensó la profesora porque esperó poco más de media hora a que al menos estuvieran tres de los alumnos originales. Una vez que estuvieron listos, les indicó cuál sería el camino a seguir para continuar con la clase, y lo que les deparaba causó sorpresa y entusiasmo en la ojiverde porque usarían pensaderos.

 

Sí, pensaderos, utencilios mágicos que servían para que los magos revivieran algunos de sus mejores o peores recuerdos, pero con la ventaja de ser observadores y poder tomar más detalles de los que al momento de vivir la situación que rememoraban se les habían escapado de las manos. Meditando algunos segundos sobre las ventajas y desventajas que podría traer consigo el uso de esos objetos, negó lentamente y comenzó a seguir las instrucciones que les dio Kirara.

 

Cortó un pequeño trozo de las puntas de uno de sus rubios caireles para después encaminarse hasta el sitio en donde aguardaban los pensadores, eligió uno e introdujo su cabello. Sabía que en el momento en que se acercará al pensadero, iba a ser absorbida por una sustancia plateada un poco pegajosa que la conduciría hasta el recuerdo que había seleccionado. Pero, ¿qué recuerdo era el que elegiría? con cuál de todas sus vivencias podría ejemplificar una de las leyes de Gamb, esa era la cuestión que rondaba en su mente desde hacía algunos segundos.

 

—Vamos a ello... —siseó para sí misma, mientras se acercaba al pensadero, la sustancia plateada hizo su trabajo y de inmediato fue succionada. Cerró los ojos durante algunos segundos y al abrirlos notó que ya no se encontraba en el mismo sitio.

 

Se encontraba en los jardines de la casona Black Lestrange y no estaba sola... con ella estaba su hermano, Zeth. Por el sonido de las voces podía comprender que se encontraban hablando de los preparativos de su boda, ¿hacía cuánto de eso? era algo confuso en su mente, pero entendía que debía prestar atención a lo que ocurría en el recuerdo y no centrarse en los sentimientos e ideas que acudían a su mente. ¿Por qué se habían casado? ¿Realmente se amaban? eran dos cuestiones que no dejaban de pasar por su mente.

 

— Es lo mejor, aseguramos la preservación de la familia y me ayudas a librarme de Ethiane... —la respuesta a sus dos anteriores preguntas habían sido respondidas por su hermano. Era lógico que su boda jamás había sido por amor, era un sacrificio que ambos habían asumido, por el bien de la familia y ella... pensando que quizás con el tiempo él se enamoraría de ella.

 

Pero él, nunca se enamoró de ella. Nunca existió por parte de Zeth algo más que cariño y consideración, se habían resignado a contraer matrimonio por el bien de su familia y no se detuvieron a pensar en el daño que se hacían mutuamente, porque siempre la Black Lestrange dio más de lo que recibió, pero no podía quejarse porque ella misma había aceptado ese matrimonio. Por lo que, al ver las siguientes imágenes, no pudo evitar que de sus labios saliera un sonido de sorpresa.

 

Ya no estaba en los jardines de su casona, ahora se encontraba en su negocio y allí estaba uno de sus mejores amigos, precisamente el que debía haber dado aquella clase; Cillian. Estaban juntos, conversando y haciendo algo más que conversar, disfrutando de la diversión que les concedía la privacidad y una buena botella de licor, la noche prometía para ser una de las mejores, hasta que la puerta se abrió de par en par y por ella ingresó Juliene.

 

Juliene era la hija de su hermano, por lo tanto su hijastra y se había casado con su amigo meses atrás, pero no por amor, sino por conveniencia y ahora estaban pagando las consecuencias, ambos se engañaban y se reclamaban una y otra vez y en esta ocasión ella se encontraba en medio. ¿Por qué? ¿Por qué siempre se engañaban a sí mismas? Porque veían lo que no era en una situación o en una estabilidad como el matrimonio... quizás porque era su naturaleza.

 

Pero algo que había logrado entender desde hacía tiempo, era que el amor no podía ser creado de la nada y mucho menos forzar a una persona a sentirlo, y por más empeño que se le pusiera, a lo mucho podría llegar a surgir estima, más no amor. Por lo que había aprendido con creces la ley de Gamb y sabía que nunca olvidaría lo aprendido. Meditando eso, logró que su rostro volviera a su estado inexpresivo, y una vez en ese estado, estaba lista para volver al laberinto.

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Zona de desierto helado y polar

Segunda Tarea

 

 

-Morphos-sentencio la vampiro original apuntando hacía un trozo de hielo del tamaño de una roca mediana. Transformando este en un tigre blanco, que se abalanzó contra el oso que deseaba atacarla clavando sus afiladas fauces en el cuello del animal, desgarrando este sin mucho esfuerzo. Emanando de la herida hilillos de sangre que mutaron el ríos sanguinolentos que empaparon el blanco pelaje de su atacante.

 

-Avis...-espeto con fuerza invocando doce cuervos negros que rodearon a su creadora-Sáquenle los ojos...les ordeno señalando a la morsa que intentaba abalanzarse contra la Ángel Caído, no podía permitir que le clavara los afilados colmillos en su cuerpo o eso le restaría algo de energía para enfrentarse al Yeti que la estaba esperando detrás de un cúmulo de montañas que le servían como hogar-Acaben con ella...grito con todas sus fuerzas mientras que ella enfilaba sus pasos en busca de su nuevo contendiente.

 

El gélido viento agitaba con violencia su dorada cabellera arremolinando esta contra su estilizada figura-Lapifors-canturrio transformando un lobo en un conejo oscuro que salió saltando hacia la zona contraria a donde se dirigía la Malfoy- Incarciforsjugo con aquel conjuro saboreándolo como si se trataba de una buena copa de vodka. Mutando la pierna del Yeti en una jaula de acero que le imposibilitó moverse, no había sido difícil ubicarlo y menos si el había decidió entregarse para ser atacado a placer por la rubia de orbes lapislázuli.

 

Su varita se mantenía en todo lo alto, sintiendo la necesidad de rematar a su rival dando un fuerte latigazo con su arma sonrío con suficiencia-Duro-lanzando aquel efecto contra la jaula de acero esta se tornó rígida e indestructible-Gózate el obsequiomofándose del Yeti volvió a donde estaba Kirara lista para recibir la nueva encomienda.

Editado por Juv Malfoy Croft

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Segunda Tarea

La confirmación a su respuesta de forma afirmativa no se hizo esperar, aunque para la Malfoy aquel tipo de cosas era algo de la que no necesitaba confirmación, su prepotencia al ser miembro de una de las familias con renombre en el mundo mágico la cegaban, así que cualquier cosa que ella hacia decía o pensaba que no fueran en contra de su madre o algún miembro de su familia estaba correcto. Por lo que solo dedico una sonrisa ladina y siguió prestando atención a la joven, hasta que había desaparecido y con Kirara sus demás compañeros.

 

La morena miro el lugar donde estaba situada en aquel momento, un montículo de tierra y agua por todos lados, fango, frunzo el ceño preguntándose que diablos era lo que la profesora quería, trato de recordar sus últimas palabras, pero nada, no había dicho que debían hacer por lo que estaba decidida regresar a casa, no iba a tolerar que la profesora intuyera que tenían dotes adivinatorios, así que cuando se disponía a desaparecer de aquella zona que de por si era calurosa y húmeda, sus pies tropezaron con lo que al parecer eran las instrucciones.

 

Debía llegar al centro del laberinto, al menos era eso lo esencial de aquel pedazo de piedra en donde había leído las instrucciones, por lo que comenzó el andar. El primer metro recorrido de forma auditiva se hizo sabedora de que clase de animales le esperaban, así que estaba lista para usar varios de los hechizos de encantamientos que conocía hasta que recordó que solo tenía permitido de transformación, así que apunto al primer tronco que encontró casi kilómetro y medio más tarde.

 

¡Morphos!

 

Aquel tronco se transformó en una pantera que trataría de cuidarla de cualquier animal selvático que intentara hacerla su almuerzo. El camino era ameno o al menos eso parecía hasta que cayó en algo tipo arenas movedizas pero llena de lodo, tomo su varita y pensado en transformarla en tierra sólida, pero al recordar que ella quedaría atrapada decidió transformarla en agua. Agua pura y cristalina, la cual le permitía nadar sin miedo a que algo dentro de aquel lugar pantanoso le comiera.

 

Al salir del lago y tras caminar por medio kilómetro más vio que el centro del laberinto se encontraba cuesta abajo, pero ya se encontraba muy cansada, ya que minutos antes había presenciado como la pantera que había creado se enfrentaba a un feroz tigre, el cual había dado su vida protegiéndola de aquel gran felino.

 

 

¡Glisseo!

 

El suelo cuesta abajo se hizo tan resbaladizo que logro deslizarse hasta donde ya se encontraban la gran parte de sus compañeros de clase, cosa que le hizo pensar que había sido demasiado tonta al caminar y no usar algún hechizo para ella misma transformarse en algún animal veloz o aéreo.

 

Editado por Sam Claflin

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Laberinto

Tercera Tarea

 

 

Sin esperarlo siquiera se vio engullida por un tornado azul oscuro, apenas si tuvo tiempo para escuchar las indicaciones de su profesora de transformaciones-¡¡¡ Maldita Sea !!!-cayendo contra el suelo con un golpe seco sintió el césped mojado darle una cordial bienvenida-¿Donde demonios estoy?...ladeando la cabeza intentaba reconocer el sitio donde su recuerdo la había lanzando de forma tan descarada-¿La Riddle?...-dudo un momento antes de adentrarse en el recinto-¿Por qué este lugar?...-colando sus pasos al interior se quedo anonadada ante la imagen que le obsequiaban sus gemas lapilazulis-¿Stephen?...sintiendo un frío ascenderle por la espina dorsal se quedo paralizada en el acto-Esto debe ser una maldita broma...chocando con la pared escucho un aullido que la hizo volver en si.

 

-No esto no puede estar pasando...tomando con fuerza el mango de su katana la desenfundo con elegancia-No permitiré que le pongas una sola garra encima...adoptando una posición defensiva se abalanzó contra el lican-Pagaras por haberlo dañado mal nacido...palpando la sangre de su amando empapar en suelo que pisaba el enojo se hizo aún mayor-Bola de pelos-clavándole su afilada hoja en el costado derecho se centró en colocar a sus espaldas al Malfoy.

 

Necesitaba mantenerlo a salvo a toda costa, no podría perderlo por nada del mundo-Vamos a un lugar seguro...-subiendo de dos en dos los escalones de la mansión lo llevo hasta donde pudiera descansar e intentar sanar sus heridas, adentrándose en una de las tantas habitaciones lo recostó en una cama-No te atrevas a dejarme...-siseo sobre sus labios-Ni se te ocurra...depositando un beso lleno de amor en la boca de su futuro esposo se despidió de el momentáneamente-Volveréacariciando la mano de su mano se levanto con rabia del suelo-Lo prometo...-saliendo de la habitación iría en busca de lo necesario para salvar al amor de su vida.

 

El amor era lo único que la impulsaba, no había nada mas puro que le uniera a Stephen. Daría su vida por devolverle la sanidad a su prometido, no podía darse el lujo de perderlo a poco de casarse con el, no rompería la promesa de tu y yo siempre-Amor eso es lo que nos une además de muchas otras cosas...terciando una media sonrisa en sus labios, sintió su corazón latir aceleradamente deteniéndose poco a poco su respiración tras verse atacada por la garra de un lican acompañada por una mordida en su brazo izquierdo. Estaba perdida, no podría sanarse y mucho menos salvar a su amado, experimentando una profunda decepción se arrastró hacia la alcoba donde este estaba herido-Lo siento...intentando alcanzarlo quedo al pie de la cama herida de muerte agonizando dolorosamente.

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Tercera Tarea.

Tras estar todos, Kirara comenzó a explicar que la única forma de salir de aquel lugar era mediante un pensadero y la ley de gamp, por lo que la Malfoy le miro con cara de pocos amigos, ella era hija de un Mago y una Bruja obvio sabía que no podía hacer ninguna de esas cosas por las que nunca las había hecho.

 

¡Semejante tontería! ─siseo y trato de crear un recuerdo, más bien modifico un recuerdo de cuando era niña y tras tenerlo presente recorto un pedazo de mechón y se acerco a aquellos grifos y sumergió su cabeza a aquel recuerdo modificado.

 

 

Pensadero

Tenía solo 11 años, era una niña más dulce y agradable, siempre sonreía, en pocas palabras era muy feliz, muy a pesar de que su hogar siempre era atacado por el grupo de delincuentes que se hacían llamar Mortifagos. Los primeros años de su vida, Elizabeth vivía en el yugo de la familia Gryffindor, por lo que había visto durante años ataque tras ataque.

 

Tras el último ataque de los Mortifagos a su lugar de infancia, siempre se quedaba sola por largo tiempo, así que al no saber cocinar y no llevarse bien con los elfos de la mansión debía buscar una forma de conseguir alimento. Por lo que ya hambrienta quiso aparecer un par de emparedados hasta que al estar en la cocina se encontró con un bote de galletas las cuales comenzó a comer.

 

Cuando estaba a punto de comerse la última galleta del recuerdo real, la imagen cambio a un poco, era un recuerdo real que había olvidado. Ella se encontraba mirando a quien entonces era parte de su familia y quien en ese entonces se había convertido en el amor de su vida o en una mal sana obsesión ya que después de haber terminado con él, ella había querido que de alguna manera el amor que ambos alguna vez asintieron o el gran amor que ella sentía por el desapareciera.

 

Así que pensó que nadie había hablado nunca de no poder desaparecer el amor, hablaban de que nadie podía hacer que un alguien se enamorara de otro alguien, pero no que las cosas no podían ser al inversa, así que iba hacer un hechizo para quitarse aquel sentimiento, hasta que un día estando sola en los jardines Sumaes conoció al padre de su hijo y se fue olvidando cita tras cita del amor que ella había jurado era difícil de olvidar.

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Cuarta actividad.

Los pensamientos más profundos de sus alumnos se tornarían oscuros e inertes, una vez finalizase la reflexión de su pasado, comprendiendo o no, el significado de las Leyes de Gamp. Si hubiese sido por ella, suprimiría esas últimas actividades debido a que podrían herir sensibilidades al revivir un recuerdo trágico o dramático que significó mucho en sus vidas, pero debía actuar acorde a las instrucciones para lograr salir de la encrucijada. Aunque, después de todo, la clase estaría finalizando luego del siguiente acontecimiento.

Era impotente no poder comunicarse con sus alumnos de forma directa; si bien, no era suficiente que dentro de los recuerdos donde estaban atrapados, encontrarían información de maneras diversas, sobre el siguiente paso. Creía que ellos necesitarían conocer más sobre lo que se le estaría presentando y, era esa una de las razones por la que, su actitud nerviosa, prolongaba, tanto que le era imposible mantener el pulso de sus manos.

En las extremidades de los ambientes aparecerían estatuas de piedra que se mantendrían estáticas hasta que el alumno, mediante deducciones, sacaba alguna conclusión acerca de lo que podría tratarse. Estas podrían ser: animagos, metamorfomagos, licántropos o alguien bajo el efecto de una poción multijugos. Una vez dichas las palabras en voz clara, el individuo se comenzará a movilizar y, paso seguido, pondrá un obstáculo o acertijo al brujo para su dificultad.

No era una actividad complicada si seguían las instrucciones al pie de la letra. Sin embargo, aún seguía una segunda fase, la cual tenía que ver con escribir cuatro motivos esenciales por lo que deseaban adquirir alguna de esas transformaciones en algún futuro o por qué le interesaba seguir obteniéndola. Si ella estaría en el lugar de ellos, no le hubiese gustado que desconocidos se enteraran de sus secretos. Tomando en consideración, optó porque el pergamino estuviera bajo un encantamiento donde sólo ellos solos podían visualizar lo escrito, sólo debían entregárselo cuando se reuniesen en el aula, al final de la clase.

Quienes eran los afortunados de encontrarse con un animago, deben tener en cuenta que sólo podría tratarse de lobos, leones, coyotes, tigres o panteras. El desafío consistiría en liberarse, con magia y sin hacer daño, de tres de esas criaturas. Si el problema eran los licántropos, deberán buscar la manera de encerrarlos dentro de una gran jaula con rejas de acero, o bien, pueden utilizar sus propias estrategias para detenerlos. No estaba de más aclarar que se trataba de simples alucinaciones y nada de eso podía hacer algún tipo de daño a alguien.

En el caso de que se toparan con metamorfomagos y de aquellos que estén bajo el efecto de la poción multijugos, el desafío sería otro, ellos son personas comunes y corrientes por lo que no podrían hacerle ningún daño, a menos que proyectaran la figura de un ser querido, allí se trataría de un engaño psicológico. Lo que harían las estatuas es realizar un círculo alrededor del alumno, para luego tomar la apariencia de alguien conocido. El deber de éste debe ser deducir cuál proyección es la que más se asemeja al verdadero.

Una vez que concluida la actividad, éstas volverían a su verdadera forma estática y de piedra. Ellos serían los encargados de entregar los pergaminos con el siguiente paso, para que luego, cada uno volviera al aula donde se encontraba su profesora, dispuesta a escuchar sus opiniones y entregar las calificaciones finales basadas al desempeño que tuvo cada uno en la clase.

 

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Tercer tarea.

 

 

Parecía haber sido el último en dar con el corazón del laberinto pero al Gaunt no le importaban esas minucias. Tan pronto dio un respiro la Rosier volvió a tomar la palabra, mas no para dar una explicación de cómo y porqué habían llegado hasta alli; simplemente les dio a conocer lo que sería la siguiente actividad, con la promesa de que ésa sería su boleto de salida de aquél extraño laberinto. Roman se preguntaba a qué se habían enfrentado sus compañeras, o si era el único a quien una esfinge le había visto cara de aperitivo.
Al rumano siempre había sentido cierta pasión por los objetos mágicos que su raza utilizaba, sus mecanismos, los encantamientos o hechizos que les añadía una propiedad única a su utilidad, algunos albergaban maleficios, otros simplemente funcionaban gracias a la magia pura de criaturas que tan solo una cabello, escama, o nervio le hacían hacer cosas magníficas. El mismo las desentrañaba, las creaba y las inventaba; le fascinaba volver más mágico el mundo.
Pero si había algo que le desagradaba, eso eran los mald.itos pensaderos.
La sonrisa satisfecha se ausentó de la expresión del mago, como si siempre hubiese sido tan volátil como una aguja de pino. Sus celestes orbes se le oscurecieron y adoptaron una mirada adusta y sombría. Hizo una mueca de disgusto mientras observaba que cada quien tendría el suyo, y aunque eso no lo mejoraba, al menos nadie tendría que ver dentro de sus pensamientos ni en sus recuerdos; pasaría la prueba él solo, de la misma forma en que había pasado por la esfinge y llegado hasta allí. Era capaz, era un mago talentoso.
Con una exhalación se liberó de sus sombras y dio un par de pasos hacia el pensadero que le quedaba más cerca, escuchando las palabras de Kirara, junto con sus advertencias. Su mano izquierda subió de forma automática hacia su cabeza, arrancando sutilmente un cabello claro de su castaña cabellera; lo vertió dentro de aquél líquido mientras sus pensamientos se cernían sobre un acontecimiento único que con pesar tendría que revivir. Todo alrededor se fuer tornando oscuro, y poco a poco sintió arrastrarse hacia el abismo de su mente.
El escenario había cambiado nuevamente, y ahora se encontraba en las mediaciones de un bosque dolorosamente familiar. Su corazón parecía caminar a su lado, fuera de su pecho, mientras esperaba que ella llegara al lugar. Todo estaba en su lugar, tal y como lo recordaba. El aroma de los acres, con sus troncos musgosos, llenos de vida y vegetación; el ulular de las aves nocturnas y los aullidos de los suyos, llamándole en la lejanía. Había un silencio sombrío y alerta, casi como si hubiese sabido lo que allí iba de acontecer antes de que aconteciera.
Y aquélla respiración agitada, brusca y sobrecogedora, escondida entre las sombras, allí, donde su madre no pudiera verle ni exigirle más. Podía ver su luz, desde el cielo empapando el claro que se dispersaba varios metros adelante, llamando a su hijo para que saliese a su cobijo. Podía ver los rastros de sangre. Sangre que no le pertenecían a él. Y entonces escuchó aquél sonido de las ramas troncharse bajo sus pisadas, y supo nuevamente que ella había llegado.
Fueron once segundos que para él seguían pasando como una eternidad. Las palabras de consuelo no habían funcionado, aquélla dulce e inocente mirada no habían doblegado al lobo, y aquél noble corazón se detuvo una vez más, sin la esperanza de volver a palpitar de nuevo. Y como la ironía siempre llegaba con sus galas puestas, la luz del sol ahuyentó las sombras, y junto a ellas la bestia se desvaneció en un aullido de hombre que desgarraron los oídos de todos los habitantes del bosque mientras se avalanzaba sobre el cuerpo sin vida de quien había considerado siempre su más preciada bendición.
El Gaunt apartó la mirada de la escena que jamás dejaría de atormentarle. Sus ojos no producían más lágrimas, pero sin lugar a dudas nunca terminaría el dolor. Volvió la vista de nuevo hacia un Roman de diecisiete años, desnudo, atormentado y desconsolado, tratando de animar el cuerpo desmembrado y sin vida de su pequeña hermana, y con la aparición de su elfo doméstico que le proveyó nuevamente de su varita, haciendo todo lo posible por unir su cuerpo y devolverle el alma a aquéllos ojos vacíos que nunca más volverían a mirarle.
La varita del joven licántropo del pasado dibujaba formas en el aire, lanzando hechizos al cuerpo inanimado de la muchacha, una y otra vez, con suma desesperación. Entonces su boca aspiro aire y se atragantó, convulsionándose mientras arrojaba sangre; los ojos de pequeña se cerraron y volvieron a abrir de golpe, opacados por un velo lechoso. Sus labios, morados y tiesos por la muerte se abrieron y dejaron salir un quejido de ultratumba, para volver nuevamente a ese estado exánime.
El mago volvió a intentarlo, una y otra vez, hasta que el elfo al ver a su amo desgarrado intervino a su favor. Roman se observó a si mismo, su expresión no era indiferente más se esforzaba por aparentar que ya había superado aquél trance, pero le era sumamente extraño verse de aquélla forma: deshecho, llorando y demostrando su dolor. Recordó cuanto había odiado su naturaleza, y cuanto despreció a los suyos; cuanto tiempo pasó para que él transformara el dolor en conocimiento, y este en algo que siempre utilizaría a su favor.
... つづく

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Sus recuerdos volvieron acomodarse dentro de su cabeza, no quedaba un solo rastro de lo acontecido dentro de ese pensadero-Ha sido una mala idea…-sentenció sintiendo sus músculos tensarse en el acto-Jugarnos una mala pasada como esta…-desviando sus ojos hacia las estatuas cayó en cuenta de que ya no estaba dentro del laberinto-Eso pinta para ponerse mejor que bien…-curvándose en sus labios una divertida sonrisa se aventuro a buscar la verdadera forma de esos seres de piedra-¡¡¡ Animago !!!...-exclamó la Malfoy-Claro que es un animago, podría reconocerlo hasta con los ojos vendados…-tocándolo con la punta de su varita el ser despertó de su letargo-Bien hecho…-obsequiándole una palmadita en su lomo reconoció el nexo que podría tener con el felino.

 

-Dar cuatro razones por las que deseo obtener el conocimiento de transformaciones, ¿en serio?...-se cuestionó rebuscando en su memoria-Yo creo que…-carraspeó con suavidad-Es bueno que lo sepa la profesora pero no el resto de mis compañero…-dudo en revelar sus verdaderas intenciones, no le gustaba ir sacando temas que eran sumamente privados-En fin, no queda de otra…-mostrándose reacia ante el tema se decidió por hacerlo de una buena vez-Destreza, Velocidad, Fuerza, Inteligencia y Determinación…-canturrio dejando sus pensamientos ocultos dentro de ese trozo de papel-Espero que eso le sirva…-sintiendo las garras de la pantera en su diestra.

 

-Vamos entonces…-sabia que la misma le guiaría al final de esa travesía, deseaba conocer todo lo que la misma tenia para mostrarle. Los tragos amargos o desventuras, ya no le preocupaban en lo mas mínimo y eso era algo que le quitaba un peso enorme de encima-¿Y bien?...-recorrió con la mirada el paisaje-¿Qué tenes para mí?...-inclinándose frente al ser que consideraba su igual clavo su azul mirada en el. Era como leer su mente, empapándose de esas ansias por el poder y la fuerza, fuerza que poco a poco comenzaba apoderarse de la Ángel Caído. Ella era un guepardo, no podía compararse con la pantera que estaba delante de ella, mucho menos asemejar la fuerza y velocidad, ya que su status era un poco más elevado que el de esta.

 

Esperaría paciente por el secreto que tendría que revelarle, no se presionaría, en cambio tomaría las cosas con la serenidad debida y el tiempo le haría comprender todo lo que había pasado dentro de esa clase tan peculiar.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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