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Transformaciones


Matt Blackner
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Dije que no me iba a entrometer en la clase de mi hijo y lo cumplí. Al menos durante unos instantes. Es difícil permanecer callada cuando las circunstancia provocan que intervenga. Ellas son las culpables, no yo. Yo siempre intento mantenerme al margen, aunque no lo consiga.

 

La primera circunstancia, sentir mi nombre de los labios de mi futura consuegra. La vida es un pañuelo. Quien estuvo a punto de ser mi nuera ahora iba a convertirse (si los Dioses y algo de mi parte no lo impedían) en la madre del futuro marido de mi hija. Así que bajé levemente el libro y le devolví el saludo, sin saber muy bien como actuar (consuegras, creo que ese plural puede ser muy peligroso).

 

-- Un placer encontrarte por estos lares, Cissy.

 

Volví a esconderme tras el libro, aún girado, aunque esta vez de lado, para apoyar mi teoría de la conspiración muggle encerrada entre sus letras. Lo malo es que hasta yo misma empezaba a leer mensajes extraños al leerlo de lado. Estuve traduciendo unas palabras muy raras de una de las páginas cuando elevé una ceja al sentir las palabras de Matt. ¿Cómo que no podría traer muertos a la vida? Hum... Ya no me gustaba ese Gamp, se quedaba sin merienda en la Potter Black. Como mucho un café en el Atrio y va que chuta. Si alguien saca una ley para que no pueda "corporear" a mi marido, no tiene mi apoyo ni mi voto público. Así que hé aquí la segunda circunstancia que me obligó a intervenir, levemente.

 

-- ¡Ja! -- y me escondí de nuevo entre las páginas del libro. Parecía comprender una teoría sobre seres intergalácticos de color verde... Al final iba a resultar cierto que había mensajes subliminares entre las líneas de aquel libro de Tecnología Informática avanzada...

 

Y por último, la tercera injerencia que me obligó a "olvidar" que debía permanecer callada.

 

-- Tú debieras ponerte crema protectora factor 100, sobrina -- le contesté a Heliké con algo de mala leche. -- Dicen que los vampiros al sol se... -- prudencia, Sagitas, prudencia... Que está Matt cerca... -- Se les estropea el cutis.

 

Murmullo: "aunque el tuyo ya luce muy desmejorado". Sonrisa pícara disfrazada de bonachona:

 

-- Pero querida... ¿Por qué crees que una clase de Matt podría acabar necesitando de la presencia de algún miembro de Accidentes? Menosprecias su capacidad de enseñanza y le haces parecer peligroso. -- Un poco de orgullo malhumorado se reflejaban en mis palabras. ¿Es que no veía a quién tenía de alumnas? A uno de los más altos cargos ministeriales y a...

 

Sonreí de forma malvada y mi boca se abrió en un rictus peligroso (los que me conocían lo sabían).

 

-- ... a la antigua novia de Matt.

 

Punto para Sagitas... Si tenía que elegir entre una y otra... Por supuesto, que se mataran entre ellas y yo pudiera seguir haciendo de madre amorosa que peina a su hijo en público y le mete los picos de la camisa dentro de los pantalones. Ay, si sólo yo sabía como manejar a mi hijo, ¿para qué necesitaba nueras?

 

-- Siga, profesor, que eso del Señor Gamp y el Morphos parece la mar de interesante.

 

Pero mi sonrisa desapareció al instante y a punto estuve de sacar mi varita para defender a Matt. Pero no debía intervenir, no debía, no, no podía...

 

-- ¡Mala bruja, que me lo matas! ¿Por qué no apedreas a Heliké y la matas a ella?

 

Y eso fue la cuarta circunstancia que me hizo hablar en una clase en la que, en realidad, no debiera ni estar en ella.

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Las explicaciones del profesor habían sido muy acertadas y Mackenzie se sorprendió al ver que Matt había sabido soslayar el verdadero problema de las Leyes de Gamp con gran astucia. Las había explicado tan claramente que nadie hubiera podido suponer que en lo más profundo de sí mismas, aquellas leyes encerraban una trampa mental, una gran falacia. ¿Que la vida no se crea de la nada? Gran verdad. ¿Que ninguna magia puede hacer surgir el amor donde antes no lo hay? Muy cierto. Tan cierto como que ni magia ni ciencia eran capaces de crear nada de la nada. La energía ni se crea ni se destruye... y en, última instancia, todo en el universo, magia incluida, era una forma de energía. Bien por los ilusionistas que hacían creer a sus anonadados espectadores que el conejo o la flauta mágica se habían creado de la nada dentro de su fabuloso sombrero de copa. Pero... ¿Qué era antes el conejo? ¿Qué era antes la flauta? ¿Nadie se lo preguntaba? Si a Mackenzie le gustaba la magia de las transformaciones era porque comprendía aquel principio como si hubiera sido la leche que mamara del pecho de su madre desde niña. El universo entero era una pura transformación mucho antes de que magos y muggles lo habitaran.

 

- Hola Cissy me alegro de verte por la clase -saludó a su hermana, interrumpiendo sus pensamientos, cuando ésta irrumpió en la clase. Se la notaba algo alterada y Mackenzie pensó que se debía al retraso.

 

El profesor siguió con sus claras explicaciones, mientras Mackenzie aún decidía si argumentar sobre las Leyes de Gamp y dar paso, con ello, a una filosófica charla o bien dejarlo estar y continuar con la siguiente tarea que el profesor proponía. Por momentos, su natural predisposición al debate, la inclinaba a argumentar, pero las apariciones primero de Cissy y después de Helike la hicieron desistir. Por no contar con que Sagitas andaba por allí enfrascada en aquel libro muggle, pero sin dejar de atender a lo que sucedía en la clase de su hijo con un muy mal disimulado desinterés. No, mejor dejar la filosofía para otro momento. No fuera a ser que sus ganas de debate sobre un tema tan interesante se equivocaran con simples ganas de discutir.

 

Con la aparición de Helike poco tardó Mackenzie en olvidarse de las Leyes de Gamp. No sólo tenía la sensación de que pasaba algo raro en el tandem Cissy - Helike, sino que cada vez más se iba convenciendo de que debía prepararse para algún tipo de catástrofe. ¡Accidentes! Esos nunca daban palos al aire. Si Helike andaba por allí, algo rumiaba aquel departamento. ¿Qué clase de peligros la acechaban? ¿Había ido Helike a protegerla o debía prepararse para alguna huelga de empleados descontentos, un derrocamiento o cualquier otro lío semejante?

 

- Hola Helike, encantada de ver la clase tan concurrida -saludó. -¿Todo está bien? ¿Algún problema que yo deba conocer? - Preguntó Mackenzie no sin cierta desconfianza.

 

Miró los troncos y las piedrecitas que tenía ante ella y se dispuso a realizar la tarea que les encomendaba el profesor, pero su intención quedó en suspenso, su boca se abrió sin disimulo y su varita quedó pendida en el aire sin llegar a realizar el movimiento. ¿Qué demonios le pasaba a Cissy? No solía ser tan descuidada con sus hechizos. Pero no fue hasta que escuchó a Sagitas hablar sin contención alguna que llegó a comprender del todo la situación. Matt, novio de Helike. Cissy, antigua novia de Matt. Sagitas, madre posesiva. ¡Oh! Aquella clase iba a acabar saliendo en la columna de chismes de El Profeta.

 

Mackenzie sonrió apabullada cuando Sagitas terminó de hablar. Se sentía casi fuera de lugar. Tal vez para encajar mejor ¿podría ocupar el lugar de próxima novia de Matt? Tenía sentido, así al profesor no le faltarían novias en todos los tiempos posibles: la pasada, la presente y la futura. No, mejor no. Cierto que Matt era bastante atractivo y que ella llevaba mucho tiempo entre lamas tibetanos, pero no quería a Sagitas de futura suegra. Tenía demasiado dinero y poder para resultar una suegra cómoda para Mackenzie. Además, estaba claro que era posesiva y eso siempre es fatal cuando de suegras se trata. De la peor calaña eran ese tipo de suegras, sí señor. Por no contar con que había soltado un "¡Ja!" cuando Matt hablaba sobre que los muertos no se podían traer a la vida. Ese "¡Ja!" había sonado demasiado a "tengo fantasmas en mi casa". No, Mackenzie ya tenía bastante con aguantar a Armand, el terrible fantasma de la Mansión Malfoy.

 

Así que, en un gesto inconsciente, se subió el escote de la sudadera todo lo que pudo, antes de tomar la varita y apuntar hacia los troncos que tenía delante.

 

- Morphos - pronunció, transformando el tronco que aún quedaba delante de ella en una hermosa pelota de colores. Con disimulo pensó un encantamiento que la hizo rodar hacia el hermoso lobo blanco. ¡Vamos lobito! ¡Ruédala! ¡Ruédala hacia mi! -Pensó Mackenzie.

 

Pero aún era necesario un cierto estímulo adicional.

 

- Avifors -volvió a pronunciar con un perfecto giro de la varita, tal y como Matt había explicado. Al momento, la piedra que quedaba delante de ella, se convirtió en un precioso jilguero que revoloteó sobre Fenrir y, bajo la atenta mirada del gran can, voló en dirección a Mackenzie lentamente, casi como si alguien le hubiera ordenado que hiciera lo posible por atraer el lobo hacia la bruja.

 

Por último se quitó una horquilla del pelo y dejó que un mechón rebelde de pelo castaño se soltara sobre su rostro. Lanzó hacia el lobo la horquilla y, cuando estaba en lo alto, apuntó gracilmente su varita que describió el movimiento explicado por el profesor. - Scribblifors.

 

Al momento, una nube de hermosas plumas de colores quedaron suspendidas a poca altura por encima del lobo, la pelota y el jilguero. Aquello debería bastar para atraer el lobo y estudiarlo un poco, mientras la novia presente y la pasada se mataban entre ellas y la madre posesiva aplaudía por ello. Comprobó que tenía puesto su nuevo anillo. El Anillo de amistad con las Bestias, que serviría para terminarlo de atraer hacia ella y darle a conocer la verdadera naturaleza de tan preciosa criatura.

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Abrí y cerré la boca varias veces, sin que sonido alguno saliera de ella, mientras miraba furiosa a Sagitas. ¿Por qué lo había dicho? ¿Qué le había hecho yo que la llevara a decir aquellas cosas? ¿Bruja mala? ¡Pero si no había sido mi culpa que Helike me desconcentrara mientras hacía pis en Matt para marcar territorio! Miré con reproche a Matt, en esta ocasión, como acusándolo. <<¿Por qué no has elegido otra novia?>> dijo Sybilla en mi fuero interno, más disgustada de lo que yo estaba.

 

-¡Ha sido un accidente!- exclamé, mirando a Sagitas, mientras mi ratoncito salía corriendo hacia Fenrir. ¿Es que me había olvidado de darle ojos? ¿Cómo salía corriendo hacia el lobo sin más?-. ¡No ha sido mi intención enviarle una piedra para matarlo!- refunfuñé, mientras, con fuerza, tomaba otra roca y la colocaba frente a mi con un fuerte golpe, haciendo que el ratón soltara un chillido y se perdiera entre las patas del escritorio de Matt.

 

Miré a Mackenzie con envidia. Ella tenía la capacidad de aplicar cualquier hechizo con gracia y habilidad, como si hubiera nacido para ello. La había visto en nuestra clase de Maldiciones, que casi había terminado con la vida de Mistify y ahora la veía aquí, moviendo grácilmente la varita para convertir rocas y piedras en aves, plumas y pelotas de colores. Sí, le tenía envidia. Yo no podía mover la varita en aquellas circunstancias sin querer matar a alguien, porque estaba demasiado anonadada y enfadada con la situación.

 

Apunté al libro de Tecnología Informática Avanzada.

 

-¡Morphos!- el libro se convirtió en un calamar que aún conservaba el aspecto de páginas escritas. No le haría daño a Sagitas, por supuesto, pero la llenaría de baba. Eso, sin contar, con que probablemente la llenara de tinta-. No me grites a mi. Si quieres matar a Heliké, bien puedes hacerlo tú misma- le respondí, todavía enojada.

 

Miré la roca que había colocado delante de mi y la hice levitar con un Wingardium Leviosa hasta encima de la cabeza de Heliké, aunque no sabía por qué me las agarraba con ella, si no me había dicho nada a mi. Quizás porque debía descargarme con alguien. En todo caso, no sería más que plumas que quedarían levitando en el aire.

 

-¡Scribbleforce!- exclamé y al instante mi di cuenta que no lo había hecho bien, porque en vez de convertirse en un montón de plumas, la roca se convirtió en un centenar de agujas de pino que cayeron sobre la cabeza de Rambaldi. Me tapé la boca, no quería reír a carcajadas por mi tontera. Seguro que se vendría la represalia.

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Y de pronto su hermanastra estalló como una bomba, sin que Mackenzie pudiera hacer nada por evitarlo. Un calamar babeante trataba como loco de llegar al lago a toda prisa, soltando tinta por doquier. Falto del agua que constituía su habitad natural, el pobre cetáceo se deshacía en ahogados gemidos, sin controlar sus poderosos tentáculos que estaban destrozando y ensuciando todo cuanto había alrededor. Cuando Mackenzie vio la roca levitar por encima de la cabeza de Helike, tuvo miedo de que la próxima vez que viera a Cissy fuese en una visita de fin de semana a Azkaban.

-¡Cissy! ¿Te has vuelto loca? ¡Cálmate!

Era tarde, la roca se había deshecho en un centenar de agujas de pino que caían sobre la cabeza de la representante ministerial.

- Evanesco -susurró Mackenzie apuntando a las agujas que amenazaban con sacarle un ojo a Helike o algo peor. - Fregotego -pronunció, apuntando hacia Sagitas, para limpiarle el desastre del calamar.

Los chillidos del calamar se confundían con los de Cissy y Mackenzie estaba segura de que pronto se iba a desatar el caos total. Pronunció el hechizo destransformador, apuntando al calamar, y un libro que llevaba un título extraño Tecnología Informática Avanzada quedó descansando en el suelo, rodeado de charcos de tinta. El pobre libro no había salido muy bien parado. Al menos era un libro muggle y seguro que no diría nada interesante. En cualquier caso, a Mackenzie no le gustaba ver libros tan maltratados como aquel.

- Lo siento Sagitas. Ahora reparo tu libro, no te preocupes. Ha sido un accidente, seguro que Cissy no lo hizo con mala intención.

Aquello no iba a colar, evidentemente. ¿Qué podía decir? No se le ocurría gran cosa para arreglar el desastre. Quizás una maldición de los antiguos faraones cuyos túmulos aún se conservaban en aquella Universidad hubiera sido lo mejor para desviar la atención de todos de su pobre hermana.

Lo peor era que Cissy había desbaratado su estratagema para atraer al lobo de Matt. Ahora la bestia había perdido todo interés por las plumas, la pelota y el jilguero. Una pena. Tendría que idear otra cosa. Con cuidado se acercó a Matt y a su lobo, notando que el Anillo de Amistad con las Bestias comenzaba a emitir un agradable calor en su dedo.

 

- No se preocupe, profesor. Verá que pronto arreglamos todo esto -comentó Mackenzie apuntando con su varita a los árboles cubiertos de tinta, tratando de limpiarlos.

 

El lobo estaba muy cerca. Matt también. Pero sólo necesitaba un pequeño contacto.

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*lo siento, me olvidé pasarme por aquí*

 

Cissy me había mirado mal encarada. Le sonreí amablemente. Si pensaba que me molestaba verla en ese lugar estaba muy equivocada y más en presencia de Matt. Claro que, enseguida me di cuenta de que era su clase. Debería de tenerle un poco de respeto y no liarla... Ya teníamos negocios para armar broncas y aventuras. No creía que, la Universidad fuese un lugar para ello... Pero cómo me provocasen un poco más, la íbamos a tener. Sagitas y mi pareja conocían mi genio, pero las dos alumnas, no.

 

Me fijé en que la mujer tenía ciertos problemas con un hechizo tan sencillo como el 'morphos'. No pude evitar reír por lo bajo. Ese era tan práctico cómo útil. Lo había usado un montón de ocasiones y más cuando en mis tiempos de mortífaga, lo usaba cómo defensa. Pero ahora que ya había pasado esa "época oscura" lo usaba para otras cosas. Pero aún así, parecía que el simple hecho de decir "pareja" la había trastocado un poco. En mi interior no pude evitar reírme.

 

Pero tal y cómo pensaba a pesar de lanzar mis pullas hacia Sagitas, ésta no se quedó callada. Sonreí burlonamente para que viese que no me afectaban sus palabras. Y aún así, decidí omitir el simple hecho de que mencionó de que debía de usar protección...

 

- Mujer, nunca se sabe. Ya sabes la fama que tenemos los accidentosos. Dicen las malas lenguas que podemos hacer volar una habitación entera y luego restaurarla para cobrar más sueldo. Aunque eso es tontería - me encogí de hombros - tú, cómo ex directora deberías de saberlo - eso me producía gran satisfacción, ahora podía darle besos a Matt sin que la pelivioleta estuviese por ahí controlándolo todo. Pero estaba Amya An, que seguro se lo chivaría, aunque nunca se sabe...

 

Pero el hecho de que nombrase "a la antigua novia de Matt" me sacó de mis casillas.

 

Sonrisa maliciosa.

 

- Podrá ser su vieja novia, pero al menos nos casaremos pronto. Así que, vete preparando tus galeones para que ésta boda sea recordada - sabía que eso la cabrearía más aún. Si pensaba que me molestaban sus palabras, más tenía que tener cuidado conmigo.

 

Había intentado reaccionar pero me quedé bloqueada al ver cómo una piedra iba en dirección a Matt. Él debía de actuar rápido y yo no inmiscuirme en sus clases, pero no podía evitarlo. A veces sentía que debía protegerlo... Pero también sabía que él debía de defenderse él sólo ya que era el profesor de Transformaciones.

 

Me quedé muda al ver cómo la viceministra estaba por ahí cerca. Me había olvidado completamente, mis enfrentamientos con Sagitas, hacía que no me acordara de nadie más. Debía de dar buen ejemplo de comportamiento. Em, ¿seguro?

 

- Oooh, disculpe señora - asentí con la cabeza, intentando limpir mis piernas del lodo- nada importante, ya sabe lo típico. Explosiones, roturas de cañerías... Nada importante y nada que un accidentoso pueda arreglar aunque haya problemas de magia - sonreí abiertamente. ¿Cómo se lo tomaría? ¿Nos abriría expediente o se reiría de esas circunstancias?

 

- Somos muy pacíficos - me encogí de hombros - no entiendo porqué la gente piensa que somo problemáticos, eso es mala fama - evité reír...

 

Me quedé callada al ver que tenían que practicar esos hechizos. La concentración era primordial. Y me di cuenta de que Mackenzie parecía una artista con la varita.

 

- Eso ya lo sabemos Cissy, tranquila - dije para calmarla... - además por falta de seguridad no es - sonreí.

 

No sabía lo que había pasado, de un momento a otro, la mujer había transformado un libro en un calamar y la roca había parado delante de mi cabeza tranformándose en no se qué. No me había dado tiempo a reaccionar. Porque estaba segura de que le caería una buena maldición sin importarme de que un jefazo del ministerio estuviese presente.

 

- Gracias Mackenzie - susurré... Había visto cómo movió su varita para deshacer todo lo que había heho la otra bruja.

 

- ¡Pero bueno! - exclamé ahora, enfadada- ¿Se puede saber qué os pasa? ¿Acaso no sabéis usar una varita en condiciones? - miré ahora expectante a Cissy. Jamás había entendido provocala... pero cuando mi genio salía no es que pensara mucho en las consecuencias.

 

Puse los brazos en jarras y las bolsas se me cayeron. Me importaba un bledo, al menos tenían protección anti-rotura. Cómo me calentase más, les iba a enseñar a cómo usar un buen morphos. Pero no sé porqué la viceministra, tenía cierto interés por el lobo, eso me hizo desconfiar un poco. Ya una vez habíamos conseguido rescatarlo de las garras de los traficantes de animales, pero ésta situación era diferente y aún así, tenía que manterme alerta.

 

Cerca de nosotros, cerca de las gradas, vi una formación de rocas pequeñas (unas cuatro) pero lo suficiente en tamaño y grosor. Eso me dio una idea, saqué la varita del moño y el pelo se me cayó por los hombros, apunté intentando ser discreta y musité una palabra. Apenas era un susurro, algo que los demás no podían oír.

 

- morphos - había pensado en una serpiente en esos momentos y las piedras al estar unidas, pude completar la transformación. Era una cobra egipcia, de color negro, su lengua bífida salía de su boca sin parar. Le ordené mentalmente que se pusiese a mi lado.

 

¿Se asustarían los demás? Ya lo veríamos.

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Miré feo a Mackenzie por haberme llamado loca y me crucé de brazos, mientras el calamar volvía a ser libro y dejaba de escupir tinta y Heliké me miraba aún más enfadada, diciendo que no sabía realizar hechizos correctamente. Oh, sí que sabía, y ya le demostraría lo mucho que sabía de hechizos.

 

Sentía que me hervía el rostro, que no podía controlar mi impulso de querer irme de allí cuánto antes. Encima había dicho que se iban a casa. Pues bien, ¡que se casaran si querían! Ya se encargaría el destino o Sagitas de hacerle la vida imposible a su nuera, pero a mi eso no tenía por qué importarme.

 

-Yo puedo arreglar las cosas solita, gracias- "hermana mayor" tendría que haber agregado, porque eso Mackenzie de mí, mi hermana mayor. Lamentablemente pasábamos poco tiempo juntas porque su trabajo se lo impedía y no habíamos sido muy unidas de pequeñas, así que no era que nos conociéramos precisamente bien. Tenía en la punta de la lengua un Fuego Maldito que quería tirarle a alguien, pero debía contener mi ira, de otro modo de descubriría mi lealtad al bando oscuro-. Reparo- dije, señalando con la varita al libro de Sagitas, que volvió a unir sus hojas desparramadas y ahora volvía a ser legible. Aunque estaba segura que su dueña bien podía hacerlo.

 

Me giré de nuevo hacia el frente, hacia Matt y vi por el rabillo del ojo que Heliké transformaba un grupo de rocas en una serpiente. ¿Es que quería atacarme con ella? No sabía con quién se había metido. Intenté no pensar en ello, no pensar en lo molesta que me sentía.

 

-Avifors- dije, haciendo el movimiento exacto con la varita al apuntar a un tronco un poco más grande. El mismo tomó la forma de un ruiseñor que comenzó a cantar alegremente mientras revoloteaba sobre mi cabeza.

 

Sólo tenía que practicar el hechizo que convertía las cosas en suaves plumas, era el único que aún no me sabía.

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Fue un momento un poco extraño. Algo en mi cabeza se activó. la empatía era una habilidad constante en mi vida, algo qeu había aprendido a utilizar y con lo que vivir, pero con Heliké era distinto...la conexión era más fuerte, y normalmente me ayudaba a localizarla. Por eso, antes de que se acercara ya sabía que estaba en los terrenos de la universidad. Pero tenerla cerca me hizo sonreir como un tonto.

 

Cierto era que notaba a Cissy nerviosa. Era evidente, pero pensaba qeu lo mejor era dejarlo estar, que si intentaba decir algo...bueno, la fastidiaría.

 

Además, ya estaba mi madre para meter jaleo. No le costaba ningún trabajo meterse en una bronca, más aun cuando se trataba de picar a Heliké...tenía la certeza de que en el fondo lo disfrutaban, las dos. Apenas acababa de mandar la primera tarea, mi madre soltaba la pulla, eso si, con un ojo escondido tras el ahora torcido libro muggle, y el otro bien atento.

 

Que mal disimulaba la pobre. Servía como payasa, pero...

 

- Eh, venga, somos accidentosos, pero hoy no tiene porqe pasar nada. - dije, intentando restar importancia...

 

Pero Cissy estaba extrañamente torpe con la varita, transformando un tronco en hueso solo a medias, una piedra en un chuchillo y luego, en un ratón sin ojos...

 

Hasta me lanzó una piedra encima! tuve reflejos de agacharme, pero astilló la mesa. Y eso, claro, sacó la vena de Sagitas, qeu atacó a la que un día fue además mi pareja. Demonios...

 

La que no parecía percibir aquella histeria era Mackenzie. No solo hizo uso de los tres hechizos que había enseñado sobre el tronco y la piedra, sino que además, con mucha habilidad. Creó una pelota que hizo rodar hacia Fenrir. El lobo comenzó a mover la cola con la visión del juguete, pero aquel colibrí que revoloteaba le llamó la atención. Y aquel último gesto utilizando una horquilla de pelo para crear una pequeña nube de plumas hizo qeu el lobo agitara la cola, feliz.

 

De no haber ocurrido la cadena de hechizos cruzados, seguramente habría corrido para jugar con Mack. Pero un pulpo-libro en las manos de Sagitas llenando todo de tinta, la piedra que se convirtió en agujas en vez de plumas...

 

- Muchas gracias, señorita Malfoy. De no haber sido por usted... - murmuré mientras se acercaba a nosotros.

 

Debía ponerme serio, y aprovechar para explicar algo básico en transformaciones.

- Lo qeu acaba de pasar...es un claro ejemplo de que en la magia se necesita control. Dominio. Sin el, un hechizo puede provocar una explosión descontrolada o una mala transformación. En vez de plumas, has creado agujas, lo cual indica qeu en tu mente, las plumas no eran lo qeu se había formado.... Es muy importante tener clara la idea en tu cabeza. de nada vale sin el gesto preciso, a pesar de qeu el hechizo sea adecuado, la imagen de tu mente no es la que se refleja.

 

Una serpiente? El lomo de Fenrir se erizó al instante, no por atacar a heliké, sino porque la serpiente siseaba en señal de amenaza. Moví la varita con firmeza hacia la serpiente.

- Finite - gruñí.

 

Respiré hondo para calmarme.

"Prima por favor, sube a la grada...y no te mates con mi madre...ayúdala a quitarse la tinta de encima. Por favor...sabes que no hay nada más." pensé, sabiendo perfectamente que iba a llegarle aquel mensaje a heliké.

 

Fruncí el ceño. Mack se nos había acercado, casi no me daba cuenta de su interés, básicamente porque el lobo solía llamar la atención a todo el mundo, y el mismo animal era curioso. Lo qeu si había notado, y no entendía, era un ligero zumbido en la cabeza. Parpadeé un par de veces, ignorándolo.

 

- Bien, el siguiente nivel de transformación es aquel en el que transformamos un objeto inanimado en un ser vivo, o al contrario. Esta vez no solo debes ser preciso y claro en tus gestos y la voz, sino qeu además, debes tener muy clara la clase de transformación que quieres.

 

Tomé un pequeño tronco.

- Los animales más fáciles de transformar e invocar son los conejos y las ranas, al igual qeu los pequeños pájaros. Usando el Lapifors - MOví la varita al tiempo, y el tronco se convirtió en un pequeño conejo. - Los animales y objetos pequeños se convierten en conejos. Mientras, con el Snuffliffors convertiréis los libros en ratones. - apunté al libro de Sagitas, hecho polvo. Se convirtió en un ratoncito blanco. No tardé en dejarlo como estaba, no fuera a tirarme encima la biblioteca de la Potter Black más tarde...- Y el Fera Verto utilizado para convertir animales en copas - Esta vez volví a apuntar al conejo, qeu se transformó en una copa de cristal, perfecta para servir vino.

 

Metí la mano en la bandolera de cuero negro qeu llevaba muchas veces y tras buscar, saqué un pequeño dragón de madera. Lo había tallado y se lo había regalado a mi hermanito Ithilion poco después de llegar a la Potter Black. Seguro qeu Sagitas lo reconocía, porque era Drago, el dragón de la PB.

- A mi prsonalmente me gusta este...Draconifors - murmuré, apuntando a la figura. No tardó en cobrar vida, las escamas de madera cobraron vida, con un color muy similar al qeu tenía el dragón de la PB. Comenzó a moverse, dando algunos pasos hacia el borde de la mesa emprendió el vuelo, posándose en mi mano abierta, abrió la boca y lanzó una llamarada. Seguro qeu mi madre ataba algunos cabos acerca de cosas qeu ocurrían cuando jugaba con el pequeño de la casa. - Asi podréis hacer qeu las estatuas y figuras con forma de dragón cobren vida.

 

Señalé un árbol cercano, del que salían cientos de graznidos. Allí había lechuzas, búhos y gorriones.

- Usad el incarcifors para crear una jaula a partir de una piedra. Luego, cazad un pájaro y traedlo aqui para convertirlo en una jarra. Además, podéis elegir, crear un conejo o un ratón.

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Finalmente Matt intervino en la situación y me di cuenta que era mejor concentrarme en la clase, porque de otro modo no iba a aprobar la materia y eso no podía suceder. Luego de tanto esfuerzo, echar todo a perder porque la presencia de Heliké fuera una molestia no era mi forma de actuar. Mejor concentrarme, hacer las cosas como debía, prestar atención a Matt y listo, todo se terminaría en poco tiempo.

 

Escuché cómo pronunciaba los hechizos y moví la varita imitando sus movimientos. Tenía razón, había que hablar fuerte y claro, pero el hecho de que hubiera convertido una roca en agujas de pino en vez de plumas no se debía a que no sabía ejecutar un hechizo, sino a que mi mente había estado pensando en otra cosa y había pronunciado mal la palabra mágica. Pero eso no ocurriría ahora, esperaba...

 

-Lapifors- dije, apuntando a una roca. Se convirtió en un conejo negro de bonitas orejas rosadas en su interior que comenzó a saltar alegremente. Obviamente era pequeño porque la roca era pequeña, lo que lo hacía más adorable-. ¿Y qué hechizo tendríamos que utilizar para detener el efecto? ¿Finite?- pregunté, mirando a Matt mientras ahora convertía el libro de Sagitas en un ratón... Vale, allí no había más libros que ese, porque no tenía mi mochila conmigo, sólo había llevado la varita y algunas cosas en mi monedero de Moke.

 

Solté un "Oh" cuando convirtió al conejo en una copa, sorprendida. Ese sí que no lo conocía. Era buena en Transformaciones, no tanto como Mackenzie, pero sí que era buena y me encantaba todo aquello.

 

-Fera Verto- dije, moviendo la varita para transformar al conejo en una copa de cristal. Me pareció ver que la copa tenía bigotes o quizás fuera el brillo del sol sobre el cristal.

 

Aplaudí cuando sacó una estatuilla de dragón de su morral y le dio vida con otro hechizo. Ese sí que no lo conocía tampoco. Me parecía que aún me faltaba mucho para poder desenvolverme. Era buena en maldiciones, desde luego, tenía conocimiento de magia primigenia, pero no sabía que en una clase avanzada como aquella fuera a aprender hechizos nuevos. Quizás algunos se habían inventado hacía... ¿Quién inventaba los hechizos? Lo que me recordaba que debía ir al Magic Mall a comprar el Libro del Aprendiz de Brujo si quería continuar con mi aprendizaje.

 

-Vale, ese no creo que me salga- dije, mirando la forma en la que el dragoncito volaba sobre nosotros.

 

Entonces el profesor nos dijo que creásemos una jaula para atrapar a un pájaro de los que andaban por allí. Y que podíamos crear un conejo o un ratón, algo que ya había hecho.

 

-No me gusta tener aves en jaulas. Tengo dos cuervos y a ellos no les gusta estar encerrados.. Pero todo sea por la clase- dije.

 

Caminé lejos de las gradas y encontré una piedra particularmente grande.

 

-Incarcifors- dije, apuntando con Shember hacia la roca, que comenzó a tomar forma de jaula. ¿Y ahora cómo haría para meter el bendito pájaro adentro? Pensé en llamarlo haciendo sonidos varios pero seguro que huirían de mi. Podría, quizás, poner algo de comida, pero la comida no se creaba de la nada y allí no tenía un árbol frutal cerca como para transformar sus frutos en algo apetecible para los pájaros.

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El profesor siguió con las explicaciones, pero por fin el lobo se había acercado lo suficiente, aunque la súbita aparición de una cobra transformada hizo que se le erizara el lomo. Por muy poco, Mackenzie no se transformó por instinto en una cobra real. La rápida intervención de Matt finalizando la transformación, impidió que la bruja cometiera una tremenda estupidez.

 

Mackenzie extendió la mano hacia el lobo de Matt, lentamente, sin obligarlo. El anillo de amistad con las bestias hizo su efecto y el lobo se le acercó mansamente, olisqueando su mano y mirándola a los ojos en un gesto que Mackenzie habría jurado era una interrogación. De pronto se dio cuenta de que su impresión era real. Lo supo con certeza. Era la primera vez que utilizaba aquel anillo y no se había esperado que sus efectos se mostraran tan suaves, casi no parecían interferir. Pero la bruja podía notar el calor en su dedo y sentía, con total certeza, una comprensión del lobo dentro de ella. Notaba su curiosidad y que aún le perduraba cierto disgusto por la cobra que acababa de desvanecerse. No era algo invasivo, era más bien un entendimiento mutuo, una amistad. Sonrió ante la agradable sensación y se olvidó por completo de la clase.

 

- Así que eres un Daemon, ¿eh? -Preguntó al lobo dentro de su mente. No eran palabras, Mackenzie no sabría cómo describir la forma en que había formulado su pregunta. Tal vez era sólo una inquietud latente en su mente que manifestaba y que sabía que el lobo podía comprender. Y, al mismo tiempo, vio la respuesta en su mente. Más que verla, la supo. Efectivamente, era un daemon. Sin poderlo evitar, otra inquietud se alzó en la mente de la bruja. -¿De dónde procedes? ¿Dónde naciste? ¿Cómo se hizo Matt contigo? - Y la respuesta estuvo clara al instante para Mackenzie.

 

Sonriendo, Mackenzie acarició al lobo y se apartó un poco, dejando que el anillo dejara de funcionar. Por fin tenía la información que quería. Esperaba no tardar en conseguir su propio daemon. Aunque algo de todo aquello le preocupaba. Por lo visto, no bastaba con buscar un daemon. Había que encontrar a tu daemon. Y eso no parecía tan fácil. Además, Mackenzie había percibido la conexión con Matt demasiado claramente. Igual al profesor no le hacía ninguna gracia su pequeño juego.

 

A duras penas, consiguió escuchar las últimas palabras de Cissy. Se había perdido por completo de la clase y apenas conseguía deducir lo que tenía que hacer. ¿Enjaular un pájaro? Eso era fácil. Matt había dicho algo de convertirlo en ratón o en un conejo o eso le había parecido escuchar. Pero había algo más, estaba segura. Y no conseguía recordarlo. Bueno, tendría que lanzarse, era su turno.

 

Tomó una piedra y la lanzó hacia el árbol en dónde varios pajarillos revoloteaban en sus nidos. Había lechuzas y buhos también, pero Mackenzie trató de apuntar hacia aves más pequeñas. Cuando la piedra estaba en pleno vuelo, apuntó con su varita.

 

- Incarcifors -pronunció. Al momento la piedra se transformó en una jaula que atrajo a las aves que se encontraban a poca distancia y las encerró en su interior.

 

- Accio jaula.

 

Ahora tenía en sus manos las pequeñas aves. ¿Qué debía de hacer? Un conejo, tenía que transformar alguna en un conejo.

 

- Lapifors -apuntó a uno de los pequeños pájaros y al momento se convirtió en un pequeño conejo que salió corriendo de la jaula.

 

¿Qué más faltaba? Estaba segura de que se había dejado algo de la tarea.

 

- Lo siento, profesor, no escuché bien la explicación. ¿Falta algo verdad? Es que este sol... hace que me duela la cabeza.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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La calma parecía apoderarse de nuevo de la clase. Tras la explicación y su demostración, dejé qeu mis dos alumnas tomaran la iniciativa. Me alegró ver qeu esta vez Cissy no lanzó piedras o creó un cepo. En su lugar, loq eu formó era un peuqeño conejito de color negro, con el interior de las orejas rosadas. me hizo gracia, porque parecía una bolita peluda. Tras aquello, o cambió en una copa...aunqeu con bigotes casi imperceptibles.

 

- Si Cissy, con un finite se detiene el efecto del hechizo. - apunté con mi varita hacia el dragón qeu revoloteaba sobre nuestras cabezas. - Finite! - estiré la mano, cogiendo al vuelo el de nuevo, juguete de madera de mi hermano pequeño.

 

Aunque de pronto cerré los ojos. Aquel inicial zumbido en la cabeza, algo tan leve qeu ni había hecho caso, había aumentado. Me preocupé, no sabía de donde salía...

 

Hasta qeu me di cuenta de que percibía una voz. No hablaba conmigo, sino con Fenrir. El lobo era muy protector hacia mi, pero parecía relajado. No percibía peligro en Mackenzie, sino curiosidad, la misma que el animal sentía hacia la desconocida. Aun asi la miré mientras mantenían el contacto, sabiendo el contenido de su "conversación" . Solo quería saber más sobre los daemons...

 

Tendría algún motivo oculto? No, de ser asi, el lobo habría avisado. No la hubiera dejado acercarse.

 

Tal vez porque su curiosidad quedó saciada, o porque había notado mi extrañeza, pasó a realizar la tarea, creando una jaula con la que atrapó un pequeño pájaro. La atrajo hacia nosotros y convirtió el ave en un conejo, que dejó escapar.

- No...no se preocupe señorita Malfoy. Siento decir que la clase ya ha llegado a su fin...espero qeu las dos aprendieran algo y sobre todo, qeu no les resultase divertido. Por mi parte, estoy encantado de deciros a las dos que estáis más que aprobadas.

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