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Libro de las Auras


Runihura
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Sin ningún tipo de aviso apareció la guerrera Uzza en el sitio creando un portal debajo de nosotros haciéndonos caer hacia otro lugar lejos de nuestra actual ubicación, lo único que pude hacer en esos momentos fue activar el amuleto volador para caer con seguridad en nuestro nuevo campo de entrenamiento, obviamente no quería que la primera impresión fuese la incorrecta con mis habilidades de magia.

 

Observé rápidamente mi alrededor notando que estaba repleto el lugar de arena y rocas, nada más, algo que me comenzaba a hacer ruido en la cabeza por el tipo de movimientos que realizaríamos. Según recordaba las lecturas del libro de las auras, porque no iría sin ninguna preparación previa, las auras se creaban en el lugar de batalla para afectara a nuestros enemigos o ayudar a nuestros aliados. ¿Acaso recibiríamos a un ejército en aquel lugar?

 

- Ishaya Triviani, - respondí de inmediato - originario de Francia y nacionalizado británico. Estoy aquí para poder aprender y comprender mejor los secretos que guarda el Libro de las Auras.

 

En todas las presentaciones ante el pueblo Uzza la actitud de los guerreros era de inconformidad, nunca les agradaba la forma en que me introducía con ellos (ya sea por mencionar la palabra guerrero o mis ganas de aprender) pero eso no me impedía que cada nueva vez pudiera hablar tranquilamente; ahora me encontraba en posición diferente, con la primera mujer que me entrenaba y de una edad más joven que el resto, como lo indicaba su físico aunque desconocía su edad en realidad.

 

Toda esa experiencia apenas iba comenzando, eso lo sabía, por ello no descartaba la posibilidad de encontrarme con otros magos y brujas que hubieran pasado ya los retos del libro de los ancestros como mi hermana Sagitas o con quien combatí recientemente, Lyra Selwyn. Veríamos que nos deparaba el destino.

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Siempre pienso las cosas después de haberlas hecho. Cuando vi que el último libro actualmente era el de las Auras me pareció una buena idea el acabar sus estudios para poder descansar. Soy algo extravagante en esto; no me gustan las artes guerreras, el duelear no es para mí y, sin embargo, la teoría de los hechizos mágicos me atraían como miel a una abeja. Así que lo había comprado y me había apuntado a la última clase, de momento, de los libros.

 

Ahora que buscaba al Uzza en aquel paraje seco, me pareció una mala idea, como siempre me había parecido cada vez que había empezado las clases. Empezar era duro. Esta vez, sin embargo, venía preparada. Vacunada contra todo tipo de enfermedad rara, no iba a perder el equilibrio mental como en el libro anterior. Presentía que, si pasaba eso de nuevo, lo iba a lamentar. En este libro necesitaba el máximo control sobre mi mente, estaba segura.

 

Esperaba un lugar caluroso, la verdad... No sé porqué relacionaba los volcanes y lugares de temperatura extrema con los Uzza; tal vez por las anteriores experiencias. Sin embargo, hoy, al medio día, el cielo estaba nublado y la temperatura era agradable tirando a algo frío. Maldije mi falta de previsión que me hizo venir con una camiseta de tirantes y una sencilla chaquetita de mangas tres cuartos con la que no sería suficiente para soportar los grados que, previsiblemente, caerían en cuanto fuera anocheciendo.

 

-- ¡Maldito seas, Uzza! -- exclamé cuando, de repente, cayó sobre mí un aguacero repentino. Así, toda mojada antes de que pudiera invocar un paraguas que surgiera de la punta de mi varita, esperé encontrar pronto el lugar donde me habían chivado que podría encontrar al Uzza de este libro. Aunque yo aún no lo sabía, me iba a llevar una sorpresa cuando supiera que aquel último guerrero era una guerrera, en femenino. -- ¿Dónde demonios te encuentras? No quiero resfriarme sólo porque estés perdido en alguna guerra.

 

Mi grito se oyó como un eco por todo el sendero arenoso. Por un instante me había parecido ver a mi hermano con una mujer pero desaparecieron tan rápido que dudé de mis sentidos. Además, como fuera cierto... ¡Le iba a dar un zape enorme a ese ligón, teniendo una mujer en casa con un recién nacido en los brazos! Como se atreviera a estar dándole el salto a Cye le iba a caer un buen rapapolvo. Pero todo fue tan rápido que seguro que había sido un... lo-que-fuera.

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Una voz llegó hasta mis oísdos en es emomento, er ami hermana Sagitas quien acababa de gritar algo que no había entendido, alcé mi mirada hacia todas direcciones para ver su procedencia sin encontrar por ningún lado su figura, ¿acaso mi mente estaba jugándome algún tipo de broma?

 

- Guerrera Uzza, - hablé sin más - creo que he escuchado una voz... ¿la ha escuchado usted?

 

Por más de que Runihura pareciera de 15 años, a lo que yo entendía, era mi guía en este curso y no debía de perder el sentido de respeto ante una figura de autoridad, sobre todo por si acaso no estaba por completo atento a lo que ocurría y esa voz, la de mi hermana, era simplemente la forma en la que comenzaba nuestro entrenamiento.

 

Podía haber conjurado un portal con mi haz de la noche, por supuesto, pero no quería adelantarme ante las indicaciones de cualquier Uzza porque toda mi experiencia me había indicado que debía de quedarme quieto y callado aunque, bueno, también eso podría jugar en mi contra.

 

- Sagitas Potter Blue, - continué hablando - cursó conmigo el libro de los ancestros y me sorprendió el que no la haya visto anteriormente por su hogar para comenzar juntos este curso, con el libro de las auras, fue de ella la voz que creí escuchar hace unos instantes... no sé.

 

Era obvio que no le diría mi parentesco, al menos no por ahora y solo si lo preguntaba o a mi hermana se le escapaba decirlo, yo prefería mantener todo tipo de distancia con ese pueblo que tanta gracia les he causado.

 

Esperé paciente la respuesta de la mujer, intentando ignorar las ansías que me causaba el no saber si en verdad había escuchado bien.

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Asintió con la cabeza levemente en respuesta a la presentación. Realmente no creía si verdaderamente o no el hombre se tomaba en serio aquellas palabras; en otro tiempo, en un lugar muy lejano de aquellas tierras tan lluviosas, habría podido negarse a enseñar sus conocimientos como lo había hecho gran parte de su vida, pero el Primer Contrato la ataba…

 

Giró levemente la cabeza, apenas unos centímetros hacia su derecha. Sí, lo había oído, un grito que parecía ser de furia. Asintió con la cabeza, sin emitir respuesta al hombre, quien rápidamente dio una explicación a lo que creía estaba sucediendo.

 

Mientras él hablaba, Runihura aprovechó para activar uno de los anillos que llevaba puesto, el Anillo de Presencia, el cual no tardó en materializar una forma casi holográfica de la pequeña Guerrera justo frente a Sagitas, la cual parecía seguir haciendo berrinche. Por un momento pensó y creyó que si ella tenía aspecto de casi una niña, tal vez existían casos a la inversa, niños con aspecto de adulto.

 

Creo que es a mí a quien llama ― dijo al fin para llamar su atención, sonriendo de una forma adorablemente siniestra ―. Debes ser Potter Blue, ¿no? Uno de los directores me avisó que vendrías. Me presentaría, pero prefiero hacerlo estando frente a frente ― se llevó una mano a la barbilla, tocándose mientras meditaba un segundo, para luego volver a mirar a la mujer ―. Nos hallamos al norte de los terrenos de la Universidad, siguiendo en línea recta por el Monte en el que te hallas. A unos… veinticinco kilómetros aproximadamente.

 

Esta vez miró hacia Ishaya, aunque el anillo de presencia seguía mostrándola a la mujer.

 

De seguro ambos han leído algo del libro, y si no, mejor es, pues tengo algo que decirles: de nada les servirá las explicaciones que salen en esos papeles, para poder invocar alguna de las Auras, su mente y cuerpo deben estar preparados físicamente para ello con anticipación. La magia de las auras se rige gracias a la emanación de energía que emiten ustedes mismos, y para comenzar con esta clase, lo primero será algo tal vez… un poco inusual para este tipo de clases.

 

»Habrá que ponerlos al límite lo más posible para lograr el punto exacto. Mujer inglesa ― volvió a dirigirse a Sagitas, mirándola con un brillo especial en sus ojos, aunque era un brillo indescifrable ― recorrerás esos kilómetros que nos separan, a pie descalzo. Cuidado con el lodo fangoso que suele crearse en las proximidades de ésta área. Triviani, tú ― esta vez bajó su mirada hasta los pies del hombre, donde, sin que se diera cuenta, había aterrizado justo encima de arenas movedizas que, gracias a la lluvia, podían resultar un arma mortal para quien no se las arreglara para salir ― tienes trabajo que hacer también. Y por si no quedó claro: nada de magia de ningún tipo, sólo ustedes, su fuerza física y su inteligencia para superar cualquier adversidad y salir de problemas. ¡Vamos!

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No esperé mucho antes de que la guerrera hiciera un movimiento para estar presente ante mi hermana, quien reconocí al ser la única Potter Blue con el libro de poder, auqnue los resultados no fueron necesariamente lo que esperaba: a Sagitas la obligaba a caminar hasta donde nos encontrábamos y a mi, a salir de unas arenas movedizas.

 

Sonreí ligeramente mientras veía hacia mis pies y notaba ligeramente como en efecto el suelo debajo de mi temblaba un poco. Lo primero que hice fue dejar mis cosas lejos de mi, donde se veía el suelo mas firme para que el peso se aligerara, por supuesto, ya que sabía que al ser menos denso las mismas arenas tardarían mucho más en "succionarme"; ahora movía los pies de manera horizontal para distribuir el peso de mi cuerpo debajo de mi y no quedara atascado uno de mis pies, eso nada más complicaría las cosas, mientras me lanzaba pecho tierra para continuar con mi escape.

 

Si alguien me viera en esos momentos seguramente pensaría que estaba un poco loco, rodando para quedar de espaldas y liberar mis pies del suelo gracias a que la presión que había en ellos quedaba completamente sustituida, alejándome de aquella zona girando en mi cuerpo ensuciándome por completo pero liberándome de la primera prueba que me exigía la guerrera en esos momentos. Estaba seguro que me había transportado específicamente a ese lugar, no había coincidencias.

 

Llegué al fin a un sitio de suelo firme y me levanté lentamente sacudiendo un poco mis ropas que estaban completamente enlodadas, recogiendo mis cosas con la respiración un tanto agitada calculando que al menos habían pasado de unos 15 a 20 minutos porque todo el proceso era lento porque lo primordial era mantener la calma en ese tipo de situaciones.

 

Alcé mi mirada para encontrarme directamente con la de Runihura esperando sus siguientes indicaciones, aunque estaba seguro que esperaríamos a Sagitas antes de otra cosa, quien no tardaría mucho en llegar... o eso esperaba.

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No aparecía. Aquel Uzza no estaba o no quería verme porque no había manera de encontrarlo. Aún seguía emberrinchada porque el Uzza no se dignara a presentarse ante su alumna. ¿Es que ya me había suspendido antes de darme la oportunidad de leer el libro? Lo traía encima pero aún no lo había abierto. Seguía aún con el sello de cierre, tal como me lo habían dado en el Magic Mall. Sentí la voz de una niña a mi lado y mi lado maternal surgió a flote; le sonreí de forma amplia:

 

-- ¿Te has perdido, querida? -- le dije, agachándome un poco para no intimidarla.

 

La intimidada fue yo. ¿Qué ella era quién...? ¿El Uzza de las Auras era una chiquita de unos doce año, con un montón de quincalla (bueno, parecía oro pero... ¿quién soy yo para decir que un Uzza lleva joyas de alto valor a un duelo?) como muñequeras encima de su piel oscura. Balbuceé: -- S...Sí... Soy... Sagitas Potter Blue.

 

Alargué la mano hacia ella, sólo para verificar su presencia física pero no toqué nada. Supe enseguida que era una imagen incierta. O una pesadilla. Ambas posibilidades me asustaron un poco.

 

-- Al norte de la Universidad -- repetí, preguntándome cómo demonios sabía yo dónde estaba el norte o el sur. Normalmente, me fijaría en el musgo de los árboles pero... ¡allá no había un maldito árbol, sólo arena! -- ¿Veinticuántos kilómetros? ¿Descalza? ¿Tú estás loca?

 

Bueno, seguramente la loca soy yo por enfrentarme así a la Uzza pequeñita pero... ¿Andar descalza 25 km...? Y que vigilara el lodo... ¡Y un cara...-dura! Pasaba, yo no hago eso, me leo el libro al lado de la chimenea y que le den. A mí una niñita o jovenzuela no me mangonea. Me crucé de brazos en total oposición a sus órdenes. Ella sería una chiquita obediente y respetaría el honor y todo eso pero... Yo no le debo lealtad a los Uzza y menos para una tontería de caminar descalza hacia donde ella estuviera. ¡Qué viniera a verme a mí!

 

Me negaba.

 

No.

 

No me da la gana...

 

Contar sólo con nosotros mismos, la fuerza física y la inteligencia...

 

¡Bah...!

 

Estuve así un rato, enfadada porque la Uzza fuera más pequeñita que yo y porque... ¡Demonios, no iba a perder la oportunidad de aprender! Así que descrucé los brazos, me atusé el pelo y bufé. Tuve que tragarme el orgullo y volver a la realidad tras mi berrinche. No estoy acostumbrada a obedecer, me costaba ser algo más que mi unidad y dar mi brazo a torcer. Pero si quería conseguir vincularme a aquel libro debería hacerlo.

 

Así que me senté en el suelo y me saqué los zapatos. Los metí cada uno en un bolsillo diferente de mi capa para equilibrar el puesto y comencé a caminar. Era lo que me había pedido, ¿no? Caminé y caminé, no sé cuanto pero no mucho, no me gusta aburrirme por el camino y, si es largo, me gusta usar la Aparición o una escoba, aunque no domine su vuelo del todo.

 

Así, no tardé mucho en sentirme cansada y en maldecir en todos los idiomas que sé (que son muchos, incluidos los de fieras criaturas) a la "dulce chiquita" con la que me había topado. ¿Criaturas?

 

Me paré un momento para quitarme piedrecitas de los pies. Aún no, pero pronto sangrarían si seguía avanzando. Y seguro que ni sabía si iba en el camino correcto ni si había hecho un kilómetro apenas. Pero la palabra "criaturas" me decía algo.

 

¿Qué era lo que había dicho la Uzza quien, a propósito, había usado la magia para avisarme? Había visto y sentido que alguien estaba a su lado. Intenté juntar los detalles, para algo yo era una amante de los puzzles... Cuando llegué, me pareció ver a una mujer junto a mi hermano Ishaya, pero juré después que era un espejismo. Después, una Uzza mujer (chiquilla mejor dicho) me dijo que tenía que juntarme con ella y con alguien más, pues había usado el plural, a quien después llamó Triviani.

 

El loco de mi hermano se había cambiado el apellido a Triviani...

 

Ergo... Mi hermano estaba con la Uzza, tal vez hundiéndose en unas arenas movedizas, como le había vaticinado la Uzza. Y tenía que reunirme con ellos sin magia, con mi fuerza física y mi inteligencia, a pie descalzo. Sonreí mientras me frotaba los tobillos.

 

-- ¡Fiiiuuuuuiiiii! -- silbé. No haría magia, usaría mi fuerza física para sujetarme al Dragón de mi mansión y, además, usaba mi inteligencia para asimilar la situación y salir airosa de ella. ¿Qué tendría que decir la Uzza a eso? -- ¡Bienvenido, querido Drago!

 

Eso de bienvenido era un decir. Drago era el guardián de la familia y tenía muuuuy mala leche, he de decirlo. Le costaba obedecer órdenes aunque, en el fondo, las hacía. Era tan rebelde como yo. Tal vez por eso nos entendíamos.

 

-- Querido amigo... -- ¿Amigo, un dragón con mala leche? Aunque, a veces, se ha de ser amable hasta con las bestias. -- Ven... Has de llevarme a un sitio. No sé dónde es ni cómo encontrarlo. ¿Recuerdas a Ishaya? Es mi hermano. Sí, sí, ese...

 

Mientras hablaba con él me acercaba poco a poco, despacio. Sabía por experiencia que cualquier movimiento brusco le haría darme un aletazo y... ¡duele! Así que me acerqué lo suficiente como para tocar un lado.

 

-- Tengo que llegar hasta mi hermano, ya sabes. Su olor aún perdura en la mansión por las (pocas) veces que ha estado. Ha cometido traición a la Mansión Potter Black -- vamos, era una noticia algo... muy... exagerada. Pero Drago fue el dragón personal de nuestra madre Antara y tenía una fidelidad exacerbada hacia ella. Algunos expertos en animazoología no creían en la inteligencia de los dragones. Yo discrepaba. Este dragón le sacaría los ojos a quien levantara la voz en contra de Antara y de mi hijo Matt, el otro patriarca de la mansión. No creo que moviera una ala si lo hicieran contra mí, éramos amigos enemistados, por así decirlo. Así que le manipulé un poco. -- Quiero alcanzarle y tener unas palabras agrias con él. Nos la pagará. Pero para eso necesito que me lleves. ¿Podrás hacerlo? ¿Podrás ayudarme a limpiar el nombre de nuestra ancestral familia, la Potter Black?

 

Se ha de ser muy audaz y muy inteligente para manipular al dragón. Sin embargo, él lanzó un aullido al suelo con su largo cuello azul y, después, se agachó para permitirme subir. Lo hice con cuidado. Sus escamas eran puntiagudas y yo me veía en la obligación de ir descalza pues era uno de los requisitos de la Uzza sobre la forma de llegar a ella. Aún no estaba lista cuando dio un bote y se elevó al cielo.

 

-- ¡Maldito! -- exclamé, por el susto de verme de 0 a 100 km en menos de un segundo. Me agarré como pude y agaché la cabeza todo lo que pude para protegerme del viento sibilante que chocaba contra mí. -- Maldito hermano, quería decir -- no fuera a creer que lo decía por él y me soltaba a tremenda altura.

 

Ya no podía casi respirar y sentía el frío aguijoneando mis pulmones cuando noté que bajaba. Apenas supe cómo me encontré rodando por el suelo y chocando contra los pies de Ishaya. A su lado, la chiquita de piel oscura. Sonreí y me apoyé en los codos, medio incorporada.

 

-- Vine descalza. -- Levanté los pies y moví sus dedos, ante la Gran Guerrera. Drago rugió y noté rabia en su alarido dragonil. Carraspeé y puse la voz más grave. -- Sí, sí, Drago, vete a casa. Yo me encargo de ésto. A ver, tú... Ishaya... ¿Cómo te atreves a cambiarte de apellido?

 

Supongo que mi tono de voz fue suficiente para que Drago alzara el vuelo y, en un instante, desapareciera de nuestra vista. Sonreí.

 

-- ¿Puedo calzarme ya? Siento frío en los dedos.

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Observó los movimientos que, de a turnos, tanto el hombre como la mujer hacían. Uno se las ingenió para tratar de salir de las fango, mientras que la otra… caminaba con mucha paciencia. Parpadeó varias veces, ¿pensaba llegar en dos horas acaso?

 

Soltó un imperceptible suspiro, embargada por un sentimiento de cierta frustración. La lluvia no se detenía, aunque la cantidad había variado de una gran cantidad de agua a más bien poca, lo cual la hacía mantener aún de malas ante aquel clima tan inestable, ¡ella necesitaba sol!

 

Triviani fue el primero en terminar, bastante rápido a decir verdad. Entrecerró los ojos, viéndolo, mientras el hombre se encargaba de tomar sus cosas. Estaba agitado, sí, ¿pero acaso era suficiente? Y fue entonces cuando la segunda alumna, Potter Blue, hizo algo que definitivamente no esperaba. Oh, sí, la había estado viendo utilizando uno de los anillos. Usar una criatura para ahorrarse el trayecto, es cierto que había caminado un buen tramo… pero no era suficiente.

 

¿Acaso tendría que poner mano firme con ellos dos? Tal vez un poco, su estado no era precisamente el indicado para poder ejecutar de forma medianamente decente un aura.

 

Cálzate ― le respondió a la mujer en cuanto llegó, sin poder ocultar su tono de sorpresa ante el pedido que le hacía, ella era dueña de calzarse cuando lo quisiese, ¿por qué esperaba sus órdenes? ―. Bien, como ya te habrás dado cuenta, soy la Guerrera Uzza del Libro de las Auras, Runihura. Veo que han hecho un trabajo rápido, pero aún les falta un poco más.

 

Hizo una breve pausa, girándose para darles la espalda, no a propósito, sino más bien para observar la zona en la que se hallaban. Estaban cerca, lo sabía, pero el hecho de que la lluvia azotara el lugar no ayudaría demasiado para conseguir fácilmente dar con su objetivo de aquella parte de la clase. Pero por el momento, y mientras esperaba a que el temporal se calmara, volvió a mirarlos.

 

Les haré una breve introducción a la magia de las auras, ― comenzó a hablar, haciéndose a un lado los mechones de cabello mojado que se pegaban en su rostro ― hasta el momento han utilizado tipos de magia de distinta índole, pero bastante similares a las clásicas. Las auras, por el contrario, son bastante complejas; las mismas ocupan enteramente la energía corporal y mental, por lo que tiene un límite de uso, y se requiere mucha práctica para lograr de forma correcta la conjuración de alguna de ellas. Por eso entenderán que, mientras más conectadas estén la mente y el cuerpo al momento de ejecutarlas, mayores probabilidades tienen, y aquí les va un secreto: la exposición a guerras reales; el estrés de la situación sumada a la adrenalina, conforman la combinación perfecta para invocar un aura.

 

»Pero por el momento, como no tenemos una guerra por los alrededores, tendremos que recurrir a otros métodos ― agregó, abarcando con su mano el espacio a su alrededor y encogiéndose de hombros ―. Por ahora tendrán una nueva tarea en la que les ayudaré personalmente. En esta zona se halla una manada de Uros adaptados a las condiciones que esta zona les otorga. Como sabrán, la sangre de esos animales otorga una fuerza inmensurable, y es uno de los ingredientes principales para producir mi delicioso brebaje de todas las mañanas, ― comentó entre risitas burlonas, a forma de broma ― pero son difíciles de localizar y de conseguir la sangre aún más, evidentemente, por lo que les aconsejo trabajar en grupo. Pueden usar la magia nuevamente, y no hay que extremar los esfuerzos: sólo requiero de la medida de una pipeta ancha. ¿Dudas? ¿Ideas para comenzar la captura? ― dijo por último en tono divertido y algo más emocionado.

 

La expectativa de poder ponerse en movimiento y del hecho de que la lluvia había disminuido hasta ser una leve llovizna había hecho mella en ella y su humor.

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-- ¡Bien, gracias! -- exclamé con alegría cuando ella me permitió que me calzara. Así, me senté en el suelo, algo mojado por cierto, y me dispuse a cordarme las bambas. Me encantó también que me dijera que no hacía falta su permiso para ello. -- Muchas gracias.

 

No entendí, sin embargo, lo siguiente que dijo sobre que faltaba algo más. Miré a los lados pues ella también parecía buscar algo; ¿tal vez pensaba que necesitaba calcetines? A mí me gustaba ir sin ellos pero... Como dijo que iba a dar una clase sobre auras, dejé de buscarlos y lo dejé para más tarde. El tema me interesaba. Yo ya veía auras, las notaba e incluso era capaz de distinguir las de gente más cercana a mí, aunque yo contaba con la ventaja de ser sacerdotisa. ¿Se refería a lo mismo? ¿Aquella Runihura sería considerada sacerdotisa en su tribu? A mí no me molestaba la lluvia que caía en aquel momento pero, por algún motivo, a ella le importunaba. Fui abriendo la boca, pasmada, a medida que hablaba, sin entender nada.

 

-- ¿Lo cuálo? -- dije, cuando ella acabó. Me había autoengañado, esperaba que hablara del mundo espiritual y la conexión con el mundo del más allá y, sin embargo, había hablado de enfrentamientos y de conjurar auras.

 

Estaba confundida. Por supuesto, yo siempre había tratado con el mundo de las auras en cuanto a la irradiación luminosa innata en todo ser vivo, ese envoltorio inmaterial individual de casa sujeto. Saber leer un aura era como saber leer la mente de una persona. Sin embargo, el Uzza, bueno, la Uzza, no se refería a eso. También sabía que significaba una patología común de varias enfermedades epilépticas, nada que ver con lo que ella o yo conocíamos. Por tanto, había otro significado de aura que era el que debía aprender ahora; se me había olvidado, lerda de mí, que era una Guerrera y que, por tanto, este libro no iba a ser espiritual sino bélico.

 

-- Huuum... Energía corporal y mental unidas... Pero eso debe de dejarte agotado... -- murmuré, aunque seguía pensando en el uso que yo conocía de las auras. -- Gracias a los dioses por eso -- murmuré, cuando dijo que no había una guerra cerca.

 

Sin embargo, la rabia subió de golpe al cuello y las venas se me hincharon al sentir lo que me pedía. La reté con la mirada.

 

-- Si necesita sangre, le puedo dar un poco de la suya. -- Soy sacerdotisa, no iba a permitir que ningún animal sufriera porque ella quisiera sacrificar animales para su gusto. -- O la mía. Pero no tocará ni una gota de la de esos uros. Eso se lo aseguro.

 

¿Quería una batalla? Pues la tendría allá mismo pero entre iguales. No haríamos daño a ninguna criatura.

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Y su rostro demostraba que no le gustaba que hubiera resuelto su primera prueba de aquella forma, rápida, lógica, consciente... todo indicaba que la guerrera Uzza que tenía en frente resultaría igual que sus antecesores al momento de compartir sus conocimientos, situación que me ponía tenso, lo único que me restaba era continuar intentando no tocar fibras sensibles de mi maestra si es que quería aprobar dicho curso.

 

Comenzó su discurso dándonos la espalda observando el sitio donde nos encontrábamos y la escuché atentamente en silencio, sin interrumpirla para comprender mejor lo que nos estaba compartiendo. Hablaba sobre la complejidad de la magia de las auras, tan diferente al resto de los poderes que habíamos manejado sobre todo porque se incluía el estrés o la angustia que generaba una batalla, un enfrentamiento entre muchos guerreros; necesitábamos estar conectados, que la mente y el cuerpo estuviesen en armonía para tener mejores resultados, conocernos realmente y controlarnos adecuadamente.

 

Finalizó su discurso cuando la lluvia comenzaba a ceder, algo que mejoró notablemente su humor o al menos eso aparentaba, dejándonos un par de preguntas abiertas para responder y, como era usual, mi hermana fue la primera en pronunciar palabra alguna.

 

- Podemos capturar a una de esas criaturas sin hacerle daño, - agregué ara calmar los ánimos de Sagitas - tenemos conocimientos de Cuidado de Criaturas Mágicas y Primeros Auxilios, inclusive de Herbología y Pociones, combinados de la mejor forma podremos cumplir con la tarea... sin que ningún Uro sufra.

 

Era mi forma de responderle a la guerrera y de apoyar a mi hermana, tampoco me gustaba la idea de tener que "lastimar" a algún ser vivo, era algo que simplemente iba en contra mía.

 

- Podemos usar los otros poderes, - proseguí en un tono más lento, mi mente estaba encontrando soluciones en ese preciso momento - tenemos el anillo de amistad con las bestias que nos podrá permitir el acercarnos sin provocar una embestida de toda la manada y con la daga del sacrificio no solo obtendremos la sangre, también le evitaremos el dolor a la criatura para que yo lo sufra.

 

Esperaba que mis palabras no causaran la molestia de Runihura, simplemente había decidido desde el primer libro especial que enseñaban su pueblo que ellos me seguirían viendo como una burla para sus enseñanzas y ninguno me había decepcionado, ahora solo debíamos de comenzar nuestra búsqueda mi hermana y yo para que el aprendizaje siguiera fluyendo.

 

*desaparezco*

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*mi monigote lilaaaaaaaa, esa es mi firmaaa, copionaaaa. ¿Por qué desapareces?*

 

 

 

Negué con la cabeza con la misma violencia como si me estuvieran zarandeando y no fuera yo quien la moviera. Avancé un paso hacia mi hermano, aquel que siempre sería mi tato a pesar de su cambio drástico de actuación que llevaba notando desde una temporada hacia acá. Le quería tanto que iba a pasar por alto su sugerencia sobre el uso de la Daga del Sacrificio con el rebaño de Uros. Pero mi mirada se achicó, con lo que seguro que entendió que no era bien recibida.

 

Las aletas de mi nariz temblaron y una fuerza interior me infundió un ánimo del que hasta ese momento no pensé nunca que hubiera sido capaz. Aspiré el aire poco a poco, reteniéndolo casi parando los pulmones para que se fueran llenando tan lentamente que, por unos instantes, pensé que ni respiraba, tal era la sensación de poder que crecía y crecía desde mi interior. Algo así había conseguido alguna vez pero siempre vinculada a las ceremonias de sacerdotisa, cuando cuerpo y alma giraban en un torbellino de poder y asumía el alto cargo que tenía en la pirámide de Avalon.

 

Ahora me sentía así, con mucha energía que crecía y me envolvía. Era como un poder inmenso que surgía no de una batalla, como había dicho la Uzza jovencita que nos acompañaba en esta enseñanza. Era de la certeza que me iba a interponer entre ellos dos y los Uros y que se iba a librar una batalla, sí, pero no como ellos dos pretendían.

 

Cuando me noté a punto de estallar de pura energía que surgiría de un momento a otro, hablé, de forma muy lenta, como si me costara controlar la salida de aquella... ¿Aquello que sentía sería el equilibro de una de las auras que citaba Runihura?

 

-- Podemos... acercarnos a ellos... Me encantaría tocar un Uro... Podemos... -- respiraba muy lentamente todavía, dispuesta a lanzar toda mi energía en un sólo movimiento, sólo que era difícil decidir cuál debiera ser en este momento. -- ... usar todos los poderes... que quieras... para acercarnos, para integrarnos, para...

 

Me notaba vibrante, exaltante y con un nivel de energía imparable. Sabía que cualquier cosa que saliera de mi varita en este momento, sería de gran poder y puede que imparable si sabía elegir bien... Sólo que no quería usar mi varita para el mal, nunca lo haría... O eso esperaba...

 

-- Para... vivir una gran experiencia con ellos a nuestro alrededor, sentir su vida en torno nuestro, su poder animal, disfrutar con el trote de las criaturas... Pero no te dejaré, no la dejaré, que ninguno de los dos intenté sacar una gota de sangre de su piel. Antes tendrá que pelearse conmigo. Si necesita sangre para sentirse fuerte es que no es buena guerrera sino una maldita chupasangre que se aprovecha de los débiles.

 

Levanté la varita, situándome delante de ellos dos, mis dos brazos alzándose con una sensación de poder que parecía casi deglutirme.

 

-- Uzza, enséñeme... Quiero invocar una de las auras... La de la Llama del Fénix... Para que proteja a mi familia las criaturas y a mí misma contra cualquier hechizo negativo que les intente dañar...

 

Había leído por encima aquel hechizo pero no quería usar ninguno de las auras sin el permiso y el guión de la Uzza para no fallar. Pero estaba tan decidida a enfrentarme a los dos que me veía capaz de lanzar lo que fuera para evitar cualquier daño a la manada.

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