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Cuidado de Criaturas Mágicas V


Sherlyn Stark
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— ¡No, Binny! ¡No hagas... eso! —Su voz se fue apagando paulatinamente.

 

Demasiado tarde, Biny ya había lanzado el hechizo contra el muro y no se veía nada. Athena intentó esparcir el humo y el polvo moviendo la mano frente a su nariz, aunque fue poco lo que consiguió. Tuvo que esperar que el efecto pasara antes de animarse a abrir bien los ojos y observar el resultado.

 

En efecto, la pared del costado izquierdo tenía un enorme agujero y se podía apreciar algo moviéndose. No necesitó escuchar la explicación de Evans para darse cuenta que era un dragón pequeño. Quedó boquiabierta con el descubrimiento que acababan de hacer. No le dio tanta importancia a los huevos, le resultaba más inquietante no ver el adulto cuando esas bestias siempre estaban acompañando a sus pequeños; era extraño.

 

Desvió la mirada al cielo y aguzó la audición por si se acercaba algo, pero nada.

 

—No lo sé. Seguro Sherlyn se moriría de ganas de examinarlos pero... —Necesitaba ser cauta. La decisión la debían entre ambas. — ¿Y si aparece la madre? No dudo que ande por aquí cerca, y no sé tu pero no quiero ser comida de dragón.

 

Pese a su discurso se inclinó un poco para observar mejor al pequeño dragón, lo apuntó con la varita debido a la oscuridad reinante. Pero procuró fuera del rango que podían alcanzar sus débiles llamaradas.

 

—No creo que podamos con todos. Quizás deberíamos llevar solo un huevo y ya, este pequeñín se debería quedar aquí para cuando regrese su mamá. Además, todavía no sabemos donde está Sherlyn. —Encogió un poco los hombros. — Debe haber por lo menos poco más de una docena. ¿Qué dices? ¿Nos llevamos solo uno cada una? No creo que los eche en falta.

 

Decirlo en voz alta no hacía que sonara un mejor plan, pero era todo lo que se le ocurría.

 

Se podía decir que era con fines estudiantiles el querer llevarlos. Ellas dos también podrían aprender de los huevos de dragón, y más tarde podrían devolverlos; claro, si es que regresaban alguna vez a aquel sitio tan escalofriante.

 

Miró a Evans unos segundos aguardando por su respuesta, luego se pasó al otro lado del muro cerciorándose que no había ningún dragón adulto escondido. De todas maneras, si lo hubiese, ya estarían bien calcinadas. Ella podía servir de cebo para distraer al dragón nacido mientras su compañera se aseguraba de tomarlos, y si resultaba que no estaba de acuerdo, pues al menos podía intentar tocar a la bestia.

 

—No debería ser muy difícil conseguirlo, solo debemos burlarlo y no dejar que llame a nadie. Y si bien recuerdo el punto débil son los ojos, con los adultos es más complicado aunque varios magos lo intenten, pero con este no debería haber problema.

 

Eso era más cultura general que otra cosa.

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En efecto, la madre de los dragones tenía que estar cerca. Binny intentó acariciar al pequeño con timidez. Levantó la mano suavemente y dejó que la olisqueara primero; con esto le dio tiempo al dragón de sentirse cómodo. Esperó el momento preciso de acercarse un poco más para tocarle la piel que se veía escamosa y endurecida. Cuando finalmente lo hizo sus dedos sintieron la cálida rigidez, era tíbio y sus escamas filosas. Era como un cocodrilo de acero pero enorme y mortal.


Cuando crezcas, tu piel será el mejor escudo; y tu aliento, tu mejor espada —Escuchaba, el dragón escuchaba atento, con sus enormes ojos negros fijos en ella. Binny se apartó con la misma delicadeza con la que se acercó.


Athena, más precavida, apuntaba con la varita al pequeño— Es un bebé, lo único que puede hacer es quemarnos los zapatos «o generar quemaduras no tan leves»—le sonrió, empujando su varita con delicadeza para que el pequeño quedara fuera del rango de la magia de la bruja


Cuando crezca será un peligro ¿Deberíamos dejarlo y correr el riesgo de que lo encuentren después? Sería bueno llevarlo a la reserva, ahí sabrán cómo cuidar de él. Pero tampoco quiero ser comida de dragón, le diremos a Sherlyn que regresen a buscar a los dragones cuando la encontremos.


Sí, llevemos un huevo. Tomaré este... —el cascarón era dorado, del tamaño de una piña, liso al tacto pero cubierto por escamas que brillaban con la luz. Sin que Athe se diera cuenta tomó otro y lo metió en el bolsillo mágico de la túnica.


Binny apoyó el huevo en el pecho y tuvo cuidado al salir por el agujero, con una mano balanceó el peso y con la otra levantó la varita para iluminar y divisar los pasillos.


Venga, vamos ¿Ahora hacia dónde? —le preguntó a Athena.

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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—Hum...

 

Ella no pensaba atacar al dragón, pero a su juicio, no era una especie en la que se podía confiar. Ser precavidas no les hacía mal. Esperó a que Binny sacara uno de los huevos y la dejó pasar primero por el agujero, ella necesitaba más de sus sentidos y el bebé bien que le podía arrojar una llamarada por la espalda.

 

Luego salió ella. Con cuidado y caminando hacia atrás hasta que estuvo a salvo, y lejos del rango de alcance. No podían quedarse a reparar el daño, y de todas maneras ¿quién podría transitar por allí que lo reprochara? Hasta ese momento no había pensado en ello, porque alguien tendría que haber construido las paredes, dejado el dragón y los huevos, asegurarse de el camino fuese oscuro y un poco neblinoso.

 

La pregunta de Evans la trajo a la realidad.

 

—¿Seguimos hacia adelante? Nunca he sido muy partidaria de retroceder en el camino. Aunque a donde sea que veamos hay solo oscuridad.... ¡Lumus! —Dijo al final para iluminar el pasillo. —Mucho mejor.

 

Y de la bruja que buscaban ni rastro. ¿Las habría escuchado cuando gritaban su nombre minutos atrás?

 

—Tal vez sería mejor que fuésemos enviando un Patronus a Sherlyn, o no sé, alguna señal. Ya ha pasado demasiado tiempo y no tenemos noticias... ¿Escuchaste eso?

 

Se calló de improviso pues el batir de alas captó toda su atención. Provenía desde arriba, y daba a comprender que la criatura en cuestión era de peso pesado, se animaba a pensar que quizás una tonelada, o tal vez estaba exagerando un poco. Pero no había dudas de que era enorme, y algo le decía que no venía de muy buenas migas.

 

Su rostro se tensó por la preocupación, e inevitablemente apuntó la varita en la dirección en que estaba escuchando pero lo que sea que fuese estaba fuera de su alcance. Eso al menos hasta que una especie de bola de fuego cayó cerca de ambas y supo entonces que mamá dragona había regresado. Binny y Athena estaban demasiado cerca aún de los huevos. De modo que el pequeñín era un traidor; eso fue lo primero que pensó, sensatamente, Rouvás.

 

—¡CORREEEEE!

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El tiempo transcurría paulatinamente desde su perspectiva mientras que sus nervios se incrementaban cada vez más. Necesitaba al menos una señal, sólo una, de donde podían estar sus amigas y creía que quedándose en aquel lugar no podría avanzar, pero debía hacerlo ya que imaginaba que la mayoría de los senderos dirigían hasta el centro del laberinto. Había tenido la oportunidad de apreciar bien los muros lo conformaban, pero fueron perdiendo su encanto a partir del tercer escudriñamiento. La luminosidad también tenía un papel fundamental, ya que el escás de ésta le provocaba cierta inseguridad.

Cuando se había cansado de estar en esa posición, se dio la vuelta y dio unos pasos hacia adelante. No paraba de pensar acerca de lo que dirían las autoridades de la Universidad si perdía a las alumnas, o imaginar qué sería de su vida luego de aquel suceso. El mundo mágico perdería a grandes personas y todo por su culpa. Llevó su mano hacía su boca, denotando preocupación. Creía que las chicas ya debían haber llegado hasta donde ella se encontraba, según lo calculado.

— Lumus —conjuró, para apreciar mejor su alrededor, al darse cuenta que la oscuridad había llegado. Si era verdad que se encontraban en un ambiente anacrónico, no podía tener información sobre la cantidad de tiempo que había transcurrido fuera.

Justo en ese momento, había presenciado la llegada de un hermoso dragón volando por encima de su cabeza y se dirigía justo a unos metros de donde estaba. Tal parecía que la criatura se encontraba furiosa, como si le hubieran tocado algo muy preciado para ella. La bruja, no tardó en reaccionar y se dispuse a seguir la dirección de ésta para saber lo que había ocurrido y si podía cooperar para que el estado de animo de la criatura, mejorara.

Sus pasos fueron veloces, tal como había querido; sin embargo, hacía mucho tiempo que no corría de esa manera por lo que la sensación de cansancio no tardó en invadir su cuerpo. Para su suerte, del lado contrario pudo ver una luz, la misma que la que salía de su varita, ésta dejaba visualizar bien quienes venían corriendo hacía su dirección y su alegría fue inmensa al darse cuenta que se trataba de Athena y Bínfeyd. Pero disminuyó al percatarse de lo que ésta última llevaba en brazos.

— Oh, han hecho un trabajo excelente —dijo la bruja, imaginando todo lo que podrían haber pasado—Pero, Binny, entrégalo, por favor —sabía que la angustia de los dragones solía ser muy fuerte, por lo que había leído, y la mejor opción que podían realizar era cumplir con sus órdenes para neutralizar.

 

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¿Había dicho "Patronus"? Binny recordó el encantamiento y que ella tenía uno particular. Trató de hacer memoria: Veía un brillo golpeando sus ojos. Un hilo de luz desapareciendo de la varita. Y mucha felicidad.

«Necesito un pensamiento feliz, feliz y poderoso» se dijo. Athena sintió un ruido que Evans pasó por alto al estar inmersa en sus recuerdos. Sin embargo, no pudo dejar de notar el rostro tenso y la posición defensiva de la varita de esta.

¿Qué pasa? —preguntó con notable preocupación, ignorando lo que surcaba sobre sus cabezas. El ruido provenía desde el cielo y tuvo que mirar hacia arriba.

Una bola de fuego cayó a escasos centímetros de ellas y Binny sintió el calor acariciando su piel. Su rostro se iluminó con un anaranjado cobrizo unos segundos haciéndole lucir como una escultura de ella misma al estilo de los jardines de Kensington. Hizo caso a Athena y corrió abrazando el huevo de dragón desesperadamente.

«Un patronus, necesito un patronus para distraer al dragón» pensó rápida, pero no podía soltar el huevo. Corrió siempre hacia adelante a la par de Athena, pues más que morir calcinada le daba miedo dejar a su compañera atrás. Las pisadas restallaban cada vez más fuertes o era su impresión. Miró de reojo a su compañera, ella también debía estar pensando en cómo escapar.

La salvación llegó desde la dirección hacia donde huían. Binny notó un chorro de luz iluminando los pasillos delanteros y aunque era una buena señal sintió correr un escalofrío. Tenía que ser Sherlyn de otro modo estarían perdidas.

¡Hacia allá! Es ella —hubiese gritado, pero su voz no daba para mucho. Cuando lo dijo se le sintió la agitación y la alegría desparramada— ¡Sherlyn! Un... dragón... nos sigue.

Lo que pasaría a continuación era deducible, Binny tendría que devolver el huevo. Y aunque se lo dijeran de mil maneras su corazón no quería dejarlo.

«No, es mío» Pese a ello, aceptó lo que dijo Sherlyn. Sabía que ella tenía la razón. Soltó el huevo bruscamente, sino no lo hubiese conseguido. Quizás para hacerse la idea de que no era nada, pero en realidad era un tesoro valioso. El huevo no cayó sino que quedó levitando frente a Binny y con ayuda de la varita lo trasladó hacia la enojada dragona. Quizás sus ojos se humedecieron, pero solo quizás.

Adiós, pequeñito —dijo esforzando el nudo que tenía en la garganta.

Que bueno que estés bien —le hablaba a Sherlyn—. Athena también estaba preocupada por ti, fue muy raro aparecer en un laberinto, pero ya estamos juntas de nuevo. Igual que los dragones —miró de reojo con tristeza hacia el huevo que perdía por completo en esos segundos. Rebuscó entre los bolsillos de la túnica y sacó botellitas con jugo de arándano, así daba la impresión de que todo estaba yendo bien—. Esto les refrescará —dijo y les dio a cada una.

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Pudo ver la decepción en el rostro de Evans cuando ésta tuvo que entregar el huevo de dragón, fue como estar teniendo un deja vú. Era la misma expresión que le había visto años atrás, cuando apenas se comenzaban a conocer, solo que ahora no podía recordar porque estaba contrariada, quizás no le había salido repetida una tarjeta de rana de chocolate. Sonrió al tiempo que posaba su mano diestra sobre el hombro de la joven.

 

—Si que nos preocupamos, y más porque no había ninguna señal tuya. Por suerte no nos salió ninguna araña al paso, o ahora, Binny estaría sorda.

 

Enseñó la lengua entre los dientes al reír.

 

—Tu si que tienes cosas para cada momento dentro de ese abrigo, ¿dónde lo compraste? —Bromeo ya mucho menos asustada pese a seguir en el sombrío laberinto. —Nunca he probado de arándano.

 

Aceptó la botellita de jugo y luego de abrirla dio un pequeño sorbo. Algo importante se les estaba olvidando...

 

¡El dragón!... o bueno, mejor dicho dragona. La criatura solo se había esfumado del campo visual, pero eso no quería decir que no estuviese cerca para volver a atacar. Y más si ellas todavía tenían el huevo consigo. Supuso que su rostro estaba más paliducho de lo habitual, y de seguro las facciones estaban tensas; aguzó el oído y elevó la mirada intentando ver en medio de la negrura del cielo. No había rastro alguno.

 

—Sherlyn... ¿qué haremos con el huevo? ¿Piensas llevártelo o lo devolverás con los otros? No es que me de nervios... ejem... pero mamá dragona debe estar cerca todavía.

 

En realidad si estaba bastante nerviosa, y se notaba a más de una legua de distancia. De todas maneras, primero debía conocer el plan de la profesora antes de saber si era necesario comenzar a correr. Y ahora que también lo pensaba¿cómo iban a salir de allí? ¿Habría una forma parecida de salir a la que utilizaron para entrar?

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Sonrió escondiendo la tristeza gracias al comentario de Athena. Su compañía siempre le hacía sentir mejor. Un nuevo pensamiento afloró en su mente, aún tenía a sus amigas y no podía decaer por perder algo que ni siquiera era suyo. Además mamá dragona estaría muy enojada.


Tiene un encantamiento expansor indetectable —le respondió estirando un bolsillo de la túnica para que vieran mejor la millonada de golosinas que traía encima—. Deiwan me enseñó hace mucho tiempo en la clase de Encantamientos.


Figuraban muchos años de eso, pero Binny lo recordaba a la perfección. Andrómeda había pasado con ella durante la noche, bebiendo té y mordisqueando galletas, para explicarle más sobre el asunto y que era ilegal hacerlo sin el permiso ministerial. Pero a Binny nunca le llegó ninguna carta del MM para comprobar. De manera que tenía encantados muchos baules y bolsillos.


«¿El huevo?»


Binny tuvo que interceder, claramente. Aquellos huevos, el pequeño dragón y la enorme dragona no podían permanecer en el laberinto. Tenían que ser trasladados a una reserva mágica donde serían cuidados y protegidos.


Ehm... Hay que rescatarlos —dijo, refiriéndose a sus tesoros; es decir, a los huevos—. El dragón sería difícil de trasladar pero no pueden permanecer aquí mucho tiempo. ¿O sí?


¿Qué era mejor? Una reserva o un laberinto intransitable para proteger aquellas legendarias criaturas. Binny sopesó las ideas y tomó una decisión rápida.


—Tienen que ir a la reserva.


Carraspeó— Claro, antes tenemos que averiguar donde está la salida.


Binny, que era la practicidad hecha persona, levantó la varita y la pared del frente estalló dejando un enorme círculo por el que podían pasar. Lo hizo una, otra y otra y otra más. Pese a la reacción de sus amigas, había conseguido construir una salida a fuerza. En la última pared Binny se sobó los ojos a causa del polvillo y las pequeñas piedras salpicándole a la cara. Casi no veía a causa de la oscuridad pero cuando la estructura cayó la luz del día le obligó a cerrar los párpados con fuerza. Al otro lado les esperaba un claro. Cuando por fin pudo ver, la forma de unas montañas bañadas de blanco le sorprendieron. Estaban en la cima del mundo. Y el mundo era de nieve.

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