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Prueba de Oclumancia #1


Aailyah Sauda
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No había estado del todo segura al principio, pero ahora sabía que aquella joven realmente podía llegar más lejos de lo que ella misma pensaba. Sauda recordaba lo que había leído en su mente durante la clase, pero no era momento de pensar en eso: el bosque de la Gran Pirámide se alzaba, majestuoso, ante ella. Aunque a una gran distancia aún. Ambos, persona y lugar, estaban separados por aquel enorme lago que conducía a los aprendices, aquellos que buscaban el conocimiento y la Habilidad, hacia el entresijo de peligros, pruebas y caminos que componían las pruebas del Portal de las Siete Puertas.

 

Sauda cerró los ojos y respiró profundamente. Aunque desde allí no podía verse, era capaz de sentir el poder que emanaba de la Gran Pirámide, allá en el centro de esa especie de bosque de árboles y frondosa vegetación, custodiando el salón circular que todos los que querían adquirir una habilidad debían visitar, así como lo había hecho ella y el resto de Arcanos hacía ya muchos años, aunque los recuerdos seguían muy vivos en su poderosa mente. Sentía la presencia de su pupila cerca, a escasos dos metros de distancia de ella. Ahora ya no tenía porqué hacerse pasar por una alumna más.

 

Tendrás que llegar a la Gran Pirámide por tus propios medios. Yo te esperaré allí... —pronunció de repente, interrumpiendo así el silencio que habitaba el lugar.

 

Abrió los ojos de repente, como si algo la hubiera despertado de un trance, y sus ojos se posaron en la fría y tranquila superficie del lago. Allí... allí comenzaría el primero de los cuatro obstáculos que su aprendiz debería superar para poder llegar a la Gran Pirámide y demostrar, de ese modo, que estaba completamente preparada para afrontar la Prueba.

 

Había un pequeño bote de remos, pero los remos no estaban. Su aprendiz debería subir a aquel bote, que empezaría a navegar a la deriva por el lago, y debería demostrar que su mente estaba lo suficientemente entrenada como para buscar en las mentes de las sirenas que habitaban el lago para saber cuál de ellas custodiaba los remos, que serían la única herramienta que la harían llegar hasta la orilla de la isla. Por supuesto, aquellas sirenas no se lo pondrían fácil, aunque Sauda había visto lo suficiente de la joven Potter Black como para saber que ésta podría superar aquel obstáculo sin mucho problema.

 

Cuando alcanzara la isla, debería adentrarse entre la vegetación que componía una parte de aquella improvisada barrera de verdor y naturaleza que protegía la Gran Pirámide. Aunque ella no lo sabía aún, Sauda había preparado otra prueba para su pupila allí, la segunda que debería afrontar para demostrar que era merecedora de realizar la Prueba. Aparentemente, aquel camino rodeado de árboles y arbustos era tranquilo y apacible, pero entre la espesura había un pogrebin, un demonio ruso que gustaba de perseguir a los humanos para intentar devorarlos aunque sin ninguna prisa por ello. Es decir, el poder de estas criaturas residía precisamente en aquella persecución silenciosa, que cuanto más se prolongara más efectiva sería. Los humanos que eran perseguidos por un pogrebin terminaban cayendo bajo los efectos de estas criaturas si no se percataban de su presencia a tiempo, pues una sensación de gran futilidad se apoderaba de ellos, haciéndoles caer en una sensación de letargo y desesperación que solía terminar fatal para el humano. Solo alguien con una gran fortaleza mental podría superar aquella trampa.

 

Si lograba sobrevivir a aquella criatura, llegaría al laberinto de setos que superaban la altura normal. Aquel camino era complicado, principalmente porque tendría que encontrar el sendero correcto para llegar a la Gran Pirámide. Para ello, tendría que caminar por allí buscando la salida, aunque el viaje no sería tan relajado como parecía; entre los setos, Sauda había colocado algunas flores africanas que emanaban un aroma especial que embotaba la mente, haciéndola vulnerable a cualquier intrusión que podría dejarla fuera de combate o, en este caso, fuera de la Prueba.

 

Cuando encontrara la salida del laberinto, la aprendiz estaría por fin delante de la Gran Pirámide, donde tendría que afrontar el cuarto obstáculo antes de poder acceder a la sala circular, el Portal de las Siete Puertas. Ese cuarto obstáculo no era sino un reflejo de un ser querido que tomaría forma en el momento en que Darla llegase al lugar, como si de esa forma se configurara dependiendo del estado en que se encontrara ésta. Aquel reflejo estaba configurado y realizado por Sauda, e intentaría invadir la mente de la Potter Black para disuadirla de la idea de adquirir aquella habilidad para la que tanto esfuerzo estaba invirtiendo.

 

Tras aquella última traba, la aprendiz podría acceder a la sala circular en la que Sauda la estaría esperando. Frente a ella, estaban las puertas que la llevarían a la prueba de cada una de las habilidades, aunque su pupila tendría que tomar la de Oclumancia. Pero todo eso ya lo explicaría una vez llegara allí... si es que no desistía antes.

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La mujer frente a ella cerraba los ojos, algo en su rostro había cambiado y Darla no sabía con exactitud qué, pero presentía que no era algo malo. Podía sentir esa extraña conexión que había en el aire, como una fuerza misteriosa que todo lo cubría. Scarlet terminó de revelarle que ella era la arcana y no la joven compañera de alumnado que ella creía. Pero ya la propia Sauda le revelaba eso y algo más.

 

Sus ojos siguieron la mirada de la arcana y se encontró con algo que no había antes en el lago, un bote. Pero lo extraño es que no tenía los remos, sin embargo, cerca de él, podía ver los reflejos de varias sirenas, y si ellas estaban allí… si, definitivamente algo tendrían que ver con todo aquello.

 

--Allí nos veremos --aseveró la Potter Black y encaminó sus pasos hacia el lago, esta vez guardó sus sandalias en la bolsa de piel de moke y antes de hacer nada más aplicó un impervius sobre sus ropas, presentía que lo iba a necesitar.

 

--Buenos días señoritas --dijo dirigiéndose a las sirenas antes de lanzarse una vez más a las aguas del lago --¿de casualidad no habréis visto los remos de este bote? --preguntó mientras se deslizaba suavemente bajo el agua y las sirenas la imitaban.

 

--Donde la magia se acaba y entre las algas más bellas, se esconden tus herramientas tras la más sabia sirena, si encuentras la del bastón de mando, encontrarás lo que buscas pero si no ves más allá de la belleza no obtendrás más que tristezas.

 

Darla lanzó un bufido bajo el agua, la canción corta pero contundente le decía que debía buscar no a la más bella sirena por fuera sino a la más bella por dentro y la más sabia. Miró alrededor, descubriendo que había varios tritones junto a algunas sirenas y que la mayoría llevaban lanzas en sus manos. Sin embargo, junto a una de la más abundantes matas de algas, como si hubiera pocas en realidad en todo el lugar, estaba una sirena, su aspecto no era el más llamativo, ni sus cabellos los más bellos que flotaban bajo el agua, pero en sus manos sostenía no una lanza, sino un largo báculo. Darla nadó hacía ella.

 

--Si su gracia me permite, me gustaría recuperar los remos del bote --dijo en un intento algo alocado de comunicarse con la sirena.

 

Junto a ella nadaban otras sirenas, algunas jóvenes y otras más maduras, algunas con tiaras y otras con brazaletes dorados, y aunque algunas llevaban lanzas orladas, que incluso parecían más regias que el báculo de algún modo sabía que se había dirigido a la dama indicada.

 

La sirena pareció reír y señaló hacia las algas dándole una orden a un par de tritones que buscaron entre ellas y le alcanzaron los remos que la pelirroja buscaba.

 

--Gracias --articuló la vampiresa mientras tomaba los remos y nadaba hacia el bote, para luego emprender el recorrido hacia el otro lado del lago.

 

La travesía fue sin más incidentes hasta que llegó hacia el otro lado. Darla había subido al bote, no encontrando más señales de Sauda, que seguramente la esperaba en la pirámide al otro lado. Luego de desamarrarlo había emprendido la tarea de atravesar el lago ya no a nado, como antes, sino en el pequeño bote que tras unos quince minutos la trajo a su nuevo destino. Amarró el bote en la isla donde se encontraba la Gran Pirámide y tras calzarse de nuevo empezó el recorrido hacia el centro del lugar, atravesando la frondosa vegetación del bosque.

 

Darla apareció una vez más a su fiel Edelweiss en su diestra y comenzó a caminar. Incluso Scarlet se mantenía alerta, demasiada tranquilidad no le agradaba a ninguna de las dos. Aunque permanecía alerta y sus sentidos atentos, buscando indicios de peligro, también estaba lista para cerrar su mente a cualquier intrusión en cualquier momento. Podía sentir que allí había algo más aparte del poder de la pirámide y algo le decía que no era del todo bueno.

 

La pelirroja se detuvo y miró a su alrededor, había algunas rocas entre los árboles y arbustos. Siguió caminando pero aún con la sensación de que alguien la observaba o la seguía. Extendió sus sentidos y rozó algo que la hizo estremecer, por un momento la nostalgia y la tristeza pasaron por su mente hasta que lo cerró con su profana oclumancia. Se detuvo de nuevo y se giró, nada, solo rocas. ¿Rocas? ¿Cuántas rocas iguales podía haber allí? Se encogió de hombros, como si nada pasara, simuló avanzar y a los pocos pasos se giró rápidamente, la roca…

 

--¡Desmaius! --gritó apuntando a lo que había creído una roca, un gritito y un ser peludo de no más de un pie de alto y una cabeza enorme, que ella había confundido al principio con una roca, cayó hacia atrás, alcanzado por el rayo.

 

Una serie de insultos surgieron de los labios de la vampiresa que se volvió a girar y aceleró sus pasos, casi corriendo, hacia el centro de la isla donde estaba ubicado la pirámide. Cuando al fin creía que había terminado se detuvo en seco. Si, había podido salvarse del bicho cabezón y peludo y había atravesado esa selva de vegetación, pero ahora, enfrente, se levantaba un laberinto, al más puro estilo de los que decían que habían atravesado los estudiantes que eran seleccionados para el Torneo de los tres magos.

 

Darla suspiró y comenzó a caminar, un par de intentos fallidos y otro par que dieron sus frutos o al menos eso parecía, el aroma de las flores era por demás de fuerte para su gusto. La vampiresa siempre había tenido predilección por la flores pero aquello le resultaba empalagoso, por lo que, aprovechando sus habilidades vampíricas optó por no respirar ni oler el aroma penetrante. Por un momento lo había logrado, pero era tan molesto, casi era como si embotara su mente de tan profundo que era el aroma. La Potter Black se preocupó y la Akane le ordenó una vez más cerrar su mente, sospechando ambas que algo más había en aquel lugar.

 

--Casco burbuja --dijo aplicándose a sí misma la burbuja de aire para terminar de atravesar el laberinto. Apresuró sus pasos y tras una nueva curva fallida encontró al fin la salida unos cuantos metros después y varias curvas a derecha e izquierda, llegando así a lo que creía era su destino. Cuando estuvo suficientemente lejos aplicó un finite al casco que la había protegido del embriagante aroma. Parecía que al fin todo terminaba: allí estaba la Gran Pirámide.

 

Avanzó unos pasos segura, pero aún con la varita en la mano, no pensaba dejarse engañar.

 

--Darla --la voz sonó a unos pasos de ella ,cuando ya casi ingresaba en la Piramide, la pelirroja se volvió asombrada.

 

--¿Padre?

--¿Qué haces aquí Darla? No deberías venir, tú sabes que no es lo mejor para ti.

--¿De qué hablas? --la Potter Black miraba a su padre asombrada, sin comprender. ¿Cómo es que él había llegado hasta ahí? ¿Acaso iba a rendir la misma habilidad que ella? O quizás era otra, pero ¿por qué le decía aquello?

 

--Yo solo te quiero proteger, como siempre lo hemos hecho con tu tío Alfie, en la familia. Tú no estás preparada para entrar allí y enfrentarte a los Arcanos. Vuelve a casa conmigo.

--Estoy preparada.

--Claro que no pequeña, tú sabes que esto lo hago por tu bien --le dijo mientras se acercaba a ella.

 

Darla retrocedió un par de pasos y levantó a Edelweiss, cerrando su mente a todo lo que pudiera haber a su alrededor.

 

--Detente allí --le advirtió a su padre, o a quien fuera.

 

--Yo no te haría daño, solo quiero protegerte, entrar allí no te hará bien, no necesitas esa habilidad, tú estarás bien cuidada conmigo y… --no lo dejó continuar.

 

--¡Silencius! --se estremeció ante lo que había hecho y lo que estaba por hacer --Desmaius --el rayo fue directo a impactar en el pecho del mago que se disolvió en el aire, como si nunca hubiera estado ahí.

 

Se veía igual a cuando te recibió en la Potter Black, comentó Scarlet en el fondo de su mente, ella tenía razón. Había visto a su padre hacía poco y sin embargo se veía igual a cuando él y su tío Alfie la recibieron. Y lo había nombrado. Se estremeció, todo había sido una visión. Se giró, entre molesta y aliviada de no haber atacado al verdadero Niko, después de tantos años e ingresó en la pirámide.

 

No fue mucho lo que tuvo que andar para encontrarse al fin en una gran sala circular, en el centro de la misma estaba parada Sauda y alrededor de las paredes se podían observar siete puertas, cada una con un símbolo en ella. Al acercarse Darla notó que Sauda estaba parada en lo que parecía un ouroboros dentro del cual había una estrella de cinco puntas.

 

La pelirroja avanzó, habían pasado varias horas desde que se habían separado y la noche había ido cayendo en el lugar, pero ahora dentro de la pirámide iluminada de forma mágica, el tiempo parecía no existir.

 

--Heme aquí, Aailyah Sauda --dijo mencionando el nombre completo de la arcana con respeto --lista para la prueba final y obtener la habilidad de oclumancia bajo tu tutoría y aprobación.

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La temperatura había caído ligeramente, aunque Sauda estaba convenientemente preparada para soportarla la bajada de temperatura. Su ropa, colorida y llamativa siempre, ahora no resultaba tan vistosa mientras aguardaba al pie de la Gran Pirámide a que su pupila, aquella joven que con un simple "allí nos veremos" decidió afrontar los obstáculos que la arcana había dispuesto para ella antes de que pudiera alcanzar el salón circular desde el que accedería a la verdadera Prueba, que la haría demostrar si verdaderamente había aprendido algo de oclumancia. Se toqueteó el pelo, pensativa, y cerró los ojos para poder ver qué tal le estaba yendo a Darla en su particular aventura.

 

La prueba de los remos no había sido nada complicada, y Sauda no había esperado menos de la joven. Tampoco lo habían sido los pogrebin, que no habían conseguido alcanzar la mente de la bruja. Quizás ella hubiera usado otros medios para deshacerse de aquellas criaturas, pero ella había escogido un camino más directo que implicaba algo de violencia, herramienta que Sauda había desterrado de su vida por completo desde hacía mucho tiempo. El laberinto tampoco había resultado nada del otro mundo, Darla se había desenvuelto de forma perfecta para poderlo cruzar sin problemas. La arcana podía sentir la fortaleza mental de su pupila, que estaba totalmente concentrada en lo que debía de hacer.

 

La centenaria bruja, cuyo aspecto seguía siendo el de una joven a ojos de cualquiera gracias a su poder, giró sobre sus talones sin abrir los ojos y se encaminó hacia el interior de la Gran Pirámide, pues la joven alumna estaba a punto de alcanzar aquel lugar. Decidió recorrer la distancia que la separaba del salón circular a pie, recordando a cada paso el día en que ella misma tuvo que afrontar su Prueba... la misma que la convirtió en Arcana. Sintió una especie de vibración en su anillo de la Habilidad, parecía que éste también sentía el lugar en el que estaban y las vivencias que atesoraba entre sus espigas de onyx, repletas de recuerdos, anhelos y pesadillas de otros que habían realizado su Prueba tiempo antes que la mujer que ahora ya casi llegaba al lugar para afrontar la suya propia.

 

El salón circular estaba allí, a un par de pasos de distancia. A pesar de que la puerta estaba cerrada aún, la bruja podía sentir el poder que emanaba el lugar desde fuera. Sauda aguardó a que llegara Darla, quien apareció tan solos unos segundos después de que pensara en ella, como si la hubiera invocado de forma mental. La joven se veía muy entera y preparada, a pesar del pequeño viaje que había tenido que recorrer para llegar allí. La arcana sonrió, de forma ligera pero con absoluta sinceridad, y señaló con un gesto de la mano hacia la puerta que tenía a su espalda.

 

Ya estás aquí, Darla, a un paso de realizar la Prueba que determinara si verdaderamente mereces poseer la habilidad de la Oclumancia. A partir de ahora, tu camino continuará en solitario. Ya te lo pregunté antes de venir aquí, pero es mi obligación el asegurarme de que estás verdaderamente dispuesta a afrontar lo que vendrá a continuación, pues quien inicia la Prueba y no la finaliza... no podrá volver a pasarla nunca más. En otras palabras, la Oclumancia será una habilidad que le será totalmente vetada, pues el Portal no le volverá a dejar pasar —le explicó, con voz calmada—. Si tienes alguna duda o pregunta sobre El Portal de las Siete Puertas o sobre la Prueba, ahora es el momento de que me consultes. Porque cuando cruces... bueno, ya sabes qué pasará. Aún estás a tiempo, si no te sientes preparada —le indicó. Guardó entonces silencio, podía sentir cómo la mente de su pupila era un hervidero de actividad en aquel momento. ¿Así se había sentido ella también la primera vez? Hacía ya tanto tiempo... Aguardó su respuesta, mirándola directamente a los ojos.

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  • 2 semanas más tarde...

Darla observó la sonrisa sincera en el rostro de Sauda y se permitió relajase y en su propio rostro se dibujo el reflejo de la sonrisa cálida de la arcana. Siguió el gesto de su mano, que señalaba la puerta que la separaba de llevar el anillo de la oclumancia en forma oficial y legal. Sus ojos se desviaron de la puerta y volvieron a observar a la Arcana.

 

Sopesó las palabras que le había dirigido y asintió, casi en forma inconsciente, hasta hacía unos tres años había estado sola y, aunque ahora le encantaría poder compartir el momento con su Seba sabía que ni la propia Aailyha Sauda la podía acompañar en el siguiente y decisivo paso en su futuro. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y una leve tensión se reflejó en sus músculos, aunque no en su rostro.

 

--Entiendo perfectamente, pero se que estoy preparada para enfrentarme a la prueba final --dijo con un tono de voz calmo y mirando a los ojos a la morena.

 

--¿Te fue difícil? La prueba me refiero ¿es distinta para cada uno verdad? ¿Tuviste miedo? Yo me siento preparada y se que la superaré, pero ¿tú como lo sabrás? ¿Cuando salga de allí o antes? ¿Aparezco de nuevo aquí al salir? ¿Te veré de nuevo verdad?

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A pesar de que era un momento trascendental en su vida y de que, a partir de ese momento, tendría que avanzar sola, Darla se mostraba bastante segura de sí misma y preparada para lo que fuera que le esperaba en su Prueba. Aún tenía la suave sonrisa dibujada en su rostro, y ésta se endulzó un poco más al ver que su pupila le devolvía el gesto. Escuchó sus preguntas y asintió imperceptiblemente, pensando un poco más en su propia prueba, la que tuvo que realizar antes de convertirse en la arcana de Oclumancia. Hacía ya tanto tiempo...

 

Lo sé. Sé que estás preparada. Sólo quería oírtelo decir —le respondió, con sencillez—. Siempre es difícil, jovencita, porque el Portal nos reserva algo distinto a cada uno de nosotros. No sé qué vas a ver ahí dentro, ni dónde estarás ni tampoco qué tendrás que hacer. Pero si sé que, sea lo que sea, puedes hacerlo. Confía en ti misma... y protege tu mente —le aconsejó, a la vez que movía la mano para indicarle que la acompañara. Darla le había hecho varias preguntas más, pero las respondería un poco después. Comenzó a caminar y entró en la sala circular, al Portal de las Siete Puertas. Multitud de recuerdos invadieron entonces su mente, haciéndola viajar momentáneamente a los momentos en que ella tuvo que atravesar cada puerta para demostrar que estaba capacitada para llevar aquel Anillo de Habilidad que ahora descansaba en su mano, desde hacía ya muchos años. Miró a Darla una vez más, buscando que la siguiera de cerca y luego continuó su camino.

 

Se detuvo ante una de las puertas mágicas que allí había, la que tenía el símbolo de la Oclumancia. Tras observarla durante unos instantes, giró la mirada hacia su pupila y volvió a sonreir.

 

Ya estamos aquí. Sobre lo que me has preguntado antes, verás... yo te esperaré aquí desde que atravieses esta puerta hasta que salgas. Porque sí, volverás aquí una vez superes la Prueba... si es que lo haces, todo depende de ti. Yo lo sabré porque te estaré observando a cada momento gracias a esto —y dicho eso, le mostró un anillo similar al suyo propio. Lo extendió hacia Darla—. Tómalo, querida, es tu anillo de aspirante. Colócatelo en la mano y, una vez atravieses la puerta mágica, éste se activará y, en su interior, las aristas adquirirán el movimiento, vibración y color propios. Ningún anillo es igual a otro, todo depende del mago que lo porta. En este caso, de ti —le explicó—. Éste será nuestro medio de comunicación durante la Prueba, el que yo usaré para saber qué haces y si estás bien; igual que si tú necesitas cualquier cosa de mí, incluído el salvarte si ves que tu vida corre peligro. Pero recuerda: si sales de la Prueba antes de concluirla, nunca más podrás volverla a realizar —le aclaró. Guardó silencio durante unos instantes, dejándole así espacio para que comprendiera lo que le acababa de decir—. En otras palabras... claro que volveremos a vernos. Y espero que en esa próxima vez... tu anillo de aspirante se convierta en tu Aro de habilidad ante mis ojos. Ése es tu objetivo, Darla. No lo pierdas de vista. Y ahora, adelante. Protege tu mente.

 

Dicho aquello, volvió a mover la mano para señalarle la puerta a su pupila. A partir de ahí, tendría que seguir ella sola bajo la atenta mirada de Sauda, que no la perdería de vista ni por un instante.

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Le hacía gracia, no la respuesta de Sauda sino que la llamara jovencita, Darla había mantenido su juventud gracias a una mordida vampírica. Se había transformado en una no muerta, en un horrocrux y tenía sus años de vida más los centenares de años de vida de Scarlet y sus experiencias, recuerdos que a veces se dejaban ver, ambas brujas convivían, no quedaba de otra, pero la Akane seguía ocultándole cosas. A veces la Potter Black sospechaba que por eso mismo le había apoyado en su proyecto de poder profundizar en la oclumancia, para ocultar algunos de sus propios recuerdos.

 

Se obligó a concentrarse una vez más en el momento, no era oportuno volarse, para nada. Se sintió un poco tímida con las palabras de Sauda, que la consideraban, al principio había creído todo lo contrario, pero obviamente la bruja ¿o era más que eso? Claro que si, era una Arcana, la Arcana tenía que probar a sus pupilos para saber si eran dignos y estaban preparados para el poder que implicaba tener aquellas habilidades.

 

--Confiar en mí y proteger mi mente --susurró Darla como expresando que había entendido las palabras de Sauda mientras iba tras ella obedeciendo el gesto que le había hecho.

 

El lugar sobrecogía en cierta medida pero ella estaba tan convencida de lo que hacía y de el por qué, que no se dejó amedrentar, ni aún cuando se detuvieron frente a la puerta con el símbolo de la oclumancia. Casi ronroneó de placer al estar allí, había llegado la hora, quería, debía obtener la aprobación final.

 

Aailyah continuó hablando, respondiendo ahora al resto de sus preguntas. Asintió mientras la escuchaba y observó con curiosidad el anillo que le tendía ,lo tomó entre sus manos, con delicadeza, observándolo, con curiosidad y respeto. Sería el símbolo de su avance y sin embargo se veía tan pequeño y sin embargo había en él la semilla de ese poder, de esa habilidad. De pronto le vino a la mente un granito de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, pero al germinar y crecer la más grande de las hortalizas, tan grande que las aves se refugiaban en sus ramas. Sonrió, iba a hacer crecer el poder de esa pequeña gema.

 

El índice de Darla recorrió el aro de cristal que había sido "desengarzado" de la estrella de cinco puntas que estaba en el centro del ouroboros, sintiendo su fuerza latente, como dormida, con delicadeza se lo colocó en el anular de su diestra y miró a la Arcana. Asintió a sus palabras y cerró su mente con la oclumancia que le había sido enseñada por Aailyah Sauda y que había reforzado sus conocimientos.

 

--Prometo que no te defraudaré --dijo y encaminó sus pasos hacia la puerta, apoyando su diestra sobre la misma, para empujarla e ingresar a su prueba. En su mano el aro vibró y el cristal se llenó de pequeños remolinos azules y verdes mientras la puerta cedía ante ella y Darla la atravesó...

 

Fue como si un flash la hubiera cegado dos segundos y de repente estaba allí, en aquel lugar. ¿Dónde estaba? Apretó la varita en su diestra, sintiendo vibrar el aro en su dedo y observó mejor a su alrededor, atenta y con sumo cuidado.

 

El bosque le resultó terriblemente familiar, caminó avanzando hasta encontrar un claro y unos jardines, se estremeció. ¿Por qué allí? Había varias estatuas a su alrededor y frente a ellas bancas de mármol blanco, tan blando como las estatuas de los antiguos líderes. Miró hacia las escalinatas y supo que debía ir hacia el templo blanco. Se detuvo unos segundos frente a una de las estatuas y los ojos del mago fueron como una sentencia para ella, pero la pelirroja cerró aún más su mente, como si temiera que una vez más la estatua cobrara vida y era a él al único al que entre los antiguos no quería enfrentarse. Subió despacio y la fuente quedó a su vista segundos después, con seguridad debería hacer un homus rebelius, ya que ella no debería estar allí y...

 

--¡Darla! Al fin has llegado sobrina, tu tía y yo te esperábamos con ansias --la Potter Black se giró y sus labios se abrieron con la sorpresa, Principe Gódric y Ginn estaban allí.

 

--Yo --alcanzó a decir la vampiresa cuando el sonido de la fuente se elevó y las aguas mágicas comenzaron a brotar con todo su poder.

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  • 2 semanas más tarde...

A pesar de que no solían implicarse emocionalmente en aquellas clases, Sauda sintió un pellizco al ver a Darla atravesar el Portal. Ya no había marcha atrás... o mejor dicho, sí la había pero del momento en que regresara dependería su éxito o fracaso. Interiormente, la africana confiaba en el poder de su pupila y contaba con que superaría la Prueba sin problemas.

 

Caminó un par de pasos atrás para quedarse casi en el centro del salón circular mientras sentía el estado en que se encontraba Darla. Sus pensamientos, sus sensaciones... ahora todo dependía de ella, Sauda era una mera espectadora.

 

¿O no?

 

Podía actuar a pesar de que su pupila se encontrase en la Prueba, era su deber y derecho como arcana. Pero por el momento prefería observar para ver cómo se desenvolvía, aquel era el camino que debía seguir para poder obtener el Aro de la Habilidad. Darla estaba en una especie de bosque que desembocó en un lugar que parecía ser familiar para ella. Aquella la mantenía algo confundida, pero seguía mostrándose fuerte y preparada para lo que fuera que ocurriría a continuación.

 

De repente, alguien más apareció y dos figuras se acercaron a la Potter Black para decirle algo. Y Darla se quedó como petrificada. Sauda esperó... ¿qué ocurriría a continuación? ¿Cómo reaccionaría su pupila?

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La sorpresa inicial dio lugar a la preocupación ¿por qué estaba allí? ¿Qué momento de su vida pasada era? ¿O no era eso y se trataba de una vida alterna? Preocupada por que pudieran leer su mente acaricio el aro del anillo con el índice escribo sin presionar el centro, no quería irse, pero acariciar el anillo la hacía sentir protegida y era como que le daba fuerzas para cerrar bien su mente.

 

--Está todo listo para la ceremonia --dijo Ginn, pero ha habido rumores.

 

--¿Rumores? --preguntó mientras se preguntaba cuál de todas las ceremonias.

 

--De que tenemos un infiltrado, alguien ha averiguado que estaba pasando en la fortaleza de tu abuela --era su tío el que hablaba ahora y Darla se puso interiormente más en guardia.

 

No quería que ellos pensaran que ella sabía. Ok, sabía, pero ¿qué sabía? Si habláramos de infiltrados su propio tío podría serlo, él se había perdido antes que ella. Y si hablaban de... su mente se convirtió en una caja hermética en donde ya no había recuerdo alguno al alcance de nadie. Los ojos de Godric se posaron en ella y supo que intentaba ver más allá, pero ella simplemente le bloqueó. No pensaba permitir que nadie supiese quién era Darla ahora ni quien había sido en el pasado.

 

--¿Es fiable la fuente del infiltrado? Estoy segura de que habrá una explicación --susurró en el momento en que se empezaban a escuchar voces que se acercaban al Templo.

 

Se giró y observó una vez más a los que entraban. Su pasado, una corriente helada recorrió su espalda pero no permitió que en su rostro se reflejara. Aquellos recuerdos eran algo que no pensaba permitir que nadie los viera, ni siquiera la Arcana y su pasado, lo que suponían sus tíos, tampoco pensaba permitir que saliera a la luz ante ellos, ni ante nadie.

 

Se cruzó de brazos y giró para observar las aguas que se revolvían en el aire, elevándose, bajando y subiendo, danzando.

 

--Tendremos que hablar luego los cuatro a solas --le dijo su tío al oído y ella simplemente asintió para agregar luego en voz alta, pero no tanto como para interrumpir lo que fuera la ceremonia.

 

--Me parece bien --aunque por dentro deseaba irse a casa, pero no lo haría, estaría allí hasta donde fuera necesario.

 

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Era una situación extraña aquella que se le presentaba a Darla, tanto así que Sauda no perdía ni un detalle de lo que acontecía. Se fijó en que las defensas mentales de su pupila estaban bien construidas a sabiendas de que algo extraño pasaría en cualquier momento, aunque por el momento todo parecía tranquilo.

 

No estaba segura de qué estaba pasando allí. Si alguien la atacaría abiertamente o si simplemente estaba en una especie de introducción de lo que vendría a continuación. Pero la arcana siguió atenta, casi sin pestañear, conectada a Darla en todo momento para poderla seguir en todo aquello que tuviera que hacer durante aquella prueba de habilidad.

 

Suspiró, aún le quedaba un tramo que avanzar para conseguirlo. Pero confiaba en sus posibilidades, en su habilidad. Tenía fuerza y parecía saber controlarla correctamente, pero el Portal nunca lo ponía fácil, siempre había algún truco escondido y Sauda lo sabía demasiado bien. Así que esperaba que la Potter Black no se relajara en ningún momento, no quería verla fracasar después de lo que había hecho para poder llegar hasta allí. La siguió observando, atenta. ¿Qué ocurriría a continuación? ¿Cómo reaccionaría ella?

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La ceremonia había sido extraña, ni siquiera recordaba si aquellos ascensos habían ocurrido en realidad ¿tanto tiempo había pasado? Más bien era como si el pasado hubiera sido en parte borrado de su vida, sumado a los juramentos inquebrantables que alguna vez algunos miembros hicieran. Lo que si quedó grabada en su mente fueron las palabras de su abuela y la mirada hacia ella al referirse a las prontas elecciones. Respiró profundo, por instinto más que por necesidad.

 

Cuando al fin todo acabó sus tíos la llamaron para que les acompañara, habían elegido ir a las oficinas que ellos mismos habían hechizado para que ninguno del grupo "rival" pudiera enterarse de lo que allí se debatía. Tener allí alejada de la fortaleza aquella construcción era lo más adecuado pero ellos tenían razón en haber protegido el lugar, ella lo sabía bien pero se mantuvo firme en cerrar su mente, lo mismo que sus labios a lo que allí ocurría, ellos no lo entenderían.

 

--Eliecer llegará pronto --dijo Godric y ella asintió mientras se sentaban alrededor de la mesa en la sala del lugar.

 

Su mirada recorrió el lugar, casi no lo recordaba, hacía tanto tiempo y había guardado tan profundo en su mente los recuerdos de aquellos días. Sin embargo sentía como que las cosas no eran tal cual habían sido, ¿sería el efecto del portal que había atravesado? Estaba segura que iba a ser difícil y que el mismo se ocupaba de acentuar los hechos, de hacer hincapié en aquello en que más había necesitado cubrir sus recuerdos, sus ideas.

 

--Estás muy perdida hoy sobrina --dijo Ginn, apoyando una mano sobre su brazo y su mirada se dirigió hacia ella, ¿era realmente su querida tía Ginn? Sonrió y la mirada de la bruja la hizo estremecer, sintió los intentos de parte de ella también de buscar en su mente, de hurgar en ella. Levantó con más presteza y fuerza las barreras, no tenía idea de que ella fuera legilimancia, no lo recordaba pero no le permitiría entrometerse en su mente. Lanzó una oleada de protección con su mente, llevando su zurda hacia Edelweiss mientras discretamente desviaba su mirada hacia la mano de su tía en su brazo.

 

--Es solo el cansancio del día, he tenido mucha actividad hoy --dijo, sin mentir en realidad, solo que no les dejaba ver que esa actividad había sido el atravesar las pruebas que llevaban al centro de la pirámide. Aunque lo vieran no lo entenderían pero igualmente estaba protegido bajo una nueva oleada --oclumens --susurró muy por lo bajo en el momento en que la puerta se abría y daba paso a un nuevo miembro del grupo.

 

Y el recién llegado no fue tan amable, un grito y un rayo surgieron a la vez desde la puerta.

 

--¡Tú nos traicionaste!

 

--¡Protego! --respondió ella dando un salto hacia atrás tirando la silla al suelo y evitando el ataque --¿Estás loco? ¿De qué hablas? --gritó a su vez mientras sentía una nueva oleada de ataque, sus dos tíos intentaban ahora leer su mente --¡oclumens! --jadeó esta vez abiertamente --no se de qué demonios hablan ni por qué actúan así --gruñó cerrando todos sus recuerdos, no solo los presentes de cómo había llegado allá sino también los del pasado en que ellos cuatro habían sido uno de los grupos candidatos a dirigir la Orden del Fénix o Aurores como se les conocía en aquel entonces.

 

No, nadie, ni ellos, ni nadie que pudiera ver de afuera debía saber nada más de lo que allí o en aquel lugar había ocurrido realmente. Ahora lo sabía, si la ceremonia no había sido tal cual debía ser ni los miembros los que habían ascendido en aquel entonces era porque ella había cerrado su mente a aquellos recuerdos, nadie fuera de la Orden debía conocer las ceremonias, nadie.

 

Se sentía confundidad, ¿cuál era la prueba? ¿cerrar la mente de lo que pasaba en su bando de aquel entonces? ¿cerrar la mente a sus recuerdos modernos a sus tíos del pasado o a los recuerdos de lo que ellos le acusaban? Como fuera, se negó a dejar que nadie, ni siquiera la Arcana que la veía de afuera supiera lo que allí realmente ocurría.

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