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Estudios Muggles


Sagitas E. Potter Blue
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Como siempre que había entrado en la clase en etapas anteriores, en la pizarra estaba el cartelito con el nombre de la asignatura que impartía en la Universidad. Me habían avisado con tiempo que tendría dos alumnos en ella, pero eso no importaba. Mi clase era mágica y siempre estaba preparada con todo lo necesario para impartirla. Es decir, con nada, pues nada mágico podía ser enseñado en aquel lugar.

 

Eran Estudios Muggles, con lo que la magia estaba prohibida para todos. Bueno, no para mí, por supuesto, yo soy la profa y puedo usar subterfugios para que no se note que me aprovecho de ella en un mundo en el que no la usan.

 

Porque la magia existe en el mundo muggle, sólo que no saben usarla y la persiguen como si fuera brujería que, por cierto, lo es. Eso resulta divertido, y lo ha resultado durante todos los siglos en que las personas mágicas y las no mágicas han chocado. Lo que no resulta divertido es que se entere el grupo de magos de la Confederación Internacional que vigilan que ningún ser mágico intervenga en el mundo muggle o les hacen pagar caro su intromisión (por cierto, soy la Directora, así que seguro que me enteraba y tendría que hacer la vista gorda).

 

Así, como primera orden que iba a darles a los alumnos era que sus varitas se iba a quedar en el florero. La mía iba conmigo, sólo para un uso estrictamente necesario y vital; de caso contrario, se quedaría en el pelo, como siempre, recogiendo mi cabellera en un moño violeta. Mágicamente, las dos varitas de ellos se trasladarían allá hasta que la clase acabara.

 

Silbé mientras tomaba el pergamino duplicado que debería entregar a mis alumnos en cuanto llegaran, un resumen de lo que debería memorizar en su cabeza para poder pasar la prueba de fuego, enfrentarse a los muggles en su mundo, sin ayuda de nadie ni de nada de magia (algo de mentira, no les iba a quitar el ojo de encima. Bastante tenía con la última clase, donde estoy segura que mis alumnos tuvieron algo que ver con la muerte de aquellos muggles; estoy segura que el Director Elvis no me lo perdonaría).

 

Seguí silbando, sentía la magia del aula, a punto de estallar, como solía hacer cuando empezaban las clases.

 

-- ¿Quiénes son los alumnos? -- le pregunté, al aire. Que nadie se engañe, no estoy loca (o al menos no hay ningún papel sanitario que lo confirme) y no hablo con las paredes. Conozco mi aula, es un lugar mágicamente preparado para el estudio de los muggles, y me reconoce como la profesora del tema. Me obedece (o eso suponía yo; a veces, es demasiado revolucionaria). -- Oh, vaya... ¿Ellos?

 

Los conocía. Los nombres que habían aparecido en la pizarra se movían de un lado a otro y provocó una sonrisa en mis labios, tal vez por recuerdos mutuos con ellos; tal vez porque el aula estaba tan loca como la profesora que impartía los cursos en ella.

 

@Cillian

@@Axel Rexdemort

 

-- Te doy un minuto. Hace frío en los pasillos -- le dije al aula.

 

Salí de la clase, aún silbando, con un libro en la mano y el pergamino que debía darles a los muchachos. Sería agradable estar con Axel, seguro que nos lo pasaríamos bien en clase; aún recordaba su paso por Accidentes. Tenía un reloj muggle en la muñeca (algo adaptado a la magia pues chillaba cuando llegaba tarde a algún sitio, nada grave, apenas distinguible si no lo sabes, y pocos saben que tengo un reloj muggle "remodelado") y esperé a que me anunciara que había pasado el minuto. Tomé aire y abrí la puerta de la clase.

 

-- ¡Leñe, te has lucido! Eres buena -- es decir, yo soy la buena, pues había conseguido tener un aula tan inteligente. -- Una Estación de Autobuses, genial... De un pueblecito bien muggle. Me gusta..

 

Y entré a la habitación de la clase. O mejor dicho, salí hacia el espacio imaginario de un pueblo de León, llamado Ponferrada, en España. Caminé por el andén de los buses, sintiendo que la magia de la clase cambiaba mi atuendo mágico por unos tejanos azules algo desgastados y un jersey azul de lana. Entré en la Sala de espera, llena de muggles, con taquillas para comprar billetes y tiendas de ocio. Me senté en una mesa exterior de un Starbucks.

 

-- Un Café cargadito, por favor. Bueno, no, mejor tres, que pronto vendrán mi alumn... mis acompañantes...

 

 

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Editado por Elvis F. Gryffindor

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-Sin varitas Laganja. – Dijo el mago el cual se miraba sobre el reflejo de un viejo espejo mientras se afeitaba. – Ves Laganja, me veo guapo. – Bromeo el mago al pequeño jobberknoll que observaba al mago desde arriba del armario de su habitación. El silencio de la pequeña avecilla era evidente, así que era la mejor compañera de conversación del danés.

 

El mago abotono su camisa blanca y modelo enfrente del espejo. – Ya se lo que piensas Alaska. – Arremangando un poco las mangas sin dejar de enfocarse en el reflejo. – Recuerdas lo que te dije, eso de los ministros, tengo que volver a tomar esta clase para la certificación oficial. – Axel sonrió y fue en busca de sus jeans que se encontraban en la cama, donde otro jobberknoll se posaba.

 

-Sabes que los ministros están locos, y esas reglas de la universidad aplican a todos los ciudadanos.- Poniéndose los pantalones para acomodarse la camisa - Lo hablamos en el consejo de Warlocks, es obligatorio para todos, gracias a mis contactos conseguí entrar a la clase. -

 

- Bueno Laganja, al menos sé que Sagitas es la encargada de la clase. – Mirando el enorme tentáculo tatuado que atravesaba su cuello, para intentar ocultarlo un poco con el cuello de su camisa. – Ustedes saben que yo solo se lo básico de muggles. –

 

Acomodando el cuello nuevamente. – Es decir viví con magos en ciudades muggles, pero vivía con magos, siempre es bueno aprender un poco más sobre ellos. – Volviendo a girar ahora hacia la derecha su cuello. – Saben lo extraño que resulta que tenga un local de objetos muggles, y el ministerio haya revocado mis estudios muggles como transitorios? … Es terrible. – Dándose por vencido con el cuello de la camisa, y desabotonándose un par de botones, Axel supuso que en vez de esconder aquel tatuaje sobre su garganta, sería menos notorio mostrar una parte de él. Total el mago no era de los que pasaba desapercibidos y el hecho que tuviera mas tinta encima que los últimos documentos urgentes de la vice ministra, estaba acostumbrado a las miradas curiosas.

 

- Se los dije, me veo muy bien. – Sonrió el mago girando hacia las dos avecillas mudas, las cuales no parecían prestarle mucha atención al danés. – Bueno chicas, no se a que hora regrese, así que les pido cuiden el negocio. – Colocando su varita cerca del espejo, para salir de su habitación y desaparecer.

 

- Sagitas…. Sagitas…. Sagitas… - Repaso el mago, recordando que la última vez que cruzo palabra con ella, él había causado un pequeño incendio. Ojala lo hubiera olvidado, el danés no pensaba quemar nada en la clase, a menos que ella lo pidiese.

 

Fue cuando el mago llego al aula. Toco un par de veces, y espero en silencio, para repetir por al menos 2 veces más. Axel miro a los lados y giro la perilla, para entrar a la habitación.

 

Axel cerró los ojos. – Hay mucha luz en este cuarto. – Abriendo la boca sorprendido al mirar que se encontraba en el exterior, dando media vuelta para darse cuenta que la puerta donde había entrado ya no se encontraba. – Que bonito. – Sonrió el mago, mirando hacia todos lados. Para empezar a caminar entre las personas, nunca había estado en una estación de autobuses, acercándose hacia un gran autobús. – Nunca había visto un automóvil muggle tan grande. – Pensó el mago leyendo la palabra “Benuza” encima del autobús.

 

- Este tipo de autobuses se llaman así eh. –Sonriendo, ampliamente. Los viajes de Axel a Copenhague o a Riga el siempre intentaba llegar a comunidades mágicas, pero esta era la primera vez que estaba en una ciudad muggle sin ninguna pista. Donde se encontraría Sagitas, entre tanta gente no podía identificar a la mujer.

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— No, esta vez voy a conseguirlo.

 

Esas fueron las últimas palabras que el Ryddleturn dedicó a su hermana antes de desaparecer. Conocía bien el modo de vivir de los muggles o por lo menos eso pensaba él, estaba casi seguro que esa temporada en el que había reemplazado a Seres en su empresa le había hecho comprenderlos más de lo que le gustaría. Apareció un par de segundos más tardes en las inmediaciones de la Universidad Mágica. Desde ahí no le tomaría más de un par de minutos llegar hasta el aula de Estudios Muggles.

 

Por lo que sabía, Sagitas seguía siendo quien llevaba las riendas de aquel conocimiento y esperaba que no se mostrará tan dura ante él debido a su poco satisfactorio rendimiento en la última clase. Aunque si lo pensaba bien, no había sido la mejor clase que había tomado, ya que había llegado en un mal momento para la Universidad.

 

Suspiró, había encontrado el aula. ¿Qué le esperaría está vez dentro de aquel lugar? No se lo esperaba, de verdad que no. Esperaba que fuera una clase más como la última, dentro de la misma Universidad, que equivocado estaba. Ya que al atravesar la puerta, el escenario cambio completamente. ¿Una estación de autobuses? Nunca había estado en una, no las había necesitado. Estaba un poco sorprendido, no iba a negarlo.

 

No lograba entender con exactitud si había sido trasladado gracias a una de esas extrañas puertas mágicas o simplemente todo aquello estaba dentro del aula.

 

Camino durante un par de segundos, la estación parecía enorme. ¿Qué pasaría si no encontraba a Sagitas? ¿Cómo terminaría toda aquella historia? La puerta se había cerrado detrás de él y había desaparecido, ya no tenía escapatoria por lo menos no que él supiera. Y fue en ese instante, cuando estaba enfrascado en sus pensamientos que lo vio.

 

Aceleró un poco su paso y al alcanzarlo tocó su hombro.

 

— Yo a ti te conozco, ¿sabes dónde estamos? Y espera... ¿Qué haces aquí? ¿Estudios Muggles? —Lo último lo dijo en voz baja para que una mujer que pasaba frente a él no lograra escucharlo, sólo Axel.

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Axel bajo un poco la mirada encorvándose cerca de los faros del autobús, “Benuza” resultaba ser un vehículo totalmente diferente a los que el danés conocía, había tenido la suerte de montar un par por las calles de Riga, pero el autobús era todo un reto, por el tamaño podía imaginarse que debería ser mucho más poderoso que esos pequeños automóviles. Axel metió sus manos a los bolsillos de sus jeans y dio unos pasos hacia atrás, para mirar en todo su esplendor a tan curiosa máquina.

 

-Ojala Sagitas nos deje conducir esta cosa. – Sonriendo emocionado, no sabía bien que esperar de la bruja, pero quizá un pequeño paseo fuera parte del itinerario. Fue cuando una mano lo toco y el escandinavo dio media vuelta. – ¿Cillan? – Pregunto sorprendido, acercándose para estrechar su mano, habían pasado algo de tiempo desde que lo había visto, por lo mismo el tatuado se sentía bastante sorprendido, esperaba encontrarse cualquier cosa menos a aquel mago.

 

Después de un fraternal abrazo, Rexdemort escucho con atención a su amigo. – Seremos compañeros. – Sonrió una vez más. Despidiéndose de Benuza con la mano para caminar al lado de Cillan en aquel lugar.

 

-Acabo de llegar, imagino que Sagitas debe de andar cerca, ¿Qué tan difícil puede ser encontrarla? – Riendo un poco, para continuar caminando detrás de un par de personas. – Hace unos días, me puse a estudiar los teléfonos celulares, son similares a las lechuzas, pero más fáciles de usar, Ojala Sagitas nos de uno. – Bromeo el mago, aunque una parte de él, realmente quería un teléfono muggle, supuso que dentro de aquella clase sería fácil adquirir uno. – Quiero tomar selfies. – Riendo un poco más, para continuar buscando entre las personas.

 

-Mi carta no decía nada, solo que viniera al aula, así que supongo que no debe estar lejos, ni siquiera se dónde nos encontramos, solo es una ciudad muggle. –Comentó el muchacho a su compañero, intentando ponerse erecto para buscar entre la gente, ¿Dónde se habría metido la bruja?

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Sonrió, si lo conocía.

 

— El mismo que viste y calza... Aunque no un vestido como me gustaría —bromeó. La única vez que había interactuado con aquel chico había sido en una situación bastante rara pero sin duda se había ganado un lugar en su vida.

 

Así que compañeros, bien. Seguro que era bastante agradable tener a Axel como compañero, ya que si la clase no era tan interesante como esperaba por lo menos podía pasarse las horas echándole un vistazo. Reanudó su marcha al lado de su compañero mientras escuchaba como el chico divagaba sobre los teléfonos celulares. Él ya los había utilizado, durante bastante tiempo de hecho, y no le habían agradado del todo.

 

— ¿Qué es una selfie? —Inquirió, sabía sobre el mundo mágico pero no estaba del todo en la onda—. Y bueno, quizá nos de uno pero debes saber que pueden ser tan útiles como mortíferos, esos aparatos tienen un gran poder sobre los muggles... Su vida depende de ellos —comentó un tanto horrorizado.

 

Siguió caminando intercalando su mirada entre el escenario a su alrededor y su compañero, Sagitas no debía estar lejos. Y luego, seguro que no era tan difícil encontrarla, estaba seguro que no muchos muggles usarían el cabello de colores extravagantes. Tan equivocado estaba que el mundo se lo hizo notar haciendo aparecer en aquel preciso instante un grupo de jóvenes con cabellos de todos los colores .

 

— Los muggles son incomprensibles —murmuró a Axel, ahora podía decir por completo que aunque hubiera pasado tanto tiempo intentando parecer uno nunca terminaría por entenderlos.

 

Y fue entonces cuando la vio, detrás de un ventanal.

 

— ¿No es ella? —Inquirió señalando a una mujer de espaldas que lucía un brillante cabello color violeta, sostenido por lo que parecía ser una varita.

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Esperaba la llegada del camarero, sentada en aquella mesa de plástico, mirando a mi alrededor. Me encantaba aquel ambiente muggle, en el que muchos individuos se movían de un lado a otro, pasando de largo de los demás como si no existieran, algunos con diarios bajo el brazo mientras llevaban maletines de cuero, otros con grandes maletas de rueda que arrastraban a duras penas hasta las taquillas. Los lugares elegidos eran muy variados, medio sonreía cuando conocía los destinos. Era muy curiosa, siempre lo había sido. Una persona con delantal negro se puso delante de mí, tapándome la visión global de la estación de autobuses que dominaba desde mi silla.

 

-- Señorita, sus cafés -- dijo el camarero, pues se trataba de él, trayendo los tres cafés que había pedido. Al lado dejó la nota, como si esperara que le pagara al instante. Me hice la sueca (que es una forma de decir que le ignoré). Quería utilizar el dinero muggle delante de mis alumnos, si es que me encontraban, para que vieran como eran de diferentes y a la vez de similares los euros de los galeones.

 

-- Por favor. ¿Puede tapar estos dos con una tapita de esas de plástico? Parece que tardan en llegar.

 

El camarero se fue, murmurando algo. Tomé un sorbo de mi café y quemaba, así que lo dejé de nuevo en la mesa. Empezaba a impacientarme. No era una mujer paciente. Así que miré hacia las taquillas y me gustó el uniforme que llevaban los empleados. El camarero llegó y le sonreí con una pícara sonrisa.

 

-- ¿Podría decirme dónde están los servicios, por favor?

 

Seguí su indicación mientras me miraba y después... Que nadie se entere que desaparecí tras la puerta señalada a volví a aparecer con el mismo traje verde que ellas llevaban y entré con paso decidido en la zona privada de las taquilleras. Colarme no fue difícil, yo siempre llevo mi varita, aunque se lo prohíba a mis alumnos. Saludé de forma ambigua al resto de compañeros y compañeras, me senté en una de las mesas de control y abrí el micrófono al aire, sabiendo que mi voz sonaría en todo el área de la estación.

 

-- Próximo autocar dirección Las Médulas de León, efectuará su salida por el andén 3 en cinco minutos. Por favor, todos los viajeros con destino Las Médulas, persónense en el andén número tres con los billetes en la mano. Se anuncia a los señores Rexdemort y Cillian que sus billetes se encuentran bajo un café, que tendrán que pagar para tener acceso a ellos. Si no consiguen subir al autocar mencionado, se perderán la visita turística a las minas romanas de oro más antiguas de la península y suspenderán su prueba.

 

Sonreí. Aquellos muggles me estaban mirando con cara de "¿Pero qué dice esta loca?". Me levanté, salí de la lugar antes de que detuvieran y, al cerrar la puerta, mi atuendo desapareció en me disfracé de otra profesión. Me iba a divertir en esta clase. Estaba segura.

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No, no era ella.


Un segundo después de que la señalara, la chica se puso de pie y dio media vuelta, dejando así su rostro al descubierto. Así que sí, encontrar a Sagitas en aquel lugar sería mucho más difícil de lo que hubiera pensado en un principio y lo era principalmente debido a que sus varitas se habían quedado atrás. Lanzó un largo suspiró y jaló la mano derecha de Axel para que lo siguiera, debían continuar buscando.


— ¿A dónde vamos ahora?


Sus pasos eran lentos y esperaba que su compañero fuera detrás de él, no quería perderse en aquel lugar. Aunque claro, siempre podía hacer uso de la desaparición para volver a su cómoda recamara en el Castillo Ryddleturn. Un par de negocios más allá una voz pareció surgir de la nada, la conocía. Sagitas les estaba dando su primera tarea.


— ¿Cómo se supone que pagaremos esos cafés? —Por lo menos él no traía dinero muggle encima y seguro que su compañero tampoco, pero no podía asegurarlo—. Estoy seguro de que si intentamos pagar con un par de Scikles Sagitas nos reprobaría sin pensarlo.


Comenzó a caminar hacia la cafetería que había visto un par de metros más atrás.


— Vamos, Axel... Tenemos que apurarnos o vamos a perder ese autobús.


Sus pasos ya no eran lentos y casi podía sentir como golpeaba a las personas que pasaban a su alrededor a cada paso que daban. No esperaba llevar prisa en aquella clase pero al parecer si que haría uso de ella. Y aún con todo, sonreía sin saber porqué.


— Esos deben ser nuestros cafés —murmuró apenas cruzar la puerta—. Entonces, ¿tienes dinero muggle? —Cuestionó sólo para descartar la idea.

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El danés seguía sorprendido, no era la primera vez que se encontraba rodeado de muggles, Axel amaba los muggles, no por nada había decidido abrir un negocio de antigüedades, su colección se componía de vestidos, armas y objetos variados, pero todos esos artículos modernos lo entusiasmaban, y ver a tantas personas con sus teléfonos celulares le parecía excitante.

 

Pero si deseaba aprender más de su tecnología debería encontrar a la profesora y tal como Cillan había comentado, mientras lo seguía de cerca, no quería perderlo también a él. Fue cuando escucho la voz y levanto la cabeza intentando descubrir donde se encontraban.

 

- Dinero muggle? – Miro la cara de su compañero. – No traigo ni un galeón, mucho menos dinero muggle….. en Gringotts no hay alguna casa de Cambio que cambie Galeones por Euros. – Suspiro al empezar a caminar lentamente detrás de Cillan.

 

- Starbucks- Su sonrisa se hizo presente al ver a la sirena del cartel verde de aquel negocio. – Esa es la clave. – No podía esconder su alegría, Axel conocía los Starbucks. – Esos cafés, son los que te decía, las jovencitas muggles adoran tomarse fotos con ellos.Susurró el joven acercándose a Cillan, para que solo él lo escuchara. Al notar que Cillan estaba más preocupado por el dinero.

 

Axel volvió a suspirar, el dinero no se interpondría entre su café y el. Levanto la mirada y busco al mesero. Pudo localizar a un apuesto joven con un delantal verde y una gorra negra, era el único.

 

- Cillan distraelo, preguntale su teléfono, donde está el baño, algo…. Yo me encargo, nos vemos en la puerta del autobús. – Estaba seguro su compañero había entendido el plan, pues solo se adelantó un poco y se encamino hacía al joven hombre.

 

Axel por su parte, miro a todos lados y despeino un poco su cabello, esperaba que algún grupo de personas aparecieran pronto. Cuando su oportunidad llego de improviso.

 

Camino rápidamente entre las personas, cuando por fin llego a la mesa, la cual se encontraba vacía, y tal como lo dijo la voz los dos vasos sostenían unos boletos. – Perfecto. – Susurró el hombre, y volvió a revisar si el único mesero seguía embobado con su compañero.

 

- Alex…. Es Axel, no Alex. – Balbuceó en danés al tomar el café y leer sobre él, para tomar el otro y leer Cillan sobre el otro. Axel guardo los boletos dentro del bolsillo de su pantalón, tomo cada café con sus manos, y camino rápidamente hacia una turba de chicas, las cuales reían y se tomaban fotos con sus teléfonos a sus cafés, Axel solo suspiro.

 

- Misión completa. – Miro triunfante el café y dándole un sorbo sonrió, estaba bastante rico para haber sido robado. – Supongo que lo pagaremos después. – Bajándose de hombros, mientras buscaba a Cillan entre las personas, dudaba que alguien sospechara que era parte del crimen del robo de dos cafés, aunque se estaba demorando. Axel miro su reflejo con ambos cafés en la mano sobre la puerta de cristal del camión indicado. – Quiero una foto con este café. – Dando un nuevo sorbo, levantando la cara en busca de su compañero, ojala no estuviera flirteando con aquel mesero.

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¿Qué? No, espera... Sí.

 

No iba a perder esa oportunidad, claro que no. Al parecer Axel tenía un plan y él lo único que tenía que hacer era distraer a un lindo mesero. Quién sabe, quizá hasta lograba conseguir una cita. No, maldita sea, tenía que sacarse ese pensamiento de la cabeza. Estaba ahí para tomar una clase, no para ligar con desconocidos. Un segundo después de su compañero diera la orden, puso manos a la obra.

 

Camino hasta el mesero y se interpuso entre él y la mesa a la que Axel se dirigía, logrando así bloquear su campo de visión. No sabía exactamente lo que haría su compañero pero si su tarea era distraer al encargado de la mesa, no podía ser algo bueno. Suspiró, de cerca era mucho más lindo.

 

— Disculpa... —Demonios, ¿qué debía preguntar? No quería preguntar dónde estaba el baño—. ¿Tienes algo donde anotar mi número de teléfono? —Sonrió, seguro que el chico le soltaba un puñetazo o algo por el estilo.

 

Pero no, la reacción del chico fue todo lo contrario. En su rostro se dibujó una sonrisa y el Ryddleturn hasta podía jurar que se había ruborizado un poco. ¿Ya habría terminado Axel con su trabajo? En realidad no tenía un número que darle al mesero. Se acercó un poco más y llevó una de sus manos hasta el hombro derecho del chico.

 

— No quiero molestarte, pero has llamado mi atención apenas entrar —insistió.

 

Y ya no lo imaginaba, el chico se había ruborizado por completo.

 

— Puedes, puedes anotarlo en mi celular —murmuró, mientras buscaba en sus bolsillos.

 

Y apenas haberle pasado el pequeño aparato al Ryddleturn, el mesero se percató de que alguien estaba tomando los cafés que Sagitas había dejado sin pagar. Comenzó a ir hacia la mesa pero Axel era rápido y en un momento estaba fuera del local, el mesero intentó ir tras él y Cillian decidió que era su momento para desaparecer, olvidando que aún tenía el celular del chico en sus manos.

 

Salió justo antes de que el mesero volviera y al igual que había hecho Axel, se mezcló entre las demás personas y caminó hasta encontrar el andén que Sagitas les había indicado, el dánes ya estaba ahí con los boletos y cafés en mano.

 

— Creo que tengo algo para que tomes esa foto —comentó ante el último comentario de su compañero que había escuchado casi sin querer—. Tengo el celular del mesero —informó al tiempo que le mostraba un pequeño rectángulo blanco.

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El chófer del autocar lanzó un bufido. La cola delante de la puerta no se movía, los turistas no subían y, encima, parecían entretenerse en hacerse fotos y tomar cafés. Era un trabajo, sólo un trabajo, pero llevaba 24 horas despierto cuando le habían mandado hacerse cargo de ese servicio de visita a los paisajes del Bierzo. Estaba más que harto de conducir sin parar pero no podía evitarlo si quería mantener a su familia. Así que intentó que su malhumor no se reflejara en su semblante y ayudó a una viejecita a sentarse en un lugar cómodo.

 

-- En la última fila -- refunfuñó. -- ¡Cómo no...!

 

Fue lo último que mencionó. Al instante, la mujer dejó de tener apariencia de persona mayor y avanzó hacia la delantera del autobús, mientras se convertía en una conductora de bus. Sagitas guardó su pelo violeta bajo la gorra y se sentó delante del volante.

 

-- No parece muy diferente a mi bus mágico -- murmuró...

 

Apretó un botoncito y las puertas se cerraron de golpe. Un murmullo de quejas de los turistas le hizo apretar de nuevo el mismo para que las puertas se abrieron.

 

-- ¡¡Viajeros al treeeeen!! Esto... ¡Todos al Búuuuuuus!

 

Sagitas movió un poco el volante, apretó levemente los pedales del freno y el acelerador, toqueteó las marchas y...

 

-- ¡Wiiiii! Pónganse cómodos que nos vamos de aquííiiiii...

 

Estaba tan feliz que por poco olvida su cometido. Frunció el ceño y buscó a sus alumnos. ¡Demonios malcarados! ¿Dónde se habían metido? Abrió los ojos, sorprendida. ¿Estaban ligando y haciéndose unas fotos con esas chicas? Apretó varias veces el claxón y les habló, con voz enfadada:

 

-- ¡Eh, ustedes! Si tienen el billete para Las Médulas tienen 30 segundos para montar o cierro puertas y nos vamos sin ustedes.

 

Sagitas se puso bien la gorra y miró al interior del bus. Pasaje lleno de muggles. Carreteras comarcales algo sinuosas entre montañas elevadas y un par de horas por delante. Sí, iba a ser una clase divertida.

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