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Shadowhunters (MM B: 108774)


Akiza Ravenclaw H.
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ʟᴜᴋʏᴀɴ ᴀ. ᴠᴏʟᴋᴏᴠ 

Lukyan estaba por negar el querer algo, hasta que se dio cuenta de las miradas furtivas en las que la pelinegra se le quedaba mirando a los labios, entonces aprovechando que el deseo era por parte de los dos y que la nipona había abultado sus labios en un hermoso puchero, el ruso aprovechando la cercanía en la que se encontraban y que ya había dejado la taza sobre la mesa, acercó su rostro al ajeno, uniendo sus labios en un beso. 

Un beso que fue llevado a más, ya que las ásperas manos de Lukyan se posaron en la cintura de la pelinegra, mientras le recostaba sobre el brazo de un sillón y seguir besándola de forma tranquila, aun cuando quería escalar a no solo besitos tiernos, lo mejor para ambos era llevar las cosas tranquilas y eso lo sabía Volkov. 

—Podemos calentar el chocolate, si quieres... —le dijo sobre los labios de ella, como quien no quiere dejar de besarle, sus manos habían dejado la cintura ajena, discretamente ya la tenía tocando las piernas de Kaori mientras se enderezaba. —o bien podemos ir a mi casa por vodka o algo más, tu decides. 

Lukyan estaba nervioso, aquello que acababa de hacer, probablemente le podía restar todos los puntos ganados que tenia con ella, pero si aquella interpretación en aquel juego de miradas era incorrecto, ¿por qué sintió que su beso fue correspondido?

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Apenas había terminado de hablar cuando sintió los suaves y tibios labios de Lukyan sobre los suyos. Por un instante no supo como reaccionar, mas luego se dejo llevar por la sensación tan placentera de sentirlo tal cerca de ella, de ver reflejado en él el mismo deseo y anhelo de ella.  

Finalmente cerro los ojos dejándose llevar por la agradable sensación de ese beso que aunque en el fondo sabía que era prohibido, sabia a gloria. Dejando que el deseo contenido finalmente se liberará y tomara el control, entre abrió los labios para profundizar el beso, para poder disfrutar de ese juego de labios contra labios que poco a poco iba subiendo de tono.  

Subió una de sus manos hasta enredar los dedos en el negro cabello de Lukyan, siempre se lo imagino así tan suave. Lo atrajo hacia ella al mismo tiempo que sentía las cálidas manos del mago sobre su cintura, la sensación la hizo estremecer a pesar de que estaban sobre su blusa. 

La sensación cálida duro poco pues Lukyan entre beso y beso se las arreglo para proponerle calentar el chocolate, mismo que había quedado en el olvido, o ir en busca de vodka. Las manos que habían estado sobre su cintura ahora descansaban sobre sus piernas, pero aquello era lo de menos. Miró a los ojos del pelinegro entendiendo a la perfección lo que le estaba preguntando y ella era la única que podía frenar esa situación o quemarse. 

--Creo que se me antoja un poco de ese Vodka—respondió mordiéndose el labio inferior y sin apartar la mirada de la de Lukyan.

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ʟᴜᴋʏᴀɴ ᴀ. ᴠᴏʟᴋᴏᴠ 

Decir que se esperaba la respuesta de la pelinegra era una completa mentira, lo que si no era una mentira es que aquella respuesta lo había hecho tan feliz, Lukyan lo estaba tomando como que empezaba a tomar sus sentimientos en cuenta y los correspondía. Aquellos segundos que se quedaron mirando a los ojos acrecentó el deseo compartido, por lo que no dudo ni un segundo en levantarse del sofá, tomando firmemente a una pelinegra de la que no se deseaba separar. 

Al aparecerse en el interior de su casa, aflojo el agarre de la de cabellos negros, pero sin dejar que se aparte, aunque no vio indicio alguno de que fuese ella la que quisiera su espacio, ambos estaban expectantes de lo que haría el otro, ella ya había dado un gran paso, ahora le tocaba a él darlo. 

—Bienvenida a tu casa, siempre que lo desees, puedes venir por un poco de vodka. —hizo uso del juego de palabras antes empleado y volvió a besarla no sin antes cargarla de upa para que no tuviera la necesidad de caminar y llevarla hasta su estudio, donde todos tenían prohibido la entrada si el no los llamaba antes. 

Estando en aquel lugar, busco un lugar para continuar donde es que se habían quedado, ya que el beso por más que sus lenguas se rozaban y se movían como si en un baile se trataba, Lukyan deseaba más, la mano que coloco en primer lugar en su cadera y fue subiendo por su cintura ahora se encontraba cerca del seno derecho de la pelinegra. La otra mano tomó con firmeza el muslo de la pierna izquierda y la hizo que lo enredase en la cadera de este. 

—Kaori, ¿hasta donde? 

Seguía siendo ella la que marcaba el límite, el beso se fue terminando en un hilo de saliva que colgaba del extremo de ambos, aun eran conscientes de lo que hacían, y era eso lo que al ruso dejaba con la sensación de querer más y más de ella. 

—Olvida a Aries... —Era la primera vez que lo decía tan directo, pero si nunca lo decía no se lo tomaría enserió. —Esta puede ser tu casa con la de Sammael. Piénsalo. 

Fue aquella su última palabra antes de volver a besarla, beso que se freno ya que uno de susn empleados tocó a la puerta para hacerle saber que estaba afuera con la botella de vodka que le había pedido al llegar. Lo dejó pasar, luego de que ambos hicieran como que ahí no ocurría nada, aun cuando dentro de aquella habitación podía ocurrir de todo.

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La reacción del pelinegro no se hizo esperar, sin dudar ni un segundo la ayudo a ponerse de pie, la acercaba a él tanto como le fue posible y desaparecieron. La sensación de estar atravesando por un espacio demasiado pequeño se prolongó un poco más cuando sus pies volvieron a tocar suelo firme y sus ojos se adaptaron al cambio de iluminación, reconoció al instante el lugar, aunque esta vez la razón de su presencia ahí era muy diferente a todas las anteriores y fue precisamente el juego de palabras que habían usado y la cercanía del mago lo que se lo recordó.

No tuvo tiempo de decir palabra alguna pues apenas Lukyan termino de hablar volvió a besarla y para su sorpresa cargarla con una facilidad asombrosa, como si fuera tan liviana como una pluma. Una exclamación de sorpresa escapó de sus labios mientras rodeaba el cuello con sus brazos atrayéndolo hacia ella para continuar besándolo. Al poco rato sintió como era colocada con cuido sobre la superficie del escritorio del mago, que con la mano apartaba los objetos intentando hacer algo de espacio para ellos.

Para ese entonces las manos de la pelinegra se habían deslizado hacia el pecho del mago acariciándolo dejándose llevar por la pasión, por el fuego que Lukyan encendía dentro de ella y que la hacían querer más, deseaba tocar su piel, besar no solo sus labios sino todo de él, deseaba todo del él y a juzgar por el recorrido que las manos del mago estaban haciendo sobre el cuerpo de la morena, él quería exactamente lo mismo. Con dedos torpes, llenos de lujuria logro desabotonar un par de botones de la camisa negra que tenía puesta.

Dejo de besar sus labios para besar su cuello, soltó un pequeño jadeo en protesta cuando el rompió el contacto para pregúntale hasta donde iban a llegar, cuando ella lo que deseaba es que él moviera su mano un poco más y terminara por acariciar aquella parte tan sensible. Pero entonces el nombre que salió de los labios de ruso rompió la magia. Lo que menos deseaba en ese momento era pensar en Aries, en que estaba casada y que lo que estaba haciendo a pesar de sentirse tan bien, estaba mal.

Dio un suspiro e intentó acomodar su ropa un tanto incomoda ante la repentina llegada de un empleado con una botella de vodka en las manos. Se bajó del escritorio y se sintió un poco mareada por la situación. No se arrepentía de haber llegado tan lejos con el ruso, pero si quería que las cosas funcionaran entre ellos tenía que arreglar su situación, era obvio que su matrimonio había llegado a un punto del que ya no estaba segura de que tuviera solución, de lo contrario ella no estaría ahí en esa oficina, deseando como deseaba a ese mago de cabello negro.  Esperó a que el empleado saliera de la oficina y cerrara la puerta para finalmente encontrar su voz y pedirle.

—Ayúdame a olvidarlo… has que lo olvide—susurró.

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ʟᴜᴋʏᴀɴ ᴀ. ᴠᴏʟᴋᴏᴠ

El empleado apenas dejó la botella y los vasos, salió de la habitación, dejando a los dos pelinegros ahí mirándose con deseo, Lukyan cambio de lugar la botella y los vasos para volver a poner sobre su escritorio a la morena a la que luego de su suplica la volvió a besar, esta vez, sin miedo, le fue desabotonando cada botón de su blusa dejando ver su escote y parte del sujetador de la morena.

Mismo que empezó a recorrer con sus labios, dejando besos y suaves mordidas en aquella zona, Lukyan se encargaria de borrar de la mente de la morena y de su cuerpo, el recuerdo del rubio. Pegó su pelvis al de ella, regresando a besar aquellos labios tan dulces que tanto le gustaban, al tiempo que su diestra acariciaba sobre el sujetador aquella zona tan sensible.

—Ya que me lo permitiste lo haré, te haré olvidarte de todo.

Ya una de sus manos estaba tocando la piel de la morena, recorriendo de arriba hasta el filo del pantalón ajeno, el cual empezó a desabrochar para deshacerse de aquella prenda al igual que había hecho con la blusa que ahora se encontraba en el suelo de su estudio, junto con su camisa qué la morena se había encargado de quitársela.

Por un momento, el estudio le parecía el lugar menos indicado para estar con ella, por lo que la cargo para llevarla hasta su habitación, sabiendo que la gente que atendía su casa eran personas discretas y si es que los miraban pasar no saldría nada de ellos.

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Luego de su pedido la pelinegra recurrió a la oclumancia para volver a colocar en un rincón apartado de su mente todo lo que la mención del nombre de su esposo había removido en ella. No deseaba que le arruinara ese momento, ya le había dado mucho de al rubio y a él simplemente no le había importado, ahora lo que quería es que a ella tampoco le importe, algo dentro de ella le decía que los besos y caricias de Lukyan lograrían ese cometido.

No puso ningún tipo de resistencia cuando el pelinegro volvió a besarla, por el contrario le correspondió con igual o más pasión dejándose llevar por el fuego que sentía y que amenazaba con quemarlo todo. Luego de su pedido la morena notó que él ya no se estaba conteniendo, dejando de lado el miedo que quizá tenia porque ella lo detuviera. Las manos hábiles de él pronto le quitaron la blusa, Kaori arqueo levemente la espalda dejando escapar un suave gemido cuando sintió el cálido aliento del mago seguido de besos húmedos a lo largo de su cuello, bajando hacia sus pechos ahora expuestos para él.

—Es lo que deseo… te deseo a ti Lukyan —susurró entre besos y caricias. Cuando al fin logro quitarle la camisa se delito por un momento con la vista del fornido torso del moreno, deslizo su mano por su abdomen recorriéndolo, dejándose llevar por la suavidad y calidez de su piel sobre la yema de sus dedos, hasta que se detuvo en la tela del pantalón, decidiendo que esa prenda estorbaba, que aún había demasiada ropa cubriendo sus cuerpos.

Al parecer no había sido la única en notar ese hecho pues sintió que el pelinegro también quería deshacerse de sus jeans, aunque luego se detuvo, como si recordará algo importante, sin previo aviso y sin explicación alguna la volvió a cargar esta vez llevándola a una habitación que imagino y era la de él. Nunca antes había estado ahí, por un momento sus ojos curiosos recorrieron el lugar pero pronto su mirada fue a parar en la de él, que se había quedado inmóvil nuevamente, como si esperara que ella saliera corriendo.

—Está bien… quiero esto… lo deseo… te quiero… te necesito— dijo con total sinceridad mientras acariciaba el suave cabello negro de Lukyan para luego bajar la mano hacia su mejilla acariciándola, acortó la distancia  para besar sus labios, un beso suave, lento, cargado de todo lo que él despertaba en ella, no sabía si era amor, pero ciertamente era un sentimiento que la abrumaba y a veces la asustaba un poco.

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La había bajado al llegar a su habitación, pero la mantuvo pegada a su cuerpo con ayuda de sus brazos qué rodeaban su cintura, por un momento creyó que ella iba a salir corriendo, pero en su lugar volvía a confirmarle qué lo deseaba tanto o más de lo que él la deseaba a ella. Se dejó llevar por el beso que había iniciado la morena, sus manos aprovecharon la cercanía por el beso y en menos de un segundo, ya habían desabrochado el botón del jeans y bajado el zipper para poder quitarle esa prenda. 

La fue recostando sobre su amplia cama, era la primera vez luego de tanto tiempo que compartía aquella cama con otra mujer que no fuera la mujer por la que ahora era viudo, pero estaba completamente seguro de querer estar así con Kaori, quien era la única que lo hacía cometer aquel tipo de locuras. Procuró sacarle el jeans, mientras sus manos acariciaban la piel desde sus muslos hasta las puntas de sus pies. 

Aprovechó que le estaba alzando las piernas para sacarle los pantalones de mezclilla y empezar a dejar un camino de besos húmedos en dirección de su feminidad que aún se encontraba cubierta por unas bragas del mismo color que el sujetador de la nipona. 

—Que hermosa te ves. —le dice cuando deja de besar la cara interna de los muslos de ella para darse un minuto y verla semi desnuda sobre su cama, fue quitándose su pantalón, le parecía lo más justo antes de volver a abordarle con un camino de besos que empezaron en la punta de sus pies, hasta sus labios los cuales beso con el mismo deseo que ella le había transmitido con sus palabras. 

Fue quitando el sujetador para que sus manos en medio del beso ocupará su lugar, estas se movieron sobre ella generandole más caricias, de esa forma volver a escucharle gemir como la había escuchado minutos antes.

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Sus palabras y sus besos tuvieron el efecto deseado, Lukyan la fue guiando hacia la enorme cama mientras desabrochaba sus jeans para empezar a quitarlos, pronto se encontró recostada cooperando para que finalmente la prenda desapareciera. Cerro los ojos deleitándose con el placer que le generaba sentir las caricias y besos que el pelinegro iba dejando a lo largo de sus piernas, subiendo por sus muslos, tan cerca y a la vez tan lejanos de su centro. 

Un gemido escapo de sus labios al sentir su cálido aliento cuando se aparto lo suficiente para decirle que se veía hermosa, una sonrisa se formo en sus labios mientras abría los ojos justo a tiempo para verlo deshacerse de sus pantalones negros, ahora estaban en igualdad de condiciones. La vista fue sin duda un sueño, era realmente hermoso verlo así para ella, podía notar su excitación a través de la tela de los bóxer. No pudo evitar sonrojarse levemente al darse cuenta de ella era quien había provocado todo eso en él.  

Con tan solo la ropa interior cubriendo sus partes íntimas, el moreno empezó nuevamente un camino de besos que fueron subiendo desde sus pies, hasta sus muslos, cuando llego a una parte sensible de su abdomen Kaori se retorció de placer, un estremecimiento la recorrió por completo haciéndola soltar un nuevo gemido. Las manos de la bruja acariciaron su cabello, sus hombros su espalda, ahí dónde podía alcanzar mientras él seguía subiendo hasta llegar nuevamente a sus labios.  

El beso no duró mucho pues al igual que él, ella quería explorar cada parte de su anatomía, deleitarse con su dulce sabor y agradable aroma. Dejo besos húmedos con pequeñas mordidas en su cuello bajando hasta sus hombros pero estos se detuvieron cuando sintió que las manos del pelinegro finalmente acariciaron sus senos, la sensación fue indescriptible más cuando las suaves caricias fueron reemplazadas por su cálida y húmeda boca, sintió que podía alcanzar el cielo en ese momento, arqueo la espalda retorciéndose de placer mientras nuevos gemidos escaparon de sus labios. 

Todo su cuerpo parecía haber despertado de un largo letargo, sentir cada caricia y beso que Lukyan le daba con sentida adoración, la estaban llevando al borde y deseaba que él sintiera lo mismo. Con un suave movimiento, como si de una danza que sus cuerpos llevaban practicando desde siempre, la pelinegra quedó a horcajadas sobre él, era su turno para recorrer con besos su cuerpo, para saborearlo deseaba encontrar el punto exacto que lo haría estremecer.

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Aquel par de montañas no era a lo unico qué deseaba acceder y eso lo tenía muy claro, cuando sus manos iban acariciando los muslos de ella, quien luego de un intercambio de caricias era ahora él quien estaba recostado sobre la cama con ella sentada a horcajadas sobre él y lo más importante sobre su virilidad que aún se encontraba bajo su bóxer. Lukyan tenía sus manos en las caderas de Kaori, le estaba llevando el ritmo del vaivén de caderas que había iniciado la pelinegra el cual quedo intermitente, ya que de cierta forma se debía mover ya que empezó a recorrer con besos húmedos los pectorales y otras partes del cuerpo del moreno. 

Soltó varios suspiros y gemidos cada vez que cada mano o labios de Kaori, le propinaban un beso o una caricia en su cuerpo al desnudo, ya que la última prenda que le quedaba, la morena decidiera qué sobraban al momento de dejar besos en su hingle haciendo que el también se sintiera como en las nubes al igual que ella, pero Lukyan extrañaba el besarla, así que la tomo de la mano y la jalo hasta besar sus labios. Aquello se había puesto duro, acababan de cruzar el punto de no retorno, más cuando la prenda inferior de la nipona también había abandonado su cuerpo. 

Aquella habitación luego de esas acciones se había convertido en un campo naval de besos, caricias, gemidos y suspiros arrancados sin pudor alguno, ni Kaori  y mucho menos Lukyan se sentían culpables de lo que estaba ocurriendo ahí, ambos se estaban entregando al deseo que sentían uno por el otro sin importarles las consecuencias de lo que eso podía  ocasionarles.

Así que cuando todo acabó a las horas, el ruso se quedó acariciando la espalda de Kaori que ahora parte del tatuaje de serpiente que tenía tatuada en su espalda también tenía adornando las marcas de sus dientes al igual que él tenía rasguño en su espalda y hematomas con pequeñas marcas de dientes en sus pectorales. 

—Estoy muy enamorado de ti... —susurro mientras le dejaba besos en la espalda baja. —¿Puedo tatuarme una mamba negra en la pierna derecha?

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La posición en la que habían quedado era sin duda privilegiada para los dos, sus miradas se cruzaron y entonces descubrió que había algo más que la simple lujuria, ella lo quería, le deseaba, le necesitaba, sus labios volvieron a unirse, deseosos, suaves torturadores que empezaron un camino descendente a lo largo de su pecho en una línea errática, hambrienta de todo lo que podía ofrecerle, de todo lo que tenía ante ella, hasta que se acabó topando con el borde de su última prenda interior, hasta la barrera que marcaba el punto de no retorno, si liberaba su cuerpo de aquella prenda, no habría vuelta atrás, sería imposible detener lo que habían comenzado. Y lo hizo, con dedos ágiles y suaves deslizó la gomilla de la cintura por su cadera, recorriendo sus piernas aprovechando para acariciarlas en toda su extensión, olvidando aquella prenda en algún lugar antes de volver a prestar atención a la zona que antes cubría, para acariciarla con sus dedos antes de acariciarla con su lengua, llevando aquella parte de su anatomía a su boca para acariciarlo con su lengua de la misma manera que había acariciado otras zonas, llevándolo casi al límite.

Entonces él la tomó de la mano atrayéndola hacia arriba para que sus bocas una vez más se encontraran, tomándose su tiempo para saborearla y notar como sus lenguas parecían fundirse entre sí suplicando más. Las manos del pelinegro no perdieron tiempo retirando así la última prenda que cubría el cuerpo de Kaori, ambos notaron la excitación del otro cuando sus partes se encontraron, un jadeo salió de sus bocas pero fue amortiguado cuando volvieron a besarse, morderse, y acariciarse para con suaves, y tortuosos movimientos de cadera, permitirle la entrada a su interior, acto que culminó en un suave gemido de placer.

Se quedaron quietos por un momento dejando que sus cuerpos se adaptaran, disfrutando del momento que ya era perfecto y sólo podía ser mejor, tan sólo lo miró, con los ojos brillantes de placer y excitación, recorriendo su pecho con delicadeza, mientras sus caderas se movían con sutil firmeza, sin prisa, pero sin pausa, aquella era una tarde para disfrutar. Sus dedos se hundían en sus brazos, en su pecho, en su espalda al mismo ritmo que sus gemidos y jadeos se escapaban de su pecho a través de su garganta. Sus cuerpos se unían, aumentando poco a poco el ritmo de unas embestidas profundas, como si pugnaran por llegar hasta el mismo fondo de su alma, de sus mentes, como si pudieran acariciar con aquel acto esos lugares intangibles que nadie acariciaba.

Sus uñas, recortadas se hundían en su piel, marcando los caminos del gozo y el placer, del éxtasis más abstracto y a la vez tangible, porque Lukyan no sólo había conseguido colarse bajo la ropa de la morena, no sólo había conseguido abrir sus piernas, se había medido bajo su piel y a cada lenta y profunda embestida, aporreaba las barreras de su alma, de su corazón, amenazando con invadirlo todo. La pelinegra se sentía enloquecer con cada embestida, cada beso, cada roce, cada breve instante que le miraba a sus profundos ojos ámbar.

Y todo era el placer que su cuerpo recibía y contenía, todo era lo que albergaba que se sentía a punto de estallar, sus jadeos se habían transformado en gemidos, y sus gemidos en gritos que inundaban la habitación, la casa, en gritos que a duras penas lograba ahogar contra su boca, contra sus labios, contra su piel, mientras sus caderas chocaban en busca de más placer, se sentía extrañamente segura. Caminaba por una cuerda floja, pero para ella era como si caminara por el más sólido de los pavimentos, y aun así se aferraba a él, a sus brazos a su espalda, como si fuera el único bote salvavidas en un naufragio, como si fuera capaz de insuflarle vida con tan sólo desearlo.

Y mientras sus cuerpos se devoraban, sus almas se buscaban y se encontraban. Aquel era el punto de no retorno, un paso, un milímetro, incluso simplemente asomarse al otro lado, podría condenarlos al infierno, aunque sin duda alguna sería un infierno ardiente y placentero, y pese a su prudencia, pese a que sabía que debería mantener la distancia, no sólo no lo hizo, sino que se aseguró de arrastrarloe con ella, de cruzar no una línea, sino varias, de condenarle a su lado. Y así fue como el éxtasis llegó, aferrada a su espalda, aferrada a sus labios, ahogada en sus ojos y embriagada de su olor y su sabor, llegó entre gritos de placer y espasmos de locura, llegó como un apocalipsis que se desata después de haberse cocinado a fuego lento durante el tiempo suficiente para que los daños fueran devastadores, y sus piernas se aferraron en torno a sus caderas con suficiente fuerza como para no dejarle escapar, para no dejarle nunca escapar, para invitarle, demandarle, exigirle que se hundiera en ella una vez más mientras liberaba su propio placer dentro de ella, porque lo quería todo, su cuerpo, su alma.

Cerró los ojos disfrutando de los suaves besos que él depositaba en su espalda, con tanto mimo y la delicadeza con la que la trataba después de tanto placer fueran inconmensurables, impensables. Entonces se descubrió pensando que quizá ella no merecía tanto a cambio de… tan poco. Porque Kaori actualmente no podía ofrecerle lo que él deseaba, lo que él merecía. Porque aún estaba casada pero sobre todo porque tenía miedo de volver amar, sin embargo justo en ese momento se sentía incapaz de alejarse o de alejarlo. Tan solo considerar esa posibilidad le acuso dolor. La voz del pelinegro rompió el hilo de sus pensamientos.

—Porque quieres tatuarte y manchar tu piel…—le respondió girándose para poder verlo, deslizo su dedo índice por su pecho, su mirada lo recorrió por completo —así eres perfecto… tan sexy y guapo —Añadió sonriendo. Aun le parecía un sueño estar así con él. ¿Cómo es que la invitación a tomar chocolate caliente había terminado así?

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