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Prueba de Animagia #6


Suluk Akku
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Un nuevo grupo de alumnos estaba listo para realizar la prueba de la Animagia, Suluk nuevamente estaba feliz de saber que eran menos de 5 los que podrían presentarla. Esta vez serían dos personas que se conocían bastante bien y lo habían demostrado en la clase: Mei Black Delacour y Thomas E. Gryffindor - Debo saber por qué todos mis estudiantes se conocen, no es normal que pase tan seguido - En las últimas pruebas había tenido incluso familiares y viejos amigos, le parecía muy raro que todos hubiesen podido desarrollar dicha habilidad, pero ese no era un motivo para negarles la entrada al portal y ya estaban listos.

 

- La hora ha llegado, espero que hayan descansado mucho - Fueron las palabras del mensaje que escribió la arcana y que sus estudiantes podrían leer. El camino no sería fácil, dado que tendrían que superar 4 obstáculos antes de poder ingresar a la Gran Pirámide. Dichos obstáculos serían realizados por magia muy poderosa que solo podía realizar Suluk con su Vara de Cristal. Sus dos aprendices solo podrían llegar hasta la zona externa de la isla, una vez en dicho lugar podrían comenzar a caminar para superar cada uno de los obstáculos, pero no podrían volar ni aparecer para cruzar la isla.

 

- Espero que hayan pensado mucho y tengan la mente preparada para lo que tendrán que enfrentar - La arcana no estaba segura de lo que habían hecho sus aprendices en su tiempo libre, pero esperaba que hubiesen seguido sus indicaciones o tendrían muchos problemas antes y durante la prueba. La arcana saltó y tomó la forma de una gaviota ártica, era uno de los privilegios que tenía al portar uno de los 7 anillos de arcanos. Los obstáculos serían diferentes para cada uno de los aprendices debido a que sus formas animales eran bastante distintas y debían afrontar retos particulares.

 

- Esta no sería una prueba mía si no tiene un obstáculo que tiene que ver con el clima - Pensó, la arcana aterrizó en una zona totalmente despejada y en donde predominaba la ausencia de los árboles. Al lugar solo se podía llegar por dos caminos, cada uno de los magos tendría que tomar uno de ellos al llegar a la isla para poder llegar hasta dicho lugar. No obstante, para salir de su camino y llegar al claro tendrían que superar su primer obstáculo. El espíritu del Gran Lobo comenzó a realizar su trabajo y muchos destellos comenzaron a salir de la Vara de Cristal de Suluk.

 

El camino de Mei fue bloqueado por dos grandes huracanes, sabía que para los pájaros no sería una tarea fácil de superar y podría morir en el intento, así que esperaba que dominara bien su forma mágica. En el caso de Thomas apareció una gran pared de hielo que no se podría romper de ninguna manera, él tendría que pensar como pasar al otro lado solo con sus manos, dado que tampoco podría utilizar su magia para continuar con su camino.

 

- Algo que los haga pensar en sus formas animales y lo que han experimentado hasta ahora - El segundo obstáculo se realizaría en el claro, su collar soltó dos bolas que los estarían esperando para entrar en contacto con ellos. Cada uno experimentaría una situación completamente diferente, solo ellos podrían verla. Incluso Suluk no tenía idea de lo que pasaría, pero sabía que sería un obstáculo muy interesante y que los dejaría cansados emocionalmente.

 

El cuarto obstáculo sería el laberinto de todas las pruebas, seguramente ya lo conocían pero siempre cambiaba de forma y era como si fuera la primera vez en su interior. El tercer obstáculo lo tendrían que superar antes de ingresar al portal, Suluk había decidido utilizar nuevamente a la esfinge. La criatura les realizaría una pregunta única sobre su aprendizaje y sus vivencias durante la clase con Suluk, y esperaba que respondieran correctamente o intentaría matarlos.

 

- Esto es todo, tendrán lo suficiente para demostrar que pueden llegar hasta la Pirámide - Suluk sabía que era muy complejo aprobar una prueba y solo los mejores podrían llegar así que necesitaba poner obstáculos difíciles para asegurar que hacían parte del selecto grupo de magos capaces de afrontar la prueba de la Animagia. A la arcana le encantaba entrar a la Gran Pirámide aunque hacía mucho calor y le daba miedo perder a alguno de sus estudiantes, sería muy decepcionante para la arcana más antigua perder a un alumno dentro del portal.

 

- Bienvenidos - Los estudiantes habían terminado de realizar todo y habían logrado alcanzar la Gran Pirámide, cuyas puertas habían sido abiertas previamente por Suluk junto con su Vara de Cristal - Han aceptado la realizar la prueba antes, pero las reglas indican que debo realizarles una nueva pregunta - La anciana no entendía la razón por la cual debía preguntarle a los estudiantes si se sentían preparados para presentar la prueba, pero debía cumplir con las reglas incluso si no le gustaban.

 

- Supongo que han leído los documentos del Ministerio de Magia: El Portal de las Siete Puertas y Breves apuntes sobre las Pruebas de las Habilidades y saben a qué se van a enfrentar durante la prueba o incluso ya han experimentando pruebas para otras habilidades y saben lo que ocurrirá al interior del portal. Así que quiero saber algo: ¿Desean realizan la prueba de la Animagia? - Esperaba que su respuesta fuera positiva, ninguno de sus alumnos le había dicho que no, aunque ya tenía un caso de un alumno que ni siquiera había logrado superar los obstáculos.

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Había vuelto a casa luego de haber oído las indicaciones de la maestra Akku en la última clase, pero además de ello, había practicado lo más que había podido su transformación, la cual poco a poco iba dominando cada vez más, sólo debía darle el toque de perfección que requería antes de la prueba, pero el tiempo se le venía encima y aún le faltaban algunos detalles por terminar, pero a pesar de cómo había salido aquel día de la clase, ahora se sentía más confiada que en aquel entonces.

 

Había un detalle que Suluk no había notado -o eso creía-, y que ella tampoco había mencionado por temor a que se retractara de hacerle la pregunta, y era el hecho de que, durante la clase, no había aprendido a volar. No, nada, ni un poco, las situaciones que habían surgido en el entrenamiento no se lo habían permitido, y así se había ido de la misma. Sin saber qué hacer al respecto. Aunque allí, en los terrenos de su familia había practicado arduamente, ayudada todo el tiempo por Lys, quien había hecho de maestra particular en el arte del vuelo. Sí, al menos ahora sabía planear vientos suaves, pero aún no había dominado del todo las velocidades, las alturas, y el aterrizaje siempre solía ser a trompicones. Pero algo era algo.

 

Salió de la mansión en cuanto recibió el mensaje de la Arcana, el cual había estado esperando con ansias desde hacía días, y por fin había llegado. Estaba lista, decidida a enfrentar lo que sea que se encontrara esta vez. Era su segunda prueba de habilidad, y aún tenía muy fresco en su mente todo lo que en la anterior había sucedido, ¿esta sería parecida?

 

Lys – dijo sorprendida, al ver pasar a la inquita jobberknoll muy cerca de ella, surcando el aire y haciendo una voltereta para caer en picada hasta donde se hallaba ella, pero antes de que se estrellara, estiro en su máximo sus alas, amortiguando la caída y apoyándose suavemente en su hombro derecho –. Ah… no sé si te permitirán acompañarme, no creo que a la Arcana le agrade mucho.

 

Le acarició la cabeza levemente, a modo de despedida, pero inmediatamente recibió un picotazo en forma de queja.

 

¡Oye! Está bien, pero sólo me acompañarás hasta la isla, en cuanto toque tierra allí, volverás a casa, es una orden.

 

 

 

 

Tardó algunos minutos en llegar hasta la orilla de la isla, pero allí estaba. Sola. O mejor dicho, era la única bruja allí por el momento, pues Lys aún se hallaba en su hombro, observando todo con sumo interés, como si todo aquello le causara mucha curiosidad. Miró de un lado al otro, intentando encontrar a Thomas, pero no lo vio. «Espero que hayan pensado mucho y tengan la mente preparada para lo que tendrán que enfrentar» oyó la voz de la maestra Akku, a la cual asintió, sabiendo que ella podría verla desde donde sea que se hallara.

 

Bien, pequeña, adiós. Deséame suerte – le susurró a la jobberknoll, acariciándole por última vez la cabeza y dejando que alzara vuelo para regresar a la mansión Delacour.

 

Aspiró hondo y lanzó todo el aire de sus pulmones de una sola vez, observando la despejada zona, algo que le extrañó, el hecho de que no hubiese árboles por los alrededores, lo único que se veía era un camino de piedra trazado toscamente, el cual comenzó a seguir.

 

Estaba atenta, sabía que la primera prueba llegaría pronto, a fin de cuentas aún no había tenido obstáculo alguno que cruzar, ¿de qué se trataría aquella vez?

 

Pero entonces, como respondiendo su pregunta, todo sucedió de forma sumamente repentina: en un chasquido, su transformación a gorrión comenzó, aunque no intencional, sino casi como algo forzado y automático; y antes de que pudiese preguntarse el por qué, un viento huracanado la azotó tan fuertemente que la hizo dar varias volteretas sobre el suelo y arrastrarla un par de metros atrás.

 

¡Maldición! Trató de sujetarse lo más firmemente posible sus afiladas pero pequeñas garras sobre el suelo, evitando salir despedida nuevamente. Aquello era algo que definitivamente no esperaba, pero viendo lo que tenía por delante, no tenía más opción que intentar avanzar en aquella forma. Dio un saltito, luego otro, y otro más, avanzando poco a poco a través del viento tan violento, pero aquello no estaba dando reales resultados. Progresaba poco, realmente muy poco, y si seguía intentando lo mismo terminaría por perder la prueba, a fin de cuentas no se podía decir exactamente de que no le costara trabajo alguno dar aquellos saltitos para intentar avanzar.

 

Agitó nerviosamente las alas. Si deseaba pasar el primer obstáculo, debería de volar, era la única opción que le quedaba. ¿Estaba inquieta? ¿Insegura? ¿Asustada por lo que podría llegar a suceder? Claro que sí, pero sin más opción, esperó hasta que una de las embestidas cesó y entonces extendió sus alas, elevándose en el aire gracias al viento. Como pudo planeó e intentó mantenerse en la misma posición, por lo menos hasta estar segura y comenzara a avanzar lo más que pudiera.

 

Pero entonces, un nuevo viento huracanado la embistió, esta vez desde un lado, y mandó al cuerno todo su intento por mantenerse en equilibrio. Perdió el control por completo y se vio envuelta en el descontrolado viento de ambos huracanes, sabiendo que tarde o temprano se daría de lleno contra el suelo, causándose daño. Cerró los ojos, y fue entonces cuando sintió una embestida repentina, pero nada similar a lo que ella esperaba, era una embestida suave, o mejor dicho, más un empujón que otra cosa. Agitó fuertemente las alas y logró volver a ponerse en curso, y avanzar una buena distancia en esta oportunidad. ¡Lo había logrado! Pero no sola, pues a último momento, alcanzó a echar un vistazo por detrás de ella y ver un punto azul perderse en la niebla que cubría el lago alrededor de la isla.

 

Volvió a centrarse en su avance, agradeciéndole internamente a su querida Lys por aquel empujón tan literal. Luchó unos buenos minutos contra los huracanes, hasta que al fin llegó a un claro, e inmediatamente el viento disminuyó repentinamente, por lo que dio un par de volteretas algo desprolijas, hasta que llegó al suelo nuevamente, aterrizando con un tropezón que intentó disimular lo más posible.

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<<Eso era lo que esperaba escuchar>> eran las palabras que aún rondaban por los pensamientos del apuesto mago del linaje de los leones de Ottery; frase que la Arcana de Animagia había pronunciado delante de sus antiguos compañeros en el aprendizaje de la habilidad en los terrenos hostiles del zoológico de Los Ángeles. Pese a que Thomas se sentía seguro de que estaba listo para enfrentar una vez más el portal en la Pirámide del Ateneo, le llamaba mucho la atención que Suluk confiara en sus estudiantes del modo como lo demostró aquella tarde; hecho que le incentivó a entrenarse aún más duro mientras esperaba el mensaje proveniente de la esquimal, el cual le indicaría que debía presentarse en las inmediaciones del perímetro seguro y permitido donde se llevaría a cabo la prueba que lo ligaría al anillo de la inuit. <<Rosália y Sajag depositaron su fe en mí... La maestra Akku también lo ha hecho... No los decepcionaré>> cavilaba el muchacho con optimismo la noche anterior a que Tanis le hiciera entrega de una misiva proveniente de la Universidad por la mañana; carta certificada que le pedía que asistiera al sitio del reto inmediatamente, cerciorándose a la distancia que efectivamente el Gryffindor había descansado lo suficiente como para poder tener la entereza de encarar los obstáculos sin decaer en pleno trayecto hacia el área definitiva donde la anciana de orbes grises aguardaría por sus dos pupilos. -Rhaenya... tus amos están al tanto de mi deber como aprendiz de habilidades. Sólo diles que acudí al llamado de Suluk, y que pidan a Merlín por mi salud e integridad- platicó el medimago a la elfina de su mansión familiar, justo antes de salir hacia la fachada de la morada fenixiana con tal de conformar una puerta tridimensional con su varita, la misma que materializó su cuerpo vestido con ropas ligeras de lino albino en las orillas de la recordada ínsula que por tercera oportunidad visitaba con entusiasmo.


-No recordaba haber estado en esta zona de la isla... la ausencia de árboles me asusta un poco, me siento un tanto desprotegido y observado por alguien desde todos los ángulos. Vaya vista privilegiada que adquirió la veterana, eh- masculló en voz alta el patriarca de los Granger, al mismo tiempo que sus pies se encaminaban inquietos y ansiosos a través de un tosco sendero de piedras afiladas que delimitaban una especie de senda que indudablemente tendría que cursar para poder llegar al centro. <<¿Qué se traerá entre manos?>> reflexionaba con aquella chispa de curiosidad innata en él, tratando de imaginarse todo lo que la bruja de Groenlandia pondría como barreras; pero su intuición quedó corta cuando sus órbitas se abrieron como platos al vislumbrar una gran pared de hielo que le impedía continuar con su ruta de viaje. Sin pensarlo dos veces y luego de inhalar una bocanada de aire que expandió sus pulmones vírgenes; optó por desenvainar a "Lion" para hacer el encantamiento que acabaría con dicha molestia, pero para su incredulidad y asombro, su varita no funcionaba. <<¿Qué es lo que haré ahora?>> se cuestionaba mientras rascaba su cabeza con insistencia, mismo gesto que le hizo memorar que estaba en una prueba de Animagia, y como tal debía sacarle partido a su habilidad y no a su destreza de pelea como solía hacerlo en las batallas contra los miembros nefastos de La Marca Tenebrosa.


Fue así que su fisonomía varonil y encantadora comenzó a mutar, variando en un rostro muy amistoso que luego se acompañó de extremidades velludas y largas que se entrelazaban con una graciosa cola que se movía con un sutil vaivén al compás del viento. <<Las piedras>> pensó acertadamente, recordando el camino que lo había conducido desde su arribo hasta la pared gélida. Poco a poco, y con la astucia propia a la de su especie primate, el mono araña acarreó más de una decena de piedras hasta los pies de la muralla y, sin permitirse un margen de duda que lo retrasara aún más, empezó a clavarlas con fuerza en el hielo con el propósito de conformar un tabique de escalada que no demoró en subir con la desenvoltura que le caracterizaba. Al llegar a la cima de la estructura, Thomas no pudo evitar recordar su aventura con Badru en el desierto sobre aquella plancha vertical caliente que tuvo que sortear con Mei, por lo que emitió un simpático grito antes de deslizarse con ayuda de su cola para direccionar la última piedra que le sirvió como plataforma para no quemar su cuerpo con el hielo. <<Bien Elros, lo hiciste>> se auto-motivó al aterrizar, sin problemas, en lo que parecía ser un claro muy peculiar que no paraba de sembrar en él una pizca de inseguridad emocional.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Agitó nerviosamente las alas, como quitándose todo el estrés de encima de la situación por la que acababa de pasar. Por un momento pensó que todo iba a salirle mal, pero al final lo había logrado, y le agradecía enteramente a su fiel animalito que había insistido en seguirla hasta allí, aunque había terminado por desobedecerla en parte.

 

Observó de un lugar a otro el lugar, el claro estaba totalmente tranquilo, o eso parecía a primera vista, ¿qué sería lo que se avecinaría de inmediato? Y como respondiendo a sus pensamientos, una bola luminosa que había estado flotando en el aire por encima de ella se precipitó hasta donde se hallaba y la embistió, pero no sintió ningún golpe, fue como si la bola la absorbiera o algo así. Cerró los ojos, dejándose embargar por la sensación de ingravidez, hasta que volvió a sentir sus pequeñas patitas sobre la tierra una vez más.

 

Abrió los ojos, notando que parecía hallarse en el mismo lugar que antes, pero en esta ocasión habían más árboles, además, una neblina particularmente densa rodeaba todo, obstaculizando su avanzada vista. Giró para un lado y para el otro, esperando por saber qué debía hacer, hasta que, repentinamente, de entre el pesado silencio que la había envuelto hasta el momento, se oyó por lo alto el piar de algunos pichones. Inmediatamente, su instinto se activó, por alguna razón supo que se trataba de un nido el cual estaba a su cargo, eran sus crías, y debía encontrarlas.

 

Alzó vuelo con algo de dificultad, elevándose para poder obtener una mejor vista de los alrededores y encontrar el nido. Pero no fue tan sencillo, la neblina no sólo se hallaba en tierra, sino que en las alturas también, ¡y seguía casi igual de densa! Planeó, intentando dejarse guiar por su oído, hasta que el piar volvió a oírse, esta vez de forma más clara, encontrando al fin su ubicación. Como había hecho anteriormente, comenzó un descenso en espiral, acercándose al árbol donde el piar se hacía más intenso.

 

Estaba a punto de alcanzar las ramas más firmes, pero entonces, algo salió de entre las ramas de otro árbol tan repentinamente que la asustó, haciéndole perder el equilibrio, justo a tiempo para evitar un ataque directo hacia ella. El animal pasó zumbando a su lado de una forma violenta, con claras intensiones de herirla, por lo que, como pudo, logró recuperar la estabilidad y se ocultó entre algunas ramas y hojas. Agudizó lo más que pudo su vista, pero no lo alcanzaba a ver. Sí, sabía lo que era, había alcanzado a reconocerlo. Un águila, la cual tenía todas las intensiones de devorarla, como así también a su nido.

 

Entonces, el águila reapareció, dirigiéndose a ella nuevamente en un ataque frontal directo. Se dejó caer, abriendo las alas para hacer un descenso en picada, aprovechando el reducido tamaño que tenía para pasar por entre las muchas ramas que había una al lado de la otra. El águila, a pesar de todo, la persiguió, intentando alcanzarla, pero por suerte logró llegar a un área donde las ramas estaban tan juntas y eran tan gruesas que casi se vio enredado entre ellas.

 

Mei descendió lo más que pudo, quedándose en un área segura. Debía hacer algo para alejar al águila de aquel lugar, o terminaría por devorar tanto a los pichones como a la Delacour convertida en gorrión. Y no, la magia aún le impedía el convertirse en humana nuevamente como para poder alejarla de una forma más simple, entonces, ¿qué debía hacer?

 

Comenzó a dar rápidos y nerviosos saltitos por entre las ramas, buscando el nido, hasta que por fin lo halló. Se hallaba en una zona segura, el lugar era accesible, sí, pero aún así se podía llegar, ella lo había hecho sin demasiados problemas. Observó a los pichones, eran dos, una hembra y un macho, lo cual la hizo sentir inevitablemente conectada a ellos, ¿aquello sería casualidad?

 

Trató de hacerlos callar, no deseaba delatar aún más su ubicación, pero era inútil, las crías tenían demasiada hambre como para quedarse calladas. Permaneció alerta, sabiendo que tarde o temprano los encontraría, y debía hacer algo, aunque no sabía aún el qué. Fue entonces cuando repentinamente apareció, sacudiendo sus alas y mostrando sus enormes garras, arrancando las pocas ramas que hacían de escudo al nido.

 

No lo pensó, sencillamente actuó llevada por el instinto, aprovechando aquella fracción de segundo en el que sus garras sujetaban las ramas y la posición en la que estaba el pecho del ave rapaz quedaba al descubierto, se lanzó con todas sus fuerzas a ésa área. Fue un golpe certero, con una fuerza potenciada gracias a su fuerza paladín, que lanzó hacia atrás al águila, haciéndola retroceder y chillar del dolor. Aquello fue suficiente para hacer cambiar de planes al ave, la cual dio media vuelta y comenzó a marcharse, evidentemente herida ante el golpe recibido.

 

 

 

Abrió los ojos, y para cuando se dio cuenta, había regresado a su forma humana, y ya no estaba en el claro, ¿o sí? Tal vez la entrada al laberinto había aparecido allí luego de haber superado el segundo obstáculo.

 

Antes de ingresar al mismo, hizo un rápido chequeo de su propio cuerpo, comprobando que se hallaba bien, y su varita estaba en su mano derecha. Soltó un largo suspiro y sin más, volvió a aspirar, llenándose de coraje para entrar al laberinto.

 

Sí, aquella prueba ya la había hecho antes, el laberinto era una parte fundamental para llegar a la pirámide, y por ende, el mismo constaba de magia, haciendo cambiar de lugar los pasillos para formar nuevos y diferentes formas de salir de allí, por eso cuando entró no reconoció ninguna parte por la que avanzaba, aunque de todas formas no le sorprendía, su memoria realmente era pésima.

 

Sopesó por un momento el convertirse en gorrión y hallar la salida volando hacia arriba, pero en cuanto lo intentó, notó que una fuerte presión caía sobre ella, prohibiéndole aquella rápida y conveniente solución.

 

Está bien, lo haré a la antigua – murmuró, de malas, a media vez que podría haber aprovechado de forma ventajosa su forma animal, no se lo permitían.

 

Avanzó por los angostos pasillos, echando escrutadoras miradas a cada nuevo cruce de pasillos, pensando en cuál sería mejor para tomar, pero parecía ser algo en vano. Gruñó en cuanto se encontró por quinta vez con un callejón sin salida, ¡maldición, quería salir de una buena vez de allí!

 

De pronto, una fría brisa se coló por los pasillos, haciéndola temblar de frío por un momento, y mientras se abrazaba a ella misma para tratar de protegerse del viento, una idea llegó hasta ella. Rápidamente calculó la dirección del viento, la cual era en diagonal, y acto seguido, sacó su varita y murmuró un “oriéntame” sencillo, indicándole de esa forma dónde se hallaba el norte.

 

Su memoria, mala en ocasiones, pro aquella ocasión no la traicionó y recordó por dónde había entrado, su dirección había sido desde sur a norte, por ende… debía seguir la dirección del viento, así encontraría la salida.

 

Comenzó a correr sin pensárselo dos veces, ayudada a su vez por su varita, la salida debía hallarse cerca, el viento se iba haciendo notar cada vez más a medida que avanzaba, ¡ya faltaba poco!

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<<No recuerdo haber pasado por este claro antes>> reflexionó con algo de intriga el Gryffindor, avanzando en su forma animal con mucho cuidado; observando con detalle cada rincón del perímetro que cobijaba a su organismo de personalidad extrovertida que no paraba de razonar con duda acerca de las verdaderas intenciones de la Arcana con sus dos aspirantes. <<Suluk es una mujer muy misteriosa, eh... pese a sus años, no deja de sembrar una luz de jovialidad en sus estudiantes con sus enseñanzas>> volvía a pensar para sus adentros, recordando aquellos momentos en que estuvo at portas de lanzar la clase al demonio tras sentir que su maestra no confiaba en él ni en sus métodos como mago. Pero fue en eso, justo cuando su mente volvía a despejarse de aquellas inseguridades, que una radiante y resplandeciente cuenta de hielo del collar de la inuit le dejó pasmado; incentivándole a seguir con su camino directamente hasta donde se hallaba tal preciado objeto que atraía a la nieve y del cual se le conocían varios mitos y leyendas, tales como ésa que narraba sobre la propiedad de transformación de la mismísima agua congelada en gemas dotadas de facultades mágicas increíbles. <<Maravillosa>> caviló asombrado luego de cogerla en su mano izquierda; hecho que desató una reacción en cadena que terminó por encandilar sus ojos hasta sumergirlo en un profundo sueño del que no despertaría tan fácilmente. Ahí, en medio de los brazos de Morfeo, se plasmó la figura de Thomas siendo humano al interior de lo que parecía ser un circo. A lo lejos se podía ver a un hombre con un látigo en la mano, azotando a un grupo de monos que se negaban a hacer lo que él les ordenaba. -¡Animales del demonio! Hagan caso... o los mataré a correazos- era lo que aquel sujeto muy despreciable vociferaba, lanzando una serie de golpes que desataban el dolor en sus pequeños amigos. Elros se sentía indefenso, vulnerable y sin fuerzas para frenar dicha abominable acción. De alguna forma, él sentía las heridas de los primates floreciendo en su piel humana; llagas que le ardían a tal punto que cayó de rodillas al suelo con los ojos llenos de lágrimas. <<Detente... por favor... no lo hagas, detente>> meditaba con tristeza, sin poder explayar vocablo alguno ante lo despiadado que era aquello que veía con recelo.


-¡Ya basta!- gritó el patriarca de los Granger desde lo más profundo de su corazón, auto-desgarrándose el alma con aquel vozarrón que cautivó la atención de aquel tipo que no dudó en aproximarse hasta él en actitud de muy pocos amigos y desafiante. -¿Qué es lo que dices, mocoso entrometido? ¡Lárgate de mi circo! si no quieres que yo mismo te saque a patadas- exclamó el malnacido, levantando su mano con ansias de golpear al fenixiano; el cual detuvo en el aire la extremidad del agresor. -Eres un poco hombre... un animal que no tiene consciencia de sus actos. Me avergüenzas... por humanos como tú, las criaturas no nos quieren. El respeto se gana- declaró con molestia el veinteañero; cogiendo el látigo con tal de lanzarlo lejos, justamente a la jaula de los leones, donde ellos mismos lo destruirían. Había hecho justicia, y eso le enorgullecía. Su misión era proteger a los más débiles, y en esta oportunidad sus carismáticos parientes se lo agradecieron. Poco tiempo después, Thomas abrió nuevamente los ojos en el claro; parecía que había dormido horas por el dolor bajo el cuello que le daba tirones en las orejas, siendo aún un bello ejemplar de mono araña. <<Abuso de poder, maltrato... como odio a esos tipos crueles que torturan a los animales>> gruñía con desasosiego en su mente, viendo cómo la bola de la bruja de Groenlandia desaparecía en su mano para abrirle el paso a la entrada del laberinto.


<<Árboles y setos del tamaño de un hombre... vaya, a ti sí que te recuerdo>> fue la frase lúdica que surgió en las deducciones psíquicas del vidente convertido en animal; optando por avanzar a través del sendero místico que cambiaba de dirección con cada oportunidad que el paladín posaba su presencia allí con ansias de llegar hasta el núcleo de la isla. Poco a poco la oscuridad y el frío fue colmando el ambiente, tanto así que una sensación de miedo se forjó en su espíritu sin previo aviso. No estaba solo; eso lo sabía muy bien al tener todos sus sentidos afinados al cien por ciento. <<Merlín>> caviló alterado cuando se lanzó de un salto a uno de los árboles del lugar, logrando evadir una potente mordida que trituró la corteza del roble. Se trataba de un enorme cocodrilo sacado de las aguas del Nilo para devorarlo de una única mascada. <<Santo Dios>> fue lo que soltó Thomas a través de un chillido de auxilio que se escuchó por doquier; revoloteando y trepando por todos lados a la siga del descomunal reptil que no paraba de embestir los obstáculos que lo separaban de su presa. El cansancio, la fatiga y la falta de aire le pasaban en cuenta, pero no debía decaer; no estaba en sus valores el dejarse morir ante la adversidad. Saltó, corrió y escaló como pudo; hasta que finalmente logró salir victorioso del laberinto, adoptando una vez más su forma humana frente al espejismo del yacaré que se desvaneció con un soplido del viento que también meció sus revueltos y transpirados cabellos rizados de tonalidad carmesí. -Ya pasó, Elros, ya pasó- se sosegaba el adolescente, tomando la posición fetal sobre la tierra a la espera de recuperar en parte sus energías para continuar.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Corrió a toda prisa, viendo que al final del pasillo por el que había ingresado, al final del mismo se hallaba una zona más abierta. Trató de aumentar la velocidad, alcanzando a ver un portal, el cual de seguro la llevaría hasta la entrada de la pirámide.

 

Estuvo a punto de lograrlo, pero justo al salir del laberinto, algo que se atravesó en su camino de un solo salto, por lo que tuvo que detenerse de forma abrupta. Ahí, justo por delante de ella e interceptando su paso se hallaba una criatura con cuerpo de león, alas de ave y la cabeza de una mujer que la observó muy atentamente.

 

La esfinge comenzó a caminar de un lado al otro, como intentando poner nerviosa a la Delacour, lo cual logró sin mucho esfuerzo. Mei apretó fuertemente la varita, de nada valía usar su magia en aquel momento, el animal hablaría de un momento a otro, pero no lo hizo sino hasta que la mujer dio un paso vacilante, como intentando probar a la criatura.

 

–«Este portal llevará a los alumnos Thomas y Mei hacia el lugar donde tanto desean llegar, allí donde la prueba definitiva se tomará y de su resultado resultará en la nobleza de llegar a lo más alto o el abatimiento de caer a lo más profundo – dijo de forma casi poética –. Pero, para poder llegar, mi acertijo se deberá contestar. ¿Estás lista?»

 

Asentí con la cabeza, tragando saliva al notar que se me había resecado la boca.

 

–«Puede crear una guerra o terminarla y darte la fuerza de mil hombres o también dejarte totalmente indefenso. ¿Qué soy?»

 

Volvió a tragar. No era buena con los acertijos, nunca lo había sido realmente. Aspiró aire, y cerró los ojos. No podía ser demasiado difícil, incluso ella podía llegar a saberlo, estaba segura de ello, pues era algo que la tocaba muy de cerca.

 

¿Por qué se originaban las guerras? Conflictos de muchos tipos, esa parte no era demasiado clara. Entonces, ¿qué daba fuerza a una persona, pero a la misma vez dejarlo indefenso? En su caso lo tenía muy claro, su fuerza venía desde sus sentimientos, desde el querer proteger a toda costa a sus seres amados, ellos le daban fuerza día a día para luchar y lograr lo que pocos podían; como así también, tenía muy claro que ese era su punto débil, si algo llegaba a sucederles…

 

Esperen… la guerra de Troya… – habló sin pensárselo. Claro, aquella vieja historia relatada en la Ilíada y en otros relatos poéticos, aquella guerra, según esos relatos, había sido originada debido al rapto de Helena, la amada de Menelao.

 

–«¿Esa es tu respuesta final?»

 

¡No, no! La respuesta es: el amor.

 

La esfinge la miró fijamente, hasta que, y sin decir palabra alguna, se apartó, dándole paso para poder ingresar al portal.

 

 

 

Apareció en la entrada de la pirámide, desde la parte exterior. Recordaba aquella entrada, y cuerpo al parecer también, pues su corazón comenzó a latir fuertemente, a la vez que un fuerte nerviosismo la embargó, pero de todas formas entró a la misma, encontrándose con que Suluk ya se hallaba allí, a un lado del Portal de las Siete Puertas y dentro del círculo donde la serpiente se mordía su propia cola.

 

Mei permaneció fuera del círculo por el momento, sabía que la mujer tenía unas palabras que dedicarles, y aún faltaba por llegar Thomas, o eso creyó, pues al cabo de unos pocos minutos, el muchacho llegó, colocándose justo a su derecha.

 

La Arcana los recibió entonces, y comenzó a hablar. Mei asintió varias veces con la cabeza, hasta que al final, oyó la última pregunta a responder antes de entrar al portal. ¿Estaba realmente segura de que quería seguir?

 

Sí, maestra, deseo hacer la prueba – respondió al fin. Sí, temía lo que podía encontrarse del otro lado del portal, lo que había experimentado su primera vez había sido algo que la aterró, dejándola con una incertidumbre tan grande como sus miedos, pero eso no la detendría en aquel momento, no con todo lo que había logrado. Si debía enfrentarse a una situación así en el futuro, debía fortalecerse, hacerse cada vez más poderosa, y aquella era su oportunidad.

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<<Inhala... exhala... Muy bien, sigue así Elros>> se auto-motivaba el Gryffindor, conservando aún la misma y cómoda posición sobre la tierra a la salida del laberinto; dando gracias a Merlín por haber salido con vida de aquella travesía infernal que lo enfrentó a un brutal cocodrilo que estuvo a pasos de devorarlo. Si las cuentas no le fallaban, aún le restaba sortear un obstáculo más para llegar al Ouroboros; barrera que obviamente sería muy complicada de pasar, al igual como aquella vez en que Sajag lo orientó con la música de su bansuri para que no perdiera el rumbo y lograse arribar victorioso al salón circular donde le aguardaba su máximo desafío. -He llegado hasta la pirámide... ¡Grandiosa construcción ancestral eh! Debe ser antiquísima. Jamás se me ha pasado por la mente el preguntarle a un Arcano sobre la leyenda que Mr. Pippin relata a todos los estudiantes cuando ingresan a su despacho para inscribirse a una habilidad- reflexionaba en voz alta el fenixiano, al mismo tiempo que se ponía de pie, con el propósito de sacudir sus ropas ligeras níveas (que ahora parecían ser de color café mimetizado por las manchas de lodo que se manifestaban por doquier) y posar sus orbes esmeraldas en la cima del monumento del Ateneo. Fue así que el apuesto muchacho extrovertido decidió continuar con su misión, avanzando hasta los escalones que lo conducirían hasta donde Suluk lo esperaba; pero cuando sus pies tocaron el cuarto peldaño de piedra, una inesperada aparición desde el cielo le dejó con los nervios alterados. Se trataba de una esfinge; una bestia con tendencias algo violentas que tenía el cuerpo de un león: grandes patas con garras y una cola larga y amarillenta que terminaba en un mechón castaño. Su cabeza, sin embargo, era la de una mujer de finos ojos almendrados tonalidad avellana; mismos que se fijaron curiosos en la fisonomía espantada del chico de escasos veinte años de edad. "Un pastor tiene que pasar un lobo, una cabra y una lechuga a la otra orilla de un río, dispone de una barca en la que sólo caben él y una de las otras tres cosas. Si el lobo se queda solo con la cabra, se la come; si la cabra se queda sola con la lechuga, se la come. ¿Cómo debe hacerlo?"


<<¿Un enigma?>> caviló el patriarca de los Granger, recordando que dichos seres mágicos gozaban con poner en serios aprietos a los humanos con sus difíciles acertijos. ¿Por qué Suluk pondría una prueba así? ¿Qué tiene que ver esto con mi aprendizaje? ¿Un hombre, una cabra, un lobo y una lechuga? Eran los cuestionamientos que se formulaba el medimago del Control de Comercio Universal; pensando en una rápida solución antes que la esfinge intentara asesinarlo por su evidente osadía al estar ahí. -Claramente esto trata sobre la cadena alimenticia del ciclo de la vida de los animales... como cuando el cocodrilo intentó comerme... o cuando el oso me atacó en la reserva canadiense tratando de proteger a sus crías- hablaba solitario hacia el cielo, meditando en una salida viable que le permitiera el paso a la estancia con la estrella de cinco puntas. -Ya sé... esto es una maniobra totalmente astuta, querida... El pastor pasa primero a la cabra, la deja en la otra orilla y regresa por el lobo. Al cruzar, deja al lobo y vuelve con la cabra. Luego deja la cabra en el sitio del comienzo y cruza con la lechuga. Finalmente deja la lechuga con el lobo y vuelve por la cabra. Así termina pasando a los tres sin que nadie se devore- respondió con una radiante sonrisa tras su raciocinio; argumentos que fueron válidos ante la criatura oriunda de Egipto, la misma que se elevó por los aires hasta perderse entre las nubes. <<Suluk sabe muy bien lo que hace... Todo lo que viví en el Lago Moraine, en Los Ángeles y aquí... se unen en un tema tan delicado e importante como lo es el ciclo de la vida>> concebía psíquicamente el Gryffindor mientras su brújula prosiguió con su caminar hasta que su silueta masculina cruzó el umbral donde se hallaba la inuit con Mei. <<¿Tendrán algo de fruta y agua?>> se cuestionó dubitativo.


-Me alegra verle, maestra Akku. También a ti, Delacour. Se te ve entera... gracias a Morgana- bromeó el chico con su amiga y Líder de bando; guiñándole su ojo izquierdo mientras se ubicaba a su flanco derecho, en señal de complicidad por todas las aventuras que habían tenido que pasar juntos. -Sí, mentora... Soy digno de probar mi fortaleza ante el portal. Acepto con gusto enfrentar la prueba de la Animagia con todo mi entusiasmo y sabiduría. He leído todos los documentos que el Ministerio me entregó cuando Pip permitió mi presentación ante usted. ¡Estoy listo!- exclamó con agallas el retoño menor de Annick y Elvis, vislumbrando con añoranza aquella serpiente que se mordía su propia cola en el suelo al interior de la mitológica pirámide que custodiaba su organismo mortal por tercera oportunidad. -Eso sí, Arcana... me gustaría comer algo antes... mi apetito es algo... voraz- finalizó.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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- ¿Comida? Creo que estás en el lugar equivocado - El lugar en el que se encontraban no era un restaurante al cual podían llegar a pedir comida y Suluk mucho menos era la encargada de servirle y ser su mesera. Estaban en dicho Pirámide para afrontar la prueba de la Animagia y por suerte los dos habían aceptado realizarla por segunda vez. La arcana no entendía por qué debía preguntar tantas veces lo mismo, pero eran las reglas y debía seguirlas aunque no le gustaran o le parecieran inútiles.

 

- Cada uno recibirá un anillo del aprendiz con el cual podrán comunicarse conmigo desde el interior y será su anillo del animago en caso de aprobar la prueba - Suluk se acercó a la estrella de cinco puntas en donde se encontraban los anillos para cada una de las pruebas, en el caso de animagia eran lisos y plateados. La arcana tomó dos y estiró su mano para que cada uno pudiera tomar uno y colocarlo en el dedo que desearan.

 

- Estos anillos también tienen otra función que espero no tengan que utilizar. Si sienten que no pueden continuar la prueba o que ya no quieren seguir, podrán avisarme mediante el anillo y yo me encargaré de sacarlos del portal - La arcana pensó un momento sus palabras antes de continuar - Solo recuerden que una vez salgan, no podrán ingresar nuevamente y no podrán adquirir la habilidad de la Animagia - Suluk estaba orgullosa de decir que sus estudiantes nunca habían fallado la prueba y esperaba que ellos no fueran los primeros.

 

- Un último detalle, aunque seguro ya lo saben. Los anillos se van a personalizar una vez hayan logrado aprobar la prueba. Estaré esperando acá para poder ver la nueva forma de cada uno - La arcana estaría muy concentrada esperando su regreso, aunque seguramente el clima sería totalmente diferente a su regreso - Y me faltaba decir que será un medio de comunicación eterno entre nosotros, una vez sean animagos tendrán la habilidad de comunicarse conmigo en cualquier momento - Los animagos habían utilizado dicha capacidad con mucha sabiduría y sabía que no sería una excepción.

 

- Con respecto a la prueba, debo decirles que no podrán adoptar sus formas animales al interior. Deberán demostrar que son capaces de dominar su forma animaga pero en su forma humana - La prueba era muy difícil debido a esa regla, pero la propia arcana la había realizado y sabía que solo los mejores eran capaces de superarla - Además, tampoco lo necesitarán - Suluk sabía que sí, pero deseaba darles un poco de tranquilidad antes de ingresar al portal. En su última prueba uno de sus estudiantes había tenido una prueba muy extraña y todo el tiempo había creído que estaba en su forma animal, pero sabía que era un tema mental y no la prueba del portal.

 

- Por otro lado, deben saber que el portal siempre juega con sus mentes y puede llevarlos al lugar y momento que quiera. Espero que vengan preparados para enfrentarse a cualquier cosa - A la anciana le encantaría conocer las pruebas con anticipación para preparar mejor a sus aprendices, pero eso nunca pasaría y debían convivir con dicha restricción impuesta por el portal - Lo único que les pido es que sus mentes no se dejen afectar por lo que vean, deben entender que es una prueba y que posiblemente nada de lo que vean es cierto - Si algo podía hacerlos perder la prueba, era perder la habilidad de diferenciar entre lo verdadero y lo falso.

 

- Eso es - Su Vara de Cristal apareció en sus manos y comenzó a emitir destellos como siempre lo hacía antes de iniciar una prueba. El portal reaccionó a la magia del Espíritu que se encontraba en la vara de la mujer y se abrió por completo - Es hora de presentar su prueba, la prueba permanecerá abierta hasta que ambos hayan regresado o hasta que el portal lo considere necesario - Todo estaba listo para dar inicio a la prueba, solo debían ingresar para poder iniciar su aventura dentro del portal.

 

- Sé que les irá muy bien, estaré esperando pacientemente acá - La anciana se quedó parada al lado del portal para observar la entrada de cada uno de sus aprendices - Al menos esta vez no he perdido estudiantes en el camino como la última vez - En su anterior prueba, Edmund había desaparecido y desde esa vez no lo había visto nuevamente, aunque sabía que en cualquier momento se presentaría para realizar su prueba.

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-Está bien, maestra Akku... Para otra ocasión deberé andar con una cantimplora siquiera- respondió Elros a las palabras de la inuit, la misma que demostró cierto nivel de desagrado ante la petición inesperada de comida y agua por parte del joven Gryffindor, quien lo había encontrado de lo más normal luego de que Sajag le tuviese un recipiente lleno de fruta fresca para recuperar energías antes de cruzar el portal de la Videncia aquella pasada ocasión. -Entiendo a la perfección todo lo que usted nos relata, Suluk... y agradezo la confianza que ha depositado en mí y también en Mei. Estoy seguro que ninguno de los dos la va a defraudar... Se lo juro por la memoria del mago Merlín que así será- exclamó con confianza el paladín, no olvidando coger el anillo plateado y liso del aprendiz sobre la mano de la anciana; el cual le serviría como medio de comunicación con ésta durante el transcurso de la prueba. <<¿Personalizar? Eso sí que es tener estilo, eh>> caviló sonriendo; imaginándose el sinfín de posibilidades que tenía dicha joya mágica para adoptar una vez que saliera victorioso de aquel reto que estaba a escasos minutos de iniciar. -¿Cómo es eso? O sea que... ¿No podremos usar nuestra forma animal? Es una indicación que no me agrada del todo, mentora... pero debemos obedecer sus directrices. Así que está bien. Enfrentaré esta tarea complicada siendo un simple humano más... Sólo espero que el portal sea benévolo conmigo y que no torture ni frustre mis deseos de poseer esta maravillosa habilidad que usted nos inculcó- manifestó con una cuota inesperada de nerviosismo, mirando de reojo a la Delacour mientras la Vara de Cristal de la bruja emitía una serie de destellos que encandilaron a las esmeraldas órbitas del medimago ansioso por verse adentro de su último obstáculo antes de ser considerado un animago. -Muchas gracias por sus buenos deseos, maestra... Y Mei... te espero sana y salva a tu regreso o al mío, amiga. Por favor, cuídate mucho ¿Vale?- pronunció el chico sin vacilaciones, logrando dibujar una bella sonrisa en su rostro justo antes de desviar su centro de atención hacia el portal; el mismo que no dejaba de llamarlo.


<<La mente serena... el espíritu tranquilo... Inhala, Exhala... Otra vez, Elros>> eran los vocablos que repetía el patriarca de los Granger cuando su cuerpo mortal se sumergió en aquella puerta tridimensional zafírea que lo trasladaría a una realidad absolutamente diferente a lo acostumbrado por él. Sus orbes no tardaron en abrirse en medio de un hostil panorama que involucraba tinieblas y una tormenta que azotaba con potencia las copas de los árboles de un frondoso sitio que parecía ser una selva. Así era; Thomas estaba en medio de África en el siglo XIX, cuando una pareja de ingleses y su hijo escaparon de un barco en llamas, y terminaron en una vacía y deshabitada costa, donde construyeron una casa en uno de los miembros más diversificados de la vegetación de la zona salvaje con los restos de su nave para poder vivir hasta su eventual rescate. No eran sus manos ni eran sus pies los que jugueteaban alzados sobre el aire, pero sí era su consciencia la que comandaba aquel cuerpo que se mojaba con el agua. La escena cambió drásticamente desde la ternura al horror, pues un leopardo ingresó en la vivienda y dio muerte a ambos adultos, evocando un potente llanto en el bebé encarnado en Elros, el cual incentivó a una gorila de los alrededores para adentrarse en aquel peligroso lugar, y salir huyendo con el niño antes de que el felino lo asesinara. -Ta... Tarzán- fue el nombre que resonó en sus pensamientos, tal como si el primate le hubiese hablado en su mismo lenguaje; comprendiendo que ése sería su nexo.


Posteriormente, todo el ambiente se nubló y una densa neblina blanquecina cegó a Elros, hasta el punto que su cerebro perdió la noción de aquel refugio cálido que le brindaba Kala; cambiando a una circunstancia distinta donde ahora poseía el cuerpo de un hombre joven casi desnudo, de no ser por un taparrabos café que cubría sus partes íntimas. <<¿Dónde estoy? ¿Quién soy?>> se preguntaba a sí mismo, mientras analizaba sus manos desde las palmas y luego ambos dorsos, pudiendo ver un anillo en su anular zurdo que vibraba tenuemente. Mentalmente habían transcurrido 20 años después del panorama inicial, y Tarzán ya era un esbelto adulto que se convirtió en un experto trepaárboles y columpialiánas, desarrollando una gran fuerza y resistencia para sobrevivir a los peligros de la jungla. Ahora bien, no era solamente el hijo de aquel matrimonio fallecido, sino que su hábil consciencia estaba siendo ocupada por el aprendiz de Animagia que aún no lograba habituarse a los hechos. -Oye Tarzán... ¿Vienes al agua?- preguntó una voz grave proveniente de un elefante que apareció justo a su espalda, asustándole de sobremanera, a tal punto de que resbaló con una rama y cayó sentado en el piso. -¿Quién eres tú?- consultó Elros, a lo que el animal contestó con un fuerte sonido emitido gracias a su enorme trompa; respuesta que ahora no pudo deducir, en el preciso instante que un gorila apareció desde lo alto de un árbol, y empezó a empujarle con insistencia hacia el interior de la selva sin saber hacia dónde se iban, pues no podía comunicarse.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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¿Comida?

 

Parpadeó varias veces, sorprendida con el pedido que hacía Thomas. No sabía si se trataba de una broma o hablaba en serio, pero la verdad es que, por lo menos a ella, le pareció algo descabellado. Lo que recordaba de su primera y hasta el momento única prueba, la de Nigromancia, Báleyr no les había ofrecido nada de ello, aunque de haberlo hecho, habría sido algo realmente inesperado, a fin de cuentas la personalidad del viejo Nigromante no podía decirse que era de ser una persona my atenta.

 

Sus pensamientos se vieron interrumpidos al comenzar a hablar la Arcana acerca de lo que seguía, lo cual ya tenía una idea, pero de todas formas escuchó con suma atención. Con cuidado, tomó uno de los anillos que la anciana les ofrecía y se lo colocó en el dedo meñique de la mano derecha, pegado a aquel anillo ya de su propiedad que representaba su poder sobre las artes nigrománticas. El contraste de colores y formas era notable, era fácil distinguir cuál era un anillo de práctica y cuál no.

 

Una nueva noticia la sorprendió, dejándola algo perpleja. ¿No podrían transformarse una vez atravesaran el portal? Entonces, ¿cómo sería posible el demostrar que eran aptos para adquirir la habilidad? Le lanzó una fugaz mirada a su compañero, pero él parecía estar concentrado en otras cosas.

 

Nunca podría prepararme mentalmente al completo para enfrentarme a ese portal ― susurró una vez más, mientras la maestra Akku abría el portal que correspondía a la Animagia, pero rápidamente cambió su actitud, ya había aceptado, y estaba decidida a enfrentarse a lo que sea que le esperara del otro lado ―. Gracias, Maese ― respondió ante los buenos deseos.

 

Sonrió levemente por primera vez desde que había llegado a la orilla de la isla, las palabras de la Arcana le habían dado cierto ánimo que en ella no parecía haber al principio.

 

Cuídate tu también. Nos vemos cuando salgamos de allí, victoriosos ― le deseó al muchacho, mientras lo observaba entrar de primero al portal.

 

Aspiró profundo, y dando un paso tambaleante, atravesó el portal, sintiendo que todo le daba vueltas, la cabeza, el cuerpo, el alma…

 

 

 

 

Abrió los ojos con pesadez, sintiendo como si acabara de despertar de un largo sueño, a la vez que el canto de unos parajillos resonaba en ella, comprendiendo su canto a la perfección, su melodía de felicidad ante la llegada de un nuevo día. Se refregó los ojos, intentando que su vista dejara de estar nublada y poder ver lo que la rodeaba.

 

Era un cuarto pequeño, contaba con algunas pocas cosas: una cama, en la cual se hallaba acostada y bien arropada, una mesita de luz y una doble puerta justo a los pies de la cama, indicando que se trataba de un armario. ¿Dónde estaba? El lugar se le hacía muy familiar, la poca decoración, la presencia de apenas unos contados juguetes; y sobre todo, ¿qué hacía allí?

 

«Ah, sí, la prueba de…»

 

La puerta de entrada a la habitación se abrió en ese momento, por lo que giró la cabeza para ver. Su boca se abrió levemente al quedar petrificada por unos escasos segundos. Aquella figura, alta y de cabello largo, y con rasgos tan familiares y, a la vez, parecido a los suyos propios, notó que ella ya estaba despierta, por lo que sonrió de una forma en la que sólo una madre podía hacerlo.

 

Buenos días, cariño.

 

El aire escapó de forma involuntaria de sus labios. Aquella voz, era ella, era ella…

 

Su reacción fue algo instintiva, sólo atinó a quitarse las sábanas que tenía encima, levantarse de un solo salto y dirigirse a toda velocidad hacia ella, abrazándola fuertemente por las piernas. Sintió que algo se removía dentro de ella, haciéndola temblar y produciendo que un mar de lágrimas cayera desde sus ojos, por sus mejillas, uniéndose en su barbilla.

 

Mami…

 

Un nuevo sonido llego a ella, el de un pequeño pichón piando.

 

Pequeña, ¿qué sucede? ― oyó que le preguntaba Gabrielle con dulzura, acariciándole el cabello, y agachándose para poder estar a su altura y abrazarla fuertemente también.

 

Ante aquel gesto, sólo en ese momento se percató de lo extraño que había sido eso, o el hecho de que apenas llegara un poco más arriba de sus rodillas. Abrió los ojos y miró a un lado del hombro de su madre, notando que justo en un rincón, próximo a una ventana donde se hallaba un pequeño nido de aves, había un espejo. Su apariencia era totalmente distinta a lo que recordaba: no alcanzaba el metro de altura, y sus facciones eran mucho más redondas, más lisas y suaves, con rasgos menos definidos, brazos y piernas pequeñas y delgadas, y unos grandes ojos color chocolates que observaban su reflejo con sorpresa. Su apariencia era el de una niña de no más de cuatro o cinco años a lo sumo. Era ella de niña.

 

¿Estás bien? ¿Tuviste una pesadilla? ― volvió a hablar la mujer, esta vez sobando tranquilamente su espalda.

 

Yo… s-sí.

 

Un nuevo llanto surgió en ella, pero esta vez uno distinto, uno que sólo una niña podía tener, uno cargado de sentimientos puros, sin importar lo que pensaran de ella, uno con el objetivo de demostrar sus reales emociones. Miedo y angustia, eso era lo que comunicaba aquellas lágrimas, el dolor de una niña que había tenido un sueño largo, casi de toda una vida, donde muchas cosas malas le sucedían, y también buenas, pero que al despertar, todo se había evaporado. Eso sentía, y eso creía, perdiendo de vista la realidad que la sumergió a esa situación, y el piar insistente de aquel pichón de gorrión justo del otro lado de la ventana, exigiendo la atención de sus padres.

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