Jump to content

Prueba de Animagia #6


Suluk Akku
 Compartir

Publicaciones recomendadas

<<Esto me huele mal... sí, aparte de mí>> pensó Thomas mientras era correteado por el gorila hacia un incierto destino que, obviamente, su mente ajena desconocía. Creía no estar loco ni demente al haber entendido, en una primera instancia, las palabras de aquel enorme elefante preguntándole sobre si deseaba acudir al agua; por lo que se limitó en dejarse llevar por el primate mientras, en el trayecto, meditaba en una buena solución para salir de dicho meollo que ya le provocaba cierto dolor de cabeza al estar sumergido en un mundo de confusión que no le era para nada de habitual. El sonido del gorila cada vez era más potente, denotando el grado evidente de emoción que sentía la criatura acorde avanzaba; pero Elros no conseguía oír nada más que un simple gruñido encabezado por la vocal "u" que no podía comprender en lo absoluto. Fue en eso que su cuerpo "casi desnudo" se dejó entrever en un vasto claro que terminaba en una especie de río que separaba dos tierras hermanas. En las aguas se hallaban decenas de gorilas; disfrutando, gozando y compartiendo entre ellos; armonía que se rompió con la llegada de Tarzán junto a Terk, la antropoide que le había traído hasta ahí. <<¿Qué sucede aquí? ¿Por qué me miran de esa forma tan cruel? ¿Es que acaso hice algo malo?>> se cuestionaba el hombre salvaje, al mismo tiempo que Tantor, el paquidermo, pasó corriendo como un niño por su lado y se lanzó al manantial en un fugaz chapuzón que culminó por empaparlo por completo, además de dejar sin la mitad de agua al río. -¡Hey, tú! Sí, te hablo a ti... ¿Sabes lo que hacemos aquí?- preguntó el veinteañero a la gorila, quien le miró dubitativa al no entender el lenguaje coloquial que su amigo estaba empleando; hecho que la instó a responderle con las típicas "u" que no ingresaban ni por si acaso en los registros de discernimiento del Gryffindor. Al percatarse Terk de que algo no andaba bien con Tarzán; le tomó fuertemente del brazo y lo llevó a un sitio oculto donde poder dar espacio a la plática que ambos se debían. Claro estaba que Elros no entendió ni una sola frase que la primate trató de expresarle, tanto así que terminó por frustrarse.


-¿Sabes? No sé lo que intentas decirme... Te va a sonar raro, pero no me es familiar tu lenguaje, lo siento. Es que yo... en verdad, no soy la persona que tú cre...- alcanzó a pronunciar el aspirante a animago, debido a que la gorila le propinó un certero golpe de puño sobre su cabeza para ver si algo cambiaba en su amigo de toda la vida. Aquel mazazo doloroso provocó que la visión del muchacho se nublara por escasos segundos, haciendo que su mente lograra re-alinearse una vez más a través del vibrar de su anillo de prueba, el cual le instaba a seguir con el desafío que el portal le había interpuesto. <<La Legilimancia ¿funcionará?>> se consultó inquieto al tratar de reflexionar; así que decidió mirar profundamente a los ojos a la gorila con el afán de leer lo que ésta estaba pensando, suceso que no funcionó del todo y que también terminó con otro golpe en la cabeza tras sentirse intimidada por el humano. -Tarzán... ¿te encuentras bien?- fue la frase que escuchó con precisión al retornar a la lucidez; sonriendo al haber encontrado, casualmente, la manera de comunicarse una vez más con los integrantes de la tribu de los monos africanos. -Un poco adolorido, pero bien- contestó el adolescente tras incorporarse una vez más frente a la gorila. -Tienes que ponerte en forma, Tarzán. Hoy es el reto contra Sabor, por si tampoco lo recuerdas- dijo Terk muy ansiosa. -¿Sabor? ¿Quién es ése?- preguntó el chico, incentivando a la primate a alzar su brazo en señal de volverlo a golpear si no razonaba. -Sabor, pues. Es el asesino de la selva, amigo- refutó. Palabras que erizaron los pelos de punta en el Granger, quien deseaba salir corriendo por los matorrales de la jungla antes de hacerle frente a algo que podía matarlo, tal como aquel cocodrilo imaginario que por poco lo devora en el laberinto.


Lo que sucedió a continuación fue más extraño aún; debido a que el escenario cambió drásticamente y ahora su organismo ya no estaba frente a su amiga gorila, sino más bien delante de un leopardo que le miraba fijamente, rondando su cuerpo con acecho e instinto homicida. En su mano derecha no estaba su varita, en vez de aquella arma mágica, yacía en la diestra una lanza con el extremo distal muy afilado. <<Me va a matar>> bufó para sus adentros, al mismo tiempo que trataba de mantener la distancia de su rival felino. Mientras tanto, desde las múltiples copas de los árboles que cerraban el área de combate, permanecían los gorilas y monos que formaban parte de la tribu de Tarzán; entre ellos Kerchak, el líder y quien aún no aceptaba al humano como su igual adentro del clan donde Kala lo refugió desde que era un bebé huérfano. Fue así que Sabor lanzó su primer ataque a través de una embestida en donde estuvo a centímetros de morder el cuello de Thomas, de no ser por haberse deslizado, accidentalmente, por un charco que le hizo resbalar. <<Sí... moriré>> volvía a meditar entre los gritos de los gorilas; recordando espontáneamente cuál era su objetivo ahí. Dentro de todas las cualidades que lo ligaban al espíritu del mono, estaba la astucia e inteligencia; por lo que se escudó de éstas para idear un buen plan que le permitiera librarse de aquel felino que le parecía familiar de alguna parte; no recordando de dónde. También tenía de su lado la velocidad de reacción, la agilidad y la capacidad de inferir previamente.

Editado por Thomas E. Gryffindor
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Ahora no sólo su cuerpo era el de una niña, sino también su mente, a pesar de que varias cosas le gritaran que no era así. El anillo en su dedo meñique de la mano derecha que justo en ese momento brillaba tenuemente era la pista más notable, aunque no parecía notarlo en lo absoluto, o sencillamente no quería verlo.

 

¿Por qué llora el bebé, papi? ― preguntó una pequeña Mei, tocando con el dedo el cristal que separaba a una familia de otra.

 

Porque tiene hambre.

 

¿Y por qué no le dan de comer?

 

Los papás salieron a buscar su comida. Mira, ahí viene uno ― agregó, al ver que un gorrión adulto se posaba cerca del nido que se hallaba del otro lado de la ventana y, dando saltitos, entraba al nido y alimentaba al pequeño pichón.

 

¿El bebé sabe volar?

 

No, aún es muy pequeño para eso. Sus papis tienen que enseñarle a volar, y cuando sea grande, deben dejarlo que se vaya del nido.

 

¿Por qué?

 

Porque es lo que todos los padres deben hacer, dejar ir a sus hijos. Y sus hijos deben aceptar dejar el nido. Pueden volver siempre que quieran, pero deben aprender a vivir su propia vida. Y volar por ellos mismos, ya que sus padres no estarán allí para siempre.

 

La niña observó con curiosidad a las aves, aún sin entender muy bien lo que Stephano le había dicho. Eran animalitos muy bonitos, ¡y qué suerte tenía de que estaban en su ventana! Era realmente muy conveniente. Una vez el gorrión terminó de alimentar a su cría, se acomodó de tal forma que cubrió bajo su ala al pequeño de una forma muy tierna y sumamente protectora. Mei levantó una mano para intentar abrir la ventana.

 

No, no la abras o se asustarán y se irán ― la atrapó el padre in fraganti, tomándole la mano y apartándola de su objetivo ―. Ven, vamos, tenemos que ir a buscar a mamá.

 

 

 

 

Un salto en el tiempo, o tal vez era su imaginación, pero así se sintió. Momentos antes acababa de estar con su padre observando aquellas bonitas aves, y ahora se hallaba en medio de una playa, recogiendo conchas de mar muy concentrada en encontrar la mayor cantidad posible de diferentes formas y colores. Fue entonces cuando recibió un golpe en la cabeza por ir tan centrada en su búsqueda, a tal punto que casi cayó al suelo, pero fue sujetada justo a tiempo por la persona contra la que había chocado.

 

Perdón, fue mi culpa, no te vi, ¿estás bien?

 

Sintió que algo se removía dentro de ella, algo que no era normal en una niña de esa edad. Eran emociones, pero no tan sencillas, eran emociones tan complejas que no encajaban en nada con todo ello. Su corazón se aceleró tanto que se asustó, y contra cualquier instinto de un niño, actuó por mero instinto adulto, soltándose del agarre de quien la había tomado, girándose y corriendo a toda prisa, alejándose de allí, sintiendo cómo su bienestar y felicidad tan inocentes pendían peligrosamente de un hilo.

 

Terminó por llegar a la zona céntrica, quedando entremedio de un tumulto de gente. Miró de un lado a otro, intentando encontrar a alguien, a su padre o su madre, pero por más que lo intentara, los rostros de las personas que pasaban a su lado no eran visibles, era como si los mismos fueran borrosos. Los necesitaba, necesitaba de sus padres, necesitaba volver a sentirse segura, hacer de su vida tan fácil como hasta el momento, y que ellos la protegieran de todo aquello que pudiese herirla, sentimental y físicamente como había sucedido en aquel largo sueño, mitad pesadilla, mitad sueño.

 

Se acuclilló en el lugar, abrazándose las piernas y escondiendo su rostro, sintiendo como si estuviese a punto de descubrir algo, que todo aquello no era real, tal vez, o algo incluso peor. Pero entonces, sintió que alguien la rodeaba con sus brazos en un gesto protector y tierno, como aquel gorrión había hecho con su cría.

 

No puedes escapar de ello ― la voz de su padre sonó determinante, pero a la vez, dulce y comprensiva.

 

Papi…

 

¡Era una llorona, una niña muy llorona! Pero aquello se le hacía anormal, sentía como si aquello no fuese algo propio de ella, ¿pero cómo podía saberlo? Era pequeña, y no tenía noción de la vida, y mucho menos el conocimiento de aquellos sentimientos tan complejos que acababan de embargarla, pero que rápidamente se esfumaron en cuanto su padre apareció para protegerla.

 

Quiero a mamá ― dijo al fin entre hipadas, levantándose y lanzándose al cuello del hombre en un fuerte abrazo.

 

Creyó ver, por un minuto, la mirada de alguien que esperaba algo más, aunque no sabía el qué. Pero como todo buen niño, no se puso a indagar demasiado sobre eso, sencillamente era una mirada que no iba dirigida a ella, no podía ser.

 

Vamos por mamá entonces, pasaremos un tiempo juntos.

7ND4oqh.gif ~ c3cuSMA.gif


4uqeTef.png


sEAaDO5.gif


Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Otra de las características principales de los monos era el vasto nivel de locura que poseían; y esa demencia o paranoia tampoco quedaba ajena a Thomas, desde que el extrovertido mago tenía uso de razón. Pese a que ahora su mente estaba ocupando un cuerpo diferente al propio; su esencia algo maniática seguía ahí, intacta, y sin la menor intención de abandonar los pensamientos inmaduros del muchacho Gryffindor que ahora se encontraba en una situación de peligro inminente que estaba mucho más allá de los típicos "líos de faldas" que el adolescente se ganaba voluntariamente por su exagerada curiosidad ante el género opuesto. <<No tendré otra oportunidad. Si el leopardo me ataca de nuevo... Seré alimento de felino, y restos orgánicos para los carroñeros>> caviló con un dejo de desesperación; sentimiento que se opacó con el creciente vibrar de su anillo de prueba, el cual le dio mayor confianza al percibir el apoyo de una persona especial que lo estaba alentado desde un sitio diferente al que sus pies descalzos (obviamente prestados) tocaban con agilidad y destreza a través de la húmeda superficie selvática, realizando una serie de amagos que incitaban los gruñidos de su eventual cazador; criatura que deseaba dar "riendas sueltas" a sus macabros instintos dominantes.


Fue en eso, que una gran cantidad de lianas cayeron desde las alturas; adornando el escenario con cipós que el desenvuelto y acrobático Elros utilizaría a su favor en aquel duelo mortal que estaba en su fase de esplendor máximo. Sin dar espacio a dudas ni inseguridades; el Granger empezó a trepar con soltura las estructuras, columpiándose de una en una, con el propósito de confundir al leopardo antes de que éste lo asesinara. Era un vaivén constante que no se detenía con nada en el mundo, realizando piruetas que ocasionaban el mareo del felino, a tal punto de que éste comenzó a colisionar con los troncos de los árboles que cercaban el domo de batalla. Desde las copas más altas de las especies de flora nativa de África, se vislumbraban: gorilas, orangutanes, chimpancés y variadas familias primates que saltaban en su mismo puesto con euforia animando al humano; energía que Thomas adquirió como propia y que la concentró en un fin último que era salir vencedor de aquel enfrentamiento en la jungla.


<<Ahora es el momento>> reflexionó con determinación en el mismo segundo que se deslizó por una de las lianas y embistió con fuerza al leopardo, el cual salió despedido hacia una enorme roca que lo noqueó. -¡Lo hice!- gritó Thomas con alegría, dándole la espalda a la bestia para alzar sus brazos y vista al cielo, contemplando toda la batahola festiva que tenían armada sus hermanos. Pero, Elros volvía a ser descuidado como siempre; ya que aquel segundo de inadvertencia y distracción le sirvió al leopardo para recobrar su consciencia y atrever a lanzarse, por última vez, al muchacho con las fauces bien abiertas y dispuestas a desgarrarlo todo. Fue ahí que el ágil y poderoso instinto animal del hechicero afloró en su total apogeo, logrando impulsar la acción de supervivencia que el Gryffindor jamás había sentido de forma tan propia; la misma que le incentivó a darse la media vuelta y apuntar hacia adelante con la lanza, en un veloz movimiento que terminó por salvar su vida. -Ahhhh- vociferó con bestialidad, estando bañado en la sangre de su fallecido oponente que colgaba del extremo de su arma; grito que se acompañó por los fuertes golpeteos de puños que Thomas se auto-propinó, tal y como lo hacen los simios cuando se enorgullecen de sus actos. Sabor estaba muerto, y bien lo distinguieron los monos que descendieron de los árboles para demostrarle su respeto al Granger; inclusive Kerchak, el líder, quien se acercó con su pareja Kala para reconocer el mérito que el "cachorro de humano" había conseguido con valor, esfuerzo y perseverancia. -Lo he conseguido- exclamó sonriendo, justo cuando unos disparos interrumpieron el momento con el arribo de un equipo de exploradores que estaban internándose en la selva de manera ilícita y con intenciones no muy buenas.


El fenixiano era astuto e inteligente, al igual que el espíritu que reflejaba su forma animal; por lo que de forma casi espontánea, se comunicó con el resto de sus hermanos para que las hembras, ancianos y crías buscaran un refugio seguro, mientras que los machos jóvenes fueran a explorar para ver de qué se trataba tanto alboroto que espantaba a todas las criaturas de la zona, en especial las aves que migraban al cielo con cada estallido que emergía de las armas de fuego de los intrusos. Pero cuando el hombre-mono saltó hacia una liana con el afán de treparla e ir con sus demás amigos, el ambiente se colmó de una tonalidad nívea categórica que deslumbró los ojos del aprendiz de Suluk; el mismo que ahora se veía rodeado de un manto albino que no permitía que ni una chispa diminuta de color manchara la solemnidad del entorno. -¿Ha concluido? ¿Esto es todo?- cuestionó en voz alta el medimago, esperando que el portal le diera alguna señal que le envalentonara para salir de la compleja prueba que le había ayudado a reafirmar su compromiso consigo mismo y con la Arcana oriunda de Groenlandia, a quien le debía bastante.

Editado por Thomas E. Gryffindor
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Se sentía feliz y a gusto junto a sus padres, que extrañamente parecían más animados de lo normal todo el tiempo, como si estuviesen aprovechando todo el tiempo posible de pasarlo con ella, como si luego ya no pudiese suceder. Pero eso no era algo que le preocupara a ella, a fin de cuentas, tenía el simple pensamiento de una niña de unos, ahora, seis años.

 

Día tras día -o eso le parecía a ella- se dedicaba a observar a los gorriones que se hallaban del otro lado de su ventana. Padre y madre se pasaban cuidando al pequeño pichón, que poco a poco había ido creciendo, hasta adquirir más fuerza. Aunque en ningún momento había parecido hacer el intento de volar del nido, aún a pesar de tener ya la capacidad de ir aprendiendo lo básico y necesario.

 

Abrió los ojos en lo que parecía una mañana más, aunque consciente de que parecía como si el día anterior hubiese acabado en medio de un día en el parque con sus padres. Rápidamente se levantó de la cama y corrió hasta la ventana para poder ver a las bonitas aves que la tenían tan encantada. Pero lejos de encontrarse con lo normal, había un panorama muy distinto: el nido se hallaba totalmente vacío, ni siquiera el pichón se hallaba allí. Trató de buscarlos en el cielo, pero ninguno se hallaba volando por los alrededores, ni rastro. Hasta que dirigió su mirada al suelo.

 

Inmediatamente salió corriendo hasta el exterior de la casa, en el patio trasero de la casa. Corrió hasta llegar a su objetivo: dos pequeños bultitos, uno totalmente inerte, y el otro, con movimientos algo espasmódicos. Se agachó, sentándose sobre sus piernas, manchando con tierra el pijama que llevaba aún puesto. Tocó apenas con un dedo el cuerpo estático del gorrión, pero nada sucedió. Volvió a tocarlo, esta vez con más ímpetu, intentando que se moviera, pero el resultado fue el mismo. Uno de los gorriones, uno de los padres del pequeño pichón estaba muerto.

 

Lágrimas comenzaron a salir de las mejillas de la niña mientras, con cuidado, tomaba a la pequeña cría entre sus manos para intentar protegerla. Era más grande, sí, pero ahora estaba sola en aquel mundo cruel.

 

Se levantó y se giró para marcharse de allí, pero entonces, todo a su alrededor mutó. Antes había estado en el tranquilo patio trasero de la casa donde se hallaba, y ahora, estaba en medio de un callejón, sólo con dos personas presentes allí. Reconoció la silueta inconfundible de su padre, que era quien estaba delante suyo, a forma de escudo humano, mientras que por delante, un hombre con cabello blanco y ojos color azul marino, con una mirada tan tenebrosa y particular que se le hacía vagamente familiar…

 

Antes de que pudiese decir algo, una batalla comenzó, iniciada por el hombre de cabello blanco. Se encogió en el lugar lo más que pudo, protegiendo con sus manos al pequeño gorrión que aún permanecía con ella. Su corazón palpitaba rápidamente, y su cabeza comenzó a dolerle, como si algo intentara salir de su pequeño cuerpo.

 

¡Papá! ― chilló, en cuanto lo vio caer al piso y retorcerse, producto de una maldición imperdonable.

 

Sin dudarlo, la pequeña Mei se interpuso entre el hombre y Stephano en un intento de protegerlo.

 

Qué poca disciplina tiene esta mocosa ― dijo el hombre, lo cual dejó en un breve lapsus a Mei. Recordaba esas palabras, recordaba esa situación, ese hombre, su miedo… pero, ¿acaso eso era posible? Si estaba sucediendo en aquel momento, ¡era imposible que lo recordara! ―. Ya intentaste salvarlo una vez, y no lo conseguiste, eso no cambiará ahora.

 

¿Qué…?

 

Todo comenzó a dar vueltas de forma vertiginosa a su alrededor, todo estaba cambiando, ¿o sólo era ella que se sentía mareada? Su dedo meñique comenzó a arder, lo alcanzó a notar, pero no lo miró, pues en ese momento se dio cuenta de que se había girado, y su padre ya no se hallaba en el suelo, sino que se ponía de rodillas frente a ella.

 

Sé que es la peor forma de irme… pero debo hacerlo ― dijo, limpiando las incesantes lágrimas que surcaban por sus mejillas.

 

No, papi…

 

La abrazó fuertemente de forma repentina, un abrazo que sólo podía interpretarse como una despedida, lo cual la hizo llorar desconsoladamente, cerrando fuertemente los ojos mientras deseaba que aquello no fuera real.

 

Realmente habría deseado estar a tu lado por más tiempo, llevarte al altar cuando te casaras, y poder conocer y jugar con mis nietos… lamento no haber podido hacerlo; pero a pesar de ello, no he dejado de sentirme orgulloso de ti ni por un segundo.

 

No, por favor, quiero que estés conmigo, ¡por favor, papi!

 

Abrió los ojos al sentir que el cálido abrazo de su padre había desaparecido, notando que ya no se hallaba allí, sino en una cabaña de aspecto muy familiar. Era pasada la medianoche, y sabía que debía esperar la llegada de alguien, pero no era capaz de poder entender lo que estaba sucediendo, pues aún lloraba desconsoladamente. Entonces, la puerta sonó, pero no fue a abrirla de inmediato, aunque ni eso fue impedimento para que la misma se abriera, dejando a la vista dos hombres con gruesas capas de viaje y, por debajo de éstas, trajes oficiales.

 

¿Usted es la señorita Mei Black? Somos del departamento de accidentes mágicos, venimos a comunicarle que su madre Gabrielle Delacour ha fallecido…

 

No pudo soportarlo más, sencillamente cayó de rodillas al suelo, llorando de forma desconsolada, sin notar que ahora, sus sentimientos y pensamientos que comenzaron a embargarla, no eran los correspondientes a una niña, sino a una mujer adulta ya.

 

¿Por qué? ¿Por qué la habían abandonado? ¿Por qué la habían dejado tan temprano? Tantas cosas que había querido compartir con ellos, con ambos, que su padre la viera crecer; que su madre la apoyara y consolara cuando le rompieran el corazón; que la ayudaran y guiaran, y retaran si era necesario, por no estar tomando el rumbo correcto de su vida. Se habían ido demasiado rápido, dejándola a merced de la suerte.

 

Aún era muy inmadura para el momento en el que sus padres la habían dejado, lo tenía muy en claro, y no dejaba de demostrarlo en aquel momento, sintiéndose tan frustrada como dolida por todo lo sucedido. ¿Por qué las cosas no podrían haber seguido igual como antes? Los tres viviendo felices, disfrutando de la compañía, haciendo recuerdos realmente hermosos.

 

Me dejaron sola…

 

Perdón por eso, pequeña.

 

Levantó la cabeza rápidamente al oír la voz de su madre. Y allí estaban, ambos, juntos y tomados de la mano, observándola con una expresión de angustia en sus rostros.

 

Nunca quisimos dejarte sola, nunca quisimos que pasara todo esto, ― volvió a decir la mujer, acercándose hasta Mei y acariciando su cabello ― de haber sido por nosotros, hubiésemos estado por siempre a tu lado, pero no podía ser así.

 

¿Por qué no? Quiero… quiero eso, quiero estar con ustedes por siempre, aquí.

 

Por más que lo quieras, es imposible, ni tampoco lo permitiremos ― dijo esta vez Stephano con seriedad, pero adoptando una expresión más suave segundos después ―. ¿Recuerdas lo que te dije? Los padres deben enseñar a volar a sus hijos, para cuando llegue el día y estén preparados, puedan dejar el nido al fin ― una leve sonrisa se dibujó en sus labios ―. Nosotros ya te hemos enseñado a volar, aunque a duras penas, aunque a trompicones, pero ya sabes hacerlo.

 

Esa pesadilla que tuviste, esa larga pesadilla, ― habló ahora Gabrielle ― ¿realmente fue tan mala?

 

No, no del todo… ― apretó levemente las manos, notando que el pichón aún se hallaba allí, además de que su dedo meñique seguía ardiendo, esta vez más fuertemente ― tuvo sus partes malas, pero hubo otras, muchas otras, que no eran una pesadilla, sino un maravilloso sueño. Mis amigos, mi familia, Luca, los gemelos...

 

Abrió muy grande los ojos. Sólo en ese momento se percató de aquello, de que todo eso no había sido un sueño en lo absoluto, de que todo eso, todo eso que había creído soñar, era su día a día, era la realidad, y la vida que había escogido y logrado tener. Dirigió su mirada hacia sus padres. Esta vez, ambos sonreían de una forma muy sincera.

 

Aprendido a volar con varios golpes de por medio, pero eso sólo te hizo más fuerte y luchadora. Has aprendido a volar alto, muy alto. Y ya es hora de que dejes el nido, de que nos separemos al fin.

 

Un nudo se formó en su garganta, pero esta vez por un motivo distinto. De pronto, el pichón que tenía en sus manos se sacudió fuertemente, por lo que lo miró. El mismo había crecido, y ahora no era tan pequeño, sino grande y con una buena salud, y sin que se lo esperara, salió volando con un grácil aleteo, perdiéndose en lo que ahora parecía ser un soleado cielo.

 

Estamos orgullosos de ti, y te amamos.

 

Esas fueron las últimas palabras que oyó de ellos, pues, para cuando los buscó con la vista, ya no se hallaban allí. Fue entonces cuando al fin, levantó su mano y observó con atención el dedo meñique de su mano derecha. Allí, reluciendo intensamente en colores platas, había un anillo que destacaba por sobre el otro. Su anillo de prueba de Animagia.

7ND4oqh.gif ~ c3cuSMA.gif


4uqeTef.png


sEAaDO5.gif


Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

- Justo lo que esperaba de ambos - Suluk estaba complacida con las habilidades demostradas por cada uno de los aprendices. Para ella ya no eran aprendices, era todos unos animagos pero la decisión final dependía del portal. Las situaciones a las que los había enfrentado eran más que suficientes para demostrar que estaban listo para ser portadores de un anillo de animago y conectarse con el que la arcana.

 

- Debo felicitarlos - Suluk sabía que los anillos le permitían comunicarse con ellos. El momento de salir había llegado, si el portal consideraba que estaban listos les presentaría una puerta ante ellos para poder abrirla y cruzar para regresar nuevamente al presente junto con la anciana. La arcana sabía que ambos regresarían y que ninguno de ellos reprobaría la prueba, confiaba en las capacidades de ambos y estaba satisfecha con lo observado.

 

- Si ven una puerta, es su decisión si regresan o no - Siempre podían existir estudiantes que preferían quedarse al interior del portal de por vida, aunque a ella nunca le había tocado un caso tan particular y deseaba creer que uno de ellos no sería el primero en tomar una decisión tan extraña y compleja de entender para todas las personas del mundo mágico.

 

- Bienvenidos, ¿cómo les ha ido en la prueba? Como les dije sus anillos van a sufrir una pequeña transformación así que espero que me permitan verlos - El anillo del aspirante siempre cambiaba al finalizar la prueba y se adaptaba a las características de cada uno de los magos, siempre le había resultado muy interesante conocer cada una de las formas.

5Id4HH2.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

<<¿Será posible que mi cuerpo y espíritu permanezcan aquí por siempre?>> se cuestionaba el Gryffindor al ver que nada en el ambiente níveo que le rodeaba cambiaba. Realmente la prueba había concluido, pero estaba en Elros el poder encontrar el camino que lo llevaría de regreso a la Pirámide del Ateneo. La aventura en la selva le había servido para darse cuenta de sus propios límites y del gran poder que tenía en su interior al vincularse con el alma de un animal que siempre estuvo impregnada a la suya, desde el momento de su concepción. La esencia guardián del mono le ayudó durante todo el proceso de su misión; y ahora, que ya formaba parte de él, se manifestaba con el constante vibrar de su anillo de prueba, el mismo que había cambiado a una forma original que ya no era igual al que Suluk le había entregado antes de cruzar el portal. <<Es hora de marcharse de aquí... ya he terminado con todo mi aprendizaje. Debo hallar la forma correcta de abrir la puerta hacia la realidad>> reflexionaba el chico con un dejo de insistencia que le volvía inseguro a ratos; hasta que finalmente, muy a lo lejos, logró divisar un estanque de agua congelada que estaba cercado por un terreno lleno de nieve. -¡Maravilloso!- exclamó el apuesto veinteañero cuando posó sus orbes esmeraldas en la superficie gélida de hielo; pudiendo ver que su reflejo ya no era aquel del hombre que tuvo que encarnar en su travesía a la jungla, sino el suyo propio. Pero algo no andaba bien, debido a que una fuerte punzada en su corazón le impulsaba a lanzarse sin miedo sobre el manantial helado en donde no duraría más de un minuto sin caer en pérdida de consciencia. -Valentía... sabiduría, humildad y astucia- dijo el medimago en una única frase; la que fue la última expresada justo cuando su figura avanzó por el hielo que se agrietó inmediatamente, hundiéndose en las cristalinas aguas que le llevaron al fondo del lago donde una puerta se materializó a ras de la superficie y lo absorbió en un remolino luminoso, sin que Thomas opusiera resistencia alguna a la fuerza de la tromba.


Unas cálidas palabras de bienvenida fueron las que incitaron al fenixiano a abrir los verdes ojos al mundo que todos conocían; viendo de frente a la Arcana de la Animagia con una sonrisa sobrecogedora que le transmitió mucha paz y serenidad. -Muchas gracias, maestra Akku. Nunca dudé de mis capacidades. Fue una prueba difícil y compleja de vivenciar... una realidad alterna que, de alguna u otra forma, también se unía a mi propia vida. Sé que el portal, en su infinita bondad e inteligencia, escogió lo más acertado posible- manifestó con sensatez, al mismo tiempo que le mostraba a la inuit el anillo que ahora lo reconocía como un nuevo animago. La reliquia de plata poseía la forma de un simpático mono que en su cola aferraba una piedra preciosa turquesa muy similar a la que la bruja de Groenladia poseía; era un diamante que concentraba todo el poder del paladín, y que desde aquel día en adelante, le serviría como medio de comunicación con la anciana que esperaba con templanza el retorno de la Delacour. -Mei debe estar por llegar... Sé que lo hará- musitó confiado sin despegar su atención del portal que traería de vuelta a su amiga a dicha sala donde el Ouroboros lucía con mayor majestuosidad que nunca. <<No me iré de aquí sin mi Líder>> pensó con optimismo.

Editado por Thomas E. Gryffindor
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Había cerrado los ojos al sentirse más consciente que nunca de todo lo acontecido. Tenía ambas manos sobre su pecho, una encima de la otra, apretando con fuerza el anillo que ahora había dejado de arder tanto y pasado a ser algo sencillamente cálido.

 

La voz de una anciana mujer llegó a ella con la ayuda de aquel anillo. La Arcana Suluk les hablaba con satisfacción, felicitándolos por todo lo logrado allí.

 

Sólo fueron necesarios unos pocos minutos para notar que frente a ella aparecía una puerta luminosa, esperando a que la Delacour cruzara a través de ella. Lo observó, sabiendo lo que ello significaba, pero no cruzó inmediatamente. La observó con mucha atención, sin moverse ni un centímetro.

 

No, no iba a quedarse, aquello sería muy contraproducente para ella misma, para sí, más luego de todo lo que acababa de vivir. Aquella experiencia vivida dentro del portal, tan particular para ella, había sido algo único. No se sentía triste, ni mucho menos, sino más bien todo lo contrario. Acababa de entender el por qué de tantas cosas en su vida, por qué el gorrión representaba algo tan importante para ella. Para cuando por fin dio un paso en dirección a la puerta y la abrió, rápidamente giró su cabeza, intentando observar atrás y ver si podía encontrar a aquellas dos personas que la habían acompañado en aquella prueba.

 

Podría haber jurado ver dos siluetas borrosas, pero no estaba segura, ya que fue una fracción de segundo antes de que terminara de atravesar al todo el portal, y encontrarse una vez más donde la verdadera prueba había empezado y que, por suerte, había superado: la Pirámide.

 

Parpadeó varias veces, intentando acostumbrar la vista a la luz que había en el lugar, pues acababa de salir de un lugar casi completamente oscuro. Dio un par de pasos y se acercó hasta donde se hallaba Thomas, sonriéndole levemente a forma de saludo, realmente feliz con que ambos hubiesen logrado superar todo aquello. Juntos nuevamente.

 

Luego, hizo una leve reverencia a la Arcana a forma de saludo y en señal de respeto.

 

Todo ha ido bien ― susurró apenas, notando que su voz parecía haber sido afectada por la gran carga emocional que la había afectado momentos atrás.

 

No fue capaz de admitir que, por un momento, había estado a punto de perder el horizonte permanentemente y dejarse llevar por todo lo que allí había visto, no era necesario decirlo siquiera, era probable que la Maestra Akku lo hubiese notado.

 

De pronto, sintió que algo se movía en su dedo meñique, por lo que levantó la mano y observó el cambio. El anillo de aspirante que hasta hacía momentos atrás había estado brillando y ardiendo levemente, ahora serpenteaba y se movía de tal forma que se unía al otro anillo que tenía más abajo. Ambos anillos comenzaron a fusionarse en uno solo, pero ahora con nuevas características: mitad oro y mitad plata, el anillo tenía dos imágenes en relieves que sobresalían llamativamente, una con el dibujo de un rayo, el que representaba a la Nigromancia, y otro con un ave en pleno vuelo, el cual evidenciaba su ahora habilidad como Animaga.

7ND4oqh.gif ~ c3cuSMA.gif


4uqeTef.png


sEAaDO5.gif


Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.