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Libro del Equilibrio (#9)


Lisa Weasley Delacour
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Comencemos, pensé. Una nueva clase daba comienzo y con ella, mas alumnos y mejores sensaciones. Aunque muchos pensasen que estaba loca por aceptar tantos y tan complicados riesgos, yo tenia la certeza de algo; Con cada reto que los Uzzas nos hacían atravesar para lograr encontrar esa unión mística necesaria para que los poderes pasasen a ser nuestros, avanzábamos en pos de un futuro mejor. Amen de que aprendíamos a confiar en nuestros dones y habilidades, fuese en el momento que fuese.


Mientras esperaba la llegada de los pupilos de la cátedra del equilibrio, paseaba alrededor del aula, convertida por la magia Nefir en una especie de jungla africana. El hecho de que amaba la naturaleza estaba claro en cada una de mis pálidas facciones, pues tenia una sonrisa imborrable desde el minuto cero. La voz de la diosa madre resonaba aquí y allá, ofreciéndome todo lo que estaba en su mano, incluso las sombras mas oscuras. El contar con ella de nuestro lado era un factor, sin duda alguna, favorecedor.


Kim apareció en mi diestra ante el mudo llamado que realice. Con los años y después de tantas batallas, la química que poseía con la varita era alta y única. Tendríamos que actuar rápido y con altos reflejos, pues sentía como varias de las mas depredadoras criaturas se acercaban a la habitación desde aquella abertura temporal. Según mis cálculos y ante la visión que la imagen de la selva me ofrecía, creí conveniente enseñar a los presentes un conjuro excepcional y brillante para evadir animales.


- Buenos días – Mi dualidad era irreversible. Odiaba y amaba el protocolo a mas no poder y a partes iguales. Mi espíritu rebelde quería mandar al cuerno todas las reglas de la sociedad y la universidad. Mis estudios en Rumanía y el recuerdo de mi madre me alentaba a seguir los pasos como una niña buena – Como podéis observar, tenemos una divertida jornada por delante – Quien dijese que no, había perdido el juicio. El hecho de poder explorar aquel continente y sus lugares ocultos era una bendición.


Capte la atención de todos con aquella mínima frase – Comencemos con algo sencillo, ¿si? - Mis verdes pupilas brillaron, me gustaba dar clase, ¿porque negarlo? No por el respeto que venia con el puesto, ni por ser superior a nadie, mas bien porque en algún punto del día yo habría influenciado en alguien para mejor o al menos eso quería creer – Me imagino que le habéis echado un vistazo al libro. ¿que es lo que mas os llama la atención del mismo? - La intuición era algo fundamental en la magia.

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En un abrir y cerrar de ojos cambió las lluvias y las nubes grises de Londres por las dunas doradas y el cielo despejado del lejano Egipto, con su aire templado y los exóticos edificios de barro cocido que componían la universidad. Era difícil asimilar que todo ese complejo académico estuviera realmente en Europa, a tan solo unos kilómetros de Londres, en medio de la verde campiña inglesa. Si bien desde el exterior solo se veían dunas y una extensión de arena sin fin, la ciudad estaba asentada en medio de un oasis verde y lleno de vida, con sus palmeras y juncos a la orilla del río que desembocaba en un lago. Las primeras luces del amanecer hacían brillar la superficie del agua con reflejos ocres y rojizos, destacando en el medio la pirámide y su laberinto.

 

Beltis se había levantado temprano aquella mañana para alquilar una residencia que sirviera de alojamiento mientras cursaba la clase del Libro del Equilibrio, para aprovechar el ambiente académico y las instalaciones que ofrecía la Universidad a sus estudiantes. No quería dejar pasar la oportunidad de vivir una experiencia mucho más profunda y para conocer a otros magos con sus mismos intereses. También era una forma de descansar de Londres y Ottery durante unos días. Aunque eso no significaba, de ninguna manera, desconectarse completamente. Siguió al oficial de la Universidad, un hombre de tes morena cubierto por una túnica de lino, hasta un edificio de dos plantas construido en barro rojizo. Detrás de la doble puerta de madera encontró un largo pasillo que llevaba hasta un amplio salón abierto al patio. Afuera, entre palmeras, se encontraba una fuente de agua cristalina rodeada de un cuidado jardín. La bruja firmó un pergamino y dejó a su elfo arreglando sus cosas mientras ella asistía a clases.

 

Se dirigió al palacete en el que estaban las aulas, vestida con una túnica de lino negro y botas de cuero marrón. Sabía que iba un poco tarde, las comunicaciones últimamente habían sido un desastre, por lo que no se había enterado casi de nada a tiempo. Eso sin contar con los problemas para comprar el libro. Suspiró para calmarse al entrar en el edificio. Al menos ya estaba ahí a tan solo unos minutos de comenzar con la tan ansiada clase. Solo esperaba que estuviera a la altura. Mientras más conocimientos iba adquiriendo, más deseaba otros nuevos, los libros parecían cada vez más interesantes y útiles, aunque eso significase llevar cada vez más anillos y amuletos encima. En esa ocasión, como en las clases anteriores, llevaba puestos los accesorios del libro: el anillo antiveneno en el dedo corazón de la mano izquierda, las semillas de hielo colgando sobre el pecho, junto al amuleto de la resurrección. En un bolsillo oculto y encantado llevaba el libro, los pétalos de Pensamientos, el amuleto de la curación y el amuleto volador, junto con el resto de anillos de los libros anteriores. Tendría que aprender a dejar algunos en casa cuando no le hicieran falta, eran demasiados.

 

En cuanto abrió la puerta del aula se encontró de forma sorpresiva con la rama de un árbol que caía desde un alto y grueso tronco. Con un movimiento torpe del brazo logró esquivar lo que habría sido un golpe ridículo en mitad de la cara. Se arregló el cabello blanco, que llevaba en un moño alto a la vez que observaba a su alrededor. ¿Debería sorprenderle? Para nada. No esperaba un árbol en mitad de la puerta, sin embargo, tampoco esperaba una clase normal en una habitación normal. Hasta ahora eso no había sucedido y esperaba que no sucediera nunca. Se adentró en lo que parecía una jungla húmeda, con sus helechos y largos árboles. La acompañaba el sonido de los pájaros y de vez en cuando el rugido de alguna bestia.

 

- Buenos días -saludó al llegar hasta la profesora.

 

Echó un rápido vistazo al cielo, tratando de saber si seguían dentro de la sala o estaban realmente en medio de una selva perdida.

 

- Eso espero, aunque a decir verdad preferiría aprender algo. Para divertirme puedo hacer otras cosas -sonrió con suficiencia.

 

Miró sobre su hombro al sentir pasos detrás de ella.

 

- Triviani, no tenemos todo el día para esperarte. Dicen que va a ser una clase divertida.

 

Otra vez tenía a Alyssa como compañera. Y menos mal, se aburriría si no fuese así.

 

- Me llaman la atención varias cosas, por ejemplo el veneno. Los Pétalos de Pensamientos parece un ingrediente peligroso, de difícil manejo en cuanto a la dosis correcta para que sea un perfume o para que actúe como veneno. El amuleto de la resurrección también es muy útil e interesante. Creo que en comparación con los anteriores, el libro del equilibrio da un salto cualitativo importante.

 

@@Alyssa Black Triviani

Editado por Beltis

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Luego de todos los problemas que tuvo que enfrentar para poder obtener finalmente el bendito Libro del Equilibrio, la Black no había dejado de consultar su correo todos los días aguardando la carta que le indicaría el inicio de la clase. Sin embargo fue una gran sorpresa para ella toparse con un mensaje de Beltis, no de su profesora ni de la Universidad, sino de su compañera de clase avisándole que la clase ya había empezado; gruñó molesta y comenzó a preparar un bolso a las apuradas, lanzando en él mudas de ropa, objetos esenciales, los libros y sus respectivos amuletos. Con el morral colgado ya de su hombro tomó nuevamente el pergamino que le había enviado la Malfoy y releyó las últimas líneas, allí le indicaba donde exactamente se llevaría a cabo la clase; pero además le comentaba también que había reservado un apartamento dentro de los dominios de la universidad en lo que durase el cursado. Una maliciosa sonrisa asomó en los labios de la Triviani.

 

Apareció momentos después allí donde su líder le guiaba, el cambio radical del paisaje le dejó un tanto anonadada frenando su avance por una fracción de segundos. El implacable azote del sol y su irritante reflejo en la blanca arena que lo cubría todo, los simples edificios de barro cocido, los juncos y palmeras que crecían entorno al oasis; en conjunto ofrecían un panorama místico y lleno de vida que entre sus pliegues escondía los misterios de aquella poderosa magia que envolvía a la Universidad. Alyssa carraspeó quitando de su rostro aquella expresión de puro asombro y reanudó la marcha, no tardó en encontrar el edificio de las dependencias a lo que se acercó a la recepción llamando la atención de la joven con tez oscura que se encontraba del otro lado.

 

- Disculpe ¿me podría indicar por favor cual es el departamento en que se hospeda Beltis Malfoy? – como buena manipuladora esbozó una deslumbrante sonrisa, con la esperanza de que a lo mejor aquello sería suficiente.

 

Para su sorpresa la muchacha asintió sin más indicándole el número del apartamento y como llegar a él. “Eso fue fácil”, pensó luego de agradecer el detalle y seguir las indicaciones dadas; al encontrarlo ya solo fue cuestión de ejercer un poco de magia para abrir la puerta e ingresar finalmente a las instalaciones reservadas por la Malfoy. Dejó caer su bolso, se refrescó un poco cambiando sus ropas por otras más ligeras, tomó los amuletos pertinentes y partió nuevamente rumbo a la bendita clase. Aquello le llevó un par de minutos más hasta dar con el aula en cuestión, guiada por el envión de las prisas que llevaba empujó la puerta abalanzándose en su interior sin ver la oscura rama del árbol que se atravesaba en su camino.

 

- ¡Agh! Maldita sea… ¿pero qué diablos es…? – entre gruñidos y despotricando se abrió paso por en medio de lo que parecía ser… - ¿Una jungla? ¿De verdad?

 

Otro cambio radical de paisajes, sin duda la magia que reinaba en aquel lugar no dejaba de sorprenderla. Al cerrarse la puerta los sonidos propios no tardaron en invadir sus oídos, era realmente como si hubiera viajado kilómetros de distancia con solo haber atravesado un umbral. Despejando el camino de gruesas hojas, saltando algún que otro tronco caído y espantando molestos insectos que se esmeraban con volar cerca de su rostro, finalmente encontró a la profesora y su compañera.

 

- Buenos días – saludó la Triviani – Pues sin duda compensaría todas las peripecias que tuvimos que pasar para llegar a esta clase ¿no lo crees? – replicó ante el comentario de la Malfoy – Por cierto, lindo apartamento el que alquilaste, ya me apropié del lado derecho de la cama – comentó dedicándole una amplia sonrisa – Será divertido, haremos un pijama party y nos contaremos nuestros secretos más íntimos.

 

Tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para reprimir la carcajada que amenazaba con erupcionar en cualquier momento, la expresión de la líder mortífaga era impagable. Con gran esfuerzo dirigió su atención hacia la Weasley y prestó atención a sus palabras, después de todo por mucho que disfrutara fastidiando a la Malfoy el verdadero propósito de estar allí era poder adquirir los tan codiciados conocimientos de aquel libro.

 

- Para mí lo más llamativo son las Semillas de Hielo y los Pétalos de Pensamientos – comentó la Black con gesto serio – Me gustaría saber más al respecto y cómo es que funcionan exactamente, o qué usos se les podría dar. Esto último pensando más bien en las semillas, pues los pétalos sé que sirvan para la elaboración de pociones y otros usos… ¿pero y las semillas? ¿Qué usos prácticos podemos darles realmente?

 

Dejó la pregunta colgando en el aire junto a los previos comentarios de su compañera, aguardando a por la respuesta de su profesora.

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Las féminas hacían gala del refrán ¨el tiempo es oro¨ y eso me agradaba en demasía, pues no me gustaba nada perder los minutos con charla insulsa. Mientras aprobaba mentalmente aquella forma directa de ser, me centre en explicarles todo lo preguntado y sus dudas acerca de los objetos que la cátedra del libro del equilibrio poseía. Según mi punto de vista, todo iba muy apegado a la naturaleza y al poder de esta. Desde el primer segundo, debían entender que comprender la fuerza de esta y sus cambios era esencial para superar la clase. Teníamos un largo e interesante día por delante.


- Las semillas son en realidad partículas de la arena que rodean el verdadero hogar de los Uzzas, allí en Egipto, combinadas con algún tipo de masa incolora e incolora que solo ellos conocen. Son muy útiles, pues pueden convertir en hielo una superficie aproximadamente de cien metros cuadrados. Realmente el mejor uso que yo le daría, es la de crear puentes para sortear grandes abismos – La practica hace al maestro. Nos había tocado veer como aquello que había dicho era muy cierto – Se irán agotando con el uso, pero se restauraran ellas solas en un lapso corto.


Mis ojos verdes brillaron con fiereza al notar mas cerca nuestra la presencia de algo no amigable. Cada vez estaba mas próximo. Quizás los tupidos arboles y el alto contenido de hojas alrededor de estos, lo hacia ir mas lento. Su esencia era oscura, como si estuviese controlado por algún ente corrompido. No toleraba aquellas acciones con los animales, dañaros me dolía – Necesitas una vela o un mechero para que los pétalos de pensamientos suelten su tan caracterizo veneno. Sus efectos son notorios al segundo. Alucinaciones extrañas y a todo color. Luego de eso viene la muerte.


- En cuanto al amuleto de la resurrección es todo lo contrario. Te da una segunda opción. Te devuelve la vida. Eso si, a un alto precio. Consume mucha energía. Solo tiene un uso cada cierto tiempo. Debe llevarse al cuello cuando un fallece para que resulte efectivo – Su uso era, como poco, fascinante – Bien, ahora empieza lo divertido, la practica – Me moví, cinco pasos hacia atrás, haciendo aparecer con mi brazo dos maniquíes de madera perfectamente estructurados – Flechas de fuego - Pronuncie, aunque no hacia falta – Varios filamentos envueltos en elemento primigenio salieron.


Los troncos, segundos después, quedaron calcinados. El fuego era mi elemento favorito – Tenéis que apuntar con decisión – De nuevo, como había sucedido antes de que las alumnas ingresaran en la clase, un ligero temblor sacudió el aula – Tendremos blancos vivos para controlar, me parece – Los arbustos de tonalidad verde comenzaron a moverse. Yo no era la que controlaba la jungla, mas bien y estaba segura que seria Badru quien lo hacia – Todo lo que aquí suceda, es una prueba. Los guerreros Nefir necesitan saber y comprobar que estáis listas para dejar sus conocimientos en vuestras manos.

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Centró su atención en las palabras de la Weasley tomando nota mental de todo lo que explicaba, asintió ante su respuesta dando por comprendido las implicancias de aquellos elementos, aunque de seguro no tardaría en pensar alguna otra consulta al respecto. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver aparecer aquellos maniquíes y sus ojos brillaron con anhelo al contemplar los hilos de fuego que salieron de la varita de su profesora, en cuestión de segundos la reciente creación de la bruja se encontraban reducidos a simples escombros. Recién entonces, atendiendo a la advertencia que les daba, fue que la Triviani reparó en los movimientos que se despertaban a su alrededor. No debía olvidar que estaban en un aula encantada, donde probablemente todo lo existente en esa jungla estaba diseñado para ponerlas a prueba en el sentido más estricto; sin perder el tiempo la Black alzó su varita poniéndose en guardia.

 

Por su visión periférica captó el repentino desplazamiento de uno de aquellos arbustos que le rodeaban, demasiado deprisa e impredecible, por lo que instintivamente la mortífaga se giró blandiendo su arma en dirección a la supuesta amenaza. Largos filamentos de fuego salieron de ella enredándose entre las ramas y hojas de aquella planta, calcinando todo a su paso en cuestión de segundos hasta que la víctima quedó reducida a un montón de cenizas. La Triviani se enderezó entonces esbozando una taimada sonrisa, le gustaba ver como su poder crecía a medida que avanzaba en el camino de la sabiduría que le proveían aquellos libros.

 

- Qué práctico – comentó sin desviar la mirada de aquel arbusto rostizado - ¿Cuáles son las defensas para este hechizo? – consultó regresando su atención hacia la profesora.

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- Estoy deseosa de compartir habitación contigo -comentó con ironía-. Podemos probar el encantador aroma de los pétalos, ya sabes, como una actividad de investigación.

 

Sonrió con fingida alegría y se volvió hacia la profesora que al fin se había animado a contestar. Los pétalos de pensamientos le seguían pareciendo un ingrediente peligroso, sobre todo si causaba esas reacciones al abusar de la sustancia incuso sin mezclar. ¿Sería adictiva? las alucinaciones placenteras lo eran, ya de por sí los seres vivos tenían una inclinación natural que los llevaba a desear satisfacer sus placeres y deseos. Lo que le llevaba a cuestionar los efectos secundarios y sus aplicaciones más allá de las conocidas.

 

La jungla era un sitio donde la humedad era agobiante, cada segundo que pasaba se deshidrataba cada vez más y el calor solo iba en aumento mientras se acercaban al mediodía. Beltis no estaba acostumbrada al calor, lo odiaba. Ni hablar del calor húmedo de la selva, donde la ropa comenzaba a pegarse a su piel de manera asquerosa e incómoda. Aún así, cada vez más cerca de perder la cordura, sintió que algo se aceraba entre los matorrales. Pero eso no detuvo el discurso de Lisa, quien había hecho aparecer unos maniquís de madera, a unos cuantos metros frente a ellas. De la punta de la varita salieron unas saetas de fuego que calcinaron en cuestión de segundos los blancos.

 

Sin embargo, los blancos calcinados no eran más que una distracción del peligro real -o más bien vivo- que acechaba. Las criaturas se seguían acercando entre la espesa selva, aquí y allá las ramas y hojas se movían delatando su número y posición. No necesitaba el anillo de detección de enemigos para saber que estaban ante un ataque inminente, así que apuntó con la varita y esperó el momento exacto en el que unos ojos amarillos de un animal aparecieron entre las hojas.

 

- Cinaede.

 

El gas venenoso no tardó en paralizar a la bestia, que cayó al suelo con un golpe seco, debatiéndose entre la vida y la muerte mientras sus vías respiratorias se cerraban. Útil, ciertamente era un efecto útil.

 

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La Triviani fue la primera en probar el nuevo conjuro, con fines defensivo y una ejecución perfecta. Cosa que alabe con un asentimiento de cabeza. Me gustaba contar con pupilos aplicado, pues la clase avanzaba a un ritmo mayor al común. El atacante quedo calcinado en segundos, los necesarios para comprobar que era una bestia no natural. Murmure una maldición en contra del Nefir por su irresponsabilidad para con la madre tierra, para después centrarme de nuevo en la fémina, la cual inquiría sobre las flechas de fuego con sumo interés.


- Un aguamenti y un episkey. Primero y como es obvio debes eliminar el fuego.


Beltis fue mas perspicaz y en vez de probar lo que yo les habida propuesto, decidió arriesgarse por otro de los maleficios descritos en las verdes paginas del libro. No me parecía nada mal que se dejasen llevar por sus instintos, no obstante y con aquella magia, debían estar muy seguros de sus efectos y como defenderse de estos, pues puede que la solución pasase a ser un problema en cuestion de segundos. El veneno derribo de un plumazo al ente que nos acechaba. Premie su arrebato con un asentimiento.


- El cineade es un potente veneno que viene de esos pétalos, primero paraliza al enemigo, luego le rompe sus vías respiratorias y luego, como ya seguro supondréis, lo lleva a la mas dolorosa de las muertes. Anapneo y episkey son el contra embrujo perfecto. Depende mucho del nivel del mago y cuanto poder tenga este.


Badru o la misma selva, vete tu a saber quien era ya, decidió que en ese preciso instante era bueno un poco de acción. La sala quedo a oscuras, ya que los arboles comenzaron a crecer, cerrando o apagando los puntos de luz. Los animales comenzaron a rugir como si les fuese la vida en ello, creando un sonido ambiente muy aterrador. Era, lo que supuse, el ataque definitivo. Debía ser rápida explicando lo que restaba, para que así las chicas tuviesen las herramientas necesarias para combatir. Los Uzzas y sus retos.


- Semillas de hielo es un rayo que congela criaturas – Explique haciendo énfasis en la ultima palabra – Y las arenas del hechicero dejan ciego al oponente, como un strellatus. Son una excelente combinación – Murmure – Ahora – Habia sentido una bocina en algún unto de la espesura de la selva – Ponedlo en practica – Y el embiste inicio.

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- El cineade es un potente veneno que viene de esos pétalos, primero paraliza al enemigo, luego le rompe sus vías respiratorias y luego, como ya seguro supondréis, lo lleva a la mas dolorosa de las muertes. Anapneo y episkey son el contra embrujo perfecto. Depende mucho del nivel del mago y cuanto poder tenga este.

 

Beltis asintió, comprendiendo que mientras más fuerte se hiciera más poderosos serían los efectos del veneno. Otra razón más para no cesar en sus intentos para seguir avanzando en ese camino de aprendizaje. Se había pasado la vida buscando nuevos horizontes, nuevos y mejores conocimientos que la llevaran a conseguir poder. Porque de eso se trataba, al menos para ella. Lentamente y con calma, con sigilo y pericia, sin levantar sospechas se había convertido en más que solo una simple bruja. Se llevó la palma de la mano a la frente y se enjugó el sudor, respirando con fuerza para mitigar el calor. Pestañeó varias veces ante las sombras que se abalanzaron sobre ellas, los árboles alcanzaron el cielo y apagaron los pocos rayos de luz que penetraban sus ramas frondosas para sumirlas en la oscuridad.

 

Beltis se mantuvo quieta, con los sentidos en alerta y observando de reojo todo lo que la rodeaba. Podía escuchar el roce de las hojas y las ramas quebrase en la lejanía, los rugidos de las bestias como un llamado de guerra. ¿Todavía no había acabado la clase? Se preparó, recordando las palabras de Lisa.

 

- Cinaede.

 

Musitó al ver a una criatura acercarse a través de un arbusto. Pero no sería suficiente, por una baja, otras dos tomaban su lugar. Dio un paso hacia atrás y se acercó a Alyssa, pegando su espalda a ella. Si enfocaban sus esfuerzos y se cuidaban la espalda podrían salir de esa. Aunque eran solo criaturas, bichos, estarían de regreso en la residencia para la hora de la cena. Apuntó hacia unos ojos rojizos que aparecieron entre la espesura y oscuridad y lanzó las semillas de hielo para congelarlo.

 

Pese a su esfuerzo, en pocos segundos se vieron rodeadas y superadas en número, donde la poca luz hacía mucho más difícil lanzar rayos y determinar qué clase de bestias las estaban cazando. Entrecerró los ojos y elevó la varita hacía unos gruñidos cercanos -demasiado cercanos-, a su izquierda para lanzar una maldición para detener el ataque inminente. En cuanto sintió un golpe seco contra el suelo, fijó la vista y logró ver el negro pelaje entre las hojas. En un arranque de valentía, se abalanzó sobre el animal y posó su pulgar con fuerza sobre sus carnes para dejar su marca de sangre.

 

- Obedire

 

En cuanto acabó de pronunciar el hechizo, el animal siguió sus ordenes y se levantó para atacar al resto de bestias. Uno menos. Se volvió a su derecha y lanzó las Arenas de Hechicero a otra criatura de ojos amarillos para cegarla y atacarla en cuanto estuviera fuera de combate.

 

- Flechas de fuego

 

La saetas en llamas salieron despedidas de su varitas para atacar a la bestia que luchaba contra la falta de visión en ese momento.

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Mientras que la voz de la Weasley sonaba de fondo explicando apresuradamente los efectos de los hechizos restantes, ambas brujas tenían su atención puesta en las inmediaciones de aquella jungla que en un abrir y cerrar de ojos les había cerrado el paso rodeándolas con una orquesta de intimidantes sonidos. La Black podía sentir los ojos de cientos de criaturas puestos en ellas, y aunque no podía verlas sabía que estaban allí, ocultas en alguna parte de la espesura que les servía como escondrijo. Lentamente tanto la Malfoy como la Triviani fueron retrocediendo hasta que sus espaldas chocaron, con las varitas en alto y cada uno de sus músculos en tensión listos para la acción. Beltis fue la primera en atacar salvándolas a ambas de la embestida cuando una de aquellas bestias trató de saltar sobre ellas, pero donde uno caía otros cuatro salían.

 

- Vaya… ¿primero me invitas a tu habitación y ahora quieres que bailemos pegadas? – Espetó la mortífaga esbozando una torcida sonrisa – Cualquiera diría que me estas cortejando, Malfoy.

 

Su varita cortó el aire a una velocidad imposible de imaginar lanzando un rayo directo a la maleza que se encontraba a un costado de las dos brujas, el cuerpo de un gran felino se vio abrazado por el aliento helado de las semillas de hielo en medio de su salto cayendo de lado como si no fuera más que una estatua. Una enorme ave carroñera, de negro plumaje, les acechaba desde lo alto de las ramas lista para lanzarse en busca de su carne; otro rápido movimiento al frente y ésta quedó completamente ciega, desorientada, chillando con malicia ante aquella repentina falta de su más preciado sentido.

 

- Flechas de Fuego – rugió la Black apuntando a la espesa maleza que les rodeaba, pensando en el simple objetivo de incendiar aquel lugar y todo en su interior.

 

Los hilos de fuego danzaron entre sí, entrecruzándose los unos con los otros hasta finalmente dividirse e infiltrarse entre la hierba, resecos arbustos y las hojas de los árboles, contagiando sus llamas hasta que estas encontraron el alimento que necesitaban para crecer y expandirse por la jungla. De pronto al coro de bestias se sumó el crepitar del fuego apoderándose de todo a su paso, creando a su vez una nube densa y sofocante de humo que no solo obstruía la visibilidad sino que además comenzaba a filtrarse en sus pulmones dándoles un copioso acceso de tos. Mientras que con la manga de su chaqueta se cubría la nariz, con su otra mano continuaba aferrando la varita tratando de mantenerse alerta ante otros posibles ataques.

 

- ¡Creo que los espantamos! – exclamó la Triviani tratando de que su compañera le escuchara por encima de todo el bullicio, pero en realidad no podía estar más equivocada…

 

De entre la niebla una bestia de oscuro pelaje y grandes colmillos se abalanzó sobre ella antes de que pudiera impedirlo, volteándola al suelo y arañando su cuerpo mientras que las mandíbulas chasqueaban a centímetros de su rostro mientras que su brazo luchaba con todas sus fuerzas para mantenerlo alejado.

 

- ¡Cinaede! – masculló con los dientes apretados debido al esfuerzo que estaba realizando.

 

El veneno se filtró por entre las fosas nasales del animal causando un efecto instantáneo, con lo cual saltó hacia un costado quitándose de encima de la Black para poder refregar su hocico contra el suelo en un desesperado intento por quitarse aquella presión de sus vías respiratorias, pero sin éxito. A los pocos segundos el efecto de los pétalos de pensamientos se cobró una nueva víctima. Alyssa se incorporó apoyándose sobre sus codos mientras que aún permanecía recostada en el suelo tratando de recuperar el aliento, con su pulso acelerado a un 100% y los músculos agarrotados por el repentino acceso de adrenalina. Tomó la mano que le ofrecía Beltis y se puso de pie con dificultad; el fuego que había sido creado para salvarlas ahora estaba a punto de matarlas.

 

- ¿Qué hacemos ahora? – la italiana tenía sendas manos apoyadas en sus rodillas mientras que aun intentaba recuperarse de aquel último asalto, pero lo cierto es que el tiempo comenzaba escapárseles de las manos.

 

@Beltis

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