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Libro de la Fortaleza 9~


Athena Rouvas
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—Esta vez será mucho más sencillo, pero desde la sencillez se pueden obtener muchas respuestas satisfactorias.

 

—Me conformo con que no sea tan caluroso como la última vez. —Medio protestó mientras veía al Uzza forjar una débil sonrisa. No era un comentario gracioso.

 

La última experiencia en un desierto, fue a su juicio, terrible. La falta de agua, de una sombra le había hecho terminar bastante deshidratada, al menos había sobrevivido, y también los alumnos que habían conseguido sortear la clase con éxito.

 

—No lo será, descuida. Pero habrá otras cosas que lo transformaran en una travesía de cuidado, después de todo en esos momentos en que mejor se acondiciona la mente.

 

—Me siguen pareciendo extraños sus métodos. . . No tienes que decirme nada, lo voy comprendiendo.

 

El Guerrero Uzza sonrió más abiertamente frente a esta afirmación. La vinculación con el libro nunca era sencilla, pero si resultaba bastante más rápida, al menos en el primer eslabón pues el siguiente ya contaba con algo más de dificultad. El camino solo estaba iniciando.

 

 

* ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ *

 

—No tiene nada de especial. —Murmuró.

 

Sin embargo la voz resonó más fuerte de lo deseado, era el altibajo de estar en medio de la nada donde pocos sonidos coexistían. ¿El lugar? Un bosque cualquiera, pero bastante denso, del tipo valdiviano lo califican los muggles, denso y algo oscuro como el solo, pero habitado por varias especies animales, también de índole mágica.

 

Los Uzzas habían mencionado que aquella sería una última misión antes de concluir el año, que luego podría replantearse un poco las cosas para guiar la clase a su antojo, siendo ellos meros espectadores de cada acto que fuese decidiendo llevar a cabo. Tendría la libertad de escoger los sitios para dar algún significado especial o solo por gusto propio. Pese a eso Rouvás no deseaba adelantarse demasiado en un futuro, era preferible centrarse en el día a día, y por ahora su compromiso era con quienes deseaban aquel día vincularse con su Libro de la Fortaleza.

 

Miró el reloj que traía en la muñeca izquierda, no debían tardar mucho más.

 

—Espero que no tengan problemas en encontrar el lugar.

 

Previo a llegar allí, desde la Universidad había enviado un mensaje junto a un viejo objeto a cada alumno. El mensaje los instaba a reunirse con ella en el bosque, justo bajo el árbol más alto, visible desde la mayoría de los puntos. También mencionaba el que no olvidaran en casa tanto el libro con los amuletos, y que acudiesen con ropas cómodas.

 

Ella por su parte llevaba los amuletos y anillos colgados en una cadenita alrededor del cuello. Con el correr del tiempo, y aprendiendo de los otros Libros más avanzados se tornaban demasiados como para llevarlos en diferentes dedos. Con el tiempo también había aprendido a identificarlos unos de otros, cosa que al inicio era casi imposible.

 

—Uhm. . .

 

Tenía entendido que solo serían dos alumnos, así que alzó la varita en el aire para brindarles un poco de ayuda. Mencionó un par de palabras y unas chispas rojas salieron despedidas alcanzando un par de metros más arriba de la copa frondosa.

 

_____________

 

Alumnos

 

@@Groter Shulton Granpié Shulton Granpié

@@Matt Blackner

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Aquel día sería distinto. Lo sabía desde qeu desperté en la Potter Black, encontrándome con aquella nota y lo que parecía un viejo...catalejo de bolsillo? Observé aquel objeto con curiosidad, pues plegado cabía con facilidad en la palma de mi mano, mientras que sostenía en la otra mano la carta que lo acompañaba. En un rápido vistazo supe lo qeu se trataba, la confirmación qeu llevaba ya varios días esperando.

 

Mientras me vestía, con un pantalón negro y una camiseta de color gris, recordaba como la familia se había ido formando en aquellos libros que contenían una magia diferente, llegando un punto en el qeu era el único que aun no se había decidido a tomar partido en aquellos conocimientos.

 

Abroché las botas ante de echar un vistazo al libro que descansaba sobre la mesa. Justo sobre el, un anillo. Los metí a ambos en mi mochila, que hacia años había encantado para que su interior fuera mucho mayor de lo que parecía. Por si acaso, también llevaría la nota y el objeto que había recibido aquella mañana.

 

Tras tomar algo de desayunar, desaparecí de la mansión familiar para buscar el lugar escogido para la clase. Era un bosque, espeso y frondoso, algo oscuro. Podía recordarme vagamente a la Selva Negra alemana, en la cual había pasado un tiempo de niño, aunqeu no me gustaba demasiado pensar en ello.

 

Por lo qeu decía aquella nota, debía encontrarme con quien impartiría la clase junto a un gran árbol. No me fue demasiado difícil situarlo, ya que destacaba incluso en aquel mar de árboles.

 

Acostumbrado como estaba a caminar entre caminos, lodazales y bosques, no me fue difícil encaminarme por el terreno, solo deteniéndome para orientarme y asegurarme que no perdía el rumbo.

 

- Bonitas chispas, profesora. - dije, apareciendo a pocos metros de la bruja, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón. - Soy Matt Blackner, espero no llegar demasiado tarde.

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—Oh, muchas gracias. Por lo general nadie se fija demasiados en las chispas o en cómo salen. —Sonrió divertida.

 

Aún debían esperar a que Groter llegara, o mejor dicho los encontrara, le daría unos minutos más para ello antes de comenzar a recorrer un poco el lugar. Esperaba no perder el camino, dado que solo había visitado aquel bosque una vez antes de la clase, y no se había tomado la molestia de marcar el recorrido.

 

—No, no llegas tarde. Un gusto Matt, soy Athena Rouvás, aunque creo que te recuerdo de aquel evento en que el Ministerio estuvo en problemas por varias cosas naturales. —Si estaba bien, él había sido el que la ayudó a salir de los escombros en una de las tantas veces que Rouvás entró al edificio. —Gracias por ayudarme en aquella oportunidad.

 

Sacó la varita, aunque era poco probable que la utilizaran en esta primera parte. Les serviría para alumbrar las partes más oscuras que tenía el bosque. Por sectores la maleza era densa y quien sabe que animales o criaturas vivían en ellas. Además no dudaba que hubieran un par de trampas muggles acamufladas. La vez pasada había divisado uno que otro ciervo pastando libre por ahí.

 

Murmuró un Lumos para iluminar un poco, pese a que allí algo de la luz del sol se colaba entre las ramas.

 

—Espero que hayas traído el Libro y los amuletos correspondientes. También que lo hayas leído al menos una vez, si tienes dudas puedes aprovechar de consultarlas, aunque para eso tendremos toda la clase. —Estaba un poco impaciente por comenzar ya a moverse. —Solo esperaremos unos instantes más.

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Al parecer aun debíamos esperar la llegada de alguien más para poder comenzar con aquella aventura. Mientras tanto la profesora se presentó, y entonces caí en la cuenta de por qué me resultaba tan familiar. Seguramente sin el polvo y un ministerio tratando de derrumbarse por encima de nuestras cabezas no la había reconocido. Al instante noté qeu me sonrojaba, negando ligeramente con la cabeza antes de encogerme de hombros.

- Oh, no...no hay de que. me alegra ver que te recuperaste bien. - dije.

 

Vi que sacaba la varita, usando el lumos para dar algo más de luz a la zona. Había visto, oido y sentido animales cerca, ciervos, pájaros y ardillas, aunqeu no me cabía duda de que podríamos encontrarnos con otros animales por alli, aun sin saber hasta qeu punto podrían ser amistosos o peligrosos. Menos mal que había caido en llevar el anillo de amistad con las bestias, además del amuleto volador en caso de encontrarnos con alguna altura que debiéramos descender, u obstáculos que saltar.

 

Hizo referencia al libro y los amuletos. Asentí con la cabeza, recordando entonces una pequeña duda qeu me había asaltado mientras echaba un vistazo a aquellas páginas.

- En realidad...el amuleto de curación es realmente útil, pero yo no poseo conocimientos de primeros auxilios más allá del ferula o tragarse un bezoar...aun asi podría utilizarlo sin problemas? - pregunté, sinitiendo la inquietud de la profesora. Yo también estaba ansioso por dar comienzo a nuestra excursión.

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—Uhm. . . Eso será un problema. —Hasta ahora no se había topado con alguien que intentara usar el amuleto de curación sin tener el conocimiento. —Creo que tendrás que usarlo para saber, pero yo diría que no estarás usando el máximo de la capacidad. Quizás si resulte el usarlo pero no cure nada una herida. ¿Te parece si hacemos una especie de prueba más adelante?

 

Al parecer la otra persona anotada en la clase ya no iba a llegar. Si sucedía tendría que dejar algunos restos de magia en determinados arboles para que les diera alcance, pero ya se había perdido varios pasos de lo que llevaban.

 

Le hizo una seña a Matt para que le siguiera; la travesía no iba a ser demasiado larga, pues solo se moverían de un sitio a otro, era la parte entremedio la complicada, la desconocida. Sus amuletos colgaban de una cadena en el cuello, así podía darles usos en los momentos correctos, de la misma manera sucedía con los anillos ya que no le gustaba portarlos en las manos; eran demasiados, a su juicio. Como para asegurarse de que estaban solo utilizó uno, el Anillo de Escucha. No funcionaba con animales, o seres mágicos pero sí con otros individuos que pudiesen estar cerca. Ningún sonido se escuchó.

 

— ¿Lo escuchas? Parece un zumbido. . . —Detuvo su caminar entre la maleza, en alerta. —No es un enemigo, lo sabríamos pues estoy usando uno de los anillos. . . —Apuntó con la varita hacia el frente. —Tal vez sea. . .

 

¿Algún animal mágico? Quizás solo un grupo de aves. . . Lo cierto es que el sonido provenía de la parte alta de los árboles. No era un zumbido, era más bien muchas patas chocando la corteza de los arboles. Pero al apuntar la varita hacia arriba era poca la visión que tenían. Era el turno de Matt, averiguar de qué se trataba y qué podían hacer frente al problema que acaba de surgir. Aunque se apostaría su sueldo completo del mes actual a que eran arañas, y si las veía iba a salir gritando como siempre hacía.

 

—No se si intentaste hacer uso de los hechizos en casa, espero que sí. . . Pero este será un buen momento para practicar lo que viste, te apoyaré, ¿de acuerdo?. —Tragó saliva notoriamente, rogando que no se cumpliera su temor. —Aunque estaba segura que en medio del boche había captado un sonido diferente. Algo así como un batir de alas.

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- Claro! Sería genial poder probarlo más tarde - accedí a la sugerencia de Athena.

 

MIentras comenzábamos nuestro recorrido por aquel bosque en penumbras, comencé a darle vueltas a lo qeu la profesora había dicho. Si no tenía el conocimiento de primeros auxilios podría utilizar amuleto, pero como ella había reconocido, carecer de aquellas habilidades no me permitiría usar todo su pontencial. A qeu se referiría? podría curar un raspón o una herida superficial, pero seguramente, no llegaría a salvar a nadie de la muerte. Como mucho tal vez pudiera reducir una hemorragia, pero probablemente no podría eliminarla por completo.

 

Tan metido iba en mis pensamientos, qu esolo me detuve al sentir aquel zumbido. En seguida alcé la cabeza, puesto que no sentía personas cerca pero si el rasgueo constante de patas en los árboles, más que seguro en las copas. Eran ligeros, probablemente insectos. O un grupo muy numeroso, o bichos con muchas patas.

 

Athena me animó a ser yo quien tomara las riendas. Mientras sacaba la varita del bolsillo trasero, se me cruzó la idea de que tenía que advertirle....si me concentraba tendría exito, pero cuando me distraía era capaz de provocar un tornado que arrasaba medio ateneo en el interior de un aula...

 

- Lumos máxima! - aquel hechizo iluminaría mejor el area sobre nuestras cabezas, al menos de forma temporal.

 

En seguida me hice a la idea de la situación. Cuatro acromántulas (dos del tamaño de un bulldog francés y otras dos que las doblaban de tamaño) se movían por los árboles en dirección a un ave qe en seguida reconocí como un augurey, ya que Sagitas tenía uno en el confesionario. El pobre pájaro había quedado atrapado en las redes de las arañas, que aprovechaban bastante bien la cercanía de los árboles para colocar sus trampas.

 

Y no iba a dejar que se comieran al ave.

- Orbis Bestiarum - pensé. Probarlo en casa, en los terrenos de la POtter Blue con la rana de Sagitas o las mascotas de la familia era muy sencillo, pero con criaturas salvajes no lo había utilizado antes. Aun asi, un anillo dorado rodeó a las acromántulas, qeu en seguida se detuvieron. Mi pensamiento fue bastante claro. "Marchaos"

 

Parecieron dudar, pero al fin, se dieron media vuelta. Algunas bajaron hasta el suelo y se marcharon en dirección contraria a la nuestra, mientras qeu otra se marchó por el árbol.

 

El augurey seguía inquieto. Metí la mano en la mochila y de ella extraje el anillo de amistad con las bestias, que en seguida coloqué en el índice de mi mano izquierda.

- Como lo liberamos de la red? POdría trepar al árbol - sugerí, ya que no quería dañarlo usando algún hechizo.

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Tragó saliva con mucha dificultad, por poco no salió huyendo dejando a Matt solo por un rato; su temor a las arañas era conocido y escandaloso. Por una parte se aliviaba de haberle insinuado a Blackner que tomara las riendas del asunto pues así no fue necesario hacer gala de su cobardía con los arácnidos, por otra había logrado comprobar que tenía bastante buen manejo con los anillos.

 

La luz iluminaba cada vez menos y el Augurey se iba perdiendo poco a poco de vista, aunque aún quedaba visible parte de la trampa en la que estaba, ¿Quién rayos pondría una red para atrapar un ave que era tan libre? Posiblemente eran magos que después intentarían venderle en el mercado negro, o traficarlo hacia algún país lejano en donde pudiese aumentar su valía en galeones. Todo era posible.

 

—Me parece que es lo mejor, lanzar algún hechizo podría asustarlo y hacer que quedase enganchado, aparte nos tomaría miedo, si es que no lo tiene ya. Ohhh, olvido que utilizaste el anillo, a ti no tendrá miedo si te subes al árbol, pero déjalo que vuele, llevarlo con nosotros podría ser peligroso.

 

Además se merecía tomar rumbo a su hogar, si es que lo tenía cerca.

 

—Haremos esto. Ya casi puesto en práctica todos los poderes que el Libro trae, y eso es suficiente para mi y para los Uzzas, aunque eso no quiere decir que seas un experto, pero estarás mucho más cerca de tener estas habilidades. —Esperaba que comprendiera esa primera parte. —Este árbol es bastante alto, así que al bajar no puedes hacerlo de rama en rama, ¿de acuerdo?

 

Era una tarea muy sencilla la que le estaba dando, pero resultaba esencial para terminar de ver de lo que era capaz. Pronto se vendría un trabajo que requeriría muchas más habilidades que solo utilizar los anillos. Y los siguientes Libros también tenían muchas más dificultades que caminar por un bosque esperando no toparse con demasiadas cosas complicadas.

 

—Te esperaré aquí, y de paso usaré un Lumus para ayudarte a ver donde vas, porque creo que te será un poco complicado ambas cosas a la vez.

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No me había dado cuenta de la expresión de Athena hasta ahora, lo cual me hizo pensar...tendría miedo de las arañas? de ser asi, la profesora había tenido bastante aguante al permanecer en aquel lugar.

 

Mi idea parecía la mejor, trepar al árbol no solo parecía la forma más segura de librar al augurey de aquella red, sino además, la más sencilla, puesto que a aquella distancia y la poca visibilidad podríamos causar más daños que bien al pobre, aunque eso si, era mejor dejarlo en libertad para que pudiera marcharse hacia su hogar, fuera donde fuese.

 

La miraba con seriedad, aunqeu no pude evitar sonrojarme un poco mientras alababa mi uso en relación a los hechizos del libro. Sabía qeu un poco de práctica no te hacía un maestro, hacia falta años para dominar un arte, y aun asi nunca se dejaba de aprender.

 

Asentí cuando escuché la tarea que me encomendaba. Rebusqué de nuevo en mi bolsa, tomando esta vez un colgante con la forma de dos alas cruzadas de plata. Me lo puse al cuello de forma qeu descansaría sobre mi pecho, por debajo de la camiseta. Dejé la mochila en el suelo junto a Athena, que permanecería alli abajo para darme un poco más de luz durante mi escalada, pues como bien decía, alumbrar, trepar y liberar al ave sería una tarea algo más complicada si tenía que hacerlo todo solo.

 

Me gustaba trepar. Era algo qeu había aprendido a hacer de niño y me resultaba sencillo. Era ágil y además, tenía tanto la fuerza como la coordinación suficiente como para qeu esa tarea no fuera pesada. Me llevó varios minutos, pero al fin alcancé la altura en la que el augurey estaba atrapado. Pude ver como aleteaba y soltaba picotazos de forma inútil para intentar liberarse. Me encaramé a la rama y caminé con cuidado hasta estar lo bastante cerca. Alargué la mano en la cual llevaba el anillo que surtió efecto al instante. El augurey se calmó, dejándome liberarlo de aquella trampa. Lo atraje hasta mi y le rasqué la cabeza, fijándome bien en su aspecto.

 

No me gustaban sus alas. Una de ellas tenía las plumas revueltas y un aspecto extraño, pues quedaba más baja que la otra. En cuanto hice un poco de presión, sentí que se estremecía, lo cual me hizo entender qeu tenía mal el ala.

"asi no podrá volar a ningún sitio." pensé.

 

Sentía la cadena sobre la piel, asi que asiendo bien al pájaro, cerré los ojos, dejándome caer desde la rama, qeu estaba lo bastante alto como para que la luz creara un entorno tenue, pero con visibilidad. Un tirón en el estómago, una sensación de vacío que me provocó cierto cosquilleo antes de que la velocidad se redujese. Cuando abrí los ojos (una reacción involuntaria, pues a pesar de llevar la cadena, el cuerpo reacciona a ciertas costumbres) me descubrí bajando con suavidad aquella distancia, casi como si un ascensor invisible nos transportase.

 

Cuando nos encontrábamos a dos metros por encima de la cabeza de mi compañera, decidí explicarle por qué me acompañaba el pájaro.

- Creo que tiene el ala dislocada. O rota. - dije, tocando al fin el suelo firme con los pies.

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—Podrías intentar curarla, aunque con certeza no se que pueda suceder. Aunque siempre puedes recurrir a un episkey para solucionar problemas como este. —Hizo una especie de mueca. —Será mejor que luego lo dejemos en libertad, ya estamos próximos a nuestro destino y no creo que le venga bien estar presente. —A menos que pudiese servirle en batalla, cosa que dudo. Terminó la frase en su cabeza.

 

Le hablaba a medida que Matt iba descendiendo con el ave entre los brazos. Normalmente un animal salvaje actuaba mucho más brusco, ya fuese por temor, como defensa o como ataque, pero era evidente que el anillo de amistad con las bestias cumplía muy bien su labor con el Augurey. Ahora que lo tenía más cerca, se veía un poco pequeño en comparación a lo que los libros describían; quizás fuera un poco pequeño aún.

 

Alumbró el suelo para que Blackner no tuviese problemas al alcanzarlo, el terreno estaba lleno de montícul0s de tierra, raíces sobresalientes o enredaderas.

 

—Me parece que está rota. Debe haber echo un gran esfuerzo por tratar de liberarse de las redes. —Eso parecía a simple vista. —Es una lástima que les tiendan trampas así, otras aves también deben verse perjudicadas con esto.

 

Era muy probable que en los arboles circundantes encontraran más redes entre las copas de los árboles. Quien sabe cuántas ya habían sido cazadas, sin mencionar las que terminaban en las garras de las acromántulas que no perdían su oportunidad en una presa fácil.

 

—Vamos, vamos, inténtalo. —Lo animó. —Ya te queda muy poquito para haber expuesto todos los hechizos y anillos del Libro. Con esto debería ser suficiente para evaluar si definitivamente puedes controlar y vincularte a la Fortaleza. Los Uzzas son un poco esquivos en general, pero con aquellos realmente interesados en aprender y cuidar esta magia como corresponde son bastantes más flexibles. —Aunque estrictos, Athena había notado lo preocupados que eran con aquellos a quienes enseñaban sus secretos.

 

Solo unos cincuenta metros les separaban de su destino final. Nada como un duelo en medio del bosque, donde difícilmente iban a poder interrumpirlos, incluso los directores de la Universidad, o cualquier curioso (que dudaba hubiese cerca).

Editado por Athena Rouvás

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Tras examinar el ala, Athena llegó a la misma conclusión qeu yo, pues el ala estaba rota. Era un ejemplar de augurey pequeño, seguramente habría pasado poco tiempo desde qeu comenzase a volar y abandonase el nido, lo cual dificultaría su vida en aquel bosque, ya que aun no habría adquirido la experiencia de lo que aquel lugar, entre cazadores y acromántulas entrañaba.

 

Miré fijamente al animal, algo nervioso. Cierta que la profesora me animaba, pero al mismo tiempo daba vueltas a aquella preocupación que me rondaba desde qeu leí por primera vez el libro, y es que no poseía los conocimientos de primeros auxilios, lo cual tampoco garantizaba los resultados. De hecho, no sabíamos que podía pasar.

 

Me tomé mi tiempo en buscar el amuleto y ponérmelo al cuello, dejando qeu la piedra amarilla brillase durante un instante entre las alas de plata. Se suponía, según la teoría, que si colocaba mi mano sobre la zona afectada debería bastar para qu hiciera su efecto, con lo que procedí, colocando la mano derecha sobre aquel ala rota.

 

Sentí cierto calor fluir entre nosotros, pero al mismo tiempo supe que algo iba mal. debería haber sido efectivo al instante, dado que no era una herida mortal y no tendría que ser tan complicado curarla.

"Utilizo el episkey"? me pregunté, ya que conocía aquel hechizo al igual que la mayoría de magos....pero la finalidad de aquella clase era dominar los secretos del libro.

 

Entonces decidí probar algo distinto, qeu también había leido en el tomo de la fortaleza.

"Curación" - pensé, frunciendo el ceño,concentrándome. Me había puesto tenso, pero tras unos segundos y un pequeño chasquido, el ala pareció recuperar su forma original, incluso el augurey aleteó un poco, lo cual me hizo entender que estaba bien.

 

Suspiré aliviado, comprendiendo qeu hasta no obtener el conocimiento de primeros auxilios probablemente necesitaría combinar amuleto y hechizo, y tal vez ni aun asi tuviera un efecto total...tal vez curase un hueso roto, pero no me garantizaría poder cortar una hemorragia. Y mientras pensaba en todo aquello, rasqué la cabeza del pequeo ave y extendí el brazo, dejando que se marchase en cuanto se sintió listo para hacerlo.

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