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• Borgin & Burke • (MM B: 93568)


Mentita
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Arrugo su nariz al sentir el olor que aquella lampara despedía, se había desacostumbrado a esa clases de cosas, les parecían desagradables realmente, pero al echo de que su tacaña madre no había pagado la LOZ no vio de otra. Aun no sabia que es lo que daría mas miedo, el mismísimo silencio sepulcral que invadía el lugar, o las greñas de Candela. Digamos que no poseía una apariencia tan carismática a la hora de atender clientes.

 

--Puede que tengas razón...-- Argumento sin cuestionar los gustos de la gitana. --Que sean dos entonces-- Bromeo ante su amenaza.

 

Levanto la lampara y alumbraba los demás lugares, Matthew era curioso y le gustaba ver donde trabaja su madre, mejor dicho, donde iban a parar todas las cosas que ella se robaba. Claro, eran dos opciones, era una mujer super adinerada o era una cleptómana con objetos de alto valor, eso lo pondría a duda por el momento... Muchas cosas que no contaba y quizás de saberlas, le costaría la vida.

 

<< Ya sabe sobre Matilda... Espero que esta se quede intacta, a veces le gusta portarse mal y no puedo controlarla. >> Sacudió su cabeza, la madre del Triviani ya sabia sobre sus problemas psicológicos pero lo tomo con tanta naturaleza que solo encogió los hombros en muestra de desinterés y solo le comento lo que sucedía con aquella voz en su cabeza;

 

--Sucede... Que Matilda realmente esta loca.-- Se le acerco casi al susurro moviendo sus ojos --Pero eso quedara entre nosotros, ¡VES! lo sabia, tu los habías, tomado prestados, robado suena feo.-- Observaba como caminaba detrás de el, rodeándolo como un animal salvaje a su presa. --Solamente a visitarte, tomar algo y quizás, salir a pasear y robarle las cabezas a alguno mortales.-- Fingió una gran sonrisa que se borro en cuestión de segundos.

 

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Se encogió de hombros ante la sugerencia de su hijo. Lo cierto era que la palabra "robar" y todos sus sinónimos le parecían la cosa más normal del mundo. Todo mago y/o bruja debió haber hurtado algo en algún momento de su vida. Ella empezó cuando era pequeña y se quedó con las velas perfumadas de quien creía su hermana, claro que la castigaron, pero las velas ya las había vendido y a buen precio.

 

— Espero que lo de las cabezas sea en sentido literal. Podría disecar algunos cadáveres que me traigas, como para adornar un poco el local. Tengo la impresión de que le falta... —aspiró profundamente, como si tratara de encontrar el aroma que había desaparecido— No sé, algo.

 

Candela desvió su camino por una hilera de estanterías y se paseó con cuidado entre ellas. De un lado tenía una cantidad infinita de pequeños frasquitos con líquidos sospechosos, oscuros y espesos. Del otro lado, pergaminos cubiertos por una fina capa de polvo. Entre todos ellos, una caja de madera del tamaño de la palma de su mano.

 

— Ven, quiero mostrarte algo. —lo instó y aguardó por él.

 

La madera era de un gris pálido, ligera y sin aparentes aberturas. No tenía cerradura, ni abrojos, nada. Pero era una caja, y contenía algo. Y, evidentemente, no había sido abierta en mucho tiempo.

 

— Dime qué crees que sea esto. —inquirió cuando el chico la hubo alcanzado.

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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--Por supuesto, eso me hizo recordar, ¿no has visto mí habitación? Tengo algunas partes humanas que podrían interesarte para decoración.-- Encogió sus hombros levantando ambas cejas.

 

Le gustaba que al menos algo tuvieran en común con su madre, además de tener ese pequeño sentido de desconfianza en cuanto a que lo asesine... Mejor, intenté hacerlo nuevamente. ¡Está loca! La miró un momento; << Aún que de momentos algo se mueve en mí, es eso que los demás llaman; ¿Cariño? >>

 

La bruja incitó al Triviani que la acompañará en busca de un objeto, tenía ganas de preguntarle qué exactamente estaba queriendo encontrar, entre tantos objetos era difícil saber... Además, de ella podría esperar cualquier cosa, una auténtica caja de sorpresas.

 

Tomo un baúl del tamaño de sus palmas, pequeña y algo arcaica. Un gris pálido, no entendía muy bien que era o que contenía dentro ya que no podía verse a simple vista una forma de ser abierta... --No tengo idea... Pero, ¿Como la abrirás? La tiraras al suelo o la patearas hasta que logres abrirla?-- Había olvidado que con un simple hechizo sería capas de acceder a ella, pero la fuerza bruta era más placentera que dejarle todo a una varita.

 

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  • 2 meses más tarde...

Las nubes que cubrieron en algún momento de la mañana los cielos de londre habín dado una tregua a los ciudadanos de la ajetreada ciudad y amainado la tormenta dejando entrever tímidamente algunos rayos de sol como manera de clarear el día.

 

Evedhiel había recogido su cabello en una trenza lateral desordenada y tras varios minutos intentando embellecer aquellos cabellos que salvajes escapaban de ella lo dió por imposible . Agarró su capa de viaje y cubrió su vestido azul con ella. Llevaba meses esperando la oportunidad para calzar sus botas de agua rosa de tacón rosadas, y sus familiares habían bromeado sobre el infantilismo que rodeaba a la chica cuando decidia usarlas, así que se aseguró que su vestido era lo suficientemente sofisticado como para no desentonar.

 

Merodeó sin rumbo por el callejón durante minutos mientras distraída jugueteaba con su anillo de metamorfopiedra en la mano derecha dela chica. Normalmente la joya tomaba el aspecto de una perla con el tacto de sus dedos, pero últimamente el metal se había tornado de un violeta intenso en la forma de tres Amatistas. Evedhiel no sabía exactamente el motivo de aquel cambio, ni si Terminaba de gustarle.

 

El cartel de Borgin&Burke la recibió como respondiendo a la pregunta silenciosa sobre si volver a casa o quedarse un rato más. Necesitaba encontrar algo que captase su atención y le interesase lo suficiente como para dejar de deambular sin rumbo, y no conocía mejor tienda que aquella.

 

La estancia principal la recibió con una mezcla de bienvenida y misterio. Como buena Yaxley estaba acostumbrada a aquello último, y aún adí los miles de artefactos y componentes de las respiras captaron su vista. Una araña diseacada parecía saltar del techo y avivó levemente el latido cardíaco de la chica, quien automáticamente recordó lnúltima vez que se había sentido asustada por una araña. Aquello la hizo sonreír y aunque nadie se percató un leve tinte rosado se apoderó de sus mejillas.

 

Evedhiel carraspeó ocupando su mente en la búsqueda azarosa de un libro de astronomía. Se había olvidado cuanto le gustaba.pasó sus manos por encima de la tapa malgastada por el tiempo de una serie de libros amontonados en una de las estanterías cercanas a la entrada, buscando el tono adecuado en la tenue luz de la habitación.

 

 

 

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No recordaba exactamente cuánto tiempo llevaba ahí metido. Quizá un par de horas, pues la presencia de la serie nubes le había impedido calcular una aproximación de la hora que era. No importaba. Al menos, no para efectos de su pequeño experimento. ¿Por qué, Borgin y Burke, de entre todos los negocios? Simple, le atraía la idea de analizar los artefactos que ahí se exhibían, ver si podía encontrar la fuente de magia oscura que se cernía sobre algunos y, con un poco de suerte, llevarse uno a casa.

 

Claro que, para ello, tendría que pagar el precio. Y Chuck, uno de los elfos familiares, no iba a dejarlo ir sin antes avisarle a Candela.

 

-Vamos, vamos... -susurró, entrecerrando los ojos para poder leer las placas en los estantes. -Sé que estás aquí. No te escondas.

 

Lo que buscaba, era una miniatura de un Ironbelly Ucraniano. Entendía que dichas réplicas vivas eran muy famosas como mascotas entre los jóvenes magos, pero le interesaba encontrar el efecto que podría tener el emplear artes oscuras para darle un tamaño superior. Un par de Necrohands, invocadas gracias a los poderes del Libro del Aprendiz de Brujo, sostenían un juego de velas para compensar la deficiencia ocular del Black Lestrange.

 

Su concentración se refugiaba en un silencio casi de tumba, hasta que escuchó la puerta. El castaño se pegó a la esquina del estante, oculto al fondo de la tienda gracias al efecto que la vista producía en tal punto. Chuck parecía haberse retirado del mostrador, quizá a ordenar papeleo, o algo por el estilo.

 

Una cabellera cobriza. ¿Cuántas personas en el mundo poseían dicho tono de cabello?

 

-Hay varios manuales para combatir plagas de arácnidos, por si te interesan. -comentó, desplazándose desde su posición para alcanzar a la Yaxley. -A menos que estés buscando algo más macabro, claro.

 

Para ese momento, ya se había situado en la repisa aledaña a la que examinaba Evedhiel, recargando la espalda con suavidad en la misma. Mentalmente, ordenó a las manos fantasmales que se ofuscaran, pues de momento no habría necesidad de utilizarlas. Desde luego que, la joven se sobresaltaría con aquella repentina aparición, por lo que decidió emitir una disculpa.

 

-Es un lugar un tanto curioso, ¿no crees? Digo, después de un par de tragos y un parque de diversiones... -inclinó la cabeza a manera de saludo a su ahora compañera de bando. -Aunque el aura de misterio, de silencio, me agrada.

 

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Las runas bajo sus dedos trasmitían imágenes mentales a l chica, que aunque no entendía la mayor parte de los significados, conocía lo suficiente como para avanzar su mano obviando loa libros que no eran de su interés.

 

Una fragancia indudablemente conocida y a la vez misteriosa envolvió sus pulmones. Almizcle y aquella sustancia agradable que la chica aún no había tenido ocasión de adivinar e instantáneamente la voz profunda de Eobard se posó en sus oídos, incluso antes incluso que la chica visualizase la figura del mago apoyado sobre la estantería cercana a su punto de interés.

 

Sobresaltada ante la repentina aparición del mago, Evedhiel insonorizó un suspiro de asombro, y sonrió al mago de manera enigmática y burlona ante la ocurrencia de Eobard sobretodo porque el chico conocía su punto débil, al menos uno de ellos.

 

Evedhiel se acercó al chico un poco más mientras sus necrohands desaparecían de manera casi tan repentina como el mago había aparecido.El chico parecía haber estado en su propia búsqueda en aquel lugar.La hechicera posó una de sus manos en la nariz de Eobard, ajustándole las gafas que habían resbalado levemente, mientras posaba los ojos en los de el.

 

- Lo cierto es que estaba buscando en un artilugio sofisticado con el que avisarte cuando me de por explorar lugares o tener aventuras. No querría provocar tu ira con ni gún objeto punzante de nuevo- mintió la chica sonriendo de nuevo, traspasando la felicidad eta vez a sus ojos.

 

La chica se preguntó que buscaba Eobard exactamente en aquel lugar, y buscó disimuladamente a un posible acompañante del chico

- No hay nada que me rete más que la curiosidad y ya sabes que misterio es mi segundo apellido -añadió orgullosa la chica.- Así que si querías captar mi atención en el lugar adecuado, lo lograste. Qué buscamos? - añadió la bruja mientras se giraba hacia el mago.

 

Un quemazón inundó unon de los dedos de su mano derecha. Evedhiel se llevó la otra Mano a esté distraída, los ojos de la bruja estaban lo suficientemente distraídos como para percatarse que otra amatista violácea había aparecido en el anillo.

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Emitió una risilla nerviosa al percatarse del descuido de sus gafas; usualmente las utilizaba para leer. Por suerte, Evedhiel lo había notado y, sin dudarlo, devolvió los lentes a su posición original. ¿Cómo había sido posible? Simple: Tendía a mirar por encima de dichos artilugios, pues creía que así el contacto visual era más sincero.

 

Tal y como el que se suscitó en el momento en que ambos se dirigieron la mirada.

 

-Mi pésimo manejo de la ira me precede. -comentó, encogiendo ligeramente los hombros, ante la remota posibilidad de un estallido de enojo. -Lo cierto es que el posavasos ha sido la mejor forma de aviso entre ambos. En ocasiones, lo llevó por si decide atacarme.

 

Hurgó entre sus bolsillos, hasta encontrar el pequeño círculo plano, propiedad de la cantina de Mulpepper. Dicho objeto, había sido el inicio de aquella interacción entre ambos, que resultaba casi gracioso como algo tan diminuto podía cambiar el desarrollo de un solo día.

 

Lo sostuvo en alto, con la esperanza de que la Yaxley lograra distinguirlo entre la tenue iluminación.

 

-Misterio, misterio...De hecho, la razón para venir aquí tiene que ver un poco con eso. ¿Supiste que casi perdemos a uno de los nuestros por envenenamiento, hace meses?

 

Comenzó a ir de un lado a otro, como cavilando en sus pensamientos. La situación con Jeremy había sido un poco de mala suerte y descuido de todos los presentes, pero aquello no dejaba de darle vueltas en la cabeza. Si había artilugios de ese calibre, ¿qué le aseguraba que no tenían también otras miniaturas de criaturas más oscuras?

 

Durante sus pequeños paseos, se percató de las vistosas botas, rosas, que llevaba la joven. Aún en la penumbra, lograba distinguirlas. Contrario a las suyas, que eran más bien negras y lo hacían parecer un espectro.

 

-Supongo que estarás un poco familiarizada con el desarrollo de miniaturas de seres mágicos. -confesó al fin, deteniéndose sobre sus talones, frente a su interlocutora. -Bueno, he venido a ver si puedo sustraer un par de las mismas. En teoría, basta de un encantamiento reductor en algunos casos. Pero, ¿qué pasa si dichas miniaturas no son tomadas a partir de una criatura de tamaño normal?

 

Aquello encajaba perfectamente en el listado de preguntas que la ciencia aún no podía responder.

 

Planeaba decir algo más, pero notó una rápida reacción por parte de la joven para sostenerse su mano derecha. Daba la impresión que algo la había picado o golpeado. Casi por instinto, se giró hacia el mostrador, buscando con la mirada al elfo doméstico.

 

-¡Chuck! Necesitamos un poco de esencia de díctamo.

 

Bien podía arriesgarse él mismo, y hacer la curación. Teniendo en cuenta su poca experiencia con los primeros auxilios, y el hecho de que su acompañante laboraba en San Mungo, era mejor dejarlo en manos más expertas sus las suyas.

 

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La luz era ténue entre las estanterias, y a pesar de eso la chica adivinó cierto gesto azorado en la cara de Eobard cuando le posicionó las gafas Se maldijo mentalmente y escuchó atenta la reacción de su acompañante.

 

Sonrió ante la idea de que el chico aún guardase el posavasos en uno de sus bolsillos, y atisbó con dificultad su propia caligrafía casi borrada en una de las carillas del objeto, sacó a Nïnde de uno de sus bolsillos y con una leve floritura reavivó su nombre en el objeto. Acto seguido le dió la vuelta y realizó de nuevo un movimiento con su muñeca. Esta vez su pulcra letra dejó entrever la palabra "Eobard" en la otra cara del objeto. Tras esto hizo levitar el utensilio y se lo devolvió al mago.

 

-Bueno. Esto soluciona mi búsqueda- añadió la chica- Hagamos de este nuestro medio de comunicación furtivo. La próxima vez que sientas la necesidad de que te moleste ya sabes que hacer con ese objeto-dijo- aunque asegúrate que tienes tiempo libre. Nuestros encuentros no suelen ser solo para tomar un café rápido- bromeó


-Misterio, misterio...De hecho, la razón para venir aquí tiene que ver un poco con eso. ¿Supiste que casi perdemos a uno de los nuestros por envenenamiento, hace meses?- dijo y Evedhiel añadió en su mente la imagen de Jeremy envenenado.Sus botas parecían brillar en la oscuridad y esto molestó a Evedhiel que hasta ahora no había tenido problema con ellas.. -Supongo que estarás un poco familiarizada con el desarrollo de miniaturas de seres mágicos. Bueno, he venido a ver si puedo sustraer un par de las mismas. En teoría, basta de un encantamiento reductor en algunos casos. Pero, ¿qué pasa si dichas miniaturas no son tomadas a partir de una criatura de tamaño normal? - confesó
-Sustraer...-pensó Evedhiel. Por alguna razón aquel uso de esa palabra venía unido a ideas en la cabeza de la chica, quien de nuevo frunció el ceño curiosa fijando sus ojos en los de Eobard como queriendo leer su mente- No quiere comprarlos... Quizás esas criaturas especificas justo los que el necesita no están en venta... necesita robarlos..- pensó y su mirada se posó en el elfo domestico distraído de la conversación que ambos estaban teniendo.

-¡Chuck! Necesitamos un poco de esencia de díctamo.- añadió su acompañante. Evedhiel se percató de que el caballeroso Eobard había reparado en su quemazón en el dedo y se apresuró a decir:
-SHHH! No no... estoy bien. No es nada- sonrió forzada al elfo, azorada quien le devolvió la mirada como si hubiesen perturbado su ardua tarea de mirar las páginas de un viejo libro de visitas y compras y no hacer nada. Éste se apresuró a ignorarlos de nuevo, y Evedhiel se acercó un poco a Eobard para añadir:-No es nada... este anillo lleva dándome problemas desde nuestra visita al coleccionista, creo que simplemente necesita una limpieza de aura o algo así- confesó obviando el detalle del cambio de su forma e intentando retomar la dirección de la conversación mientras ocultaba la rojez en sus mejillas por la preocupación de su acompañante por ella.
-Y...como pensamos sustraer... el artículo- dijo incluyéndose en la tarea del chico y fingiendo que buscaba algún libro de nuevo intentando distraer al elfo que había alzado una de sus orejas en dirección a los magos.- Sobretodo porque no tienen una sección especial que diga "agarra lo que te apetezca".- añadió mientras su dedo indice jugaba sobre las letras en el lomo de un libro.
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Aquella forma de comunicación, era poco convencional, y desde luego le agradaba. Los nombres en el posavasos ahora eran como las dos caras de una moneda, resultado de una combinación aún menos habitual. Claro que, mandar un círculo asesino, no era su estilo; más bien, disfrutaba enviar mensajes en forma de memorándum, diseñados para picar al destinatario hasta hacerlo sangrar. O hasta que decidiera leer la misiva.

 

Haría una excepción para el caso, desde luego.

 

-Falsa alarma, Chuck. -repusó, mirando a la desconcertada criatura que sostenía un frasquito con la poción. -Puedes retirarte. Estaremos bien.

 

Sacudió la cabeza, a la par que el elfo volvía a su lugar, hurgando bajo el mostrador, en busca, quizá, de uno de los tesoros de la Triviani. No los molestaría, por lo que, técnicamente, tenían vía libre para realizar sus investigaciones.

 

-Por alguna razón, me siento un tanto culpable por todo aquel embrollo del coleccionista. -comentó, torciendo los labios en una mueca de incomodidad. ¿Acaso se había bebido todo el filtro de caballerosidad instantánea, adquirido durante el último San Valentín? -Entrar en ese viejo pensadero, quizá es lo que está afectando. Demasiada magia oscura, tal vez.

 

Levantó la mano izquierda, cuyo dedo índice era el único que no estaba flexionado. Su anillo favorito, en forma de un gran rayo, se había oscurecido; normalmente, era de un amarillo chillón, y le daba acceso a los poderes de los libros de hechizo que poseía. Ahora, nada de eso. Parecía un simple pedazo de carbón tallado de forma rudimentaria.

 

Con una cabezada, indicó a la Yaxley que le siguiera al extremo izquierdo del local. Ahí donde el campo de visión de la criatura no le permitiría verlos.

 

-Lamento la excesiva preocupación, una mala costumbre. Y siendo sanadora en San Mungo, aún más...¿Cómo está todo por allá?

 

Eventualmente, ambos se toparon con un apartado separado con cordones de terciopelo gris. Daba la impresión de ser una zona exclusiva, o el lugar a dónde iban a parar los objetos que habían demostrado ser un peligro para los clientes. Los que habían sobrevivido para quejarse, claro.

 

Aún con la varita en mano, iluminó con cautela, a la espera de una reacción a la luz. Nada. No obstante, logró reconocer las copas en las que habían celebrado la última vez, aquellas que resonaron en el suelo cuando uno de ellos sufrió de un envenenamiento. Tenían que ser cautos, o correrían con una suerte peor.

 

-No te equivocaste cuando dijiste que nuestros encuentros siempre trascendían una simple taza de café. -susurró, pasándose del otro lado de la pequeña valla. -El verdadero reto, será sacarlo de su contenedor sin perder una mano.

 

En el centro del espacio, descansando sobre un enorme pedestal de cedro tallado, cubierto de runas, se situaba una esfera de cristal, lo suficientemente grande para fungir de un ojo supervisor en el Ministerio de Magia. Dentro de la misma, varias miniaturas de dragones luchaban entre ellas con fiereza.

 

Pero, lo que más destacaba, eran las impasibles llamas azabaches que rodeaban el premio. No parecía afectarles ni la temperatura o el movimiento, y cualquier movimiento brusco podría resultar en la activación de un sistema anti robos.

 

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El gesto en un principio desenfadado de la chica mientras buscaba sin buscar sobre las portadas de los libros de la estanteria que los envolvía paso de sistematica a sorprendentemente fructifera, pues la casualidad había dado con algún otro ejemplar de "Magia oscura y otros mitos sobre los hechizos complejos Vol. I ' La chica no sabí aún si aquello les iba a ser de uso pero aprovechó que el elfo no miraba y metió el volumen I,II Y III en el bolsillo de su capa de viaje, hechizado de manera que los tres cupieron.

 

Miroó al chico, desafiante, como esperando que le recriminase su acción y su rostro se tornó rojo al encontrarse con su mirada. Se mordió el labio mientras escuchaba a su acompañante.

-Por alguna razón, me siento un tanto culpable por todo aquel embrollo del coleccionista. Entrar en ese viejo pensadero, quizá es lo que está afectando. Demasiada magia oscura, tal vez.- dijo Eobard, y en su dedo indice un anillo parecía haber sido calcificado por un incendio en la mano del brujo.

 

-Tranquilo- dijo Evedhiel- No es como si me hubieses forzado a seguirte. Ambos fuimos demasiado ambiciosos con que esperar de una noche de domingo.- acto seguido agarró el dedo en el que el mago tenía el anillo, analizandolo buscando posibles heridas en él- Además,- dijo- Las penas, como las aventuras, si compartidas son mejores- añadió jugueteando con el anillo del chico durante unos segundos para después dejarlo ir.

 

Se sorprendió a si misma, por aquella muestra de afecto involuntaria hacia Eobard, y se sintió incomoda ante la idea de haber molestado al mago. Este, por su parte le indicó que la siguiese con su cabeza y la guioó hacia el extremo izquierdo del local.

-Lamento la excesiva preocupación, una mala costumbre. Y siendo sanadora en San Mungo, aún más...¿Cómo está todo por allá? - dijo, como si leyese la mente de la chica y su preocupación por la cercanía que le había tomado a Eobard.

 

-Soy una mujer independiente- dijo en tono burlón- pero aún acepto la preocupación humilde de mis amistades, asi que tranquilo. Tu preocupación es recíproca. Y san Mungo... bueno. Me encanta el trabajo pero quizás necesita un cambio. Quien sabe!?- dijo, haciendo alarde de la reputación de misterio que antecedía a los Yaxleys.

Ambos magos avanzaron hacia una zona claramente alejada del resto de la tienda que posiblemente estaba pensada para almacenaje mas que venta. Eobard se adelantó a la chica y cruzó la pequeña vaya. Evedhiel lo siguió cercionandose de que no los siguiesen, dejando a un lado dos copas en el suelo.

-No te equivocaste cuando dijiste que nuestros encuentros siempre trascendían una simple taza de café. El verdadero reto, será sacarlo de su contenedor sin perder una mano.- dijo el mago.

 

-Por eso yo soy ambidiestra- añadió Evedhiel mientras la imagen de la sala la envolvía.

 

La esfera de cristal transparente parecía un microecosistema para las criaturas que albergaba. Estas, ajenas a sus nuevos invitados, escupian fuego a las demás y voloteaban alrededor de la esfera. A su alrededor, llamas azabaches servían de mecanismo antirobo. Los efectos de aquellas lenguas de fuego eran inciertos, pero la chica no quería descubrirlo de la peor forma.

Las estanterias habían sido reemplazadas por balaustras de marmol que rodeaban lo que el fuego custodiaba dando la sensación de una jaula invisible envolviendo a la esfera. La chica alzó también su varita, pues la habitación estaba poco iluminada.

 

-Lumos- pronunció. La luz en la punta de su varita pareció parpadear por unos segundos y una estela surgió de ésta hacia una de las lenguas de fuego oscura. Al tiempo que sucedía, esta se tornaba dorada y como una reacción en cadena incendió pequeñas redes de lo que parecía aceite inflamable alrededor de los magos, ocupando el extremo opuesto de la habitación.

 

 

Al mismo tiempo, y como activado por el fuego, del techo de la habitación surgió un muro del mismo material que la esfera del centro, separando la estancia del resto de la tienda, y atrapando a ambos magos en el centro.

 

Tras unos segundos las llamas se volvieron oscuras de nuevo y dejaron a los chicos sumidos de nuevo en oscuridad.

 

-Genial- dijo Evedhiel- cualquier hechizo genera un incendio espontáneo en un lugar de la habitación. Y estamos encerrados cual hurones- añadió. Y a ti te preocupaban tus manos- dijo la chica, disimulando nerviosismo.-Espero que aún te quede alguna que otra tirita. Después de esto las vamos a necesitar.

 

 

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