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• Borgin & Burke • (MM B: 93568)


Mentita
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Me estoy muriendo” pensó con un pequeño grado de conciencia el mago. Estaba en el suelo siendo observado por los demás, quienes no parecían estar preocupados de nada. Maida actuó con más celeridad y ayudo al rubio a comerse el Bezoar para contrarrestar el efecto del veneno. Hasta lo tenía recostado sobre ella para que pudiera reponerse.

 

 

El rubio no llegaba a escuchar las palabras de Cissy, solo a Candela que estaba furiosa con él. Debería sumar muchos puntos para que su tía perdonara su error. Estaba dejando mal parada a la familia por su estupidez. Sintió como sus pulmones se despejaban y el pus desaparecía; sus ojos volvieron a ser azules y sus colmillos volvieron a la normalidad.

 

 

- ¡Malditas copas! -grito levantándose del suelo con dificultad.

 

 

Estaba todo manchado por el pus y se concentró en eso, mientras sacudía su ropa; evitando mantener contacto visual con los demás. Su vergüenza era grande. Agarro su varita del suelo y pudo apreciar que había otra dama en el negocio.

 

 

-Fregotego -Dijo Jeremy haciendo que el pus desapareciera y su ropa volviera a estar limpia. Luego repitió lo mismo sobre Maida para limpiar la porquería que le había tirado. -Gracias y lo siento.

 

 

Ya se sentía un poco mejor. Estaba listo para continuar.

 

 

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Le parecía surreal todo lo que escuchaba. Bien que eran mortífagos, bien que nadie le temía a la muerte, propia o de terceros. Pero esa charla parecía de un puñado de universitarios comentando una serie muggle o similar. Y ahí estaban ellos dos, sentados o bueno, Jeremy aún apoyado en ella, envueltos en porquería, literalmente. Eso de ser tan fríos algún día iba a traer consecuencias graves, estaba segura.

 

Estaba tan absorta en sus quejas mentales, que ni siquiera notó cuando Jeremy dejó de estar en su regazo y además, la limpió con un hechizo. Sacudió la cabeza y se puso de pie, pasó las manos por la falda de su túnica y se dedicó a mirar a la recién llegada. ¿Ashura? No estaba segura del nombre, así que sólo la saludó con la cabeza.

 

Bueno, ¿estás completamente bien? —preguntó como para dar por finalizado el asunto del veneno y asintió hacia Candela—. Candela tiene razón, nadie entra a una tienda como esta y se pone a toquetear a diestra y siniestra, el resultado pudo ser inmediato.

 

No quería que sonara a reproche, aunque lo era. Caminó un par de pasos hasta estar al lado de Aldrich, y colocó una de sus manos en el brazo de él. Quizá, de manera inconsciente buscaba refugio, pero lo que salió de su boca fue otra cosa. Un murmullo, aprovechando que al parecer se estaban distrayendo con la recién llegada.

 

¿Solucionaste el tema tuyo? —masculló, esperando que él entendiera— A lo mejor, un bezoar sigue siendo la respuesta sencilla a todo, —se aclaró la garganta y volvió a ver a la dueña del lugar—, ¿que decías que eran esos jarrones que casi destruyes?

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― Perfecto. ―dijo cuando llegó Ashura a la escena, aunque su tono no fuese determinante de alivio, enojo, alegría o sarcasmo― Devuelve estas copas a su lugar, y asegúrate de ponerle algún hechizo para que ningún futuro idi*** las tome para su uso personal. ―le entregó las copas a la Black Lestrange y se sacudió las manos, como si se estuviese quitando polvo de ellas.

 

En cuanto su sobrino estuvo ya aseado, tenía ganas de sacarlo de allí y darle unas palabras como las que tenía ganas de darle, pero volvíamos al tema de los testigos. Además, tampoco era muy bueno dar la imagen de que no le importaba, incluso, su propia familia. La gente tenía que creer que algo, aunque mínimo, sentía por su sobrino. Bueno, no, tampoco podía fingir tanto.

 

La pregunta de Maida, como volviendo al tema, la distrajo un poco de lo que acababa de pasar. Mas tuvo el mismo dilema, en la explicación, que con las copas. Gesticuló una mueca, medio de fastidio, medio de nerviosismo, y colocó ambos jarrones sobre el mostrador.

 

― En realidad, poca cosa. Son rumores, claro, ―mintió― de que vinieron con los Arcanos. Todavía los estoy estudiando, aparentemente, lo único que tenían era antigüedad. Unos... 1500 años, quizás. Pero es asombroso cómo se conservan, ¿no? Quizás me den muchos galeones por ellos... ―trató de sonar un poquito emocionada en cuanto a la mención del dinero, pero lo cierto es que no estaba muy interesada.

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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-Tienes agallas, chico. Eso te lo reconozco.

 

Le dio una ligera palmada al rubio en su hombro derecho. Claro, también había que considerar la rápida reacción del resto. Y uno usualmente no tenía tanta suerte. ¿Suerte de principiante? Probablemente. Aunque, Maida tenía razón en su especie de sermón, pero no iba a admitirlo enfrente de la Triviani, que ya de por sí quería su cabeza. Se percató que lo estaba medio evitando, quizá por pena, o por ninguna razón en particular. Al menos, eso pensó hasta que sintió una ligera presión en su brazo.

 

-¿Qué? Uh...um. -balbuceó, intentando dar una respuesta convincente. -Temporalmente, aunque hasta ahora pensaría que ya no debo preocuparme.

 

Fue el momento en el que se retiró las gafas, para mostrar unas ojeras más marcadas de lo normal. Además, desde luego, de una que otra suave arruga sobre sus pómulos. Parecía como si hubiese envejecido una década. Seguía siendo el mismo payaso, porque había cosas que nunca cambiaban. Entonces, la conversación sobre los dichosos jarrones fue retomada.

 

-Me sorprende que no hayan venido a reclamarlos. A menos, que sus baratijas sean inservibles al lado de su vasto conocimiento.

 

De los Arcanos, sabía poco realmente. Uno que otro rumor en la Universidad. Tenía muy pésima suerte con el trato de los rumores, por lo que no podía negar que había gato encerrado en todo ese asunto.

 

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— Basta con el tema de los jarrones ¿Cuanto cuestan? —respondió más agresiva de lo que en realidad quería. De hecho, apenas soltó la frase, se ruborizó.

 

Algo le pasaba, estaba segura. Era como si se le hubieran atragantado palabras en la garganta. Encima de todo, el Black Lestrange decidió que era una buena ocasión para quitarse las gafas. ¿Temporalmente sin preocupaciones? Aunque ruborizada, la rabia comenzaba a bullir en su interior. ¿Por qué estaba sintiendo aquel remolino de emociones? Sentía que perdían el tiempo hablando de una jarrones que básicamente no servían para nada, que a nadie le importaba que estuvieran a punto de meter a la Marca Tenebrosa a alguien que era incapaz de tener las manos quietas, encima había que sumarle que Eobard parecía haberle encontrado el gusto a morir antes de los treinta sin tener una explicación lógica. Sentía rabia, preocupación, y tristeza por igual, y todo a punto de estrellarse contra ella.

 

Se puso una mano en el vientre, como si quisiera sostenerse a sí misma.

 

¿Había tocado algo en Borgin & Burke que pudiera justificar semejante cambio de humor? Pudo sentir que sus mejillas se estaban comenzando a temperar, pero fue el único cambio positivo que hubo en todo eso.

 

— Perdón, creo que comienza a dolerme la cabeza —musitó disculpándose por haber estallado con tanta facilidad—. Dime, ¿Cuanto cuestan? Si me aseguras que no están malditos, creo que puedo llevarlos a la Manor. Necesito algo para mi madre.

 

O estrellarlos en el camino. ¿Por qué sentía rabia contra lo dichosos objetos? La Yaxley sentía que poco a poco perdía el control de sus pensamientos, el de sus emociones, ya era tren perdido.

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Por los Dioses, ¿esos son de verdad?


Apenas Apolo entro en el local, cargando una pequeña caja metálica, su vista se desvió hacia el techo. O más bien, a las lámparas que colgaban de él. Aunque por un angustioso segundo imagino que esas lámparas estaban hechas con cuernos de Erumpent, estaba seguro de que ni siquiera Candela se atrevería a intentar algo tan alocado que hiciera volar todo el lugar solo para hacer una declaración. No porque le preocupara mucho la seguridad de la gente, si no por el dinero que perdería si su mercancía saliera volando.


Y es justamente un asunto de dinero lo que lo traía. Sujeto fuertemente con ambas manos llevaba una caja metálica, que si alguien se hubiese detenido a escuchar podría sentir un ligero zumbido casi imperceptible salir de su interior. Casi como intentando cubrirlo es que agarraba con tanta fuerza la tapa, algo molesto por el esfuerzo que había tenido que traer el objeto en su interior.


Ese día su pelo azul estaba algo largo. Le urgía cortárselo, pero no había tenido tiempo de acercarse a una peluquería, y el clima invernal tampoco es que lo invitara a hacerlo. Si había tenido que limpiarse parte de la nieve de su abrigo. Llevaba unos jeans y un poleron de lo más cómodo, en contraste a cómo debía ir al Ministerio desde que había cambiado de trabajo. Se alegraba que al menos, con todas sus cosas, Candela no fuera de las que se fijara en esas nimiedades.


Se quedó mirando el local, en el que claramente ya había personas, así que se apartó a un rincón a esperar pacientemente. No le agradaba mucho el tono de la tienda, que como todo lo que la Triviani poseía tenia aires demasiado oscuros pero la otra opción era esperar afuera en la tormenta. Se sopló un mechón en la cara y trato de no hacer mucho bulto, esperando que alguien se desocupara pronto. En el mejor de los casos necesitaba a Candela, pero no parecía librarse pronto. Ni estaba seguro que lo hubiese visto entrar.


La caja seguía zumbando, pero más allá de eso no es que fuera peligrosa ni nada. Era una lástima que Apolo no tuviese mejores conocimientos sobre magia avanzada, pero su formación había sido poco menos nula en lo que se refería a magia que no fuera más… práctica. De todos modos, aunque no apreciara la idea de que le llevaran trabajo, si agradecería el resultado de este. Aunque así como iba, quizá y tuviese que venir otro día.


Solo por hacer algo, se quedó mirando una pintura bastante fea. Estando en exhibición donde estaba, algo de magia oscura tenía que tener, pero aparte de no combinar con nada en una habitación no veía mayor crimen. Siempre podía acercarse a leer la etiqueta que tenía puesta, eso si nada más interesante pasaba.

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Sentía las miradas de los presentes sobre ella, una acción muy pobre como para lograr intimidarla. Esbozó una sonrisa de burla apenas visible para los que se encontraban allí presenciando la escena. Le dedicó una revisión rápida ocular a Maida, de alguna forma la recordaba, tal vez hubiera compartido algo con ella en el pasado, pero su figura le hacía un poco de ruido en la cabeza.

 

Tomó las copas que le había dado la Triviani de mala gana, sin responder ni una sola palabra a su orden, era increíble que a pesar del tipo de local que ella poseía no tomara las medidas necesarias para que ningún acto como este volviera a suceder. Bastó un simple movimiento de su varita para que los objetos volvieran a quedar limpios y en orden. Volteó a ver a su hermano, el simple acto que había realizado dentro del local la había divertido, le guiñó un ojo para indicarle que no descubriera que era su hermana, tal vez esto la distraería un poco del aburrimiento que tenía. Vió como Maida colocaba una mano en el brazo de un joven desconocido. Levantó una ceja en señal de desaprobación, pero por mas que hiciera, sabía que a la Yaxely no le llegaría el mensaje.

 

- Soy Ashura Lestrange, un placer, soy afiliada del negocio, si me disculpan... - Dijo mientras atendía a la nueva visita del local, una figura que la asiática conocía muy bien de vista, pero que aún no tenía el placer de intercambiar algunas palabras con el joven.

 

- Apolo Granger - Dijo mientras lo observaba con determinación, esperaba no intimidarlo demasiado.

 

- Es un honor. ¿En qué puedo ayudarte? - Exclamó paciente.

 

@ @ @ @ @@Apolo Granger

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― En realidad, yo creo que no estaban enterados de que estas cosas venían en su equipaje. ―le respondió a Eobard (porque me niego a llamarte Joseph (?)) de manera resuelta.

 

Dejó ambos jarrones sobre el mostrador y se cruzó de brazos, para observarlos con una mueca enigmática. A decir verdad, ella tampoco estaba segura de si eso era cierto. Sólo había convivido, por poco tiempo, con uno sólo. Baléyr. Y le pareció un viejo presto a las mentiras. ¿Qué pasaba si fingían no saber de esos jarrones? Hasta el momento, esos objetos habían sido un misterio para ella misma. Lo único que pudo averiguar era del año aproximado del que procedían y el material del que estaban hechos, de eso más nada.

 

Candela respiró hondo y meneó la cabeza, como si intentase se arrastrada a la conversación nuevamente, a través de las palabras de Maida. Ignoraba por qué ésta pedía perdón, quizás se había perdido parte de la conversación mientras se hundía en sus reflexiones.

 

― Si me das algo de tiempo, podría terminar de estudiarlos. De momento no puedo asegurarte que no estén malditos, a menos que quieras arriesgarte. O llevártelos a sabiendas del peligro, no te culparía, claro. Todos tenemos alguien a quien quisiéramos desaparecer. ―mas en el caso de la Triviani, parecían ser el 90% de la gente que la rodeaba.

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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El vampiro asintió a el reto de Maida, no tenía mucho que agregar ya que había comenzado con mal pie. Observo como su tía trataba de mejorar la situación y desviarla a un tema más grato, aunque sabía que quería estrangularlo por todo el asunto de las copas. Luego noto como descargaba su ira con una la mujer que había entrado a la tienda.

 

-Gracias, señor Eobard, es usted muy amable-le respondió cuando el hombre le dio una palmada.

 

Luego con solturas empezaron a hablar de los jarrones y de algún tema secreto entre ellos, lo que le dio tiempo a Jeremy a respirar tranquilo y poder ordenar sus pensamientos. Un error lo tenía cualquiera, pero podría haber terminado de muy mala manera. No debería volver a tocar ningún objeto de allí.

 

El vampiro apenas se sobresaltó al escuchar el cambio brusco en el tono de voz de Maida pidiendo el precio de los jarrones. La bruja parecía haberse enojado o por lo menos su aspecto corporal lo aparentaba. Por su parte la mujer que tomo las copas de Candela se presentó como Ashura Lestranger y era al parecer algo más del negocio.

 

-Un placer, soy Jeremy -le dijo antes de que se fuera a atender al otro hombre que ingresó al establecimiento.

 

Escucho con tranquilidad la respuesta de su tía en referencia a los jarrones y veía como los ponía sobre el mostrador. El rubio suspiro y se guardó la varita recuperada en el la cintura de sus jeans, donde le quedaba más cómodo que los bolsillos. El día parecía estar llenas de sorpresas y eso que aún no acababa. ¿Que pasaba si se acercaba a los jarrones y los tocaba? ¿Habría otra maldición? La verdad era que empezaba a gustarle la idea.

 

 

@@Ashura Lestrange @ @Lousie @ @

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¿Para qué era que Keaton estaba en el Callejón? ¡Ah si! Para ir al negocio aquel de Candela. La mujer vendía cosas que Keaton deseaba, además de que, según le habían dicho, habría un poco de movimiento debido a que los MiniGuardianes andarían por la zona dando lata. El Ravenclaw no se sentía para nada como aquella panda de nuevo aspirantes, ya que si bien él no recordaba nada de su anterior estadía en el Bando, si que admitía que algunos de los prospectos a mortífagos eran francamente enclenques, pero no modo, a veces La Marca necesitaba carne de cañón. La ventaja de ser él, era que jamás se dejaría usar esa manera, al menos no a futuro, de momento, debía hacer méritos.

 

—Buenas, ¿hay alguien? —Dijo el ojiverde al traspasar la entrada de aquel negocio.

 

De inmediato la luz de fuera se apagó de manera extraña, pues el lugar por dentro estaba bastante lúgubre. Al Animago le encantaba aquello. Vi el esqueleto aquel que servía de perchero y colocó ahí su bufanda y su gabardina, y se sacudió un poco el cabello, ya que si bien no tenía nada, era una costumbre bastante arraigada de él. Sonrió, vio a algunas personas allí, no las conocía, al menos no a la mayoría, pero tendría con quien platicar mientras veía qué comprarle a Candela.

 

—Buenas, ¿vienen a hacer compras también? —DIjo para tentar terreno, ya que al no conocer a aquellas personas (a dos de ellas les olía muy la sangre y el vampiro tuvo que contenerse), tenía que irse con precaución.

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