Libro de la Fortaleza XXIII

[Maida Black Yaxley]

La parte práctica de todos esos hechizos eran a los que más le temía la ojiazul. La verdad es que eso de jugar con seres que pretendían tener voluntad propia o con los estados de la materia, no era algo que le interesara demasiado, aunque sí, cursar satisfactoriamente esta vez, el curso del Libro de la Fortaleza. Ya era hora de experimentar nuevos retos y su desidia no podía ser tanta. Meses anteriores ya lo había intentado y esta tenía que ser la definitiva, si o si. En una prueba anterior, quiso pasar un muro de tierra y piedras.

 

Ahora solo lo intentaría con la mano. Justo cuando buscaba una roca lo suficientemente pequeña, se entretuvo a mirar a su compañera. Al parecer, las aves no estaban del todo contentas.

 

— ¿Crees que si les prometemos un conejo en recompensa por el tiempo perdido se calmen? —murmuró divertida.

 

Se sentó en el suelo con las piernas flexionadas mientras pensaba en el hechizo de Salvaguarda Mágica e intentaba tomar una piedra con sus dedos. Lógicamente estalló en risa, sus dedos traspasaban la materia como si se tratase de un fantasma, lo intentó unas tres veces más, y el efecto gracioso se iba esfumando gradualmente. Fiamma en cambio, había pasado una roca enorme, justo como ella hacía unos meses, no fue con tanto tiempo menos mal y al parecer, ambas estaban ilesas.

 

— No viene mal imitar fantasmas.