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Portales de pergamino y tinta


Ellie Moody
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Esto si está más interesante — susurra cuando nota el cambio de su compañero.

Por un momento recuerda a Instinto, el antiguo comandante del clan, quien, a pesar de no ser un demonio, se parecía a uno. Todavía podía recordar cuál había sido su primer encuentro: en la taberna dentro de los terrenos de la Orden del Fénix, ambos borrachos peleando por nada... o por mucho, eso no podía recordar. Lo que sí podía recordar era el sabor de la bilis mezclada con la sangre en su boca, el sudor recorriendo su adolorido cuerpo y la adrenalina bombeando cada célula de su cuerpo.

Decide ignorar las boberías que proclama la nueva versión de Jank. «Esta magia no les pertenece, magos» ¡cómo odiaba las frases como esas! La magia era algo especial para Goderic y, en efecto, no creía que la magia le perteneciera a alguien y no solo esta magia pero era por esa misma razón que no encontraba razón para no poder recuperar los antiguos registro de los clanes. La magia era más que un hechizo, la magia era vida, muerte, libertad, caos, orden, la magia era muchas cosas y podía ser mucho más de lo que él podía imaginar, por eso le era tan difícil de describir. Sin embargo, Goderic sí estaba seguro de una cosa: la magia, esta magia o cualquier otra no le pertenecía a nadie. Así que ¿si no tiene dueño cómo puede alguien decidir que hay un otro digno o indigno? ¿No está ese alguien sobrevalorando su relación con la magia?

Enhorabuena por hacerlo callar.

Agradece a Emily por callar a Jank, solo espera que el ente no tuviese otra forma para comunicarse aunque eso significase perder algunas pistas.

Goderic extiende su mano, observando a su compañero que se encontraba poseído. Podía sentir los órganos, las venas y arterias de Jank; era un compañero de bando y, por ende, no podía darse el lujo de dañarlo demasiado por lo tanto, utilizar el control corporal era la mejor opción. Podía hacer que sangre fluyera de modo intenso afectando su corazón y demás órganos vitales, pero la parecía que podía dañar más de la cuenta a su compañero por lo que solo se dedicó a manipular su cuerpo para disminuir la presión arterial para hacerlo perder el sentido y no pudiese atacar a ninguno de sus aliados.

Regresa a su sombra a su estado original, temía que el tiempo y la mala suerte hiciera de las suyas ¿su mala suerte habrá afectado a Jank o todavía no había tenido efecto? La incertidumbre lo obligaba a seguir estando a alerta máxima. Definitivamente cuando acabe todo esto tendría que comerse una barra de chocolate, darse una ducha y luego ponerse a dormir por un largo tiempo; su cuerpo ya no estaba para estas aventuras.

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Algunos años atrás, algunos de los integrantes de la Orden de la Mano de Plata, la Orden de Avalon y la Orden Oscura decidieron crear un lugar seguro donde guardar sus bitácoras, con la esperanza de que si algún día los clanes desaparecían, existiera evidencia de que alguna vez existieron y, quizás, pudieran ser de ayuda para las generaciones venideras de paladines, sacerdotes y oscuros. Un paladín, un sacerdote y un oscuro encontraron un bosque alejado de comunidades mágicas y muggles, un bosque donde jamás el hombre dejó su huella, y allí construyeron el Palacio de la Memoria.

 

El Palacio de la Memoria está ubicado en el interior el lago del bosque, justamente en el centro del lugar. Para protegerlo, el paladín, el sacerdote y el oscuro decidieron que debían asegurarse de que sólo los miembros de los clanes pudieran llegar a él. Es por ello que en el bosque hay Guardianes del Bosque, con la misión de impedir el paso a aquellas personas cuya energía no coincida con la de los clanes. Estos guardianes, fantasmas de antiguos compañeros, no harían daño pero bloquearían el paso a los extraños con firmeza y determinación.

 

La clave para entrar al Palacio, son las plataformas de piedra distribuidas en el lago. Una, la plataforma de la Orden Oscura, está suspendida debajo de las aguas del lago; la plataforma de la Orden de la Mano de Plata, está en una cueva justo al nivel del agua, flotando en el aire por encima del suelo; la plataforma de la Orden de Avalon, está a la sombra de un gran tejo en una pequeña isla dentro del lado. En las plataformas están talladas diferentes runas, que representan el espíritu de cada uno de los clanes y son activadas por la magia del clan correspondiente. Para entrar al Palacio, las tres plataformas deben activarse pues es el balance entre las tres energías la clave de todo.

 

Cuando las tres plataformas se activan, en cada una de ellas aparece un portal que llevará a los paladines, sacerdotes y oscuros al Palacio de la Memoria, donde volverán a reunirse.

 

El Palacio es una bóveda subterránea, ubicada debajo del lago. Tiene la apariencia de una gran y antigua biblioteca, aunque sus libros no se leen de la forma tradicional; está iluminada con antorchas flotantes, de luz amarillenta que le otorgan al lugar un ambiente cálido y acogedor. El techo es de un cristal que les permite observar el lago y la criaturas que él habitan. Las bitácoras están almacenadas en los libros, escritas en una tinta que no se puede leer. No, la forma de revisar estas memorias es particular: el lector o los lectores se sumergen en ellas, como si de un Pensadero se tratase. Son, por así decirlo, portales al pasado, a lugares lejanos, incluso a otras dimensiones donde, por supuesto, no se puede alterar la historia.

 

Así es el Palacio, normalmente... pero, como los visitantes ya se dieron cuenta, hay algo que no está bien. Una energía corrupta invadió el lugar hace algún tiempo, volviendo agresivos a los Guardianes, provocando que las plataformas activas roben las energías de las plataformas inactivas y creando muchos más obstáculos de los que los creadores de este lugar tenían previsto. Ésta energía puede llegar incluso a poseer y corromper a algunos visitantes, dando a conocer la que parece ser su motivación: bloquear el acceso al Palacio y a sus secretos para siempre, incluso de las nuevas generaciones de los clanes.

 

 

OFF: Están activas las plataformas de la Orden de la Mano de Plata y la Orden Oscura, está pendiente la de la Orden de Avalon.

 

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Aún seguía inmersa en ese blanco vital, ese fulgor de relajación que trataba de mantener para que aquel ritual se llevase a cabo sin el menor inconveniente tomando en cuenta las circunstancias extremas en las que se encontraban, a lo lejos las voces de sus compañeros de clan y de bando resonaban cual zumbido incesante pero no elemental.

 

Lily sabía que era de vital importancia la rapidez con que aquello se llevará a cabo por lo que sin moverse de su posición canalizó parte de su energía para alimentar el campo protector que Luna había creado y que estaba casi hecho pedazos, aunque aquello fuese por demás agotador sin embargo, no estaba dispuesta a ceder.

 

- Cedanos un poco de su poder - susurró apremiante a quienes estaban fuera del círculo sintiéndose egoísta. Pero antes de que pudiese añadir algo más, la voz de la vampiresa pelirroja casi le hace salir de su trance sobre todo al sentir la inusual energía que desprendía, sabiendo de antemano que esa cantidad de poder expulsado podría incluso acabar con su vida.

 

<<Aguanta>> pensó abriendo los ojos y observando como las runas comenzaban a adquirir un tono verdoso. Raidho destacaba.

 

- A coelo usque ad centrum - ancestrales palabras pronunciadas a conciencia - Aqua natura renovatur integra.

 

< del cielo a centro de la tierra, toda la naturaleza se renovará por el poder del agua>

 

Sabia que aquel era un hechizo por demás sencillo, no obstante, con lo que no contaba la Evans era con que de "la nada", una cálida sensación familiar la envolviera dándole la fuerza suficiente para que de un impulso rociará con el agua la roca estela frente a ella, activando la segunda runa que era Laguz.

 

- Gracias - musitó relacionando la ayuda momentánea con la mismísima Antara, su abuela.

 

Un fulgor verdoso cubrió el perímetro envolviendo el tejo y a su vez, dando paso a una irrupción en el ambiente.

 

- ¿Que es eso? - musitó dirigiendo la mirada hacia el centro del lago.

Editado por Lillian Potter Evans

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Juraría que me quedé sin aire mientras esperaba. Fue un momento en el que mi esperanza se mantuvo en vilo. Toda mi vida había sido sacerdotisa y no solía fallar en mis intentos. Sin embargo, no sé porqué dudaba que mi madre Antara iba a venir a ayudarnos. ¿Qué esperaba? ¿Verla de nuevo después de tanto tiempo sin sentir su presencia? Durante esos instantes, el rumor de las frases ininteligibles de mis compañeros, de todos, me llegaron como una mescolanza de sonidos y colores en torbellino que fui incapaz de entender; de momento. Mi mente sólo miraba aquella runa que se había abierto ante mis ojos antes, sin saber qué esperar de ella. Su significado se me escapaba, sólo ansiaba ver qué hacía Antara, si llegaba a aparecer.

 

Y la sentí. La sentimos. Lillian consiguió que otra de las runas se encendiera como una luz de navidad y musitó un gracias. Bajé las manos, al fin, y comprobé que se las daba a ella, a la Dama del Lago. Y, de repente, esa paz que sólo conseguía cuando estaba delante del poder de la Diosa, esa tranquilidad de estar haciendo lo correcto, de disponer en mis manos el poder de los elementos, a mi alcance, de la Naturaleza vibrante a nuestro alrededor....

 

-- Lillian... Lo has conseguido...

 

No era un exclamación sino una afirmación. A pesar de notar cómo las runas se iluminaban todas ahora, tras el movimiento de mi sobrina Hermana, permanecí quieta, esperando... ¿Esperando qué...?

 

Sólo esperando...

 

El Poder de la Magia es inconmesurable cuando se unen los clanes. Y allá habíamos representantes de los tres, poderosos, firmes, expectantes y dispuestos a entrar unidos en aquella nueva fase de la aventura.

 

Esperé...

 

Los tres clanes parecieron unirse en uno al activarse el poder en cada una de ellas. Ese poder unificador en el que nos demostraban que todos somos grandes si estamos unidos y que ningún clan es mejor o peor que el otro, que...

 

>

 

No sé si fue Antara, pasando a mi lado, con el suave roce de su vestido de Sacerdotisa, arrastrándolo al pasar al lado nuestro, de Lillian, de Dick, mío... De todos los sacerdotes presentes... O tal vez fue mi mente quien lo plasmó como pensamiento. Pero tenía la razón. Todos nos necesitábamos y nos complementábamos con nuestras ceremonias y rituales, todos representábamos lo mismo.

 

La Unión.

 

La Lealtad.

 

El Sacrificio...

 

>

 

Por fin, sonreí y puse la mano en el brazo de mi sobrina. Ante nosotros, un portal que nos trasladaría, supongo, a ese sitio que ella nos indicaba.

 

-- ¿Juntas, Lillian?

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Madeleine siempre ha tenido muy en claro cuáles son sus limitaciones y debilidades. Ella no posee, digamos, una mente brillante; es una bruja promedio, que prefiere la emoción de la Defensa Contra las Artes Oscuras, el arte de los Encantamientos y lo divertido de las Pociones. Por otro lado, las ramas de la magia como Aritmancia o Runas Antiguas simplemente no le entran en la cabeza, pues son más de leer e interpretar, que de hacer. Es por eso que decide mantener una distancia prudencial de las brujas que están interpretando las runas grabadas en la amplia plataforma de piedra de la Orden Oscura; no quiere estorbar, por no mencionar que puede percibir el peligro rondando a su alrededor. A esas alturas, no tiene caso empuñar a Melle: la mayoría de las amenazas, no son físicas y aunque el filo de su espada es poderoso, no puede hacer nada contra los espectros. En otra situación estaría conjurando hechizos a diestra y siniestra, pero es consciente, por lo que ha dicho la paladín Vera, que no puede abusar de las energías oscuras a su disposición, ya que significaría consumir las energías de sus aliados de otros clanes.

 

Le sorprende ver a Granger mostrarse firme, aunque no agresiva, y tomar el control de la situación. Según sus indicaciones, en la plataforma sólo permanecen los miembros de la Orden Oscura y los miembros de los otros clanes se dirigen a sus respectivas plataformas. Aunque separados, asegura que trabajarán en equipo activando las plataformas al mismo tiempo, lo cual le parece bastante razonable a Madeleine. No puede evitar sonreír levemente, al recordar las pocas misiones junto a ella, Rexdemort y Jank; pronto volverán a ayudar a las personas que necesiten los servicios de la Orden Oscura. Por otro lado y como de costumbre, Gryffindor se muestra preocupada por la situación, pero a la vez enérgica y determinada con lo que debe hacer; ella es la última sacerdotisa en retirarse a su plataforma, puesto que sus compañeros se adelantaron hacía unos pocos momentos, entre los cuales Madeleine reconoció a su media hermana Lillian. En cuanto a Graves, quien le dijo que no se preocupara, se retiró junto a Vera.

 

—No te preocupes, Kaori —le responde Madeleine por lo bajo a su compañera, a quien no ve desde antes de llegar al claro—. Estamos por entrar al Palacio de la Memoria, el lugar marcado en el mapa. Todavía estamos intentando activar las tres plataformas a la vez... Esperamos que ésa sea la clave para entrar.

 

Pronto, Granger deja en claro qué deben hacer; las runas de su plataforma se activan cuando los oscuros usan sus poderes. Ésto le parece razonable, de igual forma; se pregunta si fue el uso de sus poderes, al defenderse de los Guardianes del Bosque, lo que ocasionó que las plataformas se revelaran. Ella comienza la labor, pero parece que se necesita más energía. Madeleine decide que puede ayudarla, pero se detiene al escuchar a su querido hermano Jank.

 

—... Es una contradicción maravillosa.

 

Intenta comprender lo que dice, pero no tiene la misma percepción de la situación que él parece tener.

 

—¿Estás bien, Dayne? —masculla Madeleine, con el ceño fruncido.

 

Cuando vuelve a hablar, queda en claro que la respuesta es no. Ésa no sólo no es la voz de su hermano, sino que hay algo más en ella. Algo amenazante... algo malo. A pesar de que no es una demonóloga, está segura de que es un ser maligno o simplemente una energía maligna la que se manifiesta mediante él. Sus palabras le hacen apretar los puños con fuerza. Ése no es Jank hablando, pero no puede evitar odiarlo. Aquel lugar, el mítico Palacio de la Memoria, fue construido por miembros de los clanes para las generaciones venideras. No vienen a robar ninguna magia, pues ya la poseen. Están en busca de los conocimientos que les permitirán ser mejores paladines, sacerdotes y oscuros. Están buscando los conocimientos que sus antecesores quisieron compartir con ellos y que tienen derecho de conocer. Pero aún así, es cierto que esa magia no es de su propiedad... pero tampoco lo es de ninguna persona. Quien es digno de domarla y manejarla, tiene derecho a usarla y ampliar sus poderes mediante la práctica y el autodescubrimiento; quien es digno, no le debe explicaciones a nadie.

 

Madeleine empuña su varita mágica, pero algo la detiene. A pesar de que no es su hermano el que habla, sigue tratándose de Jank y no quiere hacerle daño. Por fortuna, Karkarov y Slithering se ocupan rápidamente de la situación, aunque no puede evitar hacer una mueca de disgusto por el trato y maltrato a su hermano poseído. Eso lo neutraliza y deja de representar un peligro para sus propios compañeros, pero claramente aquello no soluciona nada. Decide dejarles a su compañeros el tema de la plataforma, para ayudar a su hermano.

 

—Vamos, Jank —murmura Madeleine por lo bajo.

 

Aprovechando su estado de debilidad, hace que agache en el suelo y ella se posa frente a él. Con determinación, clava la mirada en sus brillantes ojos verdes mientras intenta concentrar su energía psíquica para entrar en él. Sabe que es arriesgado lo que está haciendo, pues no es más que improvisación, pero le parece que puede expulsar al huésped poseyendo ella misma a Jank. De esa forma, Madeleine conjura el escedia. Abre los ojos... y ve el cielo nocturno. Sabe que está en dentro de Jank, pues percibe a esa energía corrupta, luchando contra ella por la posesión del mago. Madeleine, sin embargo, se mantiene fuerte; su entrenamiento psíquico de las últimas semanas le permite mantener su posición. Puede percibir como el otro se da por vencido, y se aleja...

 

Madeleine abre los ojos, de nuevo en sí misma. Observa a Jank y, segura de lo que hace, libera sus manos. Seguramente todavía esté débil por el control corporal ejercido por Slithering, pero el efecto debe pasar pronto.

 

—¿Qué fue lo que...?

 

Pero su voz se ahoga, cuando percibe un cambio. El peligro parece dar un paso hacia atrás y las energías de los clanes, por fin, se encuentran en perfecto equilibrio. Las tres plataformas están activas. Sin embargo, eso no es lo único que ocurre. Justamente en el centro de la plataforma de la Orden Oscura, sobre las inscripciones rúnicas, aparece un portal de luz rojiza.

 

—La puerta —murmura Madeleine por lo bajo, y esboza una ligera sonrisa. Por un momento le había preocupado que los clanes no estuvieran en sintonía, pero al final encontraron la forma de solucionar el problema juntos. Siempre, de una forma u otra, lo hacen. A esas alturas, debería dejar de preocuparle los desacuerdos y conflictos que surgen en el viaje, pues al final llegan a su objetivo—. Pues bien, andando.

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No tengo ni la más remota. Las palabras se quedan en su cabeza, no las dice. En su lugar observa al su alrededor ¿Algo es distinto de como era? ¿Algo cambió desde que las runas de la mano de plata fueron activadas? Inicialmente no ve nada distinto, todo parece igual.

 

Y entonces, como si la magia de los paladines se conectara nuevamente con la mente de Hobbamock y de Vera, un portal de acero sagrado aparece sobre la plataforma en dónde se pueden ver las runas antiguas. Es difícil de describir. Es una especie de arco que tiene muchas runas grabadas y otros tantos dibujos que no lo son. Se pueden ver, por ejemplo, las armas con las que los dos paladines activaron el portal. En el centro, coronando el arco, está tallado Mjölnir. Aquel dibujo es luz pura, ilumina el lugar un par de metros a la redonda.

 

—Pues entramos...

 

Ahora si responde en voz alta. Siendo que no se encuentran en la isla propiamente dicha, Hobb cierra los ojos y pareciera que se tira al piso de manos. Pero no es así. En lugar de ser sus manos las que tocan el suelo, son sus patas delanteras. Con esa forma, animal, es capaz de saltar más que como humano. Eso es lo que hace, salta. Y cuando vuelve a tocar el suelo aterriza sobre sus zapatos.

 

Y entonces, finalmente, atraviesa el portal de los Paladines.

 

 

@@Mackenzie Malfoy

 

 

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--Lo siento, no tenemos tiempo para esto...--

 

Y dicho eso, Dick tomo del hombro a su tía y a esa chica de nombre Lilian... Se encontraba cansado... visiblemente molestó... La Marca de Caín se comportaba raro... era como estuviera sellada... y sin previó aviso las empujó con fuerza, haciendo que las dos cayeran sobre aquel portal que se habrían delante de ellos... al parecer los 3 clanes habían logrado conectar los poderes entre ellos... permitiendo así abrir un portal lo suficientemente grande como para que todos pudieran pasar atraves de ellos... en el reflejo mostraba algo que no estaba bien... una biblioteca... a simple vista parecía grande, iluminada... perfecta... pero había algo raro... un presentimiento...

 

--VAMOS GINNY!!!--

 

Soltando un chiflido el hipogrifo dio una ultima vuelta alrededor de la bóveda para caer de picada sobre el portal, por lo que Dick tomando distancia comenzó a correr hacia el portal, el combate había sido duro... había recibido varios rasguños pero nada serio... y ese era el problema... no era nada serio... a diferencia de un no era nada... las heridas no cerraban... algo no estaba bien con el... por lo que pescandose del cuello de su animal los dos cayeron juntos sobre ese portal...

 

-- sssh... el palacio de la memoria...--

 

Dick estaba familiarizado con el concepto... el también tenía un palacio de la memoria... pero el le llamaba palacio mental... el principio era el mismo... un lugar o muy pequeño o muy grande con toda la información pertinente de cualquier cosa, lugar, ciencia o persona... a diferencía de este el cual era una bóveda subterránea, ubicada debajo del lago. Tiene la apariencia de una gran y antigua biblioteca...

 

--Algo no esta bien... siento... obscuridad...--

 

Lo cual era ironico... el lugar estaba completamente iluminado con antorchas flotantes, de luz amarillenta que le otorgan al lugar un ambiente cálido y acogedor. El techo es de un cristal que les permite observar el lago y la criaturas que él habitan. El mago comenzaba a revisar los libros... había algo raro... las letras se movian como si fuera un oceano... por si solas no reflejaban ningun texto... hasta que el mago escucho una voz... mas bien un susurro... casi inuadible... era una pequeña palabra... Dick...

 

--Tía!!! me acabas de hablar?---

 

Gritando cerraba el libro... el movimiento le provocaba mareos... por lo que tomando de su correa a ginny se acerco adonde estaba su tía y aquella chica... de pronto perdió el equilibrio... un pinchazo en la cabeza... el cual pasaba rapido algo malo estaba pasando pero no sabía exactamente que sucedia... por lo que dandole el libro a su tía, sencillamente acaricio a su hipogrifo...

 

--La portada habla de la primera vez que apareció esta biblioteca... pero el texto no es posible leerse... se mueve como si fuera un océano.--

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Sentía que todo perdía sentido mientras observaba las runas, cada una de ellas le daba un mensaje que no lograba terminar de entender, a pesar de que lo lograba interpretar. El guerrero espiritual, la justicia y la constancia se volcaban junto al valor en la primera de las runas. La advertencia a su lado era algo más que claro, todo aquello estaba resultando si no peligrosamente mortal, pero sí de cuidado. Los oscuros podían sentir como sus fuerzas crecían pero no así los miembros de los otros clanes.

 

—Ôþalan —susurró en voz baja mientras sus compañeros continuaban a su alrededor, eran familia, tenían una herencia, tenían valores que debían honrar ¿lo estaban haciendo? Levantó la vista unos segundos pero su mirada estaba nublada, sus ojos habitualmente castaños o rojizos estaban cubiertos por un velo verdoso que la vampiresa no terminaba de interpretar, o no quería hacerlo, lo cual era contradictorio al lado de Dagaz.

 

La verdad debería ser revelada, pensó la bruja mientras pasaba su mano por la runa, dejando que su poder la imbuyera a la vez que se ponía lentamente de pie, con sus ojos fijos en el centro del círculo, para luego volverse hacia el lago, observando a lo lejos. Zahil le había dicho que las tocaran, pero a la Granger las runas no le habían dicho nada en ese momento, quizás porque las otras plataformas no habían sido activadas, volvió su mirada hacia ella, tratando de saber cómo las veía ahora.

 

Las palabras de Lunatica le llegaban como en un sueño, Darla se preguntó si era ella o su sombra la que estaba en pie en aquel lugar, giró hacia donde los Paladies, con curiosidad. ¿La magia estaba comenzando a ser fuerte en ellos otra vez? La sorprendió haber sentido vibrar las dunas de los sacerdotes, quizás era la sangre Potter Black que corría por sus venas, aunque viciada por su ser vampírico y por tener dentro de sí al espíritu o parte del alma de la Akane.

 

Casi no se había dado cuenta cuando había repetido el hechizo Umbra mientras veía las runas ¿o antes? De golpe ese dolor que sentía en el pecho se fue apagando, la pelirroja giró y supo por qué, no era ella la que observaba las runas y las decodificaba, era su sombra, como el resto había activado la runa con su poder y volvía a ella, Darla respiró profundo. La sombra en su cuerpo nuevamente le hizo pensar que se había sentido como si fuera la sombra de alguien más y no la suya. Mordió su labio, dando la espada a sus compañeros para que no notaran su duda de quién era la que dominaba su cuerpo ahora. La voz de Madeleine la saca de sus pensamientos y la Potter Black se vuelve hacia el centro de las runas.

 

—Sí, vamos —susurra Darla, como respuesta a la bruja y se adelanta, sin pensarlo dos veces camina hacia el centro del portal, no, más bien corre con el phanton para atravesarlo más rápido y segura, notando el brillo de las runas al otro lado, las scythes brillando sobre las ¿paredes? Y la marca del Necromicón, tallado en piedra, extendió la mano y sintió el sacudón.

 

Respiro profundo, sus pies tocaron tierra al otro lado del portal pero todo parecía empujarla, sintió que el aire le faltaba como si un cinaede hubiera sido lanzado contra ella y sin pensarlo, varita en mano pensó en un anapneo, respirando profundo. ¿Qué había sido eso? Podía ver los destellos de los otros portales a su alrededor, eran dos más, Paladines y Sacerdotes. Dio varios pasos al frente, aún aturdida. Necesitaba episkeys o curaciones. No estaba segura.

—¿Es este el Palacio donde están las bitácoras? preguntó en voz alta como si esperara que alguien respondiera, se imaginó al maldito mago demoníaco riéndose de ella, recordó la historia del árbol de las hojas de plata ¿era un árbol de la vida? Habían corrido por las catacumbas tratando de salvar a la… a su prima. Sacudió la cabeza, los recuerdos la tenían aturdida. Estoy confundida, piensa, mientras se aferra a Edelweiss.

 

Recuerda otra biblioteca y a un mago jugando con esferas de fuego, las de ella eran de oscuridad. Un grito ¿quién grita en una biblioteca? Con curiosidad se acerca al primer libro que ve allí, sobre un estante, esas tapas rojas las recuerda bien, cuentan historias que alguna vez alguien escribió y ella sabe quién.

 

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Vera

 

¡Qué extraña había sido la forma de saltar de Graves! Vera no sabía hacer eso. Y eso que, en las últimas semanas pasadas en el Templo Paladín, había entrenado su cuerpo con esmero, poniéndolo a prueba casi con saña. Lo primero que pensó, cuando vio aparecer aquel portal de acero sagrado grabado con dibujos, símbolos y runas, fue en conjurar un Fulgura Nox. Mackenzie se lo había enseñado y le había proporcionado el libro correspondiente, que Vera había estudiado con avidez. Pero en el último momento, se le ocurrió probar otra cosa. Quizás no diera resultado, en realidad, cuando le habían explicado aquel poder, no le hubieran dicho que pudiera servir para el fin que pretendía utilizarlo la joven. Poco perdía por probar, sin embargo.

 

Thunder Clone. —Los dos clones a imagen y semejanza de Vera se desprendieron de ella para ponerse a sus órdenes. Lo cierto es que no necesitaba dos, el clon que le daba percepción iba a estar bastante ocioso, tan sólo necesitaba al clon de fuerza sobrehumana. Mientras ordenaba al primero vigilar el portal, le indicó al segundo que se encaramara a una roca elevada y, desde allí, la aupara unos metros más, para que Vera pudiera alcanzar el portal.

 

Justo cuando consiguió la altura deseada, se dio cuenta de que hubiera sido mejor idea el Fulgura Nox en el que había pensado primero. No había alcanzado la altura suficiente para atravesar cómodamente el portal, la base del arco de metal le llegaba poco debajo de la cintura. Con un suspiro, le ordenó al clon saltar lo suficiente para que ella pudiera tomar impulso y atravesar el arco, sin olvidarse de ordenarles a los dos clones alejarse y explotar en donde no pudieran hacer daño a nada ni nadie, cuando ella hubiera desaparecido tras el arco.

 

La idea era buena, pero su experimento acabó con Vera caída de bruces en el suelo. Maldiciéndose a sí misma por aquella est****a idea, Vera se incorporó como pudo, tratando de mantener la dignidad a duras penas.

 

—¡Ohhhh! ¡Qué increible lugar!

 

El Palacio de la Memoria era bello e imponente. A través de su techo acristalado, podía ver el mar y a las criaturas marinas nadando en él. La luz era difusa y mágica, en parte proveniente de los rayos que lograban atravesar las aguas del lago y llegaban al Palacio a través del cristal del techo. En su mayor parte, no obstante, provenía de antorchas flotantes. Vera esperaba que aquellas llamas no fueran capaces de provocar un incendio no deseado, pues la cantidad de libros que había en los estantes de la biblioteca la dejó atónita. Sería una pena que todo aquello pudiera arder. Sin duda, aquella luz de las antorchas debía de ser mágica y a prueba de incendios.

 

Lo que también le llamó la atención fue ver de nuevo a sus compañeros de bando. Por lo visto, todas las plataformas les habían conducido al mismo lugar. A lo lejos, escuchó la voz de una de sus compañeras que pertenecía al clan de los Oscuros. Esperaba que no hubieran visto la aparatosa entrada de Vera.

 

—Eso parece, que estamos en el Palacio de la Memoria, el lugar que indicaba el Mapa. Es increible este lugar, ¿verdad? —Preguntó, dirigiéndose a Darla, que tenía más cerca y a Graves, que no andaba mucho más allá.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Confiaba mucho en mi madre, tanto que ni cuestioné qué era aquello del "Palacio de la Memoria"; sencillamente, atribuí que era nuestro destino y que Antara nunca nos llevaría a un sitio inadecuado. Aún así, tuve ese instante de precaución de "mirar" qué hacían los otros compañeros. No sólo mis Hermanos y Hermanas de Clan, no. También me preocupé durante un segundo sobre qué estaban haciendo los otros, los que estaban en otros clanes que yo apenas conocía y que me habían sorprendido hoy con poderes inconcebibles. Me sentí algo pequeña y aspiré con fuerza mientras esperaba que Lillian me diera la mano, que Luna se acercara y que Dick decidiera entrar con nosotras. Les vi, activos, tan sorprendidos como yo ante las luces que habíamos despertado con las runas activadas, con el portal.

 

¿Quién les estaría guiando a ellos hacia el interior de ese Palacio de la Memoria anunciado? Contemplé que entraban, cada uno de los miembros en las diferentes plataformas, desapareciendo de mi vista. No duró mucho aunque hubiera querido quedarme hasta el final, contemplando la seguridad que parecía emanar de ellos al abandonar las plataformas del lago.

 

Pero no pude quedarme porque Dick me empujó, literalmente, al interior de aquel portal. Antara desapareció en una ilusión de aire cuando crucé aquel hueco.

 

-- ¡So bruto! -- no había enfado, ni malestar, como mucho sería sorpresa por la prisa que parecía tener mi sobrino para entrar en aquel lugar que, al menos a mí, me producía muchísimo respeto.

 

Otra vez no pude añadir mucho más. Era cierto que todos (digo yo que todos; a veces pienso que los demás sienten como yo, que detectamos el ambiente por marcadores que no consiguen ver los otros) detectamos que allá pasaba algo. Se suponía que aquel era el premio a despertar las runas, el entrar en el Palacio de la Memoria de la Orden y conseguir... ¿cómo les habían llamado al principio de aquella búsqueda? ¿Los diarios? ¿Las bitácoras? Tal vez los recuerdos más ancestrales de nuestro bando, de nuestros clanes... Nuestra historia...

 

Pero no. Yo al menos no vi ningún premio a aquel esfuerzo. Lo contrario... Algo me decía que aquel debía de haber sido un bello lugar, una bóveda subterránea en la que mil maravillas narrarían secretos antiguos y olvidados por los pliegues del tiempo, un lugar de paz y belleza que haría olvidar todo lo sucedido en el exterior y desear sumergirte en conocimientos pretéritos conservados sólo para quienes eran dignos de ellos.

 

No fue así.

 

Torcí el cuello en un gesto tenso en el que intenté resumir varios actos: estirar los músculos que parecían agarrotarse y provocarme dolor en la nuca; alejar un sonido molesto que despertaba en mí un sentimiento demasiado conocido, la ira; y, por último, el sentir que me rodeaban con un manto frío que me susurraba al oído palabras aún no identificables, que me dictaba visiones desconocidas que nunca había visto antes...

 

Volví a soltar aire pero ahora acompañado de un sonido gutural casi impropio en aquel lugar.

 

Mis ojos se abrieron un poco más de lo normal y mis fosas nasales se dilataron. En aquel lugar, volvíamos a estar juntos, los miembros de los tres clanes y, sin embargo, no estábamos juntos. Cada uno éramos un mundo diferente. Volví a gruñir y sonreí, mirando ahora a mi sobrino, con una sensación de no estar en el sitio adecuado. Mejor dicho, los otros no estaban en el sitio adecuado.

 

Sobraban.

 

Aquel lugar era mío. De nadie más.

 

-- No, Dick. Yo no te he hablado. -- Tomé el libro que me daba y una especie de sentimiento corrupto me hizo mojar los labios con la punta de la lengua. Lo apreté en el pecho y en mi mano libre apareció la varita. ¿Cuándo la había sacado por última vez? No me gusta usarla.

 

>

 

-- Sólo los Maestros podemos leerlos, los que podemos entender la magia que se encierra en ellos... Sobrino...

 

Y puse la varita en posición de defensa. Aquellos visitantes no podían acercarse a los libros.

 

... Eran míos ...

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