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Artes Oscuras & DCAO


Hessenordwood Crouch
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Hessenordwood Crouch

Diciembre 2020

DCAO + Artes Oscuras

 

Se quejó con un sonido ahogado en su garganta y la pantalla del teléfono móvil se apagó con un ligero sonido, Hessenordwood puede verse a sí mismo un momento a través del reflejo oscurecido de la pequeña pantalla antes de guardarlo en el bolsillo de su pantalón, con más frecuencia de la que le gustaría suele olvidar que estos aparatos de tecnología muggle no funcionan bien en lugares tan impregnados de tanta magia, en cualquier otro momento no hubiera sido esto un problema, pero resultaba terrible que justo ahora (casi olvida también que no son las mejores fechas del año para estar fuera) las ventas de inmobiliarios en los suburbios de california comenzaran a aumentar.

 

Hessen debe comenzar a considerar altamente dejarle el negocio de bienes raíces encargado a alguien más, aun con magia resulta agotador tener que estar viajando desde Europa hasta a el norte de América y ahora con las clases en Castelobruxo hasta el sur, bueno, tanta actividad para el día comienza a dejar al demonio sin mucha energía para divertirse por las noches.

 

Hess espera pacientemente entonces, con una pinta impecable a pesar de que le es difícil acostumbrarse a andar con túnicas de mago por todas partes, él prefiere todavía usar los atuendos muggles debajo de la túnica de la que se pueda deshacer en cualquier momento en lugar de un saco que le haga juego al resto del conjunto, al menos para las clases es más cómodo así, sin mencionar que solo así puede pasar un poco más desapercibido dentro de la comunidad estudiantil que recorre con o sin prisa los pasillos de Castelobruxo. No es que fuera él tampoco algo extraordinario de ver, pero es consciente de que está robando más de una mirada curiosa de los que pasan por el pasillo y lo encuentran solo a él ahí, en medio del amplio corredor, como si tramara algo.

 

La hora acordada se acerca y en busca de su varita (que debe esconderse en algún arnés atado a su brazo) él finalmente deja de recargarse sobre el muro del otro lado del portón, el que debe dar al aula que especifica en la carta enviada a los inscritos a sus clases; primer piso, zona noroeste, después de los salones de pociones. Hessenord solo ha estado un puñado de veces en Castelobruxo, normalmente para nutrirse a sí mismo, por lo que ha tenido que pedir a algún otro docente en el claustro que le aconsejara donde era idóneo llevar el plan de estudios que ha preparado para este grupo. No a sido una tan mala recomendación, aunque tal vez solo lo acepta para parecer simpático con su colega.

 

Ha estado ahí al menos tres días antes de hoy para asegurarse de que el salón tenga todo lo necesario, es un cuarto simple, pero tan amplio como para albergar a unas treinta personas cómodamente ahí adentro, por lo que para ellos cuatro quizá estaba algo sobrado. Su interior está acomodado como cualquier otro acondicionado para estudiar defensa contra las artes oscuras, tiene una particularidad solamente que Hess destaca de cualquier otro espacio al que ha entrado en Castelobruxo; él no espera a los alumnos en el aula aún solo porque ahí dentro la cantidad de magia de la sangre que siente se acumula con intensidad en el interior de cualquiera.

 

Entre más tiempo estás ahí dentro es más sencillo sentirse corrompido por alguna fuerza maldita que su interior alberga. O esa ha sido la advertencia de su colega.

 

Y no es que Hessenordwood le tema a la experiencia (aunque va prevenido igualmente), pero la señal del teléfono móvil es aún peor ahí dentro.

 

Entre otras cosas, el mago rescata también como parece nadie notar la existencia de aquella habitación, como si la advertencia escrita en alguna especie de lenguaje rúnico les impidiera verlo.

 

La clase será ahí adentro-, explica con un ademán suave apuntando hacia la puerta que tiene de frente cuando ve llegar al primero de los que espera, los demás no deben tardar, los ve y es agradable con ellos, pero igualmente aguarda hasta que considera que es suficiente esperar al último de ellos para comenzar con esto de una vez. ―Soy Hessenordwood Crouch, os voy a acompañar en su aprendizaje de este conocimiento, adelante, por favor-, la cerradura de la entrada solo parece ceder hasta que todos están frente al portón.

 

Se detiene hasta que cada uno de ellos entra, antes de que él también lo haga se asegura, con el mayor disimulo, de que no haya nadie más en el pasillo, de que nadie haya podido verlos entrar al gran salón. Luego de él, la entrada se cierra inmediatamente con un ruidoso portazo y Hess se gira sobre sus talones rápidamente para lanzar un conjuro desde lo más alto que es capaz de alcanzar con la punta de su varita hasta tocar el punto donde la vieja madera se une con la piedra del suelo. -Solo por seguridad-, le guiña sonriente a alguno de los alumnos, lo que sea que le reste importancia a lo que acaba de hacer.

 

Entonces, ¿qué sabemos de las artes oscuras señores?-, lanzó la pregunta al aire mientras se encamina entre ellos hasta llegar a un escritorio al frente y centro donde se sienta al filo de la superficie. Hessenorwood tararea y vacila la mirada buscando algo más allá de los lugares donde los alumnos se han acomodado, restandoles atención a ellos. ―Ponganme al corriente de lo que tienen, por favor, ¿alguna mala experiencia? O tal vez...una buena-, sonrió entonces y cruzado de brazos esperó pacientemente por alguna buena respuesta.

Editado por Nate Weasley

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En su habitación había tres postes de Quidditch de juguete, perfectos para que los más pequeños pudiesen simular jugar a quidditch con esas escobas que apenas levantaban un palmo del suelo. El caballero estaba sentado en su cama, apuntó al poste del centro y lanzó con fuerza la bola de papel que hasta ese momento agarraba en sus manos. ¡Dentro! Eso sólo podía significar que sería un gran día. Se levantó con una sonrisa, animado.

 

La bola de papel que lanzó traía la ubicación del aula donde se llevaría a cabo su clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Después de leerla unas cuantas veces se había aprendido de memoria el lugar, a pesar de que no había acudido muchas veces al colegio donde se impartían esas clases sabía que no se perdería. Se sentía contento e ilusionado, de nuevo era un estudiante y eso le hacía recordar los viejos tiempos donde era un adolescente.

 

Por aquellos días todo era más fácil y sencillo. No había problemas, no había preocupaciones. Lo único que tenía que hacer era sacar las mejores notas posibles y eso trataría en la clase de conocimientos que no tardaría mucho en comenzar. Siempre intentaba dar lo mejor de sí mismo, aunque bien es cierto que en más de una ocasión su comportamiento en el aula no era el más adecuado. Pero vaya, ya había madurado... ¿o no? Si lo había hecho era hora de demostrarlo.

 

Se vistió con una túnica como las que usaban los estudiantes de Hogwarts, pero sin el escudo de ninguna casa. Si hubiesen acudido al viejo castillo seguro que hubiera llevado el escudo de Gryffindor, pero dado que acudía a un colegio extranjero era mejor no hacerlo. Tenía curiosidad por ver quién era su profesor y quiénes serían sus compañeros en caso de que tuviera. Una vez que estuvo preparado no se demoró más y comenzó su viaje. Como empleado de Transportes Mágicos ir de un lado a otro era su especialidad.

 

Nada más que sus pies se posaron delante de la institución se estiró levantando sus brazos hacía arriba todo lo que podía. Buscaba activar su cuerpo para estar lo suficientemente preparado en la clase. Comenzó su camino hacía su destino final mientras pensaba si prefería una clase teórica o una clase práctica. Ciertamente... ambas le gustaban así que solo deseaba que fuese lo que fuese que tuviesen preparado para ellos le divirtiera. Sí, lo importante era aprender pero se aprendía mucho mejor con un poco de diversión.

 

Primer piso, zona noroeste, pasó de largo un aula que al parecer se trataba de pociones y... ¡Meta!

 

Dedicó un gesto amable con su cabeza al profesor que los esperaba fuera. Sin mediar palabra entró en el aula y tomó asiento en el primer pupitre que encontró. El aula era amplía, así que seguro por problemas de espacio no sería. En sus anteriores clases de conocimientos nunca había coincidido con mucha gente y dudaba que ese día fuese una excepción. Mientras esperaba al resto miró el aula y tamborileó con sus dedos sobre la mesa. Comenzó a tararear una canción y cuando quiso darse cuenta el profesor entró. Al parecer ya estaban todos.

 

Sin darle más importancia a lo que hizo el profesor cuando entró levantó su mano para tomar turno de palabra. No, mentira, él nunca levantaba la mano antes de hablar...

 

Que es un tipo de magia el cual debemos evitar porque nunca trae nada bueno... —comentó a sabiendas de lo que decía. La última clase que había tenido había sido precisamente de Artes Oscuras. Las conocía y las entendía, pero desde el mismo momento que salió de esa clase supo que nunca las usaría.

 

Había muchas respuestas mejores a las que había dado, así que esperó a ver si los demás querían aportar algo más.

 

¿Buenas? ¿Acaso crees que las artes oscuras pueden traer buenas experiencias, profesor? —preguntó. —Las artes oscuras traen dolor, muerte, sufrimiento... Son despreciables. —añadió dejando muy claro cuál era su punto de vista. Al final no había respondido a lo que había pedido el señor Crouch pero para remediarlo sonrío ligeramente. Confiaba en que su sonrisa arreglase todos los momentos de impertinencia que podía llegar a tener durante la duración de la clase.

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La decisión de estudiar Artes Oscuras era, cuanto menos y para cualquiera, controvertida. El Weasley no podía negar que más de uno de sus compañeros de bando, sobretodo ahora que ocupaba el cargo de Lugarteniente de la Orden del Fénix (el cual, dicho sea de paso, aún sonaba como una broma del día de los inocentes), arquearía las cejas al enterarse que se había anotado en el colegio sudamericano para hacerse dichoso de aquel conocimiento. Y, sin embargo, no era controvertida solo por ello. Hacía ya tiempo que, por medio de la magia de su clan, Nathan había aprendido a encauzar lo oscuro de su alma en magia útil y que buscase el bien de los demás.

 

Sin embargo, esto era otro cantar. No tenía muy en claro qué comprendía el temario de la clase de Artes Oscuras pero podía intuir que no sería nada bueno; le generaba cierta curiosidad que aquel curso se dictase con total naturalidad, sin cuestionamiento alguno, y sin reparos sobre las consecuencias que el empleo de dicha magia pudiese tener si era ejecutada por las varitas equívocas. No obstante, la acérrima convicción de que la mejor forma de enfrentar los obstáculos era estando preparado contra ellos y la creciente e incontrovertible evidencia de que las fuerzas oscuras seguían ganando terreno a pesar de los mejores esfuerzos del bando, lo llevaron a la decisión de formarse en ellas.

 

En el primer piso, en el noreste de los terrenos de Castelobruxo, más allá de los salones de pociones lo esperaba el profesor y uno de sus compañeros de clase a quien reconoció como un miembro de la Orden del Fénix. Una sensación de alivio recorrió su cuerpo dado que, al menos, alguien entendía sus motivaciones para aprender magia negra. Saludó a ambos con un asentimiento, y siguió a su compañero dentro del salón tras la instrucción del profesor, quien curiosamente selló mágicamente la puerta por la que entraron excusándose con... ¿evitar interrupciones? Nathan evaluó con la mirada al docente, y procuró evitar que los prejuicios que le hacían cuestionarse la seguridad de todo ello se materializaran en su rostro.

 

Escuchó atentamente las respuestas de su compañero mientras balanceaba dentro de sí el cómo responder a la pregunta del Crouch. Si bien no podía tener sentimientos tan expresamente tajantes en contra de las Artes Oscuras como su compañero, tampoco tenía una opinión muy definida en lo contrario. La realidad era que su percepción había cambiado desde que aprendió la magia de su clan en la Fortaleza Errante, magia que le había enseñado a virtualizar todo lo malo que le había pasado, todo lo negativo que sentía y toda gota de destrucción que había acumulado dentro de sí a lo largo de los años, en hechos, cosas y causas buenas.

 

¿Quién era él para decir que no podía hacer lo mismo con las Artes Oscuras? ¿Había alguna forma de llevarlas por buen camino, y utilizarlas en beneficio de la pureza?

 

Su compañero pasó robarle las preguntas de la boca, transmitiéndoselas al docente. Nathan estaba interesado por la respuesta de éste, más se apresuró a interceder.

 

De hecho, estoy muy interesado en la pregunta de mi compañero. Las Artes Oscuras tienen la connotación social que tienen porque han sido utilizadas por magos y brujas en el pasado de una determinada manera, más bien generando dolor, muerte y sufrimiento, como bien dijo él. Pero... ¿acaso hay alguna posibilidad de que puedan ser utilizadas de otra forma? ¿Es su naturaleza oscura inminentemente destructiva?

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Nos pusimos moralistas, pensó. Se llevó la mano a la boca medio impresionado con lo que dijo David. ¿Muerte? ¿Sufrimiento? Intentaba no reírse. Igual se había sentado atrás de sus dos compañeros justamente para evitar que se le escapara cualquier gesto de desdén al discurso ajeno. Bueno, eran sus experiencias y, ¿quién era Orión para negarlas? Luego, cuando el otro muchacho habló, sobre historicismo, se acomodó y cambió la mano. Fingía estar shockeado por lo que estaban contando.

 

- ¿Artes Oscuras? ¿Yo? Para nada –mintió, inmutado. Volvió a acomodarse en la silla para reincorporarse un poco-. Ahora, si las Artes Oscuras tienen una connotación social, entonces ¿por qué la destrucción sólo causa sufrimiento y muerte? ¿La destrucción no puede ser algo positivo? Después de todo, me atrevería a decir que para los ojos muggles toda magia es oscura.

 

La tiró al aire. Tampoco esperaba respuesta. No era él el profesor, ni mucho menos tenía la paciencia para filosofar un poco en ese momento. Que, a ver, la magia es magia. No es ni buena ni mala. Ni blanca, ni oscura. Es magia, punto. Un rayo de sectusempra puede tener todo rojizo y no por ello la gente usa el concepto de magia roja. El porqué de su adjudicación histórica de esa categoría (oscuro u ocultismo) era otro debate.

 

Orión se encontraba en una situación particular. Tal como dos fenixianos habían tomado la decisión consciente de adquirir un nuevo conocimiento en pos de su bando; él, por el contrario, dejó su elección al azar. Literalmente puso papelitos con las clases disponible en Casteloruxo, los mezcló y sacó uno así cualquiera. No necesitaba defenderse de las artes oscuras. O bueno, capaz que sí.

 

El viejo Yaxley, entonces, vestido simplemente con su traje ministerial (porque señor con trabajo normalito) se encontraba un poco escéptico a la vez que un poco entusiasmado de hacer la clase. No conocía a ninguno de los tres y ¡siempre se podía aprender cosas nuevas! Por lo que enterró todo lo que pudo su lado sarcástico para estar genuinamente interesado en la lección. Sus ojos azules divagaron por el salón. Le fascinaba cuando puertas se abrían sólo cuando querían… y se cerraban con el mismo criterio. Mejor si daban portazos. O cuando el profesor lanzaba un encantamiento protector así porque sí…

 

- Disculpe, profesor Hessensorsood –frunció la nariz cuando se dio cuenta de su error y no quería volver a preguntar-. Profesor, ¿qué hechizo acaba de realizar ni bien entramos? ¿Deberíamos preocuparnos por algo?

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La varita giró unas cuantas veces entre los dedos de sus manos mientras los escucha hablar, él lanza discretos encantamientos a sus propios zapatos que han cambiado de color de café a marrón, incluso ha anudado los cordones de alguno de los alumnos mientras el último de ellos, Yaxley comienza a exponer sus ideas algo desordenadamente, aunque no necesariamente equivocadas. Hessenordwood se da cuenta entonces que no está teniendo inmediatamente una respuesta concreta por parte de ellos, no a lo que les ha solicitado, pero en cambio recibe algo mejor, quizá lo que buscaba desde un principio y que ciertamente le resulta alentador.


Hess dejó en silencio la clase durante algunos segundos antes de tomar la palabra nuevamente, su mirada está puesta en algún artilugio colgado sobre la cabeza de los estudiantes desde el techo y por un instante, antes de bajarla de nuevo, el puente de su nariz se arruga, cómo si le estuviera costando solo un poco más reorganizar en su cabeza las respuestas para ellos. No es que fuera algo tan difícil realmente, pero Hessenord sabe que esto de las artes oscuras, aprenderlas y/o usarlas, siempre podría traer conflictos de todo tipo a los usuarios, por razones que solo cada quien comprendería. No obstante, él no está aquí para decirles si está bien hacer uso de ellas o si era mejor evitarlas para siempre, en todo caso, solo se puede limitar a advertirles que si un maleficio es mal ejecutado o contra restado podría incluso llegar a costarles la vida.


Es solo una protección-, comenzó finalmente sobre el cuestionamiento de Orión. La voz del demonio es de pronto lo único ahora que se escucha en el aula, es como si aquel encantamiento que ha lanzado a la puerta no solo les aislara a ellos del resto de Caxtelobruxo, si no también cualquier sonido dentro o que pudiera provenir del exterior era neutralizado. —Si no lo han notado este lugar es una especie de bóveda. Si es que nunca se han quedado encerrados dentro de una, bueno, pues se siente más menos así, me parece-, hizo un breve gesto de escalofrío, un hombre del tamaño de Hessen no debería quedar encerrado en ningún sitio. —Todo lo que está aquí adentro está maldecido y no debería estar al alcance fácil de los estudiantes, pueden ser algo influyentes-, echó un vistazo a su alrededor, en las orillas del aula sobre los estantes que se ocupan con cosas que no necesariamente son útiles para las clases. —Por lo tanto no queremos que algo se escape de aquí sin autorización de nadie. Esas puertas no se abrirán hasta asegurarse de que todo este donde debería estar al final del día.


Se da cuenta de que está demasiado cómodo en aquel sitio cuando abandona la superficie del escritorio y comienza a caminar hacia una pizarra a un costado. El movimiento de su varita consigue hacer que un par de tizas amarillas comiencen a escribir frenéticamente sobre ella mientras él direcciona sus pasos esta vez para moverse hasta donde están los alumnos y ocupar el lugar frente al escritorio de Weasley. Desde ahí hay buena visión perimetral, puede ver a Nathan sentado a su derecha, al frente el chico David y de costado a él está Orión y, si se esfuerza, incluso cree que puede ver sin problemas lo que se escribe en la pizarra tras el título; “Diferencias entre maldiciones y maleficios”.


Supongo que todo depende de que considere usted una buena experiencia-, alzó las cejas, desde luego el muchacho Rambaldi tiene una excelente objeción y Nathan no hace más que abordar a la conclusión (a la que Hess imaginó que eventualmente llegarían) con su interrogación inicial. —Podría apostarle y ganaría eso a que, buena o mala, con menos o mayor medida, muchos magos y brujas han recurrido a los hechizos de magia oscura incluso en más de una ocasión con mas frecuencia de la que podrían ser conscientes de que lo hacen, y el resultado es… bueno, no tan malo. Ya sea en un duelo de práctica o una simple situación cotidiana en el campo laboral, está presente ese matiz de magia oscura que se requiere para ejecutarlos y que no es socialmente incorrecto simplemente por ser, tal vez, solo un poco menos mortal o que incluso se cree que ha salvado vidas-, el gesto que hace al final es solo por que es consciente de que una batalla (práctica o no) no es justamente una buena experiencia tampoco.


Se sabe también que existen algunas pociones alternativas de curación o anti venenos que requieren de conocimientos avanzados de las artes oscuras para poder elaborarse, pero por el contrario la conciencia de ello, de esa porción de magia oscura, es lo que se cree que las hace diferente al resto de pociones sanadoras. La cuestión es qué tan consciente eres del daño o beneficio que causas con ella. Entonces, quizá la buena experiencia llega solo después de eso.


Esta es una idea complicada, podrían pasar el resto de la clase debatiendo los pro y contra que existen entre el uso o no de las artes oscuras, pero no cree que tenga el tiempo, ni la vida suficiente para conseguir hacerlos cambiar de ideas, al final de cuentas Hess sospecha que solo sus propias vivencias, de la práctica de la magia considerada oscura hacia con el mundo real, es lo que finalmente los haría cambiar de opinión sobre estas, buena o mala, y no solo basadas sobre un limitado curso de conocimientos.


No obstante, esto que dice ahora es lo que vuelve todo esto más interesante, ¿verdad?-, Hess golpea con la punta de la varita el escritorio de Nathan, para hacer un énfasis en la observación del brujo. —¿Acaso hay alguna posibilidad de que puedan ser utilizadas de otra forma?-, repite la pregunta de Weasley por si alguien ha estado distraído. —Imagínate un mal escenario; si matas bajo un maleficio a una persona que hubiera arrancado con sus propias manos las vidas de un puñado de inocentes y tenga la disposición de continuar haciéndolo, ¿eso haría que matarlo sea menos magia oscura? Sin mencionar que las circunstancias no harán que el encantamiento requiera de menor cantidad de intensión de lo que exige para realizarse, ¿donde queda la capacidad de absolución en el momento de una batalla, allá afuera, en la vida real?-, se detuvo un instante a observar a Nathan, no acostumbra ver directamente a los ojos de las personas, pero puede darse ese gusto algunas veces y esta vez parece buscar algún rastro de disconformidad en el muchacho.


El fin justificara los medios, señor mio-,tarareó la ultima frase, es fácil de mantener la neutralidad en el tono de su voz, aun si no esta totalmente de acuerdo con lo que dice, se ha acostumbrado un poco a eso de escupir palabras sin verdaderamente sentirlas.


Al final la respuesta es casi obvia ¿no? quizá no es lo que quiere escuchar de mi, pero lo que haga usted con este conocimiento mágico, con las habilidades que se obtienen al adentrarse en el profundo mar de conocimiento que poseen las artes oscuras, lo que suceda solo después de ahí, eso dependerá simplemente de cada uno de ustedes. Por supuesto que pueden ser utilizadas de otra forma; pero también es verdad que, si se usan para causar dolor o sufrimiento por simple capricho humano o para salvar un puñado de vidas sobre otra, el resultado sera casi todo el tiempo equivalente-, titubeo, parecía entonces que trataba de ponerse de pie y alejarse, pero finalmente solo se acomodó sobre el escritorio. —Es cuestión de conciencia supongo, pero creo que también responde su pregunta a si la naturaleza oscura es inevitablemente destructiva, una maldición no dejará de causar daño a su objetivo, lo merezca o no-, si no fuera un gesto tan descuidado Hess se hubiera encogido de hombros.


Con otra floritura de su varita las tizas vuelan hacia otra pizarra y continúan escribiendo esta vez sobre hechizos inhibidores.


Las artes oscuras, la magia negra, la magia de la sangre o como prefieran llamarla, no solo es capaz de causar daño a un objetivo, si no también al usuario que la emplea, en la mayoría de sus practicas es parte de los requisitos para adquirir el beneficio de su fuerza, suelen ser un constante sacrificio, uno que no cualquiera es capaz de ofrecer, o de soportar. Yo me atrevería a decir incluso que tal vez, antes de que te des cuenta, terminas de pagar por todo lo que has hecho al final del día-, él mismo lo ha visto tantas veces, en tantas vidas, en otras personas. —Finalmente se requiere de una alta inteligencia y una fuerza de voluntad mas que férrea para no dejarse consumir por ellas. Puede ser eso lo que comúnmente inquieta tanto a las personas que le temen a la magia de la sangre, no lo que hacen las nombradas artes oscuras por naturaleza, si no lo que son ellos mismos de causar si se sumergen tan demasiado profundo en ellas y se vuelven inmerecedores de emerger impunes.


Esta vez si lo consigue y tras un suave suspiro se pone de pie alejándose lentamente del grupo. El carraspeo de su garganta parece indicar mas bien que el tiempo de reflexión ha terminado y pueden comenzar de una vez con el conocimiento teórico.


Como sea, ¿cómo es que puedes protegerte de algo que no conoces del todo bien?-, arrojó, pero no espera una respuesta. —La defensa contra las artes oscuras es solo otra manera mas de protegerse y convertirse, de alguna manera, en usuarios menos vulnerables de sucumbir ante lo que asecha luego de cruzar el estrecho limite entre las artes oscuras y el delgado hilo de cordura que es la mente humana, independiente de la fuerza física-, hubiera querido mencionar todo aquello entre comillas, pero no viene aquí a dar su opinión personal sobre el tema, por el contrario se enfoca a enseñar ambas materias como igual de importantes una de la otra. —Es de introducción a la magia saber que para realizar un hechizo se requieren de cuatro factores; el movimiento de la varita, el conjuro aun si no es verbal, la concentración y, claro, la intención de hacerlo.


Caminó de regreso al escritorio mas grande, detrás de él puede escuchar aun los gises escribiendo aunque sin tanta rapidez cómo en un principio por lo que debe hacer orden de que otras notas puedan encontrar útiles los alumnos. Sobre la superficie de la mesa hay unos cuantos apuntes en pergaminos escritos por él, un libro de transformaciones que ha olvidado recordar que debe devolver a la biblioteca antes de salir de Castelobruxo y claro, un cuarteto de esferas de cristal que parecen contener una mezcla de metal liquido en su interior.


Y cualquier hechizo que quieran despegar de la punta de sus varitas necesitan de esta genuina intención, la diferencia esta en que, sea magia oscura, blanca o el color que se les plazca, esa intención requerirá un enfoque distinto, según la finalidad del hechizo. La fuerza de su hechizo partirá de pendiendo de que tanta o menor intención y concentración consigan en ello-, nuevamente encara al grupo, esta vez sosteniendo en una de sus manos aun su varita y el la otra un par de esferas que se acomodan sin problema en el hueco entre sus dedos. —Dentro de las artes oscuras y DCAO, el ejemplo mas común de esto es el encantamiento patronus y, desde luego, las maldiciones imperdonables-, tras la última palabra las tizas paran de escribir y caen violentamente al suelo distrayendo solo un poco la atención de Hess hacia con el grupo.


No puede evitarlo, este lugar le causa algo de escalofríos.


¿Pueden contar algo más sobre estos hechizos? Nada de demostraciones por ahora, guarde su varita ¿quiere? si, así esta mejor-, advierte a cualquiera que quiera pasarse directamente a la acción. —Entonces, tal vez puedan explicar sus propiedades y requisitos para realizarlos-, como si fuera un ejercicio de desestrés el mago comienza a girar ambas esferas en su mano, de pronto adopta una postura un poco mas a la ofensiva, como si estuviera dispuesto a arrojar las esferas hacia los alumnos si estos se atrevían a decir alguna barbaridad o simplemente desconocían la respuesta. —Vamos, algo deben saber realmente sobre esto y esta vez no quiero saber si consideran si son buenos o malos hechizos, sean concretos señores, quiero solo respuestas correctas.

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Nathan debía admitir que el profesor estaba llevando la clase por una vertiente inesperada. En retrospectiva quizá había sido hasta iluso de su parte, pero no se había esperado una introducción tan filosófica y, por qué no, metafísica acerca de las Artes Oscuras. El Weasley tenía que hacer cierto esfuerzo para seguir las ideas del Crouch, quien saltaba de una a otra como quien no quiere la cosa y apenas daba tiempo a reflexionar sobre las tantas vertientes que cada uno de sus disparadores prestaba para debate. Desde luego, ciertos fragmentos le llamaron particularmente la atención y se atrevió a entretenerse con ellos en vez de oír las palabras del profesor, de tanto en tanto.

 

Que el fin justificase los medios era algo con lo que él no estaba del todo de acuerdo, pero bien que se aferraba a aquella idea en momentos donde su afiliación a la Orden del Fénix lo había hecho hacer cosas sobre las cuales el constructo social de la mayoría frunciría el ceño. Debía admitir, había cierta reticencia de su parte a enfrentar esa parte de sí que estaba dispuesta a acabar con magos tenebrosos en pos de la seguridad de la comunidad mágica puesto que... en esos entonces, ¿qué lo separaba a él de ellos? Sus ideales, solía responderse, y sin embargo aquello ameritaba su propio debate para el cual se encontraba en distintos lados del espectro en distintos días. Era, definitivamente, más sencillo evitar aquellos cuestionamientos.

 

El sacrificio, por otro lado, era algo con lo que Nathan convivía constantemente. Cuanto había sacrificado en pos de su entrenamiento en la Fortaleza Oscura, cuanto había dejado de lado en pos de la Orden del Fénix. Los había pequeños, medianos y grandes, todos más o menos dolorosos, pero todos implicaron una parte de sí que no pondría en juego por cualquier cosa. ¿Acaso, no obstante, lo que el profesor estaba diciendo no era cierto de todos los tipos de magia? Incluso la magia blanca requería sacrificios; no siempre en la vida se puede dar sin recibir y esto era nada más que otro de los ejemplos de ello.

 

Las maldiciones imperdonables requieren de intención, como bien usted dijo. Pero la intención puede tener distintos matices; no siempre tiene que ser intención de hacer daño por el mero gusto de generar dolor, sino que aquella misma intención puede venir desde un lugar de defensa. – acotó Nathan a la última pregunta del profesor, hablando fundamentalmente desde su experiencia: por más despreciables que fueran los seguidores de Lord Voldemort, jamás había tenido la intención de dañarlos o matarlos por el mero hecho de hacerlo, sino que más bien lo guiaba la convicción de que, de no hacerlo, pues nada les impedía seguir profanando la comunidad con las atrocidades que cometían. – Sin embargo, no me cabe duda de que cuanto más poderosa sea la intención o, en otra medida, la suma de las intenciones, más potente será el maleficio.

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Atendió a cada una de las palabras que sus compañeros dijeron después de su intervención. No fue difícil darse cuenta de que no todos estaban de acuerdo, pero era lo normal. La mayoría de los seres humanos tenían puntos de vista muy diferentes sobre cuestiones muy similares. No le preocupaba que hubiese opiniones diferentes, de hecho le gustaba no estar siempre de acuerdo con las personas que le rodeaban. Se puede aprender más de una persona con la que no tienes nada en común.

 

Prestó atención a la pregunta que su compañero había formulado sobre la acción del profesor. Realmente no pensaba que hubiese nada sorprendente en un hechizo que se realiza a una puerta, pero podía ser interesante. Al comienzo no le había dado ninguna clase de importancia, pero dado que uno de sus compañeros sí pensaba que podía ser motivo de preocupación pues lo vio con otros ojos. Apoyó sus codos sobre la mesa y entrelazó sus manos mientras miraba directamente al profesor, que era el que tenía todas las respuestas.

 

Como esperaba, el hechizo realizado a la puerta no tenía nada de peculiar. Era lógico que el profesor no quisiese que ninguna de las cosas que se encontraban en el aula se escapasen, aunque por otro lado hubiese sido una clase práctica muy divertida el tener que buscar por todo el colegio las cosas que se largasen de la estancia sin permiso. Divertido... o más bien agotador, porque a saber la cantidad de cosas que el profesor podría haber decidido meter en el aula para enseñarles. Le gustaba moverse pero una clase tranquila tampoco estaría mal.

 

Miró directamente a los ojos al profesor mientras les hablaba. Lo cierto es que tenía razón. En duelos, en batallas producidas en diferentes lugares de la geografía británica e incluso en simples entrenamientos, había hechizos que por mucho que quisiesen negarlo estaban rodeados de un aura de magia oscura que era difícil pasar por alto. Lo sencillo era utilizar esa clase de magia cuando uno se encontraba en peligro, pero el verdadero mérito estaba en no tener que llevarla a cabo nunca y saber defenderse incluso de las mayores amenazas de la forma más pura posible.

 

No pudo evitar asentir a algunas de las palabras que soltaba por su boca. Sin mover nada más que sus ojos para seguir al profesor cuando este realizaba alguna clase de movimiento, estaba prestando atención a todo para no perderse detalle de nada. Se había dado cuenta de que el profesor sabía de lo que hablaba, se veía que estaba enterado sobre los temas que se llevaban a cabo en el aula y, aunque en algún momento la clase parecía ser sobre la moralidad de algunas clases de magia, estaba aprendiendo más cosas de las que había imaginado en un comienzo. Empezaba a caerle bien su profesor.

 

Se frotó las manos mientras pensaba, aunque las tizas le habían sacado una sonrisa al caer de forma tan violenta provocando ruido. Llegaba una nueva tarea, una nueva pregunta que tenían que responder. En esta ocasión no fue el primero en responder, sino que se le adelantaron. No pasaba nada, mejor, no quería ser siempre el primero porque antes quería escuchar que decían los demás. Cuando su compañero terminó de hablar era su momento de hacerlo. El primero no había respondido acerca del Patronus, imaginó que el profesor se había referido a todos los hechizos de los que había hablado pero ya no estaba tan seguro. En cualquier caso, diría algo sobre todos.

 

El patronus te sirve para defenderte de los horribles dementores, pero también para enviar algún mensaje a algún conocido. Es un hechizo muy completo. Lo más interesante es que cada patronus tiene una forma diferente según el mago que lo invoca. Lo que no tengo tan claro es... ¿por qué los patronus toman la forma que toman? —preguntó haciendo una breve pausa. —¿Se transforman en animales al azar, en animales que son similares en cuanto a personalidad a nosotros, en animales que nos gustan?

 

Tenía varias preguntas sobre ello.

 

Para llevarlo a cabo solo tienes que pensar en algo que te haga muy feliz, un recuerdo alegre. —y cuanto más alegre fuese el recuerdo, más potente sería el patronus. Ese dato se lo sabía de memoria.

 

Estaba de acuerdo con lo que había dicho su compañero sobre las maldiciones imperdonables, así que se limitó a añadir algo muy similar.

 

Tus intenciones pueden tener buen fin, no cabe duda, pero para poder realizarlas tienes que desear manipular la mente del contrario, tienes que desear hacerle todo el daño posible o tienes que, directamente, desear matarlo. A simple vista parece sencillo de decir, pero que nos surjan esos deseos tan dañinos no creo que sea sencillo en todos los magos aunque nos encontremos en una posición comprometida.

 

Quería ver un poco de magia, así que terminó su intervención con una pregunta.

 

¿Nos harás una demostración de esos hechizos? —los conocía, pero tenía curiosidad por ver el patronus del profesor.

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Suspiró un tanto desilusionado cuando el profesor le explicó del hechizo de protección. Sí, capaz, el hechizo indudablemente no tenía nada de peculiar. Pero capaz así lo introducían a la defensa contra las artes oscuras. Bueno, no.

 

Este. Tipo. Habla. Demasiado.

 

Era lo único que pensaba Orión mientras lo escuchaba con la boca cerrada. Su mente comenzó a divagar un poquito. Como si tuviera un ojo prestándole atención al locutor, y el otro observando la supuesta bóveda. Capaz había algo que se podía robar. Algún regalo de viaje para Gatiux o un lindo adorno para la vieja Yaxley. Pero ni un solo objeto le llamaba la atención. Nada brillante tampoco. Aparte estaba la puerta esa que no se abriría si Orión optara por el camino de la cleptomanía.

 

Si tuviéramos que resumir toda la reflexión del uso de la magia en el Yaxley sería así: él hacía lo que quería. Punto.

 

De ahí en más prestó toda su atención cuando Hessenordwood lanzó la pregunta. Y sus compañeros contestaron, siempre acertados, sí. Entendió que le pusieran tanto énfasis a las intenciones de dañinas de cualquiera que prefiera usar las artes oscuras, o, en este caso, las maldiciones imperdonables. Y… estaba a punto de tirar un chiste sobre las intenciones oscuras y un psicólogo, pero sabía leer la situación. Esta no era una de ellas. Un poquito solemne todo. Tampoco quería que le tiraran con lo que el profesor tenía en la mano. Tenía que contestar algo.

 

- Bueno, para el Imperius se necesita un nivel mágico superior al… sujeto. El cruciatus es como la voluntad pura de infligir dolor. Y el hechizo asesino, bueno, saber las implicancias reales de su impacto ¿no? –Lo había dicho todo con mucha frialdad y se dio cuenta. Tragó saliva y cambió un poquito de tema-, ahora, si ponemos el foco en las intenciones ¿la defensa contra las artes oscuras encuentra su razón en el instinto de supervivencia?

 

Cruzó las piernas y se relajó.

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Hessen soltó la primera esfera de sus manos, pero no la arrojó sobre ninguno de los alumnos, sino que la había dejado caer al suelo estrellando el cristal tras el impacto y haciéndola rodar por el suelo hasta que no pudo mantener por más tiempo el contenido y se rompía en pedazos. El líquido del interior se derramó casi a los pies de alguno de ellos e inmediatamente comenzó a desprender una fragancia fresca que invadió el aula en un parpadeo. No era incómodo para los sentidos y apenas era perceptible al olfato, se trata de una poción simple, pero que igualmente ha requerido ayuda de alguien mas experto en el tema para conseguirla; alguna variación de un brebaje de odio vaporizada para despertar algunas emociones no necesariamente románticas entre sus acompañantes. Hess le resta importancia volviendo la transparente mirada apenas azul al muchacho Rambaldi.


Por parte de ellos, en cambio, las respuestas surgen con naturalidad, esta vez no hay tanta profundidad filosófica en ellas y Hess cree que finalmente obtiene lo que quiere como respuesta de ellos. Casi. Nathan es el primero en hablar y aunque su explicación es breve y correcta deja a Hess con ganas de seguirlo escuchando un poco más, pero cuando termina igualmente se gana un asentimiento algo resignado de su parte. David en cambio es mucho más energético y se extiende en el tema generalmente, muy adecuado considerando que tanto él como Yaxley toman la clase de defensa contra las artes oscuras. Finalmente Orión es, o finge ser, contundente con un dato que parece haber conseguido de último momento, -“brillante”-, hubiera dicho con casi ironía, pero la verdad es que ni siquiera alcanza a estar algo impresionado, mucho menos motivado por alguna de estas personas.


Ya puede sentirse él mismo de a poco cayendo en los efectos de su propio truco; la pócima de odio mezclada en el ambiente ya contaminado de magia oscura por todo el lugar.


Tras meditar un poco sus respuestas y concluir finalmente que son demasiado pobres de contenido, Hessen nuevamente provoca las tizas con un movimiento de varita para que escriban las ideas que complementen las de ellos.


Oh no, un patronus no adopta una forma al azar-, toma una gran cantidad de aire por la boca antes de responder, se está preparando para otro largo discurso sobre una respuesta que pudo haber sido breve, pero hoy no esta siendo ese funcionario de relaciones públicas de todos los días, así que porque puede, lo hace. —Como ya mas menos han explicado, el encantamiento patronus convoca una cantidad de magia que proviene directamente de una intención inspirada en los sentimientos de recuerdos felices-, tararea, sabe que puede estar siendo repetitivo, aunque quizá merecen ellos que lo sea. —Esa connotación tan personal que tiene el encantamiento al utilizar algo tan propio para ejecutarlo se proyecta a través de un patronus corpóreo, este usualmente toma la forma de una criatura con mayor semejanza al mago que le invoca o cómo una analogía que nace del recuerdo que se piensa al conjurarlo.


Distraídamente recoge el resto de esferas que quedan sobre la mesa, como si estuviera aburrido de escucharse así mismo hablar, aunque eso es lo último que podría pensar de sí. En todo caso lamenta brincarse las demostraciones que pide David por rellenar la clase con la teoría que esperaba por parte de ellos como respuesta a su cuestionamiento previo.


Por supuesto que hay excepciones donde el patronus adopta la forma del animal favorito del usuario-, continúa. —Aunque los libros dicen que eso está considerado cómo un indicador de obsesión o excentricidad por parte del mago, lo que no deja de ser a las finales algo muy individual, por lo tanto cada patronus es tan único como su creador. Con un poco más de ánimo Hessen caminó nuevamente por el salón, es difícil mantenerse quieto con toda esa magia maldita respirando, y con todos esos malos pensamientos rondando por la mente gracias a su tonta poción. —Considerando esto, se entiende entonces que solo hay tres casos en los que la forma de un patronus pueda mutar; aflicción, enamoramiento o cambios muy profundos en la personalidad y carácter del mago-, finalmente se detuvo cuando está de pie nuevamente frente a la puerta, quizá pueda empujar un poco de ella para tomar algo de aire fresco antes de continuar. —También se sabe que hay magos que son capaces de crear un patronus solo hasta haber sufrido un acontecimiento trascendental o viceversa, donde luego de este hecho ya no pueden volver a invocar un guardián.



Hessenord sonrió perezosamente y la segunda espera cayó al suelo esta vez con un brebaje también convertido en gas inspirado en el popular “fantasías patentadas”; sensaciones semejantes, pero sin necesidad de una alucinación visual y que combinado con la poción de odio te deja más bien un sentimiento más de angustia que placentero, como ahogarse en chocolate. Este tiene un olor más dulce que provoca que Hess arrugue apenas el entrecejo observando las dos esferas que le quedan en la mano, no muy convencido del resultado. Y se apresura a tomar nuevamente la palabra para evitar ser interrumpido con alguno de ellos antes de tiempo.


Si es que ponemos el foco en las intenciones; las defensas contra las artes oscuras encuentra su razón en contrarrestar, neutralizar u oponerse al poder de las artes oscuras, ya sea por supervivencia o… control-, añade a Yaxley, aunque esta vez está siendo menos objetivo, pero no cree que haga daño si deja, de vez en cuando, que sus propios juicios se cuelen en la conversación. —La intención de estos contrahechizos sigue resultando la misma que requiere inclusive el invocar un chorro de agua o un puñado de flores, sin embargo...-, sin mirar vuelve a señalar el asiento de Weasley cómo ya lo ha hecho antes, cuando acierta en algo relevante. —Están impulsados por sentimientos más complejos cómo la felicidad, la risa, la confianza, etcétera-, inconscientemente se muerde la lengua, pensativo en su siguiente línea de ideas. —Los textos escritos en el último par de décadas incluso hablan del amor cómo un potenciador de magia capaz de contrarrestar hasta los efectos de una maldición asesina. Aunque ciertamente yo tengo mis dudas sobre eso-, no espera abrir un debate ahora sobre la veracidad de la historia de “el niño que vivió”, por lo que su gesto es más simplón cuando termina la oración.


Esta vez parece más agotado cuando se gira nuevamente para encontrarse con los tres magos, ¿podrían ellos ser capaces de hacer algo extraordinario? Justamente ahora no cree que eso sea posible, casi se deprime con tan solo verlos ahí sentados y no quisiera estar en su lugar. Los anima con un ademán apurado a que finalmente abandonen sus asientos y se pongan de pie. Cuando lo hacen, con un par de florituras más de la varita empuja todos los asientos desordenadamente hasta algún rincón del aula para luego soltar la tercera esfera, esta vez el sonido del cristal rompiéndose es amortiguado por los rápidos efectos de un filtro de la paz.


Como si la angustia acumulada por el contenido de las dos esferas anteriores no fuera suficiente (no los ha drogado por supuesto, sólo ha estimulado sus sentidos) Hess espera que un último alcance en su cóctel de brebajes en aromas consiga mantener a los magos ya bastante confundidos con lo que sienten, piensan y escuchan, siendo así más perceptibles a la magia seductora y corrupta de todos esos objetos malditos que los rodean, que los invitan a probar de sus poderes una única sola vez.


¡Ejercicio de actuación sorpresa!-, brama de pronto. —No se preocupen si no lo han hecho antes, estoy seguro de que son buenos en algo...esperemos solamente que, sea lo que sea, les ayude el día de hoy-, se encaminó, casi corriendo en dirección hasta Nathan para encontrarse cara a cara con él. —Usted y yo haremos pareja el día de hoy, señor mío-, guiñó confiadamente al muchacho antes de con la misma facilidad desplazarse a su alrededor.


Entonces usted es el estricto profesor de artes oscuras-, comienza una incontextual explicación. —Y no ha tenido en su larga trayectoria de vida un par de alumnos tan terriblemente malos como estos dos-, señalaba con su varita, mientras se movía de un lado a otro, pero siempre alrededor de Weasley y lanzando miradas suspicaces a Rambaldi y Yaxley. —Y si, por cierto yo soy el director del colegio esta vez-, no es necesario esa aclaración, pero quiere un papel importante en la obra. —Por lo tanto ambos estamos de acuerdo en que no hay mejor método de enseñanza, para un par de cabezas duras, que a través del ejemplo-, asintió. —¿Están todos listos? ¿Si? ¿No? ¡Bien! Tres, dos…-, el uno es una señal silenciosa con su índice. —Imperio-, masculla al oído izquierdo de Nathan mientras que la punta de su varita se asoma por detrás del hombro derecho del brujo apuntando directo hacia su rostro y terminando de embrujar al mago Weasley.


Hessenordwood tiene los conocimiento sobre artes oscuras tan aprendidos tal vez más que su propio maldito nombre, sin embargo, aunque cargue en esa cabeza suya toda esa teoría sabe que su poder no es aún verdaderamente fuerte, por lo tanto su maleficio realmente no haría más que atrapar de menor manera al brujo, sus voluntades apenas están vinculadas como una sola, con un delgado hilo, pero tampoco la instrucción era difícil; Nathan los reventaría a cruciatus si no aprendían la lección del día.


Ah si, ustedes dos, traten de ayudar al muchacho ¿si? tráiganlo de vuelta antes de que quiera matarlos o algo cómo eso-, concluyó acomodándose nuevamente en un rincón del salón con la última de las esferas en mano.


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No estaba seguro de qué era precisamente, pero el Weasley no podía sentirse totalmente a gusto allí. Quizá era el hecho de que el profesor los había encerrado allí al inicio de la clase, o el hecho de que uno de sus compañeros era, quizá, la persona más arrogante que había visto en un buen tiempo. Tenía por seguro que la excentricidad y extravagancia con la que su profesor se andaba y hablaba contribuía a ello, pero fuese lo que fuese, Nathan no podía sentirse a gusto. Tenía ganas de desaparecer, de escaparse de allí y hacer cualquier otra cosa. ¿Habría alguien en Grimmauld Place para compartir una taza de café? ¿Habría alguna misión o tarea pendiente para la Orden? ¿Algún papelerio que firmar en Gringotts?

 

Las palabras del profesor lo devolvieron a la realidad, reclamando su atención, justo a tiempo para escuchar su propuesta indecente. Estaba seguro de que no pudo disimular la sorpresa en su rostro y, en cambio, lo miró atónito por unos segundos esperando una clarificación de su parte. Éste otro, indiferente a los gestos del Weasley, siguió caminando a su derredor más procedió a contextualizar un poco más el ejercicio que estaban a punto de realizar. En su mente se formó una imagen poco agradable en la que él tendría que pararse frente al salón y hacer una demostración de algún tipo, cosa que no le agradaba en lo absoluto; introvertido por naturaleza, prefería con toda certeza quedarse en su lugar y cederle el rol de profesor a alguno de sus dos compañeros. No obstante, el verdadero docente era tan excéntrico y, por qué no, enigmático que no se atrevía a sugerirlo.

 

En cambio, hizo lo que siempre hacía cuando no quería llamar la atención: quedarse quieto, en silencio, y mantener un rostro impasible hasta que la deferencia de alguien más lo obligase a actuar. Para cuando oyó el maleficio de los labios del profesor fue demasiado tarde, y sin haber preparado alguna defensa contra él sintió una corriente de calor recorrer su cuerpo, volviéndose más y más intensa a medida que su voluntad se doblegaba a manos del profesor. Tan rápido como comenzó, cesó, y por unos segundos Nathan pensó que de alguna manera había logrado contraponerse a la maldición hasta que lo invadió una sensación nueva. Le costó, por unos momentos, ponerle nombre a ella.

 

Estaba en parte irritado y frustrado, ambas combinadas en proporciones peligrosas dado que sentía que estaba a punto de perder la cordura. Su mano aferraba su varita con tanta fuerza que tenía las uñas blancas y a la vez que bruxaba su mandíbula se deliberaba entre cuál de los dos decantarse para lanzar su primer maleficio. Sin embargo, sería benevolente, y les daría la oportunidad de ahorrarse el castigo si podían acertar.

 

Muy bien. – entonó, tras carraspear, adaptándose casi por arte de magia al rol de docente que transitoriamente había tomado. – Tenéis cinco minutos para encontrar una forma de obligar al director a librarme de este hechizo o, caso contrario, pagarán las consecuencias.

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