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Libro de Hermes Trismegistus


Runihura
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Días Antes.

 

La frente de Rinuhura estaba perlada de sudor, realizó un ágil movimiento doblándose hacia adelante para evitar que su contrincante le asestara un golpe que la hubiera dejado sin aire. Se incorporó rápidamente y esta vez fue ella quien, tomando algo de impulso, le propino una certera patada a la altura de los riñones del adolescente, quien se retorció del dolor, pero sin bajar la guardia intentó golpearla nuevamente, esta vez el resultado fue que Runihura logró inmovilizarlo contra el suelo. A su alrededor los demás jóvenes hacían barra a los contendientes, ella ya solo esperaba que el chico finalmente se rindiera, en sus labios estaba dibujada una sonrisa.

 

—Ya ríndete— Dijo con voz divertida sin soltar el agarre. La pelinegra llevaba entrenando a los más jóvenes de la tribu por al menos dos horas y aunque la superaban en número, aún tenía la energía suficiente como para vencerlos sin problema, eso debido a los años de entrenamiento que tenía.

 

—Aun no—Respondió el testarudo muchacho, que por orgullo no aceptaba la derrota.

 

Entonces las voces se callaron y el círculo que habían formado alrededor de ellos se abrió dejando pasar a un anciano. Todos lo miraban con un profundo respeto. Cuando la Teferin se dio cuenta de quien era, soltó a su alumno y se incorporó. Si Gahíji se había tomado el tiempo de ir hacía ella seguramente era algo importante.

 

—Runihura. —La saludó de forma educada y luego sin más fue directo al asunto que lo había llevado a buscarla. —Tendremos nuevos alumnos y deseo hacer un cambio. Impartirás el libro de Hermes Trismegistus y yo el de las Auras. Sería un favor personal.— Dijo sin dar más explicaciones.

 

—Si deseas el cambio seguro es algo importante, esta bien. Necesitaré ayuda para una misión después de todo —Dijo pensando en las posibilidades. El anciano Guerrero ya casi había llegado a la salida, así que Runihura levantó un poco la voz para que lo escuchara. — Pero me debes una... —Un favor que estaba segura cobraría en algún momento.

 

—La Clase terminó, no estaré un par de días, pero enviaré a alguien para que me cubra. —Dijo a la clase y luego sin más desapareció.

 

Actualidad.

 

La guerrera estaba vestida con el atuendo que usaba para una batalla, un peto de cuero, una falda con tiras de cuero, sus amuletos, su largo y lacio cabello estaba trenzado y como siempre iba descalza. No muy lejos de donde ella estaba Ryu de pie, una hermosa Colacuerno lucía algo aburrida de esperar. Deseaba que sus alumnos cumplieran con sus requisitos, después de todo si habían llegado hasta esa clase lo más probable es que tuvieran acceso a una de esas magnificas y feroces criaturas.

 

El día que se enteró que sería ella quien daría la clase envió un pergamino a cada alumno, indicándoles el lugar en el que se reunirían, El Monte Catalina, la hora y una indicación muy importante. Junto con el libro que les daba acceso a los conocimientos de Trismegistus, venía un amuleto hecho de oro cuya forma era un dragón, tenían que usarlo ya que de ser posible los tres magos y la bruja que tendía como alumnos, deberían llegar en un dragón.

 

—Tranquila ya no deben tardar en llegar. —Dijo hacia la dragona quien bostezaba. Runihura también estaba usando el Amuleto de Dragón para poder comunicarse con Ryu.

 

 

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@@Hades Ragnarok

Editado por Runihura
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El cainita observaba el horizonte. En sus níveas manos se encontraba aquel pergamino. ¿Cuánto tiempo había esperado para que llegara aquella clase?. Mucho. Había pasado de una clase a otra, había fallado, lo había intentado, lo había logrado. Ahora, después de dudar mucho de él mismo y de los conocimientos que alguna vez había adquirido se encontraba ante uno de los mayores retos. El libro de Hermes irradiaba su poder cerca de él. Tomo el amuleto y se lo coloco, al igual que los demás amuletos y anillos que podrían servirle.

 

Era bien sabido que en Grecia, el hijo de la noche había tenido contacto con una serie de dragones, ambos, pertenecían a su tío Sam. Ioclipto, quien era un colacuerno húngaro del tipo infernal y Lyocasto, un bola de fuego chino. El vampiro había heredado al primero y ambos podían comunicarse bien, el dragón le obedecía, ya que se había convertido en su amigo y consejero. Si, era extraño pero el Ragnarok tenía aquella facilidad con el dragón que le había dado su tía. Ya que, ella era la que custodiaba el lugar y el articulo necesario para que el dragón viniera hasta el.

 

A la mente del cainita vinieron muchas imágenes. La primera vez que le llamo y este acudió hasta él fue la primera que apareció en su mente, luego de aquello, vinieron muchas más.

 

-Concéntrate Ragnarok –se dijo así mismo para obligarse a volver a la realidad.

 

Quizás, en algún momento volvería a Grecia y podrían reunirse si aun Ioclipto se encontraba allí.

 

*************

 

El Ragnarok apareció en el lugar indicado. El Monte Catalina. Había llegado con un par de minutos de antelación, por lo que camino hasta el lugar donde ya lo estaba esperando la guerrera. Le hizo una reverencia en símbolo de respeto. Ya se habían visto antes, ella, era quien le había enseñado los misterios de las auras, aquel libro que casi falla. No le agrado la sensación, ni el recuerdo, sin embargo, no iba a dar un paso atrás, iba a demostrar de que valía por lo que dio un paso mas adelante para luego notar al dragón que lo estaba observando.

 

-Maestra –dijo observando a los ojos de Runihura.

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La pelinegra estaba realmente agotada, se le notaba en la forma de caminar, casi arrastrando los pies. Había tenido tanto trabajo en el banco y el Simposio que ni siguiera había podido llegar a dormir a casa. Metió las manos en los bolsillos del abrigo que llevaba puesta en busca de calor, de verdad odiaba cuando tenía que vestirse con ropa formal, esa falda la hacia sentir incomoda y esos zapatos de tacón que llevaba puesta la estaban matando lentamente. Subió un par de escalones más y finalmente desistió sacándoselos, después de todo estaba por llegar a casa, podía darse el lujo de andar descalza. Un par de escalones más y entonces la voz tan familiar de Osiris la sobresaltó.

—Que mala pinta tiene… —Dijo bajando las escaleras para entregarle un pesado libro junto con un raro amuleto con forma de dragón. La pelinegra la miró confundida. ¿Para que quería ella esas cosas? Su mente estaba como adormilado por tanto trabajo y sumado a su falta de sueño, tardó en darse cuenta de lo que sucedía.

—No. ¿Es hoy? … Lo olvide por completo — Se quejó la pelinegra guardando en su bolso el libro y poniéndose el amuleto, había leído vagamente de lo que se trataba y tampoco había puesto especial atención a las indicaciones que la guerrera le había dado en la carta— ¿A dónde es que tenía que ir? —Le preguntó bajando nuevamente los escalones.

En el primer piso del Shadowhunters tenía una especie de establo, modificado con magia obviamente, en donde cada una de las criaturas mágicas que poseía tenían su propio habitad, no era igual que tenerlas libres, pero de momento no tenía otra alternativa.

—Al Monte Catalina… un largo viaje es el que le espera —le respondió la elfina quien se adelantó hacía el lugar en donde estaba un Vipertooth Peruano. Un hermoso dragón de escamas cobrizas, era aun joven por lo que aun no alcanzaba toda su estatura. De igual forma los casi tres metros que medía la hacían ver aún más pequeña.

—Bien, veamos si esto funciona—Kaori toco el amuleto concentrándose en los pensamientos del dragón. Al principio no sucedió nada más luego de un par de minutos pudo sentir que Kay estaba molesto por estar atrapado en esa jaula.

—Vamos a dar un paseo… eso te gusta verdad— Dijo acercando su mano a la criatura quien, presa del efecto que el colgante de dragón tenía en él, se dejo acariciar y parecía entenderla.

—Monte Catalina… ok, nos acercaremos con un portal y luego si podremos volar hasta ahí —comentó mientras sacaba la varita y tras varios movimientos de la misma abrió un portal lo suficientemente grande como para el dragón y ella pudieran atravesarlo.

Tal como lo había dicho llegó a unas hermosas playas en donde, con algo de dificultad, pues las escamas de esa especie de dragón eran lisas, subió al lomo. No se había cambiado de ropa así que ahora en ese clima tan cálido estaba muriendo de calor. > se recriminó sacándose el abrigo y lanzándolo hacía la arena.

—Vamos bonito, que la profesora espera—Le pidió. Kay abrió sus alas y cuan rápido era, emprendió el camino hacia el Monte Catalina.

En el lugar, a lo lejos pudo observar la silueta de otro dragón y no muy lejos de él a un hombre y una mujer. Mientras más se acercaba el Colacuerno lucía más imponente y enorme en comparación a su Vipertooth, sin embargo, la ventaja del suyo es que era sumamente veloz y que su mordida era altamente venenosa. ¿Por qué siempre pensaba en como sacar ventaja en una situación? Fácil, las clases de los libros nunca eran sencillas.

—Perdón la demora, si le soy sincera, olvide por completo que era hoy —Se justificó. La guerrera lucía un poco molesta, quizá debido a la espera.

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~Benjamin Karkarov

No le toma mucho tiempo decidir el dragón que cabalgará. En los terrenos del castillo hay muchos, algunos son herencia de Bastian (su padre) y otros cuantos son propiedad de Hobbamock. Pero hay solo uno que es de él, solo uno a quién crió desde que era un bebé llamado Falkor. Es un Gales Verde Común cuyo huevo consiguió en uno de sus viajes al rededor de tierras europeas. Y pese a que sabe en que dragón volar se toma su tiempo. Todos los dragones que habitan el Castillo Karkarov son en cierta medida salvajes, pero al mismo tiempo los vínculos que han creado con Bastian, Hobb y con él mismo los mantienen tranquilos mientras no haya peligro.

 

Llamó al animal por su nombre usando el hechizo sonorus. La criatura desciende en picada y se mantiene volando a varios metros del suelo cerca de Benjamin. Junto a él hay dos clones de la tormenta que, usando sus poderes sobre humanos, lo elevan lo suficiente como para aterrizar suavemente sobre Falkor. Ben tiene en el cuello un amuleto de oro que aumenta la conexión que tiene con su dragón. Una pequeña palmada en el lateral del animal es suficiente para que este tome altura y se aleje poco a poco del castillo Karkarov.

 

Aunque la caída del secreto de la magia trajo consigo la perdida de muchas vidas y un caos nunca antes visto, el no tener que esconderse tiene ciertas ventajas. Usa un hechizo para ocultar a Falkor mientras vuela, por su puesto. Pero no tiene que preocuparse si el hechizo falla. Si los muggles lo llegan a ver no debe detenerse a borrarles la memoria, tampoco será multado de ninguna forma por la Confederación Internacional de Magos. Pero incluso teniendo ciertas ventajas si de él dependiera nunca hubiese revelado el mundo de la magia.

 

Son varias horas de vuelo rumbo al monte Catalina incluso con Falkor volando tan rápido como puede. Pero es un viaje agradable pese al viento frío en algunos territorios. Sabe que están cerca cuando el dragón comienza a descender. El descenso no es abrupto, todo lo contrario. Mientras avanzan pierden altura de a poco, por lo que desde que comienza el descenso pasan al menos 10 minutos.

 

Camina en dirección de la Guerrera.

 

—Maestra

 

 

 

 

 

 

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Sus alumnos tardaron en llegar más de lo esperado. El primero de ellos era un vampiro al cual, si su memoria no fallaba, había llevado a una aventura a un templo en busca de una reliquia. Seguramente no se sorprendería cuando le explicara lo que tendrían que hacer en esa clase, aunque quien sabe si pudieran lograr el objetivo, no era nada sencillo que les pediría hacer.

Minutos más tarde llego otra de sus alumnas, a ella también la conocía. Le llamó mucho la atención que no estuviera acompañada de su pareja puesto que las ultimas clases siempre habían estado juntos. Y por último un joven mago al que no recordaba haberle dado clase, pero que si estaba ahí era porque había cumplido con todos los requerimientos y era digno de que ella le enseñara.

—Bienvenidos— Dijo saludando a los recién llegados. —Como se habrán dado cuenta, ya que espero hayan leído el libro, cuando termine la clase tendrán acceso a unos poderes y hechizos que si se los usa sabiamente pueden evitar desastres… y si, por el contrario, son mal usados, crearlos. —El fuego compacto sin duda alguna era un arma poderosa y aunque su pueblo no estaba del toco contentos en compartir ese conocimiento, eran sus propios pactos quienes los obligaban.

—Pero el como los usen, depende de ustedes, depende de cuanto quieran vivir… de cuan humanos quieran ser o de que tan cuerdos quieran estar. El Fuego Compacto, combinado con, Artes oscuras o Defensa contra las Artes Oscuras… les otorga el poder de destruir una ciudad entera si así quisieran. Pero, ¿están dispuestos a pagar el precio? Bueno, creo que eso solo ustedes, llegado el momento, lo sabrán. —Añadió.

Ese hechizo, de momento no lo practicarían, quizá en la aventura que estaban por tener alguno de ellos se atrevería a usarlo, no lo sabía, de momento, lo único que podía hacer era ponerlos sobre aviso, enseñarles lo que les podría pasar si se atrevían a hacerlo.

—El uso del único amuleto que trae el libro ya lo han usado con sus dragones. Sr. Ragnarok, tendrá la oportunidad de hacerlo cuando partamos al verdadero desafió de la misión a la que les pediré me acompañen. —Dijo en dirección al mago que no había llegado en los lomos de aquellas criaturas tan magnificas. Observó a los otros dos dragones del lugar notando que eran aun jóvenes, no tenían la estatura imponente de Ryu.

—Los otros hechizos son una variación del Ignea y del cantar de Eleboro. —Empezó a explicar rápidamente lo que esperaba que ellos ya hubiesen leído antes de presentarse en su clase — el Ignea Maxima, esta invocación confiere inmunidad al fuego sobre uno mismo o alguno de sus compañeros. El himno de Elboro, también es una invocación y nos protege los sentidos, también pueden proteger a alguien más que este a su lado. —hizo una pausa repasando los hechizos —Además tenemos al Mutis un rayo cuyo efecto es muy similar al Silencius, solo que su efecto es más prolongado. Y por último, mi favorito, el Fuego compacto, así sin combinarlo con otros conocimientos, es como una barra de luz que desintegra todo lo que toca. Borra cualquier hecho del espacio y el tiempo. Anularía la acción inmediatamente anterior del oponente, como si nunca se hubiera producido. También anula la propia acción en la que se lanza el fuego compacto, es decir, no consume acción. —Repaso en su memoria y por el momento eso era todo.

—Bien, ahora si la parte divertida de esta clase —dijo con una gran sonrisa en el rostro. —A muchos kilómetros de distancia de la costa, se encuentran unas islas. Nuestro pueblo las tiene protegidas por diversos encantamientos ya que en ellas habitan una colonia de gigantes, en realidad son varias, pero su convivencia la mayor parte del tiempo es pacifica—Dijo mientras acariciaba con ternura las escamas de Ryu, quien dormitaba, aburrida de tanta palabrería de Runihura.

—Bueno pues hemos recibido un informe, no esta aun confirmado, pero un Nigromante esta haciendo de las suyas. Imagino que quiere probar cosas nuevas, experimentar. El punto es que nos han avisado que se ha visto un inferí de gigante. Aun no llega a las colonias pues el cementerio queda bastante lejos, así que nosotros cuatro, vamos a acabar con él… —Terminó de explicar y luego añadió.

—¿A que suena divertido? ¿Han visto un inferí de gigante? Yo nunca. —Con gran habilidad trepo por el lomo de la criatura —A que esperan… vamos. Sr. Ragnark, usted conmigo, por favor procure que Ryu no nos haga caer en el camino. Es en esa dirección — añadió apuntado primero hacia el este y luego como percatándose del error corrigió de inmediato señalando hacia el noreste.

Si bien, la guerrera no les había dicho toda la verdad, puesto que en el informe decía que había más de un inferí, no quería asustarlos todavía, además tenían tres dragones… ¿que de malo podía pasar?

—Casi lo olvido — Dijo lanzándoles una manilla con un cristal en cuyo interior había arena del Monte Catalina. —Si algo sale mal, rompan el cristal y aparecerán en un lugar seguro, a su elección. — Aquel artilugio solo serviría durante su clase, luego se convertiría en polvo. —¿Alguna duda? —Preguntó y luego añadió sujetándose de Hades —Cuando guste Sr. Ragnarok. — Dicho aquello el variopinto grupo de magos y sus dragones, levantaron el vuelo.

 

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El hijo de la noche escucho en silencio la explicación de su maestra. Se maldijo así mismo, había estado tan pendiente de sus obligaciones en San Mungo, como Jefe de Tartarus, en su matrimonio y luna de miel y en otras cosas que ni siquiera había comprado un dragón en aquel lugar. Si bien, tenía a Ioclipto en Grecia y lo había montado millones de veces sin necesidad de ayuda o amuleto, allí, en Londres era otra historia.

 

Se calmo, no era bueno perder los estribos o alguna otra cosa. Conocía los hechizos que la guerrera les había explicado, ya los había usado antes, claro estaba, no con aquella capacidad e poder con la que en aquel momento podría usarlos. Claro estaba, no deseaba cometer un error en caso de que necesitara utilizar el fuego compacto. Precisamente aquella clase sería una gran prueba para él, estaba claro y era sabido que él vampiro no debería ostentar tanto poder, y él lo sabía, no quería perder el control, por lo que, sería una gran prueba cada minuto. ¿Se atrevería a continuar?, había elegido el camino, ahora debía aceptar las consecuencias de sus actos.

 

-Tengo una duda maestra –dijo el cainita- si bien, el fuego compacto puede realizar todo el daño que dice, ¿qué sucede si la persona o el rival utilizo el Ígnea Máxima, es afectado acaso?, no se si me explico bien, el ígnea máxima confiere inmunidad ante cualquier fuego, hasta puede proteger del fuego compacto?

 

El hijo de la noche espero, esperaba que su pregunta no fuera tonta o demasiado básica, pero siempre había dicho que no había preguntas tontas, se basaba en el hecho de que era mejor preguntar antes de cometer un error, mas, cuando manejaran completamente aquellos poderes. Aguardo pacientemente la respuesta de Runihura mientras estudiaba aquella dragona cerca de la mujer.

 

Sus compañeros habían llegado en sendos dragones. Suspiro. Era un tonto y hasta aquel momento se había dado cuenta, debería haber llevado su propio dragón, mas, cuando el amuleto que tenia entre su cuello, le permitía ejercer el poder necesario para controlarlos.

 

No paso mucho tiempo hasta que la arcana revelo la verdadera misión. El Ragnarok dibujo una mueca, en su mente se debería entre lo divertido y lo peligroso. ¿Debería ir y enfrentarse a todo aquello?, la respuesta era obvia, si lo iba a hacer, solo esperaba que la Macnair no se molestara mucho ya que aquella misión parecía ser más letal que otra cosa, sin embargo, Cissy lo conocía demasiado bien y aunque el Ragnarok no solía buscar los problemas, ellos lo encontraban solitos.

 

-Muy divertido –dijo el Ragnarok ante la idea de enfrentarse a aquel Inferi gigante, aquello, sin duda alguna, sería otra cosa que agregar a su lista de bichos raros y criaturas a las cuales había tenido que enfrentar alguna vez, claro estaba, ni loco iba a enfrentarse con el propio caos, con pandora.

 

-<<Ese sí que sería un suicidio>> -pensó para sí mismo- <<Pero si es para salvar a un ser querido?>> -dibujo una mueca triste- <<si, lo haría, pelear contra el propio caos seria mi último acto de redención y mi último sacrificio>>

 

Lucho para quitarse esa idea de la cabeza. Si llegaba el momento, el decidiría, sabría si estaba preparado o no para correr con las consecuencias de sus accione y sus decisiones, por muy duras que fueran. Asintió ante las palabras de la guerrera. Camino rápidamente hasta la dragona y monto en ella junto a la maestra Uzza.

 

Espero un segundo mientras tomaba aquella manilla de cristal con la arena que les haría regresar a un lugar seguro en caso de que quisieran hacerlo o se vieran obligados a ello. Si la usaban quería decir que habían reprobado y tendrían que empezar desde el principio?, el hijo de la noche no deseaba eso, por lo que decidió que si era el caso, prefería morir allí a utilizar la arena.

 

Observo la dirección que apuntaba la guerrera. Runihura dio las últimas indicaciones y el vampiro utilizando el amuleto le pidió a la dragona que se elevara y fuera en la dirección que le había pedido su maestra.

 

-Por el momento ninguna otra duda –dijo el vampiro sintiendo como la mujer se agarraba a él- como usted ordene.

 

Con un movimiento lento, ágil y sencillo se elevaron. El vampiro sintió el poder de aquel dragón en sus movimientos.

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Escucha atento la explicación de la Guerrera. Hay cosas que, en principio, no entiende del todo. Sin embargo conforme la explicación continúa casi todas sus dudas son resueltas. Le queda una sola pero no la dice, no es necesario aún. Prefiere esperar, tiene aún mucho tiempo para disiparla. Quizá la respuesta surja conforme avanzan o quizá no. Solo entonces, si existe la posibilidad de irse sin una respuesta, preguntará para aclarar aquella interrogante. Puede vivir algunas horas con esa duda.

 

—Que así sea

 

No intenta siquiera ocultar cuanto le interesa la aventura que van a tener. Suene interesante y divertido. Es un poco grotesco y aterrador, si. Pero siempre lo es la magia oscura. Entiende, bastante bien, lo asqueroso e inhumano que es crear inferis. Sabe que la nigromancia no es exactamente la rama más luminosa de la magia. Él, personalmente, jamás se acercaría a ese tipo de maldiciones. Lo que interesa es poder estudiar, al menos desde lejos, el comportamiento de un ser tan masivo moviéndose con la magia de la nigromancia. Y también tiene algo de miedo, solo un mago o bruja realmente poderoso podría reanimar a un gigante.

 

Entusiasmado, nervioso y un poco asustado, Benjamin vuelve a subir al lomo de Falkor y emprende vuelo. Si bien son muchos kilómetro de vuelo, la bestia tarda aproximadamente media hora en vislumbrar una isla en la dirección indicada por la guerra. Lo que ve no solamente confirma lo indicado, sino que revela que la situación es mucho más grande que lo que pensaban.

 

Puede ver a varios gigantes en diferentes estados de putrefacción cuando el dragón baja lo suficiente para que se pueda distinguir algo más que manchas rompiendo con el monótono azul del mar. Por un instante piensa en ordenarle a Falkor atacar, decirle que incinere a a los gigantes pero eso es muy peligroso. Algunos gigantes, de los vivos, verán esa acción como una ayuda. Sin embargo la mayoría pensarán que es un ataque perpetrado por los magos. No son tiempos para crear más fraccionamientos.

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Era realmente una suerte que la guerrera decidiera, antes de llevarlos a alguna aventura como casi siempre acostumbraba, hacer un resumen de los poderes a los que tendían acceso si lograban vincularse al libro de Hermes. Cuando lo compró, lo leyó, pero últimamente tenía tantas cosas en la cabeza que prácticamente su cerebro había decidido olvidar gran parte de la lectura.

Escuchó atenta lo que decía y entonces recordó que, en efecto, ese libro tenía unos hechizos potenciados de unos que ya dominaba, recordaba también haber pensado lo poderoso que era el Fuego Compacto, era mortal si llegaba a impactar de lleno en algún rival o en alguna criatura. Lo que, si desconocía y dio gracias a las advertencias de la Guerrera, era que combinado con otros conocimientos, podría destruir una ciudad entera, un poder sin duda muy destructivo si caía en manos equivocadas.

Miró a sus compañeros llegando a la conclusión de que los dos tenían igual probabilidades de usar el Fuego compacto para el bien o para el mal, después de todo incluso la persona más buena del mundo tenía algo de oscuridad en el interior, eso no era un secreto. La voz de su maestra la sacó de sus pensamientos, pues en ese momento estaba revelando el verdadero motivo de esa reunión.

—¿Gigantes? —Dijo más para si misma que para otra persona. Los inferís normales eran criaturas espantosas, sacadas de una pesadilla y ahora Runihura estaba emocionada por ver unos gigantes. Sin duda era una mujer muy peculiar, siempre la había emocionarse por un duelo, incluso hacerles barra mientras se enfrentaban en duelo, pero creyó que era porque le gustaban, ahora estaba empezando a pensar que de verdad le emocionaban ese tipo de misiones.

Casi reaccionando por inercia, Kaori imitó a sus dos compañeros y subió sobre el lomo de Kay. Acarició las lisas escamas del dragón para tranquilizarlo y tranquilizarse ella misma. La verdad es que no le hacía gracia ir a enfrentarse a un inferí gigante, tenía que admitir que esas criaturas le daban miedo y ahora sería uno enorme, eso sin duda multiplicaba su temor y asco, era literal carne pudriéndose, en el mejor de los casos, en otros pues órganos colgando mientras se movían intentando matarlos. Se estremeció.

El viaje hasta llegar a las islas mencionadas por su maestra no fue cortó, pero si tranquilo, como si los estuviera preparando para la tormenta y no se equivocaba. El panorama al que llegaron era más caótico de lo que su imaginación había podido prever. No se trataba únicamente de un inferí, eran varias las criaturas que habían regresado a la vida mediante magia oscura, mismas que al sentir la presencia de los dragones, levantaron sus manos al cielo, y con movimientos torpes intentaban alcanzarlos.

Trató de no mirarlos por demasiado tiempo, pero le fue imposible. A uno de ellos le faltaba la mitad del rostro dándole un aspecto grotesco, a otro ya casi no le quedaba músculos recubriendo los huesos. Tragó saliva y entonces armándose de valor le ordenó a Kay que lanzara una llamarada de fuego, Runihura había pedido que acabaran con ellos, así que eso es lo que la pelinegra intentaría.

—Vamos Kay, hay que matar o rematar a esos bichos —Le ordenó fijando su mirada en uno de los gigantes. El amuleto de dragón que llevaba en el cuello pareció brillar por un instante. Sin embargó no estaba del todo concentrada y la llamarada de fuego que había pedido a su dragón que lance, iba a impactar directo sobre Karkarov.

—Ignea Maxima— Invocó la bruja, de su varita surgió una lluvia de polen de lirios de fuego que rociaron al mago, evitando así las quemaduras.

—Lo siento… lo siento… lo siento —Se disculpó cuando el dragón voló cerca de él.

Si algo le sucedía a Ben, lo más probable es que Hobb no le volviera hablar nunca más, debería concentrarse mejor. Miró nuevamente hacía los gigantes y respiró profundamente, definitivamente no le gustaban los inferís.

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Por un momento teme por su vida. Siente la llamara antes de verla. Pero también siente el polen de los lirios de fuego. El hechizo (y el ataque inicial) viene de parte de Kaori. Pero pese a que está a salvo esquiva la llamarada ordenando a su dragón que se mueva. Una pequeña explosión por el impacto de la llamarada en un lateral del dragón hace que se alejen un poco. Falkor no recibe ningún daño por el fuego, su piel es resistente. Sin embargo si se molesta y por un momento está dispuesto a atacar a Kaori y a su bestia. Es cuando realmente necesita de poder del medallón para calmarlo.

 

—Quieto Falkor, son amigos. Todo está bien

 

Le sonríe a Kaori indicándole que no hay problema, que entiende que fue un accidente. Pero nota en ella algo extraño, parece nerviosa, asustada, con miedo. ¿Es la escena de los gigantes putrefactos o hay algo más siniestro afectando su semblante?

 

—¿Estás bien, Kaori?

 

Mientras espera una respuesta se pone de pie sobre el lomo del dragón. Su equilibrio adquirido en batalla es bastante útil en ese momento. Apunta con la varita mágica hacia los gigantes e invoca un Fuego Compacto que. desintegra a uno de los espectros. Se le eriza la piel en cuanto ve el efecto que eso causa. Lo apunta en su lista mental de cosas que debe evitar hacer: conjurar un fuego compacto.

 

Acto seguido piensa en un Ignea Máxima para proteger a Kaori de cualquier accidente causado por el fuego. Como acto final, dos bolas de fuego salen de las fauces del dragón desintegrando a otros dos inferis.

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Era una sensación que escapaba de sus manos, de su entender. Miraba a esos inferis gigantes y empezaba a sudar frio. Era un hecho de que podían lastimarla si por desgracia lograban atraparla y aunque era una bruja con amplios conocimientos tenía la plena certeza de que se paralizaría, el miedo la paralizaría. Jamás se habría imaginado que esos seres le causaran tal terror, como si hubiera desarrollado una fobia.

Recordó su prueba de habilidad para Parsel y en efecto ahí también se había paralizado cuando varias de esas criaturas se atravesaron en su camino. ¿Desde cuando tenía ese miedo? En ese momento, con una mano gigante y putrefacta intentando derribarla de Kay, no atinaba a descubrir el momento exacto y en todo caso de nada servía averiguarlo, lo único que importaba en ese momento era el miedo que sentí, el deseo que tenía por superarlo y que se le estaba haciendo tan complicado.

—La verdad es que no… —Le respondió a Ben cuando le preguntó si estaba bien y amablemente la cubría con un ignea máxima para evitar que sufriera daños—detesto profundamente estos bichos… me están afectando más de lo debido —Le respondió mientras observaba como, usando el fuego compacto, eliminaba a uno de ellos.

Tenían que intentar destruirlos a todos, era la única forma de despejar el caminó hacia el causante de ese desastre, que seguramente era algún nigromante de gran poder, pues jugar de esa forma no era nada sencillo. Observó a su otro compañero y a la guerrera, quien parecía estar buscando algo con la mirada ¿Sería ese el plan desde el comienzo? Que ellos se encargarán de distraer a las criaturas y así ella tener el camino libre para buscar al responsable.

Si, era lo más probable, quizá por eso había comenzado la clase explicando la teoría de la clase, después de todo por lo general la evaluación se completaría cuando se enfrentaran en un duelo. No se había dado cuenta de que estaba respirando entrecortadamente y que su miedo estaba siendo transmitido a través del amuleto a Kay.

Fuego compacto invocó siguiendo el accionar de Ben para desintegrar a uno de los Inferis, uno que había pasado peligrosamente cerca de ella y de su dragón, tan cerca que el aroma putrefacto que despedían pareció impregnarse en su ropa, en su piel. Cerró los ojos tratando de calmar su mente, de mandar ese miedo irracionable a lo más profundo de su conciencia, se sujetó fuertemente de Kay y una vez más le pidió que quemara a los inferís.

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