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David Augustus Lestrange

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Todo lo publicado por David Augustus Lestrange

  1. @@That is not my name @@Arcanus Compras aceptadas :3
  2. @ Compra aceptada. Recuerda que eres nivel XXXVI, no XXX, pero esta vez te lo corrijo yo mismo xD.
  3. En otro momento haber visto a la dueña del negocio caerse con a saber qué habría sido divertido, pero mis ojos estaban puestos en la otra clienta y sólo había podido ver la caída de reojo. Llevaba razón, había dicho que el collar era feo porque no se lo había llevado, seguramente si él fuese el dueño de dicho objeto estaría presumiendo de que era uno de loas más bonitos sobre la faz de la Tierra. Pero bue, era tarde para lamentar la derrota en aquella subasta. Lo pasado, pasado estaba. Vaya. No contaba que aquella mujer tuviera conocimiento sobre esa clase de hechizos. Él, aún se encontraba estudiando el libro donde se aprendía ese mismo hechizo, por lo tanto todo parecía indicar que sus conocimientos sobre hechizos eran inferiores a los de la mujer. Debería aprender a elegir mejor a sus contrincantes, por suerte no hubo un contraataque de su parte. Por si acaso, mantenía la varita en alto, preparado para todo. —Deberías estar agradecida. Si hubiera querido hacerte daño de verdad… Empezó diciendo, callándose de golpe. Iba a continuar con un “lo habría hecho” pero no estaba seguro de poder hacerle daño aunque quisiera. Los hechizos que podía hacer eran los más básicos para cualquier mago graduado en la Academia por lo tanto no había ninguno que de verdad fuese un peligro. —¿Yo? No, perdona, yo no pienso pagar nada. —Respondió después de haberse señalado así mismo de forma incrédula con una de sus manos, la izquierda, aquella en la que no llevaba varita. Y una nueva persona se apuntaba a la fiesta. Por lo que había podido entender era la hermana de su “adversaria” por lo tanto la idea de ser dos versus dos había desaparecido. Cualquier hermana se pondría al lado de su pariente en una pelea contra un desconocido. —Bueno, venga, empieza por Sagitas. —contestó con un tono de voz derrotado mientras buscaba un lugar para esperar. —¿Vas a tardar mucho en hacer su pedido? —preguntó medio enfadado y frustrado. Seguir montando pelea y discusiones sólo lo llevaría a acabar saliendo derrotado, estaba en clara desventaja. Asumía su derrota, pero no era un buen perdedor. Pensó en un Evanesco apuntando hacia uno de los cuadros que se encontraban allí, ni se fijó en cuál, estaba más preocupado por no ser visto por ninguna de ellas.
  4. @ Compra aceptada. Recuerda que en esta planta, en la planilla, no se pide el nivel mágico. En esta ocasión me encargo yo mismo de quitarte ese dato de la planilla, pero recuérdalo para las próximas compras que hagas en esta planta, por favor.
  5. @ Compra rechazada. El Gato Blanco del Recuerdo no cuesta galeones y tampoco otorga puntos. Además, sólo se puede adquirir una única vez y en tu ficha aparece que ya lo tienes. @ Compra aceptada. @ Compra aceptada.
  6. —No soy débil. Contestó medio enfadado ante sus risas. No era agradable haber recibido anteriormente una bofetada por su parte, así como tampoco era agradable que ella se estuviera riendo de esa manera. ¡Estaban en una situación complicada! Parecía que ella se tomaba todo con sentido del humor, que se lo tomaba todo a risa y a veces había que tener cierta seriedad. Sin embargo, no le molestaba del todo que se lo pasase tan bien, a fin de cuentas a él también le gustaba divertirse, como a todo el mundo. Pero había momentos en los que reírse no era lo mejor. —Los motivos reales por los que yo haya venido no te incumben, monstruo. Respondió de malas maneras. Parecía que finalmente se había creído las palabras dichas por el fantasma en el que afirmaba que quería la diadema. Realmente no, no venía exactamente buscando la diadema, prácticamente le valía cualquier objeto o libro de sumo interés, pero claro, si de verdad estuviese por allí la diadema y de verdad la encontrase no le diría que no. En todo caso estaba casi seguro de que nadie sabía con exactitud la ubicación actual de la diadema, por lo que no merecía la pena pensar mucho en ello. Al final entró en razón y llamó a dos elfos domésticos. Bien, era importante que estuviera unidos para evitar que el tal Leonardo se saliese con la suya. Tenían que ser un equipo. Asintió mientras ayudaba a Saori a buscar algo que pudiera ayudarles. ¿El qué? Pues no tenía ni la menor idea pero fingió que buscaba mientras en realidad no estaba haciendo nada, sólo esperar a que ella encontrase alguna solución. Se encogió de hombros. No tenía ni idea si ese objeto podría servir, pero eso era mejor que nada. —¿Bromeas, no? Preguntó al ver que había hecho más grande a una ave y que después se montaba en ella. Dudó durante unos segundos, muy seguro no parecía ser pero tampoco quería quedarse allí solo. Suspiró negando con la cabeza, sorprendido consigo mismo de que fuese a aceptar esa invitación. O estaba soñando o por la mañana en el desayuno le habían dado algo raro, pero nada de lo que sucedió, estaba sucediendo y sucedería en el castillo parecía ser lógico. Esa Saori era una maldita loca… —Bueno, sino hay de otra… Dijo con voz de derrota. Había estado pensando en una estrategia alternativa pero no se le ocurría. Antes de subirse hizo el mismo hechizo que ella para que el ave se volviese aún más grande y después de hacerlo se subió agarrándose a la cintura de la mujer para no caer. —¿Y ahora qué…? ¿Cuál es tu plan? Preguntó esperando comenzar a volar lo más pronto posible. Esa noche acababa en San Mungo, cada vez lo tenía más claro. Al escuchar al tal Leonardo y ver que se lo estaba pasando muy bien a consta de los elfos domésticos sólo se le ocurrió una cosa que hacer, una cosa que decir. —Krex, vuelve a casa. —gritó. No quería quedarse sin elfo doméstico así que su elfo no participaría en esa especie de alocada batalla.
  7. @ @ ¡Compras aceptadas! Hayame en próximas compras utiliza "-" para separar en la fecha como trae en la planilla en vez de "/", por favor.
  8. —Bueno... fue algo más complicado y largo que eso. Te he hecho un resumen, no quiero pasar media clase contándote mi vida. Lo cierto es que le había gustado aquella prueba previa, había sido original. Había tardado en abrir el cofre un par de minutos. Lo intentó primero de varias maneras diferentes hasta que gracias al grabado del mismo se dio cuenta de que tenía que pagar con sangre. Por supuesto había utilizado la suya, la más valiosa que se podía encontrar. ¿Habría de verdad una jaula con un ratón? Puede ser, no se había fijado, había querido hacerlo todo rápido para poder llegar a tiempo y no parecer una persona impuntual. Sin embargo, de haber logrado visualizar dicha jaula tampoco habría usado el animal para ello. —¿Crees que la sangre de un simple y asqueroso ratón puede ser tan valiosa y útil como la mía? —preguntó alzando una ceja mientras negaba lentamente con la cabeza. Con la idea en la cabeza de que la sangre del animal no habría podido abrir el cofre, prestó atención a su profesora. Esa clase le llamaba la atención, poder aprender todo lo relacionado con las Artes Oscuras le podría ayudar a subir un escalafón, a lograr ser uno de los aspirantes de la Marca Tenebrosa mejor preparados, o incluso le podría ayudar a conseguir pronto el ingreso en la misma. La mera idea le hacía sonreír levemente, ilusionado, con ganas. Intentaba recordar cada una de sus palabras puesto que estaba en una clase y estaba aprendiendo. Las podría apuntar en un pergamino, pero prefería apuntarlas en su cabeza. —Disculpa que te interrumpa una vez más... —comenzó diciendo con firmeza. Podría haber levantado la mano y esperado que ella le diera permiso para hablar, pero estaba claro que no lo iba a hacer. —¿Puede aclararme una cosa? —preguntó rascándose la cabeza, pensativo. Hacer preguntas era lo más normal del mundo y él no tenía reparos en hacerlas. Sabía que algunas personas no preguntaban a los profesores por miedo a parecer tontos, pero no era su caso. Estaba para aprender, no para aparentar que aprendía. —O sea... cualquier hechizo o poción utilizado para "actos oscuros", ¿podría considerarse parte de las Artes Oscuras? Asintió mientras hablaba para darle a entender que estaba prestando atención. Le hacía gracia que estuvieran hablando de pociones cuando su otra opción para estudiar conocimientos había sido precisamente Pociones. Se encogió de hombros, la verdad es que no tenía ni idea qué efectos podían tener así que permaneció en silencio lamentándose de no poder darle la respuesta que esperaba. Permaneció parado hasta que a lo lejos, en una esquina y bastante apartados se encontraban dos muebles de mediano tamaño. No sabía qué podían hacer allí o qué podían contener, pero agarrando su varita con su mano derecha apuntó hacia ambos y... —Morphos. —dijo dos veces, una para cada mueble. Ambos se convirtieron en dos perros normales y comunes, dos bonitos dálmatas. Los hizo acercarse hasta ellos y miró a su profesora. —¿Te importa si utilizo a los perros como prueba? A uno le doy una poción y al otro otra y así puedo decir qué efectos tienen. Molaría... —comentó esperando la respuesta de su profesora, podría ser divertido, pero todo dependería de ella. Puede que le pareciese algo demasiado cruel o inmoral para realizar en una clase. —Un basilisco, por supuesto... —dijo como criatura que podía considerarse dentro de la rama de las Artes Oscuras. Como poción no supo que decir, conocía algunas pociones pero ninguna le parecía que entraba dentro de esas características. Estaba dejando claro que las pociones, de momento, no eran lo suyo...
  9. Para su sorpresa la contestación no le vino del profesor, sino de su compañera. Vaya, al parecer al menos una de las dos personas con la que compartiría aprendizaje era una Hufflepuff. No se lo esperaba. Podría optar por disculparse, pero eso no era típico de él. Todo lo que había dicho era verdad, una realidad. Para no verlo había que ser un ciego o un miembro de esa casa. Obviamente no se iba a quedar callado, siempre quería tener la última palabra y ese día no iba a ser ninguna excepción. —Pero no te enfades, mujer. —comentó después de que se le escapasen unas cuantas carcajadas ante lo que él consideraba que era una broma de mal gusto. ¿Acaso lo decía en serio? Parecía ser el único Gryffindor del lugar y eso le hacía sentirse aún más orgulloso. Había sido un completo acierto llevar puesta esa túnica, cada vez lo tenía más claro. Su primera intención no había sido ofender a todas las personas, sino responder al profesor por su cara de asco al ver que él había sido un miembro de la casa de Godric Gryffindor. Ahora, sin embargo, parecía que la discusión la mantendría con su compañera. No quería ganarse enemigos ni mucho menos, pero a veces era inevitable. —Venga, no seas boba, nadie tiene que saber que fuiste una Hufflepuff, si te preguntan puedes decir que has sido una Gryffindor, ¿vale? Yo te lo permito. Le contestó mostrándole una sonrisa que pretendía ser encantadora. Había llegado al lugar con muchas ganas de aprender y disfrutar, pero nunca se había imaginado que al poco de llegar se lo iba a pasar tan bien. Respiró profundamente y agarró una nueva hoja de la misma planta, olía demasiado bien. De nuevo repitió la operación rompiendo la hoja en trocitos, pero esta vez haciendo que cayesen muy cerca de la mujer. A lo mejor inhalando ese aroma tan agradable se tranquilizaba un poco, parecía un pelín alterada. —Habla de leer Historia de Hogwarts… —se rio levemente. La rubia ignoraba por completo que él era un experto en Historia de la Magia, lo que por supuesto también incluía saber sobre Historia de Hogwarts. —¿Puedes decirme a qué alumnos acogía Helga? ¿Lo sabe o lo tengo que repetir? Preguntó con un tono de voz altivo, creyéndose superior. Volvió a reírse una vez más cuando lo definió como alguien de poco cerebro. ¿Acaso pensaba que le molestaría eso viniendo de ella? Seguramente era la cosa más ofensiva que podía decirle la pobre tejona, pero no pasaba nada, si quería él podía enseñarle a ser más hiriente porque estaba claro que necesitaba aprender. Le gustaban las personas así, las personas que se enfadaban con relativa facilidad. Le parecía divertido, eso enfadar a los demás era un buen entretenimiento. —Pero en eso otro llevas parte de razón. —dijo asintiendo levemente recordando las palabras que había dicho unos segundos atrás. Sabía que gracias a Helga muchos elfos domésticos habían ido a servir a las cocinas de Hogwarts y que sus recetas se seguían utilizando hoy en día. —Deberías dar las gracias a Helga, creo que sino hubiera llevado a los elfos os habríais encargado los Hufflepuff de cocinarnos a los demás. —acabó por decir soltando una nueva carcajada. ¿Cuántas llevaba ya? Estaba disfrutando de lo lindo. La discusión por su parte también había terminado, no tenía nada más que añadir. —Ha sido muy agradable compartir opinión con la señorita… —se quedó en silencio unos segundos pues no tenía ni idea de su nombre. —Con la orgullosa Hufflepuff… Pero ya está bien por lo que cuando usted quiera podemos comenzar con lo verdaderamente interesante, profesor. Supongo que no podrá reprocharnos que hayamos discutido, ha sido usted el que ha sacado el tema de las casas de Hogwarts, si quiere castigar a alguien debería castigarse a sí mismo…
  10. @@irina selene ¡Compra aceptada! Para próximas compras recuerda, por favor, que no se pueden editar los posteos.
  11. Sentado en el suelo no prestaba demasiada atención a ninguna de las tres personas que se encontraban allí. Dos de ellas se alejaron para hacer su propia clase por su cuenta mientras que el joven se quedó con su profesora. Se miró la herida que se había hecho, no era gran cosa por lo que podía curarse con tremenda facilidad. Antes de hacerlo pasó su dedo índice de la otra mano por alrededor de la herida, manchando el dedo de sangre que inmediatamente se llevó a la boca. El sabor de su propia sangre era extrañamente gratificante. A continuación sacó su varita, la colocó encima de la herida y pensó en un útil Episkey haciendo que su herida dejase de sangrar. Listo, estaba curado. Mientras estaba concentrado en ello escuchó la voz de su profesora. —Me encontré un pequeño baúl de madera que parecía antiguo pero que estaba bien cuidado. A su lado una pequeña arma blanca, una especie de daga que tuve que utilizar para hacerme la herida —dijo mostrándole la palma de la mano donde se había hecho el corte a pesar de que ya se había curado. —Cuando la primera gota de sangre cayó encima del baúl se abrió. En su interior había un pequeño papel, un pergamino con tres palabras escritas de manera elegante. Las tres palabras me indicaron que tenía que venir aquí. —terminó haciendo una breve pausa. —Supongo que su fin era comprobar si estaba realmente interesado en aprender esta rama de la magia. Tras ello permaneció en silencio, mirándola. Su respiración volvía lentamente a la normalidad. Se pasó la manga de la túnica por la frente para retirarse el sudor de la misma. En otras circunstancias no lo hubiese hecho, solía ser una persona mucho más elegante pero el aspecto de la profesora le animaba a ser más descuidado en esas cosas. A pesar de considerarse una persona presumida, era capaz de encontrar belleza en aquello que era justamente lo opuesto. Esperaba que la Trivani estuviera de acuerdo con sus conclusiones, a fin de cuentas era lo que más lógico le parecía. No todo el mundo sería capaz de cortarse la palma de la mano para poder ir a su clase de conocimientos. Imitó a la profesora poniéndose de pie. Estaba recuperado después de haber corrido tan rápido para no llegar demasiado tarde. Mientras se levantaba de manera lenta porque no tenía ninguna prisa, volvió a fijarse en sus pies descalzos. Ahora estaba mucho más despierto y mucho menos cansado como para que se le ocurriesen cosas graciosas acerca de esa circunstancia. Conocía un hechizo, el crece-uñas, que sabía que servía para hacer crecer las uñas de las manos, pero si apuntaba a sus pies… ¿Le crecerían las uñas de los pies? Sería divertido, sólo la idea de pensarlo había hecho que sonriese. Intentarlo podría ser una falta de respeto hacía la Trivani, pero no lo descartaba del todo. —¿Es que acaso mi “Grrr” te ha parecido poca cosa? Si lo llego a saber ni lo hago… Contestó de manera bastante seca para volver a quedarse en silencio, pensando. Su profesora le había hecho varias preguntas que no sólo le hacían pensar, sino también recordar algunos episodios de su vida. No quería una respuesta fácil y esperaba hacer una respuesta elaborada, pero estaba alargando a propósito el tiempo para contestarle más de la cuenta porque así daba la sensación de que estaba pensando mucho en ello. Se rascó la cabeza y posteriormente se acarició la barbilla para que diera la sensación de que se encontraba mucho más concentrado de lo que realmente estaba. —Entiendo Artes Oscuras como aquella rama de la magia oscura y desconocida para muchas personas. Desconocida porque no se atreven a explorarla, porque tienen miedo de descubrir lo poderosa que espero que sea. Entiendo Artes Oscuras como aquella rama de la magia que me hará sobrepasar los límites, que me hará hacer cosas con la que otros no pueden soñar y que hará que me conviertan en alguien mucho más poderoso, mucho más peligroso, mucho más temido, mucho más impredecible… —finalizó. Seguidamente comenzó a caminar hacia algo que le llamó la atención desde que llegó. Se dirigió a un estante que había no muy lejos de su posición, un estante lleno de frascos que no tenía muy claro qué contenían, ni qué eran. Por supuesto no se había olvidado de la otra pregunta de la profesora, pero esa la contestó mientras avanzaba hacia su nuevo destino. —Pues no lo sé, puede ser que sí, puede ser que no. —no era una respuesta muy concreta, lo sabía. Continuaría hablando después de tragar saliva para explicarse mucho mejor y que su profesora entendiera el motivo por el cuál no estaba del todo seguro. —Estoy aquí precisamente para eso, para conocer, descubrir e identificar las Artes Oscuras. Puede ser que haya tenido contacto con las Artes Oscuras, pero en ese momento no era capaz de identificarlas, de distinguirlas, algo que sí espero poder hacer cuando salga de aquí —terminó diciendo mientras señalaba el estante que tenía justo a su lado. —¿Esas cosas qué? ¿Sabes qué son? ¿Haremos algo con ellas?
  12. De manera distraída arrancó una hoja de una planta muy bonita que se encontraba cerca de su posición. La pasó por delante de su nariz e inspiró profundamente, poseía un olor maravilloso. Mientras se entretenía rompiendo la hoja en la mayor cantidad de trocitos posibles alternaba la mirada entre las dos personas que se encontraban allí. El rostro del profesor le resultaba familiar, de hecho sino estaba equivocado eran familia. Sería bueno poder tener un mayor vínculo con sus familiares, pero hoy no había ido para socializar. Si mal no recordaba su nombre era Keaton y su primer apellido, aunque lo había leído en la carta enviada por él, no lo recordaba. Su memoria era buena, pero para acordarse de la identidad de las personas no, desde luego. Alzó una ceja al ver la cara que ponía el profesor. Varias preguntas se le pasaban por la cabeza. ¿Esa cara de asco sería habitual en él? ¿Acaso se había puesto por encima su perfume menos preferido? ¿O tal vez llevaba tiempo sin ducharse y su propio olor le asqueaba? Por si acaso intentaría no acercarse demasiado al hombre. El joven Black Lestrange llevaba un atractivo y embriagador perfume de naranja, irresistible y apreciable para cualquier ser que se le acercase lo suficiente. Por fin las preguntas que se había hecho parecían tener una respuesta… ¡No le caían bien los Gryffindor! O al menos daba esa impresión. Dejó escapar una sonrisa forzada. Había venido a aprender y no a discutir, pero el mago nunca le decía que no a un enfrentamiento dialéctico. Se pasó la mano por su cabello y se despeinó levemente para que diera la sensación de que acababa de bajarse de una escoba, algo que dado a su vestuario bien podría haber sido posible. —¿Desde cuando confiar en uno mismo puede ser un problema? —preguntó levantando levemente su túnica por la zona donde se encontraba el emblema de Gryffindor. Tras hacerlo con su mano izquierda aprovechó la derecha para pasarla por encima del escudo como si lo estuviera limpiando. Un gesto presumido y seguramente ególatra. No conocía a todos los miembros que habían pertenecido a su casa para saber si ser egocéntrico era un rasgo muy común, él lo era, desde luego que lo era… no le importaba admitirlo. Era de la opinión de que las personas egocéntricas no lo eran porque querían, sino porque podían. Él podía serlo, puede que el resto de las personas que estaban allí con él no. No quería empezar un debate sobre qué casa era mejor porque estaba claro, sin embargo no iba a dejar escapar la oportunidad de menospreciar a las demás. —¿Por qué siente envidia por las personas que fuimos seleccionadas en la casa fundada por Godric? —preguntó manteniendo la falsa sonrisa que había mostrado antes. —¿Acaso eres un Hufflepuff y de lo único que puedes presumir es de que el día de la selección no te hubieran mandado de vuelta para casa? Todo el mundo sabe que allí sólo acaban los que no tiene ninguna de las virtudes de las otras tres casas… —hizo una breve pausa para tragar saliva antes de continuar. —¿O eres un Slytherin? Un eterno ambicioso que nunca logrará aquello que tanto desea… Creo que la envidia es muy de ellos… —continuó diciendo. ¡Espera! Ahora recordaba su apellido… ¡Era Ravenclaw! De hecho hace poco había estado en su castillo—Oh, cierto, tú eres de los que sólo puede presumir de pasarse el día estudiando libros… Las palomas de biblioteca. —finalizó. Se había quedado a gusto. Se había guiado únicamente por estereotipos que quizá fuesen falsos, pero el profesor también. Había hecho un divertido cambio de palabras. El estereotipo de los Ravenclaw era el der ser las típicas ratas de biblioteca. En el escudo de esa casa salía un ave y aprovechando que a las palomas se les llamaba las ratas del aire… había sido un divertido intercambio. Todo tenía sentido. Pero bueno, había que dejar la discusión a un lado. Era el momento de centrarse en el libro y en aprender, los verdaderos motivos por los que se habían reunido allí. En su espalda, en una pequeña mochila, llevaba consigo el libro, los amuletos y un par de pergaminos por si en un momento determinado necesitaba escribir. Escuchó la pregunta de su profesor, esperaba que no toda la clase fuese de manera oral o teórica porque lo que quería en realidad era acción, adrenalina, la parte práctica y más divertida. —Por supuesto que lo he leído. He comprado el libro y me he apuntado a la clase porque me resulta interesante, no para apoyarlo en una parte de la habitación y dejar que se llene de polvo. —contestó de manera bastante seca después de que su compañera respondiese primero a las mismas preguntas. Seguro pasarían un par de minutos hasta que se olvidase esa cara de asco al ver que pertenecía a Gryffindor. —El Anillo de Escucha puede resultar interesante, la información es poder… Y tanto el hechizo llamado Salvaguardia Mágica como el llamado Curación me parece que pueden ser muy útiles si se utilizan bien y con inteligencia. —terminó por decir. Lo cierto es que casi todo lo del tomo le llamaba la atención. —¡Anda! Por fin nos honra con su presencia. —dijo al ver que el último de los alumnos había llegado. —¿Por dónde empezaremos, profesor?
  13. @ ¡Compra aceptada! Ten cuidado que escribiste mal tu nick, pero como fue un bobo error de tipeo te lo corrijo yo mismo!
  14. Sus ojos brillaban llenos de alegría cuando terminó de leer la carta que había recibido a través de una preciosa lechuza a la que le dio una pequeña miga de pan como agradecimiento. Por fin su clase daría comienzo. Había escuchado de los inconvenientes que habían sucedido y que habían obligado a que la clase empezase con retraso. La espera había sido eterna, estaba impaciente e ilusionado por aprender esos conocimientos que antaño desconocía hasta tal punto que no sabía ni que existían. Todo lo que el profesor le diría sería nuevo para él y estaba preparado. Era el comienzo para convertirse en un mago más completo, en un mago más sabía y poderoso, en un mago mucho más peligroso para sus adversarios y para aquellos que osasen entrometerse en su asuntos. También era nueva la hora en la que se llevaría a cabo dicho aprendizaje, de noche. Le resultaba interesante, agradable y novedoso. Acostumbrado a que todas sus anteriores clases, tanto en la Academia de Magia y Hechicería, como en otras clases de lecciones más particulares que había recibido a lo largo de su vida fuese por la mañana, esa sería una nueva experiencia. Por la noche había más peligros que de día, o eso había escuchado siempre, por lo que podría hacer que todo fuese más divertido. Le gustaba el riesgo, le gustaba el peligro y estaba preparado para enfrentarse a cualquier cosa que se le pusiera por delante. Se sentía muy motivado y con muchas ganas de demostrar de lo que era capaz. Desde luego iba con la intención de aprobar, en su mente no cabía otra posibilidad. No le gustaba fracasar, ni siquiera toleraba el fracaso por lo que se esforzaría al máximo. Era el momento de preparase. Habitualmente utilizaba túnicas negras y sencillas para ir a esos eventos, pero aprovechando lo diferente que sería de todas sus anteriores clases llevaría una túnica más llamativa, más especial. Era la túnica de quidditch que había utilizado en su época de jugador de quidditch de la casa Gryffindor. Era una túnica roja y larga, en ella lucía el escudo de la gloriosa casa de Gryffindor. Quizá no era lo más elegante del mundo, pero le gustaba ir así. Esa túnica le traía muy buenos recuerdos, tanto lejanos como otros muchos más cercanos que había vivido hace poco tiempo. Además estaba convencido de que esa túnica le traía suerte, con ella puesta no podía pasarle nada malo, no podía equivocarse en nada. El éxito estaba asegurado. Como calzado optó por unos zapatos normales y corrientes de color marrón. Con ese vestuario puesto estaba listo para irse. Bueno, casi. Le faltaba agarrar las cosas que el profesor había ordenado en la carta que llevase con él. Esas cosas eran el Libro, el amuleto y los tres anillos. No tenía muy claro cuál era el funcionamiento de cada una de las cosas, pero por eso iba a acudir a la clase, para aprenderlo todo. Estaba intrigado y a la vez maravillado por los poderes que podrían contener esos anillos, ese libro y el amuleto. Seguro que era magia avanzada que no todos los magos de Ottery conocían y eso le hacía estar todavía más interesado en ello. Esperaba que fuesen cosas útiles que le sirviesen en el futuro para diferentes situaciones, tanto para su día a día como para cuando mantuviese duelos. Le encantaba mantener enfrentamientos de esa índole con otros magos y brujas, tanto de manera amistosa como duelos casi hasta la muerte. Con suerte lo que aprendiese hoy le ayudaría para ser un adversario mucho más complicado de vencer. Ahora sí, con todas esas cosas y su varita se dirigió al lugar del encuentro, a las afueras del poblado de Ottery, al norte. Se apareció cerca de esa zona y recorrió los últimos metros hasta el lugar exacto andando, de manera lenta, iba con tiempo de sobra por lo que podía tomárselo con tranquilidad. Se lo tomó de manera tan tranquila que a pesar de que se había aparecido cerca había tardado más de quince minutos en llegar. Cuando llegó al lugar se dio cuenta de que no era el primero, pero no le importaba, no le solía gustar llegar el primero puesto que prefería que esperasen por él antes que tener que esperar él por los demás. Le dedicó un gesto con la cabeza a las personas que se encontraban allí, tanto al profesor como a la mujer de cabellos rubios. Luego, usando su varita rompió uno de los aros de humo que su profesor había hecho para pasar el tiempo mientras mostraba una pequeña sonrisa antes de empezar a hablar. —Buenas noches profesor, buenas noches compañera. —miró a su alrededor fijándose mejor en el ambiente que les rodeaba. —Bonito lugar, ¿no creen?
  15. Vuelta al cole. No había tres palabras que describiesen mejor lo que sucedería. Después de años alejado de las aulas, de las tareas, de los aprobados y de todo lo que englobaba ir a clase y estudiar era el momento de volver. Se había apuntado hace unos cuantos días a una clase de conocimientos para estudiar en profundidad las Artes Oscuras y estaba ilusionado, emocionado e impaciente porque diera comienzo. Quería conocer hasta la parte más desconocía de esas artes que no todos los magos y brujas estaban dispuestos a descubrir. Saber sobre la parte más oscura de la magia se había vuelto una obsesión y una necesidad para el joven ahora que sus pasos lo habían llevado por el camino que algunos denominaban como oscuro, esperaba aprender cosas que le resultasen útiles. Desde la Universidad Mágica le había llegado un pergamino indiciándole el día y la hora en el que su clase daría comienzo. Llegaba el momento de preparase. Mientras se vestía por su cabeza pasaron los recuerdos de épocas anteriores en las que era un buen estudiante, una persona responsable que anteponía sus deberes a cualquier distracción. Esos días difícilmente se le olvidarían, aunque parte de sus recuerdos habían sido profanados con la destrucción de la Academia donde había aprendido todo lo que sabía. Para la ocasión había optado por una túnica negra, elegante y recién estrenada acompañada por un calzado del mismo color. Un vestuario sencillo y cómodo. Desconocía la duración de la clase y no quería que una ropa incómoda le hiciesen infernales los minutos que pasase en el aula. Llegó al recinto universitario con su mapa del Merodeador en las manos. Para su sorpresa le habían puesto un “obstáculo”. No había sido informado debidamente de la ubicación donde se impartiría la clase, pero sí el lugar donde podría encontrar el pergamino que le diría la posición exacta donde se llevaría a cabo. Sacó su mapa y empezó a buscar el apellido Trivani de su profesora. No seguiría ese juego, su valioso objeto le ayudaría a llegar al lugar correcto sin necesidad de superar ningún obstáculo. Por desgracia los minutos pasaban, la hora en la que daba comienzo estaba a punto de llegar y no encontraba su nombre por ningún lado, era extraño. ¿Acaso se había olvidado de ir? Se rascó la cabeza pensativo. No le quedaba más remedio que dirigirse hasta el emplazamiento donde estaría esa pista. A pesar de haber llegado temprano el tiempo invertido y perdido en mirar el mapa había hecho que muy posiblemente llegase tarde, a no ser que se diera mucha prisa. Y eso hizo, correr como un loco hasta llegar a una pequeña aula casi vacía donde supuestamente encontraría lo que buscaba. En ella había una única mesa, un pequeño cofre y lo que parecía ser un viejo cuchillo. Alzó una ceja sin entender nada. ¿Qué se supone que tenía que hacer? Lentamente se acercó a la mesa e intentó abrir el cofre. Primero lo intento con sus propias manos… nada. Luego probó con el cuchillo puesto que tenía que estar allí para algo... tampoco. Sacó su varita e intentó algunos hechizos como el famoso encantamiento de apertura, pero también fue en vano. Empezaba a ponerse nervioso, agarró el cofre para estamparlo contra la pared y entonces lo vio. —Para abrirme tienes que pagar. Repitió en un susurro. Esas letras estaban grabadas en el pequeño objeto. Sorprendió buscó en el bolsillo de su túnica y sacó un galeón. Cuando iba a ponerse a intentar a abrir el objeto con su propio dinero lo entendió. Comprendió rápidamente la relación que tenían el cuchillo y el cofre, pues antaño había escuchado sobre esa clase de pagos en sangre. Sin pensarlo agarró el arma blanca y se hizo un ligero corte en la palma de su mano que le produjo una herida. Colocó su mano sobre el cofre para que las gotas que en esos momentos comenzaban a salir de la herida cayesen sobre el objeto. En el momento que la primera gota tocó la madera del mismo se abrió mostrando un el interior un pergamino con cuatro únicas palabras; Sala de los Menesteres. Por fin había descubierto la ubicación exacta, ahora sólo tenía que llegar hasta allí. De nuevo, corriendo. Mientras corría se preguntaba quién había sido la persona a la que se le había ocurrido esa prueba. ¿Habría sido la profesora por voluntad propia, la Universidad o era algo que sucedía siempre para poder llegar a la clase de Artes Oscuras? Como había una distancia considerable hasta su destino por el camino también llegó a comprender cuál era la razón por la que no había visto a la profesora en el mapa. Según había escuchado o leído en algún lado, su valioso mapa era capaz de ver y reconocer cualquier lugar o persona, pero no cuando se trataba de la Sala de los Menesteres. Era el punto débil que tenía. Después de un par de minutos y de caminar tres veces por delante de una pared de piedra pensando que quería entrar en su clase, una puerta de roble apareció. No tardó en empujarla con su mano derecha, en la izquierda tenía la herida. —¡Grrrr! Fue el único sonido que hizo al entrar en la estancia. Ese gruñido fue su forma de saludar a las tres personas que se encontraban dentro, aunque a la única que dirigió la mirada fue a la que le impartiría la clase y que se encontraba sentada en el suelo. En otro momento hubiera hecho un comentario desafortunado acerca de que estuviese descalza, pero su corazón palpitaba a mil por hora por el esfuerzo al correr todo lo rápido que pudo los últimos minutos, no tenía muchas fuerzas para hablar. Además, varias gotas de sudor le caían por la frente por el mismo motivo y la herida en la palma de su mano izquierda seguía goteando sangre levemente. Se sentó en el suelo porque lo necesitaba para tomar un respiro mientras esperaba que la Trivani tomase la palabra o hiciese algo, él ya había hecho suficiente con llegar.
  16. Nick: David Black Lestrange ID: 111240 Conocimiento: Artes Oscuras Nivel de Magia: XI (11) Link a la Bóveda: 89424 Link a la Ficha: Ficha del personaje
  17. Dos. Dos eran las veces que Saori le había salvado de los fantasmas. De esos locos fantasmas que habitaban dentro del Castillo de Ravenclaw. Si perteneciera a la familia hubiera llamado hace tiempo a algún departamento del Ministerio de Magia para que los intentase echar, porque estaba claro que vivir en el mismo lugar donde ellos no debía ser demasiado agradable. En parte le daba cierta lástima que Saori tuviera que aguantarles diariamente. —¡Cuidado! Pidió cuando casi cae al suelo por culpa de la mujer. Por su culpa había tropezado y había estado a punto de caer al suelo. Para hoy tenía suficiente, no quería recibir más golpes, ni tener una nueva herida, ni nada parecido. Había que andarse con cuidado. La idea de ir en busca de los elfos domésticos era una gran idea, elfos contra fantasmas, eso podría convertirse en una lucha épica. A fin de cuentas los elfos debían servir a los miembros de la familia… —¿Por qué no? Quiero sab… ¡¿Qué haces, loca?! No terminó de decir lo que quería comentar porque acababa de recibir una bofetada de ella. Se llevó una mano a su mejilla para acariciarse en el lugar golpeado mientras miraba a Saori con enfado. Estaba todavía pensando si se vengaba o si se lo perdonaba por el hecho de haberle salvado, sin embargo todas esas ideas desaparecieron de su mente cuando supo en qué habitación se encontraban. Lo que luego sucedió fue como estar viendo una película o leer un libro en directo. El fantasma y la elfina se intercambiaban palabras y el joven Black Lestrange no dejaba de mirar a uno y a otro escuchando lo que decían. Se limitaba a ser un mero espectador, no quería participar en esa loca conversación. Desde luego era un castillo de locos… Estaba agradecido por la elfina, que a pesar de todo parecía que no dejaría que ese fantasma de nombre Leonardo les haría daño. —Está mintiendo, no le hagas caso. Advirtió a la elfina ante las acusaciones del fantasma de que ambos querían una valiosa diadema. En parte las palabras de Leonardo eran ciertas, pero no quería que la confianza depositada en Saori por parte de la elfina desapareciera. —¿Acaso no hay más elfos que puedan ayudarnos? Preguntó en un susurro a la mujer mientras seguía escuchando la conversación que ambos mantenían. Que sola una elfina fuera su ayuda era bastante poco, necesitaban refuerzos y más cuando el fantasma logró hacer daño al sirviente del Castillo Ravenclaw. El fantasma, entonces, comenzó a avanzar lentamente hacía ambos, la elfina no estaba para ayudarles pero David hizo dos movimientos rápidos. Volvió a sacar la varita apuntando al fantasma y chasqueó los dedos. Krex, su elfo doméstico personal acudía a ayudarles. Apareció al instante. —Morphos. Murmuró apuntando a un amplío armario que se encontraba en la sala y que se convirtió en un pequeño león, pero no iba a ser tan inofensivo como parecía pues después de que el enorme armario se convirtiese en ese león, David apuntó al animal para decir… —Engorgio. El que hasta entonces había sido un pequeño león aumentó su tamaño por tres. Después de ello se puso delante de David y Saori dispuesto a protegerles de cualquier amenaza. Era un león, un elfo doméstico, una demonio y un humano contra una especie de poltergeist. Podían ganar fácilmente.
  18. Ups, sí, sólo tengo una. Lo siento, pensé que una vez que abrías la bóveda de Gryffindor ya podías llevártelo todo xD. ID: 111240 Nick: David Black Lestrange Link a la Bóveda Trastero: 110791 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 89424 Fecha: 2018-01-24 Llave utilizada: Gryffindor Huevo de Dragón: Huevo de Bola de Fuego Chino Puntos por unidad: 160 Precio: 8.000 G Precio Total: 8.000 G Total de puntos: 160
  19. ID: 111240 Nick: David Black Lestrange Link a la Bóveda Trastero: 110791 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 89424 Fecha: 2018-01-23 Llave utilizada: Gryffindor Huevo de Dragón: Huevo de Hocicorto Sueco Puntos por unidad: 160 Precio: 8.000 G Llave utilizada: Gryffindor Huevo de Dragón: Huevo de Bola de Fuego Chino Puntos por unidad: 160 Precio: 8.000 G Precio Total: 16.000 G Total de puntos: 320
  20. Alzó una ceja incrédulo por lo que su hermana acababa de mostrarle. Sabía perfectamente lo qué era y lo que significaba ese tatuaje, no había necesitado más que ver un poco del mismo para darse cuenta rápido de lo que era. Recientemente había entrado como aspirante a esa misma organización para tarde o temprano tener el mismo tatuaje que ella, pero con eso… ¿Qué intentaba demostrarle? —No eres muy lista si vas enseñando eso a diestro y siniestro… Comentó negando levemente con la cabeza. ¿Acaso quería ser fruto del perseguimiento de los aurores y de otras organizaciones con los ideales contrarios? Estaba bien que presumiese, era un tatuaje del que se podía presumir, pero había que saber cuándo y dónde… A pesar de ser hermanos apenas se conocían. —Sin embargo, me alegro de que lo hayas hecho. Espero que sea porque confías en mí y sabes que no divulgaré dicha información. La otra opción es que directamente fuese una inconsciente, pero quería pensar bien de ella por primera vez desde que había llegado al negocio de su madre. Soltó una carcajada ante sus palabras. ¿En serio creía que no tenía agallas? Ya descubriría tarde o temprano de las cosas que era capaz, pero de momento era mejor que se siguiese auto creyendo que era un cobarde. Bien es cierto que como todo el mundo tenía miedo a algo, pero era un hombre valiente. —¡Qué dulce! ¿Sabes? Me daría vergüenza tener eso en mi cuerpo y al mismo tiempo leer libros muggles… Comentó con burla cuando sintió la calidez de su mano en su propio rostro, se lo estaba acariciando. Sujetó la mano de su hermana durante unos segundos para no permitir que la separase de su cara y así poder seguir sintiendo el contacto de su piel. A pesar de todo, y aunque no habían empezado con buen pie, era su hermana y en parte debía quererla. —¿Yo? Pues, por ejemplo, me gusta el quidditch… ¿sabes lo qué es o como te pasa en los libros prefieres los deportes muggles? Preguntó riéndose, con una pregunta que trataba de ser hiriente. Le estaba encantado molestarla, estaba dándose cuenta de que era una mujer que parecía entrar fácilmente al trapo y eso le divertía muchísimo. —¡NO! —exclamó mientras le sacaba la lengua y volvía a quitarle la taza de té, alejándola de ella.

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