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León Crowley

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Mensajes publicados por León Crowley

  1. —Dime que no vino para lo que creo que vino —respondió a el beso de su novia aún sin terminar de acostumbrarse a que se llamaran de esa forma—. ¿y fue impresión mía o acaba de llamarme "cuñado"?

    Llevaban ya mucho tiempo saliendo juntos pero siempre se habían referido con los nombres de pila o con los apellidos, exceptuando cuando uno que otro juego de rol íntimo se les cruzaba a mitad de la noche. Era su novia, y estaba muy feliz de serlo, lo que no sabía era si ambos estaban preparados para darlo a conocer. La misma pregunta se le había cruzado la noche anterior en la boda, pero había optado por ignorar la respuesta que ahora parecía ser más evidente. Tomó de la mano a Mía y se acercó hasta la sala donde los inquisidores ojos de la Macnair devoraban impacientes la noticia.

    Modales si me enseñaron Arya —respondió a la pelirroja dejando un delicado beso en las mejillas tras un fuerte abrazo—, lo que no me enseñaron fue como volver a la habitación de Mía. Siempre es un placer verte.

    Caminó hasta la pequeña sala y se sentó en el sofá, en medio de las dos ojiverdes aún con el vaso de jugo en su mano. No era precisamente la bebida más indicada para recibir una visita, y se inquietó hasta que percató el sutil aroma proveniente del café de su novia. No fue tanta la preocupación por la bebida con la cual recibía la entrevista hasta que se percató de la vestimenta. Levantó la cabeza un poco asustado buscando alguna cámara extravagante de esas que suele usar el profeta pero para tranquilidad suya, no había alguna. Solo quedaba rezar porque Arya no hiciera mención en su entrevista.

    Solo atinó a mover la cabeza afirmativamente a la mención que Mía hacía sobre el tiempo que llevaban saliendo juntos y en cuanto pasaron al viaje del desierto no era mucho lo que podía opinar. No tenía muy claro cuanto llevaba de haber vuelto, pero "un par de años" era una respuesta sumamente adecuada, sin tener en cuenta la aventura de la oficina del director de la academia o se verían obligados a decir "un par de décadas". Su mente se fue muy lejos hasta los recuerdos de esa noche y en su rostro una sonrisa traviesa se dibujó pero que no duró mucho cuando fue traído de nuevo a la realidad con dos palabras que cayeron como un balde de agua fría al punto que casi se atora con el último sorbo de jugo.

    Era difícil para León establecer cual de las dos afirmaciones lo había dejado más perplejo. Si el hecho de que Arya y Mía eran hermanas, lo cual podría perfectamente justificar la característica mirada esmeralda de ambas, o la otra. Si, la otra, porque ni siquiera en su mente podía repetirla. Había huido del matrimonio desde que tenía uso de razón y si bien ninguna mujer había sido digna de tal titulo tanto como Mía, aún le tenía suficiente respeto al matrimonio. Respeto, por no decir miedo. Su elocuente cordura tomó de nuevo el ritmo, antes de que la idea se fuera más lejos.

    —Creo que esta familia ha tenido suficientes bodas por ahora —soltó detrás de una sonrisa despreocupada que trataba de ocultar el nerviosismo de sus palabras—. En un futuro, tal vez, sean esos nuestros planes. Como dice Mía, hasta ahora nos estamos dando la oportunidad de formalizar la relación. No queremos forzar las cosas sin antes conocernos y conocer nuestras familias.

    Había salido de la situación con mucho estilo, al menos a los ojos de la reportera, pero no sabía como lo iba a tomar la Black Lestrange, Aún tenían las manos entrelazadas y esperaba que en cualquier momento ella lo soltara. La amaba, por supuesto, y el miedo al matrimonio se equiparaba tanto como el miedo a perderla. Deseó en lo más profundo que Arya no hubiera mencionado el tema en lo más mínimo, pero no podía hacer nada ya, solo apartarse y apartarlas a ellas de la idea.

    —y hablando de conocer la familia, ¿cómo va eso que ustedes dos son hermanas?

     

    @Mia. @Arya Macnair

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  2. Era aún temprano para abrir algún local del callejón cuando León llegó al frente a la puerta del café Juan Valdéz y el sol en lo más alto de la bóveda celeste emanaba el suficiente calor para no querer pasar mucho tiempo en la calle. El verano estaba en su punto más caliente haciendo que los labios resecos de transeúntes ocasionales clamaran por una bebida refrescante. Hubiera querido decir que él estaba allí para tomar un té helado o un cholao, pero no, tenía por delante una maratónica labor un tanto más compleja.

     

    Del bolsillo derecho de los vaqueros claros que traía puestos sacó la varita con la cual abrió la puerta del negocio dejando que el aire entrara y refrescara un poco el lugar. El hedor característico de la secreción de cierta plaga le golpeó de frente y evidenció lo que algunos vecinos del local le habían contado antes de entrar. No conocía a nadie que trabajara por abrazos, sonrisas o palabras y las personas que en algún momento él y Taurogirl habían escogido para mantener el lugar, no eran la excepción. Al lado del pelinegro una elfina nerviosa como todas las que llegan a la gran ciudad, esperaba temerosa con unas cubetas en las manos.

     

    ¿En serio acá servían alimentos? —espetó la elfina incrédula al ingresar al lugar—, esto parece más la alcoba de su hermano Andy

     

    Hubiera llamado la atención de la insolente criatura por el comentario del local al cual le tenía mucho aprecio si no hubiera sido por la segunda parte del mismo. Contuvo la risotada a tiempo para dedicar una mirada inquisidora a la elfina que supo interpretar y se puso a limpiar al instante. El Crowley sabía muy bien que el olor putrefacto era causado por la secreción del bundimun y por eso indicó a Irene que él se encargaría de eso. La experiencia adquirida como aprendiz y empleado de la agencia consultiva de plagas le había enseñado que un engorgio al centro de la criatura y un incendio eran necesarios para erradicarla por completo.

     

    Al cabo de unas horas, el negocio estaba listo y preparado: una rápida visita a la tienda departamental y todo el mensaje de mesa y cocina había sido renovado, Joan y Liam habían accedido a regresar por unos cuantos galeones más de sueldo y la decoración del lugar había sido rediseñada. Agotado, se tiró en el sofá de la sala de estar donde Joan acercó un vaso frío de jugo de naranja. Metió la mano en el bolsillo y sacó la misiva que había recibido una semana atrás, en el castillo Crowley.

     

     

    Hola León.

     

    Estaré un poco ausente por los próximos meses. ¿Podrías hacerte cargo del café algún tiempo?

    Te debo una.

     

    Tau <3

     

     

    Me debes una grande —susurró para si mismo mientras terminaba el jugo.

  3. No recordaba con exactitud cuando había sido la última vez que la había visto, en alguna gala de la academia tal vez antes de irse, pero no debió ser mucho tiempo después dada la descripción. Los últimos meses antes de partir de Londres habían sido muy duros para el pelinegro, no solo por el hecho de dejarlo todo a un lado y emprender un viaje del cual no estaba seguro de volver, sino su salud también estaba fuertemente comprometida a causa de Baphomet. No sabía bien si contar la historia completa a Sol y preocuparla por los hijos que compartían o simplemente un breve detalle de la situación. Optó por lo segundo.

     

    —No tienes que cuidarte de nada Sol —respondió mientras picaba en trozos unas cuantas manzanas rojas ya lavadas—, estaba un poco mal de salud y debía eliminar la causa de ese mal. No pude hacerlo del todo, pero al menos pude controlar la causa de ese mal. Tú sabes bien de quien hablo.

     

    No era un secreto para ninguna de las personas con las cuales hubiera compartido en algún momento si condición demoníaca; aún cuando creía que él controlaba a Baphomet y no el demonio al pelinegro, sus cambios de humor eran perceptibles en sus características corporales: su cabello cambiaba de color dependiendo el estado de ánimo, las marcas en su cuerpo se asentaban cuando estaba enojado, incluso, alguna vez alguien llegó a decir que emanaba un ligero olor a azufre, lo cual no le gustó en lo más mínimo.

     

    —Amo Crowley —interrumpió el elfo al ver que León colocaba el plato de manzana frente a la Lestrange—, la señorita Goshi se encuentra en la puerta principal. Pregunta si puede usar la biblioteca.

     

    Al parecer era el día en que las viejas y buenas amistades aparecían por el castillo Crowley. No estaba del todo seguro el porqué, pero sospechaba que algo tenía que ver con el profeta. Tampoco veía a Goshi desde hacía mucho tiempo, para ser exacto desde una gala en que lo dejó abandonado y no tuvo más remedio que refugiarse en las botellas de licor asgardiano hasta el amanecer. Frunció un poco el ceño al recordarlo pero lo relajó de inmediato.

     

    —Dile que no tiene permitido usar la biblioteca —respondió sentándose de nuevo en la mesa mientras deshojaba una mandarina—, o por lo menos no, hasta que venga a saludarme como se debe.

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  4. —Hey, olvidaste algo— tomó la mano de Mía para traerla hacia él y soltó un profundo beso en los labios—. Si, tal vez más tarde pase al castillo por algo de ropa. Por ahora necesito comer y descansar.


    Hablaba con una naturalidad y propiedad sobre la relación que se sorprendió a si mismo; estaba almorzando, solo, en el mesón de la cocina de una mansión que no era el suyo pero en el que se sentía como si llevara allí toda la vida. Ya no era únicamente el vínculo con Mía el que lo ataba al castillo, se había comprometido con su hija a estar cuando ella lo necesitara y tenía la firme convicción de cumplir la promesa. Si las cosas seguían por el camino que León cría que iban a seguir, pasaría más tiempo allí del que se habría imaginado. No tenía ningún problema en compartir la habitación de la matriarca y amanecer todos los días allí, pero tampoco quería ocupar su vida de forma tan invasiva. La llegada del elfo llegó con el plato principal, sacándolo de sus pensamientos


    Oye, Sunev —llamó la atención del elfo antes de que se retirara—, como pudiste darte cuenta con el show de esta mañana, pasaré un buen tiempo por acá. ¿Crees poder organizar una habitación para mi?


    —La ama Mía ha ordenado disponer la habitación adjunta a la de ella para usted señor Crowley —respondió el elfo intentando evitar contacto visual, un tanto sonrojado—. Hace unos minutos llegó una bella... perdón, joven elfina portando un registro ministerial autentificado a su nombre y está arreglando su habitación.


    Contuvo la risa ante la evidente atracción que el elfo había sentido por Irene, la elfina joven y de tez oscura y ojos claros que había traído desde su casa materna en Holanda, en primera instancia para que le ayudara en la recuperación de sus heridas ya que estaba especializada en sanación, pero un inconveniente con los trámites ministeriales habían demorado el traslado más de lo pensado. Con Arthur en el castillo Crowley, Irene debía estar en el segundo sitio donde más tiempo pasaba y era innegable que era en la Black Lestrange. Agradeció al elfo la información y el ansiado almuerzo que devoró tan rápido que no tuvo tiempo de apreciar si tenía buen sabor o no. Se levantó con el vaso de jugo especial recién recargado y se dirigió caminando sin mucha prisa a la habitación.


    Era apenas la segunda noche que amanecía en la mansión y en ninguna de ellas había bajado a la primera planta, apenas si recordaba como había llegado al comedor y ahora tenía que devolverse solo. Pasó de la cocina al comedor, a la pequeña terraza que daba al camino de piedras, pero por ningún lado una escalera. No estaba aún en condiciones para volver a aparecerse por lo que intentarlo era arriesgado y lo que menos quería era interrumpir a Mía. Hubiera querido ir a saludar a Arya ya que fue compañera en la academia pero con el aspecto que tenía el pelinegro, solo lograría desatar un mundo de preguntas y hasta donde había podido mirar en el tablón ministerial cuando fue a registrar la elfina, trabajaba ahora con el profeta.


    Se quedó quieto, estático, con el vaso en la mano y mirando a la pared del minibar que no había notado antes, como si un "petrificum totalum" hubiera golpeado su cuerpo. Un estruendoso clic se hizo en su interior al captar una vaga idea de lo que traía alguien del profeta a la mansión Black Lestrange. "Las paredes del ministerio tiene oidos por todo lado" se recordó a si mismo las palabras que Animaga le dijera a su llegada en la Agencia Consultiva de Plagas, su primer empleo ministerial. También la academia tenía el mismo cáncer que en más de una oportunidad le costó grandes dolores de cabeza. Era apenas predecible, si la mitad de la comunidad mágica los había visto la noche anterior tomados de la mano en la boda de Jessie, pero ¿Tan rápido había llegado al profeta? Se tranquilizó a si mismo diciéndose que seguramente había venido para algo más, para algo del banco o de la universidad. Volvió a dar un largo y sonoro sorbo buscando la escalera para darse cuenta que había llegado a la mitad de la entrada de la sala, a plena vista de Arya, con un vaso de jugo de naranja, unos vaqueros sucios y una remera muggle. Normal. Si la reportera no había ido buscando esa noticia, León se la había entregado en bandeja de plata.


    —¡Stront! —maldijo para si mismo y caminó hacia la escalera que al fin encontraba. Tarde

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  5. —La última vez que vi a nuestro hijo fue en una taberna hace 3 años —contestó recordando aquella noche en que alguien le había pedido sinceridad y había salido disgustada al recibirla—, desde entonces no lo he vuelto a ver. Es más, no sabía que aún venía por el castillo, que por cierto, no tienes que avisar o pedir permiso para venir. Es bueno que alguien le eche una mirada de vez en cuando. ¿No vas a pedir nada de comer?

     

    Era imposible que él mismo supiera quien más hacía visitas frecuentes al castillo dado que llevaba años sin pasarse por allí. Claudia al parecer había desistido de la invitación a desayunar y había volado nuevamente y Andrés ni que decir, llevaba aún más tiempo desaparecido. Le daba un poco de alegría saber que al menos el Cygnus aún pasaba por la casa, así fuera para saquearla alegando que le pertenecía por herencia o para pedir dinero prestado. Seguro algunas de sus hijas aún pasaban por allí, pero al no ver a nadie, simplemente desaparecían. Tomó un largo sorbo del jugo compuesto y pudo ver como los ojos ámbar de Sol se entristecían un poco al responder.

     

    —Todos pasamos por malos momentos alguna vez en la vida —respondió terminando el contenido del vaso—, y son esos momentos los que forjan nuestra fuerza y determinación. En mi caso, este mal momento ha durado años y ya que lo preguntas, me ha llevado casi al borde de la muerte y por eso estuve tan ausente. Por fortuna ya estoy recuperándome aunque mi cuerpo no lo demuestre porque créeme que estuve peor.

     

    Se llevó la mano a lo que en otros tiempos fuera un musculoso y marcado abdomen pero en ese momento no era más que el forro que protegía sus tripas. La camisa le quedaba tan holgada que parecía que la hubiera heredado de un hermano mayor, diez años mayor que él. Estaba mejor que antes, sí pero aún estaba lejos de ser quien era. El demonio en su interior había sido controlado y el costo de ese logro había tan alto que estaba seguro de no poder pagarlo de nuevo. Solo esperaba que esta vez funcionara.

     

    —¿Segura que no quieres hablar? —indagó ofreciendo la botella—, tal vez no sea el mejor consejero pero al menos puedes desahogarte.

  6. Apenas si había logrado retomar el equilibrio cuando el empujón de su yerno lo tumbó de la silla y lo mandó al suelo nuevamente golpeando su ya magullada espalda. En otras condiciones hubiera reaccionado de la peor manera posible pero dadas las condiciones y la forma en que Jessie empezó a asimilar las imágenes vistas, entendió perfectamente el actuar del Black. Le sorprendió un poco la intriga del peliblanco dada la evidente naturaleza de su ser, pero ya más adelante tendría tiempo de investigarlo un poco. Se repuso nuevamente con el último sorbo de la herbovitalizante y sonrió al escuchar las palabras de la pelirroja y Mía.


    —Si Jess, algo está mal conmigo y lo ha estado los últimos 170 años —apuntó luego de responder el dulce beso de Mía, sin poder aún ponerse de pie—, precisamente por eso me fui tanto tiempo, para tratar de arreglarlo. Como dice tu madre, creemos que mereces saber la verdad y eso que viste es la verdad pura y sincera. No tienes que quererme ni saludarme todas las mañanas con un beso en la mejilla si no quieres, no puedo forzar un cariño cuando jamás hemos tenido oportunidad de compartir nada contigo. Cuando quieras hablar, solo tienes que decírmelo y acá estaré, o estaremos para ti siempre que lo necesites.


    Si alguno de los hijos de León lo hubiera escuchado hablar así, seguramente habrían conjurado un revelio para descubrir quien se hacía pasar por él. Se trepó nuevamente a la silla y ordenó un poco más de jugo al atemorizado elfo atrincherado en una esquina, el cual muy seguramente jamás había visto una escena como la que se presentaba ante sus ojos. Los ánimos habían bajado ya a un punto en el que la voz era conciliadora y tranquila. La pelirroja parecía haberse calmado un poco con el apoyó que la rubia y Otto le brindaban. Hubiera hecho lo mismo sino se sintiera tan agotado y hambriento.


    —Creo si fue necesario hacerlo después de todo —contestó a su novia con una sonrisa—, el astuto plan de Jessie estaba logrando su cometido: nos estaba enfrentando a los dos y no puedo darme el lujo de perder lo que hemos logrado en este poco tiempo. Yo también quiero aprovechar el tiempo que tengo a tu lado y discutir no es la forma de hacerlo. ¿Sabes cual es una buena forma de hacerlo? ¡Almorzando! —giró la mirada al elfo levantando ambas cejas, esperando entendiera la indirecta—. Creo a todos nos caería bien

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  7. @

     

    sdaksjdhlsdakfjhldfkjahsdñlf

     

    Me encantaron todas!!!!, las vi la semana pasada pero he estado un poco ocupado y no pude venir a agradecerte. Están geniales y sí, olvidé poner el Avy y menos mal lo hiciste. No sé si depronto fuera posible quitarle el marco a ambas firmas? si es mucho trabajo no hay lío. Y pues.. Siii jajaja si se puede si me gustaría dejar guardada también la tercera firma, así quedo empaquetado hasta el 2022 xD

     

     

    Muchísisisismas gracias Cissy, de verdad que quedaron geniales +_+

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  8. —Tu pasado no solo es borroso niña, en bochornoso —espetó ante el alegato de la pelirroja—, y el hecho de que no lo recuerdes refuerza mi teoría: solo aceptas en tu vida lo que te conviene, lo que es más fácil para ti.


    La mañana había avanzado más rápido de lo que cualquiera de los presentes se habría imaginado y el sol se posaba en lo más alto de la cúpula celeste disparando sus rayos directamente sobre el ventanal de la cocina, calentándola. La preparación del almuerzo de la mansión había dado inicio en medio de la discusión y la mezcla de olores y aromas cargaba aún más el ambiente tenso. La botella que había tomado apenas unos minutos atrás se había vaciado casi por completo pero seguía con sed, con la necesidad de refrescarse y de ser posible calmarse. No fue sino hasta que el recién casado intervino para traer un poco de tranquilidad que se logró reducir su enojo. Agradeció los cumplidos del peliblanco con una sonrisa y respiró profundo antes de continuar.


    —Esa es la versión que ella quiere escuchar, Mía, es lo que prefiere creer —soltó de forma tranquila al escuchar las tensas palabras de su novia. Podía permitirse el que Jessie lo detestara, pero no el perder a la rubia—. Yo solo tenía la intención de que supiera la verdad, tal cual como tu me lo pediste. Pero no voy a permitir que me trate como le entra en gana, simplemente porque no lo acepta. Si a ti te parece bien, respeto completamente la decisión. Jamás le he hecho o dicho nada en su contra para que tome esa actitud conmigo o como para que me llame traidor, como si ella si me conociera o supiera por lo que he pasado. Si no le agrada que sea su padre, perfecto, que siga creyendo que es Zack, o Zeth o el tal Weasley, me da igual a este punto.


    Sabía perfectamente que Mía tenía su pasado, tanto como él tenía una larga historia a sus hombros, pero escuchar al menos el nombre de tres de sus amores anteriores en una mañana, con detalles no solicitados, era demasiado para cualquier persona. El licor había apaciguado un poco su euforia y cuando había optado por retirarse y retomar la conversación con Mía al otro día, la pelirroja insistió en sacarlo de sus casillas. Una parte de León reconoció la terquedad de su hermana Claudia en los ojos de Jessie, la imperativa necesidad de sacarlo de quicio y gastarlo su paciencia. Fastidiado ya por la situación se movió tan rápido como sus habilidades infernales se lo permitieron y se postró frente a su hija lo suficientemente cerca para tocarla.


    —De acuerdo Jesseca, ¿quieres pruebas? —susurró apenas lo suficiente para que ella lo escuchara. Levantó la mano con la cual había cortado el cristal del vaso y colocó la palma ensangrentada en la frente de Jessie—, acá las tienes.


    El brazo de León tomó de nuevo el mismo color oscuro que había adquirido minutos atrás cuando le confesó la verdad a Mía en la habitación. La sangre del pelinegro en la frente de su hija amplió la conexión lo suficiente como para que ella viera con claridad lo que se visualizaba en la mente del Crowley. Como sucede en un pensadero, los trazos oscuros fueron tomando forma hasta que la imagen fue precisa para ambos: la silueta de la entonces profesora de Rol Básico y el Director Mortífago de la Academia entrando en la oficina de este ultimo a alta horas de la noche. Al fondo se reproducían las palabras del pelinegro aclarando a Mía las incongruencias en la línea temporal de gestación de Jessie y hecho de que las dos entidades, Baphomet y Rusalka se reclamaran los derechos del alma de la pelirroja.


    Extenuado, León rompió la conexión temporal con la mente de Jessie y se dejó caer impactando al suelo con más fuerza de la que podía aguantar. De haber estado en otra condición, hubiera dejado que viera el momento exacto de la concepción, pero no contaba con la fuerza para aguantar otra manifestación del senescal y solo esperaba que eso fuera suficiente para convencerla. Como pudo se apoyó en una de las sillas y se sentó en la misma, tomando lo que restaba de vodka en la botella. Estaba otra vez como al inicio de la mañana, ensangrentado, débil y con hambre. Sus ojos cansados adornados de unas profundas ojeras se posaron en los pares de Jessie quien permanecía en le mismo sitio, con la palma roja de su padre aún en la frente.


    —Ya tenías una historia y ahora tienes las pruebas —soltó regalando una sonrisa, más de resignación que de satisfacción—. Lo que quieras creer depende de ti.

  9. La actitud déspota y desafiante de la pelirroja confirmaba que, al igual que en muchas otras veces, no iba a ser fácil hacer entender de la verdad. Hubiera podido quedarse callado y dejar que la evidentemente resentida criatura siguiera con su perorata pataletuda si no hubiera sido por las palabras finales de su alegato. Fue como si una de las chispas que emanaban los ojos de Jessie hubiera caído justo sobre el vodka y encendiera todo su ser. Se olvidó por completo de donde se encontraba y porqué estaba allí o a quien tenía tomada de la mano. Una oleada de cólera se dispersó por su cuerpo haciendo que el vaso que sostenía con la mano izquierda estallara de la presión ejercida y se enterraran los cristales en la palma del holandés, dejando caer un poco de líquido vital al suelo.

     

    -¡¿Qué dices mocosa?! -espetó soltando de inmediato la mano de Mía y acercándose hasta donde estaba-, ¿¡Qué ca**jo sabes tu de traición!? ¡A duras penas has soltado el biberón, niñata!

     

    Cómo había sucedido todass veces que cuestionaban su honor, la ira era ahora quien controlaba al holandés y no la razón lo caracterizaba. Jamás había faltado a su palabra una sola vez y por más difícil que fuera la verdad, siempre la mantenía como estandarte de su actuar y proceder. Nunca en su tiempo como miembro de la marca tenebrosa hubo alguna duda de su fidelidad a los principios y por el contrario, si había destapado a una que otra traidora que filtraba información al bando contrario. Como si su memoria selectiva hubiera hecho un clic, recordó parte del pasado de Jessie. Era mucha la información a la que había tenido acceso como director de la academia y esa era una de las ocasiones en que podía usarla.

     

    -Ahh, ¡pero por supuesto! -soltó haciendo un poco de teatro burlón, sin perder de vista a Otto por el rabillo del ojo-, seguramente todo lo relacionado a TRAICIÓN lo aprendiste de tus maestras en el bando de la luz, ¿no?. No creas que me olvido niña, más de una vez te vi llorando en las celdas de Nurmengard. ¿Y ahora perteneces al bando tenebroso? ¿No es eso el significado de "traidor"? JA!.

     

    Nunca se sabe hasta donde caminar cuando algo nubla la visión y era eso exactamente lo que le estaba pasando al pelinegro: la ira había cegado por completo su razón y no se detendría hasta que fuera demasiado tarde. Las palabras de Mía recordando su intimidad con Zack ahondaron un poco más en la herida profunda de su orgullo y prefirió ignorar por completo la sincera mirada de disculpas que le brindaba la rubia. Como lo hace cualquier persona en una acalorada discusión, repasó rápidamente en su cabeza las palabras de cada uno de los presente buscando grietas de las cuales agarrarse. Alejándose un poco de la pelirroja en dirección a la cocina, continuó sin darle la espalda.

     

    -No, claro que no, nada nos emparenta niña -respondió limpiando la sangre que le quedaba en la mano con el torso de la remera de Helloween y tomó del pico la botella de vodka Asgardiano que utilizaba Sunev-, sigue creyendo tu historia de princesas rosadas en la que tu padre es aquel cobarde que prefiere alimentar una mentira fácil que admitir la difícil verdad. Tal vez puedas vender la idea para una telenovela muggle.

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  10. —Nunca han sido fuertes los lazos con mi hijos amor —soltó terminando de devorar el trozo de carne que el hábil elfo había preparado—. No es una destacada facultad de los Crowley el amor paternal.

    La última frase le trajo a León más de un recuerdo doloroso de su infancia en los bastos terrenos del hogar de su padre, recuerdos que bien podrían ser una sarta de mentiras de Baphometh, cuando este se apoderó de su cuerpo. Sus numerosos hijos e hijas no recibieron mucho cariño o amor de su parte. Estaba más interesado en que aprendieran a defenderse, a no dejarse de nadie; a luchar por lo que querían a toda costa. Si, eran cosas necesarias en la vida, pero no tan necesario como un abrazo o un consejo. Entendió eso solo hasta que logró controlar al senescal, pero ya era demasiado tarde. 20 años tarde como se lo habían hecho saber Fokker y León Jr, luego de fallar un sectusempra conjunto.

    Justo había terminado el último vaso de jugo especial cuando vio entrar a la pelirroja por la puerta del jardín y tras colocarse de pie, recordó la sensación de la noche anterior. No había tenido forma de explicarle a Mía exactamente que había sentido, y agradecía a Odín que ella no se lo hubiera preguntado o habría sido aún más complicado convencerla de la verdad. En cuanto la mujer llegó al comedor junto al jardín, supo que Mía estaba en lo correcto al sugerir que no iba a ser fácil. Los ojos de Jessie aunque grises, parecían arder en llamas naranja al posarse sobre los pares oscuros del holandés. Extendió la mano a la recién casada y extendida se quedó. El tosco y cerrado saludo con que lo recibió fue todo el lenguaje de señas que necesitó, para saber que sería larga la mañana.

    —Buenos días Jessie —saludó de forma cortes y solemne. Habían sido muchas las veces que se había tenido que presentar ante alguien para después decirle que era su padre y luego de unas cuantas pataletas, largarse. Pero esta vez no podía hacerlo igual, esta vez tenía que decirle a la hija de la mujer que amaba, que también era su hija.

    Cual piedra que cae en el agua y genera una reacción en cadena de olas a lo largo de un lago hasta la orilla, cayó sobre el pelinegro el apellido del que Jessie creía, era su padre. Habían muchos Blacks en el mundo mágico, muchos apellidos conjugados, compuestos y conexos; tendría que ser el segundo o tercer apellido más mezclado del linaje mágico inglés, su misma mejor amiga era una de ellos, pero solo un Black había sido parte del pasado de Mía. Una parte de si mismo parecía haber omitido intencionalmente que la rubia había estado casada, que él mismo había felicitado a ese hombre por su unión y hasta habría brindado por su felicidad en el bar de la academia. El karma hace de las suyas cuando mejor se está. Agradeció que el arribo de Otto lo sacara de sus pensamiento y le respondió el saludo con un leve movimiento de la cabeza.

    —No Jessie, no hay ningún Black —dijo con la mirada fija en la pelirroja, repeliendo el fuego ya carmesí de sus ojos—. Solo hay un Crowley. Y ese Crowley soy yo. Y yo soy tu padre —soltó al fin, sintiendo como Mía apretaba con más fuerza su mano.

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  11. —Es sencillo elegir con quien compartir el resto de la vida si estás enamorado, ¿No crees? —preguntó luego de darle un corto beso antes de que la rubia ingresara a la ducha.


    No podía negar que el hecho de que Jessie creyera que uno de los ex de Mía fuera su padre, como tampoco podía negar que el solo pensar en alguna de sus parejas pasadas le incomodara. Con la basta experiencia que él mismo tenía de lo pequeño que era el mundo, no sería raro que conociera a esa persona. Era algo que en algún momento iba a suceder y si era en ese momento mucho mejor. Se puso de pie y por un instintivo reflejo se dirigió a uno de los armarios de la habitación creyendo encontrar ropa allí. Río para si mismo consiente de que en algún momento debía dejar un par de pantalones y camisas en ese lugar y sacó del bolsillo derecho del abrigo lo que parecía ser un monedero; tanto tiempo viajando por diferente lugares le había enseñado a ser precavido y tener un par de mudas de cambio bajo un hechizo de expansión indetectable.


    Llevaba un par de meses de nuevo en casa, por lo que la muda limpia que quedaba, no era precisamente la más adecuada para darse a conocer ante su hija o al resto de la familia de su novia -si, ya podía nombrarla así-, pero dadas las circunstancias, prefería eso a la camisa ensangrentada y con fuerte aroma a tabaco y licor. Unos vaqueros oscuros, unas Converse clásicas y una camiseta o remera de su banda muggle favorita era lo único que había en la maleta. Solo esperaba que si alguien veía su remera la asociara a la festividad clásica de octubre y no a la banda de Power Metal alemana. Cuando escuchó a la rubia salir del baño, casi no logra controlar un intenso deseo de quitarle la bata y secar personalmente cada gota de su cuerpo.


    —¿Llegó sola, dices? —preguntó ya desde el interior de la ducha—, espero que hayan pasado tan buena noche como nosotros, aunque se veían muy cansados.


    El agua cayó sobre su cuerpo refrescando como la lluvia de otoño lo hace en la planicie del Serengueti luego de meses de sofocante sequía. La sangre seca se escurría por su torso y piernas revelando las marcas del reciente encuentro con su infinito huésped y el olor a vodka se desprendía de su cuerpo sin dejar rastro. No lo había notado pero cohabitando con el hambre, una sed marcada se manifestaba en la resequedad de sus labios y se preguntó si la ojiverde lo había notado en cada beso. Se quedó un rato en silencio bajo el agua fría, perdido en sus pensamientos y contemplando lo mucho que había cambio su forma de vivir el día a día en las últimas semanas. El reflejo en el espejo al otro lado de la puerta de vidrio reflejaba un cuerpo borroso, agotado y maltratado, combatiente de mil guerras y batallas. Pero su rostro evidenciaba lo contrario, tenía una sonrisa permanente que parecía imprimir la misma a alegría a sus ojos oscuros. Nada comparado a la persona que había vuelto a Ottery, unos meses atrás.


    Conservando la misma sonrisa salió del baño, ya vistiendo la muy informal ropa que, comparado con el impecable vestido rosa de Mía, desentonaba aún más al punto que un leve sonrojo pasó por sus mejillas; sonrojo que se evaporó cuando ella tomó su mano y sin importarle nada, salió con él de la habitación. Nunca había estado en el castillo Black Lestrange a plena luz del día pero sentía una tranquilidad y una confianza que no era normales en una persona que detesta estar en un lugar que no conoce. Décadas habían pasado también desde que había caminado de la mano de alguien y aún así, parecía que el contacto confería la seguridad suficiente como para sentirlo un acto normal y propio. Al llegar a la cocina, pudo sentir un aroma en especial por encima de cualquier otro. Esperaba que Jessie y Otto tuvieran una unión tan estable como la del zumo de naranja y el vodka.


    —Yo si recibo ese delicioso jugo especial —soltó sentándose junto a Mía al tiempo que tomaba el vaso antes de que el elfo, que miraba sorprendido, lo retirara—. Tal vez un buen trozo de carne cocida o asada con de arroz y un pan para mi, si no es demasiado pedir.


    Si su figura estaba delgada y maltrecha, no era por falta de comida precisamente. El gasto de energía que implicaba tener controlado al senescal conllevaba que su cuerpo se consumiera a limites extremos, razón por la cual debía devolver al organismo lo perdido. Tomó el jugo especial y lo vertió por su garganta como si su vida dependiera de ello y apelando a la exageración insignia de su lado materno, bien podía decir que así era. El tibio aire que entraba por los ventanales arrastraba consigo el dulce aroma de los álamos cuya vista calmaba tanto al holandés. Se sorprendió un poco al encontrarse a si mismo que no le desagradaba en absoluto despertar de esa forma todas las mañanas. Aún más sorpresa cuando una pregunta relacionada surgió de los labios de la matriarca. Se recordó a si miso revisar los registros académicos, por si ella había aprendido legeremancia en su tiempo ausente.


    —Pensé en irme en el momento en que descubrí lo de Jessie —confesó tomando la mano de Mía y contemplando por un rápido instante, como los rayos del sol se fundían en su cabello—. Pero me pareció más conveniente quedarme y aclarar el tema contigo. Ademas mi amor, recuerda que llevo más de 15 años sin venir a Ottery. Todo lo que en algún momento fue el hogar de los Crowley, es ahora una vieja edificación habitada por fantasmas y elfos gruñones. 15 años en los que no supe de mis hijos más que para contarles la naturaleza de su condición, o de mis nietos, de mis hermanos o amigos que tengo intención de recuperar —hizo una pausa justo para el momento en que el elfo recargaba el vaso. Notó el tono melancólico de sus palabras y la triste facción montada en su rostro y la cambió por una sonrisa honesta en sus labios—. Dicen que la familia está donde está el corazón de uno y como te lo dije hace un momento, mi corazón está contigo. Así que de una u otra forma, estar contigo también es estar con mi familia.

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  12. Seguramente muchas iban a ser las preguntas pendientes en lo que sería su relación de ahí en adelante, más teniendo presente que ambos tendrían que convivir con el amor que se tenían y al mismo tiempo con el odio que sus contra-partes podrían profesarse. El silencio subsiguiente a su última frase se le había hecho más largo de lo que hubiera querido, unos dos o tres segundos dignos de la sala del tiempo de Kamisama. No le preocupaba tanto si era o no correspondido, ya se había lanzado al vació y lo peor que podría suceder era estrellarse; le preocupaba en realidad era que perdiera el control sobre si misma y su entidad hiciera de las suyas.


    Cuando se dio cuenta estaba de nuevo fundido en los labios de Mía, en sus cabellos rubios como siempre los traía y con un leve indicio de la presencia de Rusalka en su cuerpo. Paso la mano debajo del cuerpo de ella y volvió a rezar el conjuro de sanación. Él también se lo hubiera conjurado a si mismo, si las subsiguientes palabras de la Black Lestrange no le hubieran producido el mismo efecto. No físico, no corpóreo como lo hacía el conjuro, pero si interno; su alma dio un respiro cuando, por las mismas palabras de Mía, su amor, igual de confuso e inexplicable, era correspondido.


    —Ni yo quiero alejarme de tu vida. Te encontré sin estar buscándote y no pienso darme el lujo de perderte —Se dejó caer a su lado, acariciando el contorno de su rostro cansado—. Por supuesto que tiene que saberlo mi amor, cuando hayamos terminado de procesarlo nosotros.


    Si, las palabras de la matriarca estaba cargadas de razón y era justo que Jessie supiera la verdad, por más loca que pareciera. Si fue duro para Mía saber la naturaleza de la concepción de su hija, sería el doble para la pelirroja, ya que a falta de un demonio detrás de ella, tendría dos. Sin embargo, dada la edad de Jessie no era algo que le preocupara mucho a León, pero no sería este el momento de explicar en detalle a Mía. Él mismo había tardado más de 18 años buscando unas solución si no a su problema, al que habían heredado sus hijos, y si de suerte estaban, tal podría funcionar en Jessie incluso para la Maldición de Artemisa.


    No te preocupes por ahora de eso, Jessie es muy joven aún y solo se pertenece a ella misma. Bueno, tal vez a Otto —Sonrió mirando de reojo lo maltrecha que había quedado la habitación.—. ¿Te parece si desayunamos algo antes de ir a buscar a Jessie? Todo esto me ha dejado un poco hambriento.

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  13. Bueeeenas.


    Hola Cissy :3

    Vi tus últimas entregas y me parecieron geniales, así que vengo a pedir cacao como decimos en mi tierra por una firma así bien darks. Veo que tienes la opción de elegir la imagen, así que me apego a ella porque soy terrriblemente malo buscando imágenes y capaz termino trayendo una de Patricio Estrella. Por favor, quisiera lo siguiente:

     

    Emergencia Firmera
    Diseño : Firma
    Texto: (ninguno)
    Especificaciones [Forma | Colores | Fonts |Características del personaje]: Pues que te digo yo. León es un exmortifago, ya entrado sobre los 40, de pelo negro y ojos iguales. De cuerpo atletico y barba opcional. Me gustan mucho las imágenes de anime (aunque no es requisito) y fondo oscuro como el ejemplo que tiene de las firmas 2, 7, 8 o 10. Si aún es Maca parte de la firmería, tal vez pueda darte una idea de mis gustos artísticos jajaja

     

     

     

     

    De antemano, muchísimas gracias *-*

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  14. —No sabía nada de lo que podía ocurrir mi amor. Baphometh influía en mi, me llevaba a hacer cosas que en su momento no veía problema. —Había notado ya el cambio en la actitud de la ya no tan rubia, que de vez en cambio se aquejaba de un dolor interno, de una batalla librada en su interior—. En cuanto descubrí lo que él intentaba, me fui, me perdí de todo el mundo. Avisé a mis hijos, o los que sabía que tenía de lo que estaba pasando y busque la forma de librarlos de su maldición.


    **¡Jessie me pertenece a mí, no a ella! ¡Ella nisiquiera estuvo ahí! **


    No había terminado de hablar cuando la voz de la súcubo se manifestó de los labios de Mía que ya había perdido el tono natural de su cabello. Debía admitir que el color rojo le quedaba muy bien pero no era el momento de perder la concentración. Rusalka estaba a punto de controlar a Mía y sería él el culpable, así nadie más lo supiera, él si y jamás podría perdonárselo. Aprovechó el instante en que la Black Lestrange le dio la espalda al dirigirse a la cama, para poner la mano sobre su espalda y conjurar algo de lo aprendido en África


    —Ga terug, demon, die vol zit met kinderen

    **No funcionará en ella, tendrás que esforzarte un poco más, cachorro**

    —Ga terug, demon, die vol zit met kinderen


    Contrario a lo que el demonio aseguraba, el conjuro había funcionado, o al menos eso creía. Algunos mechones rubios se colaban por entre el rojizo intenso que había tomado su cabello. Las palabras de la demonio seguían saliendo disparadas por entre los labios de Mía. Si algo había aprendido es que nada frustra más a este tipo de entes que ser completamente ignorados, razón por la cual obvió las palabras y se acercó hasta la cama. La pregunta, que claramente era de Mía y no de la Rusalka lo dejó de una pieza. A pesar de ser la influencia del demonio la que lo invitaba a cometer una y otra fechoría, era él quien decidía hacerlo o no.


    —Fui yo el que estuvo ahí Mía, fui yo el que te invitó al despacho, fui yo el que te robó el beso —Se subió a la cama y acomodó sobre la ojiverde, conteniendo con brazos y piernas sus sacudidas. Dos palabras de Rusalka fueron las que no pudo ignorar. Ni él ni Baphometh—. Soy yo el que está hoy acá, soy yo el está contigo, soy yo el que...


    **¡No tienes el coraje!**


    —Soy yo el que está enamorado de ti —Susurró al fin depositando un beso en sus labios. No sabía si funcionaría o no, pero era un peso que se había quitado de encima.


    **Cursi**

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  15. No amor, aún no soy lo suficientemente fuerte —respondió al sentir sus labios tibios y suaves—, y sé bien que no cuadran los tiempos, yo tampoco tengo claros los tiempos, pero esa sensación jamas ha fallado.


    Podía notar como la expresión de Mía cambiaba de compasiva a combativa con el simple hecho de debatir lo que León le acababa de soltar. No, no era una noticia fácil para nadie y menos 20 años después de su última aventura en el despacho del director de la academia. Con una floritura de la varita que aún tenía en la mano, acercó hacia él una botella de plata del interior del abrigo que traía la noche anterior y que contenía una pócima herbovitalizante africana de la cual tomo un largo sorbo. Dejó que la sustancia recorriera cada uno de los recónditos rincones de su cuerpo, alimentando células, tejidos y órganos. El cuerpo se relajó y sintió alivio al fin. Necesitaba toda la energía posible para convencer a Mía sin que ella se disgustara más.


    —Mía, yo abandoné la academia hace 19 años, y un año más tarde me fui de Londres —tomó un nuevo sorbo y se sentó al lado de la matriarca, tomando su mano con firmeza—, eso quiere decir que al menos hace 20 años que estuvimos juntos en el despacho, ¿No es así?.


    Escuchó con atención la replica de la ojiverde, notando como cada vez atenuaba más su voz y el énfasis de sus palabras se hacía más fuerte e intenso. Notaba a simple vista el disgusto en su expresión y soltó su mano, consiente de que tal vez necesitaba un tiempo para similar lo que le estaba diciendo. Notó como su mano se deslizó a la parte anterior de sus espalda y oprimía su propio sello. Sabía que Mía también había sido poseída por una demonio, pero no tenía muy claro qué clase de súcubo era. Cuando escuchó el nombre, retumbó algo en su cabeza.


    **¡¿Qué?! ¿Rusalka? ¿Que está haciendo esa buscaniños acá? ¡Vaya que las consigues averiadas cachorro!**


    Destestaba infinitamente que lo llamara así. De alguna forma, el nombre de la demonio había sacado de sus cabales a Baphometh y había buscado la forma de hacerse sentir. El sello seguía vigente pero la voz del ente se hacía sentir lo suficiente como para desconcertar a León. Tomó otro sorbo de la botella y se puso de pie frente a la ventana. Por alguna extraña razón, la vista de los álamos despejaba su mente y le permitía pensar con un poco más de claridad. El senescal seguía maldiciendo en su cabeza disparates hasta que algo llamó la atención: Artemisa. La posesión de Mía era filial. Eso aclaraba un poco las cosas.


    —Si, es cierto, los tiempos son exactos cuando las dos partes son equivalentes —Volvió a mirar a Mía con una leve sonrisa en su rostro—. Mía, ¿Hace cuanto que Rusalka habita en ti?

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  16. —Yo sé que no es de mi incumbencia mi amor —se sorprendió a si mismo llamándola de tal forma—, y perdóname si estoy metiéndome en tema que no debo pero....


    Estaba seguro que con palabras no iba a lograr que Mía le creyera y si le creía, no le iba a entender. Solo había una forma de convencerla de lo que estaba pasando y era eso precisamente lo que había estado evitando los últimos meses. La presencia del senescal de Garuda se había disminuido desde que había empezado a salir con Mía y estaba seguro que de abrirle un mínimo de luz al demonio, no sería fácil volverlo a encerrar. Puso en una balanza el nuevamente tener que luchar por controlar a Baphomet o correr el riesgo de Perder a Mía. La decisión fue más sencilla de lo que pensó.


    Ok Mía, hay algo que debes saber antes —depositó un beso en los labios de la ojiverde y se puso de pie ante ella despojándose de la bata.


    Cerró los ojos por unos minutos y abrió el sello de Dohko que mantenía al demonio atrapado en su interior. En la piel del holandés se empezaron a notar líneas que dibujaban patrones aleatorios que subían por su torso hasta la base del cuello. El cabello negro se tornó plateado y creció casi hasta la mitad de su espalda. Sus parpados se levantaron suavemente para revelar un par de ojos amarillos y desorientados que vagaban de un lado a otro hasta posarse en las piernas contorneadas de la rubia.


    **AGHH AGHH, ¿Qué? ¡¿Ahh?! ¡¿Estoy afuera?!... JAJAJA ¡Jo**dos africanos! ¿No decían que nunca iba a salir de nuevo? HAHAHA ¡Insecto!**


    —Él es Baphomet. Íncubo del Garuda y demonio que habita en mi desde hace muchos más años de los que querría aceptar —Tenía ganas de lanzarse hacia ella y tomarla de las manos, pero ignorante de la reacción de su otra mitad, prefirió mantener la distancia. Su voz sonaba más grave de lo normal y con eco, como si dos personas hablaran al mismo tiempo—. Él es la razón por la que me ausentara tanto tiempo y que abandonara la academia. Su único objetivo en la tierra es reproducir su semilla e infestar de demonios todo el mundo mágico, haciendo el terreno para una invasión apocalíptica o eso es lo que él dice.


    **Ñomi ñomi, has estado ocupado Crowley. Esta mujer se ve sencillamente deliciosa... anda déjame acercarme**


    >>Por mucho tiempo fui cómplice de esa misión, inconsciente de lo que estaba haciendo. Desde que me fui de Londres hace un par de años he luchado internamente con él para detener su plan y la última vez, casi me costó la vida. Tu fuiste de la primera persona que me vio cuando volví y puedes dar fe del estado en que me encontraba. No me puedo librar nunca de él, eso significaría mi muerte. Buscar como encerrarlo me llevó a recorrer muchos sitios hasta que al fin lo logré, pero requiere mucho trabajo. Y no sé porqué pero desde que estoy contigo, me ha sido más fácil controlarlo.


    **Ohh, veo que sientes cosas por ella. ¿Ella lo sabe? ¿Has tenido los pantalones decirle? ¡OYE, RUBIA! !ESTE i****** TE... ¡NOO! ¡NO OTRA VEZ!**


    Nuevamente bajó la mirada ignorando los gritos del demonio en su cabeza y se concentró en si mismo, en lo que había aprendido de los hermanos de la escuela de magia africana Uagadou en Las Montañas de la Luna. Lentamente el color de su piel volvió a la normalidad y sus ojos y cabello tomaron el color oscuro característico de los Crowley. Agotado se dejó caer al piso cerca de la bata la cual volvió a tomar para cubrir su cuerpo. El trazo que habían dibujado las lineas por su espalda y torso, eran ahora heridas abiertas que emanaban sangre. Abrir el sello era fácil, pero cerrarlo nuevamente no era sencillo y consumía bastante energía la cual no tenía. Tomó la varita y detuvo el sangrado con un conjuro de sanación. Levantó la mirada cansada para contemplar a Mía nuevamente.


    —Tantos años cargando con su presencia, me ha otorgado algunas habilidades propias de él. Entre esas, reconocer sus hijos Mía, y anoche, cuando abracé a Jessie... sentí que... —Reunió la poca energía que le quedaba y se sentó frente a ella tomándola de las manos soltando las cosas como—. Amor, lo que te quiero decir es que... Jessie es mi hija.

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  17. Las palabras habían sonado con más gravedad de la que hubiera querido pero habían despertado el interés suficiente en ella como para despabilar por completo el sueño remanente que suele quedar luego de una noche bastante movida. Perdió por un momento la idea de lo que tenía que decirle al ver su inmaculado cuerpo desnudo caminar hasta el armario y volvió en si al verla sentarse lejos de la cama. Tomaba el café cuando escuchó las últimas palabras, que le hicieron casi tirarlo al piso

     

    —¡No, cariño! —exclamó dejando la taza a un lado—, al contrario Mía, amanecer a tu lado es lo mejor que me ha podido pasar en los últimos meses, por no decir años —hizo una pausa y se puso de pie, de nuevo frente a la ventana—. Es solo que anoche me di cuenta de algo, y si queremos empezar lo que creo que queremos empezar, es mejor dejar las cosas lo más clara posibles.

     

    Por más que tratara enlazar las palabras de forma ordenada en una frase, no lograba articular lo que había sentido al momento de despedirse de Jessie. Mucho menos, tratar de explicar el porque no se lo dijo en ese momento, así que si él no era capaz de hacerse entender a si mismo, mucho menos iba a lograr que alguien más lo hiciera. Solo necesitaba encontrar la forma de hacerlo. Muchos años habían pasado y no sería fácil lograr que le creyera.

     

    Para ninguno de los dos es un secreto el pasado que corre sobre nuestros hombros. Tenemos años en diferentes instituciones y conocimos mucha gente allí —se alejó de la ventana al percatarse que aún estaba desnudo y que ya empezaban a transitar elfos por el jardín trasero de la casa. Con un sutil movimiento de la varita materializó una bata se de negra, parecida la de Mía—. Y créeme, no es mi intención cuestionar nada de lo que haya sucedido en ese pasado, pero hay algo que me carcome por dentro y si estoy en lo correcto, es necesario que ambos sepamos la verdad.

     

    Se acercó a la silla donde descansaba la Black Lestrange y la miró directamente a los ojos.

     

    Mía, ¿Quien es el padre de Jessie?

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  18. Buenas tardes. Paso a pedir la modificación de mi ficha, agregando la familia Black Lestrange ala familia adoptiova, quedando la parte superior de la siguiente forma

     

     

     

    Datos Personales

     

     

    - Nombre del Personaje: León C. Crowley

     

    - Sexo: Masculino

     

    - Edad: Joven, 250 años, pero aparenta 40. Nació el 24 de Mayo de 1464

     

    - Nacionalidad: Holandés

     

    - Familias:

    1. Familia Sanguínea: Crowley *Patriarca*

    2. Familia Adoptiva: Black Lestrange

     

     

    No edito mi ficha hace mucho, así que si me faltó agregar algo, por favor me lo hacen saber.

     

    Muchas gracias modes.

  19. Bueeeenos días.

    Como ya se sospechaba y se veía venir, vengo a pedir ingreso a la familia bajo el lazo adoptivo.

    Nombre del personaje: León Crowley
    Link a la ficha de personaje: Ficha
    Link a la bóveda en Gringotts: Bóveda
    Elfos registrados:
    Arthur: Elfo personal de León. Atlético, con barba blanca y con un parche en el ojo izquierdo que perdió por un ataque de ira de Baphometh(demonio íncubo que habita en León), lo cual nunca se ha perdonado. Suele tener fallas de memoria por una resurrección reciente. Debidamente registrado ante el Ministerio de Magia.

     

    Irene: Delgada, de test más oscura de lo normal para un elfo. Llegó recientemente de la casa materna de León en Holanda para las necesidades de este en la nueva familia, por lo cual le cuesta un poco hacerse entender. Registro pendiente Debidamente registrada ante el Ministerio de Magia.

     

    Posible padre/madre: Esposo Novio de Mía :love:

    Nombre Real: Sergio
    Fecha de cumpleaños: 20 de Abril

    País: Colombia

    Redes Sociales: @Vodkaotico

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  20. —¿Cómo qué que hago acá, Sole?— indagó con una falsa mueca de indignación—, hasta donde vi la última vez, esta sigue siendo mi casa así no venga seguido, ni mis hijos, ni mis elfos...


    Hizo una pausa y se dio cuenta de lo alejado que estaba de todo lo que en algún momento fue. Llevaba años sin ver un amigo o tomar un buen vodka en un bar local. Claro, su salud no era precisamente la de un adolescente, pero nunca lo había sido tampoco, así que no era excusa. El Screwdriver se termino justo en el momento que elfo, que León desconocía por completo, hacía una seña para invitar a desayunar. Se puso de pie y tras sembrar un beso en la mejilla de cada una de las brujas, avanzó hacia el comedor invitándolas a acompañarlo.


    Como si el mismo Arthur hubiera dejado las instrucciones para el desayuno, la mesa estaba colocada justo al gusto del holandés; un vaso grande de jugo de naranja con algo de vodka para iniciar el día, un café cargado, par huevos revuelto con jamón serrano y un corte de lomo sudado. Los que en algunos países de suramerica llaman "Moñona". La brisa del norte barría los abetos del patio trasero de la mansión e invadía la cocina con el delicado olor de la montaña que se mezclaba con el del café en un solo aroma que llevaba extrañando desde que salió de Amsterdam, meses atrás.


    Y bien señoritas —preguntó a la Crowley y la Lestrange en cuanto cruzaron el portal de la cocina—, ¿Cómo van sus vidas?

  21. La mañana había llegado al fin y los débiles rayos de luz que se filtraban por las ramas de los arboles golpeaban en la ventana y daban lenta claridad a la habitación de la matriarca donde León volvía a despertar. Diferente a la noche anterior, este estaba ya de pie, pensativo y con la mirada perdida en el basto bosque trasero de la mansión. El impecable traje oscuro que vestía la noche anterior y el elegante vestido brillante de la rubia reposaban inertes a un lado de la cama donde la Black Lestrange reposaba dormida aún, con la perfecta silueta de su cuerpo desnudo cubierto apenas por una sabana de seda verde oliva. El dulce aroma del café del desayuno que minutos antes había llevado la ruborizada elfina por la desnudez del pelinegro, invadía la habitación por completo.


    El demonio holandés se giró hacia la cama y se tomo un tiempo para contemplar a Mía, incrédulo aún de lo que había sucedido la noche anterior en la boda de Jessie y Otto que, aunque tardó un poco más de lo que había pensado, había sido bastante entretenida y llena de gratos momentos para la feliz pareja. La alegría que transmitían había contagiado a los asistentes de tal forma que en determinado punto de la noche, no había una sola persona que no estuviera bailando o cantando al son de "Los Hechiceros del Swing" incluso, los representantes del ministerio de magia se unieron en un entretenido baile que emulaba los movimientos de un ave de corto vuelo muggle.


    Al caer la madrugada, los invitados, algunos ya borrachos, se retiraban a sus casas agradeciendo la velada y la oportunidad de compartir con la familia de tan magno evento, abrazando a los recién casados y deseándoles y vida llena de pasión y desenfreno. Si, con alcohol en la cabeza, nadie desea prosperidad. Al momento en que León fue a agradecer a Jessie la invitación, todo el vodka y el tequila que tomó, se fue de un solo golpe hasta los pies, la sangre se le heló y la piel se le puso de la misma ave de corto vuelo mencionada antes.


    Estuvo a punto de retirar el abrazo que le había brindado y salir del lugar, y lo habría hecho, sin duda, si la ocasión no significara tanto para Mía; la sonrisa en sus labios fue suficiente para esperar al otro día, así no tuviera ni la más mínima idea de como decirlo. El sol se había levantado lo suficiente como para burlar las últimas ramas de los arboles y pegaba ya de lleno contra la ventana y la almohada donde un par de ojos esmeralda comenzaban a abrirse. Acercó entonces el pelinegro el desayuno a la cama y se sentó a su lado.


    —Bueno días dormilona —selló el saludo con un beso en los labios—. Espero hayas descansado porque... necesitamos hablar.

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  22. Y ahí estaba otra vez, a unos cuantos metros de los terrenos de la mansión de los Black Lestrange, arreglado para una ocasión especial, de pie en la oscuridad del pequeño bosque de abetos que rodeaban el castillo, pensando. Era la segunda noche consecutiva que estaba en ese lugar y pese a que tenía muy claros los motivos de la primera visita, no lo eran tanto los de la segunda. Su cabeza era un manojo de dudas, preguntas y, pese a que se negaba a aceptarlo, temores. La invitación verbal que Mía le había hecho en la mañana pasaría como un evento más del amplio mundo mágico, de no ser por la connotación subsiguiente a la invitación: "Conocer la familia"

    No sería la primera vez que le hicieran esa invitación, y de haberla rechazado, tampoco sería la primera vez que lo hiciera. Sin embargo, para León esta vez era diferente, esta vez no quería huir, no quería correr, pero aún así, lo hizo. Esperó hasta que la rubia saliera del baño y con un beso en los labios se despidió sin dar la respuesta que ella esperaba. No porque le disgustara la idea de conocer la familia de Mía, de ser parte de su vida, de amanecer todos los días a su lado. No. Huyó porque las palabras de la rubia coincidían con lo que él estaba pensando en ese mismo momento y eso lo aterró. Para cuando se dio cuenta, ya estaba en la reja principal de la mansión.

    Buenas noches señor Crowley ―le saludó una elfina al ingresar. La misma que les había llevado el desayuno a Mía y a él en la mañana―. La ama Mía lo espera en el lugar de la ceremonia. Acompáñeme por favor.

    Apagó el cigarro y siguió a la criatura hasta el interior del jardín donde caminaban sonrientes algunos de los invitados los cuales reconoció al instante pero seguro de recibir sonrisas hipócritas y falsas, no se molestó en saludar. Un portal Fulgura conectaba los terrenos de la familia con un lugar que identificó sin mucho esfuerzo pese a la decoración la cual cambiaba por completo el aspecto del lugar. La tibia luz que emanaban las velas a lo ancho del lago contrastaban con la fría y densa noche de los Montes Cárpatos que servían de marco al más tenebroso e imponente castillo de la vieja república Rumana, una imagen que perfectamente podría haber sido un óleo de Courbet.

    Y allí, al borde del lago, estaba la razón que lo había llevado hasta allí. Avanzó hasta donde estaba la rubia, no sin antes pasar por una de las mesas de servicio y robar un vaso de whisky que vació en cuestión de segundos; valor liquido. Cuando llegó, Mía estaba de espaldas a él ordenando a uno de los elfos, servir más pasa/bocas a los invitados.

    Buenas noches anfitriona ―saludó tomándola por la cintura y en cuanto se giró, depositó un beso largo y delicado en sus labios―. Y bien ¿A quien debo conocer primero?

    @@Mia Black Lestrange

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