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Fengari M.

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Mensajes publicados por Fengari M.

  1. Esperaba que pronto terminara para que podamos volver a la tranquilidad de un ambiente donde el clima no fuera un fastidio. Pensé nuevamente que aquella clase había sido extrema al llevarnos ahí, pero también muy interesante. Miré a Sherlock y fruncí los labios algo fastidiada porque el duelo se extendía, miré de soslayo al oso que había devuelto al mago, y cómo este aún en el suelo de bruces, sostenía su varita.

     

    Antes de que dijera algo, me adelanté y haciendo una rápida floritura de mi varita, pensé "crece uñas" creando un rayo que viajó hacia el Holmes provocando que las uñas de sus ambas manos crecieran rápidamente, malogrando su puntería. Así que ví como su rayo caía a unos seis metros de mi ubicación, haciendo un hueco superficial en la tierra.

     

     

    Complacida con eso continúe con "morphos" transformando la única camiseta que usaba el mago en una avispa marina que al contacto con su pecho desataría sus toxinas en el mago envenenandolo y de no curarse le produciría la muerte.

  2. El viento arañaba mi rostro, podía sentirlo en la piel, y aunque me agradaban las maravillosas vistas blancas que nos rodeaban, preferiría en ese momento estar bajo un techo firme y una taza de chocolate caliente. Observé los movimientos del guerrero uzza a la distancia, golpeando su cabeza a la nieve, como un pájaro carpintero al tronco de un árbol. Sonreí con aquella situación cómica, y aunque no me hubiera molestado ayudarlo con empujar su cabeza al suelo frio –y de forma menos amable- me conformé con aquella minúscula muestra de agresión de su parte.

     

    Observé también como movía su varita viendo a lo lejos, jugar a un par de oseznos polares. Los observé como a cuarenta metros, pero no jugando, sino aferrándose ante el salvaje viento que había logrado espantar a todas las criaturas de alrededor, pues la velocidad con la que corría el viento era altísima. Los oseznos empezaron a correr, pero el viento los obligó a volver en su dirección buscando cobijo, probablemente asustados por el clima, después de unos segundos, ya estaban fuera de vista. Me lamenté por ellos, puesto que de seguro habían perdido a su madre.

     

    Volví a observar al Holmes, a quien le caía un rayo que parecía ser absorbido por un hechizo. Hice un mohín mirando como el mago había encantado a un tronco hueco cerca de mí. Suspiré y sonreí, encantada por la ocasión perfecta para usar aquel hechizo que hacía poco había aprendido. «Orbis Bestiarum» pensé provocando un anillo de color dorado que envolvió a la bestia justo antes de que se acercara a mí, controlándola para que obedeciera mi orden: ataca a mi enemigo. El oso corrió en dirección a Sherlock con intenciones de embestirlo salvajemente. De hacerlo, le arrancaría el brazo o se comería su rostro. Pensé en todo ello sin remordimientos.

     

    Después me concentré en la ubicación del Holmes, y pensé en «Zancadilla» embrujándolo para que caiga al suelo con brusquedad, atándole un lazo mágico a los tobillos.

  3. Después de comer todos los dulces que había llevado en la bandeja, a excepción de la fruta, decidí que necesitaría algo más para darme por satisfecha— espérame un momento, iré por un sándwich, hoy tengo mucha hambre —le dije sonriendo, dirigiéndome nuevamente a la mesa donde estaba servido el buffet. Busque algunos sándwiches y tome dos, por si Tauro también quería uno, además elegí dos vamos de jugo de naranja «aunque no es sangre» pensé traviesa imaginando traer mi vaso personal de sangre con sorbete y adornitos, tipo coctel al ministerio.

     

    Regresé a la mesa y puse el vaso de jugo para la peliazul— ¿sed?

     

    Me acomodé y mordí un poco del sándwich, no podía hablar pero estaba atenta a lo que decía. Seguía con atención poco a poco su explicación sobre un experimento que tenía planeado, al parecer aun no lo había hecho, pero su invitación a ser parte de él me conmovió. Asentí. Tauro era de las pocas personas con las que había logrado una conexión desde hace muchos años, y en mi retorno a la comunidad mágica, se había convertido en una de las amigas más leales y comprensivas que tenía.

     

    En ese momento me puse a pensar seriamente sobre el parentesco que podría existir entre Tauro y yo. recordaba la ultima vez que había estado reunida con los Munter, por invitación de ella, parecía una reunión familiar donde también estaba Anne, pero no sabia a ciencia cierta los lazos que existieran entre todos ellos. esa consciente que la peliazul era parte de esa familia, ¿pero que tan cercana era Tauro a mi madre? ¿cual era el lazo entre ellas? Terminé de comer y sonreí.

     

    —te agradezco por considerarme para tu experimento. Yo estaré encantada de ayudarte, pero no quisiera ser una traba en el desarrollo del mismo. Porque no tengo mucha experiencia en el campo…

     

     

    @

  4. —oh! Excelente! Me encantara estar por ahí, de hecho el fin de semana sería perfecto —pensé considerando que las mañanas de los sábados eran muy solitarias— podríamos desayunar juntas Tau.

     

    Y la soledad no era incomoda la mayoría de las veces, pero debía admitir que en ocasiones, por momentos cortos, los espacios se hacían más grandes y el eco de una sola voz era demasiado triste. Suspire reevaluando la facilidad con la que podía cambiar nuestra perspectiva cuando consideramos los pequeños momentos, esos que ignoramos, aquellos que al restarle importancia por insignificantes, eran los que contaban. Suspire volviendo a concentrarme en la conversación.

     

    Sonreí terminando la última porción del turrón, fascinada por el dulce arenoso en el paladar, con aroma a licor y suaves toques de anís y otras especias. Estaba enamorada de ese sabor. Pestañeé observando a los demás, asintiendo y debatiéndome a donde seguir— bueno, no estoy segura, hay tanto que ver! ¿A dónde quieres ir tu Tau?

     

    De pronto escuché una voz familiar y me tenté a girar a su encuentro, pero solo me tomé la mejilla después de recibir un beso de mi hermana —Nicole! —su presencia fue tan sorpresiva que sonreí un rato mientras ordenaba mis ideas, estaba feliz por verla ahí, miré a Tau y a los otros magos en la mesa, suponiendo que todos se conocían, sin embargo no estaba segura de que conocieran nuestro parentesco, y definitivamente eso podría darme un comodín con Tauro y su curiosidad sobre mi familia sanguínea—. Ella es Nicole, mi hermana.

     

    —Estoy sorprendida de verte aquí Nicole ¿Encontraste cosas ricas?

     

     

    @@@Nicole Evans Crowley

  5.  

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    ID: 117776

    Nick: Fengari Naberrie Black

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    Fecha: 2019-11-23

     

    Objeto: Navaja mágica multiusos

    Puntos: 80

    Precio: 4000 Galeones.

     

    Objeto: Baúl de siete cerrojos

    Puntos: 40

    Precio: 2000 Galeones.

     

    Total de puntos: 120

    Total de Galeones: 6000

     

     

  6. Observé al Holmes, cómo quien analiza una hoja de evaluación, no lo conocía mucho, pero había tratado de ser amable en el campamento. Sin embargo, todos eran amables hasta que llegaba el momento de un duelo. Mojé mis labios y sentí el frescor del aire, el clima era particularmente frío y aunque me adaptaba a éste, me impresionaba todo el paisaje blanco del lugar. Centré nuevamente los ojos en el hechicero, escrutándolo, y aunque me mostraba serena e imperturbable, por dentro me debatía si aquel duelo sería tranquilo o rudo.

     

    Dejé que el rayo me impactara, y en lugar de sangre o dolor profundo, sentí muchas ganas de reír. No obstante, aún tenía firme mi varita en la mano derecha y tenía consciencia sobre el duelo y mi futura respuesta al Holmes.

     

    Pensé entonces en salvaguarda mágica e inmediatamente el efecto me hizo intangible, tanto que ninguna materia sólida podría atravesarme, como las flechas que venían hacia mí, que traspasaron mi cuerpo sin hacerme daño. Me sentí segura y fijé los ojos en el mago, analizando la jugada que intentó hacer, comprendiendo que el mago iba a hacer las cosas más rudas.

     

    -- Entonces quieres jugar así. Pues así jugaremos --dije batiendo las pestañas, pensando en lo que haría a continuación.

     

    Y de la misma forma que el mago intentó herirme, lo haría yo. Aún firme pensé en un disparo de flechas , invocando una docena de flechas que impactarian en el mago. Las flechas chocarían sobre sus ojos, tronco y brazos.

  7. Mi mente empezó a maquinar todo lo que podría hacer en ese laboratorio, y no solo eso, sino también los libros a disposición que podría tomar para leer. La idea me entusiasmaba mucho, imaginar despertar y poder acceder a un laboratorio y un invernadero a cualquier hora del día, estudiar más o simplemente disfrutar de la naturaleza y sus bondades... Todo aquello era aire fresco para mi mente. Sonreí ampliamente y recobre nuevamente el semblante, miré la galleta que tenía en la mano, aquella que trataba de controlar las ganas de presionarla, tanto como hacia conmigo misma; así que la observé apenas y decidí dejarla sobre un plato, empezaba a sentir un poco de náuseas en el estómago por los nervios.

     

    Hace mucho que no disfruto de la magia, de las pociones como tal, es decir, de hacer mis propias de pociones, de abonar la tierra de las plantas y recogerlas para fabricar algún antídoto o veneno. Tal vez desde la academia admiti forzando mi memoria.

     

    Extrañaba aquello años, donde todo era más sencillo. Tomé un poco del yogurt y dejé que mi mente se pusiera en blanco. Estaba cansada de tantas vueltas, de tanto desconcierto, que incluso sin hacer nada físico, me sentía rendida, por la velocidad con la que mi cabeza cavilaba el caos que se armaba alrededor de mi madre. Era absurda la cantidad de tiempo y ánimo que gastaba entorno a eso. Bebí más yogurt y me centré en la peliazul, su propuesta se me hacía más tentadora, era un cambio de aires, un nuevo comienzo.

     

    Sería un placer ayudarte en tu investigación, de hecho, creo que me harías un gran favor permitiéndome aprender de ti.

     

    Fue así que poco a poco comprendía mejor la pasión de la peliazul por las pociones y las criaturas, y el cariño con la que se relacionaba con la naturaleza. Entonces, en un giro de la conversación, Tauro mencionó aquello que también había percibido antes, una conexión agradable, cómoda, pero inexplicable.

     

    Yo también lo percibo, es interesante, no lo crees?

     

     

     

    @

  8.  

     

     

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    ID: 117776

    Nick: Fengari Naberrie Black

    Link a la Bóveda Trastero: (en caso de poseerla) bóveda 108354

    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: bóveda 101944

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    Fecha: 2019-11-23

     

    Objeto: Puertas Mágicas

    Puntos: 40

    Precio: 2000 Galeones.

     

    Objeto: Baúl de siete cerrojos

    Puntos: 40

    Precio: 2000 Galeones.

     

    Total de puntos: 80

    Total de Galeones: 4000

     

     

  9. —Estoy segura que también es acogedora —acordé sonriendo mirando de reojo el pasillo por el que llegó. Y recordé mi propuesta del elfo— Sí. Si quieres

     

    Pero entonces la mire y adiviné lo que pesaba. Relajé la mirada y me detuve a considerar hasta donde llevaría el secreto conmigo. Si callaba, tendría que ser absoluto, quitarme el recuerdo y empezar como si nunca hubiera llegado a mí esa información, pero, si ella lo descubría, todo explotaría y quizás perdería a la amiga que había encontrado en la peliazul. De cualquier forma todo se había enredado como una bola de estambre, donde cada hilo enredaba más la situación, atándome a un secreto, atándome a los Munter.

     

    Era como si escapara de mis manos, como si aunque evitara hacer algo que me acercara a ellos, el destino conspiraba para que me aproximara más a esa familia. Tan insondable, y me sentía cayendo en un agujero del que no parecía poder salir, por más que ignorara lo que sabía, por más que renegara del abandono de mis padres, ¿podría seguir adelante después de esto? «Pero es Tauro, ella podría entender» ¿y si le contaba todo a ella? ¿Y si todo resultaba mal? «Por eso no hay maleta» exhalé rindiéndome.

     

    —Tauro, hay algo que me gustaría contarte…

     

    Suspiré un poco dejando caer también todo el caos y las dudas que cargaba en mi espalda, me aferré más al respaldo del sillón pensando en las palabras adecuadas. No había como empezar o decirle eso, y lo peor, no estaba segura de como tomaría conocer mi complicación. Miré mis manos y conté en ellas las personas a las que había confiado lo que estaba a punto de decir «nadie», repasé con la mirada de un lado a otro el salón, y me centré finalmente en Tauro.

     

    —¿recuerdas que alguna vez me preguntaste por mis padres? —entonces llegó el elfo, y tuve que detenerme, no estaba segura si la peliazul había logrado escucharme.

     

     

    @

  10. Miré a Tauro consciente de lo que decía, cuando la observaba, podía notar que en ella había cierto sentimiento compartido que me era familiar, y por primera vez, consideré que tal vez ella podría tener una relación no tan perfecta con su madre, o con otro familiar, una relación rota o deslucida como la mía. Sonreí apenas mirando mi charola y debatiéndome si quizás estaba siendo demasiada terca o masoquista encerrándome en mi propia burbuja. Tauro había sido una amiga leal desde el primer momento que nos reencontramos.

     

    —Está bien —respondí finalmente, convencida de que me agradaba mucho la idea— lo pensaré, como lo pintas suena como una oferta irrechazable. Un invernadero y un laboratorio de pociones suenan fascinante—confesé, pues amaba las pociones, casi tanto como el arte.

     

    Realmente la peliazul se había convertido en una gran amiga, y un extraño lazo me unía a ella, algo que no podía explicar pero que intuía estaba relacionado con mi madre. En ese momento cierto sentimiento se coló en mi cuerpo, remordimiento. Mordí mis labios y abracé entre los dedos una galleta, concentrándome en no desmoronarla, esforzándome por ignorar la nostalgia y la culpa que crecían conforme más trataba de ignorar el hecho de que Anne era mi madre, y que Tauro, parte de su familia y mi amiga, no lo sabía.

     

    Entonces suspiré, bajando un poco la vista, cansada por llevar toda esa carga en los hombros. Cerré los ojos y bebí un poco de jugo, tratando de reponerme—. Cuéntame más sobre tu invernadero.

     

     

    @

  11. —¿un negocio de café colombiano? ¡Eso es maravilloso! Me encantaría conocer tu local Tauro, espero pronto visitarlo.

     

    Jugueteé con el tenedor removiendo una bolita dulce de color rosado, como una gragea gigante, apartándola de una esquina del turrón para tomar otra porción, llevándomela a la boca con religiosidad, saboreando el dulzor del postre mientras pensaba en todos los puntos positivos de tener una cafetería, y aunque me encantaba el café con azúcar, lo cual iba en contra de los grandes conocedores del café, ser dueña de una cafetería podría ser lo que todos los dormilones necesitábamos.

     

    Miré a Antoni y sonreí, se veía distante y un poco apesadumbrado, quería decirle que un poco de azúcar podría darle un golpe de energía, pero conocía esa sensación, cuando te encerrabas en la burbuja y a pesar de estar rodeado de muchas personas, sus sentimientos y palabras no llegaban a ti, porque los miedos y las dudas a veces eran demasiado grandes, cargas tan pesadas que hacían muros entre nosotros y el resto. Lo miré con ternura esperando que dejara esa etapa pronto.

     

    —¿hay algo que te gustó mucho en esta feria? —pregunté al Dracony.

     

    —También mencionaste que te dedicabas a las criaturas mágicas, debo admitir que no sé bien cómo cuidarlas, tal vez un día de estos podrías enseñarme. —recordé mirando a la peliazul.

     

     

     

    @@
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  12. Lo primero que observé fue al guerrero uzza, imponente y con una cantidad interesante de ropa, más para aquel clima que había elegido. Lo observé ya ubicado en un punto en particular, aún tenía ese semblante imperturbable que acentuaba su porte engreído, pero sin restarle atractivo. Le sonreí y casi le lanzo un besito intentando llamar su atención, más para enojarlo, que por gesto natural, pues estaba totalmente consciente que ese duelo era de suma importancia para poner a prueba los conocimientos sobre el libro de la Fortaleza.

     

    El frío podía sentirse, intentando calar en los huesos, pero para una criatura como yo, era más que tolerable. Todo el panorama níveo e invernal se convertía en el fondo perfecto para hacerme una con el paisaje. Mi cabello platinado se alzaba en un moño firme, vistiéndome de completo blanco, eligiendo un sujetador deportivo y unos pantalones militares del mismo tono pálido. Cerré mis ojos y me concentré.

     

    Me paré sobre una cruz, a unos nueve pasos del guerrero, observando la ubicación de mi compañero a similar distancia. Observé rápidamente mí alrededor, catalogando las pocas o nulas cosas que tenía cerca para usar. Mordí mis labios por dentro a consciencia, tendría que ser más creativa con los hechizos, o al revés, más consciente de lo que elegía. Asentí al uzza para indicarle que entendía sus indicaciones, y que también era consciente de su presencia «y que me distraía». Suspiré y decidí tomar la iniciativa.

     

    Aferré la varita plateada a la mano y «Embrujo punzante» pensé, enviando un rayo hacia el brujo, desconfigurándole el rostro a causa de una severa alergia, que impedía que éste viera con claridad, seguido por el dolor que debía sumar más molestia a su cara. Tomé aire y me quedé en silencio observando el resultado.

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  13. Además de aquel cofrecito finamente tallado, había otros objetos cuidadosamente elegidos, que denotaban conocimiento sobre arte y gusto exquisito. Maravillada con cada uno de ellos, tomé una pequeña estatua de bronce, los años habían acentuado cada línea. «Un thestral», macabro y llamativo a la vez, la fina capa de polvo me decía que mucho tiempo acaecía desde la última vez que los cuidaron. Me moje los labios y observe los demás rincones de la habitación, había mucho por admirar, incluidos los restos de jarrones rotos, empujados quizás por el viento que entraba desde las altas ventanas.

     

    Suspiré dejando en su lugar la estatua, y caminé hacia las ventanas del salón, lento, delineando con la yema de los dedos las diferentes texturas de la tela de los sillones; jalando las cortinas para cerrar las puertas de vidrio, esperaba al menos evitar que el viento empujara otros artefactos de la habitación, no sin antes registrar la magnífica vista que poseían los balcones del Ático Munter. «¿Por qué estas aquí?» me pregunté, aunque ni yo estaba segura de la respuesta. De pronto, unos ruidos secos, provenientes del interior de la mansión llamaron mi atención. Me apresuré en cerrar las ventanas y curiosa fui al encuentro de la causa.

     

    —¡Tauro!

     

    Sonreí al reconocerla, acercándome a ella esquivando algunos bultos del suelo. Hacia unas horas lo había decidido, a medias, enfundada en osadía e ímpetu, encarar a Anne de una vez por todas, pero entonces recordé la invitación de Tauro. «Decidiste venir, y no trajiste equipaje» amplié mi sonrisa nerviosamente. No quise responderle directamente, porque aún no estaba segura de que hacer, así que traté de darle una respuesta real.

     

    —Tu casa… ático, las vistas desde aquí son impresionantes, aunque el acceso es algo complejo —admití dando un vistazo en dirección a los varios pares de puerta— espero que el elfo del elevador no se queje, pero, quizás lo asusté un poco. —Miré alrededor y comprendí porqué algunas cosas estaban algo descuidadas, me apené por las ornamentos que decoraban la mansión, que apremiaban un mejor cuidado, pero comprendí perfectamente lo que significaba la ausencia de elfos. Mientras vivía en Francia, entre muggles, los extrañé mucho—. No te preocupes, es imponente incluso con algo de desorden. Hay cosas increíbles aquí.

     

    Me senté en uno de los sillones y la miré algo distraída, suponiendo por el desbarajuste— ¿está todo bien? Te escuché llegar antes de que estuvieras aquí… podría traer a mi elfo para ayudar un poco, si quieres.

     

     

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  14. —¿las notas dependerán de esto? —Repetí visualizándome en un posible futuro llevando nuevamente ese curso—. Ok, ¿Qué nos pidió que hiciéramos?

     

    No esperé a la respuesta y me adelanté unos pasos para observar al oponente, las cadavéricas formas que amenazaban con ingresar, sin embargo el encantamiento lanzado por el Malfoy creaba una barrera invisible que impedía que éstos ingresaran, y claro, estaba tan convencida de mi seguridad, que mientras estudiaba que maldición usar, un ágil arañazo en mi tobillo me alarmó volviéndome rápidamente hacia el causante.

     

    Mi respiración empezó a agitarse cuando del suelo y las paredes se desprendían momias, una de ellas se arrastraba por los suelos e intentaba tomarme por el tobillo. Agité la pierna dándole una patada en la cabeza, y me aparté de la criatura hacia un punto medio, pero al levantar los ojos, vi que más momias se acercaban, acechándonos. Eché un vistazo rápidamente hacia la profesora, pero ésta se mantenía en sus indicaciones y no parecía tener intenciones de ayudarnos. «Vamos Fengari, concéntrate» me animé, rebuscando en las premisas que había dado antes la hechicera, «Barrera maldita» la frase vino a mi mente al recordar la sugerencia de la Delacoure.

     

    Centré mi vista en uno de los accesos al espacio donde nos encontrábamos, un pasadizo angosto que esperaba nos llevara hacia la salida, me concentré en su tamaño, dibujé visualmente lo que rodeaba a la entrada y empecé a murmurar «barrera maldita» extendía mis manos conforme visualizaba la barrera, desde el suelo, empujando la energía con mis manos lentamente hacia arriba, erigiendo una especie de muro translucido que creaba de la nada, apoyándose en las paredes, en la tierra y creciendo hasta el techo, como un velo mágico que cubría el ingreso del pasaje.

     

    Cuando ya estaba cerca de terminar, recordé que ésta maldición exigía algún tipo de requerimiento «ésta barrera solo puede ser atravesada por brujas y magos» ordené. Finalizada la maldición, esperaba haber tenido éxito.

     

     

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  15. —¿sopas? —murmuré mientras escuchaba a la peliazul— oh Colombia! Aun no estuve ahí, pero adoro su café —confesé muy efusiva, guardando la propuesta de ir por ahí después. Asentí de acuerdo con lo que me contaba Tauro, mirando después en el mago que estaba también en la mesa, en todo ese tiempo no había caído en su presencia. Sonreí hacia él, tenía la sensación de haberlo visto antes, aunque no recordaba donde —. Hola.

     

    En ese momento, unos bruscos movimientos atrajeron rápidamente mi atención; cuando una mujer cayó sobre la Munter. Temí que los dulces cayeran por todos lados, antes de considerar la salud de los amigos de la mesa, pero no iba a admitir eso en voz alta. Me mordí los labios para acallar los pensamientos, y estiré la mano hacia el platito de los turrones para arrastrarlos lenta e imperceptiblemente hacia otro lugar seguro de la mesa. «¿Están todos bien?» creí decir, aunque posiblemente solo lo haya dicho mentalmente.

     

    Levanté la mirada y encontré los ojos celestes de la nueva hechicera que se había integrado a la mesa, miré a Tauro esperando que nos presentara, pero ya estaba concentrada en la conversación que le entablaba. No era una bruja particularmente sociable, después de todo, era más complicada de lo que parecía, y mi apariencia ya era demasiado indescifrable, irreal. Miré un largo mechón plateado caer sobre el dorso de mi surda igual de pálida «perturbadora». Sonreí recordando el accidente y tomé el tenedor de postres y obteniendo una generosa porción, me lo llevé a la boca. Batí mis pestañas y observé a las brujas de un lado a otro, cuando hubo un silencio, me presenté.

     

    —¿Qué tal? Soy Fengari —le extendí la mano, esperando regresarla rápidamente al postre.

     

     

     

     

    @@

  16. Que tauro confiara en mí y contara sobre su madre y su particular relación, me ayudo a comprender que tal vez había llegado el momento de hacer lo mismo, de asimilar en voz alta todo el asunto relacionado a mis padres, de contárselo a una amiga, de descansar de tantos conflictos emocionales que solo carcomían mi cabeza y me ataban a ese asunto como una soga, dejándome creer que podía avanzar, para luego ver la realidad, que solo retrocedía al llegar al límite, sin dar ningún paso más adelante. Sentí que podía entender a la peliazul tanto como a mí misma.

     

    La relación con mi madre adoptiva tampoco había sido la mejor, siempre me comporté ajena a ella y a su familia, aunque lo cierto era que realmente los amaba como si fuéramos de la misma sangre, a excepción de aquella vez… cuando la Evans adivinó que era del bando mortífago, cuando acepté que era la oveja negra, la gran decepción, después de años de educación. Pero ya era demasiado tarde para adoptar sus ideales. «Y estuvo tan decepcionada de todo, que nos abandonó, y sin darme la oportunidad de explicarle como me sentía, como me siento». Suspiré removiendo la cucharilla en el yogurt.

     

    De pronto, levanté la vista sorprendida por la propuesta de la Munter— ¿Con los Munter? ¿No sería problema?

     

    La propuesta fue tan impensada que un suave cosquilleo en la espalda me cerró la garganta. Tomé el yogurt y lo bebí lentamente, contando mentalmente las inspiraciones que necesitaba para no asfixiarme. Cuando estuve segura de no morir, cerré los ojos pensando cómo esa situación podría empeorar o ayudar a que me acercara a los Munter, pero aún no estaba segura de sí quería hacer eso, ni siquiera estaba segura de enfrentar a Anne. A pesar de que las últimas veces que estuvimos reunidas, tuve la impresión que ya sospechaba quien era, no era seguro en absoluto, y si lo fuese, ella lo sabría y no me estaba buscando «no me estaba buscando». Otro suspiro.

     

    realmente aprecio mucho tu invitación, pero no creo que sea correcto, no quiero incomodar.

     

     

     

     

     

    @

  17. Miré al guerrero mordazmente cuando se negó a dejarme sentar con ellos. No esperaba hacer mella en él con una miradita, pero tenía que desahogar mi indignación por algún lado. Me mojé los labios y miré hacia la nada, con tanta intensidad que me sentí enérgica, enfundada en irritación. Me esforcé a sobremanera en repetir mentalmente que aquella clase valía la pena, que era necesaria, que me haría una mejor bruja, etc. Inspiré por nonagésima vez y planté mis ojos en el otro mago, que parecía imperturbable. Lo vi rápidamente, sin querer detenerme en más prejuicios.

     

    «En fin, ¿Amuletos?» pensé curiosa sacando los amuletos del bolsillo para colocármelos sobre el pecho, como medallones, echando una mirada hacia el uzza, empezando a comprender que esa clase sería más que inspiradora. Me chupé los labios haciendo a un lado la ironía y me crucé los brazos observando al mago de porte puntilloso, mientras vociferaba las escuetas indicaciones. «¿Hacerle alguna pregunta? ¿Está loco?»

     

    Me di la vuelta y seguí al otro mago, el que parecía amigable. Planeaba mantener la distancia, sobrevivir a la clase, dejar que las horas transcurrieran y si no me metía en problemas, me daba por bien servida. Pero entonces, la voz del Holmes llamándome, me sacó de mis pensamientos «¿qué? Oh! cierto… huevecillos» parpadeé escuchando su propuesta Sin embargo, el mago ya se había adentrado a la selva, dejándome atrás.

     

    Más adelante, seguí un caminito marcado por unas gotitas de sangre, esperaba que no fuesen del mago, porque no sería bueno que muriese mi compañero tan prono. Entonces, lo encontré, cerca de un claro, con algo en sus manos, que parecían los huevecillos de ashwinder—. Los has encontrado, supongo que me toca buscar los de los doxy.

     

    Resoplé unos mechones que caían sobre mi rostro, arrastrando los cabellos sueltos hacia una coleta que sujetaba con una goma, observando mí alrededor decidiendo que dirección tomaría. Mientras caminaba, marcaba mentalmente el lugar donde esas traviesas criaturas depositarían sus huevecillos, así que me dirigí a un lugar apartado, rodeado de flores, entre las ramas de algunos árboles, divisé unas diminutas esferas negras, de forma ovalada. Revisé que no hubiera ninguna criatura cerca, y estiré la mano ágilmente para tomar varios huevecillos que deposité en un frasco. Corrí de regreso, cuando un movimiento brusco me alertó.

     

    «¿Qué criatura es esa?»

     

    @@Badru

  18. Asentí al finalizar las presentaciones, paseando la mirada en cada uno de los seres que se reunían allí, observando osadamente, sin vergüenza ni limitaciones, los gestos y las elecciones incluso en el vestuario, cualquier indicio que hablara de la personalidad de los magos que se reunían ahí. Estaba fascinada por la clase que empezaba, y dentro de mí la curiosidad acrecentaba con cada inspiración. Sonreí un poco para relajar mi postura, me sentía tan rígida que seguramente exudaba indiferencia o excesiva arrogancia. Batí las pestañas esperando que la maestra continuara.

     

    —Maldiciones —murmuré escuchando a la Delacour, aferrando los ojos en las proyecciones negras que contrastaban con la cálida luz ocre que se dibujaba en las paredes de piedra, mientras recorríamos el edificio egipcio. Estaba tentada a rozar los muros empedrados, cuando alcé la vista hacia un cartel que había frenado nuestro recorrido. «Fascinante» pensé con ironía al cuestionarme que peligros podría guardar aquel corredor que aplacaba el paso a muggles.

     

    Se acercaba por detrás, sus pasos primero y luego su voz «¿uhmmm?» Me giré para observar al último mago «el otro alumno» que se unía a la clase. Miré primero su pecho y luego cerré la mirada en sus ojos, sin reconocerlo, su pálida túnica me recordaba el calor que emanaba la vieja estructura «espero que adentro esté más fresco» planteé regresando mi atención hacia las otras hechiceras. Me mojé un poco los labios y sujeté mi cabello en una alta coleta con un pañuelo rojo que llevaba en la muñeca, y deseé traer conmigo un abanico. Parpadeé considerando responder la pregunta que planteaba la hechicera y que el nuevo mago no había respondido.

     

    —Las maldiciones son hechizos o encantamientos oscuros, que buscan crear una reacción negativa, algo abusiva, en un objeto o sujeto— respondí quitándole importancia —existen muchas, como por ejemplo, la maldición asesina, cruciatus, imperius, que están destinadas a afectar a la víctima ya sea por control, animo de herir o destruir. Es por eso que las maldiciones son el tipo más grave de magia oscura. Pero claro, también existen otro tipo de maldiciones, imagino que algunas muy antiguas —añadí mirando de reojo el lugar en el que nos encontrábamos, interesada y disfrutando del preludio.

     

    Entonces, mientras continuábamos, otro sonido, diferente al anterior, fue el presagio rápido a una caída que terminó con un suave aterrizaje. Apoyé mis manos sobre la superficie blanda de lo que parecían almohadas, y me incorporé sacando la varita, atenta a lo que fuera necesario. Sin embargo, me distraje durante unos segundos recordando algo. Arrugué el ceño reconociendo el apellido del otro alumno, volviéndolo a mirar, mas por algo que no lograba descifrar que por su cargo anterior de ministro, se me hizo conocido. Crucé los brazos y observé atenta a los siguientes pasos de los magos.

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  19. —Sí, estuve en muchos museos también mientras vivía en Francia, el Louvre era mi favorito —confesé asintiendo a lo que la Lavigne decía— También lo he notado, al principio me sentí un poco perdida, porque algunos amigos ya no estaban aquí, pero luego noté que habían otros que acababan de volver…

     

    Pensé en eso durante unos segundos sintiéndome algo más hambrienta. Extrañaba a mis amigos, pero era totalmente consciente que muchos habían crecido y con eso encontrado su lugar, si no era en Londres, en otros lugares donde se sintieran en casa. Imaginé a algunos trabajando en la comunidad muggles, quizás con familia, incluso con hijos y la sola idea de eso me provocó una sonrisa en el rostro de puro orgullo. Antes de centrarme en el arte, pasé por un periodo oscuro, donde no tenía idea alguna hacer «Aun no estoy segura de ello» pensé sonriendo para mí.

     

    Centré la mirada nuevamente en la peliazul, por aviso de mi estómago ante la mención de la comida. Asentí mordiéndome los labios—. Claro, en realidad estoy muerta de cansancio, y de hambre— admití caminando con Tauro hacia el buffet. Tomé la bandeja que me ofreció y me debatí sobre que llevar…

     

    —estoy viviendo en un viejo negocio que tenía, está cerrado y aun me debato en reabrirlo, mientras busco donde instalarme —dije sin pensarlo— es decir, podría ir a casa de mi madre, pero, no he arreglado algunos asuntos con ella, y… ella ya no está aquí. Así que, no lo sé, no quisiera hacer eso aun —confesé mordiéndome el labio inferior.

     

    Revisando la mesa tomé un par de yogures, algunas frutas rojas y acidas, y varios postrecitos pequeños, entre trufas y galletas de chocolates, estaba complacida con la elección, pero noté que había tomado solo dulces, mordiendo una sonrisa, busqué una ensalada para poner también en la bandeja, «será lo último que coma de esta bandeja, probablemente» pensé sonriendo para mí. No era un secreto que solo comía dulces, pero era muy pronto para mostrarle la imagen de la niña azucarada a la Lavigne.

     

     

    @

  20. —¡Tauro! —viéndola llegar de no estaba segura donde, pero me sentía contenta de encontrarla ahí— para nada, siéntate por favor. En realidad tampoco sabía para quien o quienes dejaron esos platos.

     

    La miré probando cada uno de los platos y la imité, aunque con exagerada lentitud, pues quería degustar cada acento de sabor en las comidas, de hecho, esperaba hacerlo por toda la feria, puesto que, nada mejor que aquel lugar para conocer más de la cultura y cocina de los países, y parecía que Latinoamérica resaltaba con sus sabores exóticos y platillos llenos de sabor. Tendría que buscar el tiempo para hacer algún viaje por todo ese continente, debería tomarme semanas, quizás un mes, aunque estaba segura de que sería insuficiente, al menos probaría un poquito de cada cosa «aunque para eso está la feria gastronómica» sonreí.

     

    —¿me alegra mucho verte aquí, cuéntame por qué stands ya estuviste? Yo llegué hace un rato, no me he movido mucho

     

    Me llevé otra cucharada de Causa a la boca, convencida de que estaba tan suave y sabía tan refrescante, que al terminar me sentí con ganas de más, aunque luego consideré que debía probar otra cosa. La mesera había traído algunos postres sobre la mesa, uno de ellos tenía muchos caramelos diminutos, grageas de muchos colores, esparcidos sobre una capa de caramelo que bañaba una especia de pastel denso y aromático. «Turrón de Doña Pepa» recordé que dijo, se veía tan bonito y tan dulce, que me sentí deslumbrada por descubrir su sabor.

     

     

    Tomé un cuchillo y lo partí en dos, dejando una parte en un nuevo plato para que también lo probara la peliazul—. Se ve tan dulce ¿cierto?

     

     

     

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  21. @ hola si, lo siento, edité para agregar el morsmordre. esa firma me esta matando

     

     

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    ID: 117776
    Nick: Fengari Naberrie Black
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    Fecha: 2019-11-07

    Objeto: Moto Voladora
    Puntos: 80 puntos.
    Precio: 4000 Galeones.

     

    Objeto: Águila de la Sabiduría
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  22. Apenas algunas luces del amanecer se colaban entre los orificios del cierre de la tienda, el suave sonido de la naturaleza envolviendo el canto de algunas aves en la lejanía y el fuego ardiente tostando madera sumaba una atmosfera tan diferente a la que estaba acostumbrada. Me limité en no pensar en las comodidades que tendría en ese momento de haber permanecido en la mansión, pero tampoco era que me sintiera tan incómoda e inútil «vamos Feng, esto no es diferente a otras situaciones en las que viviste sola, relativamente», pensé añorando una taza de café y algún catálogo de arte para ojear como cada mañana.

     

    Estiré los brazos hacia mi nuca para desperezarme, y anudé mi cabello en una alta cola de caballo, la mañana pronosticaba una jornada intensa. Me enfundé en unos pantalones olvida ceñidos, botas de combate y una cazadora de piel que esperaba se adaptara al clima del pueblo, y dejé la tienda llevando únicamente mi varita, en otra ocasión hubiera traído también mi glock favorita, solo por costumbre, pero probablemente las armas no serían bienvenidas en esa comunidad. La noche había sido muy fría, incluso para una vampira como yo, pero esa mañana los suaves rayos del sol eran un confortable gesto de la naturaleza en mi piel.

     

    Mojé mis labios sintiéndome sedienta, batiendo mis pestañas preguntándome «¿Cómo sería vivir rodeada de tanta belleza y tanta sencillez? ¿Me aburriría?». Me quedé quieta unos minutos para disfrutar del amanecer, los colores empezaban a avivarse conforme el sol arañaba el horizonte, y algo alejado del centro del pueblo, divisé a dos hombres que se reunían alrededor del fuego «¿será el maestro Uzza?», me acerqué a ellos tratando de eliminar cualquier gesto amenazador, que no era difícil, pues la mayoría de las veces lucía delicada y frágil, ajena a la oscuridad de éste mundo.

     

    —buenos días, mi nombre es Fengari, ¿puedo sentarme con ustedes?

     

     

     

     

    Morsmordre

  23. Nuevamente empecé a reír, no sabía con exactitud de qué, solo me sentía animada, feliz, una felicidad de esas que te inundan y te apagan la razón, me sentía con energía pero sedienta, era una sed extraña, anhelante. Mire mi brazo extendiéndose como el movimiento de una bailarina de ballet, y vi mis dedos, más finos de lo normal. Entrecerré mis ojos en el mago, acercándose con ligereza arrastrando una especie de armadura, que posiblemente hubiera sido de mi atención si no fuera por la alegría cegadora que me embargaba, se veía tan animado que me sentí más feliz aun, sonreía como una niña y me movía lánguidamente, batiendo mis pies en el agua.

     

    Seguí sus ojos y me observé también, toda mi piel tenía un brillo diferente «escarchada», cogí unos mechones de cabello mojado y los observé, brillando de un fluorescente color, más brillante que antes de caer al agua. Dos segundos de lucidez— ¿por qué brillo?

     

    —¿te parezco asombrosa? —repetí absorta en sus palabras— yo también lo creo. Creo que soy genial. —dije ampliando la sonrisa, y sintiéndome curiosa, seguí su rostro mirando al cielo. Miré la noche y sentí miedo de la oscuridad, luego vi las luces y creí que me eran estrellas fugaces, y mi rostro se tornó de inquietud. Me aterré pensando que podría ser una de ellas—. No quiero ser una estrella, las estrellas están muy arriba, son inalcanzables. No quiero estar sola. ¿Vida en otros planetas? Uhmmm tal vez.

     

    Sin quitar los ojos del cielo, le declaré —quiero ir a Oahu. Me gusta ese lugar… espera, no sé dónde queda —me entristecí—. ¿Tú me llevarías ahí?

     

    —¡Oh eres policía! ¡Fabuloso! ¿Cómo los muggles? —y luego busqué a Sam, un arbusto muy verde mi miró— hooola —le dije sonriéndole y girándome nuevamente hacia el mago—. oh si! ¡los aurores son geniales! Yo fui aurora antes. Una vez solté dementores en el ministerio y se comieron los recuerdos de otras personas —dije riendo extasiada— pero estuve muy triste por eso...

     

    Pensativa me tumbé cerca de él, dejándome invadir por el manto de la noche, las estrellas iluminaban con fuerza los rincones de la bóveda azul, y sentí admiración por su fuerza, embelezada llevé mis manos sobre mi pecho y juguetee con los broches de mi túnica— creo que no es malo ser una estrella. A veces me siento sola. —lo miré de lado, encontrándolo tan cerca, toqué su cabello, con inquisición, encontrándolo inexplicablemente interesante, y sus ojos resplandecientes y hasta tiernos— pareces cachorrito mojado…—sentí unas ganas imperiosas de abrazarlo.

     

     

     

    @@Syrius McGonagall@@Nicole Evans Crowley@

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