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Arya Macnair

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  1. Dentro de la Torre Negra

    ...Debía escapar

    Miré a diestra y siniestra pero en aquella habitación no había salida alguna, carecía de ventanas o puertas trampa. Volteé hacia la pintura, tenía el corazón en la garganta palpitando nervioso, extendí una mano y me hice con la leyenda de un tirón, arranqué la imagen  inmortalizada de las dos sacerdotisas condenadas por su amor y comencé a sentir como mis huesos y músculos se amoldaban a una forma híbrida, mitad persona, mitad animal —cambiaformas, eso era— pues no podría saltar tan alto con mi forma animaga. 

    Dos puntiagudas orejas de lobo captaron que alguien pedía auxilio en el pasillo. Me paré sobre el escritorio lista para romper la ventana con fuerza bruta y escapar de ahí pues el gas que se colaba por debajo de la puerta estaba atontando mis sentidos, no reconocía la voz que clamaba por mi hasta que me paralicé. No conocía demasiado aquella magia pero por su fuerza sobre mi mente y cuerpo debería tratarse de algún clan. 

    Apreté la pintura enrollada entre mis garras y cerré los ojos ¡Sagitas! los abrí de un sopetón, parecía una bestia colérica, mi rostro angelical con dos colmillos perlados que sobresalían y mis ojos verdes adoptaron una forma sobrenatural. Nadie tocaba a la Ministra si podía evitarla, y mucho menos a un compañero de bando, Cassian había cruzado un límite para mi. Arranqué la puerta de las bigas, aparecí en medio del pasillo como una fiera, corrí resbalando hacia la bruja caída y noté que estaba acompañada. 

    —Lucan, eres un desgraciado— Rugí, no pensaba dejar atrás a los míos. 

    Tomé del brazo a Heliké y a Sagitas, peso muerto, y las arrastré cerca de un ventanal. Podía oír los pasos acercándose. 

    —Sagitas, reacciona que debemos irnos ahora mismo o vamos a tener problemas. Este enfrentamiento se les ha ido de las manos ¡Vamos! 

    Con algo de pena comencé a sacudir a la Ministra, sin delicadeza, necesitaba que estuviera lúcida, lo mismo con Heliké. Recuperé mi forma humana por completo, estaba agotada y no teníamos mucho tiempo. Saqué la varita, aun con la pintura en mi poder, olvidándome del encargo, y conjuré un Haz de la noche que nos pondría a salvo en el corazón del bosque. 

    @ Sagitas Potter Blue  @ Helike R V PB

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  2. Luss, Escocia 

    Apuré mi vaso de ron y lo dejé sobre el escritorio de la oficina antes de arremangar la camisa blanca que solía emplear para visitar las instalaciones de El Profeta que estaban en construcción reciente, y observar la serpiente retorciéndose en la calavera. Mi piel era extremadamente blanca así que la marca tenebrosa se veía divinamente negra, sonreí con cierta malicia cerrando los ojos para divisar el punto de reunión, podía sentir en mis entrañas que se trataba de Shelle Gryffindor ¿Pero por qué quería ir hasta Escocia? esperaba que fuese una especie de broma de mal gusto ya que nuestra "no relación" fraternal iba ganando niveles de confianza. 

    Negué lentamente ya que me debía a ella como Lugarteniente y me puse en pie. 

    Tan pronto como la máscara de ónice se apareció cubriendo mi rostro como una nube gaseosa, mi fisonomía desapareció del recinto para aparecer a dos metros de los terrenos Moody, gracias a Merlín fui una de las primeras en llegar y lo primero que hice fue jalar a la mujer por el codo, con sutileza para que nadie nos viera pues podría considerarse una falta de respeto a su rango, y además estaba en el ojo de la tormenta desde mi enfrentamiento —o desacato— con Aaron. 

    —Tsh— Siseé enseñándole como sutilmente se veía el hechizo antiaparición que protegía la modesta casita. —Hazlos caer

    Le dije, sacando mi varita. 

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  3. Dentro de la Torre Negra

    Haberme separado de Crazy significó abarcar más terreno, pero como pertenecíamos a la misma manada, y desde la iniciación al clan algo extraño pasaba con nosotros, una sensación de desasosiego me acompañó hasta el pasadizo que la enorme rata me mostró. Sentía frío corriendo por mis venas, o tal vez sería la humedad de las catacumbas que precedían a la imponente edificación; podía oír cientos de corazones latiendo con frenesí, los olía alertas y asustados, dentro de la torre no solo había discípulos, también seguidores y caballeros. Todos los miembros de La Marca reunidos en un mismo punto por una absurda razón, yo no quería pelear con mis compañeros pero sabía que no faltaría el chistoso fanatista que antepusiera un grupo cualquiera a su lealtad. 

    No, los clanes no eran juego para mi, pero tampoco lo primordial. Lucan no hacía a los Mortífagos, nosotros ya éramos superiores antes del pacto.

    Llegando al pie de una escalera caracol que ascendía, miré al roedor que me guió y le di una última orden "Busca a Crazy, dile que son más de 50. No están esperando, pero no somos el primer clan en llegar"  ,luego de eso subí, camuflada con mi piel camaleónica volviéndome similar a la roca mohosa de las paredes, hasta llegar a un pasillo repleto de ventanas. La luz de la media tarde ingresaba bañando cada centímetro, tuve que entrecerrar los ojos pues había pasado horas allí abajo, y la luz natural me ardía sutilmente. 

    Después de un par de segundos me recompuse, caminaba con sigilo esperando no toparme a nadie. 

    Ingresé a una habitación, no sabía por qué pero al acercarme al supuesto "lugar" empecé a sentir que me faltaba el aliento. Posiblemente fuese una trampa mágica, así que busqué una puerta sin cerrojo y desaparecí tras ella. El cuarto parecía una biblioteca, como la que sabía le pertenece a Cassian pero más pequeña, modesta, con una chimenea a medio crepitar y sin ventanas; la luz del sol ingresaba por el techo, que parecía hecho completamente de cristal. Paseé acariciando los muebles y los libros acostados en vertical con la yema de los dedos, miraba absolutamente todo a mi alrededor y me detuve en un escritorio.

    Tenía una tonta manía, desde que Pik no estaba en la Mansión Macnair, entraba a su oficina y me sentaba detrás de su escritorio como si fuera mío. Creía, absurdamente, que sus recuerdos y pensamientos vendrían a mi y de esa manera lo extrañaría menos, pero pasaba poco. Así que me decanté por analizar lo que había frente a mi: Unos pocos papeles amarillentos, una pluma dentro de un tintero medio vacío y un libro cerrado en el centro; personalmente no había cosa que me desesperase más que los bordas doblados en los libros, sus hojas sufrían ante mis ojos. Lo abrí, solo quería acomodar la hoja hasta que Crazy acudiera a mi llamado, pero al abrir el tomo por la mitad una base falsa se abrió a centímetros de mi, era como una segunda parte dele escritorio, pero protegida por toda esa utilería barata. 

    Y sobre ella había una especie de pintura, como un cuento infantil algo rústico y maltrecho por los años. Allí pude apreciar el cuento de las sacerdotisas más mis ojos no daban crédito a lo que estaban viendo ¿Sería posible acaso?

    Me paré de un salto tirando todo a mi paso, hice bulla, oí pasos a lo lejos ¡Me habían descubierto! debía escapar 

     

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  4. Aparecía hacia el final de la ceremonia de cierre de temporada. Oí como Martín N Roses felicitaba a cada equipo, principalmente al ganador, y pasaba rápidamente a entregar premios y menciones especiales a cada jugado destacado. Mi participación en los Vratsa Vulture había sido lamentable para el nivel que solía manejar de joven, más la racha no duraría demasiado, una vez puestas las manos sobre el bate y golpeado la primer bludger, los músculos recuperaban cierta memoria y pronto recuperaría los reflejos. 

    Había escogido para la ocasión un atuendo que no dejaba margen a la imaginación. Los vestidos de fiesta eran cosa del pasado para esta bruja, por lo que mi cuerpo desfilaba un enterizo de un color verde botella —a tono con los ojos de los Macnair— con un escote pronunciado al frente y la espalda abierta hasta un poco más abajo de las caderas. Tomé a la pasada, de una bandeja, una copa de vino blanco haciendo resonar los zapatos de tacón sobre el suelo pulido. 

    Aplaudí con elegancia cuando la copa se vació en mis labios y traté de divisar al equipo, no me sentía muy animada aquella noche pues además de no haber salido campeones —cosa que hería enormemente mi sentido de la competitividad— Aidan se había negado a viaja hasta Sofía con los niños para "celebrar" la derrota a mi lado. Desde que había tomado la decisión de regresar a La Marca, quizás poniendo en riesgo a mi familia, el vampiro había marcado una pronunciada distancia que me lastimaba y ponía a pender de un hilo nuestro reciente matrimonio. 

    Al final él por un lado, yo por el otro y tanto los gemelos como Ámbar acabaron al cuidado de Sybilla. 

    —¿Nos toca de latón?— Exclamé, de manera exagerada, apareciendo detrás de Ada y Mael, colocando una mano sobre sus hombros. 

    Quería asustarlos, o al menos tomarlos por sorpresa, pero la sorpresa me la terminé llevando yo. Sonreí forzadamente y capturé una servilleta de tela de otra bandeja de plata que pasaba cerca; los elfos iban y venían cargando tentempiés y bebidas de aquí para allá hasta que nos llamasen a la gran cena. Me acerqué a Blackfyre, con la mente algo perturbada debido a la visión que el contacto con su hombro me brindó, y rápidamente borré una diminuta —casi imperceptible— gota de sangre, del tamaño de un grano de arena, que tenía en la barbilla. 

    No dije nada, me limité a mirarlo esperando una respuesta, aunque no fuésemos amigos ni él me debiera nada, la habilidad que me perseguía más como maldición que como don, me había enseñado ligeramente lo sucedido con Kenzo Ito. 

    @ Mael Blackfyre  @ Ada Camille Dumbledore  @ Marcellus Allan

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