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Oniria

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Mensajes publicados por Oniria

  1. ¡Me alegra que todos queráis ser consejeros! No me esperaba una reacción así, tan mayoritaria.

     

    Ahora mismo no puedo decir nada, tengo que consultarlo todo con Toia (que ya os habréis dado cuenta de que lleva los pantalones del EA, yo estoy de adorno, pero le doy apoyo moral y roles bonitos).

     

    Aprovecho el mensaje para darle la bienvenida a una nueva integrante del escuadrón, ¡bienvenida @Heliké Rambaldi Vladimir!

     

    En fin, volveré (?. Cuanto antes.

     

    ¡Un saludo! Gracias por mostraros tan participativos, es un gusto.

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  2. http://i.imgur.com/BpUTkNf.png




    Los Consejeros Tenebrosos son un grupo de Mortífagos capacitados para otorgar ayuda en lo que respecta al foro (rol, duelos, bando tenebroso) para los aspirantes del bando. Seleccionados por su actividad, su dedicación y por los conocimientos a nivel general en el foro, los miembros del Escuadrón de Aspirantes están dispuestos a guiar a sus Aprendices desde el momento en que les son asignados hasta su ingreso a la Marca Tenebrosa. De este modo, creamos a los compañeros de bando desde un punto de vista más cercano y personal, fortaleciendo lazos entre los neutrales que aspiran formar parte de la Marca y los que ya están dentro de ella. Sin embargo, no solo se busca tener un amigo o un compañero de camaraderías. La idea es darle un soporte, un pilar firme que lo oriente en las secciones donde tenga dudas e impulsándolo a pulir su perfil mortífago. Los Consejeros Tenebrosos se ocuparán de fomentar las relaciones sociales dentro de los miembros del bando, resolver dudas a nivel general y dar una mano para roles y otras actividades que podamos encontrar dentro de la Academia de Magia y Hechicería u otras necesidades del Mini-Mortífago.

    http://i.imgur.com/6Cf6znt.png

    • El consejero debe ser al menos tan activo como su aprendiz, no menos y no necesariamente más. Al ofrecerse como voluntario para participar en este proyecto se compromete a desempeñar una tarea que requiere esfuerzo, paciencia, tiempo y dedicación. Mientras el mini no ascienda definitivamente a mortio deberá hacerse cargo de él como tutor u orientador, ofreciendo su ayuda desinteresada, resolviendo dudas cuando las haya e incentivando la creatividad, la creación de un perfil acorde al bando y la responsabilidad que conlleva la pertenencia a éste.
    • El consejero debe y está obligado que aconsejar (valga la redundancia) al aprendiz en pro de su mejora en cada una de las disciplinas -ya sean rolísticas, duelísticas o sociales-, que es necesario desarrollar para convertirse en un buen mortífago.
    • El consejero debe mantenerse en constante contacto con el aspirante, sea por la vía que sea.
    • El consejero puede participar en roles/duelos/actividades con su aspirante para ayudarlo a desenvolverse adecuadamente. No obstante esto no es obligatorio (aunque sí deseable), dado que el consejero no es un segundo profesor de la Academia sino un preparador, cuyo objetivo principal es ayudar al aprendiz a crear su perfil mortífago.
    • El consejero puede renunciar a su aprendiz en caso de que éste se encuentre inactivo o no muestre interés en colaborar con el proyecto. El consejero primeramente deberá notificar a un miembro de la organización para que estudie el caso y puedan obtenerse conclusiones acertadas al respecto.

    A raíz de este manual y el manual de los aprendices en el topic correspondiente, los consejeros y sus aprendices, podrán crear un vínculo directo y firme durante la estadía del aspirante en la Mini-Marca y mantenerlo después de su ingreso oficial al bando. Lo que se busca en general es mantener una relación constante de apoyo que nos una más como compañeros y que fomente la participación en las actividades que se planean dentro de la Marca por los distintos escuadrones. No obstante, siempre es necesario mantener en vigor las creencias mortífagas, inculcar esto en los nuevos, y es por eso que es importante que recordemos cuáles son los 10 mandamientos mortífagos.

     

     

     

     

     

    Los 10 mandamientos mortífagos

     

    • Un mortífago sabe que puede confiar en sus compañeros y los respeta como iguales.
    • Un mortífago se deja guiar y confía en sus Altos Rangos. Obedece dentro de una situación de batalla a quiénes estén a cargo.
    • Un mortífago escucha los consejos y críticas que el resto de sus compañeros le pueda hacer, siempre que sean hechas con respeto. Porque sabe que detrás de las responsabilidades y rangos, todos están participando del mismo bando y quieren lo mismo para La Marca Tenebrosa.
    • Un mortífago participa en las actividades que se organizan -o al menos lo intenta-. Siempre pone lo mejor y se interesa por lo que la Marca Tenebrosa y el foro preparan.
    • Un mortífago siempre busca que su bando mejore, por eso propone ideas y actividades, se preocupa de mantenerse al día, no criticas buscando destruir proyectos. Intenta ser de ayuda.
    • Un buen mortífago está pendiente de su desarrollo individual, trata de mejorarse a sí mismo como personaje y jugador.
    • Un buen mortífago sabe apreciar todas las facetas del juego. Sabe que todas ellas contribuyen a que el juego siga siendo atractivo e interesante, tanto el rol, como los duelos y batallas, como las actividades Off rol y socializar.
    • Un mortífago sabe separar el Off rol del On rol. Jamás utilizaría su personaje On rol para insultar o vengarse de un compañero por algo off rol.
    • Un buen mortífago tiene un comportamiento On rol de acuerdo al perfil que ha legado, jamás atacaría a un compañero On rol a menos que el rol pactado entre ellos así lo amerite y ambos estén de acuerdo, además de la triada
    • Un buen mortífago disfruta placenteramente de su tiempo en la Marca Tenebrosa y del abuso sepsual de la Triada.

     

     

     

     

     

     

    http://i.imgur.com/qzJ51vA.png


    Caroline Ryddleturn

    Beryl


    Giovanna Atkins


    Oniria
    --

    Cissy

    Dylan

    Juv

    --


    Joa

    Alexis Miller

    Zack

    Rosalie Ryddleturn

    Cillian

    --

     

    http://i.imgur.com/FjLEzw3.png



    Los reportes deberán ser entregados por los consejeros con cada actividad que realice con su aprendiz. Asegurarse de que el aspirante deje los reportes en el enlace en la Mini-Marca es una obligación del consejero. Estos reportes cuentan como actividad en el Escuadrón de Aspirantes y son muy importantes para saber que se mantiene el contacto directo con el aspirante y que se le está dando una mano.

     

    Ficha de reportes


    Consejero Tenebroso:
    Aprendiz:
    Actividad: (Roles dentro de la Mini-Marca, la Riddle o el Caldero, duelos, actividades establecidas por el EA)
    Fecha:
    Comentarios:

     

     

    *Los Consejeros Tenebrosos serán seleccionados por las jefas del Escuadrón de Aspirantes, siendo asignados de inmediato a un aspirante para comenzar con la labor.

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  3. Con la mochila cargada a un solo hombro, arrastraba los pies a través de los senderos de los Jardines, hacia la parte trasera del gran edificio que conformaba la Academia (¿Universidad?). Fumaba un cigarro distraídamente y mis ojos eran dos finas láminas de amatista que relampagueaban al posarse sobre ciertos detalles que, como cosidos unos con otros, conferían a aquel ambiente soleado un aspecto de unidad. Mis botas militares limaban la arena, aplastaban las briznas de hierba y en definitiva eran toda una abominación para la naturaleza, crecida salvajemente aquí y allá, entre los ladrillos de los muros, bajo los troncos carcomidos de los árboles.

     

    En mi mochila cargaba únicamente con algunos materiales exigidos por Tauro y con mi comida, que consistiría, durante todo el tiempo que durase aquella extraña expedición, en sangre O+. Apagué el cigarro sobre un tocón y observé el mundo plácido a mi alrededor. La claridad había amanecido nítida e iluminaba los secretos mejor enterrados del follaje. Sólo el rocío -aquellas diminutas esferas, lupas con ojos de invernáculo-, me salvaba de la ambición del día por conquistar la espesura y deshacer la niebla. El odio de los vampiros por el Sol estaba a mi parecer más que justificado.

     

    Esperé unos diez minutos la llegada de alguien que no vendría. Pronto comprendí que mi insomnio artístico de espíritu que se entrega en cuerpo y alma a la escritura se había prologando más de la cuenta, y de que, cómo no, era yo la impuntual. Suspiré y eché un vistazo, tratando de encontrar una pista, una nota, cualquier cosa que pudiera orientarme. Tau era siempre tan poco sistemática. Podía sorprenderte con clases clandestinas (de todo tipo) y desarmarte con los brillos oceánicos de su melena azul.

     

    Fue entonces cuando recaí en la presencia de una prenda. Un pedazo de tela recortado en forma de uve, o así se vería desplegado sobre una superficie plana. Me agaché. Sobre las hojas su estructura se había deformado y ahora era un montículo incierto de color cian. Sonreí, recordando, o forzando a mis neuronas a viajar por aquellos raíles de la mente destinados a la memoria. Tantas estaciones a la espera de un tren que venciera a la nostalgia, colmase de experiencia a mis manos hasta alcanzar una intensidad tan alta como para anularme.

     

    Al rozar las bragas de Tauro sentí que el universo me bombardeaba. Y en ese mismo instante aterricé sobre una colina y fui testigo del saludo irritado entre esas dos mujeres, que parecían recriminarse algo con la mirada.

     

    Buenos días.

  4. http://s23.postimg.org/d6hz375q3/rolbasico64.jpg

    Lista de alumnos:

    Alonzo Black
    Dimitri Laycrokvich
    Keyce
    Mia Zoeh
    Beryl Serenity Hawthorne
    Andrew J
    Mary Croft Atkins
    Annika Mikaelson
    Alaine
    Juudithh
    Alexz Malfoy
    SamyNahi115
    Jonh Zauberer
    Aaron.
    danielotop
    Diana Delacour
    Emilia Malraux

     

    Había citado a los alumnos en los Jardines Sumaes, no en el típico aula gris y polvorienta en que, en condiciones normales, hubiera transcurrido la clase sin demasiadas dificultades, carente de interés, una lección aburrida y soporífera masticada como un chicle denso al pie de la ventana, mirando al exterior deseoso por desprenderse de la molesta etiqueta de "estudiante" o "profesor". Bien era sabido que en la Academia éramos más partidarios de pisotear el protocolo y poner en riesgo incluso nuestras propias vidas con tal de ofrecer un aprendizaje práctico y aventurero a nuestros pupilos.

     

    Llegué antes que de costumbre, arrastrando mi capa negra de viaje por el césped salpicado de rocío. Parecía mentira cómo el agua podía transformarse en diamantes en función del ángulo con que incidiesen los rayos de sol. Me atusé el pelo y eché un vistazo a mi alrededor. La naturaleza me engullía y me discriminaba, me aplicaba el ostracismo sin piedad para lanzarme a patadas fuera de sus límites. La naturaleza se depuraba y era sabia, conocía a la perfección a la reducida gama de sus disidentes. Mi vampirismo desentonaba con el ambiente bucólico digno de poemas pastorales o mitológicos. Era una mancha en mitad de aquella calma, la pureza que emanaban las flores invernales, los árboles de ramas desnudas. Para empeorar la situación encendí un cigarro, riéndome un poco más de mi materia, apurando mis pulmones inútiles desde hacía décadas, que ya sólo servían para filtrar el humo y recoger el alquitrán.

     

    Pensaba en el descaro de aquella exuberancia que me excluía cuando la luz de la mañana me indicó que la hora de inicio de la clase estaba próxima. Contemplé a mi antiguo compañero, Zarco, acercándose a distancia, transmutando de hormiga a hombre. Le sonreí con amabilidad.

     

    Buenos días. —Dije solamente en un susurro para no perturbar el silencio, interrumpido -o más bien enriquecido- ocasionalmente por el canto de los pájaros.

     

    Lentamente aparecieron los alumnos, ataviados con sus ropas de impoluta rebeldía, dispuestos a ser insufribles e impertinentes, o por el contrario, terriblemente dóciles, durante el tiempo que estuvieran a nuestro cargo. Leí por encima el pergamino que sostenía entre mis manos, mis manos translúcidas como el papel de liar. Si las leyendas eran ciertas... Dirigí una expresión de desconfianza a donde se supondría estaría la entrada de la cueva, unos cien metros más allá, perdida en la espesura.

     

    Encantada. Esperaremos a que estéis todos para dar comienzo a la clase. Supongo que vendréis descansados de las vacaciones... Más os vale, esas energías no os durarán mucho. Abrigaos, pasaremos frío y las temperaturas descenderán un poquito más allá donde vamos. Mi nombre es Oniria Haughton y seré vuestra profesora. —Anuncié a modo de presentación, con la voz tomada por la emoción que me producía mi trabajo. No se confundían, la enseñanza era tan vocacional...

     

    Di la palabra a Zarco, rogándole con mis gestos que se encargara él de la amabilidad y las palabras. Yo era reservada e iba contra mi personalidad el abrirme tan gratuitamente a las personas.

     

     

     

    http://3.bp.blogspot.com/-eue_7vpgMao/UvAVUXiaARI/AAAAAAAACiI/7gOss4gqWeo/s1600/separadores+de+texto5.gif

    ¡Hola! Pues nada... ya se terminaron las navidades. Espero que lo hayáis pasado genial junto a vuestros amigos y seres queridos. Son una fiestas preciosas, ¿no es así? Me ponen tierna. En fin... ¡Feliz año, ya de paso! Para que luego no me digan que soy olvidadiza x)

     

    Mi nombre es Andrea, tengo 17 años (recién cumplidos el 25 de diciembre, YUJUUUUUUUUU) y soy de Sevilla, España. Estoy terminando mi bachillerato de ciencias de la salud pero finalmente me he decido y escogeré la carrera que me apasiona: filosofía. Tengo un loro que se llama Tomate y una vida bastante ajetreada, que se balancea entre escribir, dormir, tocar el clarinete y maltratar a mi hígadNEURONAS.

     

    Oniria, mi pj, es la cara oscura y poética de mi personalidad. Es muy metafísica, constantemente preocupada por las miserias existenciales y entregada en cuerpo y alma a la escritura. Por otro lado es muy vengativa y de dudosa moral, por eso es por lo que pertenece a la Marca tenebrosa y no le tiembla el pulso al asesinar a quien supone un obstáculo en su camino. A pesar de esta crueldad es muy sensible y es capaz de todo por sus seres queridos, que son escasos pero importantes para ella.

     

    Bueno... Ya Zarco os dejará la tarea y alguna que otra cosilla (?. Espero de corazón que disfrutéis de esta clase y que no la dejéis pasar. Creedme, la Academia es un periodo de vuestra "vida forera" en el que aprenderéis muchas cosas tanto de vuestros profesores como de los compañeros. ¡Es el punto de partida! Aprovechadlo.

     

    Un saludo.

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  5. Pensemos actividades para marzo, definitivamente. Así tenemos tiempo más que de sobra para maquetarlas bien y organizarnos y tal.

     

    ¡¡Lluvia de ideas!! xDDD hoy me desperté entusiasmada y eso que empecé hoy mis clases, pero tuve una revelación metafísica en Filosofía y ha sido como una liberación de adrenalina. Ahora no puedo parar de escribir, donde sea. Aiiiiiis.

     

    En fin, me paso para desear un feliz año a todos (quizás tarde) y sobre todo a ofrecer, dentro de mis horarios, lo que pueda.

     

    ¡Un saludo!

     

    PD: ¿De 1 a 10 cuánto amáis la firma que me ha regalado Cissy? Si votáis por debajo de 10 os echo un crucio.

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  6. Inciso: Petazetas querida, codirectora, cojefa, coloqueseas, ¿puedes dejar de lanzarme por ahí para extender la diabetes por el bando? Vas a acabar transformándolo en la Orden del Fénix.

     

    Acosar... mira que me gusta poco. Pero todo por la Marca. En serio, intentaré sobreponerme a mis reticencias y vencerme y superar mi rechazo a la insistencia y... atraer a los minis. Atraerlos, sí, jsjs, ya veré cómo :rolleyes: >_> quizás los invite a ser testigos de los sucesos en cierto castillo.

     

    JAJAJJAJAJAJAJAA.

     

    Felices reyes chicos, lamentablemente toca ponerse las pilas.

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  7. Chicos, desde mi humilde opinión, dejaría los juegos para enero. No creo que la participación crezca entre año nuevo y reyes. Son más fechas de ocupación familiar (?) y después se acaban las vacaciones, así que... yo los retrasaría, que sería triste desperdiciar vuestra buena organización.

     

    En fin... ¡Feliz año! Hace uno que llegué aquí. Mañana estaremos en 2015 a destiempo, será gracioso. Os lo haré saber cuando hayan dado las 00:00h en España. Poco que añadir, gracias por vuestra dedicación y constancia. Cuando me pusieron al cargo de esto no sabía bien qué haría, pero lo facilitáis todo y es un gusto (aunque yo soy una irresponsable, menos mal que existe Petazetas Leah para compensar). Espero que empecéis con buen pie enero y que alcancéis todos vuestros propósitos para este tiempo que comienza. Si me aceptáis una recomendación, mejor olvidaos del calendario. Este 2014 lo desatendí completamente y perdí la noción de los meses. Es la única manera de disfrutar minuto a minuto. Pero akdjajkdasdja eso son filosofías tontas mías.

     

    ¡Un abrazo chicos!

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  8. ¡Hola, felices fiestas!

     

    Antes que nada, quería felicitar a todo el equipo. He tenido el gusto de trabajar con vosotras y en fin, sois geniales. Lamento que las circunstancias (y mi falta de responsabilidad e incapacidad de organizarme, lo acepto) me hayan obligado a abandonar el Vox. Realmente era una actividad que me encantaba. Eso no quita que siga encantándome como oyente.

     

    Pasando de lo aburrido... ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ha sido sublime la edición navideña. La sección de Aine, Ashley y Liam... sin palabras xDDDDDDD. Muy bueno, en serio.

     

    Me mató la sección de las canciones y los comics xDDDDD amo el acento JAJAJAJAJAJAJAJA.

     

    "Puse una silla especial, ¿la sientes?", "Necesitas más sensibilidad" JAJAJJAJAJAJAJAJAJA NO PUEDO CON MI VIDA XDDDDDD. Es que, las respuestas de Aine, pufffffffffffff, y las preguntas de Fran. Iyo iyo iyo. La dictadora. Por algo tengo que empezar. El fin justifica los medios. Podría hacerse un libro de esto.

     

    El final me pareció tierno, no sé. No tengo otro adjetivo para describirlo xDDD.

     

    Poco más que añadir. Felicitaciones.

     

    ¡Un saludo!

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  9. Cuando se cortó deliberadamente el dedo el aroma de su sangre me penetró en las fosas nasales e invadió mi mente. Inmediatamente abrí más la boca, ensanchando el espacio que cedía a los dientes, que relampaguearon bajo la luz de la luna. Mis ojos se habían teñido de granate, como acostumbraban cuando mi ser se desalmaba y dejaba paso al diablo de mi vampirismo.

     

    Su voz era melosa y tentadora, grave, masculina. Arrastraba tras de sí toda una historia de maldades, y estaba aderezada con la crueldad y la fama que se había labrado durante años. Me incliné inconscientemente sobre su cuello, dispuesta a desgarrarle la garganta. Pero entonces me detuve, relajé la respiración para contener mi sed y lo miré fijamente. Acto seguido busqué algún espacio cómodo en el claro donde pudiésemos yacer más tarde, cómodamente al amparo de los árboles. El hambre se mezclaba en mis entrañas con deseo, resultando un cóctel visceral, inestimable.

     

    Para evitar peligros innecesarios tomé su mano, concretamente su dedo, para llevarlo nuevamente hacia dentro de mis labios. Paseé la punta de la lengua por todo el largo de la articulación hasta reposarla sobre el contorno de la uña. Succioné allí donde mi colmillo había descrito una fina línea, limpia y profunda. El líquido caliente explosionó en mi paladar.

     

    Dime, ¿te gusta? —Pregunté, sugerente, con tono tremendamente seductor. Repetí el procedimiento, recorriendo su dedo enteramente, cubriéndolo con mi saliva y trazos de su sangre.

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  10. Sus manos chapoteaban en mi cabello blanco, húmedo, cubierto de los rastros de vaho que dejaban nuestras respiraciones. Era como si me apretara cada mechón por separado y a la vez, como si tironease de ellos y a su vez de toda mi cabeza. En esos instantes me daba cuenta de hasta qué punto los humanos somos arlequines, marionetas al uso de algún titiritero.

     

    Mientras llegaba a la cumbre de su éxtasis se esforzó en mirarme a los ojos y se lo agradecí infinitamente. Sentí cómo el magma ascendía por mi cuello y se asentaba en mis mejillas encarnadas. Rezumaba fuego por las fosas nasales y las pupilas. Su cuerpo se hundía en mi mano como si la atracción fuera insuperable, difusión de carne. Sus caderas y mi muñeca igualaron velocidades y la aumentaron hasta sus máximos, justo antes de que un grito más alto que las demás desmoronase el mundo a mi alrededor. Nos estábamos derritiendo. Leah se multiplicaba y vertía en mi interior.

     

    Aflojé la mordaza improvisada que constituían mis dedos. Me entretuve en pasearlos por sus labios entreabiertos. Susurró a centímetros de mi boca, y en su voz pude percibir el tono de una sonrisa. Yo emití una risilla relajada. Estaba como flotando, mi piel levitaba fuera de mí.

     

    Desde luego que sabes poco —afirmé, bromeando—, porque llevabas ese molesto vestido, desatendiendo a tus propios consejos. Me gustan las personas coherentes.

     

    Y acto seguido le di un beso más pausado, como para absorber la paz que habían adquirido sus miembros. Toda sensación me parecía suave, sedosa, paciente.

     

    Estás invitada a hacer un inventario de los muebles del castillo cuando quieras. Podemos estudiar las propiedades y resistencia de cada uno. Como habrás podido comprobar, tiempo no me falta.

     

    Busqué la camiseta y me la puse directamente, sin sujetador. Cogí su vestido e hice ademán de acercárselo, pero en lugar de eso me dediqué a agitarlo frente a sus ojos y a retirarlo velozmente cada vez que intentaba atraparlo con sus manos huesudas, tan diestras. Me reía con naturalidad, intentando retrasar el momento de salir fuera y enfrentarme a la cotidianidad de mi hogar, y quizás a la riña de mis familiares escandalizados.

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  11. Preparé los oídos para escuchar lo que Leah se proponía a decir, pero entonces un chasquido ensordecedor enfrío mis movimientos y paré en seco. Tenía ambas manos ocupadas con el cuerpo de la Atkins y ahora no sabía dónde ponerlas. ¿Quién nos habría interrumpido? La chica se giró y yo hice otro tanto, descubriendo al oportuno testigo que había irrumpido en la habitación paralizando las impurezas que se avecinaban. Mientras ella miraba insistentemente al elfo, que analizaba la completa oscuridad entre atónito y asqueado, yo me dedicaba a contemplar el deje furibundo que se había instalado en su expresión y que la hacía todavía un poco más deseable. Me armé de valor para continuar besándola mientras trazaba un nuevo trayecto con mis dedos hacia aquel punto donde sabía que podría encender la mecha que la dinamitase, ajena incluso a la presencia de la criatura. Ya me arrepentiría al cruzármelo por los pasillos y verme obligada a agachar la cabeza. Ahora, en ese preciso instante, sólo quería llevar al extremo mis fantasías, los fetiches que lejos de pertenecerme había escuchado o leído por ahí, y que de pronto se me tornaban metas a superar.

     

    Pero nuevamente fue Leah la que hizo alarde de su intacta racionalidad al echar al intruso lanzándole una escoba. Acto seguido me engulló con sus ojos verdes. Sus facciones eran felinas, inmersas en la noche que sobre nuestros actos cernían las paredes del cuarto. Escuché vagamente sus advertencias. De hecho sus palabras se perdían en otra dimensión incomprensible para mí. No alcancé a entender qué nueva artimaña estaba a punto de poner en práctica cuando se agachó y un calambre recorrió todo el largo de mi espina dorsal. La electricidad siguió transmitiéndose por mis extremidades, adormeciéndome los miembros, intensificándose allí donde su boca labraba maravillas insustanciales que se materializaban en gemidos que ya apenas podía contener apretando los dientes. Eché la cabeza hacia atrás y me sostuve en la cómoda justo a tiempo. Me abandoné unos instantes. Noté cómo la sensación me trascendía, cómo mi conciencia se fundía en la de todas las cosas, desapareciendo así mi noción de individualidad. Quería con todas las fuerzas dar, entregar sin esperar nada a cambio, transferirle la excitación inmensa de mis átomos. Me preocupó el estar próxima a un cambio de estado. Quizá mi anatomía se fundiese y perdiese su estructura. Todo en mí temblaba como un océano de partículas gaseosas.

     

    Mis dedos se hundieron en la madera. Mis uñas crecían y menguaban repetidamente, ya que mi mente había perdido el control sobre mis transformaciones y no sabía si tender a la humanidad o el vampirismo. Tendría que arreglar los desperfectos tras aquella aventura pasional y devolver esterilizada su guarida a los elfos.

     

    Mis ojos se habían teñido de un fuerte color rojo que atravesaba las sombras. Eché un vistazo hacia abajo, buscando la mirada de Leah. La tesitura y amplitud de mis gemidos iba en aumento. Se mezclaban con los suspiros guturales, forzados. Alguien nos escucharía. Temí por mi dignidad y luego la pisoteé con un grito.

     

    Un arrebato vampírico me hizo retorcerme y desplazarme muy rápido. Mi lucidez y animalidad habían borrado la franja que las diferenciaba, extralimitándose, unificándose. Súbitamente me doblegaba ante aquellos impulsos que me invitaban a sobreponerme a Leah. Ésta permanecía agachada, sorprendida por mi inesperada reacción. La ayudé a incorporarse y en cuestión de segundos, valiéndome de mi fuerza, la aupé y cargué sobre mis muslos. Sus piernas rodeaban mi cintura para impedir la caída y yo la abrazaba como si dos centímetros de distancia fuesen algo vergonzoso. Avanzamos sin darnos ni cuenta, chocando contra la pared, la cual nos proporcionó la estabilidad necesaria como para mantener aquella postura sin sobreesfuerzos. Su espalda sudaba el calor que albergábamos ambas y yo asistía complacida al sonido de su piel restregándose contra la piedra. Mientras aceleraba el ritmo que iba adquiriendo mi mano entre sus muslos -ritmo curvilíneo o circular, no sabría diferenciarlo-, tragaba las palabras que se desventraban en sus labios hasta convertirse en balbuceos.

     

    Shhh... van a descubrirnos. —Susurré divertida, tapando su boca para amortiguar el ruido.

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  12. Leah puso el pestillo. "Niña precavida", me dije para mis adentros, sin poder disimular la sonrisa explosiva que dividía mi rostro en dos. Cuando se dio la vuelta agradecí el poseer intacto mi sentido de la vista en la oscuridad, otro don otorgado por mi raza. Mis ojos se posaron sobre sus labios, casi sintiendo el relieve descrito por la fina obertura que cedían a los dientes y el resto de la boca. Al fondo de sus retinas se erguía una columna de fuego oscilante.

     

    Mientras se deshacía de mi camiseta aproveché para continuar con mi labor bajo su oreja y en su cuello, mordisqueando suavemente, lamiendo únicamente con la punta de la lengua, que frenética se había terminado por familiarizar con el movimiento circular. El contacto entre nuestras pieles incrementó los latidos de la chica, cuyo interior emitía un rugido débil e imperceptible para un oído que no fuera ultrasónico. Era el gruñido fiero de un antepasado animal que había conseguido sobrevivir a los siglos de evolución.

     

    Me empapé de su voz mientras me empujaba. Yo ignoraba nuestra ubicación, las coordenadas geográficas habían perdido todo el sentido para mí. Bien podíamos estar en el Castillo Haughton que en mitad de la nada absoluta. El universo había frenado su expansión y había decrecido hasta adaptarse a las cuatro paredes de aquel cuartucho que hedía a productos químicos y asépticos.

     

    Choqué contra un mueble. El crujido que surgió de la madera golpeada se apoderó de mí. Su eco se multiplicaba y sonaba tremendamente exótico. Nunca habría imaginado que una cómoda pudiese dar tanto de sí. Dejé que sus manos me dominasen. Terminé sentada sobre la repisa, ella aprendiéndose el sabor de mi cuello (yo por otro lado ya había explorado anteriormente el suyo).

     

    Casualmente tengo mucho que decir —murmuré. El clic del sujetador, el silbido mientras se deslizaba torso abajo, la destreza de sus manos -innegablemente experimentadas- jugando a ser las dueñas de otro cuerpo, el fantasma de sus palabras todavía vivo, inmediatamente sustituido por una nueva anunciación.

     

    "Qué traviesa", pensé, mientras las llamas se trasladaban a mis orejas, señal de la atracción que sobre mí ejercía aquella mujer. Cuando quise darme cuenta mis pantalones cortos habían desaparecido, pero no se me ocurrió sentirme ultrajada o indefensa. Desnuda, lejos de empequeñecer me había magnificado. Un latigazo de placer me castigaba la espalda cuando pensaba en mi falta de control, en el contrato tácito de sometimiento que había firmado al permitir que fuese ella la que dictaminase los pasos a seguir en la función, en el exilio de mí misma, en el destierro de mi autonomía.

     

    Creo que no puedo estar más de acuerdo... —convine. El deseo de reducirme a ella era inaguantable. La pasión incontenible. Besé sus labios a una velocidad que sólo dos bocas entrenadas podrían mantener. Me separé cuando sus dedos encontraron el camino hacia mi interior, provocándome una contracción del vientre que se tradujo en un gemido ahogado. Volvió a invadirme con sus besos. Yo noté que me derramaba sobre sus brazos. La apreté contra mí, percibiendo entonces la única barrera que me privaba de hacerla también un poco mía.

     

    La frase ingeniosa que se me había ocurrido se deshizo en mi cabeza, sofocada y vencida por los jadeos. Busqué a tientas la cremallera del vestido, e inútilmente traté de quitárselo desde mi posición. Reí y poblé de pequeños besos el espacio que discurría entre una de sus comisuras y su pómulo consecutivo. Con gestos colmados de naturalidad bajé de la cómoda y volví a situarme a su espalda.

     

    Puedes seguir adiestrándome allí arriba cuando termine de estudiar las medidas de tu vestido.

     

    "Estudiar las medidas de tu vestido", o lo que era lo mismo, impacientar a la cremallera, entretenerme en el proceso, introducir una mano bajo la tela a la altura de su pecho y otra más en dirección al bajo vientre. Recé porque el traje no cediese. Parecía mentira cuán elástica puede ser una prenda cuando te lo propones.

     

    En aquella posición y tomadas las riendas temporalmente, podía lamer su hombro y su cuello mientras la acariciaba lascivamente. Sólo de vez en cuando -y con la mano con la que arrancaba suspiros a su anatomía superior, por ser la más cercana- atrapaba la cremallerita entre mis dedos y la hacía descender unos centímetros.

     

    Es... un conjunto precioso. —Sentencié, deshaciéndome por fin del vestido tras sostener la espera. Leah era como las cuerdas de un violín, y yo la típica curiosa que va a frotarlas por primera vez con el arco, a improvisar un pizzicato, y que súbitamente experimenta una misteriosa conexión con el instrumento. Quería percutir cada uno de sus nervios, presionarlos hasta hacerlos convulsionar, como un concertino busca hacer interpretando el solo de una obra maestra que requiere de un meditado virtuosismo.

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  13. Escuché su contestación y me desanimé, incapaz de decodificarla o de pillar la indirecta que me confirmase que había comprendido que lo único que necesitaba del armario era desencajar las puertas. Parecía seria, como si realmente estuviese a punto de ofrecerme una master class de moda y estilo. Bebí nerviosamente. Y de pronto casi dejé caer la copa. Perdí el equilibrio. La fuerza de su mano adheriéndose a mi cintura era superior a la que ejercían mis pies sobre la superficie, apenas levitando, aletargados por la sensualidad de aquella chica. Recibí sus labios con deseo. Deseo infinito, alcoholizado. Cómo me alegraba en ese instante el que me hubieran interrumpido en mitad de mi ejercicio de escritura. Aquella pasión me inyectaría una sobredosis de inspiración que duraría unas semanas. La besé, apartando de mi mente a los mencionados familiares. Por mí podían quedarse todos contemplando el fuego de la chimenea; yo estaba ocupada avivando otras llamas, de esas impostergables que combustionan con saliva.

     

    Me embistió contra la pared y me dejé invadir por su proximidad. Mis tuétanos engrosados hacían presión contra la pared interna de los huesos. Cada una de mis células se expandía hacia la mujer que amenazaba con romper la tranquilidad de mi digna casa. Corría el peligro de quedar desheredada. Bien sabido era que los Haughton vivían nadando en la lascivia, pero también eran unos grandes defensores de la discreción. Quizás el mostrarnos en público, el renegar de todo escondite, el ser unas exhibicionistas e ignorar mis propias advertencias fuera el aliciente que convirtió mis impulsos en pálpitos desenfrenados. Un corazón ficticio latía en el fondo de mi pecho y había resucitado todas mis venas, que temblaban y se retorcían bajo mis muñecas y en el cuello. Mi interior burbujeaba, se hinchaba y me desbordaba. La excitación chorreaba por mis mejillas y cada uno de mis poros, abiertos de par en par, que daban la bienvenida a su llegada. "Leah, entra, aquí dentro, muy dentro", parecían gritar, contagiando de aquella desmesurada incontinencia a mis pulmones, que a su vez convertían mi respiración en un jadeo intermitente.

     

    La curiosidad que aquellos ruidos producirían a alguno de mis familiares era un hecho inminente, latente en las paredes y los muebles que decoraban el vestíbulo. La pared hervía, o era mi espalda regresando a la vida repentinamente.

     

    Felices fiestas, sí. —Conseguí articular. Su boca no se detenía. La conversación se había trasladado a un canal de orden superior, instintivo e irrazonable.

     

    Imaginé que alguno de mis primos asomaba su cabeza por el resquicio del pasillo y se quedaba pasmado observándonos, sin poder apartar la vista de nosotras, absorto por el ansia que desprendían nuestros movimientos. Leah me mantenía apresada y a no ser que ella decidiese cambiar de escenario estaba dispuesta a dejarme hacer allí mismo. Afortunadamente rescató algo de sensatez y abrió la puerta del escobero que se encontraba a nuestro lado. Crucé primero. Mientras me seguía aproveché mi velocidad vampírica para apartar la decena de trastos que los elfos guardaban para la limpieza. Despejé el armario en un pestañeo y busqué su silueta en la oscuridad.

     

    Sonreí. A veces la intensidad de mis emociones podía interrumpir el paso del tiempo. Aquel momento se congeló a nuestro alrededor. De pronto había muchos días en cada minuto. Antes de que pudiese acercarse y retomar la iniciativa recurrí nuevamente a mi vampirismo para situarme tras su espalda. Mi rapidez le impidió adelantárseme.

     

    Estoy preparada para escuchar todos tus consejos —Susurré de pronto junto a su oído, con la voz tomada por aquellas sensaciones penetrantes que ascendían desde mi vientre y se transformaban en sudor en mi cuello. Mordí juguetonamente el lóbulo de su oreja. Quería cederle a ella toda autoridad, convertirme en un juguete de sus fantasías, ensuciar aquella pulcra habitación, impregnarla del olor de dos cuerpos unidos (olor que no era nuestro, ni tan siquiera la simple mezcla de nuestros aromas particulares, sino una combinación afrodisiaca de fluidos y agonías que clamaban por un espacio donde evaporarse).

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  14. Esa máscara es legendaria, es como una reliquia para la historia del bando... como tú. —Respondí, embriagada por la reciente y mayestática ingesta de sangre. Cuando descubrió su rostro la luna disparó un dardo de luz sobre su frente y sus mejillas, derramándola, esclareciendo sus facciones, la cicatriz que le atravesaba el párpado hasta el pómulo. Sus ojos lilas, similares a los míos pero turbios como un mar embravecido, reflejos de su alma truculenta, me apresaron como una cárcel asfixiante y sumamente deseable. Su barba le aportaba un matiz de sabio, sabio malévolo y demoníaco, entregado a las bajezas que conducían a todo hombre a su perdición. Traduje su mirada y la suavidad de su voz pausada en un canto a la lujuria. Se acercó y contuve la respiración. El aroma de su sangre me hacía inclinarme hacia su cuerpo pétreo. Lo envolvía un aura de maldad que no hacía más que poseerme y sumergirme en ese estado de inconsciencia en que sólo podía obedecer a mis instintos animales.

     

    Tengo mucha sed. Y pareces delicioso. —Musité, mordiéndome el labio con el colmillo sobresaliente. Llevé la punta de un dedo hasta su garganta y la recorrí en dirección al pecho, apenas rozando su piel, una tibia y ardiente sugerencia de lo que la noche me instaba a ofrecerle.

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  15. Estaba escribiendo violentamente, exasperada, cuando alguien llamó a mi puerta. Gruñí y eché una mirada funesta al techo, que pareció retraerse intimidado. Puse los ojos en blanco.

     

    ¿Sí? —Mascullé, más secamente de lo que pretendía, incapaz de contener mi irritación. Cualquiera pensaría que era una ermitaña susceptible. "Tiene visita", escuché como respuesta, una voz gelatinosa, insípida que arrastraba las sílabas y se filtraba a duras penas a través de las bisagras. Parecía que me hablasen desde debajo del agua.

     

    ¿Visita? Enarqué una ceja. No recordaba haber citado a nadie. Quizás quisieran darme una sorpresa inesperada. Me encogí de hombros y suponiendo que se trataría de un amigo de confianza me despreocupé totalmente por mi aspecto. Me zambullí entre los pliegues de una camiseta anchísima y cubrí mis bragas con un pantalón corto de color negro. Me calcé las vans sin abrocharme los cordones y bajé con parsimonia la escalera, todavía molesta por la interrupción. Inconscientemente mis pasos me condujeron al recibidor, obedeciendo a un mecanismo automático que activaba mi profundo desinterés. No reaccionaba a estímulo alguno, como sumida en una hipnosis adormecedora. Cuando llegué al vestíbulo experimenté una confusión desalentadora, como si de los muebles hubiesen crecido muchas manos que me dieran vueltas de un lado a otro para marearme e instaurar el reino del sinsentido.

     

    Entonces vi a Leah, con su vestido rojo como la sangre o el vino contenido en la copa que sostenía con su peculiar gracilidad. La joven robaba la bebida a sorbos diminutos, hasta el punto de que llegué a pensar que eran sus labios los que la obligaban a regresar una y otra vez al líquido, dolidos por la repentina separación, conscientes de la distancia que se abría entre ellos y la mano. Aquella mano se me tornó sensual. Apretaba el cristal, firmemente pero con suavidad, y su piel era traslúcida y sedosa como la tela de una cortina atravesada por el sol. Imaginé que aquellas manos de dedos puntiagudos se posaban en mi nuca y escarbaban remolinos en el nacimiento de mi pelo.

     

    Debía haberla invitado a casa estando borracha. Y no me lamentaba. Sus ojos verdes olían a hierba recién cortada. Sí, los ojos pueden oler. Yo respiraba aquel perfume salvaje sobre el del barniz que abundaba en el Castillo. Sus pupilas se encogían, se estremecían como el tendón de un brazo y seguidamente se relajaban, volviendo a un estado laxo. No pude evitar esbozar una sonrisa radiante. Su cabello suelto era una alegoría del tacto. En sus mechones se había perdido la definición de caricia. Las puntas se disolvían sobre la piel. Estaba ensimismada. Apenas podía escuchar lo que decía.

     

    Discúlpame por recibirte así... Es una triste bienvenida. —Rompí mi silencio, refiriéndome obviamente a mi atuendo descuidado. No quería deshacerme en elogios, por lo que me abstuve a halagar su vestimenta y dejé que fuese mi expresión la que lo hiciera.

     

    Tenía que hacerme de rogar. Entiéndelo. Me decepciona que no me hayas esperado. —Bromeé, con ese tono que dejaba traspasar mis intenciones. Tomé la copa que me ofrecía, aproximándome prudentemente a ella. Sentí cómo atravesaba las fronteras que delimitaban su campo de gravedad, e inmediatamente caí hechizada bajo su influjo. Era un pequeño asteroide en las inmediaciones de una masa gigantesca que poco tardaría en absorberme e incorporarme a sus entrañas.

     

    Deberías, deberías felicitarme. Aunque no sé si mis familiares se pondrán celosos cuando vean cómo pasas de ellos. Eso está feo, ¿no te parece? —Inquirí. Di un trago al vino. La uva me calentó las cuerdas vocales—, arriba no tendrías que detenerte a desear felices fiestas a nadie. Ni vendrán a robarnos el vino o la intimidad. Si no te apetece subir... tengo un salón precioso, repleto de Haughtons invadidos por el espíritu navideño.

     

    Me lamí el contorno que el fluido granate había dibujado sobre mis labios, exagerando quizá el gesto, compensando mi deplorable aspecto con mi naturaleza tentadora y persuasiva.

     

    A lo mejor puedes acompañarme a cambiarme de ropa... para aconsejarme. —Sugerí. Esperaba no llegar ni a abrir la puerta del armario.

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  16. Pues aquí estoy ya postulándome como pupila, anda que he tardado mucho xD.

     

    Muchas gracias a las cabezas pensantes de esta idea, muchas gracias por llevarla a cabo y darle forma. Es un excelente regalo de navidad y me ilusiona mucho que se reinserten las tutorías porque me han hablado bastante de ellas (sobra añadir que bien). Me alegra que se esté potenciando el perfil mortífago; da gusto cuando lees roles coherentes con sus personajes.

     

    En fin... feliz navidad a todos. Impaciente porque comiencen oficialmente las tutorías.

      • Nick: Oniria
      • Ficha de Personaje: http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=102572
      • Rango: tempestad
      • Rol de referencia: Rol 1 - Rol 2 (no sabía cuáles elegir, fue horrible)
      • Disponibilidad: media-baja
      • Antigüedad como miembro de la Marca: ¿un año?
      • ¿Cuál sería tu propuesta para mejorar el nivel de rol en la Marca?: fomentar primero de todo la creatividad, crear roles originales en los cuales sea indispensable poner a prueba la imaginación, hacer hincapié en las emociones y las experiencias, exigir unos mínimos de redacción y ortografía (unos mínimos aptos para todo el mundo, no es plan de ponerse lingüistas tampoco). El rol debe de ser realista, fiel al personaje. Es el medio por el que éste se expresa y se materializa, donde imprime sus pensamientos y acciones, así que hay que escribir atentamente y no a lo loco, empleando un poco de tiempo en incluir detalles definitorios, en limar actitudes y en hacer patente el reflejo que éstas tienen sobre los gestos y formas de desenvolverse de nuestro pj.
      • ¿Qué es para ti un perfil mortífago? ¿Que te hace a tí un poseedor de un buen perfil? : un perfil mortífago es todo aquel que se ajusta a los ideales que sostiene el bando. Los mortífagos son de sangre fría, moral dudosa, no les tiembla el pulso a la hora de matar o torturar, y desprecian tanto a muggles como a sangres sucia. No es que tengan que ser demonios sin ningún tipo de sensibilidad, pero sí que deben anteponer firmemente sus propósitos a la ética. Para un mortífago el fin justifica los medios con todas las de la ley. También me parecen rasgos muy adecuados de su personalidad la soberbia, la arrogancia, la petulancia, el egoísmo, la antipatía, la crueldad, la ambición, la independencia... Un mortífago camina siempre con la cabeza muy alta y mirando por encima del hombro, derrochando altivez. Se considera superior al resto. Son conservadores en tanto que buscan preservar la pureza de la raza mágica.
      • ¿Rojo, azul o verde?: ¡verde!

       

       

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  17. ¡Hola!

     

    Bienvenida nuevamente Sofía.

     

    Respecto a los juegos, poco que añadir a lo que dijo Leah. Yo comprendo que estas fechas son complicadas para cualquier actividad xD por desgracia no se puede demandar mucho más, la gente está de vacaciones, en familia, de viaje... Ausente, resumiendo.

     

    Dicho esto, aprovecho para desearos a todos una feliz navidad. Espero que disfrutéis de estas fiestas tan especiales con vuestros seres queridos, ya sean familia, amigos o ambos.Hartaos a comer dulces y a recibir/hacer regalos y empezad con buen pie el año nuevo.

     

    ¡Un abrazo!

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  18. Arrastraba las piernas a través de la espesura del follaje, arañándome con las ramitas extraviadas de los arbustos bajos, que crujían y cedían ante la determinación de mi avance. Me abría paso a través del bosque casi con violencia, jadeando. Estaba cubierta de sangre y mi corazón latía exaltado, al borde del infarto. Mis colmillos se perdían en la nebulosa de mi boca abierta, oscura de fluidos densos y viscosos que se coagulaban en torno a mis comisuras. Me había alimentado de una pareja de cazadores nocturnos que pasaba el rato, y había detectado la presencia de una tercera persona. Hipnotizada por aquel aroma delicioso que volvía a despertarme el apetito, la sed insaciable, decidí guiarme por mis instintos y anular toda prudencia, abandonándome a la inconsciencia animal del vampiro hambriento.

     

    Conforme me acercaba a mi destino pude divisar un claro en mitad de los árboles, un círculo donde se había derramado la luna y que era como un lago de luz. Distinguí una figura a lo lejos, una silueta recortada contra la noche. Se trataba de un hombre enmascarado, un mortífago. Aquella afirmación, que se erguía ante mí como un impedimento insalvable, me hizo retroceder y plantearme nuevamente la situación. ¿Qué consecuencias acarrearía el atacar a un miembro de mi propio bando? Extraje las conclusiones que consideré oportunas y me sosegué, obligándome a respirar profundamente y a relajar los miembros tensos de mi anatomía. Mi cuerpo, mis brazos... parecían electrificados, a la defensiva. Poco a poco tomé el control de mis acciones, y dejé desprovisto de todo poder a mi vampirismo, que gimoteaba insatisfecho en algún sótano recóndito de la mente. Los colmillos disminuyeron su tamaño.

     

    Soy yo, Oniria —advertí, precavida. Fue entonces cuando supe la identidad del hombre que blandía la varita contra mí. Me lo confesó su máscara, inconfundible. Apenas habíamos intercambiado unas palabras tiempo atrás, algún que otro encuentro sin importancia, pero lo recordaba con cariño. Su misterio era otra fuerza de gravedad, completamente separada de la de la tierra. Ejercía sobre mí unas leyes particulares que no eran aplicables a nadie más. Aquella metafísica de su misticismo me desató el pulso, pero no dejé que la incómoda sensación se trasluciese en mi expresión—. Buenas noches, Spectum Crouchs.

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  19. Llegaba tarde al encuentro con mis compañeros. Había estado escribiendo hasta hacía apenas unos minutos, sin tan siquiera vestirme, semidesnuda por mi habitación del Castillo Haughton. Ahora me había aparecido en las inmediaciones de Hogwarts. Caminaba en silencio hacia la escuela, con las manos hundidas en mi gabardina, jugueteando con un paquete de tabaco y algún que otro papelillo suelto. Encendí un cigarro, que al arder emitía un sonido parecido al que surgía de las ruinas abrasadas de Hogwarts. El crepitar de las llamas a lo lejos absorbía cualquier otro ruido, lo disimulaba, lo tapaba, lo silenciaba. Era una única voz cantante, a capella, que recitaba poemas melódicos a la destrucción, la catástrofe. Conforme me aproximaba al portón del castillo, astillado y vencido, rendido ante la fatalidad, mi expresión se endurecía y en mis ojos se asentaba una sombra de pena. No era partidaria de destrozar ningún tipo de espacio arquitectónico, menos cuando aquellas paredes, tratadas con tanto desdén y menosprecio, portaban una historia centenaria a sus espaldas. Las piedras desparramadas sobre el suelo parecían gemir, estremecerse, disolverse en su propio dolor incomprensible para nosotros los humanos. Pero era necesario. Como bando clandestino debíamos imponernos sobre la comunidad, hacer gala de nuestro poder, aterrorizar hasta el punto de anular las ganas de cualquiera a enfrentarse contra nuestras fuerzas. Nuestra firma era precisamente este panorama de caos, que encogía corazones y enmudecía a los labios y pulmones de toda persona prudente y sensata. Los necios que fueran los suficientemente imbéciles como para oponerse a nuestros férreos ideales recibirían el castigo de nuestra crueldad y resultarían tan malparados como el castillo y sus muros.

     

    Pasé por encima de un cadáver. Una columna le había apuntado la pierna. La sangre todavía manaba caliente del miembro retorcido (parecía una raíz nudosa), y me vi obligada a contener la respiración para no liberar mis instintos y lanzarme sobre los cuerpos como un buitre carroñero. Conservaba algo de dignidad.

     

    Había leído tantos libros de historia que alababan a esta prestigiosa institución y a sus directores. Me había sentido tan atravesada por el asco al saberla un nido de pollos, al conocer que fue el centro neurálgico de la planificación de la contraofensiva de la Orden contra el Señor Tenebroso. En esta portentosa edificación se educó Lord Voldermort y reunió a sus allegados, los primeros mortífagos, empujado por su afán por la inmortalidad. En esta misma edificación había perecido, extendiéndose la sucia falacia de que el Bien por fin había vencido. Ni siquiera imaginaron que poco después las células simpatizantes de la antigua Marca, animadas por los mortífagos supervivientes, terminarían por desarrollarse y germinar, reanudando la noble tarea iniciada por Lord Voldermort, manteniendo su linaje y estirpe, convencidos del sentido de la preeminencia de la sangre limpia, defensores de la pureza y de los magos y brujas del mundo, sometidos al gobierno de los muggles, ocultos como ratas bajo el velo del secreto, ninguneados, difamados, deshonrados por un Estatuto que abogaba por la protección de la humanidad, de sus valores inútiles y sus formas lentas y precarias.

     

    Había terminado en las lindes de la Torre de Gryffindor. Escuché unos pasos, un murmullo, un chasquido. Alguien pedía silencio y balbuceaba. Su hilo de voz oscilaba como un péndulo a gran velocidad. Me introduje en la Sala Común. El fuego de la chimenea se había desbordado como un río y los tapices estaban calcinados. El humo enturbiaba la atmósfera. Me era difícil rastrear a los presentes. Subí la escalera que conducía al dormitorio femenino. En el techo se condensaba el hedor de la tela quemada, entremezclado con perfumes y... sudor. Aspiré hondamente y me dejé guiar por mi sentido del olfato. Me di de bruces contra un armario. Una niña ahogó un grito. Fue suficiente. Sonreí con malicia. Dentro del guardarropa hallé abrazadas a dos chiquillas de unos doce y quince años. Eran preciosas. Una todavía conservaba el sonrojo del pudor infantil inyectado en las mejillas. Eran como brasas brillando en una oscuridad repleta de cenizas. La otra era una explosión hormonal, pubertad en estado puro, acné, curvas a medio desarrollar, pelo graso, pecas a cada momento más pálidas. Vestían el uniforme de la casa del león.

     

    Uf. Aparecéis en el momento adecuado... Me moría de hambre. ―En un primer momento no parecieron comprenderme. La mayor me observaba con desconfianza. Parecía una fierecilla apunto de saltarme a la yugular. Una vez mis colmillos se hicieron evidentes chillaron y se apretaron contra la pared del armario.

     

    ¿Quién quiere ser la primera? Seré generosa, lo dejo a vuestra elección. No me defraudéis.

     

    No la toques. ―Bufó la adolescente. Proferí una carcajada.

     

    Oh, pequeña. No sabes cómo me gusta jugar con la comida, ¡crucio!

     

    Cayó de rodillas. Gemía y se retorcía, pero me sorprendió su resistencia. Agonizaba, espumeaba, sus ojos temblaban inyectados en sangre. En cualquier momento se le saldrían de las órbitas.

     

    Suficiente, no vayas a perder el sabor. Ahora, ¡imperio!, quédate ahí quietecita y no apartes la mirada. ―Ordené. Agarré a la hermana menor. En ese instante la sed me rebosaba. Era vil y me divertía con el sufrimiento ajeno. Me recreaba en sus expresiones agónicas. Eran afrodisiacas. Dediqué una última mirada de regocijo a la chica, petrificada e incapaz de perder de vista un sólo segundo a mi víctima, su hermanita, a la que desgarré la garganta sin ninguna piedad.

     

    * * *

     

    Pues allá que voy a votar.

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  20. @ ¡buenas! pues estás bienvenida al Escuadrón de Aspirantes.

     

    Espero que te sientas cómoda y bien acompañada entre nosotros, y que nos ayudes con tu creatividad proponiendo actividades que fomenten la buena relación con los minis.

     

    En fin, no puedo más que desearte un feliz regreso al foro. Un saludo :3

  21. ¡Buenas! Me gustaría que se modificasen los siguientes campos de mi ficha.

     

    Necesito la actualización del campo Familias:

     

     

    Dice así

    Familia(s):
    * Familia 1: Haughton
    * Familia 2: Slytherin

     

    Debe ser

    Familia(s):
    * Familia 1: Haughton
    * Familia 2: Malfoy

     

     

     

    Necesito la actualización del campo Cualidades Psicológicas:

     

     

    Dice así

    Cualidades Psicológicas: muy testaruda, cínica e irónica. En ocasiones disfruta del mal ajeno cuando es ella quien lo causa. Obsesionada con la muerte, la venganza y los sueños, que desea poder interpretar. Es incapaz de perdonar la traición y su objetivo es perseguir a quienes la practican hasta la muerte.

    Es algo vanidosa y arrogante, e incluso peca de soberbia, pero es consciente de sus limitaciones y se concentra en lo que sabe hacer bien. Muy fiel a los suyos, que son pocos, pero a los que aunque odie reconocerlo, aprecia con sinceridad. Es abiertamente bisexual. Ama escribir, es la única afición sana que posee. Puede pasarse horas sumergida entre laberintos de plumas y letras, y desangrando la tinta que le recorre las venas en papeles que después quema. También es sigilosa, nadie la oye nunca llegar, y sólo habla cuando tiene algo importante que decir. Toca la guitarra aunque también eso es un secreto, ya que odia sentirse débil y considera que su sensibilidad artística es motivo de risa. Es mentirosa por naturaleza, y aparentemente insensible. Detesta a los muggles, aunque su música la enternece y le parece la único a destacar de su cultura. Es aficionada al rock, al indie y al soul.

    Debe ser

    Cualidades Psicológicas: muy testaruda, cínica e irónica. En ocasiones disfruta del mal ajeno cuando es ella quien lo causa. Obsesionada con la muerte, la venganza y los sueños, que desea poder interpretar. Es incapaz de perdonar la traición y su objetivo es perseguir a todo aquel que se atreva a practicarla con ella.

    Es algo vanidosa y arrogante, pero es consciente de sus limitaciones. Es una antítesis, en ella conviven fuego y hielo, humildad, falsa modestia y soberbia, bien y mal, arte y violencia.

    Es muy fiel a los suyos, que son pocos, pero a los que aunque odie reconocerlo, aprecia con sinceridad. Le fascinan las personas frágiles, los artistas, los líderes, y en especial todo aquel que sea opuesto a ella y pueda complementarla en sus carencias.

    Es abiertamente bisexual.

    Ama escribir por encima de todo. Puede pasarse horas sumergida entre laberintos de plumas y letras, desangrándose en el papel. Compone poemas que después nunca es capaz de enseñar. La inspiración nace de su tristeza y por eso se recrea en la melancolía y la nostalgia para adentrarse en su universo imaginario, donde toda arma es la palabra y el resto desnudez.

    También es sigilosa, nadie la oye nunca llegar, y sólo habla cuando tiene algo importante que decir. Es discreta, reflexiva. Medita sus decisiones y construye su vida sobre una compleja filosofía que alimenta con su saber, sus experiencias y sus años.

    Posee modales aristócratas, adquiridos de la observación, de los múltiples análisis que hace a la sociedad. Parece haber recibido clases de una institutriz británica, cuando realmente se crió huérfana y desamparada en una gélida Siberia.

    Toca la guitarra aunque tampoco públicamente, ya que odia sentirse débil y considera que su sensibilidad artística es motivo de risa. Es mentirosa por naturaleza, y aparentemente insensible. Detesta a los muggles, aunque su música la enternece y le parece la único a destacar de su cultura. Es aficionada al rock, al indie y al soul.

     

     

     

     

    Necesito la actualización del campo Historia:

    Dice así

    Historia: Nació en la antigua URSS, en las cercanías de un gulag soviético siberiano, en un invierno de los más fríos que se recuerdan. Jamás conoció a su padre ni a su madre, y tan sólo guardaba de estos una foto del primero, arrugada y envejecida. Fue recogida por un kulaks llamado Lievin que estaba siempre malhumorado y que no se molestó ni en ponerle un nombre. Creció por lo tanto sola, rodeada de amigos imaginarios y la constante presencia de la muerte que se respiraba a su alrededor, en el campo de trabajos forzados. Durante su infancia frecuentaba la verja electrificada del gulag, manteniendo conversaciones pasajeras con los escuálidos prisioneros que en la mayoría de los casos jamás volvía a encontrar. Una tarde un soldado ruso la encontró tratando de colarse por debajo de la valla y la reprendió a bofetadas. Se quedó muerta de miedo y también furiosa, herida en el orgullo, y entonces sucedió por primera vez. La AK-47 del soldado reventó en sus manos y el hombre aterrorizado la persiguió a pesar de haber perdido casi todos los dedos. Debilitado, se dejó caer cerca del cauce de un río y la perdió de vista. Desde entonces fue consciente de su poder. Cuando contaba con apenas 14 años Lievin falleció en mitad de la noche, abandonándola sin herencia y sin bienes. Ella desvalijó la casa, se apoderó de todo objeto de valor que puedo hallar, cargó un macuto de comida deshidratada y se marchó acompañada del Husky de Lievin, con el que tenía un fuerte lazo afectivo.

    Durante aproximadamente dos años vivió del robo y de mendigar en las calles más frecuentadas de las apestosas ciudades rusas. En varios ocasiones estuvo a punto de morir de hambre o congelada, pero siempre siguió adelante, con la determinación de que algún día sería alguien grande y tendría un nombre propio.

    Con 17 años conoció a una anciana que la había descubierto pasando las páginas de un libro sin las manos. La anciana la acogió en su casucha y por la noche le confesó que era bruja y ella también, que por eso sucedían tantas cosas inexplicables a su alrededor. Ella ni siquiera se sorprendió, llevaba tiempo intuyendo que en su sangre fluía algún extraño poder. La anciana también le narró una bonita historia sobre sueños. Ella nunca había soñado, y esa noche, acompañada del crepitar de las llamas, fue la primera vez. Desde ese día tenía la buena costumbre de soñar, y tenía sueños lúcidos, todos en blanco y negro. Decidió autodenominarse Oniria, que derivaba de Onírico y la hacía sentir muy segura de sí misma.
    Diez años después de la muerte de Stalin, cuando contaba ya con 20 años, se mudó por fin a Moscú. Allí conoció a un enigmático joven inglés llamado Jared, que derrumbó su muro de frialdad y trajo el verano a su vida. Fue su primer amor. Jared la documentó acerca de astronomía, la puso al día de la constante batalla del comunismo y el capitalismo, de los avances científicos que estaba suponiendo la carrera especial. Juntos fueron testigos del lanzamiento del satélite Sputnik 4, que sería el primer prototipo de nave espacial. Juntos acudieron expectantes al cine a ver el estreno de Psicosis. Y por fin Jared se la llevó de Rusia y pudo escaparse a conocer mundo. Se asentaron en un pueblecito de Inglaterra, a quince minutos de Londres. Allí vivieron apaciblemente los siguientes 3 años, acomodados, enamorados y jóvenes. Aun así Oniria estaba intranquila. Quería encontrar alguna manera de explotar sus habilidades mágicas, le daba miedo que se le oxidaran. Una noche, en un bar de copas, se le presentó una muchacha de unos dieciocho años. Era extremadamente bella, casi tentadora. Su simetría resultaba irreal, y Oniria percibía un peligro, una sombra oscura en su mirada. Y sin embargo se mostró más simpática de lo normal cuando la joven se sentó a su lado y decidió invitarla a un Gin-Tonic. Todos los viernes acordaban una cita en el mismo local, y paulatinamente iban conociéndose la una a la otra. Oniria llegó al punto de olvidarse de Jared. Ya no sentía esa pasión cuando lo besaba, y su mera presencia le era casi incómoda. Se había enamorado de una chica más joven, Irina, y para colmo, ¡Era una mujer! Cuando se lo confesó, ella se mostró muy comprensiva y la acompañó a su casa. Una vez allí depositó un suave beso en sus labios, y acto seguido le desgarró el cuello de una dentellada. Oniria nunca recordaría los instantes siguientes al ataque, pero sí que despertó una mañana en mitad de un callejón, apestando a sangre, a hierro y a polvo. Cuando quiso dar un paso al frente, hacia la luz, sintió su piel arder. También sentía un fuego insoportable en la garganta. Esperó hasta el crepúsculo para abandonar la seguridad del callejón, y tambaleándose por la quemazón que ya le recorría el pecho, volvió a su casita, con Jared. Lo encontró en su butaca, en su postura habitual. La embargó un aroma dulzón, como el de su colonia multiplicado por cien. Se le abrieron las fosas nasales y no pudo evitar lanzarse hacia el que había sido el amor de su vida. Cuando contempló el cuerpo sin vida, vacío de Jared, rompió a llorar, y reconstruyó la coraza que años antes el joven había conseguido derrumbar. Se tatuó ella misma la constelación de Orión en el bajo vientre, uniendo con tinta sus lunares, y juró que se vengaría de Irina. Los años ya no volvieron a pasar por ella. Se instruyó en el arte del vampirismo, y descubrió que cuando bebía sangre sus poderes de percepción disminuían, junto a la quemazón de la garganta, la intolerancia al sol y el monstruoso aspecto físico que empeoraba conforme no se alimentaba. En el año 2000 hizo las maletas y compró un piso en Londres. Obcecada en su plan de venganza, investigó acerca del paradero de la vampiresa que la había convertido y había robado su humanidad. Cuando la encontró seguía exactamente igual. Se había modificado el peinado, pero la expresión de niña seguía intacta. La acechó durante meses hasta que consiguió saberse todos sus pasos, intuir cómo actuaba, adivinar sus pensamientos. La atrapó en el camerino de un actor en el Albert Hall. Clavó una estaca de plata cruelmente en su corazón. Disfrutó de verla gritar, aullar, reduciéndose a cenizas.
    Posteriormente, retomó la búsqueda del conocimiento mágico, y halló el ministerio de magia de Londres. Decidió inscribirse en la academia y desarrollar así sus dotes, aunque, bajo ningún concepto utilizaría estas para hacer el bien. Fue allí donde inesperadamente se cruzó por primera vez con Mónica Malfoy Haughton, a la que enseguida reconoció como melliza de su padre, pues su rostro era exactamente igual que el de la foto que conservaba de este. Amablemente Mónica accedió a convertirla en su protegida e integrarla nuevamente en su antigua familia.

    En la misma Academia conoció a su futura mejor amiga, Arya Lockhart, con la cual posee un vínculo y una conexión que van más allá de lo físico para adentrarse en el desconocimiento de la espiritualidad. Su alma, de cierta forma, está enlazada a la de la joven, por lo que la adora y la antepone a la misma muerte. Esto le causa graves problemas debido al abismo de ideales que las separa, y a que, a ojos del mundo, deben ser enemigas.

    También tiene una gran amistad con Allen Walker por su ayuda prestada a Arya durante su exorcismo, y que, además, podría resultar ser su familiar vivo más cercano después de Mónica.

    Debe ser

    Historia: nació en la antigua URSS, en las cercanías de un gulag soviético siberiano, en un invierno de los más fríos que se recuerdan. Jamás conoció a su padre ni a su madre, y tan sólo conserva de estos una foto del primero, arrugada y envejecida. Fue recogida por un kulaks llamado Lievin que estaba siempre malhumorado y que no se molestó ni en ponerle un nombre. Creció por lo tanto sola, rodeada de amigos imaginarios y la constante presencia de la muerte que se respiraba a su alrededor, en el campo de trabajos forzados. Durante su infancia frecuentaba la verja electrificada del gulag, manteniendo conversaciones pasajeras con los escuálidos prisioneros que en la mayoría de los casos jamás volvía a encontrar. Una tarde un soldado ruso la sorprendió tratando de colarse por debajo de la valla y la reprendió a bofetadas. Se quedó muerta de miedo y también furiosa, herida en el orgullo. Sucedió por primera vez. La AK-47 del soldado reventó en sus manos y el hombre, aterrorizado, la persiguió a pesar de haber perdido casi todos los dedos. Desde entonces fue consciente de su poder.

    Cuando contaba con apenas 14 años Lievin falleció en mitad de la noche, abandonándola sin herencia y sin bienes. Ella desvalijó la casa, se apoderó de todo objeto de valor que pudo hallar, cargó un macuto de comida deshidratada y se marchó acompañada del Husky de Lievin, con el que tenía un fuerte lazo afectivo. Durante aproximadamente dos años vivió del robo y de mendigar en las calles más frecuentadas de las apestosas ciudades rusas. En varios ocasiones estuvo a punto de morir de hambre o congelada, pero siempre siguió adelante, con la determinación de que algún día sería alguien y tendría nombre e identidad propias.

    Con 17 años conoció a una anciana, que la había descubierto pasando las páginas de un libro sin las manos. La vieja la acogió en su casucha y por la noche le confesó que era bruja, y que ella podía serlo también, causa de que se produjeran tantos fenómenos inexplicables a su alrededor. Ella ni siquiera se sorprendió, llevaba tiempo intuyendo que en su sangre fluía algún extraño poder. La anciana también le narró una bonita historia sobre sueños. Ella nunca había soñado, y esa noche, acompañada del crepitar de las llamas, fue la primera vez que estrenó su subconsciente somnoliento. Desde ese día tiene la buena costumbre de soñar con lucidez, siempre en blanco y negro. Decidió bautizarse como Oniria, en honor a aquella mujer que había revelado su destino y la había empujado a imaginar.

    Una década después de la muerte de Stalin, cuando contaba ya con 20 años, se mudó por fin a Moscú. Allí conoció a un enigmático joven inglés llamado Jared, que derrumbó su muro de frialdad y trajo el verano a su vida. Fue su primer amor. Jared la documentó acerca de astronomía, la puso al día de la constante batalla del comunismo y el capitalismo, de los avances científicos que estaba suponiendo la carrera especial. Juntos fueron testigos del lanzamiento del satélite Sputnik 4, que sería el primer prototipo de nave espacial. Jared se la llevó de Rusia y pudo escaparse a conocer mundo. Se asentaron en un pueblecito de Inglaterra, a quince minutos de Londres. Allí vivieron apaciblemente los siguientes 3 años, acomodados, enamorados y jóvenes. Aun así Oniria estaba intranquila. Quería encontrar alguna forma de explotar sus habilidades mágicas, le daba miedo que se le oxidaran.

    Una noche, en un bar de copas, se le presentó una muchacha de unos dieciocho años. Era extremadamente bella, casi tentadora. Su simetría resultaba irreal, y Oniria percibía un peligro, una sombra oscura en su mirada. Todos los viernes acordaban una cita en el mismo local, y paulatinamente iban conociéndose la una a la otra. Oniria llegó al punto de olvidarse de Jared. Ya no sentía esa pasión cuando lo besaba, y su mera presencia le resultaba casi incómoda. Se había enamorado de una chica más joven, Irina, y para colmo, ¡una mujer! Cuando se lo confesó, ella se mostró muy comprensiva y la acompañó a su casa. Una vez allí depositó un suave beso en sus labios, y acto seguido le desgarró el cuello de una dentellada. Oniria nunca recordaría los instantes siguientes al ataque, pero sí que despertó una mañana en mitad de un callejón, apestando a sangre, a hierro y a polvo. Cuando quiso dar un paso al frente, hacia la luz, sintió su piel arder. También sentía un fuego insoportable en la garganta. Esperó hasta el crepúsculo para abandonar la seguridad del callejón, y tambaleándose por la quemazón que ya le recorría el pecho, volvió a su casita, con Jared. Lo encontró en su butaca, en su postura habitual. La embargó un aroma dulzón, como el de su colonia multiplicado por cien. Se le abrieron las fosas nasales y no pudo evitar lanzarse hacia el que había sido el amor de su vida. Cuando contempló el cuerpo inerte, vacío de Jared, rompió a llorar, y reconstruyó la coraza que años antes el joven había conseguido derrumbar. Se tatuó ella misma la constelación de Orión en el bajo vientre, uniendo con tinta sus lunares, y juró que se vengaría de Irina.

    Los años ya no volvieron a pasar por ella. Se instruyó en el arte del vampirismo, y descubrió que cuando bebía sangre sus poderes de percepción disminuían, junto a la quemazón de la garganta, la intolerancia al sol y el monstruoso aspecto físico que empeoraba conforme no se alimentaba.

    En el año 2000 hizo las maletas y compró un piso en Londres. Obcecada en su plan de venganza, investigó acerca del paradero de la vampiresa que la había convertido y había robado su humanidad. Cuando la encontró seguía exactamente igual. La acechó durante meses hasta que consiguió saber todos sus pasos, intuir cómo actuaba, adivinar sus pensamientos. La atrapó en el camerino de un actor en el Albert Hall. Clavó una estaca de plata cruelmente en su corazón. Disfrutó de verla gritar, aullar reduciéndose a cenizas.

    Posteriormente retomó la búsqueda del conocimiento mágico, y halló el Ministerio de Magia de Londres. Decidió inscribirse en la Academia y desarrollar así sus dotes que bajo ningún concepto utilizaría para hacer el bien. Fue allí donde inesperadamente se cruzó por primera vez con Mónica Malfoy Haughton, a la que enseguida reconoció como melliza de su padre, pues su rostro era exactamente igual que el de la foto que conservaba de éste. Amablemente Mónica accedió a convertirla en su protegida e integrarla nuevamente en su antigua familia, los Haughton.

    En la misma Academia conoció a su futura mejor amiga, Arya Lockhart, con la cual posee un vínculo y una conexión que van más allá de lo físico para adentrarse en la espiritualidad. Su alma, de cierta forma, está enlazada a la de la joven, por lo que la adora y la antepone a la misma muerte. Esto le causa graves problemas debido al abismo de ideales que las separa, y a que, a ojos del mundo, deben ser enemigas. Su relación con ella está salpicada de emotivos episodios que no hacen sino reforzar su unión.

    Tras finalizar sus estudios inicia sus pasos en la Marca Tenebrosa, el bando oscuro del ámbito mágico londinense que la acogerá con los brazos abiertos. Allí conoce a grandes magos de los que aprenderá importantes lecciones, con los que saciará su espíritu vengativo y acrecentará su cinismo y maldad. Juramentada y en acuerdo con sus principios se compromete a prestar su vida por el ideal al que defiende, promesa que la obligará a enfrentarse a Arya en más de una ocasión.

    Es contratada como profesora en la Academia, pero aparte de esto se mantiene alejada de la sociedad mágica, retrayéndose para sí, conviviendo casi exclusivamente con su soledad, dedicándose enteramente a la escritura, la literatura y a la búsqueda de la libertad y la plenitud. No es amiga por tanto de frecuentar los espacios públicos ni de abrirse a la sociedad, que considera hipócrita y falsamente defensora de los buenos valores.

    Tiene una gran amistad con Allen Walker por su ayuda prestada a Arya durante su exorcismo. Además, el demonio podría resultar ser su familiar vivo más cercano después de Mónica.

    Ha sido adoptada por Rocío Malfoy, su madre e instructora, persona a la que admira de corazón.

     

    ¡Muchas gracias! Un saludo :)

  22. Abrí mucho los ojos. La frente estiraba de mis párpados, sorprendida ella también. Balbucí sonidos inconexos, un tartamudeo inquieto e infantil. No lograba articular palabra, ni encontraba frases pertinentes en mi manual del inglés útil para situaciones de extremada delicadeza.

     

    Los ojos de la joven se tiñeron paulatinamente de verde, como si abandonaran tras de sí una cáscara, dos esféricas serpientes mudando la piel y sustituyéndola por una coraza esmeralda.

     

    Por lo menos reconocía el lugar. A lo mejor podría reconducir sus recuerdos, si es que los tenía, y hacerle rememorar nuestro primer encuentro y todos los posteriores. No podía haber olvidado tanto. Tantos años encerrados en segundos, porque era una vida al menos el mirarla y saberme suya.

     

    En su expresión hallé extrañeza, incomprensión y dolor. Me observaba como a una desconocida que estuviese muy lejos y no a menos de un metro, como a una persona cualquiera que a la vez adormeciese sus sentidos y la arrastrase a los riachuelos de veneno nacidos del corazón. Yo no podía apartarme, dejarle espacio para respirar y tranquilizarse. No podía no tratar de hacerla entrar en razón, enderezar sus pensamientos. Temía tomarle la mano y recibir una bofetada como respuesta, pero decidí arriesgarme.

     

    Arya, te llamas Arya. Yo soy Oniria, la otra mitad de tu alma, ¿cómo no puedes recordarme? ¿No lo ves? Aquí, aquí. Susurré, señalando mi pecho. Mis ojos violáceos se estremecían, aullaban—. No estoy confundiéndote. No podría. Eres tú, somos las dos. Lo hemos vivido todo, lo superamos, amor. Nos hemos querido, también. No puede haberse perdido lo que construimos. No somos como una llama que se apaga si un dios sopla con viento huracanado. Somos fuego eterno que perdura, que produce, causa y final de todas las cosas que nos atañen.

     

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