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Hessenordwood Crouch

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Todo lo publicado por Hessenordwood Crouch

  1. Grelliam M. Ollivander La figura estática del brujo sentada en aquella butaca de alto respaldo pareció endurecerse y oscurecerse mas bajo la helada mirada gris de Hannity, él por supuesto intenta no distraerse en el pensamiento que en su cabeza decide instalarse: ¿Dónde ha visto esa mirada antes? No, debe escuchar lo que ella pregunta, aun cuando él debería estar aun mas preocupado por la llegada de aquel nuevo huésped en los pasillos del palacio, su palacio, como si fuera la creadora de la mitad de ello. Auto escudriñarse a través del reflejo de sí mismo que hay en la mirada de Hann tampoco es algo que mejore la situación, se siente de pronto incapaz de reconocerse, o al menos él hubiera imaginado encontrarse con una versión menos agradable de él, quien sabe, quizá algo que representara mejor sus pensamientos, acciones y hechos más recientes, pero no. ¿Sería acaso esto lo que Hannity ve en él todo el tiempo? Alguna versión de Garry asomándose a través de la ventana desde el interior Hann. Si ese era el caso, Hannity estaba siendo demasiado amable con él. Es eso, o quizá era simplemente lo que ella hubiera deseado ver en él. –¿Un sueño? -, el sonido que hace la voz de Garry es vibrante, posiblemente lo único ahí que de pronto parece tener vida, inclusive aún más que el pálido cuerpo de Hannity. –Ciertamente no tengo idea, pero esto no me parece un sueño-, no es que sea incapaz de sostenerle la mirada a su ahijada, pero igualmente despega los descoloridos ojos de los de ella para centrarse en algo más allá de lo que se ve por una de las ventanas que, usualmente, deberían dar al circulo de la heredad. –De ser un sueño, ¿no crees que hubiera despertado ya hace un rato? -, no existe ningún sentimiento que se le escape en aquella silabas arrastras, ni mucho menos en aquel acento casi completamente inglés. Es algo demasiado complicado ser indiferente ante la presencia de Hanity en su habitación, él debería concentrarse mejor en la tarea en la que estaba antes de ser interrumpido por ella, él debería pensar quizá mejor en lo que hace ahí y por qué. Para fortuna de todos y nadie, Hannity atina al extraño buen humor de Garry admitiendo para él lo extraño que sería de algún modo volver a la realidad. Justo después de eso se pregunta si es que Hannity pueda algún día pudiera llegar entender lo que es para él este tipo de realidades. Entonces, en algún punto de esta silenciosa convivencia, se vuelve algo más que irresistible no pensar en ella, por lo que solo es Hannity quien ocupa luego la mayor parte de la turbada mente del brujo, después de casi fracción de segundos finalmente decide que no tiene ahora otra cosa que atender que no sea ella. Como consecuencia de ello, a la oscuridad de la habitación se vacía de pronto, quedando toda amontonada en lo que sea que exista del otro lado de la ventana que Garry mira con fijeza. Incluso cuando finalmente parpadea se da cuenta que, aunque imposible, la habitación ahora se siente, y es mucho más cálida de lo que la recuerda. –¿Por qué estás aquí Hannity?-, volvió a preguntar aun con la mirada perdida en lo lejos de esa ventana. Él ya ha escuchado a Hannity antes, ella ha dicho que ha venido a buscarlo, el por qué es algo que casi lo intranquiliza, sin embargo, en esta ocasión, su insípido acento evidencia el hecho de que él espera otra respuesta por parte de ella. Quizá algo que explique cómo es que la hija que nunca ha tenido con Bel Evans ahora comparte no solo su vida, sino también el palacio junto a él. … … … Hessenordwood R. Crouch La detonación es fuerte, vibrante y muy ruidosa, pero extraordinariamente limpia, el muro cayó sin más esfuerzo de nada y Hessen solo tuvo que resoplar para quitarse de encima el polvo que ha caído sobre su ropa. Por otro lado, la nube de polvo que se ha levantado a su alrededor es espesa y si no fuera por el escombro a su alrededor cualquiera podría pensar que el estruendoso rudo solo es parte de un efecto especial de aquella escena que ocurre del otro lado de la habitación. Maldición, su impresionante entrada opacada por el trio de Ollivanders. Infiltrarse a la mansión de ellos no representó en absoluto un verdadero problema, la vieja y siniestra casa no tiene nada más que simples y hechizados muros de vieja madera como único obstáculo que Hess tiene que enfrentar para colarse a la casa, si robarla es lo que hubiera querido desde un principio seguramente no hubiera sido un problema, no obstante, verdad era que entre más se acercaba a lo que buscaba ahí dentro más difícil resultaba seguir tumbando paredes. Hess no puede asegurarlo tampoco, pero es como si la casa luchara también contra lo que ahí dentro se esconde. Por lo tanto, el hecho de tirar tan teatralmente el ultimo de los muros habría sido solo para darle el giro dramático que, evidentemente, estas personas NO necesitan. A lo largo de sus desenas de vidas, Hessen puede decir que ha visto de todo, tal vez no puedo recordarlo como algo propio, pero si es capaz de pensarlo Hess cree entonces que ya lo ha visto en alguna ocasión. Los mortales son altamente creativos para condenar sus almas a la miseria, a pesar de sus altas limitaciones que les permitieran, o no, sobrevivir al hecho más extraordinario que pudiera cualquiera imaginarse, no todos ellos, por supuesto, pero habría siempre casos excepcionales. No debería sentirse tan sorprendido entonces al encontrarse con ellos, lanzándose hechizos, atrapados en un aura difícil de identificar para los ojos del demonio que solo son capases de distinguir las cosas como bultos sin colores. Bajo sus pies, hay pintados una serie de símbolos y valores que reconoce de alguna vida u otra, pero que no son importantes ahora. Él camina entonces sin ser visto (aparentemente) en aquella habitación, se acerca al ente (la cual no esta seguro de que se trate de una persona real) que parece tener mas conciencia que el resto y que apunta su varia con fuerza hacia los otros dos cuerpos, atrapándolos en una especie de transe, en un algún lugar donde puedan pertenecer solamente aquellas dos mentes. Contempló con una eterna calma aquella interacción, bajos su perspectiva, esto era como intentar pegar a la fuerza algo que ya estaba roto en mil pedazos, y lo único que él es verdaderamente capaz de distinguir es el alma descompuesta sobre los hombros de quien Hess atina a decir que se trata del señor Ollivander. Hay algo más a su alrededor, sin embargo, al igual que la mujer que apunta con su varita, no puede saber quién o qué es, después de todo Hessenord solo está aquí por el muchacho. Por otro lado, apelando a su vejes, o quizás a su lado más humano, entiende también que, por el modo en el que ellos, o ellas, se aferra tanto al recipiente es porque son, de alguna manera, importantes. A pesar de esta extraña explicación que se da a sí mismo de lo que ahí ocurre él no quisiera intervenir en esta, que seguramente, será una despedida. Tonto sentimental. –Hazte a un lado-, a su espalda aun esta esa esa mujer, sosteniendo con fuerzas lo que sea que mantiene a raya el alma del alquimista. Hess se imagina que tal vez no era necesario decirlo tampoco, después de todo aquel ente parece debilitarse a una velocidad alarmante. – Yo me encargaré de él ahora-, masculló entre dientes, en sus claros ojos azules se refleja solamente a la criatura que hay delante de él, lejos está de ser ya una persona y de quien fue alguna vez. –Déjalo ir-, insistió, mientras apretaba los nudillos en grandes puños en los que se convertían sus manos. – Ahora lo llevaré conmigo. @ & @@Rory Despard
  2. Yanna K. Smith —Pero que estupidez. Apenas puede ver algo al volar por los cielos que han comenzado a oscurecer por la próxima noche. Lo único bueno es que, a pesar de que en Inglaterra no hace tanto calor como en el centro de América, al menos la morena agradece que la temperatura baje un par de grados por la noche. No obstante, ha sido un error haber escogido volar en escoba cuando aún está aprendiendo a dominar tal objeto mágico, y aunque no debería quejarse, ya que no sabe tampoco hacer una aparición y el que la moto voladora este varada en el garage por su último viaje es solamente su culpa, aun así lo hace, porque, bueno, no tiene, por ahora, con quien desquitarse, además, era una manera de llegar motivada a la práctica, ¿no?, después de un largo, caluroso y terrible día, desahogarse un poco rompiendo o lastimando cosas. El único detalle es que Yanna no es muy diestra en la magia, por lo que era probable que aquellas "cosas" podían romperla o lastimarla igualmente. Si terminaba arrojando lejos la varita de palo verde que Grell ha preparado para ella y se lanzaba contra uno de los presentes tirando puños, patadas y mordidas era culpa de su falta de práctica, además eso también servía como desestres. Incluso alguien como Yanna reconoce que aquel espectáculo de llamas no es necesario para encontrar el tan renombrado Pink Palace, primero que nada, de buenas a primeras la apertura de tal estructura no ha pasado desapercibido por la gente de aquel pueblo, después de todo la casa ocupaba el viejo nombre de “la casa de los gritos”, algo que parecía provocar que las personas hablaran. Lo segundo y más importante (al menos para ella) es la espantosa apariencia del lugar, Yanna no cree haber visto vivienda múltiple más fea en toda su vida, y eso que también ha tenido una vida bastante desorientada y lejos de buenos gustos. Así que, incluso antes de que pueda ver las llamas en forma de cruz, Smith ya ha encontrado el vistoso lugar gracias a su peculiar iluminación y colores. Entonces, si volar es algo nuevo para ella, el aterrizaje iba ser ruidoso, pero a Yanna no le preocupa. Antes de pensar más o mejor en ello, sobrevuela el lugar para reconocer qué y quienes ya han llegado a esto que, justo ahora, no recuerda ni piensa, en cómo es que pasó, pero que está involucrada también. De las cuatro personas reconoce solo a la mayoría de ellos; el maldito de Crouch, el niño que trabaja ahora para su hermano menor y el señor monje que ayudó a Hannity y a ella a luchar contra esas personas de nieve. No importa que se esfuerce por mejorar esas descripciones, todos ellos eran personas raras, haciendo cosas aun mas raras y a Yanna de pronto intranquiliza la idea de cómo es que ha terminado de robar bancos y tesoros a esto. Hizo un par de piruetas más en el aire, algo de habilidad nata antes de volar alto y soltarse de su escoba para caer en picada apuntando justo al centro de la cruz. Mientras más distancia recorre la velocidad aumenta, sin embargo, a algunos metros antes de tocar el piso, el amuleto volador que cuelga en su cuello hace el efecto esperado y, aunque sigue siendo ruidoso y cae con dureza sembrando el piso con ambos pies, el golpe es mucho menos duro y Yanna lo sobrevive sin el menor de los rasguños, salvo por aquel calambre provocado por pisar un poco chueco al caer, pero no iba a estropear tal entrada solo por eso. La larga y astillada sonrisa de Yanna saluda a los presentes, con los amarillos ojos adornando el fino rostro de la bruja la hacen parecer un demonio que ha caído del cielo, o eso seria si no estuviera esta vez disfrazada como un vikingo, con ropas de cuero y piel ajustadas a su esbelta y alta figura y el cabello blanco trenzado sobre su cabeza en lugar de esos feos sombreros que los antiguos guerreros equipaban para sus batallas. —Buenas noches caballeros-, el sonido de su voz sisea entre los afilados dientes, como si de un animal se tratara. — Lamento informar que mi amado hermano no nos acompañará esta noche-, asintió en dirección a Quintel, seguramente la persona que mejor entiende las circunstancias del Ollivander y su lenta rehabilitación. —Pero he venido yo en su lugar-, después amenazó con la mirada al Crouch.
  3. Quintel Guillam —Cuanto drama, Hessenordwood-, el muchacho se burló entre dientes con una amplia sonrisa mientras contempla desde la ventana de su habitación el espectáculo que hay afuera, para ser alguien a quien no le gusta llamar la atención el Crouch es imposible. Con agilidad, el niño se movió por su cuarto a toda prisa, cambió las ropas de casa por algo más apropiado para salir afuera a esta siguiente gran aventura; unos pants deportivos oscuros que se ajustan con ligas en sus pantorrillas, dejando descubiertos sus tobillos, las zapatillas deportivas y la camisa sin mangas son de colores más claros que hacen que su piel se vea mucho más morena de lo que es, y dejan también al descubierto parte de la piel de sus brazos y piernas donde se ven los peculiares tatuajes que hay en su cuerpo, algunos con alguna misteriosa y brillante tinta azul y otros como cicatrices con delgados y gruesos bordes de piel hinchada. Sobre la cabeza se colocó una gorra para no tener que hacer nada por su ahora alborotado cabello, pero descartó la idea de llevarla sabiendo que si se encontraba con Benjamín en la sala de estar seguramente recibiría un sermón por sus fachas aun si el muchacho se esforzaba por justificar que solo iban a calentar el cuerpo. Así que la dejó botada en alguna parte de su habitación, antes de, con cautela, asomar las narices por una pequeña abertura de la puerta sólo para asegurarse de que no hay rastro cercano del viejo Ben, porque, aunque no lo ha visto en todo el día, en algún momento entre las cinco y seis de la tarde, lo ha escuchado entrar al apartamento. Últimamente se han visto tan demasiado poco tiempo, que Quintel ya ni siquiera puede asegurar de que comparten un piso. Aunque sabe que hoy se verán nuevamente las caras. Hasta donde su ágil vista gris alcanza no ve rastro del brujo, pero antes de que pueda salir, algo parecido a una explosión afuera llama su atención y lo hace llegar, con un par de maromas, nuevamente hasta la ventana. Una vez ahí la espesa nube de humo (del fuego que se ha apagado repentinamente) que ahora envuelve donde antes ha visto la robusta figura de Hessen no lo deja ver nada, ni siquiera el rastro del fuego que ahora está extinto. Guillam se removió inseguro antes de voltear hasta el pequeño altar donde guarda sus recuerdos y sus respetos a sus difuntos padres, y solicita el permiso de Scared, para que lo bendiga con su compañía en esta batalla mientras toma con ambas manos la varita de ahuehuete que ilumina el altar. Tomando una gran bocanada de aire que guarda en sus pulmones, abandona la habitación para, a pesar de que ha tenido cuidado de no ser tomado por sorpresa, encontrarse con Benjamín esperándolo en la estancia del piso. “¿Listo?”-, pregunta en señas, ahorrando esfuerzo a sus gastadas cuerdas vocales para la práctica de esta tarde. No espera una respuesta inmediata del brujo y se adelanta por la puerta que Ben ya tiene abierta. Hacia el patio donde es la cita Quintel mantiene el ritmo para mantenerse junto a Benjamín todo el tiempo, y solo se le adelanta con energía cuando comienzan a llegar hasta con los demás. Hasta ahora solo hay dos personas además de ellos, Hessenord y el señor extraño que ocupa el piso más abajo del Palacio Rosa. Quintel es, entre él y Ben, el más sociable, o eso cree él, sin embargo, esta sería la primera vez que cruzaba palabra con el señor Despard. Antes de algo más, Quintel comparte una última mirada a Benjamín, primero de ingenuidad hasta que la sonrisa burlona hace desaparecer de su rostro cualquier rastro de inocencia. Luego de eso, hace una reverencia a ambos magos en el lugar y con el mismo silencio expresivo, espera que Ben se encargue de las conversaciones mientras todo esto comienza.
  4. Hessenordwood Crouch El fuego lo quemó todo a su paso, una enorme llamarada mucho más amarillenta y azulada que anaranjada, marco sobre el enorme jardín una figura irreconocible a simple vista, aunque desde lo más alto del Pink Palace, y mucho más allá del último piso, la cruz en llamas marcaba el lugar. Son tan altas y densas que apenas se pueden ver entre ellas y su calor es por mucho más intenso que el que ha hecho durante esa tarde de verano, sin embargo, tampoco ocupan gran parte el jardín, si no solo un extremo tal vez, como si alguien que no puede evitar no serlo, tratara de ser discreto con aquella inusual marca. De entre el fuego la enorme sombra de la figura que es Hessenord aparece como si se tratara del mismo demonio que lo posee ahora y no solo el brujo, y lo único que se rescata de él es su profunda mirada clara, tan clara como la de un cristal. Una vida atrapada dentro de otra. Las llamaradas sin embargo no lo tocan, no quiere decir que es inmune, pero es claro que es él quien está controlandolas ahora, pues le es suficiente un ademán rudo para que estas aminoren tanto hasta casi desaparecer, dejando sobre el fresco cesped, una fea capa de cenizas, humo y los restos de una naturaleza muerta por el fuego. Aun así, Hess desentona con aquel lugar, demasiado bien vestido tal vez para esperar lo que les queda por delante, un traje de tres piezas, con colores oscuros en su mayoría, salvo esa camisa blanco perla sin una corbata para dejar que el grueso cuello tenga más libertad de moverse, de zapatos de vestir lustrosos e impecables, a pesar del caos que acaba de hacer con el patio del Palacio Rosa. De pronto pinta la apariencia de un novio que ha sido botado en el atar y se desquita con el jardín de flores del piso donde vive y vivirá como un eterno soltero. Por supuesto que lejos está de aquella visión y en la soledad del patio, Hessenorwood espera con impaciencia reflejada en su rostro a que ocurra algo, algo que posiblemente ni siquiera él está preparado para esperarlo. —Mas te vale no equivocarte niño, porque he dejado asuntos importantes por esto. @@Rory Despard
  5. Le esta llevando mas de un rato descifrar el acertijo que ha de resolver con conocimiento de astronomía. Tal vez útil sería concentrarse en lo que debe hacer y dejar de pensar en el trabajo acumulado que tiene al volver a casa. Quizá era también que se está haciendo torpe, juntarse con ese muchachito que habita el tercer piso del Pink Palace no le estaba haciendo bien, a su cerebro, ni a su imagen, y ni qué decir del tío que vive con él, si Hessen no quiere a ese hombre molestando con amenazas en la puerta de su piso sería mejor mantenerse a raya y, en general, hacerlo también con los habitantes de aquel lugar, de Ottery, si quiere alguien como él pasar desapercibido. Así que, debe redoblar esfuerzos si quiere, aunque sea, sacar algo nuevo de este curso, salir de ahí con un poco más de conciencia de lo que ya reconoce de la astronomía. Igual es casi seguro, de que Hess insistirá, luego de hoy en tomar nuevamente el curso, o un extra, y no solo para tal vez encontrarse nuevamente a la señora Macnair, aunque eso también es un plus. Antes de hoy no tiene más conocimiento de la astronomía que el que se pueda considerar básico, aquello que ha aprendido en el colegio de magia y algunas historias populares. Y es que hasta ahora, no había encontrado necesidad o interés en aprender más de ella. No obstante, su regreso a Londres, y particularmente su regreso ahora como un ente endemoniado, lo han orillado a tener que re prepararse para habituarse a vivir entre brujas y magos. Aprender de sus conocimientos, es un primer buen intento, aunque hasta ahora, el brujo parece correr mayor suerte tratándose de la magia guerrera. La premisa que Cissy Macnair expone es interesante, aunque la verdad es que deja al brujo sin muchas esperanzas de avanzar por su cuenta, tal cómo quizá ambos hubieran preferido para este curso teniendo en cuenta que Macnair tiene que dividir su atención en dos temas casi diferentes. Por lo que, para entenderlo mejor, Hess se relee parte por parte, analizando cuidadosamente verso a verso, esperando que entre ellos la liga de ideas que pueda formarse se unan para encontrar la respuesta al acertijo de Cissy. Siguiendo la luz que marca el lugar, a donde apunta durante la noche astral, en el verano se le puede ver, protegida por su amigo fiel… ―Ahm...si no mal recuerdo, algo de las estrellas que mejor se consiguen ver durante el verano son: polaris, la Estrella del Norte, la constelación de casiopea, el triángulo de verano y alguna otra que se me está escapando de la mente-, de ratos se distrae con las otras personas que ocupan la torre, los ve buscar entre las escobas, cual es la que van a montar para presentar una práctica. No es que ha Hess el vuelo le apasione, pero justo ahora, cuando menos es importante, parece interesado en verlos, incluyendo a Macnair, volar sobre las escobas. ―Lo que trato de decir es que son algunas cuantas, sin embargo, si me voy por la oración “protegida por su amigo fiel”, yo pensaría que se trata de la osa menor que se encuentra casi encerrada por el dragón. Si hasta allí debes bajar, recuerda con tu varita alumbrar, el lugar exacto donde reposa lejos, muy lejos, se encuentra la osa. Recuerda, no hace tanto tiempo en realidad, es más, es algo que no parece ser un recuerdo propio, si no el de otra vida, haber escuchado aquella historia sobre ese trío de constelaciones en particular. No obstante, aquella leyenda no llevaba rimas con el acertijo de Cissy, por lo que lejos de acercarse a una respuesta, solo se siente mas perdido. ―Por otro lado, la oración “...el lugar exacto donde reposa lejos, se encuentra la osa” me hace pensar que se trata de la Estrella Polar-, confundido, Hess se rascó la nuca antes de volver su atención a Cissy. ―La última parte me pregunto si es que solo hace referencia al objeto que busca. A-aunque igual y no-, sonrió nuevamente, un tanto más que nada resignado, y altamente extraviado en el acertijo de la bruja. ―¿Hay algo mas ademas de este texto?-, se encaminó entonces hasta la orilla de aquella torre, donde tiene una mejor vista de la selva que rodea el castillo y sobre ella, los puntos más claros, comienzan a pintarse como pecas sobre la bóveda celeste, el primer rastro de una larga noche astral.
  6. Su aparición se escuchó como el siseo de una mecha encendida antes de llegar al detonador, y terminó siendo igual de ruidoso al materializarse como si en realidad lo hubiera hecho. ¡KABOM!. A los pies de la gran edificación que es Castelobruxo; la figura grande y robusta que es Hessen surgió de una espesa nube de humo de tonalidades plomo entre gris y azul, aunque es más dramática la entrada de ese modo, le gusta mucho más una aparición que el tener que realizar un haz de la luz. Quizá era por esa misma teatralidad que al brujo le apetece más aparecerse de aquel modo, aun cuando llamar la atención no es lo que quiere y solo por eso, para guardar su discreción, es que ha aparecido a las afueras de las instalaciones académicas en lugar de los reconocidos terrenos sudamericanos. El colegio de Castelobruxo no es un lugar tan desconocido para él cómo lo pudiera ser, a pesar de su propia nacionalidad y origen, el mismo Hogwarts, y es que durante su tiempo viviendo fuera de Europa, lo cual había sido ya bastante tiempo, además de tampoco haber realizado sus estudios en Escocia, Castelobruxo para él fue, en más de una ocasión, una posta donde descansar cuando su preparación, tanto intelectual como práctica, se hacía más complicada. Así que, aunque no es recibido como un invitado, Hess se siente con la confianza de siempre para adentrarse como si estuviera de regreso en su alma mater, aún cuando originalmente lo es el Palacio de Beauxbatons. Elegantemente se desplaza por los pasillos con rapidez, sabe muy bien que va retrasado, el constante pitido de la alarma de su reloj de pulsera se encarga de recordárselo con insistencia cada cinco minutos, pero aun cuando sabe que es inevitable su retraso se apresura a llegar a la torre lo más pronto posible. Del desorden ese que lleva ahora no puede culpar a nadie o nada más que a él y su falta de organización de las últimas semanas, las cacerías se han vuelto más complicadas a pesar de haber obtenido mucho más poder mágico, sobre todo cuando el demonio está en busca de esas almas podridas que siempre ponen mucha más resistencia de la que deberían. Sin duda, no estaba siendo del todo fácil adaptarse a este nuevo reinicio, pero, a aquella cosa que vive junto, dentro de él, parece también satisfecho con el nuevo reto que todo esto conlleva. Así ha sido tras su aprendizaje con la magia guerrera y, ahora también, con los conocimientos mágicos. Para el viejo demonio, acumular conocimiento de esta índole estaba siendo...casi apasionante. Antes de llegar al último escalón de la alta torre, Hessenord revisó la nota que había recibido anteriormente con las indicaciones sobre el curso, solo para no quedar como un tonto cuando llegara hasta lo alto de la torre y saber que se ha equivocado de lugar, aunque igualmente corría el riesgo de parecerlo al haber llegado casi horas tarde. ―Cissy Macnair…-, lee con el entrecejo apenas forzado, antes de levantar la mirada cristalina y encontrarse con la puerta que lo separa del grupo. Desde ahí puede sólo escuchar el vibrar de las voces que vienen desde el interior y aunque no reconoce con facilidad lo que dicen; entre ellas sobresale el acento de Macnair con mucha más facilidad que la del resto. Qué extraño era, llegar a un sitio y encontrarse con una persona conocida. Tras una larga exhalación, ajustó entonces el impecable cuello blanco de la camisa de vestir, no se ha preguntado hasta ahora si el atuendo casi muggle muy al estilo de un practicante de equitación es el más cómodo para estudiar la astronomía, pero de no serlo, bueno, ya podría amañarse para hacerse de un traje mucho más adaptable como lo eran sus ropas para la cacería. El brujo tampoco llamó la puerta antes de abrir, para no interrumpir la clase, y entró con el mayor cuidado para asegurarse de ello. Una vez adentro se da cuenta de que, en un grupo tan pequeño, tal vez no pueda pasar desapercibido su inusual retraso. Puede verse, por una fracción de segundo, la expresión de disculpa reflejada en el rostro del Crouch, pero tampoco le dura mucho más tiempo, y se suaviza en una media sonrisa suave y un asentimiento pronunciado con su cabeza. ―He escuchado, con mucha más frecuencia de lo que me gustaría, que cuando alguien realmente desea una cosa, todo el Universo conspira para que lo consiga. Personalmente, difiero a esa idea-, pausó su entrada, compartiendo la mirada con el otro par de magos que ya estaban ahí, Hessenord desconoce que ellos están para tomar una asignatura distinta a la de él, por lo que, sea lo que sea que estén haciendo ahora, espera al menos no haberlos interrumpido lo suficiente. ―Lamento el retraso, señora. Me he extraviado en los deberes del día-, no dice más para no empeorar la intromisión, y cuidadosamente, se acerca al grupo.
  7. Nick: Hessenordwood Crouch ID: 118247 Conocimiento: Astronomía Link a la Bóveda: Aquí Link a la Ficha: Aquí
  8. No le lleva mucho más tiempo entender el contexto del lugar donde finalmente ha aparecido el grupo. Están atrapados en alguna parte de Holanda bélica. Es un poco desconcertante, o quizá demasiado confuso para él cuando finalmente termina de pescar la idea, este viaje en el tiempo, pues los sonidos de disparos, explosivos y los gritos de las personas lo arrastran de regreso a aquellos tiempos que ha vivido antes, cuando las guerras eran un acto de honor y sacrificio para los guerreros y el símbolo de un profundo respeto y devoción para los dioses que traen paz, riqueza y poder a sus pueblos si se luchaba en su nombre. Cuando la sangre y el corazón de los hombres era el alimento para los Dioses. ¿Que hablaba Triviani entonces antes? ¿Que los quemarían o ahorcarían por usar magia? Eso era, si es que lo ha interpretado bien. Pues no esta deacuerdo. Su rostro iluminado apenas por el destello de las explosiones que tiñen el cielo de naranjas y rojos brillantes ensombreció su mirada, disgustado con la idea de hasta dónde es que han sido reducidos los brujos, cuando en sus tiempos eran el vínculo armonioso de comunicación entre las deidades y los hombres. Los tiempos realmente habían estado cambiando en su mayoría para mal, y acostumbrarse a esa idea es algo que aun después de la muerte del bueno de George le cuesta trabajo terminar de entender. “Vamos, vamos”-, Benjamin se escuchaba apurado, los disparos y gritos de la muchedumbre de una batalla parecían acercarse, aunque igual podría ser simplemente el eco rebotando en las altas y solitarias edificaciones. Él se apresura entonces a hacerle caso al hombre y entrar, sin fijarse siquiera aún si es que los demás ya lo han hecho. Igualmente se detuvo justo en la entrada para darle animadamente un par de palmadas al brazo de Ben antes de adentrarse con el mismo entusiasmo con el que había cruzado el portal minutos antes, era un gesto que pedía al hombre mayor no quedarse atrás. ―¡Ahh! mira eso-, apenas entrar se adelanta al grupo metiéndose por entre las grandes máquinas y perdiéndose fácilmente en el interior. El sitio es tan solitario que la voz de Triviani, aunque no es aguda o fuerte, se escucha sin problemas hasta donde se ha metido a husmear las máquinas. Esta vez, lo que el mago dice consigue despertar la curiosidad del muchacho. ―¿Que cosas fabrican aquí?-, pregunta, tratando de imitar esta vez la voz del Triviani, aunque aún se escucha muy emocionado para alcanzar el tono en la lengua del otro. Debe ser que se a alejado mucho del grupo por que no tiene una respuesta a su pregunta, pero si escucha sin problemas una incógnita que por un momento lo alarma. ¿Cómo que dónde estaba Hannity? Bueno, ciertamente no era (esta vez) su problema si a la muchachita le pasaba algo malo, pero está siendo inusual su sentido de preocupación por imaginar que han perdido a alguien como la señora Hannity. Sale de donde sea que se ha metido, arremedando el gesto de Triviani, aunque él no estrella su mano en la frente, solo la lleva ahí y la deja puesta hasta que vuelve a lado de Benjamín. Imitar también los movimientos de las personas es otro mal hábito de Quintel. Los artefactos que tienen en sus manos, podrán resolver el paradero de Hannity-, eso es lo que dicen. ¿Eso era una pregunta? Él espera por los dioses que lo sea y no una afirmación. Lo que continúa diciendo el mago detiene su enredado hilo de pensamientos abruptamente. Es ese, el de triviani, un pensamiento interesante, el de decir que las armas de esa época eran inoperantes contra ellos. No puede más que alzar las cejas con cierta sorpresa y desconcierto ante la afirmación, su rostro es muy expresivo para ocultar las palabras que su enmudecida boca no dicen algunas veces, así que antes de que se le escape algo más a través de esa mirada brillante, brevemente, observa a Benjamín, como si estuviese esperando algún argumento de su parte. Por otro lado, Quintel piensa también que tal vez lo escriba en un descuido del Triviani para llevárselo al viejo Ollivander, quizá ese tema lo haga charlar un poco más de lo convencional. Consigue apartar su atención de esas ideas nuevamente cuando ve la ropa que han conseguido, o mejor dicho que el señor Triviani saca de su bolsillo para ellos. ¡Pero que tío mas trucado! ¿para que el drama de robar ropa entonces? La ropa es una especie de atuendo o uniforme de caudillo, parece, es algo que cree haber visto más en los libros de texto de historia en las escuelas nomaj que dentro de las comunidades mágicas. Quintel se adelantó entonces sin darle más vueltas a la situación, y tomó algunas prendas para comenzar a vestirse con ellas. Mientras con un ojo se pone a la tarea, con el otro se detiene a leer uno de los afiches regados por el suelo, podría tal vez no saber hablar bien, pero el viejo Guillam le había enseñado a traducirle al menos en diferentes idiomas, era una cosa...casi tan fácil. ―Debería usar una de estas máscaras ¿ah, Benjamín?-, el muchacho trae puesto, además de sus ropas de milicia que le quedan algo largas, una de esas máscaras antigás que cubren completamente su rostro y amortiguan el sonido que provoca su fea voz áspera. ―Aunque no se puede ver bien con ellas…-, antes de terminar su oración, se agachó para encontrarse con un tubular de acero regado por el suelo y apuntó con él al pecho de Benjamín, luego hizo un sonido de respiración complicada. ―Luke, yo-soy...¡tu padre!-, la frase la acompañó con más sonidos de respiración artificial. ―Bueno, bueno, es que…-, quitándose la máscara del rostro se adelantó esta vez para alcanzarle a Ben uno de esos papeles. ―Si mi memoria no me falla, esto es...una de esas guerras mundiales, ¿ah? Creo que si dejo que vean este bronceado que vale oro... me cazarán por mi raza antes de que pueda lanzar un maleficio en su contra siquiera-, no lo es, pero el tono en su voz parece burlarse de la advertencia inicial de Triviani. Cuando finalmente están listos para iniciar la búsqueda de Hannity, Quintel recuerda entonces la instrucción sobre los objetos que en sus manos aparecieron y, por una breve fracción de tiempo, se pregunta si cualquiera de ellos tres es el que pudo haber desaparecido, y cómo es que los sobres sabían en qué cosas debían transformarse. ―Ya-, hace un ademán para llamar la atención de Benjamín. “Tengo esto”-, gesticula, pero sus cuerdas vocales no producen ni el sonido del aire escapando de su boca. Arrodillado en el suelo es que finalmente saca el papel de entre sus ropas, no se le había pasado por alto buscarle un lugar seguro entre los pliegues de esa ropa, aunque antigua, era mucho más elegante que la ropa deportiva que suele vestir. Lee una vez más la dedicatoria antes de extenderlo sobre el suelo. Primero parece dividido en solo cuatro partes, después se multiplican casi al desdoblarse, al final resultó una gruesa hoja de pergamino de casi treinta y seis por veinticuatro pulgadas, con algunos bordes mucho más gastados y algunas partes más claras que amarillas en los bordes, como si se le hubiera sido añadido ese papel después. Quintel le contempló, el papel estaba en blanco, ni siquiera una mancha de tinta o algo más que humedad estaba pintado en él, era casi algo triste. Antes de que pudiera ser interrumpido, el brujo buscó en el suelo, entre los papeles regados aún por el suelo, la página que hablaba sobre una supuesta actividad comunista que organizaba una huelga general a la que se unirían muchas organizaciones de trabajadores. Quintel imagina que es una noticia, si no del momento, al menos no podía ser de mucho tiempo atrás tampoco, así que eso le sirve, y colocándola sobre la hoja de pergamino vuelve a repetir los dobleces una y otra vez, incluso parece hacer unos nuevos. Y así está hasta que finalmente, en un doblez que deja el papel del tamaño de la página que tomó del suelo, se muestran unos trazos que no estaban antes. El brujo sonrió satisfecho, y después extendió la pieza a Ben. “Es un mapa”-, describe en señas rápidas. “Va revelando un perímetro aquí”-, intentó explicar añadiendo gestos, pero el sonido de la batalla que se ha extendido cada vez más, casi hasta donde están ellos, lo desconcentra. “Camina, camina”.
  9. El brujo asintió a las palabras del arcano, Grelliam está, dentro de lo que cabe, consciente de que lo que dice el maestro lleva verdad, sin embargo, en ese momento, mientras los siseos transformados en palabras inentendibles aumentan en cantidad y varían en el volumen del sonido, es difícil pensar en cómo es que debe o puede ejercitar su mente bajo esta sensación. No deja aún así abrumarse por todo esto, él no es un practicante de otras habilidades mágicas del control o la manipulación de la mente, pero en cuanto a reacciones físicas siempre se ha sabido manejar con dominio sobre sí mismo, y si en verdad se encuentra desorientado y un poco más sorprendido al escuchar su propio acento en pársel, apenas se nota. ―No, yo no…-, el siseo se detiene brevemente, la pausa parece de pronto como si nuevamente fuera incapaz de hablarlo, pero, por el contrario, sus palabras son interrumpidas por las repentinas visiones que tiene en su mente de las noches cuando la luna llena domina sobre el cielo, sobre personas como él. Quiere decirle que él no come carne, quiere explicarle a la cobra que en la dieta del hombre, no por tendencia o alguna causa más que la propia, la carne ni guisada, ni cruda es de su agrado, y es que es difícil soportar su textura y su sabor, independientemente de donde venga, cuando despiertas por las mañanas en un lugar desconocido, con los rastros de sangre que no te pertenece y el estómago digiriendo algo crudo e incierto, pocas ganas te quedan después de probar bocado. Así que no, no es por él quien se abstiene de terminar aquella idea con tanta soltura, sino la criatura por las que pierde conciencia al menos una vez al mes, y que es mucho más voraz de lo que podría serlo la persona. ―Yo no me alimento de carne-, sisea finalmente, con la misma lentitud como si hablara su lengua origen, siempre ha tenido el hábito de arrastrar las sílabas en expresiones cortas, y escucharse monótono en explicaciones más largas, pero para fortuna de muchos, excepto tal vez para los estudiantes del quinto curso en Hogwarts, Garry no es una persona muy conversadora. ―No lo hago intencionalmente-, de apoco es más fácil concentrarse solo en la cobra frente a él, en los movimientos que el brujo cataloga luego luego como “de curiosidad” y en cómo a su alrededor los demás sonidos se han convertido en bullicio. Duda entonces un momento, sopesando brevemente si es seguro apartarle la mirada a la cobra que tiene delante de él o la criatura podría mal interpretar sus acciones. Garry piensa entonces, que ambos saben que es la cobra entre los dos quien lleva la delantera, por lo que sería demasiado tonto de parte del brujo atentar de ningún modo, y seguramente Nadythen lo sabe. Finalmente lo hace, buscando con sus extraños ojos casi incoloros el rastro de aquellas serpientes que guiaron y acompañaron su camino. Por un lapso corto de tiempo, Garry piensa que le hubiera gustado haber tenido ese elixir en su cuerpo desde el momento en el que cruzó el portal. Cuando finalmente encontró lo que buscaba, si bien no es una de las serpientes que lo habían recibido en la costa al menos la apariencia de ella le servía para su explicación, el mago señaló a la enorme serpiente que ocupaba gran espacio, enrollada en un rincón del bungaló, e invitó con el gesto a la cobra a admirarle también. ―Si quisiera, ella podría acabar conmigo sin el mayor esfuerzo solo por considerarme una amenaza para ustedes -, comenzó hablar aun en pársel con paciencia en su voz, como si tuviera todo el tiempo del mundo para quedarse a conversar con la cobra. ―Y apenas tendría yo la posibilidad de defenderme ante su ataque, aun si usara mis mejores trucos de magia-, suspiró pesadamente, ¿qué pasaba si los efectos del brebaje de Lawan terminaban? No tiene antojo de dejar cosas a medias. ―Hay serpientes también que comen inclusive a otras serpientes más pequeñas-, parpadea lentamente cuando ve al bulto enroscarse más sobre sí, antes de volver la mirada hacia la cobra. ―No abogo por una cacería injustificada, pero la supervivencia es casi… una ley de la vida. “'¿Siempre buscas un punto medio para todo?”-, la suave voz de su madre se escucha tan oculta entre los siseos del entorno que se pierden entre las otras palabras que envuelven el bungalow del arcano. Seguramente es una especie de interferencia, entre sus pensamientos y lo que en realidad escucha, y es que sabe que, aunque intente buscar a la mujer en ese lugar, no la va a encontrar. “Siempre tendría que haber uno, un punto medio para todo”-, responde. Se concentró mejor en comprender su propio lenguaje, Nadythen parecía, en gran medida, entender lo que el brujo le explica, pero ha estado silenciosa todo este tiempo, percibiendo con su lengua bífida, por lo que no le garantiza a Garry su entendimiento. El brujo se muerde la lengua antes de volverlo a intentar. ―Al menos ustedes tienen a Nguyen ahora-, arrastrando los sonidos en una nueva serie de palabras en pársel se da cuenta que en realidad el sonido es algo mucho más fluido, que viaja con su propia respiración, aun así, cree que necesita una respuesta por parte de ella, para saber que finalmente se entienden. ―¿Puedo preguntar, Nadythen? ¿qué cosa es lo que las haría volver ahí, a su hábitat natural? si es que se pudiera considerar-, si sus sonidos son más bajos ahora es solo por que a Garry le cansa hablar por tanto rato.
  10. ―¿Correspondencia?-, el muchacho sonrió divertido, aferrándose al pedazo de papel que aún sostiene en sus manos, por un momento había olvidado que aún lo trae consigo, el elfo no quiso recibirlo de vuelta. ―Si hubieran sido las cartas de amor de esas jovencitas enamoradas de mí, Benjamín, tendría la mochila llena de ellas-, soltó aun imitando la voz del hombre mayor. Su sonrisa apenas se apagó cuando sus grises ojos vuelven a observar la dedicatoria, en aquel pergamino de buen tamaño la firma casi se pierde por el maltrato del tiempo, Quintel cree que ese mensaje está ahí escrito posiblemente desde que George y él se encontraron por primera vez. De eso ya han pasado algunos años. También, le es curioso que, aunque lo que Benjamín dice lleva razón, y esto sea una clase de estudios nomaj, el objeto del muchacho es un híbrido de dos comunidades distintas, de tiempo y costumbres diferentes. Sin embargo, y al final de cuentas, era algo de George para él. ¿Debería preguntar si eso va a ser un problema más adelante? “...Bienvenida señorita Ollivander...”-, la voz de Benjamín lo trae de regreso de su melancolía pasajera y lo obliga a concentrarse en la última persona que se une al grupo. Hannity Ollivander, la ahijada (si es su hija es un tema que aún no parece estar claro en casa) de su nuevo empleador. No tiene mucho trabajando con ellos, sería cosa de algunos meses, aún así la heredad de los Ollivander es un sitio bastante tranquilo y solitario, por lo que él solo ha tenido encuentro con los demás miembros de esta si el viejo Ollivander así se lo solicita. Es de ese modo que Quintel conoce solo un poco más a Hannity que al resto de ellos. Quintel hace una reverencia pronunciada junto a las palabras de Benjamín, para que él no tenga que hablar el saludo, aun cuando quiere agregar además que está encantado de verle de nuevo y tal vez preguntar casualmente sobre su “inconveniente”, pero para entonces, el muchacho Triviani ya está sobre ellos dictando el tema de la clase. Su explicación es algo vaga a oídos de Quintel, y confusa, y se pregunta el brujo sí quizá, antes de tomar el curso avanzado, para comprender mejor debió haber comenzado aunque sea el séptimo curso, ahora en Hogwarts, para sentirse más al corriente en las clases. “Estudios Muggles”, se recuerda a sí mismo en donde esta y por que. —¿Ahh? “pero ¿por qué tenemos que robar la ropa si somos tan superiores?”-, se quejó entre señas y sonidos con su lengua mientras es el primero en adelantarse para inspeccionar el curioso portal mucho más de cerca, inclinándose hacia adelante, con ambas manos sobre sus rodillas. No tiene la pinta de algo que hubiera visto antes, ni siquiera de Benjamín o Hessen, que de vez en cuando le enseñan de algún truco de magia avanzada para no perder el ritmo de sus habilidades por el cambio de colegio. —¿Ámsterdam?-, más que al señor Triviani, la pregunta era hacia Ben, como si quisiera saber si él ha estado ahí antes. —Holanda, ¿cierto?-, sabe que Whisper no está ahí esta vez como su tutor, pero es inevitable cuando el tipo de relación que se ha dado mayormente entre ellos es de maestro y aprendiz. Así que al final de cuentas era un viaje hacia otra época, ¿donde ha oído Quintel eso antes? Retrocede entonces lo justo para volver a poner atención al pergamino en sus manos, y es que, según Triviani, los objetos en los que los sobres han mutado servirán para este viaje, aunque no explica más detalle sobre ellos y aun así Quintel siente un peso en su estómago. Tan solo han pasado horas desde la mañana, que le ha pedido a George que no lo olvide y ahora aparece este objeto que alguna vez perteneció a su padre para ayudarlo en esta nueva aventura. Tal cual como en los días donde el viejo Guillam aún vivía. Quizá era que estaba siendo demasiado supersticioso, pero más que eso, el brujo sabe que es una señal de los Dioses. Así que de pronto a nada, aquel pesar en su estómago se convierte en una especie de inspiración, de emoción por el viaje y el descubrimiento. Finalmente, se adentra al portal reteniendo la respiración y apretando los músculos de su cuerpo como si se estuviera a punto de sumergir en un estanque de agua fría. El cambio sucede en cuestión de segundos, apenas perceptibles, pues en un parpadeo y sin tanto ajetreo como lo es usar una aparición, están en un lugar muy diferente. Sin duda, él tiene que aprender pronto a hacer algo como esto. Febrero 25, 1941. Ámsterdam. El tiempo ahí es muchísimo mas frió que los exteriores del Castelobruxo, sobre ellos el cielo está oscurecido, pero a simple vista, no se puede distinguir si es por la noche, por las nubes de tormenta y nieve o tal vez por la contaminación que baja hasta casi rozar el piso. Respirar abiertamente también resulta algo muy desagradable, hay una peste horrible que viene por todas partes y Quintel no cree que se deba solo al estrecho callejón donde se ha abierto el otro lado del portal. Apenas hay algo que ver a su alrededor, está claro que se ha tenido cuidado de no ser tan evidente su repentina aparición, altos muros de piedra de ladrillo grisáceos gastados y manchados por fango y carbón los rodean, y en la oscuridad, ni siquiera las ratas que corren entre sus pies libremente parecen notar su intromisión. Quintel se mueve un poco más allá en la oscuridad solo para no obstruir el paso a los que faltan de cruzar el portal. Nadie se lo ha dicho, es más como un propio instinto de supervivencia arraigado desde las guerras entre las tribus hispanas, que se esconde repegado al muro cuando escucha el ensordecedor ruido del otro lado del largo callejón, ahí donde las avenidas están iluminadas por altos faros de diesel, el sonido del paso y el conjunto de grandes camiones de la milicia marchando y una aterradora alarma que parece venir de todas direcciones. Debajo de ellos, el suelo tiembla y aunque no sabe bien quienes son, la idea de ser encontrados por toda esa armada, lo pone sumamente tenso. —¿Hacia dónde van?-, murmura con su propia voz esta vez, mientras sigue aún con la mirada al último contingente que se pierde a lo largo de la calle. Por un momento ha olvidado que lo más importante, primero que nada, no es terminar de averiguar en qué época del tiempo es que han aparecido, sino encontrar la forma de adaptarse y pasar desapercibidos, aunque si eso ya era una dificultad para alguien con la apariencia de Ehécatl en tiempos modernos y entre los nomaj, estando sabrá Dios donde y cuando, no se imagina cómo puede conseguirlo sin magia. —Estos lugares parecen...maquinadoras. ¿Será que están desalojadas ahora? no se escucha ningún ruido cerca.
  11. Holas, Un buen evento que hubo, bueno para despejar la mente un rato del ocio(trabajo) del mundo miggle. Y bueno después de mi extenso y emotivo agradecimiento y felicitación a los que organizaron(?) Vengo por los Salvajes magifuegos Weasley Sankyu c:
  12. Quintel Guillam "Querido George; Hoy tendré una clase avanzada. Me han dejado tomarla antes de concluir los estudios solo por mis antecedentes. Eso es algo bueno ¿no? Si, creo que tu me dirías algo como eso mientras yo me preocupo por algo más superficial como intentar no llamar la atención por entrar a medio curso a un colegio diferente, aun cuando vivo más tranquilamente en el mundo de los mágicos que entre los nomag. La verdad es que ya no me pasa eso. Y quisiera que estuvieras aquí para compartirlo. Yo sé que siempre están ustedes dos aquí conmigo, pero últimamente se siente como si no, al menos desde que me mudé a Inglaterra. Hess sugiere que debe ser por el cambio, pero he cambiado anteriormente y nunca antes me sentí tan... lejos de ustedes... En fin, no me olviden, por favor. Los amo, a ti y a mamá" Las ruedas del skate sobre la piedra del suelo es lo único que se escucha a lo largo de ese pasillo más que solitario de Castelobruxo, seguramente por que las clases ahí ya han comenzado. Avanza aun así a un ritmo lento pero constante y se desplaza sobre el patín empujándose con el pie de tanto en tanto, sólo cuando considera que ha perdido velocidad. La reacción es tan automática como si fuera algo tan instintivo como lo es caminar, por lo tanto, no tiene problemas tampoco cuando se encuentra con algún obstáculo en su camino, con el mismo letargo de sus movimientos los esquiva sin el mayor esfuerzo, después de todo, ha hecho esto por mucho tiempo, y aun cuando volar en escoba le resulta muy vivificador, hablando de distancias cortas, para Quintel no hay como rodar sobre el concreto. Parece él alguien tan joven aún como para merodear por Castelobruxo, aunque Quintel siempre va a diferir esa y opinará que dentro del mundo de la magia, al menos en el que él ha vivido, pocos magos parecen viejos en realidad. Él solo es uno más del montón, de esos que han vivido muchos años, pero no lo parecen, la diferencia con Guillam era solo tal vez, que a pesar de sus años, realmente bien vividos han sido tan pocos como la joven edad que aparenta. Por otro lado, están todas esas cosas atrapadas dentro de él, escondidas otras veces como hoy en sus gestos más tranquilos, como el rostro taciturno que ensombrece su habitual sonrisa y el espeso gris de su mirada con los recuerdos del pasado. Las instalaciones del colegio en Brasil le trae a Quintel un poco de viejos recuerdos, no del cómodo tiempo viviendo con el bueno de George, si no antes de eso, cuando los días eran todos iguales y la prioridad de su existencia era sobrevivir a un día mas atrapado en aquella fractura del tiempo causada por una maldición, o eso es lo que los sacerdotes de las tribus contaban en las leyendas de sus murales, en cambio Quintel, o mejor dicho Ehécatl, sabía de sobra que todo aquello estaba justificado por un verdadero acto de sacrificio, uno que no ha sido debidamente honrado y como castigo los Dioses han decidido mantenerlos ahí encerrados, a todos ellos, hombres de fe, mujeres trabajadores e incluso criaturas inocentes. Solo el amor de madre había salvado a Ehécatl de sufrir el mismo destino que todos ellos. Una media sonrisa joven revive un poco mas el habitual ánimo del brujo, aun tiene la mirada en algún punto perdido del interminable pasillo, abordando recuerdos involuntariamente, acompañado solo por el sonido de su patineta y el piar de las aves que se cuelan desde el exterior, que lo traen de vuelta como si despertara de un sueño. Esta decidido a dejar esos pensamientos atrás, concentrarse mas en lo que lo ha traído de vuelta a América mucho antes de lo que Quintel hubiera querido. La interrupción de una criatura que no reconoce a simple vista se encarga de eso, pues se a aparecido a tan solo un par de metros de distancia de él y ya el patín había comenzado a ganar velocidad luego de pasar por un aula ocupada con la puerta abierta. —¡¡Cuidado!!-, el grito alarmado del muchacho es desagradable, y el elfo pega un brinco del susto tan alto como si se hubiera aparecido en la jaula de algún animal que pudiera comerlo. Tratar de esquivarlo es todo un problema, aún para alguien tan acrobático como lo es Quintel; la orilla del skate se raspa sobre el duro suelo cuando inclina todo su peso hacia atrás y gira para no golpear al elfo. Naturalmente, frenar tan de pronto hace que el muchacho tenga que saltar casi hasta el otro lado para no lastimarse a si mismo con el patín. “Casi te golpeo”-, le dice al elfo con lenguaje a señas, pero la evidente confusión de la criatura le recuerda a Quintel que no está en casa. No hablar no habría sido un problema anteriormente, cuando aún vivía en California, pero a pesar de las ventajas que encontraba vivir en una comunidad mágica, ese ha sido hasta ahora su mayor traba. —Lo siento-, murmuró bajo, solo así su vieja voz gastada no se escucha tan mal. —¿Ah? ¿Esto es para mi? ¿Estás seguro?-, a pesar del susto, la criatura se repone más rápido y se acerca apuradamente a entregarle un sobre al brujo. Aún en las manos del elfo Quintel inspecciona el sobre antes de finalmente decidirse a tomarlo. Sin embargo, no tiene más oportunidad de analizarlo cuando lo agarra, pues el sobre inmediatamente muta bajo su tacto, a una forma más alargada y doblado en cuatro partes iguales, el material, que sigue siendo de papel aunque más grueso, es visiblemente más viejo, algo comido en las orillas y manchado. Quintel no necesita desdoblarlo para saber de qué se trata, lo ha visto infinidad de veces, conoce lo que hay en su interior, y lo que le hace falta también. Es más por eso último que Quintel no se anima a abrirlo y se congela al leer la dedicatoria escrita con impecable caligrafía en una esquina del papel: "Para: Quintel. De: George." "Equivocado"-, le dice con señas, queriendo regresar al elfo el papel, pero aunque Quintel es paciente con las criaturas, la confusión del elfo por sus señas casi lo exaspera. —Estudios muggles-, masculla entre dientes para dejar escapar apenas un sonido, tratando de explicarle al elfo que no está aquí para algo más que eso. La verdad es que la magia del sobre confunde a Quintel, ciertamente no espera involucrarse con magia el día de hoy, no es que eso le emocione tampoco, pero es lo que uno podría esperarse con el título de la clase. Por el contrario, la criatura insiste y le balbucea algo sobre ayudarlo a llegar a la sesión. Debe ser que aun se siente aturdido por el papel con la dedicatoria de George que sin pensarlo toma la mano del elfo, quien los desaparece luego de que el brujo recoja el resto de sus cosas, dejando solo un sonido sordo dentro del solitario pasillo. La aparición lo desorienta y lo hace tambalearse cuando sus pies tocan nuevamente la superficie del exterior provocando que caiga de bruces, por experiencias como esta es que está convencido de que nunca podrá conseguir la licencia de aparición por su cuenta y, que tan pronto termine sus estudios, sería mejor para él conseguir una maestría en el vuelo de escobas. Al levantar la mirada, antes que nada, incluso antes de notar que están afuera del colegio, lo primero que identifica es la figura del viejo Ben acercándose hasta una persona sentada sobre una roca. El elfo le señala el sitio insistentemente y Quintel razona que debe ser el encuentro para la clase, lo que no termina de entender es que cosas motivarían a alguien como el señor Whisper a interesarse en la vida de los nomag. Quintel frunce el ceño hacia la criatura, como si le exigiera una explicación, aunque por supuesto que no la va a tener de él. No piensa más en eso por ahora, quizá con algo de suerte el tema saldría a flote durante la clase. Gesticula entonces un agradecimiento al elfo con una sonrisa más suave, pero ningún sonido sale de su boca. Luego de eso, se echa a correr, y no tarda en alcanzar silenciosamente a Benjamín, al menos la distancia suficiente para escuchar las primeras palabras que casi escupe primero el brujo. Quintel ahoga una risa silenciosa solo por que no quiere ser descubierto por eso. —Las personas normales y CON educación también saludan antes de exigir explicaciones-, interrumpió imitando casi a la perfección la voz de Ben, un viejo truco. Sin mucha prisa, el muchacho saludó a la persona sentada sobre la piedra solo con el popular gesto de mano. —Me sorprende de usté, Ben-ja-mín-, su gesto de fingido desconcierto era evidentemente divertido. El muchacho no tardó en buscar en su mochila una botella con agua y bebió de ella. "¿Por qué te importa tanto?”-, las señas que le dedica son rápidas, solo por que sabe que Ben aun no puede entenderlo cuando se comunica así con él. —¿Que es lo que te apareció a ti?-, levanta la mirada, buscando con curiosidad algo en Benjamín que justifique su aparente molestia.
  13. Ufff a que no llega a la pagina 15(?) :eyes:
  14. asdf espero que den tiempo para leer las instrucciones xD

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