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Morrighan McKenna

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Mensajes publicados por Morrighan McKenna

  1. Hoooola, bueno vengo a pasarme obviamente a aceptar a mi ahijada beia <3 Y a aclarar que no la forcé ¬¬ Che, que después me hacés quedar mal (?) Estoy contenta de que me hayas elegido de madrina y como te dije mil veces, sabés que cualquier cosa que necesites me decís :3 También estamos contentos de tenerte de vuelta y preparate porque ahora sí que te voy a consentir u.u O sea, más, jaja.

     

    Iozz, haz tu magia <3

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  2. - Siento la tardanza - comentó a paso apurado una vez que llegó a la mansión Black Lestrange. En el bosque de álamos tan característico de ese hogar de Ottery era donde habían quedado en encontrarse. ¿Sabría aquel mago su afición por los bosques o habría sido coincidencia? En seguida después de plantearse ese interrogante concluyó en que los bosques eran el lugar favorito de muchas personas, quizás él también sintiera atracción por ellos. O quizás era demasiado vago como para pensar en moverse de su hogar.

     

    El jóven amable como siempre la recibió, a lo que Morrighan se limitó a contestar con una sonrisa fugaz. También le alegraba tener un duelo, siempre le alegraba, pero al momento de iniciarlo las palabras simplemente se escabullían de su cerebro y en lo único que podía pensar era en cómo sacar provecho de la situación. Lo primero que miraba siempre era la vestimenta. Sus atuendos eran bastante similares, remera negra, pantalón largo y zapatillas. Lo único que variaba era un curioso gorrito navideño que adornaba la cabeza de Deax, a tono con toda la decoración del lugar. Era llamativa su elección, pero no desentonaba. Al fin y al cabo, los magos eran reconocidos por su poco sentido de la moda.

     

    Luego de la vestimenta y el saludo, siempre le seguía el entorno. Ya Morrighan comenzaba a hacerse una rutina y cada vez más automáticas eran sus precauciones, esas que un tiempo atrás tuviera que repasar mentalmente cual lista de mandados. Luces, serpentinas, bastones y adornos varios delataban el gran espíritu navideño de la familia. Bastones rojos y blancos un poco más altos que la bruja señalaban el sendero a seguir y por el claro que había elegido su contrincante también habían algunas estatuas hechas de madera, conmemorando a personas que ella no conocía, pero suponía que representaban algo para la familia en esa época. Todo eso estaba iluminado por luces parpadeantes de colores tan espléndidas que opacaban la puesta del sol.

     

    - Morphos - le hubiera gustado decir que había invocado una criatura del mismísimo infierno, pero la verdad es que el tamaño del oso dejaba bastante que desear. Tampoco era un enano, su presencia intimidaría a cualquiera, pero si el bastón que había usado como base hubiera sido un poco más grande, seguro se habría lucido un poco más con su truco. Tenía aspecto de ser un jóven aún, de aproximadamente dos años y mirada iluminada. El animal corrió en cuatro patas, interponiéndose en el camino del rayo que iba dirigido al brazo de Morrighan sin siquiera notar el impacto "Bastante resistente resultó el pequeño". El objetivo final, como le había indicado su creadora, eran las muñecas de Deax. Le hubiera gustado que fuera directamente al cuello, pero dudaba que su estatura se lo permitiera, así que optó por dos heridas provocadas por sus filosos dientes que le requerirían al mago un par de episkeys antes de continuar con la batalla.

     

    - Desmaius - dijo por último. No estaba segura cuáles eran las habilidades de su compañero, de manera que no quería comenzar el duelo de manera demasiado violenta. Su primer comentario le había creado la ilusión de que él la consideraba a ella más hábil de lo que él era, pero como ya había comprobado, los magos de Ottery tendían a sobrevalorarla. Supuso que Deax podría lidiar perfectamente con sus ataques, pero una entrada tranquila también le permitía evaluar la reacción de su compañero, y en el mejor de los casos lograr que haga sus mejores jugadas al comienzo. Por ahora el mago sólo tendría que lidiar con un desmayo en caso de que no se protegiera del rayo celeste que ya viajaba en dirección a él.

  3. Annelise Wickedhouse

     

    - ¿Otra más? Es que en vez de pajarracos ya parecen lombrices con eso de echarse al suelo - comento Annelise divertida mientras observaba a las polluelas tratando de levantar vuelo y estrellando inevitablemente sus caras contra el suelo. La mortífaga se reía, pero también comprendía que era un perfecto reflejo de los integrantes de todo el bando. Cada vez que se enfrentaban contra los nigromantes tenían que caer en su realidad inferior en atentos desesperados por salvar sus vidas. Qué lástima le daban.

     

    - Silencius - dijo evitando que el strellatus de Lestat saliera de su varita. - No, no, no, querido. - Ahora intentaban hacerse los valientes. Jah, claro, como si alguien les creyese. La araña invocada para Seba seguía haciendo de las suyas mientras iba primero hacia Lisa y luego hacia Ley, con ansias de dejar sus pieles con marcas que las harían recordar ese momento y veneno corriendo por sus venas que haría que ese momento fuera su último recuerdo.

     

    - Serpensortia - una mamba negra salió de su varita. No era por su coloración blancuzca que portaba su nombre con orgullo, sino porque su interior era lo que estaba lleno de oscuridad. - Simpática coincidencia - musitó Annelise. Sin embargo, no era por su innegable atractivo que la bruja la había elegido como aliada, sino porque su veneno era mundialmente conocido por ser el más letal, y ahora Lisa tendría la suerte de ser testigo, ya que la mamba se dirigía directamente a ella con la intención de hincarle el diente.

  4. Annelise Wickedhouse

     

    Así que ahora comenzaban a jugar. Muy bien, era hora de que se avivaran un poco. Una carcajada tétrica se escapó de la gargante de la mortífaga cuando vió a una de las pajarracas menores tirada de bruces contra el suelo. No podía negar que la chica tenía coraje, si coraje fuera la palabra indicada para describir a alguien que no tiene ni una neurona. Se estaba montando un buen circo en el lugar, eso era lo divertido de espantar odefos en vez de muggles, siempre pretendían dar un poco de pelea antes de que los pisaran como hormigas. - Ay por favor, dejá de ser tan ridícula.- soltó aún con lágrimas en la boca al ver aquél espectáculo. Su orgullo emplumado evidentemente había sido herido porque no tuvo mejor idea que silenciarla. ¿Y qué? ¿Se creía que eso le daría alguna ventaja? Ya le demostraría que no.

     

    - Seccionatus - pensó apuntando hacia Seba. Doce medialunas salieron disparadas de su varita Isis directo hacia el cuerpo del auror y se encastrarían tan profundo en su carne que le dejarían unos pocos segundos para revertir su destino o enfrentarse a la oscuridad eterna.

     

    - Morphos - dijo bien alto, para que Ley pudiese escuchar su hermosa voz renaciendo desde el fondo de su garganta. Creía que podía callarla aquella mocosa pero no sabía con quién se metía. Entre tantas cosas ridículas de los fenixianos, y una de sus favoritas era el verlos sufrir por el dolor de un compañero. En vez de preocuparse por su propio bienestar malgastaban su tiempo salvando los pellejos de los demás. Por eso no era a ella a quien apuntaba, sino nuevamente a Seba, que se vió con su ropa transformada en una araña venenosa que no dudó en inyectarle su ponzoña.

     

    - Sólo para vos, Ley, espero que disfrutes el espectáculo. La mayoría comienzan a ponerse azules antes de morir, nunca pierde la gracia.

  5. Annelise Wickedhouse

     

    Dos brujas de aspecto inocente fueron las primeras en aparecer creando en Annelise algo parecido a lo que se le llamaría ternura. Tan jóvenes, tanta vida por delante y tanta porquería en la cabeza. - Oh, pero ¿qué tenemos acá? ¿Sus compañeritos las enviaron como sacrificio? Es muy lindo de su parte, pero ni así se van a salvar, así que más les vale que vayan saliendo de sus escondites. - Su compañera ya había elegido a su víctima así que con una mirada penetrante le anunció a la jóven odefa que sería entonces ella su elegida.

     

    - Sectusempra - dijo apuntando al pecho de Kyttara. Sangre fresca, cada centímetro de su cuerpo lo anunciaba. ¿Habría estado alguna vez en un combate o ella tendría el hermoso placer de iniciarla? La idea sólo logró entusiarmarla más de lo que estaba. Claro que era divertido jugar un rato con aquellos que ostentaban cargos altos dentro de La Orden, pero no había nada como matar a alguien que apenas había comenzado a vivir. Su sangre drenando por los desgarros de su piel - Sectusempra - dijo de nuevo. No podía contenerse, estaba desenfrenada y necesitaba ver esa pálida piel enrrojecerse ante la presencia de Annelise.

  6. Annelise Wickedhouse

     

    - Vamos ¿nos darán tiempo de jugar con nuestras varitas antes de aparecerse? ¿O es que otra vez la cobardía les sobrepasó?

     

    Le hablaba a todos y a la vez a nadie. Poco le importaba lo que dijeran, en ese momento sólo quería un poco de acción y si no venían a ellos, seguro que ella saldría a buscarlos. Esos malditos siempre evitaban aparecer a menos que no fuera absolutamente necesario. Cuando de mantener su imagen de niños buenos se trataba en seguida se tiraban a la acción buscando ser los héroes, pero en cuanto las cámaras se apagaran, todos desaparecían. Sentada en el borde de la fuente movía los pies aburrida hasta que decidió que al menos crearía algunos animales para que le dieran un poco más de diversión al asunto. Ellos siempre lograban hacer un buen espectáculo.

     

    - Morphos - dijo apuntando a mesa de madera maciza que luego de que su varita Isis hiciera su magia se convirtió en un gran lobo negro con dientes tan afilados como sables. Su compañero animal se notaba tan sediento de sangre como la misma Annelise, a tal punto que sus ojos eran de un color rojizo. A primera vista cualquiera creería que su coloración había sido fruto de las tantas víctimas a quienes le habría cobrado la vida.

     

    - Avis - 12 cuervos con destellos azulados salieron de su varita y comenzaron a dar vueltas alrededor de su creadora. - Hermosas criaturas los cuervos ¿no?

  7. Annelise Wickedhouse

     

    La jóven mortífaga se apareció en frente del Cacao café tan sigilosa como un felino. El tatuaje de su brazo izquierdo le había indicado que requerían de su presencia en aquel lugar y allí estaba. Esperaba que hubiera una buena cantidad de muggles o mejor, de esos tan afanados guerreros de la luz que se la pasaban alardeando sobre el bien que le hacían al mundo. Puaj, qué repugnancia le provocaban. La noche era casi tan oscura como su piel, y la luna tan brillante como sus ojos verde esmeralda. Su vestido negro sin mangas resaltaba sus curvas pero el detalle que más denotaba su sensualidad era el tajo que tenía en la pierna derecha, que no revelaba demasiado, pero sí lo suficiente. Se acercó con la miraba clavada en uno de sus compañeros que esperaba con algo de impaciencia para subir.

     

    - O quizás vos llegaste demasiado temprano. No me digas que comenzaste la diversión sin mi - le respondió a Near al tiempo que se sentaba con él en el columpio y jugueteaba con sus largas rastas color azabache. Al llegar al lugar se alegró de no haberse puesto calzado, amaba sentir la sensación del pasto en sus pies desnudos. Qué hermosa se vería esa fuente cuando la sangre se mezclara con el agua y cantara la verdad de una victoria anunciada.

  8. Sexta Planta ~ Tercer Rol

     

    Para su suerte Allen no tardó en acudir a su llamado. Por alguna extraña razón le extrañó que fuera él quien la curaba, ya que a pesar de que era perfectamente consciente de que trabajaba ahí y lo había visto más de una vez, nunca habían cruzado palabra. De hecho estaba sorprendida de saber su nombre, quizás lo había oído en algún momento pero había quedado guardado en un cajón bien al fondo de su cerebro. A decir verdad no le había prestado atención, como a la mayoría de las personas. Su apariencia era llamativa y le agradaba el profesionalismo con el que se manejaba por lo que le alegró haber caído en manos suyas.

     

    - Gracias, me siento bastante bien. - mintió. La verdad era que le dolían partes del cuerpo que ni siquiera sabía que existían, pero el deber la llamaba y había muchos de sus compañeros que aún necesitaban de ayuda médica con urgencia. Cuanto antes obtuviera el alta, más tiempo tendría para volver y ayudar a quienes aún no habían sido atendidos. Probablemente el mago hubiera sabido que Morrighan le mentía porque enseguida le tendió dos botellas con pociones. La bruja lo miró en busca de alguna señal sospechosa. Nunca le había gustado tomar pociones de extraños, mucho menos si se trataba de un sanador.

     

    Aprovechó cuando Allen se dió vuelta para darle su alta y guardó las botellas para evitar tomarlas. No quería ser mal educada así que disimuló a la perfección su desconfianza, aunque ella como paciente tenía derecho a no tomarlas si no lo deseaba. Sabía que debía confiar en la opinión de su compañero quien, además por ser del bando, no se atrevería a mentirle, pero sólo para ahorrar problemas prefería dejar la naturaleza siguiera su curso. Ella era fuerte y podría recuperarse sin necesidad de pociones que la ayudaran. Con algo de esfuerzo se levantó de la camilla y tomó el papel que le brindaban. Seguramente sí le haría caso con lo de descansar. Aunque sea unas horas se tomaría para poder recuperarse antes de volver al trabajo.

     

    - Gracias Allen. Espero que la próxima vez que nos veamos sea como colegas y no como paciente - dijo regalándole una sonrisa y retirándose trabajosamente.

  9. Morrighan no estaba segura de qué le había impactado pero sabía que le quedaban unos pocos minutos de vida. Sentía como si su energía se estuviera drenando a la misma velocidad que un balde se llena gracias a una gotera. Esta vez la habían vencido pero volvería desde su tumba para martirizarlos aunque tuviera que librar mil batallas. Hizo un intento por tirar un primer hechizo que fue en vano y luego llegó la hora de elegir. Podía curarse ella misma con la poca energía que le quedaba, pero prefirió dedicar su última acción en Helen. El Episkey que le envió podría salvar su vida más la de Morrighan ya no tenía arreglo. Pero no estaba triste, había dado todo de sí y ahora todos los rastros del absorvere que le habían impactado a su compañera se habían desvanecido por completo. "Protegan a Helen, obedezcan sus órdenes" dijo hablándoles a su oso y su lobo, productos de un hechizo que ya ni siquiera estaba segura de si seguían allí. La vista comenzó a nublarse y luego de eso, su consciencia le falló. No pudo hacer ni decir más nada, el juego había terminado.

  10. Nuevamente en pie e ilesa Morrighan se preparó para seguir dando batalla y demostrar que aunque fuera recién una aprendiz, podría darles muchos más dolores de cabeza de los que se imaginaban. "No importa qué tan poderosos sean sus hechizos, jamás lograrán quebrar mi espíritu. No me daré por vencida ni aún muerta." En esas situaciones era cuando su cerebro se aliaba con su cuerpo y ambos trabajaban en conjunto para lograr un mayor rendimiento. La parte motivacional podría parecer tonta pero lo era todo para la bruja.

     

    - Silencius - dijo nuevamente con el objetivo de cerrar la boca de Starling. Qué no daría para que el hechizo fuera definitivo y el mortífago quedara indefinidamente mudo, pero al menos había evitado que la maldición asesina saliera de la varita del mago. - Así que nos estamos impacientando ¿eh?

     

    Nuevamente un ataque había impactado en ella pero con un Episkey logró volver a la normalidad y nada era más satisfactorio que saber que el Avada no le había tocado ni un pelo a Helen. Las quemaduras no importaban, poco a poco la piel se iba regenerando hasta volver a la normalidad.

  11. "Vamos, Morrighan, vos podés" Se repetía una y otra vez mientras rayos verdes y escarlatas iban de un lado al otro zurcando la habitación. El ruido de sus propios huesos quebrándose. Cambió rápidamente su varita de mano y susurró un Episkey que recompuso todos sus huesos pero aún así la carne de sus alrrededores se estaba pudriendo rápidamente y comenzaba a largar un olor nauseabundo. Episkey pensó nuevamente a sabiendas de que ese olor no la dejaría concentrarse sumado con el dolor que le provocaba su propia carne que amenzaba con divorciarse de sus huesos. Luego de las dos curaciones Morrighan ya estaba completamente sana y podía utilizar su muñeca como antes pero su estómago continuaba revuelto por el color que todavía tenía la piel de su brazo en el lugar que acababa de recomponer.

  12. Al llegar la vista era algo esperanzadora. Sólo dos mortífagos se encontraban en la habitación, a varios metros de ella. Como esperaba el lugar estaba repleto de sillas y mesas pero sobre todo polvo y mugre. Decidió alejarse varios metros de cualquier objeto levantando los pies bien alto para que el polvo se mantuviera medianamente quieto. Tener un ataque de estornudos en esa situación haría que se le perdiera todo el respeto que podrá haber tenido del bando contrario. Se rascó un poco la nariz y preparó su varita apuntando a quien sería su próximo objetivo: Starling. "Atacala" le dijo al oso quien en una rápido embestida se dirigió para atacar primero la muñeca con la cual sostenía la varita y luego directamente al cuello.

     

    - Silencius - sacudió su varita apuntando al mago quien se estaba proponiendo lanzar un ataque, el efectivo hechizo de Morrighan le dejó con el conjuro a medio pronunciar. El fuego negro que habría salido de su varita si sólo hubiera podido terminar su frase quedó completamente neutralizado. - Morphos - dijo ahora apuntando al único armario que había quedado a menos de 5 metros de ella. En seguida el mueble mutó para convertirse en un huargo albino de ojos rojos que se posó delante de la bruja impidiendo que pudieran atacarla.

  13. No era la primera vez que el bando de la luz debía ir tras algún mago sospechoso de pertenecer al bando mortífago, por eso sabía perfectamente que muchas veces las cosas no eran tan pacíficas como uno esperaría. Sería lindo algún día poder interrogar a algún sospechoso y que realmente les diera información verídica y útil para dar con el paradero de la sede de los magos oscuros, pero eso nunca había pasado y Morrighan no esperaba que pasara ese día. El Caldero Envenenado había sido sospechoso de actividades ilícitas más de una vez, por lo que no le generaba ninguna buena impresión.

     

    - Morphos - dijo creando un oso un poco más alto que ella pero con dientes y garras tan afilados que podrían partir la puerta de hierro al medio si así lo deseara. El pelaje negro se camuflaba a la perfección con el cielo nocturno. - Avis - dijo creando 12 cuervos azabaches que giraron como un remolino alrededor de Morrighan, creando una protección.

     

    "Llegó la hora" pensó abriendo la puerta de hierro del local y subiendo las escaleras hasta el primer piso, donde se supone que ya habría comenzado el interrogatorio o la batalla.

  14. Nuevamente le tocaba a Morrighan ir a luchar contra la oscuridad junto con sus compañeros, según le había informado el conejo que había enviado Helen para informarles. Como todas las veces desde que tenía su licencia de vuelo pero aún no la de aparición, la bruja no tuvo más remedio que tomar una escoba de la Mansión donde vivía y salir con su túnica negra ondeando al viento. Tenía que rendir ese examen con urgencia o al menos comprarse una escoba propia. Tardó pocos minutos en arribar a la puerta del Caldero Chorreante y se quedó contemplando con algo de asombro el lugar. Era un lugar con renombre, quizás por la fama de su pasado, pero ahora parecía un lugar abandonado de madera y piedra ennegrecidos por el paso del tiempo. Sabía que tenia varios pisos pero a juzgar por el deterioro realmente no sabía si quería pisar ese lugar, en cualquier momento todo podría venirse abajo.

    - Buenas noches - saludó secamente a quienes como ella se encontraban frente a la gran puerta de hierro, aguardando el momento preciso para entrar al local.

  15. El aroma que liberaban las florecillas fue lo primero que detectó Morrighan al llegar al lugar donde su hermana ya la estaba esperando bajo un árbol, el único que se veía por toda la zona. Era un lugar agradable para pasar la tarde, con el pasto que se veía tan suave decidió sacarse los zapatos y dejarlos a un lado para poder disfrutar de la sensación de caminar con los pies desnudos. El sol se encontraba alto en el cielo pero emprendiendo la bajada, amenazando con ir a esconderse y dar pie a una luna que mezclara su luz azulada con el paisaje verdoso salpicado de amarillo y morado. Una suave brisa comenzaba a levantarse y aunque aún no hacía frío, Morrighan se lamentó por ir con short y musculosa como si fuera un mediodía del verano, siendo que pronto caería la noche.

     

    Lo cierto era que todo el ambiente la invitaba más a bañarse en el río que se oía no muy lejos y luego recostarse en el pasto a dormir una buena siesta, pero había arreglado ese duelo con su hermana y no quería decepcionarla. Además, sus habilidades en duelo todavía necesitaban ser pulidas hasta que pudieran sacar algo de brillo, así que quitó la idea de descansar de su cabeza hasta que no hubiera hecho algún logro digno de mención dentro de ese enfrentamiento. Claro que sería amistoso y ninguna de las dos resultaría gravemente herida pero las dos hermanas Gryffindor ya habían entrado al bando y era hora de que aprendieran todo lo necesario para sobrevivir y en lo posible vencer en una batalla contra los mortifagos.

     

    - Buen día ¿estás lista para empezar? - tenía una sonrisa en el rostro al contestar, pero lo único que podía pensar era en la lista de hechizos dentro de su cerebro y cómo podría utilizarlos para sacar ventaja. Por cortesía debería haber esperado a que Ley tirara el primer hechizo siendo que había llegado primero, pero no se le antojaba andar cortés, así que simplemente exclamó - Serpensortia.

     

    Una mamba negra salió de su varita. Con casi tres metros de largo y una coloración verdosa se acercó siseante hasta Ley y abriendo la boca muy grande, dispuesta a morderla e inyectarle su veneno, reconocido por ser uno de los más letales, delató el porqué de su nombre. Todo en su interior era de un negro tan intenso que hizo a Morrighan querer averiguar si la piel de Ley también se tornaría negra por el simple contacto.

  16. 1d10
    Una vez entregada la ficha Roxanne aguardó unos segundos hasta que todos los alumnos la hubieran entregado y la bruja se hubiera cerciorado de que todos estuvieran en orden. Pasó un tiempo entre que la encargada de los examenes revisaba su ficha y hablaba con otro mago que traía cara de preocupación mientras recibía a todo aquel que quisiera obtener licencias. Realmente Morrighan se preguntaba cómo haría para hacer tantas cosas al mismo tiempo y que ninguna le saliera mal.

    Una vez que estuvo todo listo y se habían juntado todos, le indicó al gran grupo de alumnos que se acercaran. En realidad no era tan grande pero a comparación del examen de vuelo, en el que sólo habían sido dos, este grupo parecía mucho más concurrido. A nadie podría extrañarle siendo que se trataba de aprender a aparecerse o al menos tener permiso del Ministerio para hacerlo, era lo que todos los jóvenes magos deseaban. En su opinión, y probablemente la de la mayoría, la aparición era el medio de transporte más efectivo de todos y, como punto extra, ya no tendría que correr hasta su escoba cuando quisiera moverse de un lugar a otro.

    La primera en dar un paso al frente fue su madrina Cirse. Se alegraba de volver a verla, hacia bastante que no la cruzaba más que las esporádicas veces en que sus visitas al negocio que tenían en común coincidían. Le dedicó una sonrisa en forma de saludo y miró a su alrededor. Recién en ese momento se percató de que habría preferido que este examen fuera como el anterior y hubiera menos gente, pero no iba a esperar a la próxima ronda, así que también se adelantó, con la esperanza de que luego de que Cirse pasara, le tocara a ella su turno y pudiera irse orgullosa con su licencia en mano lo más pronto posible.
  17. Sexta Planta ~ Segundo Rol

     

    De un sobresalto Morrighan volvió a la vida incorporándose bruscamente en la camilla y tomando una bocanada de aire. Aún con los ojos abiertos como platos volvió a caer aflojando todo su cuerpo. Por más que quisiera algunas partes de su cuerpo no respondían a sus pensamientos. Era algo preocupante pensar que pudieran llegar a quedarse quietas por siempre, pero prefirió pensar que era a causa del rato que habían pasado sin la circulación de sangre y desconectadas de su cerebro. Su cuerpo ya se había dispuesto a apagarse por siempre cuando los sanadores decidieron que era hora de que volviera a las andanzas, era lógico que se tomara su tiempo para arrancar.

     

    La primera que apareció a atenderla fue una enfermera de cabellos negros que ya había visto en sus vueltas por el hospital. Sabía que no había sido ella quien la había revivido pues su única función era ser una asistente, seguramente el médico estaría atendiendo a más pacientes mientras esperaba a que se despertara. Pensando en los trabajadores de San Mungo recordó que Arya había estado en ese mismo asalto con ella ¿se encontraría bien? Pobre cuerpo, no le daba ni un descanso. Esperaba que la hubieran podido revivir ya, quizás hasta hubiera sido ella misma quien la había curado. Sacudió la cabeza cambiando sus pensamientos y vino a su mente la idea de que seguro que muchos de sus compañeros de bando seguían esperando que alguien los atienda, tenía que recuperarse rápido para poder volver al trabajo. Volviendo sus pensamientos hacia la enfermera, que se había acercado rápidamente al verla despertar tan abruptamente, le preguntó:

     

    - ¿Podrías llamar al sanador, por favor? Me gustaría saber cuándo me puedo retirar, tengo bastante trabajo por hacer. - No quería sonar descortés, pero esto de haber vuelto de la muerte y no haber podido darle una paliza a ninguno de los mortífagos la tenía bastante irritable. Aún así hizo todo el esfuerzo que pudo por sonar amable, después de todo le acababan de salvar la vida.

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  18. Sexta Planta ~ Primer Rol

     

    Ya le había tocado hacía poco tiempo estar del lado de los sanadores y poder revivir a sus compañeros de bando heridos pero ahora le tocaba estar del lado de las víctimas. Como varios de sus compañeros el cuerpo de Morrighan yacía sin vida sobre una camilla en San Mungo esperando a ser sanado. Se podían ver toda clase de heridas entre cortes profundos, huesos quebrados y quemaduras a medio curar. Los mortífagos los habían superado ampliamente en número y siendo la jóven apenas una principiante se había llevado una buena parte de los ataques sin tener posibilidad de defenderse o llegar a curarse.

     

    Ya no podía hacer nada más que esperar, lo peor había pasado y con suerte algún sanador vendría pronto a revivirla y recomponer su cuerpo magullado. Los mortífagos quizás creerían que por haberse llevado sus vidas habrían quebrantado su espíritu pero no podían estar más errados. Cuando Morrighan volviera a la vida iba a volver con más fuerza que nunca y les enseñaría quién era ella y de qué era capaz.

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  19. Apenas había salido con vida de los ataques, así que antes de que alguien más decidiera atacarla, Morrighan corrió hacia donde se encontraba su escoba, la montó y se alejó de aquel lugar. Un pequeño sentimiento de culpa crecía en su pecho mientras veía cómo Doyle's se hacía cada vez más pequeño a medida que se alejaba pero sabía que había dado todo lo que podía y había hecho su mejor esfuerzo. No era un acto de cobardía, sino más bien de valentía. Era más fácil dejar su vida junto con las de sus compañeros, pero tenía que pensar en el bienestar del bando, y todos los caídos ese día necesitarían de alguien que los cure. Se dirigiría directamente a San Mungo y allí reviviría a cada uno de ellos aunque tuviera que dejar su propia vida en ello. Los mortífagos se habían salido con la suya esa vez, pero para la próxima Morrighan estaría lista y les daría una buena paliza.

  20. Nuevamente la habían atacado y para colmo su intento por ayudar a una compañera no había sido fructífero. La frustración que sentía Morrighan se iba acrecentando a la misma velocidad que el dolor que sentía por las heridas cuando Helen llegó e hizo dos episkeys que aliviaron su dolor. En una voz inaudible le dijo "Gracias", estaba muy lejos y había demasiado ruido como para que pudiera escucharla, pero con suerte le leería los labios.

     

    - Protego - dijo provocando que el sectusempra que Elaena le había mandado fuera absorvido completamente antes de rozar la piel de la jóven. Miró a sus compañeros que quedaban y las sonrisas macabras de los mortífagos con ira "Juro que me las van a pagar" pensó para sí misma. - Morphos - dijo convirtiendo su zapato izquierdo en un bezoar luego de sentir como la avispa marina le inyectaba su veneno antes de caer muerta. Rápidamente se metó el bezoar en la boca y sintió cómo la ponzoña desparecía por completo de su sistema.

  21. Cuando entró lo primero que hizo fue escanear el panorama. Habían mesas, sillas y todo tipo de objetos que podrían ser usados a su favor y también en su contra, así que tomó la precaución de alejarse de todo cuando visualizó que Helen, quien los había llamado, estaba siendo atacada y no dudó en hacer lo que había ido a hacer: ayudarla. Su lobo gruñía amenazadoramente a todos aquellos que estaban en el bando opuesto como dándoles un aviso de lo que les pasaría si no se rendían. Ya tenía su varita en la dirección deseada cuando se dió cuenta de que los ataque no se habían hecho esperar.

     

    En sólo un minuto un mortífago había atacado a los gorriones y al lobo que había invocado antes de entrar. Todas sus defensas habían desaparecido pero habían salvado a Morrighan de un Avada kedavra y un fuego maldito pero no pudieron evitar que su muñeca se fracturara. Por lo bajo maldijo al mortífago que aprovechandose de que apenas era una initié la había atacado y susurró un Episkey que recuperó por completo a su muñeca. La movió un poco reacomodando los huesos y viendo como Mía estaba siendo atacada susurró otro Episkey que curaría todas las heridas provocadas por el fuego maldito que acababa de impactarle.

  22. Con un movimiento rápido de varita creó una máscara de luz que protegería su identidad. Podía reconocer a algunos de sus compañeros a pesar de que portaran las máscaras pero sabía que los mortífagos no podían y eso era lo que la impulsaba a pelear junto a sus compañeros de bando. Jamás se podría perdonar si por causa de su descuido alguno de sus seres amados fuera herido.

     

    - Morphos - dijo son una sonrisa dibujada en la cara apuntando a un banco del callejón. Este se transformó en un lobo de pelo gris oscuro y ojos azules que se acercó y soltó un aullido grave y profundo. Era un jóven macho de gran tamaño y unos colmillos capaces de desgarrar hasta el material más duro, pero lo mejor de todo era que daría su vida con tal de proteger la de Morrighan.

     

    - Avis - dijo luego y de su varita salieron 12 gorriones que gorgojearon mientras giraban alrededor de ella. Ahora con su ejército de animales dispuestos a defenderla entró al negocio a dar todo de sí y dejar a algunos mortífagos con algo para que la recordaran.

  23. Un conejo llegó hasta la ventana de su habitación en la Mansión Gryffindor. Una vez más el deber llamaba cuando una compañera de bando estaba siendo atacada y necesitaba de la ayuda de sus compañeros. Sin dudar un segundo Morrighan tiró el libro que estaba leyendo encima de su cama y corrió a ponerse un jean y una remera. Tomó una escoba prestada de la mansión e hizo uso por primera vez de su licencia de vuelo. Nada mejor que la adrenalina de montar una escoba antes de entrar en un combate.

     

    Una vez en el callejón Diagón se paró frente a la puerta de Doyle's donde varios de sus compañeros seguramente se encontrarían ya en el enfrentamiento y esperó a que alguno de los que se encontraba fuera le indicaran que ya podía entrar o cuando ya no pudiera aguantarse. Hizo un movimiento de cabeza saludando a los que como ella todavía aguardaban fuera. No podía esperar para estrenar alguno de los hechizos que ahora tenía permitidos por estar oficialmente dentro del bando.

  24. Las 00:00 en punto. Justo a la hora en la que terminaba el ayer y comenzaba el hoy. El silbido del viento frío de la noche era lo único que se oía, junto con el aleteo de unas mosquitas diminutas. Al parecer eran las únicas que permanecían despiertas paseando por el salón y observando todo desde la altura. Morrighan sabía que salvo algunas excepciones, la mayor parte de magos y animales preferían andar de día y esa hora le aseguraba tener una calma que no encontraría en otro momento del día. Con su padre habían arreglado un encuentro para que la jóven pudiera practicar sus habilidades de batalla y lo mejor sería asegurarse de que nadie los interrumpiera hasta que no hubieran concluído.

     

    La sala de entrenamientos del Cuartel era un lugar interesante, lleno de habitaciones con las decoraciones más variadas que uno pudiera imaginarse. Había salas completamente vacías, otras rebosantes de cosas y otras que hasta tenían animales para practicar. Allí era donde los magos más diestros del bando entrenaban periódicamente para estar listos en caso de un enfrentamiento con el bando enemigo. Era la primera vez que lo visitaba, pero le agradaba. Una sala en particular había llamado su atención y decidió que sería la elegida para esa noche.

     

    Muñecos con forma humana y armarios, algunos más altos que ella y otros del tamaño de una mesa de luz, eran los únicos muebles que decoraban la habitación. El olor a madera que despedían los tablones del piso resultaban embriagantes pero algunos de ellos estaban flojos, como corroboró Morrighan luego de atravesar la habitación y escuchar el crujido de una madera suelta. Tendría que tener cuidado por donde pisaba o podía pegarse un buen tropezón. Agradeció haber ido de jean y musculosa o la túnica también se le podría haber enganchado.

     

    Elvis apareció en la habitación justo cuando su hija se aseguraba de tener sólo un armario de los altos cerca suyo, todos los otros objetos se encontraban a varios metros. - Buenas noches papá. ¿Estás listo para comenzar? - Morrighan no se caracterizaba por hacer largas introducciones antes de comenzar un duelo. De hecho, no era de hablar mucho en ninguna situación, menos sabiendo que su padre era uno de los duelistas más habilidosos que tenía el bando, y tenía que sacar toda la ventaja que pudiera si quería tener una mínima chance.

     

    - Morphos - dijo apuntando al único armario que se encontraba cerca de ella, estratégicamente pensado para su primer movimiento, una vez que el auror le hizo saber que estaba listo. No le parecía correcto comenzar un duelo amistoso directamente con un ataque, y era por eso que el oso recién creado, de casi dos metros, pelo oscuro y dientes y garras afiladas, tenía como única órden protegerla de cualquier truco que Elvis se trajera bajo la manga. Supuso que su padre comprendería por qué había comenzado el duelo ella, así que ni se gastó en profundizar en el tema. Después de todo, siendo que él quien corría con ventaja, no tenía ninguna excusa para no darle algunas ventajas.

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  25. Sexta Planta ~ Dando el alta a Arya

     

    Con Adryanie tras suyo fueron a la habitación de Arya para descubrir que aún seguía inmóvil. ¿Era normal que tardara tanto o había pasado menos tiempo del que creía? La recién curada también parecía preocupada y se le adelantó para corroborar el estado del cuerpo aún inerte. Todo el dolor que no había reflejado a pesar de tener el cuerpo practicamente partido al medio lo veía reflejado ahora al observar a su compañera de bando. Le pedía perdón y Morrighan no se habría sorprendido de encontrarse con una lágrima bajando por su mejilla. Decidió que lo mejor sería dejarla que se descargue, aunque no supiera bien por qué. Quizás Arya también reaccionaría ante la voz de su amiga.

     

    - No te preocupes, estoy haciendo mi mejor esfuerzo para curarla. - No le dijo que se pondría bien, no podía hacerlo. La verdad era que lo estaba intentando pero nada les aseguraba que las cosas salieran como querían. Ella mejor que nadie sabía que la vida podía dar una vuelta de 360 grados en cuestión de minutos. No importa qué tan bien pareciera estar todo, siempre había posibilidad que de un momento a otro todo termine. Las palabras no dejaban tranquila a Morrighan pero habían sido suficientes para que Adryanie pudiera irse tranquila, confiando en su compañera de bando.

     

    No había pasado demasiado tiempo cuando escuchó los gritos de la bruja al despertar. Corrió los pocos metros que le faltaban para llegar a su encuentro pero frenó en seco al observar la escena que estaba haciendo. Nunca la había visto tan fuera de sí, con la varita en mano, gritando quién sabe a quién, dando golpes en el aire y quedando descubierta casi por completo. Se acercó de a poco procurando no recibir un golpe accidental pero tan repentinamente como había comenzado volvió a calmarse recostándose nuevamente en la camilla. Algo insegura se puso a su costado, rogando por que no iniciara otra vez con el ataque de ira y observó a la bruja que parecía ser víctima de un gran dolor físico y psíquico.

     

    - Sí, moriste. - Todavía no podía quitar su expresión de sorpresa ante la reacción de la pelirroja. La próxima vez que reviviera a alguien pensaría dos veces la opción de amarrarlo. Al parecer le llevó un tiempo reconocer a Morrighan pero cuando al fin lo hizo pareció más aliviada. - Adry acaba de irse. Está bien. - no sabía cuánto de cierto había en sus palabras pero la herida se había sanado y después de todo estaba suficientemente bien como para haber obtenido el alta. - Sólo unas pruebas más y serás libre de irte.

     

    Arya se estaba comportando de una manera extraña, pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos que cambiaban de un color a otro. No se supone que pueda hacer eso a menos que fuera una metamorfomaga, pero ya que tampoco se supone que pudiera revivir una vez que ya estaba muerta, supuso que sería su cuerpo que todavía estaba haciendo grandes esfuerzos para volver a funcionar. Luego de algunas pruebas y un poco de reposo si la bruja volvía a la normalidad podría darle el alta pero no la dejaría irse hasta no cerciorarse de estaría bien sin vigilancia. Con algo de suerte la peor parte ya habría pasado y Morrighan podía estar orgullosa de que al menos había logrado lo más importante: lograr que volviera a la vida.

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