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Sajag

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Todo lo publicado por Sajag

  1. Sajag

    Videncia

    Sajag escuchó el estruendo del cuenco contra el suelo más no se inmutó al respecto, sino que siguió en la ardua tarea de eliminar los restos de dulce de la comisura de su boca. Una vez logrado, se giró para escuchar las disculpas de Amya y otra de sus amables sonrisas resplandeció en su rostro, puesto que sabía muy bien lo que había pasado sin necesidad de explicaciones. Ese tipo de cosas eran las que marcaban a los videntes de locos, las reacciones a ciertas visiones pequeñas que hacían que saltaras de tu lugar. —No, no vas a morir, no lo he visto. Pero si algo cambia, procuraré no decirte. Avanzando a paso tranquilo, se sentó frente a ella dejando caer todo su peso en los cojines sin reparar en si quedaba bien sentado o no, en realidad sólo quería descansar el cuerpo y poco le importaba la pose como tal. Sus ojos estudiaron a la mujer por un segundo y comenzó, soltando el aire en un corto suspiro. —La rata tiene mala fama en la mayoría de las culturas, la consideran asquerosa y está ligada a enfermedades, por lo que las personas suelen verlo como un presagio de algún mal. Sin embargo, representa también nuestras preocupaciones. ¿Me permites? No esperó una respuesta en sí, simplemente se hizo con el cuenco y se dedicó a observarlo, comprobando que la mujer tenía razón. Era un roedor, muy similar a un ratón, por lo que no desprestigió su análisis. No obstante, se dedicó a observarla con mucho más detalle, moviendo la taza en sus manos regordetas para ver mejor la figura y poder analizarla desde todas las perspectivas. Sajag no era consciente de que hacía un pequeño puchero mientras pensaba y navegaba en el futuro y sus posibilidades. Él creía que tenía una expresión seria, carente de gracias, pero no. Parecía un bebé muy grande, tratando de descubrir por qué se había terminado la leche del biberón. Sólo que sus pensamientos sí eran serios a diferencia de su expresión y no pasaron muchos segundos hasta que se lo demostró a su alumna, regresando los ojos a ella y el cuenco a la mesa que los separaba. —La rata es la voz de nuestra consciencia, de aquello que nos perturba. Esto no hace más que decirte que te preocupa no sólo la habilidad de la clarividencia sino las consecuencias que puede acarrear en el futuro, para ti, para tu entorno y lo que conoces. Llevó los dedos índice y medio a su frente, presionando ligeramente sobre el entrecejo. —Esta es una habilidad complicada y sí, acarrea fuertes consecuencias, no es sencillo lidiar con el don del futuro. Para eso estoy yo, para ayudarte a que logres estar en paz contigo misma, en el pasado, en el presente y en el futuro. Ven conmigo. Se puso de pie con algo de dificultad y la condujo a una parte de la habitación que era más oscura de lo que él consideraba normal. En el centro, una única mesa con mantel estaba iluminada por una gran bola de cristal de humo blanco que se arremolinaba en su interior. Las paredes, el techo y el suelo de un azabache mate, daban la impresión de estar entrando a otra dimensión y él, con su traje hindú, ayudaba a hacerlo parecer mucho más místico. En el momento en el que ambos pusieron un pie en la oscura sala, el humo empezó a arremolinarse con más intensidad y los colores comenzaron a variar. —¿Qué ves aquí? Necesito que te inclines sobre la mesa, con ambas manos apoyadas en el mantel junto a la bola de cristal y mires fijamente. No apartes la mirada, así pasen largos minutos, concéntrate en el humo y en nada más, olvida mi presencia. Tendrás varias visiones pequeñas, cosas que harán personas cercanas e incluso personas que no conoces. Sólo debes esperar a la tercera para poder volver conmigo y hablar sobre ello. Además, tendrás que ver qué se relaciona entre las tres visiones y por qué crees que las has visto; esa es tu tarea, inhala profundo y empieza.
  2. Sajag

    Videncia

    No habían pasado muchos minutos desde que se había sentado y ya tenía parte del kurta, ahí donde la barriga daba comienzo, lleno de migajas de las galleta que iba consumiendo a medida que pasaba las páginas del libro. Poca atención le prestó, pues había aprendido que estas se desligaban de la tela con facilidad al ponerse de pie, se dedicó únicamente a tomar una nueva y llevarla a la boca, manteniendo los ojos firmes en las letras plasmadas en un idioma antiguo. Pero cuando pretendía hacerse con una nueva víctima para su estómago, una pequeña oleada de conocimiento lo invadió y la galleta quedó a medio camino. Por el pasillo, justo a la izquierda. —Oh, vaya, me he retrasado. Siguiendo los mandamientos de la experiencia se puso de pie y todos los restos de su merienda cayeron al suelo, donde automáticamente se evaporaron como si la sala misma se impusiera a la suciedad. La puerta de la habitación se abrió muy despacio, para permitir la entrada de la única visitante que había visto venir por el pasillo y que, según el itinerario, sería su estudiante. El arcano abrió las ventanas con un movimiento de su mano y el aire se adentró con una plácida corriente cálida; pronto la estación estaría en su punto máximo y el clima cambiaría al menos un poco. Por la visión que había tenido y la velocidad que veía en los pasos de la mujer, pudo intuir que aún tenía un minuto más antes de que arribara por fin y fue por ese motivo que comenzó la rápida preparación de su clase. Para empezar, encendió un incienso fuerte y embriagador, sonando una campana pequeña de jade tres veces para hacer que el entorno se uniera a sus propias vibras mágicas. Acto seguido, se acercó con pasos cortos a su preciado cofre e investigó en su interior, como si no recordara perfectamente lo que había dentro. Sus dedos tantearon en la profundidad de su tesoro, tocando cada uno de los artículos dentro para comprobar que estuvieran en orden y, así como los iba tocando, los iba seleccionando también puesto que debía hacer un brebaje de bienvenida para la mujer. Cuando terminó de tomar todo, tenía los brazos llenos de pequeños frascos y algunos más grandes, circulares y chatos, que poseían dentro plantas extrañas de aspecto exótico. Apenas logró erguirse por completo cuando escuchó los pasos y una sonrisa apareció en su rostro amable al girarse, enfrentando a la causante de su reciente viaje al futuro. —Bienvenida —inclinando la cabeza, le mostró sus respetos antes de mirar atrás y hacia Amya de forma simultánea—. ¿Te importaría ayudarme con el cofre? Si lo cierro podría romper algo y sería poco conveniente para ambos. Gracias. Todo en su rostro era una invitación a la confianza, sólo que él no lo percibía. Para él la amabilidad era una señal de respeto y lo demás era un valor agregado que aportaba tanto sabiduría como buen karma para un futuro. Las personas con el don de la clarividencia solían vivir en un mundo apartado, casi místico. Pero Sajag no era de esa clase. Él compaginaba sus acciones con su estilo de vida y por ende era un ser centrado, estricto con su arte, pero muy unido al todo. —Mi nombre es Sajag —subió el pequeño escalón que daba hacia su mesa de trabajo, donde tenía más plantas y más fracos regados, donde depositó todo lo que acababa de sacar del cofre—. ¿Me permites saber el tuyo? Diría que lo sé de antemano pero lo cierto es que no. Las visiones no son tan específicas y me temo que me han dejado en la incertidumbre por parte de la directiva, supongo que ha de hacerles gracia el hecho de que piensen que todo lo sé. Le mostró otra sonrisa y empezó su tarea, señalando cada una de las cosas que iba tomando antes de empezar a ponerlas en un cuenco de arcilla. —Los magos son en realidad muy diferentes a los Muggles —empezó, haciendo un ademán para que se acercara—. Nuestro organismo posee ciertas características extraordinarias que nos permiten hacer uso de capacidades que ellos ignoran al punto de creerlas imposibles, directamente inexistentes. Sin embargo, como bien sabemos, es algo real y tangible. La magia recorre más que nuestro cuerpo. No está sólo en nuestra sangre, como es la falsa creencia de la pureza, sino más bien está ligado a nuestra aura y a nuestra existencia en sí, todo se une hasta formar un todo y ese todo está representado en esta forma física. Somos magia expresada en un cuerpo humano. Semillas coloridas, plantas verdes y multicolores, además de un líquido caliente de aspecto lechoso habían entrado en el cuenco. Eran pequeñas cantidades y aún así parecía exagerado, como si hubiera hecho una ensalada y se hubiera pasado de aderezo. Tomó un mortero y empezó a hablar de nuevo, machacando su creación con un ritmo aprendido. No sólo aplastaba y ya, hacía giros con la muñeca en los momentos adecuados y cada cierto tiempo cambiaba de sentido, como si estuviera cociendo una poción cualquiera. —Por eso es que la videncia ha sido desacreditada por ambos mundos. Ellos porque no conocen la magia, no la entienden y llegan a jugar con ella para hacerse con riquezas a costa de gente creyente —soltó una risita, sin dar crédito a la ingenuidad de algunas personas—. No es más que un teatro pero, ¿qué puedo decir? A veces pecan de ocurrentes. Nosotros en cambio, como magos, nos basamos en ellos también. La mayoría asume que es un teatro, nada más que una retahíla de palabras al azar que podrían ser tan falsas como el oro Leprechaun. Y aunque admito que hay quienes caen en la actuación, doy fe de que los videntes reales son escasos y han sido cazados a lo largo de la historia por magos, blancos y oscuros, por el hecho de que podrían hacerles saber su fortuna. Acabó al fin y, de alguna forma inexplicable, el brebaje no tenía mal aspecto. Su coloración había terminado en púrpura y en la superficie brillaba como la concha de una almeja. El aroma tampoco era desagradable, olía a frutas, como si hubiera mezclado varias en un jugo para ella. Dejó el mortero a un lado, procurando que no se cayera y le tendió el cuenco con ambas manos a Amya. —La mente de los videntes es un mundo más amplio de lo que parece. Estamos llenos de imágenes del futuro, bañadas del presente y con bases en el pasado. Puede ser tanto un don como una maldición, ya que si no se controla la locura será la única visión que tengas. Señaló al final de la sala, ahí donde había una serie de cojines naranja esparcidos por el suelo y una pequeña mesa, acompañada de cartas y una bola de cristal. —Toma asiento antes de beber, porque la primera visión siempre puede tomarte por sorpresa y me temo que eso es lo que buscamos con esto. Pero tu tarea ahora será leer las hojas del té —llevó los ojos al cuenco y asintió, divertido—. Sí, eso es un té. El libro está ahí junto a la bola de cristal, así que termina con él y podrás decirme qué es lo que crees ver, aunque no te preocupes si no logras descifrarlo a la primera. Si lo hicieras sería preocupante —sin más, avanzó hacia las galletas y volvió a hacerse con la que había abandonado.
  3. Sajag

    Arcanos

    Ficha de Sajag ARCANO DE LA VIDENCIA ____________________ Nombre: Sajag Sexo: Masculino Nacionalidad: India Raza, grupo étnico: Hindú Edad: Centenario, si bien tiene la apariencia de un hombre de mediana edad, gracias a sus habilidades. Anillo: Porta el Anillo de la Videncia, asociado a las pruebas para obtener la habilidad y para convertirse en Arcano. Como todos los Anillos de las Habilidades, contiene una parte del poder de todos aquellos magos y brujas que tienen la misma habilidad, acumulándose en esta reliquia original todas las propiedades mágicas asociadas al resto de los anillos de la habilidad. Engarzada en un simple aro de cobre poco pulido, podría llegar a decirse que rudimentario, se encuentra la piedra Bhaagy kee stoon, atesorando su poder y limitando o expandiendo las capacidades que emanan en el continuo espacio-tiempo, a propia merced del Arcano. Tradiciones ancestrales equiparan su poder al antológico anillo de Salomón, otros tantos incluso se atreven a señalar que antecede al mismo. Su color rosáceo destaca a simple vista, mediante unas tonalidades áureas muestra su actividad al ojo humano, si bien nadie encuentra más que confusión observando la presencia atípica del tiempo. Al fondo, si la vista se acentúa, puede uno distinguir la gema que simboliza la disciplina que Sajag enseña. No porta más que esta legendaria joya, lo hace en su dedo corazón izquierdo. Representa algo más que la clarividencia, es su pasado, presente y futuro; es su vida, y su más allá. Objetos y Posesiones: Un cofre de madera antigua y sin tratar con innumerables compartimentos que alojan una gran varidad de hierbas y plantas con propiedades reconocidas, que usa para ayudar a su cuerpo a entrar en los estadios necesarios para que se de la clarividencia. Vara de Cristal: Posee tres lados de igual tamaño que representan los chakras que intervienen en su don. Es de cristal pulido y no pierde su brillo con el roce ni el pasar de los años. Cuando es usada, el poder que mana de su cuerpo es canalizado por la varita, confiriéndole un destello percibido hasta por el ojo humano. Cuando no es invocada, su varita es de 30 centímetros, de acebo y rígida. Conserva la misma forma que la vara de cristal, pero de tamaño acorde a su mano. En su núcleo mantiene una raíz de Padma hindú, en consonacia con la naturaleza de su varita y que el mismo Sajag recogió de una lugar que pocos conocen, pero que para él tiene mucho significado. Conocimientos y habilidades mágicas: Desarrolla con maestria todas las formas de clarividencia existentes: la simple, la del espacio y la del tiempo. Sus profecías le han marcado un lugar en la historia que a veces es duro de llevar, pero que su religión, la budista, le ayuda a sortear. El conocimiento en sí le resulta sumamente atractivo y por ello, toda su habitación está repleta de libros que ha ido recopilando en viajes por el mundo, y que devora cuando no está sumergido en un viaje interior. Aprende de la vida y la muerte, de la alquimia y el esoterismo en general; las ciencias exactas y la filosofía. El futuro no tiene misterios para él, lo ve en todas sus formas y variantes, con toda claridad (aunque no es dado a interferir en su curso, se ve más como un mero observador). Su poder se ha ido acrecentando con los años. Es maestro de sus acciones y tal es el control y dominio sobre sí mismo, que ha ido alcanzando límites para todo hombre, desconocidos: cierto control sobre el tiempo. Es precisamente ese control temporal el que le permite mantener la apariencia de un hombre de mediana edad, a pesar de ser ya centenario. Quizá las estrellas ya marquen un rumbo fijo para su existencia y confirmen lo que sus ojos puede llegar a ver, pero el cielo es sólo un complicado tablero, hasta para el más aventajado de los jugadores. Aspecto Físico: Posee una barriga prominente producto de un pasado lleno de excesos del que dice estar recuperado y que se atenúa en 1.80 cms de estatura. Viste con kurtas de diferentes colores y texturas, de acuerdo al clima y su estado de ánimo y que acompaña con pantalones ligeros y cómodos. Su piel está dorada por el sol y el cabello castaño oscuro, que niega a mostrar señas de envejecimiento, le llega casi a los hombros y hacen juego con ojos del mismo tono. Su rostro es de facciones suaves y de una serenidad permanente que invita a un trato distendido y a la confianza. Aunque nadie le ha visto de mal genio, entre los pasillos de la universidad se relatan historias asombrosas sobre momentos donde éste le ha superado. No posee joyas u objetos de valor más que el anillo que le identifica como arcano de la universidad, incrustado en una aleación antigua. Características psicológicas:: Sereno y parco en palabras. Cree más en lo que el universo le muestra a través de sus visiones, que en lo que unos 15 minutos de buena charla puede enseñarle de su interlocutor. Ama los sitios tranquilos y que promuevan esos estadíos de reflexión que tanto necesita para concentrarse. No tiene horarios rígidos y se guía por sus visiones para hacer la agenda del día. La única disciplina que cumple a rajatabla es la que le impone la Universidad y sólo se mantiene en un lugar, cuando debe cumplir con el año lectivo. En las épocas estivales, viaja por el mundo y siempre regresa con algún aprendizaje nuevo o una yerba novedosa. Vivienda en la Universidad: Ocupa una de las alas habilitadas para el profesorado en un habitación de grandes dimensiones que el cuerpo directivo acccedió a restaurar a su gusto y beneficio. De dos niveles y con grandes estanterías de techo a suelo que va llenando con los libros que adquiere y que siempre están en constante movimiento, para satisfacer su hambre de lectura. La recámara posee ventanales en tres de sus paredes, porque se inclina más por la luz exterior que la artificial (que sólo ocupa cuando la noche es oscura) y también, por pedido de la dirección para evitar que los vapores que siempre innundan la habitación, encuentren una vía de escape diferente a los pasillos del gran edificio. Su catre es pequeño y sólo lo ocupa por poco tiempo. Prefiere invertir sus horas en el desarrollo de sus artes y el aprendizaje de nuevos menesteres. En la mesilla de noche al lado de la cama, siempre descansa un libro y un cuaderno de apuntes donde garabetea reflexiones que se le van ocurriendo o que recuerda de sus trances y que nunca le muestra a nadie. En el lado opuesto a éste, se ve un escritorio de madera maciza de múltiples cajones escondidos y gran superficie, con más pergaminos y folios de diferentes texturas y tamaños. El área siempre está inundada por olores fuertes que provienen de las infusiones o preparados que inhala y usa para activar su visión etérea. Historia: Sajag, que en su tierra significa "vigilante", proviene de noble cuna, aunque para desgracia de sus padres, nunca siguió el camino esperado o el que ellos le habían trazado. Rebelde hasta la médula, sus pasos iban guiados por aquello a lo que sus progenitores representaba un agravio; y conoció el trago y la mala vida, a muy poca edad. Y casi perdió la vida en uno de esos excesos. La deshonra con la que vistió a sus parientes le provocaron el estatus de destierro. Por eso no usa más que su nombre de pila y nadie posee registro alguno sobre sus parientes o árbol familiar. En una noche de esas que tanto poblaron su juventud, sólo recuerda el detonante que le hizo cambiar. Cuando su cuerpo ya no respondía a llamados y su mente estaba adormecida por las sustancias ingeridas, una visión le visitó en lo que parecía su lecho de muerte. Ante él se presentaba una figura encorvada y de aspecto grotesco, con la tristeza por rostro y una mano extendida que le invitaba a seguirle. Sajag, encongido presa de pánico, con el sudor y el terror apoderándose de sí, pensó que había llegado su hora y que el sufrimento era un seguro castigo ante una vida de irrespeto y karma acumulado. Para él no habría salvación, sino la más pura condena. Unas palabras salieron de aquel ente a las que el joven no encontró significado, pero que estaba seguro intentaban transmitirle un mensaje que él no podía entender y del que siempre buscaría respuesta. Luego de aquel acercamiento, cayó dueño de un sueño profundo del que no sabe si fueron horas o días, para despertar en un templo al que fue llevado y donde recibió auxilio de los monjes que lo habitaban. Una mano amiga que siempre guarda en sus recuerdos, le ayudó a comprender su situación y a salir del atolladero en el que se encontraba. Le enseñó a ser más fuerte de mente y a darle un uso y respeto a su cuerpo más acorde con la religión a la que pertenecía, pero que no practicaba. Pasó muchos años de vida aprendiendo a conocer a ese nuevo ser nacido de la desgracia al que estaba dando forma y donde la armonía cumplía un papel importante. Con el tiempo comprendió que el detonante de su conversión no fue más que una visión, un primer llamado del poder que en su interior encerraba y que contenido, sólo buscaba una vía de escape. Cuando supo encontrar el equibrio, los episodios se hiceron más frecuentes y sus visiones más exactas. No había ser humano en el mundo que igualara la fidelidad de sus presagios y designios. Su fichaje por la universidad fue muy celebrado y comentado. Ahí pasa su tiempo compartido entre la enseñanza y aprendizaje propio. Cuando no imparte cátedra, se le puede ver caminando por los pasillos de la institución, con un libro bajo el brazo y una pequeña cajita con provisiones del tesoro que guarda su habitación. Si logras cruzarte con él, notarás que su habla y modales son una mezcla producto de la instrucción inglesa que recibió de pequeño por deseo de sus padres, quiénes contrataron a los mejores tutores nativos, como era norma en la sociedad de su clase.
  4. Sajag

    Videncia

    Sajag ARCANO DE LA VIDENCIA ____________________ Sajag caminaba por un sendero verde y extenso, aunque no podía ver sus pies. Sentía la brisa golpear su rostro y el calor avivar su translúcida y etérea piel. Tenía un objetivo fijo, o eso creía, aunque no podía recordarlo. No sabía cómo había llegado ahí, y con la misma certeza sabía que no podía detenerse. El cielo se teñía de un rojo intenso, ¿atardecía? Tampoco lo podía asegurar, y aunque creía moverse, todo su derredor giraba a una velocidad de vértigo. «Avanza» La voz provenía de ninguna parte y de todas, repitiéndose sucesivamente, haciendo el eco interminable y hueco en su cabeza. El arcano quería obedecer, pero sus movimientos se iban ralentizando con cada intento. Quizá por eso se percató de las innumerables flores de loto creciendo a cada lado o porque no había otro momento donde Sajag estuviera más despierto, que en sus visiones-, formando un pasillo de honor donde ya no había suelo, sino limpia y cristalina agua, y notó con cierta tranquilidad que no se hundía. Las flores eran azules y desplegaban todo su aroma y belleza. Sonrió porque no recordaba haber visto algo igual. Quiso tocar alguna, pero no pudo. Parecían estar más próximas de lo que en realidad estaban. «Avanza» Al fondo de la nada, donde las flores de loto se unían, vio una figura de 4 brazos empuñando arco y flecha, hechos de la misma planta acuífera. Sajag de arrodilló y bajó su cabeza a ras del suelo, en señal de respeto a la diosa. Y quiso responder, pero su voz no le obedecía. Infinitas imágenes del presente, del pasado y del futuro golpearon su mente, como una película de desordenadas escenas. Veía la Universidad, a sus compañeros y las consecuencias de los cambios. Abrió los ojos en el catre de su cama, aún con el recuerdo vivido y el rostro humedecido por el sudor que no podía ocultar las arrugas que poblaban su superficie, ni ocultar los años tras su espalda, después de cada sesión. Tomó el cuaderno y garabateó unas líneas en él. Se levantó con cierta torpeza y calzó sus pies con unas sandalias de cuero curtido entrelazado que eran sus preferidas porque, según decía, era como no llevar nada sin tener que romper el código de etiqueta de la Universidad. Miró el fondo de la taza del té de la que había bebido antes y se rascó la cabeza: sí que ayudaba a abrir la mente. Una buena adquisición sin duda. El estómago le rugía. Al parecer se le había pasado la hora de la comida, aquellas necesidades humanas nunca eran compatibles con la disciplina que enseñaba. Posó la mano sobre la abultada barriga, como calmando la molestia y se dirigió al escritorio con el cuaderno bajo el brazo. Dejó caer el cuerpo sobre la silla y aquello que no encontraba espacio, sobresalía de entre los límites del asiento, así como las ideas y pensamientos que revoloteaban en su cabeza. Las acciones que les llevaron a él y a sus compañeros a Londres, las había aceptado como algo inevitable y por ello no se había negado a su ejecución. Sus sueños ya le habían alertado de lo que iba a acontecer, aunque había tintes en aquellas visiones que aún no tenían respuesta para él, pero parecían entrelazarse con otras que le fueron sucediendo sin control alguno. Pero allí estaba. Él no había exigido mucho. Con una habitación y el respeto por sus costumbres que para los ingleses eran excentricidades era cuánto necesitaba. Además la Universidad había accedido a dejarle marchar al acabar cada año lectivo y así seguir viajando, descubriendo y aprendiendo. La hora del té era una costumbre que había adquirido de sus tutores ingleses y era lo único que le unía a aquella sociedad a la que ahora debía transmitirle sus conocimientos y si le preguntaban, era lo que más disfrutaba de su día. Siempre y a la misma hora, aparecía en su habitación una bandeja con una humeante tetera preparada siguiendo unas instrucciones precisas algo más parecido a un ritual, y junto a ésta, un plato con pastas recién hechas de diferentes sabores y colores. El viejo Sajag se relamía con gusto ante el banquete que se le presentaba, sopesaba la decisión y luego tomaba una, con la mayor delicadeza. Aquel día la pasta estaba rellena de una jalea de frutos rojos, que se fundía con la arenosa masa de la galleta: manjar de dioses. —Y de esto será de lo único que puedan culparte, viejo Sajag. Vertió el té en un pocillo blanco, sin asa, y se dejó embriagar por el aroma que desprendían las hojas elegidas, una extraña mezcla que había recogido en Nepal, el verano pasado. Lotos. Ahí estaba de nuevo, aquel recuerdo que no le abandonada. Con ayuda de su varita, sacó uno de los libros de la estantería lateral. Cuando se posó en su regazo, rebuscó con marcado interés. —Oh, Kurukulla ¿Qué intentas advertirme?

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