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Aailyah Sauda

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Todo lo publicado por Aailyah Sauda

  1. La respuesta del joven la dejó totalmente descolocada. En sus palabras, la anciana pudo percibir varios sentimientos negativos que no podía entender, sobre todo porque apenas había tenido oportunidad hasta ese momento de entablar conversación. Luego continuó, reconociéndose frustrado por no haberla podido escuchar mientras ella intentaba comunicarse con ellos desde el bosque. La sonrisa, sincera y cálida, que había mantenido en todo momento para ambos se había congelado en su rostro y tan solo quedaba de ella una ligera tensión en las comisuras de los labios. Sus ojos negros observaban al hombre en silencio, sobre todo cuando éste hizo una demostración de cómo utilizaba la oclumancia mientras su pareja, Kaori, utilizaba la legilimancia con él. Mientras ambos realizaban aquella prueba que la había agarrado tan de sorpresa, Sauda tomó la taza y dio un sorbo, al que precedieron un par de tragos más. Y, por supuesto, cuando entró en la mente de Kaori para realizar la práctica que le había indicado un poco antes apenas si tocó nada: era evidente que no tenían mucho interés en aprender de ella porque sentían que ya sabían lo suficiente. Se retiró con la misma suavidad con la que había llegado y miró a ambos, cruzando ambas manos en su regazo. — Bien —hizo una breve pausa mientras pensaba bien lo que iba a decirles. Siempre se había mostrado respetuosa con los deseos de sus alumnos, fueran cuales fueran estos. Pero jamás se había topado con una situación así, en la que lo dieran todo por aprendido. Pero no era su trabajo juzgar aquello, sino enseñar oclumancia. Y si ya se sentían preparados, ¿para qué prolongar más una clase que no estaba resultando agradable para el alumnado? Ella estaba allí para ayudarles, no para hacerles sentir incómodos—. De acuerdo, me ha quedado clarísimo que ambos sabéis utilizar vuestro poder mental aunque desgraciadamente no he podido valorar el alcance de vuestra habilidad. Pero siento mucha seguridad en ambos así que, por mi parte, poco más tengo que deciros. Por lo tanto... Se puso en pie y entró en su casita, dejando la frase a medias. Pero no tardó más de quince segundos en volver a salir portando algo en la mano derecha. Y sintió que alguien se acercaba al lugar en el que estaban. — ... tomad —les tendió a ambos dos anillos de aprendices para que los tomaran. Como sabía que ya conocían el funcionamiento del Portal no había mucho más que explicar—. ¿Aceptáis hacer la prueba de la Oclumancia en el Portal de las Siete Puertas? De ser así solo tenéis que presentaros pasado mañana a primera hora. Os estaré esperando junto al lago para daros las últimas indicaciones. Aunque tampoco creo que sean necesarias, ya sabéis cómo funciona todo aquello, ¿cierto? —añadió—. Podéis ir a descansar hasta entonces, queridos. Nos veremos en el lugar acordado al amanecer. Ha sido un placer conoceros. Se inclinó ante ambos con amabilidad y les sonrió a la vez que notaba que la recién llegada ya les había alcanzado. — Estoy aquí, querida alumna. Acércate, por favor. Miró hacia el cielo durante un instante. Era una sensación extraña, pero algo le decía que echaría en falta el clima londinense cuando volviesen a su tierra. Ella estaba acostumbrada al sol, y al calor. Pero había tomado cariño a las nubes y humedad que allí convivían con ella día tras día, rodeada de tanta naturaleza. Aunque nadie había dicho que no pudiera volver de visita, claro estaba. Se centró entonces en la reción llegada. — Bienvenida, ¿cuál es tu nombre? —normalmente empezaba las clases hablando a través de la mente con sus alumnos pero, en aquella ocasión, empezarían desde el principio cara a cara así que no tenía caso echar un ojo a la identidad de su alumna. Podía preguntarle y establecer una relación cordial desde el inicio—. Soy una anciana de costumbres bastantes fijas en cuanto a impartir clase se refiere, así que déjame iniciar contigo como con los demás. ¿Por qué vienes a aprender Oclumancia? ¿Qué sabes sobre ella? Así me haré una idea del punto desde el que vamos a partir en nuestras lecciones. Off: @ Con tu permiso, querida, he obviado el tema del traslador de Uagadou ya que estábamos junto con Tiberius y Valkyria al frente de mi hogar, tomando un té, y ambos añadieron en sus roles que te veían. Pero en cuanto ellos pasen a la prueba, nosotras podremos irnos o quedarnos aquí, como prefiramos, ¿de acuerdo? Disculpa la posible molestia, y gracias de antemano por entender. ¡Saluditos!
  2. La divirtió notar que el muchacho no comprendía su forma de llevar la clase. Claro, que tampoco le estaban dando oportunidad alguna. Decidió ser paciente aún, no todos los alumnos se presentaban en aquel lugar con la misma disposición de aprendizaje, ni con las mismas capacidades. Escuchó la pregunta del hombre a su pareja, sobre la oclumancia y la habilidad de entrar en la mente de los demás. Enarcó una ceja. ¿Por qué mezclaba una cosa con la otra? Quizás no entendía bien el funcionamiento de ambas habilidades. Decidió que no podía enfrentar aquella clase de la manera en que solía hacerlo. Por eso, salió de la mente de ambos alumnos y caminó para dirigirse al lugar en el que se encontraban ambos. Así podría ver si verdaderamente tenían intención alguna de aprender de ella o solo habían ido para hacerla perder el tiempo. Salió de entre los árboles con la cabeza alta, lo cual hacía que su cuello de piel oscura pareciera aún más largo de lo que era. Era verdaderamente alta, tanto que se la veía desgarbada según qué postura pusiera. Sus brazos largos y finos descansaban en su regazo, cruzados. Aquel día vestía una túnica de su tierra natal en color amarillo, con estampados irregulares en otros vivos colores. E iba descalza. Lo único que cuidó bien fue su aspecto fisico, para parecer mucho más joven de lo que verdaderamente era. No quería que la vieran en su estado natural aún, no tenía tanta confianza con ellos. Guardó sus deseos de penetrar en sus mentes con legilimancia por respeto, al tenerles frente a frente. Pero también porque estaba claro que no serviría con ellos. Primero porque el chico creía controlar la oclumancia lo suficiente como para detenerla, y segundo porque la muchacha parecía más atenta a su pareja que a lo que había ido a aprender allí. Aunque eso último era más su culpa, por el rato que había estado en silencio caminando hacia ellos. Así que compuso su mejor sonrisa y abrió los brazos, conciliadora. — Bienvenidos una vez más. Sí, Aries, claro que me iba a presentar ante vosotros. Lo que ocurre es que normalmente no lo hago hasta la fase final de la clase, cuando estoy segura de que habéis comprendido bien cómo funciona la Oclumancia. Pero he visto que no estás demasiado... receptivo conmigo. Así que imagino que eso significa que debemos afrontar la clase de otra manera. Hola a ti también, Kaori —añadió tras aquella breve introducción. Les hizo un gesto con la mano para que la siguieran—. Si os parece bien, puestos a saltarnos mis normas de siempre, hoy empezaremos la clase en el porche de mi vivienda. Sentaos ahí, por favor. ¿Queréis un té? Les señaló una mesita en el exterior de cristal, redonda y rodeada por cuatro sillas de madera blanca. Ella tomó asiento en una y, tras recogerse un poco la túnica para cruzar las piernas y no pillarse mal la tela, hizo aparecer una bandeja con una tetera y varias tazas. — ¿Qué es la Oclumancia, Aries? ¿Lo sabes? —le preguntó directamente, sin mirarlo a la cara—. Si lo sabes, entonces comprenderás que la única forma o, mejor dicho, la forma más correcta de enseñarla es utilizando la Legilimancia. Yo, no vosotros. Es por eso que empleo el contacto mental desde el principio, para enseñaros a utilizar vuestros poderes mentales desde el inicio. Pero tú no me lo has permitido porque te empeñas en intentar defenderte de mí. Que por cierto, lo haces bien... pero es totalmente innecesario y, si me lo propusiera, te aseguro que podría tumbar tus defensas. Recuerda que para ser arcana, tuve que pasar la prueba del Portal de Legilimancia también, querido —añadió, dirigiéndole una sonrisa amable—. Así que piénsatelo y, si estás convencido de que quieres aprender Oclumancia, entonces no te quedará más remedio que confiar en mí y en mis métodos de enseñanza. Calló durante unos segundos para llevarse a los labios la taza que acababa de llenar de un té rojizo que humeaba y olía de maravilla. Un sorbo le bastó para depositarla en la mesa: aún quemaba demasiado. — Por tu parte, Kaori, he visto un poquito más de disposición que en tu... ¿novio? ¿Marido? ¿Compañero, sin más? No es de mi incumbencia, discúlpame. Aunque penséis que entrar en una mente es para hacer daño, a veces es un simple contacto como cuando apoyamos la mano en el brazo de alguien. No hay necesidad de atravesar cada "salita" para conocer cada recuerdo y vivencia del anfitrión —guiñó un ojo a Aries—. En fin, querida, como te decía... ¿quieres iniciar tu aprendizaje? Ya que sabes cómo funciona la Legilimancia, te diré que yo la usaré para que tú debas afrontarla con la Oclumancia, ¿vale? Al inicio serán órdenes muy pequeñas y concisas, pero poco a poco subiremos la dificultad. En primera instancia, quiero que pienses en tu mejor amigo o amiga. Nombre, apellido, rostro, voz... todo. Y quiero que me lo ocultes ocupando tu mente con cualquier cosa que pueda opacar esos datos. Por ejemplo... un color, un olor, un sonido... un paisaje... cualquier cosa puede servir siempre que sea lo suficientemente poderosa para ti como para conseguirlo. ¿Te sientes capaz de que lo intentemos? Por último, seguramente hayáis escuchado que existe un hechizo para iniciar esa defensa. En efecto, si pronuncias "oclumens" mientras tienes tu varita en la mano, el muro de tu mente aparecerá más rápido al principio pero, en realidad, cuando domines la habilidad no lo necesitarás. Así que siempre permito que esto sea opcional, según cada caso. ¿Alguna duda? —aguardó unos instantes, por si acaso—. Bueno, pues hagamos una primera prueba. Tres, dos, uno... protege tu mente, Kaori. La miró fijamente durante un instante para deslizarse en su mente con suavidad, casi como cuando una suave brisa mece las hojas en la copa de los árboles en una tarde de verano. Lo último que pretendía era ser violenta, por supuesto. Aguardó para ver cómo se las ingeniaba la mujer para defenderse mientras, con sutileza, buscaba el dato que le había pedido esconder. Ansiaba ver cómo se desenvolvía la muchacha en aquella primera tarea.
  3. Le resultó simpático el intento de uno de sus pupilos, concretamente la muchacha, por detenerla en su avance en el interior de su mente. ¿En qué momento se había visto capaz de conseguirlo? Pero no estaba en su naturaleza resaltar aquellos hechos sino que se dedicó a observar todo lo que pudo de su mente mientras aprovechaba para explorar, de paso, sus capacidades para la oclumancia. Con un poco de entrenamiento, estaba segura de que aquella muchacha llegaría lejos en el campo que ella enseñaba. Su compañero, sin embargo, pareció no escucharle. Sauda frunció el ceño. ¿Por qué no podía escucharle si ella había podido penetrar en su mente sin problemas? Escuchó lo que Kaori le explicó sobre un bloqueo anterior durante otra clase. Ató cabos y, finalmente, sonrió desde el bosque a pesar de que nadie podía observar aquel gesto. «No hacen falta explicaciones, Kaori, escucho cada uno de vuestros pensamientos y palabras en todo momento. Pero gracias por ejercer de intermediaria. Ese bloqueo del que hablas puede ser el problema, pero también puede serlo la habilidad vidente que tiene tu esposo. Dile que se relaje, que deje de pensar en cualquier cosa externa a lo que habéis venido a buscar aquí... y que se centre en escuchar cualquier cosa extraña que note en su mente en este preciso instante. Que se olvide del futuro, o podrá entremezclarse con la videncia, ¿de acuerdo? Solo si se concentra así, en lo que debe preocuparle ahora, podremos hacer que desaparezca el bloqueo», le explicó a la mujer. Era la primera vez en mucho tiempo que se encontraba con una situación así, aunque no le preocupaba. De hecho, esperaba que se solucionara rápido y que el muchacho fuese capaz de seguir instrucciones porque era la única forma de hacerle partícipe de la clase. Aquel tipo de problemas no eran más que un mal dominio de la mente propia, y era precisamente lo que ella enseñaba a sus alumnos, a controlar dicho poder. Mientras esperaba a que Kaori le explicara lo que le había indicado a Aries, la arcana siguió en la mente del hombre para ver si en algún momento parecía escucharla; buscaba cualquier señal que le indicara que la sentía en su mente.
  4. Una ligera brisa hizo que Sauda alzara la vista. Las hojas más altas de los árboles crujieron mientras se movían al compás del viento y ella entrecerró los ojos, guardando aquella calma natural en lo más profundo de su corazón. Su traje, de vivos colores y típido de su tierra natal, también se removió ligeramente haciendo que su figura pareciera un elemento más de aquel bosque que colindaba con su vivienda en el Ateneo. Otro soplo de brisa la azotó con un poco más de fuerza y ella arqueó una ceja, extrañada. Cuando había iniciado su paseo matutino no había sentido que el tiempo fuese a estar revuelto. Había algo extraño en aquello. Y pronto entendió el porqué. Había dos presencias extrañas cerca, concretamente junto a su cabaña. «Alumnos», pensó. La última había terminado sus estudios con éxito unos días atrás, para su gran satisfacción. Así que volver a tener compañía no la desagradaba en absoluto. Para no perder la costumbre, la mujer procuró que su apariencia se correspondiera con la que lucía muchas décadas atrás, cuando era una joven esbelta y llamativa y caminó en dirección a la cabaña, aunque no tenía intención alguna en mostrarse... por el momento. Había dos personas, y sentía que existía una unión entre ambas. Frunció los labios, era demasiado pronto para saber si eso sería positivo o negativo para ellos. A ella le era indiferente. Su mente se expandió hasta que alcanzó las de sus dos nuevos alumnos y se introdujo para que la escucharan hablar en sus pensamientos, como era su costumbre. El contacto fue suave y respetuoso. «Buenos días, queridos pupilos. Permitid que me presente. Soy Aailyah Sauda, la arcana de la Oclumancia. Por ahora nos comunicaremos así, porque quiero que sepáis lo que es trabajar íntegramente con la mente. Un poco más adelante, si demostráis cierto avance en la destreza que habéis venido a aprender, nos reuniremos para avanzar en vuestra formación. Antes de nada, tras esta pequeña bienvenida, quiero dejaros clara una cosa. Mi alma está ligada a la de cualquier vida que haya a mi alrededor, y respeto cada existencia como si se tratara de la mía propia. Lo único que exijo a quienes venís a aprender de mí, por tanto, es que respetéis este sentimiento y lo compartáis en la medida de lo posible mientras estéis cerca de mí. En el momento en que un pupilo desobedezca esta norma y atente contra una vida, sea humana, animal o vegetal, perderá por completo mi favor y deberá abandonar mi territorio. Espero haberme explicado con suficiente claridad». Dejó que el silencio se apoderara de las mentes de ambos durante unos instantes, deseosa de que comprendieran lo que acababa de decirles. Cuando creyó prudente continuar, lo hizo con una suave sonrisa en los labios que solo pudieron observar las ardillas y demás criaturas que curioseaban su paseo desde las ramas de los árboles. «Una vez ha quedado esto claro... os vuelvo a dar la bienvenida, Aries y Kaori. ¿Qué os ha hecho venir hasta aquí para aprender Oclumancia? ¿Cuáles son vuestras inquietudes para recurrir a este tipo de magia? ¿Sabéis algo sobre ella? Y lo más importante... ¿qué buscáis en este poder? ¿Qué pensáis que obtendréis de ella? Necesito saber un poco sobre vuestras motivaciones... y sabré por dónde empezar en vuestro adiestramiento mental.
  5. Sauda cerró los ojos durante un momento y esperó. Esperó a que su pupila hiciera frente a todo aquello por lo que el Portal quisiera hacerla pasar. Y ella lo supero con creces, haciendo que la mujer abriese los ojos justo cuando Heliké emergía por la puerta que había atravesado un poco antes. — ¡Querida, enhorabuena! —le felicitó, dando un paso adelante hacia ella—. ¿Que yo te diga el resultado? No querida... baja la mirada hacia tu anillo, y comprueba tú misma lo que has conseguido. Esperó a que lo hiciera y luego, mientras asentía con la cabeza, le sonrió. — Vi lo que hiciste, excelente desenvoltura la tuya ahí dentro. ¡Me has dejado de piedra! Estoy muy feliz por ti, querida mía, de verdad te lo digo. Ahora recuerda: la Oclumancia es una magia que puedes seguir aprendiendo día a día, no sientas que lo sabes todo por portar ese anillo. Jamás dejarás de aprender, ni tampoco de mejorar. Tu anillo está ligado al mío, así que siempre que lo desees podrás venir a buscarme para consultarme algo. O para visitarme simplemente, mi hogar estará abierto para ti permanentemente. Cuidate, Heliké, y protege siempre tu mente. No hay nada más importante para un mago en estos tiempos. Dicho aquello, la arcana hizo una pequeña inclinación en su dirección y caminó hacia la salida, en silencio y sin mirar hacia atrás.
  6. Sauda, desde donde se encontraba, esperó para ver cómo iniciaba Heliké su camino. Le costó poco descurir que podía usar la magia, y pudo percibir su duda cuando la utilizó para poder cruzar el lago. Tampoco el gorro rojo supuso el mayor de los problemas para ella, y las plantas soporíferas fueron una ligera distracción para la Vladimir, que pronto estuvo junto al cesto donde debía dejar sus pertenencias. Y aunque la mujer sabía que era un trance difícil, Heliké dejó sus cosas y quedó a la espera de saber qué hacer. Sauda sonrió. — Aquí, entra —pronunció en voz alta, animándola a acompañarla en el interior de la pirámide. Cuando vio la figura de su pupila, sonrió y le indicó que la siguiera hasta la sala de los portales, donde estaban las siete puertas que permitían la prueba de cada habilidad a los postulantes que se presentaban allí a demostrar sus conocimientos. Sauda se apoyó en su vara de cristal, que era tan sobria como ella misma—. Bienvenida a la pirámide, querida, te has desenvuelto muy bien ahí atrás. Pero ahora vamos a algo completamente distinto... bueno, mejor dicho, "vas". Yo esperaré aquí mientras te enfrentas al Portal y le demuestras que eres digna de llevar esto. Al pronunciar las últimas palabras, Sauda hizo aparecer en la palma de su mano izquierda un anillo de aprendiz para Heliké, que dejó que tomara de su mano. Suponía que la muchacha ya conocía aquel proceso, pero era su deber recordárselo. — Este anillo de aprendiz es lo que te conectará a mí durante la Prueba. Si necesitas salir, yo iré a buscarte pero, recuerda... eso significará el final para ti en tu intento de ser oclumante. Si, por el contrario, consigues vencer al Portal... el anillo se transformará en el de habilidad, y quedarás vinculada al mío propio para siempre. Y serás oclumante, claro está —le explicó, enseñándole su propio anillo cuando lo mencionó—. Así que, por última vez, Heliké... ¿estás preparada para enfrentarte al Portal? Si es así... adelante, querida. Protege tu mente y regresa convertida en una oclumante hecha y derecha. Aguardó unos segundos para que ella respondiera en los que no perdió la sonrisa ni por un instante. Sabía que la mujer podía hacer frente a aquello sin problema alguno.
  7. Sauda se envolvió un poco mejor en sus coloridos ropajes, pues el sol aún apenas alumbraba el suelo de aquellas tierras y la humedad de la noche mantenía el clima bastante más fresco de lo que había calculado. Había decidido que era hora de prescindir de su apariencia juvenil para recibir a su última pupila, Heliké, con su auténtico aspecto. Era una mujer muy alta y delgada de piel y pelo oscuro, aunque éste no solía verse al llevar la cabeza habitualmente cubierta con turbantes, tal y como era costumbre en su tierra natal. Sus ojos, oscuros y a la vez cálidos, denotaban sabiduría y paz, y estaban enmarcados por un montón de arrugadas que dejaban adivinar su avanzada edad. Aguardaba a que su pupila apareciera a la hora a la que la había citado... aunque aún quedaba un ratito para que el sol iluminara el lago. Mientras llegaba el momento, la anciana preparó un bote en la orilla y frunció el ceño. Normalmente hacía que sus pupilos demostraran su fortaleza física cruzando el lago a remo pero... Heliké estaba embarazada. ¿Cómo iba a permitir sejemante atrocidad? Decidió eliminar los remos y que la mujer buscara la forma de hacer que el bote se moviera, mediante magia, hacia la otra orilla del lago. Estaba segura de que daría con la forma sin problema alguno. Tras este escollo, debería adentrarse en el bosque que rodeaba la pirámide para enfrentarse a un gorro rojo que habían soltado allí unos días atrás. Estaba escondido y deseoso de encontrar una víctima con la que cebarse... pero Sauda sabía que Heliké no tendría problema con él. Un poco más adelante, en un claro de aquel bosquecillo, la arcana había dejado unas plantas cuyo polen nublaba los sentidos de quienes respiraran aquella sustancia. Sería la primera vez que la Vladimir necesitaría hacer uso de la oclumancia en aquel camino hacia el Portal, y la anciana sabía que no habría problema. Tras cruzar el claro y algunos árboles más, la pirámide se alzaría ante la chica, cuya última prueba para alcanzar su objetivo sería precisamente ser capaz de separarse de su varita y comprender que, para hacer oclumancia, no necesitaba más que su magia interior. Para ello, Saka había dejado un cesto de mimbre flotando ante la entrada de la pirámide. Ella esperaría a su pupila en el interior a pesar de que le había dicho que la vería en la orilla. Pero sabía que ya no la necesitaba: confiaba en su poder y en lo que había aprendido con ella. Sonriente y viendo cómo los primeros rayos de sol comenzaban a reflejarse en el lago, desapareció para dejar a su alumna comenzar su andanza hacia el Portal.
  8. No esperaba una respuesta distinta de la que Heliké le dio. Asintió, satisfecha, y le sonrió con cariño. — De acuerdo, pues. Mañana al amanecer te esperaré junto al lago que rodea la isla donde se encuentra la pirámide que alberga el Portal. Sé que conoces el lugar porque ya has pasado alguna vez por allí —añadió—. Procura aprovechar las horas que te quedan hasta entonces para descansar, querida. Necesitarás tener la mente despierta y descansada para lo que te espera mañana. Y no lo olvides, sé puntual —le dijo, antes de hacerle un gesto con la mano para indicarle que daba por finalizada su reunión—. ¡Ah! Espera un momento. Se levantó y se excusó con un gesto para después entrar en su hogar cerrando la puerta tras de sí. Era celosa con su intimidad, no podía evitarlo, aunque en alguna ocasión había dejado a algún alumno acompañarla hasta el interior. Pero eran tan contadas las ocasiones que esos casos serían, como mucho, menos de una decena. Volvió a salir para reunirse con Heliké con un frasquito en la mano que contenía una sustancia gelatinosa de color dorado. Sonrió a la mujer y se lo tendió. — Toma. Mézclalo esta noche con agua antes de dormir, con medio vasito bastará. Tómalo y descansa, te ayudará a dormir sin problemas y a recuperar tus energías el doble de rápido. Te vendrá bien para mañana, no todos los días se presentan ante el Portal una mujer encinta. No quiero que corras ningún riesgo, ¿de acuerdo? Ahora sí, puedes irte. Yo daré un paseo... tengo cosas que hacer. Dicho esto, volvió a despedirse de Heliké pasando junto a ella y apretando con ternura su hombro para luego rodear el porche de su hogar y encaminarse de nuevo hacia el bosque, donde más le gustaba estar. Tan distinto de su tierra natal... un lugar libre... fresco... vivo.
  9. Sonrió a Báleyr con un asentimiento de cabeza y se puso en pie, a su lado. — Sauda, querido. Mejor Sauda —le respondió de primeras. Tras escuchar sus palabras, se encogió de hombros con la sencillez que la caracterizaba—. Oh no, no, no es que hoy no quisiera salir. En realidad es que no me gusta entrar —añadió, con una risita risueña. Y así era. Sauda era precisamente conocida por su conexión con la vida. Adoraba pasear por el bosque que colindaba con su sencillo hogar en aquella institución, y era más fácil verla rodeada de animales que de personas. Sajag la arrancó de aquella reflexión mencionando una de sus pertenencias más preciadas. Se llevó la mano a la muñeca, sonriente. — Siempre la llevo conmigo, Amigo Vidente. Basta con que saques algunos minutos de tu valioso tiempo para venir a visitarme. Luego miró a Báleyr, que parecía inquieto. — Hace cien años yo no era arcana de la oclumancia aún, Báleyr —dijo entonces, sonriéndole con amabilidad—. Nunca había visto este brillo inusual en el anillo, pero sí he oído sobre la guerra de la que hablas. Por cierto, no sé dónde estarán los demás. Imagino que atareados con sus estudios. O protegidos en su zona de confort, como dice Sajag. Miró a este cuando habló para ver qué tenía que decir, a parte de que iba a llover. Y vio que componía un gesto raro en su cara. — Querido compañero, ¿ocurre algo? ¿Has Visto algo? Ven, siéntate conmigo —lo tomó gentilmente del brazo y le invitó a sentarse tal y como había estado ella hasta un poco antes.
  10. Sauda hurgó en la mente de Heliké en busca de lo que le había dicho que debía proteger. Se encontró detalles; colores, olores, imágenes. La mujer frunció el ceño y, un instante después, sonrió. ¡Excelente protección! No necesitó mantenerse en aquel estado durante mucho tiempo más, ya no tenía sentido. Sonrió ampliamente a la Vladimir en cuanto se retiró de su mente. — Bien hecho una vez más, querida, ha sido una buena defensa. Pero no te confíes... sé dónde trabajas y con quiénes —la felicitó y advirtió a la vez. No quería alardear, ni tampoco hacer sentir a la muchacha amenazada. Pero era importante que comprendiera el alcance de aquel poder... y más aún, con la duda que le había planteado mientras ella revisaba su mente en aquella práctica. Decidió que era el momento justo para responderla—. No quiero que sientas mis palabras como una amenaza o menosprecio. A lo que me refiero es a que tu oclumancia jamás será lo suficientemente fuerte contra nada o nadie si te confías. Por ejemplo, si yo no estuviera constantemente en guardia, estoy segura de que me habrían vencido hace muchas décadas. ¿Qué hay más interesante que la mente de alguien como yo? Suspiró y dio un sorbo a su propia taza, apurando el contenido que le quedaba. De repente se sentía anciana, aunque procuró que la mujer que la acompañaba no se diera cuenta. — En fin, Heliké, quiero que comprendas que, por mucho que sepamos sobre algo, jamás sabemos lo suficiente. Es un consejo, un lema de vida que me gusta intentar enseñar a mis pupilos, porque sé que os servirá en el futuro. Pero eres libre de tomarlo o no. En cualquier caso, ten muy en cuenta que alguien que domine la Legilimancia y tenga más poder que tú podría tumbar tus defensas oclumánticas, así que jamás te confíes. Practica, practica mucho y sé cuidadosa con los métodos que escoges para cada momento o situación. Y ahora, respecto a tu pregunta de antes... sí, obvio que puedes usar otros conocimientos y habilidades para tu beneficio o protección pero, te pregunto, ¿crees que tienen algo que ver con la Oclumancia? Te adelanto la respuesta: no. Sabía que, quizás, estaba sonando brusca en contraste con el tono que había empleado hasta aquel momento pero no era la primera vez que se enfrentaba a una situación así. Para ella, la oclumancia era una habilidad seria y útil que, combinada con otras, dotaba a quien la dominaba con un poder inigualable. Pero eso no los hacía invencibles, ni tampoco invulnerables. Ni tenían que ver unas con las otras. — Querida niña, déjame explicarte. Es estupendo que tengas otros poderes, adquiridos o heredados, porque te hacen mucho más poderosa de lo que puedas imaginar. Pero no tienen nada que ver los unos con los otros: cada uno tiene su propia función. Si lo que quieres es proteger tu mente, no puedes usar nada más efectivo que la oclumancia. O la magia verbal, si lo prefieres, aunque con ella no protegerás tu mente, sino tu entorno. La animagia ocultará tu identidad, pero no tu mente. Un leglimante puede descubrir quien eres mientras paseas en tu forma animal sin que tú te des cuenta. Lo mismo ocurre con la nigromancia, poco puede ayudarte a defenderte... es más, te expone. Y la metamorfomagia es como la animagia... cambios físicos, poco más. Y te lo digo yo, que las domino todas ellas —añadió, encogiéndose de hombros. Volvió a sentarse junto a Heliké, y le sonrió suavemente—. Puedes usar todo lo que sepas manejar a tu favor, pero no olvides para qué sirve cada cosa y los pros y las contras que tiene cada poder. En el momento en que comprendas eso... multiplicarás tu poder por dos. O por diez. La observó en silencio, dejándole unos segundos para que comprendiera las cosas que acababa de decirle y pudiera responderle, si es que deseaba hacerlo. Quizás tenía más dudas o inquietudes, y ciertamente ese era el momento para hablar del tema. — Bien, Heliké. Podría seguir dándote clases durante meses. O años, probablemente, y nunca terminaríamos de practicar cosas nuevas. Pero entiendo que ninguna de las dos disponemos de tiempo para ello, y que esto no deja de ser una clase controlada por el Ministerio de Magia, por medio de la Universidad. Así que, querida, ha llegado el momento que esperabas desde el principio, supongo. ¿Te sientes preparada para realizar la Prueba ante el Portal de las Siete Puertas? Piénsatelo bien y hablemos todo lo que necesites ahora porque, cuando llegues allí... estarás sola. Ya no dependerá de mí, ni podré intervenir sin consecuencias fatales para tu progreso académico. Tú decides.
  11. El lago estaba calmo. No había en su superficie ni una sola alteración, haciendo que este pareciera un enorme espejo que reflejaba la belleza del cielo. Una mujer muy anciana, que presentaba una apariencia juvenil gracias a su magia de no más de una veintena de años, se hallaba en su orilla sentada con ambas manos de piel oscura abiertas sobre la hierba que había bajo ella con una suave sonrisa en los labios y los ojos cerrados. No necesitaba tenerlos abiertos para apreciar la belleza de su entorno. Escuchaba murmullos de aquellos alumnos que pasaban cerca de donde se encontraban y la veían, pero nadie se atrevía a acercarse a ella para saludarla. O simplemente para mirarla. Ella, sin embargo, sí clavaba sus ojos en los de algunos y les sonreía, aunque generalmente obtenía un sobresalto por parte de los demás. Luego ampliaba su sonrisa al ver cómo bajaban la mirada. ¿Tanto respeto les infundía? ¿O quizás era miedo? No, ese sentimiento más bien lo despertaban algunos de sus compañeros. Ella siempre era amable, sincera, bondadosa. Era, posiblemente, la arcana más tranquila y sociable de todos, si bien gozaba más de la compañía del bosque y sus habitantes que de los demás seres humanos. Por eso era raro verla lejos del bosque junto al cual se encontraba su hogar en la Universidad Mágica. Generalmente pasaba los días enteros allí, rodeada de árboles y naturaleza, hablando con los animales y dormitando junto al cauce del río. Pero en aquel momento estaba allí, a la vista de todos, con un kanga de tonos amarillos, naranjas y marrones que destacaba bastante con el verdor de la hierba y el azul del lago. Los murmullos de su alrededor se tornaron más nerviosos de repente. Alcanzó a escuchar algo como "Balýr". ¿En serio acababan de cambiarle el nombre? Una traviesa sonrisa se dibujó en sus carnosos labios imaginando la cara que su compañero pondría si se daba cuenta. Y luego abrió los ojos con lentitud, acostumbrando sus pupilas a la claridad del sol después de tanto tiempo con los ojos cerrados. ¿Qué habría llevado a Báleyr al exterior de su mazmorra? Podría afirmar sin temor a equivocarse que llevaba sin verle como un año. O quizás dos. Sentada en el suelo como estaba, miró hacia atrás para ver la figura del tuerto no muy lejos de donde ella se encontraba. Siempre le había estimado, como al resto de arcanos. Aunque no era frecuente que se reunieran o pusieran en común nada más que algún saludo o pregunta en un momento determinado. — ¿Qué se te ha perdido aquí fuera, querido?
  12. Heliké tomó asiento con ella y escuchó sus palabras, y luego comenzó con la tarea que Sauda le había encomendado. Al principio, la anciana notó cómo la fortaleza de la vampiresa flaqueaba pero en pocos segundos aquel estado comenzó a revertirse. Los recuerdos que pudo otear sobre su esposo pronto desaparecieron tras una nube blanca y, cuando quiso escarbar un poco más en su mente, se dio cuenta de que debería ejercer más presión de la que estaba usando para hallar lo que buscaba. Sonrió y, lentamente, se retiró de la mente de su alumna. — Buen trabajo, Heliké, veo que has captado la idea. Descansa unos minutos, bien hecho —la felicitó Sauda, tomando una humeante taza que había dejado olvidada durante un rato para beber un sorbo de ella. La depositó después y dejó las manos caer sobre su regazo—. Esa defensa empieza a parecerse a lo que quiero que consigas. Es evidente que podría haberte vencido sin mucho esfuerzo porque aún necesitas aprender más, pero es un excelente comienzo. Parece que pensar en su familia te hace sentir fuerte. Probemos otra cosa, venga. «Quiero que pienses ahora en tu trabajo. No me digas nada, yo lo buscaré en tu mente y tu trabajo será evitar que yo lo sepa. Ah, y una cosa más —echó una ojeada hacia un lado del que le pareció escuchar algo. Pero no vio nada fuera de lugar—. Quiero que uses otro método distinto a dejar la mente en blanco, para que practiquemos otras defensas. ¿Estás preparada? Y si en algún momento te surge una duda... párame, y pregúntame, ¿de acuerdo? Con confianza, estoy aquí para enseñarte. Si todo está claro... adelante, querida, protege tu mente. Se calló y aguardó unos instantes para que Heliké pudiera prepararse. Del mismo modo, ella también se preparó para volver a la carga. Estaba tan acostumbrada a nadar entre los recuerdos y pensamientos de los demás que podía hacerlo sin que fueran conscientes de que tenían un intruso en su cabeza. Y así lo hizo con su pupila, con delicadeza y respeto. No quería hacerle daño, pero debía entender que aquella magia era muy poderosa, lo suficiente como para proteger de algo tan peligroso y oscuro como la Legilimancia.
  13. El bosque se había calentado gracias a los rayos de un sol caprichoso que había decidido mantener cálido el territorio londinense, algo bastante inusual. Sauda se mantenía oculta, esperando a que Heliké se enfrentase a su primera práctica de oclumancia. Y ésta no tardó en comenzar, haciendo que la vampiresa tuviera que luchar contra la firme convicción de que debía beber de aquella copa que Sauda había puesto en su camino. Con un ojo puesto en el interior de la cabeza de su pupila, la arcana pudo ver cómo una visión la intentaba convencer de ceder a aquello que ella le había prohibido, y también pudo ver cómo la mujer se oponía con terquedad. Se mordió el labio inferior con temor, llevaba una vida en su interior, la de su hija, y aquello hacía que Sauda se sintiera temerosa por si su magia afectaba al bebé de algún modo. Pero Heliké se mostró fuerte y, no sin cierto esfuerzo, venció aquella imagen de su mente para acabar con éxito la práctica. «Bien hecho, querida», la felicitó mentalmente con una amplia sonrisa en los labios que solo los árboles pudieron ver. No se sentía conforme con la situación, así que comenzó a caminar en dirección al lugar en el que estaba la chica. «Quisiera que caminaras de nuevo hacia mi cabaña, querida. No veo prudente seguir las lecciones al aire libre dado tu estado actual. Nos veremos allí». Dicho aquello, desapareció para reaparecer ante la puerta de su humilde hogar. No recordaba haber llevado muchos alumnos hasta allí, pero la ocasión lo merecía. Tenía un pequeño porche que se había hecho de forma natural con las ramas de los árboles y arbustos que rodeaban su pequeña casa. Hizo un movimiento con su vara y unas sillas de madera con cojines coloridos aparecieron allí, así como una mesita redonda del mismo material. Una bandeja plateada surgió en el centro y una tetera humeó en el centro, junto a una jarra de agua fresca. Cuando Heliké estuvo cerca, Sauda la miró fijamente y le señaló una de las sillas. — No acostumbro a dejarme ver tan pronto, Heliké, pero no todos los días tengo pupilas embarazadas. Así que toma asiento, querida, y toma lo que desees. Si prefieres algún zumo u otro tipo de bebida, solo has de decirlo. ¿Deseas, quizás, comer algo también? No puedes aprender a utilizar la oclumancia si te sientes débil. Vamos, no es ningún truco. Ella misma tomó asiento y se sirvió en un vaso de cristal que surgió de la nada una especie de té con un olor fuerte pero agradable, con un toque dulzón que lo hacía muy llamativo. Humeaba, señal de que estaba recién hecho. — Bien, vamos a continuar con las lecciones. Te has zafado bien de ese primer obstácul0, pero necesito que comprendas que la terquedad no es el único medio de vencer una ilusión. De hecho, si no hubiera sido una visión sino un ataque real, hubieras sucumbido en pocos segundos —le explicó. Se cruzo de piernas elegantemente, dejando a la vista la longitud de sus extremidades inferiores. Era alta y esbelta, casi huesuda como bien podía verse en sus pómulos. Aunque se veía incluso atractiva cuando se mostraba así, como cuando era joven y bella. Nada que ver con la realidad, con sus más de cien años—. La oclumancia es una magia muy poderosa. Oscura, sí, pero poderosa y útil. No puede utilizarse para dañar a otros, ni tampoco para dañarse a uno mismo si se utiliza con cautela. Quiero decir, no es sano aislarse del entorno. Pero debes saber que un mago debe controlar su propia mente para poder llamarse a sí mismo "poderoso". No muchos disponen de esa sabiduría, y ahí reside su mayor debilidad. «Ahora, para aprender a utilizar tu mente debes concentrarte. Es lo único que debes hacer y más importante, tener presente en cada momento qué hay en tu mente. Debes controlar cada pensamiento, idea o recuerdo para que nadie los pueda manipular. La única forma de aprender a hacerlo es concienciándote y practicando. Una vez controles tu mente, podrás crear defensas para salir victoriosa de un ataque legilimántico o de cualquier otra magia o poción que tenga como objetivo atacarte mentalmente. ¿Crees poder hacerlo?». Aguardó una respuesta durante unos segundos, aunque sus explicaciones no habían terminado. — Vamos a hacer una cosa para probar. Quiero que pienses en... tu esposo. O novio. Pareja. Lo que sea... el padre de tu hija. No sé quién es, ni tampoco tengo interés alguno, pero quiero que te concentres en que yo no pueda verlo en tu mente. ¿Cómo? Pues tienes varias opciones. La primera es dejar tu mente en blanco para que yo no pueda ver nada. Es lo más útil, pero también lo más complicado. Otra opción es concentrarte en algo hasta el punto de que solo pueda captar eso en tu mente. Puede ser un olor, un color, un paisaje... una melodía... incluso un recuerdo concreto. O si no... siempre se puede alterar la realidad. Imaginemos que buscas en mi mente la identidad de mi madre y yo, en mi mente, la sustituyo por otra persona... tú hallarías esa información errónea sin saber que no es la auténtica y me dejarías en paz, sin saber que los datos que has obtenido no son correctos. Evidentemente cada método irá mejor según la ocasión, pero de eso podemos hablar más adelante. ¿Quieres intentarlo? Venga, vamos, elige la forma que quieres usar y... protege tu mente de mí, querida. Se concentró para encontrar ese dato en la mente de Heliké. No había magia que pudiera impedir a la arcana encontrar aquel dato, pero lo que ella evaluaría era, precisamente, el esfuerzo que la muchacha hiciera por defenderse. Así que aguardó para ver cómo se desenvolvía en aquella segunda tarea.
  14. Ver a Keaton atravesando el Portal hizo que Sauda dejase de respirar por un momento, como si no fuera capaz de soltar el aire que retenía en sus pulmones hasta que no le viera salir sano y salvo. De sus alumnos, jamás había visto a ninguno perecer durante la prueba, ni tampoco había tenido que intervenir para sacarles antes de tiempo. Pero nunca podía saberse cuándo llegaría el momento de romper con esa continuidad. Solo esperaba que no fuera con el Ravenclaw, pues había notado desde el principio que era un hombre muy capaz. El Portal lo sumergió en el siglo XVI, y Sauda pudo observar una serie de recuerdos (no sabía si eran reales o inventados por el Portal para poner a prueba al su pupilo), se sucedían mientras él debía interactuar con ellos. Si bien de vez en cuando se sentía tensa, en ningún momento sintió que su pupilo fuera a fallar y por eso, cuando el anillo de aprendiz mutó para transformarse en el de habilidad, Sauda no pudo más que sonreir y suspirar. Un nuevo oclumante saldría del Portal en cualquier momento. Le miró con expresión risueña. — Lo lograste, querido —le confirmó ella. Amplió aún más la sonrisa y extendió un frasquito de cristal hacia él, el cual había aparecido aparentemente de la nada—. Tómate esto y ve a casa a descansar, Keaton. Te lo tienes merecido. Y recuerda, ahora eres un mago oclumante y tu anillo de habilidad está ligado al mío de la Oclumancia. Utiliza tu nuevo poder con sabiduría y responsabilidad, querido y, sobre todo, no dudes en visitarme algún día. Ya sea por trabajo o... simplemente para saludar a esta anciana —añadió, encogiéndose de hombros. Realizó una pequeña inclinación hacia él sin perder la sonrisa y luego le dio la espalda. Estaba segura de que podría salir de allí él solo. Y su labor con él había finalizado.
  15. Las dudas de Heliké se acabaron, al menos por el momento, y se adentró en el bosque tal y como la arcana le había indicado un poco antes. Sintió pronto que las dudas seguían atenazándola en su interior pero, posiblemente movida por las ganas de aprender e investigar un poco más en aquel campo de aprendizaje, siguió adelante hasta que dio con el tocón que le había indicado. Pero no tocó la copa. Sauda arqueó una ceja desde donde se encontraba y se concentró en pensar qué era lo que retenía a la mujer. O quizás su mente era lo suficientemente fuerte como para no verse tentada por la magia que la arcana había dejado fluir hasta ella para hacerla caer en la trampa. Para no quedarse con la duda al respecto, Saka incrementó un poco la fuerza de su "ataque". Ahora, Heliké sentiría un impulso irrefrenable de tomar la copa con la mano y darle un sorbo a su contenido, que se veía transparente como si fuera agua. ¿Cedería la muchacha? Por si las dudas persistían, la arcana decidió recordarle su cometido. «No olvides mis indicaciones, Heliké. Siéntate junto al tocón y, pase lo que pase, no bebas de la copa». Sus palabras calaron en la mente de la bruja como el agua lo hace en el algodón. Sentía muchos deseos de ver como la mujer luchaba contra aquel instinto para cumplir con su orden... o cómo sucumbía en aquella primera práctica.
  16. La respuesta de Heliké llegó tan pronto que Sauda, desde donde estaba en compañía de Hades, sonrió involuntariamente. Aquella joven prometía, no tanto en habilidades (porque no la conocía aún) como en entusiasmo y disposición. Se imaginaba la de pruebas y prácticas que podría ponerle si ella se prestaba a ello... bueno, no podían adelantar acontecimientos. Aún no sabía qué grado de fortaleza reinaba en su mente. «Vale, veamos esas dudas de una en una. Respecto a la primera... la respuesta es no. Al menos no como he creído entender. La oclumancia te puede servir para todo lo que desees siempre y cuando te afecte a ti misma y esté destinado a protegerte de alguna forma de las mentes y/o magias ajenas. Es decir, que no puedes alterar un espacio físico como tal. Distinto es si quieren obtener de ti la información de ese espacio, revisando lo que sabes en tu mente. Entonces sí puedes disfrazar ese lugar como tú desees, porque tu mente es solo tuya y mostrarás a tus atacantes lo que desees mostrarles. Pero para hacerlo de forma física, debes usar otro tipo de magia». «Sobre tu segunda pregunta sí, podrías, cuando tengas un control total de tu mente. Es decir, que podrías tardar un tiempo pero... podrás hacerlo si lo deseas. A grandes rasgos, el truco es fácil: tú controlas tu mente y todo lo que sucede en ella. Por lo tanto, puedes configurarla para que sólo piense en algo determinado de forma que tu subconsciente seguirá con ese pensamiento fijo mientras estás dormida. No obstante, quiero aclararte algo: si consigues obtener el anillo de habilidad y salir del Portal como una bruja oclumante, no necesitarás recurrir a algo así para protegerte mientras duermes porque significará que tu barrera protectora es infalible. O muy buena, al menos. Solo un mago o bruja legilimántico altamente cualificado y con más poder que tú podrías atravesar esa defensa». Hizo una pausa mientras pensaba en la tercera pregunta de la muchacha. «Esa tercera pregunta... bueno, es relativa. Puedes alterar tu físico pero no de forma real. En realidad esa magia funciona, más bien, como un encantamiento desilusionador. Es decir, si alguien se mete en tu mente tú puedes engañarles y hacer que vean en ti algo que no hay, incluida tu apariencia física o psicológica. Pero no, no es comparable a la metamorfomagia porque no puedes realizar el cambio físico. Si acaso, solo será una falsa apariencia que verán gracias a tu poder mental. Para eso, quizás, te serviría mejor la legilimancia porque puedes influir en las mentes para que crean ver algo que no hay o la metamorfomagia, que te permitiría hacer el cambio real. Espero haber satisfecho todas tus preguntas. Si existen más dudas, pregunta. Si no, adéntrate en el bosque y enfréntate a tu primera práctica, querida».
  17. Lentamente, mientras caminaba por el bosque, se había acercado hasta el lugar donde estaba Heliké pero, mientras esperaba su respuesta, había notado cómo Hades se reactivaba en su aprendizaje. Instintivamente, se puso en marcha hacia el vampiro sin descuidar los progresos de la recién llegada. Escuchó atentamente las dudas del Ragnarok y, cuando estuvo lo suficientemente cerca de donde se encontraba, salió de entre la vegetación para presentarse ante él con su apariencia física juvenil, cuando no tenía más de una veintena de años. No quedaba ni rastro de las arrugas que surcaban su piel ni del cansancio que expresaban sus oscuros ojos. Sonrió al hombre. — Hola, Hades. Permíteme presentarme ante ti y que pueda ayudarte con tus dudas desde aquí —le dijo, hablándole en voz alta por primera vez. Se acercó a él hasta quedar frente a frente—. Entiendo lo que me dices, es normal que te sientas inseguro o desorientado todavía. Tenemos por costumbre aprovechar muy poco de nuestra mente en beneficio propio... no le damos a este órgano el valor que merece. Así que no te agobies, cielo. Por otra parte... —le pasó un frasco de cristal no más largo que su pulgar—. bébete esto, cuando acabemos la próxima práctica. Te ayudará a recuperarte del cansancio mental, y potenciaremos tu cerebro para que te resulte un poco más fácil avanzar, ¿de acuerdo? Bien. Hizo una pausa. — Respecto a tu pregunta. Oclumens es la palabra mágica que potencia la habilidad de la oclumancia. No es obligatorio usarla, ni tampoco enteramente necesario cuando controlas perfectamente tu poder. Lo único que hace es canalizar tu magia interior para transformarla en el fin que deseas, es decir, para ayudar a que tu mente se proteja. No me gusta que lo usemos directamente en clase porque entonces no valoráis el esfuerzo que supone realizar magia no verbal. No hay momento preciso para usarlo, como te decía. Pero, si quieres, puedes usarlo ya para aprender a dominarlo. ¿Alguna duda más al respecto? Esperó para ver qué tenía que decir, aunque también continuó con la práctica que le había indicado anteriormente. Navegó por la mente de Hades con habilidad, sin intención alguna de dañarle, pero con ganas de ver si verdaderamente ponía empeño en defenderse. Y Hades simplemente bordó aquella práctica. Sauda sonrió, feliz con el resultado que acababa de ver. — ¡Excelente, Hades! Mucho mejor esta vez, aunque aún podemos mejorar. Quiero que, cuando resolvamos las dudas que puedas tener, hagamos una última práctica, ¿de acuerdo? Pero antes dime, si se te quedó claro lo del oclumens y si te surge alguna pregunta más. Mientras aguardaba lo que Hades tuviera que decirle, se centró en su alumna recién llegada, quien ya se empezó a presentar y a explicarle qué la había llevado hasta allí. Sauda sonrió: en principio, le agradaba la chica. «Excelente, Heliké Rambaldi, es un placer tenerte en clase de Oclumancia. Mis métodos de enseñanza son... peculiares. Por ahora, no podrás verme hasta que decida que es momento de ello y, en consecuencia, nos comunicaremos de esta forma. No tienes que concentrarte más de lo que lo haces para cualquier otra acción: todo lo que pienses y sientas lo pensaré y sentiré contigo. Y ahora, iniciamos tu aprendizaje». «La Oclumancia es una magia oculta, poderosa y oscura que no todo el mundo es capaz de aprender. Se trata del dominio perfecto de la mente, que te ayuda a crear un muro impenetrable en el que puedes esconder tus pensamientos y recuerdos más preciados. Es, por ende, una magia no verbal pero que podemos potenciar verbalmente con el hechizo "oclumens". Sin embargo, por ahora no vamos a utilizarlo. Hay muchas formas de proteger tu mente. Un método, por ejemplo, es la sustitución: ocultamos nuestros recuerdos o pensamientos tras una imagen falsa de lo que busca la persona que penetra en nuestra mente. Por ejemplo, aunque sea algo infantil, si vas a intentar cuál es mi color favorito y yo no deseo mostrártelo, te dejo entrar en mi mente y sustituyo la respuesta correcta por una falsa. Así, te llevas un dato que no podrá dañarme, ¿me explico? Otro método es el de ocultación: consiste en concentrarse en un color, olor, sonido, persona o lo que sea para opacar el resto de pensamientos. Es uno de los métodos más eficaces para la protección contra un hechizo o sustancia química que pretenda vulnerar nuestra mente. Por último, está la auténtica defensa que vale para cualquier cosa: consiste en proteger nuestra mente hilando una especie de muro alrededor de todo lo que contiene nuestra mente. ¿Cómo se hace? Cada mago tiene su propio recurso... es una mezcla de todos los poderes anteriores y, con el tiempo, será la defensa que más utilizarás al igual que el resto de oclumantes. Quiero saber... ¿tienes dudas hasta ahora? Si es así, pregúntame y hazlo sin pudor: jamás hay dudas tontas ni preguntas innecesarias, querida. Si todo ha quedado claro... iniciamos con la primera lección. Quiero que te concentres al máximo y que camines hacia el interior del bosque. Cuando avances poco más de treinta pasos, encontrarás un tocón de madera oscura sobre el que hay una copa. Siéntate junto a él y, pase lo que pase, no bebas de su contenido». Le había soltado una buena introducción esperando que comprendiera el alcance de la oclumancia, seguido de la primera lección que le permitiría saber hasta qué punto Heliké estaba concentrada de las clases que había decidido tomar. Era evidente que la arcana influiría en la mente de su pupila para que, en cuanto estuviera junto al tocón, bebiera de la copa. Solo le faltaba comprobar si la Rambaldi era capaz de aguantar la tentación o si, por el contrario, no ejercía ningún tipo de control sobre su mente.
  18. Sauda aguardaba, intentando mantenerse calmada, mientras su pupilo afrontaba las dificultades de la isla para poder llegar hasta la pirámide. En ningún momento se preocupó, pues veía que el hombre estaba perfectamente preparado para superar todo lo que se le pusiera por delante antes de llegar hasta donde estaba ella. Y, cuando lo hizo, no pudo evitar sonreírle casi con ternura haciendo que las arrugas de su anciano rostro conformaran una especie de mapa en su oscura frente, y alrededor de sus ojos. Había prescindido de su apariencia juvenil para aquella ocasión. No la necesitaba en aquel lugar, ya no tenía nada que ocultarle a Keaton. Ahora él era lo único importante. — Yo ya no soy quién para juzgar tu avance, querido. Estoy aquí para hacerte compañía y preguntarte una vez más si estás preparado para afrontar la Prueba —le dijo, mientras le guiaba hasta la sala donde se encontraban las siete puertas correspondientes a las ancestrales habilidades que los arcanos enseñaban. Se detuvo ante la que marcaba el camino de la Oclumancia—. Si estás dispuesto, Keaton, toma esto —alargó la mano con un anillo en ella, sencillo y de madera clara—. Ahora mismo es un anillo de aprendiz, y será tu conexión conmigo mientras estés dentro del Portal. En algún momento de tu prueba, cuando demuestres al Portal que estás listo para ser un verdadero oclumante, tu anillo se transformará en el anillo de la oclumancia y te permitirá salir. Aunque no es la primera vez que estás aquí, así que no tengo mucho más que decirte. Aguardó un momento para que él pudiera asimilar lo que acababa de decirle. — Toma, bebe esto —le pasó un pequeño frasco de cristal con un brebaje rosado—. Te ayudará a reponder fuerzas después del camino para que entres al máximo de tus posibilidades. Mucha suerte, querido. Y si estás convencido... adelante. Yo te esperaré aquí. Recuerda... protege tu mente. Ya no tenía nada más que decirle. A partir de ese momento, todo dependía de él.
  19. La suave luz del amanecer iluminaba casi de forma perezosa la superficie del lago que separaba a la arcana de la isla en cuyo centro se encontraba la Gran Pirámide que custodiaba el Portal de las Siete Puertas. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había visitado aquel lugar y durante cuánto tiempo lo había hecho. Lo que más variaba era la compañía con la que lo hacía. Había visto pasar por aquel lugar a decenas de aspirantes a oclumantes que, casi en su totalidad, habían salido con el anillo de habilidad en sus manos ligados para siempre de forma indirecta a ella misma. A veces le gustaba concentrarse en su anillo de la Oclumancia para sentir de forma sutil la presencia de todos aquellos oclumentes que ella había entrenado, se sentía satisfecha de los progresos que aquellos jóvenes magos habían hecho en pocas semanas. En aquella ocasión acompañaría a Keaton Ravenclaw, y sabía que su destino sería bastante similar al del resto de alumnos que habían ido hasta aquel sitio con ella. Preparó lo que debía encontrar cuando llegara y luego desapareció de la orilla del lago; ella le esperaría en el interior de la Pirámide. En cuanto Keaton llegara, encontraría en la orilla un poste de madera al que había atada una barquilla, la que debería usar para cruzar el lago. Junto al poste había una cesta con una nota en la que le explicaba que debía dejar todas sus pertenencias mágicas (varita, amuletos, anillos) atrás; no los necesitaría de ahora en adelante. La barca, con dos remos en su interior, era la primera prueba del camino para alcanzar el Portal, en la que debía demostrar su fortaleza física. Quizás para el chico no supusiera ningún problema, pero muchos magos descuidaban precisamente ese aspecto al darle más importancia a sus varitas que a otro tipo de facultades: Sauda cuidaba de cada detalle. Cuando alcanzara la otra orilla, una suave brisa con toxinas mágicas envolvería al joven aspirante para disuadirle de la idea de realizar la prueba de Oclumancia. Ahí comenzaría su tarea mental: debía rechazar aquella idea protegiendo su mente para no dejarse vencer por aquella idea. Un poco más adelante, cuando se internara en el bosque, un montón de piedras le bloquearía el camino sin ninguna alternativa que no conllevase superar aquel obstáculo. ¿Cómo lo haría? Escalar, desarmar la pared de piedras... dependía de él el modo. Tras la pared de rocas le aguardaba la pirámide. Si llegaba hasta allí, solo le quedaría entrar y superar la última prueba antes del Portal: la magia del lugar crearía una imagen perfecta del ser más querido de Keaton para convencerle de que debía abandonar la idea de obtener la habilidad oclumántica. Si conseguía controlar su mente para que la imagen desapareciera, Sauda le aguardaría al final de ese camino para darle las instrucciones que le llevarían a la verdadera Prueba de Habilidad.
  20. Keaton se mostró convencido de realizar la prueba, algo que ya había previsto la anciana. Sin embargo, parecía tener alguna duda aún que Sauda se esforzaría en resolverle. Cuando la formuló, se quedó pensativa por un instante y, tras unos segundos que parecieron minutos sonrió. — No, querido, no me has entendido. La Oclumancia no tiene quiebre alguno. El quiebre lo tenemos nosotros y nuestro poder —le corrigió ella con amabilidad—. Podemos errar en la defensa si no nos concentramos lo suficiente, pero eso no significa que sea culpa de esta magia que te enseño. El problema es nuestro, ¿comprendes? Por eso debes ser plenamente consciente de lo que estás haciendo a la hora de defenderte —. Hizo una pausa, más bien para organizar sus propios pensamientos—. Sobre el pensadero, no he tenido necesidad jamás de usar uno. Sé que sirve para almacenar recuerdos, por supuesto, y hasta donde sé no te despoja de ellos si tú no lo deseas. Así que no lo veo compatible con la Oclumancia ni tampoco demasiado útil, porque cualquier cosa tangible puede ser robada. Al margen de eso... la Oclumancia protegerá todos tus pensamientos si la usas correctamente. Y yo sé que puedes hacerlo, así que el pensadero solo te servirá para compartir recuerdos con alguien sin necesidad de usar la Legilimancia o, en su defecto, para almacenar memorias cuando sientas que tienes la cabeza a punto de explotar. Pero jamás para defenderte... no funcionará, Keaton. «Ahora bien, resueltas estas dudas... ¿seguimos adelante? Si estás de acuerdo, te espero mañana al alba en el lago. Descansa y reponte, querido pupilo». Sonrió al Ravenclaw y luego le dio la espalda, dando así por terminada su lección. Suponía que saldría del bosque, o quizás prefiriese pasear un rato antes de irse a casa. Ella, por su parte, notaba que acababa de llegar alguien a las inmediaciones de su cabaña y, además, había perdido el contacto con Hades. Sentía que el chico se había dado por vencido... la apenaba, pero suponía que algún día volvería. «Cómo todos», pensó. Se quedó a cierta distancia de su pequeño hogar en aquel lugar, donde aún no podía ver a su nueva pupila. No le gustaba formarse ideas preconcebidas de los magos y brujas que acudían a ella para aprender, prefería descurirles poco a poco. Así que extendió su poder mental con delicadeza para rozar la conciencia de la bruja sin sobresaltarla, ni tampoco invadirla de forma desagradable. «Saludos, joven aprendiz. Soy Aayliah Sauda, y seré tu maestra si lo que buscas es obtener el anillo de la Oclumancia. Antes de nada, quisiera aclararte algo que considero primordial en mis clases. Respecto y protejo todo lo que tiene vida. Si alguien acude a mis dominios y atenta contra otra vida, independientemente de si pertenece a un humano, un animal o una planta, dejará de tener valor para mí y perderá el derecho de aprender junto a mí. Si estás dispuesta a acatar esta sencilla norma adelante, querida, no te acerques a mi cabaña porque no vas a encontrar nada de tu interés en ella. O sí, pero no te lo recomiendo», añadió, de forma picarona. Dejó que la muchacha pensara en aquellas palabras y luego retomó el hilo de sus pensamientos, que se colarían en la mente de Heliké de forma tan tenue que prácticamente sentiría las palabras como una suave brisa. «¿Qué te ha traído hasta aquí? ¿Quién eres y por qué te interesa la Oclumancia? ¿Sabes algo de ella? Cuéntame sobre esto y déjame comprobar de qué punto partimos».
  21. El Portal siguió haciendo gala de su magia para poner a Juv contra las cuerdas. Ésta se desenvolvía muy bien, haciendo uso de sus recientes aprendizajes sobre oclumancia y esquivando todo lo que el portal le iba poniendo por delante. Como en casi todos los casos, la magia del lugar la hacía vivir escenas de su pasado, con familiares y situaciones anteriores al momento que vivían actualmente. Parecía que el Portal aprovechaba esas cosas para intentar hacer flaquear los ánimos de los aspirantes, aunque estos solían utilizar sus poderes de forma correcta para salir airosos de la contienda mágica. En el caso de la Malfoy, intentó sacar al exterior sentimientos y recuerdos que tenía guardados en lo más profundo de su ser, pero Juv consiguió que el Portal no pudiera hacer mucho con ellos. En un momento dado, cuando consiguió vencer la segunda prueba, la arcana soltó una suave expresión de emoción entre dientes, con ambas manos cruzadas sobre su pecho. Se dio cuenta de que su pupila esperaba algo... pero el Portal ya no respondía. Entonces Sauda se concentró en su anillo. «¡Juv, vuelve querida! Mira tu anillo de... habilidad!», le dijo mentalmente, utilizando la conexión que existía entre su anillo de la oclumancia y el que había sido el de aprendiz de Juv hasta el momento. Ahora éste había cambiado para ser el de la oclumancia, con la apariencia que mejor se adaptaba y relacionaba con la Malfoy. Ahora Juv había superado la prueba... En cuanto la vio salir, Sauda la abordó con una amplia sonrisa en su oscuro rostro. — ¡Felicidades, mi querida Juv! ¡Eres una bruja oclumántica! —sin poderlo evitar y sin saber bien si Juv sería dadas a tales muestras de cariño, se acercó para abrazarla durante un breve instante. Luego se separó, sin perder la sonrisa—. Tu estudio conmigo ha terminado, puedes irte y lucir tu magia oclumántica como mejor lo desees. Pero recuerda, la oclumancia no es algo que se aprenda sin más... aún puedes perfeccionarlo mucho más, ¿de acuerdo? Simplemente practica. Y si en algún momento dudas o tienes algún problema... no dudes en acudir a mí. Ya sabes dónde y cómo encontrarme. Además, —añadió, señalando su anillo— siempre estaremos conectadas a partir de ahora, mientras lleves tu anillo contigo. Ve, Juv. Descansa y celebra tu triunfo. Lo mereces. Dicho aquello, le dio la espalda y comenzó a alejarse de ella. Una nueva oclumante salía de la pirámide luciendo sus poderes, dejando a la arcana un poco más cansada pero infinitamente feliz. Aún tenía dos pupilos en pleno aprendizaje, y ambos necesitaban de su guía para poder alcanzar el punto que acababa de obtener Juv.
  22. Sauda asintió. Ciertamente, Rosália era una de las arcanas más visitadas en los últimos meses. Parecía que los magos y brujas de Londres estaban muy interesados en la habilidad que ella impartía y, si bien a ella le encantaba, no entendía qué tenía de atractivo inmiscuirse en lo más íntimo que tenían las personas. Quizás se debiera, precisamente, a que ella impartía la habilidad que era el contrapunto de la Legilimancia. Ejerció influencia en la mente de Keaton como para que saltara al río sin pensárselo, pero el cuerpo del hombre se mantuvo rígido en el sitio. Sauda notó el esfuerzo que le suponía al principio mientras tanteaba en su cabeza, buscando fisuras. Pero no las había, y enseguida notó que la fortaleza de su defensa se reafirmó en un momento dado y el esfuerzo del vampiro disminuyó. «Ahora sí ha encontrado el equilibrio. Ahora sí sabe cómo protegerse. Buen trabajo, muchacho», pensó, complacida. Lentamente se deslizó fuera de la cabeza del Ravenclaw y le miró, sonriente. — Bravo, querido aprendiz. Ahora sí te has defendido correctamente. ¡Bien hecho! A pesar de ello... no te confíes nunca, Keaton, por favor. Por mucho que pienses que estás a salvo, siempre puedes encontrar a alguien que pueda superar tus barreras, y es precisamente por la mente es lo más fuerte y lo más débil que tenemos, ambas cosas a la vez —hizo una breve pausa, como si quisiera organizar sus pensamientos para poder explicarse mejor—. Es decir, la magia que fluye de nuestro ser es tan poderosa como puedas imaginar... tanto como el mago pueda desarrollarla y practicarla. Pero, a la vez, la mente es caprichosa y puede jugarnos malas pasadas. Imagina que alguien conoce una debilidad tuya y la utiliza en un momento clave. Tu concentración podría fallar... y tu defensa caería irremediablemente. No imaginas cuántos magos han perdido la vida por cosas así. Tienes que concentrarte siempre al máximo, sin experimentos. Controla siempre tu poder sin olvidar tapar cada rendija. Que nadie viole tu espacio mental, no des a nadie la oportunidad de vencerte. Ni siquiera a quienes más quieras... porque pueden utilizarles en tu contra. Calló mientras meditaba en sus palabras. Le pedía algo bastante serio, pero a la vez muy importante. Ella sabía de lo que hablaba, y estaba segura de que era el mejor consejo que podía darle a un futuro oclumántico como él. — Ahora bien, ¿tienes alguna duda? ¿Alguna pregunta que quieras realizar? Si no, quisiera saber... ¿te sientes preparado para la Prueba del Portal? Tú decides. Aguardó para que meditara mientras miraba qué tal le iba a Hades con su propia tarea. La mente del vampiro (últimamente recibía visitas de seres como él a menudo, como Keaton y Juv anteriormente) trabajaba de forma correcta alterando un recuerdo. Lo notó porque aún podía mejorar mucho el engaño, pero debía reconocer que su esfuerzo había sido más que notable. Complacida, detuvo el ataque para que él pudiera descansar. — Bien hecho, querido Hades. ¿Cómo te sientes? ¿Algún comentario respecto a lo que acabas de hacer? Ha estado muy bien, aunque siempre puedes mejorarlo. La forma óptima para ello es practicar mucho... pero vas por buen camino, querido, bien —hizo una pausa—. Quisiera hacer ahora una práctica más. Volveré a entrar en tu mente e intentaré adquirir información respecto a... tus amistados. Tus lealtades. Soy anciana y no me gusta inmiscuirme en los asuntos de este país extraño para mí, pero llevo aquí el tiempo suficiente como para saber que estáis en medio de una extraña guerra en la que no tengo intención alguna de tomar parte. Quiero saber qué piensas tú al respecto y... si tienes algo que ver. Tu nueva misión será impedirlo, y deberás hacerlo de la forma que tú desees. ¿Cómo te defenderás? Piénsalo y... adelante. En tres, dos, uno... Y entró en su mente con suavidad pero fortaleza. Realmente no tenía interés alguno en el tema, pero había notado con otros aprendices que era un tema sensible para ellos. ¿Lo sería también para Hades? Estaba a punto de averiguarlo. @@Keaton Ravenclaw @@Hades Ragnarok
  23. Tras agradecer algo que, para Sauda, no merecía ningún tipo de reconocimiento porque adoraba trasmitir su sabiduría a otros, vio cómo su pupila se internaba finalmente entre las corrientes mágicas del Portal. La puerta se cerró tras de la mujer y allí se quedó la anciana, con los labios apretados, mirando el lugar en el que había visto por última vez a Juv. Ahora podría acompañarla a través de su anillo de la Oclumancia, unido para siempre al de aprendiz de la mujer que, si todo iba bien, se transformaría en un anillo de habilidad para ella. De hecho, sabía que así sería: confiaba totalmente en la Malfoy. Notó cómo el ánimo de Juv se alteró al verse mezclada en una discusión familiar; el Portal sentía especial predilección por los momentos más escabrosos en la vida de los magos y brujas que se arriesgaban a mezclarse con su magia para demostrar que eran dignos de conseguir las habilidades que los arcanos enseñaban. Parecía que era la forma que tenía de comprobar hasta qué punto eran merecedores de llevar un anillo de habilidad. La mente de la Malfoy se mostró entera, fuerte. Decidida. No dejó que las palabras de sus familiares, todo creación del Portal, consiguieran hacerla perder de vista su objetivo. Sauda asentía con la cabeza de vez en cuando desde la puerta, parecía que Juv lo tenía todo bajo control. Enseguida sintió que su pupila acababa de superar la primera barrera del Portal y contuvo un soplido de estrés: estaba un paso más cerca de poder pasear el anillo de la Oclumancia por todas partes. Pero... ¿cuántas pruebas le esperaban aún antes de eso? ¿Qué le depararía el Portal a partir de ese momento? ¿Bastaría con un único obstáculo o aún faltarían más? Rozó su propio anillo con la yema de los dedos, como si así pudiera pasar un poco de ánimo a la mujer que luchaba por alcanzar sus objetivos. «¡Ánimo, mi querida Juv! Estás más cerca... ¡adelante, protege tu mente!», pensó, sabiendo que sus palabras llegarían hasta la mente de la muchacha. Y esperó. No podía hacer mucho más.
  24. Sauda sonrió, lo cual provocó que unos dientes blancos asomaran entre sus labios y crearan un claro contraste con el tono oscuro de su piel. Entendía las palabras de Keaton y, aún así, no entendía de qué se avergonzara. ¡Como si usar demasiada magia y agotarse más de lo debido no fuera algo común cuando se estudiaban ramas de ésta tan poderosa como lo era la Oclumancia! Alargó el mismo frasco con el que había vertido unas gotas en los labios del vampiro para que éste lo tomara. — Ten, toma un sorbo más. Estarás en plena forma en un par de minutos —le contestó simplemente, dejando que organizase sus ideas antes de responder a lo que había dicho. Sí que era normal agotarse de esa forma, sobre todo durante el periodo de la Prueba e incluso las lecciones finales antes de presentarse ante el Portal. No todos lo experimentaban, por supuesto, pero tampoco todos ponían tanto ahínco en una defensa como lo había hecho el Ravenclaw. Volvió a sonreir con suavidad antes de responder a las siguientes palabras del hombre mientras negaba suavemente con la cabeza y su túnica de vivos colores se removía ligeramente. — Nada tienen que ver tus capacidades o aptitudes mágicas con lo que acaba de pasarte, Keaton, no sufras por ello —lo tranquilizó, sentándose en el suelo con las piernas cruzadas. Colocó ambas manos en su regazo y le miró fijamente—. A cualquiera nos pasaría lo mismo si utilizamos una cantidad de magia desmedida e incontrolada, porque no somos dueños de nuestras acciones en ese instante y podemos agotar más de lo debido. Es lo que te acaba de pasar a ti, y lo respeto porque toqué algo sensible. Lo lamento, quizás fui yo la culpable —añadió, aunque verdaderamente no sentía arrepentimiento. Keaton se había esforzado mucho más en aquella defensa, que era lo que ella buscaba—. Ahora viene un momento en el que deberás encontrar tu propio equilibrio para no quedarte corto, como te pasó antes, ni tampoco pasarte, como acaba de pasarte ahora. ¿Crees que podrás intentarlo? ¿Te sientes ya mejor? Estiró la mano para que le devolviera el frasco y luego se puso en pie, indicando al vampiro que la imitara en aquel movimiento. Se acercó lentamente al río hasta quedar ajustada en la orilla. Tanto que parecía a punto de precipitarse de cabeza. — Quiero ahora que te concentres para evitar lo que yo te voy a mandar hacer. Préstame atención: puede parecer una tarea sencilla pero no lo será tanto porque voy a poner todo mi empeño en obligarte a... tirarte al río. Creo que está demasiado frío en estas fechas, así que cuidado —añadió, guiñándole un ojo—. Tu tarea consistirá en cerrar tu mente para que yo no pueda manipularte y ordene a tu cerebro que quieras tirarte al agua, ¿entendido? Puedes defenderte como gustes... dentro de las enseñanzas de oclumancia que hemos hablado, nada de varitas o magia verbal. ¿Preparado? Protege tu mente, querido, en 3, 2, 1... Esta vez no fue delicada, sino que se precipitó en la cabeza del vampiro con la fuerza de un ciclón para que éste procesara una única idea: la de precipitarse en el río. Sauda quería comprobar hasta qué punto podía controlar Keaton su fuerza después de haberle demostrado el potencial que tenía. ¿A qué argucia mental recurriría el Ravenclaw? Estaba deseosa de ver su avance después del pequeño incidente que había sufrido.
  25. Hades pareció conforme con su explicación, por lo que Sauda se sintió satisfecha y se preparó para iniciar con su aprendizaje. Se introdujo en la mente del vampiro con suavidad para no sobresaltarle, no era del todo agradable que se introdujeran en la mente de uno. Aunque ella no lo había experimentado nunca de forma indebida, pues el don de la Oclumancia estaba presente en ella desde que era pequeña y jamás habían podido invadirla sin su previo consentimiento. Hades no tardó demasiado en reaccionar mientras Sauda exploraba. Por supuesto, había conseguido la información que le había pedido que protegiese, pero no iba a revelárselo, ni a él ni a nadie. En realidad a ella lo que le interesaba era ver el intento que hacía el Ragnarok por cumplir con la misión que ella le había encomendado. De repente, la mente de Hades experimentó un cambio drástico que pilló fuera de juego a Saka, que detuvo su exploración durante un instante. ¡Había conseguido concentrarse en una imagen para evitar que ella viera los recuerdos relativos a su trabajo! La arcana sonrió: la imagen era débil, sí, pero estaba ahí. Podía darse por satisfecha por el momento. Se retiró de la intimidad del vampiro y dejó que su mente solo quedara conectada a la de él por un suave hilo, el que usaba para comunicarse con él. «Bravo, Hades, buen primer intento. Te has concentrado muy bien, era un lugar muy bonito. Pero recuerda que no será suficiente si el mago legilimántico que te ataque te supera en poder. Así que vamos a practicar un poco más antes de avanzar en tu aprendizaje, ¿estás de acuerdo? Concéntrate ahora en algún recuerdo de tu juventud, algo que nadie sepa ni desees que sea revelado. Normalmente estos recuerdos son los mejores para potenciar el aprendizaje de la Oclumancia. Bien, cuando tengas ese recuerdo... quiero que lo transformes en algo similar pero que cambie los datos importantes. Es decir, modifícalo para que no me sirva para nada, ¿me explico? Por ejemplo, si intentas robarme la información relativa a mi vida antes de ser arcana... yo puedo modificar esos recuerdos transformándolos en una realidad falsa, como que me dedicaba a la herbología antes de presentarme ante el Portal. Así, el atacante ve un recuerdo creyendo que es el que busca pero tú realmente se lo estás regalando a cambio del verdadero. ¿Alguna duda? Si no... concéntrate, porque procedemos a la práctica». Aguardó un poco por si el vampiro tenía preguntas antes de iniciar su avance por la mente del Ragnarok en busca de algún detalle de su juventud que pudiera serle útil para el caso. Normalmente todos reaccionaban tan rápidamente que ella era capaz de encontrar la información en pocos segundos, a pesar de que jamás lo reconocía ante ellos. Ahora quería ver cómo reaccionaba aquel mago mientras pensaba en Keaton y su avance, el cual no debía descuidar. Se había protegido bien de su incursión, aunque la barrera aún no era lo suficientemente fuerte como para que Sauda no pudiera derribarla. No obstante, aprobaba el intento de su pupilo y se sintió satisfecha con aquel segundo intento. Iba a decírselo cuando, de repente, vio que la mente del hombre colapsaba y luego... nada. Sintió que su anciano corazón se detenía de golpe a causa del sobresalto. Como si de una montaña de polvo se tratara, desapareció del lugar que ocupaba hasta aquel momento y reapareció junto al vampiro, que yacía desvanecido a sus pies. Ella, con su apariencia de muchos años atrás cuando era una jovenzuela poderosa e inexperta, se inclinó en el suelo y colocó una de sus manos sobre la frente del vampiro mientras con la otra tomaba la diestra del caído. Era agotamiento, nada más. Suspiró y solo necesitó mover una mano para que su cuerpo levitara ante ella, el cual condujo hasta la orilla del río. Lo depositó allí y usó ambas manos para tomar un poco de agua y dejarla caer sobre el vampiro. Aquello la ayudaría a reanimarle, aunque sabía que lo mejor sería usar un poco de magia también para acelerar el proceso. Pronunció algunas palabras antiguas de su tribu con una extraña entonación y luego echó un poco más de agua sobre su cara. A continuación, extrajó de su túnica un frasco diminuto con un líquido dorado y vertió un par de gotas en los labios de Keaton, que reaccionaría pronto... esperaba. — Vamos, Keaton. Prometiste trabajar duro esta vez, aún no puedes darte por vencido. ¡No imaginas lo que te queda por aprender...! @@Hades Ragnarok @@Keaton Ravenclaw

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