Jump to content

Eobard Thawne

Magos Expertos
  • Mensajes

    1.492
  • Ingresó

  • Última visita

  • Días ganados

    5

Mensajes publicados por Eobard Thawne

  1. ⎯⎯Las artes oscuras y yo tenemos una peculiar historia, pues fue la primera disciplina en la que me especialicé. No por una sed de poder ni un deseo de inmortalidad, sino por una necesidad ⎯ continuó, rememorando las experiencias por las que lo había hecho pasar Hivolt; cicatrices que nunca sanarían del todo, como cortes invisibles que lo debilitaban con el pasar de los años ⎯⎯. Sin mencionar que la Piedra de la Resurrección, del cuento de los Tres Hermanos, parece más producto de la Nigromancia misma, que una simple fábula para arrullar a los pequeños. 

    Recordaba su clase del Libro de las Auras, en la que invocó seres desde la tumba para protegerlo. La Muerte no era necesariamente una figura encapuchada con una guadaña que hacía su voluntad, sino que podía adoptar varias formas. O ninguna. Eso le quedaba claro mientras Báleyr le explicaba el verdadero alcance de la habilidad que él pretendía aprender. 

    Nunca antes se había sentido tan fuera del agua en lo que respectaba al aprendizaje. 

    ⎯⎯Concuerdo con usted, Arcano. Para comprender cierta clase de magia, uno debe experimentarla en carne propia. Y en ese campo, alegra saber que ya llevó cierta ventaja. 

    Podía sentir el ojo escrutador del anciano sobre los suyos, alimentándose con el miedo que despedía la bruma de su iris grisáceo. De haber sido más taimado, se habría atrevido a intentar ver lo que él veía a través de la Legeremancia, pero seguro el tiro le habría salido por la culata. 

    ⎯⎯Las decisiones difíciles requieren voluntades fuertes ⎯ asintió, atendiendo a las indicaciones de su instructor. Ya era tarde para echarse atrás, debía estar dispuesto a hacer el máximo sacrificio si quería conectarse con la habilidad ⎯. Me las arreglaré para conectar con nuestra amiga. 

    Aún con la varita de nogal negro en la mano, invocó la Daga del Sacrificio. El Arcano de la Nigromancia ya le había sugerido hacer un ritual, y por muy descabellado que eso sonara, a Eobard le parecía lo más lógico. Sólo había visto uno antes, en Virginia Occidental, bajo la conducción de el Sabio, o como los no mágicos solían llamarlo, Hombre Polilla. Sostuvo el arma con la mano libre, realizándose un corte en la diestra, mientras pensaba en los sortilegios que daban inicio al ritual de la sangre. A diferencia de su uso en los duelos, emplearía aquel cuchillo para conectarse con su víctima en un plano más espiritual, para cumplir con la tarea de Báleyr. 

    El escarlata de su sangre comenzó a borbotear del corte hecho en su dorso, como un río que fluía con gracia tras levantarse el dique; como parte de la conexión, en el cadáver apareció el mismo corte, pero lo que emanó no se acercaba ni por poco a la sangre en descomposición. 

    ⎯⎯Muerte con magia oscura, me parece. La sangre normalmente se ve menos oscura en el evento de un deceso, incluso si se ha conservado en frío. 

    Como buen especialista en Pociones, siempre traía consigo un recipiente en forma de cáliz para emergencias. Apoyó la mano de la joven sobre el borde metálico, para que el denso líquido azabache se deslizara sobre las paredes de la copa y se fuera acumulando en el fondo. Repitió el procedimiento de corte otras tres veces: en el hombro derecho, la pierna izquierda y la mejilla derecha, lugares del cuerpo en el que había notado que había un amoratamiento inusual. 

    Era lógico que cada corte flaqueara sus fuerzas, pero a la vez fortalecía la conexión entre el cuerpo y él. Cada gota de sangre suya que caía a la par que las de la chica dentro de la copa, eran el pago para traerla al mundo de los vivos. 

    ⎯⎯A su salud, Arcano Báleyr. 

    Levantó la copa, de unos doscientos mililitros, inclinándola en torno a su maestro, a manera de un brindis. Acto seguido, bebió el viscoso brebaje que se había dispuesto probar, ahogando cualquier reflejo de arcadas debido al agrio sabor que encontraron sus labios. Tampoco se había curado las heridas propias, pues consideraba que mermarían el vínculo creado con el cadáver. 

    Se apoyó a su vez en la capacidad de acceder a los recuerdos, para poder conocer más acerca de la vida de la chica antes de su deceso. Mientras bebía la sangre, con la vista clavada en el techo de la vivienda del Arcano, las imágenes comenzaban a aparecer ante sus ojos: una infancia de ensueño en Inglaterra, así como un ingreso al famoso Colegio de Magia y Hechicería, junto con memorables escenas en la Sala Común de Ravenclaw con amistades de su mismo curso.

    Pero nada de ello significaba más que la vista de poder distinguir a su persona de estudio entre la masa de recuerdos. En el pasado había sido alegre y bien parecida, adjetivos que actualmente no le corresponderían. A su alrededor se cernía una oscuridad que sólo podía asociar con un deceso debido al FiendFyre, que danzaba como los dragones, quimeras y aves del trueno habían hecho miles de años antes. 

    ⎯⎯Te encuentras en un limbo entre la vida y la muerte ⎯ le decía a su memoria, aún en un trance ⎯ Moriste de una forma tan fuera de los estándares, que ha sido imposible que tu...eh, alma, deje este plano de la existencia. 

    La segunda parte consistía en hacer el ritual propiamente dicho, pero de momento se concentraba en atraer las memorias de la joven de vuelta a su cuerpo, a la espera de la evaluación de Báleyr, quien no dudaría en llevarlo al límite para afianzar su conocimiento para con la Nigromancia. 

     

    @ Báleyr

    • Me encuerva 1
  2. El Black Lestrange había hecho todo lo posible por no ahondar en los pensamientos de las personas, más aún, en los de sus conocidos, pero alcanzaba a percibir una cierta pizca de molestia que emanaba de Juliette; pero a su vez, de determinación, pues conocía de sobra que cuando la Macnair se proponía algo, no se rendía hasta lograrlo, sin importar cuánto le llevara. 

    ⎯No conocía tus dotes con la herbología, me ha sorprendido lo bien cuidadas que están las rosas ⎯ respondió, siguiendo a su anfitriona por los pasillos cuya luz parecía casi antinatural, como si tuviera un origen más siniestro ⎯. Me atrapaste, tal vez albergue uno que otro as bajo la manga, pero hace años que me mantengo fuera del radar, ya sabes. 

    En algún momento, fueron compañeros dentro de las filas de la Marca Tenebrosa, por lo que se entendían perfectamente. Para llenar el vacío que le dejó el mantenerse a raya en las esferas de poder mágico, se había abocado al estudio, pero no era suficiente; la compañía de su cómplice, por otro lado, resultaba más estimulante que un par de libros viejos. 

    Se encontró con unos corredores que despedían una gran historia, en una bien planeada distribución que unía a lo antiguo con la nueva era. Para el Black Lestrange-Thawne, era como sentirse en casa, pues siempre consideró que se encontraba en un limbo entre su antigua vida y la nueva, aún en esas épocas. Experimentó una sensación de liberación conforme se aproximaban a la cúpula. 

    ⎯⎯Me da gusto que hayas tenido tal consideración conmigo, una bebida así nunca se guarda por mucho tiempo si es buena ⎯ repuso con una fugaz sonrisa, aceptando la invitación a sentarse en la mesa del té, que sería testigo de una suerte de brunch por como iba el asunto.

    Apenas tomó asiento pudo relajar el brazo herido, como una pierna cansada que por fin se pone en alto para evitar la hinchazón. Un grave fallo en su educación mágica era la capacidad de curar heridas, pero la magia de los libros de hechizo era muy diferente. Juliette le ponía al día en lo que se refería a su vida, y en ese momento el castaño pensaba en cuánto se había perdido. 

    En el verde fulgor de su iris podía ver, sin necesidad de usar sus poderes mágicos, prácticamente toda una vida por la que ella había pasado. 

    ⎯⎯Si te soy sincero, al verte aún veo a mi ágil complice en tantas aventuras e incursiones. Como ver un espejo que no se opaca con el tiempo; a mí sí me han salido un par de canas, ¿a qué no? 

    Bromeó con la maldición de ser mortal, a diferencia de muchos de sus conocidos, para aligerar el ambiente; el cambio era parte del ciclo de la vida, un motor que permitía trascender y valorar todo lo que se quedaba detrás. 

    ⎯⎯El cambio es inevitable, por más que intentemos huir, eventualmente llega, de alguna forma u otra ⎯ razonó al fin, pasando la mano sana por su barbilla mientras el gris alrededor de sus pupilas observaba a Juliette del otro lado de las lentes ⎯. Tienes un corazón muy particular, quien se lo gane y sepa conservarlo sin morir en el intento, sin duda es muy... ¿hábil? Quizá. Llama mi atención la mención de tu hijo, ¿tanto me he perdido? Quiero pensar que el tema de la crianza ha sido muy educativo. 

    Reclinó la espalda contra el respaldo de la silla, procesando lo que la Rosier le había confiado, y que a la luz de su último reencuentro habría parecido poco, pero si se desenmarañaba, era literalmente toda una vida. Intentó hacer memoria de si Juliette había mencionado a su hijo en algún momento, pero sus recuerdos no le dieron razón, lo cual evidenciaba que jugar con la mente de otras personas dejaba hecha jalea la suya. ¿Cómo sería? Se imaginaba una versión aún más joven de la mujer que tenía frente a él.

    ⎯⎯Aún podemos tener una de esas aventuras como cuando éramos un poco más jóvenes, creo que no estamos tan oxidados ⎯ opinó, depositando su mano sobre el borde de la mesa, a la par que la zurda comenzaba a recuperar la movilidad. 

     

    @ Juliette Macnair

    Off: Seguro me cuelgas, pero han sido días demenciales; viva el drama (???)

    • Me encuerva 1
  3. Una parte de él le sugería que el tiempo no fluía de la misma forma en las inmediaciones de la Mansión Macnair, que fuera de ella, pues en su recorrido hacia la edificación, se encontró con una singular paz, que de haber pasado años caminando por ese sendero, jamás lo habría notado. Entre sus dedos, giraba la rosa que tomó a su llegada, mientras la imponente casona iba acrecentándose a cada paso. 

    Divisó movimiento a la par que arribaba a la entrada; grande fue su sorpresa al ver a su gran amiga de toda una vida recibirlo allí, en vez de algún elfo doméstico.

    ⎯⎯Mi muy apreciable y querida Juliette ⎯ saludó en respuesta a su llamado, correspondiendo con una palmada de la diestra en el hombro de la Rosier, cuyo sonido se difuminaba bajo el chaleco que bien podría confundirse con el firmamento nocturno ⎯. Mencioné alguna vez que los bailes no se me daban precisamente, ¿o no? Creo que sí, mi mente ha estado un tanto hecha trizas. Pero en lo que respecta a ti, experta escapista, parecería que nos vimos ayer en esa sede francesa. 

    Con la mano que no tenía lesionada, le prendió la rosa entre los castaños mechones de su libre cabellera, por encima de su oreja derecha, trazando una media sonrisa al lograr colocarla. Rió por lo bajo ante la mención de sus recientes visitas a los pisos de urgencias en San Mungo, no pudiendo evitar resoplar al recordar tantas oportunidades de escapar de las garras de la perdición. 

    ⎯⎯Ahora estoy un poco...Uhm, ¿hecho pedazos? Gracias a Merlín, no literalmente. Durante, prácticamente, tres meses seguidos, estuve en Uagadou, intentando vincular con los poderes de algunos libros de hechizos. El precio, fue razonable, pero como podrás ver, una extremidad lesionada es lo de menos. 

    Dio una cabezada para señalar su brazo izquierdo, inerte desde que había salido del hospital. Se lo habían inmovilizado con magia, pero aún deshaciendo el conjuro, estaba de cierto modo atrofiado, por lo que no era raro mirar que la capa verde se enroscara cada cierto tiempo en este. Y eso, si omitía las claras secuelas psicológicas que habían mermado su ya precaria estabilidad mental. 

    ⎯⎯Pero, vamos, que un simple mortal como yo puede sobrevivir a eso ⎯ frunció los labios para formar una sonrisa burlona, mientras aceptaba la invitación de la Macnair-Rosier con una inclinación de cabeza más pausada que la hecha para visibilizar su lesión ⎯. Así que, mejor cuéntame cómo te ha ido a ti. ¿Cómo es qué logras sobrevivir con tantas privaciones? 

    Añadió con ironía al adentrarse en el recibidor de la mansión. Nunca había sido un ávido crítico de los recintos, pero tal como se habría esperado de una joven que pertenecía a familias de los Sagrados Veintiocho, la decoración y disposición de todo era exquisita. El Black Lestrange-Thawne, casi se sentía como en casa, ya fuera que se refiriera a la mansión al otro lado de la colina, y al castillo al otro lado del mar, en Nortamérica. 

    Giró sobre sus talones, tras maravillarse con tan cordial recibimiento. 

    ⎯⎯Me gustaría algo fuerte, si te agrada la idea. Ya sabes, un poco de whisky de fuego para celebrar este peculiar reencuentro. Así también podría calmar a las voces dentro de mi cabeza. 

    Escuchar voces ajenas a un ente físico nunca era un buen indicio, ni siquiera en el mundo mágico. Para Eobard, y su recién descubierto don de la Legeremancia, limitar su poder para evitar invadir toda mente que se le pusiera enfrente, suponía un reto al sólo tener un par de días practicando el control, tras haber enfrentado sus miedos con la ayuda de la Arcana de dicha habilidad. 

     

    @ Juliette Macnair

    Off: Que comience la celebración pre-navideña (???)

    • Me encuerva 1
  4. El entorno cambió una última vez, dejando atrás el hall del Casino Royale, el cual no estaba tan alejado de la realidad, para desembocar en una simple sala circular de espejos. Un espacio reducido, sí, que le ocasionaba una cierta claustrofobia, más por el hecho de que estaba tapizado por hileras de espejos, que por la extensión misma. Si Eobard lo hubiese visto en planta, probablemente habría descubierto una configuración hexagonal. 

    ⎯⎯Claro, no podía faltar mi propia prisión personal ⎯ anunció, mientras se aproximaba al espejo del fondo, el que en teoría sería una de las caras superiores del hexágono, mientras que en los laterales aparecía su reflejo, siguiendo el mismo camino ⎯. Sólo quedamos tú y yo. 

    Al llegar ahí y mirarse en la superficie cristalina, no se vio como Eobard Aldrich Black Lestrange, al menos, no como se veía en la actualidad, incluso quitando las bondades de la Metamorfomagia. Un hombre bastante mayor que él le devolvía el gesto, mientras una serie de surcos se acentuaban en su frente, confirmando la hipótesis respecto a su edad. Llevaba un parche en el ojo derecho, por lo que probablemente había perdido el ojo o se había lesionado. El cabello era lo que más cambios había sufrido, pues las tonalidades castañas-rubias que lució en su juventud, daban paso a un mar platinado, como los monarcas que antaño habían dominado gran parte de Europa. 

    ⎯⎯Te ha costado llegar aquí, casi perdía la esperanza de que llegaras ante mí ⎯ repuso su versión mayor, que de ahí en adelante se conocería como Eobard del futuro-pasado

    El castaño rió por lo bajo, retirando la mirada de su homólogo más experimentado, para echar un vistazo a la estancia en que se había aprisionado. Sí, llegaba más tarde de lo que esperaba, pero a final de cuentas estaba ahí, confrontando la visión que había tenido meses atrás, de sí mismo con esa apariencia; ese mal sueño, a decir de él, había despertado sus alarmas en cuanto al incierto futuro, y aunque no lo admitiría, le causaba cierto interés el conocer por qué su mente le jugaba tan malas pasadas. 

    ⎯⎯Qué poca fe te tienes a ti mismo, porque te recuerdo que yo soy... tú. 

    ⎯⎯¿Lo eres? ⎯ la voz de Eobard del futuro-pasado tenía matices de duda ⎯. Podrías serlo, sí. Recuerda que el futuro no siempre está escrito, aunque sí hay varios hechos que están cimentados, y que de alguna u otra forma tendrán que pasar. 

    ⎯⎯Como eso que te hiciste en el ojo, seguro ⎯ repuso el patriarca Black Lestrange, sosteniendo la varita de nogal negro en la diestra ⎯. Sólo yo decidiré mi futuro, no una versión venida a menos. 

    Vaciando su mente, concentrando su visual en la figura que se mofaba de él al otro lado del espejo, tocó la fría superficie, evocando los poderes de la Legilimancia. Pudo experimentar la sensación de deslizarse hacia otro sitio, no tan brusca como lo era la Aparición, mientras la bruma gris del iris de su versión futura se aproximaba más y más. 

    Estaban en el juego final. 

    Lo que encontró del otro lado no fueron pasillos, ni colinas, ni siquiera otra estancia llena de espejos. Era el vacío mismo; allá a donde posara los ojos, podía ver una oscuridad estrellada, un cúmulo de galaxias que se desenvolvían a su alrededor, que vivían y morían mientras él existía ahí. Era una vista bella, hasta que tuvo recuerdos de su visita al mundo de los muertos, y que en cierta forma se asemejaba a ese sitio: En el vacío, nadie podía escucharlo gritar. 

    Un estremecimiento le recorrió la columna vertebral, forzándolo a sacudir la cabeza. Su versión futura apareció más adelante, impasible. Ya no le hablaba con condescendencia, sino que estaba ahí, como parte de la decoración, mientras Eobard navegaba por el mar cósmico hasta llegar a su encuentro. Apenas le puso un dedo en el hombro, aparecieron a su alrededor las vívidas imágenes de lo que había sido el futuro de esa versión mayor; un mundo mágico en declive, sus líneas sanguíneas y adoptivas prácticamente exterminadas, la luz de la esperanza apagada, su supervivencia a costa de quienes apreciaba. 

    Pero a él no le interesaba lo que había sido, sino lo que era. Lo que es, si consideraba que el pasado de su versión, era el presente suyo. Ahondó en su mente, y comenzó a traer los pasajes de sus distintas etapas en las dependencias Ministeriales, desde el departamento de Criaturas, hasta Cooperación Mágica Internacional, su discreta colaboración en el Concilio de Mercaderes y, lo que consideraba el pináculo de su vida laboral, su etapa en Gringotts, que siempre recordaba con cariño. Veía los rostros de los miembros de su familia, principalmente la Black Lestrange, con algunos otros de la Thawne, que aunque fue su familia adoptiva y en algún momento lo exiliaron, al final había sido aceptado como uno más de ellos, en pro de una unión mágica ante la adversidad. 

    ⎯⎯¿Qué pretendes, que recuerde todo lo que perdí? ⎯ inquirió la voz etérea, mientras Eobard continuaba sacando a flor de piel todas esas memorias de su versión ⎯. Nada cambiará. Lo hecho, hecho está. No puedes ayudarme. 

    En ese momento, el castaño estaba visualizando lo que, consideraba, era un futuro inmediato posible. Retornaba poco a poco a la comunidad mágica de Londres, y aunque muchos de sus conocidos ya no estaban con él, hacía lo posible por salir adelante, por aumentar su bagaje académico y aprender más, por trascender. Más que imágenes, podía percibir esa sensación de esperanza, de saber que a pesar de las dificultades que se le presentarían, sin importar cuál de sus versiones se tratara, aún tenía chances de sobrellevarlas y poder aspirar a una buena vida. 

    ⎯⎯No lo hago por ti, sino por mí. 

    Concluyó su incursión a la mente de Eobard del futuro-pasado, retornando a la sala hexagonal de los espejos. Lo cual era un eufemismo, considerando que dichos artilugios estaban todos quebrados de alguna u otra forma, pero se mantenían en pie. El único que había sido destrozado en su totalidad, era el que había albergado a su versión de un futuro posible. Casi como por instinto, utilizó su varita para terminar el trabajo, y lograr abrir el boquete entre los restos de cristal que quedaban. No alcanzaba a distinguir del todo lo que había más allá, pero decidió aventurarse por el hueco que ofrecía el sitio donde antes estuviera su reflejo. 

    Mucha fue su sorpresa al descubrir que ese camino lo llevó de vuelta a la Sala Circular de la Gran Pirámide. La Arcana de Legilimancia, Rosália Pereira, así como su compañera Ada, estaban ahí, lo que le hizo preguntarse cuánto tiempo en verdad se había ido. Por un lado, lo consideró un pago suficiente por ver lo que había visto dentro de ese caprichoso portal. 

    Estaba completo, al final y ahora. 

    ⎯⎯Fue un viaje interesante. Aún tengo cosas por procesar, pero creo que ha sido por demás, bastante productivo ⎯ comentó, saludando con la mano a ambas personas. Pudo notar que el Anillo con el que entró a la Prueba ya no era el mismo; al igual que él, había compartido las experiencias del otro lado del portal, y sin duda, la Arcana también había podido experimentar toda ese desorden que reinaba en su mente y que, a partir de ese día, comenzaría a colocar en su lugar. 

     

    @ Rosália Pereira

    • Me encuerva 1
  5. Se tropezó con un objeto metálico mientras caminaba colina abajo, forzándolo a detenerse para evitar caer de bruces. Lo miró mejor y cayó en cuenta que se trataba de un fragmento de la placa que anunciaba el nombre de su negocio, el Casino Royale. Extrañado por la aparición de tan peculiar objeto, apresuró el paso para terminar su descenso, encontrándose con otra sorpresa que le tenía preparada la prueba.

    El casino se erigía frente a sus ojos, igual de majestuoso que siempre, exceptuando quizá un pequeño detalle: Parecía haber sido víctima de un encantamiento gravitacional. Las estatuas de los leones a ambos lados de la escalinata, flotaban sobre sus lugares, a medio destruir, como si las partículas de mármol estuvieran siendo despedidas en cámara lenta; lo mismo sucedía con gran parte de la estructura, que se resquebrajaba gradualmente, pero daba el aspecto de mantenerse en pie gracias a algún encantamiento de ralentización temporal. 

    ⎯⎯Acogedor, definitivamente me encantaría una partida de Texas ahora mismo. 

    Con sumo cuidado, atravesó la puerta giratoria de cristal, salida de sus goznes, y con esquirlas transparentes despedidas en todas direcciones, para encontrarse a sí mismo en el hall principal.

    Literalmente, se encontraba con otras versiones suyas, que a juzgar por la estatura y aspecto, correspondían al periodo temporal cercano a la actualidad. Para esta ocasión, se trataba de tres, que nombró mentalmente Eobard el Tercero, a Eobard Sexto.

    Al primero sólo lo reconoció, porque llevaba la máscara mortífaga que solía emplear con formaba parte de dicha organización, contrario a la versión a su lado, que seguía luciendo el atuendo con el que laboraba en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. La comitiva la cerraba un ente cadavérico, cuyo cuerpo en descomposición llamaba más la atención por el hecho de que le faltaba un ojo.

    ⎯⎯Te olvidaste de nosotros ⎯ habló el que lucía un traje de neopreno de cuerpo completo, con algunas zonas chamuscadas. 

    ⎯⎯Es mentira, de no ser por mí, no estarías aquí ⎯ terció aquel cuya voz se escuchaba metálica tras la cubierta que emulaba un casco al que le faltaba un ojo. 

    ⎯⎯Debiste morir en Hogwarts, ése era tu destino. Pero sobreviviste, y aunque pudiste escapar de toda esta locura, hiciste mal en volver. 

    Tenían puntos válidos, no podía negarlo, pero cada uno desde su propia perspectiva, coincidían en el hecho de que en menor o mayor grado habían sido la causa de su presencia en ese mismo lugar, ya no digamos, la Prueba misma. Era una prueba de voluntad, para determinar si estaba listo para aceptar lo que fue y jamás será. 

    Dirigió su varita hacia el Eobard que había trabajado tantos meses intentando controlar bestias, aquel que le recordaba sus primeros pasos, y tropiezos, en la comunidad mágica de Londres. Despejó su mente de todo pensamiento irrelevante para el momento, centrándose en la bruma grisácea de sus ojos; su inexpresividad en esos momentos la encontraba desesperante, pero a su vez facilitaba dicha tarea. 

    Accedió al recuerdo que había echado en un pensadero en cuanto salieron de esa mansión embrujada, cinco años atrás. El denso humo negro le rodeaba allá a donde fuera, como cualquier otro recuerdo, pero fue convirtiéndose poco a poco en un corredor venido a menos; la madera de verdad crujía a cada paso que daba, y la nulidad de iluminación lo hacía trastabillar cada tanto. Eventualmente arribó al salón principal, o el Nido. De lo poco que recordaba, otro loco que se denominaba Amo y Señor de las Bestias, los había atrapado en su morada, bajo la excusa de que en realidad era un problema de plagas. 

    ¡Menuda tontería! En cuanto pusieron pies dentro, fueron capturados de distintas formas, forzándolos a separarse. A Eobard le tocó una de las partes más desagradables, pues lo raptó una acromántula. Contuvo el estremecimiento al verla pasar, mientras disparaba la red para cubrir el cuerpo del joven Black Lestrange dentro del recuerdo, trayendo de vuelta esa sensación de asfixia. Pero debía concentrarse en superar ese evento, que detonó su salida de la dependencia ministerial. 

    ⎯⎯No pueden escapar de mí, nadie lo hará. Se darán cuenta que en este mundo sólo podrán dominar las criaturas mágicas, y Halloween dejará de ser una burla a los mitos y leyendas antiguos ⎯ decía el aspirante a loco, cojeando mientras se aproximaba a la segunda víctima capturada. 

    Su recuerdo se retorcía, intentando respirar entre la maraña de tela que comenzaba a cubrirle el rostro. Cuando adolescente, desarrolló una cierta claustrofobia, que se acentuaba en situaciones como esas, por lo que luchaba aún más por respirar, que por liberarse. Su primera aventura con las criaturas era más aterradora de lo que recordaba, puesto que de un momento a otro, la araña gigante se le fue encima, como si hubiera advertido la presencia de otro Eobard. Sosteniendo los colmillos con ambas manos, estaba desprotegido para defenderse con magia.

    Pero, claro, la mente de su versión debía estar jugándole trucos. Si bien mantuvo la lucha contra el arácnido, su mente fue más allá, buscando la información que deseaba: el desenlace de esa trama. Casi como si fuese una grabación, el recuerdo siguió su curso, mostrando la intervención del resto de su equipo, encabezados por una de sus familiares en la Black Lestrange, que se encargó de salvarle de las garras del loco y sus repugnantes bicharajos. 

    La acromántula perdió fuerza, eventualmente desvaneciéndose como arena, mientras lo que continuaba viendo dentro de la mente de su doppelgänger se desenvolvía en un misterio más resuelto, y su triunfal salida, casi ileso, de la edificación. Era cierto, aquella aventura no había hecho más que avivar su deseo por las exploraciones, por lo que su verdadera razón para abandonar ese sendero, respondía a intereses más allá. 

    Salió de la mente de su tercera versión, para dirigirse a aquella que, en otra época, lo habría reducido a cenizas. 

    ⎯⎯Es tu turno, viejo amigo ⎯ extendió la mano hacia el Eobard que continuó siendo mortífago, clavando todos sus dedos sobre la máscara ⎯. Hora de que reveles tus secretos. 

    Más que extraer un recuerdo, de él se llevó las mejores partes de su estadía en las filas del Señor Tenebroso. Había entrado, en gran medida, por seguir a su familia en un sendero que creía le traería fama y fortuna. Así fue, por un tiempo, pero eventualmente su brújula moral dejó de funcionar, y no es como si funcionara bien antes de convertirse en un mortífago. Por unos segundos, pudo palpar esa seguridad y, detestaba admitirlo, arrogancia que le habían definido en esa época. Era parte de su desarrollo como persona, y como tal lo aceptaba; no había más, pues tras la caída y resurgimiento de los acólitos de Voldemort, decidió mantenerse fuera del radar, pagando el precio de que su tatuaje de la Marca Tenebrosa le quemara por los siglos de los siglos. 

    Retiró sus manos de la cuarta versión, respirando de forma entrecortada debido al esfuerzo que había supuesto usar la Legilimancia de forma tan directa. Aún se estaba acostumbrado, pero como con otras habilidades, confiaba en que una vez que se adaptara a su uso, ya no sufriría de esas fatigas. 

    El último de esa oleada le esperaba con una inusual tranquilidad, que el castaño creyó que estaba petrificado. Reaccionó de golpe, abalanzándose sobre una versión que, a su juicio, no debía seguir existiendo. Eobard había visto suficientes películas no mágicas como para saber que dejar que lo mordiera o cortara, no era la mejor idea. Aún en el forcejeo, realizó la incursión a su mente, con el objeto de descubrir por qué su furia. 

    Los estallidos se escuchaban distantes gracias al grueso de los muros del castillo, pero el caos y la histeria se hacían presentes aún en la seguridad que, hasta el Día de la Ira, había reinado en Hogwarts. El ataque los tomó por sorpresa, como a todos; él terminaba de dictar su clase de Magia Avanzada, en la que llevaba ya dos años como profesor titular, una profesión que guardaba con mucho cariño. Encontró vil e inhumano el ataque a una escuela, y mas aún, a sus estudiantes. Mientras recorría la estancia que, en mejores días había sido el Aula de Pociones, el recuerdo iba mostrándole escenas desgarradoras de caídos en ambos bandos, pero lo que más le había perturbado eran las bajas del estudiantado. 

    Eran tantos los futuros que se habían esfumado, que por un momento sintió desesperanza por el porvenir de la comunidad mágica. Sus recuerdos de su participación, y salida, de Hogwarts durante ese cobarde ataque, se limitaban a voces a lo lejos, explosiones y un montón de vendajes puestos de forma improvisada por su gran amigo, Nash Wells. 

    Oyó una serie de pasos, y se volvió casi por instinto, aunque en el recuerdo sabía que no podría influir en el desenlace de los acontecimientos. Un par de alumnos de cuarto año se acercaba a uno de los boquetes que se había abierto, a través del cual entraba humo y se escuchaba ya el brío del ataque. 

    ⎯⎯¡¿Es el profesor Black Lestrange?! ⎯ vociferó uno, cubriéndose la boca con ambas manos, habiendo señalado el cuerpo que yacía sentado, a un lado del agujero. 

    ⎯⎯Parece que sí. Eh, ustedes, ¿qué ha pasado? ⎯ reparó la chica, al fijarse que no lejos de donde estaba el docente, se encontraba un grupo de al menos diez personas, todas hechas ovillos. 

    ⎯⎯El profesor intentó sacarnos de aquí, cuando vio que veníamos a escondernos en los salones de Pociones. Pero uno de esos artefactos muggle explotó cerca de aquí, y él recibió gran parte del daño. ¿Está... ?

    Se le quebró la voz. Eobard sí que recordaba haber perdido el conocimiento, pero no que su intento había sido, al menos hasta entonces, exitoso. A pesar de su complejo de superioridad, el tiempo en Hogwarts le había enseñado a proteger a sus alumnos, a quienes había agarrado cierto cariño. Al punto de, como veía él, casi dar la vida por ellos. Se aproximó a sí mismo, visualizando qué tan maltrecho se veía en el recuerdo. 

    ⎯⎯No está muerto. No todavía... Pero lo estará si no me lo llevo de aquí ⎯ dijo una voz conocida, la del magigeólogo Wells, que apareció derrapándose por el pasillo ⎯Vengan conmigo, Hogwarts ya no es un lugar seguro. 

    Conforme los sobrevivientes se aproximaban para auxiliar a los heridos y cargarlos a la antigua usanza, el recuerdo se fue difuminando, hasta que Eobard se encontró a sí mismo viéndose a los ojos con su versión zombie. Los intentos de éste por morderlo habían cesado; de hecho, no se movía para nada. 

    De repente, se sintió tan pesado, que tuvo que ayudarse de su hombro para empujar el cuerpo hacia otro lado, para evitar que el peso lo aplastara. Al final, había superado esa sensación de desorientación en todos los niveles, que su sacrificio en Hogwarts había supuesto.

    Se levantó con cierta dificultad, aún conmocionado por todo lo que había visto a través de la Legilimancia. En la primera parte de su sendero dentro del portal, se había enfrentado a sus traumas de la infancias, mientras que esta segunda etapa lo forzó a encarar sus decisiones recientes, buenas y malas. 

    ⎯⎯Aún queda uno más. Y creo estar seguro de quién me estará esperando ⎯ se dijo a sí, reanudando su caminata, mientras dejaba atrás a las versiones que habían intentado cerrarle el paso. 

    Se acercaba el final de ese retorcido recorrido que lo había llevado de su casa de la infancia, a su negocio en Londres, y que seguro aguardaba una última sorpresa para cerrar el círculo. 

     

    @ Rosália Pereira

    • Me encuerva 1
  6. Supongo que aún no hacen el corte, aunque de todos modos la clase queda agendada para Enero xD Así que dejo la inscripción de buena vez:

     

    Nick: Eobard Thawne
    ID: 121079
    Nivel: XXXIII (33)
    Conocimiento: Adivinación y Transformaciones

    Link a la Bóveda: http://www.harrylatino.org/topic/110224-boveda-de-eobard-a-black-lestrange/
    Link a la Ficha: http://www.harrylatino.org/topic/110221-ficha-de-eobard-a-black-lestrange/

  7. ⎯⎯La primera ocasión, me sentí casi igual, solamente un poco cansado. Pero sí, he notado que cada vez que uno muere y regresa, las condiciones de resurrección son un tanto...peculiares ⎯ respondió, rememorando las pérdidas de conciencia en pleno duelo, para despertar días o semanas después en San Mungo o en su habitación de la mansión Black Lestrange. Además de la desorientación, se sentía fatigado en exceso, como si la magia le cobrara un alto precio por emplearla ⎯. Me siento como mucha mantequilla esparcida en tan poco pan. 

    Incluso ahora, en presencia de Báleyr, sentía que su conexión con la magia se había mermado debido a sus continuas muertes. Las palabras del Arcano de Nigromancia cobraban sentido, así como sus cuestionamientos hacia el castaño de lo que en verdad significaba dicha rama de la magia. En su vasta ignorancia, su entendimiento respecto a esos poderes se limitaban a la teoría, pues aunque dominaba las Artes Oscuras, jamás las había llevado a ese nivel. 

    ⎯⎯Tengo entendido que, muy a menudo, la Nigromancia se considera una disciplina prohibida de la magia. Se desprende de la adivinación, de hecho, y se enfoca en los esfuerzos por hacer contacto con los espíritus del mundo de los muertos, o el otro lado, como suelen decirle, ya sea examinando sus cadáveres o empleando algún objeto que hayan poseído en vida, con el fin de establecer una conexión; por lo que sé, su práctica la realizan tanto magos oscuros como aquellos que tienen el Ojo, pero claro, todo esto podría ser una mera interpretación mía.

    ¡Claro! ¿Quién mejor, que el mismo Báleyr, conocía el verdadero significado de la magia que enseñaba? Mucho temía el Black Lestrange, que por más que leyera y entendiera los conceptos, era a través de la praxis que tendría un mejor acercamiento; funcionaba de forma similar a los bárbaros libros de hechizos de Uagadou, que si se recitaban por sí solos no tenían efecto alguno, pues debían practicarse, sangrarse, a veces literalmente, para poder acercarse a su dominio. 

    Miró de soslayo su objeto de estudio una última vez, mientras el barbudo le daba la razón respecto a la situación en la que se ponía a la persona al traerla de nuevo a la vida. Hasta él reconocía que así le había pasado, pues conservaba algunas cicatrices de los duelos, que aún con la metamorfomagia, no sanaron del todo. 

    ⎯⎯ Humm... Sí, el Amuleto de Curación. Pero requiere el conocimiento que me ha mencionado, y en teoría no funcionaría del todo si el objetivo está muerto ⎯ razonó el Black Lestrange, conteniendo el escalofrío al sentir el dedo del Arcano en su pecho. No había invocado la mencionada baratija, por respeto a la clase y consciente de la rivalidad entre Uzzas y Arcanos, pero si debía emplearla para cumplir con su cometido, así sería ⎯. Estoy listo. Me pregunto a qué parte de su pasado viajaré.

    Escuchó el sonido de los tres golpes, indicándole que se venía alguna especie de magia que lo llevaría a realizar las tareas que Báleyr le había asignado. Juzgando por las menciones a los libros de hechizos, probablemente sería succionado por algún portal elaborado con Fulgura Nox. Su pregunta, era retórica, pero no por ello no sentía curiosidad por el punto temporal en el que sería arrojado. 

    La verdadera pregunta yacía a un costado suyo: ¿Quién era el objeto de estudio, y que lo había llevado a morir de una forma tan desagradable?

     

    @ Báleyr

    • Me encuerva 1
  8. El protocolo de inicio de la verdadera prueba no se hizo esperar, pues Rosália les entregó los correspondientes anillos del aspirante a ambos para que cumplieran con tal fin. Para el castaño, era la tercera ocasión que cruzaría un portal de habilidad, por lo que tenía la mente más centrada en tener un buen desempeño, que en lo que se encontraría del otro lado de esa esencia gaseosa que parecía hechizar a sus pies para ingresar. 

    Resopló a manera de finalizar su preparación mental, dedicándole una cabezada a la arcana antes de ingresar al portal. El cristalino aro ya se encontraba en su dedo índice de la diestra, permitiendo que la Arcana de Legilimancia y él se comunicaran, aunque casi podía asegurar que ella encontraría la forma de hacerlo, aún si no tuviera el anillo. 

    Una vez que se escurrió entre el humo, se sintió en otra realidad. Un campo de probabilidades que podía ser cualquier cosa. Un viaje hacia lo desconocido, que en la postrimería de su paso por la prueba, sería conocido como:

    Crisis de los Eobard Infinitos

    El sendero fue incierto durante los primeros pasos que recorrió, pero finalmente desembocó en lo que parecía ser una peculiar madriguera, pues el ancho del túnel era suficientemente amplio para que el Black Lestrange saliera a rastras; estaba bastante claro que aquello no era obra de algún topo. Lo recibió un atardecer de los últimos días de Enero, con una sensación térmica que aún contenía un resabio gélido del invierno que recién terminaba. La colina a sus espaldas estaba recubierta de una fina maleza, propia de la época del año. Más allá, al pie de otra elevación, se erigía la mansión Thawne, hogar de la infancia y bastión de su padre biológico. 

    ⎯⎯Míralo, parece que algún día será un gran magizoólogo ⎯ decía el patriarca a la mujer rubia que le acompañaba. A unos cuantos pasos de ellos, un pequeño de unos cuatro años de edad intentaba quitarle una moneda a un escarbato.

    ⎯⎯O un hábil asesor de la banca mágica, hay un mundo de posibilidades ⎯ repuso ella, negando con la cabeza. Esperaba más del pequeño que un mundano empleado encargado de lidiar con bestias. 

    Hasta ese punto, su historia parecía la de siempre, exceptuando por un detalle bastante perturbador: Así no habían sucedido las cosas. 

    Gran parte de sus recuerdos de la infancia estaban reprimidos, en favor de olvidar esa aciaga época marcada por el abandono de su madre en favor de regresar a las filas de la Marca Tenebrosa durante la Segunda Guerra Mágica, y el poco o nulo interés de su padre en consolidarlo como el heredero de la familia Thawne. La escena mostraba una pareja bastante más sólida que la que a él le tocó conocer, o al menos escuchar de otros susurros. No podía ser el Eobard que actualmente realizaba su prueba. 

    Todo aquello pareció complicarse con la llegada de una segunda versión suya, también infante, que lo hizo replantarse si en verdad la primera distaba de ser la realidad; este pequeño Black Lestrange no parecía ser metamorfomago, tenía el cabello rojizo, y montaba con soltura una Estrella Fugaz, de las mejores escobas antes de la aparición de las Nimbus

    ⎯⎯Existen dos posibilidades. O rompí la continuidad espacio-temporal, o esta prueba está diseñada para hacerme recordar quién soy en realidad ⎯ meditó sus palabras, sin sorprenderse de que las versiones alternas siguieran coexistiendo sin notar su presencia. Seguro Rosália tenía más experiencia con ese tipo de problemáticas. 

    Comenzaría a lidiar con su pasado en orden de aparición, por lo que se dispuso a encarar al chiquillo que intentaba hacerse con el roedor. Dirigiendo su varita hacia sí mismo, y estableciendo contacto con los mismos iris grisáceos de siempre, pronunció el encantamiento Legeremens, y se adentró en la mente infantil. 

    Lo primero que sintió fue una especie de succión en espiral, nadando entre recuerdos de cumpleaños con toda su familia, incluida la sanguínea. Podía percibir que ese Eobard sí que había sido querido, y seguramente crecería sin muchas carencias emocionales. Centró sus esfuerzos en lo que más le interesaba de esa incursión: ¿Qué fue lo que había cambiado en su vida, para que tuviera cierta aversión hacia las criaturas mágicas? Mientras se deslizaba por otras memorias relacionadas con sus años en Ilvermorny, vació su mente, listo para acceder a la memoria de Eobard 1. 

    » Vamos, es sólo un huevo. Seguro que logras llevártelo antes de que la araña gigante te arranque un brazo, ¿no te parece?

    » No lo sé, Bart. Digo, sí tengo buena condición física, pero aún no he demostrado dotes mágicos, además de que tú tampoco tienes una varita. Si nos metemos en líos, aquí nadie nos ayudará. 

    Aunque borroso, el recuerdo mostraba a unas versiones de Eobard, y su entonces amigo, Bartholomew, discutiendo sobre conseguir un objeto valioso para una supuesta araña gigante. El castaño podía apreciar la desesperación en su recuerdo más joven, pero aún no lograba descifrar en qué había terminado todo ello. Usando la Legilimancia, ahondó más en los recuerdos de la versión alternativa, revelando que se habían aproximado a un nido de acromántulas en un bosque próximo a casa.  

    Los dos parecieron discutir un buen rato acerca de la factibilidad de hurtar el huevo, para probar que el castaño tenía madera de Thawne, pues su primo Cassius ya había demostrado su magia al lidiar con un molesto gnomo en el jardín que robaba sus juguetes. El recuerdo clareó, por obra de la concentración del castaño en las emociones que evocaba dicha situación, y le reveló a sí mismo sucumbiendo ante la araña, momentos después de tomar una de sus crías por eclosionar. 

    »» ¡Ayuda, por favor! A Eobard lo ha picado una acromántula, ¡auxilio!

    Los gritos le retumbaban en los oídos, y con ello detectaba cierta ironía en su tono de voz, que no percibió entonces. Bart se burlaba de su mala suerte e imprudencia, pero en últimas instancias decidió pedir ayuda. Su peor recuerdo de la infancia avanzó, mostrando una letanía de Hivolt sobre los peligros de enfrentarse a las criaturas, un castigo razonable por no avisar, además de una marca de los colmillos en el hombro derecho. Más que la decepción y frustración, Eobard pudo sentir el terror por tener que volverse a enfrentar algo así, como también la promesa de hacerlo con un mejor conocimiento. 

    Salió de la mente de Eobard 1, colocándose la mano que no sostenía la varita sobre su hombro, sintiendo dos ligeros hundimientos en su piel, como una marca de guerra. Había logrado desbloquear un trauma de su infancia, y al parecer lo había superado, o al menos, comenzado a hacerlo.

    Tocaba el turno de Eobard 2.

    Con él, la cosa fue distinta; no esperaba analizar las desventuras de su pasado, sino ir más allá, hacia su futuro. Extendió la mano, sin tener que pronunciar el encantamiento para la lectura de mentes, y se adentró en su cabeza. Las memorias estaban bastante más ordenadas, sin mencionar que evocaban una sensación de entereza, felicidad, y sobre todo, equilibrio. 

    Dentro de los sesos de Eobard 2, el no metamorfomago, se encontró con un orgulloso hijo de las familias Black Lestrange y Thawne, jugador de quidditch profesional, que recién fichaba con el Puddlemere United; Mía no lo había dejado en Norteamérica, sino que se había quedado con ellos, hasta que él tuvo edad para ir a Hogwarts; la comunidad mágica londinense resultó más acorde a su espíritu audaz, motivándolo a dedicarse enteramente al deporte, en vez de seguir el camino de su madre, como el Eobard original había hecho. Más allá de todos los recuerdos que pudo vislumbrar, se vio a sí mismo realizado.

    Un futuro que pudo haber sido. 

    ⎯⎯Creo que ha sido suficiente de los recuerdos de mis versiones más pequeñas, por esta sesión al menos ⎯ se dijo a sí mismo cuando emergió de la mente de su segunda versión. A pasos prudentes, dejaba atrás a la escena de la familia feliz, para encaminarse hacia lo desconocido. 

    Apostaba a que pronto vería más doppelgängers suyos, con nuevos recuerdos de su vida por desbloquear y armar ese rompecabezas que era su mente, tal como le había expresado a la Arcana de Legilimancia al iniciar ese viaje. 

     

    @ Rosália Pereira

    • Me encuerva 1
  9. El eterno camino hacia la pirámide parecía que llegaba a su fin, cuando el Black Lestrange se adentró en sus pasillos. Sus pasos producían un cierto eco, a pesar de que el castaño era de pies ligeros, tan acostumbrado al uso de las míticas botas de siete leguas, cuya principal característica era conferir al usuario de una velocidad sobrehumana, aunque ni eso había permitido al hombre de llegar a tiempo al encuentro. Confiado de que, eventualmente, tendría que llegar ahí, tuvo que anteponer su integridad física; no quería llegar hecho pedazos, tal como fue el resultado de sus últimos duelos con el pueblo Uzza. 

    Se trataba de un camino de gran opacidad, que impedía ver más allá de unos cuantos centímetros por delante, forzando al castaño-rubio a emplear su varita mágica para orientarse, aunque aquello fuese aproximado. Finalmente, si la pirámide le había permitido entrar, todo desembocaría en la llegada a la Sala Circular. 

    «Uno no llega tarde ni temprano, sino en el momento que debe de llegar», rememoró un habitual dicho de uno de sus varios mentores, un reservado barbudo que solía desaparecer por años, sólo para reaparecer con algún presagio del final de la civilización. 

    La luz invadió su campo visual, con un resplandor indicándole que llegaba a su destino. La Sala en la que la Arcana le esperaba, a pesar del gran espacio con el que contaba, favoreciendo la acústica, parecía un cementerio con semejante silencio, quizá obra de algún encantamiento que los sabios habían impuesto, o tal vez era producto de su imaginación. Alcanzó a divisar a Ada ya reunida con @ Rosália Pereira ; tal como había previsto, llegaba tarde. 

    ⎯⎯Una disculpa por la demora, me he perdido un poco en el camino de la vida ⎯ sentenció, dedicando una cabezada a las dos presentes. 

    Ada lo había adelantado por mucho, por lo que alcanzaba a escuchar. Tenía sentido, considerando que él casi se había ido al otro mundo en el lapsus, sin mencionar que palpó a oscuras para poder buscar el famoso orbe, por lo que no descartaba la posibilidad de haber entrado por otro pasillo distinto, o haber sucumbido finalmente a la locura o algún encantamiento respirable en el aire. 

    Fuera como fuera, había arribado. Sólo restaba aguardar a la Arcana para las indicaciones en lo que respectaba al Portal. Mientras aguardaba a que eso sucediera, se maravilló nuevamente con la vista de la Estrella de Cinco Puntas, acompañada por la serpiente que se tragaba a sí misma, simbolizando un ciclo infinito. 

  10. Sentía los latidos de su corazón al exhalar el gélido aire que momentos antes había ingresado por sus vías respiratorias. El inicio de la travesía, así como el continuo uso de la Legilimancia, habían mermado físicamente al castaño, tal como su náusea al practicar la Aparición Conjunta. Se sabía humano, y desde luego, eso implicaba una serie de limitaciones físicas al emplear ciertas ramas de la magia. Sin embargo, el trayecto apenas comenzaba, y si quería superar aquella prueba, todavía le quedaba un largo tramo por recorrer. 

    Llegó a la orilla del lago, donde una estructura de piedra se erigía; a pesar de que claramente no originario de ahí, el pensadero encajaba perfectamente con el relieve, pues la roca fácilmente adoptaba las características del entorno, como lo era la humedad o el crecimiento de raíces. Interpretando lo que requería, el Black Lestrange se aproximó hacia éste, destapando el frasquito en el que había confinado el recuerdo de Jessica Thawne, su hermana adoptiva. 

    ⎯⎯Es la hora de la verdad ⎯ se dijo, vertiendo el contenido de este hacia la vasija ancestral, que rauda comenzó a generar volutas de una extraña sustancia con apariencia de humo ⎯. Viajemos hacia lo desconocido. 

    Apoyando ambas manos en los bordes del pensadero, hundió el rostro para poder adentrarse en el recuerdo. No se mojaría, puesto que el funcionamiento de ese objeto le permitía acceder a una especie de realidad alterna donde poseía una mejor visión de las memorias, ya fueran suyas o de otra persona. Descendió por un tobogán de recuerdos de su familia, sobre todo de Hivolt y de su agria esposa; a diferencia del castaño, Jess era considerada la verdadera heredera de la familia Thawne. 

    Finalmente tocó el fondo, incorporándose al poco tiempo para evitar perderse en el correr del recuerdo. 

    Se sintió de vuelta en casa, literalmente, pues se encontraba en la ciudad de Boston, específicamente en el pequeño espacio verde en el que se erigió la estatua en honor a Paul Revere, un notable patriota nortamericano. Jessica Thawne, de unos veinte y tantos años, caminaba con tranquilidad al lado del que era su primo, Cassius, en lo que parecía ser un reencuentro tras muchos años de distancia. De acuerdo con lo que Eobard sabía, Jess se fue a Australia cuando demostró signos de magia, y su reinstauración a la familia sólo tendría unos cinco o seis años. 

    Los recintos religiosos a su alrededor comenzaban a tomar forma, pero el castaño se concentró más en las dos personas que protagonizaban la memoria, pues era el objetivo que le había propuesto la Arcana. De escuchar susurros, comenzó a captar una conservación más nítida, en el que la señorita expresaba la alegría de estar de vuelta en Estados Unidos. Cassius, la cabeza de familia tras el fallecimiento de Hivolt, estaba complacido con aquella visita, pero a su vez inquiría si ella se quedaría más tiempo allí. Mencionaba los recientes acontecimientos al otro lado del Atlántico, y la importancia de una familia unida; Jess aminoraba el paso, mirando por encima de su hombro izquierdo, y evocando una sensación de melancolía que Eobard alcanzaba a percibir a flor de piel. 

    Como si el recuerdo se ramificara, Jess podía observarse a sí misma en campo abierto, como una exitosa magizoóloga; en Oceanía había tenido trabajo de sobra, y comenzaba a sentirse como en casa, pero también extrañaba a su familia sanguínea, y deseaba, si no recuperar, compensar los años perdidos en el extranjero. Era una decisión difícil, pues tal vez Estados Unidos no le inspiraba la misma tranquilidad que su segundo hogar, pero su amor por la familia le pudo más. 

    «He decidido quedarme un poco más, sí. De hecho, me gustaría saber si mi habitación aún está disponible, querido Cassius. Ya va siendo hora de una reunión familiar, ¿no crees?».

    Con esa sensación de entereza, el castaño ascendió hacia la superficie, sacando la cabeza del pensadero, y robando una bocanada de aire fresco para recuperar el aliento. Por el agua, se acercaba una solitaria barca que, a juzgar por su aspecto, le llevaría a las siguientes etapas de la prueba. Se había retrasado, eso era seguro, pero parecía que aún tendría oportunidad de llegar a la pirámide. 

    Se adentró hacia las tranquilas aguas como único pasajero, mientras reordenaba sus pensamientos. El siguiente reto yacía en el islote a mitad de la isla, donde alcanzaba a divisar la aldea y el seto del laberinto, únicos puntos que separaban al Black Lestrange de la gran construcción en la que Rosália y, probablemente, su compañera lo esperaban. Apenas tocó la orilla, lo invadieron las sensaciones y pensamientos de los habitantes que habían hecho de ese pequeño espacio, su morada. Emociones de felicidad, frustración, tristeza, todas ellas se arremolinaban alrededor de su cabeza como fantasmas, pero también recuerdos agridulces y de esperanza. Eobard intentó concentrar su mente en alguno que le indicara el camino. 

    Halló en la mente de un antiguo aspirante a la habilidad, que se había asentado ahí tras varios años intentando conseguirla, el recuerdo que quería. Se adentró en su mente, visitando el camino que este había recorrido hacia la entrada del laberinto, e inconscientemente caminándolo él en el proceso, como si hubiese establecido una conexión bidireccional.  De la mente del antiguo aspirante, empatizaba con su emoción y confidencia de lograr dominar la Legilimancia, como él se sentía en ese momento. Finalmente, se halló ante la entrada del seto, con la hora próxima a la medianoche.

    Dentro del laberinto, no encontró grandes complicaciones, pero sí que se demoró recorriéndolo. Había pasado mucho tiempo desde que lo visitara, en su prueba de Animagia, por lo que no lo recordaba a exactitud. La última vez, se encontró con cierta resistencia, principalmente compuesta por entes mágicos, pero el principal reto que aminoró su paso en esta ocasión, fue un aura mágica que lo colgaba de los pies cada cierto tiempo, como una versión más tétrica del encantamiento Levicorpus. 

    «Ya voy, Arcana. Temo decir que mi condición física últimamente no está en su mejor momento, pero la mental sin duda se ha fortalecido», pensó, mientras se sacudía la tierra y hojarasca que le quedaban tras ser liberado de uno de esos, como él les llamaba, campos de vacío.

    Cada vez que la mano invisible lo jalaba del tobillo, el Black Lestrange trataba de unificar sus pensamientos al momento, en ocasiones alcanzando la mente de algún ente como los gorros rojos, que le mostraban memorias de sus travesuras a magos y muggles en los campos de batalla, que era donde habitualmente vivían. Emergió del laberinto, con el cabello hecho un desastre, y uno que otro corte en sus ropas, pero a tiempo para alcanzar el último obstáculo; echando mano de la Legilimancia, había accedido nuevamente a la mente del aspirante, para guiarse a partir de su vivencia por sus pasillos. 

    ⎯⎯Jamás pensé que me alegraría tanto el ver una pirámide ⎯ dijo entre jadeos, precipitándose entre traspiés hacia la elegante estructura de mármol que reinaba aquella isla. Su reloj no mágico marcaba dos minutos después de la medianoche, por lo que aún estaba en tiempo de entregar su tributo. 

    Recorrió los cien metros que le quedaban de forma olímpica, y apoyó ambas manos sobre el frío material del que estaba compuesto el recinto. A diferencia de las pruebas anteriores, que habían sido a plena luz del día, en esta ocasión su entrada al interior tendría un truco. No veía puerta alguna, y en teoría no era necesaria, pues los ojos podían engañar a uno. 

    Dio en el punto, pues su mirada comenzó a adaptarse en la penetrante oscuridad, y se encontró con la forma circular, o el orbe, que permitía o denegaba la entrada en esa ocasión. 

    ⎯⎯ La verdadera razón por la que abandoné el camino de la magizoología, a pesar de ser una de las profesiones que mejor se me daba, fue el miedo a las criaturas mágicas, que en ocasiones pudo más que el conocimiento de las mismas. 

    Hizo otra momentánea pausa para recuperar el aliento, y reflexionar sobre lo que le había contado al orbe. Si bien era cierto que su primer trabajo en el Ministerio de Magia inglés había consistido en la regulación de entes mágicos, reconocía que mientras más se adentraba en ese giro, más peligroso se volvía, y para un joven de veinte y pocos, perder la vida de una forma tan absurda habría resultado un gran golpe a su ego. 

    Dio un par de pasos, adentrándose hacia la pirámide, pero aún quedaba algo de tramo antes de alcanzar el recinto en el que le estaban esperando. 

     

    @ Rosália Pereira

    • Me encuerva 1
  11. ⎯⎯Al contrario, considero que toda vida es sagrada. Si ha de tomarse, deberá ser por una razón, no por la mera necesidad de satisfacer un impulso sádico ⎯ respondió el Black Lestrange, rememorando las múltiples oportunidades en que pudo ser juez, jurado y verdugo, todas ellas desperdiciadas si se veía con ojos maquiavélicos ⎯. En cuanto a mis visitas al mundo de los muertos, me parece mucho más atractivo que visitar el futuro, o el pasado. 

    Había intentado viajar hacia atrás en una sola ocasión, cuando aún era neófito en los caminos de la Animagia, pero al no poder controlar del todo esos poderes, su estadía fue breve. Contuvo un estremecimiento al recordar el vacío al que lo habían llevado cuando le hablaron del mundo de los muertos. Sus prejuicios le sugerían que esperaría una pila de cuerpos por doquier, pero se encontró con algo que resultaba más terrorífico que ello: un vacío dondequiera que pusiera el ojo.

    ⎯⎯Reconozco que transitar en el limbo de la vida eventualmente tendrá consecuencias. Lo veo en quienes han recurrido al uso de horrocruxes, cometiendo un acto tan desgarrador para su alma, y que pagan el precio de la fragmentación. Uno nunca vuelve, ni volverá, a ser el mismo. 

    Asintió al escuchar de la marcada rivalidad entre Arcanos y Uzza, una eterna lucha de poderes en la que la comunidad se había situado en el medio al volverse sus estudiantes. Báleyr hizo acto de presencia, aunque el castaño casi podía asegurar que no era por que lo consideraba digno de su presencia. Resaltaba a la luz su elegante barba atada, así como la gran cicatriz que cubría gran parte de su rostro y que se diferenciaba de los surcos producto de la edad; no se inmutó por la carencia de uno de sus ojos, ¿sería aquel el precio pagado por ser el amo y señor de la Nigromancia?

    ⎯⎯Temo que mucho de mi conocimiento en los primeros auxilios, de hecho, se apoya en el uso de encantamientos ⎯ terció, reconociendo una gran falla en su educación mágica. La capacidad de curación era una cátedra que había evitado por falta de tiempo, motivación o alguna otra banal excusa ⎯. En mi vasta ignorancia, no he conseguido esa certificación por parte de Castelobruxo. Un duro golpe al ego, y sin embargo, me aventuraré hacia dicha área. 

    Se aproximó al recoveco que el Arcano de Nigromancia le señaló, donde yacía una mesa con un cuerpo cubierto por una pulcra sábana, en contraste con lo que seguramente se encontraría. Conforme se acercó al mobiliario, pudo percatarse de que incluso la madera estaba seca, como petrificada, evidenciando el hecho de que lo que ocupaba su superficie era algo nada natural. Alguna vez tuvo que trabajar en los Laboratorios de Investigación de la Marca Tenebrosa, como auxiliar, por lo que el trato con cadáveres no le resultaba tan ajeno. 

    ⎯⎯Hasta dónde recuerdo, no hay magia capaz de devolver de la vida a un muerto. No la magia habitual, y el resucitado tampoco regresaría como si nada, desde luego. En la cultura oriental, de hecho, hay quien hace referencia a una sed de sangre; la persona siente una necesidad de acabar con su asesino, presentando una actitud salvaje en el proceso. 

    Con la zurda, apresó una parte de la cobija, y se atrevió a levantar el velo que lo separaba del cuerpo. Estaba ennegrecido, pero tal como Bályer había dicho, parecía que le habían privado de la vida de una forma inusual, pues no presentaba signos de hinchazón como en los cadáveres "normales". El castaño-rubio deslizó sus dedos, sin entrar en contacto con la piel, de la frente hacia el abdomen de la víctima. No era diestro en el arte de la curación, pero si lo era en el uso de las Artes Oscuras. 

    «Un camino a una serie de habilidades que algunos considerarían nada naturales».

    ⎯⎯Lo que me lleva a la creación de los Inferi. Se requiere de magia oscura, y la reanimación permite controlarlos a voluntad, al menos, si el invocador demuestra ser digno de mucho control. Pero es una mera alternativa, que trae a la vida a un cascarón, pues podrá hablar, pero la persona que antes habitaba el cuerpo se habrá marchado hace ya bastante. 

    Extrajo su varita de nogal negro, concentrando sus esfuerzos, y memorias, en el uso de su conocimiento que le daba acceso a la magia oscura. Además, su destreza con los encantamientos, le permitía conjurar toda serie de hechizos sin tener que mover los labios. De funcionar su plan, el cuerpo poco a poco recobraría la movilidad. 

    Dio un paso hacia un costado para poder observar los resultados de su intento. 

     

    @ Báleyr

    • Me encuerva 1
  12. La voz, aunque etérea, parecía tener alguna suerte de forma física, que lo atravesaba cual cuchillo a la mantequilla. Báleyr había hablado desde una posición que podría considerarse omnipotente, y posiblemente así lo era, pues era un respetado Arcano. Si bien hasta él se había regodeado de sus propias vivencias con la Uzza Runihura, aquello tendría un matiz distinto.

    De retar a su instructor, probablemente no quedaría ni siquiera una mísera pila de cenizas de dónde restaurarlo.

    ⎯⎯Si nos vamos a esas, creo que no cumpliría los requisitos del todo, Arcano Báleyr. Morir tantas ocasiones seguidas no me hace experto más que en caer en batalla. 

    Meditó sus palabras durante un par de segundos, pues el arcano había hecho referencia a sus recientes infortunios en Uagadou; casi podía asegurar que tales eventos se habían hecho de común discusión, llegando incluso a oídos de los Siete en la lejana escuela oriental. Definitivamente, el Black Lestrange no se encontraba en el pináculo de la condición humana. 

    ⎯⎯Más que el desprecio, un particular interés por convertirme en carne de cañón para los Uzza ⎯ puntualizó el castaño, con el ataque del Troll y las heridas sangrantes, aún vívidas en sus memorias ⎯. Personalmente, lo consideraría una consecuencia directa de mi poca habilidad con las batallas o los duelos, así como una necesidad de intentar superar los límites impuestos por la fragilidad humana.

    Era su propia interpretación, pero tampoco estaba tan alejada de la realidad. Runihura aún le esperaría una vez más para martirizarlo, y aunque astuto, no dejaba de caer ante toda clase de sortilegios de la más joven de los guerreros. Se sabía animago y metamorfomago, este último era su don de nacimiento, pero aquello no le ayudaría cuando se trataba de cuestiones naturales como la vida y la muerte. 

    Siempre había preferido el conocimiento y la observación por encima de las precoces reacciones a lo desconocido. ¿Qué era más letal, sino el cuchillo diminuto, que lentamente se colaba entre las costillas? 

    ⎯⎯Bien dicen que más rápido cae un hablador que un cojo, pero puedo asegurar que uno de mis más grandes defectos, a ojos de mi entorno, es mi sed de conocimiento, de trascendencia. Pero es nada al lado de la voluntad. La voluntad de actuar, de tomar decisiones difíciles. 

    Vino a su mente cada una de sus experiencias a las puertas del Desconocido. Las primeras ocasiones visitó el mundo de los muertos gracias a demostraciones de sus mentores, o por errores de los que le rodeaban al abrir portales; bien pudo haber elegido continuar su camino hacia un plano existencial más allá, pero era jalado, cual pez prendido al anzuelo, hacia el mundo de los vivos. Como una plaga persistente, una planta cuya raíz se había acoplado a la tierra. 

    ⎯⎯En mi poca experiencia, el conocimiento no siempre es gratis; sea cual sea el precio, estaré dispuesto a pagarlo. 

    A lo largo del iris grisáceo de sus ojos se podía percibir esa determinación que lo había llevado hasta dónde se encontraba; cada una de sus decisiones desembocó en ese momento específico. ¿Debía entregar a cambio un pie, una mano, su poca sanidad mental? 

    Poniéndolo en la balanza, un ojo parecía un pago razonable. 

     

    @ Báleyr

    • Me encuerva 1
  13. «Vuelas hacia la oscuridad, para pelear con fantasmas»

    ¿Qué era la vida sino el complemento de la muerte, un estado físico-espiritual por lo que pasaba la mayoría de los entes? Varias habían sido las disertaciones respecto a ambas, así como sus correspondientes representaciones. Para el Black Lestrange, constituía parte del ciclo de la vida misma; todo tenía un auge y una caída, y los humanos, los seres más terrenales de ese planeta, no estaban exentos de ese declive, tanto de forma física, como vistos desde una perspectiva como sociedad. Sin embargo, el velo del desconocimiento estaba vigente, y ramas de la magia como la Nigromancia eran todavía desconocidas para el castaño, quien se había cruzado con el término a edad temprana, cuando estudiante se especializaba en el uso de las artes oscuras. 

    ⎯⎯Vida y muerte, ciclo infinito. Pero, en esencia, un intercambio eterno de lo tangible y lo intangible. 

    Se materializó justo antes de la entrada a Mahoutokoro, como hubiera hecho meses antes cuando decidió retomar su aprendizaje de la Legilimancia. La mente humana era un ente fascinante, y aunque había sido una experiencia memorable, era momento de avanzar; a lo que se enfrentaría, sería algo distinto, algo que, de hecho, no tenía rostro y cuerpo, sino distintas interpretaciones. 

    Tres duelos seguidos con la guerrera Uzza del Libro de las Auras, le habían dejado en claro que la muerte no era benevolente con él, o que de plano, su habilidad con el ataque y defensa mágicos dejaba mucho qué desear. Como fuera, en todas esas ocasiones había caído en batalla, cual nórdico deseoso de ir al Valhalla, pero había resurgido, con el dolor más grande sin sanar del todo: su propio ego. 

    Su talón de Aquiles. 

    Mientras reordenaba sus pensamientos, inició su trayecto hacia la vivienda del Arcano de Nigromancia. Hasta el momento, había dado con tres de ellas, pero nunca había reparado en ubicar la de Báleyr, por si algún día se presentaba ante él, como sucedería instantes después. Supuso, y quizá tuvo suerte, que sería una vivienda separada del resto, donde hubiera silencio sepulcral, y desde luego, una edificación no tan ostentosa, pues era bien cierto que al morir uno no se llevaba posesión alguna, por más valiosa que ésta fuera. 

    ⎯⎯A veces es solo eso, un salto de fe. 

    Sus pisadas lo llevaron hacia uno de los extremos de la escuela de magia oriental, donde encontró una construcción sencilla, de tres plantas orientadas hacia el norte, y cuyo distintivo era una puerta de madera oscura. No recordaba haberla visitado antes, y cuanto más se acercaba, experimentaba esa sensación de vacío, como cuando invocaba el Fulgura Nox o empleaba el Aura del Escudo Fantasmal. 

    ⎯⎯ ¿Arcano Báleyr? ⎯ preguntó, llamando a la puerta con sus nudillos, en un único golpe. Conocía de antemano que no debía colarse a las viviendas de sus mentores como si fueran la suya ⎯⎯. He venido ante usted para presentar mis respetos. Sé que llego varias semanas tarde, pero tuve una serie de contratiempos médicos. 

    Se trataba de excusas sin mucha trascendencia, pero que habían constituido la principal razón de la demora del castaño-rubio.

    Mientras aguardaba al pie de la entrada, revisó que llevara la varita mágica de nogal negro entre los pliegues de la capa de viaje, que en realidad era el disfraz cambiante, la cual cubría su vestimenta, que consistía en el mismo traje para ambientes extremos, de dos piezas y fabricado a base algodón, que el Black Lestrange usaba para ese tipo de travesías. 

    Esperaba estar a la altura de su nuevo mentor. 

     

    @ Báleyr

    • Me encuerva 1
  14. La sensación de que su forma física se hiciera añicos y volviera a reconstruirse le devolvió un poco de esa sensibilidad que había perdido tras meses seguidos en las trincheras, sorteando hechizos de alto poder y consecuencias que, aún ahora, intentaba comprender. Jugó con fuerzas que intentó controlar, y aunque lo hizo en cierta medida, pagó un alto precio por ello.

    Eobard, de la casa de Black Lestrange, se había levantado del catre de la cuarta planta de San Mungo, sanatorio al que habían llevado tras colapsar en medio de un duelo. Apenas volvió en sí, consiguió el alta a regañadientes, todavía quitándose una porción de un ungüento para cortes profundos al materializarse. Nunca le habían gustado los hospitales, y menos aún después de tantas visitas seguidas debido a heridas recibidas en combate. 

    Lo usual habría sido ir a la mansión de la que era patriarca, su bastión de tormentas y hogar desde hacía años. Pero una corazonada lo hizo cambiar de destino; del otro lado de las barras que coronaban el acceso, alcanzaba a distinguir el bien cuidado jardín, en el que resaltaban los rosales por encima de los árboles y otros ornatos. Colocó un dedo sobre la reja, sopesando si lo dejaría pasar, y para su fortuna así fue, ingresando ágil en los terrenos de la mansión Rosier. 

    Un viento habitual de inicios de noviembre lo recibió, por lo que escondió sus manos dentro de la túnica verde que se afanó del hospital, mientras la capa prendida a esta ondeaba a la par de la corriente de aire. Se podía sentir un ambiente primaveral, bastante distinto del que se percibía del otro lado de la demarcación. Juraría que Juliette habría impuesto algún hechizo meteorológico para generar esa aura de tranquilidad, pero también podía deberse a que él bajaba sus revoluciones después de semanas de locura.

    ⎯⎯¡Ah, del barco! ⎯ se anunció el castaño, encorvándose para recoger una de las rosas del sendero. La fragancia que emitían le llenaba los pulmones, recordándole que aún estaba vivo, pero por muy poco ⎯. ¿Será muy tarde para visitas? 

    Recordaba que la invitación de la Macnair-Rosier había llegado un par de años atrás, pero como bien habría dicho un célebre hechicero: «Un mago nunca llega tarde, sino en el momento justo». Habían sido tantas las idas y venidas de ambos, que prácticamente se podía decir que era un trato característico de su amistad el desaparecer y reaparecer cada cierto tiempo, como un bucle infinito que se renovaba en cada encuentro. 

     

    @ Juliette Macnair  No me mates, se me secó el cerebro (?)

    • Me encuerva 1

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.