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Eobard Thawne

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Mensajes publicados por Eobard Thawne

  1. Para su sorpresa, el escudo temporal que había creado para separar al licántropo y ellos del resto, fue quebrado como si se tratara de un espejo de mala calidad. Aunque tampoco esperaba que aguantara tanto, pues la magia del Black Lestrange era limitada, aún con el sinnúmero de hechizos que conocía y podía utilizar. Ada había optado por lidiar con la misteriosa figura que los atacaba, lo cual lo dejaba a él para lidiar con el hombre lobo, de quien sabía que era un duque, gracias a su reciente incursión en la mente de la viejecilla. 

    ⎯⎯Bueno, supongo que entonces nos toca bailar el tango a nosotros dos, señor duque ⎯sonrió por lo bajo, realizó una rápida floritura de varita en dirección al césped por el que se desplazaban las patas de la criatura ⎯. Defodio. 

    El rayo salió disparado de la punta de la varita de nogal negro, creando un agujero lo suficientemente amplio al impactar, como para que el licántropo descendiera por éste. Black Lestrange se aproximó a la orilla con la más alta cautela, solamente estirando el cuello apenas unos centímetros para poder observar al descomunal ser intentando trepar por la delimitación del hoyo. 

    No obstante, en ese momento, detener a un hombre lobo no sería la prioridad, pues Rosália les había dado nuevas tareas a través del enlace que compartía con ambos estudiantes. Para el caso del desafortunado joven, lo enviaba al castillo a buscar respuestas; últimamente no era bueno con los acertijos, pero haría su mejor esfuerzo por cumplir con la tarea que se le asignaba. 

    ⎯⎯Las paredes hablan, sí, veremos si estas están dispuestas a contar la historia, Arcana ⎯ recitó, echando una mirada hacia el breve combate entre @ Ada Camille Dumbledore y el otro sujeto antes de retirarse hacia la colina donde se erigía la morada del Duque. 

    Alcanzó a divisar las banderas verdes que ondeaban sobre las almenas al poco rato de ascender; dada la crisis en el centro, el pueblo parecía haberse replegado a sus hogares, de modo que no encontraría muchos transeúntes en el sendero. Conforme se acercaba, podía notar el descuido en la edificación, evidenciado por el crecimiento desmesurado de la hiedra, confiriendo a la roca un aspecto verdoso, como si la naturaleza y lo artificial se hubiesen fusionado y dado lugar a tan peculiar recinto. 

    Pasó por la entrada sin problemas, ya que no había guardias para detenerlo, pero su trayecto se encontró pausado cuando se coló a un corredor iluminado por antorchas, y por el cual venían dos personas que parecían una especie de curanderos, con túnicas que se arrastraban y llevaban un tomo cada uno bajo el brazo derecho, como si ambos fueran una copia tétrica del otro. Se escondió tras un pilar, aferrándose al musgo que crecía sobre la edificación, y recitó el Legeremens de forma no verbal. 

    »»El eclipse se acerca, y debemos rendir tributo al planeta de la Guerra. Un humano acabado de nacer deberá ser puesto bajo el brillo del astro rey, y cubierto con La Luz 

    Al inicio, se sintió como en una especie de burbuja, flotando en la nada, mientras los recuerdos se materializaban. Ambas figuras repetían el paso, como si también hubiesen ingresado a la memoria. Sin embargo, no era el castillo sobre el que caminaban, sino una serie de tiendas de acampar muy rudimentarias, probablemente de la Edad Media. Una de ellas llevaba una especie de orbe esmeraldino entre los dedos, posiblemente la luz a la que se referían. Atravesaron al Black Lestrange como si fuera humo, y siguieron su paso. 

    «Eso no me dice mucho», pensó, ahondando en el hechizo para saber si lograba extraer algo más de aquellas figuras con aspecto de sectarios. 

    Como si fuese una especie de lapsus, las tiendas de campaña comenzaron a moverse, similar a la reacción que habrían tenido de haberse encontrado con una fuerte corriente de viento. El Sol y la Luna ascendieron y cayeron, y las figuras iban y venían, mientras el entorno a su alrededor sufría cambios; las carpas de piel y los soportes de madera comenzaban a añadir roca, y eventualmente se erigían los muros de musgo con los que tanto se había familiarizado. Las piezas del rompecabezas comenzaban a embonar, aunque aún podría ser temprano para sacar conclusiones.

    Lo que sí podía casi asegurar, era que el Duque no era el primer licántropo del pueblo, sino uno de muchos recién nacidos en una larga sucesión de rituales en torno a un eclipse y un pedazo de esmeralda mal pulido. 

    @ Rosália Pereira

    • Me encuerva 2
  2. Paso a dejar la ficha para iniciar la caza del Horrocrux (?) A ver si tenemos suerte. 
     

    Ficha para indicar que se comenzó una Mazmorra:


    Participantes: 

    Nick 1: Eobard Thawne
    Link al perfil: Link
    Nivel del Personaje: 26
    Link a la ficha: Ficha
    Link a la bóveda: Bóveda

    Nick 2: Maida Black Yaxley
    Link al perfil: Link
    Nivel del Personaje: 24
    Link a la ficha: Ficha
    Link a la bóveda: Bóveda

    Link al Tópico en el foro herramienta de HL: Mazmorra
    Link al Tópico de la Mazmorra Abierta: Cueva del Horrocrux

  3. Apenas se había acomodado en unos dos o tres módulos del sofá, cuando la conocida voz de la Macnair-Rosier resonó en la estancia de la tienda de acampar, en contraste con la verbena que se vivía al exterior y que se escuchaba lejana gracias a los hechizos de privacidad impuestos. 

    ⎯⎯¿Te imaginas? Digo, tendrían el reto de superar a la incursión en el mundial del noventa y cuatro ⎯repuso el castaño con una media sonrisa, levantándose para recibir a ese rostro familiar ⎯⎯. Aunque, los jóvenes son creativos, seguro encuentran la forma. 

    Comprendía a Juliette bastante bien, pues reencontrar el camino de vuelta a los asuntos del mundo mágico no era tan sencillo como antes. Con una floritura de su varita, dispuso que el equipaje, o al menos lo que ella cargaba consigo, se acomodara en una repisa. 

    ⎯⎯Ni lo menciones, tampoco sabía si venir o no, así que creo que es una buena forma de retomar las cosas. Con algunas comodidades, para hacerlo ligeramente ameno. 

    Extendió los brazos en torno a la estancia; sí bien, ambos provenían de familias acomodadas, aquel tema de la opulencia entraba en juego debido a los riesgos de tener que dejarlo todo detrás, ya fuera por otra desdeñosa guerra o simplemente por excesos que los hicieran perder el camino. 

    ⎯⎯Conseguí un palco algo decente; las desventajas de estar muerto, van desde la negación de Gringotts a soltar tanto dinero en una transacción, hasta tener que suplantar a otras personas ⎯ ladeó la cabeza hacia la derecha, mientras sus facciones se suavizaban uno o dos años y dejaban paso a una versión suya con la piel menos bronceada ⎯⎯. Pero creo que es suficiente. Y creo que nunca te lo pregunté, pero, ¿ya habías asistido a un mundial de quidditch antes?

    Se guardó la varita en uno de los bolsillos de los pantalones cortos, y aunque la punta de nogal negro sobresalía, fácilmente se podía confundir con la tonalidad ocre. Mientras aguardaba por la respuesta de la Macnair, sacó un par de galeones de la camisa con vivos en azul marino y verde que contrastaban con los diseños escarlata de las flores; un estilo que habría sido alabado en Hawaii. 

    ⎯⎯Y, tal vez, podríamos pasar por un aperitivo de camino al estadio. 
     

    @ Juliette Macnair

    • Me enluna 1
  4. Ver que Runihura liberaba sus vías respiratorias y las oxigenaba rápidamente, hizo que Eobard también tomara una bocanada de aire, como si hubiese sido él la víctima del Cinaede. Debía admitir que estaba cansado, y las bajas temperaturas de la montaña en la que se encontraban, amenazaban con contagiarle un sueño pesado. 

    Pero no, debía mantenerse firme hasta el final. 

    ⎯⎯En el gran campo de las probabilidades, la suerte siempre juega un papel neutral, creo yo. Lo que puede ser bueno para uno, quizá para el otro es malo, así que diría que estamos a mano.

    Resultaba curioso que se intercambiaran ese tipo de ideas en medio de un enfrentamiento, o al menos, en los enfrentamientos que el castaño había tomado partido, lo usual era que sólo se machacaran entre ellos cual seres sin emoción. 

    Notó que la Uzza utilizó una táctica similar a la que había empleado para curarse del Sectusempra, por lo que su momento había llegado. No quería quedarse atrás en ese combate que seguro se prolongaría un poco más. 

    Conjuró el hechizo de Maldición de forma no verbal, intercalando así con el efecto que su instructora quería lanzar. De este modo, en vez de dejarlo mudo, el hechizo de su rival no funcionaría al haberse pronunciado mal, aunque fuera no verbal, simplemente haciendo aparecer una nube de confeti que rápidamente se mezclaría con los copos de nieve que caían en la cima. 

    ⎯⎯Muchas veces el intento no es suficiente, hay que hacerlo, o dejarlo si uno no está seguro. Como ahora, ¡Vara de Cristal! ⎯ bramó, causando que su varita de nogal negro cambiara a la forma cristalina de tono aguamarina con las ramificaciones que había vislumbrado. 

    Embrujo Punzante, pensó, realizando su jugada. 

    La primera ocasión, la joven Uzza había evitado que invocara aquella forma tan poderosa de magia, pero confiaba en que su estrategia funcionara. En vez de que saliera un rayo de la punta de su varita, el Embrujo Punzante se convirtió en efecto, desfigurando el rostro de la Uzza debido a una reacción alérgica. 

    No podía ni imaginar el dolor que sentiría debido a ello, pero lo más importante yacía en el hecho de que impediría que viera con claridad, por lo que su puntería no sería certera, sin mencionar la herida leve causada. 
     

    @ Runihura

  5. Dejó escapar un bufido de ironía a manera de complicidad ante las palabras de Juliette, dando así crédito a estas. Si bien el reencuentro se daba en medio de una demostración de las habilidades sociales y de baile de los asistentes, era casi seguro que no estaría exento de una que otra sorpresa. 

    ⎯⎯Te puedo asegurar que lo es, incluso para los que no lo ven así, pues es una señal de que han fallado ⎯ concedió el Black Lestrange, acomodando su brazo para acoger el de la Macnair-Rosier. 

    Aún no terminaba de dar crédito a sus ojos, y por un momento se planteó la posibilidad de que hubieran adulterado su bebida. Pero ahí estaba su cómplice de tantas aventuras, y en un momento dado, su compañera de bando con la que compartió un par de misiones. Alzo la copa a la misma altura que la de Juliette, a manera de completar el toast por aquella fructífera amistad. 

    ⎯⎯Por muchos más años metiéndonos en problemas de forma inconsciente.

    Se llevó el borde de cristalería a los labios, para beber con mesura. Su acompañante había planteado dos posibilidades, y aunque la decisión era más que obvia, decidió optar por el camino más tortuoso para ambos, extendiendo una mano en torno a la pista de baile, mientras en su índice derecho aparecía el anillo salvaguarda contra oídos indiscretos para asegurar que su conversación se mantuviera privada. 

    ⎯⎯Hay que mantener un poco las apariencias, tampoco me ayuda ser un patriarca que milagrosamente no salió hecho pedazos de la guerra ⎯ concedió el castaño, mientras intentaba guiarse con la joven de esmeraldina mirada al apaciguado ritmo de la música; seguro que ella era mejor para eso que el poco agraciado humano ⎯⎯. Así que, cuéntame, ¿qué es lo último que supimos el uno del otro? 

    Desde luego que, si el baile no funcionaba, sí que lo haría la bebida, pues ambas copas levitaban sobre las cabezas de ambos como si les siguieran el paso, con el riesgo de derrame que eso implicaba. 
     

    @ Juliette Macnair

    • Me enluna 1
  6. Zona de tiendas de campaña a las afueras del estadio - Previo a la final 

     

    Reconocía que la selva amazónica tenía su atractivo, pero el constante bullicio y la sensación de bochorno lo obligaban a refugiarse en su tienda de acampar de lujo, comprada en el Callejón Diagon, cada cierto tiempo. Se sentía como un anfibio regresando al estanque para refrescarse, y aquello tenía cierta pizca de gracia, considerando que se transformaba en un camaleón. 

    ⎯⎯Nada como un paradisiaco destino para una final del Mundial de quidditch ⎯ decía el castaño, mientras se derretía en la entrada de su tienda.

    Depósito la bufanda bicolor, que representaba a la escuadra de casa, sobre el perchero que recibía a los visitantes, disponiéndose a relajarse en el sofá modular de la sala, que hasta para su gusto era un tanto ostentosa. Todavía faltaba un buen rato para el encuentro, y el viaje lo tenía ligeramente agotado. 

    No había tomado un traslador en años, por lo que su estómago estaba pagando las consecuencias. Ya no digamos, la magnifica idea de usar bufanda en un ambiente tan caluroso. 

    ⎯⎯Esta final pinta a ser de esas que escriben en los libros de récords, ya veremos si supera la edición de los Estados Unidos.

    Por un momento, se remontó a aquella visita que había hecho al Mundial celebrado en Salem, en el que había tenido que suplantar a Jonah Wright, un periodista de un diario en Boston, para colarse a la máxima competición del deporte mágico por excelencia. 

    Si bien los partidos habían transcurrido con total normalidad en el tranquilo Massachusetts, una conspiración fuera de las gradas fue gestándose como el humo del Cinaede sobre una presa, ¿sería distinto en esta edición? Nada deseaba más en ese momento que probar las estrambóticas delicias que seguro estarían sirviendo en la sección de comida.

    Considerando su casi nula habilidad para montar una escoba, y el poco seguimiento que solía darle a los juegos, su esperanza de aquello fuera divertido yacía en si su invitación al partido final fuera recibida, y aún más importante, aceptada. 
     

    @ Juliette Macnair

    • Love 1
  7. Había intentado acompasar sus movimientos de cabeza con la música que en ese mismo instante retumbaba en las paredes del recinto, en un intento de relajar su mente. Aún podía escuchar a Rósalia Pereira, la Arcana de Legilimancia, hacer hincapié en las bondades de una mente vacía, pero sobre todo, concentrada. 

    La voz de Ada lo sacó brevemente de su ensimismamiento, tomando la copa de champagne que le ofrecía mientras realizaba una venia a modo de saludo. 

    ⎯⎯Los bailes no son precisamente mi tipo, pero haré un gran esfuerzo ⎯ respondió, inclinando ligeramente la bebida antes de darle un trago ⎯. En cuanto a la compañía, la noche aún es joven y seguro estará llena de sorpresas. Te lo agradezco, nos estaremos viendo. 

    Sin duda aprovecharía el tip de la anfitriona en caso de requerir un poco de aire. Mientras @ Ada Camille Dumbledore se marchaba a saludar al resto de los asistentes, el Black Lestrange intentó volver a adoptar el trance. 

    Aunque aquello no duró bastante. 

    Ya fuera por el sonido de los tacones que parecía acercarse cada vez, o por el tacto en su hombro, primero cauteloso y después más familiar; la voz que le hablaba parecía tener integrada la función del viaje en el tiempo, pues su persona se sintió por un momento de vuelta a los viejos tiempos, cuando ambos solían cometer todo tipo de fechorías en pro de un bien mayor. 

    ⎯⎯Los reportes de mi muerte fueron claramente exagerados, aunque es normal, fui yo quien los escribí ⎯ dijo al fin, abriendo los ojos para apreciar su reflejo sobre la glauca mirada de la Macnair, mientras sus labios formaban una sonrisa que acentuaba los hoyuelos en su rostro siempre joven gracias a la metamorfomagia ⎯⎯ Tu aparición es una sorpresa, debo admitirlo, pero una de las buenas.

    Alcanzó una copa de champagne de uno de los meseros, ofreciéndola a la joven Rosier, mientras le invitaba a que la acompañara en aquella muestra de autocompasión que había iniciado minutos antes. 

    ⎯⎯Entonces, ¿brindamos por nuestra aparente incapacidad para permanecer en el inframundo por tiempo prolongado? 
     

    @ Juliette Macnair

    • Me enluna 1
    • Me encuerva 1
  8. Aquel giro en los acontecimientos resultó interesante para el Black Lestrange, quien había aprendido a que aún los errores más elementales pretendían servir de aprendizaje. Tras su primer enfrentamiento con la guerrera del Libro de las Auras, había aprendido a no subestimar la tranquilidad con la que los Uzza reaccionaban a su método de duelo. 

    «Al menos esta vez no me puse yo mismo la pata invocando un Trol», pensó, mientras se lanzaba para recuperar la varita que Runihura había hecho saltar por los aires. 

    ⎯⎯Ciertamente, lo veo como una oportunidad de exigir más de mí, ya que de ser virtualmente invencible, probablemente no estaría aquí. 

    La guerrera Uzza parecía empatizar con él, algo que difícilmente habría creído posible por parte de esa raza de guerreros, al menos previo a conocer a la joven que, en apariencia dulce y traviesa, era una fiera combatiente dispuesta a llevar el duelo a los niveles que fuesen necesarios. 

    ⎯⎯Deseo que así sea, guerrera, pues la más grande secuela de nuestros enfrentamientos ha quedado en mi honor ⎯ sonrió con cierta ironía, consciente de que en ese punto ya no debía probarle nada a nadie, más que a él mismo ⎯⎯. Sin embargo, del deseo a la realidad hay un gran trecho. ¡Cinaede! 

    Con su varita en alto, pronunció aquel hechizo que se materializaría en forma de efecto. El gas venenoso que provenía de los Pétalos del Pensamiento, invisible a los ojos, aparecería alrededor de la Uzza y se adentraría en sus vías respiratorias, ocasionando cortes, para después derivar a su sistema circulatorio y nervioso en forma de parálisis. Aquello sin duda complicaría las cosas. 

    El Black Lestrange reconocía que no estaba aprovechando del todo las enseñanzas del Libro de los Ancestros, así que invocó a Kansho de forma no verbal, ocasionando que la daga de acero, cuyo filo era mortal, y de empuñadura adornada con piedras preciosas, apareciera en la mano en la que no sostenía su varita mágica de nogal negro. 

    Estaría listo para defenderse, ya fuera usando aquella arma ancestral o a través de su ingenio con los hechizos.
     

    @ Runihura

    • Me encuerva 1
  9. Conforme la montaña se amuralló, el Black Lestrange agudizó los sentidos. Definitivamente era demasiado bueno para ser verdad aquella tregua temporal que le había ofrecido Runihura; preparaba el campo de batalla, y él debía probarse una vez más ante la experimentada Uzza. 

    ⎯⎯Considerando la fragilidad que representa mi condición humana, realmente me sorprendería si no me envía por segunda vez consecutiva hecho pedazos ⎯ sugirió mientras le devolvía la sonrisa con vehemencia, más motivado para participar en aquel encuentro. 

    «El Libro del Caos dependía del azar, esto sin duda será diferente», pensó, sosteniendo su varita de nogal negro hacia Runihura. 

    Sería un mentiroso si decía que aquel ataque no lo había tomado por sorpresa; más aún, el sentir los cortes en su cuerpo por primera vez sin necesidad de que un rayo lo alcanzara, lo dejó helado. La joven iba más que en serio.

    ⎯⎯Esta…Esta vez no. 

    Aguantando el dolor por el ataque, pensó en un Curación para poder atender la herida de emergencia, dejándolo lo suficientemente vivo, aunque aún débil, como para continuar en la contienda. 

    ⎯⎯¡Vara de Cristal! ⎯ repitió el hechizo enseñado por la Uzza minutos atrás, confiando en que su estrategia funcionara. Pensaba en aquello mientras el nogal negro poco a poco se diluía en lo que parecía ser un material cristalino, de tonalidad aguamarina, su color favorito, y con ramificaciones similares al báculo de un mago de antaño ⎯. Expelliarmus

    Una estrategia peligrosa el intentar despojar a su oponente la varita; los poderes de la Vara de Cristal ocasionaron que el rayo que normalmente salía se convirtiera en un efecto, haciendo que la varita de Runihura saliera despedida unos tres o cinco metros lejos de ella. Tendría que perder una acción para poder recuperarla, lo cual le daba un respiro momentáneo al Black Lestrange.

    Aprovechando el lapsus, conjuró un Episkey no verbal para terminar de curar las heridas causadas por el Sectusempra. 

    • Me encuerva 1
  10. Casi como si la suerte le hubiese sonreído, se le permitió el ingreso a la sala del primer piso sin tener que devanarse los sesos en demasía. Apenas había intentando con un par de hechizos no verbales que pretendían anular encantamientos o permitirle el acceso, cuando la puerta crujió y develó el interior de lo que parecía una habitación venida a menos. Tal como había sentido al ingresar a la Torre del Dragón, ahí también emanaba una sensación de humedad, consecuencia del abandono y completa falta de mantenimiento estructural. 

    ⎯⎯Vamos, Eobard, no es el primer escondrijo que debes cruzar para conseguir fama y fortuna. 

    Aún con la varita iluminada en mano, ingresó con cierta cautela al recinto del primer piso, deseando por una vez el tener la visión periférica de su forma animal sin tener que transformarse en esta. Comenzó escuchando un sonido que parecía desvanecerse con el eco de sus pasos, como si estuviera sonando a las afueras de la torre. ¿Acaso estaba lloviendo ya? 

    No. Las gotas de lluvia emitían eco ruido de rebote que difícilmente podría escucharse con esa claridad, considerando el grueso de la estructura. Su recuerdo de cuando era empleado del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas le advirtió que fuera cauto, pues seguro se trataba de una criatura, o tal vez sólo era que se estaba volviendo paranoico, resultado del continuo aislamiento de su persona. 

    Al distinguir un aleteo plateado entre la penumbra y lo que iluminaba el hechizo, agradeció que todavía no se estuviera deslizando en tobogán hacia la locura. Pensó que se trataba de un hada, debido a la suavidad con la que realizaba el aleteo, pero en cuanto una masa cubierta de pelo oscuro y varias extremidades extra cruzó su campo de visión, reconoció que no se trataba de esos bellos ejemplares. Lo que parecía un elegante sonar, pasó a sonar como una orquesta de avispones. 

    ⎯⎯¡Claro que no moriré víctima de una mordida de Doxy! ⎯bramó, claramente identificando a las criaturas, debido a su experiencia con entes mágicos. En la mano libre, ya había extraído la Doxycida, un líquido negro que servía para eliminar aquella molesta plaga ⎯. Tomen un poco de esto, a ver si les gusta.

    Cubriéndose nariz y boca para evitar inhalar el brebaje, comenzó a rociarlo a su alrededor, atacando directamente a aquellos bichos que a menudo se ocnfundían con las hadas, pero resultaban más tóxicos que los duendecillos de Cornualles. Así, uno a uno fueron cayendo, víctima de la Doxycida, lo que le dejó al Black Lestrange un paso libre para poder seguir investigando la habitación del primer piso. 

    No había mucho qué ver, salvo un par de fragmentos de roca y charcos de agua, los cuales debían llevar años, o quizá, siglos ahí. Pero su búsqueda no fue infructuosa, pues eventualmente se encontró con lo que parecía ser una página amarillenta, cuyo texto no pudo descifrar del todo, pero que podía casi asegurar que se trataba de la primera página del libro de Albus Dumbledore

    La dobló por la mitad con mucho cuidado, para después guardarla en uno de los compartimentos de su vestimenta. Ahí estaría más segura que en su mochila, eso era claro. Sin nada más que investigar, salió de la sala del primer piso y comenzó el ascenso hacia la segunda planta a través de la escalinata de caracol, 

  11. ⎯⎯Sacrebleu. 
     

    Dada su amplia experiencia con el manejo de lenguas e idiomas, prácticamente había empleado el acento adecuado para emitir su reacción ante el golpe de realidad que vino a él en cuanto comenzó su caminata hacia la sede de aquella celebración en honor al país que fuera el sucesor de los galos. 
     

    Lo habían dejado pasar a los jardines  tras verificar que, en efecto, era uno de los invitados; había recibido la carta unos días antes, por parte de Ada, quien fuera su compañera durante la clase de la Arcana Pereira en Mahoukotoro. No se imaginaba asistir, pues no eran tan cercanos, y un baile no era precisamente su tipo de evento. Pero si había baile, había comida; y si se cumplía esa condicional,  seguro el Black Lestrange estaría por ahí. 
     

    Arribó justo en el momento en que la anfitriona daba inicio a la celebración, maravillándose con los encantamientos meteorológicos del recinto por unos segundos. Por si fuera poco, algunas parejas ya reinaban la pista de baile, por lo que decidió abordar a uno de los colaboradores que llevaban los bocadillos. 
     

    ⎯⎯Eh, joven, esos canapés no se comerán solos ⎯ sonrió con vehemencia, mientras extendía la mano para robarse uno de esos panecillos rellenos ⎯⎯. Me pregunto qué habrá de tomar, ¿tendrán algo de Bourbon, para una ocasión especial? 
     

    Como estadounidense, el asistir a ese evento quizá sonaba descabellado desde muchos puntos de vista, pero no podía dejar de lado el hecho de que Francia había apoyado a su país en su independencia cuando tan sólo eran un puñado de trece colonias. Aún evadiendo contagiarse del ritmo musical, se aproximó a una de las mesas para tomar asiento, depositando el sombrero de ala amplia con la pluma de faisán sobre el respaldo de la silla. 
     

    ⎯⎯Va a ser una noche larga. 
     

    Engulló una parte del canapé, detectando un sabor a cangrejo, mientras las migajas resbalaban sobre los encajes del cuello de su camisa. Con aquella tonalidad aguamarina en el saco y pantalones que se ceñían a su figura, sin mencionar el abotonado de bronce, bien podría haber pasado como un corsario retirado del siglo XVII. 

    • Me enluna 1
    • Me encuerva 1
  12. ⎯⎯En mi defensa, el único vicio que ha prevalecido en mi persona, ha sido el de los juegos de azar. Y ya vio usted cómo resultó eso. 

    Admiraba la condición física de la que hacía gala Runihura, mientras intentaba seguirle el paso en aquel empinado ascenso. Era natural, que siendo la más pequeña tuviera más resistencia. Y, detestaba admitirlo, pero lo hacía sentir un poco viejo, de la manera en que ni siquiera usando sus dotes de metamorfomagia podría cambiar el hecho de que a diferencia de su mentora, era un simple mortal jugando con fuerzas que no controlaba del todo. Era casi una ironía que rondara los veinte y muchos, y ya tuviera que lidiar con dolores de espalda ocasionales. 

    ⎯⎯Considerando que ya de por sí mi capacidad visual es limitada, perder un ojo no me afectaría mucho, pero tener más de uno en sitios que me interesan, eso sí que es útil ⎯concedió mientras acomodaba sus lentes sobre el puente de su nariz, tomando la broma de la Uzza con agrado; ese tipo de comentarios hacia que la clase se sintiera amena, fuera del hecho de que se tratara de una clase exigente, un momento de intercambio entre dos entes tan distintos ⎯⎯. La arena será mi nueva am...

    Un paso en falso. Uno de muchos que había dado.

    Al no apoyar bien sobre las botas, fue atrapado por el arrastre y la fricción que supuso el deslizarse por la superficie rocosa, recibiendo de lleno el impacto en su flanco derecho. Podía percibir que se había roto uno que otro hueso, además de que su hombro estaba dislocado. Aún en su miseria, alcanzaba a escuchar a la Uzza explicándole las bondades de la mítica Kansho, de la cual había escuchado por parte de sus familiares que ya habían completado el curso, pero nunca había visto con sus propios ojos. 

    «Un arma elegante, para tiempos más civilizados», pensó, mientras conjuraba un Curación para reacomodar sus huesos y continuar el ascenso. Pero aquello parecía imposible, pues su mentora había deshecho el camino por el que podría haber cruzado él, a partir de sus propios movimientos para librar los obstáculos. 

    ⎯⎯Creo que esa espada no me servirá para poder subir, ¿o sí? ⎯ preguntó, confiando en que Runihura entendiera que era algo retórico. El colgante con forma de alas de plata que parecía una abstracción de la snitch dorada, y era parte de los poderes del Libro del Aprendiz de Brujo paso de su mano libre a adornar su cuello ⎯. ¡La última vez que intente utilizar poderes de libros anteriores, casi me hacen papilla! 

    Vociferó con cautela, consciente de que, aún con la ligera nevada, la Uzza podría escucharlo desde la cima. Así, decidió dar el salto de fe y planear con suavidad hasta donde la más joven de los guerreros se hallaba concluyendo la explicación del hechizo que imbuía a la varita mágica de un poder tan antiguo, que hasta la hacía cambiar de forma. Se derrapó un poco al tocar suelo, víctima de las corrientes de aire, pero logró alcanzar a la Uzza después de un par de pasos más cautos que los primeros. 

    ⎯⎯Perdone, guerrera, un pequeño tropiezo. Esa vez que le mencioné, Badru hizo añicos uno de mis anillos que los que solía agrupar los poderes de los libros. ¿Un acto razonable? Tal vez, pero me ha ayudado a confiar más en cada elemento por separado. 

    Comenzó a recapitular lo que su instructora había mencionado mientras él luchaba por no salir disparado hacia la base de la montaña y romperse algo más importante que la dignidad, es decir, su estructura ósea. Llamaba su atención que sólo dos de los poderes fueran a utilizarse en batalla, pero seguro tenía que ver con el hecho de que, en la antigüedad, los primeros seres con magia no solían enfrentar directamente las amenazas que sí plantaban cara los humanos. 

    ⎯⎯Entonces, Kansho devuelve los ataques, incluso aquellos de alguien con un rango mayor al mío, excepto los que son lanzados por alguien que equipó la Vara de Cristal. Si mi lógica no me falla, las excepciones también se extenderían hacia los efectos, ¿no? Sinceramente, no me imagino deteniendo el gas del Cinaede blandiendo tal arma. 

    Tomó unos momentos para razonar su siguiente duda, que era con respecto al otro poder del Libro de los Ancestros. Aunque la definición era en sí, clara, su desordenada y ansiosa mente lo obligaba a dispersar esas dudas, antes de que otro Trol lo mandara a su hogar hecho pedazos. 

    ⎯⎯Lo de la Vara de Cristal me parece intrigante, porque es como si jugáramos con las leyes de la física, entonces si decido lanzar un Sectusempra, en caso de que impacte y esté equipada, no viajará un rayo, sino que le saldrán las heridas a la pobre alma que embruje. Pero mi duda recae en las invocaciones y efectos, en todo caso, al no considerar la aparición de un rayo del todo, no requerirían que se gaste la equipación de la vara por turno, ¿o sí? 

    Quizá eran preguntas obvias, pero debía estar preparado para lo que viniera, sobre todo considerando que podía casi percibir el peligro inminente en el aire. ¿Acaso era el Señor del Caos jugándole otra pasada?

    ⎯⎯Del amuleto anti-robo he comprendido su funcionamiento, ahora entiendo por qué nadie intenta robar las bóvedas trastero en Gringotts, aunque para lograrlo primero tendrían que evadir los miles de peligros. 

    Aquello lo hizo sentir melancólico de su tiempo como colaborador del Banco Mágico, una buena época que había marcado un antes.y un después. No obstante, debía centrarse en el aquí y el ahora, o Runihura tendría razón y sufriría de otro evento desafortunado. 

     

    @ Runihura

    • Me encuerva 1
  13. ⎯⎯Es posible que sí ⎯coincidió el Black Lestrange con una media sonrisa, al escuchar la propuesta de que la mala suerte era su eterna compañera en ese tipo de travesías. Pero también la Uzza tenía razón en el exceso de confianza, y de eso había tenido suficiente en tiempos pasados, quizá ese era el motor de cambio que lo haría trascender ⎯. Tuve un mentor hace un tiempo, quien decía que mientras más grande la soberbia, más alta era la caída. Y bueno, parece que tuvo razón. 

    Mientras Runihura le explicaba el primero de los objetos que venían con el libro, y en este se trazaba una breve explicación del mismo, el castaño hizo lo propio para sacar el frasquito de arena a través de un encantamiento convocador. En esencia, tenía un funcionamiento muy similar al de otra arena que había aprendido en un curso anterior. Aunque, tenía sentido, pues si uno la lanzaba a ojos de un oponente, tendría un efecto no tan agradable. 

    ⎯⎯Es similar a la Arena del Hechicero, por lo que veo. Sólo que, a diferencia de esta, la Arena Mágica del Desierto no parece estar hecha con los huesos cristalizados de un mago muerto mediante fuego, y la duración de la ceguera es menor a comparación. Sin mencionar el uso que tiene en pociones, seguro que intentaré utilizarla la próxima vez que haga un brebaje calmante. 

    También le explicó otro de los elementos que acompañaban al conjunto de poderes, el único anillo de ese libro, de hecho. Mientras la joven Uzza comenzaba su andar hacia la zona montañosa, que parecía recibirles con una tenue nevada, el Black Lestrange hizo su mejor intento por seguirle el paso, sabiendo que los Uzza eran guerreros que se encontraban en un pináculo de condición física y mágica que ningún humano, con toda la preparación posible, sería capaz de alcanzar. 

    Agradeció haber llevado aquel atuendo acogedor, adecuado para la escalada que estaban a punto de emprender. 

    ⎯⎯Y, entonces, el Anillo de Presencia funciona como si uno tuviera un Ojo Mágico, ¿no es así? ⎯ inquirió, una vez que logró seguirle el ritmo a Runihura. Con base en la descripción, podía recordar aquel aditamento que había usado el auror Alastor Moody ⎯. Podemos ver todo y a todos los que haya en el lugar en que se deje la gotita de esencia, sin necesidad de estar presente.

    Eso sin duda era bastante práctico, por lo que podía dejar una serie de gotas del mencionado anillo en los lugares que solía frecuentar, como sus negocios o la misma mansión Black Lestrange. Le causaba una cierta intriga, que despejaba cada que un copo de nieve o la pelusa nevada caía en sus mejillas y era derretida por su calor corporal. ¿Habían sido esos los primeros indicios de la magia en ese mundo? 

    Tenía sentido, considerando que los primeros magos siempre habían estado rodeados de misterio, y parecían haberlo visto todo cuando se presentaban diversas problemáticas, para las cuales ya tenían al menos una idea de cómo resolverla. 

     

    @ Runihura

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  14. Debía admitir que la situación en la que los había puesto la Arcana tenía tintes de gracia, por no sucumbir a la preocupación que le generaba el que un licántropo atacara un pequeño pueblo. Eso era mucho más emocionante que la vez que lo habían hecho coexistir con reptiles en el subterráneo de Boston, para ver si podía dominar su lado animago. Viendo que Ada intentaba distraer a la mujer que, extraña y decididamente había ido directo a aporrear a la criatura, conjuró un Oppugno alrededor del grupo, provocando que algunos de los volantes y demás decoraciones, que tanto esmero había puesto el pueblo en elaborar, circularan peligrosamente, separándolos del resto. 

    ⎯⎯Eso nos dará algo de tiempo, espero ⎯comentó el castaño, asintiendo con la cabeza hacia su compañera ⎯. La verdadera pregunta es, ¿quién y cómo logra alguien transformarse a plena luz del día?

    Inconscientemente, sabía la respuesta a su pregunta, pues la magia de los Arcanos era poderosa, y seguro que la de su mentora no era la excepción. Estaban en un campo de probabilidades en ese momento, y estaba decidido a aprovechar para jugar el azar a su favor. Como la mujer había quedado en el paso entre el escudo de objetos y su hogar, aprovechó para aproximarse a ella. 

    ⎯⎯Legeremens. 

    Susurró, dirigiendo su varita hacia la pobre alma, quien minutos antes parecía tener un gran desprecio por el ser sobrenatural. Ingresar a su mente, a diferencia del hombre lobo, fue mucho más sencillo, aún con el orgullo herido que tenía el Black Lestrange tras fallar en su incursión a la mente del licántropo. 

    «Mis pequeños, ayúdenme con la harina. Quiero que estos manjares estén listos para la fiesta del pueblo en honor al Duque»

    Poco a poco, la escena fue materializándose, conforme Eobard descendía como en cámara lenta hacia el recuerdo. Casi se podía sentir el bochornoso calor en aquella cocina, gracias al horno de piedra que ocupaba gran parte de la habitación. La mujer, notablemente más joven, pedía la ayuda de su descendencia, quienes la miraban desde el acceso con cierta preocupación. La pequeña habló con voz preocupada, pero a su vez quebradiza, como si la esperanza le estuviera siendo arrebatada. 

    «No entiendo por qué le debemos tributo a ese...duque, mamá. Sólo lo vemos en esas ostentosas fiestas nocturnas para acrecentar su ego, sin mencionar que ni siquiera sus sirvientes son merecedores de su presencia en ese horrendo castillo en el que vive».

    La mujer ahogó un grito de sorpresa ante las palabras de su hija. Una parte de sí, sabía que tenía razón. A sus espaldas, otro recuerdo se formaba de entre la nebulosa que simbolizaba lo enmarañada que era la mente; las primeras rocas de la edificación que ahora coronaba el pueblito, eran colocadas. Cosa curiosa, es que se realizaba de noche, como si tal acto tuviera que realizarse en secreto, para protegerse de ojos curiosos. 

    «Aquí se erigirá un templo para la iluminación. Serás tú el guardián de dicha luz, y tendrás a tu cuidado al pueblo que juraste proteger. Pero si te atreves a abandonar esta fortaleza a la luz del día, mostrarás tu verdadero ser. Aún cuando la luna no sea favorable»

    Una figura encapuchada le hablaba a otra que tenía la misma forma que el humanoide que había observado al intentar leer la mente del hombre lobo. ¿Eran acaso la misma persona? Eso podría explicar por qué atacaba de día. Tal vez el famoso Duque era una especie de dios para ellos, y le veneraban a la luz de la luna. Pero algo en la actualidad parecía diferente. El pueblo celebraba, sí, pero él parecía no estar satisfecho con eso.

    ¿Acaso se habría cansado de salir de noche, que decidió por fin encarar a su pueblo con su verdadero ser?

    Finalizó la incursión, ralentizando temporalmente el encantamiento para que la mujer pudiera escapar de allí. Entonces se giró hacia Ada, volviendo a la forma física con la que ella le había conocido al iniciar la clase. Conforme se aproximaba, conjuraba toda serie de hechizos calmantes, sabiendo que no sería suficiente una vez que la criatura recobrara las fuerzas. 

    ⎯⎯Creo que la criatura vive en ese castillo a lo alto. Y que no debe salir de allí, pero pasa algo más aquí, estoy seguro. Tal vez sea prudente interrogar a otros, además de intentar leer a este...ente. ¿Qué opinas?

    @ Rosália Pereira  @ Ada Camille Dumbledore

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  15. «Y es por eso que necesitamos tu ayuda, querido primo». 

    Ladeó la cabeza hacia su hombro izquierdo, sin molestarse en disimular la extrañeza ante la razón detrás de la petición de Cassius; él tenía cierta jerarquía en MACUSA, sobre todo en temas inherentes al manejo de las criaturas mágicas, además de ser un magizoólogo excepcional. A diferencia de su primo, Eobard, si bien tuvo un periodo de gran crecimiento profesional en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas del Ministerio de Magia inglés, se había alejado hacía un tiempo de aquella rama que implicaba el trato con diversos seres y entidades imbuidas de características mágicas. 

    ⎯⎯Curiosa historia la que me contaste, Cassius. Sabes que confío en ti, y que no veo el inconveniente de meterme en una torre embrujada por un par de páginas amarillentas ⎯dejó escapar una risa de ironía ante la perspectiva de tener que emprender ese viaje en solitario⎯, pero me preocupa más lo que harán tus superiores cuando pongan sus garras sobre ese Opaleye. 

    ⎯⎯Sabes tan bien como yo, que intentarán sacar provecho. Sin embargo, prefiero que lideres la expedición tú, que dejarlo a un puñado de aprendices que morirán en menos de lo que termino de decir "Ilvermorny". 

    Encogió los hombros mientras resoplaba en favor del comentario del actual patriarca de los Thawne, la familia que lo había acogido desde su nacimiento y hasta su partida hacia Europa. No se debían nada, pero Cassius le había abierto las puertas de regreso a la familia, y también había intercedido en sus "roces" con el Mágico Congreso. Considerando que venía de una serie de aventuras y desventuras durante las clases de Uzzas y Arcanos, aquello podía considerarse un paseo en el parque, a comparación de lo que había experimentado y todavía le faltaba por lidiar en su búsqueda del conocimiento. 

    ⎯⎯Bueno, me convenciste. Veré qué puedo hacer, considerando que hace años no hago trabajo de campo. Y claro, con la condición de que tanto la familia Black Lestrange como la familia Thawne reciban una compensación en metálico, en caso de mi devastadora muerte, ¿qué te parece?

    Ambos emitieron una carcajada a manera de aceptar los términos. El Black Lestrange no lo admitiría abiertamente, pero se moría de ganas por realizar ese viaje; no sólo por la idea de enfrentarse a un desafío que no había encarado antes, sino también por el hecho de contribuir al rescate de textos mágicos que, considerando el autor que los había escrito, bien podrían considerarse invaluables. 

    ⎯⎯Entonces tenemos un trato, o al menos algo parecido, ¿no? ⎯inquirió Cassius, entregándole al castaño una identificación temporal que lo reconocía como un colaborador temporal de la máxima autoridad mágica de Norteamérica ⎯. Tu traslador sale en dos horas, deberías prepararte. 

    Con tan poco tiempo de antelación, no alcanzaba a cubrir gran parte de los suministros que tenía en mente; pero tampoco era como que aquello fuera a durar semanas o meses, así que una vez tuvo a la mano su mochila con fondo interminable, gracias al hechizo de expansión indetectable, y su tienda de campaña de lujo perfectamente plegada, tomó el traslador en forma de taco de billar que lo llevaría a Papúa Nueva Guinea. 

    Tuvo un cálido recibimiento a su llegada a la comunidad que había encontrado el libro de Dumbledore, más que nada por su soltura con las distintas lenguas e idiomas. Consiguió que le guiaran por aquel paradisíaco país, que a ratos le recordaba de sus repetidas vacaciones en la isla de Aruba, hacía un par de años. Apenas divisaron la Torre del Dragón, los nativos le indicaron que a partir de ahí, quedaba en sus manos lo que fuera que planeaba hacer para domar a la bestia. 

    Así pues, montó la tienda de acampar a unos metros de la entrada a la edificación, que ya de por sí le parecía tétrica. Quizá tanto como lo había sido la Fortaleza Mortífaga en sus años formando parte de las filas tenebrosas. Pero, al igual que con ese inmueble, la Torre tenía una cierta aura que lo invitaba a entrar, a arriesgarse sólo por tener el placer de explorarla. 

    ⎯⎯¡Qué comience la incursión a la Torre del Dragón! Y que la suerte esté siempre de mi lado. 

    Aquel grito de confianza fue más para romper el sonido de los insectos en la periferia, que para darse ánimos. Después de haber cursado el Libro del Caos, sabía perfectamente que el azar era un factor influyente en todo lo que hacía, y que las fuerzas del Caos eran volubles, por lo que no siempre podía esperar resultados favorables. Con varita en mano, ingresó por el único acceso que alcanzaba a ver a nivel de suelo, dejando los nervios en lo más recóndito de la tienda de campaña. 

    ⎯⎯Pero qué oscuro está aquí. Lumos ⎯susurró, a la par que la punta de su fragmento de nogal negro se iluminaba y aumentaba su rango de visibilidad. Por lo que alcanzaba distinguir, se encontraba en un hall o recibidor un tanto reducido ⎯. Acogedor. Parece que los que lo construyeron eran minimalistas. 

    Halagando el estilo seleccionado por los constructores del recinto, conjuró un Lumos Maxima con dirección al techo, para poder averiguar qué tan lejos se encontraba de la cima. El hechizo mejoró la iluminación, por lo que pronto se encontró encaminado hacia la escalera de caracol venida a menos, víctima del enemigo más silencioso: el tiempo. No obstante, era seguro ascender hacia lo desconocido. 

    Gracias a su iluminación temporal, pudo percatarse de la existencia de puertas en cada planta. No estaban abiertas, y tampoco veía que tuvieran picaporte, o algún mecanismo habitual. En su lugar, estaban acompañadas por una serie de símbolos, que aún con su conocimiento de Runas Antiguas, no alcanzaba a descifrar del todo. Tal vez se trataba de un acertijo, por lo que quedaba apelar a su deducción y a sus instintos. 

    ⎯⎯Y si hago volar cada una de las puertas, hasta reunir las páginas que faltan? No...Haría mucho ruido, y quizá me convierta en la cena de algo antes de que logre poner un pie fuera de este sitio. 

  16. Una masa irregular lo perseguía blandiendo un mazo del tamaño de un árbol, mientras bramaba palabras ininteligibles. El Black Lestrange era rápido, pero el Trol parecía decidido a terminar lo que había iniciado en la prueba del Libro del Caos. Halló un recoveco en una formación rocosa, por cuya entrada sería bastante difícil que el bruto lo alcanzara. Y así fue, pero su momentánea paz se vio mermada cuando, al encender la luz de su varita, la sangre comenzó a emanar de su cuerpo como si lo hubieran agujereado cual queso. 

    Abrió los ojos de golpe, encontrándose con el abovedado techo de su habitación en la mansión Black Lestrange. Casi por instinto, tocó su torso, para cerciorarse que aquello fue producto de su retorcida mente. Las heridas habían ido sanando a un ritmo adecuado.

    ⎯⎯Estuvimos cerca, o tal vez todo fue una serie de juegos mentales ⎯repuso con cierta gracia en su voz, recordando lo último antes de caer muerto en duelo. Seguro su familiar, quien fuera que recogiera el cuerpo, se echó una buena carcajada cuando le contaron cómo cayó en batalla. 

    Comenzó a prepara su siguiente viaje, echando un ojo cada cierto tiempo al libro que habían dejado sobre la mesita a los pies de la cama. Emitía una cierta energía, como el del Caos, pero a diferencia de este, se sentía como magia muy antigua, incluso de tiempos previos al uso de las varitas. Estaba acompañado de una nota que rezaba «Por favor, intenta no morir de nuevo». 

    Por la única ventana, parcialmente abierta, podía escuchar el crujir de las hojas de los árboles; un sonido particular, considerando que la época de viento solía llegar a finales de Agosto. Al inicio creyó que era solamente la flora, pero gradualmente comenzó a encontrarle sentido al mensaje. Y no sólo eso, la voz que lo llamaba parecía tener un gran parecido con Runihura. La expectativa de que, posiblemente, moriría dos veces seguidas a manos de la misma Uzza, era inspiradora. 

    Minutos después, abandonaba la casona de la familia, decidido a continuar su travesía del conocimiento. Llevaba los aditamentos que venían con el libro en una mochila de fondo interminable, colgada a la espalda cual explorador, mientras que este levitaba a un lado suyo a manera de acompañante etéreo. 

    ⎯⎯Querido Horace, si no escuchas de mí en varios días, pregunta en Uagadou si salí ileso. 

    Despidiéndose de su elfo doméstico con la diestra en alto, conjuró un Haz de la Noche lo suficientemente amplio para poder cruzar, pensando en que su destino fuera donde las hojas le susurraban. Fue recibido por un clima estival, común en casi cualquier bosque. Y más aún, en aquellos próximos a cordilleras como la que se elevaba sobre sus cabezas.

    ⎯⎯¡Qué grata sorpresa, guerrera! Antes que nada, lamento mi pésima actuación en el combate más reciente ⎯saludó jovial a su instructora, que aunque físicamente parecía una pequeña, emitía esa sensación de poder más allá de su compresión ⎯. Espero la suerte me sonría en este libro, aunque no influye del todo, creo. 

    Dedicó una ligera inclinación para indicar que se encontraba listo para comenzar su enseñanza. Agradeció haber llevado un atuendo térmico, similar al de los alpinistas, pues era casi seguro que abandonarían la seguridad que les inducía estar cerca de la tienda de campaña. 

     

    @ Runihura

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  17. Siguió a la Arcana y a Ada con paso tranquilo, mientras el sendero poco a poco se fundía con el entorno, como si ese paranomal pasaje llevase eones ahí. Se preguntaba si aquello era real, o sería alguna ilusión; no sería de extrañar que la Arcana los estuviera poniendo a prueba para ver si podían lidiar con algo que sucedía dentro de su cabeza, pero no dejaba de ser real. 

    Esbozó una media sonrisa al escuchar las palabras de Rosália, quien les daba indicaciones respecto a lo que tendrían que hacer allí. Su compañera parecía preocupada por el hecho de que usarla podría significar la diferencia entre la vida y la muerte; él lo encontraba un poco más divertido, emocionante por usar la Legilimancia en una situación más cotidiana, pero consciente de que era un elemento que claramente podría definir hasta el futuro de una comunidad. 

    ⎯⎯Va a ser divertido, sobre todo por que los problemas parecen aproximarse peligrosamente ⎯puntualizó el castaño, mientras la Arcana se esfumaba de su campo de visión ⎯. De casualidad, ¿tienes experiencia lidiando con criaturas mágicas?

    Siguiendo la idea de ella sobre mezclarse entre los lugareños, el disfraz cambiante que llevaba encima de su ropa adoptó la vestimenta de un fraile, con una túnica marrón que arrastraba apenas unos centímetros, y modificó su cara usando la metamorfomagia, para quedarse con la barba, pero lucir el corte habitual de dichos líderes religiosos. Parecía una variante del mítico fraile Tuck, uno de los varios aliados de Robin de Locksley. 

    El pueblo parecía estar en medio de una celebración, posiblemente una justa; alcanzaba a ver algunos tendidos a los costado de las casas, donde grandes y pequeños se arremolinaban para comprar comida. Eso, hasta que el alarido comenzó a dispersarlos. Si lo analizaba con mayor sutileza, más que un animal, parecía un humanoide; similar a la fisionomía de los licántropos al transformarse. La tonalidad azulada de sus globos oculares le indicaba que su idea tal vez no era tan descabellada. 

    ⎯⎯Podríamos intentar leer su mente al mismo tiempo, para averiguar el por qué de su comportamiento. 

    ¡Maldita sea! Debió preguntarle a Rosália si la lectura de mentes de entes no necesariamente humanos era lo ideal. Posiblemente no. Debían empezar por algún sitio, de modo que quedaba descartar la opción más sencilla desde un inicio; enarboló la varita de nogal negro, buscando los ojos del peludo de tres metros de altura, y pronunció Legeremens como si su vida dependiera de ello. 

    Había vaciado su mente unos segundos antes, para asegurar un mejor resultado. Sentía como su cuerpo se deslizaba hacia el iris de los ojos del críptido, como si fuese agua. En un inicio no vio más que oscuridad, pero comenzó a distinguir una silueta tenuemente iluminada. Pretendió acercarse a esta, pero una serie de barreras en forma de enredaderas lo catapultaron hacia atrás. La defensa fue tan eficaz, que el castaño, de vuelta en sí, se tambaleó hacia atrás. 

    ⎯⎯¿Tuviste suerte? ⎯preguntó a Ada, sacudiéndose el pasto de su vestimenta; quizá a ella le había ido mejor ⎯. Me ha sacado de su mente, es fuerte. Tal vez estando en reposo, podamos leer su mente más fácil. Pero para ello, primero debemos atraparlo. 

    O forzarlo a retirarse. Pensaba también en aquellos habitantes, que seguro tendrían información en sus mentes que compartirían respecto a la identidad de la criatura; pero no podrían hacerlo en un estado de crisis, donde se dificultaría tanto al legilimante como a su mente objetivo.

     

    @ Ada Camille Dumbledore

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  18. Aún no se ha determinado si apruebo o paso la clase, pero leí en las reformas que en teoría se podría comprar el libro posterior al que estoy cursando, si ya se ha abierto el topic de la prueba xD Si ya no está vigente eso, pues nada, me avisan y aguardo al veredicto de la Uzza 👀

     

    ID: 121079
    Nick: Eobard Thawne
    Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Trastero
    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda
    Link a Tópic de la clase o a la prueba: Prueba
    Nivel Mágico: XXV
    Fecha: 2022-06-30

    Nombre del producto: Libro de los Ancestros
    Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizos 
    Nivel (del libro): 25
    Precio: 25000 G

    Precio total: 25000 G

  19. Lo estaba pasando de lo lindo en aquella prueba. Sus expectativas al inicio de esa travesía, había sido superadas por mucho en ese punto. De no ser por el enfoque que estaba vertiendo hacia el combate con la Uzza, podría haberse cuestionado por qué Badru le hizo la vida tan imposible en el libro anterior. Pero el pasado era historia, y debía enfrentarse en el ahora, cuando las fuerzas del Caos parecían estar cerca de ganar esa partida. 

    ⎯⎯Ese ha sido bueno, guerrera ⎯repuso el castaño, agradeciendo el alivio cómico que suponía la aparición de Peeves en el duelo. Decidió completar aquello para no perder el hábito ⎯Peeves, ¿sabes por qué despidieron al reloj? ¡Por atrasarse! Considero que es un clásico. 

    Aquello no había sido suficiente para distraer la atención de su oponente, tal como el Black Lestrange había esperado. Se había protegido del ataque que pretendía ocasionarle heridas sangrantes, tal como él había hecho lo propio con las flechas que le había lanzado. Las cosas parecieron empeorar con la aparición del Señor del Caos en persona, quien le brindaría su manto protector a Runihura, a pesar de que no lo necesitaría del todo. 

    Casi como un paralelismo temporal, se sintió de vuelta al inicio del duelo, pero ahora era ella quien le lanzaba la Arena del Hechicero. El Black Lestrange, análogamente, estaba decidido a replicar la estrategia que su instructora había empleado para defenderse en primer lugar. 

    ⎯⎯¡Cantar de Eleboro!

    La vibración musical casi inaudible emanó de la punta de su varita de nogal negro, generando una peculiar vibración a su alrededor, con lo que no sólo restauraba la vista que antes había perdido Eobard gracias a la arena, sino también protegía sus sentidos contra futuros ataques de ese estilo. 

    ⎯⎯Que conste que no había querido usar este recurso antes, pero solamente jugando los dados y el azar es que uno puede aproximarse a controlar las fuerzas del Caos. Así que, invoco al Señor del Caos.

    Lanzó el dado de siete caras mientras pronunciaba dichas palabras. Aunque era un eufemismo, considerando que dicha entidad ya se encontraba allí con ellos, guardándole las espaldas a la Uzza. Él confiaba en que aquello resultara bien, con un resultado de 1 ó 5 para traer al Cíclope o la Ninfa de su lado. Sin embargo, grande fue su decepción al ver que obtenía un tres, y una masa irregular con un pestilente aroma se materializaba de su lado del campo de batalla. El Trol había entrado en la refriega. 

    ⎯⎯Ah, maldita sea, como si lidiar con Peeves no fuera ya suficiente ⎯el castaño puso los ojos en blanco ante el gruñido de la criatura, quien parecía no enterarse de lo que sucedía, y sólo tenía ojos para su persona. El segundo gruñido fue más bien un aviso, para que él preparara su defensa. 

    No le dejaba muchas opciones, dado que debía defenderse tanto de Runihura como del Trol, por lo que estaba en una encrucijada. Hasta que se le ocurrió una forma de ganar algo de tiempo. Al menos, el suficiente para pensar en una forma de evadir al Trol con mayor eficacia. 

    ⎯⎯¡Fortificum! ⎯ bramó, mientras que un muro ligeramente ondulado de unos dos metros emergía del suelo para cubrir el frente de batalla, donde estaba Runihura, y los dos flancos, para evitar que el Trol lo aporreara. Estaba hecho de titanio, que según recordaba, era un metal resistente a varias situaciones. 

    La muralla lo protegía del árbol que había lanzado la criatura hacia su persona usando el hechizo Mobiliarbus. Pensaba de dónde habría sacado el árbol, pero fuera del hecho de que hacía poco habían estado próximos a los entornos de cada encarnación del Caos, era posible que la misma magia caótica genera árboles de la nada. 

    @ Runihura

     

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