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Litah Black Lestrange

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Mensajes publicados por Litah Black Lestrange

  1. - Señorita, lamento decirle que lo está produciendo su "Evanesco" es que se puedan levantar cargos contra usted al desacatar una orden y un hechizo de una persona totalmente calificada para realizarlo en el Ministerio de Magia, como la Srta. Potter Black -seseó por fin desprendiéndose de su lugar, sin hacer ningún tipo de ademán adicional al de la caminata.

     

     

    ¿Es que acaso la Orden había perdido el poco juicio que le quedaba? No podían simplemente venir al Ministerio de Magia a tratar de mandar sobre los funcionarios porque simplemente se les cantaba o porque el día había amanecido particularmente hermoso y entonces, que buena idea, vamos a ver que tan de bien se nos da eso de ir al Ministerio. Claro que no.No eran ellos los que impartían justicia en el Mundo Mágico, y debían dejar de pensar eso, o los problemas serían mayores. Ahora, ¿Darla querían enviar a Adryane al Cuartel de Aurores? Y es que sin Azkaban, pues era el único lugar al que se le ocurría podíamos acudir para formalizar las denuncias.

    - La ilegalidad de vuestros actos no radican en hacer una "Rueda de Prensa" en el Atrio del Ministerio, sino en no haber solicitado el permiso para ello —dijo nuevamente— si tienen un permiso firmado por algún funcionario del Ministerio, por favor, muestrenlo y así ns acabamos con este dime y direte que la verdad, comienza a no tener forma.
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  2. Mientras la pelinegra seguía esperando alguna orden por parte de sus jefes o la llegada de Fengari, lo que sucediera primero, pues nada, necesitaba entender lo que hacían los odefos dando patadas de ahogados con sus argumentos. Algunos, como bien ha señalado Darla, de casi dos años de antigüedad. “¿Dónde estaba yo hace dos años?”, pensó intentando relacionarlo, estaba fuera del bando, eso era cierto, pero ahora no estaba más metida que en ese entonces, así que básicamente era lo mismo.

     

     

    Escuchó con atención a Adryane, que parecía la fenixiana más vehemente de todas, echando argumentos y atizando a los empleados del Ministerio. ¿Es que en serio no se daba cuenta que estaban completamente fuera de lugar? Lanzó una lista y una punzada de preocupación cruzó el pecho de la rizada. ¿Estaría su nombre ahí?

     

     

    Respiró sonriente, no, no estaba involucrada. “Bien hecho, jovencita”, masculló en la mente la voz de su padre biológico, quién tampoco estaba. El que si estaba era su padre adoptivo, pese a no pertenecer más al bando oscuro. Incluso aquella lista estaba desactualizada. Revisó los nombres uno por uno, sonrió, conocía algunos nombres. Sobretodo uno de ellos, el anillo de compromiso en su dedo le apretó más. Bufó.

     

     

    - A ver—dijo por fin, al ver que ya algunos hechizos salían—, a mí, particularmente me parece perfecto que quieran aclarar las cosas y poner los puntos sobre las íes respecto a la banda de la Orden del Fénix. Recuerdo con claridad cuando niña escuché sobre la formación creada por Albus Dumbledore, todos, creo, podemos reconocer que fue un mago valioso para nuestra comunidad. Sin embargo —aclaró—, no entiendo que les da la autoridad para ustedes mismos exponer los hechos, juzgarse y declararse inocentes. Existen autoridades dentro del Ministerio, y no está en sus manos juzgar lo que los trabajadores de este lugar hacemos o dejamos de hacer. Con respecto a eso de enviarlos a Azkaban, me parece perfecto, tanto mortífagos como fenixianos, el detalle es… ¡Que Azkaban está cerrada! —Bufó en dirección a Lisa Weasley que al parecer no leía el profeta— Seamos conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor y dejemos la paranoia, nadie saldrá del Ministerio, ni fenixianos, ni empleados de las oficinas, ni mortífagos, si los hubiera aquí presentes.

     

     

    Miró alrededor y si, distinguió algunas caras, las de los fenixianos casi eran de hambre, querían a toda costa que algún brote mortífago se destapara y la verdad, es que, aunque tentados, nadie lo hacía aún. La pelinegra por su parte, sólo estaba preocupada e interesada por lo que le correspondía hacer como auror del Ministerio de Magia, la pelea de bandos no se formaría en una rueda de prensa llamada por los Illuminati, es decir, los fenixianos.

     

     

    - Ahora, ustedes darían un grandioso ejemplo de colaboración, si bajaran de su pedestal de “estar dirigiendo esta reunión”, y dejaran que seamos nosotros los que hiciéramos las preguntas. El que nada debe nada teme. Y Adryane, como no sean comprobados los cargos que alzas contra los miembros de esa lista, tu bóveda en Gringotts sufrirá una horrible reducción de sus ingresos con todas las demandas por difamación, te estás yendo contra familias de renombrado estatus dentro de la Comunidad Mágica, ¡Por Morgana! —exclamó poniendo el mejor rostro de sorpresa que tenía— ¿Los Malfoy mortífagos? ¿Los Black?...espero por el bien de tu libertad y tu posición económica, que tengas como sustentas aquella acusación, y además liberarte tú misma por pertenecer a una banda, que hasta este exacto segundo, también está considerada como delincuencial por parte del Ministerio de Magia.

     

     

    Casi no se había movido de su sitio, y en realidad, preferiría no tener que hacerlo, apelaba a la poca ecuanimidad que los fenixianos estaban demostrando. Darla estaba cerca de la fuente, Aaron estaba fuera de su vista, lo mismo que Seba y Desireé. Exhaló cansada, tenía cero ganas de enfrentarse con nadie, incluidos mortífagos.

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  3. Bueno, pudo solicitar trabajo en Gringotts, y en San Mungo, sus conocimientos de pociones habrían sido bien recibidos. Pero no, fue justo a meterse en el Cuartel de Aurores, que manía de complicarse la vida.

     

    Sonrió mientras salía detrás de una de las columnas del Atrio, ubicó con la mirada a algunos compañeros aurores y esperó a ver aparecerse a su nieta, pero nada. Caminó, pero no encontró paz en su taconear.

     

    Acarició su muslo asegurando que la varita estuviera lista por si aparecían mortífagos y más fenixianos a hacer líos. Solo necesitaban una orden y todos los aurores actuarían, or mucho que ellos hablaban, tanto Marca como Orden, seguian estando fuera de la Ley.

     

    Se acercó a Enrick, antiguo jefe auror de su oficina y le sonrió ignorando un poco el parloteo.

     

     

    - Creo, que aquí falta una gran pizarra con las Leyes escritas, no te parece? -murmuró acomodándose los rizos negros.

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  4. El show de un patronus y encima de aquello una bandada de aves, la verdad es que tenían a la pelinegra al borde de una sonrisa. Al borde. Giró a ver quiénes del Cuartel estaban en pie, y notó, deprimentemente, que no conocía a ninguno, de hecho habían un par de personas de las que ni siquiera sabía el nombre. Habría que socializar un poco más, quizá.



    Sacudió la cabeza en cuánto escuchó la voz de Fengari. "Hay que trabajar, aunque tenga que cancelar es diseñar un nuevo par de tacones", musitó triste y en su mente la rizada mujer. Suspiró



    - Entendido, lo haré —dijo sin problemas sacando la varita— Accio vuelapluma —hechizó haciendo que una pluma naranja llegara hasta sus manos, volvió a colocar la varita en el liguero de encaje negro de su pierna derecha—, eso si, me parece que deberíamos mejor primero ir al Atrio. ¡Sólo Morgana sabe lo que estos vándalos planean! ¿Desde cuando los de la Orden pueden hacer ruedas de prensa en el Ministerio?



    "¿O es que han secuestrado al Ministro?", pensó un poco preocupada. Aquello no podía pasar, los de la Marca jamás lo permitirían, sin embargo, si resultaba extraño que los pollos se tomaran la libertad de hacer ruedas de prensa a plenos ojos del Ministerio, ambos grupos eran considerados escoria dentro de lo "formal" del mundo mágico.



    - Si, me parece, me parece —repitió al recordar las implicancias de mezclarse con tanto sangre sucia—, pero sigo tus órdenes, que deberíamos ir primero al Atrio, con tanto alboroto, no me sorprendería que los salvajes estos de los mortífagos, decidieran también aparecerse y ahí si, que Morgana nos coja confesados —chilló casi adentrándose a la oficina.



    Una vez dentro volvió a coger su varita y transformó el vestido azul, en uno atado al cuello verde botella, de su bolso de piel de moke, sacó un hermoso par de tacones verdes a juego con el vestido y con ligeras esmeraldas en el talón, se los colocó casi en un segundo. Y soltó sus rizos negros antes de colocar el broche de esmeraldas a un costado de un cabellera. Si, el mundo mágico podía desmorarse, pero no encontraría a Litah desarreglada, eso jamás. Salió una vez más para volverse a topar con las mismas caras, y pluma, pergamino y capa en mano se decidió.



    - ¿Vamos en grupo o cada quién coge rumbo? —comunicó antes de salir por la puerta del cuartel—...¡¿Cuándo será el día en que mortífagos y miembros de la Orden decidan desaparecer para siempre?!

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  5. - Si te refieres a lechuzas, ahora mismo pongo a funcionar estas vuelaplumas, pero si tengo que ir de oficina en oficina para informarles de las denuncias realizadas hasta el día de hoy —resopló—, vas a tener que darme al menos diez minutos para cambiar el atuendo, muchas personas ya me vieron hoy con este vestido mientras pasaba por el atrio.



    Le quedó mirando unos instantes como si lo que acabara de decir no fuera algo propio de una interna de dieciséis años, edad muy distante de la pelinegra, sin embargo, se mantuvo firme. Era parte de su forma de ser no lucir siempre igual a los ojos de quiénes la veían, era su lado más frívolo. Paseó sus ojos negros por toda la oficina intentando ver una lista pero falló estrepitosamente en el intento.



    - ¿Qué se supone que vamos a avisar si no veo la lista de denuncias? ¿O es que vamos a sembrar una bomba de humo? —inquirió—, es urgente que reabra Azkaban es cierto, pero sin necesidad real y puesta en denuncias, dudo que eso pas...



    Pero no pudo concluir nada, a Fengari parecía habérsele ocurrido alguna brillante idea o respuesta a lo que ella estaba planteando y justo en ese segundo, salió de la oficina por los ruidos de aleteos de lechuza. Litah no se apresuró, pocas cosas en la vida mágica le suponían esfuerzo semejante. Caminó por dónde su nieta y salió de la oficina para ver el momento exacto en que dos carteles con preguntas reprimidas de un pueblo que exige presencia....eran brillantemente contestados por la Jefa del Departamento. "Tiene estilo", pensó con una sonrisa mientras se recostaba en el borde de la puerta.



    - Si, justo eso decía yo... —masculló de pronto, mientras se cruzaba de brazos— ¿las denuncias?

  6. Oficina de Relaciones Ministeriales

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    A la pelinegra le produjo inmensa alegría saber que su trabajo parecía bien recibido por su nieta. Le dedicó una de sus sonrisas más dulces, de aquellas que le proporcionaba a casi todos los que compartían lazos de sangre con ella. Salvo Lyra, la verdad era que la Black Lestrange se relacionaba más bien poco, y pocas familias le merecían el respeto que le habían inculcado de niña.
    - Perdona, hay algo sobre ese broche —sacó el suyo del centro de su escote y lo extendió hacia ella poniéndose de pie—, el mío me lo regalo Penélope Black Lestrange, mi madre. Me dijo esa noche que una Black Lestrange jamás lloraba, por nada ni nadie. Tiene magia muy antigua, cada lágrima que intenta salir de mi rostro mientras lo tengo puesto, se convierte en una esmeralda más...por eso tiene tantas piedritas pequeñas —le miró a los ojos—, no soy de piedra, y no siempre sonrío. Eso sí, jamás lloro.
    Una vez explicado el motivo por el cuál insistía en que usara el broche. Ella le había regalado uno igual a cada uno de sus hijos, y sólo dos de sus nietas poseían tamaña joya. Sus dos consentidas, aunque no hubieran crecido con ella. Sonrió una vez más, ambas, claro, eran hijas de Mía o Zeth, hijos con los que decir que peleaba, era poco...y sin embargo, los más símiles a su carácter.
    Sacudió los perfectos rizos negros.
    - Pues gracias por el informe, pero con lo distraída que soy, quizá se me haya pasado algún detalle —se disculpó antes de pasar al asunto que realmente la estaba poniendo nerviosa, se colocó nuevamente el broche de esmeraldas que rezaba "BL" y volvió a mirarla consciente de lo que estaba por decir—, cuando dices, "bombardeo de información al ministerio", ¿te refieres a pasar oficina por oficina dejando algún tipo de publicidad? —aquello ni siquiera repitiéndolo sonaba bien—, o ¿visitar a alguien en cada Departamento? Muy a pesar esta vez —exhaló—, estoy a tus órdenes Fengari.
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  7. Oficina de Relaciones Ministeriales

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    La pelinegra no tenía una hebra de cabello de tonta, sin embargo, eso de actuar bajo las órdenes de alguien, la verdad era que se le daba pésimo. De todas formas, resopló resignada cuando vio a Fengari, no podía decepcionarla a ella. Si estuviera bajo el comando de alguien más, seguramente hasta se lo replantearía de nuevo todo, si aquello sería más sencillo.
    - Bueno, gracias al cielo, yo si tengo presupuesto para mis elfos —comentó tranquila. Un nerviosismo que provenía de su nieta y del que ella no era el motivo la hicieron prestar atención hacia el archivero dónde estaba la jefa ahora. ¿Qué habría roto?—...tranquila, son tan viejos que seguramente nadie les echará en falta. Aunque quizá con un simple "reparo" logres que vuelva a su estado original.
    Se cruzó de piernas mientras esperaba pacientemente, acto seguido Asturión apareción por la puerta de la oficina caminando con tono alegre. Le hizo una reverencia exagerada a la pequeña rubia y una aún más exagerada a Litah, quien suspiró por fin aliviada y le sonrió. El elfo se acercó caminando hacia el escritorio dónde la pelinegra se encontraba, y estiró sus manos ofreciéndole un pensadero, una pluma a vuelapluma de color violeta y otra de color turquesa.
    - ¿Qué haría yo sin ti, pequeñajo? —murmuró dándole tres palmaditas en la cabeza.
    - Buenas tardes tengan ambas señoritas —se despidió y con la misma formalidad salió caminando de la oficina.
    - ¿No te parece que es algo así como el elfo doméstico más eficiente de todos? —dijo sonriente.
    La rizada mujer entonces enarvoló su varita hacia la sien y estiró sacando unos delgados hilos de plata hacia el pensadero de su padre. Una travesura más a la lista no cambiaría la relación entre ambos, y de hecho, seguramente estaría orgulloso de ella por no haber tenido que romperse los pies de tanto caminar por un sencillo informe.
    Husmeó un poco por la superficie del líquido plateado en el pensadero y dejó de concentrarse en su nieta, había que terminar aquello, y la verdad era que esperaba no confundirse de reunión porque era la única que recordaba desde que había sido aceptada en el Cuartel General de Aurores. La pluma violeta entonces de puso en pie de guerra y comenzó a rasgar un pergamino mientras, si se ponía la suficiente atención, se podía ver que Litah murmuraba cosas sin cesar.
    La otra pluma a vuelapluma turquesa, comenzó a rasgar un pergamino más pequeño, y de tono casi verde pastel. Aquellos claro eran pergaminos personales. También rasgaba a una velocidad de envidia y lo cierto es que antojaba preguntarle a las plumas, como era que distinguían que orden de la Black Lestrange iba para cada una, porque ella parecía no detener el parloteo, mientras la tinta se turnaba para escribir sobre cada pergamino. Como si fueran dos informes separados.
    La bruja de los tacones, no había puesto semejante concentración desde sus años en la Academia, dónde sus presentaciones y tareas siempre obtenían un resultado Sobresaliente, y era gracioso verla en esa misma posición, años más tarde. Seguramente su padre adoptivo, Neos estaría orgulloso.
    Y entonces, ambas plumas se detuvieron y cayeron cansadas sobre el escritorio.
    - ¡Listo! —anunció Litah tomando los pergaminos en sus manos y secándolos al aire unos segundos— El primero es el informe, y el segundo contiene sencillas sugerencias personales, por favor, no lo pongas en los archivos. Supuse que siendo informe laboral no podría ponerlos en el pirmer pergamino, pero de todas maneras me tomé la libertad de hacerlo.
    Informe Reunión con Desireé Granger - Directora de Cuartel General de Aurores
    Participantes:
    Sebas Granger: Jefe de Oficina para el Cateo y Erradicación de las AO
    Darla Potter Black: Jefa de Oficina de Denuncias sobre utilización de AO
    Fengari Naberrie Black: Jefa de Oficina para las Relaciones Ministeriales
    Asunto: Reapertura de Azkaban, métodos e ideas.
    Detalles:
    La reunión se llevó a cabo en la oficina de la Srta. Granger con los encargados de las distintas oficinas del Cuartel General de Aurores. Todos estuvierobn de acuerdo en lo imperativo que resultaba reabrir Azkaban y en la necesidad de que el Ministerio de Magia también lo viera de esa manera.
    Se sugirió poner mayor énfasis en las denuncias, y sobre en la protección de los denunciantes, punto flaco del Departamento.
    La Directora adicionalmente, comunicó que los miembros del Cuartel debían estar más al pendiente de los magos comunes, los magos de a pie, que últimamente sentían que estaban a la deriva y la inseguridad brotaba por los poros —si los tuviera—, del Ministerio.
    La srta. Black anunció que ella podía encargarse de hacer ciertos anuncios en el Profeta.
    En cuanto a la Srta. Potter Black sugirió que se buscara entre las familias, quiénes habían sido atacados y les incentivaran a denunciar, de aquella manera se podría tener más fuerza ante el Ministro con el pedido de reabrir Azkaban.

     

     

    Y en el pergamino verde pastel:
    Sugerencias personales, Oficina de Relaciones Ministeriales.
    Cosita preciosa mía, eres hermosa y tu estilo me encanta, deberías usar tacones más delgados, te harían lucir mejor ese perfil perfecto heredado de tus padres. Ahora, y sólo tómalo como sugerencia, si vas a hacer acotaciones durante las reuniones, no te las pienses demasiado. Como podrás ver, en esa reunión algunas de tus ideas fueron muy bien recibidas por la Directora, así que las sueltas con un poco más de énfasis por tu parte, será mejor.
    Vi que no estás usando el broche que te regalé, harás que pierda sus encantos y hacer el hechizo es realmente complicado, si no te gustan las amatistas, avísame y las mando cambiar por unas que te agraden, pero debes usarlo.
    Una última cosita; por amor a Morgana, ¿podría traer a Asturión a diario? Es el elfo más fiel de la historia y sin él, estoy perdida.
    Gracias,

     

     

    - ¿Y bien? Dime que esa era la reunión ala que te referías, porque sino, te presento mi carta de renuncia en este instante —musitó consciente de lo que decía.
  8. - Disculpa —dijo concentrándose en no tartamudear—, ¿que si tengo listo el qué de qué?



    Para la pelinegra aquello era chino y la verdad, es que alguien se habría reído de ella en un instante y le habría confesado la broma, pero a juzgar por el rostro de Fengari, aquello distaba mucho de ser una treta para engatuzarla. Ella realmente quería ponerla a trabajar. Giró el rostro esperando que el infierno se apiadara de ella y alguno de sus elfos le alcanzara el pergamino con lo que su nieta solicitaba, pero no, ni Delos, ni Asturión, ni siquiera Cloxx apareció.



    La entaconada mujer se acercó a un escritorio cercano a dónde se hallaba y comenzó a revolver unos cuantos pergaminos dónde, mucho tiempo atrás, su pluma a vuelapluma había rasgado algunos apuntes.



    - Eh, ¿no tenemos presupuesto para elfos domésticos en esta oficina? —masculló pidiendo un poco de piedad, realmente estaba completamente fuera de sus costumbres eso de "ganarse" el pan, ¡Que era la primógenita de Jocker, por Morgana! No había trabajado un sólo día de su vida—...creo que esto me tomara un tiempo, pequeña. Ni siquiera estoy segura de haber traído mi pluma a vuelapluma hoy.
  9. Oficina de Fengari Black


    Una vez más las tapillas de plata de los tacones que portaba Litah Black Lestrange resonaban en los ambientes del Ministerio de Magia, una vez más intentaba algo para lo que definitivamente creía no estar hecha: trabajar. Exhaló casi resignada mientras echaba ojo de su nuevo par de zapatos de tacón alto, su elfo consentido, en un afán histórico de animarla los había mandado traer directamente de una vidriera de Milán. Terciopelo azul oscuro forraban el cuero hasta el tacón delgado que la elevaba casi dieciséis centímetros del suelo.


    - Lindos, pésima ocasión, pero hermosos —les susurró divertida a medias mientras ingresaba al cuartel de Aurores y se dirigía sin saludar a nadie más a la oficina de Fengari, su nieta.


    La vio platinada como siempre, hermosa como su padre y con la altivez propia de los que llevaban el apellido Black Lestrange, había que admitir que si había alguien que doblegara el ímpetu orgulloso de Litah, ese alguien tenía que llevar por sus venas la misma sangre. Estaba avergonzada con ella por el desfase de tiempo, sencillamente cuando sucedió todo lo de los últimos meses, el trabajo en el Ministerio era lo último en su lista de prioridades.



    Le sonrío alisando la falda del vestido ceñido azul, lo que produjo que sus rizos impecables se aborotaran graciosamente.



    - Supongo que si te prometo la mitad de mi bóveda en Gringotts, no funcionará, ¿verdad? —intentó a modo de saludo mientras descansaba una mano en su cintura —, lo siento Fengari.



    Miró a su alrededor un poco, por fuera de lo que las rodeaba, percibió ciertos perfumes que en su anterior condición no habría identificado, se miró las manos. Era la primera vez que estaba fuera de la mansión Black Lestrange desde...desde aquella noche. Sus manos lucían pálidas, únicamente ataviadas con un anillo de brillantes y un zafiro solitario, le hacían ver más pálida e internamente lo agradeció. Suspiró y volvió a mirar a la rubia que tenía al frente.



    - Debo advertirte además, que me tomé la libertad de ignorar todo lo que existía a mi alrededor hasta llegar a tu oficina —comentó.

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  10. Su nerviosismo me es gracioso, la rabia que sentí al verlo aparecer nuevamente, se ha desvanecido, es cómo si el tiempo se hubiera congelado. Ya sé que no es cierto, lo sé perfectamente. Sé que debo hacerle honor a la rabia y el dolor que me han carcomido todo este tiempo, pero ¿Qué? En el fondo soy mujer y soy de las viejas románticas victorianas. Él apareciéndose justo en el momento en que toda esperanza abandonaba mi cuerpo, puede más que yo.



    El anillo demuestra únicamente lo mucho que me conoce, nada del común oro que cualquier mortal le promete a otro, no, para mí algo especial, unos brillantes regios y distantes de la opulencia tonta de la mayoría. Lucen espléndidos contra la palidez natural de mis manos. Le miro nerviosa y le sonrío para disimular.



    - Me gusta —susurro bajando el rostro avergonzada. ¿De qué? No lo sé bien, mi temperamento siempre ha sido inconstante, incluso conmigo. Él que lo sabe todo de mí debe disfrutar la buena broma de ver mis mejillas coloradas, algo que no ha sucedido entre nosotros con frecuencia. Seguramente es el cambio de emociones, espero—...me encanta, Colmillitos.



    Y evitando que mis mejillas enciendan más, me acurruco a su pecho, abrazándolo por debajo de los hombros, intentando oír un corazón que ya no late más, pero que es mío enteramente. Siempre lo fue. Cualquier tipo de aventura en medio de su ausencia ya no importan y no me pondré a pensar en los brazos que él ha acunado, ahora sé que no importa el tiempo y la distancia, él siempre fue mío.


    - Demoraste demasiado en venir —me quejó bobamente sobre su pecho.

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  11. La voz del desconocido era grave, ausente, como si respondiera con dos minutos de retraso, cosa que sólo logró interesar más a la pelinegra, que poco o nada se acordaba ya de la poción que venía a buscar. Le escrudriñó el rostro un rato más mientras evaluaba a la vez, el título del libro que leía. Nada particularmente atrayente como para comentarlo, así que se limitó.



    Ante su pregunta, sonrió. ¿Venía a distraerse? Ciertamente no, venía a olvidar. A evitar asesinatos, a evitar caer en el Ministerio de Magia, pero a distraerse, no. Ese era un plan que apenas estaba naciendo con este desconocido de cortinas lacias por sobre su rostro.



    - No, no vine a distraerme —susurró mientras tomaba asiento frente a él, no parecía cómo del todo con la situación, pero si le había invitado a sentarse, algo tenía que traerse entre los pensamientos que tanto cubría en su silencio—. Nadie puede planear distraerse, sólo sucede.



    Se cruzó de piernas por debajo de la mesa y apoyó los codos en la misma, le sonrió.



    - Litah Black Lestrange —se presentó manteniendo la sonrisa y espero a oír su nombre.

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  12. - ¿Tenemos una relación? —preguntó irónica y sacudiendo los rizos negros que se empeñaban en alborotarse sobre sus rostro, necesitaba olvidar la ausencia de Adam durante tanto tiempo si pretendía darle una esperanza a semejante locura— ¿Y a tu período de viaje que le llamamos "vacaciones"? Morgana Santa, vamos a seguir hablando del tema por años y te lo haré pagar en tacones, no soy mujer de joyas y lo sabes.

     

    La verdad era que se estaba burlando de él, de forma cariñosa claro estaba. Como casi siempre, el Slytherin aparecía en el momento justo y la hacía creer, ahora que estaba también el tema de cómo decirle las cosas a Theodore, quién se había pasado los años enteros rumiando contra su progenitor sin siquiera saber el nombre de este. Decisión que ella había tomado luego de superar las noches de penas y lágrimas. Observó el anillo que ahora le mostraba, una preciosidad de joyería.

     

    - Litah Black Lestrange, señora de Adam Slytherin —le sonreí mirándole a los preciosos ojos verdes que hace tanto no veía—...como siempre debió haber sido. Si, Colmillitos, si quiero casarme contigo.

  13. - Te odio por lo que logras en mí, es injusto -le mira fingiéndose enojada.

     

    Esta en sus brazos y la calidez que normalmente se siente en el jardín de los cerezos vuelve a la percepción. Le sonríe tímidamente al reconocer, esta vez si, que quiere comprometerse conmigo. Tiene miedo, le sonríe por mero temblor de cuerpo, la última vez que hablaron del tema, fue también la última vez que lo vio.

     

    - ...¿estás seguro que quieres hacer eso? -susurro-...nos la vamos a pasar peleando.

  14. Sus besos hacen que la poca cordura restante en la cabeza desaparezca por completo. Le responde por completo y la verdad es que se queja cuando él se separa de ella y pega ambas frentes aunque fuere por centímetros.

     

    - ¿Tenías que hacerme volver aquí? ¿Tienes una idea de lo díficil que me resultó volver? -se puso en puntillas, aspiró su aroma y lo besó apoyando sus manos en los hombros-...te odio Adam, te odio.

  15. Los labios de la pelinegra se tensaron, cada palabra que se decían era hiriente, como tantas peleas que tuvieron antes de su partida, todas iguales, sin saber quien doblaría el brazo primero. Tanto esfuerzo y para nada, seguía tan pendiente de él como el primer día.

     

     

    - Te amé como a nadie, quise dejarlo todo por ti, incluída mi casa, iba a mudarme a la grandiosa mansión Slytherin por ti -le dijo y tomó sus manos robándole la cajita del anillo-...por ti, sólo por ti quería renunciar a todo, quería ese anillo más que nada en el mundo mágico. Yo quería realmente ser tu esposa...y tú, tú me dejaste.

     

     

    Su voz salió entrecortada, el pecho le respiraba con fuerza y el broche de esmeraldas le brillaba intensamente y entonces se supo derrotada.

     

    - Yo no te olvidé.

  16. Litah se equivocó al pensar que su anterior partida le había dolida, porque él no dejó siquiera una nota de despedida. Ahí estaba, viéndolo marcharse y sintiendo como se le volvía a partir el corazón en mil pedazos una vez más. Y nuevamente era él quien lo lograba. ¡Maldito sea! Se reprochaba en la mente. Sus ojos vuelan a la cajita de terciopelo que ha dejado tan cerca de ella, y entonces le escucha el porqué la tortura de este encuentro, sonríe de lado intentando en vano apartar los recuerdos de la primera vez que se vieron, cuando sus promesas pertenecían a otra mujer.

     

    - ¡Oh vamos Adam! —espetó con miedo a que sus ideas se enredaran entre sí y no pudiera llevar a cabo lo que realmente deseaba aunque no sea lo cuerdo— Tu exilio te ha vuelto poco observador...

     

    Sus dedos blancos acariciaron su mano izquierda dónde, de ser verdad que existía un compromiso debía estar el anillo.

     

    - Pero seamos claros —volvió a decir tomando la cajita de terciopelo entre sus manos—, tú no me amas. Eres un vampiro posesivo que es distinto, puedo sentir como se quiebran de orgullo herido tus entrañas de sólo pensar que otro hombre ha tocado a la que tú considerabas tu mujer. Tu orgullo de macho es el que te hizo volver, el que quiso venir a certificar que la tonta de Litah Black Lestrange seguía esperándote. No sé porque me dejaste a sabiendas que esperaba un hijo tuyo, pero me niego a creer que eres como tanto muggle irresponsable que hay en el mundo...ese no era el Adam Slyterin que yo conocí.

     

    Sabía que era un error, pero de todas formas se acercó a él en cuanto se detuvo, sin voltear a verla claro.

     

    - Si de verdad me amaras, lucharías por que me coloque esto en el lugar vacío que tú mismo dejaste. ¿Qué te dice ahora tu mente? ¿Cobarde? —susurró entregándole la cajita por detrás—, un "lo siento" y un "te amo" antes de huir no abrirá mis sentimientos contigo Adam, parece ser que has olvidado el apellido de la mujer que amas. Black Lestrange, orgullosa Black Lestrange.

  17. No volver a verlo, ¡y eso en qué cambia la situación que ya tenían! Un ladrillo imaginario cae en la boca del estómago de la pelinegra, él sólo ha venido a torturarla, eso justamente que ella temía. Alza el rostro y lo observa, grabando esta vez cada detalle de la figura del vampiro que una vez le ofreció el mundo entero. ¿Qué diferencia había entre ellos ahora? ¿Para qué había vuelto? Y la pregunta que ha lanzado en un golpe certero en la espalda.

     

    - Te ruego que no preguntes idioteces —susurra acercándose a él hasta quedar a su lado apoyada en el barandal del puente—, gracias por las felicitaciones. Yo no amo Adam, no soy de las mujeres que se enamoran, ¿Cuándo lo vas a entender? Necesito a alguien que me ayude con el patriarcado de la Marshbone Lóriryen y él me viene como anillo al dedo. Entonces, ¿me vas a decir porqué este lugar precisamente?

     

    El Slytherin no era el único que podía jugar esto, intentaría dañarlo lo más que podía antes de dejarlo partir, esta vez claro, para siempre. Litah se desapareció unos segundos y apareció justo en el espacio que había entre el cuerpo de Adam y el barandal, tuvo que cerrar los ojos cuando el aroma frío del vampiro le llenó las fosas nasales. Respiró profundo y así, casi pegada a él alzó el rostro hasta el suyo.

    - Déjame recordarte entonces, te voy a permitir grabarte en mis retinas una vez más —susurró acercando los labios al espacio de piel que el cuello abierto de su camisa le permitía, aquel simple gesto siempre había estremecido al Slytherin—...necesito recordar que cerca estuve de perder la cabeza por un hombre.

  18. "¿Lo siente?, no, claro que no lo siente", la sangre la hierve a borbollones mientras las hojas rosadas de los árboles le caen sobre el rostro. ¿Es que acaso su regreso significa una especie de intento suicida? Porque la ojinegra está por asesinarlo como siga con esas frases tan trilladas que para viejos lobos como ambos eran, no significaban nada ya. Vuelve a arreglarse el cabello, sigue nervioso. Tiene razón de estarlo, la pelinegra daría miedo a cualquiera en este preciso instante, suelta la varita rendida y esta viaja al ligero que siempre esconde en sus muslos. Adam Slytherin no merece la muerte, sería algo demasiado rápido.

     

    - Listo Slytherin, te he escuchado —volvió a reclamar mientras le veía apoyarse en el borde del puente—, no tenías que volver para eso. Ahora, si me permites que te adelante un poco en la historia, estoy comprometida a matrimonio por lo que supongo que mi pareja no le gustará saber que me he reunido contigo a solas.

     

    Bien, nada como una mentira a medias para safar de situaciones complicadas. Era cierto que luego de él había aceptado casarse con otro mago, pero vamos, había que ser ciegos para no darse cuenta que aquella relación tampoco había llegado a buen puerto. De todas maneras, aquel dique serviría para que la pelinegra no terminara con la distancia entre ellos y terminara con las sacudidas de cabellos que el ojiverde se daba cada tres segundos.

     

    - ¿Por qué el jardín de los cerezos, Adam? —reprochó con un tono más suave, aunque ya no se atrevió a mirarlo, prefirió buscar entre las copas rosadas las respuestas al vuelco que traía consigo el regreso del vampiro. Era la primera vez que usaba su nombre en lugar del apellido, sin quererlo, la Black Lestrange cedía a los antojos de aquel hombre que tenía tan cerca.

  19. Desde que Asturión llegara con los rumores del regreso del Slytherin, la pelinegra se había temido este momento. Desde la "ruptura" no había tenido noticias ni siquiera de su paradero y es que luego de pensárselo muy bien, tomó la determinación de deshacerse de todo lo que a él concernía, incluso sus recuerdos. Si había mantenido a Delos a su lado, era porque, bueno, porque ella no podía engañarse a sí misma.

     

    Y ahí estaba de nuevo, frente al inicio de los Jardines Sumaes, nerviosa y con rabia. De esa clase de rabia que te hace perder la cabeza y planificar cosas que quizá no sentía, pero que definitivamente quería hacer. ¿Con qué cara se le ocurría volver a Ottery? ¡Y se atrevía a usar a Delos para enviarle el mensaje de volver al Jardín de los Cerezos! Un lugar que sólo conocía por ella. Litah tenía la varita entre sus delgados dedos níveos, deseosa de poder causarle la tercera parte del daño que hace tiempo ella había sentido con su ausencia.

     

    Enfiló los tacones negros hacia el camino secreto que llevaba al lugar de encuentro. El día estaba muriendo, lo que ocasionaba una brisa que alborotaba los rizos negros de la Black Lestrange hacia su espalda, destapando así el escote del vestido corto que llevaba. Mangas largas y anchas en el final, un broche de esmeraldas en el centro con las iniciales de su familia sanguínea, un anillo de plata en el dedo de la mano derecha con las iniciales de su familia sanguínea. El dobladillo de la falda le rozaba la rodilla y le dejaba todo a los tacones altos que había decidido usar para semejante encuentro.

     

    - ¿Se te acabaron las ganas de conocer el mundo, vampiro? —escupió con rabia cuando sus ojos se fijaron en el mismo porte del que se había enamorado tiempo atrás. Estaba nervioso, él siempre se alborotaba el cabello cuando estaba nervioso, y la pelinegra se odió a sí misma por recordar los detalles del Slytherin, apretó su varita con más fuerza y caminó hacia él unos pasos, amenazándole y tratando de controlar sus propias emociones— Dame un motivo por el que no debería asesinarte ahora mismo.

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  20. Se sentía observada, cada estantería le hacían sentir que los lomos de los libros susurraban en contra de ella, riéndose de su búsqueda. Se sentía frustrada además, necesitaba ese hechizo, necesitaba algo más permanente. De un tiempo a esta parte no le habría molestado que alguno le lanzara un hechizo de olvido.


    Intentó refugiarse en el sonido hueco que generaban los tacones a cada paso que daba, pero nada de eso funcionó.


    Apoyó su espalda en una de las paredes mientras la sensación de ser observada simplemente no desaparecía. Buscó la causa. Un mago estaba sentado en una las mesas aparentemente inmiscuido en su lectura habitual. La estaba mirado de soslayo. Los ojos negros de la Black Lestrange no se perdieron detalle de su vestimenta, ni de sus largos cabellos lacios. Comenzaba a ponerse nostálgica por Max Rosier, vaya broma, luego de todo este tiempo. Sus labios se curvaron en una risa suspicaz y cruzó sus brazos un segundo.


    ¡Qué más daba un juego más!


    No era como si ahora mismo tuviera algo que perder. Siempre había sido así, una persona siguiendo los designios del dado más alto, los dioses seguramente se divertían a su costa cuando los dados sacaban un número bajo. Descruzó los brazos y ató sus rizos negros en una larga trenza. El hechizo podía esperar un poco más.


    - ¿es entretenido el libro? —seseó mientras caminaba lentamente hacia la mesa.


    Apoyó sus brazos en la mesa inclinándose un poco, intentando descubir más del rostro que los cabellos lacios escondían. Los demonios siempre estaban a la orden del día en Ottery, pero este joven tenía una postura encantadora que a Litah le recordaban los híbridos, seres a que normalmente les rehuía, pero bueno...mejor asustarse con alguien interesante que seguirnos estresarnos.

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  21. Los días y noches han sido largos desde que la pelinegra pisara los recintos de la Academia, y si por ella hubiera sido, jamás habría vuelto. Regresar a ese lugar le proponía a la mente volver también a los Jardines Sumaes y por el poco bienestar emocional que le quedaba era mejor dejar el pasado en el pasado, no pensar más en los "hubiera" y en los "quisiera".


    Pero ahí estaba, puesta en pie una vez más. Sosteniendo lo poco que quedaba de sus ganas y de su vida en un par de tacones que había escogido con detalle. No por la sobriedad o el exclusivismo del par, sino por su significado. Un par de sandalias que la elevaban del suelo por lo menos unos quince centímetros, que la elevaban de los despojos de sus sentimientos aflorados en los últimos meses, clavándose sin piedad en el suelo que pisaban. Impidiéndole a ella misma huir corriendo de Ottery, de Londres, de Europa y del mundo entero si aquello ayudaba. Unas sandalias negras que la hacían más fuerte, más templada. Justo lo que necesitaba.


    Resopló entrando a la Librería Café "Hoja de Té" mientras con una mano desataba el nudo de su espesa capa de viaje negra y dejaba a vista de todos la túnica corta en azul oscuro y de mangas largas. Su cabello hirsuto y rebelde como siempre cobija entre sus bucles el níveo rostro de la Black Lestrange, le hacían impasible, dura y distante, con los ojos negros perdidos en la nada y al mismo tiempo fijo en todo. Una liga negra de encaje sostenía su varita pegada a la pierda derecha y de ella solo brillaba la empuñadura de plata.


    Sus ojos centellearon buscando a la encargada del lugar, entre los estantes, frente al mostrador, entre las mesillas. Nada.


    Buscaba un libro de su infancia, uno en el que había escondido hábilmente un hechizo, el que ahora justamente la ayudaría, uno para cambiar rostros, pero no con el efecto de la poción multijugos qué requería demasiado tiempo y el efecto duraba poco. Ella necesitaba ese hechizo, algo más permanente, dejar de ser la Litah Black Lestrange que su propia familia conocía.


    Caminó entre las estanterías buscando el lomo de piel de serpiente africana que esperaba nadie hubiera robado de la librería. Litah, tan poco creyente en religiones muggles, le estaba rezando a la única persona que podía ayudarla en este predicamente, Morgana.
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  22. La hija de Zeth y Mía parecía bastante feliz con el regalo y con el puesto que ahora ejercía, y eso ponía bastante contenta a la pelinegra que aún seguía con la mirada clavada en la puerta, por ahí debía seguramente volver Fengari en cualquier momento y quizá, ahora si, ponerla a trabajar.

     

    Sus pensamientos estaban completamente fuera del Ministerio, el aparente regreso de Adam ponía todo de cabeza. Si era cierto o no, no sabía que pensar, lo que si tenía en claro, era que él era un capítulo pasado en su vida, ahora estaba prometida al ausente ladrón de Sean y no tenía porque enredarse más en líos de hombres. Sacudió sus rizos, apartando, no sólo la mirada de la puerta sino también los nubarrones de la cabeza.

     

    Caminó un poco entre los escritorios, ubicó el suyo y se sentó para revolver unos cuantos pergaminos del madero. “Será que tengo que volver a la Academia para entender esas cosas?” se preguntó internamente mientras los ojos negros intentaban verificar que aquello no se tratara de Aritmancia, aunque lo pareciera por todos lados.

     

    Estar metida en el Cuartel de Aurores era una estrategia por demás conocida dentro del bando en el que todos o casi todos los miembros de la familia pertenecían, sin embargo debía perfeccionar su coartada si pretendía usarla en algún momento.

  23. - Cada vez que me dices "nona" siento que una cana se cuela en mi cabellera —respondió la aludida con uan sonrisa—, pero en fin, como veas tú.



    Se le podía ver en los ojos que el obsequio le había encantado, poco más le encantaría cuando supiera su verdadero uso, el evitar que las lágrimas rodasen por sus mejillas. Razón por la cual, nadie o casi nadie había logrado ver a la pelinegra llorar por alguien, o algo.



    Pero entonces su mente se vio invadida por la cuestión que le planteaba Fengari, ¿es que Enrick no volvería? Era más que obvio que el puesto lo había obtenido su hermosa nieta, pero un hincón de preocupación comenzaba a cosquillearle el interior a la Black Lestrange. Su suposición fue confirmada por el grito que ensordeció a todos los que estábamos en el cuartel en ese momento, la Directora del departamento la llamaba, y ella solía llamar sólo a los jefes de oficina.



    - ¡Felicidades, pequeña! —exclamó antes de envolverla con un abrazo y acariciar sus cabellos rubios mientras lo hacía—, ahora anda a responderle a tu jefa antes que nos deje sordos a todos.



    No recibía mayor orgullo que ser emparentada con miembros distinguidos de la sociedad mágica, y ahora Fengari representaba un motivo más para ese orgullo, sin duda alguna había sufrido la ausencia de su jefe durante meses y nadie más que ella estaba capacitada para asumir el reto que suponía el cargo. Litah era sólo una empleada, es más, ni siquiera estaba del todo segura de haber tomado la decisión correcta al asumir un empleo en el Ministerio de Magia, pero el ingreso de Fengari como jefa, la ataba, podía se rmuy relajada en cuanto a trabajo se refería pero jamás dejaría a su pequeña sola.


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    OFF: Felicidades enana! :D

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  24. Tanto lío en su lechucería tenían a la pelinegra distraída, tanto, que tuvo que ser su propio elfo doméstico quién le recordara que ahora era parte del Ministerio, y bueno, la labor ministerial le venía a pelo ahora que Ottery se había vuelto tan insegura. Daba por sentado que Enrick no había vuelto porque de haber sido aquel el caso seguramente ya habría recibido también una lechuza de su parte, sin embargo, al no suscitarse esperaba no haber asustado con su ausencia a Fengari. Mientras salía del atrio del Ministerio, pensaba en ella, necesitaban con urgencia una reunión de los Black Lestrange, eran demasiado y la familia ya se había ramificado lo suficiente sin que ella lo supiera.

     

    Para la ocasión había dispuesto de un vestido azul corto con mostacillas de plata en los bordes, sin escote, con ciertos aires de años 20, le encantaban ese tipo de prendas vintage que le permitían enfocarse en su accesorio más divertido. El broche que la acreditaba como miembro de la familia sujetaba con elegancia algunos rizos de sus cabellos dejándole el protagonismo al par de zapatillas plateadas de tacón alto que lucía con destreza mientras ingresaba a la oficina de Fengari. Extrañamente ella parecía feliz y gratamente sorprendida.

     

    - ¿Ha pasado algo que no sepa? —inquirió incluso antes de saludar mientras apuntaba con su varita la mano izquierda dónde un broche idéntico al suyo, pero con amatistas en lugar de esmeraldas, se materializaba—...esta vez, te traje yo misma el regalo.

     

    La exquisita pieza de joyería que lucían sus hijos y nietos, era además, un artilugio que su madre le había obsequiado cuando apenas ella rozaba los doce años, aquello le daba un verdadero sentido al famoso indicio del "orgullo Black Lestrange".

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  25. La lechuza parda de Litah Black Lestrange irrumpió en los terrenos de la mansión Gaunt rauda, ágil y hermosa. Era una preciosidad de plumas pardas, un hermoso regalo de la naturaleza que además poseía la agudeza casi de un ser humano. Ahora llevaba un encargo precisamente de su ama, la pelinegra matriarca de los Black Lestrange y a su vez de los Marshbone Lóriryen con una misión que era necesaria a la vez que incómoda.

     

    Princesa, que así se llamaba la lechuza irrumpió las ventanas de la habitación de Adry Weasley y dejó caer el pergamino en su regazo.

    Adry, lamento profundamente tener que enviarte este mensaje con mi lechuza siendo que la última vez que hablamos directamente, apenas nos estábamos presentando. Tengo notificado que quizá mi hija aún se encuentre en tu morada al llegar esta carta, pero no soy yo quién controla los movimientos de mis descendientes, sino su propio juicio. Yo sólo vengo a notificarte mi decisión con respecto al futuro.

    Antes que nada, déjame expresarte mis condolencias en la trágica pérdida de las bebés, nadie mejor que yo sabe la importancia de un buen embarazo y la de necesaria compañía de la pareja durante este período, ignoro tus sentimientos hacia tus hijas porque no te conozco lo suficiente, pero las condolencias son gratuitas, recíbelas sólo por su sinceridad.

    Lo segundo es tu relación con Alia, no me incumbe, no me interesa, y honestamente espero que esté realmente finiquitada. Yo estuve al lado de Alia cuando deliberadamente la dejaste plantada en el altar, sin explicación alguna y con los invitados a bordo, así que supongo sabrás entender mi severa posición al respecto.

    Finalmente, y a pesar de no conocerte, expreso mi deseo de no volverte a ver pisando terreno de mi familia, por ningún motivo, razón o circunstancia. Desde ahora eres un ser inexistente en la vida de Alia, y por tanto de sus familiares.

    No te preocupes, que si me entero que ella te ha buscado, la severidad de mis palabras irá también hacia ella. Yo, Litah Black Lestrange Marshbone Lóriryen, cumplo con lo que digo y espero exactamente lo mismo de tu parte.

     

    Atentamente,

     

    Litah Black Lestrange.

     

     

    Una vez segura de que Adry había lechuzo el mensaje enviado por la mujer de rizos negros, Princesa emprendió el camino de regreso a la mansión Black Lestrange.

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