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Litah Black Lestrange

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Mensajes publicados por Litah Black Lestrange

  1. http://i.imgur.com/YyEOouM.png

     

    Parecía una broma de pésimo gusto cada palabra que salía de la boca de Allen, los ojos grises de Violette pronto querrían salirse de sus órbitas ante lo atónita que estaba con toda la situación. ¿Pretendía en serio que se subiera a caballito con un completo desconocido y usando falda? ¡Definitivamente ese chico parecía educado en establos! Y encima de todo, desconocía la parte de culpa que tenía al haber perdido a Alessia. ¿Dónde estaban Emmet y Axyus cuando se les necesitaba? ¿Dónde estaban los alumnos de traje azul? Aquel lugar parecía lleno de colores o de espesas capas negras.

     

     

    Violette comenzaba a marearse y tuvo que, a su pesar, tocar a Allen y apoyarse en el torpe muchacho para evitar volver a caer en el suelo de piedra.

     

     

    - Por Morgana Santa, debes ayudarme, pero sin ideas en que las que tenga que treparme a nadie o nada —espetó refunfuñando mientras sus dedos se cerraban sobre la tela de las ropas Hogwartianas—, aquí hay demasiada gente y necesitamos llegar al Gran Salón de Hogwarts lo antes posible, seguro que Alessia ya se encontró con algún compañero.

     

     

    Una pésima idea, eso de salir del carruaja era una pésima idea. El torneo en genral también lo era, ¿qué sabía la francesita de competencias? ¿por qué había sigo escogida en la delegación? La única clase en la que sobresalía era en pociones, y bueno, luego de que algún oponente le lanzara un cruciatus, no parecía probable que tuviera tiempo de preparar un filtro de muerte. Ahora estaba estancada entre demasiada gente, sin la protección de sus compañeros y casi de la mano de un joven que parecía tan o más despistada que ella.

     

     

    - Mi nombre es Violette Marchand, último año de Beauxbatons —se presentó finalmente resoplando y fallando estrepitosamente al tratar de sonreír—, ¿puedes ayudarme?

  2. http://i.imgur.com/YyEOouM.png

     

     

     

     

     

     

     

    La de los cabellos violeta estaban bastante perturbada ya con tanta gente alrededor que sentirse caer por culpa de uno e los estudiantes del colegio anfitrión casi logra sacarla de sus casillas. Por un segundos sus ojos grises se fijaron en su fortuito atacante pero al rabia fue un poco más allá, ¿dónde estaba Alessia? Lo más seguro era que por todo el revuelo, ya la hubiera perdido.

     

     

    - ¡bête! (¡Bestia!) —chilló en cuanto pudo y vio que el chico se le salía de encima, si sus ojos tuvieran algún tipo de radiación, seguramente él ya estaría muerto—... ¿es que aquí son todos ciegos? —espetó mientras él le tendía su mano para levantarla.

     

     

    Dijo algo sobre su torpeza mientras Violette concentraba su esfuerzos en sacudirse el polvo de la seda azul que llevaba encima, intentando no fulminarlo con la mirada cada que tuviera la oportunidad, si tuviera su caldero al frente quizá ya le habría envenenado.

     

     

    - Pues realmente espero que estés en lo cierto, porque ya me veo en los suelos de piedra del castillo sólo por culpa de sus ocupantes —sentenció sacudiéndose el brazo mientras alzaba los ojos a verlo y recordaba que no debía hablar en francés en ese lugar, que era de pésima educación hacerlo sin saber si el interlocutor hablaba también ese idioma—...¡Ahora ayúdame a encontrar Alessia que por culpa tuya la perdí!

  3. ♥ Violette Marchand ♥ 16-17 años, último curso, Beauxbatons - Un día antes del viaje.

     

    La única hija del matrimonio Marchand, dormía plácidamente, soñando quizá con el rostro de su prometido una vez más. A pesar de haberle rogado a sus padres, ningun le había ofrecido hasta ahora la fotografía reciente de Sebastian y la muchacha comenzaba a creer que tenía cara de escregruto de cola explosiva. Pero claro, el sueño no podía durar mucho más si la melodiosa voz de Alessia irrumpía con fuerza en el cerebro.

     

    Gritaba su nombre, gritaba su nombre con bastante vehemencia y ella solo quería lanzarle la almohada.

     

    - Pour l'amour Morgana, laissez-moi dormir!!!!! (Por amor a Morgana, déjame dormir!) —exclamó casi furibunda mientras se deslizaban fuera de las sábanas para encontrarla peinando su cabellera frente al espejo—...¡tienes que estar bromeando! ¿Hoy viajamos?

     

    Y cuando vio a Alessia asentir, sintió que un balde de agua helada le caía desde la frente hasta los pies. Odiaba la sola idea de mezclarse con gente de otro colegio, no había que decir, de otro país.

     

     

    - Día del viaje, llegada a Hogwarts.

     

     

    El viaje había sido pesado, por decir lo poco, por mucho que los caballados alados fueran muy delicados a la hora de emprender el vuelo, las limitaciones del cómodo carruaje surgían en los inconvenientes para Violette, cero jardín, cero cielo abierto, cero libertad. Algo que ella apreciaba demasiado porque sólo la conocía en el colegio, en casa las reglas eran tantas que sentía la necesidad de tatuárselas en el cuerpo para recordarlas todas.

     

     

    Alessia por supuesto se había mantenido a su lado durante todo el trayecto y a duras penas había podido cruzar palabras con alguien más, tenía un grupo bastante reducido de amigos, algunos pocos ex-alumnos, los de su mismo curso, etc. Sin duda alguna la rubia era su chica favorita entre todos.

     

     

    Algo que había que reconocer al bajar del carruaje de Beauxbatons, era que Hogwarts no era un lugar cualquiera, un imponente castillo medieval se alzaba frente a ella saludándoles con espléndidos campos alrededor y un lago oscuro e interminable a los ojos. Cuando cruzaron la puerta, se sintió abrumada, demasiado gente para su gusto. Los chicos de Drumstang se veían molestos, demasiado serios, pero con elegancia en el porte, lo de Hogwarts parecían fascinados con la idea de mezclarse pero esa combinación de colores estaba por causarle una jaqueca.

     

     

    Tuvo la paciencia de acomodar la capa de lanilla azul claro que portaban mientra se encaminaba a lo que parecía ser el Gran Salón. Alessia iba a su lado, se puso a gritar nuevamente una porra para su Academia, y no pudo contener la risa, definitivamente estaba loca.

     

     

    - Vous allez les amener à penser que nous sommes des sauvages. (Vas a provocar que piensen que somos unos salvajes) —le dijo tragándose los atisbos de risa que le quedaban—...deja que Emmet y Ayius le demuestren eso solitos.


  4. http://i62.tinypic.com/a1iil1.jpg


    Nombre del Personaje: Violette Marchand


    Sexo: Femenino


    Edad: 16-17 años


    Nacionalidad: Francesa


    Varita:

    - Largo: 31.75 cm

    - Madera: Secuoya

    - Centro: Dragón

    - Flexibilidad: quebradiza


    Patronus: Koala


    Colegio: Beauxbatons


    Aspecto Físico:

    Menuda, en casi todo sentido, su cuerpo parece ser frágil al tacto. Recibe su nombre por el color de espesa cabellera con ondas en tonos lilas y violetas, rasgo heredado por el lado metamorfomago de su abuela, decora sus cabellos siempre con mostacillas oscuras a juego con las prendas que viste con regularidad. En su piel no existen los lunares, ni las sombras, su piel es nívea y no ayuda a disipar la idea de su fragilidad. De ojos grises y apenas un metro sesenta de estatura.


    Cualidades Psicológicas:

    Violette es una chica dulce, aunque su exterior no lo parezca tanto, siempre aprovecha sus habilidades persuasivas para salirse con la suya, aunque si ha podido, ha evitado herir personas. Es hija única de un matrimonio sangre pura, por lo que siempre ha sido bastante sobreprotegida por los señores Marchand, quienés temen que con los nuevos tiempos, termine emparentada con una familia de sangre mixta. Nunca muestra real interés por ningún chico por las normas familiares que siempre ha respetado, sin chistar. Es una chica correcta, incapaz de saltarse las normas, pero en su imagen, le gusta jugar a la niña rebelde de papá.



    Historia:

    Violette nación en el tercer año de matrimonio de Víctor y Gabrielle Marchand, una pareja asentada en el sur de Francia. Magos ambos, provienen de una línea de sangre pura que puede rastrearse con pergaminos oficiales casi hasta el siglo IV. Fue criada desde siempre bajo los preceptos de mantener la magia en las manos de quiénes realmente la merecen por derecho de sangre, y para que no se viera tentada a romper las reglas familiares, fue prometida a Sebastian Lyon, un primo en tercer grado al que apenas ha visto unas cuantas veces en su vida y que ya terminó su educación en el Colegio Beauxbatons.


    Su ingreso a Beauxbatons supuso la primera separación de sus padres, y como a la edad de doce años se veía usando los vestidos que su madre le escogía, decidió rebelarse de una manera en la que sus padres no pudieran intervenir, optando por una vestimenta poco tradicional, llenándose de mostacillas la cabellera violeta, piercings de mentira y usando chaquetas con hebillas. Aún con todo eso, sus amigos solían subestimarla por su contextura frágil y su voz dócil.


    Es hábil para las pociones y la herbología, hundiéndose en grandes libros cada vez que tiene tiempo. Muy soñadora en la intimidad, espera que el compromiso que sus padres han pactado para ella cumpla con sus expectativas de adolescente. Es bastante atrayente para el género opuesto, pero ella se esmera en mantenerlos a todos a raya, no es su intención deliberada hacerle daño a nadie.


  5. Caminar por la prisión mortífaga era algo que la tranquilizaba, le daba algo para ocupar la mente mientras la distraía de los verdaderos problemas, no tenía cargo de guardián ni de celadora, por lo que simplemente estaba alerta y dispuesta a lo que pudiese ofrecerse. Sin embargo, en el lugar dónde se hallaba, difícilmente encontraría compañía, en esos extremos, las olas chocaban con tal fuerza contra la roca que ni siquiera las tapillas de plata de sus estiletos lograban colarse en el sonido. Había que dejar en claro, eso sí, que aquel impase la tenía mortificada, solía recurrir demasiado a aquel sonido para relajarse.

     

    Llevaba puesta una máscara que cubría la mitad de su níveo rostro con plata y separaba el metal de la piel con una línea delgada de pequeñas esmeraldas, la vieja máscara de su madre, cuando aún estaba viva. Penélope la usaba al igual que Litah con aquellos zapatos de tacón de plata y gamuza negra, con el broche de los Black Lestrange coronando el cierre de su pesada capa negra. Sus rizos negros se cubrían con una capucha pesada, pero nada que pudiera delatarla por si algo malo surgía. ¿Estaría Rachel por aquí cerca? Le urgía verla, pero la posibilidad de internarse en los laberintosos pasillos de Nurmengard comenzaba a escocerle el cuello.

  6. Los murmullos fuera de lo oficina bien podían ser gritos y la pelinegra ni se daba por enterada o aludida, estaba seriamente pensándose en sacrificar algún animalejo extraño para obtener el cuero natural en exacto tono turquesa para su siguiente pedido a Londres, calzado alto, por supuesto. No era raro para ella usar pieles y cueros de animales muggles y mágicos, eso sí, nunca serpientes, las serpientes eran animales casi sagrados para ella. De hecho, su mascota más engreída era una hermosa anaconda traída para ella de Brasil, regalo de su padre para su doceavo cumpleaños.

     

    Sin embargo, algo que sí hacía reaccionar a la Black Lestrange, era la voz de los suyos, por lo que fuere, siempre estaba atenta y no fue sorpresa que el contacto visual que sostenía con sus zapatos de tacón se viera destrozado en cuanto la voz de Fengari le llenó los oídos con su melodiosa voz. Le sonrió. Tenía los mismo ojos de Zeth, y aunque había compartido poco o nada con ella, sentía esta inexplicable conexión con ella.

     

    - Calculo cuántos galeones le haré desembolsar a mi novio para mi próximo par de zapatos —confesó con una risa contenida, si era algo que a Sean le sorprendía, era su capacidad de preferir los tacones a las joyas—...una mujer, y especialmente yo, nunca tiene suficientes zapatos. ¡Deberías escoger unos de mi closet!

     

    No era una simple invitación, pocas persona en el mundo entero habían recibido semejante honor, apenas y sus elfos no se perdían entre los seis pasillos que comprendían cada uno de los tres closet de calzado que tenía la primogénita de Jock, agrandados mágicamente obviamente, pero perfectamente organizados.

     

    - Nunca deshecho un par, sin embargo, a la mayoría apenas los he usado una vez —explicó para no ofenderla con zapatos usados—...y es que para mí, la exclusividad no tiene precio, igual que el orgullo pura sangre que corre por nuestras venas —susurró regalándole un guiño—. Ahora dime, ¿supimos algo de nuestro jefe?

  7. La verdad era, que aunque Fengari sonaba muy confiada ante el regreso de Enrick, Litah tenía sus dudas. Para comenzar y pese al poco trato que había tenido con él, el Ryddleturn siempre le había parecido una persona muy formal, muy exquisita en sus modales y por tanto no parecía congruente con su accionar al dejar la oficina sin siquiera avisar el tiempo de su ausencia. ¿Qué era lo que retenía al jefe tanto tiempo fuera de la oficina? ¿Y si le había pasado algo malo? ¿Cómo ubicar a un auror perdido cuando lo primero que hacían era asegurarse de no dejar rastro? Se cruzó de brazos sin saber por dónde comenzar a desenredar la madeja y entonces sacudió los rizos dándose cuenta —tardíamente— de la despedida de Fengari.

     

    - Ahora va a ser que terminaré haciéndole creer que estoy loca —dijo entre risas mientras desenredaba los brazos y se ponía a caminar en la oficina.

     

    También podía seguirla hacia donde quiera que estaba yendo, pero la verdad era que prefería esperar noticias. ¿Podría traer a alguno de su elfos? ¡Qué extraño era esto de trabajar para ella! Estar en una misma oficina esperando órdenes cuando llevaba una vida de costumbres y caprichos concedidos exclusivamente para ella, no saber hacia donde ir, o que esperaban de ella. ¿Qué se podía hacer? Una Black Lestrange de segunda generación, trabajando ...extraño, extraño.

     

    Decidió relajarse bajando los negros ojos hacia sus más preciados accesorios, los zapatos de tacón alto.

  8. Siguió caminando con sus tacones, parecía como si el piso fuera de liso mármol y no de piedra, tanta era la práctica y agilidad en aquellos artilugios que muchas mujeres consideraban trampas mortales para el equilibrio y la gracia. No estaba particularmente entusiasmada de estar en aquel lugar, menos escuchando un zumbido molestoso en el oído, producto de tanta bulla externa de la tormenta. No, sin duda aquello no encajaba en lo que ella llamaría planes decentes para distraerse, se andaba pensando seriamente en seguir los pasos de su hermana sin embargo, aquel lugar era demasiado para sus nervios.

     

    Y aún faltaba ver si los prisioneros eran escandalosos o no.

     

    Pronto una voz muy conocida la sacó de sus caminata solitaria y se detuvo. Sonrió. Claro que era ella, ni siquiera mil truenos retumbando en su cabeza le harían confundir aquel tonito travieso en la voz. Mayor fue su sorpresa cuando la vio usando un par de zapatos, en el fondo de su corazón pensaba que eso no sucedería ni en situaciones extremas, aparentemente se equivocaba.

     

    - Es posible que no sea tan arriesgado como parece, no suelo frecuentar familias fenixianas y no creo que usar tacones sea un rasgo muy definitivo —seseó a modo de saludo, acercándose y clavándole sus ojos negros a través de la plateada máscara—...lo que me preocupa es lo extrema que eres tú, mira que había que ponerte una fortaleza de piedra para que usar un calzado decente. ¡Ay hermanita!

     

    Rieron a carcajada limpia, seguras ambas que todo no formaba más que parte del trato habitual entre las Marshbone. ¡Se extrañaba a Vanessa! ¿Dónde se habría metido la bruja esa? La pelinegra se acunó en los brazos de su hermana y la cogió de lado, para caminar.

     

    - ¿Y bien? ¿Qué se supone que hagamos aquí? —preguntó curiosa y alzando el rostro a la edificación, una vez más.

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  9. Se la había pasado caminando por los diversos pisos del Ministerio de Magia con intenciones la verdad no del todo descifrables, sin embargo, ahí estaba de nuevo, en el Cuartel. Habían pasado ya varios días desde que había comenzado a trabajar en el Cuartel de Aurores, y sin embargo aún no había hecho nada realmente importante, quizá seguir las órdenes locas de Spectum y bueno, tener que pasar las de Caín para no pensar en los peligros que pasó Fengari, su nieta. Nada más.

     

    - Fengari, ¿qué se supone que hagamos? —preguntó entonces tomando asiento en el borde del que suponía era su escritorio— No me malinterpretes, ganar galeones sin hacer demasiado me encanta...pero siento que es abusivo.

     

    Le sonrió. Una de las ventajas de su nueva posición laboral, era conocer un poco más a una de sus nietas sanguíneas, sobretodo siendo ella hija de Zeth y Mía, sus hijos mayores. Sentía que debía ser ejemplo para ella, aunque en esta situación era complicado, Fengari era la experimentada auror, no yo. Exhaló con fuerza, ¿por qué no simplemente se dedicaba a despilfarrar los galeones de los Marhsbone, la verdad sería todo más sencillo, no tendría que trabajar en el Ministerio y podría dedicarle más tiempo a...

     

    Carraspeó. Había que ponerse serios y si dejaba a su mente hurgar por esos lares, nunca lo lograría. Pero era inevitable recordar que la primera vez que quiso ser auror iba inspirada por el compañero de empleo que tendría. Ahora todo había cambiado tanto que incluso el aire de la oficina se sentía más ligero, sin esa cuota de dramatismo que parecía seguirla a todos lados.

     

    Otro detalle para rescatar era el tema de combinar bien los zapatos de tacón de su closet con cada una de las prendas que quería lucir en el Cuartel. Como el conjunto de hoy. Sus tacones de charol negro relucían brillantes combinando con aquella túnica corta y en volandas verde claro, resaltado su joya más querida, el broche de los Black Lestrange en pequeñas esmeraldas que se ceñía a su cintura. Aquellos once centímetros de elevación del suelo le permitían llevar a Litah los rizos negros sin ataduras, libres al viento, tamborileando siempre que caminaba.

     

    - ¿Alguno de aquí tiene noticias de Enrick? —le preguntó nuevamente a su nieta.

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  10. Le lancé un zape que intentaba ser amistoso y de seguro igual y le había dolido.

     

    - Serás idi***, eso último a sonado horrible —dije entre molesta y riéndome—...honestamente no lo sé, apenas tengo dos hombres pero creéme, son muy celosos, sin les doy un tercer hermano, me asesinarán ...y las mujeres, bueno, todas han resultado tan temperamentales como yo, y yo siempre he dicho, que si yo no fuera yo, no sería mi amiga.

     

    Le sonreí. Aquello podía ser extraño pero era la verdad, las familias mortífagas estaban llenas de gente y aún así, en los árboles genealógicos siempre existen los aislados, Litah y sus hermanos fueron así, casi no se criaron juntos, se mantuvieron comunicados por cartas y polvos flu, pero no era igual.

  11. - Mira si serás ladino —contesté luego de aquel iluminado beso. Los besos de Sean eran algo desconcertantes, ninguno se parecía entre sí, mientras que yo pensaba que cada vez me tenía que inventar respuestas distintas en su ligero juego de seducción. Esos labios eran tentación perdida para mí.

     

    Me pregunté si ya era de noche, porque claro, en ese lado de los Jardines la hora parecía no existir. De todas formas me giré sobre mí misma, quedando boca abajo y al lado de él. Apoyé mi cabeza en mis brazos para mirarlo desde ese lado, y le dediqué un momento al pasado, con un suspiro débil y desgarbado le decía adió a todo lo malo que hubo antes de Sean. Sonreí nuevamente.

     

    - ¿Niño o niña? ¿Qué prefieres tú? —pregunté divertida.

  12. - Ahora si serás parte de la mansión Marshbone, ¿no? —Afirmé, pregunté, no sabía bien lo que hacía. Busqué sus manos para enlazarlas con las mías, jugué con sus dedos un poco ansiosa. Me preguntaba que pensaría Zeth de todo aquello. ¿Qué pensarían sus demás hermanos? ¿Y cómo iba a hacer para aminorar sus obligaciones con la Marca?

     

    Le sonreí ante a simpleza de lo que estábamos viviendo, en un jardín, tumbados, previniendo cosas para un futuro, para un mañana. Y claro, olvidándonos de las cosas importante. ¿Cómo le sentaría la noticia a la única hija de Sean? ¿Me querría un poquito? Eran demasiado por procesar, a lo mejor decidía un día volver y entonces podía quedarse con nosotros en la mansión. Nunca había tenido una hijastra y lo que narraban los cuentos de hadas, no eran cosas positivas precisamente.

     

    - ¿Te hago feliz, Sean? —pregunté casi con un hilo de voz.

  13. Apreté los labios para no reírme, en realidad me gustaba ver este lado de Sean, tan fuera de lugar, tan poco práctico y totalmente perdido. Pero algo no me quedaba claro, Sean, era un despistado, en cuanto a lides amatorias se refería una, claro. ¿Cómo era que esta era la primera vez haciendo esto? Claro que no era la primera vez, él tiene una hija, o eso me dijo. ¿Por qué actuaba tan nervioso? Era sumamente gracioso.

     

    Exhalé y le sonreí.

     

    - Asturión sí, tiene cierto poderes de vislumbrar algunas cosas del futuro, pero no, no me ha dicho el sexo. Me dijo que debía vigilar mejor el calendario que tengo en la mesita de noche y que si no quería volver a cambiar pañales, la siguiente vez, fuera más cuidadosa —comenté divertida y entrecerré los ojos para amenazarlo—...pero ese último consejo, debió dártelo a ti.

     

    Fruncí los labios incapaz de controlar mi genio.

     

    - ¿Nunca has embarazado a nadie antes? —inquirí nerviosa y curiosa. Le di un beso para que no pensara que estaba enojada o algo.

  14. - ¿Robar un test de embarazo? —pregunté sorprendida y al borde de la risa—...Amor, sé que es tu estilo, pero te prometo que los tres sickles que seguramente cuestan, no me dejarán en la ruina.

     

    Menudo lío me busqué cuando caí en sus redes de conquistador nato, mira que pensar en robar todo lo que necesita. Ya me imaginaba el rostro de mi padre cuando se enterara de quién era mi prometido, él seguramente sabía de todo el historial que Sean Linmer significaba. Nada importaba, ahí recostada en la hierba, incluso descalza, algo totalmente imposible dentro de mi vida normal...estaba mirando el rostro del hombre que amaba sin importar nada, pasado incluído. Sólo él y yo bastábamos para ser verdaderamente dos locos.

     

    - Creo que me vas a malcriar.

  15. ¿Felicidad? Si, felicidad. Eso había dicho Sean. "Te asustas por bobadas" me reprendí la mente, pero a mi no me engaña, también estaba asustada. Quise decirle algo pero no me dejó, sus labios cubrieron los míos en un gesto más tierno que al que me tenía acostumbrado mi impetuoso novio. Mordisqueé sus labios juguetona, liberada por fin del pavor que sentía de soltarle esa noticia, no se iría...no se iría de mi lado.

     

    - Te amo —susurré al fin, suspirando sobre sus labios y sonriendo emocionada.

     

    Aquel cuadro era perfecto, mi seguridad en el jardín de los cerezos, la manta negra en el césped y mi novio haciéndome la mujer más feliz del mundo con cada gesto y cada palabra, si es que a eso, a exactamente eso la gente le llama felicidad. Respiré el aire dulzón que emanaba en el ambiente y le di dos besos más sosteniendo su rostro entre mis dedos níveos. Su tez era blanca, pero tanta aventura lo tenía ligeramente bronceado, no como mi piel, que básicamente parecía porcelana. "Al menos combina con tus ojos" pensó mi mente divirtiéndome y alejando la inseguridad de mí. Todo parecía por fin encajar en mi pequeño rompecabezas de vida.Y todo gracias a una copa casual en un bar parisino.

     

    - ¿Qué piensas? —pregunté casi en un susurro, acariciando su mejilla suavemente.

  16. Pues su beso me calmó, que manera de manejar mis emociones tenía Sean, las lágrimas solitarias cayeron por mis mejillas y me pregunté dónde demonios estaba mi broche cuando lo necesitaba. Seguramente estaba hecha un desastre, seguramente tenía rostro de magdalena de la Edad Media y eso estaba tan lejos de cómo había imaginado esta situación.

     

    - Estoy embarazada —solté por fin, aunque me llevé las manos a la boca, como si temiera que saliera algo más—, o bueno, casi podría decirte que estoy completamente segura, falta el certificado de San Mungo.

     

    Lo miré, visiblemente nerviosa. Lejos había quedado mi pose de femme fatale que siempre asumí desde que tenía uso de razón, viejas malas costumbres de familia. Lejos había quedado el tono tranquilo con el que siempre recibía cualquiera noticia por muy terrible que esta fuera. Y así estaba, temblando entre sus brazos, pensando que en cualquier momento aquel mágico hechizo se derrumbaría ante mí, como la arena se escurre de los dedos.

  17. El tono de su voz me alertó, aún no me había soltado, o se había ido corriendo y estaba segura de que en algún grado de su mente, entendía lo que estaba soltando tan torpemente. ¡Y es que no sé yo como dar estas noticias! Pero en fin, debía calmarme porque si mis sospechas y la certeza de Asturión eran reales, pues, le haría daño a una tercera persona.

     

    - Sean… —comencé y me detuve. Tenía miedo. Respiré profundo una vez más y fijé mis ojos negros en las copas rosadas de los árboles, intentaba de ellos absorber tranquilidad y fortaleza. Él no era del tipo sedentario, ya me lo había dicho, y claro, yo debí ser más cauta.

     

    “No estamos ahora para ver que se hizo bien y que se hizo mal”, gruñó mi mente exasperada. Yo no lo necesitaba él para afrontar este detalle, después de todo, siempre lo había hecho sola, ese no era el problema. El problema era la dependencia que mi persona tenía con él, ese gancho invisible que me tenía gustosamente atada al castaño, lo amaba y la verdad, no creía yo poder soportar lo que venía sin tenerlo junto a mí.

     

    -…creo que deberíamos ir a San Mungo —comencé—…pero la verdad, le tengo pánico a los sanadores, de hecho no voy a ninguno desde hace muchísimo tiempo, los evito todo lo que puedo, sus batas, pócimas y demás, es demasiado estresante para mí, y en realidad preferiría confiar sólo en las palabras de mis elfos, pero sé que necesitarás pruebas y estar seguro y todo eso, y de verdad te entiendo, si estuviera en tus zapatos…

     

    Me detuve agitada sin darme cuenta, tenía los ojos inundados en lágrimas. Mi verborrea y yo, pensé que ya habíamos terminado nuestro romance lingüístico, me equivoqué. Nerviosa lo miré a los ojos.

  18. Le dolían los brazos, era extraño puesto que ella nunca se ejercitaba y aún así, las punzadas eran casi intolerables, por ratos deseaba ser manca.

    - Pero no es el punto -se reprendió a si misma enderezando la espalda sobre la rocosa tormentosa de la prisión mortífaga. Se aseguró se tener la máscara de plata en su lugar y enfiló los tacones aguja hacia el interior-...pudieron escoger Tahití también.

    Era su primera vez en la prisión mortífaga, nunca se le habría ocurrido pisar ese lugar sino fuera por una lechuza de parte de su hermana que le indicaba que iniciaría sus labores en esa frío e inhóspita ubicación. Y necesitaba verla. La mansión familiar se veía bastante deslucida sin Vanessa, así que si Mahoma no va a la Montaña...y aquí estaba. Preguntándose acerca de aquella extraña dolencia y esperando identificar a su hermana entre tanta máscara y secreto.

  19. Lo obedecí recostando la cabeza en su regazo, tranquila por vez primera en tantos días, era increíble como su sola presencia me calmaba. Podía ver detrás de su rostro la espesura rosada de las copas de los cerezos, todo el cuadro me parecía perfecto, justo el momento exacto para soltarle una noticia que seguramente el ladrón d corazones no se esperaba. Nuevamente lo iba a sorprender.

     

    - ...Nosotros te extrañamos, y mucho —seseé tratando de esquivar aquellos ojos indecisos que tanto me gustaban.

     

    Aquello seguramente lo confundiría y bueno, llegados al punto tendría que explicarle como sucedieron las cosas , aunque él hubiese sido protagonista de los mismo hechos. De momento, el jardín de cerezos nos cubría de los ojos curiosos y de esas noticias feas que son las únicas que salen en el Profeta.

  20. Sean y su doble sentido, es que no íbamos a tener nunca una conversación decente sin que él hiciera alusión a...bueno, a aquello. Mis mejillas se tornaron rosadas inmediatamente, como para sintonizar con el jardín. Le reprendí mentalmente su osadía mientras él me alzaba en brazos y se hundía en el jardín hacia mi mantita de crochet. Y entonces, una nueva declaración de su amor por mí, me hacía tan feliz. Era tan sacado de una novela de Austen que me tenía completamente fascinada, aún así, jugar con él también era una opción.

     

    - No, no lo sabía —dije indiferente alzando el rostro orgullosamente como la Black Lestrange que era—...es natural amarme, soy casi una diosa.

     

    No presté atención a su rostro, en el lugar apartado de mi mente, pues estaba eso otro que debía decirle y que realmente no sabía como lo tomaría un hombre como Sean tan desarraigado. No sería el fin, o eso esperaba en el fondo de mi corazón, pero con el Linmer nunca se podía saber con certeza que podía pasar. Era impredecible. Ahora lo disfrutaba.

  21. Asentí entusiasmada, aunque luego su rostro se ensombreció y yo no entendía el porqué. Se disculpó. Oh, claro, es que me quedé aquí por él, por su ausencia. Le tomé el rostro entre las manos y lo acaricié suavemente, no me gustaba verlo así, tan cabizbajo. Yo no estaba triste por haber pasado el tiempo ahí, de hecho, estar en el jardín de cerezos me volvía a reconfortar ahora que contaba con su presencia. Algo que realmente no había esperado.

     

    - Quizá no lo entiendas, porque según tú mismo, no has tenido una larga y gran familia, pero mi madre me regaló este rincón de jardín cuando se dio cuenta que no soportaba las presiones de ser hija de Jocker —musité intentando ahogar un poco de la amargura que aún sentía porque regalo a mi debilidad—, siempre he venido aquí, desde niña, correteaba y trepaba los cerezos con una habilidad que te sorprendería. Y si, vine aquí por tu ausencia...porque aquí me calmaba un poco.

     

    Empiné los pies para depositar un corto beso en los labios del castaño y suspiré.

     

    - Sé que viajas mucho, pero quiero creer realmente que no importa lo lejos que estés...volverás a mí.

  22. Sonrió y se encaminó hasta llegar a la espesura de los árboles, tuvo que tener mucho cuidado porque estaba descalza podía lastimarse con las raíces que a veces andaban botadas por ahí, ah y claro, hacer que Sean tropezara sobre ella. Pero el camino no era demasiado largo y cuando estuvo sobre las gruesas raíces del último gran roble, se sintió sobrecogida por la belleza de aquel jardín escondido que sólo unos pocos conocían en la Academia. Un jardín de cerezos se extendía ante sus ojos, las copas rosadas de los árboles, cubrían e iluminaban el lugar, un lugar dónde literalmente se perdía uno en la noción del tiempo. El césped se veía muy salpicado de aquellas hojas rosadas, y en el centro se veía una manta negra tejida a crochet dónde Litah había dormido las últimas noches.

     

    Giró sobre sus talones y observó unos segundos la belleza masculina que tenía por novio, tan formal y tan...distinto al resto. Punto. "No te distraigas", se retractó Litah mentalmente.

     

    - Bienvenido... —susurró indicándole que ya podía abrir los ojos.

  23. Le dedicó una de sus sonrisas mientras, y en sus brazos, se ponía de pie. A los ojos de la Black Lestrange, lucía desmadejada al lado de Sean que parecía estar por inaugurar un restaurante o algo, se había pasado unos días en los Jardines Sumaes, aunque aquello siempre le significara un desgaste emocional muy alto.

     

    - No me quieras engatusar muchachito, no te creo ni un poquito eso de no conocer los Jardines Sumaes —le reprendió con el dedo índice apuntándolo—...pero te haré un recorrido personalizado que quizá te explique porque es que la mayor parte del tiempo, me la vivo aquí.

     

    Siempre se sentía protegida —a veces sobrepotegida—, por su novio, pero ahora que estaba descalza, se sentía además de todo, pequeña. Si lo abrazaba apenas llegaría su rostro al pecho masculino y bueno, aquello siempre le traía recuerdos de sus momentos más privados. Ahí dónde nadie podía poner los ojos y Sean, sin embargo conocía cada centímetro. Lo jaló suavemente de las manos y caminó por el cesped descuidado sintiéndose feliz por primera vez desde que había llegado a su refugio.

     

    Quería regalarle su lugar más íntimo, su rincón más personal —fuera de casa al menos—, así que decidió bordear el lago, dejarse llevar por la caminata acompañada y sacarle la lengua mentalmente a las voces de los Jardines que se habían estado burlando de ella todos estos días. La verdad, era que quería demostrarle a aquellos espectros, que no se había equivocado, que sus miedos era infundados y que sin duda alguna, esto no lo había experimentado nunca.

     

    - ¿Te gustan los cerezos? Tienen un aroma extremadamente dulce...por eso lo pregunto, no quiero ninguna alergia irrumpiendo este momento —bromeó.

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