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Litah Black Lestrange

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Mensajes publicados por Litah Black Lestrange

  1. Se estaba cerciorando de que el hechizo repelente aún estuviera haciendo efecto en sus vestimentas, otra mancha más de musgo y se echaría a llorar sin remedio alguno. Acomodó su máscara, aunque esta ni siquiera se había movido de sus rostro un centímetro.

     

    Una especie de gruñido mezclado con el sonido de concreto golpeando la volvió a alertar. Alzó las pupilas negras para encontrarse con una mala imitación del ejército de estatuas que años atrás, McGonagall había hechizado en la batalla de Hogwarts. Resopló entre cansada y malhumorada y empuñó una vez más su varita, convocando el único hechizo que le venía a la mente.

     

    - ¡Incárcerus! —chilló para atarles las piernas a las estatuas que veía más cerca. Sonrió aliviada y lanzó más hechizos para deshacerse de aquella nueva complicación.

     

    Minutos más tarde, un poco exhausta, rogaba porque alguien le quitara la capa de encima y le lanzara un zumo de melón al menos, pero bueno, al menos ya había terminado de atar las piernas de todas aquellas estatuas odiosas que caían pesadamente en el suelo.

     

    - ¿Algún chistecito más? —bramó al aire, ganándose la burla de sus compañeros.

  2. Los marcados por el destino de la pureza de sangre e ideales mortífagos, habían llegado al punto de encuentro casi en un santiamén. Los destellos de las máscaras plateadas eran preciosidades que Litah pretendía alabar en toda la vanidad que podía caberle en el cuerpo, sin embargo, estaba tan apesadumbrada por el par de tacones destrozados hacía sólo unos minutos, que cerró el pico y apenas les dirigió una sonrisa complacida.

     

    - Vamos, no creo que sea buena idea dejar que se mueran —susurró adelantándose y adentrándose ella primero en el bosque.

     

    Había que reconocer que las capas negras de los mortífagos no eran particularmente cómodas para aquellas situaciones, pero no quedaba remedio, el anonimato era regla especial e inapelable. Pese a las dificultades de vestuario, pronto lograron atravesar el bosque y llegar a una montaña, se veía una entrada en la base, pero claro; eso era una trampa fenixiana.

     

    - Lumos —murmuró encendiendo la punta de su varita, y asegurándose de que la iluminación no llamara tanto la atención, sus compañeros sólo contaban con esa luz para abrirse camino.

     

    La verdad era que ella estaba sorprendida. Ya habían pasado algunos minutos, y suponía debían estar a mitad de camino. Aquello era un laberinto muy bien armado, pero bueno, los mortífagos tenían trucos bajo la manga y fue así como la Black Lestrange, convocó una sombra negra que tomó la forma de un par de tacones altos y los guió por el sendero correcto.

     

    Si, sus sombras negras tomaban forma de zapatos tacón aguja. Tanta era la vanidad y vicio de la pelinegra por aquellas prendas de vestuario.

     

    La tranquilidad pronto se vio aturdida por aullidos de hombres lobo, así que no quedó de otra que enfrentarlos. A ella le fastidiaba mucho la confrontación, no porque fuera especialmente pacífica, sino que disfrutaba de otras artes para obtener lo que quería sin el bullicio y espectáculo de luces que solían significar los duelos y enfrentamientos directos entre bandos.

     

    La matriarca de los Marhsbone se defendió de los hombres lobo y de los vampiros que pronto también comenzaron a atacarlos con Crucios y Avadas, no demasiados de los últimos, prefería torturarlos, a un par de lobitos los destajó con sempras y bueno, los inmovilizó para que se desangraran con lentitud macabra.

     

    Eso si lo disfrutaba.

     

    - Por fin —seseó mientras la sombra negra de tacones se desvanecía mientras ellos terminaban de salir de la montaña.

  3. Bueno, comprometida estaba, el apellido, la historia, los ideales y las venganzas personales también, así que no había marcha atrás. Sonrió a su reflejo mientras tomaba la máscara de plata que cubría su rostro siempre que necesitaba vestir la capa negra mortífaga. Era una preciosidad que había pertenecido a su madre, mientras esta vivía y era aspirante al bando tenebroso, ella nunca lo había llegado a usar.

     

    - Bueno —comenzó a sesear moviendo con el tacón delgado el cuerpo desnudo del acompañante nocturno—, te dejaría con los dulces recuerdos de la noche, querido, pero la verdad es que no quiero quedar grabada en la memoria de un impuro como tú.

     

    Pobre Gryffindor, había quedado casi hipnotizado con las piernas de Litah sólo con escuchar el escueto taconeo que la misma había hecho al ingresar a la taberna de la Academia. Un Imperio aquí, un Obliviate allá y él pobre creía haber disfrutado de una noche llena de…bueno, de agradables recuerdos. Y claro, la pelinegra…ella había preferido obtener lo que necesitaba.

     

    - Avada Kedavra —susurró en el oído de su visita mientras empuñaba la varita contra su garganta, un espectáculo sencillamente hermoso.

     

    - ¡Asturión! —chilló enderezando el cuerpo y ajustando bien los broches de la capa oscura entretanto el elfo doméstico aparecía con un sonoro estruendo—…desaparecelo por favor, o envíale el cuerpo a la mansión de su familia, no lo sé …si haces lo segundo, elimina el rastro antes de hacerlo.

     

     

    Se ajustó la máscara de plata, dejó el broche y anillo familiar en el buró y desapareció son una sonrisa hacia su acomedido elfo. Para cuando apareció sus rizos negros ya estaban cubiertos por la capucha negra y sus tacones se hundían un el gras particularmente húmedo del lugar.

     

     

    - Morgana, otro par de tacones arruinados —chilló realmente frustada. Sus joyitas y vicios personales eran una cortesía de la casa Dior, exclusivamente formados para la señorita Black Lestrange y su hermana, fina gamuza azul ahora arruinada por musgo alemán—, no tienen clase, ni siquiera para encontrar un lugar decente como fortaleza.

     

    Ahí estaba, lista para hacer el llamado a sus hermanos de pensamiento, y algunos de sangre. Subió la manga de la túnica para develar el antebrazo dónde la Marca Tenebrosa se pintaba orgullosa, cogió la varita de la liga de encaje que la sujetaba a la pierna y entonces, los invocó.

     

    - Hayedo Spessart, bosque de hayas y robles al norte de Bavaria, a 30 Km al este de Frankfurt, Alemania —susurró mientras el tatuaje parecía cobrar vida en su nívea piel. Estaba tan nerviosa que no estaba segura de tener que mencionar el lugar en voz alta o no, pero sabía que el hacerlo no afectaría el llamado, que era lo importante ahora.

  4. Su voz de nuevo, abrazó sus manos, incapaz de sostener más el dolor que le causaba su propia imaginación, su anhelo, y entonces, justo cuando cerraba los ojos, sintió sus labios. ¡Aquello no podía ser una alucinación! Ni siquiera la magia antigua de los Jardines Sumaes era tan poderosa, ni siquiera las almas que ahí siempre andaban merodeando, incapaces de ir para otro plano de la vida o la muerta. Había vuelto.

     

    La manos de la pelinegra se alzaron urgidas por sus mejillas, aprisionando su rostro con el de ella, besándole como si fuera la primera vez, o la última. No, no, la última no, que él apenas había vuelto. Su novio, su Sean. Se abrazó a él, llorando emocionada, aunque obviamente él no pudiera ver aquellas lágrimas, le había extrañado tanto que pretendía fundirse en su piel para no tener que alejarse más.

     

    - Mucho más, mucho más —contestó visiblemente feliz, y alzó el rostro níveo de siempre a sus ojos indecisos, para responderle aquella declaración—...te amo.

  5. Su voz, de seguro al voltear, soló verá el aire pulular malicioso. Ya le había sucedido con anterioridad, ya se había imaginado oírlo mil veces y todas y cada una de esas mil veces había roto en un llanto impedido por el broche de esmeraldas que siempre portaba. Suponía que él no se había separado de ella por mero gusto, sin embargo, se sentía dolida de tener que pasar justo aquellas semanas, sola. Su voz, maldita alucinación embriagante.

     

    Le recordó a Orfeo, lo mismo. Caminando por salir del infierno con Sean caminando detrás de ella, debía ser fuerte y esperar a estar completamente segura, y disfrutarlo. No voltear y verlo desvenecerse entre sus dedos.

     

    - ¡Morgana Santa! Me vas a volver loca —susurró agitada mientras se arrodillaba al borde de la laguna, su broche volvía a brillar.

  6. "No temas, yo no te haré daño"

     

    Era gracioso. La última carta de Sean, la única, la había enviado ya hace tanto tiempo que hasta perdía sentido. El contenido era hermoso, casi un poema o una carta tipo las de épocas victorianas cuando los hombres tenían más verbo que instinto. Así. Y sin embargo, la mujer de rizos negros centraba sus ojos oscuros en la última oración, su petición silente para que le espere sin miedos, sin dudas. Pero ella dudaba, claro que dudaba. ¡Era lógico!

     

     

    Pasó los primeros días en casa de su padre, en la mansión Black Lestrange, sintiéndose incapaz de poner un pie en su propia mansión por temor a ser cruelmente atacada por los recuerdos. El desaparecido hombre se había encargado con ella, de tatuar cada habitación de los Marshbone con imágenes suyas haciéndole en amor, mezclando sus pieles y sus historias con pegamento de besos y caricias. No soportaba la idea de estar allá sin él, se había vuelto un tanto dependiente de la presencia del Linmer. Y claro, lo extrañaba.

     

     

    Finalmente decidió esconderse en el rincón más seguro que ella conocía, dónde nadie la molestara ni interrumpiera sus pensamientos. Si Sean no volvía, tendría que enfrentarse a la furia de Rachel ella sola, y si volvía, tendría ver como reaccionaría Sean con la noticia. Todo era un revoltijo en su cabeza, pero los Jardines Sumaes siempre significaban para ella, paz y tranquilidad. Soledad, tranquila soledad.

     

     

    A veces, amenazadora soledad.

  7. *¿Es que aquello era en serio? No me lo creía ni un poquito, se supone que Slytherin era el pequeño rincón puro de Hogwarts, dónde todo era elegancia y delicadeza, pero mientras más me acercaba a ellos en la mesa, más caótico me parecía. ¡Una guerra de comidas!*

     

     

    - ¡Ay Morgana! ¡Volverán a estropear mis zapatos! *chillé mirando lastimeramente al final de mis piernas, en lo que iba del mes, ya le habían estropeado tres pares y con el hechizo este de volver a Hogwarts como alumnos, mis sentimientos adolescentes me tenían la cabeza vuelta loca*

     

     

    *Exhalé con fuerza y me acerqué a la mesa decorada de verde, después de todo, al menos me había tocado la diversión en las mazmorras, Spectum y Tau incluidos*

     

     

    - Buenaaaaaas *exclamé esquivando un pedazo de helado que pretendía ensuciar mis rizos negros*

  8. Si. Exactamente eso que estaba sucediendo era lo que la pelinegra tantas veces había oído narrar a su Asturión, por cierto, que normalmente le tomaba con un viejo elfo loco que sólo saber contar historias para asustar a los niños. Fengari soltó una carcajada que la hizo dar un respingo, así de nerviosa andaba. No había duda que había pasado demasiado tiempo desde que ella misma se viera envuelta en situaciones de ese tiempo, las viejas familias de Ottery en pugnas graciosas por un poder que nunca nadie pudo tomar entre sus dedos, los rasgos especiales que solían emanar de cada una de sus actuaciones. Y ahí estaban de nuevo. Triviani's, Malfoy's e incluso Black Lestrange, necesitaba alguien un Ryddleturn o un Black para completar el cuadro familiar. ¿Dónde estaba Crazy, Mistify o Mackenzie para aplacar todo aquel gallinero?

     

    Aún con su memoria como la tenía, no podía evitar rememorar las veces que había visto a esos magos poner orden en las trifulcas más recordadas de la historia de Ottery. Y la verdad, hacían falta. Pero no pudo decir más, pronto una risotada de su acaparó toda la atención en ella, o al menos eso parecía. Una llamarada bailoteó en las manos de Alyssa Triviani y la pelinegra no pudo más que admirar la piromanía que parecía desprender de sus ojos, pronto toda la planta se vio envuelta en esto, con Danyellus y Aland formando parte activa de la misma bola de fuego. Supuso, buenamente, que aquello era un ataque sin embargo nada le sucedía.

     

    "Al menos le ha dejado la risa de lado a la pequeña", pensó mientras aferraba con fuerza la empuñadura de plata de su varita.

     

    De muchas cosas que la Black Lestrange sabía de sus antepasados, sabía bien que la sangre banshee que corría por sus venas le ayudaba en bastantes cosas, pero no en frenar algo así, por lo que se sorprendió no verse afectada por los demonios; seguramente Spect tenía un secreto entre dedos, después de todo él también era un Triviani. En algo, el jefe tenía razón, debían avisar de aquello a la gente del Ministerio, sin duda alguna alguien tenía que meter en cintura a los megalómanos que ahora pululaban sin castigo por todos lados y no sería ella. Ni Fengari. Pero de nuevo no se pudo, luego de un intercambio de palabras que sólo ellos entendían, porque honestamente a la pelinegra le parecía todo sacado de un contexto distinto al que se suponía que vivían, la voz de Alyssa volvió a llamar su atención.

     

    - No... —logró mascullar cuando vio que una lengua de fuego envolvía la cintura de Fengari, y con total impunidad, ellos desaparecían del lugar inmediatamente.

     

    Se vio parada en medio de una planta destrozada, con Spect apenas a unos escasos metros de ella. No importaba, aquel cuarteto de locos se habían llevado a su nieta, a la sangre de su primero hijo varón. La rabia le bullía la sangre en las venas, sin embargo no tenía forma de saber dónde estaban, y por otro lado, aquello parecía simplemente una pelea familiar, no debía meterse. ¿Por qué demonios habrían tomado la decisión de llevársela si ella nada tenía que ver en el lío? Litah necesitaba estar segura de la integridad física de sus familiares, costara lo que costara.

     

    - Fengari debe volver a dónde pertenece —pronunció sin saber bien, si se lo pedía, rogaba u ordenaba a Spect, después de todo, él era quien las había envuelto en todo aquello—...y las matriarcas Triviani, bueno, no sé. El jefe eres tú, decide que vas a hacer con ellas, honestamente, de todo esto, lo único realmente grave es el secuestro de Fengari, se ve claramente que el resto es una trifulca familiar que seguramente tiene involucrado algún lío emocional y si se quieren tirar de los pelos está bien, pero ella no tiene vela en ese entierro.

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  9. Litah era de las brujas que apreciaba el perfume extraño que siempre rodean los hospitales, aquella mezcla de pastillas, pociones y heridas, lo disfrutaba, quería identificar cada esencia con un simple contacto y aunque se había especializado en eso, había decidido firmemente no ser sanadora en San Mungo por una simple cuestión de ego, detestaba ver a los enfermo suplicantes por ayuda. Para la pelinegra, todo brujo o mago debía ser capaz de ejercer en sí mismo curaciones básica y no estar atestando el hall de San Mungo por viruelas de dragón o pústulas en la cara como solían hacerlo, aquello era una pérdida de tiempo que no había estado dispuesta a soportar como adolescente.

     

    Tuvo que reprimir una sonrisilla al darse cuenta, por fin, detrás de quién andaba, debía, sin duda alguna, haber investigado más a sus compañeros del Departamento de Aurores. Primero una nieta desconocida y ahora el mago de cabellos violetas, uno de los primeros con los que había tenido contacto al volver de su autoexilio en el extrajero. "Genial", pensó más tranquila, con un poco de suerte no tendría que hacer uso de ningún hechizo, Spectum siempre se las ingeniaba para ser él quien controlara la situación y por una vez, Litah no estaba dispuesta a querer ser el centro de atención, ese se lo entregaba en bandeja de plata.

     

    Caminó, trotó, y por unos minutos más, casi corre detrás de él, con Fengari también en el grupo. ¡Morgana Santa! ¡Su nieta! Estaba vez si esperaba que fuera vampiro, algo que la pelinegra nunca controlaba eran los lazos sanguíneos, eran siempre mucho más fuertes de ella, y conocerla en aquellas circunstancias le inundaba el pecho de un miedo que no sentía desde que Zeth era un pequeñajo en sus brazos. Ajustó sin querer el cinto dónde llevaba el broche y taconeó el suelo en un intento vano de esclarecer los pensamientos.

     

    La voz de Spectum la hizo trastabillar, sonaba a película muggle con esa advertencia, supuso que reírse no sería bueno en esa situación, así que se limitó a sujetar su varita con fuerza luego de liberarla de aquella guarida de encaje que siempre le tenía reservada en una de sus piernas. En cuanto el jefe diera la orden, un simple incarcerus lograría que los demonios se sometieran a la justicia del Ministerio de Magia.

     

    - Fengari —susurró a su vez, intentando no subestimar su juventud—, ¿porqué...?

     

    Se quedó callada. Algo realmente grave sucedía si las mellizas Triviani habían perdido los papeles de aquella forma, al otro demonio no lo conocía realmente, sólo de vista. Pero el temple de las Triviani era conocido en todo el mungo mágico y en especial en el lado oscuro, por eso era sorprenderles en una situación que parecía más una pelea de bar que una discusión que valiera la pena para mancillar su reputación.

  10. Un primer día de trabajo siempre augura un momento de tedio al comenzar a aprender dónde va cada cosa y dónde no debe ir cada cosa, uno espera conocer todos los rincones de la oficina sin necesidad de hacer demasiado hasta la hora de almuerzo después de aquello. Uno no esperaba encontrarse dentro con familiares, tener la perspectiva de llevar un día de socializar un poco y que de pronto se te aparezca el San Juda a decirse que tienes que poner pies en polvorosa; menos Litah que lo que menos quería era usar la varita contra nadie. Si la "Oficina de Relaciones Ministeriales" le había traído, es porque precisamente se imaginaba cargando papeles de un lado a otro, ver aparecer a Spectum de la nada, enterarse que era Auror Jefe y encima de todo, tener que salir disparada a San Mungo por algún lío ahí causado no estaba dentro de su imaginación laboral.

     

    Pero, ¿Qué podía hacer?

     

    - Enseguida —respondió la pelinegra asegurándose con una pierna de tener la varita en el liguero, como siempre.

     

    Si bien sus tacones sonaban aún más acompasados por la rapidez del trámite, esta vez no la calmaban como solía hacerlo, se preguntó una y otra vez qué se suponía que podía alterar el orden de San Mungo, después de todo, sus directoras siempre se habían distinguido por mantener a raya incluso los líos de la guerra mágica de bandos. Todo aquello le parecía extraño.

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  11. Pronto una voz llenó los oídos de la Black Lestrange obligándola a girar sobre sí para poder identificar a quién pertenecía. Una bruja de cabellos casi dorados y pálida como sólo un descendiente de Jocker podía ser, la miraba de pies a cabeza sin poder ocultar cierto temor en sus ojos aunque su voz había sonado imperturbable. No recordaba a sus sobrinas, y a pocas nietas conocía por lo que le costaba identificar de quién podía tratarse, pero entonces reconoció el nombre en una de las tantas cartas que se enviaba vía lechuza con Zeth, su primer hijo varón.

     

    - Fengari —repitió saludándola e inundando en sus labios una sonrisa sincera que se reservaba para sus familiares más queridos—, jamás habría imaginado que se trataba de ti cuando leí a quién debía buscar. Soy Litah, la madre de Zeth y Mía, al parecer nos tocará trabajar juntas.

     

    Un nuevo reto que al comienzo le había parecido hasta tedioso, ahora se pintaba de esperanzas para la pelinegra como una oportunidad de estar cerca de la rama que había intentado conocer tanto tiempo atrás, aunque aquello le hiciera recordar que llevaba demasiado sin saber de sus hijos, apenas conservaba el contacto con Esmeralda, Theo y Alia, ¿por qué de pronto todo se le juntaba? Se acercó a darle un beso a la mejilla a la mujer que tenía al frente y se preguntó porqué tenía esos extraños ojos, ¿sería vampiro?

  12. En realidad no había demasiada novedad en visitar el Ministerio, es decir, le había tocado ir seguido en las últimas semanas por trámites relacionados con la mansión Marhsbone y esas cosas, sin embargo, lo distinto estaba, como casi siempre, en que las visitas al lugar se harían con mayor frecuencia, y eso era algo que aunque la pelinegra quisiera negarlo, la abrumaba. Había obtenido el empleo en el Departamento del Cuartel General de Auorores, más específico en la Oficina de Relaciones Ministeriales, y aunque había logrado ver que su jefe era una persona de suma paciencia y a quién conocía aunque parcamente, no podía evitar la seguidilla de nervios que se le estaban colando por la espalda mientras caminaba por el Atrio.

     

    Se había vestido de tal forma que cada centímetro de su vestimenta le brindara comodidad y relax, una túnica negra sencilla de mangas largas y anchas que rozaba sus rodillas, atada en el medio de su cintura con un lazo verde que se coronaba con el broche de los Black Lestrange en esmeraldas, un sujetador de plata ataba sus negros rizos en una cola alta, intentando controlarlos y finalmente, sus zapatos de tacón negro, con un ligero lacito en el talón.

     

    El sencillo sonido que emitían esas tapillas de jebe le hacían olvidar que era la primera vez que tomaba un empleo en serio en el Ministerio, nunca antes había tenido la necesidad de hacerlo, mimada como siempre por sus padres. Pero los tiempos habían cambiado y necesitaba un lugar dentro del mundo mágico para dejar de tener que pensar en momentos que sólo lograban entristecerla. Y así fue como casi sin darse cuenta, había llegado a la oficina que le habían indicado en el primer piso. Sonrió a la señorita que ahí se encontraba revolviendo unos pergaminos y llamó su atención con la mano.

     

    - Buenos días, busco a la señorita Fengari Snow o al Señor Enrick Ryddleturn, es mi primer día en la Oficina para Relaciones Ministeriales, soy cAsCaBeLiTaH Black Lestrange —saludó manteniendo la sonrisa en sus labios.

  13. http://i.imgur.com/velim50.png



    La Academia de Magia y Hechicería era un enorme y majestuoso complejo de piedra, dividido en varios bloques de edificios dedicados a impartir las distintas clases, o bien los dos edificios de los dormitorios de los alumnos, cada uno de un color distinto. Todas éstas construcciones convergían en un sólo Salón, el Gran Salón para ser exactos.

    Un largo y sinuoso camino de piedra llegaba hasta las mismas puertas de la academia y un poco antes, en las afueras, una desvencijada taberna alumbraba el camino con la luz proveniente de su interior.

    Pero detrás de la academia se encontraba quizás el lugar más fascinante de todos: Los jardines Sumaes.

    Era un lugar sumamente extraño y cambiante, un pequeño lago ocupaba el centro de los terrenos, rodeado de un amplio campo de hierba florida, un bosquecillo poco frondoso y multitud de bancos y mesas de piedras para sentarse a descansar, estudiar o simplemente tomar el sol.

    Pero en una parte alejada, el jardín cambiaba radicalmente de aspecto y se convertía en un lugar tétrico y amenazador, repleto de árboles secos y podridos, donde apenas llegaba la luz del sol. Entre los árboles se distinguían los restos de lo que antaño fuera un gran edificio de brillante mármol blanco. Muy pocos de entre los alumnos conocían las historias de estas ruinas. Las Ruinas de los Jardines Sumaes.

    Cuentan las leyendas que la Academia de Magia y Hechicería había jurado neutralidad e imparcialidad antes de cualquier cosa y qué, por causas de poder, los líderes de bando no pudieron mantener este juramento. Los propios hechizos y maleficios que ellos habían creado fueron desatados en su contra, destruyendo la antigua Academia de Neutrales.



    Es por eso que a veces, cuando los alumnos se aventuraban a ir más allá en búsqueda de aventuras, misteriosas cosas sucedían en aquellos lugares...


    ********




    Siempre que necesitaba ordenar sus ideas recurría a ese lugar, nadie ni nada podía escapar del hechizo temporal que parecía cernirse sobre Los jardines Sumaes. Lo cierto es que si existía un lugar repleto de complicidad neutral, era ese. A pesar de lo macabro que lucía el bosque con los cimientos en ruinas, el verdor del campo, la irreverencia de las bancas y las mesas de piedra le daban un contraste único que permitía que los magos y brujas que ahí se reunían sacaran lo más íntimo de sí. Siendo capaces de revelar oscuros planes o profundos sentimientos.


    La primogénita de los Black Lestrange no era ajena a eso, por eso sus tacones ahora resonaban contra el camino de piedra mientras su cuerpo se acercaba poco a poco al lago central, testigo de innumerables sucesos en su vida; la mayoría de ellos encerrados en el más fiero de los secretos. Apenas si los ojos negros de la mujer se habían posado en algunas parejas que escondían sus caricias en el lugar, aquello no importaba, tenía mayor relevancia la máscara de plata que se desvanecía entre sus dedos izquierdos y la capa negra que se envolvía en su mano derecha.


    La varita, regalo de su padre, con una empuñadura de plata aún palpitaba sobre el bolsillo que le había fabricado en un portaligas de encaje negro, aún rezaba los últimos hechizos con los que se había atacado al pueblo del Valle de Godric, aún recordaba el sonido ronco del squib que suplicó por su vida. Los jardines guardaban para Litah los recuerdos más felices y aún así, también los más oscuros, lo que la divertían tanto a ella como al resto de sus compañeros.


    Para cuando llegó a la orilla del lago atrás habían quedado las siluetas de las parejas, en sus oídos solo se percibían los gritos desesperados de squibs que no merecían permanecer con ella protegidos bajo el mismo Ministerio de Magia. No había forma que identificaran a la entaconada mortífaga en su lista de sospechosos, ella se había encargado de desviar las atenciones con sus numerosos viajes fuera de Inglaterra y la máscara mortia nadie la encontraría si ella no brindaba ayuda. Miró su reflejo en el lago, y en sus pupilas negra vio al último que recibió el rayo verde de su varita, suplicante.

    ¿Cuántas muertes más escondería la conciencia de Los Jardines Sumaes?, se preguntó mentalmente mientras, y ayudada por su varita, se desprendía de un hilo plateado y lo dejaba caer en el la superficie del lago.

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  14. No quiso adentrarse en esos temas tan privados para ella tan pronto, sin embargo le devolvió el beso con una sonrisa y se puso de pie, tendiéndole la mano. Sólo ella podía aparecerse en la mansión, así que tendría que hacerlo por ambos, esperaba no evanescerse.

     

    - Sospecho que aún pasaremos días sin tener que confrontarte con nadie ...además, mi padre no acepta con demasiado buenos términos el que nadie se me acerque. No te preocupes, sé bien como manejarlo —rió para sus adentros, al parecer Sean había olvidado que ella no tenía un padre, sino dos.

     

    Le dio una última sonrisa y juntos desaparecieron empapados de los Jardines Sumaes, nuevamente testigo de gratos recuerdos en la vida de la Black Lestrange, sus zapatos quedaron rezagados.

  15. La pelinegra luchaba contra sus fuerzas más primarias para continuar enojada con el Linmer, sin embargo, no funcionaba, las palabras del castaño le hicieron reír casi a carcajada batiente mientras él se sentaba a su lado. Apoyó su cabeza en el hombro del chico y su mano en su pierna, también empapada mientras la risa se le relajaba poco a poco, dejó sus zapatos de lado ymetió sus pies en el lago.

     

    - No tienes remedio, tendrás que ponerme un sanador personal en la mansión. Me dejarás exhausta —mencionó—, aunque la verdad es que ya te extraño...en ese sentido —murmuró inconsciente que sus mejillas se comenzaban a encender—...deberíamos volver a casa, o volverás a otra chimenea pronto?

  16. Esa promesa de nuevos zapatos, hizo que los ojos negros le brillaran con más intensidad, de hecho tenía un par a punto de salir de las tiendas que bien podrían tener el nombre de Sean en la factura.

     

    - Mis zapatos son muy preciados, los mando a hacer a medida pervertido amor mío —le acusó mientras nadaba lo suficiente para salir del lago a la orilla, cuando se sentó en ella, subió sus piernas y se quitó los zapatos de tacón completamente arruinados. Le sonrió maliciosamente—...estos sobrepasan los trescientos galeones, y lo que es peor para ti, no lo encontrarás en las tiendas.

     

    Estaba tan concentrada en recuperar sus preciados enseres que no se había percatado que lo único que lograba con su tono enojado, el ceño fruncido y la ropa empapada era brindarle un cuadro perfecto para que el castaño dejara desviar sus pensamientos hacia lados más oscuros y divertidos. La ropa se pegaba a su cuerpo y aunque la tela era oscura, básicamente parecía una segunda piel delgada que dejaba nada a la imaginación, aunque de todas formas, demasiada imaginación de sus formas no eran necesarias para Sean, que la había visto muchas veces en circunstancias que requerían menos ropa.

  17. Era la segunda vez en el mes que era zambullida así en el lago, una vez más sus pensamientos primeros mientras ubicaba la superficie con los brazos, eran sus zapatos. ¿Es que a nadie le importaban tanto como a ella el calzado que se esforzaba en mantener perfecto? Si, respiraba agitadamente, ysi, realmente Sean la había cogido con la guardia baja, pero aquello era nada comparado en cuanto al maltrato de su calzado se trataba.



    Salió casi aferrada a la ropa empapada de Sean, él había tenido la delicadeza de no soltarla un segundo mientras se lanzaban al lago, aún así, al romper la superficie del lago con su cabellera negra mojada quiso asesinarlo.



    - Tu cuenta en Gringotts volverá a reducir sus dígitos en cuanto sepas que par de zapatos me has arruinado —dijo agitada, tratando de recuperar el aliento mientras se abrazaba a él y movía las piernas tranquilamente para tenerse en flote—…no soy de las que acepten imitaciones de diseñador.



    Le sonrió intentando recuperar el ritmo normal de las respiraciones, pero fue imposible, aún en su sangre se sentía la adrenalina de la sorpresa que recorría sus venas. Lo que la calmaba y además de todo, evitaba que lo asesinara, eran aquello brazos dónde se sentía feliz y protegida, querida…amada.
  18. Luego de sus advertencias, el castaño se dedicó a observar las nubes mientras la pelinegra se dedicaba a limpiar mediante tenues caricias el hollín de su rostro. Se veía transpirado, totalmente azorado por lo que sea que haya tenido que hacer, y ella claro, se preocupaba. No entendía del todo bien, como era que prefería andar a las correteaderas con la justicia que estar tranquilamente sentado en un despacho dando órdenes.

     

    Estaba tan metida en sus cavilaciones que poco o nada entendió sobre el incremento de su cuenta bancaria, aunque al final lo agradeció, sea como sea, a su lado no pasaría hambre y definitivamente aquello debía ser lo mejor que podía esperar de él. Aunque como siempre, no era eso lo que le importaba de ningún hombre.

     

    - Eh Litah…mira qué forma tiene esa nube —ella obedeció girando el rostro hacia el cielo encontrando rápido la nube a la que se refería y sin poderle decir nada enrojeció inevitablemente.

     

    No podía tener la mente tan sucia, ella habitualmente no era así, pero claro, Sean había venido a alterarle todo, sacudió la melena volviéndose a sentar, separándose del pecho del muchacho. Sacó su varita y apuntó directamente al rostro.

     

    - Aguamenti —murmuró soltando un chorro de la varita que limpió y sorprendió al castaño—…a ver si así se te refresca la hormona, muchachito.

  19. Un Ryddleturn, no sabía porque pero realmente aquel apellido le sonaba demasiado a Litah, si bien era cierto que ya había recuperado muchas de las cosas que su amnesia le había trastocado, no recordaba las familias que de niña solía visitar con su padre, aún así el apellido le pareció confiable, una de las que sin duda alguno, el orgulloso Jocker aprobaría para su primogénita.

     

    - Es obvio que no tiene ningún error —espetó con el mentón alzado y la nariz respingada—, lo redacté yo misma. ¿Cree acaso que está alternando con alguna bruja boba que apenas lleva tres líneas en la rama sanguínea mágica? ¡Soy una Black Lestrange! ¡Difícilmente cometemos algún error!

     

    No quiso sonar tan impetuosa como sonó, menos en cuanto se percató bien de las facciones de su interlocutor, pelinegro, ojinegro, hermoso y alto, justo como lo que siempre buscaba y con lo que pocas veces coincidía. Pero era tarde, no eran momentos de parecerle bipolar al coquetearle luego de haberle gritado casi. Menudo cáracter el de la rizada pelinegra. Hizo chocar los talones de sus zapatos y se puso de pie, enderezando por completo la figura mientras desviaba el rostro hacia la decoración del lugar.

     

    - Sr. Rydleturn, espero que sus visitas sean oportunas y si necesita algo, no dude en comunicarse conmigo lo antes posible, siempre esto disponible para asuntos que conciernen a mi familia. Muchas gracias por su ayuda.

     

    Hizo una reverencia un tanto tímida, aunque elegante y se encaminó hacia el atrio nuevamente dejando que el sonido hueco y gracioso de aquel par de zapatos la acompañara como una banda sonora que tenía como única misión en la vida, relajarla.

  20. Una vez más los tacones de Litah resonaban a cada paso sobre el empedrado del Ministerio de Magia, un vez más era Manolo Blahnik el encargo de engalanar con sus exclusividades los pies níveos de la presumida matriarca Marshbone. Esta vez en un modelito incrustado de cristales Swaroski en un fino agamuzado verde que combinaba a la perfección con la túnica ceñida que se había colocado para la ocasión.

     

    - Nuevamente vengo a realizar unos trámites —dijo a la encargada que se encontró antes de llegar al Departamento de Transportes Mágicos—, soy cAsCaBeLiTaH Black Lestrange Marhsbone Lóriryen.

     

    Intentó sonar educada pero no le salió, odiaba hacer trámites y si hubiera podido, habría enviado a Delos, Asturión o Cloxx para hacerlos por ella; pero tenían que exigir trámites personalizados, cuál era el chiste de tener sirvientes si no se podía hacer uso de ellos en las cuestiones aburridas, aquello carecía de toda lógica.

     

    Exhaló con rabia mientras volvía a llenar los formularios indicados, y aquello era un decir, había sacado del bolso una pluma a vuela pluma que ejercía sola y con delicadeza la caligrafía fina de la señorita Black Lestrange.

     

    Cita

    Jefe de la Oficina de Red Flú
    Presente:


    Por medio del presente memorandum, indico que si deseo mantener los siguientes servicios, y estos consciente de los costos:

    Indicar detalle de los servicios solicitados, ejemplo:

    - Conexión de la red flu:

    - Conexión a Puntos Cardinales - 300 galeones

    - Hechizo antiaparición activado: 800 galeones.

    - Ningún mago o bruja que no pertenezca al árbol familiar puede aparecerse en los jardines ni en el interior de la mansión. En todo caso, deberá aparecer fuera de las rejas y caminar el trecho camino de piedra hacia la mansión.

    Total: 1100 galeones, que autorizo que se descuenten de: Bóveda familiar Marhsbone Lóriryen

    Agradezco de antemano su atención.
    - Indicar aquí: Litah Black Lestrange
    - Tópico de Registro de la Familia o Negocio: Registro 1
    - Tópico de la Granja, Mansión, Castillo o Tienda: Mansión Marshbone Lóriryen

    Cita

    Jefe de la Oficina de Red Flú
    Presente:


    Por medio del presente memorandum, indico que si deseo mantener los siguientes servicios, y estos consciente de los costos:

    Indicar detalle de los servicios solicitados, ejemplo:

    - Conexión de la red flu:
    - Conexión a Mansión Marshbone - 300 galeones

    - Hechizo antiaparición activado: 800 galeones.
    - Sólo los dueños del local pueden aparecerse dentro de los limites del mismo, personas externas al mismo deben aparecer fuera.

    Total: 1100 galeones, que autorizo que se descuenten de: Link a la bóveda de negocio.

    Agradezco de antemano su atención.
    - Indicar aquí: Litah Black Lestrange
    - Tópico de Registro de la Familia o Negocio: Registro 2
    - Tópico de la Granja, Mansión, Castillo o Tienda: Negocio Puntos Cardinales.

  21. Se rió en cuanto el pañuelo tocó su nariz, no estaba acostumbrada a ser tratada como niñita de cinco años que camina de la mano de papá, al menos su papá nunca había sido así con ella. Todo en la mansión Black Lestrange giraba en torno a lo que debían hacer dentro del bando, las expectativas que tenían que cubrir, la muerte de su madre biológica que había que vengar, poco tiempo había pues para las demostraciones de afecto tan sencillas como el limpiar un poco de hollín de la nariz.

     

    Se acostó de lado sobre su pecho, sucio, tal cual él había mencionado, pero no le importó, tan alegre que estaba. Después de todo, no era que la vanidosa Litah no contara con dos armarios llenos de ropa de diseñador en dos mansiones diferentes, había sido una niña caprichosa desde que tenía uso de razón y no había conocido del todo la palabra : No. El pecho de Sean estaba no sólo sucio, sino que un tanto meloso, la ropa estaba transpirada, hizo que la bruja se preguntara nuevamente dónde había estado, seguramente él querría mantener el misterio de su ubicación, pero con la pelinegra tendría que ser transparente por completo si quería visitar de nuevo su habitación.

     

    Tenía la cabeza apoyada en una de sus manos, apoyándose a su vez en el torso de Sean, pensando en todas las dudas sobre su paradero anterior al encuentro en el lago, pero se tuvo que tragar una risa al ver que en esa posición el escote de su camiseta negra estaba distrayendo completamente al castaño. Estiró la otra mano y le revoloteó el cabello.

     

    - ¡Pervertido, deja de mirarme las lolas! —exclamó sin poder aguantar la risa, dándole un ligero pero bien merecido zape—...deberías respetar a las señoritas que tenemos novio, Sean, y bueno, también deberías decirme, porque es que estás tan sucio, es cómo si te hubieras escondido en la chimenea de mi casa.

     

    Caviló un poco su propia teoría mientras la mano que había golpeado suavemente a Sean ahora acariciaba su mejilla, sabía bien de las mañas del Linmer pero esperaba no tener que verlo en líos en el futuro. No entendía porque seguía con eso, en la mansión no le haría falta nada y tenía un trabajo estable en el Ministerio, de seguro mal de dinero no estaría.

  22. Sus brazos eran como chocolate en una fría tarde de invierno, no sólo relajaban mis músculos, sino que me relajaba el alma. Si el prometía bajarmr el cielo en una noche, irremediablemente le creería, sin medir las consecuencias de lo que pudiera pasarme si caía de ese cielo.

     

     

    Mis labios se pegaron a los suyos en cuanto él lo quiso y mi mente nuevamente se perdió en toda la memoria que el castaño y yo compartíamos, la coquetería de Paris, los juegos de la boda y la pasión desbordada en mi habitación.

     

     

    Asentí a su petición con una sonrisa.

  23. Se abrazó a él sonriendo, su cuerpo temblaba como una hoja al viento, pero él la retenía, contenía su tembladera, su nerviosos y quizá inclusos sus miedos. Había que confiar en él, aprender a confiar en él, en que no sería igual que otras veces y que los rumores de sus elfos habían terminado, que a pesar de las ausencias por sus negocios, siempre volvería a ella. Su mejillas se apoyaba en su pecho y le sintió latir fuertemente.

     

    - Ay Sean...siento que terminaré con el corazón roto —le confesó con la voz entrecortada, no iba a llorar, no podía, el broche le impedía demostrar nada, pero como se le anudaban los pánicos a salir lastimada en la garganta, se aferró a su espalda sollozando en seco, confiando. Rindiéndose a lo que sentía.

  24. Lo cierto era que las palabras de él la habían dejado helada, le sonrió intentando ocultar sus verdaderos miedos, quiso negar con la cabeza y separarse de él en ese instante. Pero el tiempo se detuvo, el lago dejó de ondear ligeras olitas en su centro, las palomas detuvieron el vuelo y si uno ponía suficiente atención podía oír las hojitas del césped crujir debajo de su peso. El pánico se apoderaba de ella, lo que había comenzado como un juego ahora amenazaba con envolverla y quizá incluso dañarla.

     

    Sin embargo ahí estaba aún, colgada de su cuello, mirándole a los ojos, a milímetros de sus labios e irremediablemente unida a él, aunque tuviera la misma certeza que tienen los náufragos a la deriva de no poder encontrar ninguna orilla dónde refugiarse. Enamorarse de Sean, menuda idea que se le había calado en el pensamiento, quemando de sed su garganta y paralizándole los músculos.

  25. Lo necesitaba, sin darse cuenta la pelinegra se empinó para profundizar el beso que aunque inesperado era completamente deseado, sus dedos subieron por la piel de su cuello para revolverle el cabello, su pequeña figura se apegó lo más que pudo a él y tuvo que recordarse con cierto fastidio que estaban en un lugar público, aún así no se detuvo, le besó, le devolvió en labios los días separados y le mordió el labio inferior en un rezago de la cólera por su ausencia.

     

    Sintió además la arenilla del hollín colándose entre sus labios pero no se detuvo, continuo a su lado, apegándose a él, amándolo.

     

    -...te quiero —jadeó casi sin separarse de él, colgándose de su cuello.

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