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Mahia Black

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Mensajes publicados por Mahia Black

  1. No se esperaba eso. Hubiese anticipado un trato más arisco o quizás algo de desconfianza, ya que era la primera vez que cruzaban más que unas pocas palabras, pero… ¿Recibir amor de parte de las dos? Ciertamente la había descolocado. Esos comentarios habían estado fuera de sus planes, y no le desagradaban en lo absoluto.

     

    Cruzó la mirada con la otra Black y se perdió en ella, casi atontada con el brillo que en sus orbes miel se proyectaba.

     

    Era hermosa. Casi como una muñeca hecha a la perfección; los cabellos sueltos despeinados por el viento y las facciones finas que tanto le hacían perder el aliento estaban a pocos centímetros de ella, y si demoraban un poco más no tendría más opción que demostrarle cuánto la amaba. Se moría por abrazarla. Por rodear su cintura con una mano y depositar un sinfín de besos en todo su rostro.

     

    En cambio, asintió con la cabeza al entender lo que decían sus ojos y contuvo la respiración al sentir el tierno beso que ella depositó en su mejilla antes de emprender su camino hacia el castillo. Se quedó parada allí, viendo las siluetas de las dos mujeres alejarse lentamente y decidió que dejaría pasar un poco de tiempo antes de caminar detrás de ellas, creando la distancia necesaria para que su conversación no llegase hasta sus oídos.

     

    No tenía idea si Akiza había logrado captar las miradas y el ambiente entre las hermanas, pero de cualquier manera estaba claro que la chica sabía lo que hacía y al parecer había descubierto el secreto para ganarse a la Mortífaga Base en un santiamén. Era tan parecida a su madre…

     

    Las vio entrar al comedor y siguió su camino hacia la cocina, esperando que Gabrielle pudiese hablar con su hija. Había visto su mirada al besarla. No iba a ser una conversación fácil de empezar, y sabía bien que la rubia no había tenido un tiempo de calidad con su primogénita desde hacía bastante, por lo que simplemente se dedicó a preparar la cena que les había prometido. Su mujer iría a buscarle cuando estuvieran listas; o al menos enviaría alguna señal que le alertara.

  2. Estaba segura de haber visto a Akiza en algún momento otro momento de su vida. Quizá cuando era más pequeña o en algún desayuno que últimamente se hubiese realizado en el castillo, pero realmente no estaba muy segura. Sólo sabía que aquellos rasgos femeninos y cabellos dorados se le hacían extremadamente familiares. Tal vez fuese lo mucho que se parecía a su madre, exceptuando la altura y aquellos ojos azules que más se parecían a los de ella que a los de la Delacour.

     

    Mahia se quedó detrás de Gabrielle mientras esta trataba con su hija, dejándoles un poco de espacio para que se pusieran al día, observando detenidamente a la menor de las tres. Si bien la muchacha se mostraba algo confundida luego de haber sido sorprendida por su madre, no parecía deberse a ello el sobresalto. La miró extrañada y evitó realizar alguna consulta sobre ello, por el momento se dedicaría a conocerla.

     

    Apreció la sutil reverencia y le devolvió el gesto con la mano libre. La oyó hablar y apretó discretamente el agarre que tenía con su hermana antes de responderle.

     

    - Tu tía, sí. Podría decirse que sí... en cierto sentido. – Sonrió de costado, mostrando uno de los colmillos a su sobrina. No le tenía confianza aún, pero era la hija de su hermana y le interesaba conocerla, por lo que regalarle una o dos sonrisas más de lo que normalmente haría no caía mal.

     

    - Tu madre habla mucho y muy bien de vos… De hecho venía con el único motivo de conocerte. Yo y tu madre somos muy cercanas, pero nunca estuve lo suficiente en el castillo como para conocer al resto de los que viven acá. Ahora me quedo para siempre…– Dio un paso hacia ella y se frenó en seco, manteniendo un poco de distancia mientras le señalaba el ingreso al castillo con la mano libre - ¿Nos acompañas a picar algo? Podemos hacer que los elfos nos preparen buena comida… o simplemente puedo cocinar yo y de paso disfrutas de la compañía de tu madre.

     

    Se volvió hacia Gabrielle esperando su aprobación y aflojó la mirada, suspirando y conteniendo el impulso de atraerla hacia ella y depositar un suave beso en sus labios. Primero quería que ella tomara las riendas con su hija y pudiese hablarle a su modo. Movió los labios en silencio, gesticulando un "te amo" mudo, y se volvió a su Akiza para esperar su respuesta.

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  3. No. Todavía no estaba lista. Aquello la superaba porque sabía que podía herir su ego de una manera muy drástica. Nunca había perdido un duelo, o por lo menos no que ella recordara, y era demasiado tarde para comenzar a hacerlo. Además todavía no había pasado el tiempo suficiente como para que quisiese adentrarse nuevamente en esa actividad. No obstante Orión había insistido en hacerlo. Siempre había tenido una manía extraña en apurar sus tiempos, quizás porque él era un loco arrebatado que tenía su culo en más lugares que los que había en el planeta. De todas maneras lo quería… o algo así.

     

     

    Se paró frente a la puerta del lugar citado, sabiendo que del otro lado estaba el Yaxley. Desenfundó la varita y suspiró, cambiando su actitud en disposición al momento que iba a vivir. Cerró los ojos un momento y dejó que su cuerpo se aclimatara a aquella sensación que ya había tenido años antes. La sed de sangre se podía llevar a niveles más allá de los de la mera excitación del beberla y calentar el cuerpo. Sonrió de medio lado, sintiendo el deseo de asesinar muy marcado.

     

     

    No era que iba a matar a su hermano. De hecho había muchas probabilidades de que si alguien terminase muerto fuera ella, pero le daría pelea.

     

     

    Puso la mano en el pomo de la puerta y giró despacio, sabiendo que esto alertaría al peliazul. Procuró no abrir por completo, sino que pegó su cuerpo a la placa de madera y empujó para mover la puerta sólo unos centímetros. Automáticamente sintió la respuesta que esperaba. Su hermano había lanzado su primer rayo y este impactó de lleno en la puerta cuando la Black volvió a cerrarla. La puerta se partió de inmediato y dejó la apertura perfecta para que la rubia pudiese ver a su hermano y apuntar con la varita, musitando un Expelliarmus para enviar un rayo en dirección al Mago Oscuro con el fin de despojarlo de su arma.

     

     

    Automáticamente pateó lo que quedaba de la puerta y se adentró al lugar mientras su rayo estirpaba la varita de la mano de su hermano. Siempre conservaría los 10 metros de distancia, siguiendo los pasos del otro.

     

     

    Sectusempra – Musitó, con ganas, siguiendo el ejemplo del Yaxley, envió un nuevo rayo rojo que buscaría hacerle multiples cortes que le darían la muerte a su oponente, mientras este corría detrás de su varita

  4. La Black sostuvo a su hermana rodeando la cintura con un brazo, escuchando su grito ahogado y el temblor en sus piernas. No quería que se cayera. Esperó pacientemente a que se recuperara dando pequeños besos en su hombro y cuello, susurrándole mil y una veces lo mucho que la amaba hasta que la sintió rodar y presionar los labios contra los suyos. Acarició su mejilla y rió ante su comentario.

     

    - Primero habría que ver si él aparece. Y luego seguro que despotricaría sobre el hecho de que sus hijas hagan incesto – Acarició su cabello y lo lavó tiernamente, procurando que el agua caliente callera sobre ella mientras le hablaba – Luego de seguro vuelve a irse.

     

    Cerró la regadera y cubrió a Gabrielle con la toalla, sin dejar de mirarla a los ojos mientras lo hacía. Ya no podía esconder el amor que le tenía. La quería cuidar, como si ella fuese un pirata y la Delacour su tesoro más preciado. Y no estaba lejos, de hecho.

     

    La vio empezar a quejarse ante las atenciones y le puso un dedo en los labios, riendo sonoramente con felicidad; sabía lo independiente que era su mujer, pero esta vez necesitaba atenderla. Le mencionó el hecho de que debían cambiar sus ropas para estar presentables y perfumarse para poder bajar, pero lo cierto era que se moría de ganas de llevar la fragancia que ella utilizaba en su piel.

     

    - Creo que deberíamos comer algo – Mencionó mientras escuchaba el sonido en su estómago y la miraba apenada, encogiendo los hombros mientras sentía el arrebato de sangre en sus mejillas. Se debía ver graciosa.

     

    - De paso podríamos hablar de ese tema… y si te deja más tranquila, me gustaría conocer a tu hija… Poder hablar bien con ella… cómo es… si salió tan inteligente y adorable como la madre.-

     

    Observó vestirse a la Delacour con placer y le tiró un beso cuando se sintió descubierta, luego se dio vuelta e hizo aparecer sobre la cama un nuevo atuendo que debía de estar en su cuarto, pero que no iría a buscar hasta allá para ponérselo. Se colocó los pantalones de cuero negro que ya estaba extrañando, y que marcaban sus atributos de buena manera, y una camiseta blanca sin mangas, olvidando ponerse sostén antes de eso. No habría problema, la blusa no transparentaba en nada. Por último, hizo desaparecer su vestido azul y se amarró el cabello en una coleta alta del mismo color.

     

    - ¿vamos? – Le dijo tendiéndole la mano a su hermana, haciéndole dar una vuelta antes de rodearle la cintura con un beso y besarle – Vos debés saber dónde está. Y sino, la buscamos. Pero primero… vamos por esa charla y unos bocadillos. -

  5. Hola! Vengo a inscribirme asi participo de las multis *- * normalmemte hago uso del skype pero nunca conozco mucha gente nueva, asique vamos a ver qué sale.

     

    Fichita:

    Nombre: Antonella / Mahia Black

    Skype: mahia_150 /anto_perez93@hotmail.com

    País: Argentina

     

    Mis horarios son medios complicados, pero normalmente luego de las 19 hs argentina es posible que este.

     

    Saludos

  6. ¿Discutimos el tema después del baño?

     

    Cuando quieras, si es que tenemos tiempo...

     

    Sujetó la cintura de Gabrielle con un brazo y con la otra mano peinó sus cabellos hacia atrás, clavando el azul de sus ojos en la mirada de su hermana. Le sonrió casi con arrogancia, dejando apreciar sólo uno de sus colmillos, mostrándole aquella parte de Mahia que la ojimiel conocía muy bien, pero tenía tiempo sin ver. Sujetó la pierna que le ofrecía en su cadera y recorrió el muslo bien torneado hasta el final del mismo y volvió a bajar, empujando desde la rodilla para que la bajara.

     

    Acercó sus labios a ella y cuando estuvo a punto de besarla los retiró unos centímetros, haciendo que ella fuese la que la buscara. Sus frentes se juntaron y la Black chasqueó un par de veces su lengua en sonido de negación. Esta vez ella dominaría la situación. Tomó las manos de la Delacour y las entrelazó en las suyas con ternura, mostrándole que podía confiar en ella. Las levantó por sobre su cabeza y le pidió sin palabras que las mantuviese allí.

     

    Ella la había llevado al baño, ella sería quien la lavara.

     

    Tomó la esponja que vio junto al jabón corporal y se aprovechó de este para recubrirla. Volvió la mirada a su hermana, que respiraba agitadamente contra la pared la regadera, con los brazos en alto, tan hermosa que le hacía perder el aliento, y colocó la esponja en su costado. Subió por su piel, bajando la mirada hacia su pecho mientras lo enjabonaba con una lentitud casi tortuosa.

     

    Era increíble que fuese suya. La cuidaría como si de una gema se tratase; la portaría con orgullo, protegiendo su incalculable valor, y le daría todas las atenciones que ella necesitase. Ella era el más bello de los zafiros, y Mahia sería su rubí.

     

    Se rió ante aquella analogía y se acercó a Gabrielle juntando sus cuerpos para darle calor, permitiéndole bajar los brazos para que pusiera las manos en sus hombros mientras la lluvia se mantenía sobre ella pero sin llegar a la otra Black. Enjabonó cada centímetro de piel, agachándose para cubrir sus piernas sin dejar de mirarla a los ojos con intenso deseo, deteniéndose para besar la parte interna de las mismas y volvió a subir, atrayéndola hacia el agua caliente nuevamente.

     

    ¿La estás pasando bien? – Le preguntó antes de besarle, volviendo a recubrir la esponja con jabón para pasarla por su espalda, aun sabiendo que el agua borraría la espuma apenas esta se formara sobre Gabrielle. Le hizo dar vuelta, a pesar que la mujer no mostraba señales de querer dejar los besos, y le masajeó la espalda y su parte baja.

     

    Me volvés loca de amor Gabrielle. – Pegó su pecho a su espalda y llevó la mano hacia delante, olvidando la esponja en algún momento, y la colocó allí donde el agua de la ducha no llegaba, jadeando en su oído un segundo antes de morder la superficie del mismo. Sus caricias pretendían complacer a su amante, devolverle un poco de lo que le había hecho sentir momentos antes.

  7. Sonrió con las últimas palabras de aquella mujer que le hacía poner el mundo a sus pies. No entendía por qué se avergonzaba, pero el contraste entre sus rubios cabellos y el rojo de sus mejillas le parecía adorable. Dejó salir un suspiro y miró hacia la ventana, habían pasado varias horas juntas y el día ya estaba en todo su esplendor. De todas maneras a Mahia no le importaría compartir seguir unas cuantas horas más; quería compartir toda su vida con Gabrielle.

     

    - Lo hagamos… - Dijo sonriendo, levantando la mano hacia los cabellos de su mujer para acariciarlos con ternura. – Ya somos familia, pero quiero ser… Tu familia. Si es que me entendés. -

     

    Besó su cabeza y se incorporó un poco, apoyando su espalda contra la pared mientras estiraba un brazo para indicarle a la Delacour que recostara la cabeza en su hombro y tomó el edredón para taparla por si ella tenía frío; por su parte, bueno, acababa de beber sangre, por lo que por un rato no sentiría el efecto del fresco clima de invierno.

     

    Le enternecía las palabras de su hermana. Ella no había sido una buena madre en tiempos pasados. No los había cuidado como debía y sus hijos no le tenían el amor que se le tenía a una madre. Ni ella los tenía tan interiorizados como debía. Eran suyos, los amaba, pero no tenían una relación que cuidar. Y ahora tenía la oportunidad de hacerlo bien, de volver a empezar.

     

    Miró a la mujer que la miraba pensante entre sus brazos y le devolvió la mirada con amor. Luego bajó el rostro y depositó un cálido beso en sus labios.

     

    Ella siempre había sido su camino de regreso a casa. Consciente o inconscientemente se buscaban y lo primero que hacía la Black al regresar era estar pendiente de si su hermana estaba o no en el castillo.

     

    - Podemos hacer lo que gustes Gabbs. Yo ya soy tuya, y no quiero que nos separen ni palabras, ni muros ni personas. Sólo vos y yo… y nuestro hijo. –

     

    Se despegó de ella con cuidado y rodeó el lecho, tendiéndole la mano al ver su rostro desconcertado. La hizo salir de la cama y comenzó a caminar hacia atrás con los brazos extendidos, guiándola hacia el cuarto de baño. Compartirían una ducha caliente juntas, dejando que el vapor y el repiqueteo de la lluvia taparan la imagen y los sonidos que emitirían. Volverían a recorrerse, a descubrirse una y otra vez, reconociendo cada uno de los lugares ya explorados y que faltaban por aprender.

     

    - ¿Te parece si nos damos un baño y bajamos? Podemos mantener esto en secreto o dar la noticia frente a todos, como gustes – Abrió la regadera y le sonrió, invitándola a ingresar con ella. Tenía la esperanza de que no eligiera lo primero. Se moría por gritar a los cuatro vientos que era su mujer.

     

    Por cierto… - Se acercó a ella hasta poner los labios contra su oído y susurro de la manera más dulce posible – Te amo. -

  8. *me abrazo a char * hermanito t.t yo se que te ***o siempre pero realmente te quiero muerto mucho.

     

    La verdad es que vengo a pedir disculpas por el abandno del rol. Lei el mismo y sinceramente me encantó la trama, pero con wl trabajo y algunas cosas extracurriculares que me salieron no pude seguirlo.

     

    Ya te prometo que la próxima vez lo llevo hsta el final.

     

    Te adoro. No me mates

     

    *le deja unos buenos mates bien cebados *

  9. Se dirigió hacia el living de la mansión, ya casi terminando con los destrozos en las habitaciones. Mia había hecho un gran trabajo quemando todo a su paso y el humo empezaba a hacerle lagrimear los ojos, pero aquella sensación le gustaba. Con un simple hechizo sobre la bandera que había agrandado la hizo levitar sobre el lugar para que, si sobrevivia alguien o algo de la estructura quedaba en pie, pudiesen ver el hermoso arte de la Marca Tenebrosa.

     

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    Hecho esto se giró nuevamente hacia sus compañeras y saludó con la mano, agradeciendo la invitación. Siempre disfrutaba de esos momentos, pero hubiese sido mucho mejor si pudiesen haber jugado con algún odefo perdido que hubiese llegado al lugar por error. Se ajustó la máscara y desapareció del lugar.

  10. – Es que se ha perdido el respeto - Mahia negó con la cabeza un par de veces, desilusionada al escuchar que nadie llegaría a recibirlas. Con lo bella que se había vestido para la ocasión. Aunque ya se lo había esperado, tenía la esperanza que las cosas hubiesen cambiado. Los de la Orden del Fenix llevaban tanto tiempo de huelga que ya no debían recordar el por qué lo hacían.

     

    Siguió a Leah y Mía hacia donde estaban las habitaciones y se separaron por unos momentos. La Black ingresó a la más cercana, pateando la puerta para romperla en vez de abrirla, observando cómo las astillas salían desprendidas hacia el interior. No le dieron vergüenza sus modales, de todas maneras estaban allí para eso.

     

    Se adentró con pasos tranquilos, disfrutando del tiempo que tenía y observó bien la alcoba. Era bastante amplia, pero prácticamente no tenía mucho que ofrecer. Se notaba habitada, ya que había un mueble que hacía las veces de mesa sobre el cual se podían observar un par de pergaminos y una pluma con un tintero que aún conservaba su líquido en el interior. Una pequeña chimenea en la pared izquierda contenía sobre ella algunas estatuillas de porcelana y una cama de gran porte se encontraba en el centro, cubierta por un edredón de un color blanco añejo, casi llegando al de la crema batida. Aquella cosa debía tener más años de los que la bruja misma tenía.

     

    La rubia pasó su mano sobre la chimenea, tirando todo lo que había sobre ella al suelo y escuchó con placer cómo se hacían añicos. Luego apuntó su varita hacia la cama y con una sutil floritura y mencionando el hechizo Incendio logró prenderla fuego. Un hermoso fuego que pronto consumiría todo el lugar.

     

    Salió de allí y se volvió a encontrar con Mia, quien le ofrecía un poco de whisky de fuego. Lo tomó y le dedicó una sonrisa que ella no podría apreciar por la máscara.

     

    – Nah, son cobardes. Quizá ya hayan huido todos. O podemos probar tirando abajo la mansión entera y luego volviendo a ver si encontramos algún cadáver. Algo así como la búsqueda del tesoro. Suena divertido – Le dijo sacando un trozo de papel de su bolsillo y agrandándolo con la varita.

  11. ¡Por fin! Lo había sabido desde hacía unos días. Algo le había dicho que el momento llegaría esa noche estrellada. El llamado de un Ángel Caído para comenzar una invasión hacía zigzaguear la Marca Tenebrosa grabada en su brazo izquierdo y le provocaba aquel escozor placentero que tanto le había gustado sentir en su juventud. Sin pensarlo demasiado respondió con su varita pegada en el brazo e hizo aparecer su túnica negra característica de los mortífagos.

     

    Tapó sus facciones con una máscara plateada que tenía, sobre el ojo izquierdo, desde la frente hacia el pómulo, una fisura apenas profunda pero que no dejaba ver nada debajo de ella; era exactamente del mismo tamaño que la cicatriz que llevaba en su rostro. Aprovechó la capucha negra que la túnica le ofrecía y cubrió sus cabellos dorados, asegurándose de que ninguno escapara de la cobertura de la misma y por seguridad aplicó un conjuro sobre su pelo, cambiándolo a color negro por unas horas.

     

    Preparada para la acción desapareció en un instante para aparecer donde se le había pedido: Dentro de la mansión Moody, en Southern Uplands, Gran Bretaña. Más precisamente en la torreón más grande, el familiar. Se veía claramente la intensión de molestar a las personas que vivían en el lugar, y aquello no le desagradaba. Sonrió con ganas y una vez allí, saludó a la persona que comandaba con un pequeño movimiento de la cabeza y desenfundó la varita, lista para comenzar.

  12. Claro que la conservaría humana. Lo intentaría. Ese era su único miedo, pero sabía que si ella se lo pedía todo su cuerpo obedecería. Era increíble la conexión que tenían entre las dos. Gabrielle sabía exactamente cómo y en qué lugar tocarla; conocía sin preguntar todos los puntos que le hacían estremecer y los manejaba a su antojo, como si fuesen una sola. La sentía y se moría por hacerse sentir.

     

    Clavó los colmillos en su cuello cuando sintió sus dedos en mayor profundidad y soltó un gemido cuando el aliento agitado de su respiración se mezcló con el tibio calor de la sangre, regodeándose en el sabor y el deseo que esta le provocaba y haciendo gritar a la otra mujer. Aquello la llevaba a su límite y la dejaba al borde de propasarlo; arqueó la espalda ante la oleada de deseo y placer y separó su boca de la garganta de la Delacour, aprovechando el momento para subir sus manos a sus hombros, pasando por su pecho para aplicar una leve presión con sus dedos en ellos.

     

    La miró a los ojos sin dejar de moverse y sintió erizar su piel. Se perdía en aquellos orbes miel que le transmitían toda la pasión, lujuria y deseo que pudiese sentir, pero que a su vez le llenaban del más profundo amor. El rostro de Gabrielle se veía esplendido y sensual, ofreciendo sus rosados labios para que fuesen besados. Observó su brillo y advirtió cómo su corazón doblaba los latidos, haciéndole morder su propio labio inferior, tirando la cabeza hacia atrás al tiempo que aceleraba sus caderas al ritmo de la mano de la chica.

     

    Y cayó sobre su pecho de manera sutil, sin poder ya sostenerse con los brazos, presa de aquellos espasmos y contracciones que involuntariamente le invadían y que le quitaron el aliento por unos momentos. Sintió uno de los brazos de su amor rodearla mientras temblaba y se abandonó a ella. Apoyó los labios nuevamente sobre su cuello, evitando la herida para no provocarle dolor y se quedó allí por unos momentos, aunque nunca supo exactamente cuánto tiempo fue.

     

    No quería separarse de ella. Estaba feliz, estaba impresionada… estaba… feliz.

     

    Acarició las costillas de la otra Black de manera suave y tranquilizadora y, cuando pudo moverse, se giró un poco hacia el costado para no aplastarla por mucho tiempo más. No hubo demasiadas palabras, sólo las miradas que expresaban cada uno de sus pensamientos.

     

    Mahia estaba segura: nunca la volvería a apartar. Necesitaba a Gabrielle en su vida y ya no dejaría pasar la oportunidad. Miró su mano izquierda y contempló unos segundos el anillo de plata que tenía en el dedo anular. Era uno de sus objetos más propios. Siempre lo había llevado consigo.

     

    Lo retiró de su dedo, tomó la mano derecha de su hermana y sin decirle una palabra lo colocó en el dedo anular de ella. No era exactamente el mejor regalo que le podía dar. De hecho podía darle cosas mucho mejores: más lujo, más brillo, más clase… pero la carga emocional que tenía el momento reemplazaba todo aquello.

     

    Cambialo de mano cuando creas que sea necesario. Pero con esto, quiero que sepas que soy tuya para siempre. Te pertenezco y lo quiero de esa manera. Quedate conmigo y te prometo ser la mujer perfecta para tu vida y borrar todo el pasado que no te mereció para crear un nuevo presente donde no hagas más que sonreír – cuando terminó de hablar bajó la mirada avergonzada y escondió el rostro en el hombro de la mortífaga Tempestad. Decir esas cosas no era algo propio de ella, pero era lo que sentía y pensaba, y necesitaba que la mujer lo supiese.

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  13. Ey, gente. Vengo a cambiar la disposición de mi ficha según el nuevo formato. De paso la actualizo. No sé si contará como cambio mensual, ahí dice que no, pero les aviso que además la modifico.

     

    Bueno, espero que esté todo ok. Besos

     

     

    Nombre del Personaje: Mahia Black

    Sexo:
    Femenino

    Edad:
    27 años
    Nacionalidad: Británica – Inglaterra, Londres.

    Familia(s):
    * Black
    * Familia 2


    Padre(s) Sanguíneo:
    Fernando Black

    Padre(s) Adoptivos:
    --

    Trabajo:

    --



    Poderes Mágicos:

    Rango Social: Unicornio de Plata

    Bando: Mortífago

    Rango dentro del Bando: Base

    Puntos de poder en objetos: --

    Hechizos adicionales:
    --

    Puntos de poder en criaturas: Los asignarán los moderadores

    Criaturas controlables en asaltos y duelos: Los pondrán los moderadores

    Habilidades Mágicas:
    --.

    Conocimientos Especiales:
    * Leyes Mágicas
    * Artes Oscuras

    Medallas:

     

    Perfil del Personaje:

    Raza: Vampiro



    Aspecto Físico:

    Mide 1.72, Piel pálida y fría. Tiene un cuerpo normal de una mujer joven y en buen estado. Buenas curvas, marcadas por el ejercicio de los duelos, pero no muy exageradas. Sus ojos son azules profundos, de mirada penetrante, cabello rubio, boca y nariz pequeña y facciones de piel lisa, claramente hermosas. Tiene dos cicatrices, en el hombro y ojo izquierdos, respectivamente, en sentido vertical/diagonal. La del ojo corre desde la ceja, pasando por el párpado hasta llegar a la mitad del pómulo izquierdo, y la del hombro se ve tanto de frente como de atrás, llegando casi a la altura del pecho.

    La Marca Tenebrosa fue grabada en su brazo izquierdo, como en la mayoría.

    Le gusta andar vestida con ropa muggle, usualmente negra y de cuero, ya que considera que las túnicas de mago son muy incomodas y feas en estética.



    Cualidades Psicológicas:

    Tiene una doble personalidad bastante marcada. Es reservada y poco sociable. Le gusta la soledad y prefiere estar rodeada de poca gente, sólo la necesaria. Es tierna y amorosa cuándo quiere y únicamente con las personas a las que le dedica demasiada confianza, pero le cuesta abrirse para darse a conocer, por lo que sus allegados más cercanos no superan el número de tres personas. Le gusta la noche y no soporta la luz del sol. Nada relacionado con su condición de vampiro, no obstante se siente increíblemente incómoda de día.

    Hizo crear un lago artificial en el jardín del castillo Black para poder pasar allí los ratos de soledad sin tener que ser interrumpida por ninguno de sus familiares.

    Tiene un gran respeto por su familia sanguínea.


    Historia:

    Su infancia no es algo que ella pueda recordar con facilidad. Nació hace muchos años en la ciudad de Londres, Inglaterra. A los 17 años de edad fue mordida por un vampiro, la cual todavía desconoce. No le guarda rencor a su creadora puesto que, para Mahia, más que una condena le regalo un don eterno. Toda su vida perteneció a la familia Black. Desapareciendo por largos periodos de tiempo alternativamente.

     

    Desde muy temprana edad, antes de ser convertida, la pequeña Black había decidido seguir la tradición de la familia con orgullo. Ser mortífaga era la única razón por la cual aceptaba levantarse temprano todos los días y asistir a su academia por largos años. Gracias a ello, tuvo una trayectoria importante dentro de la Marca Tenebrosa, donde pasó la mayor parte de su edad adulta hasta el momento.

     

    Su pasión eran los duelos; los hechizos. A medida que crecía en ese ambiente su personalidad fría y distante la volvió bastante sanguinaria. Amaba hacer asaltos contra el bando fenixiano y participar en torneos. A pesar de que muchas veces salió herida de ellos, no perdía oportunidad de batirse contra nadie. Las heridas se curaban, dejaban cicatrices, evidenciaban victorias, pero el orgullo… el orgullo dolía para siempre.

     

    Debido a su personalidad calculadora y lógica, podía generar estrategias en segundos y disfrutaba de ello, lo que le daba una gran ventaja a la hora de luchar con las varitas. Esta obsesión casi sanguinaria le brindó la posibilidad de escalar rangos dentro del bando de manera eficaz, llegando a ser llegar a Ángel Caído. Pero descendió muy rápidamente por sus escapadas y ausencias. No es una mujer que pueda mantenerse mucho tiempo en un mismo lugar.

     

    Actualmente Mahia decidió volver a su hogar. Se pudo reencontrar nuevamente con sus hermanos y, con ellos, pudo escapar un poco de aquella manía que poseen los Black y se abrió al cariño que les tiene.

     

    La relación con sus hermanos es especial, puesto que a cada uno los ve de una manera diferente:

     

    Su infancia la vivió de la mano con su hermano mayor, Orión. Él era de esas personas en las cuales no se podía confiar: tenía muchos problemas y traumas, hasta creía ver el futuro, y no lograba sobresalir en ninguno de los aspectos que la familia creía importante. Vamos a llamarlo con propiedad, Orión era un inútil. Eso generaba en Mahia un sentimiento de envidia y enojo, ya que ella al ser mujer y de menor edad no contaba con el mismo apoyo que él había tenido, aunque hiciese las cosas mucho mejor.

     

    Fernando, su padre, siempre estaba pendiente de su hijo varón, ya sea en sus aciertos, pocos, pero aciertos al fin, como en sus derrotas. Pero pocas veces había dedicado el tiempo necesario a la pequeña rubia. Había llegado al punto de perder gran parte de su feminidad, casi superando la hombría de su hermano en lo que a personalidad refería, para recibir un poco de atención de su padre. Pero ni aunque tuviese una varita extra el ex líder mortífago le felicitaba su accionar, por lo que decidió olvidarse de su padre y se concentró en mejorar sólo para impresionar a las mujeres. Hasta en eso superaba a su hermano.

     

    No obstante, cuando él modificó su modo de ser y fue creciendo en el arte de los duelos, la ojiazul comenzó a verlo como un ejemplo a seguir. Él había cambiado mucho luego de su exilio, y ella se había suavizado lo bastante para poder abrirse a él.

     

    Le gustaba su nueva faceta protectora, y el tiempo borró los resentimientos antiguos que pudiese tener. Podría decirse que su ahora relación es más de un amor duro, puesto que no pierde la oportunidad de molestarlo cada vez que puede, o hacerse la desinteresada con él. Pero la verdad es que lo adora. De los tres hermanos, es a quien más se siente unida fraternalmente.

     

    Luego estaba Luisitha, la hermana menor. Ella era aquella que siempre podía sacarle una sonrisa. Si bien en algunas ocasiones podía lucir seria, su forma de ser y hablar causaba que Mahia se relaje, riendo, comentando y acompañando sus locuras. Lamentablemente la ojiazul se había perdido en su obsesión por mejorar cada vez más y había descuidado a Luisitha. En la actualidad no son muy cercanas, pero la Black planea cambiarlo.

     

    Entre estos dos, había una última persona, a quién se dejó para el final con motivo de explicar correctamente la relación que tenían: Gabrielle Delacour había aparecido en la vida de Mahia en la pubertad, en una de las vueltas de la Black al castillo. Orión la había llevado hasta allí, rescatándola de donde sea que ella hubiese salido. Sabía que era hija de Fernando, pero no era muy difícil ser hijo de él, con lo mujeriego que era. Poco a poco las dos se habían acercado y apoyado en los momentos difíciles, aún con las ausencias prolongadas que mantenían de su hogar.

     

    Dentro de Mahia comenzó a crecer un sentimiento que se fugaba del parentesco e iba más dirigido hacia lo íntimo. Estar a su lado le hacía bien. Su aroma relajaba sus sentidos y la alegría le invadía, acompañada con un fuerte deseo. No tardó en verla con ojos de mujer, más allá de que su hermana ya hubiese entregado su corazón hacía tiempo, por lo que no perdía la oportunidad de coquetearle de manera descarada. Aunque en la Black era normal ser provocativa, Gabrielle generaba un deseo y atracción imposible de ignorar que potenciaba todo en ella. Es su hermana, era su amiga y su mujer.

    Esto demuestra que aunque sigue siendo una persona dura y melancólica, sus hermanos son todo para ella.

     

    Pertenencias

    Objeto Mágico Legendario:
    Válido sólo para Orden de Merlín.



    Objetos Mágicos:

     


    Objetos Mágicos:
    Certificados por el Ministerio de Magia.

    Varita mágica, 28 centimetos. Hecha de acebo y cuerno de unicornio. El mango es de color escarlata y tiene talladas sus iniciales junto con la marca tenebrosa (esto es invisible para cualquiera que no sea mortifago).

    Objeto: Varita Mágica
    Clasificación: AA
    Puntos de Poder: 20

    Pociones Mágicas:

    Objeto:
    Clasificación:
    Puntos de Poder:

    Criaturas Mágicas:

     


    Criaturas Mágicas:
    Certificados por el Ministerio de Magia.

    Criatura: Perro Doberman.
    Categoría: X y no mágicas
    Puntos de Poder: 10

    Criatura: Perro Doberman.
    Categoría: X y no mágicas
    Puntos de Poder: 10


    Criaturas en la Reserva:
    Criatura 1:
    Clasificación:
    Puntos de poder:

    Libros de Hechizos:

    --

    Poderes de Criaturas:


    Tipo de Poder: --

    Consumibles en Batallas: --

    Nombre:
    Descripción:
    Categoría:


     


    Elfos:
    --



    Licencias, Tasas y Registros:

    Licencia de Aparición: Aprobada

    Licencia de Vuelo de Escoba:
    Aprobada

    Registro de XXX:
    --

    Personajes Secundarios: --

    Otros Datos:

    Otros datos:

     

    Cronología de cargos:


    Premios y reconocimientos:

    Links de Interés Referentes al Personaje:

    Link al Perfil de Comprador MM: --
    Link a Bóveda Personal:
    Bóveda de Mahia Black (nº78597)
    Link a Bóveda Trastero: Bóveda nº 75080
    Link a Bóveda de Negocio:
    --
    Link a Bóveda Familiar 1: Bóveda Familia Black
    Link a Bóveda Familiar 2: --

     

  14. - Je t'aime aussi Gabrielle.... -

     

    La noche había ido mejor de lo que esperaba y, por una vez, sentía que había tomado la mejor decisión. Sonrió con picarda y se dejó llevar, recostándose en las suaves sábanas. Todo estaba inundado con el olor de la rubia y eso le hacía volver loca. Podía sentir la suavidad del cuerpo de su hermana sobre ella, deleitando su vista y sus sentidos con cada movimiento. Su mano derecha se adelantó sin pudor, subiendo desde su cintura al cuello sin dejar de rozar cada centímetro de piel en el camino y entrelazó sus dedos en los cabellos con una caricia simple.

     

    Levantó la vista y la miró a los ojos, encontrando en ellos el mismo sentimiento y la pasión que pronto estaba por desbordar. Y entonces la besó. La besó como si nunca antes lo hubiese hecho, dejando salir el anhelo y el amor en cada toque.

     

    Arqueó su cuerpo al sentir la mano de la Delacour y jadeó entre sus labios, apremiándola a seguir con la caricia. No había otra persona que pudiese provocarle lo que Gabrielle hacía con su cuerpo. Cada parte del mismo vibraba sin control, quemando el lugar donde sus caricias recaían y haciendo que la respiración se volviese cada vez más acelerada y hasta entrecortada .

     

    Con sutileza la Black empujó a su hermana hacia un costado, rodando en la cama hasta quedar sobre ella, sentándose sobre sus caderas con una pierna a cada lado, pero manteniendo su peso sobre sus rodillas. Llevó sus manos al borde de su vestido y lo retiró lentamente, consciente de la mirada atenta de Gabrielle sobre su cuerpo. Arrojó la prenda hacia un lado, sin importarle las condiciones de este y bajó el cuerpo hacia el de su hermana, apoyando los labios en su cuello una vez más, sintiendo el suave calor del pecho de la otra mujer bajo el suyo.

     

    Sus caderas se movían prácticamente por instinto y las manos acariciaban cada lugar disponible, cubriéndola de caricias.

     

    - Sos perfecta ma cherie - Le susurró suavemente, mordiendo un poco la piel, lo suficiente para dejar salir un poco de sangre y lamió rápidamente, sintiendo estremecer por el sabor. La cabeza le daba vueltas y se separó apenas un instante para mirarla a los ojos. - Sé mía. -

     

    ------------

     

    *desaparezco*

  15. Mahia cerró los ojos un segundo, aturdida por la intensidad de la mirada de Gabrielle, y apoyó la cabeza en la mano que tan sutilmente le acariciaba. ¿Qué podía ser tan malo? Quizás estaba siendo muy dramática. La mortífaga tempestad era lo bastante fuerte y habilidosa para defenderse de ella si algo salía mal, pero si intentaba hacerle daño no podría perdonarse a sí misma.

     

    - Tu aroma me hipnotiza, y no es sólo tu perfume. – Abrió los ojos y subió lentamente su mano, pasando suavemente por el centro de su pecho hasta llegar a su cuello y acarició con delicadeza el lugar donde debía estar la yugular. – Me atrae el sonido de tu corazón, el amor que te tengo, el deseo… y tu sangre… no quiero morderte, pero no siempre me puedo contener. Yo… -

     

    La sintió más cerca y levantó la mirada a los ojos miel que tanto amaba, pero enseguida la desvió hacia los labios de la otra rubia, perdiéndose en el deseo de besarlos. Se acercó al tiempo que su hermana lo hacía y suspiró cuando la sintió a centímetros de su rostro. Sin dudarlo movió la mano que se encontraba en la base de su cuello hacia la nuca de la Delacour y cortó la distancia que separaba sus labios.

     

    Ya no sabía qué era aquello que llevaba años haciendo con su varita, porque definitivamente la magia era aquello que estaba sintiendo en ese momento. Dejó salir un gemido de gusto casi de manera involuntaria mientras sentía los escalofríos de deseo recorrer su espalda. La quería. La necesitaba más de lo que había pensado y su cuerpo lo sabía; las piernas amenazaron con fallarle y se vio en la obligación de separarse un segundo, tratando de recuperar el aliento: se había olvidado de respirar.

     

    No necesitaron más palabras. Las miradas cargadas de apetito la una por la otra creaban un dialogo mudo que cada vez se hacía más extenso, loco y frenético. Inhalar se había vuelto difícil y el calor comenzaba a subir. Mahia mordió su labio inferior en una seña innegable de deseo y apretó más la mano que tenía sobre la toalla que apenas lograba cubrir a la otra Black. Tiró sutilmente hacia abajo, desprendiendo el agarre con el que la tela se ceñía a si misma al pecho de Gabrielle y bajó los labios nuevamente al cuello de esta.

     

    La deseaba, la amaba. Era la persona que le hacía sentir completa y, en ese instante, no podía sentir más que felicidad.

  16. Bajó la cabeza y apoyó una rodilla en el suelo cuando el calor de Gabrielle la abandonó. Tenía un largo camino por delante para recuperar su confianza, pero iba a hacerlo. Le dolería en el alma si no lo hacía. Ahora que su vida se estaba recomponiendo hacia el punto donde la había dejado, ahora que había vuelto a la Marca y se sentía con ansias de poder, recuperando su yo de antaño, ahora, en ese preciso momento, necesitaba tenerla consigo para compartir todo aquello que no habían compartido en los años anteriores.

     

    Se incorporó pero no se giró hacia la ojimiel. La dejó hablar. Mahia ya había movido sus piezas, ahora era el turno de la otra mujer.+

     

    - No estás loca. Y si lo estás, amo tu locura. - Giró apenas la cabeza y el torso que su voz le llegara mejor a la Delacour y se detuvo un momento más para pensar sus palabras. - Es cierto que no lo puedo usar de excusa, pero es lo que me ha pasado. Y somos tan parecidas que nuestro problema es que hemos encontrado una cosa en la que no hemos coincidido.

     

    El silencio que prosiguió le hizo incomodar. ¿Debía decir algo más? ¿Quizá el motivo por el que había desaparecido aquella noche? Lo recordaba muy bien. Demasiada gente. Demasiados latidos constantes a la vez, transportando sangre caliente que le clamaba por ser consumida. Todas aquellas vidas que podía arrebatar tan fácilmente, consumiéndolas desde lo más profundo de su ser. Le abrumaba el hambre. Todavía podía sentir el mareo. Se había vuelto loca, no había bebido en semanas y al huir con la excusa de ir al baño encontró una pobre alma escapándose del salón de té que fue suficiente para calmar su deseo. Pero su muerte trajo consigo la vergüenza y supuso que ya no debía volver.

     

    Iba a hablar cuando sintió el cuerpo de Gabrielle pegarse al suyo desde la espalda y sintió cómo la sangre volvía a sus músculos y hacía latir de nuevo su corazón. Suspiró y se recargó en ella, buscando más contacto. Escuchó su susurro y asintió, mordiéndose el labio cuando la boca de la rubia llegó al lóbulo de su oreja. Aquello era demasiado y todos sus sentidos se activaron de repente, reviviendo la punzada de deseo que había sentido al entrar al cuarto.

     

    - Claro que lo siento. - Se dio vuelta rápidamente y, sin importarle su castigo, apoyó las manos en la cintura de su hermana, atrayéndola a su cuerpo mientras la miraba a los ojos firmemente. Bajó el rostro y lo apoyó en la base entre su cuello y su hombro, sintiendo con los labios el movimiento rápido de su corazón e intentó controlar su deseo. Entreabrió los labios y dejó que sus colmillos rozaran la piel de la Tempestad y luego cubrió el lugar con su lengua. No la había rasgado, pero podía sentir su sabor a través de la tersa piel. Aquello le secaba la garganta.

     

    Se separó lento de ella, pero manteniendo las manos en su cintura y desvió la mirada hacia el conejo que aún las miraba. Conocía a la mascota de su hermana, aunque nunca la había tenido tan cerca.

     

    - Voy a hacer lo que sea para recuperarte. Pero debés saber también que hay algo en mi que puede hacerte daño y que he tratado de evitar a toda costa, pero que no puedo hacer desaparecer. ¿Aún así me querrías cerca?- Movió las manos por la toalla, muriendo de ganas por tirar de ella para sentir el calor de Gabrielle con sus propia piel. Se sentía aterrada y nerviosa de que la respuesta fuese negativa, pero tenía que escucharla -

  17. Bien, se merecía las palabras de su hermana, pero aún así le dolían. Pensaba que ella iba a reconocer sus pasos, pero también sabía que era lo bastante inteligente para estar preparada siempre ante cualquier peligro, por lo que no le sorprendió ser apuntada con el arma mágica de la Black. Se había quedado quieta mietras le hablaba, apenas desviando la mirada a la varita en la mano de la rubia y volviendo a sus ojos miel.

     

    - Tengo tiempo y tengo ganas. Pero te aseguro que podemos cruzar más de tres palabras, siempre lo hemos hecho - Le contestó mientras la veía dejar su varita y se acercaba a ella. El cuerpo le vibraba con la cercanía e intentó levantar una mano para tomar la de ella cuando la tuvo a su lado, pero no se animó. Quizá no era el momento.

     

    Desvió los ojos azules hacia el resto de la habitación cuando le sintió nombrar a su cuñado, y se enfocó en cualquier otra cosa que no fuese su hermana. El contraste entre el deseo al ver lo que dejaba mostrar de piel y el rencor que ella le tenía a aquel hombre oscurecía su mirada, tensado su mandíbula más de la cuenta y haciendo que los colmillos lastimaran la piel interior de su boca. En ocasiones podía evitar que los caninos crecieran, pero tenía hambre y no había probado un trago de sangre desde aquella noche de San Valentín cuando injustamente había abandonado a Gabrielle.

     

    - Lo nuestro es diferente. Porque yo no soy él. Y siempre voy a estar para vos. - Se levantó y caminó unos pasos, relajado sus facciones para poder verle a la cara y se dió la vuelta para tenerla de frente.

     

    Era hermosa. Sus facciones de mujer y el cuerpo bien torneado que ya conocía combinaban con el carácter fuerte que tanto amaba Mahia, pero que se suavizaba cuando ellas se acercaban. Lo mismo le pasaba a la mortífaga base. La mujer frente a ella le hacía cambiar cada parte de su ser sólo por el simple placer de tenerla cerca. Siempre había sido así, desde niñas. Casi se podía sentir la confianza y la intimidad, aún cuando el ambiente era tenso y doloroso. No necesitó más que la mirada dolida de su hermana para sentir que todo se venía abajo y se acercó a ella nuevamente, hincándose en cuclillas frente a la cama y llevando su mano lastimada a la mejilla de la Delacour.

     

    - No voy a dejarte. No a menos que me lo pidas. Y quizás ni así - Puso cara de estar pensando y frunció el ceño - Eso sonó muy de acosadora ¿no? jaja... Pero es la verdad.

     

    Sus ojos se fundieron en los de Gabrielle y sintió como ella se apoyaba en su mano, aunque quizás un poco más dubitativa que de costumbre. Contuvo la respiración y se acercó apenas un poco más, quedando a centímetros de ella. Le estaba volviendo loca. Su perfume y el amor que le hacía sentir le llevaban a hacer cualquier cosa por ella. Sabía todo lo que había sufrido y odiaba haberle hecho daño.

     

    - Lo nuestro existe. Y yo me moriría si eso te hiciera feliz. Me vas a tener que tener paciencia. Estuvimos muchos años separadas y yo particularmente estuve separada de todos. De la gente, de la sociedad. Me volví una persona solitaria, más allá de que nunca fui muy dada con la gente. Si los pudiera cortar a todos los que me estorban mejor - Rió un poco pero nuevamente volvió a estar seria - Lamento lo que hice. Dame esta oportunidad para demostrarlo. Decime qué necesitas, y yo voy a pagar mi pena en silencio.

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  18. - Maldita sea - Era la tercera copa que rompía. Lo bueno era que tenía muchas más en la despensa ratona de su cuarto, pero poco a poco iban bajando en número. Se encogió de hombros y negó un par de veces con la cabeza mientras se agachaba a recoger los cristales rotos del piso. Podría haber usado magia, pero prefería hacerlo a lo muggle.

     

    Aquellos últimos días había tenido la cabeza en otro lado y pocas cosas le habían salido bien. Para no ir más allá, aquella misma mañana al alba había decidido dar un paseo por los jardines acompañada por sus mascotas, Aquiles y Bailoyo, cuando un bicho de aquellos que vivían en el bosque de los terrenos había pasado corriendo frente a los canes. ¡Tres horas! Tres malditas horas persiguiendo a dos Doberman adultos que tenían más energía que un adolescente puberto en su primera vez en un prostíbulo.

     

    Se miró la mano derecha y los cortes profundos que ya habían dejado de sangrar y suspiró. Se había ganado una buena mordida de parte de Bailoyo al saltarle encima para detenerlo, pero había olvidado la varita en la cama antes de salir y no tuvo otra opción.

     

    Terminó con los restos de vidrio y los depositó en la basura, al lado de la puerta de su cuarto. Se sacó la ropa sucia y sudada del ejercicio obligado y se dirigió al cuarto de baño para darse una ducha de agua helada. Definitivamente las mañanas no eran lo de ella, y no tenía nada que ver con su condición de vampiro, a pesar de que esta le hiciera odiar el sol. Al no ser pura podía mantenerse bajo la luz del día, pero se sentía más decaída que lo normal.

     

    Se secó y cambió lo más rápido posible, dejando sus cabellos dorados húmedos por su pecho mientras buscaba qué ponerse. Eligió un vestido azul sencillo, con tirantes finos y vuelos a la rodilla, y cruzó su cintura con un cinturón negro, luego se echó un poco de su perfume. Se sentía rara sin sus clásicos pantalones de cuero y zapatillas, pero ya que tenía un día de descanso en la Marca Tenebrosa saldría un poco de la rutina.

     

    - Bah, ¿A quien querés mentir pequeña bribona? querés gustarle. - Musitó para ella misma, mirándose al espejo mientras terminaba de peinar su cabello. Tenía un asunto que tratar. Aquel por el cual se sentía tan en las nubes por aquel tiempo. Y quería estar presentable para la ocasión.

     

    Salió de su alcoba en dirección a la de Gabrielle. Le temblaban las piernas. A la señorita doña ex Ángel caído le temblaban las piernas. ¿Qué bonito no? Nunca le había tenido miedo a la muerte mientras portaba su Katana en los asaltos, pero si hablaban del carácter de su hermana cuando estaba enojada, era capaz de hacerse encima. Sabía que estaba furiosa con ella, o quizá decepcionada, y debía hacer algo al respecto, ya había dilatado demasiado aquella charla. Ella era orgullosa y le costaba reconocer sus errores, pero la Delacour era todo lo que ocupaba su cabeza y corazón, y necesitaba dar la cara por ello.

     

    Se paró frente a la puerta y dudó unos segundos, casi golpeando con los nudillos sobre la madera, pero algo la detuvo. No era normal que golpeara, nunca lo había hecho. Suspiró y tomó el pomo de la puerta, abriendo sin avisar la mientras se daba paso a la habitación, entrando y cerrando tras de ella. El inconfundible aroma de su hermana embriagó su nariz y levantó la vista hacia la cama, sintiendo su corazón desbocarse de manera involuntaria. Allí estaba ella, sin inmutarse, apenas cubierta por una toalla. Sus ojos recorrieron su cuerpo y mordió su labio inferior inconscientemente, sintiendo la punzada de deseo atacar su cuerpo.

     

    Se separó de la puerta y se acercó a la cama, sentándose a sus pies sin dejar de mirar a la Black fijamente.

     

    - Sabés a qué vine. Mirame. Tenemos que hablar Gabbs -

  19. Se había quedado viendo el vaivén de las caderas de la otra rubia, hipnotizada con el movimiento y la piel que mostraba debajo de la falda del vestido. Conocía su textura, ya había recorrido cada pliegue con sus manos, y la suavidad que había sentido no tenía comparación alguna, y eso le hacía querer prolongar los roces y caricias el mayor tiempo posible.

     

    Se giró a Otto y le sonrió, levantando los brazos a la altura de sus hombros con las manos extendidas, guiñándole un ojo como para decir “eso es mío” y se incorporó definitivamente. Le sorprendía que el hombre no se opusiera a lo que veía, ni que preguntase que estaba pasando allí, por muy obvio que pareciera. Los hombres Black eran celosos de las mujeres de su familia. O así había sido en tiempos de antaño. Las cosas habían cambiado demasiado.

     

    - Pensaba que te habían comido la lengua los ratones Otto... aunque a la que se van a comer es a otra en breve – Volvió a mirar hacia donde la Delacour se había ido y detuvo a su compañero cuando vio que estaba a punto de levantarse, alegando que mejor las dejaba solas – No hay problema, de todas maneras tenemos cosas que resolver fuera. Quedate, puede que encontrés una linda chica para llevar al castillo.

     

    Tomó su vaso y terminó el trago de golpe, poniéndolo con un sonoro golpe en la barra e indicándole al cantinero que lo llenase de hielo. Tenía algunas ideas para lo que necesitaría frío… mucho frío. Una mirada pícara centelló en su rostro al pensar en todas aquellas posibilidades, y la sonrisa altanera volvió a acompañar a sus orbes azules en un gesto que suponía ser algo sensual, por lo menos para ella. Quizás algún día debería de amarse menos, pero no ahora.

     

    - Servile otro trago, yo invito – Le dijo al hombre detrás de la barra, dejando unos cuantos galeones frente a él y se giró a su compañero de patriarcado. Le dio unos suaves golpes en la mejilla y se alejó, llevando el vaso consigo. No la debía hacer esperar mucho o terminaría regañada.

     

    Antes de llegar al baño amarró sus cabellos en una coleta alta, dejando al descubierto su cuello lo suficiente para que el calor que comenzaba a hacer presa su cuerpo no la agobiara. Luego empujó la puerta despacio, dejándole espacio a Gabrielle para poder moverse hacia atrás, y cerró detrás de ella. Estaban solas.

     

    Era un tocador bastante aseado para un bar. Tres o cuatro cubículos para utilizar y un amplio espejo que se alzaba sobre el lavadero, el cual estaba empotrado sobre una gran mesada de mármol que sobresalía por los costados, dejando mucho espacio libre sin sentido. Las luces a diferencia del resto del lugar eran brillantes y permitían ver cada detalle de lo que uno tenía adelante.

     

    Levantó la vista y se encontró con los ojos de la Black, y se perdió en su deseo. Se veía hermosa, como siempre, coqueta y llena de confianza, con aquella forma de mirar que encendía un infierno en el pecho de Mahia. Sus labios rosados la llamaron y dejó el hielo sobre la mesada, acortando la distancia que había entre ellas en un segundo. Su mano derecha se acopló a su nuca y la atrajo, pegando su boca a la de ella con una incesante necesidad. Después de tantos años aún le era imposible estar cerca de ella y no sentir el apremio del deseo y las ganas terribles de pegar sus cuerpos.

  20. La cercanía de Gabrielle lograba erizar cada uno de los bellos del cuerpo de Mahia, logrando que prestara poca atención a las respuestas que daba el otro patriarca frente a ellas. Lo veía, sabia que algo estaba diciendo, pero no podía escuchar qué era. Su mente se concentraba en el toque de su hermana contra su cuello y el sutil aroma a perfume francés que subía hacia su nariz. Sonrió con malicia y sin dejar de mirar al Black estiró el cuello para darle más comodidad a la Delacour. Era increíble lo difícil que le resultaba estar cerca de ella y no desear tocar y ser tocada. Era automático, era necesario.

     

    - Quizás fue para que celebremos como corresponde mi ingreso al patriarcado - Podía notar que Otto se sentía algo incómodo, puesto que sus ojos se desviaban con facilidad desde el trago que estaba bebiendo hacia el contacto que mantenían las dos mujeres, para luego volver al vaso con una rapidez increíble. Si importarle demasiado, la rubia dio una pequeña vuelta hasta estar frente a su hermana y se sentó en su regazo, mirándola a los ojos con intensidad mientras levantaba su barbilla sosteniéndola entre el dedo pulgar en índice - Aunque esta no es mi idea de celebración... No necesariamente.

     

    Bajó su rostro al de la otra Black y besó la comisura izquierda de su labio. Se detuvo allí más de lo necesario y luego volvió a mirar a los ojos de la ojimiel; y casi se perdió en ellos. La pasión en la mirada de Mahia era tan azul como un mar helado, congelado y oscurecido por el deseo. Cuando iba a volver por los labios de la otra mujer recordó que Otto todavía estaba allí y volvió a mirarlo, casi a regañadientes. Tomó el el vaso de cerveza que el cantinero le había traído y dando un gran sorbo. Se estaba bien allí, a pesar de las condiciones del lugar, ella estaba con la persona que más quería.

     

    - Ahora... podríamos hablar un poco sobre cómo levantar las riquezas de la familia, o destruir familias ajenas... lo cual no estaría mal y sería muy divertido. - Musitó con calma, acariciando el cabello detrás de la nuca de Gabrielle - Pero... me gustaría discutir un par de cosas con mi muj... mi hermana... -

  21. Lo bueno del Castillo Black y de sus inmensos terrenos era que uno se podía perder en ellos sin ser notado. Y aquello era algo que últimamente se dedicaba a hacer. La ex mortífaga tenía más tiempo que nunca y había sabido disfrutar el pasar horas enteras recorriendo las explanadas verdes de puro pasto inglés sin escuchar ningún ruido más del crepitar de las ramas de los árboles y el cantar de los pájaros.

     

    Pero últimamente aquello comenzaba a molestarle. Sabía que en los últimos tiempos había ablandado su carácter, dejando que sus facciones y acciones perdieran intensidad y emitieran más sensibilidad de la que nunca había tenido. Y eso no le gustaba. Ella nunca había sido así. Si deseaba algo sólo iba y lo tomaba, lo exigía, o lo mataba.

     

    Si la hubiesen visto en este futuro hacía unos años atrás se hubiesen reído de ella.

     

    Aquella mujer que portaba una Katana más pesada de la que muchos hombres podía soportar, de ojos fríos y acciones temerarias; aquella de cicatrices intimidantes, que atravesaban su hombro y rostro sin esconderse ni en lo más mínimo a los ojos de otros… Ella no le temía a nada. Se mostraba poderosa y altanera. Era arrogante y demostraba que siempre iba a ser quien ganara cualquier encuentro… Aquella mujer que llegó hasta lo más alto sin dejar de pisar a quien fuese que se le impusiera. ¡Esa mujer que no se dejaba dominar ni por el enemigo más sangriento y despiadado!

     

    - ¡¡¿Dónde está esa mujer?!! – El grito se perdió en el aire, acompañado por una piedra que sin ninguna sutileza la Black había arrojado contra el lago. Ahí estaba… sentada frente a un gran cúmulo de agua, con las rodillas pegadas a su pecho mientras eran rodeadas por uno de sus brazos. Vestida como una cualquiera, con una sudadera que le quedaba grande y pantalones cortos que no dejaban nada a la imaginación. El cabello recogido en una coleta alta caía por el costado de su hombro derecho y sus ojos azules no mostraban más que rencor.

     

    La pregunta era… ¿Rencor hacia qué? Evidentemente nadie más que ella tenía la culpa de su cambio, pero no le bastaba con recriminarse. Necesitaba adrenalina. Quería acción, quería pelea, quería odio, quería amor. Lo quería todo. Siempre había querido todo. Y en su momento lo había conseguido.

     

    Se paró de un salto, frunciendo el ceño. Se estaba impacientando. ¿Cuánto creían que podían hacerle esperar? No le importaba quienes fueran, ni de donde vinieran. Ni siquiera le importaba que fuesen sus líderes directos, ni que pudiesen negarle el ingreso a la Marca Tenebrosa si hacía algo indebido o inoportuno. Se metería a la fuerza, lo necesitaba. Era su lugar, era su vida, y quería el poder que un día había abandonado por capricho.

     

    El borroso resto de la tinta que había quedado luego de que su tatuaje desapareciera todavía parecía arder en ocasiones, provocando la sed de sangre que normalmente atribuiría a su condición de vampiro, pero que clamaba por que la bebida fuese acompañada por la muerte, por un corazón deteniéndose y un último suspiro siendo exhalado. Se moría de ganas. Se le hacía agua la boca. Dio vuelta atrás y se dirigió nuevamente al castillo.

  22. Esa era la primera vez que Mahia ingresaba a esa taberna. No era que no frecuentara bares de vez en cuando, pero nunca se había interesado por ese en particular. Lo cierto era que tenía un gusto un poco vulgar para los lugares en los que solía beber. La mayoría eran antros de mala muerte en el mundo muggle, donde sabía muy bien que una rubia de ojos claros envuelta en ropajes de cuero llamaría más la atención que en ningún otro lugar, pero en los que le importaba un cuerno lo que pensaran los demás.

     

    Disfrutó de la luz tenue que ayudaba a sus ojos cansados por el desvelo y le proporcionaba un descanso algo placentero, y vagó un poco con la vista por el lugar, buscando aquello que más le interesaba encontrar. Y así lo hizo.

     

    Le era imposible pasar por alto aquellos cabellos dorados, los conocía demasiado bien. Tanto así como a la persona a la que pertenecían. También conocía aquello que ella buscaba en el vaso del cual se aferraba, o más bien en lo que él contenía. O por lo menos creía hacerlo.

     

    Se acercó despacio por detrás para no asustarla pero sin que ella la notara y, con una lentitud casi elegante, pasó los brazos por sobre sus hombros, yuxtaponiendo las manos entre sí delante de ella para cerrar el agarre. En ese mismo instante pegó su espalda a la de la rubia, percibiéndola lo más que pudo en su cercanía, fundiéndose en el momento. Aunque fugaz, el efecto que le producía ese toque era el mismo que le daba un una buena bocanada de aire cuando se estaba ahogando.

     

    - ¿No te parece temprano para beber? – Le había dicho al oído, fingiendo reñirle como una hermana mayor debería hacer, pero pegando sus labios contra la piel del oído para luego avanzar hacia su mejilla y depositar un tierno beso en ella. Podía sentir el olor a tequila. – Aunque supongo que la gente viene a estos lugares para esto. –

     

    Sabía que no estaban solas y decidió que no debía prolongar más el momento. Giró el rostro hacia Otto, fulminándolo con el azul intenso de sus ojos y esbozó una sonrisa de medio lado que dejaba entrever uno de sus colmillos; casi se podía notar la confianza y la autoridad que la Black despedía en la mirada.

     

    Su semblante de expresiones duras se parecía a aquel que hacía años atrás la había distinguido. De hecho, se sentía como en ese entonces. Con su carácter templado y firme, arrogante como ella sola. Aquello no era maldad, era poder. No le importaba nada ni nadie. O casi; sólo había una excepción y la tenía entre sus brazos.

     

    - Siento haberte ignorado, pero la sangre llama… vos sabés. - Su timbre de voz no era estridente, pero sí bastante femenino y recio. Se enderezó un poco, liberando el agarre sobre los hombros de Gabrielle para dejar sólo una mano apoyada en uno de ellos. - Tenía algunos asuntos que tratar con Gabbs, pero... ¿Les molesta que los acompañe? -

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  23. La Black había aparecido en la taberna entre murmullos y movimientos de desesperación, más allá de que una voz había pedido que nadie entrase en pánico. El jaleo producido logró ocultar los pasos de Mahia, quién se coló entre la gente tratando de averiguar qué había ocurrido. Como siempre, había llegado tarde, y no había podido disfrutar de ninguno de los aperitivos y tragos que la fiesta tenía para ofrecerle.

     

    Quizás eso era lo que más le enojaba. Siempre Orión arruinando su día. ¿Es que no se podía defender? Era un maestro en duelos, tal como lo había sido ella en su época, pero el muy br*** se dejaba secuestrar.

     

    - Pend***. ¿Qué tenés de hermano mayor si no podés dar el ejemplo? – Escupió en voz baja. Mirando con cariño los vasos que iban quedando abandonados por la gente que con prisa desaparecía en dirección a la cárcel a donde tenían a su hermano.

     

    Suspiró y entreabrió el cierre de la campera negra de cuero que se había puesto. El cuello alto la estaba asfixiando por el calor que había dentro de la taberna. Quizás debería haberse vestido de otra manera, pero el clima invernal frío y húmedo que hostigaba afuera del lugar no le dejaba muchas opciones; o se ponía una túnica una túnica de esas horribles que usaban los magos, u optaba por ropa muggle. Como era su costumbre, prefirió lo segundo. Unos buenos pantalones jeans azules ajustados a la cintura y una remera blanca bajo la chamarra, nada demasiado formal.

     

    - Oigan, podríamos dejarlo ahí unos días. ¿Por qué tanto problema? Que se salve solo, el muy p*** – Comentó arqueando una ceja, mirando fijamente al chico que había indicado el lugar al que se habían llevado al Black. El mismo estaba preocupado por su identidad, y al consultar por este inconveniente la mayoría había optado por mascaras para ocultar su rostro, aunque de nada serviría, ya que los aurores habían ya visto cómo eran sus caras.. – Digo… Es Orión ¿verdad? El castigo podrían hacerle bien. Mientras tanto, disfrutemos... –

     

    - ¿No? – Musitó al ver que nadie le prestaba atención, y bajó la cabeza con resignación. Ya casi no quedaba gente cuando la rubia se decidió a ir a Bora Bora.

     

    Al menos tendría la oportunidad de volver a tener una batalla real al rescatar al peliazul. Eso debía emocionarla. Sacó su varita y se dispuso a marcharse del lugar para seguir al resto hacia las inmediaciones de la cárcel Abaddon. Tendría que improvisar usando la pasión multijugos que guardaba en su bolsillo extendido mágicamente, de esa manera, su rostro no quedaría expuesto. Ella era la única que podía hacerlo; ser impuntual de algo había servido. Esperó hasta que el último de los presentes partiera y desapareció hacia Bora Bora, sintiendo ya la cálida arena bajo sus pies.

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  24. Bueno, vamos a empezar como coshesponde mi etapa de mini *---* vamos a ver...

     

    Nick: Mahia Black.

    Conocimientos seleccionados:

    • Artes Oscuras
    • Leyes Mágicas

    Atributos (25 puntos para redistribuir).

    • Fuerza y Constitución: 5
    • Destreza: 7
    • Inteligencia: 7
    • Espiritualidad: 0
    • Carisma: 4
    • Suerte: 2

    Esa sería entonces la ficha de mi personaje. En lo que respecta a Mahia es más fuerza y destreza, quizás bastante inteligencia pero no tiene mucho carisma. Por ser un rol aparte le voy a agregar un poco, pero no sé si me saldrá rolearlo de esa manera XDDD

     

    *-* Bueno, espero instrucciones(?

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  25. Aquellos ojos color zafiro que tanto habían brillado momentos antes de a poco iban volviendo a su tinte habitual. El subidón de adrenalina abandonaba su cuerpo y la temperatura buscaba acoplarse lenta y progresivamente al frío que afuera acontecía. Las luces se habían apagado hacía ya unos minutos y la única luz que bañaba su cama era aquella que se filtraba por el empañado ventanal, tan gris como el día mismo.

     

    Cerró los ojos un segundo, suspirando y levantándose para acercarse a su guardarropa, separando la indumentaria que usaría luego. Recogió sus prendas tiradas por el piso y las llevó al cesto de la ropa sucia; seguro algún elfo se encargaría de ello en otro momento. Se dio una ducha rápida y se vistió con unos vaqueros negros, una remera manga corta blanca y una sudadera gris. Si bien era un mago de sangre pura, nunca había podido separarse de la ropa muggle. Era infinitamente más cómoda que la que llevaban los hechiceros.

     

    Se dirigió al vino que había quedado en la cubeta y lo destapó, sirviendo en una de las copas una cantidad considerable del mismo y lo sorbió de un solo golpe.

     

    Llevó la cabeza hacia atrás y negó con la misma. Se sentía mareada. Aunque no era sólo por el efecto del alcohol. Había algo que no estaba bien. Y no sólo con ella. Su hermana había actuado raro, la conocía. Pero era preferible dejarla sola. Sabía que quizás habría tenido que detenerla. Pero ella tendría sus razones para despedirse de aquella manera. No le iba a hacer bien seguirla una segunda vez.

     

    Tomó su varita y se dirigió a la salida de su habitación. Recorrió el camino hacia la primera planta, pero no se acercó hacia donde estaba el resto de la familia. Necesitaba respirar aire puro. Salió hacia la entrada principal y recorrió una por una las baldosas que dirigían al enrejado. Con las manos en los bolsillos miró hacia el cielo, observando cómo caían los copos de nieve que poco a poco iban cubriendo su abrigo como si de una pequeña cantidad de pelusa se tratara y comenzó a tararear levemente.

     

    Estaba tranquila, se sentía vacía. Lo único que pasaba por su mente era una suave melodía. Cientos de notas subiendo y bajando su intensidad.

     

    - I’ve got a hundred millón reasons to walk away… - Musitó, volviendo la mirada hacia la salida. Siguiendo la canción que no dejaba de sonar en su mente. Aquel sentimiento de querer huir volvía a ella. No era una mujer que pudiese quedarse mucho tiempo en un solo lugar. Y su cuerpo, su alma y su razón lo sabían. Quería libertad, quería sangre, quería lucha; quería amor, quería odio… necesitaba aquella maldad que absorbía de cada una de sus víctimas.

     

    - I’ve got a hundred millón reasons to walk away – Volvió a repetir, comenzando a caminar nuevamente hacia la entrada del castillo. Aunque su cuerpo sólo le pidiera cruzar nuevamente la salida del lugar. Sabía que tenía miles de razones para volver a irse. Pero esta vez… Sólo esta vez, tenía una sola para quedarse.

     

    Esbozó una sonrisa algo forzada y volvió a ingresar al comedor, viendo que las caras habían cambiado. Extrañamente ya no encontraba a su hermano mayor. Quizás él estuviese con su mujer. Tampoco estaba su sobrina, aquella que había exaltado la paciencia de Gabrielle. Posiblemente el encuentro con los viejos Blacks hubiese sido demasiado para ella. Mahia alzó los hombros y las manos con las palmas hacia arriba. Si no podía con eso, no tenía temple Black. Aunque todo aquello se podía arreglar con una cruzada de varitas.

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