Era como si aquel lugar estuviera desierto, como si nadie viviera ahí. Las palabras de su ultima clase impartida en la academia resonaron en su mente, ojalá alguno que aspirara a ese bando pudiera ver lo que era verdaderamente la orden, un montón de coodines que preferían no entrar a defender su hogar solo por sobrevivir.
- Fuego Negro - susurró y un par de metros sobre su cabeza una bola de fuego comenzó a crecer, cobrando cada vez más fuerza conforme se encontraba estática - Los defensores del bien han muerto, incapaces e inútiles son sus esfuerzos por detenernos - decía a nadie en particular caminado de un lado a otro, viendo como sus compañeros destruían ese lugar.
Se dirigió a uno de los sillones que aun no se consumían por las llamas y desde ahí contempló el espectáculo. Su varita de arce giraba entre sus dedos, como decidiendo que haría a continuación, podría tomarse todo el tiempo del mundo...
- Fuego maldito - tres búhos reales salieron de su varita en con su vuelo terminaron de calcinar su alrededor - qué aburridos son los Granger - susurró ya de pie de nuevo en el vestíbulo.